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Diversiones

Nicasio José Álvarez de Cienfuegos



     [Nota preliminar: Edición digital a partir del Ms. 12961 (44) de la Biblioteca Nacional, Madrid, y cotejada con la edición crítica de José Luis Cano, Madrid, Castalia, 1969, pp. 177-200. Otra edición en Rinaldo Froldi «Natura e società nell'opera di Cienfuegos», ACME, vol. XXI, fasc. 1, 1968, pp. 43-86.]

Vires instaurat alitque tempestiva quies,
maior post otia virtus
Año de 1784


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Canción

                           ArribaAbajoMe acuerdo que algún día
cuando libre del todo me encontraba
mil veces maldecía,
mil veces me reía y me burlaba
de aquellos corazones 5
a que Cupido puso en sus prisiones.
   Jamás me persuadía
a que un vil zagalejo despreciable
tan fuerte ser podría,
tan fiero, poderoso y formidable 10
que a altivos corazones
los pusiera cadenas y prisiones.
   El que se las pusiera
a un espíritu débil y abatido
increíble no me era 15
porque siempre me había persuadido
a que almas semejantes
eran sólo las propias para amantes.
   Pero que un alma fuerte
con espíritu noble y esforzado 20
sufra la misma suerte
y venga a ser de un niño cautivado
lo juzgaba increíble
tanto como al más grande imposible.
   Yo siempre murmuraba 25
de aquél que se preciaba de amoroso
de aquél que se quejaba
del aire de su dama desdeñoso.
¡Mas me divertía
con aquél que a Cupido maldecía! 30
   No echéis las maldiciones,
les decía mil veces, a Cupido,
porque os puso en prisiones,
que si nunca os hubierais rendido
dificultoso fuera 35
que sus duras cadenas os pusiera.
   Cupido aquesto viendo
mi desprecio furioso contemplando
volcanes despidiendo
vindicar las injurias deseando 40
se propone humillarme
y a su cruel imperio sujetarme.
   Ya ligero volaba
a disponer sus armas triunfantes,
prepara pues su aljaba 45
y sus crueles saetas penetrantes
y así armado se apresta
para dar la batalla tan funesta.
   Dos saetas me tira
que aunque al pecho tocaron no le hirieron. 50
Cupidillo que mira
que sus flechas efecto no me hicieron
cobra mayor aliento
y de nuevo procura el vencimiento.
   Otras dos flechas fueron 55
por su mano a mi pecho dirigidas;
mas tampoco me hirieron,
antes bien por mí fueron repelidas.
Cupido ya furioso
sus esfuerzos redobla cauteloso. 60
   Dispara finalmente
dos flechas a mi pecho envenenadas
con furor inclemente,
mas al llegar a mí fueron tronchadas
y con esto Cupido 65
una, dos y tres veces fue vencido.
   El rapaz conociendo
que nada por la fuerza alcanzaría
pensando y dicurriendo
el modo con que a mí me rendiría 70
meditando mis daños
a la fuerza prefiere los engaños.
   Ya se me presentaba
en medio de las hierbas y las flores
cuando me paseaba 75
con bellos atavíos y colores
tomando la figura
de la dulce Deidad de la hermosura.
   Luego se aparecía
en la agua cual sirena encantadora, 80
o bien se componía
cual la bella Deidad llamada Flora,
o bien en un sembrado
en Ceres le miraba transformado.
   Si a algún bosque salía 85
dulce, sombrío, verde, delicioso,
derecho a mí corría
en figura de Fauno lujurioso
o bien en una fuente
la veía cual Náyade decente. 90
   Si a un monte me marchaba
como cándida ninfa pudorosa
conmigo se encontraba.
Si me iba a la ribera calurosa
también me acometía, 95
pues como Thetis luego aparecía.
   Si me iba a los collados
le veía bajar como pastora
detrás de sus ganados 100
blasonando de ser firme amadora
o bien se hallaba armado
diciendo que de mí estaba apiadado.
   Con estas invenciones
procuraba Cupido sujetarme
a sus duras prisiones 105
y ya reconocía yo ablandarme
aunque no todavía
al amor yo del todo me rendía.
   De esta suerte me hallaba
cuando estando en el campo yo dormido 110
siento que traspasaba
una flecha a mi pecho resentido
y por allí mirando
veo que estaba Cupido disparando.
   Aunque mi pecho ardía 115
en un fiero volcán intolerable
sin embargo yo hacía
por mostrarme seguro e incontrastable
para que así Cupido
se diera totalmente por vencido. 120
   Él sigue combatiendo
hasta que en un feliz y alegre día
a paseo saliendo
a mi Cloris miré, Cloris la impía
y habiéndola mirado 125
quedé por fin vencido y cautivado.
   Desde entonces piadoso
me muestro a los que son firmes amantes
y aplaudo cariñoso
a aquellos que se precian de constantes 130
porque ya he conocido
cuán fuertes son las armas de Cupido.
 
