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Don Qvixote de la Mancha

Obras completas de Miguel de Cervantes Saavedra

Primera Parte

Tomo I1 y Tomo II2, 3

Miguel de Cervantes Saavedra



Portada



  —4→  

A
DON JUAN C. CEBRIÁN

SU DEVOTO
R. S.



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ArribaAbajoPrólogo

El nombre de mi colaborador y hermano del alma, Adolfo Bonilla y San Martín (q. e. p. d.), debe ir al principio de este prólogo con el que reanudo solo y con profundo dolor la publicación de estas obras cervantinas. La pérdida de mi amigo fraternal me hizo patente desde luego cuán débiles habían de resultar mis propias fuerzas para la continuación de una empresa tan grande. Pero al darme cuenta de que él no habría cejado en seguir esta faena en la cual los dos habíamos puesto tanto cariño y tantas horas de felicidad, cobré nuevamente valor y tomé la resolución de dedicarme, en cuanto me fuera posible, y hasta donde cupiera en la disposición del cielo, a la tarea de dar fin a esta edición. De tal manera, anhelaba pagar un tributo forzosamente defectuoso y nada proporcionado a la amistad que durante veinticinco años llenó de luz y hermosura espiritual nuestra vida, y al genio de trabajo concienzudo y desinteresado que inspiró a Adolfo Bonilla la creación de tantas publicaciones duraderas, entre las cuales él quería dejar el primer lugar a las obras de Cervantes.

* * *

  —6→  

Con esta edición del Quijote ofrezco al lector una reproducción del texto original, evitando en cuanto me parecía justificado toda enmienda, y conservando, conforme a lo que pide la crítica rigurosa de hoy, las lecciones de la primera edición: ésta se ha de reverenciar como si fuera el manuscrito que se refleja y reproduce en ella. En tal proceder me ha alentado antes de todo el deseo de dar a la propia obra de Cervantes la forma que, hasta cierto punto, se pudiera acercar lo más posible a un texto definitivo. A cada paso me he percatado de que más vale conservar una sola palabra, una frase o un giro cervantino que sustituir una enmienda, la cual, por acertada que pareciese, claro es, había de responder más a reglas de hoy que al estilo o lenguaje del siglo XVI.

He tomado como base científica la primera edición (señalada con A), examinando y cotejando varios ejemplares de la misma (en España, Londres y Nueva York), y notando en ellos algunas variantes que se pueden dividir en tres clases: (1) discrepancias de tipografía tales como tã-tan, tiepo-tiempo, fè-fê-fee; (2) erratas subsanadas en algunos ejemplares, dejadas sin corregir en otros, y (3) contadísimas lecciones diferentes como en su-en el su. Todas estas diferencias pueden atribuirse a cambios hechos mientras se tiraban los pliegos del libro. Sobre este último proceder escribe Antonio López de Vega en su prólogo a los pocos cuerdos y desengañados varones: «Pónense en las erratas   —7→   sólo los yerros más considerables. Y aunque a algunos se acudió en parte de la impresión, según el tiempo en que se reconocieron, como quedó la otra parte con ellos, a mayor cautela de los tomos comprendidos y por la dificultad de la excepción de los preservados, se pone el defecto como general. El a quien cupiere la suerte de tomo corregido, por el trabajo que se le excusa, perdone la acusación falsa. Al que la hallare verdadera, le ruego no lea sin enmendar; i, a todos, que sea en la lección deste libro vuestra primera curiosidad el examinar en esto, i corregir el que a cada uno le tocare: governándoos por la buena razón, para lo mismo en lo que halláredes que dexó de corregirse.» Heráclito i Demócrito de nuestro siglo etc. Diálogos morales etc. Madrid, 1641.

Por lo tanto, las enmiendas realizadas durante la impresión representan una costumbre tradicional y carecen de trascendencia en cuanto a los ejemplares de la misma tirada. De todos modos me he limitado en las notas a señalar, de las tres clases de variantes ya mencionadas, solamente las lecciones distintas y las erratas de la primera edición, dejando sin notar variantes tales como que-q, don-dõ, que no representan sino caprichos tipográficos. En cambio, las erratas pueden reflejar bastante a menudo descuidos correspondientes al mismo manuscrito, además de darnos una idea más clara del carácter de la impresión; y, tratándose de una obra de universal renombre, cada detalle   —8→   de la primera edición es muy digno de ser notado.

Infiero que el original se dictaba al cajista: primero, por la omisión o repetición mecánica de vocales o de sílabas enteras; segundo, por bastantes erratas peculiares: verbigracia, cuando se oyó ansi por aun si, el oydo por he leydo, y, por fin, por algunas palabras como tambien, simpar, por tan bien y sin par. Ya se sabe que en dichas condiciones el cajista se fija antes en el sonido que en el sentido del dictado, lo cual explica muchos detalles del texto original. Señalo en las notas las peculiaridades ortográficas sin subsanarlas en el texto, porque el rectificarlas a cada paso parece desnaturalizar la primera edición, dándole un aspecto pulido que desdice enteramente de su carácter. Si se encontrasen estos rasgos en el manuscrito de Cervantes, nadie se atrevería a tocarlos, y, aunque ignoramos con qué fidelidad la primera edición refleja la ortografía del manuscrito, ya que no poseemos éste (vale repetirlo), no es lícito entregarnos a cambios de mero antojo por más limado que resultara el texto.

