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Canto IX



I
                Es una Doncellita como rosa.
Metida en su botón, quando descoge 6120
Sus hojas poco a poco vergonzosa,
Y el Villano va alegre, y la recoge.
Esto se ha dicho en verso; y esto en prosa
Quiere decir, que buen partido escoge
El que toma Muger no manoseada,
Y más si es moza bella, y bien criada.
 
II
Otro, por el contrario, hombre entendido
Dixeo: toda Muger, quando casada,
Es carga pesadísima al Marido;
Si en la primera breve temporada 6130
De casados, el gusto ven cumplido
Que deseaban ambos, ven que es nada,
Y acabándose aquello en un momento
Un Marido entre mil está contento.
 
III
Aora yo, a quien jamás la gana ha dado
De cargar con Muger, no sé qué diga,
Viendo a un Autor con otros encontrado.
No acertaré a salir sin gran fatiga
De un laberinto para mí intrincado,
Ni hallo, para librarme de esta intriga, 6140
Otro arbitrio, que el de una comparanza
Que era el medio, que usaba Sancho Panza.
 
IV
Supongamos, que al pie de un alto puerto
Se encuentra, por egemplo, un peregrino:
Si va solo a subirle, ten por cierto,
Que se le hará tedioso aquel camino.
Mas, si otro le acompaña hombre dispierto,
Divertido, y de humor nada cetrino,
Seguro es, que la buena compañía
La mitad del fastidio le desvía. 6150
 
V
Assí aquél que Soltero triste estava,
Si se une a una Muger linda, y juiciosa,
Mejor ayre que el que antes respirava
Le parece gozar, y es otra cosa
La que prueva, que la que provava.
Divertido y contento con su Esposa,
A todos hace ver, que aquella vida,
Es más alegre, y menos desabrida.
 
VI
Mas, si aquel otro pobre Caminante
Se encuentra con un triste Compañero 6160
Fastidioso, borracho, y tan vergante
Que se tiende a dormir hecho ya un cuero
Sin poder dar un passo azia adelante,
En este caso sí que es verdadero
Aquel proverbio que es tan inculcado:
Más vale solo, que mal acompañado.
 
VII
Assí el pobre, a quien toca alguna Fiera
Por Muger, y que en ciertos intervalos
Ni entender la razón, ni oírla quiera,
Sino que se la encage a sendos palos. 6170
O que a su caprichosa bodoquera
Los antojos se den, buenos o malos
Para este tal sería mejor suerte
Un suplicio, una horca, o qualquier muerte.
 
VIII
Mas hai entre estos dos la diferencia,
De que si al Peregrino le es molesto
El Compañero, tiene aquél licencia
Para dejarle con algún pretesto; 6180
Pero el Marido ha de tener paciencia,
O al arbitrio acudir de morir presto,
Porque de su Mujer por fastidiosa
Sólo le puede libertar la fossa.
 
IX
Es cierto, que pudiera la Guadaña
Hacerle a él la merced, de que ella fuesse
La primera que andasse a tierra estraña;
Pero no hai que esperar lo consiguiesse
De la Muerte con ruegos, ni con maña
Y ni yo gustaría que lo hiciesse, 6190
Porque ay de las Mugeres! si ella oídos
Diesse a quanto la piden los Maridos.
 
X
A más de uno después de pocos días,
O sean, si quisiereis, pocos meses
Tanto como le importan las folías,
Le importa la Muger con sus arneses.
Detesta, sí, la red, las mallas frías,
En que cogido fue como las Reses.
Hace lo que hace el pez para romperla,
Mas ya no puede el Pobre deshacerla. 6200
 
XI
Y pues el Pez a la memoria acuerda
El Mar; a quien se embarca es semejante
El que toma Muger o loca, o cuerda.
Al principio qué plácido semblante!
Qué alegre muestra el Mar, hasta que pierda
A la tierra de vista el Navegante!
Mas étele, que al tiempo más sereno,
Huye el Sol, brama el Mar, y aturde el Trueno.
 
XII
Montes de agua las olas encrespadas,
Y al furor de los vientos comovidas, 6210
Van el buque a tragar, y las fíadas
A aquel monstruo embustero tristes vidas.
No se oyen más que vozes agitadas,
No se ven más que lágrimas perdidas:
Se encrespa la Tormenta, el ayre ruge,
Roto el árbol mayor, el leño cruge.
 
