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ArribaAbajoCapitulo XLI

Donde todavia prosigue el cautiuo su sucesso


«No se passaron quinze dias, quando ya nuestro renegado tenia comprada vna muy buena barca, capaz de mas de treynta personas; y para assegurar su hecho y dalle color, quiso hazer, como hizo, vn viaje a vn lugar que se llamaua1675 Sargel, que está treynta leguas de Argel, hazia la parte de Oran, en el qual ay mucha contratacion de higos passos. Dos o tres vezes hizo este viaje en compañia del tagarino que auia dicho. Tagarinos1676 llaman en Berueria a los moros de Aragon, y a los de Granada mudejares, y en el reyno de Fez llaman a los mudejares elches1677, los quales son la gente de quien aquel rey mas se sirue en la guerra.

»Digo, pues, que cada vez que passaua con su barca daua fondo en vna caleta que estaua no dos tiros de ballesta del jardin donde Zorayda esperaua, y alli, muy de proposito, se ponia el renegado con los morillos que bogauan el1678 remo, o ya a hazer la çala, o a como por ensayarse de burlas1679 a lo que pensaua hazer de veras; y, assi, se yua al jardin de Zorayda y le pedia fruta; y su padre se la daua sin conocelle, y aunque el quisiera hablar a Zorayda, como el despues me dixo, y dezille que el era el que por orden mia le auia de lleuar a tierra de christianos, que estuuiesse contenta y segura,   —235→   nunca le fue possible, porque las moras no se dexan ver de ningun moro ni turco, si no es que su marido o su padre se lo manden. De   -fol. 244r-   christianos cautiuos se dexan tratar y comunicar, aun mas de aquello que seria razonable, y a mi me huuiera pesado que el la huuiera hablado: que quiça la alborotara, viendo que su negocio andaua en boca de renegados.

»Pero Dios, que lo ordenaua de otra manera, no dio lugar al buen desseo que nuestro renegado tenia; el qual, viendo quán seguramente yua y venia a Sargel, y que daua fondo quando y como y adonde queria, y que el tagarino, su compañero, no tenia mas voluntad de lo que la suya ordenaua, y que yo estaua ya rescatado, y que solo faltaua buscar algunos christianos que bogassen el remo, me dixo que mirasse yo quáles queria traer conmigo, fuera de los rescatados, y que los tuuiesse hablados ara el primer viernes, donde tenia determinado que fuesse nuestra partida. Viendo esto, hablé a doze españoles, todos valientes hombres del1680 remo, y de aquellos que mas libremente podian salir de la ciudad, y no fue poco hallar tantos en aquella coyuntura, porque estauan veynte baxeles en corso y se auian lleuado toda la gente de remo; y estos no se hallaran, si no fuera que su amo se quedó aquel verano sin yr en corso, a acabar vna galeota que tenia en astillero1681. A los quales no les dixe otra cosa sino que el primer viernes, en la tarde, se saliessen vno a vno, dissimuladamente, y se   —236→   fuessen la buelta del jardin de Aguimorato, y que alli me aguardassen hasta que yo fuesse. A cada vno di este auiso de por si, con orden que, aunque alli viessen a1682 otros christianos, no les dixessen sino que yo les auia mandado esperar en aquel lugar.

»Hecha esta diligencia, me faltaua   -fol. 244v-   hazer otra, que era la que mas me conuenia: y era la de auisar a Zorayda en el punto que estauan los negocios para que estuuiesse apercebida y sobre auiso, que no se sobresaltasse, si de improuiso la assaltassemos antes del tiempo que ella podia imaginar que la barca de christianos podia boluer. Y, assi, determiné de yr al jardin y ver si podria1683 hablarla, y, con ocasion de coger algunas yeruas, vn dia antes de mi partida, fuy alla, y la primera persona con quien encontre fue con su padre, el qual me dixo en lengua que en toda la Berueria y aun en Costantinopla se halla1684 entre cautiuos y moros, que ni es morisca, ni castellana, ni de otra nacion alguna, sino vna mezcla de todas las lenguas, con la cual todos nos entendemos, digo, pues, que en esta manera de lenguaje me preguntó que qué buscaua en aquel su jardin y de quién era. Respondile que era esclauo de Arnaute Mami1685 -y esto porque sabia yo por muy cierto que era vn grandissimo amigo suyo-, y que buscaua de todas yeruas para hazer ensalada. Preguntome, por el consiguiente, si era hombre de rescate o no, y que quánto pedia mi amo por mi.

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»Estando en todas estas preguntas y respuestas, salio de la casa del jardin la bella Zorayda, la qual ya auia mucho que me auia visto, y como las moras en ninguna manera hazen melindre de mostrarse a los christianos, ni tampoco se esquiuan, como ya he dicho, no se le dio nada de venir adonde su padre conmigo estaua; antes, luego quando su padre vio que venia y de espacio, la llamó y mandó que llegasse. Demasiada cosa seria dezir yo agora1686 la mucha   -fol. 245r-   hermosura, la gentileza, el gallardo y rico adorno con que mi querida Zorayda se mostro a mis ojos; solo dire que mas perlas pendian de su hermosissimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenia en la cabeça. En las gargantas de los sus pies, que descubiertas a su vsança trahia, trahia dos carcaxes -que assi se llamauan1687 las manillas o axorcas de los pies en morisco -de purissimo oro, con tantos diamantes engastados, que ella me dixo despues que su padre los estimaua en diez mil doblas, y las que trahia en las muñecas de las manos valian otro tanto. Las perlas eran en gran cantidad y muy buenas, porque la mayor gala y bizarria de las moras es adornarse1688 de ricas perlas y aljofar, y, assi, ay mas perlas y aljofar entre moros que entre todas las demas naciones, y el padre de Zorayda tenia fama de tener muchas y de las mejores que en Argel auia, y de tener assimismo1689 mas de dozientos mil escudos españoles, de todo lo qual era señora esta que aora lo es mia.

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»Si con todo este adorno podia venir entonces hermosa, o no, por las reliquias que le han quedado en tantos trabajos se podra conjeturar quál deuia de ser en las prosperidades. Porque ya se sabe que la hermosura de algunas mugeres tiene dias y sazones, y requiere accidentes1690 para diminuyrse o acrecentarse, y es natural cosa que las passiones del animo la leuanten o abaxen1691, puesto que las mas vezes lo la destruyen; digo, en fin, que entonces llegó en todo estremo adereçada y en todo estremo hermosa, o, a lo menos, a mi me parecio serlo la mas que hasta entonces auia visto, y con esto, viendo las obligaciones   -fol. 245v-   en que me auia puesto, me parecia1692 que tenia delante de mi vna deidad del cielo, venida a la tierra para mi gusto y para mi remedio.

»Assi como ella llegó, le dixo su padre en su lengua como yo era cautiuo de su amigo Arnaute Mami, y que venia a buscar ensalada. Ella tomó la mano, y, en aquella mezcla de lenguas que tengo dicho, me preguntó si era cauallero y qué era la causa que no me rescataua. Yo le respondi que ya estaua rescatado, y que en el precio podia echar de ver en lo que mi amo me estimaua, pues auia dado por mi mil y quinientos çoltanis1693. A lo qual ella respondio: “En verdad que si tu fueras de mi padre, que yo hiziera que no te diera el por otros dos tantos; porque vosotros, christianos, siempre mentis en quanto dezis, y os hazeis pobres por engañar a los moros.” “Bien podria ser   —239→   esso, señora”, le respondi; “mas en verdad que yo la he tratado con mi amo, y la trato y la trataré con quantas personas ay en el mundo.” “Y ¿quándo te vas?”, dixo Zorayda. “Mañana creo yo”, dixe, “porque está aqui un baxel de Francia que se hace mañana a la vela, y pienso yrme en el.” “¿No es mejor”, replicó Zorayda, “esperar a que vengan baxeles de España y yrte con ellos, que no con los de Francia, que no son vuestros amigos?” “No”, respondi yo; “aunque si como ay nueuas que viene ya vn baxel de España es verdad, todavia yo le aguardaré, puesto que es mas cierto el partirme mañana, porque el desseo que tengo de verme en mi tierra y con las personas que bien quiero es tanto, que no me dexará esperar otra comodidad si se tarda, por mejor que sea.” “Deues de ser, sin duda, casado en tu tierra”, dixo Zorayda, “y por   -fol. 246r-   esso desseas yr a verte con tu muger.” “No soy”, respondi yo, “casado, mas tengo dada la palabra de casarme en llegando alla.” “Y ¿es hermosa la dama a quien se la diste?”, dixo Zorayda. “Tan hermosa es”, respondi yo, “que para encarecella y dezirte la verdad, te1694 parece a ti mucho.”

»Desto se riyo muy de veras su padre, y dixo: “Guala, christiano, que deue de ser muy hermosa si se parece a mi hija, que es la mas hermosa de todo este reyno. Si no, mirala bien y veras como te digo verdad.” Seruianos de interprete a las mas de estas palabras y razones   —240→   el padre de Zorayda, como mas ladino, que aunque ella hablaua la bastarda lengua que, como he dicho, alli se vsa, mas declaraba su intencion por señas que por palabras.

»Estando en estas y otras muchas razones, llegó vn moro corriendo y dixo a grandes bozes que por las bardas o paredes del jardin auian saltado cuatro turcos y andauan cogiendo la fruta, aunque no estaua madura. Sobresaltose el viejo, y lo mesmo1695 hizo Zorayda; porque es comun y casi natural el miedo que los moros a los turcos tienen, especialmente a los soldados, los quales son tan insolentes y tienen tanto imperio sobre los moros que a ellos estan sugetos, que los tratan peor que si fuessen esclauos suyos. Digo, pues, que dixo su padre a Zorayda: “Hija, retirate a la casa y encierrate en tanto que yo voy a hablar a estos canes, y tu, christiano, busca tus yeruas y vete en buen hora, y lleuete Ala con bien a tu tierra.” Yo me incliné y el se fue a buscar los turcos, dexandome solo con Zorayda, que començo a dar muestras de yrse donde su padre la auia mandado. Pero apenas el se encubrio con los arboles del   -fol. 246v-   jardin, quando ella, boluiendose1696 a mi, llenos los ojos de lagrimas, me dijo: “¿Amexi1697, christiano, amexi?”. Que quiere decir: ¿Vaste, christiano, vaste? Yo la respondi: “Señora, si, pero no en ninguna manera sin ti; el primero iuma me aguarda, y no te sobresaltes quando nos veas; que sin duda alguna yremos a tierra de christianos.”

