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En El grado cero de la escritura, Roland Barthes analiza el uso del pretérito como una de las características fundamentales del realismo decimonónico, ya que «supone un mundo construido» y es «la expresión de un orden» («La escritura de la novela», en El grado cero de la escritura, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973).

 

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Mármol anunció en La Semana una trilogía histórica del gobierno rosista, que estaría formada por Amalia y otras dos novelas que nunca aparecieron cuyos títulos serían La Agustina y Noches de Palermo. También en el prefacio a la edición de Amalia del 55 se anunciaba el plan de otras novelas sobre «el gran cuadro de los acontecimientos políticos en los últimos doce años de la dictadura». Este plan frustrado nos evoca el proyecto balzaciano que quiere dar una visión totalizadora de la sociedad de su época.

 

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Para reflexionar acerca de las diferencias y vinculaciones entre el romanticismo y el realismo decimonónico resultan fundamentales las observaciones de Eric Auerbach en «La mansión de la Mole», Mimesis, México, Fondo de Cultura Económica, 1987. Entre «la mezcla de lo sublime y lo grotesco» de Víctor Hugo y la «visión total demoníaco-orgánica» de Balzac, pueden encontrarse estrategias intermedias que me parecen sumamente estimulantes para abordar la novela de Mármol.

 

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Ver «Mármol: los dos ojos del romanticismo», Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982. John Brushwood retoma algunas de las consideraciones de Viñas, fundamentalmente la cuestión del binarismo que estructura la novela, pero no se detiene en su observación del realismo «elemental» y entiende el romanticismo como juego de polaridades (urbano vs. rústico, refinamiento vs. vulgaridad, europeo vs. americano); para el análisis, deja de lado el aspecto histórico de la novela y trabaja exclusivamente su aspecto ficcional (en la acción, la descripción, los caracteres, etc.), lo que supone -en este nivel- una dicotomía metodológica («El enfoque en la acción», en La barbarie elegante, México, Fondo de Cultura Económica, 1988).

 

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El texto romántico inaugura la historia de amor de la novela: cuando Daniel llega con Eduardo herido a la casa de Amalia, ella está leyendo las Meditaciones de Lamartine. Otra escena: Eduardo traduce para Amalia el Manfredo de Byron. Amalia lo escucha «enajenada, más por la voz que llegaba hasta su corazón, que por los bellos raptos de la imaginación del poeta» y «Eduardo levantaba su cabeza a buscar, en los ojos de Amalia, un raudal mayor de poesía que el que brotaban de los pensamientos del águila de los poetas del siglo XIX». La pareja Amalia-Eduardo hiperboliza el ideal romántico. Como dice el narrador: «Ella y él representaban allí el cuadro vivo y acabado de la felicidad más completa» (I, p. 331; destacado mío).

 

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Lukács propone dos ramas para la novela histórica: la novela histórica propiamente dicha (inaugurada por Walter Scott) y la novela histórica de corte romántico. De la primera, surge la novela realista que postula Balzac al escribir la Comedia Humana; en la segunda, Lukács observa una inclinación a la moralización (cf. G. Lukács, La novela histórica, México, Era, 1966).

 

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Es notoria la ausencia de narraciones de batallas en Amalia: todo lo que se sabe de ellas es por medio de partes, de noticias, de rumores que llegan a la ciudad (espacio privilegiado de la estética realista). Hay que considerar en esta misma línea los capítulos que transcurren en el campamento de Santos Lugares.

 

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Disiento, en este sentido, con la afirmación generalmente aceptada de que Daniel Bello es el típico héroe romántico. Tanto las observaciones que hago respecto de la confrontación entre las lecturas y los modelos de los personajes como entre sus caracterizaciones apuntan a fundamentar mi divergencia.

 

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Doris Sommer entiende el vínculo amoroso de Amalia con Eduardo Belgrano en términos de conciliación político-territorial. Sin embargo, considero que su hipótesis acerca del hijo engendrado por ambos -del cual no hay ningún indicio textual- parece forzar un cierre que prometería un futuro de unión para la Argentina pero que el final de la novela no resuelve en esa dirección. En todo caso, esta interpretación estaría mostrando los riesgos de una lectura alegórica de la ficción a partir de la situación política nacional (Doris Sommer, «Amalia: valor at heart and home», Foundational Fictions, Berkeley, University of California, 1991).

 

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Hay tres momentos en toda la novela en los que Eduardo participa en escenas de la vida política: el embarque frustrado del comienzo, la reunión clandestina en la casa de doña Marcelina donde pronuncia un discurso ante sus compañeros de asociación y la escena final de lucha con los mazorqueros. En todas se representa la ineficacia operativa del personaje.