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El análisis de lenguas indígenas en Lorenzo Hervás (1735-1809) y sus repercusiones en Europa

Manuel Breva-Claramonte


Universidad de Deusto


ArribaAbajoIntroducción

Existe toda una tradición de estudios que, abarcando de Müller (1862) y Batllori (1966 [1959]) hasta Lázaro (1985 [1949]), Coseriu (1975-1976, 1976, 1978a y 1978b) y Tovar (1981a, 1981b, 1984 y 1986: 13-94 en Hervás 1986 [1784]), han investigado las ideas lingüísticas de Hervás. Así, se han destacado su aportación a la lingüística románica e hispánica, su contribución al establecimiento de familias lingüísticas, su concepción de substrato y su influjo sobre Wilhelm von Humboldt (1767-1835), Johann Christoph Adelung (1732-1806) y Johann Severin Vater (1771-1826) en el conocimiento que éstos tenían de las lenguas amerindias. Sarmiento González (1990) ha estudiado la modernidad de la obra de Hervás, y Breva Claramonte (1987, 1991, 1993), así como Breva Claramonte y Sarmiento González (1990 en Hervás 1990 [1787]), han examinado las descripciones de tipo sincrónico que realiza Hervás, aspecto de su obra que ha sido menos estudiado. De ahí que mi intención en este trabajo sea mostrar el método de recogida de datos y el tipo de descripciones morfosintácticas que efectúa el jesuita conquense, descripciones que ayudaron al desarrollo de los estudios de lingüística.

Hervás era un autor representativo del siglo XVIII en cuanto que desea reunir en una obra enciclopédica el progreso de las ciencias de su siglo. Su enciclopedia de 21 volúmenes, escrita en italiano y titulada Idea dell'Universo (1778-1787), dedica los últimos cinco volúmenes a temas lingüísticos. El tomo 21 contiene una colección de Padrenuestros y las traducciones literales de éstos. Aquí nos vamos a centrar principalmente en el examen de dicho volumen (1990 [1787]: parte II = Saggio pratico delle lingue). Divido el trabajo en varias partes: 1) las motivaciones religiosas y profanas de su obra, 2) el método de recogida de datos, y 3) el análisis gramatical de los Padrenuestros. Al desarrollar estos apartados, hago referencia a las repercusiones de sus ideas en Europa.






ArribaAbajoMotivaciones religiosas y profanas de su obra

Encontramos motivaciones de carácter religioso en su obra, deseando nuestro autor confirmar con sus hallazgos la idea del Génesis de que Dios creó una lengua infusa en los primeros hombres de la cual procederían todas las demás. Sin embargo, afirma junto con Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), en su Collectanea etymologica (1970 [1717]), que son inútiles las investigaciones que intentan buscar una lengua madre de todas las demás, ya que resultaría más fecundo establecer, a través de las palabras radicales de las lenguas, la relación y el comercio de las naciones que las hablan (Hervás 1990 [1787]: parte II, pp. 9, 11, 17, 21, 26).

A juicio de Hervás, la confusión de las lenguas, debida al célebre castigo de la Torre de Babel, se puede demostrar experimentalmente. Influido por la propia realidad lingüística, trata de mostrar con ejemplos que todas las lenguas no procedían de un tronco común, argumentando que así como de un caballo no nace un perro, tampoco es verosímil que de un idioma proceda otro sustancialmente distinto. Parece vislumbrarse aquí la idea de la poligénesis del lenguaje, idea que se irá matizando y perfeccionando con los sucesores de Hervás, ya que a juzgar por sus análisis, para el jesuita conquense cualquier semejanza tipológica todavía significa relación genética o tronco común.

Cita una frase del cochimí1, lengua hablada en California, en la que «Creo en Dios porque no se puede engañar» se dice Diò-juò noogosò praedèbat kaenambal najua muguibi, que traducido literalmente sería «Dios en creo engañarse no puedo porque»; es decir que se trata de una frase cuyo orden sintáctico es totalmente distinto al del latín o cualquier otra lengua europea.

De estos datos, deduce que sería difícil que una lengua como el cochimí proviniera del latín o de otra lengua semejante. Las palabras y las expresiones se toman prestadas, con frecuencia, de una lengua a otra, pero estos intercambios no ocurren en los aspectos fundamentales del lenguaje, como pueden ser los distintos órdenes sintácticos. Su conocimiento de las lenguas del mundo le induce a pensar que en ellas se da una gran variedad de formas, de distribución de éstas y de órdenes sintácticos diferentes (1990 [1787]: parte II, pp. 15-17).