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»Yo le dixe esto de manera que ella me entendio muy bien a todas las razones que entrambos passamos, y, echandome vn braço al cuello, con desmayados passos començo a caminar hazia la casa, y quiso la suerte, que pudiera ser muy mala, si el cielo no lo ordenara de otra manera, que yendo los dos de la manera y postura que os he contado, con vn braço al cuello, su padre, que ya boluia de hazer yr a los turcos, nos vio de la suerte y manera que yuamos, y nosotros vimos que el nos auia visto; pero Zorayda, aduertida y discreta, no quiso quitar el braço de mi cuello, antes se llegó mas a mi y puso su cabeça sobre mi pecho, doblando vn poco las rodillas, dando claras señales y muestras que se desmayaua, y yo ansimismo di a entender que la sostenia contra mi voluntad. Su padre llegó corriendo adonde estauamos, y, viendo a su hija de aquella manera, le preguntó que qué tenia; pero como ella no le respondiesse, dixo su padre: “Sin duda alguna que con el sobresalto de la entrada de estos canes se ha desmayado”; y, quitandola del mio, la arrimó a su pecho, y ella, dando vn suspiro1698 y aun no enxutos los ojos de lagrimas, boluio a dezir: “¡Amexi, christiano, amexi.!” (¡Vete, christiano, vete!) A lo que su padre respondio: “No importa, hija, que el christiano se vaya, que ningun mal te ha hecho,   -fol. 247r-   y los turcos ya son ydos; no te sobresalte cosa alguna, pues ninguna ay que pueda darte pesadumbre, pues, como   —242→   ya te he dicho, los turcos, a mi ruego, se boluieron por donde entraron.” “Ellos, señor, la sobresaltaron, como has dicho”, dixe yo a su padre; «mas pues ella dize que yo me vaya, no la quiero dar pesadumbre; quedate en paz, y con tu licencia boluere1699, si fuere menester, por yeruas a este jardin; que, segun dice mi amo, en ninguno las ay mejores para ensalada que en el.” “Todas las que quisieres podras boluer”, respondio Aguimorato; “que mi hija no dize esto porque tu ni ninguno de los christianos la enojauan1700, sino que por dezir que los turcos se fuessen, dixo que tu te fuesses, o porque ya era hora que buscasses tus yeruas.”

»Con esto me despedi al punto de entrambos, y ella, arrancandosele el alma, al parecer, se fue con su padre. Y yo, con achaque de buscar las yeruas, rodeé muy bien y a mi plazer todo el jardin. Miré bien las entradas y salidas, y la fortaleza de la casa, y la comodidad que se podia ofrecer para facilitar todo nuestro negocio. Hecho esto, me vine y di quenta de quanto auia passado al renegado y a mis compañeros. Y ya no veia1701 la hora de verme gozar sin sobresalto del bien que en la hermosa y bella Zorayda la suerte me ofrecia.

»En fin, el tiempo se passó y se llegó el dia y plazo de nosotros tan desseado, y, siguiendo todos el orden y parecer que con discreta consideracion y largo discurso muchas vezes auiamos dado, tuuimos el buen sucesso que desseauamos.   —243→   Porque el viernes que se siguio al dia que yo con Zorayda hablé en   -fol. 247v-   el jardin, [nuestro renegado]1702, al anochecer, dio fondo con la barca casi frontero de donde la hermosissima Zorayda estaua. Ya los christianos que auian de bogar el1703 remo estauan preuenidos y escondidos por diuersas partes de todos aquellos alrrededores. Todos estauan suspensos y alboroçados aguardandome, desseosos ya de enuestir con el baxel que a los ojos tenian; porque ellos no sabian el concierto del renegado, sino que pensauan que a fuerça de braços auian de auer y ganar la libertad, quitando la vida a los moros que dentro de la barca estauan.

»Sucedio, pues, que assi como yo me mostre y mis compañeros, todos los demas escondidos que nos vieron se vinieron llegando a nosotros. Esto era ya a tiempo que la ciudad estaua ya cerrada, y por toda aquella campaña ninguna persona parecia. Como estuuimos juntos, dudamos si seria mejor yr primero por Zorayda, o rendir primero a los moros vagarinos1704, que bogauan el1705 remo en la barca. Y, estando en esta duda, llegó a nosotros nuestro renegado, diziendonos que en qué nos deteniamos, que ya era hora, y que todos sus moros estauan descuydados, y los mas de ellos durmiendo1706. Diximosle en lo que reparauamos, y el dixo que lo que mas importaua era rendir primero el baxel, que se podia hazer con grandissima facilidad y sin peligro alguno, y que luego podiamos   —244→   yr por Zorayda. Parecionos bien a todos lo que dezia, y, assi, sin detenernos mas, haziendo el la guia, llegamos al baxel, y saltando el dentro primero, metio mano a vn alfanje y dixo en morisco: “¡Ninguno de vosotros se mueua de aqui,   -fol. 248r-   si no quiere que le cueste la vida!” Ya a este tiempo, auian entrado dentro casi todos los christianos. Los moros, que eran de poco animo, viendo hablar de aquella manera a su arraez, quedaronse espantados, y sin ninguno de todos ellos echar mano a las armas, que pocas o casi ningunas tenian, se dexaron, sin hablar alguna palabra, maniatar de los christianos, los quales con mucha presteza lo hizieron, amenazando a los moros que si alçauan por alguna via o manera la voz, que luego al punto los passarian todos a cuchillo.

»Hecho ya esto, quedandose en guardia dellos la mitad de los nuestros, los que quedauamos, haziendonos assimismo el renegado la guia, fuymos al jardin de Aguimorato, y quiso la buena suerte que, llegando a abrir la puerta, e abrio con tanta facilidad como si cerrada no estuuiera; y, assi, con gran quietud y silencio, llegamos a la casa sin ser sentidos de nadie. Estaua la bellissima Zorayda aguardandonos a vna ventana, y assi como sintio gente, preguntó con voz baxa si eramos nizarani1707, como si dixera o preguntara si eramos christianos. Yo le respondi que si, y que baxasse. Quando ella me conocio, no se detuuo vn punto, porque, sin responderme palabra, baxó en vn   —245→   instante, abrio la puerta y mostrose a todos tan hermosa y ricamente vestida, que no lo acierto1708 a encarecer. Luego que yo la vi, le tomé vna mano y la comence a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas; y los demas, que el caso no sabian, hizieron lo que vieron que nosotros haziamos; que no parecia1709 sino que le dauamos las gracias y la reconociamos por señora de nuestra libertad.   -fol. 248v-   El renegado le dixo en lengua morisca si estaua su padre en el jardin. Ella respondio que si, y que dormia. “Pues sera menester despertalle”, replicó el renegado, “y lleuarnosle con nosotros, y todo aquello que tiene de valor1710 este hermoso jardin.” “No”, dixo ella; “a mi padre no se ha de tocar en ningun modo; y en esta casa no ay otra cosa que lo que yo lleuo, que es tanto, que bien aura para que todos quedeys ricos y contentos; y esperaros1711 vn poco y lo vereys.”

»Y, diziendo esto, se boluio a entrar, diziendo que muy presto bolueria; que nos estuuiesemos quedos, sin hazer ningun ruydo. Preguntele al renegado lo que con ella auia passado, el qual me lo conto, a quien yo dixe que en ninguna cosa se auia de hazer mas de lo que Zorayda quisiesse; la qual ya que1712 boluia cargada con vn cofrezillo lleno de escudos de oro, tantos1713, que apenas lo podia sustentar, quiso la mala suerte que su padre despertasse en el ínterin y sintiesse el ruydo que andaua en el jardin, y, assomandose a la ventana,   —246→   luego conocio que todos los que en el estauan eran christianos; y, dando muchas, grandes y desaforadas bozes, començo a dezir en arabigo: “¡Christianos, christianos! ¡Ladrones, ladrones!” Por los quales gritos nos vimos todos puestos en grandissima y temerosa confusion. Pero el renegado, viendo el peligro en que estauamos, y lo mucho que le importaua salir con aquella empresa antes de ser sentido, con grandissima presteza, subio donde Aguimorato estaua, y juntamente con el fueron algunos de nosotros; que yo no osé desamparar a la1714 Zorayda, que como desmayada se   -fol. 249r-   auia dexado caer en mis braços.

»En resolucion, los que subieron se dieron tan buena maña, que en vn momento baxaron con Agimorato, trayendole atadas las manos y puesto vn pañizuelo en la boca, que no le dexaba hablar palabra, amenazandole que el hablarla1715 le auia de costar la vida. Quando su hija le vio, se cubrio los ojos por no verle, y su padre quedó espantado, ignorando quán de su voluntad se auia puesto en nuestras manos. Mas entonces siendo mas necessarios los pies, con diligencia y presteza nos pusimos en la barca, que ya los que en ella auian quedado nos esperauan, temerosos de algun mal sucesso nuestro.

»Apenas serian dos horas passadas de la noche, quando ya estauamos todos en la barca, en la qual se le quitó al padre de Zorayda la atadura de las manos y el paño de la boca;   —247→   pero tornole a dezir el renegado que no hablasse palabra; que le quitarian la vida. El, como vio alli a su hija, començo a suspirar1716 ternissimamente, y mas quando vio que yo estrechamente la tenia abraçada, y que ella, sin defender1717, quexarse ni esquiuarse, se estaua queda; pero, con todo esto, callaua, porque no pusiessen en efeto las muchas amenazas que el renegado le hazia.

»Viendose, pues, Zorayda ya en la barca, y que queriamos dar los remos al agua, y viendo alli a su padre y a los demas moros, que atados estaban, le dixo al renegado que me dixesse le hiziesse merced de soltar a aquellos moros y de dar libertad a su padre, porque antes se arrojaria en la mar que ver delante de sus ojos, y por causa suya, lleuar cautiuo a vn padre que tanto la auia querido. El renegado me lo dixo, y yo respondi que era muy contento. Pero el   -fol. 249v-   respondio que no convenia, a causa que, si alli los dexauan, apellidarian luego la tierra y alborotarian la ciudad, y serian causa que saliessen a buscallos1718 con algunas fragatas ligeras, y les1719 tomassen la tierra y la mar, de manera, que no pudiessemos escaparnos; que lo que se podria hazer era darles libertad en llegando a la primera tierra de christianos. En este parecer venimos todos, y Zorayda, a quien se le dio cuenta, con las causas que nos mouian a no hazer luego lo que queria, tambien se satisfizo; y luego, con regozijado silencio y alegre diligencia, cada vno de nuestros   —248→   valientes remeros tomó su remo, y començamos, encomendandonos a Dios de todo coraçon, a nauegar la buelta de las islas de Mallorca, que es la tierra de christianos mas cerca.

