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El estudio de la filología en su relación con el sanskrit

Francisco García Ayuso

                                                              Al ilustrísimo señor don Juan Valera
En prueba de gratitud y estimación,
Dedica esta obrita
                              El autor. [V]


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Prólogo

     El lenguaje es don exclusivo y característico del hombre; facultad sublime, que por sí sola haría de él el prototipo de la creación, y bastaría para demostrar la imposibilidad de que hombre y bruto hayan podido tener el mismo origen, o el uno proceder del otro. Mas ¿por qué a él solo fue concedida esta facultad de producir el sonido articulado, con el cual formase el lenguaje en sus diversas manifestaciones? Decimos: el hombre se distingue del bruto por la razón; ¿y qué es razón? aquello que distingue al hombre de los demás animales; compendio de todo lo que sabemos decir sobre la razón en contraste con el instinto del bruto. Pero ¿es instinto puro el principio o norma de acción en éste, cuando gobernando su presente obrar por la experiencia, reconoce al hombre, y le sigue o se aleja de él y aun de su figura, según los sentimientos que le muevan?

     Preciso es no confundir, al apreciar estos hechos, la facultad de formar ideas generales con la razón, con el pensamiento y con el lenguaje, que es la manifestación más evidente y preciosa de aquélla. Sin lenguaje sería el hombre un ser con [VI] facultades no desarrolladas, que tiene en sí la semilla de todo lo grande y bueno, sin medio o principio vivificante y fructificador; sería acaso un animal poco más diestro que otros brutos. Por el lenguaje salimos de la ignorancia y nos hacemos propio el tesoro de conocimientos y adelantos de las generaciones que nos precedieron; su adquisición es el primer paso indispensable en la educación del niño, como en la infancia de la humanidad lo fue en el desarrollo progresivo de las facultades intelectuales.

     Es evidente y claro, al que sobre esto piense, el estrecho comercio e inmediata relación entre espíritu y lenguaje; relación que igualmente existe entre las ciencias que de ambos se ocupan, la lingüística y la psicología, y que prueba la importancia de la primera, cuyos principios fundamentales deben buscarse en la segunda.

     Pero la lingüística es un ramo de la filología general, ciencia importantísima, que en corto tiempo ha conquistado un lugar eminente y principal entre las muchas que ocupan a la humana inteligencia por sus numerosas y grandes aplicaciones, por los resultados positivos que de ella han sacado los sabios que en nuestros días la cultivan, y por los preciosos materiales que con la lingüística nos ofrece para la geografía, historia y etnografía de los pueblos.

     Todas las ciencias tienen diferentes partes, divisiones y tratados; la lingüística se compone de individuos o idiomas, entre los que algunos sobresalen en perfección e importancia, porque en ellos más que en otros, se nos muestran los adelantos históricos de las naciones: estos individuos son como los grandes genios que preceden y capitanean a la humanidad en la carrera del progreso intelectual; así aquellos marcan la dirección que ha seguido el lenguaje en su formación, perfeccionamiento y desarrollo. [VII]

     El idioma sanskrit, la lengua sagrada del indio y clásica por excelencia, es en filología uno de estos agentes, el cual, por su estrecha relación con los principales idiomas conocidos, por su riqueza y carácter especial, ha realizado un cambio completo en esa ciencia; descubriendo y presentando nuevos horizontes y objetos de estudio a las inteligencias, sirviendo de base para nuevos y grandes adelantos e investigaciones etnográfico-lingüísticas (V. artículos X, XII, XIV), suscitando cuestiones de interés general en el terreno de la filología, que, de estudio puramente humanístico, se ha elevado a ciencia, y ocupa hoy un lugar distinguido en los círculos científico-literarios. Genios sobresalientes, como Herder, L. Hervas, G. de Humbult, Schlegel, Bopp, Grimm y Burnouf, favorecidos por la mayor parte de los gobiernos europeos, han contribuido a tan glorioso resultado después de introducir y establecer el estudio de la filología general y comparada con el de la lengua sánskrita en las universidades de la culta Europa. Si con esta obrita contribuyo a avivar entre los jóvenes literatos de mi querida patria el amor a los estudios filológicos y del bellísimo idioma de la India, daré mi tiempo y trabajo por bien empleados.

     Sobre la trascripción de palabras sánskritas en caracteres latinos hablaré en otro lugar. Una sola advertencia me permitiré acerca del nombre sanskrit, que personas literatas, a quienes yo respeto y aprecio, son de parecer haya de pronunciarse y escribirse sánscrito.

     La k no puede suplirse aquí con propiedad por otra letra (c, q), pues en tal caso tendríamos necesidad de emplear dos caracteres latinos para trascribir uno sanskrit, y complicando de este modo el sistema, se daría lugar a una confusión de signos impropia e innecesaria, y que, por lo tanto, debemos evitar. También creo innecesaria la adición de la o final, pues no faltan en español nombres acabados en it, como cenit; muchos, [VIII] tanto propios como apelativos, en iz, id, y otros que guardan aun más analogía con el nombre sanskrit, como francés, inglés; y como no hay principio alguno gramatical por el que debamos decir franceso, etc., tampoco le hallaremos que justifique la terminación o de sanscrito, ya como sustantivo o como adjetivo masculino. Por el contrario, el uso tiene admitida la terminación femenina de semejantes nombres, y según la analogía, de lengua francesa, debe decirse lengua sánskrita.

     El desarrollo histórico del lenguaje no consiste en introducir cambios inútiles en los elementos que le componen, aun cuando éstos se hagan conforme a las reglas establecidas por el uso.

