Escena I
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DIDO y
ANA.
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DIDO | ¿Aún dura el sacrificio?
¿Y el malvado | | el castigo no teme de su audacia? | | Implora a las deidades que le ayuden | | a faltar a su fe. ¿Cuál arrogancia | | es igual a la suya? ¿Piensa acaso | 5 | que un sacrificio en las mentidas aras | | comprometa a los Dioses, como a Dido | | comprometer pudieran sus palabras? | | Pero ¡hermana!, ¿se va?, ¿se va,
querida? | | ¿Nada dice de mí? ¿Y abandonada | 10 | así me deja a los furores míos, | | así me deja a la pasión de Yarbas, | | y a los horrores que en idea veo, | | y a la muerte infeliz que me amenaza? | | ¡Ana! ¿No volverá? Quizá mi
llanto | 15 | penetrará una vez en sus entrañas, | | y un pecho ablandará que no es de bronce; | | que al menos no lo fue. Dime, ¿lloraba | | cuando tú le pintaste mis dolores? | | ¿Dio un suspiro a tus quejas, ya que nada | 20 | a mis lágrimas dio? ¿Nada te dijo? | | ¿Ni siquiera te dijo que me amaba? | |
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ANA | Lo repitió, querida; pero el duro | | miente como mintió; ni hay esperanza | | de vencerle jamás. Deja que vuele | 25 | a hallar la muerte en su anhelada Italia. | | Tú, ya piensa en ti misma; y este llanto | | que sea el postrer llanto que derrama | | por un infame tu dolor terrible. | | Llora, mas con tus lágrimas apaga | 30 | hasta el último resto del incendio | | que furioso en tu pecho se cebaba. | | Llorar más de una vez por un ingrato | | es un delirio que quizá... |
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DIDO | Ya basta. | | ¡Basta, traidora, de rasgar mi pecho! | 35 | Cuando Dido indecisa batallaba | | entre la fe a Siqueo y este fuego | | en que de pronto ardió, ¿no fue mi hermana, | | no fueron sus consejos lisonjeros | | los que, adulando mi funesta llama, | 40 | hicieron que, cediendo a su violencia, | | mi fe y mis juramentos olvidara? | | Tuya es la culpa, tuya: ¿y cómo ahora | | pretendes que desame? ¿Piensas, falsa, | | que hay poder en los cielos ni en la tierra | 45 | capaz de hacer que de mi pecho salga | | la imagen del perjuro que idolatro, | | y que en medio del alma está enclavada? | | Sábelo si lo ignoras: este incendio | | que reduce a pavesas mis entrañas, | 50 | y en vez de sangre por mis venas corre, | | no es amor, no es pasión; es la venganza | | de algún ser superior, es el enojo | | de todas las deidades, conjuradas | | en contra de esta triste; así llegaron, | 55 | ya llegaron al colmo mis desgracias, | | y mi sufrir excede la medida | | que a un mortal la natura le señala. | | ¿Lo sabes? -Oye más-. Sí: tú,
tú misma, | | en mis males horrendos empeñada, | 60 | quieres abandonarme. ¿A qué, perjura, | | a qué me aconsejaste que le amara, | | si era de haber un día en que tu labio | | así se desmintiera, en que tu hermana, | | lejos de hallar consuelo en tu cariño, | 65 | viera en ti a su enemiga? ¡Oh, Dios! ¡Ingrata! | | ¿Quieres que deje que de mí se aparte? | | ¿Quieres que deje que se ausente a Italia, | | y otra mujer feliz, y otros amores, | | y mi abandono...? ¡Cielo! ¡Qué!
