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Canto III



I
                Más va que alguno de vosotros piensa,
Que estoi a todos mui agradecido, 1500
Por los aplausos, por la bulla inmensa,
Conque uno y otro Canto fue admitido,
Pero esperaba yo otra recompensa,
Y en vez de estaros mui reconocido
Por tanta carcajada estrepitosa,
Digo, que está mi Musa assaz quejosa.
 
II
Este Bribón sin duda tiene gana
(Otro Monsiur dirá de mis Oyentes)
De curarse en salud robusta y sana.
Poco a poco, Señores Penitentes: 1510
Qué es la alabanza? Es más que un aura vana,
Que a qué sabe no saben nuestros dientes?
Pues váyase a pasear, que no me toca
Todo aquello que no entra por la boca.
 
III
Es la alabanza un ayre, es un sonido
Como el de las campanas de una Torre,
Que aquél, que no está sordo, ni dormido
Le suele oír, y más si el ayre corre;
Mas con él nadie compra pan cocido,
Ni en sus necesidades le socorre. 1520
En suma, todo bien considerado,
La alabanza no es carne, ni pescado.
 
IV
Y de ella nacer suelen casabeles
En las cabezas flacas, tan fatales,
Que los que, antes que algunos Moscateles
Los untassen sus cascos, tales quales,
Andaban cabizbajos, qual Lebreles,
En Aguilas se mudan Imperiales.
Y vosotros con vuestras alabanzas,
No me metéis por poco en estas danzas. 1530
 
V
Y por cierto lo huviera yo sentido,
Porque la vanidad es gran pecado,
Y no hai obgeto tan aborrecido
Como un hombre soverbio, y empinado;
Pues la envidia acomete al aplaudido
(Dixo un mudo; que hablaba apresurado)
Y a la embidia se siguen comúnmente
El odio, y el rencor, que es mala gente.
 
VI
Yo, que de todos soi buen servidor,
Y ninguno, a mi ver, me quiere mal, 1540
No querría perder vuestro favor,
Aunque el Papa me hiciera Cardenal,
Menos por cosa de ningún valor;
Como lo es el aplauso universal
Y valga la verdad que la alabanza
No es cosa, que me llene a mí la panza.
 
VII
Dóisele yo de valde este tesoro
A los Poetas más altisonantes,
Que buscan el aplauso a peso de oro,
Y andan vanos, soverbios, y arrogantes, 1550
Pareciéndoles que hacen otro Coro,
Y teniéndose todos por Gigantes:
Yo soi, cierto, de genio mui diverso,
Y la alabanza no me viene al verso.
 
VIII
Aquel gastar en cumplimientos vanos
El tiempo, me parece grande abuso.
Ayer todos estabais poco sanos,
Quando de ellos no hicisteis mejor uso:
Aquel reír, aquel batir de manos,
Rabioso me hizo ir, y tan confuso, 1560
Que de cólera (dígalo mi Ama)
Cené mui bien, y me metí en la cama.
 
IX
Mis versos todos son naturalotes,
Que parecen los versos de aprendices;
Pero esso de reírse en mis bigotes,
Me hace subir el humo a las narizes.
Y pues no sois vosotros Monigotes,
Pensad, si me sabría a Codornizes,
Hablando yo de cosas tan Sagradas,
El veros rebentar a carcajadas. 1570
 
X
Casi me hacéis decir una heregía:
Pensáis, que Marco Tulio Cicerón,
(Aquel grande Orador, que fue algún día)
Sea algún Dominguillo, algún Bufón?
Y porque su Vida escribo en Poesía,
Hago de él un Romance, o una Canción?
No Señores, y esténse calladitos,
Mientras leo unos versos aquí escritos.
 
XI
Chitón, vuelvo a decir, que al canto llano
También se vuelve mi ramplona Musa; 1580
Y aunque, a esse vuestro aspecto soverano,
En la primera noche algo confusa
Se vio; y tapóse el rostro con la mano
Porque el cantar en público no lo usa,
Ya está despachada, y echa el resto,
Que un poco de vergüenza passa presto.
 
XII
Qual una Aldeanilla, la primera
Vez que entra en la Ciudad, y entre la turba
Se vede gente noble y forastera,
Quando alguno la mira se conturba, 1590
Mas después desembuelta y placentera,
Se mete entre la gente y no se turba,
Antes bien lo hace ya tan libremente,
Que passa de cobarde a impertinente.
 
