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  —127→     -fol. 31r-  

ArribaAbajoSegvnda Parte del Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha


ArribaAbajoCapitulo IX

Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcayno y el valiente manchego tuuieron


Dexamos en la primera parte desta historia354 al valeroso vizcayno y al famoso don Quixote con las espadas altas y desnudas, en guisa de descargar dos furibundos fe[n]dientes, tales que, si en lleno se acertauan, por lo menos se diuidirian y fenderian de arriba a baxo y abririan como vna granada; y que355 en aquel punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos diesse noticia su autor donde se podria hallar lo que della faltaua. Causome esto mucha pesadumbre, porque el gusto de auer leydo tan poco se boluia en disgusto de pensar el mal camino que se ofrecia para hallar lo mucho que, a mi parecer,   -fol. 31v-   faltaua de tan sabroso cuento. Pareciome cosa impossible y fuera de toda buena costumbre,   —128→   que a tan buen cauallero le huuiesse faltado algun sabio que tomara a cargo el escreuir356 sus nunca vistas hazañas, cosa que no faltó a ninguno de los caualleros andantes,


«de los que dizen las gentes
que van a sus auenturas357»,



porque cada vno dellos tenia vno o dos sabios, como de molde, que no solamente escriuian sus hechos, sino que pintauan sus mas minimos pensamientos y niñerias, por mas escondidas que fuessen. Y no auia de ser tan desdichado tan buen cauallero, que le faltasse a el lo que sobró a Platir358 y a otros semejantes. Y, assi, no podia inclinarme a creer que tan gallarda historia huuiesse quedado manca y estropeada, y echaua la culpa a la malignidad del tiempo, deuorador y consumidor de todas las cosas359, el qual, o la tenia oculta o consumida.

Por otra parte, me parecia que, pues entre sus libros se auian hallado tan modernos como Desengaño de zelos y Ninfas y pastores de Henares360, que tambien su historia deuia de ser moderna, y que, ya que no estuuiesse escrita, estaria en la memoria de la gente de su aldea y de las a ella circunuezinas. Esta imaginacion me traia confuso y desseoso de saber real y verdaderamente toda la vida y milagros de nuestro famoso español don Quixote de la Mancha, luz y espejo de la caualleria manchega, y el primero que en nuestra edad y en estos   —129→   tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y exercicio de las andantes armas, y al [de] desfazer361 agrauios, socorrer viudas, amparar donzellas, de aquellas que andauan con sus açotes y palafrenes, y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle   -fol. 32r-   en valle; que si no era que algun follon, o algun villano de acha y capellina362, o algun descomunal gigante las forçaua, donzella huuo en los passados tiempos que, al cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmio vn dia debaxo de tejado, se fue363 tan entera a la sepultura como la madre que la auia parido.

Digo, pues, que por estos y otros muchos respetos, es digno nuestro gallardo Quixote de continuas y memorables alabanças, y aun a mi no se me deuen negar por el trabajo y diligencia que puse en buscar el fin desta agradable historia. Aunque bien se que si el cielo, el caso y la fortuna no me ayudan364, el mundo quedara falto y sin el passatiempo y gusto que bien casi dos horas podra tener el que con atencion la leyere. Passó, pues, el hallarla en esta manera.

Estando yo vn dia en el Alcana365 de Toledo, llegó vn muchacho a vender vnos cartapacios y papeles viejos a vn sedero366, y como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, lleuado desta mi natural inclinacion, tomé vn cartapacio de los que el muchacho vendia, y vile con caracteres que conoci ser arauigos. Y puesto que, aunque los conocia,   —130→   no los sabia leer, anduue mirando si parecia por alli algun morisco aljamiado que los leyesse; y no fue muy dificultoso hallar interprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y mas antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó vno, que, diziendole mi desseo y poniendole el libro en las manos, le abrio por medio, y leyendo vn poco en el, se començo a reyr.

Preguntele yo367 que de qué se reya, y respondiome que de vna cosa que tenia aquel libro escrita   -fol. 32v-   en el margen por anotacion. Dixele que me la dixesse, y368 el, sin dexar la risa, dixo:

«Está, como he dicho, aqui, en el margen, escrito esto: “Esta Dulzinea del Toboso, tantas vezes en esta historia referida, dizen que tuuo la mejor mano para salar puercos que otra muger de toda la Mancha.”»

Quando yo ohi dezir «Dulzinea del Toboso», quedé atonito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenian la historia de don Quixote. Con esta imaginacion le di priessa que leyesse el principio, y, haziendolo ansi369, boluiendo de improuiso el arauigo en castellano, dixo que dezia: Historia de don Quixote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli370, historiador arauigo.

Mucha discrecion fue menester para dissimular el contento que recebi quando llegó a mis oydos el titulo del libro, y, salteandosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y   —131→   cartapacios por medio real; que si el tuuiera discrecion y supiera lo que yo los desseaua, bien se pudiera prometer y lleuar mas de seys reales de la compra.

Aparteme luego con el morisco por el claustro de la Iglesia Mayor, y roguele me boluiesse aquellos cartapacios, todos los que tratauan de don Quixote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciendole la paga que el quisiesse. Contentose con dos arrobas de passas y dos fanegas de trigo, y prometio de traduzirlos bien y fielmente y con mucha breuedad. Pero yo, por facilitar mas el negocio y por no dexar de la mano tan buen hallazgo, le truxe a mi casa, donde en poco mas de mes y medio la traduxo toda, del mesmo371 modo que aqui se refiere.

Estaua en el primero cartapacio pintada,   -fol. 33r-   muy al natural, la batalla de don Quixote con el vizcayno, puestos en la mesma372 postura que la historia cuenta: leuantadas las espadas, el vno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcayno tan al viuo, que estaua mostrando ser de alquiler373 a tiro de ballesta. Tenia a los pies escrito el vizcayno vn titulo que dezia: Don Sancho de Azpe[i]tia374, que sin duda deuia de ser su nombre, y a los pies de Rozinante estaua otro que dezia: Don Quixote. Estaua Rozinante marauillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan etico confirmado, que mostraua bien al descubierto con quanta   —132→   aduertencia y propriedad375 se le auia puesto el nombre de Rozinante. Iunto a el estaua Sancho Pança, que tenia del cabestro a su asno, a los pies del qual estaua otro retulo que dezia: Sancho Çancas, y deuia de ser que tenia, a lo que mostraua la pintura, la barriga grande, el talle corto y las çancas largas, y por esto se le deuio de poner nombre de Pança, y de Çancas; que con estos dos sobrenombres le llama algunas vezes la historia.

Otras algunas menudencias auia que aduertir; pero todas son de poca importancia, y que no hazen al caso a la verdadera relacion de la historia, que ninguna es mala como sea verdadera. Si a esta se le puede poner alguna obgecion cerca de su verdad, no podra ser otra sino auer sido su autor arauigo, siendo muy propio de los de aquella nacion ser mentirosos, aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender auer quedado falto en ella que demasiado. Y ansi376 me parece a mi, pues377 quando pudiera y deuiera estender la pluma en las alabanças de tan buen cauallero,   -fol. 33v-   parece que de industria las passa en silencio: cosa mal hecha y peor pensada, auiendo y deuiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apassionados, y que ni el interes ni el miedo, el rancor ni la aficion, no les hagan378 torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, emula del tiempo, deposito de las acciones, testigo de lo passado, exemplo y auiso de lo presente, aduertencia   —133→   de lo por venir. En esta se que se hallará todo lo que se acertare a dessear en la mas apazible; y si algo bueno en ella faltare, para mi tengo que fue por culpa del galgo379 de su autor, antes que por falta del sujeto.

En fin, su segunda parte, siguiendo la traducion, començaua desta manera:

Puestas y leuantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecia sino que estauan amenazando al cielo, a la tierra y al abismo: tal era el denuedo y continente que tenian. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colerico vizcayno, el qual fue dado con tanta fuerça y tanta furia, que, a no boluersele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las auenturas de nuestro cauallero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenia guardado, torcio la espada de su contrario, de modo que, aunque le acerto en el hombro yzquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, lleuandole de camino gran parte de la zelada, con la mitad de la oreja; que todo ello con espantosa ruyna vino al suelo, dexandole muy mal trecho.

¡Valame Dios, y quién sera aquel que buenamente pueda contar   -fol. 34r-   aora la rabia que entró en el coraçón de nuestro manchego, viendose parar de aquella manera! No se diga mas sino que fue de manera, que se alçó de nueuo en los estribos, y, apretando mas la espada en las   —134→   dos manos, con tal furia descargó sobre el vizcayno, acertandole de lleno sobre la almohada y sobre la cabeça, que, sin ser parte tan buena defensa, como si cayera sobre el vna montaña, començo a echar sangre por las narizes y por la boca y por los oydos, y a dar muestras de caer de la mula abaxo, de donde cayera, sin duda, si no se abraçara con el cuello; pero con todo esso, sacó los pies de los estribos, y luego solto los braços, y la mula, espantada del terrible golpe, dio a correr por el campo, y, a pocos corcobos dio con su dueño en tierra.

Estauaselo con mucho sossiego mirando don Quixote, y, como lo vio caer, saltó de su cauallo, y con mucha ligereza se llegó a el, y, poniendole la punta de la espada en los ojos, le dixo que se rindiesse; si no, que le cortaria la cabeça. Estaua el vizcayno tan turbado que no podia responder palabra, y el lo passara mal, segun estaua ciego don Quixote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo auian mirado la pendencia, no fueran a donde estaua y le pidieran con mucho encarecimiento, les hiziesse380 tan gran merced y fauor de perdonar la vida a aquel su escudero.

A lo qual don Quixote respo[n]dio con mucho entono y grauedad:

«Por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hazer lo que me pedis; mas ha de ser con vna condicion y concierto, y es que este cauallero me ha de prometer de yr al lugar   —135→   del Toboso y presentarse de mi parte   -fol. 34v-   ante la simpar381 doña Dulzinea, para que ella haga del lo que mas fuere de su voluntad.»