»Pero a causa de soplar vn poco el viento tramontana1720, y estar la mar algo picada, no fue possible seguir la derrota de Mallorca, y fuenos forçoso dexarnos yr tierra a tierra la buelta de Oran, no sin mucha pesadumbre nuestra, por no ser descubiertos del lugar de Sargel, que en aquella costa cae1721 sesenta millas de Argel. Y assimismo temiamos encontrar or aquel parage alguna galeota de las que de ordinario vienen1722 con mercancia de Tetuan, aunque cada vno por si, y por todos juntos, resumiamos de que si se encontraua galeota de mercancia, como no fuesse de las que andan en corso, que no solo no nos perderiamos, mas que tomariamos baxel donde con mas seguridad pudiessemos acabar nuestro viaje. Yua Zorayda, en tanto que se nauegaua, puesta la cabeça entre mis manos por no ver a su padre, y sentia yo que yua llamando a Lela   -fol. 250r-   Marien, que nos ayudasse.

»Bien auriamos nauegado treynta millas, quando nos amanecio, como tres tiros de arcabuz desuiados de tierra, toda la qual vimos desierta, y sin nadie que nos descubriesse, pero con todo esso nos fuymos, a fuerça de braços, entrando vn poco en la mar que ya estaua algo mas sossegada; y, auiendo entrado casi dos leguas, diose orden que se bogasse   —249→   a quarteles1723 en tanto que comiamos algo, que yua bien proueyda la barca, puesto que los que bogauan dixeron que no era aquel tiempo de tomar reposo alguno: que les diessen de comer los que no bogauan; que ellos no querian soltar los remos de las manos en manera alguna. Hizose ansi y, en esto, començo a soplar vn viento largo que nos obligó a hazer luego vela y a dexar el remo, y endereçar a Oran, por no ser possible poder hazer otro viaje. Todo se hizo con mucha presteza, y, assi, a la vela nauegamos por mas de ocho millas por hora, sin lleuar otro temor alguno, sino el de encontrar con baxel que de corso fuesse.

»Dimos de comer a los moros vagarinos1724 y el renegado les consolo, diziendoles como no yuan cautivos: que en la primera ocasion les darian libertad; lo mismo se le dixo al padre de Zorayda, el qual respondio: “Qualquiera otra cosa pudiera yo esperar y creer de vuestra liberalidad y buen termino, ¡o christianos!; «mas el darme libertad1725, no me tengais por tan simple que lo imagine; que nunca os pusistes vosotros al peligro de quitarmela para boluerla1726 tan liberalmente, especialmente sabiendo quién soy yo, y el interesse que se os puede seguir de darmela, el qual1727 interesse si   -fol. 250v-   le quereys poner nombre, desde aqui os ofrezco todo aquello que quisieredes por mi y por essa desdichada hija mia, o si no, por ella sola, que es la mayor y la mejor parte de mi alma.”

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»En diziendo esto, començo a llorar tan amargamente, que a todos nos mouio a compassion, y forço a Zorayda que le mirasse; la qual, viendole llorar, assi se enternecio, que se leuantó de mis pies y fue a abraçar a su padre, y juntando su rostro con el suyo començaron los dos tan tierno llanto, que muchos de los que alli yuamos le acompañamos en el; pero quando su padre la vio adornada de fiesta y con tantas joyas sobre si, le dixo en su lengua: “¿Qué es esto, hija, que ayer al anochecer antes que nos sucediesse esta terrible desgracia en que nos vemos, te vi con tus ordinarios y caseros vestidos, y agora, sin que ayas tenido tiempo de vestirte, y sin auerte dado alguna nueua alegre de solenizalle1728 con adornarte y pulirte, te veo compuesta con los mejores vestidos que yo supe y pude darte cuando nos fue la ventura mas favorable? Respondeme a esto, que me tienes mas suspenso y admirado que la misma desgracia en que me hallo.”

»Todo lo que el moro dezia a su hija nos lo declaraba el renegado, y ella no le respondia palabra; pero quando el vio a vn lado de la barca el cofrezillo donde ella solia tener sus joyas, el qual sabia el bien que le auia dexado en Argel y no traydole al jardin, quedó mas confuso, y preguntole que cómo aquel cofre auia venido a nuestras manos, y qué era lo que venia dentro. A lo qual el renegado, sin aguardar que Zorayda le respondiesse, le respondio:   —251→   “No te canses, señor, en preguntar   -fol. 251r-   a Zorayda tu hija tantas cosas, porque con vna que yo te responda te satisfare a todas; y, assi, quiero que sepas que ella es christiana, y es la que ha sido la lima de nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiuerio; ella va aqui de su voluntad, tan contenta, a lo que yo imagino, de verse en este estado, como el que sale de las tinieblas a1729 la luz, de la muerte a la vida y de la pena a la gloria.” “¿Es verdad lo que este dize, hija?”, dixo el moro. “Assi es”, respondio Zorayda. “¿Que en efeto”, replicó el viejo, “tu eres christiana, y la que ha puesto a su padre en poder de sus enemigos?” A lo qual respondio Zorayda: “La que es christiana yo soy, pero no la que te ha puesto en este punto, porque nunca mi desseo se estendio a dexarte, ni a hazerte mal, sino a hazerme a mi bien.” “Y ¿qué bien es el que te has hecho, hija?” “Esso”, respondio ella, “preguntaselo tu a Lela Marien; que ella te lo sabra dezir mejor que no1730 yo.”

»Apenas huuo oydo esto el moro, quando, con vna increyble presteza, se arrojó de cabeça en la mar, donde sin ninguna duda se ahogara, si el vestido largo y embaraçoso que traya no le entretuuiera vn poco sobre el agua. Dio bozes Zorayda que le sacassen, y, assi, acudimos luego todos, y, asiendole de la almalafa, le sacamos medio ahogado y sin sentido, de que recibio tanta pena Zorayda, que, como si fuera ya muerto, hazia sobre el vn tierno y doloroso   —252→   llanto. Boluimosle boca abaxo, boluió mucha agua, tornó en si al cabo de dos horas, en las quales, auiendose trocado el viento, nos conuino boluer   -fol. 251v-   hazia tierra y hazer fuerça de remos por no enuestir en ella; mas quiso nuestra buena suerte que llegamos a vna cala que se haze al lado de vn pequeño promontorio o cabo, que de los moros es llamado el de la Caua Rumia, que en nuestra lengua quiere dezir la mala muger christiana; y es tradicion entre los moros que en aquel lugar está enterrada la Caua, por quien se perdio España; porque caua en su lengua quiere dezir muger mala, y rumia, christiana1731, y aun tienen por mal aguero llegar alli a dar fondo quando la necessidad les fuerça a ello, porque nunca le dan sin ella, puesto que para nosotros no fue abrigo de mala muger, sino puerto seguro de nuestro remedio, segun andaua alterada la mar.

»Pusimos nuestras centinelas en tierra, y no dexamos jamas los remos de la mano; comimos de lo que el renegado auia proueydo, y rogamos a Dios y a Nuestra Señora, de todo nuestro coraçon, que nos ayudasse y fauoreciesse, para que felicemente1732 diessemos fin a tan dichoso principio. Diose orden, a suplicacion de Zorayda, como echassemos en tierra a su padre y a todos los demas moros que alli atados venian; porque no le bastaua el animo, ni lo podian sufrir sus blandas entrañas, ver delante de sus ojos atado a su padre y aquellos de su tierra presos. Prometimosle de hazerlo assi al   —253→   tiempo de la partida, pues no corria peligro el dexallos en aquel lugar, que era despoblado. No fueron tan vanas nuestras oraciones, que no fuessen oydas del cielo, que en   -fol. 252r-   nuestro fauor luego boluio el viento, tranquilo el mar, combidandonos a que tornassemos alegres a proseguir nuestro començado viaje.

»Viendo esto, desatamos a los moros y vno a vno los pusimos en tierra, de lo que ellos se quedaron admirados; pero llegando a desembarcar al padre de Zorayda, que ya estaua en todo su acuerdo, dixo: “¿Por qué pensays, christianos, que esta mala hembra huelga de que me deys libertad? ¿Pensays que es por piedad que de mi tiene? No, por cierto; sino que lo haze por el estoruo que le dará mi presencia quando quiera poner en execucion sus malos desseos; ni penseys que la ha mouido a mudar religion entender ella que la vuestra a la nuestra se auentaja, sino el saber que en vuestra tierra se vsa la deshonestidad1733 mas libremente que en la nuestra.” Y, boluiendose a Zorayda, teniendole yo y otro christiano de entrambos braços asido porque algun desatino no hiziesse, le dixo: “¡O infame moça y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré y malditos sean los regalos y deleytes en que te he criado!” Pero viendo yo que lleuaua termino de no acabar tan presto, di priessa a ponelle en   —254→   tierra, y desde alli, a bozes, prosiguio en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogasse a Ala que nos destruyesse, confundiesse y acabasse; y quando, por auernos hecho a la vela, no podimos oyr sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse   -fol. 252v-   las barbas, messarse los cabellos y arrastrarse1734 por el suelo; mas vna vez esforço la voz de tal manera, que podimos entender que dezia: “¡Buelue, amada hija, buelue a tierra, que todo te lo perdono; entrega a essos hombres esse dinero que ya es suyo, y buelue a consolar a este triste padre tuyo que en esta desierta arena dexará la vida, si tu le dexas!”