XIII
Dé una ojeada benigna azia este leño
Quien mirándole está desde la playa.
Siempre es falaz el mar más alagüeño,
Y no se fíe de él quien juicio haya. 6220
Si se embarca, a lo menos sea dueño
De una gran provisión; con ella vaya
A examinar el barco: y, sino es chocho,
Nunca se embarque en él sin su viscocho.
 
XIV
Y sea este viscocho la paciencia,
De la qual provisión haga abundante:
Si se inquietara el mar, haga evidencia
De lo que puede un pecho tolerante.
Si creciere del viento la insolencia,
Y sin Timón el barco fluctuante 6930
Anduviere, esté entonzes animoso,
Que es tiempo de provar lo valeroso.
 
XV
Quien quiere entrar en mar tan embustero
Para el reyno poblar de los vivientes,
Deve considerar (y es lo primero)
Si tener le conviene descendientes:
Después ha de hacer ánimo sincero
A mazcar malo y bueno con los dientes:
Hecho todo esto embárquese en buenora,
Y encomiéndase a Dios, y a la Señora. 6240
 
XVI
Mas sobre todo, siendo buen Cristiano,
Busque una Esposa que también lo sea;
Este es aquel remedio soverano
Para que salga en todo al que procrea
Semejante la prole, y será en vano
Buscar el egemplar allá en Guinea,
Pues en Elvia, y en Marco le tenemos
A la puerta de casa, si querernos.
 
XVII
Y éteme aquí metido en mi argumento
(Como suele decirse) a pies juntillas. 6250
Y no obstante tal qual no está contento
Diciendo, que, aunque digo maravillas,
Desde el principio, con mi passo lento
Canso a quien me oya a puro repetillas,
Con prólogos tal vez más dilatados
Que los de Cicerón en sus Tratados.
 
XVIII
Es verdad (lo confiesso) que algún tanto
Me suelo divertir del propio assunto,
Y que un exordio hago en todo Canto,
Siguiendo a Cicerón en este punto; 6260
Pero ésta es atención; pues dice un Santo
Que empezar ex abrupto es un conjunto
De altivez, presunción; y de arrogancia,
O, quando menos, que es estravagancia.
 
XIX
Ni falta quien se queja de lo opuesto,
Quiero decir que en esta tararira
Me meto de rondón, id est, mui presto.
O que necio es aquel Autor que aspira
A contentar a todos! Yo protesto
Que nunca presumió tanto mi Lira. 6270
Dichoso es todo Artífice en su Arte,
Que logró contentar la mejor parte.
 
XX
Son siempre en menor número los buenos
Que los malos, y assí, dice el Petrarca,
Procura siempre el voto de los menos:
Según eso seré yo un Patriarca,
Si en mis versos, ni rápidos, ni llanos
Agrade al menor número del Arca;
Y más si lo consigo en este canto,
Donde temo serraros algún tanto. 6280
 
XXI
Pues, si a Elvira hasta aquí visteis pintada,
Dotada de especial rara belleza,
Como de otras mil prendas adornada,
Con que la regaló naturaleza:
Oy la veréis totalmente ocupada
(A lo que de ella Juan Bartolo reza)
En hacer lo que hacen por salvarse,
Todas las que no quieren condenarse.
 
XXII
No basta, como piensan muchas gentes,
Ser castas las Mugeres, y Donzellas, 6290
De lo qual nos dan pruevas convincentes
Las diez del Evangelio, esto es, aquellas,
Que mitad por mitad eran prudentes,
Y la otra mitad no era como ellas.
Estas cinco quedaron, por estatuas,
De el Esposo excluidas como fatuas.
 
XXIII
Y por fatuas yo entiendo las que mano
Sobre mano se están sin hacer nada,
Ociosas en imbierno, y en verano.
Y por prudentes cuento en la manada 6300
Las que activas previenen de antemano
De el Esposo el arrivo, o bien la entrada;
Sus lámparas de azeyte siempre llenas,
Siendo castas, y haciendo cosas buenas.
 
XXIV
De muchas prendas adornada estava
Elvira, eternizadas en la Historia,
Aunque ocultarlas ella procurava,
Y entre otras, está aún fresca la memoria
De que perro ninguno se llegava
A sus puertas sin que ella hiciese gloria 6310
De darlo algo de pan: prueva que era
Elvira una muger mui limosnera.
 