La[s] temerosa[s] y desconsolada[s] señora[s]382, sin entrar en cuenta de lo que don Quixote pedia, y sin preguntar quien Dulzinea fuesse, le prometieron que el escudero haria todo aquello que de su parte le fuesse mandado.

«Pues en fe de essa palabra, yo no le hare mas daño, puesto que me lo tenia bien merecido.»



  —136→  

ArribaAbajoCapitulo X

De lo que mas le auino a don Quixote con el vizcayno y del peligro en que se vio con vna turba de iangueses383


Ya en este tiempo se auia leuantado Sancho Pança, algo maltratado de los moços de los frayles, y auia estado atento a la batalla de su señor don Quixote, y rogaua a Dios en su coraçon fuesse seruido de darle vitoria, y que en ella ganasse alguna insula de donde le hiziesse gouernador, como se lo auia prometido. Viendo, pues, ya acabada la pendencia, y que su amo boluia a subir sobre Rozinante, llegó a tenerle el estribo, y antes que subiesse se hincó de rodillas delante del, y, asiendole de la mano, se la besó y le dixo:

«Sea vuestra merced seruido, señor don Quixote mio, de darme el gouierno de la insula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado; que, por grande que sea, yo me siento con fuerças de saberla gouernar, tal y tan bien como otro que aya gouernado insulas en el mundo.»

A lo qual respondio don Quixote:

«Aduertid, hermano Sancho, que esta auentura, y la[s]384 a esta semejantes,   -fol. 35r-   no son auenturas de insulas, sino de encruzijadas, en las quales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeça o vna oreja menos. Tened paciencia; que auenturas se ofreceran donde no solamente   —137→   os pueda hazer gouernador, sino mas adelante.»

Agradecioselo mucho Sancho, y, besandole otra vez la mano y la falda de la loriga, le ayudó a subir sobre Rozinante, y el subio sobre su asno, y començo a seguir a su señor, que, a passo tirado, sin despedirse ni hablar mas con las del coche, se entró por vn bosque que alli junto estaua. Seguiale Sancho a todo el trote de su jumento, pero caminaua tanto Rozinante, que, viendose quedar atras, le fue forçoso dar vozes a su amo que se aguardasse. Hizolo assi don Quixote, teniendo las riendas a Rozinante hasta que llegasse su cansado escudero, el qual, en llegando, le dixo:

«Pareceme, señor, que seria acertado yrnos a retraer a alguna iglesia; que, segun quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no sera mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad385 y nos prendan; y a fe que si lo hazen, que386 primero que salgamos de la carcel, que nos ha de sudar el hopo.»

«Calla», dixo don Quixote. «¿Y dónde has visto tu, o leydo jamas, que cauallero andante aya sido puesto ante la justicia por mas homicidios que huuiesse cometido?»

«Yo no se nada de omecillos387», respondio Sancho, «ni en mi vida le caté a ninguno; solo se que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean en el campo, y en essotro no me entremeto.»

«Pues no tengas pena, amigo», respondio   —138→   don Quixote; «que yo te sacaré de las manos de los caldeos, quanto mas de las de la Hermandad. Pero dime, por tu vida: ¿has visto388 mas valeroso   -fol. 35v-   cauallero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leydo en historias otro que tenga ni aya tenido mas brio en acometer, mas aliento en el perseuerar, mas destreza en el herir, ni mas maña en el derribar?»

«La verdad sea», respondio Sancho, «que yo no he leydo ninguna historia jamas, porque ni se leer ni escreuir; mas lo que osaré apostar es que mas atreuido amo que vuestra merced yo no le he seruido en todos los dias de mi vida, y quiera Dios que estos atreui[mi]entos no se paguen donde tengo dicho. Lo que le ruego a vuestra merced es que se cure, que le va mucha sangre de essa oreja; que aqui traygo hilas y vn poco de vnguento blanco en las alforjas.»

«Todo esso fuera bien escusado», respondio don Quixote, «si a mi se me acordara de hazer vna redoma del balsamo de Fierabras; que con sola vna gota se ahorraran tiempo y medizinas.»

«¿Qué redoma y qué balsamo es esse?» dixo Sancho Pança.

«Es vn balsamo», respondio don Quixote, «de quien tengo la receta en la memoria, con el qual no ay que tener temor a la muerte, ni ay pensar morir de ferida alguna. Y, ansi389 , quando yo le haga y te le de, no tienes mas que hazer sino que, quando vieres que en alguna   —139→   batalla me han partido por medio del cuerpo, como muchas vezes suele acontecer, bonitamente la parte del cuerpo que huuiere caydo en el suelo, y con mucha sotiliza390, antes que la sangre se yele, la pondras sobre la otra mitad que quedare en la silla, aduirtiendo de encaxallo ygualmente y al justo. Luego me daras a beuer solos dos tragos del391 balsamo que he dicho, y verasme392 quedar mas sano que vna mançana.»

«Si esso ay», dixo Pança,   -fol. 36r-   «yo renuncio desde aqui el gouierno de la prometida insula, y no quiero otra cosa en pago de mis muchos y buenos seruicios, sino que vuestra merced me de la receta de esse estremado licor; que para mi tengo que valdra la onça, adonde quiera, mas de a dos reales, y no he menester yo mas para passar esta vida honrada y descansadamente. Pero es de saber agora393 si tiene mucha costa el hazelle.»

«Con menos de tres reales se pueden hazer tres azumbres», respondio don Quixote.

«¡Pecador de mi!», replicó Sancho, «¿pues a qué aguarda vuestra merced a hazelle y a enseñarmele?»

«Calla, amigo», respondio don Quixote; «que mayores secretos pienso enseñarte y mayores mercedes hazerte; y por agora394 curemonos, que la oreja me duele mas de lo que yo quisiera.»

Sacó Sancho de las alforjas hilas y vnguento. Mas quando don Quixote llegó a ver rota su   —140→   zelada, penso perder el juyzio, y, puesta la mano en la espada y allando los ojos al cielo, dixo:

«Yo hago juramento al Criador de todas las cosas, y a los santos quatro Euangelios donde mas largamente estan escritos, de hazer la vida que hizo el grande Marques de Mantua quando juró395 de vengar la muerte de su sobrino Valdouinos, que fue de no comer pan a manteles, ni con su muger folgar, y otras cosas que, aunque dellas no me acuerdo, las doy aqui por expressadas, hasta tomar entera vengança del que tal desaguisado me fizo.»

Oyendo esto Sancho, le dixo:

«Aduierta vuestra merced, señor don Quixote, que si el cauallero cumplio lo que se le dexó ordenado de yrse396 a presentar ante mi señora Dulzinea del Toboso, ya aura cumplido con lo que deuia, y no merece otra pena si no comete nueuo delito.»

«Has hablado y apuntado   -fol. 36v-   muy bien», respondio don Quixote; «y, assi, anulo el juramento en quanto lo que toca a tomar del nueua vengança; pero hagole y confirmole de nueuo de hazer la vida que he dicho hasta tanto que quite por fuerça otra zelada, tal y tan buena como esta, a algun cauallero. Y no pienses, Sancho, que assi a humo de pajas hago esto; que bien tengo a quien imitar en ello, que esto mesmo397 passó al pie de la letra sobre el yelmo de Mambrino, que tan caro le costo a Sacripante398

  —141→  

«Que de al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mio», replicó Sancho, «que son muy en daño de la salud y muy en perjuyzio de la conciencia. Si no, digame aora: si acaso en muchos dias no topamos hombre armado con zelada, ¿qué hemos de hazer? ¿Hase de cumplir el juramento a despecho de tantos inconuenientes e incomodidades como sera el dormir vestido, y el no dormir en poblado, y otras mil penitencias que contenia el juramento de aquel loco viejo del Marques de Mantua, que vuestra merced quiere reualidar aora? Mire vuestra merced bien que por todos estos caminos no andan hombres armados, sino harrieros y carreteros, que no solo no traen zeladas, pero quiça no las han oydo nombrar en todos los dias de su vida.»

«Engañaste en esso», dixo don Quixote, «porque no auremos estado dos horas por estas encruzijadas, quando veamos mas armados que los que vinieron sobre Albraca a la conquista de Angelica la Bella399

«Alto, pues; sea ansi400», dixo Sancho, «y a Dios prazga que nos suceda bien, y que se llegue ya el tiempo de ganar esta insula que tan cara me cuesta, y muerame yo luego.»

«Ya te he dicho, Sancho, que no te de esso cuydado alguno; que, quando   -fol. 37r-   faltare insula, ay está el reyno de Dinamarca o el de Sobradisa401, que te vendran como anillo al dedo, y mas que, por ser en tierra firme, te deues mas alegrar. Pero dexemos esto para su tiempo,   —142→   y mira si traes algo en essas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algun castillo donde aloxemos esta noche y hagamos el balsamo que te he dicho, porque yo te boto a Dios, que me va doliendo mucho la oreja.»

«Aqui trayo vna cebolla y vn poco de queso y no se quantos mendrugos de pan», dixo Sancho; «pero no son manjares que pertenecen a tan valiente cauallero como vuestra merced.»

«Qué mal lo entiendes», respondio don Quixote; «hagote saber, Sancho, que es honra de los caualleros andantes no comer en vn mes, y ya que coman, sea de aquello que hallaren mas a mano; y esto se te hiziera cierto si huuieras leydo tantas historias como yo, que, aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relacion de que los caualleros andantes comiessen, si no era acaso y en algunos suntuosos banquetes que les hazian, y los demas dias se los passauan en flores402. Y aunque se dexa entender que no podian passar sin comer y sin hazer todos los otros menesteres naturales, porque, en efeto, eran hombres como nosotros, hase de entender tambien que, andando lo mas del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cozinero, que su mas ordinaria comida seria de viandas rusticas, tales como las que tu aora me ofreces. Assi que, Sancho amigo, no te congoje lo que a mi me da gusto; ni querras403   —143→   tu hazer mundo nueuo, ni sacar la caualleria andante de sus quicios.»