 
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Epigrama [I]

ArribaAbajoMe dicen que no sufriste
una cosa mucho tiempo,
mas es falso porque yo
treinta años ha estoy hambriento.
 
 
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Epigrama [II]

ArribaAbajoUn remedio contra el hambre
me dio un sabio de mi tierra
y es atended que conviene
el comer cuanto se quiera.
 
 
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Epigrama [III]

ArribaAbajoEsta mañana encontré
en una calle a mi dama
y viendo sus ojos bellos
me quedé como me estaba.
 
 
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Epigrama [IV]

ArribaAbajoCubierto de rota beca
aquí yace sepultado
un caballero Abogado
y con él su biblioteca.
No parezca parlería, 5
que juro por los difuntos
que caben en dos pies juntos
Abogado y Librería.
 
 
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Epigrama [V]

ArribaAbajoMi compadre Don Rufino
dicen que se ha emborrachado
por lo que he conjeturado
que había ya probado el vino.
 
 
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Epigrama [VI]

ArribaAbajoCon unos cantos villanos
se hirió en las manos Clemente.
Esa es señal evidente
de que ese hombre tiene manos.
 
 
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Epigrama [VII]

ArribaAbajo¿Es buena moza Lucía?
No lo sé, mas me han contado
que nadie la ha cortejado
ni de noche ni de día.
 
 
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Monóstrofe

ArribaAbajoEl cielo soberano
dio a los Reyes el cetro,
tiaras a los Papas
y al Cardenal capelo.
Dio a los Obispos mitras, 5
a los magnates puestos,
las togas a los jueces
y a los Jefes imperio,
los honrosos bastones
a Generales diestros, 10
los toisones dorados
a Grandes caballeros.
Concedió al poderoso
unos trenes soberbios,
conveniencias y gustos 15
al que tiene dinero.
Aquesto negó al pobre
¿pues qué le dio? el contento
y paz, prendas mejores
que todo el mundo entero. 20
 
 
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Endecha

ArribaAbajoDulce pajarillo
que con tierno canto
das vida a las flores,
vigor a los prados,
¿quién ese vestido 5
te dio tan bizarro
en el que se admira
lo hermoso y lo llano?
¿Quién de tales plumas,
dime, te ha adornado? 10
¿Quién pintó en tu cuerpo
colores tan raros?
Dí, ¿con qué dineros
tal gala has comprado
que da envidia y celos 15
al género humano?
¿Cómo tú sin rentas
y sin mayorazgos
vistes tal que al hombre
envidia vas dando? 20
No porque te admiro
y de ti me pasmo
me ocultes la causa
de un efecto extraño.
Mas, ay tu silencio 25
me la está enseñando:
ya sé que me dices
que estás tan cuidado
porque nunca piensas
en lo cuotidiano 30
y a tu autor le dejas
aquesos cuidados.
 
