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Decreto 66/2005, de 1 de abril del Consell de la Generalitat por el que se declara Bien de Interés Cultural la Colección Arqueológica del Tesoro de Villena1

(1 de abril de 2005)

Consell de la Generalitat Valenciana



Mediante Resolución de 7 de enero de 2003, de la Dirección General de Patrimonio Artístico, de la Consellería de Cultura y Educación, se procedió a la incoación del expediente de declaración de Bien de Interés Cultural a favor de la Colección Arqueológica del Tesoro de Villena. Resolución que se publicó en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana núm. 4450, de 28 de febrero de 2003 y en el Boletín Oficial del Estado núm. 49, de 26 de febrero de 2003.

De acuerdo con el procedimiento previsto en el artículo 27 de la Ley del Patrimonio Cultural Valenciano, se solicitaron informes a dos organismos consultivos, informes de los que ha sido emitido expresamente en sentido favorable el de la Universitat de València, que se emitió en fecha 14 de marzo de 2003, y no habiéndose emitido el informe solicitado a la Universidad de Alicante, se debe considerar que éste es favorable al haber transcurrido el plazo previsto para su emisión de conformidad con el precepto citado. Cumplimentados el resto de trámites exigidos por la Ley en la instrucción del expediente, procede culminar el procedimiento con la declaración de Bien de Interés Cultural, declaración que, de conformidad con lo previsto en el artículo 26.2 de la Ley 4/1998, de 11 de junio, de la Generalitat, del Patrimonio Cultural Valenciano, en la redacción dada por la Ley 7/2004, de 19 de octubre, de la Generalitat, se hará mediante Decreto del Consell de la Generalitat, a propuesta del conseller competente en materia de cultura. En virtud de lo expuesto, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 31.5 del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, aprobado por Ley Orgánica 5/1982, de 1 de julio, a propuesta del conseller de Cultura, Educación y Deporte y previa deliberación del Consell de la Generalitat, en la reunión del día 1 de abril de 2005.





DECRETO

Artículo 1.- Se declara Bien de Interés Cultural la Colección Arqueológica del Tesoro de Villena.

Artículo 2.- En el anexo del presente decreto se describe pormenorizadamente el Tesoro, se determinan los valores que justifican la declaración, y se hace referencia a otros aspectos relacionados con el Bien, incluido su régimen de protección.

DISPOSICIÓN ADICIONAL

La presente declaración se inscribirá en la Sección Primera del Inventario General del Patrimonio Cultural Valenciano.

DISPOSICIÓN FINAL

El presente decreto se publicará en el Boletín Oficial del Estado y tendrá efectos desde el día siguiente al de su publicación en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana.

Valencia, 1 de abril de 2005.

El presidente de la Generalitat,
Francisco Camps Ortiz.
El conseller de Cultura, Educación y Deporte,
Alejandro Font de Mora Turón.





ANEXO

EL TESORO DE VILLENA

El excepcional conjunto de elementos de orfebrería conocido como el Tesoro de Villena fue hallado y rescatado del expolio en 1963, merced a la colaboración de la ciudadanía villenense y a los afanes y la profesionalidad del insigne arqueólogo José María Soler García (1905-1996).

LOCALIZACIÓN

En la actualidad, el Tesoro de Villena se encuentra depositado en un cofre de seguridad, que a su vez le sirve de expositor, en el Museo Arqueológico José María Soler, del Ayuntamiento de Villena.

HISTORIA Y CIRCUNSTANCIAS DE SU HALLAZGO

En el transcurso de 1963, la extracción de áridos en la Rambla del Panadero, al pie de la Sierra del Morrón (término de Villena), puso al descubierto varias piezas de oro. El 22 de octubre de 1963, la existencia de un fabuloso brazalete áureo fue puesta en conocimiento de José María Soler por el joyero Carlos Miguel Esquembre Alonso. La pieza había circulado de mano en mano entre los trabajadores de la empresa de extracciones en la creencia de que se trataba de un vulgar engranaje de maquinaria de camión, hasta que un tercero se interesó por la misma y la llevó, por mediación de su mujer, al joyero Esquembre, con la finalidad de averiguar su valor. El 25 de noviembre siguiente, el mismo joyero alertó al arqueólogo acerca de la presentación en su establecimiento de una segunda mujer, portadora de un brazalete semejante al anterior. El segundo brazalete, que había sido hallado por uno de los transportistas de gravas, puso a José María Soler en la pista del lugar exacto del hallazgo.