«Perdoneme vuestra merced», dixo Sancho;   -fol. 37v-   «que como yo no se leer ni escreuir, como otra vez he dicho, no se ni he caydo en las reglas de la profession caualleresca, y de aqui adelante yo proueere las alforjas de todo genero de fruta seca para vuestra merced, que es cauallero, y para mi las proueere, pues no lo soy, de otras cosas bolatiles y de mas sustancia.»

«No digo yo, Sancho», replicó don Quixote, «que sea forçoso a los caualleros andantes no comer otra cosa sino essas frutas que dizes, sino que su mas ordinario sustento deuia de ser dellas, y de algunas yeruas que hallauan por los campos, que ellos conocian y yo tambien conozco.»

«Virtud es», respondio Sancho, «conocer essas yeruas, que, segun yo me voy imaginando, algun dia sera menester vsar de esse conocimiento.»

Y sacando, en esto, lo que dixo que trahia, comieron los dos en buena paz y compaña. Pero desseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha breuedad su pobre y seca comida. Subieron luego a cauallo, y dieronse priessa por llegar a poblado antes que anocheciesse; pero faltoles el sol, y la esperança de alcançar lo que desseauan, junto a vnas choças de vnos cabreros, y, assi, determinaron de passarla alli; que, quanto fue de   —144→   pesadumbre para Sancho no llegar a poblado, fue de contento para su amo dormirla al cielo descubierto, por parecerle que cada vez que esto le sucedia era hacer vn acto possessiuo que facilitaua la prueua de su caualleria.



  —145→     -fol. 38r-  

ArribaAbajoCapitulo XI

De lo que le sucedio a don Quixote con vnos cabreros


Fve recogido de los cabreros con buen animo, y auiendo Sancho, lo mejor que pudo, acomodado a Rozinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedian de si ciertos tasajos de cabra, que hiruiendo al fuego en vn caldero estauan; y, aunque el quisiera en aquel mesmo404 punto ver si estauan en sazon de trasladarlos del caldero al estomago, lo dexó de hazer, porque los cabreros los quitaron del fuego, y, tendiendo por el suelo vnas pieles de ouejas, adereçaron con mucha priessa su rustica mesa, y combidaron a los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo que tenian. Sentaronse a la redonda de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada auia, auiendo primero, con grosseras ceremonias, rogado a don Quixote que se sentasse sobre vn dornajo que buelto del reues le pusieron. Sentose don Quixote, y quedauase Sancho en pie para seruirle la copa, que era hecha de cuerno. Viendole en pie su amo, le dixo:

«Porque veas, Sancho, el bien que en si encierra la andante caualleria, y quán a pique estan los que en qualquiera ministerio della se exercitan de venir breuemente a ser honrados y estimados del mundo, quiero que aqui, a mi lado y en compañia desta buena gente, te sientes,   —146→   y que seas vna mesma405 cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y beuas por donde yo beuiere, porque de la caualleria andante se puede dezir lo mesmo406 que del amor se dize407: que todas las cosas yguala.»

«Gran merced», dixo Sancho; «pero se dezir   -fol. 38v-   a vuestra merced que como yo tuuiesse bien de comer, tambien408 y mejor me lo comeria en pie y a mis solas como sentado a par de vn emperador. Y aun si va a dezir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincon, sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipauos de otras mesas donde me sea forçoso mascar despacio, beuer poco, limpiarme a menudo, no estornudar, ni toser si me viene gana, ni hazer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo. Ansi409 que, señor mio, estas honras que vuestra merced quiere darme por ser ministro y aderente de la caualleria andante, como lo soy siendo escudero de vuestra merced, conuiertalas en otras cosas que me sean de mas comodo y prouecho; que estas, aunque las doy por bien recebidas, las renuncio para desde aqui al fin del mundo.»

«Con todo esso, te has de sentar, porque a quien se humilla Dios le ensalça.»

Y, asiendole por el braço, le forço a que junto del410 se sentasse.

No entendian los cabreros aquella gerigonça de escuderos y de caualleros andantes, y no   —147→   hazian otra cosa que comer y callar, y mirar a sus huespedes, que, con mucho donayre y gana, embaulauan tassajo como el puño. Acabado el seruicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de bellotas auellanadas, y juntamente pusieron vn medio queso, mas duro que si fuera hecho de argamassa. No estaua en esto ocioso el cuerno, porque andaua a la redonda tan a menudo, ya lleno, ya vazio, como arcaduz de noria, que con facilidad vazió vn zaque de dos que estauan de manifiesto.

Despues que don Quixote huuo bien satisfecho su estomago, tomó vn puño de bellotas en la mano, y, mirandolas   -fol. 39r-   atentamente, solto la voz a semejantes razones:

«¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados; y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcançasse en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella viuian ignorauan estas dos palabras de tuyo y mio! Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necessario, para alcançar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alçar la mano y alcançarle de las robustas enzinas, que liberalmente les estauan combidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes rios, en magnifica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecian. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los   —148→   arboles formauan su republica las solicitas y discretas abejas, ofreciendo a qualquiera mano, sin interes alguno, la fertil cosecha de su dulcissimo trabajo. Los valientes alcornoques despedian de si, sin otro artificio que el de su cortesia, sus anchas y liuianas cortezas, con que se començaron a cubrir las casas, sobre rusticas estacas sustentadas, no mas que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aun no se auia atreuido la pesada reja del corbo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forçada, ofrecia por todas las partes de su fertil y espacioso seno lo que pudiesse hartar, sustentar y deleytar a los hijos que entonces la posseian.

»Entonces si que andauan las simples y hermosas çagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trença y en cabello, sin mas vestidos   -fol. 39v-   de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que aora se vsan, a quien la purpura de Tyro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos411 y yedra entretexidas, con lo que quiça yuan tan pomposas y compuestas como van agora412 nuestras cortesanas con las raras y peregrinas inuenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decorauan los concetos amorosos del alma   —149→   simple y sencillamente, del mesmo413 modo y manera que ella los concebia, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No auia la fraude, el engaño ni la malicia, mezcladose414 con la verdad y llaneza. La justicia se estaua en sus proprios415 terminos, sin que la osassen turbar ni ofender los del fauor y los del interesse, que tanto aora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaxe aun no se auia sentado416 en el entendimiento del juez, porque entonces no auia que juzgar, ni quien fuesse juzgado. Las donzellas y la honestidad andauan, como tengo dicho, por donde quiera, sola y señera417, sin temor que la agena desemboltura y lasciuo intento le418 menoscabassen, y su perdicion nacia de su gusto y propria419 voluntad. Y agora420, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nueuo laberinto como el de Creta; porque alli, por los resquicios, o por el ayre, con el zelo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les haze dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando mas los   -fol. 40r-   tiempos y creciendo mas la malicia, se instituyó la orden de los caualleros andantes para defender las donzellas, amparar las viudas, y socorrer a los huerfanos y a los menesterosos.

»Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gassaje421 y buen acogimiento que hazeis a mi y a mi escudero. Que,   —150→   aunque por ley natural estan todos los que viuen obligados a fauorecer a los caualleros andantes, todavia, por saber que sin saber vosotros esta obligacion me acogistes y regalastes, es razon que con la voluntad a mi possible os agradezca la vuestra.»

Toda esta larga arenga, que se pudiera muy bien escusar, dixo nuestro cauallero, porque las bellotas que le dieron le truxeron a la memoria la edad dorada. Y antojosele hazer aquel inutil razonamiento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embouados y suspensos, le estuuieron escuchando. Sancho, assi mesmo422, callaua y comia bellotas, y visitaua muy a menudo el segundo zaque, que, porque se enfriasse el vino, le tenian colgado de vn alcornoque.

Mas tardó en hablar don Quixote que en acabarse la cena; al fin de la qual vno de los cabreros dixo:

«Para que con mas veras pueda vuestra merced dezir, señor cauallero andante, que le agassajamos con prompta423 y buena voluntad, queremos darle solaz y contento con hazer que cante vn compañero nuestro, que no tardará mucho en estar aqui. El qual es vn zagal muy entendido y muy enamorado, y que, sobre todo, sabe leer y escreuir, y es musico de vn rabel424 que no ay mas que dessear.»

Apenas auia el cabrero acabado de dezir esto, quando llegó a sus oydos el son del rabel, y de alli a poco llegó el que le tañia, que era   —151→   vn   -fol. 40v-   moço de hasta veynte y dos años, de muy buena gracia. Preguntaronle sus compañeros si auia cenado, y, respondiendo que si, el que auia hecho los ofrecimientos le dixo:

«De essa manera, Antonio, bien podras hazernos plazer de cantar vn poco, por que vea este señor huesped que tenemos, que425 tambien por los montes y seluas ay quien sepa de musica. Hemosle dicho tus buenas habilidades, y desseamos que las muestres y nos saques verdaderos; y, assi, te ruego por tu vida que te sientes y cantes el romance de tus amores, que te compuso el beneficiado tu tio, que en el pueblo ha parecido muy bien.»

«Que me plaze», respondio el moço.