A veces, debido a su tradicionalismo y a su conservadurismo, Hervás sigue demasiado literalmente las ideas del Génesis. Acepta que el latín no era una lengua matriz por tener muchos elementos vascos, y relaciona el georgiano, el vasco y el ibérico, que serían lenguas descendientes del idioma que hablaba Tubal, hijo de Jafet y nieto de Noé, idioma que constituiría una de las setenta y dos lenguas matrices de acuerdo con el número de hijos y nietos de Noé. Este tipo de hipótesis religioso-lingüísticas donde Hervás sufre la influencia de su hermano de hábito, el padre Manuel de Larramendi, fueron criticadas por el erudito francés Constantino de Volney (1757-1820), quien admira, en la obra de Hervás, la calidad y utilidad de los materiales lingüísticos recogidos a través de los misioneros, pero critica la imposibilidad de comprobar sus observaciones sobre la dispersión de las lenguas, señalando que «ce prejugé d'Hervas dont je pense avoir bien demontré l'erreur, l'a jeté dans beaucoup de conclusions fausses» (Volney 1820: 34; cfr. Hassler 1994: 124).

Existe también una motivación profana en su obra en el sentido de que el estudio de las lenguas nos ayuda a reconstruir y a revisar la historia de las naciones (cfr. Val Alvaro 1986). Los coetáneos de Hervás deseaban hacer una revisión crítica de la historia. Así, en España, Fray Benito Feijoo (1676-1764), José Cadalso (1741-1782) y Juan Pablo Forner (1756-1797) defendían esta revisión crítica de la historia, mientras que Johann Gottfried Herder (1744-1803) era uno de los que mantenía esta postura en Alemania. Hervás indica que ya Platón en el Cratilo señalaba que el estudio de las palabras iluminaba el conocimiento de la historia antigua. Leibniz también pensó que un día habría diccionarios de todas las lenguas del mundo que harían posible reconocer las etimologías y, por ellas, el origen de los pueblos (Arens 1969 [1955]: 99). De modo parecido, Hervás afirma que mediante el análisis de las palabras, la sintaxis y la pronunciación es posible llegar a la catalogación y clasificación de las lenguas, lo que permitiría encontrar el origen y la historia de los pueblos. Busca en las lenguas testimonio de la comunidad de origen, así como la demostración de vecindades y relaciones culturales (cfr. Tovar 1986: 24 en Hervás 1986 [1784]). En su opinión, este camino no es menos seguro y cierto que el que nos ofrecen las costumbres, la religión y las características idiosincrásicas de las naciones. Si en el mundo no hubiera documentos escritos, las lenguas constituirían la única fuente a nuestro alcance para la reconstrucción de la historia de las naciones. De todos modos, aun suponiendo que estos documentos existan, las lenguas siempre ayudan a corregir errores históricos. Hervás reconoce en sus afirmaciones la existencia de una relación íntima entre lengua y cultura (1990 [1787]: parte II, pp. 24, 27).




ArribaAbajoMétodo de recogida de datos

El jesuita conquense se proponía escribir la historia de las lenguas del mundo, lo que debería entenderse como un estudio descriptivo de su «artifizio», o sea, de la pronunciación, de la morfología, de la sintaxis y del vocabulario, con el propósito de catalogar y descubrir el parentesco entre los diversos idiomas. Relacionó varias lenguas americanas entre sí y comparó un determinado número de lenguas celtas. Sin embargo, admitía que tal empresa parecía temeraria y utópica. Por ello, y como ejemplo de lo que podría ser esa historia futura, intenta recoger la oración dominical, con sus rasgos lingüísticos, en más de trescientas treinta lenguas2. El método seguido por Hervás para recoger Padrenuestros y efectuar las traducciones literales o la identificación de «morfemas» con comentarios gramaticales es doble: por un lado se vale de informantes o conocidos que hablaban las lenguas objeto de estudio y, por otro, se sirve de los catecismos, versiones de los Evangelios, gramáticas y diccionarios que los misioneros habían empezado a componer desde hacía más de dos siglos y que se hallaban en los archivos misioneros de Propaganda Fide en Roma y en otras bibliotecas.

