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C. B. Haynes, Le Spiritisme. Un aperçu de la Nature, de l'Oeuvre et du Sort final du Spiritisme, Dammarieles-Lys, Librairie «Les Signes des Temps», s. a., pp. 28-31 y 113-119. La respuesta del oráculo de Delfos al riquísimo Creso, rey de Lidia, no le evitaría la derrota ante los persas, más bien le llevaría ella. Dicha respuesta a su consulta sobre la conveniencia de emprender la guerra contra los persas habría sido: «Creso, pasando el Halis, destruye un gran imperio.» Y en efecto, al enfrentarse a los persas, Creso destruye un imperio, el suyo propio, puesto que es derrotado y hecho prisionero. Por su parte, la consulta que Saúl, desobedeciendo órdenes divinas, hizo a la pitonisa Endor sobre su futuro, no haría más que precipitar su muerte a manos de los filisteos: de acuerdo con su teoría del origen demoniaco de las revelaciones espiritistas, Haynes sostiene que Saúl fue engañado por el diablo disfrazado de Samuel y se apoya en este ejemplo para afirmar, sin la menor vacilación, que las prácticas espiritistas causan la muerte (pp. 118-119).

 

1062

Castellan, ob. cit., pp. 12-14 y 45, 48.

 

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La definición de Allan Kardec, creador de la teoría espiritista, es suficientemente explícita: «El espiritismo es la doctrina fundada en la existencia, las manifestaciones y las enseñanzas de los espíritus» (las itálicas son nuestras). La definición se encuentra en Le livre des esprits (1857), uno de sus primeros y fundamentales textos teóricos (Castellan, ob. cit., p. 12).

 

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Comella afirma estar «en el séptimo grado de perfección», mientras que «Calderón no ha pasado del segundo grado». Según la cosmogonía espiritista, existen tres grandes categorías de perfección, cada una subdividida en diversos grados. La de los puros (reservada a ángeles, arcángeles y serafines), la de los buenos (los eruditos, los sabios, los superiores) y la de los imperfectos (viciosos, falsos sabios, ligeros, neutros). (J. Tondriau, L'Occultisme, Verviers, Editions Gérard, 1964, p. 112).

 

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Durante sus once años de existencia, la Revue Spirite, fundada y editada por Kardec desde el 1 de enero de 1858, ofreció abundantes transcripciones de sesiones espiritistas. Algunos ejemplos fácilmente accesibles, en el estudio de Castellan antes citado y en Sausse, Biographie d'Allan Kardec, París, Pygmalion/Gérard Watelet, 1993.

 

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«Lo mismo que bajo los dedos del pianista se cruzan las corrientes de armonía y se producen los hermosos sonidos que el fluido acústico saca de los profundos espacios del silencio, así bajo mis dedos surge la vida ignota de los espacios invencibles. Lo mismo que el médico aplicando la mano al pulso del hombre descubre las oscilaciones de la vida humana, así bajo mis manos siento el latir profundo de la vida espiritual, siento el pulso tranquilo, acompasado, uniforme, eterno, que desde el centro del cosmos se extiende hasta los más pequeños objetos de cada planeta. Me parece que he dicho algo.»

 

1067

M. Bakhtine, Problèmes de la poétique de Dostoïevski, Lausana, L'Âge d'homme, 1970, p. 10.

 

1068

M. del C. Bobes Naves, El diálogo, Madrid, Gredos, 1992.

 

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La degeneración del espiritismo en locura no es sólo una anécdota argumental sino una realidad: «El espiritismo en sus comienzos parece haber pagado un pesado tributo a los asilos de alienados. En 1855, en Zúrich, una cuarta parte de los doscientos enfermos mentales eran espiritistas. En Gand había 95 de 255.» (Castellan, ob. cit., p. 119).

 

1070

Ducrot, Le dire et le dit, París, Minuit, 1984, pp. 191-204.