Y, sin hazerse mas de rogar, se sento en el tronco de vna desmochada enzina, y, templando su rabel, de alli a poco, con muy buena gracia, començo a cantar, diziendo desta manera:



ANTONIO

    Yo se, Olalla, que me adoras,
puesto que no me lo has dicho
ni aun con los ojos siquiera,
mudas lenguas de amorios.
    Porque se que eres sabida,  5
en que me quieres me afirmo;
que nunca fue desdichado
amor que fue conocido.
    Bien es verdad, que tal vez,
Olalla, me has dado indicio  10
-fol. 41r-
que tienes de bronze el alma
y el blanco pecho de risco.
Mas alla, entre tus reproches
—152→
y honestissimos desuios,
tal vez la esperança muestra  15
la orilla de su vestido.
Aualançase al señuelo
mi fe, que nunca ha podido,
ni menguar por no llamado,
ni crecer por escogido.  20
    Si el amor es cortesia,
de la que tienes colijo,
que el426 fin de mis esperanças
ha de ser qual imagino.
    Y si son seruicios parte  25
de hazer vn pecho benigno,
algunos de los que he hecho
fortalezen mi partido.
    Porque si has mirado en ello,
mas de vna vez auras visto  30
que me he vestido en los lunes
lo que me honraua el domingo.
    Como el amor y la gala
andan vn mesmo427 camino,
en todo tiempo a tus ojos  35
quise mostrarme polido.
-fol. 41v-
    Dexo428 el baylar por tu causa,
ni las musicas te pinto
que has escuchado a deshoras
y al canto del gallo primo.  40
    No cuento las alabanças
que de tu belleza he dicho;
que, aunque verdaderas, hazen
ser yo de algunas malquisto.
    Teresa del Berrocal,  45
yo alabandote, me dixo:
«Tal piensa que adora a429 vn angel,
y viene a adorar a vn gimio,
    merced a los muchos dixes,
y a los cabellos postizos,  50
y a hipocritas hermosuras
que engañan al amor mismo.»
—153→
    Desmentila, y enojose;
boluio por ella su primo,
desafiome, y ya sabes  55
lo que yo hize y el hizo.
    No te quiero yo a monton,
ni te pretendo y te siruo
por lo de barragania,
que mas bueno es mi designio.  60
    Coyundas tiene la Iglesia
que son lazadas de sirgo;
-fol. 42r-
pon tu el cuello en la gamella,
veras como pongo el mio.
    Donde no, desde aqui juro  65
por el santo mas bendito
de no salir de estas sierras
sino para capuchino.

Con esto dio el cabrero fin a su canto, y aunque don Quixote le rogo que algo mas cantasse, no lo consintio Sancho Pança, porque estaua mas para dormir que para oyr canciones. Y ansi430, dixo a su amo:

«Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego a donde ha de posar esta noche; que el trabajo que estos buenos hombres tienen todo el dia no permite que passen las noches cantando.»

«Ya te entiendo, Sancho», le respondio don Quixote; «que bien se me trasluze que las visitas del zaque piden mas recompensa de sueño que de musica.»

«A todos nos sabe bien, bendito sea Dios», respondio Sancho.

«No lo niego», replicó don Quixote; «pero acomodate tu donde quisieres, que los de mi   —154→   profession mejor parecen velando que durmiendo. Pero, con todo esto431, seria bien, Sancho, que me bueluas a curar esta oreja, que me va doliendo mas de lo que es menester.»

Hizo Sancho lo que se le mandaua. Y, viendo vno de los cabreros la herida, le dixo que no tuuiesse pena, que el pondria remedio con que facilmente se sanasse. Y, tomando algunas hojas de romero, de mucho que por alli auia, las mascó y las mezcló con vn poco de sal432, y, aplicandoselas a la oreja, se la vendó muy bien, assegurandole que no auia menester otra medicina, y assi fue la verdad.



  —155→     -fol. 42v-  

ArribaAbajoCapitulo XII

De lo que conto vn cabrero a los que estauan con don Quixote


Estando en esto, llegó otro moço de los que les traian del aldea el bastimento, y dixo:

«¿Sabeis lo que passa en el lugar, compañeros?»

«¿Cómo lo podemos saber?», respondio vno dellos.

«Pues sabed», prosiguio el moço, «que murio esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisostomo, y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moça de Marcela, la hija de Guillermo el rico, aquella que se anda en habito de pastora por essos andurriales.»

«Por Marcela dirás», dixo vno.

«Por essa digo», respondio el cabrero. «Y es lo bueno que mandó en su testamento que le enterrassen en el campo, como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque; porque, segun es fama, y el dizen que lo dixo, aquel lugar es adonde el la vio la vez primera. Y tambien mandó otras cosas, tales, que los abades del pueblo dizen que no se han de cumplir, ni es bien que se cumplan, porque parecen de gentiles. A todo lo qual responde aquel gran su amigo433 Ambrosio, el estudiante, que tambien se vistio de pastor con el, que se ha de cumplir todo,   —156→   sin faltar nada, como lo dexó mandado Grisostomo, y sobre esto anda el pueblo alborotado; mas, a lo que se dize, en fin se hara lo que Ambrosio y todos los pastores, sus amigos, quieren; y mañana le vienen a enterrar con gran pompa adonde tengo dicho. Y tengo para mi que ha de ser cosa muy de ver; a lo menos, yo no dexaré de yr a verla, si supiesse no   -fol. 43r-   boluer mañana al lugar.»

«Todos haremos lo mesmo434», respondieron los cabreros, «y echaremos suertes a quien ha de quedar a guardar las cabras de todos.»

«Bien dizes, Pedro», dixo [vno]; «que435 no sera menester vsar de essa diligencia, que yo me quedaré por todos; y no lo atribuyas a virtud y a poca curiosidad mia, sino a que no me dexa andar el garrancho que el otro dia me passó este pie.»

«Con todo esso, te lo agradecemos», respondio Pedro.

Y don Quixote rogo a Pedro le dixesse qué muerto era aquel y qué pastora aquella. A lo qual Pedro respondio que lo que sabia era que el muerto era vn hijodalgo rico, vezino de vn lugar que estaua en aquellas sierras, el qual auia sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los quales auia buelto a su lugar, con opinion de muy sabio y muy leydo. «Principalmente, dezian que sabia la ciencia de las estrellas, y de lo que passan alla en el cielo el sol y la luna, porque puntualmente nos dezia el cris del sol y de la luna.»

  —157→  

«Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse essos dos luminares mayores», dixo don Quixote.

Mas Pedro, no reparando en niñerias, prosiguio su cuento, diziendo:

«Assi mesmo436 adeuinaua quándo auia de ser el año abundante o estil.»

«Esteril quereys dezir, amigo», dixo don Quixote.

«Esteril o estil», respondio Pedro, «todo se sale alla. Y digo que con esto que dezia se hizieron su padre y sus amigos, que le dauan credito, muy ricos, porque hazian lo que el les aconsejaua, diziendoles: “Sembrad este año ceuada, no trigo; en este podeis sembrar garuanços, y no ceuada; el que viene sera de guilla de azeyte; los tres siguientes no se cogera gota.”»

«Essa ciencia se llama astrologia», dixo   -fol. 43v-   don Quixote.

«No se yo cómo se llama», replicó Pedro, «mas se que todo esto sabia, y aun mas. Finalmente437, no passaron muchos meses despues que vino de Salamanca, quando vn dia remanecio vestido de pastor, con su cayado438 y pellico, auiendose quitado los habitos largos que como escolar traía, y juntamente se vistio con el de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que auia sido su compañero en los estudios. Oluidauaseme de dezir como Grisostomo, el difunto, fue grande hombre de componer coplas; tanto, que el hazia los   —158→   villancicos para la noche del Nacimiento del Señor y los autos para el dia de Dios, que los representauan los moços de nuestro pueblo, y todos dezian que eran por el cabo. Quando los del lugar vieron tan de improuiso vestidos de pastores a los dos escolares, quedaron admirados, y no podian adiuinar la causa que les auia mouido a hazer aquella tan estraña mudança. Ya en este tiempo era muerto el padre de nuestro Grisostomo, y el quedó heredado en mucha cantidad de hazienda, ansi en muebles como en rayzes, y en no pequeña cantidad de ganado mayor y menor, y en gran cantidad de dineros; de todo lo qual quedó el moço señor desoluto, y en verdad que todo lo merecia; que era muy buen compañero, y caritatiuo, y amigo de los buenos, y tenia vna cara como vna bendicion. Despues se vino a entender que el auerse mudado de traje no auia sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados empos de aquella pastora Marcela, que nuestro çagal nombró denantes, de la qual se auia439 enamorado el pobre difunto de Grisostomo.   -fol. 44r-   Y quiero os dezir agora440, porque es bien que lo sepais, quien es esta rapaza; quiça, y aun sin quiça, no aureis oydo semejante cosa en todos los dias de vuestra vida, auque viuais mas años que Sarna.»

«Dezid Sarra», replicó don Quixote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero.

«Harto viue la sarna», respondio Pedro; «y   —159→   si es, señor, que me aueis de andar çaheriendo a cada passo los vocablos, no acabaremos en vn año.»

«Perdonad, amigo», dixo don Quixote; «que por auer tanta diferencia de sarna a Sarra os lo dixe. Pero vos respondistes muy bien, porque viue mas sarna que Sarra; y proseguid vuestra historia, que no os replicaré mas en nada.»

«Digo, pues, señor mio de mi alma», dixo el cabrero, «que en nuestra aldea huuo vn labrador, aun mas rico que el padre de Grisostomo, el qual se llamaua Guillermo, y al qual dio Dios, amen de las muchas y grandes riquezas, vna hija de cuyo parto murio su madre, que fue la mas honrada muger que huuo en todos estos contornos. No parece sino que aora la veo, con aquella cara que del vn cabo tenia el sol y del otro la luna, y, sobre todo, hazendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que deue de estar su anima a la hora de aora441 gozando de Dios en el otro mundo. De pesar de la muerte de tan buena muger murio su marido Guillermo, dexando a su hija Marcela, muchacha y rica, en poder de vn tio suyo, sacerdote y beneficiado en nuestro lugar. Crecio la niña con tanta belleza, que nos hazia acordar de la de su madre, que la tuuo muy grande, y, con todo esto, se juzgaua que le auia442 de passar la de la   -fol. 44v-   hija.

»Y assi fue, que, quando llegó a edad de catorze a quinze años, nadie la miraua que   —160→   no bendezia a Dios, que tan hermosa la auia criado, y los mas quedauan enamorados y perdidos por ella. Guardauala su tio con mucho recato y con mucho encerramiento; pero, con todo esto, la fama de su mucha hermosura se estendio de manera que, assi por ella como por sus muchas riquezas, no solamente de los de nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas a la redonda, y de los mejores dellos, era rogado, solicitado e importunado su tio se la diesse por muger. Mas el, que a las derechas es buen christiano, aunque quisiera casarla luego, assi como la via de edad, no quiso hazerlo sin su consentimiento, sin tener ojo a la ganancia y grangeria que le ofrecia el tener la hazienda de la moça, dilatando su casamiento. Y a fe que se dixo esto en mas de vn corrillo en el pueblo, en alabança del buen sacerdote. Que quiero que sepa, señor andante, que en estos lugares cortos443 de todo se trata y de todo se murmura. Y tened para vos, como yo tengo para mi, que deuia de ser demasiadamente bueno el clerigo que obliga a sus feligreses a que digan bien del, especialmente en las aldeas.»