XIII
Mas porque el Exordio va ya un poco largo,
Y temo, no sin grave fundamento,
Que a más de dos los dé sueño, o letargo;
Vuélvome a mi camino, y a mi intento,
Que es hablar del buen Tulio algo a lo largo;
Pero antes de meterme en este Cuento, 1600
Es menester decir de Elvia púdica
Una breve, o una larga palabrica.
 
XIV
No era Elvia, como son ciertas Esposas,
Que se dan a parir tan grande prisa,
Que hacen decir al mundo dos mil cosas
Y al Marido no dan gana de risa.
Mas ellas, que en mentir son primorosas,
Le embocan por verdad notoria, y lisa,
Que es mui común hacerse el primer parto
Al quinto mes, al séptimo, y al quarto. 1610
 
XV
Si, por desgracia, alguna Viudecilla
Tarda en parir, o para un poco tarde,
Entonzes mutan ellos de Cartilla:
De juicios temerarios Dios nos guarde,
(Dicen) que allá en Pekín, Roma y Sevilla
(Según el gran Doctor Julián Velarde),
Y aun las Mugeres de los Holandeses,
Suelen estar en cinta quince meses
 
XVI
Todo este tiempo tienen al Infante
En la barriga, a falta de calor. 1620
Creémoslas, y vamos adelante,
Que assí se salva a muchas el honor,
Y más quando tal vez del Elefante
Alegan el egemplo en su favor;
Que en algunas materias las Mugeres
Saben más que docientos Bachillieres.
 
XVII
Tanto saber en ellas no me place;
Mas por oy no me meto yo con ellas,
Y me vuelvo a mi Elvia, la qual hace
Mil vezes bien en no imitar a aquellas, 1630
Que paren tan aprisa, de que nace
Hablar tanto Casadas, y Doncellas.
Elvia, como Muger tan sosegada,
No parió hasta diez años de Casada.
 
XVIII
Parir no avía alguna calabaza,
Llena de viento, que se pudre luego,
Sino una Criatura, que en la Plaza,
En la Calle, en la Iglesia, y en el juego
Fuesse aplaudida, por modelo y traza
De Hermosura, Eloquencia, Ingenio, y fuego: 1640
Por esso tardó tanto en acabarla,
Y diez años tomó para idearla.
 
XIX
Ya estaba el feliz día mui vecino
En que avía de dar honor a Roma,
Y a sí mismo esplendor el Pueblo Arpino;
Ya el mes de Enero entró; ya en él se asoma
El tercer día, ya la Aurora vino.
Pide Elvia dos viscochos, y los toma;
Da un estarnudo fuerte, y sin más arte
Arrojó a Cicerón por cierta parte. 1650
 
XX
Prueba este nacimiento claramente,
Que el nacer de mugeres, no es de ogaño,
Y aun el nacer de pie regularmente;
Si lo sabíais, no os hará daño,
Ni acordároslo tiene inconveniente:
Mas oíd otro caso mui estraño,
Y es que assí Marco y Elvia, ambos a dos,
Eran de carne y huesso como vos.
 
XXI
Dígolo porque allá nuestros Abuelos,
Quando algún hombre vían hazañoso, 1660
Padre, o Madre buscábanle en los Cielos,
Ni a Dios, ni a Diosa dejaban en reposo,
Que luego los traían por los pelos.
Invención de algún pícaro Raposo,
O ya para encubrir algún petardo,
O decir de algún Tal, que era un bastardo.
 
XXII
Y aquellos Héroes, Grandes Capitanes,
Que eran tan venerados en la Grecia,
Como en la Gran Tartaria son los Canes,
Hijos eran tal vez de una Lucrecia, 1670
Engañada de pícaros Rufianes,
Que se fingían Dioses de Suecia,
Si ella misma quizá no lo fingía,
Para escusar su propia picardía.
 
XXIII
Que a las hembras no faltan sobrescritos,
Quando ya su pecado es manifiesto,
Y Dioses llamarán a los malditos
Con quienes embidaron todo el resto:
Quedando satisfechos los benditos
De los Maridos, con tan buen pretesto: 1680
O tragarán prudentes sus disgustos,
Para lo qual siempre hai motivos justos.
 