     Los sabios pero severos maestros de la lengua española se han olvidado con frecuencia de este principio, de lo que ha resultado no pequeña confusión en la ortografía de algunas letras y de muchos nombres especialmente propios. El uso, convertido con lastimoso abuso en fundamento y causa de todas las innovaciones que se introducen en el lenguaje, ha hecho ya que algunos respetables literatos hayan admitido en varios nombres terminaciones mucho más impropias e inconsecuentes aún que la de sanskrito, como en Escaligero y otros, en lugar de Scaliger o escalíger. Faltando reglas fijas que determinen la ortografía de nombres extranjeros, y atendiendo a tales cambios e innovaciones, podremos dudar si se deberá escribir Humboldt, Herder, Wilkins, etc., o Humboldto, Herdero, etc.

     Por indicación de muchas y respetabilísimas personas he seguido el método establecido en España para la trascripción de palabras árabes y hebreas en letras latinas, separándome en algunos puntos del que había empleado en mi gramática árabe.

     He dividido la obra en tres partes. En la primera, que sirve de introducción a las otras dos, y tiene, por consiguiente, menor importancia, se hace un estudio rápido y sucinto de la naturaleza [IX] esencial del lenguaje en su inmediata y estrecha relación con las facultades superiores y con los sentidos del hombre. Estas observaciones, algunas de las cuales creo yo mismo aventuradas, remotas y acaso insostenibles ante la sublime profundidad de la verdadera ciencia, nos llevan hasta el origen del lenguaje, problema grandioso, magnífico y que ha ocupado a muchos genios, cuya ciencia y talentos admiro y respeto, sin dejar por esto de rechazar y refutar sus opiniones allí donde mis escasas luces y debilísimas fuerzas alcanzan; la naturaleza y objeto del libro me han obligado a omitir en este artículo muchas observaciones acaso convenientes. Trátase en los artículos siguientes de las ciencias que del estudio del lenguaje se ocupan, de su contenido, objeto y métodos, terminando por una breve exposición de los caracteres generales de las lenguas, según los cuales hacemos su clasificación, colocando a cada género, familia y grupo en el lugar conveniente, para con más facilidad y método estudiar los caracteres distintivos de cada familia, y de algunos de sus principales individuos, que es objeto de la segunda parte. Para exponer los caracteres especiales de cada familia y grupo, he escogido aquellas lenguas de las que yo tengo conocimientos, aun cuando no siempre son las más importantes de su familia, por parecerme esto conveniente y necesario a la exactitud de la doctrina. Después de cada artículo he añadido curiosas e importantes noticias acerca de las literaturas respectivas, de la religión y creencias de los pueblos, y de las obras principales que pueden servir para su estudio. He tratado con bastante extensión los jeroglíficos egipcios y las inscripciones cuneiformes, por exigirlo así su importancia y los grandes resultados obtenidos con su desciframiento. Igual extensión he dado al artículo que trata de las lenguas eránicas, con especialidad al zend y su literatura, comprendida en los libros de Zoroastro. Sobre la lengua sánskrita [X] y su vastísima literatura he hecho un estudio especial.

     La tercera parte es una historia crítica de la filología y de la lingüística. Entre los antiguos pueblos sobresale el indio por sus profundos estudios gramaticales, que son la admiración de los filólogos modernos. Los griegos no tuvieron verdaderos gramáticos, porque dieron a sus investigaciones sobre el lenguaje un carácter puramente filosófico. Los latinos imitaron servilmente a los griegos, pero tuvieron gramáticos famosos, como Crates y Varrón.

     Los árabes dieron hombres sobresalientes en la gramática, educados la mayor parte en el espíritu de emulación, entusiasmo y fanatismo científico-religioso de las escuelas de Basora y Cufa. El Renacimiento hizo necesarias investigaciones más profundas en ésta como en todas las ciencias: desde el siglo XV ha tenido Europa grandes gramáticos. Pero estaba reservado a nuestro siglo el hacer de este árido estudio una ciencia sublime y filosófica, en cuyo cambio ha tenido la mayor influencia el sanskrit: la historia de la filología toma en nuestro siglo un carácter mucho más variado y ameno que el que presenta en los anteriores. A la historia de la filología sigue, como complemento, una ligera noticia sobre la escritura y sus diferentes sistemas.

     En el catálogo de obras sobre filología me he debido circunscribir a los trabajos más importantes.

     No puedo menos de dar aquí a los señores que de un modo especial se han interesado en la publicación de este libro.

     Los números entre paréntesis corresponden a los del catálogo que acompaña a la obra.

Madrid, Agosto de 1871.

FRANCISCO G. AYUSO. [11]



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Primera parte

Lenguaje en general

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- I -

Naturaleza del lenguaje, y su relación con las facultades intelectuales del hombre

     El sonido, como uno de los medios más adecuados de comunicación, es también una cualidad universal, que penetra toda la naturaleza; y la criatura más perfecta del mundo animado lo produce también más perfecto y sublime que todos los demás seres. Pero no es éste un sonido uniforme e invariable; la voz humana -el sonido articulado- progresa y se perfecciona en el lenguaje, como las facultades que contribuyen a su producción.