Con relación a América, utilizó los magníficos conocimientos que se tenían de las cuatro lenguas generales y de otras menores. Las Artes de estas lenguas estaban orientadas hacia eclesiásticos con conocimiento del latín, de ahí que usasen el modelo latino, con influencias sobre todo de Nebrija y de otras gramáticas renacentistas. Pero ello no impide que dichas Artes contengan análisis morfológicos, sintácticos, léxicos y sociolingüísticos de aspectos tipológicos, dentro de cada lengua aisladamente, sobre rasgos que diferenciaban a éstas de las europeas. Fray Domingo de Santo Tomás (1499-1570), autor de Grammatica o Arte de la lengua general de los Indios de los Reynos del Perú (1951 [1560]), primera gramática del quechua, muestra cómo este idioma distingue (pp. 32-33) entre la primera persona plural inclusiva del pronombre (ñocánchic) y la exclusiva (ñocáyco), afirma que los nombres inaminados marcan el plural mediante el adjetivo o el numeral y alude a factores sociolingüísticos (p. 6) cuando escribe que el varón llama a su hermano (guaúqui) y a su hermana (pani o pana) y la mujer dice a su hermano (tori o tora) y a su hermana (náana), con el uso de vocablos distintos según el sexo del hablante. Joseph de Anchieta (1534-1597), en Arte de grammatica da lingoa mais vsada na costa do Brasil (1595), expone (pp. 33a-33b) que en tupí el nombre puede llevar idénticas marcas que el verbo para el pretérito o para el futuro; por ejemplo, mbaê «cosa», mbaêpoéra «cosa que fue, cosa vieja» y mbaéráma «cosa que ha de ser, cosa nueva». Por último, Horacio Carochi, en Arte de la lengua mexicana (1983 [1645]) con la que había tenido cuarenta y cinco años de contacto, indica (p. 66) que no solamente los nombres, pronombres, preposiciones y muchos adverbios tienen la marca denominada reverencial, con la que expresan indistintamente respeto hacia el interlocutor o hacia el objeto o persona referida en el discurso, sino los verbos con sólo alterar y mudar un poco sus raíces. El material lingüístico de los dos primeros siglos de la Colonia fue de gran utilidad para Hervás, pues, junto a su trabajo de campo, son el punto de partida para sus estudios lingüísticos sincrónicos, que le permitían descubrir el «artificio gramatical» o rasgos tipológicos de las lenguas para después encontrar la relación de parentesco entre ellas (cfr. Hervás 1979 [1800-1805]: vol. 1, p. 30).

Como investigador, Hervás disfrutaba de una situación privilegiada, ya que un azar del destino, la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en 1767, durante el reinado de Carlos III, le llevó a Italia. En este país, utilizó como informantes a los jesuitas expulsos (que habían regresado de su labor misionera en diversas partes del mundo) y a los extranjeros que vivían en Italia (cfr. Hervás 1990 [1787]: parte II, pp. 53, 55). En muchos casos, veinte años o más transcurrieron desde que los informantes habían estado en contacto con tales lenguas. A pesar de todo, resolvió muchas dudas a través de unos misioneros, ya ancianos, quienes trataban de traer a la memoria las palabras y el «artifizio» (o sea, la estructura y funcionamiento) de la lenguas indígenas. Según él, su proyecto había nacido un poco tarde (entre finales de la década de 1770 y principios de la siguiente), dado que dieciocho años después de su llegada al Estado Eclesiástico habían muerto más de doscientos misioneros y con la muerte de algunos de ellos también habían desaparecido los conocimientos que teníamos de ciertas lenguas de aquellos países lejanos (1990 [1787]: parte II, pp. 51-56).

Como instrumento auxiliar en la identificación de formas gramaticales en los Padrenuestros y como parte de su proyecto más amplio de una historia de las lenguas, Hervás compuso elementi grammaticali o gramáticas breves, que él mismo menciona en su Catalogo delle lingue (1986 [1784]: 9, cfr. Batllori 1966 [1959]: 208 ss.). Dichas gramáticas escritas con la ayuda de los misioneros informantes permanecieron inéditas en su mayor parte, si exceptuamos la información de éstas que aparece en los comentarios gramaticales de los Padrenuestros. En realidad, han llegado al conocimiento del mundo erudito a través de las publicaciones de Humboldt y del Mithridates, subtitulado «ciencia general de las lenguas con el Padrenuestro traducido en más de quinientas lenguas y dialectos», de Adelung y Vater. Humboldt conoció a Hervás y se relacionó con él en Roma entre los años 1802 y 1808, cuando Humboldt era el embajador prusiano ante la Santa Sede y Hervás bibliotecario pontificio en el Quirinal. Humboldt pidió prestadas estas gramáticas y copió algunas de ellas de su propia mano (cfr. Humboldt 1812: 304-307 y Batllori 1966 [1959]: 202-203 y 213).




