Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

De la Conquista a la Independencia

Silvio Zavala





A quienes han seguido las aportaciones hechas en los últimos años a la historia cultural hispanoamericana, no dejará de causar sorpresa que materia tan vasta y escasamente explorada se abarque con la síntesis ambiciosa que representa este volumen1. Pero esa desconfianza cederá pronto a la satisfacción de encontrarse ante un espíritu bien dotado para desempeñar la difícil tarea.

Picón-Salas es nativo de Venezuela, con larga y fructuosa preparación en Chile, viajero de otras partes de América y conocedor del aire de México. Sus lecturas son vastas y sazonadas. Persigue ágilmente la intimidad de los temas históricos y literarios, y sabe exponerla sin gastar otras palabras que las necesarias y apropiadas. Cree en la que él mismo llama «aquella como alta intuición poética que reclama toda historia para que sea algo más que un amasijo de datos ordenados cronológicamente». Varias veces señala como permanente conflicto de la vida cultural criolla: «la presencia de elaboradas formas extranjeras, de una cultura foránea que sirve a las minorías privilegiadas, pero un tanto indiferentes a la realidad de la tierra, y el cúmulo de irresueltos problemas que brotan de las masas indias o mestizas». Como hombre que busca la entraña de las actitudes, no se me embrolla en las diferencias naturales y humanas que presenta la América española para negar, como otros lo han hecho, la homogeneidad de esta federación de cultura, sino que afirma como resultado de sus meditaciones que, «desde los días de la Colonia la reacción del hispano-americano ante el mundo tiene una identidad y un parentesco mucho mayor del que se supone». Piensa que es la lengua española el instrumento de identificación mayor y más válido entre los pueblos que viven desde las estepas del río Bravo hasta la helada pampa patagónica. Y si bien este convencimiento le obliga a estudiar repetidamente la raíz española de América, y aun sostiene que es necesaria una historia completa de la cultura hispánica que se imponga a la miopía o limitación con que los españoles e hispano-americanos hemos preferido estudiar nuestra propia provincia, tales asentimientos ideológicos no le impiden distinguir las varias clases posibles de hispanismo ni apartarse del «académico que han exaltado las clases conservadoras en Sur América». Lo que le preocupa es que por el doble prejuicio -liberal a conservador, pero igualmente negativo- de estar contra España en una forma de nacionalismo adolescente, o de idealizarla con opuesto espíritu colonialista, los hispano-americanos no hayamos penetrado todavía suficientemente en estos problemas de nuestro origen.

Y para disipar cualquiera dura que pueda caber sobre la actitud de Picón-Salas ante los elementos sociales no europeos que integran la cultura de Hispanoamérica, recordemos que su primer capítulo se llama «El legado indio» y que después dedica buen número de páginas al examen «De lo europeo a lo mestizo. Las primeras formas de transculturación». Tampoco pasa por alto este diligente estudioso de América la conclusión a que llega el jesuita mexicano Márquez en el siglo XVIII: «Con respecto a la cultura, la verdadera filosofía no reconoce incapacidad en hombre alguno, o porque haya nacido blanco o negro, o porque haya sido educado en los polos o en la zona tórrida» (p. 175).

Sería ocioso intentar la recapitulación del contenido de un ensayo tan lleno de variedad y sugestiones. Baste decir, con las palabras del autor, que intenta mostrar: «Cómo se forja la cultura hispano-americana; qué ingredientes espirituales desembocan en ella, qué formas europeas se modifican al contacto del Nuevo Mundo, y cuáles brotan del espíritu mestizo». Fundamentalmente aborda los temas de la conquista, el barroco, el humanismo jesuítico del siglo XVIII y las vísperas de la revolución.

Yo creo percibir a menudo en este libro el fruto de lecturas directas e intuiciones personales. Otras veces, como es forzoso en plan tan vasto, el autor se apoya en los resultados obtenidos en obras recientes que escoge con rigor. Pero en todos los casos el crítico sereno advertirá el estilo personal que Picón-Salas mantiene a lo largo de su libro, no obstante la diversidad de los asuntos que trata, y podrá reconocer que el resultado de conjunto supera a los ensayos particulares o generales que hasta el presente existen sobre el mismo campo. La bibliografía no es aparatosa, pero sí selecta y exhibida por capítulos.

En cuanto a omisiones de cierta importancia, creo advertir en el siglo XVI la de la obra del médico de Felipe II Francisco Hernández, de la geografía de López de Velasco y de las relaciones que formaron las autoridades de Indias acerca de los distritos que tenían a su cargo. Ya en el siglo XVII, me parece que es olvidada la significativa obra Virtudes del indio del obispo Palafox. La política social de esta centuria se encuentra bajo la influencia de una concepción cristiana que el autor descubre, por ejemplo, en el teólogo peruano Diego de Avendaño; pero hubiera sido interesante que abarcara sus repercusiones, pongamos por caso, en la administración del Marqués de Cerralbo en Nueva España. No sé, por último, si la función de la pintura en la evolución cultural de Hispanoamérica ha sido apreciada en la justa medida.

Las ilustraciones son escogidas y oportunas. Lo que no entendemos es por qué la figura felipesca del virrey Velasco ocupa, frente a la p. 56, el lugar que llenarían mejor Hernán Cortés o el virrey Mendoza ataviados con traje y gorra al gusto de la corte de Carlos V.



El Colegio de México

Centro de Estudios Históricos





Indice