XXV
Mas, si el serlo no se hace puramente
Por el amor de Dios, como lo muestra
El Evangelio, entonzes ciertamente
No será Caridad, como la vuestra.
Por tanto yo no sé seguramente,
Si todo lo que serio se demuestra
Es por amor de Dios puro y sincero
Ni, si lo es, o no lo es, saberlo quiero. 6320
 
XXVI
Quizá la vanidad tendrá su parte,
Y más en las Mugeres, si hai algunas,
Que de hacer caridad sepan el arte.
Yo no lo juraré viendo que unas
Al pobre dicen: no tengo qué darte,
Y otras, o casi todas, en ayunas
Embían a los pobres que las piden,
Y con un: Dios te ampare, le despiden.
 
XXVII
No pretendo meterme a governarlas;
Mas digo que si en tantas otras cosas 6330
Inútiles quisieren escusarlas,
Siendo modestas más, menos pomposas
Mucho al cabo podría oro sobrarlas
Para alivio de pobres vergonzosas.
En que harían a Dios un gran servicio,
Y a muchas de ellas doble beneficio.
 
XXVIII
Lo mismo digo a aquellos hombres, que hacen
Tantos gastos superfluos y excesivos;
Y si a los pobres que en las calles yacen
Un octavo les dan, quedan altivos. 6340
Señores (las lisonjas no me placen)
Si queréis hombres ser caritativos,
No temáis, no temáis ser liberales
Con ciegos, mancos, cojos, y otros tales.
 
XXIX
Más cuidado, Señores, más cuidado
Que esto de hacer limosna con lo ageno,
No es caridad, es robo enmascarado.
A lo menos a Elvira en esto bueno
Imitad, y tomadla por dechado,
Que yo dejo mil cosas en el seno, 6350
O no quiero decirlas claramente,
Porque al fin es preciso ser prudente.
 
XXX
Elvira era mui buena en la corteza,
Pero mucho más lo era por adentro,
Y Juan Bartolo espresamente reza
Que de todas virtudes era el centro.
Y aun nos quiere meter en la cabeza
(Bien que en aquesto yo no salgo, ni entro)
Que nunca entre Elvia y Marco se vio tiña,
Aunque nació en Bolonia desde Niña. 6360
 
XXXI
Esto quiere decir (si la ignorancia
De algunos mal quizá lo havrá entendido)
Que fue constante su perseverancia
En vivir siempre en paz con el Marido,
Nunca se vio en el Mundo igual constancia,
Nunca amor más igual se vio aplaudido,
Nunca el Diablo los hizo la mamola,
Ni pudo entre los dos meter la cola.
 
XXXII
Ambos a dos sabían claramente,
Que la discordia es madre de mil males, 6370
Y al contrario, que el Cielo santamente
Bendice a los que en Castos Esponsales
Viven unidos y en paz perpetuamente:
Felizes quando Mozos son los tales,
Y mucho más felizes, quando vienen
A ser viejos, porque ambos se sostienen.
 
XXXIII
Hallan de gustos mil un Parayso
En este Mundo, y allá misericordia,
La que en el Cielo encuentren es preciso
Los casados, que viven en concordia. 6380
Mas si opuestos están en nuestro piso,
Quiero decir, si viven en discordia,
Acá padecen un Infierno, y presto
Allá se seguirá sufrir el resto.
 
XXXIV
Marco Romano y Elvia Boloñesa
No eran no, como son ciertos casados,
Que en el lecho, en la sala, y en la mesa
Riñen, y gritan como spiritados
Siempre en guerra civil que nunca cesa,
Siempre en todas las cosas encontrados, 6390
Y en conclusión los pobres mentecatos
Siempre están como están perros y gatos.
 
XXXV
Elvia y Marco se amavan con perfecto
Amor como la vid abraza al olmo.
Era igual su ternura, igual su afeto,
Y de gozo con ellos yo me colmo.
Tratávanse los dos con gran respeto,
Aunque su amor llegado avía al colmo,
No como aquellos, que aunque mucho se aman
No suelen respetarse, y después braman. 6400
 
XXXVI
Assí como unos perros, que unos días
Retozan mutuamente, otros se muerden,
O como pollos, quando en sus manías
Ya se despluman, ya a besarse pierden
Casi los picos. Otras Aves frías,
Aunque de amarse bien nunca se acuerden,
Sólo por conservar cierta decencia,
Fingen que se aman, pero en apariencia.
 
XXXVII
Todo su amor consiste en esteriores
Ceremonias, o frívolos recados. 6410
Cómo estás? Han cesado tus dolores?
Dormiste bien? Te sirven los criados?
A estos tales vaníssimos Señores
Marco y Elvia debieran ser dechados
Pues decrépitos ya Elvia decía
A Marco: Tú eres sólo mi alegría.
 