La Dirección General de Bellas Artes autorizó la excavación en la zona de los hallazgos, a la par que se solicitó un informe al entonces Delegado de Zona del Servicio Nacional de Excavaciones, el profesor Miquel Tarradell. El 30 de noviembre de 1963 se llevó a cabo la inspección ocular del área de la Rambla del Panadero. La excavación comenzó a las 10 de la mañana del domingo 1 de diciembre. A las 5 de la tarde del mismo día, un golpe de azada de uno de los colaboradores de José María Soler, Pedro Doménech Albero, puso al descubierto el Tesoro, oculto durante milenios. El equipo decidió permanecer en el lugar, custodiando el formidable hallazgo, hasta que pudiese procederse a su fotografía in situ. Dos horas después, Miguel Flor Amat realizó las únicas fotografías existentes del hallazgo tal y como fue encontrado. Inmediatamente después se procedió a la exhumación de la gran vasija que contenía el Tesoro, y a su traslado a Villena, para su depósito en el domicilio del arqueólogo. La Navidad de 1963 contempló la primera exposición al público del Tesoro, en el Museo Arqueológico Municipal, creado en 1957 con las colecciones reunidas por José María Soler, y que desde 1967 (año de su reconocimiento oficial por el Ministerio de Cultura), lleva nombre del ilustre arqueólogo villenense. Como feliz colofón al extraordinario proceso del hallazgo, el 27 de diciembre de 1963 el ferroviario Pedro Lorente García entregó por propia voluntad a José María Soler un tercer brazalete que había sido identificado por su hija como semejante a los del Tesoro, merced a su contemplación en la exposición al público celebrada pocos días atrás.

DESCRIPCIÓN

El Tesoro está integrado por 67 piezas de diferente naturaleza, tecnología y estado de conservación, que fueron depositadas dentro de una vasija cerámica en una oquedad excavada en la Rambla del Panadero, al pie de la Sierra del Morrón. Reúne 53 objetos de oro con un peso total de 9.109'28 gr., 3 frascos de plata (afectados por corrosión) con un peso de 620 gr., un brazalete o anilla de hierro de 31'86 gr., un botón o revestimiento cónico de hierro con aplique de lámina de oro con un peso de 50'50 gr., y un revestimiento o aplique de lámina de oro relleno de ámbar de 2'85 gr. de peso. Los objetos fabricados en oro son 28 brazaletes del tipo de Villena-Estremoz (todos ellos con un corte que los secciona, y muchos con evidentes huellas de desgaste por uso), 11 cuencos, 2 frascos (de idéntico diseño a los de plata) y 13 fragmentos de láminas de revestimiento (probables restos de guarniciones de armas). Predomina la decoración a base de molduras, púas y calados. Se estima que el peso total de oro que contiene el Tesoro asciende a 9.112 gr., de una calidad de 23'5 quilates. Los análisis efectuados en 1968 por el laboratorio del Winterberg-Landesmuseum de Stuttgart (Alemania) determinaron que las proporciones de plata y cobre halladas en las piezas de oro era de origen natural, propias del oro procedente de arenas fluviales. La heterogeneidad del contenido del Tesoro, donde aparecen elementos de vajilla, armas y adornos personales, es pareja a la heterogeneidad de las calidades de los ejemplares dentro de cada grupo de objetos, sobre todo por lo que respecta a los brazaletes, entre los que se encuentran piezas de calidad técnica extraordinaria junto a piezas de mediocre fabricación. Lo mismo se puede decir de los restos de guarniciones, siendo los elementos de vajilla los que presentan una mayor coherencia interna. Con todo, cabe apuntar que la complejidad tecnológica de los frascos no es comparable a la de los cuencos, piezas de gran efecto pero de menor dificultad artesanal en cuanto a su elaboración, por cuanto la producción de los frascos requirió el empleo de técnicas de soldadura. A continuación se inserta una descripción pormenorizada de las piezas, que reproduce parcialmente el inventario efectuado por José María Soler García en 1965.

INTERPRETACIONES

La magnitud del Tesoro de Villena condujo al profesor Miquel Tarradell a pensar que se trataba de un tesoro real. Por su parte, J. Maluquer de Motes señaló el paralelismo del Tesoro de Villena respecto a otros hallazgos europeos, como el de Messingwerk (Alemania), y planteó la originalidad del foco villenense de orfebrería, que habría irradiado su influencia sobre el resto de la Península Ibérica y el occidente europeo.