«Assi es la verdad», dixo don Quixote, «y proseguid adelante; que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contais con muy buena gracia.»

«La del Señor no me falte, que es la que haze al caso. Y en lo demas, sabreis que, aunque el tio proponia a la sobrina y le dezia las calidades   —161→   de cada vno en particular, de los muchos que por muger la pedian, rogandole que se casasse y escogiesse a su gusto, jamas ella respondio otra cosa sino que por entonces no queria   -fol. 45r-   casarse, y que, por ser tan muchacha, no se sentia abil para poder lleuar la carga del matrimonio. Con estas que daua, al parecer, justas escusas, dexaua el tio de importunarla, y esperaua a que entrasse algo mas en edad, y ella supiesse escoger compañia a su gusto. Porque dezia el, y dezia muy bien, que no auian de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad. Pero hetelo aqui, quando no me cato444, que remanece vn dia la melindrosa Marcela hecha pastora; y, sin ser parte su tio ni todos los del pueblo, que se lo desaconsejauan, dio en yrse al campo con las demas çagalas del lugar, y dio en guardar su mesmo445 ganado. Y, assi como ella salio en publico y su hermosura se vio al descubierto, no os sabre buenamente dezir quántos ricos mancebos, hidalgos y labradores, han tomado el traje de Grisostomo y la andan requebrando por essos campos. Vno de los quales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del qual dezian que la dexaua de querer, y la adoraua.

»Y no se piense que porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta, y de tan poco o de ningun recogimiento, que por esso ha dado indicio, ni por semejas, que venga en menoscabo de su honestidad y recato; antes es tanta y tal la vigilancia con que mira por   —162→   su honra, que de quantos la siruen y solicitan ninguno se ha alabado, ni con verdad se podra alabar, que le aya dado alguna pequeña esperança de alcançar su desseo. Que, puesto que no huye ni se esquiua de la compañia y conuersacion de los pastores, y los trata cortes y amigablemente, en llegando a descubrirle su intencion qualquiera dellos, aunque sea tan justa y santa como la del matrimonio, los   -fol. 45v-   arroja de si como con vn trabuco. Y con esta manera de condicion haze mas daño en esta tierra que si por ella entrara la pestilencia; porque su afabilidad y hermosura atrae los coraçones de los que la tratan a seruirla y a amarla; pero su desden y desengaño los conduze a terminos de desesperarse, y, assi, no saben que dezirle, sino llamarla a vozes cruel y desagradecida, con otros titulos a este semejante[s]446, que bien la calidad de su condicion manifiestan. Y si aqui estuuiessedes, señor, algun dia, veriades resonar estas sierras y estos valles con los lamentos de los desengañados que la siguen.

»No está muy lexos de aqui vn sitio donde ay casi dos dozenas de altas hayas, y no ay ninguna que en su lisa corteza no tenga grauado y escrito el nombre de Marcela, y encima de alguno447, vna corona grauada en el mesmo448 arbol, como si mas claramente dixera su amante que Marcela la lleua y la merece de toda la hermosura humana. Aqui sospira449 vn pastor, alli se quexa otro, aculla se oyen amorosas canciones, aca desesperadas endechas.   —163→   Qual ay que passa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna enzina o peñasco, y alli, sin plegar los llorosos ojos, embeuecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana; y qual ay que, sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad del ardor de la mas enfadosa siesta del verano, tendido sobre la ardiente arena, embia sus quexas al piadoso cielo; y deste y de aquel, y de aquellos y de estos, libre y desenfadadamente triunfa la hermosa Marcela, y todos los que la conocemos estamos esperando en qué ha de parar su altiuez, y quién ha de ser el dichoso   -fol. 46r-   que ha de venir a domeñar condicion tan terrible y gozar de hermosura tan estremada. Por ser todo lo que he contado tan aueriguada verdad, me doy450 a entender que tambien lo es la que nuestro çagal dixo que se dezia de la causa de la muerte de Grisostomo. Y, assi, os aconsejo, señor, que no dexeis de hallaros mañana a su entierro, que sera muy de ver, porque Grisostomo tiene muchos amigos, y no está de este lugar a aquel donde manda enterrarse media legua.»

«En cuydado me lo tengo», dixo don Quixote, «y agradezcoos el gusto que me aueis dado con la narracion de tan sabroso cuento.»

«¡O!», replicó el cabrero, «aun no se yo la mitad de los casos sucedidos a los amantes de Marcela; mas podria ser que mañana topassemos en el camino algun pastor que nos los dixesse, y por aora, bien sera que os vais a   —164→   dormir debaxo de techado, porque el sereno os podria dañar la herida, puesto que es tal la medicina que se os ha puesto, que no ay que temer de contrario acidente.»

Sancho Pança, que ya daua al diablo el tanto hablar del cabrero, solicitó, por su parte, que su amo se entrasse a dormir en la choça de Pedro. Hizolo assi, y todo lo mas de la noche se le passó en memorias de su señora Dulzinea, a imitacion de los amantes de Marcela. Sancho Pança se acomodó entre Rozinante y su jumento, y durmio, no como enamorado desfauorecido, sino como hombre molido a cozes.



  —165→     -fol. 46v-  

ArribaAbajoCapitulo XIII

Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucessos


Mas apenas començo a descubrirse el dia por los valcones del Oriente, quando los cinco de los seis cabreros se leuantaron y fueron a despertar a don Quixote, y a dezille si estaua todavia con proposito de yr a ver el famoso entierro de Grisostomo, y que ellos le harian compañia. Don Quixote, que otra cosa no desseaua, se leuantó y mandó a Sancho que ensillasse y enalbardasse al momento, lo qual el hizo con mucha diligencia, y con la mesma se pusieron luego todos en camino. Y no huuieron andado vn quarto de legua, quando, al cruzar de vna senda, vieron venir hazia ellos hasta seis pastores, vestidos con pellicos negros y coronadas las cabeças con guirnaldas de cypres y de amarga adelfa. Traia cada vno vn gruesso baston de azebo en la mano. Venian con ellos, assi mesmo, dos gentiles hombres de a cauallo, muy bien adereçados de camino, con otros tres moços de a pie que los acompañauan. En llegandose a juntar se saludaron cortesmente, y, preguntandose los vnos a los otros donde yuan, supieron que todos se encaminauan al lugar del entierro, y, assi, començaron a caminar todos juntos.

  —166→  

Vno de los de a cauallo, hablando con su compañero, le dixo:

«Pareceme, señor Viualdo, que auemos de dar por bien empleada la tardança que hizieremos en ver este famoso entierro, que no podra dexar de ser famoso, segun estos pastores nos han contado estrañezas,   -fol. 47r-   ansi451 del muerto pastor como de la pastora omicida.»

«Assi me lo parece a mi», respondio Viualdo; «y no digo yo hazer tardança de vn dia, pero de quatro la hiziera, a trueco de verle.»

Preguntoles don Quixote qué era lo que auian oydo de Marcela y de Grisostomo. El caminante dixo que aquella madrugada auian en[con]trado452 con aquellos pastores, y que, por auerles visto en aquel tan triste traje, les auian preguntado la ocasion porque yuan de aquella manera; que vno dellos se lo conto, contando la estrañeza y hermosura de vna pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la requestauan, con la muerte de aquel Grisostomo a cuyo entierro yuan. Finalmente, el conto todo lo que Pedro a don Quixote auia contado.

Cessó esta platica, y començose otra, preguntando el que se llamaua Viualdo a don Quixote qué era la ocasion que le mouia a andar armado de aquella manera por tierra tan pacifica.

A lo qual respondio don Quixote:

«La profession de mi exercicio no consiente   —167→   ni permite que yo ande de otra manera. El buen passo, el regalo y el reposo alla se inuentó para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas solo se inuentaron e hizieron para aquellos que el mundo llama caualleros andantes, de los quales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.»

Apenas le oyeron esto, quando todos le tuuieron por loco. Y por aueriguarlo mas y ver qué genero de locura era el suyo, le tornó a preguntar Viualdo, que453 qué queria dezir caualleros andantes.

«¿No han vuestras mercedes leydo», respondio don Quixote, «los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey   -fol. 47v-   Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artus, de quien es tradicion antigua y comun en todo aquel reyno de la gran Bretaña, que este reyno murio, sino que, por arte de encantamento, se conuirtio en cueruo, y que, andando los tiempos, ha de boluer a reynar y a cobrar su reyno, y cetro; a cuya causa no se prouará que desde aquel tiempo a este aya ningun ingles muerto cueruo alguno454? Pues en tiempo deste buen rey fue instituyda aquella famosa orden de caualleria de los caualleros de la Tabla Redonda, y passaron, sin faltar vn punto, los amores que alli se cuentan de don Lançarote del Lago con la reyna Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nacio   —168→   aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de:


“Nunca fuera cauallero
de damas tan bien seruido,
como fuera Lançarote
quando de Bretaña vino,”

con aquel progresso tan dulce y tan suaue de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces, de mano en mano, fue aquella orden de caualleria estendiendose y dilatandose por muchas y diuersas partes del mundo. Y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadis de Gaula, con todos sus hijos y nietos, hasta la quinta generacion, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el nunca como se deue alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros dias vimos y comunicamos y oymos al inuencible y valeroso cauallero don Belianis de Grecia. Esto, pues, señores, es ser cauallero andante, y la que he dicho es la orden   -fol. 48r-   de su caualleria; en la qual, como otra vez he dicho, yo, aunque pecador, he hecho profession, y lo mesmo455 que professaron los caualleros referidos professo yo. Y, assi, me voy por estas soledades y despoblados buscando las auenturas, con animo deliberado de ofrecer mi braço y mi persona a la mas peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos y menesterosos.»