ArribaAbajoAnálisis gramatical de los padrenuestros

Las traducciones literales o descripciones morfosintácticas de los Padrenuestros constituyen una faceta significativa de la obra de Hervás, realizada hasta esa fecha. Hallamos en su obra un deseo descriptivo de tipo sincrónico cuando afirma que con los contenidos del Vocabulario poligloto (1990 [1787]: parte I) y con la colección de Padrenuestros conseguimos hacernos una idea general del «stato di quasi tutte le lingue conosciute del mondo» (1990 [1787]: parte II, p. 27). En su estudio el jesuita conquense puso en primer lugar las lenguas de América del Sur, comenzando por Tierra del Fuego (Chile) hasta llegar a la América del Norte y continuando con las lenguas del Pacífico, el Índico, Asia, Europa y África (1990 [1787]: parte II, p. 58)3.

Basándose en la colección de Hervás y en otros trabajos que consultaron en diversas bibliotecas, Adelung y Vater llegaron a reunir casi cuatrocientos cincuenta Padrenuestros, unos cien más que Hervás. Los dos eruditos alemanes destacaron la utilidad de las traducciones literales del jesuita, añadiendo que su método de análisis era «el único camino para descubrir la estructura del lenguaje» («das einzige Mittel, den Bau der Sprachen aufzuschliessen», Adelung & Vater 1970 [1806-1817]: vol. 1, pp. 670, 672 ss.). Adelung y Vater se ocuparon de las lenguas americanas en el volumen III de su Mithridates, donde la obra de Hervás fue la fuente principal, a pesar de que el nombre de éste ni siquiera se menciona. El orden de las lenguas en su estudio, que comenzaba en Tierra del Fuego y llegaba a los límites de California y Nuevo México, es el mismo que siguió Hervás (cfr. Tovar 1986: 25 y 59-63 en Hervás 1986 [1784]).

En parte, con los datos lingüísticos del jesuita conquense, el Mithridates supera a aquél en el establecimiento de relaciones de parentesco, pues para sus autores diferencias entre lenguas no significan necesariamente falta de relación genética, ni tampoco ciertas semejanzas implican obligatoriamente relación de parentesco. Así, la diversidad de las lenguas de América no implica que tengan un origen distinto, ni las marcas de concordancia de objeto en el verbo en las lenguas de América del Sur, del vasco y del georgiano significan que esas lenguas procedan de un tronco común. Así, se acepta la poligénesis de las lenguas, pero, a diferencia de Hervás, para los dos eruditos alemanes no se puede descartar a priori que la misma particularidad tipológica se halle en lenguas que no tienen relaciones de parentesco (vid. Adelung & Vater 1970 [1806-1817]: vol. 3, pp. 362 y 386, y cfr. Hassler 1994: 124-125).

Hervás es consciente de la importancia de las traducciones literales cuando asegura que estas versiones dan mayor utilidad y valor a su obra, la cual sin dichas versiones literales carecería de interés. Por ejemplo, sería absurdo afirmar que en la lengua vilela, hablada en Paraguay, existe la frase Tatekis lauellat yasit, por la sencilla razón que dicha aseveración no explica nada. El verdadero conocimiento se consigue si en la susodicha frase se identifican los elementos gramaticales y el valor semántico de éstos mediante la traducción literal (Tate-kis «padre-nuestro»; lauel-lat «alturas-las-en»; yasit «estando»). De este modo, queda claro que en la lengua vilela los adjetivos posesivos van pospuestos al nombre, es decir kis sigue al nombre tate, que el artículo va a continuación del nombre, así l que significa «la» aparece detrás del nombre laue y que, en fin, no hay preposiciones, sino posposiciones, como se desprende de la forma lat «en» (Hervás 1990 [1787]: parte II, pp. 56-57).

A pesar de que Hervás no tiene un concepto claro de morfema como postulado teórico, la observación de los datos de las lenguas del mundo le lleva a la utilización inconsciente del morfema como constructo teórico en sus traducciones literales. Así, en la lengua chiquita, hablada en Paraguay, explica que la forma n'ominahiti «los pecados» se compone de n' «el», om «marca de plural», e inahiti «pecado o mal»; igualmente indica que zom-otuburio «nuestro-alimento-futuro» contiene zom «nuestro», otuburi «alimento» y o «marca de futuro». Observamos, pues, cómo identifica y aísla los componentes de las palabras en la lengua chiquita.

