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Por eso cuesta comprender el juicio de un crítico como Geney Beltrán Félix cuando afirma acerca de Los sordos: «No sería justo dejar sin mención el desencanto que reporta leer a este Rey Rosa novelista. Sería muy de lamentar que un autor de cuentos extraordinarios como los que hemos advertido sus lectores en libros previos haya claudicado ante las sonrisas del mercado editorial perpetrando tomos de un género narrativo que, quién sabe si de un tiempo a esta parte, viene negándosele» (Geney Félix, «Novela o Guatemala», http://www.letraslibres.com... Consultado: 5/4/2014).

 

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Una vez más esta práctica crítica encuentra su paralelo en la picaresca. El Lazarillo como novela se sitúa a medio camino entre el registro coloquial y la sentenciosidad bíblica y ciceroniana, y Estebanillo González hace la siguiente reflexión sobre el gongorismo: «lo que de presente andaba valido era el gongorizar con elegancia campanuda, de modo que pareciese mucho lo que no era nada, y que no lo entendiese el autor que lo hiciese ni los curiosos que lo leyesen. Porque, en no remontándose un poeta, sino abatiéndose a raterías de escribir con lisura, pan por pan y vino por vino, no solamente no era estimado, pero tenían sus versos por versos de ciego» (Florencio Sevilla, op. cit., p. 1122).

 

53

Castellanos, El sueño del retorno, pp. 122-123.

 

54

Rey Rosa, Imitación de Guatemala, p. 324.

 

55

Ibid., p. 352.

 

56

Ibid., p. 335.

 

57

Rodrigo Rey Rosa, Severina, Madrid, Alfaguara, 2011, p. 69.