Sobre la base de los paralelismos existentes, en cuanto a morfología y naturaleza del oro, entre el Tesoro de Villena y piezas de orfebrería encontradas en Orihuela, Callosa de Segura, Cehegín, Lebrija y Estremoz (Portugal), José María Soler defendió la originalidad del foco villenense, y su influjo sobre la ruta que, cruzando el interior de la Península Ibérica, conduce a la Extremadura portuguesa. El investigador villenense señaló el parentesco existente entre el Tesoro de Villena y el Tesorillo del Cabezo Redondo. Este último había sido encontrado en abril de 1963 en el yacimiento arqueológico villenense que toma el nombre del aludido accidente orográfico: un poblado de altura encuadrado en la facies argárica de la Edad del Bronce en la Península Ibérica.

A la luz de dicha hipótesis, Soler pudo datar el Tesoro de Villena en torno al año 1000 a. C. (fecha que, según el autor, podría remontarse a mediados del segundo milenio a. C.) a partir del análisis de C-14 de dos fragmentos de madera procedentes del Cabezo Redondo practicado en 1966 en laboratorios de Heidelberg (Alemania) y Groningen (Holanda). Según el investigador villenense, el empleo del oro en estado nativo, sin la adición de cobre, vendría a ratificar la adscripción del Tesoro de Villena al Bronce peninsular. En cuanto al origen de la ocultación, Soler apuntó como posibilidades igualmente plausibles que se tratara o bien de material de orfebre, o bien del tesoro de un gran jerarca.

M. Almagro Gorbea atribuyó la singularidad de la orfebrería villenense a la recepción por las culturas locales del Bronce Medio de técnicas traídas por elementos del Bronce Final de origen centroeuropeo, situando su aparición a finales del siglo IX a. C. y su extinción en el VII a. C., y propuso como fecha de la ocultación mediados del siglo VIII a. C. Esta cronología explicaría la existencia de hierro en el conjunto. Sin embargo, el análisis de los cuencos a la luz de referentes centroeuropeos condujo al autor a dividirlos en hasta cinco grupos cuya cronología oscilaría desde el año 1000 a. C. hasta el siglo VII a. C. Más recientemente, y sobre la base de su vinculación a la introducción del hierro en la Península Ibérica, Almagro ubica el Tesoro de Villena en pleno Bronce Final, con anterioridad al 900 a. C., en una fase en que habrían comenzado a llegar los primeros influjos de las culturas orientales, pero previa a la constitución de los primeros asentamientos coloniales fenicios en el sur de la Península Ibérica.

Las piezas de hierro poseen un gran interés, por tratarse de los objetos más antiguos aparecidos en la Península Ibérica, y por corresponder con un estadio arcaico del uso de dicho metal, en que éste, lejos de ser utilizado en la forja de armas y herramientas, como lo será posteriormente, es considerado como metal noble, atesorable, y, en consecuencia, se emplea en apliques y elementos de orfebrería ornamental, tesis que fue ya apuntada por José María Soler. Considerando, asimismo, la ausencia de influencias fenicias y la aparición de plata, característica de la cultura de El Argar, W. Schüle en 1976 situó la fecha de la ocultación del Tesoro de Villena en torno al año 1000 a. C. El investigador alemán también defendió el carácter autóctono del Tesoro, partiendo de los paralelismos existentes entre la decoración de los cuencos y la de la cerámica local, y señaló su inspiración nórdica y no centroeuropea. María Luisa Ruiz-Gálvez defiende, como Schüle y José María Soler, el origen local del Tesoro de Villena, inspirado en tradiciones del Bronce Medio e inicios del Bronce Final representadas respectivamente por los conjuntos de Cabezo Redondo I y Abía de la Obispalía; pero plantea, como Schüle, referentes nórdicos para los cuencos villenenses, estableciendo su paralelismo con los de Rongères y Axtroki, y con el casco/cuenco de Rianjo, piezas anteriores en cronología que prueban una difusión N-S del influjo estilístico nórdico. En cuanto a la cronología de la ocultación del Tesoro de Villena, plantea una fecha en torno a la primera mitad del siglo IX (que, según la investigadora, podría remontarse al año 1000 a. C.), puesto que la presencia de hierro sería indicio de incipientes influjos mediterráneos.