     Las palabras proceden libremente del pecho, porque el hombre es algo más que un animal cantante o que produce simples gritos; es un ser que acompaña pensamientos a los tonos. Lenguaje y pensamiento son correlativos; de modo que pensar es un hablar silencioso. (1)

     Luego que el hombre se pone en contacto con el mundo exterior, y sus sentidos son capaces de percepción, las facultades intelectuales principian la obra de desarrollo, y con ellas el lenguaje. El desenvolvimiento de aquéllas es sucesivo, como la adquisición del idioma, y se influyen mutuamente. En estos primeros momentos, la inteligencia del niño no es un recipiente inerte de la lengua, ni [12] ésta un producto muerto, sin acción sobre el sujeto que le recibe. La lengua es al hombre una cosa dada, un objeto que recibe de fuera, pero que a la vez debe producir él mismo, y como engendrar al apropiársela; puesto que no podemos afirmar que el niño, al aprender a hablar, deponga inertemente en su memoria las palabras que oye, y las repita como un eco. Si así fuese, las facultades intelectuales nunca se pondrían en actividad, siendo imposible su desarrollo. El niño sería una máquina incapaz de perfección, y ejercitaría siempre del mismo modo sus funciones; es preciso, pues, adquiera el lenguaje por un desarrollo activo de la facultad de hablar, si bien para ejercitarla tiene que vencer grandes obstáculos y necesita la cooperación de un tercero. El organismo del lenguaje constituye un instrumento, cuyo primer efecto regulado exige esfuerzos, que sólo se vencen con la práctica y ayuda de los demás.

     No ha pasado mucho tiempo después de la primera impresión que obraron sobre él los infinitos objetos del gran mundo, cuyo compendio es, cuando al percibir sonidos articulados por los que le rodean, siente un impulso, infinitamente superior al instinto del bruto, a pronunciarlos él también; si el niño obrara una vez impelido por instinto necesario, dejaría de ser hombre. Del hombre bruto (imaginario) al intelectual hay una distancia infinita, y es tan inconcebible el tránsito, que esos dos estados suponen y hacen necesario en la vida humana, como lo es, el de lo finito al infinito.

     Aquellos tonos malamente articulados, que parecían repetidos por trasmisión mecánica, constituyen pronto una riqueza de palabras, que se aumenta con la práctica: las percepciones recibidas acostumbran al espíritu a comprender otras nuevas, y lo que oye no es ya un mero sonido. Las articulaciones pronunciadas por el niño van marcadas con el sello de una facultad superior.

     Todo sonido articulado tiene alguna significación, la cual presupone un fin, y por consiguiente pensamiento; de este modo el espíritu humano se encuentra siempre en relación con la lengua, porque su esfuerzo hace que los órganos corporales produzcan el sonido. El bruto, con órganos del lenguaje semejantes a los del hombre, sólo consigue una imitación grosera, cuya distancia de [13] la articulación es tan grande como la que separa al espíritu que les anima y facultades que les adornan.

     Si el niño es trasportado, antes de hablar, a un país extraño, encontrará mayor dificultad en la adquisición del lenguaje que en el propio, a causa de su íntima relación con las facultades superiores, sobre las cuales la nacionalidad ejerce una influencia notable, que se trasmite a aquél; mas como la naturaleza del hombre es una e idéntica en todas partes, vencido este primer obstáculo, se apropiará el nuevo idioma.

     Nuestra primera relación con la lengua es natural y puramente práctica, porque las facultades que contribuyen a su adquisición obran en los primeros momentos sin conciencia individual; mas lo adquirido es como un principio que vivifica dichas facultades. El lenguaje es un elemento esencial de nuestro ser, sin el cual la razón no se pondría en actividad; podemos considerarle como un órgano interno, una facultad que pertenece a nuestra naturaleza, de la que es inseparable.

     Adquirimos el idioma con la leche materna, y ésta es el sello que le imprime e identifica con nuestra existencia. Las primeras voces que hieren dulcemente nuestros sentidos son como la primera llamada al entendimiento, y dejan en el espíritu una señal indeleble; y por nacer de labios tan queridos, son el vínculo más fuerte que nos une con la familia y con la nación. Al escucharlos fuera de aquélla y lejos de la patria, hieren suavemente el corazón y despiertan en el espíritu un sentimiento inexplicable hacia los objetos que nos recuerdan. La verdadera patria es la lengua; ella despierta en nosotros un amor ardiente hacia aquélla; de modo que el abandono y desprecio de la lengua materna es la ruina y muerte del verdadero patriotismo. Al apropiarnos las palabras que de fuera penetran el oído, hacemos de ellas la expresión de nuestra vida interna, el órgano de nuestros pensamientos más profundos, y su conjunto es una fuerza que penetra y domina todo nuestro ser. Cualquiera lengua aprendida en lo sucesivo es sólo un medio externo de comunicación, que no echando raíces en el espíritu, satisfará más imperfectamente nuestra necesidad y nuestros deseos, cuanto más profundos sean los pensamientos que intentemos expresar. [14]

     La lengua recibe del pueblo forma y carácter, en conformidad con las disposiciones de su espíritu; pero si bien en esto depende de la nación, no deja de influir poderosamente sobre ella; es dependiente, pero con actividad propia. Un pueblo cambia sus costumbres, déjase arrancar hasta sus creencias religiosas, pierde la memoria de sus antiguas tradiciones, mas no dejará la lengua mientras conserve sentimiento nacional, y aun entonces sólo el tiempo, enemigo invencible, podrá despojarle de aquella presa querida, y la entrega a pedazos, en cambio de otros elementos que se apropia y une a los restos que ha podido salvar de su idioma, después de haberlos modificado convenientemente, para que sean instrumento adecuado a las manifestaciones de su espíritu. El pueblo trabaja sin cesar en el desarrollo y elaboración del idioma, y le da un carácter individual en armonía con el suyo; mas la lengua no es materia muerta, es un principio que obra a su vez en el desarrollo de las facultades, tanto del individuo como de la nación. De este modo el espíritu nacional es el principio y fundamento de la diversidad de estructura y carácter en las lenguas; pero como uno y otro marchan en armonía en su desenvolvimiento histórico, las causas exteriores que influyen sobre el uno, obran también sobre la otra, y contribuyen a caracterizarla exteriormente.

