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El día de tu boda

Margo Glantz



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Para mis hijas Renata y Alina.

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Para (E) Liza, mi mamá.

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ArribaAbajo Mensajes de amor

Quizá alguna vez la pasión humana se midió por su capacidad de escribir cartas de amor, por la verdad inmensa de su caligrafía, por la paciencia infinita de dibujar con precisión las letras necesarias, ordenarlas con elegancia dentro de un cuadrado de papel cuya textura luminosa aclaraba las correspondencias, y, luego, encerraba su pasión en un sobre forrado de papel iridiscente que contenía con discreción todos los secretos y conservaba las ondulaciones y los estremecimientos de una pasión, fuera ésta el amor-pasión o el amor filial, el amor a los amigos o el amor por las cosas. Quizá pueda recordarse la escritura apasionada que se cruzó entre una madre y una hija, Madame de Sevigne y Madame de Grignan, las cartas apasionadas de la monja portuguesa, quizá perfectamente caligrafiadas para simular una escritura de mujer, quizá extrañamente deformadas por las lágrimas si quien las escribió fue del sexo femenino.

Todavía guardamos con celo en todos los museos los objetos de la escribanía, y una exposición que muestra a un escritor no puede dejar de enseñar las caligrafías diversas que en el mundo han sido, y, generalmente, aunque no sea uno grafólogo, es posible detectar algunos destellos de lo que pudiera llamarse genio.

Ahora las cartas no se escriben, los tinteros ya no existen y el secante es un objeto totalmente obsoleto: ¡tenía tan bella forma y dejaba adivinar tantos enigmas en los caracteres alrevesados de su infamia! Los secretaires cerrados celosamente, con pequeños cajones ocultos por un resorte diabólico se han sustituido ahora por las secretarias, seres serviciales, que utilizan la taquigrafía como una espada interpuesta entre la letra manuscrita y la mecanografía. Del secretaire pasamos a la secretaria. De la carta lacrada y perfumada a la carta dictada y pasada a máquina eléctrica. Del mensaje de amor al mensaje burocrático. Las líneas de la mano con su distintiva grafología eran descifradas por los amantes cuando rescataban el mensaje escondido en los cajones cubiertos de seda cruda dentro de los preciosos muebles, y su desciframiento coloreaba las pasiones y convocaba hasta la misma muerte.




ArribaAbajoLa muerte de amor

Los sobres y el papel de cartas se han vulgarizado, la manifestación golosa del amor que pasa la lengua para cerrar el sobre se ha cancelado. Los deliciosos papeles con iniciales entrelazadas como las que solían llevar las sábanas y las toallas llevan la marca de la fábrica que los ha impreso y distribuido. Las correspondencias se hacen en serie.

Pero dejemos la nostalgia. Creo que no es posible lamentarlo todo. De cualquier modo siempre hubo manuales de correspondencia, siempre hubo escribanos de pasiones, siempre hubo modelos hechos en serie para quienes querían expresar su amor y no podían hacerlo a su medida; por ello acudían a la confección, como ahora vamos a comprar vestido de botica.

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La pasión es anacrónica, levemente nauseabunda y deliciosa. Recuerda el gusto amargo y azucarado de la goma sobre la lengua, el chasquido del anillo sobre el lacre, el regusto anticipado de la desesperación de la muerte del amor no correspondido.

Ahora existen los mensajes fotográficos, las tarjetas machote, los sentimientos debidamente clasificados, los telegramas. Leamos.



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