XXXVIII
Parecían dos cuerpos con un alma,
Un sólo corazón, un querer sólo:
A comer y cenar en dulce calma
Siempre juntos, y añade Juan Bartolo, 6420
Que se premió a los dos con una palma
Consagrada en un Templo al Dios Apolo,
Porque un lecho ocuparon solamente,
Siguiendo el uso de la prisca gente.
 
XXXIX
Ciertamente, que no practican esto
El día de hoi muchísimos Casados,
A quienes nunca falta algún pretesto
Para estar mutuamente separados.
Comen juntos, cierto es; pero en el resto
Atiende cada qual a sus cuidados, 6430
Sin que a éste de aquél se le dé un pito,
Porque el antiguo amor ya está sopito.
 
XL
Señal de que era amor que en la corteza
(Por explicarme assí) le terminava;
Quiero decir en la exterior belleza,
Y como fuego fatuo se apagava,
Porque no penetrava a la cabeza,
Ni al corazón, donde el fomento estava
Que siempre le conserva fresco y verde
Ni en la fría estación una hoja pierde. 6440
 
XLI
Nuestra Elvira de Marco nunca sacia;
Parece, que pegado lo tenía
Al corazón con cota, o verbi gracia
Que bebido ella algún hechizo avía
Y Marco por su parte de su gracia
Estava tan contento como el día
Que de esposarla mereció la suerte,
Perseverando assí los dos hasta la muerte.
 
XLII
No era de humor ligero ni bizarro
Ni era Elvira, como otras enfadosa; 6450
Antes bien mui sociable, dice Varro.
Como una corderita cariñosa,
Cinco ruedas jamás buscó en un Carro,
Ni colérica fue, ni quisquillosa.
Tanto en fin siempre dio a Marco contento,
Que jamás dixo de ello: me arrepiento.
 
XLIII
Pero hoi es cosa rara, que el Marido
Poco después de la primer semana
No coma el pan con ella, arrepentido
Como el ratón, quando le viene gana 6460
De comer el tozino, que metido
Está en la ratonera: ésta se aplana,
Y cogido el ratón se desespera
Dando al Diablo tozino y ratonera.
 
XLIV
Más de un Marido, sí, maldice el punto
Y el día, en que a casarse resolvióse,
Y el momento en que al fin hallóse junto
A una Muger, sin que decir yo osse
Que no tiene razón en este assunto.
Pues, como dice un tal Monsiur La Rose, 6470
Las hembras de hoi de las del siglo de oro
Más diferentes son que el pez de el Toro.
 
XLV
Aora, dirá alguno, es la ocasión
Y una buena (es assí) oportunidad
De que haga Passeroni un parangón
Entre las Damas de una y otra edad.
No lo niego mas tengo discreción,
Y tampoco me falta caridad,
Ni quando dé Elvia la virtud elevo
Puedo abatir a otras, ni lo debo. 6480
 
XLVI
Si llegava la hora de comer,
O de noche la hora de cenar,
Nunca fingía Elvira algún que hacer,
Para hacerse de Marcos esperar;
Como lo haze: quizá alguna, Muger;
Poniéndose de estudio a trabajar.
Sentávase a la mesa la primera,
Y al fin se alzava de ella la postrera.
 
XLVII
Mas no era puntual en sólo esto;
Era dócil, suave, complaciente 6490
A todas las personas en el resto,
Bien que al Marido muy principalmente;
Porque hacía gustosa, alegre, y presto
Todo lo que él quería, y ciertamente
Que Elvira parecía ser compuesta
Para estar siempre a Marco sotopuesta.
 
XLVIII
Estas cosas no son (yo lo confieso)
De Elvira las más altas, ni gloriosas;
Pero yo apuesto el cranio con el seso,
A que las tienen por maravillosas 6500
Los pobres, que han cargado con el peso
De unas Mugeres dignas, caprichosas,
juzgándolas tan dignas de memoria,
Que eternizarse deban en la Historia.
 
XLIX
Quando el Marido quiere que trabaje,
Ociosa la Muger estarse quiere;
Si que esté en casa aquel la prescriviere,
Ella va a visitar a su linaje;
Si la comida, o cena aquél pidiere,
Traime aquella labor (dice ella a un Page); 6510
Si la manda callar, entonzes habla,
Y si hablar, no habla más que habla una tabla.
 