     El hombre recibe el lenguaje ya formado, pero no cesa el trabajo de su espíritu, que hace del sonido la expresión del pensamiento; de modo que los adelantos del uno son la señal que marca el progreso del otro; y el carácter intelectual y distintivo de los pueblos puede considerarse como causa de la lengua y como efecto a la vez.

     Todos los hombres están animados por la misma sustancia espiritual, y se hallan penetrados próximamente de las mismas ideas generales. Esta unidad en la naturaleza humana hace que el idioma sea producto del individuo y de la nación. El espíritu obra aquí de una manera constante y uniforme, a fin de hacerse comprender de los que escuchan. Siendo el individuo esencialmente idéntico, en su naturaleza, a los demás miembros de la sociedad a que pertenece, lo que procede de éstos es también obra suya, y la lengua, siendo producto del espíritu nacional, es propiedad suya; en esto se funda la comprensión. Hablar y comprender son [15] correlativos; porque el idioma pertenece al yo universal, del que forma parte el yo individual, y el que habla lo verifica según el espíritu del que escucha, uniendo su pensamiento al de éste, y buscando en su interior las palabras de que se quiere servir; su libertad encuentra un límite en el oyente y en la lengua, de modo que aparece como activo y pasivo al mimo tiempo.

     La vida intelectual de los individuos que componen un pueblo es la vida de su lengua; y como las facultades de aquéllos alcanzan un grado diferente en su desarrollo, contribuyen también desigualmente al perfeccionamiento y elaboración del idioma. Los poderosos genios que de tiempo en tiempo se levantan para dictar leyes a las masas, se hacen señores del lenguaje, dejando impreso en él su carácter y señales de su inteligencia privilegiada.

     Todo pueblo se mira con placer en el espejo de sus producciones, las cuales en su origen pasan invariables de una generación a otra, sin más medio que la memoria. Canciones, himnos nacionales, cuentos y oraciones a las divinidades y genios protectores constituyen la base de la literatura, y son como la primera piedra del edificio que levantarán los venideros. Echado este fundamento, lo que antes era propiedad de la nación pasa a serlo con especialidad del individuo, y la lengua cae en poder del poeta y maestros del pueblo. Pero la influencia de las masas obra en contra, y ambas fuerzas contribuyen juntas o en distintas direcciones al desenvolvimiento y perfección del idioma, hasta que el gramático viene a contener esta marcha desbordada con sus leyes. Éste es el regulador en la vida histórica del idioma, y en cierto modo un impedimento a su desarrollo, si por tal entendemos el aumento hasta superfluo de formas. Pero su esfuerzo no basta a contener el impulso que le han comunicado las masas, acelerado por otros poderosos agentes, cuales son los cambios que han tenido lugar en sus creencias y opiniones, acontecimientos externos, y hombres extraordinarios que dirigen el espíritu de la sociedad.

     Las producciones de las inteligencias obran de una manera permanente sobre el lenguaje, dando origen a nuevas palabras y formas, que sufrirán a su vez diversas modificaciones. En el [16] lenguaje hay dos principios constitutivos: las facultades del espíritu que obran en su formación; y el sonido: el primero es el elemento activo; el segundo, semejante a la materia pasiva, pero reanimado por el sentimiento subjetivo y hecho articulado, es también principio creador del idioma.

     La idea es inseparable de la palabra, y ésta es la forma individual de aquélla; las ideas cambian, y con ellas su forma exterior. En la palabra están representados los adelantos de la inteligencia y los progresos del espíritu; porque el hombre, que percibe y piensa, no habla obedeciendo solamente a una representación material del objeto; en el acto de hablar sigue los impulsos libres del sentimiento y de la razón. El pensamiento es una facultad creadora, y la lengua, medio por el que trasmite al exterior sus creaciones, es un ser que recibe de él vida; un microcosmo puesto en actividad continua por el espíritu.

     Cuando percibimos un objeto, y de esta percepción se origina un concepto, -una idea, -allí la lengua se interpone activa entre el objeto y el espíritu, sujeto de la percepción. De modo que es un tesoro inagotable, en el que el espíritu halla siempre cosas nuevas; en perfecta armonía con la naturaleza del hombre, lleva en sí el carácter del infinito que la produjo.

     Los sentidos nos ponen en comunicación con la naturaleza, y por el lenguaje adquiere el alma conciencia de los infinitos objetos que la embellecen. Como el simple sonido se coloca entre el hombre y el objeto, y pinta la imagen de éste en el espíritu de aquél, así la lengua entre la naturaleza y el hombre, que se ve como rodeado de un mundo de sonidos, de los que se vale para expresar el mundo de objetos entre los cuales se mueve; y los unos despiertan en su espíritu la imagen de los otros. Por eso, al pensar en un idioma extraño, parece nos movemos en un nuevo círculo de ideas, y en realidad cada lengua encierra un mundo de conceptos, en el cual vive una gran familia de la humanidad.

     El lenguaje no es solamente la expresión de los objetos percibidos o un mero agregado de palabras; es algo más. Hablar es manifestar el interior; lenguaje es la expresión y representación de lo que pasa en el espíritu; y cada lengua es un sistema, del [17] que se vale aquél para unir al sonido el pensamiento. La palabra tuvo origen en la percepción subjetiva de los objetos, y es, por consiguiente, una copia de la imagen formada en el alma, más bien que del objeto mismo.