Doy las variantes intencionales (no las erratas tipográficas) de la segunda edición de Cuesta, 1605 (señalada con B); de la tercera de Cuesta, 1608 (señalada con C); y de la de Bruselas, 1607 (señalada con Br), que tomó por base la segunda (B). De las ediciones de Cuesta, porque se imprimieron en Madrid en vida de   —9→   Cervantes; de la de Bruselas también por su fecha, y porque, de cuantas ediciones vieron la luz fuera de España en la primera mitad del siglo XVII, parece ser la impresa con más esmero y con mayor discreción en las enmiendas. No señalo variantes como dexais-dexays, de essa-dessa, nube-nuue, asentó-assentó; en cambio, mismo-mesmo, assí-ansí tienen importancia. Creo definitivos los indicios de que Cervantes no intervino para nada en ninguna edición, ni en A, ni después de impresa A; esto da a las variantes señaladas solamente el valor de una lección distinta contemporánea, la cual, por consiguiente, tiene derecho a un lugar en el léxico del idioma. El que Cervantes no hubiese de corregir nada en B ni en otras ediciones me parece patente por el proceder disparatado y poco lógico del que enmendaba el texto, dejando a cada paso de corregir palabras o giros que pedían a gritos enmiendas que el propio autor no hubiera podido dejar de hacer. Una prueba convincente de esta aseveración, sacada de las propias palabras de Cervantes, se encuentra en la segunda parte del Quijote. Cuando el autor alude (II, caps. 3 y 4) a los reparos que se le hacían por haber omitido de su relato la pérdida y el hallazgo del Rucio, no sabe «qué responder, sino que el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor». Y también dice Sancho que hizo «una lamentación, que si no la puso el autor de nuestra historia, puede hacer cuenta que no puso cosa   —10→   buena». «Yo tendré cuidado», le contesta Carrasco, «de acusar al autor de la historia, que si otra vez la imprimiere no se le olvide esto que el buen Sancho ha dicho.» Y en el capítulo 27 de la segunda parte el autor vuelve a hablar del hurto del Rucio «que por no haberse puesto el cómo ni el cuándo en la primera parte por culpa de los impresores, ha dado en que entender a muchos, que atribuían a poca memoria del autor la falta de imprenta». Si Cervantes conocía B, no parece posible que hubiera escrito estas palabras sin añadir que se habían suplido las faltas de A por las enmiendas de B. Tampoco ignoraba Cervantes que la historia de Don Quijote se estaba imprimiendo en varios países (cap. 3), pero no dice ni una palabra de una edición corregida. En efecto, está claro que muchas segundas ediciones se hacían a menudo, sin consultar al autor, a raíz de agotarse la primera, y las enmiendas introducidas se hacían sin razonarlas, y a gran prisa, poco antes de la impresión. Entre los ejemplares de B no hay, si no me equivoco, tantas discrepancias como entre los de A.

Se ha exagerado algo el descuido con que se imprimió A. Comparado con otras primeras ediciones, v. gr., las de El Buscón, Guzmán de Alfarache y El Peregrino en su Patria, no parece digna de tanto desprecio. En cambio, nada peor que las dos ediciones del Quijote de Lisboa (1605), que carecen de todo valor para un estudio crítico del texto. Las dos ediciones de   —11→   Valencia (me inclino a creer que no representan tiradas distintas), tampoco merecen mucha consideración. Corrigen algunas erratas de A, introducen bastantes nuevas y hacen unas contadas enmiendas dignas de notar y que se hallan también más tarde en ediciones de Madrid (v. gr., las de 1637 y 1647) y en la de Tonson (Londres, 1738).

En mi texto resuelvo las abreviaturas de A, tales como tiepo, q, ãql, V. M.; sigo en la puntuación el proceder adoptado en los tomos anteriores, y pongo el acento en algunos vocablos homónimos, de más de una sílaba (v. gr., en la 1.ª y 3.ª persona del singular del pretérito de la 1.ª conjugación en los verbos regulares: alabé, alabó, y no acorde ni acordo, en la 1.ª y 2.ª persona del singular y en la 3.ª del singular y plural del futuro, como alabaré, alabarás, alabará, alabarán, etc.; y añado el acento a los pronombres interrogativos quién, qué, cuál; cúyo, adj.), para facilitar la lectura.

He tratado de tener en cuenta, hasta donde me ha sido posible, los trabajos de investigación y los comentarios escritos hasta la fecha para las obras cervantinas. Las notas de los principales cervantistas que me parecieron dignas de consideración se señalan en las de esta edición. Cierto es que hace falta un estudio comparativo de las principales investigaciones que se han publicado sobre el Quijote desde Vicente de los Ríos (1780) hasta la última edición del Sr. D. Francisco Rodríguez Marín (1928). Es   —12→   una lista muy extensa y de un valor sumamente desigual, siendo las más significantes las de Juan Bowle (1781), Pellicer (1797), Navarrete (Vida de Cervantes, 1819), García Arrieta (1826), Bastús (1832-4), Clemencín (1833-9), Hartzenbusch y La Barrera (1863), León Máinez (1876-8), Benjumea (1880), Ormsby (1885), Fitzmaurice-Kelly (1898, 1901), Cortejón (1905-13), Cejador (La Lengua de Cervantes, 1905-6) y Rodríguez Marín (1916-17)4. De todas éstas se destacan principalmente las de Rodríguez Marín, Clemencín, Cortejón y Cejador, a quienes debemos el que podamos entender mejor muchísimos pasos difíciles de la obra.

Pero cualquier comentario refleja, no sólo la época, sino los conocimientos peculiares y las cualidades personalísimas del comentador. En Clemencín, que, disfrutando de una erudición vastísima, sobre todo en la materia de los libros de caballerías, arrojó a cada paso mucha luz sobre frases obscuras, y aclaró múltiples alusiones literarias e históricas, tenemos un ejemplo admirable de crítico unilateral; nada sirve, por lo tanto, ponderar su concepto estrecho de la gramática, ni su falta de sentido histórico del lenguaje, cuya evolución a través de los siglos parece que le fue una ciencia enteramente desconocida. Muchas observaciones de Cortejón, por acertadas y valiosas que sean, están obscurecidas o ahogadas entre extensas notas de 5   —13→   poco valor literario o científico; el inmenso cuadro de las variantes que añadió da la misma trascendencia a las insignificantes que a las que merecen ser consideradas; y es de sentir también que su sistema mal organizado acarrease muchas equivocaciones. Los dos tomos aludidos de Cejador (que comprenden una Gramática y Diccionario) son de gran utilidad; pero es lástima que se fundasen en la tercera edición de Cuesta, lo cual hace carecer algunas lecciones de la autoridad que se deriva únicamente de la primera. A Rodríguez Marín, patriarca de los cervantistas por una existencia entera noblemente dedicada al estudio de la vida y las obras de Cervantes, debemos el comentario más trascendental de cuantos se hayan emprendido para diversas obras de Cervantes. Le debemos el que se puedan entender por primera vez una infinidad de pasajes, de giros y palabras que antes nadie había acertado a explicar. Con su caudal inmenso de conocimientos en materia de la literatura y de las costumbres del siglo XVI, Rodríguez Marín relaciona a Cervantes íntimamente con el lenguaje y la cultura del Renacimiento; si bien la crítica ha señalado que este admirable investigador ha forzado un tanto la nota con sus deseos de amenizar su comentario, acaso para no pecar de erudito seco; esta objeción, puede, sin embargo, pasarse por alto, ya que dicha amenidad le debió de hacer soportables tantas y tantas horas de abrumadores trabajos.

  —14→  

Está justificado el que ninguno de estos comentadores se haya ocupado en hacer un estudio detallado lingüístico del glosario cervantino, ni de infinitos detalles de la sintaxis que todavía piden una aclaración. La ciencia de hoy día exige un trabajo definitivo, el cual no se puede hacer comprensivamente sin (a) un texto modelo y uniforme de todas las obras de Cervantes, ni sin (b) un diccionario de las voces que el gran escritor empleó; éstas se podrían reunir con más exactitud por medio de unas concordancias de sus escritos, siguiendo los dechados del género que existen para ciertas obras clásicas, y, en inglés, para la Biblia, para Shakespeare y otros escritores famosos. Excusa decir que un estudio definitivo sobre el lenguaje del siglo XVI, tal como se refleja en las obras cervantinas, sería uno de los capítulos más trascendentales en la historia de la evolución del idioma.