 
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Adónicos a la vida del campo

ArribaAbajo¡Qué dulce vida
es la del campo!
Libre de penas
y de cuidados
¿qué mayor gozo 5
que ir contemplando
ir por el monte
ir por el llano?
Aquí nos para
un breve rato 10
de un pajarillo
el tierno canto.
Con su dulzura
nos recreamos
y si hay tristezas 15
las desechamos.
La dulce abeja
que va saltando
de rama en rama,
de palo en palo, 20
con sus colores
nos causa encanto
y nos divierte
el contemplarlos.
De una flor suave 25
el olor grato
mirar nos hace
a el otro lado.
El ver nos causa
gozo extremado 30
de sus matices
lo hermoso y vario.
La verde hierba
que en el verano
de nuevo viste 35
a todo el campo,
ofrece humilde
colchones blandos
que nos alivien
de los trabajos. 40
Un tronco opone
sus grandes ramos
del sol ardiente
vano a los rayos.
Y dulce sombra 45
así formando
bajo su copa
brinda a sentarnos.
De un arroyillo
el curso manso 50
ya nos concita
un sueño grato.
Y ya risueño
sutil y claro
su agua nos presta 55
con que bebamos.
Un nogal verde
tal vez cansado
de sufrir peso
tan grande y tanto, 60
o ya una encina
o ya un castaño
nos dan su fruto
con franca mano.
¡Qué dulce vida 65
es la del campo!
libre de penas
y de cuidados.
 
 
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Endecha a los viejos

ArribaAbajoLas escarchas vienen,
los hielos se acercan,
los males se doblan
los años se aumentan.
Falta la alegría 5
los frutos se alejan,
caminando viene
la fiera tristeza.
La fácil memoria
sólo nos presenta 10
el sepulcro triste
y la culpa fea.
Huyen los amigos
los parientes ruegan
que venga la muerte 15
por ver lo que heredan.
Los brazos nos faltan
y también las piernas,
todos los sentidos
nos dejan y fuerzas. 20
Los honestos males
sólo nos rodean,
todos los trabajos
ansiosos nos cercan.
¿Qué hacemos nosotros 25
con tales miserias?
¿En dónde hallaremos
consuelo a tal pena?
Busquémosle luego
en nuestra prudencia 30
y no harán los males
en nosotros huella.
 
 
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Endecha

ArribaAbajoDulce pastorcilla
gloria de estos prados
de mi tierno pecho
consuelo y regalo,
en algunos tiempos 5
fuiste tú mi amparo;
mas ¡ay! que al presente
todo es al contrario.
Al pie de este arroyo
que con dulce llanto 10
siente compasivo
mi mal inhumano
con tus beneficios
me miré ensalzado;
mas ¡ay! que al presente 15
todo es al contrario.
Estas florecillas
esmalte del campo
que exhalan al aire
olores tan gratos 20
mi suerte algún día
tristes envidiaban;
mas ¡ay! que al presente
todo es al contrario.
Este manso río 25
claro y sosegado
que alegra la vega
y ameniza el llano
es testigo mudo
del bien ya pasado; 30
mas ¡ay! que al presente
todo es al contrario.
Las cándidas Ninfas
de belleza espanto
espejo del río 35
mi dicha admirando,
parabién me daban
en himnos y cantos;
mas ¡ay! que al presente
todo es al contrario. 40
Se trocó mi suerte
y siguióse el llanto
y lúgubres ayes
al gozo extremado.
 
 
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Monóstrofe

ArribaAbajoAnadoris hermosa,
vente, vente conmigo
verás lo que te estima
este corazón mío.
Mira que si no vienes 5
perezco de tristeza,
mas ¡ay! que no me escuchas
ni aun quieres que te vea.
Pájaros ayudadme
y vos silvestres hierbas 10
a llorar todo el día
de Anadoris la ausencia.
Y si acaso de pena
como juzgo yo muero
decidla que es la causa 15
que acelera mi entierro.
 
 
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Romance

ArribaAbajoPor divertir sus tristezas
la hermosa Cloris del prado
salió a ver lo delicioso
una mañana de mayo.
Los melosos jilguerillos 5
y los suaves canarios
la dieron la bienvenida
con tiernos y dulces cantos.
Los apacibles arroyos
de los riscos despeñados 10
de alegría prorrumpieron
en un excesivo llanto.
Las alegres florecillas
se ofrecían a sus manos
y para más obligarla 15
más dulzura exhalaron.
Las hierbecillas humildes
alfombra de todo el campo
por felices se tuvieron
de prepararla el estrado. 20
Los altos robustos troncos
su voluntad expresaron
oponiendo sus ramillas
de Febo ardiente a los rayos.
Con un tranquilo susurro 25
el Céfiro dulce y blando
por su parte procuraba
mostrarse obediente y grato.
El Tormes claro y hermoso
ya no envidió más al Tajo 30
y depuso ya los celos
del rico Betis sagrado.
Los inquietos pececillos
el río dejan ufanos
dándose mil parabienes 35
por morir en aquel prado.
Complacer todos a Cloris
a porfía procuraron,
el aire, el agua, la tierra
y los cielos soberanos. 40
 