¿Pensabas | 70 | que hay vida para mí sin que conmigo | | viva el amante que idolatra el alma? | | ¿Qué puede hacerme dulce la existencia? | | Ni tu amor, ni tu fe - ¡Qué fe! - Ya falta | | de tu pecho también: ya te pusiste | 75 | del bando del malvado, y... |
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ANA | ¡Dido! ¡Amada!, | | amada de mi vida, ¿qué furores, | | qué poder invencible te arrebata, | | y de tal modo trastornarte puede, | | que aun contra mí tu corazón se alarma? | 80 | ¡Cielos! ¡Yo tu enemiga! ¿Yo ponerme | | del bando del perverso? Me faltaba | | este género nuevo de tormento | | sobre el dolor que tu dolor me causa. | | ¡Yo engañarte, querida!, ¡yo, que vivo | 85 | para que vivas tú! |
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DIDO | Perdona, hermana; | | perdóname otra vez. ¿De mí qué
esperas? | | Mi pecho sabe amarte como me amas, | | pero yo estoy en presa a mis furores, | | y esta pasión... ¡oh, Dios! Mi furia insana | 90 | ¿tal vez pudo ofenderte? Dulce amiga, | | ¿me querrás perdonar? |
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ANA | Vuelva la calma, | | vuelva, mi Dido, a tu angustiado pecho. | | ¿No soy tu hermana yo? ¿No tienes tantas | | pruebas de mi amistad? El labio mío, | 95 | si alguna vez te dijo que le amaras, | | fue porque nunca sospeché que Eneas... | |
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DIDO | No me le nombres más; deja que parta | | do le llame el destino. ¿Será cierto | | que le llama tal vez? ¡Siquiera, gratas | 100 | las deidades que implora, fácil senda | | por entre el mar y los escollos le abran!, | | y, ¡ojalá que no en vano se derrame | | la sangre de la víctima en las aras, | | y los fervientes votos que alza al cielo | 105 | no los disipe el viento en nuestras playas! | | Yo curaré mi mal: también a Dido | | la escuchará algún Dios. ¿No miras,
Ana, | | cuál la tranquilidad vuelve a mi pecho, | | y la razón, triunfando de mi llama, | 110 | ni grita en vano, ni el furor impide | | que la obedezca ya? |
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ANA | ¡Ah! No burladas | | mis esperanzas queden. ¡Qué dichosas | | fuéramos ambas, si el amor dejara | | su sitio a mi amistad! ¡Cómo mi mano | 115 | derramaría bálsamo en tus llagas! | | Házmelo consentir. |
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DIDO | Ana, yo nunca | | mis sentimientos te oculté: las ansias | | te revelé de mi pasión furiosa. | | ¿Y podré reservarte la mudanza | 120 | que han obrado los cielos en mi pecho, | | cuando menos mi pecho lo esperaba? | |
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ANA | ¡Ay, Dido! ¿Será cierto? ¡Oh, Dios!
¡Qué nueva | | tan lisonjera y dulce para mi alma! | | Bien: no lo veas más. Llama a Barcenia, | 125 | llámala de una vez: de aquí que vaya | | hasta el lugar del sacrificio, y diga | | a tu enemigo que al momento parta; | | que no le quieres ver; que... |
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DIDO | No es posible. | | ¡Que no le quiero ver! Ana, te engañas, | 130 | y me engaño yo misma... No, no creas | | que le amo ya; mas antes de que salga | | para siempre de aquí... ¡Dios!, ¡para
siempre! | | ¡Qué idea tan atroz! ¡Cómo desgarra
| | de nuevo el corazón! |
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ANA | ¡Ah, Dido! ¡Dido! | 135 | ¡Cómo te burlas de tu triste hermana! | | Modera tus transportes, y refrena | | esa pasión frenética... |
