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Ilustración

¡Vuestro Sol!

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ArribaAbajoDesde la Pampa


ArribaAbajo    ¡Yo os saludo desde el fondo de la Pampa! Yo os saludo
bajo el gran sol argentino
que como un glorioso escudo
cincelado en oro fino
sobre el palio azul del viento,  5
se destaca en el divino
firmamento!

    Os saludo desde el campo lleno de hojas y de luces
cuya verde maravilla cruzan potros y avestruces,
o la enorme vaca roja,  10
o el rebaño gris, que a un tiempo luz y hoja
busca y muerde,
en el mágico ondular
que simule el fresco y verde
trebolar.  15
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    En la pampa solitaria
todo es himno o es plegaria;
escuchad
cómo cielo y tierra se unen en un cántico infinito;
todo vibra en este grito:  20
¡Libertad!

    Junto al médano que finge
ya un enorme lomo equino, ya la testa de una esfinge,
bajo un aire de cristal,
pasa el gaucho, muge el toro,  25
y entre fina flor de oro
y entre el cardo episcopal,
la calandria lanza el trino
de tristeza o de amor;
la calandria misteriosa, ese triste y campesino  30
ruiseñor.

    Yo os saludo en el ensueño
de pasadas epopeyas gloriosas;
el caballo zahareño
del vencedor; la bandera,  35
los fusiles con sus truenos y la sangre con sus rosas;
la aguerrida hueste fiera,
la aguerrida hueste fiera que va a toque de clarín,
el que guía, el Héroe, el Hombre;
y en los labios de los bravos, este nombre:  40
¡San Martín!
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    De la Pampa en las augustas
soledades,
al clamor de las robustas
cien bocinas del pampero, yo saludo a las ciudades,  45
de la mar,
con sus costas erizadas de navíos,
con sus ríos
donde mil urnas colmadas su riqueza han de volcar.

    ¡Argentinos! ¡Dios os guarde!  50
ven mis ojos cómo riega
perla y rosa de la tarde
el crepúsculo que llega,
mientras la pampa ilumina
rojo y puro, como el oro en el crisol,  55
el diamante que prefiere la República Argentina:
¡Vuestro Sol!

Colonia la Merced, Villarino. Abril de 1898.

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Ilustración

Y vi la singular doble serpiente
que enroscada al celeste caduceo
pasó sobre las alas de repente.

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ArribaAbajoRevelación


ArribaAbajo    En el acantilado de una roca
que se alza sobre el mar, yo lancé un grito
que de viento y de sal llenó mi boca:

    A la visión azul de lo infinito,
al poniente magnífico y sangriento,  5
al rojo sol todo milagro y mito.

    Y sentí que sorbía en sal y viento
como una comunión de comuniones
que en mí hería sentido y pensamiento.

    Vidas de palpitantes corazones,  10
luz que ciencia concreta en sus entrañas,
y prodigios de las constelaciones.
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    Y oí la voz del dios de las montañas
que anunciaba su vuelta en el concierto
maravilloso de sus siete cañas.  15

   Y clamé y dijo mi palabra: ¡Es cierto,
el gran dios de la fuerza y de la vida,
Pan, el gran Pan de lo inmortal, no ha muerto!

   Volví la vista a la montaña erguida
como buscando la bicorne frente  20
que pone sol en l'alma del panida.

   Y vi la singular doble serpiente
que enroscada al celeste caduceo
pasó sobre las olas de repente

   llevada por Mercurio. Y mi deseo  25
tornó a Thalasa maternal la vista,
pues todo hallo en la mar cuando la veo.

   Y vi azul y topacio y amatista,
oro, perla y argento y violeta,
y de la hija de Electra la conquista.  30
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    Y escuché el ronco ruido de trompeta
que del tritón el caracol derrama,
y a la sirena, amada del poeta.

    Y con la voz de quien aspira y ama,
clamé: «¿Dónde está el dios que hace del lodo  35
con el hendido pie brotar el trigo,

    que a la tribu ideal salva en su exodo?».
Y oí dentro de mí: «Yo estoy contigo,
y estoy en ti y por ti: yo soy el todo».

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ArribaAbajo En elogio del ilustrísimo señor obispo de Córdoba, fray Mamerto Esquiú, O. M.


ArribaAbajo   Un báculo que era como un tallo de lirios,
una vida en cilicios de adorables martirios,
      un blanco horror de Belcebú,
un salterio celeste de vírgenes y santos,
un cáliz de virtudes y una copa de cantos,  5
      tal era fray Mamerto Esquiú.