L
Especie es, a mi ver, de epidemía
El ser tercas las hembras, y temosas;
Pero mui fácil es de esta manía
Curar las que se hallaren achacosas,
Y todo buen Marido cada día
Podrá hacer de estas curas milagrosas,
Con tomar de memoria, por descanso,
La gran Novela de la Puente al Ganso. 6520
 
LI
Bien sé que querríais la contasse,
Mas sé también la gente con quién vivo:
Y si el Diablo a contarla me tentasse
Me tragaría a las mugeres vivo.
Y assí permiteréis que aora la passe
Por silencio, teniendo tal motivo.
Mas la sabrá qualquiera, que entendiesse
La lengua del Boccacio, y le leyesse.
 
LII
De la Novela nona en la Jornada
Nona también, se encuentra la Receta 6530
Para curar qualquier hembra ostinada.
Si es necesario, en práctica la meta,
Pero mi piel le dejo encomendada,
Y de no descubrirme me prometa;
Pues por menos motivos, a las manos
De una Muger murieron diez Romanos.
 
LIII
Mas aora me acuerdo, que he salido
De mi assunto, por pura inadvertencia.
Pido a todos perdón, y también pido,
Que con migo tengáis todos paciencia, 6540
Pues yo también con muchos la he tenido,
Y a mí me tocará la penitencia,
Fuera de que el pecado confesado
Sinceramente es medio perdonado.
 
LIV
Y si en algo pequé, creed sin duda,
Que sin malicia fue, y fue con buen zelo,
Ni fue culpa tan grande, que ceñuda
Gritando esté venganza al mismo Cielo.
Redújose toda ella a una desnuda
Verbosidad, tan fría como el hyelo. 6550
Que, a imitación de Elvira, quando parlo
En comenzando a hablar, no sé dejarlo.
 
LV
Propio es de las Mugeres hablar mucho,
Esta es su gracia y don particular:
Por eso a las más de ellas las escucho,
Como oigo a las zigarras zigarrear.
Hablar con juicio y sal a lo machucho
Lo podemos de pocas esperar,
Y tan pocas, que desde aquí a Simancas
No serán más que son las moscas blancas. 6560
 
LVI
Oy sólo hablan las más, si no son todas,
De cofias, de abanicos, de alfileres,
De trages, de tocados, y de modas;
Y a lo más más tal qual, si assí lo quieres,
Se presume el oráculo de Rodas,
Porque en una Visita de Mugeres
(O mugeril flanqueza! O Dios qué mengua!)
Ella sabe estropear más de una lengua.
 
LVII
Ésta saber presume la Francesa,
Porque sabe decir: Votre servante; 6570
O tal qual palabrita que en la mesa
La enseñó su afrancesado Amante.
Aquella se imagina ser Inglesa
Porque oyó hablar de Pope a un comerciante,
Otra Toscana, porque Don Gervasio
Un Area la enseñó del Metastasio.
 
LVIII
Yo no digo por esto que no se halle
Quien bien escrive y hable en las Mugeres;
Picará en heregía el que esto falle,
O dile que es un macho, si le oyeres. 6580
Tienen testa en su casa, y en la calle
Sangre en las venas, quando tú las vieres
De la Regla común, si las escuchas,
Hallarás excepciones, pero muchas.
 
LIX
Si aquel tiempo que ocupan vanamente
En bagatelas, ellas le emplearan
En leer buenos libros, ciertamente
Que un sólo quarto de hora que aplicaran
A tal ocupación diariamente,
A caso, y sin acaso, se encontraran 6590
No pocas, que a los hombres compitieran,
Y algunas, que quizá los excedieran.
 
LX
Yo conozco, entre otras una Dama,
Que tiene de saber hambre insaciable
Con un ingenio ilustre por la fama.
Ya componga, ya escriva, o bien ya hable,
Sus aciertos el mundo todo aclama,
Por prodigio teniéndola admirable:
Y si alguno saber quién es desea,
Se llama Doña Celia Borromea. 6600
 
LXI
Ésta de la virtud por el camino
Desde Niña corrió a carrera abierta:
Todo sabio, ya estraño, o ya vecino
De su casa, y su amor franca la puerta
Siempre halló, y ella halló el feliz destino
De una gloria inmortal segura y cierta,
No sólo en toda Italia celebrada,
Sino de el Mundo todo proclamada.
 
LXII
De otra Muger Milán goza la gloria
Docta en lenguas, aun más que un Calepino, 6610
Que echiza quando habla (y no es historia)
Ya hable Griego, o Toscano, o ya Latino.
Venero como Santa su memoria,
Y aun a adorarla casi que me inclino,
Dando mil parabienes reverente
Al siglo que logró tan gran presente.
 