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DIDO | ¡Inhumanas, | | más que inhumanas las deidades todas | | que el mortal reverencia! Dido, basta, | 140 | basta ya de sufrir: venga la muerte, | | y ahogue de una vez en mis entrañas | | este mal insanable, este veneno | | que me emponzoña toda. ¿Piensas, Ana, | | que hay vida para Dido, si se lleva | 145 | Eneas mi vivir? Pero ¿qué aguarda | | mi furor que no tienta los socorros | | que pueden valer? Sí: que a las armas | | vuelen mis tirios, y con los troyanos | | en la defensa de mi amor combatan; | 150 | incendien sus bajeles y destruyan | | de la agua en las orillas esas aras | | que alzó la iniquidad, y en las que ahora | | el incienso en mi daño se levanta. | | Venguen los tirios a su reina, y luego... | 155 |
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ANA | ¿Qué dices, Dido? ¿Bastarán las
armas | | de un puñado de hombres, que contigo | | de la Fenicia huyeron, contra tantas | | legiones que obedecen al inicuo, | | y que arden todas por marchar a Italia? | 160 | Pon un freno, querida, a tus transportes, | | y deja que la mar vengue mañana | | sobre tu misma costa... |
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DIDO | No lo creas: | | Eneas partirá, que nada basta | | a poder detenerlo. Y a Cartago | 165 | verás venir al indomable Yarbas; | | verás destruir desde el cimiento mismo | | mi naciente ciudad; oirás la llama | | más que en Troya estallar; y yo, cautiva, | | después que de los míos la matanza | 170 | y el exterminio vea, a los rencores | | seré de un rey feroz abandonada. | | Eneas entretanto... |
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ANA | ¿Y desde ahora | | por qué no prevenimos las desgracias | | que acabas de pintar? ¿Por qué tus tirios | 175 | no seguirán alzando estas murallas, | | como antes que vinieran los troyanos | | a sembrar el horror en tus comarcas? | |
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DIDO | Déjame ya. Barcenia en los altares | | no sé qué puede hacer que tanto tarda. | 180 | Yo también a los Dioses en mi templo | | quise rogar por mí: también prepara | | ya la sacerdotisa el sacrificio | | que aplaque a Venus, y en la tumba helada | | la sombra aplaque del esposo mío. | 185 | ¡Último efugio que me resta, hermana! | | Si éste me falta, ¿encontraré por
suerte | | el que de tu amistad mi pecho aguarda? | |
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DIDO | Di, ¿me prometes | | servirme de una vez? Y de las ansias | 190 | que mi pecho devoran ¿será dado | | que por la ayuda de una mano cara | | libre me pueda ver? |
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ANA | Háblame, Dido; | | háblame por piedad. ¿Qué quieres que haga
| | para verte tranquila? Yo, ¿qué cosa | 195 | te podré denegar? |
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ANA | Nada, querida; nada: si mi muerte | | puede librar tu vida... |
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DIDO | Bien; pues arma, | | arma tu mano de un puñal, y luego | | aquí, donde está el fuego, aquí, mi
amada, | 200 | húndelo todo... |
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ANA | ¡Oh, Dios! ¡Qué horror! ¿Y
Dido | | tal se atreve a esperar? ¡Ingrata! ¡Ingrata! | | ¿Éste es el premio de cariño tanto? | | ¿Así, cual nunca, mi amistad agravias? | | ¿No te estremeces, Dido? |
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DIDO | No: la muerte | 205 | por una mano tan querida dada, | | ¡qué dulce me sería! ¿Lo
rehúsas? | | Puede ser que lo sientas. |
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ANA | ¡Cielo! ¡Hermana! | | Ten piedad de ti misma. ¡Oh Dios! | (Aparte.) | Barcenia | | se acerca; del horror viene agitada; | 210 | y su rostro... ¿Será, será que a
tantos | | otro motivo de furor se añada? | |
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Escena II
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DIDO,
ANA y
BARCENIA.
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(Sale
BARCENIA como horrorizada, y hasta en su modo de
hablar indicará el espanto.)