A cada paso se notan en Cervantes palabras y giros difíciles de explicar, y toda solución está hecha a medias si no toma en cuenta todo el caudal del lenguaje cervantino (tanto de sus versos como de su prosa), además del léxico usado por sus contemporáneos. De lo cual se sigue que muchas observaciones lingüísticas abultarían desproporcionadamente en un comentario que va con el texto, sin dejar de ser deficientes por falta de trabajos fundamentales. Hay todavía muchos vocablos cuyo origen no se ha estudiado bastante, v. gr., estricote (página   —15→   42-14), y hasta «frases hechas», dichos y refranes nacidos de una tradición antigua, que se van dilucidando lentamente por medio de las indagaciones de los eruditos y con la luz de citas sacadas de un sinnúmero de autores. Para facilitar el estudio de la bibliografía de las obras relacionadas con los escritos de Cervantes hacen falta catálogos de los libros españoles que se custodian en las bibliotecas principales de Europa y América (v. gr., Viena, Berlín, Munich, Friburgo (bibl. de Schaeffer), Gotinga, París, Nueva York, etc.), por el estilo del pequeño libro utilísimo del erudito hispanista Dr. Henry Thomas, sobre los libros españoles que se hallan en el Museo Británico.

En vista de la importancia que ha de darse únicamente al texto de Cervantes, he procurado evitar toda erudición que pudiera parecer excesiva, y tampoco he querido meterme en ninguna crítica de índole literaria o estética, para la cual tendré más valor una vez terminada esta edición cervantina. Sigo creyendo en un Cervantes cuya «invención» natural (la palabra es suya) superaba inmensamente a su educación y a sus conocimientos escolásticos; cuyo genio, avivado y madurado por las propias experiencias de una vida de acción y perfeccionado por un don sin par de entender omne humanum, supo expresarse en un lenguaje y estilo que seguirán siendo la maravilla de los tiempos venideros. El espíritu nuevo de la crítica estética parece querer ocuparse cada   —16→   vez más de Cervantes artista, consciente de cada belleza de estilo, y trabajando como un arquitecto en la construcción de su obra de arte inmortal; pero podría desorientar al lector, si lo hiciera a costa de la inspiración inconsciente y espontánea del novelista.

Los detalles que relacionan al Quijote con otros libros de su género, sus fuentes, las huellas que dejó en obras posteriores, la contribución inmensa de Cervantes, en resumidas cuentas, a la historia novelística, haría un tomo por sí misma. En efecto, una biografía razonada del propio Cervantes coincidiría con un estudio detallado de la literatura y del lenguaje españoles del siglo XVI, llegando hasta integrarse en una historia fundamental de las ideas estéticas del Renacimiento.

Algunos giros extraños se me habrán deslizado en el discurso de mis observaciones o comentarios, pero no me han de cortar la mano con que los escribí. Si el lector me averigua faltas, errores e ignorancias, tendré que contestarle con toda franqueza: ¡pero si usted no puede figurarse cuántas cosas ignoro!, y no será fácil ocultar el triste hecho a pesar del tiempo y del cariño que he invertido en una faena que por fuerza ha de quedar deficiente. El comentario puesto a una obra inmortal no puede aspirar a ser más que una pequeña piedra añadida a un edificio que se ha de levantar con el transcurso de los siglos. De todos modos agradeceré cualquier reparo que se le ocurra   —17→   al lector, y trataré de aprovecharlo con tal que hiciere más aceptable el texto cervantino.

De lo más esencial ha de carecer el comentario sin la erudición vastísima de mi amigo Adolfo Bonilla, que dotado de una memoria sobrenatural no dejó casi nunca por escrito apuntes o notas para los trabajos que pensaba emprender. Pero confío en la indulgencia del lector, convencido de que únicamente con ella tendré valor para terminar esta edición de las obras de Cervantes.

A mi querido amigo, el Dr. Ludwig Pfandl, de Munich, doy aquí mis más expresivas gracias por haberse tomado la molestia de leer las pruebas del texto, y a mi estimado colega D. Homero Serís por haber leído las pruebas de las notas.

RODOLFO SCHEVILL.

Madrid, Otoño de 1928.

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  —20→     —21→     -[fol. Ir]-     -[fol. Iv]-     -[fol. IIr]-  
Tassa

Yo, Iuan Gallo de Andrada, escriuano de Camara del Rey nuestro señor, de los que residen en su7 Consejo, certifico y doy fe: que, auiendo8 visto por los señores del vn libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, compuesto por Miguel de Ceruantes Saauedra, tassaron cada pliego del dicho libro a tres marauedis y medio, el qual tiene ochenta9 y tres pliegos, que al dicho precio monta el dicho libro docientos y nouenta10 marauedis y medio, en que se ha de vender en papel, y dieron licencia para que a este precio se pueda vender; y mandaron que esta tassa se ponga al principio del dicho11 libro, y no se pueda vender sin ella. Y para que dello conste, di la12 presente, en Valladolid, a veinte dias del mes de Deziembre13 de mil y seyscientos y quatro años.

Iuan Gallo de Andrada.



  —22→     -[fol. IIv]-  
Testimonio de las erratas

Este Libro no tiene cosa digna [de notar]14 que no corresponda a su original. En testimonio de lo auer correcto di esta fee, en el Colegio de la Madre de Dios de los Teologos de la Uniuersidad de Alcala, en primero de Diziembre de 1604 años.

El Licenciado Francisco Murcia de la Llana15.



  —23→     -[fol. IIIr]-  
El Rey

Por quanto por parte de vos, Miguel de Ceruantes, nos fue fecha relacion que auiades compuesto vn libro intitulado El ingenioso Hidalgo de la Mancha, el qual os auia costado mucho trabajo, y era muy vtil y prouechoso, [y] nos pedistes y suplicastes os mandassemos dar licencia y facultad para le poder imprimir, y preuilegio por el tiempo que fuessemos seruidos, o como la nuestra merced fuesse, lo qual, visto por los del nuestro Consejo, por quanto en el dicho libro se hizieron las diligencias que la prematica vltimamente por nos fecha sobre la impression de los libros dispone, fue acordado que deuiamos mandar dar esta nuestra cedula para vos, en la dicha razon, y nos tuuimoslo por bien.

