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Don Francisco de la Torre, amigo de Calderón

Manuel Alvar


Universidad de Salamanca



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Recientemente el profesor Blecua ha publicado un breve estudio sobre el poeta tortosino1. En él vemos a La Torre inscrito en el núcleo de amistades que rodeaban a Lastanosa2. Por otra publicación del mismo catedrático de Zaragoza3 tenemos noticia de su posición en las cuestiones que habían de agriar las relaciones del célebre «salón» aragonés. Su intimidad con Gracián queda probada por dos cartas que el autor de El Criticón le dirige en 16554. Sin embargo, su amistad con Calderón había requerido poco momento: La Barrera habla de los elogios que le rinden Solís, Calderón, Polo de Medina y Salazar y Torres5. Los conocedores de la vida y de la obra calderonianas casi no han tratado de los amigos del gran poeta de los autos; el silencio no debe extrañarnos; si apenas sabemos algo de muchas figuras señeras ¿qué raro desconozcamos los epígonos? No obstante, los nombres de los seguidores permitirán conocer mejor el fondo sobre el que se movieron los primeros planos.

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Cotarelo6, al tratar de los primeros balbuceos poéticos de Calderón, dice: «Es indudable que en Salamanca, si no antes, compuso versos líricos, pues de dos textos hay noticia. Son ambos unos romances amorosos; correcto, pero frío, más que por e1 asunto por la expresión, el primero, y más cálido, aunque no muy moral, el segundo... pero estos versos no estaban destinados a ver la luz pública; sólo la indiscreción de algún fanático amigo pudo darlos a la prensa aun viviendo su autor.» Este fanático amigo no era otro que nuestro D. Francisco de la Torre. El Sr. Cotarelo indica que las Recreaciones del Parnaso del poeta tortosino son anteriores a las Poesías varias de Alfay, cuando la realidad es muy otra. En 1654 el librero zaragozano publica su antología7 y en 1670 se reimprime a nombre de la Torre8. Incluso no sería demasiada aventura suponer que Alfay se encargara de esta segunda edición y con un criterio meramente comercial hiciera atribuciones y distribuyera paternidades. El gusto en estos dieciséis años había evolucionado lo suficiente para que interesaran nuevos nombres, o al menos se hubieran olvidado otros. Calderón imponía su norma y a él se atribuyen dos poemitas de García   —157→   de Porras. En la reciente edición de las Poesías varias9 se estudia la cuestión -sin ver los planteamientos de Cotarelo-, llegándose a la conclusión de restituir los dos romances a García de Porras, poeta casi desconocido, cantor de Jusepa Vaca, pero del que hay varios poemas en manuscritos del siglo XVII10.

La personalidad de D. Francisco de la Torre debió estar hondamente acusada en la España del XVII; después el tiempo hizo desaparecer los rasgos que no eran genuinamente suyos y vino a desvanecerse. Sin embargo, su obra merece atención y de ella nos ocuparemos pronto11. La Torre se movió en Zaragoza y Huesca -ya lo hemos dicho- en un ambiente selecto: alternó con Gracián, Salinas, Lastanosa, protegió a José Alfay y reeditó y amplió la antología de éste12. En Valencia organizó justas poéticas y él mismo, como mantenedor y cronista, nos ha legado la historia de alguna de ellas13. En la Corte gozó de la amistad de los   —158→   ingenios más insignes: Bocángel, Solís, Polo de Medina y Calderón. Un libro del señor de Morella14 está exornado con sendas décimas de Salvador Jacinto y del autor de La vida es sueño, ambas sin recoger15.