XXIV
Y del hecho instruidos, e informados
Callarán taciturnos los secretos,
Y acaso se darán por mui honrados;
(Y qué maridos éstos tan discretos!)
Y más, si ven indicios confirmados,
Deque el Dios que bajó a sus Gabinetes,
Franqueando generoso su tesoro,
Entró en él, convertido en lluvia de oro. 1690
 
XXV
Sabiendo Jove la virtud que tiene
Para ganar (el oro) a una Doncella,
A quien la fuerza, y el temor retiene
Cerrada en una Torre, porque es bella;
Aunque es el primer Dios, no se contiene,
En lluvia de oro se convierte; y ella
Quando una lluvia vio tan cortesana,
Levantóse, y abrióla la ventana.
 
XXVI
Esta Fábula, Amigos significa,
Que hasta un Castillo se le rinde al oro; 1700
Y que assí de una vez se verifica,
El Cristiano lo sabe, el Turco, el Moro.
Assí también, con claridad se explica
La questión que excitaba el Padre Toro:
En qué consiste que una pobre moza,
Andasse ayer a Pie, Y oy en carroza?
 
XXVII
O infelices y míseras las tales,
Y que triste en el mundo hacen figura!
Quando pierden tal vez por pocos reales
Lo que después no admite soldadura. 1710
No saben las desdichas, ni los males
Que la deshonra acá las assegura;
Ni que el honor (pues del honor se trata)
Vale mil vezes más que el oro y plata.
 
XXVIII
No saben, que es igual a qualquier Dama,
Digna de estimación, y reverencia,
La Muger, que conserva buena fama,
Y a quien no la remuerde la conciencia.
No saben, que el honor, como le llama
El Mundo, es nuestro bien por excelencia, 1720
Y que respeto de él la pedrería,
Toda la plata, y oro es porquería.
 
XXIX
Pero el discurso un poco se ha alargado,
Y quizá más de aquello que debiera,
Porque Yo estaba un poco acalorado,
Y mi Bartolomé acaso me espera,
Para seguir el nilo comenzado.
El qual, como ya dixe (y verdad era)
Siguiendo su costumbre lisa y llana,
Hizo a Tulio nacer de carne humana. 1730
 
XXX
Esto cierto me alienta, y da valor,
Infundiéndome ganas de estudiar,
Porque, si Tulio fue tan gran Dotor,
Como a su tiempo me oísteis contar;
Si era de nuestra carne, y no mejor,
Por qué no le podremos imitar?
Dándonos a los libros día, y noche
Y, por sabios, llegar a andar en coche?
 
XXXI
Añádese también la circunstancia,
Que me alienta y me anima a maravilla; 1740
Y es que no, no se fue a nacer a Francia,
Ni a Londres, ni a Getafe, ni a Sevilla,
Ni a Flandes, ni al Perú, ni aun a Numancia,
Terror de Roma, y honra de Castilla,
Ni menos nacer quiso en la Tesalia,
No Señores, nació aquí en nuestra Italia.
 
XXXII
Y esta Italia tened por cosa cierta,
Que se está donde estaba ha dos mil años,
El clima el mismo es, sin que le invierta
El Po con niebla, ni el Reno con sus daños. 1750
Siempre el Cielo la puerta tiene abierta,
Para llenarnos de hombres mui estraños:
Pues por qué no podrá salir de esta Arca,
Otro Publio, otro Tasso, otro Petrarca?
 
XXXIII
La Italia no ha perdido sus ingenios,
Por más que digan plumas estrangeras,
Los Reynos ya son otros, no los genios:
Son las almas como eran las primeras,
En tiempo de los Plautos, y los Ennios;
Pues alto a competir aquellas Eras 1760
De los Brutos, Catones, y Mersenios;
Mas nosotros volvamos a la Historia
De Juanbartolo, de feliz memoria.
 
XXXIV
Luego que nace un Niño, de ordinario,
Saluda con su llanto a los presentes:
El Niño Cicerón todo al contrario,
Riose, quando vio allí tantas gentes
Y, como suele hacerlo un Secretario,
Una pluma traía entre los dientes;
Y después, a presencia de sus Tías, 1770
A Elvia dio en Latín los buenos días.
 