Por la qual, por os hazer bien y merced, os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder huuiere, y no otra alguna, podays imprimir el dicho libro, intitulado El ingenioso Hidalgo de la Mancha, que de suso se haze mencion, en todos estos nuestros Reynos de Castilla, por tiempo y espacio de diez años, que corran y se cuenten desde el dicho dia de la data desta nuestra cedula; so pena que la persona, o personas,   —24→   que sin tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere, o hiziere imprimir o vender, por el mesmo caso pierda la impression que hiziere, con los moldes y aparejos della, y mas incurra en pena de cincuenta mil marauedis cada vez que lo contrario hiziere. La qual dicha pena sea la tercia parte para la persona que lo acusare, y la otra tercia parte para nuestra Camara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare. Con tanto, que todas las vezes que huuieredes de hazer imprimir el dicho libro durante el tiempo de los dichos diez años, le traygais al nuestro Consejo, juntamente con el original que en el fue visto,   -[fol. IIIv]-   que va rubricado cada plana, y firmado al fin del, de Iuan Gallo de Andrada, nuestro escriuano de Camara, de los que en el residen, para saber si la dicha impression está conforme el original; o traygais fe en publica forma de como por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigio la dicha impression por el original y se imprimio conforme a el, y quedan impressas las erratas por el apuntadas, para cada vn libro de los que assi fueren impressos, para que se tasse el precio que por cada volume[n] huuieredes de auer.

Y mandamos al impressor que assi imprimiere el dicho libro, no imprima el principio, ni el primer pliego del, ni entregue mas de vn solo libro, con el original, al autor o persona a cuya costa lo imprimiere, ni otro alguno, para efeto de la dicha correcion y tassa, hasta   —25→   que antes y primero el dicho libro esté corregido y tassado por los del nuestro Consejo; y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y sucessiuamente ponga esta nuestra cedula, y la aprouacion, tassa y erratas, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en las leyes y prematicas destos nuestros Reynos.

Y mandamos a los del nuestro Consejo, y a otras qualesquier justicias dellos, guarden y cumplan esta nuestra cedula y lo en ella contenido.

Fecha en Valladolid, a veynte y seys dias del mes de Setiembre de mil y seyscientos y quatro años.

Yo el Rey

Por mandado del Rey nuestro señor,

Iuan de Amezqueta16.



  —26→     —27→     -[fol. IVr]-  
Al Dvqve de Beiar, Marqves de Gibraleon, Conde de Benalcaçar y Bañares, Vizconde de la Puebla de Alcozer, Señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos

En fe del buen acogimiento y honra que haze Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como Principe tan inclinado a fauorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al seruicio y grangerias del vulgo, he determinado de sacar a luz al Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha, al abrigo del clarissimo nombre de vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que deuo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su proteccion, para que a su sombra,   -[fol. IVv]-   aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudicion de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juyzio de algunos que,   —28→   [no] continiendose17 en los limites de su ignorancia, suelen condenar con mas rigor y menos justicia los trabajos agenos; que, poniendo los ojos la prudencia de vuestra Excelencia en mi buen desseo, fio que no desdeñará la cortedad de tan humilde seruicio.

Miguel de Ceruantes Saauedra.





  —29→     -[fol. Vr]-  

ArribaAbajoPrologo

Desocvpado lector: sin juramento me podras creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el mas hermoso, el mas gallardo y mas discreto que pudiera imaginarse; pero no he podido yo contrauenir al18 orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante. Y assi, ¿qué podra19 engendrar el esteril y mal cultiuado ingenio mio, sino la historia de un hijo seco, auellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios, y nunca imaginados20 de otro alguno, bien como quien se engendró en vna carcel, donde toda incomodidad tiene su assiento y donde todo triste ruydo haze su habitacion? El sossiego, el lugar apazible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espiritu, son grande parte para que las musas mas esteriles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de marauilla y de contento.

Acontece tener vn padre vn hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone vna venda en los ojos para que no vea sus faltas21, antes las juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos por agudezas y donayres. Pero yo, que, aunque parezco padre,   —30→   soy padrastro de don Quixote, no quiero yrme con la corriente del vso, ni suplicarte, casi con las lagrimas en los ojos, como otros hazen, lector carissimo, que perdones o dissimules las faltas que en este mi hijo vieres; y22 ni eres su pariente, ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo, y tu libre aluedrio, como el mas pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el Rey de sus alcaualas, y sabes lo que comunmente se dize, que debaxo de mi manto al   -[fol. Vv]-   Rey mato. Todo lo qual te essenta23 y haze libre de todo respecto y obligacion, y assi24 puedes dezir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal, ni te premien por el bien que dixeres della.

Solo quisiera dartela monda y desnuda, sin el hornato de Prologo, ni de la inumerabilidad y catalogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te se dezir, que, aunque me costo algun trabajo componerla, ninguno tuue por mayor que hazer esta prefacion que vas leyendo. Muchas vezes tomé la pluma para escriuille25, y muchas la dexé, por no saber lo que escriuiria26; y estando vna suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mexilla, pensando lo que diria27, entró a deshora vn amigo mio, gracioso y bien entendido, el qual, viendome tan imaginatiuo, me preguntó la causa, y no encubriendosela yo, le dixe que   —31→   pensaua en el Prologo que auia de hazer a la historia de don Quixote, y que me tenia de suerte que ni queria hazerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble cauallero.

«Porque ¿cómo quereis vos28 que no me tenga confuso el que dirá el antiguo legislador que llaman vulgo, quando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del oluido, salgo aora, con todos mis años a cuestas, con vna leyenda seca como vn esparto, agena de inuencion, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudicion y doctrina29; sin acotaciones en las margenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que estan otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristoteles, de Platon y de toda la caterua de filosofos, que admiran a los leyentes, y tienen a sus autores por hombres leydos, eruditos y eloquentes? ¡Pues qué, quando citan la Diuina Escritura, no diran sino que son vnos   -[fol. VIr]-   Santos Tomases y otros Doctores de la Yglesia, guardando en esto vn decoro tan ingenioso, que en vn renglon han pintado vn enamorado destraydo30, y en otro hazen vn sermonzico christiano, que es vn contento y vn regalo oylle31, o leelle! De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos se qué autores sigo en el, para ponerlos al principio, como hazen todos, por las letras del A B C, començando en Aristoteles y acaba[n]do32 en   —32→   Xenofonte33 y en Zoylo, o Zeuxis, aunque fue maldiciente el vno y pintor el otro. Tambien ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celeberrimos. Aunque si yo los pidiesse a dos o tres oficiales amigos, yo se que me los darian, y tales, que no les ygualassen los de aquellos que tienen mas nombre en nuestra España.