 
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Oda

ArribaAbajoBarquilla azotada
de mares y vientos
sin velas ningunas
sin jarcias ni remos.
El juguete fuiste 5
del mar algún tiempo
mas luego en tu ayuda
declaróse el cielo.
Te miraste sola
rotas tus maderas 10
mirando en las aguas
tu sepulcro abierto.
De las crudas iras
de enemigos fieros
sin favor alguno 15
fuiste el objeto.
El mar al principio
se mostró halagüeño
procuró atraerte
bondades fingiendo. 20
Mas luego que estabas
bajo de su imperio
se mostró contigo
ceñudo y soberbio.
Formó con sus aguas 25
nublados horrendos
que todos unidos
en tu daño fueron.
Sus ondas hinchadas
besando a los cielos 30
y luego de golpe
contra ti cayeron.
Juntóse a las aguas
en tu daño el cierzo
y quiso estrellarte 35
en bajos tremendos.
Fuiste destrozada
a pesar de esfuerzos
que alentada hacías
por salir del riesgo. 40
Sólo unos tablones
quedaron enteros
que se sumergían
y salían luego.
Contra mil peñascos 45
infelices dieron
mas en este estado
socorrióte el cielo.
Te mostró el camino
te libró del riesgo 50
en salvo te puso
llevándote al puerto.
Tres mojadas tablas
suspende en el templo
y agradece siempre 55
el favor del cielo.
Aquesas reliquias
del naufragio fiero
tu altivez corrijan
sean tu escarmiento. 60
 
 
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Soneto a un montañés

ArribaAbajoNo hay quien en la nobleza a mi me exceda
sobrepujo a los Cerdas y Quiñones.
Los Requeséns, los Laras y aun Borbones
y al fin contrarrestarme no hay quien pueda.
Soy señor Montañés, con esto queda 5
dicho todo: resuenan mil blasones
por remotas y próximas regiones,
vuele mi fama y a ninguna ceda.
Los laureles se quiten luego a Apolo
ya que es mi voluntad, puesto que quiero 10
que proclamen y ensalcen a mí solo.
Pues repita la fama con esmero
desde el uno hasta el otro opuesto polo
que: Viva el Montañés aunque Alojero.
 
 
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Epigrama al mismo

ArribaAbajoYace aquí junto a esta noria
en tierra fría o caliente
un Montañés eminente
y con él su ejecutoria.
Ordenó en su testamento 5
el que aquí le sepultaran
y que nunca le faltaran
accidentes de jumento.
 
 
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Soneto

   ArribaAbajoPor su carrera el sol iba corriendo
cual acostumbra hacer todos los días
y salido, mi Filis, aún no habías
para irte con tus soles encubriendo.
   Yo me estaba allá dentro consumiendo 5
al ver que tú de casa no salías
y por lo mismo el sol no obscurecías
antes bien le dejabas ir luciendo.
   Mas al fin advertí ya venturoso
que ibas por la escalera ya bajando. 10
Saliste pues al fin con traje airoso,
   quedéme al sol atento yo mirando
y noto ¡caso raro y prodigioso!
que como antes seguía iluminando.
 
 
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Soneto a un valiente andaluz

   ArribaAbajoNarices y pescuezo me cortara
con ligera presteza y buen talante
si soldado mayor, más fuerte Andante
que yo, aunque pobre raso se encontrara.
   ¿Cuándo la fuerte Roma se entregara 5
al español ejército triunfante
si aquesta mi tizona machacante
en aquel fiero asalto no se hallara?
   Metido en su garita un buen soldado
aquesto tiritando refería; 10
mas al estar sus hechos él diciendo
   ve un ratón, y corriendo desbocado,
al arma, al arma, a voces repetía,
que mil moros me vienen persiguiendo.
 
