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Debate entre Agripa y Mecenas

Pilar Rivero

Julián Pelegrín



Tomando como excusa el supuesto debate político que, una vez finalizadas las guerras civiles, habría tenido lugar con ocasión de la consulta realizada por Augusto a sus amigos Agripa y Mecenas a propósito de la conveniencia de restaurar la república o de instaurar la monarquía, el texto caracteriza negativamente el poder de la masa frente al poder del individuo. Más allá del componente retórico, la defensa de la república tal como es atribuida a Agripa constituye en realidad la fundamentación teórica de la alabanza del Príncipe restaurador y colaborador con el Senado que el texto pone en boca de Mecenas: se trata, en consecuencia, de las dos partes de un único texto, un panfleto político elaborado en círculos senatoriales opuestos a Elagábalo que circularía bajo el reinado de Severo Alejandro y que coincidiría plenamente con la perspectiva aristocrática de Cassio Dión.

Cassio Dión Cocceiano vivió aproximadamente entre los años 150 y 235. Nacido en Asia Menor, en Nicea de Bitinia, llegó a ser cónsul por dos veces y gobernador provincial. Escribió en griego una monumental Historia romana que alcanzaba desde los orígenes más remotos hasta el año 229, año en el que él mismo ocupó el consulado bajo el reinado de Alejandro Severo. De los ochenta libros que la componían sólo nos han llegado íntegros la serie XXXVI-LX -correspondientes al período 69 a. C.-46 d. C.-, si bien contamos con una visión del conjunto de la obra gracias a las antologías y los epítomes elaborados en época bizantina (así los Excerpta Constantiniana elaborados por orden de Constantino VII Porfirogéneta y los Epítomes de Xifilino y Zonaras, datables respectivamente en los siglos X, XI y XII).





«Ciertamente, la democracia posee un nombre de hermosa apariencia y da la impresión de proporcionar iguales derechos para todos mediante la igualdad ante la ley, pero sus resultados no son del todo acordes con su denominación. Por contra, la monarquía suena desagradable, pero es una forma de gobierno mucho más práctica para quienes viven bajo ella. Pues es más fácil hallar un individuo excelente que muchos, e incluso si esto ya parece algo difícil, inevitablemente hay que considerar la otra alternativa como imposible, pues no les es dado a la mayoría poseer la virtud. E incluso aunque un malvado se hiciese con el poder supremo, sería preferible a las masas de carácter similar, tal como demuestran la historia de los griegos y los bárbaros y la de los mismos romanos. Pues los éxitos siempre han sido mayores y más frecuentes en el caso tanto de ciudades como de individuos subordinados a reyes que bajo gobiernos del pueblo, y los desastres no suceden tan frecuentemente bajo las monarquías como bajo el gobierno del vulgo. Ciertamente, si alguna vez hubo una democracia próspera, ello tuvo lugar en cualquier caso como mucho durante un breve período, con tal que el pueblo no contase con el número ni con la fuerza suficientes para que surgiera en su seno la desmesura como resultado de la buena fortuna o la envidia como resultado de la ambición. Pero para una ciudad no sólo tan extensa en sí misma sino también señora de la mayor y mejor parte del mundo conocido, que ejerce su dominio hombres de muchas y diversas naturalezas, que posee tantos hombres de gran riqueza, ocupados en todas las empresas imaginables y disfrutando de todas las fortunas imaginables, tanto individual como colectivamente, practicar la moderación bajo una democracia resulta imposible, y todavía más imposible le resulta al pueblo mantenerse en armonía, a menos que prevalezca la moderación».


(Cassio Dión, Historia romana, traducción propia a partir de la versión inglesa publicada por Earnest Cary en Cambridge, Mass., The Loeb Classical Library, 1927.)                






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