»En fin, señor y amigo mio -prosegui- yo determino que el señor don Quixote se quede sepultado en sus archiuos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltron y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me se dezir sin ellos. De aqui nace la suspension y eleuamiento, amigo34, en que me hallastes, bastante causa para ponerme en ella la que de mi aueys oydo.»

Oyendo lo qual, mi amigo, dandose una palmada en la frente y disparando en vna carga de risa35, me dixo:

«Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengañar de vn engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el qual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones36. Pero agora veo que estays tan lexos37 de serlo como lo está el cielo de la tierra.   -[fol. VIv]-   ¿Cómo que   —33→   es possible que cosas de tan poco momento, y tan faciles de remediar, puedan tener fuerças de suspender y absortar vn ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la fe, esto no nace de falta de abilidad38, sino de sobra de pereza y penuria de discurso. ¿Quereys ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento y vereis como en un abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades, y remedio todas las faltas que dezis que os suspenden y acobardan para dexar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quixote, luz y espejo de toda la caualleria andante.»

«Dezid», le repliqué yo, oyendo lo que me dezia: «¿de qué modo pensays llenar el vazio de mi temor, y reducir a claridad el caos de mi confusion?»

A lo qual el dixo:

«Lo primero, en que reparays de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personages graues y de titulo, se puede remediar en que vos mesmo39 tomeys algun trabajo en hazerlos, y despues los podeys bautizar y poner el nombre que quisieredes, ahijandolos al Preste Iuan de las Indias, o al Emperador de Trapisonda, de quien yo se que ay noticia que fueron famosos poetas, y quando no lo ayan sido, y vuiere algunos pedantes40 y bachilleres que por detras os muerdan y murmuren desta verdad, no   —34→   se os de dos marauedis, porque ya que os aueriguen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escriuistes.

»En lo de citar en las margenes los libros y autores de donde sacaredes las sentencias y dichos que pusieredes en vuestra historia, no ay mas sino hazer de manera que venga[n]41 a pelo algunas sentencias, o latines, que vos sepays de memoria, o, a lo menos, que os cuesten poco trabajo el buscalle42, como sera poner, tratando de libertad   -[fol. VIIr]-   y cautiuerio: Non bene pro toto libertas venditur auro43; y luego en el margen citar a Oracio, o a quien lo dixo. Si trataredes del poder de la muerte, acudir luego con


Pal[l]ida Mors aequo44 pulsat pede pauperum tabernas
regumque turres45.



Si de la amistad y amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entraros luego al punto por la Escritura Diuina, que lo podeys hazer con tantico de curiosidad, y dezir las palabras, por lo menos, del mismo Dios: Ego autem dico vobis, diligite inimicos vestros46. Si trataredes de malos pensamientos, acudid con el Euangelio: De corde exeunt cogitationes malae47. Si de la instabilidad de los amigos, ahi está Caton, que os dara su distico:


Donec eris felix, multos numerabis48 amicos,
tempora si fuerint nubila, solus eris49.

Y con estos latinicos, y otros tales, os tendran   —35→   siquiera por gramatico; que el serlo no es de poca honra y prouecho el dia de oy.

»En lo que toca al50 poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podeys hazer desta manera: si nombrais algun gigante en vuestro libro, hazelde que sea el gigante Golias, y con solo esto, que os costará casi nada, teneys vna grande anotacion, pues podeys poner: El gigante Golias, o Goliat, fue vn filisteo a quien el pastor Dauid mató de vna gran pedrada en el valle de Terebinto, segun se cuenta en el libro de los Reyes, en el capitulo que vos hallaredes que se escriue51. Tras esto, para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmografo, hazed de modo como en vuestra historia se nombre el rio Tajo, y vereysos luego con otra famosa anotacion, poniendo: El rio Tajo fue assi dicho por vn Rey de las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar Oceano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa, y es opinion que tiene las arenas de oro, &c. Si trataredes de ladrones, yo os dire52 la historia de Caco, que la se de coro; si de mugeres   -[fol. VIIv]-   rameras, ahi está el Obispo de Mondoñedo, que os prestará a Lamia, Layda y Flora, cuya anotacion os dara gran credito53; si de crueles, Ouidio os entregará a Medea; si de encantadores54 y hechizeras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio a Circe; si de capitanes valerosos, el mesmo55 Iulio Cesar os prestará a si mismo en sus Comentarios, y Plutarco os dara mil Alexandros. Si trataredes de amores,   —36→   con dos onças que sepays de la lengua toscana, topareys con Leon Hebreo, que os hincha las medidas56. Y si no quereys andaros por tierras extrañas, en vuestra casa teneys a Fonseca, Del amor de Dios57, donde se cifra todo lo que vos y el mas ingenioso acertare58 a dessear en tal materia. En resolucion, no hay mas sino que vos procureys nombrar estos nombres, o tocar estas historias en la vuestra59, que aqui he dicho, y dexadme a mi el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las60 margenes y de gastar quatro pliegos en el fin del libro.

»Vengamos aora a la citacion de los autores que los otros libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy facil, porque no aueys de hazer otra cosa que buscar vn libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos dezis. Pues esse mismo abecedario pondreys vos en vuestro libro; que, puesto que a la clara se vea la mentira, por la poca necessidad que vos teniades de aprouecharos dellos, no importa nada, y quiça alguno aura tan simple que crea que de todos os aueys aprouechado en la simple61 y senzilla historia vuestra. Y quando no sirua de otra cosa, por lo menos seruira aquel largo catalogo62 de autores a dar de improuiso autoridad al libro. Y mas, que no aura quien se ponga a aueriguar si los seguistes o no los seguistes, no yendole nada63 en ello; quanto mas que, si bien caygo en la cuenta,   -[fol. VIIIr]-   este vuestro libro no   —37→   tiene necessidad de ninguna cosa de aquellas que vos dezis que le falta64, porque todo el es vna inuectiua contra los libros de cauallerias, de quien nunca se acordo Aristoteles, ni dixo nada San Basilio, ni alcançó Ciceron. Ni caen debaxo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las obseruaciones de la astrologia, ni le son de importancia las medidas geometricas, ni la confutacion de los argumentos de quien se sirue la retorica, ni tiene para que predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo diuino, que es vn genero de mezcla de quien no se ha de vestir ningun christiano entendimiento.

»Solo tiene que aprouecharse de la imitacion en lo que fuere escriuiendo; que quanto ella fuere mas perfecta, tanto mejor sera lo que se escriuiere. Y pues esta vuestra escritura no mira a mas que a deshazer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de cauallerias, no ay para que andeys mendigando sentencias de filosofos, consejos de la Diuina Escritura, fabulas de poetas, oraciones de retoricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oracion y periodo sonoro y festiuo; pintando en todo lo que alcançaredes y fuere posible, vuestra intencion, dando a entender vuestros conceptos, sin intricarlos y escurecerlos. Procurad tambien que, leyendo vuestra historia, el melancolico65 se mueua a risa, el risueño la   —38→   acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la inuencion, el graue no la desprecie, ni el prudente dexe de alabarla. En efecto, lleuad la mira puesta a derribar la maquina mal fundada destos cauallerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos mas; que, si esto alcançassedes, no auriades alcançado poco.»