LXIII
Habla las doctas lenguas, y aun en todas
Escrive a maravilla, como lo hace
Casi en todas las vivas. Ni en las bodas
Del Cielo Estrella alguna, quando nace 6620
Descuella más en luminosas modas,
Que ésta en el sexo, que a los Dioses place
Versada en las más altas facultades
En la segunda de las cinco edades.
 
LXIV
Quién decirnos podrá cómo discurre
En Álgebra, en Historia, y Theología?
No hai questión tan difícil, quando ocurre,
(Y ocurrir suelen muchas en un día)
Que no desate; ni sabe el que recurre
Si es superior a su Sabiduría 6630
Su modestia. Ésta es la Inés famosa
Por Muger celebrada portentosa.
 
LXV
Conocido su ingenio peregrino
De todo el Mundo es; mas señas me hace
De que calle; pues ya al amor Divino
Toda entregada, nada más la place,
Que no acordarla Griego, ni Latino:
Callaré ya que en ello se complace,
Y a solas con su Dios la dejo a ella,
Por hablar de su Hermana sabia, y bella. 6640
 
LXVI
En ésta cuerpo y alma a competencia
Se disputan las dotes, sin saberse
A quales se ha de dar la preferencia.
A nada aspira a más, que a mantenerse
De el pudor sostenida, y la inocencia
Ni otro deseo deja conocerse
Que el de saber; a esto sólo anela
Lo demás (ella dice) es vagatela.
 
LXVII
Para explicar la rara perfección,
Con que a un tiempo compone, canta, y toca 6650
Debiera ser Orfeo, u Anfión,
Y no ser el que soi con una boca
Que sólo sabe hablar de Cicerón,
Y sólo éste alabar con gracia poca.
Ni pudiera decir que esta Doncella
Cosa tan grande, que alcanzase a ella.
 
LXVIII
Callaré, pues, y sólo un grito fuerte
Daré, que a las edades más remotas
Llegue, aplaudiendo la embidiable suerte
De los dichosos versos, que sus Notas 6660
Merecieron, y más (si bien se advierte)
La de aquellas ya tiernas, ya devotas
Canciones, que en su voz, y en su dulzura
Suspendieron a toda Criatura.
 
LXIX
Nueva llegava siempre al alma mía
La que, de el Clave herido ecco sonoro
Resonava dulcíssima harmonía.
Olvidado de mí al ecco canoro
Exclamava en extática alegría
Elevando la mente al alto Coro: 6670
De la feliz Sión, diciendo: O quánto
Dulce aquélla será, quando ésta es tanto!
 
LXX
O verdaderamente afortunada
Casa, que tanto bien en sí contiene!
O dichosa Milán, Madre, y morada
De un par de Hermanas, que otro par no tiene,
Digna de ser cada una celebrada
Por los doctos Cantores de Hipocrene!
O quánto embidiarán la edad presente
Las que vendrán después con otra gente! 6680
 
LXXI
De buena gana yo nombrar quisiera
A otra Muger gloriosa; vive Christo,
Que vi con estos ojos tal qual era.
Ojalá que jamás la huviera visto,
Por no acordar memoria lastimera
De el acerbo dolor, que en llanto misto,
Al fatal de la Parca, cruel corte
Brotó en todos, y más en su Consorte.
 
LXXII
Docta Fenicia, que en el Cielo moras,
Ah! y quién oyera tu suave canto, 6690
Que yo tengo presente a todas horas!
Anegadas dejaste en triste llanto
(Bien lo sabes) las Musas más canoras
Sin poder resistir a golpe tanto.
Lloró Apolo, lloró todo el Parnasso
La triste noche del horrible caso.
 
LXXIII
Siempre que éste me ocurre acá en la mente,
Acompañan al llanto los suspiros;
Bien que el Cielo me dio un equivalente,
Dándome a conocer, por varios giros 6700
A otra Tú, como Tú tan eminente
En virtud. Sólo puedo distinguiros
En que tú fuiste Urania, pero ésta
Es Euterpe en lo docta, en lo modesta.
 
LXXIV
De las Rimas parece la Comadre,
Siendo de una modestia singular,
No obstante de ser Musa, es también Madre,
Porque al cabo ella quísose casar:
Cosa, que las que a Iove llaman Padre
No quisieron jamás egecutar; 6710
Si es verdad lo que a todos siempre he oído,
Que fueron celibatas sin Marido.
 