    Con su mano sagrada fue a recoger estrellas.
Antes cansó su planta, dejando augustas huellas,
      feliz Pastor de su país;
ahora corta del Padre las sacras azucenas;  10
sobre esta tierra amarga, cogía a manos llenas
      las florecillas del de Asís.

    ¡Oh luminosas Pascuas! ¡Oh Santa Epifanía!
Salvete flores martyrum! canta el clarín del día
      con voz de bronce y de cristal:  15
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Sobre la tierra grata brota el agua divina,
la rosa de la gracia su púrpura culmina
      sobre el cayado pastoral.

   Crisóstomo le anima, Jerónimo le doma;
su espíritu era un águila con ojos de paloma;  20
      su verbo es una flor.
Y aquel maravilloso poeta, San Francisco,
las voces enseñole con que encantó a su aprisco
      en las praderas del Señor.

    Tal cual la Biblia dice, con címbalo sonoro,  25
a Dios daba sus loas. Formó su santo coro
      de Fe, Esperanza y Caridad:
Trompetas argentinas dicen sus ideales,
y su órgano vibrante tenía dos pedales,
      y eran el Bien y la Verdad.  30

    Trompetas argentinas claman su triunfo ahora,
trompetas argentinas de heraldos de la aurora
      que anuncia el día del altar,
cuando la hostia, esa virgen, y ese mártir, el cirio,
ante su imagen digan el místico martirio,  35
       en que el Cordero ha de balar.
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    Llegaron a su mente hierosolimitana,
la criselefantina divinidad pagana,
       las dulces musas de Helicón;
y él se ajustó a los números severos y apostólicos,  40
y en su sermón se escuchan los sones melancólicos
      de los salterios de Sión.

    Yo, que la verleniana zampoña toco a veces,
bajo los verdes mirtos o bajo los cipreses,
      canto hoy tan sacra luz;  45
en el marmóreo plinto cincelo mi epigrama,
y bajo el ala inmensa de la divina Fama,
      ¡grabo una rosa y una Cruz!

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Ilustración

Hierro y piedra primero y mármol parlo
luego, y arriba mágicos metales.
Una escala subía hasta el santuario.

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ArribaAbajoVisión


ArribaAbajo    Tras de la misteriosa selva extraña
vi que se levantaba el firmamento
horadada y labrada una montaña.

   Que tenía en la sombra su cimiento.
Y en aquella montaña estaba el nido  5
del trueno, del relámpago y del viento.

   Y tras sus arcos negros el rugido
se oía del león. Y cuál obscura
catedral de algún dios desconocido,

    aquella fabulosa arquitectura  10
formada de prodigios y visiones,
visión monumental me dio pavura.
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    A sus pies habitaban los leones;
y las torres y flechas de oro fino
se juntaban con las constelaciones.  15

    Y había un vasto domo diamantino,
donde se alzaba un trono extraordinario
sobre sereno fondo azul marino.

    Hierro y piedra primero y mármol pario,
luego, y arriba mágicos metales.  20
Una escala subía hasta el santuario,

   de la divina sede. Los astrales
esplendores las gradas repartidas
de tres en tres bañaban. Colosales

   águilas con las alas extendidas  25
se contemplan en el centro de una
atmósfera de luces y de vidas.

    Y en una palidez de oro luna
una paloma blanca se cernía,
alada perla en mística laguna.  30
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    La montaña labrada parecía
por un majestuoso Piraneso
Babélico. En sus flancos se diría

    que hubiese cincelado el bloque espeso
el rayo; y en lo alto enorme friso  35
de la luz recibía un áureo beso,

   beso de luz de aurora y paraíso.
Y yo grité en la sombra: -¿En qué lugares
vaga hoy el ama mía? -De improviso

   surgió ante mí, ceñida de azahares  40
y de rosas blanquísimas, Estela,
la que suele surgir en mis cantares.

   Y díjome con voz de filomela:
-No temas: es el reino de la Lira
de Dante; y la paloma que revuela  45

    en la luz es Beatrice. Aquí conspira
todo al supremo amor y alto deseo.
Aquí llega el que adora y el que admira.
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    -¿Y aquel trono, le dije, que allá veo?
-Ese es el trono en que su gloria asienta  50
ceñido el lauro el gibelino Orfeo.