Con silencio grande estuue escuchando lo que mi amigo me   -[fol. VIIIv]-   dezia, y de tal manera se imprimieron en mi sus razones, que, sin ponerlas en disputa66, las aproue por buenas, y de ellas mismas quise hazer este Prologo; en el qual veras, lector suaue, la discrecion de mi amigo, la buena ventura mia en hallar en tiempo tan necessitado tal consegero, y el aliuio tuyo en hallar tan sinzera y tan sin rebueltas la historia del famoso don Quixote de la Mancha, de quien ay opinion por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el mas casto enamorado y el mas valiente cauallero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero encarecerte el seruicio que te hago en darte a conocer tan noble67 y tan honrado cauallero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendras del famoso Sancho Pança, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterua de los libros vanos de cauallerias estan esparzidas. Y con esto, Dios te de salud, y a mi no oluide. Vale.

  —39→     -[fol. IXr]-  


Al libro de don Qvixote de la Mancha
Vrganda la desconocida68



    Si de llegarte a los bue-,
libro, fueres con letu-,69
no te dira el boquirru-70
que no pones bien los de-.
Mas si el pan no se te cue-  5
por yr a manos de idio-,
veras, de manos a bo-,
aun no dar vna en el cla-;
si bien se comen las ma-
por mostrar que son curio-.  10

    Y, pues la espiriencia71 ense-
que el que a buen arbol se arri-
buena sombra le cobi-,
en Bexar tu buena estre-
vn árbol real te ofre-  15
que da Principes por fru-,
en el qual florecio72 vn Du-
que es nueuo Alexandro Ma-;73
llega a su sombra: que a osa-74
fauorece la fortu-.75  20

    De vn noble hidalgo manche-
contarás76 las auentu-,
a quien ociosas77 letu-
trastornaron la cabe-.
Damas, armas, caualle-78  25
le prouocaron de mo-
que, cual Orlando furio-,
templado a lo enamora-,
—40→
-[fol. IXv]-
alcançó a fuerça de bra-
a Dulzinea del Tobo-.  30

    No indiscretos hierogli-
estampes en el escu-;
que, quando es todo figu-,
con ruynes puntos se embi-.
Si en la direccion te humi-,  35
no dira mofante algu-:
«¡Qué don Aluaro de Lu-,
qué Anibal el de Carta-,
qué Rey Francisco en Espa-
se quexa de la fortu-!»79  40

    Pues al cielo no le plu-
que saliesses tan ladi-
como el negro Iuan Lati-,80
hablar latines rehu-81.
No me despuntes de agu-,  45
ni me alegues con filo-;
porque torziendo la bo-,
dira el que entiende la le-,82
no vn palmo de las83 ore-:
«¿Para que conmigo flo-?»  50

    No te metas en dibu-,
ni en saber vidas age-;
que en lo que no va ni vie-
passar de largo es cordu-.
Que suelen en caperu-  55
darles a los que grace-;
mas tu quemate las ce-
solo en cobrar buena fa-;
que el que imprime neceda-
dalas a censo perpe-.  60
—41→

    Aduierte que es desati-,
-[fol. Xr]-
siendo de vidrio el teja-,
tomar piedras en las84 ma-
para tirar al vezi-.
Dexa que el hombre de juy-  65
en las obras que compo-
se vaya con pies de plo-;
que el que saca a luz pape-
para entretener donze-,
escriue a tontas y a lo-.  70




Amadis de Gavla85
a don Quixote de la Mancha



Soneto


   Tv, que imitaste la llorosa vida
que tuue, ausente y desdeñado, sobre
el gran ribaço de la Peña Pobre,
de alegre a penitencia reduzida;

    tu, a quien los ojos dieron la beuida  5
de abundante licor, aunque salobre,
y, alçandote la plata, estaño y cobre,
te dio la tierra en tierra la comida;

    biue seguro de que eternamente,
en tanto, al menos, que en la quarta esfera  10
sus cauallos aguije el rubio Apolo,

    tendras claro renombre de valiente,
tu patria sera en todas la primera,
tu sabio autor, al mundo vnico y solo.

  —42→     -[fol. Xv]-  


Don Belianis de Grecia86
a don Quixote de la Mancha



Soneto


    Rompi, corté, abollé, y dixe, y hize
mas que en el orbe cauallero andante;
fuy diestro, fuy valiente, fuy87 arrogante;
mil agrauios vengué, cien mil deshize.

    Hazañas di a la fama que eternize;  5
fuy comedido y regalado amante;
fue enano para mi todo gigante,
y al duelo en qualquier punto satisfize.

    Tuue a mis pies postrada88 la fortuna,
y traxo del copete mi cordura  10
a la calva ocasion al estricote89.

    Mas, aunque sobre el cuerno de la luna
siempre se vio encumbrada mi ventura,
tus proezas embidio, ¡o, gran Quixote!




La señora Oriana90
a Dvlzinea del Toboso



Soneto


    ¡O, quien tuuiera, hermosa Dulzinea,
por mas comodidad y mas reposo,
a Miraflores puesto en el Toboso,
y trocara sus Londres con tu aldea!
—43→

    ¡O, quien de tus desseos y librea  5
alma y cuerpo adornara, y del famoso
cauallero, que hiziste91 venturoso,
mirara alguna desigual pelea!

    ¡O, quien tan castamente se escapara
del señor Amadis, como tu hiziste92  10
del comedido hidalgo don Quixote!
-[fol. XIr]-

    Que assi, embidiada fuera, y no embidiara,
y fuera alegre el tiempo que fue triste,
y gozara los gustos sin escote.




Gandalin, escvdero de Amadis de Gaula,
a Sancho Pança, escudero de don Quixote



Soneto


    Salve, varon famoso, a quien fortuna,
quando en el trato escuderil te puso,
tan blanda y cuerdamente lo dispuso,
que lo passaste sin desgracia alguna.

    Ya la açada o la hoz poco repugna  5
al andante exercicio; ya está en uso
la llaneza escudera, con que acuso
al soberuio que intenta hollar la luna.

    Embidio a tu jumento, y a tu nombre,
y a tus alforjas ygualmente imbidio93,  10
que mostraron tu cuerda prouidencia.

    Salue otra vez, ¡o, Sancho! tan buen hombre,
que a solo tu nuestro español Ouidio
con buzcorona94 te haze reberencia.