»Todo lo qual escuchaua Zorayda, y todo lo sentia y lloraua, y no supo dezirle ni respondelle palabra, sino: “¡Plega a Ala, padre mio, que Lela Marien, que ha sido la causa de que yo sea christiana, ella te consuele en tu tristeza! Ala sabe bien que no pude hazer otra cosa de la que he hecho, y que estos christianos no deuen nada a mi voluntad, pues aunque quisiera no venir con ellos y quedarme en mi casa, me fuera impossible, segun la priessa que me daua mi alma a poner por obra esta que a mi me parece tan buena como tu, padre amado, la juzgas por mala.” Esto dixo a tiempo que ni su padre la oya, ni nosotros ya le veyamos; y, assi, consolando yo a Zorayda, atendimos todos a nuestro viaje, el qual nos le facilitaua el proprio1735 viento, de tal manera, que bien tuuimos por   —255→   cierto de vernos otro dia al amanecer en las riberas de España.

»Mas como pocas vezes, o nunca, viene el bien puro y senzillo, sin ser acompañado o seguido de algun mal que le turbe o sobresalte, quiso nuestra ventura, o quiça las maldiciones que el moro a su hija auia echado, que siempre se han de temer de qualquier padre que sean, quiso, digo, que estando ya engolfados, y siendo   -fol. 253r-   ya casi passadas tres horas de la noche, yendo con la vela tendida de alto baxa1736, frenillados los remos porque el prospero viento nos quitaua del trabajo de auerlos menester, con la luz de la luna que claramente resplandecia, vimos cerca de nosotros vn baxel redondo, que, con todas las velas tendidas1737, lleuando vn poco a orça el timon, delante de nosotros atrauessaua, y esto tan cerca, que nos fue forçoso amaynar por no enuestirle, y ellos, assimesmo1738, hizieron fuerça de timon para darnos lugar que passassemos.

»Auianse puesto a bordo del baxel a preguntarnos quién eramos y adónde nauegauamos y de dónde veniamos; pero por preguntarnos esto en lengua francesa, dixo nuestro renegado: “Ninguno responda, porque estos sin duda son cosarios franceses que hazen a toda ropa1739.” Por este aduertimiento ninguno respondio palabra, y, auiendo passado vn poco delante, que ya el baxel quedaua [a]1740 sotauento, de improuiso soltaron dos pieças de artilleria,   —256→   y, a lo que parecia, ambas venian con cadenas, porque con vna cortaron nuestro arbol por medio y dieron con el y con la vela en la mar, y al momento disparando otra pieça, vino a dar la [vala]1741 en mitad de nuestra barca, de modo que la abrio toda sin hazer otro mal alguno; pero como nosotros nos vimos yr a fondo, començamos todos a grandes bozes a pedir socorro y a rogar a los del baxel que nos acogiessen, porque nos anegauamos. Amaynaron entonces, y, echando el esquife o barca a la mar, entraron en el hasta doze franceses,   -fol. 253v-   bien armados, con sus arcabuzes y cuerdas encendidas; y assi llegaron junto al nuestro, y, viendo quán pocos eramos, y como el baxel se hundia, nos recogieron, diziendo que por auer vsado de la descortesia de no respondelles, nos auia sucedido aquello.

»Nuestro renegado tomó el cofre de las riquezas de Zorayda, y dio con el en la mar, sin que ninguno echasse de ver en lo que hazia. En resolucion, todos passamos con los franceses, los quales, despues de auerse informado de todo aquello que de nosotros saber quisieron, como si fueran nuestros capitales enemigos, nos despojaron de todo quanto teniamos, y a Zorayda le quitaron hasta los carcaxes que trahia en los pies. Pero no me daua a mi tanta pesadumbre la que a Zorayda dauan, como me la daua el temor que tenia de que auian de passar del quitar de las riquissimas y preciosissimas joyas al quitar de la joya que mas valia   —257→   y ella mas estimaua; pero los desseos de aquella gente no se estienden a mas que al dinero, y desto1742 jamas se vee harta su codicia; lo1743 qual entonces llegó a tanto, que aun hasta los vestidos de cautiuos nos quitaran si de algun prouecho les fueran. Y huuo parecer entre ellos de que a todos nos arrojassen a la mar embueltos en vna vela, porque tenian intencion de tratar en algunos puertos de España con nombre de que eran bretones1744, y si nos lleuauan viuos serian castigados, siendo   -fol. 254r-   descubierto su hurto.

»Mas el capitan, que era el que auia despojado a mi querida Zorayda, dixo que el se contentaua con la presa que tenia, y que no queria tocar en ningun puerto de España, sino passar1745 el estrecho de Gibraltar de noche, o como pudiesse, y yrse1746 a la Rochela, de donde auia salido; y, assi, tomaron por acuerdo de darnos el esquife de su nauio y todo lo necessario para la corta nauegacion que nos quedaua, como lo hizieron otro dia, ya a vista de tierra de España, con la qual vista1747 todas nuestras pesadumbres y pobrezas se nos oluidaron de todo punto, como si1748 no huuieran passado por nosotros: tanto es el gusto de alcançar la libertad perdida.

»Cerca de medio dia podria ser quando nos echaron en la barca, dandonos dos barriles de agua y algun bizcocho; y el capitan, mouido no se de qué misericordia, al embarcarse la hermosissima Zorayda, le dio hasta quarenta escudos   —258→   de oro, y no consintio que le quitassen sus soldados estos mesmos1749 vestidos que ahora1750 tiene puestos. Entramos en el baxel, dimosles las gracias por el bien que nos hazian, mostrandonos mas agradecidos que quexosos; ellos se hizieron a lo largo siguiendo la derrota del estrecho; nosotros, sin mirar a otro norte que a la tierra que se nos mostraua delante, nos dimos tanta priessa a bogar, que al poner del   -fol. 254v-   sol estauamos tan cerca, que bien pudieramos, a nuestro parecer, llegar antes que fuera muy noche; pero por no parecer en aquella noche la luna y el cielo mostrarse escuro, y por ignorar el parage en que estauamos, no nos parecio cosa segura enuestir en tierra, como a muchos de nosotros les parecia, diziendo que diessemos en ella, aunque fuesse en vnas peñas y lexos de poblado1751, porque assi assegurariamos el temor que de razon se deuia tener que por alli anduuiessen baxeles de cosarios de Tetuan, los quales anochecen en Berberia y amanecen en las costas de España, y hazen de ordinario presa, y se bueluen a dormir a sus casas; pero de los contrarios pareceres el que se tomó fue que nos llegassemos poco a poco y que si el sossiego del mar lo concediesse, desembarcassemos donde pudiessemos.

»Hizose assi, y poco antes de la media noche seria quando llegamos al pie de vna disformissima y alta montaña, no tan junto al mar que no concediesse vn poco de espacio para poder desembarcar comodamente; enuestimos   —259→   en la arena, salimos a tierra1752, besamos el suelo, y con lagrimas de muy1753 alegrissimo contento dimos todos gracias a Dios, Señor Nuestro, por el bien tan incomparable que nos auia hecho1754; sacamos de la barca los bastimentos que tenia, tiramosla en tierra, y subimonos1755 vn grandissimo trecho en la montaña, porque   -fol. 255r-   aun alli estauamos y aun no podiamos assegurar el pecho, ni acabauamos de creer que era tierra de christianos la que ya nos sostenia. Amanecio mas tarde, a mi parecer, de lo [que]1756 quisieramos; acabamos de subir toda la montaña por ver si desde alli algun poblado se descubria, o algunas cabañas de pastores, pero aunque mas tendimos la vista, ni poblado, ni persona, ni senda, ni camino descubrimos.

»Con todo esto1757 determinamos de entrarnos la tierra adentro, pues no podria ser menos sino que presto descubriessemos quien nos diesse noticia della; pero lo que a mi mas me fatigaua era el ver yr a pie a Zorayda por aquellas asperezas, que, puesto que alguna vez la puse sobre mis ombros, mas le cansaua a ella mi cansancio que la reposaua su reposo, y, assi, nunca mas quiso que yo aquel trabajo tomasse; y con mucha paciencia y muestras de alegria, lleuandola yo siempre de la mano, poco menos de vn quarto de legua deuiamos de auer andado, quando llegó a nuestros oydos el son de vna pequeña esquila, señal clara que por alli cerca auia ganado, y, mirando todos con atencion si alguno se1758 parecia, vimos al pie de vn   —260→   alcornoque vn pastor moço, que con grande reposo y descuydo estaua labrando un palo con vn cuchillo; dimos bozes, y el, alçando la cabeça, se puso ligeramente en pie, y a lo que despues supimos, los primeros que a la vista se le ofrecieron fueron el renegado y Zorayda, y, como el los vio en habito de moros, penso que todos los de la Berberia estauan sobre el, y, metiendose con estraña lijereza por el bosque adelante,   -fol. 255v-   començo a dar los mayores gritos del mundo, diziendo: “¡Moros, moros ay en la tierra; moros, moros, arma, arma!”

»Con estas bozes quedamos todos confusos, y no sabiamos qué hazernos, pero considerando que las bozes del pastor auian de alborotar la tierra, y que la caualleria de la costa auia de venir luego a ver lo que era, acordamos que el renegado se desnudasse las ropas de1759 turco y se vistiesse vn gilequelco1760 o casaca de cautiuo que vno de nosotros le dio luego, aunque se quedó en camisa; y, assi, encomendandonos a Dios, fuymos por el mismo camino que vimos que el pastor lleuaua, esperando siempre quándo auia de dar sobre nosotros la caualleria de la costa; y no nos engañó nuestro pensamiento, porque aun no aurian passado dos horas, quando, auiendo ya salido de aquellas malezas a vn llano, descubrimos hasta cincuenta caualleros que con gran ligereza, corriendo a media rienda, a nosotros se venian, y assi como los vimos nos estuuimos quedos aguardandolos; pero como ellos llegaron y vieron, en lugar de los moros   —261→   que buscauan, tanto pobre christiano, quedaron confusos, y vno dellos nos preguntó si eramos nosotros acaso la ocasion porque vn pastor auia apellidado al1761 arma. “Si”, dixe yo; y queriendo començar a dezirle mi sucesso, y de dónde veniamos, y quién eramos, vno de los christianos que con nosotros venian conocio al ginete que nos auia hecho la pregunta, y dixo sin dexarme a mi dezir mas palabra: “Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conduzido, porque   -fol. 256r-   si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Velez Malaga, si ya los años de mi cautiuerio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que nos preguntays quién somos, soys Pedro de Bustamante, tio mio.”