XXXV
Pero ésta a mí paréceme mentira
(Hablando la verdad), y essa mui gorda,
Porque aunque pudo ser, si bien se mira,
Pues que assí lo hace un tordo, y una torda
Que apenas de su huevo se retira,
Quando grita a su madre, por si es sorda:
Pero hablar en Latín, Griego, o Hebreo
Un Niño assí al nacer? yo no lo creo.
 
XXXVI
Y tengo mui presente acá en la mente 1780
El prudente consejo, que da Dante,
De que nada se diga ni se cuente,
Que de mentira tenga algún semblante,
Y más si está presente [i]diota gente,
Ora detrás esté, o esté adelante,
Porque se ríe assaz con desvergüenza.
Y se queda uno lleno de vergüenza.
 
XXXVII
Y yo trato aora, por desgracia,
Con gente buena sí mas maliciosa,
Que no cree (assí Dios me dé su gracia) 1790
Como dicen a ciegas qualquier cosa,
Callar pensé sin arte, ni falacia
La tal salutación, por sospechosa,
No pudiendo citar más Fiador
Que a Juanbartolo, nuestro Autor.
 
XXXVIII
Pero aora me acuerdo aver leído
En un libro, que un Niño de Bretaña,
Ave, dijo en voz clara, y aun salido
Totalmente no avía de la entraña.
Y aun oy, todo rapaz recién nacido 1800
Luego de decir A tiene la maña:
Pues, díganme, Señores, y quién sabe,
Si el rapaz en esta A nos dice Ave?
 
XXXIX
Pero degemos esto: a una Criada,
Mandó Elvia llamasse al punto un Ama:
Fue a buscaría, y estúvose embobada
Más de seis horas; en cuyo tiempo es fama,
Que del Cielo bajó toda exalada
La gran Diosa Minerva, (assí se llama)
En trage de Ama, y luego dicho y hecho,
Al Niño Marco Tulio diole el pecho.
 
XL
Determinado aquella Diosa avía
De Juno hacer con Tulio oficio y vezes,
Porque, como era Astróloga, sabía,
Que no avía de ser un casca nuezes;
Que a Homero y a Demóstenes leería,
Y sabría más que ellos diez mil vezes:
Por esso este favor hacerle quiso,
Pidiendo antes a Juno su permiso.
 
XLI
Al niño entre sus brazos y su pecho 1820
Cogió Palas, uniéndole con sigo:
Tiróle la nariz (la cosa es de hecho)
Y ligóle después el tierno ombligo.
Labóle ya al rebés, y ya al derecho,
Haciendo otras cosillas que no digo:
Un granito de sal le entró en la boca;
Que si fuesse de azúcar, era poca.
 
XLII
Cortóle del ombligo la cintica,
y en el agua meneóle como vana.
Fajóle (boca a bajo la carica) 1830
Sin apretarle, que no es cosa sana:
Otra vez a su pecho se le aplica,
Y mil besos le dio con linda gana.
Desvanecióse luego de la estancia
Dejando en ella insólita fragancia.
 
LXIII
Y aunque avían passado pocas horas
Después que la buena Elvia avía parido,
No la causó dolor, ni desmejoras
Aquel olor, aunque era tan subido;
Porque esta bella moda en las Señoras 1840
Entonzes no se avía introducido,
Ni hasta siglo después (dice Baeza)
Se estiló ser tan flacas de cabeza.
 
XLIV
En ellas, dicen que es tan delicada
Tan sutil la meninge, o duramadre,
Que el olor del hinojo en la ensalada
(Mil vezes lo oiría yo a mi Padre)
A una Dama la deja trastornada,
Y al punto la acomete el mal de madre.
Pues qué mal no la harán otros olores, 1850
Que no son de pastillas, ni de flores?
 
LXV
Tanto en solteras, como en las casadas,
Por deliquios, mingranias, y jaquecas,
Aquellas convulsiones obstinadas,
Y opilaciones duras, y tan secas,
Aquellas contorsiones arrabiadas,
Aquellos figurones, gestos, muecas,
Y todos sus afectos medio histéricos,
Todos nacen de olores hypotéticos.
 