    Y abajo es donde duerme la tormenta.
Y el lobo y el león entre lo obscuro
encienden su pupila, cual violenta

    brasa. Y el vasto y misterioso muro  55
es piedra y hierro; luego las arcadas
del medio son de mármol; de oro puro

    la parte superior, donde en gloriosas
albas eternas se abre el infinito
la sacrosanta Rosa de las rosas.  60

    -¡Oh bendito el Señor! -clamé- bendito,
que permitió al arcángel de Florencia
dejar tal mundo de misterio escrito

    con lengua humana y sobrehumana ciencia,
y crear este extraño imperio eterno  65
y ese trono radiante en su eminencia,
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    ante el cual abismado me prosterno.
¡Y feliz quien al Cielo se levanta
por las gradas de hierro de su Infierno!

   Y ella: -Que este prodigio diga y cante  70
tu voz. -Y yo: -Por el amor humano
he llegado al divino. ¡Gloria al Dante!

   Ella, en acto de gracia, con la mano
me mostró de las águilas los vuelos,
y ascendió como un lirio, soberana  75

   hacia Beatriz, paloma de los cielos.
Y en el azul dejaba blancas huellas
que eran a mí delicias y consuelos.

   ¡Y vi que me miraban las estrellas!



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ArribaAbajo In memoriam Bartolomé Mitre

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ArribaAbajoÁrbol feliz, el roble rey en su selva fragante
y cuyas ramas altísimas respetó el rudo Bóreas;

áureas, líricas albas dan sus rayos al árbol ilustre,
cuya sombra, benéfica tienda formara a las tribus.

Feliz aquel patriarca que, ceñida la frente de lauro,  5
en la tarde apacible concertando los clásicos números,

mira alzarse las torres a que diera cimientos y bases
y entre mirajes supremos la aurora futura.

Sabe el íntegro mármol cuáles varones encarna,
a qué ser de habitáculo sabe la carne del bronce;  10

conocen el momento, las magníficas bocas del triunfo
en que deben sonarse larga trompa y bocina de oro.
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Súbita y mágica música óyese en férvidos ímpetus,
y Jefe, o Padre, o Héroe, siente llegar a su oído,

entre los himnos sonoros, cual de la mar a la orilla,  15
el murmullo profundo de un oleaje de almas.

Pase el iconoclasta quebrantando los ídolos falsos:
el simulacro justo en la gloria del Sol, que perdure.

Que se melle en el tronco venerando la hoz saturnina,
y las generaciones nuevas flores y frutos contemplen.  20

Espléndida pompa que brindó al sembrador la cosecha,
panorama sublime, al ver de la vida en la cumbre,

o al descenso tranquilo que iluminan serenas las horas
con astros por antorchas en la escala del regio crepúsculo.

Negros y rojos sueños en las noches postreras persiguen  25
a pastores de gentes que fueron tigres o lobos;
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tarde de imperial púrpura al pastor verecundo y sin tacha
cívico arco de triunfo y el laurel y la palma sonante.

Y a quien también adora la beldad de las musas divinas,
visión de golfos de azur y los cines de Apolo.  30

Mira la augusta Patria de su vástago egregio la gloria;
la hornalla ha tiempo viva hace hervir los metales simbólicos.
Yo, que de la argentina tierra siento el influjo en mi mente
«llevo mi palma y canto a la fiesta del gran argentino».

Recordando el hexámetro que vibraba en la lira de Horacio,  35
y a Virgilio latino, guía excelso y amado del Dante.



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ArribaAbajoEnsueño

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Ilustración

Verlaine arde...

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ArribaAbajoDream


ArribaAbajo   Se desgrana un cristal fino
sobre el sueño de una flor;
trina el poeta divino...
¡Bien trinado, Ruiseñor!

   Bottom oye ese cristal  5
caer, y, bajo la brisa,
se siente sentimental.
Titania toda es sonrisa.

   Shakespeare va por la floresta,
Heine hace un «lied» de la tarde...  10
Hugo acompasa la Fiesta
«Chez Thérèse». Verlaine arde
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    en las llamas de las rosas
alocado y sensitivo,
y dice a las ninfas cosas  15
entre un querubín y un chivo.

   Aubrey Beardsley se desliza
como un silfo zahareño.
Con carbón, nieve y ceniza
da carne y alma al ensueño.  20

   Nerval suspira a la luna.
Laforgue suspira de
males de genio y fortuna.
Va en silencio Mallarmé.

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Ilustración

Las hojas amarillas caen en la alameda,
en donde vagan tantas parejas amorosas.