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DIDO | ¿Qué te agita, Barcenia? ¿Qué
terrores | | aumentas a los míos? Habla; acaba | | de matarme tal vez. ¿Pudiera el cielo...? | 215 |
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BARCENIA | Señora; el cielo sin piedad aparta | | su bondad de nosotros. ¡Ah! Yo tiemblo | | de repetir, señora, lo que pasa | | en el templo. ¡Qué horror! |
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DIDO | (Con una inquietud animosa y
afligente.) | Prosigue. |
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ANA | (Con interés.) | Nada; | | nada será, querida: el miedo turba | 220 | muy fácilmente las vulgares almas. | |
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BARCENIA | No enojéis más al cielo, y a los Dioses | | que presiden la muerte. Yo la causa | | de tal portento ignoro, pero nunca | | la deidad al mortal mostró tan clara | 225 | su venganza terrible. De la reina | | obedecí el mandato, y a las aras | | con la sacerdotisa me conduje. | | Recién las libaciones preparaba | | y los santos licores, que debían | 230 | verterse por sus manos en la llama, | | cuando el incienso ardió; y obscuro, y denso, | | el humo, lejos de subir, se abaja, | | por invisible mano rechazado | | del aire y los altares. Azorada | 235 | la intérprete del cielo, los licores | | iba en el fuego a echar; pero apagada | | la lumbre estaba ya, y el vino todo | | en negra sangre convertido... |
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ANA | (Con una emoción que
procurará dominar al momento.) | ¡Dido! ¡qué horror! |
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BARCENIA | La tumba de Siqueo | 240 | tres veces se abre entonces, y otras tantas | | cerrada con estrépito horroroso, | | sus hondas cavidades retumbaban. | | El espanto, señora, me ha apartado | | del ominoso templo, y, encargada | 245 | por la sacerdotisa de que os llame, | | pude apenas llegar hasta esta estancia. | | Sola os espera; porque sola, dice, | | que con la reina las deidades hablan. | |
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ANA | No vayas, Dido, no: deja que aplaque | 250 | Semira a la deidad, si está irritada. | |
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BARCENIA | No, señora; volad: Semira inmóvil | | en la puerta del templo... |
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DIDO | Sí: mi planta | | apenas muevo ya; mas voy: los Dioses | | a la muerte, no al templo, a Dido llaman. | 255 | (Con imperio y una serenidad como la de la
desesperación.) | Ninguna de las dos mis pasos siga, | | ninguna de las dos. Semira, aguarda. | |
(Se va.)
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Escena IV
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ENEAS y
NESTEO.
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(La escena estará un breve rato en una
soledad y un silencio profundos; pasado éste, se presentarán
ENEAS y
NESTEO.)
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NESTEO | ¡Qué insólito silencio! Este palacio | | que siempre resonó... |
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ENEAS | Nesteo, calla. | | Vengo a cumplir los últimos deberes | | que me impone el amor, y apenas basta | | a resistir mi corazón. Amigo; | 300 | te lo debo decir, si así te llama | | mi pecho con verdad: voy a ausentarme | | para siempre de Dido; y estas playas | | en jamás volverán a ver a Eneas, | | ni Eneas a su amante desolada. | 305 | Así lo quiere el cielo: mas mi vista | | de mirarla, Nesteo, no se sacia: | | el instante final es el más fuerte | | de todos los instantes: nunca estalla | | con más furia el amor, que en el momento | 310 | en que es preciso abandonar su amada. | | No me increpes, amigo: todo está hecho | | para la gloria ya; permite que haga | | algo por mis amores, y mi pecho | | que tanto ha suspirado en esta estancia, | 315 | suspire en ella por la vez postrera, | | y oiga mi Dido mis postreras ansias. | | Ya la seña se dio; nuestras legiones | | embarcándose están. Mientras que tarda | | la última seña, que a partir nos fuerza, | 320 | y no permite espera, es justo salga | | amor y nada más del pecho mío, | | amor y nada más. ¡A bien que faltan | | muy menguados instantes! Pero Dido, | | ¿dónde se ocultará? ¿No
habrá su hermana | 325 | llegado a persuadirla que su amante | | la adora más que nunca la adoraba? | | Nesteo, ¿dónde está? ¿Será
que crea, | | que todavía crea que es ingrata | | una alma en que ella vive, y fuera suya, | 330 | si fuese mía, como son las almas | | de todos los felices? |
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NESTEO | Es muy justo, | | es muy justo, señor, que se deshaga | | un rato el corazón entre suspiros | | que una noble pasión del pecho arranca. | 335 | Os dignasteis llamarme vuestro amigo; | | lo soy, señor, lo soy: vuestra confianza | | probadme en esta vez: no se repriman | | vuestros sollozos más; nunca degrada | | el querer con nobleza: un pecho grande | 340 | sensible debe ser. |