XLVI
Una fingida flor, pero creída 1860
Por flor fresca, real, y verdadera,
Que traiga otra, ya bien, ya mal prendida,
El tímpano del naso las altera,
Y aquel olor, que juzga mui subido
La aprehensión de su fácil bodoquera,
Es capaz de tumbar a alguna Dama,
Y tenerla dos meses en la cama.
 
XLVII
En ella están las míseras gimiendo,
Por un olor no más que imaginario;
Quando se acuerdan de él va el mal creciendo 1780
Y por más que las diga el Boticario,
Que de él se olviden, dícenle plañendo,
Que las es imposible lo contrario;
Pues siempre aquel olor tienen presente,
Quando no en las narizes, en la mente.
 
XLVIII
Pero este olor despierta un apetito
Y un hambre en todas ellas prodigiosa;
Comen pollas, perdizes, y Cabrito,
Arroz, truchas, pescado, u qualquier cosa;
Y beben a escondidas su traguito; 1880
Que las pone un color como una rosa:
Buen provecho las haga; que yo quiero
A Cicerón volverme todo entero.
 
XLIX
Que pues ya nació en fin, es bien que ceda
Todo asunto a éste solo, y que adelante
Me distraiga lo menos que ser pueda
A cosas que no sean de mi Infante.
Confiesso que hasta aquí alargué la seda,
Y que no he estado mui laconizante.
Ya soi todo de Tulio: e in primo loco 1890
Quiero un punto assentar, que importa poco.
 
L
Si me pregunta alguno de la Fiesta
En qué año nació nuestro Mancebo,
A pregunta tan justa, como honesta;
Una respuesta cortesana debo,
Que negarme a una cosa como esta,
Fuera mucha flaqueza, o mucho sebo.
Y he visto más que un Libro despreciado
Por cosas que no importan un cornado.
 
LI
Escrúpulo no hicieron de conciencia 1900
Los Antiguos; en dar a luz sin data
Sus Historias: ya fuera inadvertencia,
O ya que la juzgassen patarata.
Juanbartolo siguió esta impertinencia,
Y aviendo de emendar yo aquesta errata
He de ver si una buena congetura
Puede suplir la falta de Escritura.
 
LII
Que Tulio fue nacido y engendrado
Antes de Roma, dícelo una Historia;
Y que en su tan ilustre Consulado 1910
Tuviesse de nacer Roma la gloria,
Lo prueba con el verso decantado,
De que hace el mismo tanta vanagloria.
El verso dice assí: O fortunatam
Romam (Notadlo) me Consule Natam.
 
LIII
Mas que aquel verso no es de Cicerón
Lo saben ya los Niños Malabares
Y en que su Padre Marco, o bien Marcón
Fue Romano, no hai dares ni tomares.
Por otra parte dicta la razón 1920
Que nació antes que el hijo (ita Tabares).
Luego nació de Roma en el Imperio
Antes, después, o al tiempo que Tiberio.
 
LIV
Id est después que era fundada Roma;
Mas esso de fijar año preciso,
Pedía otra cabeza menos roma,
Y Ustedes me han cogido de improviso.
Con todo esso, no aviendo otro diploma,
Porque el punto no quede indeciso,
Siendo tan intrincado y tan perverso, 1930
Quizá lo probaré con otro verso.
 
LV
Admiradas dejó a Athenas y a Arpino
Dice el Petrarca allá en el Canto ciento,
Y sobre estas palabras el Landino
hizo un delicadíssimo Comento;
Diciendo, que el Poeta Florentino
Habló de Cicerón en este cuento.
De que infiero que Tulio claramente
Fue anterior al Petrarca ciertamente.
 
LVI
Y aquél que de la Historia tiene ciencia, 1940
Sabe bien que Tarquino fue Monarca
De Roma; y Cicerón, por consecuencia,
Floreció entre Tarquino y el Petrarca
Y esta, a mi ver, es la mejor sentencia,
Para que ande derecha nuestra barca,
Debiéndose oy a mi Cronología
Esta invención, y sutileza mía.
 
LVII
Y vosotros, Amigos, Camaradas
Cronólogos, callad, si yo, siguiendo
Vuestras intrincadíssimas pisadas, 1950
En cómputos me meto, que no entiendo,
Y en essas vuestras cuentas rebesadas
Me he querido enredar; pues no pretendo
En esta, ni en alguna otra ocasión,
Inquietar vuestra antigua posessión.
 