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ArribaAbajoVersos de otoño


ArribaAbajo    Cuando mi pensamiento va hacia ti, se perfuma;
tu mirar es tan dulce, que se torna profundo.
Bajo tus pies desnudos aún hay blancor de espuma,
y en tus labios compendias la alegría del mundo.

   El amor pasajero tiene el encanto breve,  5
y ofrece un igual término para el gozo y la pena.
Hace una hora que un nombre grabé sobre la nieve;
hace un minuto dije mi amor sobre la arena.

    Las hojas amarillas caen en la alameda,
en donde vagan tantas parejas amorosas.  10
Y en la copa de Otoño un vago vino queda
en que han de deshojarse, Primavera, tus rosas.

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ArribaAbajoSum...


ArribaAbajo    Yo soy en Dios lo que soy
y mi ser es voluntad
que, perseverando hoy,
existe en la eternidad.

    Cuatro horizontes de abismo  5
tiene mi razonamiento,
y el abismo que más siento
es el que siento en mí mismo.

   Hay un punto alucinante
en mi villa de ilusión:  10
La torre del elefante
junto al kiosco del pavón.
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    Aún lo humilde me subyuga
si lo dora mi deseo.
La concha de la tortuga  15
me dice el dolor de Orfeo.

   Rosas buenas, lirios pulcros,
loco de tanto ignorar,
voy a ponerme a gritar
al borde de los sepulcros:  20

   ¡Señor que la fe se muere!
Señor mira mi dolor.
¡Miserere! ¡Miserere!...
Dame la mano, Señor...

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ArribaAbajo La bailarina de los pies desnudos


ArribaAbajo    Iba en un paso rítmico y felino
a avances dulces, ágiles o rudos,
con algo de animal y de felino
la bailarina de los pies desnudos.

   Su falda era la falda de las rosas,  5
en sus pechos había dos escudos...
Constelada de casos y de cosas...
La bailarina de los pies desnudos.

   Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,  10
e iniciaban propósitos obscenos
azúcares de fresa y miel de higo.
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    A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos...
¡Y era toda Setene y Anactoria  15
la bailarina de los pies desnudos!

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Ilustración

Oh pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
yo os amo. Sois dulces, sois buenos, sois graves.

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ArribaAbajoLa canción de los pinos


ArribaAbajo    Oh pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
yo os amo. Sois dulces, sois buenos, sois graves.
Diríase un árbol que piensa y que siente,
mimado de auroras, poetas y aves.

   Tocó vuestra frente la alada sandalia;  5
habéis sido mástil, proscenio, curul,
oh pinos solares, oh pinos de Italia,
bañados de gracia, de gloria, de azul.

   Sombríos, sin oro del sol, taciturnos,
en medio de brumas glaciales y en  10
montañas de ensueños, oh pinos nocturnos,
¡oh pinos del Norte, sois bellos también!
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    Con gestos de estatuas, de mimos, de actores,
tendiendo a la dulce caricia del mar,
¡oh pinos de Nápoles, rodeados de flores,  15
oh pinos divinos, no os puedo olvidar!

   Cuando en mis errantes pasos peregrinos,
la Isla Dorada me ha dado un rincón
do soñar mis sueños, encontré los pinos,
los pinos amados de mi corazón.  20

    Amados por tristes, por blandos, por bellos.
Por su aroma, aroma de una inmensa flor,
por su aire de monjes, sus largos cabellos,
sus savias, ruidos y nidos de amor.

    ¡Oh pinos antiguos que agitara el viento  25
de las epopeyas, amados del sol!
¡Oh líricos pinos del Renacimiento,
y de los jardines del suelo español!

   Los brazos eolios se mueven el paso
del aire violento que forma al pasar  30
ruidos de pluma, ruidos de raso,
ruidos de agua y espumas de mar.
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    ¡Oh noche en que trajo tu mano, Destino,
aquella amargura que aún hoy es dolor!
La luna argentaba lo negro de un pino,  35
y fui consolado por un ruiseñor.

    Románticos somos... ¿Quién que Es, no es romántico?
Aquel que no sienta ni amor ni dolor,
aquel que no sepa de beso y de cántico,
que se ahorque de un pino: será lo mejor...  40

   Yo, no. Yo persisto. Pretéritas normas
confirman mi anhelo, mi ser, mi existir.
¡Yo soy el amante de ensueños y formas
que viene de lejos y va al porvenir!

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