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ENEAS | Nesteo, basta. | | Si el débil llanto de los ojos míos | | brotar pudiera alguna vez, brotara | | sólo en esta ocasión. En ella al menos | | lo arrancaría la más digna causa, | 345 | y el secreto dichoso de tal llanto | | en pecho como el tuyo se encerrara. | | Mas el silencio del palacio crece, | | ni hay quien se acerque a estos lugares... |
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NESTEO | Ana | | parece dirigirse hacia este sitio. | 350 | ¿No es ella? ¿No la veis? |
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ENEAS | Sí, amigo. ¡Cuántas | | tristes ideas con su vista llenan | | de sinsabor y de inquietud el alma! | |
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Escena V
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ANA,
ENEASy
NESTEO.
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(Sale
ANA sin reparar en
ENEAS al principio.)
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ANA | Tal vez no hay remedio. -¡Oh, Dios! ¡Qué veo!
| | ¿Qué hacéis aquí,
señor? |
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ANA | (Con cierto aire de ironía.) | Mi hermana sufre más de lo que Eneas | | es capaz de gozar, cuando le llaman | | cielos y gloria a un tiempo, y cuando llegan | | las horas de partir. ¡Señor!, el alma | | de los grandes campeones no se vence | 360 | con amor ni con llanto. ¡Qué pensara | | de un héroe el universo, si pudiera | | ceder el héroe a las pasiones blandas! | | En buen hora partid: lo que ya importa | | es que Dido no tenca la desgracia | 365 | de volveros a ver; la herida suya | | está sangrando sin cesar, y es rara | | especie de crueldad venir vos mismo | | otra vez, y otra vez a desgarrarla. | |
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ENEAS | ¿Hasta cuándo, señora, mis dolores | 370 | han de ser descreídos? Esta llama | | que mentida pensáis, y que en mi pecho | | encendió la pasión de vuestra hermana, | | es una llama noble, duradera, | | que de un soplo improviso no se apaga, | 375 | ni se complace en insultar los males | | del objeto adorado que la causa. | |
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ANA | Que sea cual decís: nada interesa | | a Dios ser querido o engañado | | de vos en adelante. Mas, si es cierto | 380 | que os llega a lastimar su suerte infausta, | | partid en el momento; mis esfuerzos | | bastarán, si es posible, a consolarla; | | y si no, lloraré, como ya lloro, | | los males que su amante le prepara. | 385 |
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ENEAS | A prepararla vengo, y a pedirle | | de nuevo que me crea. Mis palabras | | la podrán persuadir de mis amores, | | y de la obligación que me arrebata | | tan lejos de su lado: nunca Dido | 390 | llegue a juzgarme ingrato. Entonces, Ana, | | me ausentaré forzado, pero al menos | | me ausentaré sin que padezca el alma | | con la idea feroz de que mi amante | | juzga mentida mi pasión tirana. | 395 |
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ANA | Del corazón en el primer desorden, | | ¿cómo os podrá escuchar? Vuestras
miradas, | | vuestras voces, señor, serán puñales | | que en su pecho entrarán. Cuando la calma | | la restituya su razón, entonces | 400 | yo os prometo... lo haré... me obligo a hablarla. | | Y a decirle tal vez cuanto vos mismo | | le pudierais decir. Ahora, parta, | | parta cuanto antes vuestra nave. Dido | | no tardará en volver hasta esta estancia; | 405 | sola en su templo con Semira queda. | | Barcenia está esperándola que salga | | para no abandonarla un solo instante | | a sus terrores y a su furia. |
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NESTEO | De Ana | | el consejo seguid: vuestra presencia | 410 | funesta puede ser; y quien pensaba | | darle consuelos en su mal, acaso | | torne incurable la profunda llaga. | |
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ANA | Sí, sed piadoso en esta vez siquiera: | | si amáis a Dido, por piedad dejadla, | 415 | ya que no puede siempre a vuestro lado... | |
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ENEAS | A pesar de la fuerte repugnancia | | que siente el corazón, estoy resuelto. | | Adiós, señora, adiós. ¡Puedan mis
ansias | | ser creídas de Dido, y mi memoria | 420 | no ser jamás aborrecida! Parta, | | parta sin verla yo: decís que, si amo, | | lo debo hacer... |
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ANA | (Viendo a
DIDO, y saliéndole al encuentro.) | ¡Oh, Dios! |
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Escena VI
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DIDO,
ANA,
ENEAS,
NESTEO y
BARCENIA.