»Apenas huuo dicho esto el christiano cautivo, quando el ginete se arrojó del cauallo y vino a abraçar al moço, diziendole: “Sobrino de mi alma y de mi vida; ya te conozco, y ya te he llorado por muerto yo, y mi hermana tu madre, y todos los tuyos, que aun viuen, y Dios ha sido seruido de darles vida para que gozen el plazer de verte; ya sabiamos que estauas en Argel, y por las señales y muestras de tus vestidos y la de todos los desta compañia, comprehendo que aueys tenido milagrosa libertad.” “Assi es”, respondio el moço, “y tiempo nos quedará para contaroslo todo.” Luego que los ginetes entendieron que eramos christianos cautiuos, se apearon de sus cauallos, y cada vno nos combidaua con el suyo   —262→   para lleuarnos a la ciudad de Velez Malaga, que legua y media de alli estaua. Algunos dellos boluieron a lleuar la barca a la ciudad, diziendoles dónde la auiamos dexado; otros nos subieron a las ancas, y Zorayda fue en las del cauallo del tio del christiano.

»Salionos a recebir todo el pueblo, que ya de alguno que se auia adelantado sabian la nueua de nuestra venida. No se admirauan de lo ver cautiuos libres, ni moros cautiuos, porque toda la gente de aquella costa está hecha a ver a los vnos y a los otros, pero admirauanse de la hermosura de Zorayda, la qual en aquel instante y sazon estaua en su punto, ansi con el cansancio del camino como con la alegria   -fol. 256v-   de verse ya en tierra de christianos, sin sobresalto de perderse, y esto le auia sacado al rostro tales colores, que si no es que la aficion entonces me engañaua, osaré1762 dezir que mas hermosa criatura no auia en el mundo; a lo menos, que yo la huuiese visto.

»Fuymos derechos a la iglesia a dar gracias a Dios por la merced recebida, y assi como en ella entró Zorayda, dixo que alli auia rostros que se parecian a los de Lela Marien; diximosle que eran imagines suyas, y, como mejor se pudo, le dio el renegado a entender lo que significauan, para que ella las adorasse como si verdaderamente fueran cada vna dellas1763 la misma Lela Marien que la auia hablado; ella, que tiene buen entendimiento y vn natural facil y claro, entendio luego quanto acerca de las   —263→   imagenes se le dixo. Desde alli nos lleuaron y repartieron a todos en diferentes casas del pueblo, pero al renegado, Zorayda y a mi nos lleuó el christiano que vino con nosotros, y1764 en casa de sus padres, que medianamente eran acomodados de los bienes de fortuna, y nos regalaron con tanto amor como a su mismo hijo.

»Seys dias estuuimos en Velez, al cabo de los quales el renegado, hecha su informacion de quanto le conuenia, se fue a la ciudad de Granada a reduzirse por medio de la Santa Inquisicion al gremio santissimo de la Iglesia; los demas christianos libertados se fueron cada vno donde mejor le parecio; solos quedamos Zorayda y yo con solos los escudos que la cortesia del frances le dio a Zorayda, de los quales compré este animal en que ella viene; y, siruiendola yo hasta agora1765 de padre y escudero, y no de esposo, vamos con intencion de   -fol. 257r-   ver si mi padre es viuo, o si alguno de mis hermanos ha tenido mas prospera ventura que la mia, puesto que por auerme hecho el cielo compañero de Zorayda, me parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que mas la estimara. La paciencia con que Zorayda lleua las incomodidades que la pobreza trae consigo y el desseo que muestra tener de verse ya christiana es tanto1766 y tal, que me admira y me mueue a seruirla todo el tiempo de mi vida; puesto que el gusto que tengo de verme suyo y de que ella sea mia me   —264→   le turba y deshaze no saber si hallaré en mi tierra algun rincon donde recogella, y si auran hecho el tiempo y la muerte tal mudança en la hazienda y vida de mi padre y hermanos, que apenas halle quien me conozca, si ellos faltan.

»No tengo mas, señores, que deciros de mi historia, la qual si es agradable y peregrina, juzguenlo vuestros buenos entendimientos; que de mi se dezir que quisiera auerosla contado lo mas breuemente, puesto que el temor de enfadaros mas de quatro circustancias me ha quitado de la lengua.»



  —265→  

ArribaAbajoCapitulo XLII

Que trata de lo que mas sucedio en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse


Calló en diziendo esto el cautiuo, a quien don Fernando dixo:

«Por cierto, señor capitan, el modo con que aueys contado este estraño sucesso ha sido tal,   -fol. 257v-   que yguala a la nouedad y estrañeza del mesmo1767 caso. Todo es peregrino y raro y lleno de accidentes que marauillan y suspenden a quien los oye. Y es de tal manera el gusto que hemos recebido en escuchalle que, aunque os hallara el dia de mañana entretenidos en el mesmo1768 cuento, holgaramos que de nuevo e començara.»

Y, en diziendo esto, [Cardenio]1769 y todos los demas se le ofrecieron con todo lo a ellos possible para seruirle, con palabras y razones tan amorosas y tan verdaderas, que el capitan se tuuo por bien satisfecho de sus voluntades. Especialmente le ofrecio don Fernando que si queria boluerse con el, que el haria que el marques, su hermano, fuesse padrino del bautismo de Zorayda, y que el, por su parte, le acomodaria de manera, que pudiesse entrar en su tierra con el autoridad y comodo que a su persona se deuia. Todo lo agradecio cortesissimamente el cautiuo, pero no quiso acetar ninguno de sus liberales ofrecimientos.

En esto llegaua ya la noche, y al cerrar   —266→   della, llegó a la venta vn coche, con algunos hombres de a cauallo; pidieron posada; a quien la ventera respondio que no auia en toda la venta vn palmo desocupado.

«Pues aunque esso sea», dixo vno de los de a cauallo que auian entrado, «no ha de faltar ara el señor oydor que aqui viene.»

A este nombre se turbó la guespeda1770 y dixo:

«Señor, lo que en ello hay es que no tengo camas; si es que su merced del señor oydor la trae, que si deue de traer, entre en buen hora; que yo y mi marido nos saldremos de nuestro aposento, por acomodar a su merced.»

«Sea en buen hora», dixo el escudero.

Pero a este tiempo ya auia salido del coche vn hombre que,   -fol. 258r-   en el traje, mostro luego el oficio y cargo que tenia, porque la ropa luenga, con las mangas arrocadas, que vestia, mostraron ser oydor, como su criado auia dicho. Trahia de la mano a vna doncella, al parecer de hasta diez y seys años, vestida de camino, tan bizarra, tan hermosa y tan gallarda, que a todos puso en admiracion su vista, de suerte, que a no auer visto a Dorotea y a Luscinda y Zorayda, que en la venta estauan, creyeran que otra tal hermosura como la desta donzella dificilmente pudiera hallarse. Hallose don Quixote al entrar del oydor y de la donzella, y assi como le vio, dixo:

«Seguramente puede vuestra merced entrar y espaciarse en este castillo; que aunque es estrecho   —267→   y mal acomodado, no ay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no de lugar a las armas y a las letras, y mas si las armas y letras traen por guia y adalid a la fermosura, como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa donzella, a quien deuen no solo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y deuidirse y abaxarse las montañas, para dalle acogida. Entre vuestra merced, digo, en este parayso: que aqui hallará estrellas y soles que acompañen el cielo que vuestra merced trae consigo. Aqui hallará las arinas en su punto y la hermosura en su estremo.»

Admirado quedó el oydor del razonamiento de don Quixote, a quien se puso a mirar muy de proposito. Y no menos le admiraua su talle que sus palabras, y, sin hallar ningunas con que respondelle, se tornó a admirar de nueuo quando vio delante de si a Luscinda, Dorotea1771 y a Zorayda, que, a las nueuas de los nueuos guespedes1772 y a las que la   -fol. 258v-   ventera les auia dado de la hermosura de la donzella, auian venido a verla y a recebirla. Pero don Fernando, Cardenio y el cura le hizieron mas llanos1773 y mas cortesanos ofrecimientos. En efecto, el señor oydor entró confuso, assi de lo que veya1774 como de lo que escuchaua, y las hermosas de la venta dieron la bienllegada a la hermosa donzella.

En resolucion, bien echó de ver el oydor que era gente principal toda la que alli estaua. Pero   —268→   el talle, visage y la apostura1775 de don Quixote le desatinaua; y, auiendo passado entre todos corteses ofrecimientos y tanteado la comodidad de la venta, se ordenó lo que antes estaua ordenado: que todas las mugeres se entrassen en el camaranchon1776 ya referido, y que los hombres se quedassen fuera, como en su guarda. Y, assi, fue contento el oydor que su hija, que era la donzella, se fuesse con aquellas señoras, lo que ella hizo de muy buena gana. Y con parte de la estrecha cama del ventero, y con la mitad de la que el oydor trahia, se acomodaron aquella noche mejor de lo que pensauan.

El cautiuo, que desde el punto que vio al oydor, le dio saltos el coraçon y barruntos de que aquel era su hermano, preguntó a vno de los criados que con el venian que cómo se llamaua y si sabia de qué tierra era. El criado le respondio que se llamaua el licenciado Iuan Perez de Viedma, y que auia oydo dezyr que era de vn lugar de las montañas de Leon. Con esta relacion, y con lo que el auia visto, se acabó de confirmar de que aquel era su hermano, que auia seguido las letras por consejo de su padre. Y alborotado y contento, llamando aparte a don Fernando,   -fol. 259r-   a Cardenio y al cura, les conto lo que passaua, certificandoles que aquel oydor era su hermano. Auiale dicho tambien el criado como yua proueydo por oydor a las Indias, en la Audiencia de Mexico. Supo tambien como aquella donzella era su hija, de cuyo parto auia muerto su madre, y que el auia quedado   —269→   muy rico con el dote que con la hija se le quedó en casa. Pidioles consejo qué modo tendria para descubrirse, o para conocer primero si, despues de descubierto, su hermano, por verle pobre, se afrentaua, o le recebia1777 con buenas entrañas.

«Dexeseme a mi el hazer essa experiencia», dixo el cura, «quanto mas que no ay pensar sino que vos, señor capitan, sereys muy bien recebido1778, porque el valor y prudencia que en su buen parecer descubre vuestro hermano no da indicios de ser arrogante, ni desconocido, ni que no ha de saber poner los casos de la fortuna en su punto.»

