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41

Ibid., p. 45.

 

42

«La técnica de la lectura psicoanalítica se ha extendido fuertemente en la civilización occidental; sobre todo en los Estados Unidos ha pasado de ser una forma trivial a convertirse en un juego de sociedad desde hace ya décadas; juego en el que el ganador es aquel que tras los fenómenos cotidianos, tanto en la vida propia como en la de los otros, logra auscultar la mayor cantidad de ocultos pensamientos analíticos y de secretos significados neuróticos» (Sloterdijk, op. cit., p. 88). Por el contrario, el narrador de nuestra obra se ríe con ironía de la contrición freudiana y propone un discurso hedonista: «con la sensación de que una luz roja se había encendido a lo lejos [...], realmente una lucecita que no impediría ni de asomo que yo llamara desde la caseta telefónica de la esquina al negro Félix [...] para chismear y tomar vodka tonic a la caída de la tarde [...], la terraza del restaurante La Veiga, desde donde contemplábamos el ajetreo de la avenida Insurgentes y uno que otro macizo trozo de carne para degustar» (Castellanos, op. cit., p. 35).

 

43

Ibid., p. 68.

 

44

Igual que otras del mismo autor, como El asco o Insensatez. La crítica al comunismo también está presente en la narrativa breve de Castellanos Moya.

 

45

Sloterdijk, op. cit., p. 134.

 

46

Castellanos, El sueño del retorno, p. 119.

 

47

«On comprendrait ainsi leurs options solipsistes et individualistes. Il n'existe que des fragments perdus dans un monde à la dérive» (Michel Onfray, Cynismes, Paris, Grasset, p. 78).

 

48

Horacio Castellanos Moya, El asco. Thomas Bernhard en San Salvador, Barcelona, Tusquets, 2007, p. 67, 32, 68 y 87 respectivamente.

 

49

Esta es una característica que instaura también la picaresca, y que tendrá repercusiones en la prosa barroca española e hispanoamericana. Adviértase la existencia de dicho procedimiento en el Estebanillo, por seguir con esta novela: «Hacía cada día un potaje, que aun yo mismo ignoraba cómo lo podía llamar, pues ni era jigote francés ni almodrote castellano, mas presumo que, si no era hijo legítimo, era pariente muy cercano del malcocinado de Valladolid, porque tenía la olla en que se guisaba tantas zarandajas de todas yerbas y tanta variedad de carnes, sin preservar animal por inmundo y asqueroso que fuese, que sólo le faltó jabón y lana para ser olla de romance, aunque lo fue de latín, pues ninguno llegó a entenderla, ni yo a explicarla con haber sido estudiante» (Florencio Sevilla, La novela picaresca española, p. 1084).

 

50

Hay que decir que la variante fantástica de la novela negra ya está en germen en La diabla en el espejo (2000), de Horacio Castellanos Moya.