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(Sale
DIDO con toda precipitación, como horrorizada,
y se encuentra con
ANA sin reparar en nadie más. Le sigue
BARCENIA.)
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DIDO | ¡Piedad! ¡Hermana! | | (Queda como en un delirio en brazos de
ANA.) |
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ANA | ¿Qué es esto, cielo santo? ¡Qué
terrores! | | Barcenia, tú la sigues. ¿De qué causa | 425 | arranca este furor? |
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BARCENIA | Señora, tiemblo | | de mirar a la reina. Cuanto pasa | | me amedrenta y me aterra. Un atentado | | revuelve allá en su mente, y nada alcanza | | a poder refrenarla. En los umbrales | 430 | del templo me dejasteis; azorada | | de repente la reina sale, y entra | | furiosa en su aposento. Mis pisadas | | de cerca la seguían; y observando | | que la observaba yo, vi que llevaba | 435 | la mano hacia su seno, y sin hablarme, | | salió otra vez despavorida... |
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DIDO | Nada, | | nada es, amiga. | (Ve a
ENEAS.) | ¡Cielos! ¿Todavía, | | ¡bárbaro!, todavía no se sacia, | | tu impiedad de afligirme? ¿Qué haces?
¿Vienes | 440 | a mirar ya completa y consumada | | tu obra de iniquidad? ¡Malvado! ¿Esperas...? | |
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ENEAS | Espero, Dido, consolarte. |
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DIDO | ¡Cuánta, | | cuánta crueldad en ese pecho anidas! | | (Con ironía.) | ¡Hijo de Venus tú! La tigre hircana, | 445 | cuya leche ferina fue, en naciendo, | | tu sustento primero, tus entrañas | | a ser feroces enseñó. ¿Pensaste | | que Dido acaso tu favor aguarda? | | ¿A qué vienes aquí? Parte, perverso. | 450 | A mí, ¿lo ves?, la tumba helada | | se me abre a cada paso... Allí Siqueo | | me espera. Sí, ¿no ves cómo me llama | | a jurarme de nuevo entre las sombras | | un amor eternal? ¡Cenizas caras | 455 | de mi primer objeto confundidas | | con las mías seréis! ¿No miras, Ana, | | no miras en contorno los sepulcros, | | y los espectros, y la muerte?... |
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ANA | ¡Hermana! | | ¡Dido de mi alma! Por piedad te ruego... | 460 |
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DIDO | No hay piedad para mí; si la encontrara | | maldijera el hallarla. Ni en los cielos | | la quiero ya esperar. -Parte a tu Italia. | | ¿Qué aguardas ya? Lo ruego, te lo mando; | | ésa es, Eneas, tu dichosa patria, | 465 | y no aquel suelo engendrador de sierpes, | | que sostuvo de Troya las murallas, | | y que algún día la justicia griega | | estéril hizo en vengadora llama. | | ¡Vuela, vuela de mí! Mis mismos Dioses | 470 | impiadosos me arrojan de sus aras. | | Y cuanto toco se convierte en sangre, | | y cuanto miro en derredor me espanta, | | (Se oprime con la mano el
corazón.) | y las serpientes de las Furias moran | | aquí, aquí. ¿Las ves cómo
desgarran | 475 | el corazón sangriento, y envenenan | | hasta el aliento que mi labio exhala? | | ¿Qué haces aquí, malvado? ¿Ni a la
tumba | | quieres que baje con placer? |
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ENEAS | ¡Amada! | | ¡Amada más que nunca! No tu pecho | 480 | así abandones al furor... |
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(Suena como en la ribera la última
seña del clarín.)