     La lengua es un instrumento perfectísimo y adecuado para comunicar el pensamiento, al que puede seguir hasta en sus más finos detalles; pero el hombre, al analizar sus pensamientos, -al formar un raciocinio, -se comunica a sí mismo lo que piensa; de modo que el ser racional sin lenguaje es un imposible; y despojado de la facultad de hablar aun en concreto, -de la lengua, -se le quita la inteligencia y se le hace idéntico al bruto. El hombre sin lenguaje es una creación fantástica y monstruosa del racionalismo moderno. ¿Quién puede concebir un ser mudo, sin lengua, y lo que es más sin lenguaje, solo o en sociedad, pero dotado de la facultad de pensar y de raciocinar, de inteligencia y capaz de progreso? ¡Si alguna vez existiera una humanidad en este estado, podemos desde luego afirmar que su pensar fue distinto del nuestro, su razón diferente, y que siendo incapaz de reflexión, se hallaba privada de elección, de libertad; era invariable como el bruto, y en una sociedad tal vemos solamente un rebaño de monos!

     La razón y el espíritu distinguen al hombre del bruto; la falta de perfectibilidad en éste nos dice que carece de tales principios. Su obrar es necesidad, no elección; de aquí el que no progrese ni tenga historia. Mas su carácter distintivo exterior es el lenguaje, inseparable de la razón y del pensamiento. El bruto no siente con conocimiento de lo que siente, ni recuerda con conciencia, y por lo tanto, no forma juicios ni raciocinios. Puede apreciar instintiva y mecánicamente las distancias, por lo menos con aproximación; mide el término de un objeto que obra sobre su vista mediatamente, y desde lejos, del mismo modo que la aproximación de un olor; es, pues, una atracción o repulsión instintiva. El juicio en el hombre es muy diferente de ese instinto; él sólo espera con conciencia y es capaz de deducción; en ésta funda la experiencia, tomando del presente instrucciones para saber dirigir su acción en el porvenir, y comparando los objetos o hechos, aprecia su valor; distingue el error de la verdad; [18] lo bueno de lo malo y llega al conocimiento de las cosas; en todo esto es el lenguaje el primer agente. Cuando traemos a la memoria un pensamiento de importancia, ponemos en movimiento los órganos del lenguaje, -hasta el oído-; hablamos con nosotros mismos y escuchamos nuestra propia conversación; por eso nos molesta el ruido en semejantes ocasiones.

     El bruto, aun en el mayor peligro, no es inventor; acometido por su contrario, no se valdrá de instrumento alguno de defensa, porque le falta intención; jamás buscará un medio fuera de sí para vencer las dificultades que se oponen a la consecución de sus instintos o apetitos. No trabaja en variar el estado de las cosas, porque no tiene interés ni afectos que le unan con ellas; no trasmite a sus semejantes por la enseñanza lo que ha aprendido del hombre, porque lo hace instintivamente y sin interés. La misma falta siente para con los animales de su especie.

     El hombre, al contrario, entiende y comprende a sus semejantes, con la conciencia de que él lo es también por éstos. El mejor medio de comprensión es el lenguaje, si bien esto es convencional; y de aquí el que no podamos expresar cosas nuevas si no es por medio de otras que ya conocemos.

     Todo objeto debe serlo de la percepción, antes de que le expresemos por y en el sonido articulado. Para que haya comprensión es preciso sentir como los demás, y esto es imposible sin pensamiento y lenguaje; el grito es solamente una expresión de las sensaciones individuales. Y si la comprensión presupone el lenguaje, es absurdo afirmar que éste se haya originado de aquélla. La sensación mutua, la simpatía, que nace de la conmoción producida por la sensación en el espíritu, pudieron muy bien hacer que unos hombres correspondiesen al sonido de sus semejantes, pero no crearon el lenguaje.

     Porque comprendemos y sentimos como los demás, sacamos utilidad de sus acciones, sin lo cual no habría, por lo tanto, experiencia ni progreso, cosas que, además de la comunicación, exigen o suponen con-sensación. El lenguaje une de este modo el presente con el pasado y el futuro.

     La lengua es un sistema de palabras que designan pensamientos, ideas y representaciones; las sensaciones se expresan por [19] medio de sonidos naturales. Aquello es racional; esto es puramente animal. Pero en la expresión de las sensaciones interviene la razón, y los sonidos que las designan encierran un pensamiento abreviado. Al prorrumpir en la exclamación -¡ay!- queremos acaso decir: -¡tengo dolor!- Semejantes voces son en el lenguaje humano la expresión más fina del sentimiento.

     La lengua es la teoría de la acción ; el hombre manifiesta aquí su interior del mismo modo que en el lenguaje, más lo que por éste expresa como contenido de su interior, realiza en aquélla al exterior; y la voluntad, la intención ya realizada, pasa a ser una existencia fuera del sujeto, sin dejar de pertenecerle. El discurso del que habla es un producto del pensamiento manifestado bajo una forma ideal, que no termina en existencia o ser, porque falta la voluntad creadora del hecho. Obra y palabra, -ergon y logos, son cosas opuestas. Ésta puede tomar el carácter de hecho (una manifestación formal de la voluntad, por ejemplo), más sólo por la intención del que habla y las consecuencias de su manifestación; no en virtud de su contenido y forma lógica. La acción es también manifestación del pensamiento, el cual se deduce generalmente de ella, sin que ése sea su fin directo; en la acción se realiza el pensamiento expresado por el lenguaje.