«Con todo esso», dixo el capitan, «yo querria, no de improuiso, sino por rodeos, darmele a conocer.»

«Ya os digo», respondio el cura, «que yo lo traçaré de modo que todos quedemos satisfechos.»

Ya, en esto, estaua adereçada la cena, y todos se sentaron a la mesa, eceto el cautiuo y las señoras, que cenaron de por si en su aposento. En la mitad de la cena, dixo el cura:

«Del mesmo1779 nombre de vuestra merced, señor oydor, tuue yo vna camarada en Costantinopla, donde estuue cautiuo algunos años. La qual camarada era vno de los valientes soldados y capitanes que auia en toda la infanteria española. Pero tanto quanto1780 tenia de esforçado y valeroso tenia de desdichado.»

  —270→  

«Y ¿cómo se llamaua esse capitan, señor mio?», preguntó el oydor.

«Llamauase», respondio el cura, «Ruyperez   -fol. 259v-   de Viedma, y era natural de vn lugar de las montañas de Leon. El qual me conto vn caso que [a]1781 su padre con sus hermanos le auia sucedido, que, a no contarmelo vn hombre tan verdadero como el, lo tuuiera por conseja, de aquellas que las viejas cuentan el inuierno al fuego. Porque me dixo que su padre auia diuidido su hazienda entre tres hijos que tenia, y les auia dado ciertos consejos, mejores que los de Caton. Y se yo dezir que el que el escogio de venir a la guerra le auia sucedido tan bien, que en pocos años, por su valor y esfuerço, sin otro braço que el de su mucha virtud, subio a ser capitan de infanteria, y a verse en camino y predicamento de ser presto maestre de campo. Pero fuele la fortuna contraria, pues donde la pudiera esperar y tener buena, alli la perdio con perder la libertad, en la felicissima jornada donde tantos la cobraron, que fue en la batalla de Lepanto. Yo la perdi en la Goleta, y despues, por diferentes sucessos, nos hallamos camaradas en Costantinopla1782. Desde alli vino a Argel, donde se que le sucedio vno de los mas estraños casos que en el mundo han sucedido.»

De aqui fue prosiguiendo el cura, y con breuedad sucinta conto lo que con Zorayda a su hermano auia sucedido. A todo lo qual estaua tan atento el oydor, que ninguna vez auia sido   —271→   tan oydor como entonces. Solo llegó el cura al punto de quando los franceses despojaron a los christianos que en la barca venian, y la pobreza y necessidad en que su camarada y la hermosa mora auian quedado, de los quales no auia sabido en qué auian parado, ni si auian llegado a España, o lleuadolos los franceses a Francia. Todo lo que el   -fol. 260r-   cura dezia estaua escuchando algo de alli desuiado el capitan, y notaua todos los mouimientos que su hermano hazia. El qual, viendo que ya el cura auia llegado al fin de su cuento, dando vn grande suspiro1783 y llenandosele los ojos de agua, dixo:

«¡O, señor, si supiessedes las nueuas que me aueys contado, y cómo me tocan tan en parte, que me es forçoso dar muestras dello con estas lagrimas que, contra toda mi discrecion y recato, me salen por los ojos! Esse capitan tan valeroso que dezis es mi mayor hermano, el qual, como mas fuerte y de mas altos pensamientos que yo ni otro hermano menor mio, escogio el honroso y digno exercicio de la guerra, que fue vno de los tres caminos que nuestro padre nos propuso, segun os dixo vuestra camarada en la conseja que, a vuestro parecer, le oystes. Yo segui el de las letras, en las quales Dios y mi diligencia me han puesto en el grado que me veys. Mi menor hermano está en el Piru, tan rico, que con lo que ha embiado a mi padre y a mi ha satisfecho bien la parte que el se lleuó, y aun dado a las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural.   —272→   Y yo, ansimesmo1784, he podido con más decencia y autoridad tratarme en mis estudios y llegar al puesto en que me veo. Viue aun mi padre, muriendo1785 con el desseo de saber de su hijo mayor, y pide a Dios con continuas oraciones no cierre la muerte sus ojos hasta que el vea con vida a los de su hijo. Del qual me marauillo, siendo tan discreto, como en tantos trabajos y afliciones o prosperos sucessos se aya descuydado de dar noticia de si a su padre; que si el lo supiera, o alguno de nosotros, no tuuiera necessidad de aguardar al milagro de la caña para alcançar   -fol. 260v-   su rescate. Pero de lo que yo agora me temo es de pensar si aquellos franceses le auran dado libertad, o le auran muerto por encubrir su hurto. Esto todo sera1786 que yo prosiga mi viage, no con aquel contento con que le comence, sino con toda melancolia y tristeza. ¡O buen hermano mio, y quién supiera agora donde estauas1787; que yo te fuera a buscar y a librar de tus trabajos, aunque fuera a costa de los mios! ¡O, quién lleuara nueuas a nuestro viejo padre de que tenias vida, aunque estuuieras en las mazmorras mas escondidas de Berberia; que de alli te sacaran sus1788 riquezas, las de mi hermano y las mias! ¡O Zorayda hermosa y liberal, quién pudiera pagar1789 el bien que a vn1790 hermano hiziste; quién pudiera hallarse al renacer de tu alma, y a las bodas, que tanto gusto a todos nos dieran!»

Estas y otras semejantes palabras dezia el   —273→   oydor, lleno de tanta compassion con las nuevas que de su hermano le auian dado, que todos los que le oyan le acompañauan en dar muestras del sentimiento que tenian de su lastima. Viendo, pues, el cura, que tan bien auia salido con su intencion, y con lo que desseaua el capitan, no quiso tenerlos a todos mas tiempo tristes, y, assi, se leuantó de la mesa, y entrando donde estaua Zorayda, la tomó por la mano, y tras ella se vinieron Luscinda, Dorotea y la hija del oydor. Estaua esperando el capitan a ver lo que el cura queria hazer, que fue que, tomandole a el assimesmo1791 de la otra mano, con entrambos a dos, se fue donde el oydor y los demas caualleros estauan, y dixo:

«Cessen, señor oydor, vuestras lagrimas, y colmese vuestro desseo de todo el bien que acertare a dessearse, pues teneys delante a vuestro buen hermano,   -fol. 261r-   y a vuestra buena cuñada; este que aqui veys es el capitan Viedma, y esta la hermosa mora que tanto bien le hizo. Los franceses que os dixe los pusieron en la estrecheza que veys, para que vos mostreys la liberalidad de vuestro buen pecho.»

Acudio el capitan a abraçar a su hermano, y el le puso ambas1792 manos en los pechos, por mirarle algo mas apartado; mas cuando le acabó de conocer, le abraçó tan estrechamente, derramando tan tiernas lagrimas de contento, que los mas de los que presentes estauan le vuieron de acompañar en ellas. Las palabras que entrambos hermanos se dixeron, los sentimientos   —274→   que mostraron, apenas creo que pueden pensarse, quanto mas escriuirse. Alli, en breues razones, se dieron cuenta de sus sucessos; alli mostraron, puesta en su punto, la buena amistad de dos hermanos; alli abraçó el oydor a Zorayda; alli la ofrecio su hazienda; alli hizo que la abraçasse su hija; alli la christiana hermosa y la mora hermosissima renouaron las lagrimas de todos.

Alli don Quixote estaua atento sin hablar palabra, considerando estos tan estraños sucessos, atribuyendolos todos a quimeras de la andante caualleria. Alli concertaron que el capitan y Zorayda se boluiessen con su hermano a Seuilla, y auisassen a su padre de su hallazgo y libertad, para que, como pudiesse, viniesse a hallarse en las bodas y bautismo de Zorayda, por no le ser al oydor possible dexar el camino que lleuaua, a causa de tener nueuas que de alli a vn mes partia flota1793 de Seuilla a la Nueva España, y fuerale de grande incomodidad perder el viage.

En resolucion, todos quedaron contentos y alegres del buen sucesso del cautiuo, y   -fol. 261v-   como ya la noche yua casi en las dos partes de su jornada, acordaron de recogerse y reposar lo que de ella les quedaua. Don Quixote se ofrecio a hazer la guardia del castillo, porque de algun gigante o otro mal andante follon no fuessen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraua. Agradecieronselo los que le conocian, y   —275→   dieron al oydor cuenta del humor estraño de don Quixote, de que no poco gusto recibio.

Solo Sancho Pança se desesperaua con la tardança del recogimiento, y solo el se acomodó mejor que todos, echandose sobre los aparejos de su jumento, que le costaron tan caros como adelante se dira.

Recogidas, pues, las damas en su estancia, y los demas acomodadose1794 como menos mal pudieron, don Quixote se salio fuera de la venta a hazer la centinela del castillo, como lo auia prometido. Sucedio, pues, que faltando1795 poco por1796 uenir el alua, llegó a los oydos de las damas vna voz tan entonada y tan buena, que les obligó a que todas le prestassen atento oydo, especialmente Dorotea, que despierta estaua, a cuyo lado dormia doña Clara de Viedma, que ansi se llamaua la hija del oydor. Nadie podia imaginar quién era la persona que tan bien cantaua, y era vna voz sola, sin que la acompañasse instrumento alguno. Vnas vezes les parecia que cantauan en el patio, otras que en la caualleriza. Y, estando en esta confusion muy atentas, llegó a la puerta del aposento Cardenio, y dixo:

«Quien no duerme, escuche; que oyran vna voz de vn moço de mulas, que de tal manera canta, que encanta.»

«Ya lo oymos, señor», respondio Dorotea.

Y con esto se   -fol. 262r-   fue Cardenio, y Dorotea, poniendo toda la atencion possible, entendio que lo que se cantaua era esto:



  —276→  

ArribaAbajo[Capitulo XLIII]

Donde se quenta la agradable historia del moço de mulas, con otros estraños acaecimientos en la venta sucedidos]1797




    Marinero soy de amor,
y en su pielago profundo
nauego sin esperança
de llegar a puerto alguno.

   Siguiendo voy a vna estrella
que desde lexos descubro,
mas bella y resplandeciente
que quantas vio Palinuro.

   Yo no se adónde me1798 guia,
y, asi, nauego confuso,
el alma a mirarla atenta,
cuydadosa y con descuydo.

   Recatos impertinentes,
honestidad contra el vso,
son nuues que me la encubren
quando mas verla procuro.