Las descripciones más incompletas de Hervás se hallan en el estudio de las formas verbales y ello se debe, en parte, a la complejidad de éstas y, en parte, a la influencia de la tradición europea, que las consideraba más como un todo o paradigma que como un conjunto de elementos significativos. Por ejemplo, Hervás señala que en vasco iguzu «danos» es la segunda persona del singular del imperativo, pero no especifica que i «dar» es la marca del verbo, gu es «nos» y zu «tu». Echamos en falta que no haya aislado con mayor exactitud los componentes de las formas verbales en su estudio morfémico, algo que se observa no sólo en su análisis del vasco sino también del chiquito y de otras lenguas. Sin embargo, en otros lugares identifica, con detalle, expresiones que en las lenguas indígenas parafrasean términos cristianos que son de difícil comprensión para los nativos de aquellas tierras. Éste es el caso de la frase chiquita n-taquinunau-i zub-aca-bo («el-que-acabar-puede-no nuestro-ser-futuro»). Esta frase que sugiere la idea de inmortalidad, forma parte de un circunloquio más amplio que expresa la noción abstracta de «Reino de Dios»4.






ArribaAbajoConclusión

La idea motora de la lingüística de Hervás era describir y buscar los lazos de parentesco entre las lenguas del mundo con el fin de probar determinados principios religiosos e intentar igualmente perfeccionar y revisar la historia de las naciones. Con este mismo propósito, también escribió una Aritmetica di quasi tutte le nazioni conosciute (1778-1787: vol. 19, 1786), donde expone los sistemas de los numerales en las lenguas de América, Europa, Asia y África. Éstos podían tener como base los números diez, cien, mil u otros. El celta o el bretón tenían como base el número veinte («cuarenta» era daou-hugent «dos veinte», y «cincuenta» era degadaou-hugent «diez+dos veinte»), mientras que en cayubaba había un sistema de base cinco («seis» era carata-irobo «uno+cinco», «siete» era mitia-rirobo «dos+cinco» y «ocho» era curapa-rirobo «tres+cinco»). Adelung y Vater (1970 [1806-1817]: vol. 1 n. 1) citan a Hervás como la fuente más completa para su estudio de los numerales y Alexander von Humboldt también siguió a Hervás en su Des systèmes des chiffres en usage chez différents peuples (1829). El contenido de la Aritmética de Hervás constituye en realidad una tipología lingüística de los numerales en las lenguas conocidas de finales del siglo XVIII (cfr. Breva-Claramonte 1987: 140-141).

Hervás utiliza, de modo inconsciente, el constructo teórico de morfema en los análisis de los Padrenuestros, forzado por los hechos lingüísticos que trata de describir, de la misma manera que lo hicieron los misioneros anteriormente al estudiar las lenguas aisladamente. El interés de Hervás por la recogida de datos de las lenguas y de su análisis lingüístico no tuvo seguidores en España, por las consecuencias nefastas que tuvo para la cultura española la Guerra de la Independencia y también porque los volúmenes en italiano de su obra lingüística, que son los que contenían la abundante colección de datos, tuvieron escasa difusión en nuestro país, a juzgar por la casi práctica inexistencia de ejemplares en nuestras bibliotecas.

Humboldt obtuvo de Hervás información sobre las lenguas del mundo y recibió de éste prácticamente todo lo que sabía de las lenguas de América (cfr. Humboldt 1812, 1821), pero juzgó a Hervás demasiado duramente (juicios que se repiten frecuentemente en la historia, por ejemplo la valoración que los generativistas hicieron de sus predecesores estructuralistas) como alguien que había recogido gran cantidad de datos de manera confusa y con poco método (cfr. 1903-1936: vol. 5, p. 2). Después de Adelung y Vater, y con la excepción de Max Müller, la lingüística germánica y August Friedrich Pott (1876) en particular minimizaron el lugar que le corresponde a Hervás en la historia de la lingüística (cfr. Batllori 1966 [1959]: 203-205; Tovar 1986: 59 y 62-63 en Hervás 1986 [1784]), posición que está todavía por determinar en algunos aspectos importantes; pero es muy probable que las gramáticas breves e inéditas de Hervás suministradas a Humboldt en Roma, así como la colección de datos sobre el «artifizio» o funcionamiento de las lenguas del mundo con análisis estructural de formas míminas y su distribución, así como sus comparaciones tipológicas hayan sido una fuente de información importantísima, que permitió a lingüistas alemanes como Adelung y Vater mejorar relaciones tipológicas entre lenguas y a Humboldt establecer y perfeccionar tipologías lingüísticas de las lenguas y teorizar sobre el lenguaje.




ArribaReferencias bibliográficas

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