     La razón es el fundamento de la moralidad en las acciones humanas; en el mundo puramente animal no existe cosa buena ni mala, porque falta conciencia y discernimiento. Éste procede de la libertad de elección, que hace al hombre capaz de regirse por la voluntad de otro, pero aquélla es imposible sin percepción y comparación, o lo que es lo mismo sin lenguaje. En Dios pensar y obrar son un solo acto; en el hombre pensar y querer, querer y obrar son actos diferentes; en los cuales se manifiesta el mismo espíritu libre en diversas direcciones y con distintos fines; en el pensar está el querer, como en el querer el pensar. La voluntad sin el pensamiento sería un simple apetito, como el pensamiento sin voluntad un mero instinto. El acto de hablar, pues, pende de la voluntad libre del hombre, de modo que podemos considerar al lenguaje como la manifestación libre del espíritu pensador o de la inteligencia humana.

     El lenguaje está, pues, en inmediata relación con la facultad [20] de percibir y comprender, por lo que estas facultades son también en el hombre muy superiores y diferentes de las de otros animales. No sólo valúa como éstos las distancias, -y con más precisión, -pero distingue y determina las formas de los objetos; cuya percepción en el bruto es una mera excitación de los apetitos y sensaciones del placer o dolor que les recuerdan. El objeto temido no es para el bruto objeto, y sí sólo causa de su temor, a la manera que un suelo lo pudiera ser en el hombre. Éste contempla involuntariamente la forma como lo esencial en las cosas, y puede prescindir de sus cualidades; el calor, la luz, el gas se presentan a su fantasía como objetos reales, y habla de corrientes eléctricas, de fluido magnético, y de seres espirituales, como si fueran cosas visibles. El lenguaje es el poderoso agente que ha dado a la percepción de la forma ese predominio absoluto sobre nuestra fantasía, separando los objetos percibidos en confusión, y conservándoles ordenados en la memoria.

     Por medio de los sentidos se pone la naturaleza en relación y comercio con nuestro interior, uniendo al hombre con el mundo y con sus semejantes, y despertando en él toda clase de sensaciones. La vista es acaso el más noble de todos, pero el oído el más susceptible de percepción. Lo que se ve es material y permanente, en el espacio; lo que se oye tiene una existencia ideal, que desaparece en el tiempo.

     La vista contribuye a despertar y desarrollar el pensamiento por medio de signos exteriores, acciones y gestos, que por sí solos suplen imperfectamente al sonido, cuando faltan los órganos que debían producirle. Mas la impresión que tales signos causan en nosotros es muy débil para que puedan ser empleados como medios adecuados de comunicación; el sonido, por el contrario, aun en el acto del sueño, tiene una fuerza activa que despierta inmediatamente la atención. El oído es, por otra parte, más independiente y libre en sus percepciones que la vista. Mientras que ésta necesita de la luz, el medio único a través del cual se trasmite el sonido es el aire, que, como condición necesaria de la vida animal, se encuentra en todas partes. En cambio, la vista percibe los objetos a mucha mayor distancia.

     Entre todos los sentidos, el oído está en relación más inmediata [21] con las facultades intelectuales, y es como la puerta siempre abierta que da entrada al sagrado del alma. La vista termina en el exterior de los objetos corpóreos; el oído percibe lo inmaterial e invisible, que como un ser activo le pone en conmoción.

     El sonido es el portador del pensamiento; es un agente que sirve para manifestar la naturaleza de los objetos; es perceptible, pero inmaterial, como el espíritu. Por su medio distinguimos las cualidades substanciales de los cuerpos inanimados, la naturaleza específica de la materia. No es nuestro intento examinar las diferentes especies de sonidos procedentes de la mayor o menor fuerza de cohesión de la sustancia o tensión del cuerpo sonoro, puesto que el sonido de que nos ocupamos, -el producido por el organismo animal, -es muy diferente del que se produce en la materia. Los animales superiores son capaces de producir sonidos especiales, por los que se dan s conocer -(los acuáticos son mudos, porque el agua no los conduce); mas semejantes sonidos no pueden llamarse lenguaje, porque solamente manifiestan en ellos las sensaciones de la vida animal, sus apetitos, y no los sentimientos individuales; el bellísimo canto del ruiseñor es sólo la expresión de la vida natural y de la especie.

     El hombre, como animal, posee la facultad de producir el sonido: el niño entra en el mundo llorando, y por medio de sonidos diversamente modificados manifiesta sus sentimientos y las diferentes conmociones de la vida animal. Estos sonidos no constituyen aún la lengua, porque les falta la articulación; pero el niño es una criatura inteligente, y su razón, despertada por el comercio con el mundo exterior, y ayudada por los órganos que posee en sumo grado de perfección, hace de aquellos sonidos naturales, sonidos articulados, que son la expresión y manifestación de su espíritu pensador. Lenguaje es la razón manifestada por el sonido articulado.

     El niño no recuerda los acontecimientos de su primera vida, porque careciendo de lenguaje, obraba sin conciencia, y del mismo modo percibía y sentía; lo percibido no llegaba a ser representación. Tan grande es la importancia del lenguaje, sin el cual no tendría el hombre conciencia de sí mismo. Con mucha mayor razón [22] podemos aplicar esto al bruto, que careciendo hasta de la facultad de hablar en abstracto, no siente ni recuerda con conciencia, y por consiguiente no forma juicios ni raciocinios.

     El sonido es un instrumento del espíritu, y como la encarnación del pensamiento, siendo el más adecuado medio para trasmitirle, como el oído lo es para recibirle; pero aunque están en inmediata relación, no se puede decir que sea tan estrecha e indisoluble como la que hay entre alma y cuerpo.