    ¡O clara y luziente estrella,
en cuya lumbre me apuro!,
al punto que te me encubras,
era de mi muerte el punto.

Llegando el que cantaua a este punto, le parecio a Dorotea que no seria bien que dexasse Clara   -fol. 262v-   de oyr vna tan buena voz, y, assi, mouiendola a vna y a otra parte, la desperto, diziendole:

«Perdoname, niña, que te despierto, pues lo hago porque gustes de oyr la mejor voz que quiça auras oydo en toda tu vida.»

  —277→  

Clara desperto toda soñolienta, y de la primera vez no entendio lo que Dorotea le dezia, y, boluiendoselo a preguntar ella, se lo boluio a dezir, por lo qual estuuo atenta Clara. Pero apenas vuo oydo dos versos, que el que cantaua yua prosiguiendo, quando le tomó vn temblor tan estraño, como si de algun graue accidente1799 de quartana estuuiera enferma, y, abraçandose estrechamente con Dorotea1800, le dixo:

«¡Ay, señora de mi alma y de mi vida! ¿Para qué me despertastes?; que el mayor bien que la fortuna me podia hazer por aora era tenerme cerrados los ojos y los oydos, para no ver ni oyr a esse desdichado musico.»

«¿Qué es lo que dizes, niña? Mira que dizen que el que canta es vn moço de mulas.»

«No es sino señor de lugares», respondio Clara, «y el que le tiene en mi alma, con tanta seguridad, que si el no quiere dexalle, no le sera quitado eternamente.»

Admirada quedó Dorotea de las sentidas razones de la muchacha, pareciendole que se auentajauan en mucho a la discrecion que sus pocos años prometian. Y, assi, le dixo:

«Hablays de modo, señora Clara, que no puedo entenderos; declaraos mas, y dezidme qué es lo que dezis de alma y de lugares y deste musico, cuya voz tan inquieta os tiene. Pero no me digays nada por ahora; que no quiero perder, por acudir a vuestro sobresalto, el gusto que recibo de oyr al que canta: que   —278→   me parece que con nueuos versos y nueuo tono torna a su canto.»

«Sea en buen hora», respondio Clara.

Y,   -fol. 263r-   por no oylle, se tapó con las manos entrambos oydos, de lo que tambien se admiró Dorotea; la qual, estando atenta a lo que se cantaua, vio que proseguian en esta manera:



   Dvlce esperança mia,
que, rompiendo impossibles y malezas,
sigues firme la via
que tu mesma1801 te finges y adereças,
no te desmaye el verte
a cada passo junto al de tu muerte.

   No alcançan perezosos
honrados triunfos, ni vitoria alguna,
ni pueden ser dichosos
los que, no contrastando a la fortuna,
entregan, desualidos
al ocio blando todos los sentidos.

   Que amor sus glorias venda
caras, es gran razon y es trato justo;
pues no ay mas rica prenda
que la que se quilata por su gusto,
y es cosa manifiesta
que no es de estima lo que poco cuesta.

   Amorosas porfias
tal vez alcançan impossibles cosas,
y ansi, aunque con las mias
sigo de amor las mas dificultosas,
-fol. 263v-
no por esso rezelo
de no alcançar desde la tierra el cielo1802.

Aqui dio fin la voz, y principio a nueuos solloços Clara. Todo lo qual encendia el desseo de Dorotea, que desseaua saber la causa de   —279→   tan suaue canto y de tan triste lloro. Y, assi, le boluio a preguntar qué era lo que le queria dezir denantes. Entonces Clara, temerosa de que Luscinda no la oyesse, abraçando estrechamente a Dorotea, puso su boca tan junto del oydo de Dorotea, que seguramente podia hablar sin ser de otro1803 sentida. Y, assi, le dixo:

«Este que canta, señora mia, es vn1804 hijo de vn cauallero, natural del reyno de Aragon, señor de dos lugares, el qual viuia frontero de la casa de mi padre, en la corte. Y aunque mi padre tenia las ventanas de su casa con lienços en el inuierno y zelosias en el verano, yo o se lo que fue, ni lo que no, que este cauallero, que andaua al estudio, me vio, ni se si en la yglesia o en otra parte. Finalmente, el se enamoró de mi, y me lo dio a entender desde las ventanas de su casa, con tantas señas y con tantas lagrimas, que yo le huue de creer, y aun querer, sin saber lo que me queria. Entre las señas que me hazia, era vna de juntarse la vna mano con la otra, dandome a entender que se casaria conmigo, y aunque yo me holgaria1805 mucho de que ansi fuera, como sola y sin madre, no sabia con quién comunicallo, y, assi, lo dexé estar, sin dalle otro fabor, si no era, quando estaua mi padre fuera de casa y el suyo tambien, alçar vn poco el lienço, o la zelosia, y dexarme ver toda, de lo que el hazia tanta fiesta, que daua señales de boluerse loco.

»Llegose   -fol. 264r-   en esto el tiempo de la partida de   —280→   mi padre, la qual el supo, y no de mi, pues nunca pude dezirselo. Cayó malo, a lo que yo entiendo, de pesadumbre, y, assi, el dia que nos partimos nunca pude verle para despedirme del, siquiera con los ojos. Pero a cabo de dos dias que caminauamos, al entrar de vna posada en vn lugar vna jornada de aqui, le vi a la puerta del meson, puesto en abito de moço de mulas, tan al natural, que si yo no le truxera tan retratado en mi alma, fuera impossible conocelle. Conocile, admireme y alegreme; el me miró a hurto de mi padre, de quien el siempre se esconde quando atrauiessa por delante de mi en los caminos y en las posadas do llegamos. Y, como yo se quién es, y considero que por amor de mi viene a pie y con tanto trabajo, muerome de pesadumbre, y adonde el pone los pies, pongo yo los ojos. No se con qué intencion viene, ni cómo ha podido escaparse de su padre, que le quiere extraordinariamente, porque no tiene otro heredero y porque el lo merece, como lo vera vuestra merced quando le vea. Y, mas le se dezir, que todo aquello que canta lo saca de su cabeça; que he oydo dezir que es muy gran1806 estudiante y poeta. Y ay mas: que cada vez que le veo o le oygo cantar, tiemblo toda y me sobresalto, temerosa de que mi padre le conozca y venga en conocimiento de nuestros desseos. En mi vida le he hablado palabra, y con todo esso le quiero de manera, que no he de poder viuir sin el. Esto es, señora mia, todo lo que os puedo dezir   —281→   deste musico, cuya voz tanto os ha contentado, que en sola ella echareys bien de ver que no es moço de mulas, como dezis, sino señor de almas y lugares, como   -fol. 264v-   yo1807 os he dicho.»

«No digays mas, señora doña Clara», dixo a esta sazon Dorotea, y esto, besandola mil vezes. «No digays mas, digo, y esperad que venga el nueuo dia; que yo espero en Dios de encaminar de manera vuestros negocios, que tengan el felize1808 fin que tan honestos principios merecen.»

«¡Ay, señora!», dixo doña Clara, «¿qué fin se puede esperar, si su padre es tan principal y tan rico que le parecera que aun yo no puedo ser criada de su hijo, quanto mas esposa? Pues casarme yo a hurto de mi padre, no lo hare por quanto ay en el mundo. No querria sino que este moço se boluiesse y me dexasse; quiça con no velle y con la gran distancia del camino que lleuamos se me aliuiaria la pena que aora lleuo; aunque se dezir que este remedio que me imagino me ha de aprouechar bien poco; no se qué diablos ha sido esto, ni por dónde se ha entrado este amor que le tengo, siendo yo tan muchacha y el tan muchacho, que en verdad que creo que somos de vna edad mesma1809, y que yo no tengo cumplidos diez y seys años; que para el dia de San Miguel que vendra dize mi padre que los cumplo.»

No pudo dexar de reyrse Dorotea oyendo quán como niña hablaua doña Clara, a quien dixo:

  —282→  

«Reposemos, señora, lo poco que creo queda de la noche, y amanecera Dios y medraremos, o mal me andaran las manos.»

Sossegaronse con esto, y en toda la venta se guardaua vn grande silencio; solamente no dormian la hija de la ventera, y Maritornes su criada. Las quales como ya sabian el humor de que pecaua don Quixote, y que estaua fuera de la venta, armado y a cauallo, haziendo la guarda, determinaron las dos de hazelle alguna burla, o, a lo menos, de passar vn poco el tiempo oyendole sus disparates.

  -fol. 265r-  

Es, pues, el caso, que en toda la venta no auia ventana que saliesse al campo, sino vn agujero de vn pajar, por donde echauan la paja por de fuera. A este agujero se pusieron las dos semidonzellas, y vieron que don Quixote estaua a cauallo, recostado sobre su lançon, dando de quando en quando tan dolientes y profundos suspiros, que parecia que con cada vno se le arrancaua el alma. Y, assimesmo1810, oyeron que dezia con voz blanda, regalada y amorosa:

«¡O mi señora Dulzinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discrecion, archiuo del mejor donayre, deposito de la honestidad, y, vltimadamente, idea de todo lo prouechoso, honesto y deleytable que ay en el mundo! Y ¿qué fará agora la tu merced? ¿Si tendras, por ventura, las mientes en tu cautiuo cauallero, que a tantos peligros por solo seruirte de su voluntad ha querido ponerse? Dame tu nueuas della, ¡o luminaria de las tres   —283→   caras!1811; quiça con embidia de la suya la estás aora mirando, que, o passeandose1812 por alguna galeria de sus suntuosos palacios, o ya puesta de pechos sobre algun valcon, está considerando cómo, salua su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que por ella este mi cuytado coraçon padece, qué gloria ha de dar a mis penas, qué sosiego a mi cuidado, y, finalmente, qué vida a mi muerte y qué premio a mis seruicios. Y tu, sol, que ya deues de estar apriessa ensillando tus cauallos por madrugar y salir a ver a mi señora, assi como la veas, suplicote que de mi parte la saludes; pero guardate que al verla y saludarla no le des paz en el rostro; que tendre mas zelos de ti que tu los tuuiste de aquella ligera ingrata que tanto   -fol. 265v-   te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, o por las riberas de Peneo1813; que no me acuerdo bien por dónde corriste entonces, zeloso y enamorado.»