Por estas razones que dixo, acabaron de enterarse los caminantes que era don Quixote   —169→   falto de juyzio456, y del genero de locura que lo señoreaua, de lo qual recibieron la mesma457 admiracion que recibian458 todos aquellos que de nueuo venian en conocimiento della. Y Viualdo, que era persona muy discreta y de alegre condicion, por passar sin pesadumbre el poco camino que dezian que les faltaua, al llegar a la sierra del entierro, quiso darle ocasion a que passasse mas adelante con sus disparates. Y assi le dixo:

«Pareceme, señor cauallero andante, que vuestra merced ha professado vna de las mas estrechas professiones que ay en la tierra, y tengo para mi que aun la de los frayles cartuxos no es tan estrecha.»

«Tan estrecha bien podia ser», respondio nuestro don Quixote; «pero tan necessaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponello en duda; porque, si va a dezir verdad, no haze menos el soldado que pone en execucion lo que su capitan le manda, que el mesmo459 capitan que se lo ordena. Quiero dezir que los religiosos, con toda paz y sossiego, piden al cielo el bien de la tierra; pero los soldados y caualleros ponemos en execucion lo que ellos pide[n], defendiendola   -fol. 48v-   con el valor de nuestros braços y filos de nuestras espadas, no debaxo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en el verano y de los erizados yelos del inuierno. Assi, que somos ministros de Dios en la tierra, y braços por quien se executa en ella su   —170→   justicia. Y como las cosas de la guerra y las a ellas460 tocantes y concernientes no se pueden poner en execucion sino sudando, afanando y trabajando461, siguese que aquellos que la professan tienen, sin duda, mayor trabajo que aquellos que en sossegada paz y reposo estan rogando a Dios fauorezca a los que poco pueden. No quiero yo dezir, ni me passa por pensamiento, que es tan buen estado el de cauallero andante como el del encerrado religioso; solo quiero inferir, por lo que yo padezco, que sin duda es mas trabajoso y mas aporreado, y mas hambriento y sediento, miserable, roto y piojoso; porque no ay duda sino que los caualleros andantes passados passaron mucha malauentura en el discurso de su vida. Y si algunos subieron a ser emperadores por el valor de su braço, a fe que les costo buen porque462 de su sangre y de su sudor; y que si a los que a tal grado subieron les faltaran encantadores y sabios que los ayudaran, que ellos quedaran bien defraudados de sus desseos, y bien engañados de sus esperanças.»

«De esse parecer estoy yo», replicó el caminante; «pero vna cosa, entre otras muchas, me parece muy mal de los caualleros andantes, y es que, quando se ven en ocasion de acometer vna grande y peligrosa auentura en que se vee manifiesto peligro de perder la vida, nunca en aquel instante de acometella   -fol. 49r-   se acuerdan de encomendarse a Dios, como cada christiano está obligado a hazer en peligros semejantes;   —171→   antes se encomiendan a sus damas, con tanta gana y deuocion, como si ellas fueran su Dios: cosa que me parece que huele algo a gentilidad.»

«Señor», respondio don Quixote, «esso no puede ser menos en ninguna manera, y caeria en mal caso el cauallero andante que otra cosa hiziesse; que ya está en vso y costumbre en la caualleria andantesca que el cauallero andante que al acometer algun gran fecho de armas tuuiesse su señora delante, buelua a ella los ojos blanda y amorosamente, como que le pide con ellos le fauorezca y ampare en el dudoso trance que acomete. Y aun si nadie le oye, está obligado a dezir algunas palabras entre dientes, en que de todo coraçon se le encomiende; y desto tenemos innumerables exemplos en las historias. Y no se ha de entender por esto que han de dexar de encomendarse a Dios; que tiempo y lugar les queda para hazerlo en el discurso de la obra.»

«Con todo esso», replicó el caminante, «me queda vn escrupulo, y es que muchas vezes he leydo que se trauan palabras entre dos andantes caualleros, y, de vna en otra, se les viene a encender la colera, y a boluer los cauallos y tomar463 vna buena pieça del campo, y luego, sin mas ni mas, a todo el correr dellos, se bueluen a encontrar, y en mitad de la corrida se encomiendan a sus damas; y lo que suele suceder del encuentro es que el vno cae por las ancas del cauallo passado con la lança del contrario   —172→   de parte a parte, y al otro le viene464 tambien, que, a no tenerse a las crines   -fol. 49v-   del suyo, no pudiera dexar de venir al suelo. Y no se yo como el muerto tuuo lugar para encomendarse a Dios en el discurso de esta tan acelerada obra. Mejor fuera que las palabras que en la carrera gastó encomendandose a su dama, las gastara en lo que deuia y estaua obligado como christiano. Quanto mas, que yo tengo para mi que no todos los caualleros andantes tienen damas a quien encomendarse, porque no todos son enamorados.»

«Esso no puede ser», respondio don Quixote; «digo que no puede ser que aya cauallero andante sin dama, porque tan proprio465 y tan natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas. Y a buen seguro que no se aya visto historia donde se halle cauallero andante sin amores, y, por el mesmo caso que estuuiesse sin ellos, no seria tenido por legitimo cauallero, sino por bastardo, y que entró en la fortaleza de la caualleria dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador y ladron466

«Con todo esso», dixo el caminante, «me parece, si mal no me acuerdo, auer leydo que don Galaor, hermano del valeroso Amadis de Gaula, nunca tuuo dama señalada a quien pudiesse encomendarse, y con todo esto no fue tenido en menos, y fue vn muy valiente y famoso cauallero.»

A lo qual respondio nuestro don Quixote:

  —173→  

«Señor, vna golondrina sola no haze verano; quanto mas que yo se que de secreto estaua esse cauallero muy bien enamorado; fuera que aquello de querer a todas bien quantas bien le parecian era condicion natural a quien no podia yr a la mano. Pero, en resolucion, aueriguado está muy bien que el   -fol. 50r-   tenia vna sola a quien el auia hecho señora de su voluntad, a la qual se encomendaua muy a menudo y muy secretamente, porque se preció de secreto cauallero.»

«Luego, si es de essencia que todo cauallero andante aya de ser enamorado», dixo el caminante, «bien se puede creer que vuestra merced lo es, pues es de la profession. Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto como don Galaor, con las veras que puedo le suplico, en nombre de toda esta compañia y en el mio, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama; que ella se tendria por dichosa de que todo el mundo sepa que es querida y seruida de vn tal cauallero como vuestra merced parece.»

Aqui dio vn gran suspiro don Quixote, y dixo:

«Yo no podre afirmar si la dulce mi enemiga467 gusta o no de que el mundo sepa que yo la siruo; solo se dezir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulzinea; su patria, el Toboso, vn lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reyna y señora mia; su hermosura, sobrehumana, pues   —174→   en ella se vienen a hazer verdaderos todos los impossibles y quimericos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos Eliseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mexillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alauastro su cuello, marmol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieue, y las partes que a la vista humana encubrio la honestidad son tales, segun yo pienso y entiendo, que solo la discreta consideracion puede encarecerla[s]468 y no compararlas.»

  -fol. 50v-  

«El linaje, prosapia y alcurnia querriamos saber», replicó Viualdo.

A lo qual respondio don Quixote:

«No es de los antiguos Curcios, Gayos y Cipiones romanos; ni de los modernos Colonas y Vrsinos; ni de los Moncadas y Requesenes de Cataluña; ni menos de los Rebellas y Villanouas de Valencia; Palafoxes, Nuças, Rocabertis, Corellas, Lunas, Alagones, Vrreas, Fozes y Gurreas de Aragon; Cerdas, Manriques, Mendoças y Guzmanes de Castilla; Alencastros, Pallas y Meneses de Portogal469; pero es de los del Toboso de la Mancha, linage, aunque moderno, tal que puede dar generoso principio a las mas ilustres familias de los venideros siglos. Y no se me replique en esto, si no fuere con las condiciones que puso Cerbino al pie del trofeo de las armas de Orlando, que dezia:


       “Nadie las mueua,
que estar no pueda con Roldan a prueua470.”»



  —175→  

«Aunque el mio es de los Cachopines de Laredo471», respondio el caminante, «no le osaré yo poner con el del Toboso de la Mancha, puesto que, para dezir verdad, semejante apellido hasta aora no ha llegado a mis oydos.»

«¡Como esso no aura llegado!», replicó don Quixote.

Con gran atencion yuan escuchando todos los demas la platica de los dos, y aun hasta los mesmos472 cabreros y pastores conocieron la demasiada falta de juyzio de nuestro don Quixote. Solo Sancho Pança pensaua que quanto su amo dezia era verdad, sabiendo el quién era y auiendole conocido desde su nacimiento. Y en lo que dudaua algo era en creer aquello de la linda Dulzinea del Toboso, porque nunca tal nombre ni tal princesa auia llegado jamas a su noticia,   -fol. 51r-   aunque viuia tan cerca del Toboso.

En estas platicas yuan, quando vieron que, por la quiebra que dos altas montañas hazian, baxauan hasta veynte pastores, todos con pellicos de negra lana vestidos, y coronados con guirnaldas, que, a lo que despues parecio, eran qual de texo y qual de cipres. Entre seys dellos traian vnas andas, cubiertas de mucha diuersidad de flores y de ramos, lo qual visto por vno de los cabreros, dixo:

«Aquellos que alli vienen son los que traen el cuerpo de Grisostomo, y el pie de aquella montaña es el lugar donde el mandó que le enterrassen.»

  —176→  

Por esto se dieron priessa a llegar, y fue a tiempo que ya los que venian auian puesto las andas en el suelo, y quatro dellos con agudos picos estauan cauando la sepultura a vn lado de vna dura peña. Recibieronse los vnos y los otros cortesmente. Y luego don Quixote y los que con el venian se pusieron a mirar las andas, y en ellas vieron cubierto de flores vn cuerpo muerto, vestido473 como pastor, de edad, al parecer, de treinta años; y, aunque muerto, mostraua que viuo auia sido de rostro hermoso y de disposi[ci]on gallarda. Alrededor del tenia en las mesmas474 andas algunos libros y muchos papeles abiertos y cerrados. Y, assi, los que esto mirauan como los que abrian la sepultura y todos los demas que alli auia, guardauan vn marauilloso silencio, hasta que vno de los que al muerto truxeron, dixo a otro:

«Mira bien, Ambrosio, si es este el lugar que Grisostomo dixo, ya [que]475 quereis que tan puntualmente se cumpla lo que dexó mandado en su testamento.»