     La lengua por sí sola expresa imperfectamente el pensamiento; palabras y frases son como el esqueleto del discurso: ligeros rasgos de un cuadro, al cual el sentimiento deberá dar colorido y perfección. La palabra no descubre a los demás, en todos sus detalles nuestros pensamientos y situaciones; para penetrar en el sagrado del espíritu es preciso conocer la individualidad del sujeto: una mirada, un movimiento es a veces la llave de ese impenetrable recinto. Circunstancias especiales, como el humor, la ironía, pueden dar a las palabras una significación del todo distinta de la que en sí tienen; las palabras quedan las mismas, idéntico su enlace, y el pensamiento designado por ellas ha variado por completo; aquéllas y éste son inseparables, pero distintos.

     La experiencia nos confirma el hecho de que hablamos. A veces nos faltan palabras para expresar un concepto que existe clara y distintamente en nuestra imaginación. Hombres dotados próximamente de iguales talentos y de la misma facultad de pensar, poseen el don de la palabra en grado muy distinto. Hay quien comprende rápidamente y mejor que otro cualquiera; abraza en un momento mayor número de circunstancias, y deduce con más habilidad, pero es torpe en el hablar. Además, un mismo pensamiento puede designarse de infinitos modos; en una lengua están las palabras de la proposición indeterminadas y sin distinción de categorías: ingl., he likes his father: en otra cada palabra lleva un signo que determina la relación en que se encuentra: diligit patrem suumm; en la tercera unas van determinadas, otras no: alem., er liebt seinen vater; alguna expresará de distinto modo el concepto amar, según que el sujeto del amor sea racional o irracional, o según el grado que se quiere indicar; tenemos, pues, palabras diferentes para designar pensamientos idénticos, [23] con lo cual no se concilia bien la identidad de éste y del lenguaje.

     La palabra padre, y la idea que representa, existen en nuestra imaginación inseparables, y al oír la primera, se despierta en nosotros la segunda, de la misma manera que con la idea de padre, recordamos la palabra. Con el tiempo aprendemos otras que designan el mismo objeto: pater, père, father, vater, etc., de las que hacemos uso si la persona con quien hablamos las comprende; y puede llegar por la práctica nuestra familiaridad hasta tal punto, que al querer expresar esa idea, se nos ocurra en primer lugar alguna de las voces extranjeras. El pensamiento existe en nuestra imaginación, pero ha desaparecido de ella la palabra con que ordinariamente le designábamos.

     Las palabras no son actos mentales; carácter que reciben de la voluntad, la cual elige libremente entre las que tiene a disposición. El sordomudo no posee un lenguaje de sonidos, y si bien de un modo incompleto, es capaz de manifestar sus pensamientos. No podemos decir que éstos sean una misma cosa con sus movimientos mímicos, pero sí que son inseparables; lo propio sucede con el pensamiento y el lenguaje.

     Pero ¿podemos pensar de otro modo que por medio de palabras? Esta cuestión quedará siempre en el número de los muchos secretos que encierra nuestra naturaleza. Para resolverla era preciso que hubiésemos penetrado más adentro en los arcanos que el espíritu ha ocultado hasta hoy a nuestras investigaciones, y que conociésemos mejor la relación de éste con el lenguaje. Identificarles sería hacer del hombre un mono parlero. Para toda idea existe una palabra, que la designa propia o impropiamente, mediata o inmediatamente. Nuevas ideas o inventos que no han recibido aún denominación propia son expresadas por términos análogos, tomados de algún objeto semejante; de modo que la facultad de pensar no es de todo punto independiente del lenguaje. Si no existiese en la naturaleza que nos rodea otra sustancia blanca que nieve, tendríamos probablemente nombre para designar la sustancia, y no para designar el color; mas, no obstante, distinguiríamos el color de la nieve de todos los demás. [24]

     Y si nos encontrásemos luego con otra sustancia semejante a la nieve, reconoceríamos su conformidad con aquélla en la blancura; pero no teniendo nombre que la designase, la llamaríamos acaso blanco-como-nieve (ingl. snowy); nombre que aplicaríamos a todos los objetos blancos, como el algodón, etc., y del que hubiéramos formado el sustantivo abstracto correspondiente a blancura (ingl. snowiness en lugar de whiteness).

     Algunos filólogos se valen de un argumento semejante para probar que el pensamiento es independiente del lenguaje en sus funciones; más la aplicación no es exacta. Porque al encontrarnos con ese objeto nuevo y desconocido, semejante a la nieve, te damos una denominación, que por pertenecer a otra cosa que le es parecida, le caracteriza suficientemente; y por lo tanto, el concepto no existe para nosotros un solo momento sin nombre, ni puede existir, sea que este nombre le convenga exclusivamente, o que por el momento le hayamos tomado prestado de otro objeto. Un descubrimiento nuevo tendrá siempre en la naturaleza otros análogos, por medio de los cuales, aun antes de especificarle con un nombre, podremos concebirle distintamente. Este procedimiento observamos en la historia de las lenguas y de la cultura humana, y semejante fue, sin duda, el que siguieron los hombres de todos los tiempos hasta el paraíso, al dar nombre a objetos nuevos o antes desconocidos.

     La idea es, pues, inseparable de la palabra, mas no necesita aguardar, para su generación, a que se haya acuñado un signo que la represente, puesto que ya existen en el lenguaje numerosas analogías; y si los idiomas fuesen tan pobres, que careciesen de ellas, tanto más rica sería la imaginación del hombre para hallarlas.