LXXV
No lo sé, sólo sé, que Lino, Orfeo
(Según los mitológicos, los quales
Saben bien estas cosas) e Imeneo,
(Sin el qual nunca se hacen Sponsales)
Con Cimentón, con Reto, y el Museo
Fueron hijos de aquellas Damas tales.
Mas volvamos a aquella gran persona
Parecida a Vitoria de Colona. 6720
 
LXXVI
Su índole apacible, y dulce trato,
Su manera de hablar, su entendimiento,
Su estilo natural sublime y grato,
Sus virtudes sin tacha, o fingimiento
En el pecho tocaron a rebato
De el Imbonatti, y ella en un momento
Digna Esposa se vio de un Conde raro,
Caro a las Musas, y a los Doctos caro.
 
LXXVII
Conde docto y gentil, estoi de prisa,
Y esta noche en el mar de tu alabanza 6730
Engolfarme no quiero. El Sabio avisa,
Que si hai mucha materia, y si no alcanza
El tiempo a decir todo, nos precisa
La prudencia a fiarlo a la esperanza
Que dará la ocasión: mientras la toco
Escojo antes callar, que decir poco.
 
LXXVIII
Y una vez que a alabar a las Mugeres
He comenzado, quiero ir adelante,
Que estos mis gustos son, y mis placeres,
Como el tiempo lo hará a todos constante, 6740
Despreciando vulgares pareceres
De gente maliciosa, o ignorante
Mui propios de un Spíritu ordinario,
Que al bello sexo júzgame contrario.
 
LXXIX
De aquélla quiero hablar, por cuyas venas
La Ottobónica sangre noble corre;
Que igualmente demuestran estar llenas
De el humor, que Hipocrene las socorre.
Obligadas a ella las Escenas
De Italia están, y la elevada Torre 6750
De Serbellonis es deudora a ella,
Que, bella siendo ya, sea más bella.
 
LXXX
Tentado estava yo a aplaudir aora
De las dos grandes Casas la excelencia;
Pero decir lo que ninguno ignora
Parece un si es no es de impertinencia.
Y más que he dedicado aquesta hora
Para alabar con su grata licencia
A las hembras, ya pocas, o ya muchas,
Que son sabias, juiciosas, y machuchas. 6760
 
LXXXI
Es verdad, que ya Elvira se me queja,
De que a otras huviesse celebrado;
Y (hablando con vosotras a la oreja
Debajo del secreto más sagrado)
Elvira quiere, que a mi Musa vieja
En ella sola emplee su cuidado,
Porque siendo Muger (claro es) negarla
De embidia un si es no es, fuera adularla.
 
LXXXII
Embidia, peste de Cristianas mentes,
Embidia, monstruo fiero, y detestable, 6770
Universal azote de las gentes,
Nacida en el infierno abominable
De inhumanos y bárbaros parientes.
Qué alegre sería! qué embidiable
Nuestra vida sin Ti! O qué jocundo
Sin Ti sería nuestro pobre Mundo!
 
LXXXIII
Con tu negra saliva, con tu hiel
Gastas, corrompes toda la hermosura,
Y haces que sea amarga hasta la miel.
No hai tóssigo que llegue a tu amargura. 6780
Carcoma el corazón roes cruel,
Y hasta la misma luz haces oscura
Todo lo despedazas, y blasonas
De chupar sangre, y jugo a las personas.
 
LXXXIV
Las dichas de los otros te entristecen,
Como si fueran para ti desgracias.
Los días claros noches te parecen,
Salvo quando de el mal de otros te sacias.
Entonzes todos bellos te amanecen,
Y para ti son días de hacer gracias. 6790
Nunca tu gran furor más satisfecho,
Que quando te apoderas de algún pecho.
 
LXXXV
Tú rompes las más viejas amistades
Tú, qual Proteo, te mudas en mil formas,
Conviertes en mentiras las Verdades,
Confundes los zapatos con las Ormas.
Si permiten dormir tus crueldades,
Los colchones en potros los transformas,
Y haces tal vez, que a un pecho puro, y casto
Tu ponzoña, y tu hyel sirvan de pasto. 6800
 
LXXXVI
Centinela en las Cortes, día y noche
Te passeas por todos los Palacios,
Te atreves tanto al carro, como al coche;
No respetas monásticos espacios.
Tú lo envenenas todo a troche y moche
Espadas, Togas, Libros, Cartapacios;
Mas, sobre todo, o Furia del Infierno,
En las hembras ejerces tu govierno.
 