«Este es», respondio Ambrosio; «que muchas vezes en el me conto mi desdichado amigo la historia   -fol. 51v-   de su desuentura. Alli me dixo el que vio la vez primera a aquella enemiga mortal del linaje humano, y alli fue tambien donde la primera vez le declaró su pensamiento, tan honesto como enamorado; y alli fue la vltima vez donde Marcela le acabó de desengañar y desdeñar, de suerte que puso fin a la   —177→   tragedia de su miserable vida. Y aqui, en memoria de tantas desdichas, quiso el que le depositassen en las entrañas del eterno oluido.»

Y boluiendose a don Quixote y a los caminantes, prosiguio diziendo:

«Esse cuerpo, señores, que con piadosos ojos estais mirando, fue depositario de vn alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas. Esse es el cuerpo de Grisostomo, que fue vnico en el ingenio, solo en la cortesia, estremo en la gentileza, fenix en la amistad, magnifico sin tassa, graue sin presuncion, alegre sin baxeza, y, finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fue ser desdichado. Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado; rogo a vna fiera, importunó a vn marmol, corrio tras el viento, dio vozes a la soledad, siruio a la ingratitud, de quien alcançó por premio ser despojos de la muerte en la mitad de la carrera de su vida, a la qual dio fin vna pastora, a quien el procuraua eternizar para que viuiera en la memoria de las gentes, qual lo pudieran mostrar bien essos papeles que estais mirando, si el no me huuiera mandado que los entregara al fuego en auiendo entregado su cuerpo a la tierra.»

«De mayor rigor y crueldad vsareis vos con ellos», dixo Viualdo, «que su mesmo476 dueño, pues no es justo ni acertado que se cumpla la voluntad de quien lo que ordena477 va fuera de   -fol. 52r-   todo razonable discurso; y no le tuuiera bueno A[u]gusto478 Cesar si consintiera que se pusiera   —178→   en execucion lo que el diuino Mantuano dexó en su testamento mandado. Ansi479 que, señor Ambrosio, ya que deis el cuerpo de vuestro amigo a la tierra, no querais dar sus escritos al oluido; que si el ordenó como agrauiado, no es bien que vos cumplais como indiscreto. Antes hazed, dando la vida a estos papeles, que la tenga siempre la crueldad de Marcela, para que sirua de exemplo en los tiempos que estan por venir, a los viuientes, para que se aparten y huyan de caer en semejantes despeñaderos; que ya se yo, y los que aqui venimos, la historia deste vuestro enamorado y desesperado amigo, y sabemos la amistad vuestra, y la ocasion de su muerte, y lo que dexó mandado al acabar de la vida; de la qual lamentable historia se puede sacar quánta480 aya sido la crueldad de Marcela, el amor de Grisostomo, la fe de la amistad vuestra, con el paradero que tienen los que a rienda suelta corren por la senda que el desuariado amor delante de los ojos les pone. Anoche supimos la muerte de Grisostomo, y que en este lugar auia de ser enterrado, y, assi, de curiosidad y de lastima, dexamos nuestro derecho viaje, y acordamos de venir a ver con los ojos lo que tanto nos auia lastimado en oyllo. Y en pago desta lastima y del desseo que en nosotros nacio de remedialla si pudieramos, te rogamos, ¡o discreto Ambrosio!, a lo menos, yo te lo suplico de mi parte, que, dexando de abrasar estos papeles, me dexes lleuar algunos dellos.»

  —179→  

Y, sin aguardar que el pastor respondiesse, alargó la mano y tomó algunos de los que mas cerca   -fol. 52v-   estauan; viendo lo qual Ambrosio, dixo:

«Por cortesia consentire que os quedeis, señor, con los que ya aueis tomado; pero pensar que dexaré de [abrasar]481 los que quedan, es pensamiento vano.»

Viualdo, que desseaua ver lo que los papeles dezian, abrio luego el vno dellos y vio que tenia por titulo Cancion desesperada. Oyolo Ambrosio, y dixo:

«Esse es el vltimo papel que escriuio el desdichado, y porque veais, señor, en el termino que le tenian sus desuenturas, leelde de modo que seais oydo; que bien os dara lugar a ello el que se tardare en abrir la sepultura.»

«Esso hare yo de muy buena gana», dixo Viualdo.

Y como todos los circunstantes tenian el mesmo482 desseo, se le pusieron a la redonda, y el, leyendo en voz clara, vio que assi dezia:



  —180→  

ArribaAbajoCapitulo XIV

Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucessos





CANCION DE GRISOSTOMO


   Ya que quieres, cruel, que se publique
de lengua en lengua y de vna en otra gente483
del aspero rigor tuyo la fuerça,
hare que el mesmo infierno comunique
al triste pecho mio vn son doliente,  5
con que el vso comun de mi voz tuerça.
Y al par de mi desseo, que se esfuerça
a dezir mi dolor y tus hazañas,
de la espantable voz yra el acento,
y en el mezcladas484, por mayor tormento  10
pedaços de las miseras entrañas.
-fol. 53r-
Escucha, pues, y presta atento oydo,
no al concertado son, sino al ruydo
que de lo hondo de mi amargo pecho,
lleuado de vn forçoso desuario,  15
por gusto mio sale y tu despecho.

    El [rugir]485 del leon, del lobo fiero,
el temeroso aullido, el siluo horrendo
de escamosa serpiente, el espantable
baladro486 de algun monstruo, el agorero  20
graznar de la corneja, y el estruendo
del viento contrastado en mar instable;
del ya vencido toro el implacable
bramido, y de la viuda tortolilla
el sentible arrullar; el triste canto  25
del embidiado buho, con el llanto
de toda la infernal negra quadrilla,
salgan con la doliente anima fuera487,
mezclados en vn son, de tal manera,
—181→
que se confundan los sentidos todos,  30
pues la pena cruel que en mi se halla,
para contalle488 pide nueuos modos.

    De tanta confusion, no las arenas
del padre Tajo oyran los tristes ecos,
ni del famoso Betis las oliuas;  35
que alli se esparziran mis duras penas
en altos riscos y en profundos huecos,
con muerta lengua y con palabras viuas489,
o ya en escuros valles, o en esquiuas
playas, desnudas de contrato humano,  40
o adonde el sol jamas mostro su lumbre,
o entre la venenosa muchedumbre
de fieras que alimenta el libio490 llano;
-fol. 53v-
que, puesto que en los paramos desiertos
los ecos roncos de mi mal, inciertos,  45
suenen con tu rigor tan sin segundo,
por priuilegio de mis cortos hados,
seran lleuados por el ancho mundo.

    Mata vn desden, atierra la paciencia,
o verdadera o falsa, vna sospecha;  50
matan los zelos con rigor mas fuerte;
desconcierta la vida larga ausencia:
contra vn temor de oluido no aprouecha
firme esperança de dichosa suerte.
En todo ay [cierta]491, ineuitable muerte,  55
mas yo, ¡milagro nunca visto!, viuo
zeloso, ausente, desdeñado y cierto
de las sospechas que me tienen muerto,
y en el oluido en quien mi fuego auiuo,
y, entre tantos tormentos, nunca alcança  60
mi vista a ver en sombra a la esperança,
ni492 yo, desesperado, la procuro;
antes, por estremarme en mi querella,
estar sin ella eternamente juro.

    ¿Puedese, por uentura, en vn instante  65
esperar y temer, o es bien hazello,
siendo las causas del temor mas ciertas?
¿Tengo, si el duro zelo está delante,
—182→
de cerrar estos ojos, si he de vello
por mil heridas en el alma abiertas?  70
¿Quién no abrira de par en par las puertas
a la desconfiança, quando mira
descubierto el desden, y las sospechas,
¡o amarga conuersion!, verdades hechas,
y la limpia verdad buelta en mentira?  75
-fol. 54r-
¡O en el reyno de amor fieros tyranos
zelos!, ponedme vn hierro en estas manos;
dame, desden, vna torcida soga;
mas ¡ay de mi!, que, con cruel vitoria,
vuestra memoria el sufrimiento ahoga.  80

    Yo muero, en fin; y por que nunca espere
buen sucesso en la muerte, ni en la vida,
pertinaz estare en mi fantasia;
dire que va acertado el que bien quiere,
y que es mas libre el alma mas rendida  85
a la de amor antigua tyrania.
Dire que la enemiga siempre mia
hermosa el alma como el cuerpo tiene,
y que su oluido de mi culpa nace,
y que en fe de los males que nos haze,  90
amor su imperio en justa paz mantiene.
Y con esta opinion, y vn duro lazo,
acelerando el miserable plazo
a que me han conduzido sus desdenes,
ofrecere a los vientos cuerpo y alma,  95
sin lauro o palma de futuros bienes.

    Tu, que con tantas sinrazones muestras
la razon que me fuerça a que la haga
a la cansada vida que aborrezco,
pues ya ves que te da notorias muestras  100
esta del coraçon profunda llaga,
de como alegre a tu rigor me ofrezco,
si por dicha conoces que merezco
que el cielo claro de tus bellos ojos
en mi muerte se turbe, no lo hagas;  105
que no quiero que en nada satisfagas
al darte de mi alma los despojos.
—183→
-fol. 54v-
Antes con risa en la ocasion funesta
descubre que el fin mio fue tu fiesta;
mas gran simpleza es auisarte desto,  110
pues se que está tu gloria conocida
en que mi vida llegue al fin tan presto

    Venga, que es tiempo ya, del hondo abismo
Tantalo con su sed, Sisifo venga
con el peso terrible de su canto;  115
Ticio traya493 su buitre, y ansi mismo
con su rueda Egion no se detenga,
ni las hermanas que trabajan tanto.
Y todos juntos su mortal494 quebranto
trasladen en mi pecho, y en voz baxa,  120
si ya a un desesperado son deuidas,
canten obsequias tristes, doloridas,
al cuerpo, a quien se niegue aun la mortaja.
Y el portero infernal de los tres rostros,
con otras mil quimeras y mil monstros495,  125
lleuen el doloroso contrapunto;
que otra pompa mejor no me parece
que la merece vn amador difunto.