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DIDO | ¿Te llaman, | | te llaman, Dido, las terribles voces | | que en los sepulcros retumbando vagan? | | Ana, ¿no las escuchas? |
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ANA | ¡Dios! ¡Eneas! | | ¡No pudierais partir sin que sonara | 485 | otra vez un clarín que anuncia muerte? | | ¿Esto hace, Eneas, quien a Dido amaba? | |
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ENEAS | Parte, Nesteo; que Cloanto espere | | un momento no más... |
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NESTEO | (Como increpándole su
debilidad.) | ¡Señor! |
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DIDO | No partas; | | deja que muera la infelice Dido. | 490 | A los que vuelan a buscar a Italia | | gloria y renombre, ¿interesar pudiera | | una flaca mujer, la débil llama | | de un corazón indigno de los héroes? | | No, Nesteo... ¡Ah! Yo tiemblo... Puedes, Ana, | 495 | rogar al cielo... pero, ¡qué!... Semira | | a mi lado en el templo le rogaba, | | y el templo todo repitió mil voces | | de «muerte», y nada más...
«Muerte», sonaban | | las espaciosas bóvedas, y «muerte», | 500 | las tumbas respondían. |
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ANA | Basta, basta; | | vuelve en tu acuerdo; te lo ruego, Dido, | | yo soy quien te lo ruego. |
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DIDO | Sí, mi hermana: | | tranquila estoy, tranquila; también puedes | | tranquilizarte tú. Dido lo manda. | 505 |
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Escena VII
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DIDO,
ANA,
ENEAS,
NESTEO,
BARCENIA y
SERGESTO.
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SERGESTO | (Saliendo.) | Ya se ha dado, señor, la última seña: | | ya se empieza a mover toda la armada; | | sólo a vos y Nesteo en la ribera | | un corto resto de mi tropa aguarda. | | El viento es favorable: apenas riza | 510 | la suma superficie de las aguas; | | y el sacerdote dice que los Dioses | | ya os acusan, señor. |
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ENEAS | Nesteo, ¿falta | | aún algo que añadir a mis dolores? | | ¿Por qué no me ausenté sin que llegara | 515 | a este sitio la reina? ¿Cómo puedo | | en medio del furor abandonarla? | |
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DIDO | Nada temas, Eneas... parte... -¿Dido?... | | ya voy, ya voy, Siqueo...¡Sombra airada, | | no me persigas más!... ¡Qué sudor
frío | 520 | discurre por mis miembros! ¡Dios! Helada | | una mitad de mí ya no la siento. | | ¡Ana! ¡Barcenia! Pero, ¡qué!
¿No basta | | mi mano a libertarme de mí misma? | | ¡Mira, traidor, y aprende! | (Saca precipitadamente un puñal que
habrá traído oculto, y se hiere.) |
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SERGESTO | ¡Señor! ¿Qué hacéis?,
¿qué hacéis? Huyamos | | de este sitio espantoso. |
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DIDO | (Moribunda.) | ¡Sombra amada!... | | Perdóname... te sigo... ¡Hermana!...
¡Eneas! | | yo te amaba... ¡cruel!... y tú me matas. | | (Muere.) |
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ENEAS | ¡Qué funesto presagio llevo a Italia! | |
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