A este punto llegaua entonces don Quixote en su tan lastimero razonamiento, quando la hija de la ventera le començo a cecear, y a dezirle:

«Señor mio, lleguese aca la vuestra merced, si es seruido.»

A cuyas señas y voz boluio don Quixote la cabeça, y vio a la luz de la luna, que entonces estaua en toda su claridad, como le llamauan del agujero que a el le parecio ventana, y aun con rejas doradas, como conuiene que las tengan tan ricos castillos como el se imaginaua   —284→   que era aquella venta; y luego en el instante se le representó en su loca imaginacion que otra vez, como la passada, la donzella fermosa, hija de la señora de aquel castillo, vencida de su amor, tornaua a solicitarle; y, con este pensamiento, por no mostrarse descortes y desagradecido, boluio las riendas a Rozinante y se llegó al agujero, y assi como vio a las dos mojas, dixo:

«Lastima os tengo, fermosa señora, de que ayades puesto vuestras amorosas mientes en arte donde no es possible corresponderos conforme merece vuestro gran valor y gentileza; de lo que no deueys dar culpa a este miserable andante cauallero, a quien tiene amor impossibilitado de poder entregar su voluntad a otra que1814 aquella que en el punto que sus ojos la vieron, la hizo señora absoluta de su alma. Perdonadme, buena señora, y recogeos en vuestro aposento, y no querays con significarme mas vuestros desseos que yo me muestre mas desagradecido; y si del amor que me teneys hallays en mi   -fol. 266r-   otra cosa con que satisfazeros que el mismo amor no sea, pedidmela; que yo os juro por aquella ausente enemiga dulce mia, de darosla encontinente, si bien me pidiessedes vna guedeja de los cabellos de Medusa, que eran todos culebras, o ya los mesmos1815 rayos del sol, encerrados en vna redoma.»

«No ha menester nada desso mi señora, señor cauallero», dixo a este punto Maritornes.

  —285→  

«Pues ¿qué ha menester, discreta dueña, vuestra señora?», respondio don Quixote.

«Sola vna de vuestras hermosas manos», dixo Maritornes, «por poder deshogar1816 con ella el gran desseo que a este agujero la ha traydo, tan a peligro de su honor, que si su señor padre la huuiera sentido, la menor tajada della fuera la oreja1817

«Ya quisiera yo ver esso», respondio don Quixote; «pero el se guardará bien desso, si ya no quiere hazer el mas desastrado fin que padre hizo en el mundo, por auer puesto las manos en los delicados miembros de su enamorada hija.»

Pareciole a Maritornes que sin duda don Quixote daria la mano que le auian1818 pedido, y, proponiendo en su pensamiento lo que auia de hazer, se baxó del agujero y se fue a la caualleriza1819, donde tomó el cabestro del jumento de Sancho Pança, y con mucha presteza se boluio a su agujero, a tiempo que don Quixote se auia puesto de pies sobre la silla de Rozinante, por alcançar a la ventana enrejada donde se imaginaua estar la ferida doncella; y al darle la mano, dixo:

«Tomad, señora, essa mano, o por mejor dezir, esse verdugo de los malhechores del mundo; tomad essa mano, digo, a quien no ha tocado otra de muger alguna, ni aun la de aquella que tiene entera possession de todo mi cuerpo. No os la doy para que la beseys,   -fol. 266v-   sino para que mireys la contestura de sus neruios,   —286→   la trauazon de sus musculos, la anchura y espaciosidad de sus venas; de donde sacareys qué tal deue de ser la fuerça del braço que tal mano tiene.»

«Aora lo veremos», dixo Maritornes.

Y, haziendo vna lazada corrediza al cabestro, se la echó a la muñeca, y, baxandose del agujero, ató lo que quedaua al cerrojo de la puerta del pajar muy fuertemente. Don Quixote, que sintio la aspereza del cordel en su muñeca, dixo:

«Mas parece que vuestra merced me ralla que no que me regala la mano; no la trateys tan mal, pues ella no tiene la culpa del mal que mi voluntad os haze, ni es bien que en tan poca arte vengueys el todo de vuestro enojo; mirad que quien quiere bien no se venga tan mal.»

Pero todas estas razones de don Quixote ya no las escuchaua nadie, porque assi como Maritornes le ató, ella y la otra se fueron, muertas de risa, y le dexaron asido de manera, que fue impossible soltarse. Estaua, pues, como se ha dicho, de pies sobre Rozinante, metido todo el braço por el agujero, y atado de la muñeca y al cerrojo de la puerta,. con grandissimo temor y cuydado que si Rozinante se desuiaua a vn cabo o a otro, auia de quedar colgado del braço; y, assi, no osaua hazer mouimiento alguno, puesto que de la paciencia y quietud de Rozinante bien se podia esperar que estaria sin mouerse vn siglo entero.

En resolucion, viendose don Quixote atado,   —287→   y que ya las damas se auian ydo, se dio a imaginar que todo aquello se hazia por via de encantamento, como Ia vez passada, quando en aquel mesmo1820 castillo le molio aquel moro encantado del harriero, y maldezia entre si   -fol. 267r-   su poca discrecion y discurso, pues auiendo salido tan mal la vez primera de aquel castillo, se auia auenturado a entrar en el la segunda, siendo aduertimiento de caualleros andantes que, quando han prouado vna auentura y no salido1821 bien con ella, es señal que no está ara ellos guardada, sino para otros, y, assi, no tienen necessidad de prouarla segunda vez. Con todo esto, tiraua de su braço por ver si podia soltarse, mas el estaua tan bien asido, que todas sus pruebas fueron en vano. Bien es verdad que tiraua con tiento, porque Rozinante no se mouiesse, y aunque el quisiera sentarse y ponerse en la silla, no podia sino estar en pie, o arrancarse la mano.

Alli fue el dessear de la espada de Amadis, contra quien no tenia fuerça encantamento alguno1822; alli fue el maldezir de su fortuna; alli fue el exagerar la falta que haria en el mundo su presencia el tiempo que alli estuuiesse encantado, que sin duda alguna se auia creydo que lo estaua; alli el acordarse de nuevo de su querida Dulzinea del Toboso; alli fue el llamar a su buen escudero Sancho Pança, que, sepultado en sueño, y tendido sobre el albarda de su jumento, no se acordaua en aquel instante de la madre que lo auia parido; alli llamó   —288→   a los sabios Lirgandeo y Alquife1823, que le ayudassen; alli inuocó a su buena amiga Vrganda, que le socorriesse, y, finalmente, alli le tomó la mañana, tan desesperado y confuso, que bramaua como vn toro; porque no esperaua el que con el dia se remediaria su cuyta, porque la tenia por eterna, teniendose por encantado. Y haziale creer esto ver que Rozinante poco ni mucho se movia,   -fol. 267v-   y creia que de aquella suerte, sin comer, ni beuer, ni dormir, auian de estar el y su cauallo hasta que aquel mal influxo de las estrellas se passasse, o hasta que otro mas sabio encantador le desencantasse.

Pero engañose mucho en su creencia, porque apenas començo a amanecer, quando llegaron a la venta quatro hombres de a cauallo, muy bien puestos y adereçados, con sus escopetas sobre los arzones. Llamaron a la puerta de la venta, que aun estaua cerrada, con grandes golpes, lo cual visto por don Quixote desde donde aun no dexaua de hazer la centinela, con voz arrogante y alta, dixo:

«Caualleros, o escuderos, o quienquiera que seays, no teneys para qué llamar a las puertas deste castillo; que asaz de claro está que a tales horas, o los que estan dentro duermen, o no tienen por costumbre de abrirse las fortalezas hasta que el sol esté tendido por todo el suelo; desuiaos a fuera, y esperad que aclare el dia, y entonces veremos si sera justo o no que os abran.»

«¿Qué diablos de fortaleza o castillo es este»,   —289→   dixo vno, «para obligarnos a guardar estas ceremonias? Si soys el ventero, mandad que nos abran; que somos caminantes que no queremos mas de dar ceuada a nuestras caualgaduras y passar adelante, porque vamos de priessa.»

«¿Pareceos, caualleros, que tengo yo talle de ventero?», respondio don Quixote.

«No se de qué teneys talle», respondio el otro, «pero se que dezis disparates en llamar castillo a esta venta.»

«Castillo es», replicó don Quixote, «y aun de los mejores de toda esta prouincia; y gente tiene dentro que ha tenido cetro en la mano y corona en la cabeça.»

«Mejor fuera al reues», dixo el   -fol. 268r-   caminante: «el cetro en la cabeça y la corona en la mano, y sera, si a mano viene, que deue de estar dentro alguna compañia de representantes, de los quales es tener a menudo essas coronas y cetros que dezis, porque en vna venta tan pequeña, y adonde se guarda tanto silencio como esta, no creo yo que se alojan personas dignas de corona y cetro.»

«Sabeys poco del mundo», replicó don Quixote, «pues ignorays los casos que suelen acontecer en la caualleria andante.»

Cansauanse los compañeros que con el preguntante venian del coloquio que con don Quixote passaua, y, assi, tornaron a llamar con grande furia, y fue de modo, que el ventero desperto, y aun todos quantos en la venta estauan, y assi, se levantó a preguntar quién llamaua.

  —290→  

Sucedio en este tiempo que vna de las caualgaduras en que venian los quatro que llamauan se llegó a oler a Rozinante, que, melancolico y triste, con las orejas caydas, sostenia sin mouerse a su estirado señor; y como, en fin, era de carne, aunque parecia de leño, no pudo dexar de resentirse y tornar a oler a quien le llegaua a hazer caricias, y, assi, no se huuo mouido tanto quanto, quando se desuiaron los juntos pies de don Quixote, y, resbalando de la silla, dieran con el en el suelo a no quedar colgado del braço, cosa que le causó tanto dolor, que creyó, o que la muñeca le cortauan, o que el braço se le arrancaua, porque el quedó tan cerca del suelo, que con los estremos de las puntas de los pies besaua la tierra, que era en su perjuyzio, porque como sentia lo poco que le faltaua para poner las plantas en la tierra, fatigauase y estirauase cuanto podia por alcançar al suelo, bien assi como los que estan en el tormento de la garrucha puestos a toca, no toca, que ellos mesmos1824 son causa de   -fol. 268v-   acrecentar su dolor con el ahinco que ponen en estirarse, engañados de la esperança que se les representa, que con poco mas que se estiren llegarán al suelo.