Según Alicia Perea, el Tesoro de Villena, como muestra de la orfebrería del Bronce Final, es el producto de una fase de apogeo de la economía peninsular, coincidente con una máxima intensificación de las relaciones con los mundos atlántico y mediterráneo. La investigadora relaciona el momento de la ocultación del Tesoro de Villena con la del Cabezo Redondo, pero plantea un posible origen atlántico, y no autóctono, de la orfebrería villenense. El análisis de los brazaletes del Tesoro de Villena facultó en 1994 a Perea y Barbara Regina Armbruster a defender el avanzado grado de desarrollo de la metalurgia del Bronce Atlántico en la Península Ibérica, al constatar la práctica de la fundición a la cera perdida y el uso del torno de eje horizontal. Por otra parte, Perea señala que el hecho de que los objetos de bronce están ausentes de los depósitos de oro, y su frecuente ubicación a poca profundidad, junto a vías de comunicación o encrucijadas de caminos, ha permitido a diversos autores vincular el depósito de los tesoros áureos a ceremoniales de corte político realizados en los territorios fronterizos, al pago de tributos en puestos de paso o a invocaciones a divinidades propiciatorias de travesías seguras: contextos en que podía haber tenido lugar el depósito del Tesoro de Villena.

A partir de los resultados de las últimas campañas de excavación en el Cabezo Redondo, llevadas a cabo desde finales de los años noventa, Mauro S. Hernández ha interpretado recientemente el Tesoro de Villena como prueba de la existencia en la zona de una comunidad socialmente estratificada que controlaba un territorio estratégico, encrucijada de la ruta N-S de la Meseta al Mediterráneo, y O-E, de las tierras altas del Sudeste al interior valenciano y la serranía de Cuenca, y, en consecuencia, contaba con la riqueza y el poder suficiente como para recibir, adquirir y, a la postre, acumular, un tesoro de semejantes dimensiones y valor.

LOS VALORES DEL TESORO

De lo anteriormente expuesto, se desprende con claridad el hecho de que el Tesoro de Villena es plenamente acreedor de la calificación de Bien de Interés Cultural, por reunir numerosos y diversos valores. Desde el punto de vista histórico, artístico y arqueológico, el Tesoro de Villena constituye un unicum, un depósito no normalizado, por su peso y contenido (A. Perea). De hecho, se trata del segundo tesoro de vajilla áurea más importante de Europa, tras el de las Tumbas Reales de Micenas en Grecia (A. Mederos). Sus peculiaridades estilísticas han dado lugar a la acuñación de una tipología descriptiva: la de la orfebrería de estilo Villena-Estremoz. Y el Tesoro, además, marca el inicio de la introducción del hierro en la Península Ibérica, por la presencia de la evidencia más antigua del uso de hierro como metal noble.

INTERVENCIONES

Si bien las piezas de oro del fabuloso conjunto se encontraron en perfecto estado de conservación, no ocurrió lo mismo con las de plata que se vieron afectadas por la exposición que sufrieron durante unos 3.000 años al suelo alcalino, la presión del terreno, etc. Todo ello propició que las piezas sufrieran una corrosión prolongada y tuvieran que recibir una primera intervención a cargo de José Serrano, quien reintegró las partes faltantes y reforzó las existentes proporcionando a las piezas una estabilidad suficiente. Después de 35 años del hallazgo y de aquella primera restauración las piezas habían comenzado a sufrir los efectos del paso del tiempo y algunos fragmentos amenazaban con desprenderse del soporte. El Ayuntamiento de Villena puso en conocimiento de la Consellería de Cultura, Educación y Ciencia la apremiante necesidad de una segunda intervención y la Dirección General de Patrimonio Artístico hizo las gestiones para que se llevara a cabo en el centro de restauración que mayores garantías ofreciera. El elegido fue el Instituto del Patrimonio Histórico Español, dependiente del Ministerio de Cultura. Las piezas se trasladaron a mediados del mes de abril de 1998 y se recogieron en agosto de ese mismo año.

Según el informe redactado por los restauradores, las piezas fueron radiografiadas y analizadas antes de la intervención. La radiografía permite delimitar con mayor precisión las partes originales de las reintegradas en los años 60 y ofrecen una visión más detallada de las fisuras que presentaban las piezas. Por su parte, los análisis de las piezas demostraron que están compuestas de una aleación plata-oro-cobre. El tratamiento que recibieron fue, en primer lugar, la limpieza de las piezas, eliminando el barniz, los restos de cera y la adhesión de fragmentos; después se ha realizado la reintegración volumétrica mediante resina con carga totalmente reversible y, finalmente, se les aplicó una capa de protección específica para plata.

Tras esta intervención las botellas mejoraron considerablemente tanto su aspecto exterior como general y se exhiben junto al resto del conjunto en el Museo Arqueológico José María Soler, del Ayuntamiento de Villena.

NORMAS DE PROTECCIÓN

El régimen de protección que resulta de aplicación al bien es el derivado de la sección tercera del capítulo III del título II de la Ley del Patrimonio Cultural Valenciano.



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