  —44→  


Del Donoso poeta entreverado95
a Sancho Pança y Rozinante



    Soy Sancho Pança, escude-
del manchego don Quixo-;
puse pies en poluoro-
por viuir a lo discre-;
-[fol. XIv]-
que el tacito Villadie-96  5
toda su razon de esta-
cifró en vna retira-,
segun siente Celesti-,
libro, en mi opinion, diui-,
si encubriera mas lo huma-.  10




A Rozinante


    Soy Rozinante el famo-,
bisnieto del gran Babie-;
por pecados de flaque-
fuy a poder de vn don Quixo-.
Parejas corri a lo flo-,97  5
mas por vña de caua-
no se me escapó ceua-;
que esto saqué a Lazari-
quando, para hurtar el vi-
al ciego, le di la pa-.98  10

  —45→  


Orlando fvrioso99
a don Qvixote de la Mancha



Soneto


   Si no eres par, tampoco le has tenido;
que par pudieras ser entre mil pares,
ni puede auerle donde tu te hallares,
inuito100 vencedor, jamas vencido.

    Orlando soy, Quixote, que, perdido  5
por Angelica, vi remotos mares,
ofreciendo a la fama en sus altares
aquel valor que respetó el oluido.
-[fol. XIIr]-

    No puedo ser tu ygual, que este decoro
se deue a tus101 proezas y a tu fama,  10
puesto que, como yo, perdiste el seso.

    Mas serlo has mio, si al soberuio Moro
y Cita fiero domas, que oy nos llama
yguales en amor con mal sucesso.




El Cavallero del Febo102
a don Quixote de la Mancha



Soneto


    A vuestra espada no ygualó la mia,
Phebo español, curioso cortesano,
ni a la alta gloria de valor mi mano,
que rayo fue do nace y muere el dia.
—46→

    Imperios desprecié; la103 monarquía  5
que me ofrecio el Oriente roxo en vano
dexé, por ver el rostro soberano
de Claridiana, aurora hermosa mía.

    Amela por milagro vnico y raro,
y, ausente en su desgracia, el propio infierno  10
temio mi braço, que domó su rabia.

    Mas vos, godo Quixote, ilustre y claro,
por Dulzinea soys al mundo eterno,
y ella por vos famosa, honesta y sabia.




De Solisdan104
a don Qvixote de la Mancha



Soneto


    Maguer, señor Quixote, que sandezes
vos tengan el cerbelo derrumbado,
-[fol. XIIv]-
nunca sereys de alguno reprochado
por home105 de obras viles y soezes.

    Seran vuessas fazañas los joezes,  5
pues tuertos desfaciendo aueis andado,
siendo vegadas mil apaleado
por follones cautivos y rahezes.

    Y si la vuessa linda Dulzinea
dessaguisado contra vos comete,  10
ni a vuessas cuytas muestra buen talante,

    en tal desman, vuesso conorte sea
que Sancho Pança fue mal alcaguete,106
necio el, dura ella, y vos no amante.

  —47→  


Dialogo107 entre Babieca y Rozinante


Soneto

B. ¿Cómo estays, Rozinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues ¿qué es de la ceuada y de la paja?
R. No me dexa mi amo ni vn bocado.
B. Andá, señor, que estays muy mal criado,  5
pues vuestra lengua de asno al amo vltraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Quereyslo ver? Miraldo enamorado.
B. ¿Es necedad amar?
R. No es gran prudencia.
B. Metafisico estays.
R. Es que no como.
 10
B. Quexaos del escudero.
R. No es bastante.
¿Cómo me he de quexar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rozines como Rozinante?108







  —48→     —49→     -[fol. 1r]-  

ArribaAbajoTomo I


ArribaAbajoPrimera Parte109 del Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha


ArribaAbajoCapitulo Primero

Que trata de la condicion y exercicio del famoso hidalgo don Quixote de la Mancha


En vn lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viuia vn hidalgo de los de lança en astillero, adarga antigua, rozin flaco y galgo corredor. Vna olla de algo mas vaca que carnero110, salpicon111 las mas noches, duelos y quebrantos los sabados112, lantejas los viernes113, algun palomino de añadidura los domingos, consumian las tres partes de su hazienda. El resto della concluian sayo de velarte, calças de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de   -[fol. 1v]-   lo mesmo, y los dias de entre semana se honraua con su vellori de lo mas fino.

Tenia en su casa vna ama que passaua de los quarenta, y vna sobrina que no llegaua a los veynte, y vn moço de campo y plaça, que assi ensillaua el rozin como tomaua la podadera.   —50→   Frisaua la edad de nuestro hidalgo con los cinquenta años. Era de complexion rezia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caça. Quieren dezir que tenia el sobrenombre de Quixada, o Quesada, que en esto ay alguna diferencia en los autores que deste caso escriuen, aunque por conjeturas verosimiles114 se dexa entender que se llamaua Quexana115. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narracion del no se salga vn punto de la verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaua ocioso, que eran los mas del año, se daua a leer libros de cauallerias, con tanta aficion y gusto, que oluidó casi de todo punto el exercicio de la caça, y aun la administracion de su hazienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendio muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de cauallerias en que116 leer, y assi lleuó a su casa todos quantos pudo auer dellos, y, de todos, ningunos le parecian tambien117 como los que compuso el famoso Feliciano de Silua; porque la claridad de su prosa, y aquellas entricadas razones suyas le parecian de perlas; y mas quando llegaua a leer aquellos requiebros y cartas de desafios, donde en muchas partes hallaua escrito: La razon de la sinrazon que a mi razon se hace, de tal manera mi razon enflaqueze, que con razon me quexo de la vuestra fermosura. Y tambien quando leia: Los altos cielos que de vuestra   —51→   diuinidad diuinamente con las estrellas os fortifican, y os hazen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza118. Con estas razones perdia el pobre   -fol. 2r-   cauallero el juyzio, y desuelauase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo119 Aristoteles, si resucitara para solo ello.

No estaua muy bien con las heridas que don Belianis daua y recebia, porque se imaginaua que, por grandes maestros que le huuiessen curado, no dexaria de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alabaua en su autor aquel acabar su libro con la promessa de aquella inacabable auentura, y muchas vezes le vino desseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como alli se promete; y sin duda alguna lo hiziera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estoruaran120.

Tuuo muchas vezes competencia con el cura de su lugar, que era hombre docto, graduado en Ciguença121, sobre quál auia sido mejor cauallero, Palmerin de Ingalaterra o Amadis de Gaula; mas Maese Nicolas, barbero del mesmo122 pueblo, dezia que ninguno llegaua al Cauallero del Febo, y que si alguno se le podia comparar, era don Galaor, hermano de Amadis de Gaula, porque tenia muy acomodada condicion para todo; que no era cauallero melindroso, ni tan lloron como su hermano, y que en lo de la valentia no le yua en çaga.