Hoy nos vamos a ocupar de esas justas poéticas de que tanto gustó. En Las luces de la Aurora16 el Vejamen del concurso corre a cargo de nuestro poeta y de él procede el fragmento que copiamos más abajo. La noticia que damos a conocer no es de un interés extraordinario, pero sirve, al menos, para saber algo de las relaciones literarias de Calderón y, desde luego, de las predilecciones de La Torre. Precediendo al Vejamen incluimos la décima laudatoria del poeta de los autos; los dos motivos que publicamos demuestran la amistad de los poetas y la fina admiración que D. Francisco tuvo por la obra maravillosa de Calderón. Helos aquí:

«Don Pedro Calderón de la Barca, cavallero del ávito de Santiago; capellán de honor de su Magestad y de los señores Reyes Nuevos de la Santa Yglesia de Toledo, a D. Francisco de la Torre, cauallero del ábito de Calatrava: en la traducción y exornación de los epigramas de Ioan Oven,

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DECIMA


   Oven con la pluma suya,
Francisco, a eterno voló,
pero no lo consiguió
hasta ilustrarle la tuya.
La perífrasse lo arguya  5
de tu docto traducir,
pues, porque buelva a viuir,
no sólo en ti considero
todo lo que él dixo, pero
io lo que dexó de dezir»17.  10



[VEXAMEN] [p. 602]. «Después de lo dulce hemos de hablar de lo agrio, pues en llegando al Real diste de medio a medio en la precissa modora ocupación del correo de Madrid. Vi infinito pliego. Yo no sé cómo tu ingenio solo, aunque sea tan superior, puede dar cobro a la representación de tantos papeles, sirviendo en ellos a su Magestad, ya de autor de aciertos, ya de apuntador de noticias y en todo cobrador de aplausos. Yo, temeroso del menoscabo de tu salud, como a pendiente del hilo de tu vida, al ver tanto número de sobrescritos, repito en ruegos al cielo el “de tantas cartas Dios te guarde”, para que Dios te guarde de tantas cartas; pero lo que repararé es que, siendo los pliegos de su Magestad, de tu excelso padre y de tu ilustre hermano y de otras personas grandes


    Ninguno con porte estava
y me causó admiraciones
siendo todo de importancia
el ser ninguno de porte.



El mayor de todos era vno que parezía doze dozenas, según era gruessa su forma, y tú, deseoso de ver su materia, pensando romper vn pliego abriste vn libro. ¿Pues decir era   —160→   pequeño? Cosa era de tomo y lomo, porque, en lomo de dorado pergamino, era tomo de luzidas comedias dedicadas a ti por Don Pedro Calderón18; pensé caerme muerto para añadir al volumen una tragedia, porque, como voy disponiendo dedicarte vn libro, sentí que otro se me huviera adelantado en el obsequio y exclamé assí a Don Pedro Calderón, a Calderón, no el cómico famoso, sino Don Pedro el cruel: “¿no basta que me aventaje tu ingenio en lo que escrive, sino [p. 603] que se me adelante en lo que dedica? ¡Que pueda desvanecerse en la grandeza del sacrificio primero el ardiente espíritu, que el humo de mi pensada presumpción! ¡Que aya llegado más veloz tu ofrenda, siendo la mía versos sueltos y al ayre y la tuya discursos ceñidos y de tanto peso que para llegar a las manos del excelso marqués has avido menester en doze comedias 36 jornadas, mira por que camino tus jornadas han sacado loa para tus comedias, buen pie para tus passos y buen remate para tus enredos! Tú sin duda has sabido que el Mecenas que escoges está vitoreado en Valencia y tanto que la Ciudad haze fiestas a su devoción. El pregón lo dixo y yo lo pregoné en este epigrama:


   “Los toros que vsado se han
por San toque dizen que
a honor del de Astorga van.”
Y yo en esto pregunté:
“¿Es San Roque San Román?”
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“-Sí lo es. Pues el malino
contagio y muerte destierra
y con tal cargo divino
puede irse de tierra en tierra
este Virrey Peregrino.”

Al fin, para mayor prueva de su aplauso, el otro día passando por el portal de Serranos, clamaron los presos de la torre: “¡Vítor San Román que nos castiga!”, pues, si el castigado le aclama, ¿qué vítores le dará el favorecido? ¿Qué hará la voz libre si la garganta expuesta al lazo le vitorea?


   Por eso tú, Calderón,
te votas a San Román,
porque quieres tus comedias
en donde vítores ay.

Tú, pues, has hecho bien que yo considerando eso

[pág. 604]


   Al ver tus comedias donde
tanto vítor se aclamó,
al vítor dixe: “Esta es traça
de Don Pedro Calderón.”

Con esta exclamación rematé y de pena no pude hablar más, ni aora puedo escrivir.”»





 
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