LVIII
Mas digo la verdad, no diera un quarto
Por todo mi trabajo, y mi fatiga,
Ni este de mi discurso pobre parto
Un ardite valdría, ni una higa,
Si además de lo dicho (que ha sido harto) 1960
No añadiera (cortando toda intriga)
Que nació nuestro Orador Romano,
Siendo un Cónsul Scipión y otro Serrano.
 
LIX
Y pues (gracias a Dios) de este conflito
He salido con tanto lucimiento,
En otro golfo, un poco más hondito,
De engolfarme, me vino atrevimiento,
Bien que sólo la duda, o el quesito
Propondré: lo demás del argumento
Se avrá de consultar con un Astrólogo, 1970
Y después pondré fin a aqueste prólogo.
 
LX
Mas debe ser el tal persona prática,
Un si es no es versado en la Aritmética,
Que esté ya graduado en Matemática,
Y también pique un poco en Geométrica.
Hará también al caso si es fanática,
Según buenos principios de la Ética,
Para alzar la figura Cicerónica
Por reglas infalibles de la óptica.
 
LXI
Y a de saber contar una por una 1980
Las estrellas, su influjo, sus efectos,
Como las influencias de la Luna,
Y de cada Planeta, en sus aspectos;
Item si anuncian dichas, y fortuna
Los Astros, al Natal de Tulio electos;
Si estaban juntos Júpiter y Marte,
O estaba cada uno en otra parte.
 
LXII
Entonces anunciar mui de seguro,
Se le pueden las dichas preparadas;
Y, fingiendo parlar de lo futuro, 1990
Hablar de cosas viejas y passadas,
Como lo hacen (y yo os lo aseguro)
En nuestros días ciertos Camaradas,
Los quales fingen ver allá en los Cielos
Mil cosas, que acá vieron sus Abuelos.
 
LXIII
Estos, sin embarazo, y sin engaños,
Como por una specie de prodigio,
Ven cosas sucedidas ya ha mil años,
Y al Francés, al Tudesco, al Indio, al Frigio
Los venden profecías a rebaños, 2000
Y aunque no hacía esto San Remigio,
Digo que los alabo la invención,
Si lo hacen por huir la Inquisición.
 
LXIV
Pronósticos de cosas ya passadas,
Estos sí que me agradan mucho, mucho
Que las futuras son enrebesadas,
Y aquello es ser Astrólogo machucho,
Pues tengo por locuras rematadas,
Que Aguila quiera ser el Aguilucho,
Y que en una obscuríssima caverna 2010
Se pretenda ver algo sin linterna.
 
LXV
Los Profetas ya ha tiempo que passaron,
Ni tampoco esta gente es necesaria,
Y muchos oy aquello que anunciaron
Lo vieron en visión imaginaria,
Siendo cierto (algunos lo observaron)
Que es gente miserable, estrafalaria,
La que en los Astros ve de otros las dichas,
Y nunca ve en su plato unas salchichas.
 
LXVI
Miran al Cielo, y caen en la fossa, 2020
Por no ver lo que está debajo de ellos:
Riquezas, vida larga, y mui dichosa
Anuncian a los simples, que a creellos
Se aplican, y no advierten una cosa,
Que sucedió a Cardano, y a mil de ellos.
Sabe Milán, Turín, Roma, y Albano
El chusco que llevó el simple Cardano.
 
LXVII
Hízose a sí su horóscopo este tonto:
Predijo el día y hora de su muerte;
Llegó el día en que estaba a morir pronto, 2030
Mas de morir no le llegó la suerte,
No se ahorcó como otro de Bitonto,
Pero, impelido de un despecho fuerte,
Viendo salir falaz su profecía,
Él se dejó morir de hypocondría.
 
LXVIII
Quantos simples hai oy que imitan esto?
Se hacen decir la buena o mala bentura,
Y si les dicen que han de morir presto,
Antes del tiempo los entierra el Cura.
Quántos a la insolencia echan el resto, 2040
Porque creen que está la sepultura
(Según el Adivino) mui distante:
Viene la muerte, y quítalos delante?
 