  —52→  

En resolucion, el se enfrascó tanto en su letura, que se le passauan las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en turbio; y, assi, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juyzio. Llenosele la fantasia de todo aquello que leia en los libros, assi de encantamentos como de pendencias, batallas, desafios, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates impossibles. Y assentosele de tal modo en la imaginacion que era verdad toda aquella maquina de aquellas sonadas123 soñadas inuenciones que leia, que para el   -fol. 2v-   no auia otra historia mas cierta en el mundo. Dezia el, que el Cid Ruydiaz auia sido muy buen cauallero; pero que no tenia que ver con el Cauallero de la Ardiente Espada124, que de solo vn reues auia partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaua con Bernardo del Carpio125, porque en Ronçesualles auia muerto a Roldan el encantado, valiendose de la industria de Hercules, quando ahogó a Anteo126, el hijo de la Tierra, entre los braços. Dezia mucho bien del gigante Morgante127 porque, con ser de aquella generacion gigantea, que todos son soberuios y descomedidos, el solo era afable y bien criado. Pero sobre todos estaua bien con Reynaldos de Montaluan128, y mas quando le veia salir de su castillo, y robar quantos topaua, y quando en allende129 robó aquel idolo de Mahoma, que era todo de oro, segun dize su historia. Diera el, por dar vna   —53→   mano de cozes al traydor de Galalon130, al ama que tenia, y aun a su sobrina de añadidura.

En efeto, rematado ya su juyzio, vino a dar en el mas estraño pensamiento que131 jamas dio loco en el mundo, y fue, que le parecio conuenible y necessario, assi para el aumento de su honra como para el seruicio de su republica, hazerse cauallero andante, y yrse por todo el mundo con sus armas y cauallo, a buscar las auenturas, y a exercitarse en todo aquello que el auia leydo que los caualleros andantes se exercitauan, deshaziendo todo genero de agrauio, y poniendose en ocasiones y peligros, donde, acabandolos, cobrase eterno nombre y fama. Ymaginauase el pobre ya coronado por el valor de su braço, por lo menos del imperio de Trapisonda, y, assi, con estos tan agradables pensamientos, lleuado del estraño gusto que en ellos sentia, se dio priessa a poner en efeto lo que desseaua.

Y lo primero   -fol. 3r-   que hizo fue limpiar vnas armas que auian sido de sus visabuelos132, que, tomadas de orin y llenas133 de moho, luengos siglos auia que estauan puestas y oluidadas en vn rincon. Limpiolas y adereçolas lo mejor que pudo; pero vio que tenian vna gran falta, y era que no tenian zelada de encaxe, sino morrion simple; mas a esto suplio su industria, porque de cartones hizo vn modo de media zelada, que, encaxada con el morrion, hazian vna apariencia de zelada entera. Es verdad que para prouar si era fuerte y podia estar al   —54→   riesgo de vna cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que auia hecho en una semana; y no dexó de parecerle mal la facilidad con que la auia hecho pedaços, y, por assegurarse deste peligro, la tornó a hazer de nueuo, poniendole vnas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que el quedó satisfecho de su fortaleza, y, sin querer hazer nueua experiencia della, la diputó y tuuo por zelada finissima de encaxe.

Fue luego a ver su134 rozin, y, aunque tenia mas quartos que vn real y mas tachas que el cauallo de Gonela, que tantum pellis & ossa fuit135, le parecio que ni el Buzefalo de Alexandro, ni Babieca el del Cid con el se ygualauan. Quatro dias se le passaron en imaginar qué nombre le pondria, porque, segun se dezia el a si mesmo136, no era razon que cauallo de cauallero tan famoso, y tan bueno el por si, estuuiesse sin nombre conocido, y, ansi137, procuraua acomodarsele de manera que declarasse quien auia sido antes que fuesse de cauallero andante, y lo que era entonces; pues estaua muy puesto en razon que, mudando su señor estado, mudasse el tambien el nombre, y [le]138 cobrasse famoso y de estruendo, como conuenia a la nueua orden y al nueuo exercicio139 que ya professaua; y assi,   -fol. 3v-   despues de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadio, deshizo y tornó a hazer en su memoria e imaginacion, al fin le vino a llamar Rozinante,   —55→   nombre, a su parecer, alto, sonoro y significatiuo140 de lo que auia sido quando fue rozin, antes de lo que aora era, que era antes y primero de todos los rozines del mundo.

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su cauallo, quiso ponersele a si mismo, y en este pensamiento duró otros ocho dias, y al cabo se vino a llamar don Quixote; de donde, como queda dicho141, tomaron142 ocasion los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se deuia de llamar Quixada, y no Quesada, como otros quisieron dezir. Pero acordandose que el valeroso Amadis, no solo se auia contentado con llamarse Amadis a secas, sino que añadio el nombre de su reyno y patria por [hacerla]143 famosa, y se llamó Amadis de Gaula, assi quiso, como buen cauallero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quixote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraua muy al viuo su linage y patria, y la honraua con tomar el sobrenombre della.

Limpias, pues, sus armas, hecho del morrion zelada, puesto nombre a su rozin y confirmandose144 a si mismo, se dio a entender que no le faltaua otra cosa sino buscar vna dama de quien enamorarse; porque el cauallero andante sin amores era arbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Deziase el a si: «[Si] yo por malos de mis pecados145, o por mi buena suerte, me encuentro por ahi con algun gigante, como de ordinario les acontece a los caualleros andantes, y le derribo de vn encuentro, o   —56→   le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venço y le rindo, ¿no sera bien tener a quien embiarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz   -fol. 4r-   humilde, y rendido146: “Yo, señora147, soy el gigante Caraculiambro, señor de la insula Malindrania, a quien vencio en singular batalla el jamas como se deue alabado cauallero don Quixote de la Mancha, el qual me mandó que me presentasse ante vuestra148 merced para que la vuestra grandeza disponga de mi a su talante?”»

¡O, cómo se holgo nuestro buen cauallero quando huuo hecho este discurso, y mas quando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en vn lugar cerca del suyo auia vna moça labradora de muy buen parecer, de quien el vn tiempo anduuo enamorado, aunque, segun se entiende, ella jamas lo supo ni se149 dio cata dello. Llamauase Aldonça Lorenço, y a esta le parecio ser bien darle titulo de señora de sus pensamientos; y, buscandole nombre que no desdixesse mucho del suyo, y que tirasse y se encaminasse al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulzinea del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, musico y peregrino, y significatiuo150, como todos los demas que a el y a sus cosas auia puesto.



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