LXXXVII
Si alguna de ellas es favorecida,
O cotejada de algún gran Señor, 6810
O si es de muchos jóvenes servida,
De embidia arden las otras, y livor.
Es verdad, que tal vez está escondida,
Y salir no la deja el pundonor,
Pero el fuego escondido, o encubierto
Más daño suele hacer, que el descubierto,
 
LXXXVIII
Antes bien el cubierto entre ceniza
Por mucho mayor tiempo se conserva;
Quando el expuesto al ayre, que le atiza,
Aunque es de más vigor, presto se enerva. 6820
Assí la embidia suele hacer más riza
Dentro del corazón, que la reserva,
En las Mugeres mui specialmente,
Sexo en disimular tan eminente.
 
LXXXIX
Todas ellas, lo que es en la apariencia,
Unas de otras están enamoradas;
Pero yo no las creo en mi conciencia,
Antes bien allá dentro atormentadas.
Se alaban, y se adulan en presencia
Con mil ternuras todas afectadas. 6830
Se besan y se muerden; mas sus besos
Son besos de Ratones a los quesos.
 
XC
Ninguna sufrir puede, que su Amiga
Más feliz sea, ni más linda que ella.
La Madre a la hija embidia, y sin fatiga
La Hermana a la otra Hermana, que es más bella.
Esta de la Muger es la enemiga,
Sea Casada, o viuda, o bien Doncella;
Y siendo Elvia muger, como qualquiera,
Al achaque común sugeta era. 6830
 
XCI
No hablo de las Mugeres de gran sesso,
Que entre todas serán como unas seis;
Y porque Elvia no me haga algún processo,
De ella sola hablaré, como veréis.
Es verdad, que no hablaba con exceso,
Como hablan quizá otras que sabéis
Porque era tan prudente, que callava
Todo el tiempo preciso, en que no hablava.
 
XCII
Mas no ya como vemos hablar tantas,
Que parlan sólo porque tienen boca. 6850
Sabía, que los Montes no eran mantas,
Y distinguía un Roque de una Roca.
No mezclava los quentos con las quantas,
Ni confundía el taco con la toca.
Era en fin un compendio de Oratoria,
Y mostrava tener buena memoria.
 
XCIII
Un concepto ingenioso y delicado
La ocurría tal vez naturalmente:
Regia Parnassi avía decorado,
Y muchas frasses de él tenía in mente; 6860
Con su parlar correcto y castigado
Pasmava Elvira a toda culta gente,
Y al oírla, aun el alma más esquiva
Sin libertad clamava: Viva! Viva!
 
XCIV
Mas ni aplausos, ni elogios, ni su ciencia
Jamás la empabonaron, ni engrieron:
Siempre humilde y modesta, sin violencia,
Siempre sin ambición todas la vieron.
Sabía hacer a todos reverencia,
Y apacible con todos, nunca oyeron, 6870
Que dejasse sin grato resaludo,
Al grande, al Chico, al Noble, y al desnudo.
 
XCV
Burlávase de aquellas altaneras
Mugeres, que al respeto más profundo
Se están tiesas como unas espeteras,
Creyendo, que consiste el pudibundo
Honor del sexo en ostentarse fieras,
Y en afectar desprecio a todo el mundo;
Como si fuesse culpa en las Matronas
El tratar cortésmente a las personas. 6880
 
XCVI
O quántas (grita aquí Bartolomeo)
De nacimiento ilustre, de alto y bajo
En el Siglo presente hoi día veo,
Que adolecen también de este trabajo,
Por no aver leído al Galateo,
(Libro, que tanto bien al mundo trajo)
De éstas burla[v]a Elvira, y se reía,
Porque avía aprendido cortesía.
 
XCVII
Quántas, por aver hecho quatro reales
(Sabe Dios cómo) que se acavan presto, 6890
O porque sus Maridos tales quales
(Por callar) ascendieron a un gran puesto
De tu nombre se olvidan, y a las tales
Si las saludas, mudan luego el gesto,
Tieso el cuerpo y cabeza, el labio mudo,
Desprecian tu persona, y tu saludo.
 
XCVIII
A lo más un ligero movimiento
Con la cabeza harán engarrotadas,
Y pensarán dejarte mui contento,
Y honrado, si responden a mochadas 6900
A tu cortés rendido cumplimiento,
A manera de Bacas descornadas;
Bien que en esta ciudad, y culto suelo
Nada de esto se ve, gracias al Cielo.
 
XCIX
Mas si se viera, yo me guardaría
De meterme en camisa de once baras,
Porque quizá mui caro costaría
A mis costillas, que me son mui caras,
Fuera de que mi larga habladuría
Las fauzes me ha secado; y en las Aras 6910
De Bacco Juno, que ya a parlar no atino,
Si no las riega un buen barril de vino.
Fin del Canto IX

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