LXIX
Señores, lo que está escrito en el Cielo
No lo sabe ni el Turco, ni el Cristiano;
Sólo sé, que soi libre, y que es consuelo
Esto de que mi suerte está en mi mano
Si soi malo, lo soi por mi cervelo,
Si bueno por influjo soberano:
En mi alma no mandan las estrellas, 2050
Antes, si sabio soi, las mando a ellas.
 
LXX
Sin razón nos quejamos de los Astros,
D[e] su influjo, o de nuestro mal destino:
[N]uestras passiones son nuestros Padrastros
Y pensar otra cosa, es desatino.
Hagámoslas añicos con los Rastros,
Y no se nos dé un pito, ni un comino
Porque govierne el Carro de Bootes
Marte, Saturno, o el célebre Antón Zotes.
 
LXXI
Obremos bien, y vaya enoramala 2060
El herético error de Prisciliano;
Pues vemos nacer dos en una sala,
(Y en un punto también, si viene a man[o])
Y el Niño es bueno, y es la Niña mala,
O al rebés, ésta humilde, y aquél vano
Y han de pagar después sus picardías
Venus, Juno, Minerva, o las Harpías!
 
LXXII
O infelices, y míseros mortales!
Que presumís misterios tan ocultos
Penetrar, y qual brutos animales 2070
Sólo sombras palpáis, y palpáis bultos.
El furor de los Dioses inmortales
Irritáis con tan bárbaros insultos;
Pues tal vez no leéis con vuestros ojos
Un papel sin calaros los anteojos.
 
LXXIII
Pero aquí una palabra decir quiero
A los que pronostican que mañana,
Hará sol, sino llueve, y por Enero
Avrá frío, y de lumbre mucha gana,
Como también por julio un calor fiero, 2080
Y a la gente sencilla y Aldeana,
Conforme a ellos los viene la manía,
Prometen abundancia o carestía.
 
LXXIV
Que el Turco, el Indio, el Trace, el Persa el Moro
Los crean; de esso cierto no me admiro;
Mas sí, deque los crea el que en el Coro
El Evangelio oyó, o en su Retiro
Le leyó, y abrazó; y al Dios que adoro
Adora como yo: doi un suspiro,
Y digo que me pasma, y que me asombra 2090
Porque el tal a su Fe la hace gran sombra.
 
LXXV
Pero a qué descamino obliquo y vario,
El estro me llevó sin mi licencia?
No me está bien hacer del Misionario,
Ni discurrir en casos de conciencia.
Si fuera me salí del Seminario,
Por esta vez llevádmelo en paciencia,
Que antes de un Credo, bien o mal rezado
Voi a soltar los Bueyes del arado.
 
LXXVI
Y el hilo a atar volviendo del discurso, 2100
Repito lo que dije, en que estoi fijo,
Que a los Astros hacer algún recurso
Para saber, si brebe, o si prolijo
Ha de ser de la vida el mortal curso,
Es locura, y yo sé que assí lo dijo
Sabéis quién? El mismo Spíritu Santo:
Mirad si hai aquí alguien que sepa tanto.
 
LXXVII
Con todo nuestro Autor callar no quiso
Esta poco importante circunstancia
Porque no la notasse algún Narciso 2110
De inadvertencia, ni otro de ignorancia.
Dice, que nació Tulio en el preciso
Punto de unión y noble concordancia
De los Astros, el Sol, Luna, y Aurora.
Y que no era posible mejor hora.
 
LXXVIII
Venus con Jove estaba en Capricornio,
Marte dormía, el Sirio Can callaba,
Y Mercurio mandaba el pan y el horno.
La Tierra se reía y se alegraba,
Porque no hacía frío ni bochorno, 2120
Quando el Héroe de Arpino en ella entraba,
Y aun dice nuestro Autor, que hasta Saturno
Aquel día no estuvo taciturno.
 
LXXIX
Y porque Ustedes lo han estado tanto,
Y a sus casas se vuelvan con contento,
Dejo mi habladuría, y dejo el Canto,
Faltando veinte octavas para ciento.
De callar doi palabra como un Santo,
En dando a estos tres pies su cumplimiento:
Ya no falta más que uno, y el convite 2130
De esta noche acabóse; y por tanto Ite
Fin del Canto III

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