    Cancion desesperada, no te quexes
quando mi triste compañia dexes;  130
antes, pues que la causa do naciste
con mi desdicha augmenta496 su ventura,
aun en la sepultura, no estes triste497.

Bien les parecio a los que escuchado auian la cancion de Grisostomo, puesto que el que la leyo dixo que no le parecia que conformaua con la relacion que el auia oydo del recato y bondad de Marcela, porque en ella se quexaua Grisostomo de zelos, sospechas   -fol. 55r-   y de ausencia, todo en perjuyzio del buen credito y buena fama de Marcela. A lo qual respondio Ambrosio, como aquel que sabia bien los mas escondidos pensami[e]ntos de su amigo:

  —184→  

«Para que, señor, os satisfagais dessa498 duda, es bien que sepais que quando este desdichado escriuio esta cancion estaua ausente de Marcela, de quien el se499 auia ausentado por su voluntad, por ver si vsaua con el la ausencia de sus ordinarios fueros. Y como al enamorado ausente no ay cosa que no le fatigue ni temor que no le de alcance, assi le fatigauan a Grisostomo los zelos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas. Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela, la qual500, fuera de ser cruel y vn poco arrogante, y vn mucho desdeñosa, la mesma embidia ni deue ni puede ponerle501 falta alguna.»

«Assi es la verdad», respondio Viualdo.

Y, queriendo leer otro papel de los que auia reseruado del fuego, lo estoruó vna marauillosa vision, que tal parecia ella, que improuisamente se les ofrecio a los ojos, y fue que por cima de la peña donde se cauaua la sepultura, parecio la pastora Marcela, tan hermosa, que passaua a su fama su hermosura. Los que hasta entonces no la auian visto la mirauan con admiracion y silencio, y los que ya estauan acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que los que nunca la auian visto. Mas apenas la huuo visto Ambrosio, quando con muestras de animo indignado le dixo:

«¿Vienes a ver por ventura, ¡o fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu   —185→   crueldad quitó la vida?502 ¿O vienes a vfanarte   -fol. 55v-   en las crueles hazañas de tu condicion, o a ver desde essa altura, como otro despiadado503 Nero, el incendio de su abrasada Roma, o a pisar arrogante este desdichado cadauer, como la ingrata hija al de su padre Tarquino?504 Dinos presto a lo que vienes, o qué es aquello de que mas gustas; que por saber yo que los pensamientos de Grisostomo jamas dexaron de obedecerte en vida, hare que, aun el muerto, te obedezcan los de todos aquellos que se llamaron sus amigos.»

«No vengo, ¡o Ambrosio!, a ninguna cosa de las que has dicho», respondio Marcela, «sino a boluer por mi misma y a dar a entender quán fuera de razon van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisostomo me culpan; y, assi, ruego a todos los que aqui estais me esteis atentos, que no sera menester mucho tiempo, ni gastar muchas palabras, para persuadir vna verdad a los discretos.

»Hizome el cielo, segun vosotros dezis, hermosa, y de tal manera, que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me ameis os mueue mi hermosura. Y por el amor que me mostrais, dezis, y aun quereis, que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanço que, por razon de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso, a amar a quien le ama. Y mas, que podria acontecer que el amador de lo hermoso   —186→   fuesse feo, y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el dezir: “quierote por hermosa; hasme de amar aunque sea feo”. Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por esso han de correr iguales los desseos, que no todas hermosuras enamoran; que algunas   -fol. 56r-   alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorassen y rindiessen, seria vn andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en quál auian de parar; porque, siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos auian de ser los desseos, y, segun yo he oydo dezir, el verdadero amor no se diuide, y ha de ser voluntario y no forçoso. Siendo esto assi, como yo creo que lo es, ¿por qué quereis que rinda mi voluntad por fuerça, obligada no mas de que dezis que me quereis bien? Si no, dezidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiziera fea, ¿fuera justo que me quexara de vosotros por que no me amauades? Quanto mas que aueis de considerar que yo no escogi la hermosura que tengo, que, tal qual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y, assi como la viuora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por auersela dado naturaleza, tan poco505 yo merezco ser reprehendida por ser hermosa, que la hermosura en la muger honesta es como el fuego apartado, o como la espada aguda: que ni el quema, ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos506   —187→   del alma, sin las quales el cuerpo, aunque lo sea, no deue de parecer hermoso. Pues si la honestidad es vna de las virtudes que al cuerpo y alma mas adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intencion de aquel que por solo su gusto, con todas sus fuerças e industrias, procura que la pierda?

»Yo naci libre, y para poder viuir libre escogi la soledad de los campos. Los arboles destas montañas son mi compañia,   -fol. 56v-   las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los arboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lexos. A los que he enamorado con la vista, he desengañado con las palabras. Y si los desseos se sustentan con esperanças, no auiendo yo dado alguna507 a Grisostomo ni a otro alguno, en508 fin, de ninguno dellos, bien se puede dezir que antes le mató su porfia que mi crueldad. Y si se me haze cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaua obligada a corresponder a ellos, digo que, quando en esse mismo lugar donde aora se caua su sepultura me descubrio la bondad de su intencion, le dixe yo que la mia era viuir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozasse el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si el, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperança y nauegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegasse en la mitad del golfo   —188→   de su desatino? Si yo le entretuuiera, fuera falsa; si le contentara, hiziera contra mi mejor intencion y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido; ¡mirad aora si sera razon que de su pena se me de a mi la culpa! Quexese el engañado, desesperese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanças, confie(s)se el que yo llamare, vfanese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni omicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito.

»El cielo aun hasta aora no ha querido que yo ame por destino; y el pensar que tengo de amar por eleccion509 es escusado. Este general desengaño sirua a cada vno de los que me solicitan de su particular prouecho; y entiendase   -fol. 57r-   de aqui adelante, que, si alguno por mi muriere, no muere de zeloso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno deue dar zelos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, dexeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirua; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, seruira, conocera, ni seguira en ninguna manera; que si a Grisostomo mató su impaciencia y arrojado desseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conseruo mi limpieza con la compañia de los arboles, ¿por qué ha de querer que la pierda   —189→   el que quiere que la tenga con los hombres? Yo, como sabeis, tengo riquezas propias y no codicio las agenas. Tengo libre condicion y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie. No engaño a este, ni solicito aquel510; ni burlo con vno, ni me entretengo con el otro. La conuersacion honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis desseos por termino estas montañas; y si de aqui salen, es a contemplar la hermosura del cielo, passos con que camina el alma a su morada primera.»

Y, en diziendo esto, sin querer oyr respuesta alguna, boluio las espaldas y se entró por lo mas cerrado de vn monte que alli cerca estaua, dexando admirados, tanto de su discrecion como de su hermosura, a todos los que alli estauan. Y algunos dieron muestras, de aquellos que de la poderosa flecha de los rayos de sus bellos ojos estauan heridos, de quererla seguir, sin aprouecharse del manifiesto desengaño que auian oydo.

Lo qual visto por don Quixote, pareciendole   -fol. 57v-   que alli venia bien vsar de su caualleria socorriendo a las donzellas menesterosas, puesta la mano en el puño de su espada, en altas e inteligibles vozes dixo:

«Ninguna persona, de qualquier estado y condicion que sea, se atreua a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignacion mia. Ella ha mostrado, con claras y suficientes511 razones, la poca o ninguna culpa   —190→   que ha tenido en la muerte de Grisostomo, y quán agena viue de condescender con los desseos de ninguno de sus amantes; a cuya causa es justo que, en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en el, ella es sola la que con tan honesta intencion viue.»

O ya que fuesse por las amenazas de don Quixote, o porque Ambrosio les dixo que concluyessen con lo que a su buen amigo deuian, ninguno de los pastores se mouio ni apartó de alli hasta que, acabada la sepultura y abrasados los papeles de Grisostomo, pusieron su cuerpo en ella, no sin muchas lagrimas de los circunstantes. Cerraron la sepultura con vna gruessa peña, en tanto que se acabaua vna losa que, segun Ambrosio dixo, pensaua mandar hazer, con vn epitafio que auia de dezir desta manera:



   Yaze aqui de vn amador
el misero cuerpo elado,
que fue pastor de ganado,
perdido por desamor.

    Murio a manos del rigor
de vna esquiua hermosa ingrata512,
con quien su imperio dilata
la tirania de amor.

  -fol. 58r-  

Luego esparzieron por cima de la sepultura muchas flores y ramos, y, dando todos el pesame a su amigo Ambrosio, se despidieron del. Lo mesmo hizieron Viualdo y su compañero,   —191→   y don Quixote se despidio de sus huespedes y de los caminantes, los quales le rogaron se viniesse con ellos a Seuilla, por ser lugar tan acomodado a hallar auenturas, que en cada calle y tras cada esquina se ofrecen mas que en otro alguno.

Don Quixote les agradecio el auiso y el animo que mostrauan de hazerle merced, y dixo que por entonces no queria ni deuia yr a Seuilla, hasta que huuiesse despojado513 todas aquellas sierras de ladrones malandrines, de quien era fama que todas estauan llenas. Viendo su buena determinacion, no quisieron los caminantes importunarle mas, sino, tornandose a despedir de nueuo, le dexaron y prosiguieron su camino; en el qual no les faltó de qué tratar, assi de la historia de Marcela y Grisostomo, como de las locuras de don Quixote. El qual determinó de yr a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que el podia en su seruicio. Mas no le auino como el pensaua, segun se cuenta en el discurso desta verdadera historia, dando aqui fin la segunda parte.