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El propio enunciador no deja de admitir a veces la dificultad de tales propuestas y expresa sus dudas sobre la realización de las mismas o apela a la imaginación de los responsables del montaje: «[...] declama enfáticamente [Seforá] mientras vemos en el caso en que ello sea posible desde el punto de vista de los productores del espectáculo, que le crecen unas grandes alas, lo cual forma parte, como sabemos por la forma en que se nos presentó en escena, de su particular magia». (Moisés, p. 27) «El mal olor de la humanidad doliente de Filo el Gordo podría hacerse perceptible usando algún medio químico controlable en la sala [...] En algún momento de la historia del drama se ha hecho teatro con olor durante el simbolismo en la escena francesa, pero entonces se trataba de perfumes. El olor real a mierda sería, pues, una innovación por nuestra parte.» (Filoctetes, pp. 41-42.)

 

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Véase la nota 7.

 

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En la «Nota para esta edición» que figura tras el texto, vuelve a hacer alusión a la emoción que le produjo escribir esta escena, refiriéndose a otros dos momentos similares a lo largo de su vida de escritor: «Tres veces he llorado (por lo menos) escribiendo las últimas frases de una obra: hace poco durante la última línea del cuentecillo que acabo de citar [sobre los brigadistas internacionales en la guerra civil]. Hace muchos años, cuando una puta dice la oración de réquiem a su marido que acaba de suicidarse». (El pan de todos). También al terminar este Sancho y así puede leerse en la acotación. (Sancho, p. 154)

 

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La inserción de la cita va precedida de una amplia nota justificativa en la que se lee: «En este acto ha de intentarse dar la imagen del delirio sufrido por Poe desde su ingreso en el Washington College Hospital de Baltimore hasta su fallecimiento, unos cinco días después. El autor podría escribir aquí un guión en el cuadro de una paranoia crítica (Dalí) o de una locura inventada (postismo), pero prefiere remitir al trabajo en equipo cuando esta obra vaya a ser puesta en escena. // Como no se trata, desde luego, de remitir la solución a cualquier fantasía u ocurrencia, vaya aquí una referencia clínico-documental para que quede clara nuestra idea de basarnos en una realidad vivida o documentada como base de nuestra imaginación [...] Nuestro documento es un pasaje del «Tratado de Medicina Interna», publicado bajo la dirección de Russel L. Cecil (Editorial Interamericana, México, 1950) y está tomado del capítulo «Intoxicaciones», del que es autor Thomas A.C. Rennie». (p. 90).

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