 
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Soneto

   ArribaAbajoHaces grande merced en despreciarme,
en mostrárteme dura y desdeñosa
y en ser para conmigo escrupulosa:
me haces merced pensando tú injuriarme.
   Te obligas más queriendo desdeñarme 5
y te das la sentencia rigorosa
queriendo presumida y cautelosa
según tu corto juicio condenarme.
   Porque en medio de todos tus rigores,
de esas tus esquiveces y desdenes 10
permaneciendo yo siempre constante
   sin que se disminuyan mis amores
a acreditarte tú de ingrata vienes
y yo de firme y verdadero amante.
 
 
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La bucólica del Tormes

Égloga I

 

POETA    ANFISO

 

POETA

ArribaAbajoCuando con sus dulzuras
la alegre primavera
las flores animaba
y con nuevos colores la pintaba
y respirando el Céfiro blandía 5
M frío hibierno la crudeza fiera.
hacía llevadera
cuando Ceres fatigas
prepara al segador en las espigas,
cuando los altos montes y los prados 10
son de la desnudez avergonzados.
En medio de una gruta
que agradable formaron
dos levantados riscos
la que de robles, sauces y lentiscos, 15
de dulces flores y exquisita fruta,
Flora y Natura alegres admiraron
y a ella convocaron
a las Ninfas briosas
de laureles ceñidas y de rosas, 20
estaba Anfisio en guarda del ganado,
el cual esto cantó suspenso el prado.
 

ANFISO

¡Ay qué dichosa vida!
¡Ay qué vida tan dulce y regalada
es la que paso ahora! 25
¿Qué dicha más cumplida
que ver desde la selva floreada
salir del claro sol la precursora
y oír la voz canora
del tierno pajarillo 30
que saltando ya al sauce y ya al tomillo
con suave melodía
dar gracias al Señor de noche y día?
¡Ay! ¡Cuántos placeres
inocentes y honestos no mundanos 35
presta el campo florido
y la pródiga Ceres!
La grata vida de apacibles llanos
alienta el corazón más abatido
y aquel blando silbido 40
del Céfiro gracioso
infunde un gozo noble y generoso.
¡Felices los pastores,
que gozamos dulzuras superiores!
Aquí nuestros cuidados 45
solamente se cifran y reducen
a velar puntuales
sobre nuestros ganados,
a saber cuáles prados más producen
y a mirar a la noche si cabales 50
están los animales.
Pero luego dormidos
aunque en colchones rústicos, mullidos
al punto nos quedamos
y del día mañana no cuidamos. 55
Ni embustero y pesado
nos molesta jamás el pretendiente
ni que sufrir tenemos
a un soberbio criado
ni en cortejar al grande, al clemente, 60
al que nuestro mecenas le creemos,
las mañanas perdemos
si por un torpe modo
solícitos buscamos acomodo,
ni por el vil dinero 65
al mérito agraviamos verdadero.
Ni nuestra amable vida,
ni los tiernos hijuelos adorados,
ni nuestra dulce esposa
ni la choza querida 70
bárbaros olvidamos y llevados
de una avaricia triste y peligrosa
a la mar espumosa
nos echamos ligeros,
expuestos a sufrir naufragios fieros 75
y a perder de repente
la esperanza y la vida juntamente.
[No está acabada]
 
 
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Sáficos

ArribaAbajoYa estás más blanda que al principio estabas,
ya en tus ojos no hay ceño como había,
ya tu pecho se muestra más clemente
¡dulce Anadoris!
Algún día temía yo tus iras 5
algún día miraba tus enojos
pero al presente solamente miro,
miro clemencia.
Antes por ausentarte de mi vista
no gozabas el céfiro suave, 10           
mas ahora te expones cariñosa
aun al iracundo.
Todo el esfuerzo de Cupido tierno
fue necesario para a ti rendirte,
pero ya que lo estás sólo deseo 15
tu hermosa mano.

FIN

Arriba