     Momentos hay en que parece que el pensamiento descansa por completo; sacamos conclusiones sin darnos cuenta de haber hecho uso alguno del lenguaje; mas con esto no probamos la independencia absoluta del primero, porque en tales ocasiones obra la facultad de pensar, sin que sepamos darnos conciencia de ello; y es absurdo sacar consecuencias tan importantes de un hecho que ignoramos, o del que no podemos darnos cuenta. (2)

     El hombre, como compuesto de espíritu y materia, llega a formar [25] un pensamiento completo y adquiere conciencia de sí mismo, por el uso silencioso del lenguaje; al formular de esta manera el contenido del entendimiento, percibe su yo pensador. Mas como no es espíritu puro, le es imposible manifestar inmediatamente el pensamiento, y aquél se vale de los órganos corporales como instrumentos de su actividad, rompiendo por medio del lenguaje, a través del organismo físico, para manifestarse al exterior. En el acto de hablar se verifica dentro del individuo como una reconciliación entre espíritu y materia, adquiriendo conciencia de los dos elementos que componen su persona.

     En el discurso damos un retrato de nuestro espíritu, como el artista en el cuadro. El arte no es una pintura material de los objetos exteriores, sino un producto del espíritu que piensa y representa como el lenguaje -ideas. La lengua desenvuelve un pensamiento por medio del raciocinio -bajo una forma lógica: el arte le representa bajo una forma sensitiva, que ha de excitar la fantasía. Lo que en la lengua es simple medio de expresión, es decir, el elemento material (el sonido), es para la obra artística parte esencial. Todo hombre, como ser racional, posee la facultad de hablar, mientras que para artista necesita dotes especiales. Todos comprenden la lengua racional, pero pocos las obras del arte.

     Los elementos del lenguaje racional son palabras y formas, que siguiendo determinadas leyes constituyen un organismo acabado. Estos elementos son por sí solos significativos, y expresan representaciones e ideas. Por el contrario, la materia de la obra artística, antes de recibir forma del autor, es objeto muerto e incapaz de excitar sensación. Es verdad que pudiera decirse lo mismo del lenguaje, porque los elementos que le componen no llegan a formar un cuerpo animado hasta que se les coloca en inmediata relación y dependencia - es decir- en el discurso; de manera que la obra literaria, tanto en la materia como en la forma, corresponde a la artística. La lengua es también materia del genio artístico en la poesía; la obra del poeta es, a la vez, literaria y artística; es una producción del espíritu, en la que la expresión lógica del pensamiento va unida a la forma intuitiva del arte. Sus elementos son también palabras y pensamientos; pero el material -el sonido- que recibe aquí una forma artificial, se eleva sobre [26] el lógico, y la fantasía manifiesta sus producciones en un lenguaje figurado.

     Los idiomas participan de la naturaleza orgánica por la constitución de los elementos que les componen. Un miembro depende del otro, y el conjunto subsiste por la fuerza que penetra el todo y le da vida. Considerarles como instrumentos mecánicos, de que el hombre se sirve para manifestar su interior, sería establecer un principio pernicioso a toda investigación lingüística.

     Hay quien mira al lenguaje como una cosa material que percibimos por el oído, en lugar de palpar con las manos. Para los que sostienen esta opinión, el lenguaje es un producto de la actividad de los órganos cerebrales, de cuya disposición depende. Tal doctrina conduce con facilidad al materialismo, deduciéndose de ella, además, la imposibilidad de poseer varios idiomas con la misma perfección que el nativo, puesto que esto exigiría diversas disposiciones en dichos órganos. Sabido es que el ejercicio tenido en los primeros años en un idioma extraño, puede dar una práctica y facilidad igual a la adquirida en el propio.

     Todo verdadero organismo lleva en sí el principio de su vida, de sus movimientos y desarrollo, así como de la unión de sus partes para formar una unidad. Sus miembros están en continuo y activo comercio, o de lo contrario, la vida orgánica se disuelve. Pero el principio activo que da vida al idioma está en el espíritu humano, cuyo órgano es, y hasta cierto punto producto. Sin el espíritu sería el lenguaje un ser muerto, porque aun colocados sus elementos en relación mutua, reciben su actividad del sujeto que habla; la lengua no existe sino en el hombre o en sus producciones, que son los agentes de su desarrollo histórico. Es un instrumento activo, que tiene propiedades de ser orgánico; mas su organismo, no pudiendo vivir sin la cooperación de otra fuerza, tiene el carácter de secundario. En cuanto a que el lenguaje es natural y necesario al hombre, puede ser considerado como una función orgánica, dando sólo a entender con esto que no lo es mecánica o material. Pero con eso no expresamos suficientemente su naturaleza, porque el lenguaje es un agente muy superior a las funciones orgánicas, las cuales tienen su origen en la esfera del organismo animal, y son, por consiguiente, independientes [27] del libre albedrío. Si consideramos al lenguaje como una de ellas, debemos admitir las consecuencias, y contarle en el número de las funciones naturales, mecánicas y necesarias. Hablar sería en tal caso manifestar las sensaciones; y como el hombre, que no habla libremente y con conciencia, no piensa, tendríamos una humanidad de monos parleros.

     Las acciones del espíritu son esencialmente diferentes de las funciones orgánicas; pensar y hablar no pueden contarse en el número de éstas, puesto que hablar es manifestar el pensamiento, por el cual traspasa el espíritu los límites del organismo, elevándose sobre la materia. Las funciones naturales son en todos los hombres idénticas; el grado en que poseen la facultad de hablar, muy diferente. El uso del lenguaje depende de la voluntad; aquéllas son necesarias.

     No podemos, pues, estudiar el lenguaje como un organismo, tomada esta palabra en su significación rigurosa, ni considerar la actividad subjetiva del que habla como una función orgánica. Es un ser organizado, en cuanto que en él se encuentran unidos lo espiritual (la idea), con lo material o sensual (el sonido); al hablar se une la actividad del entendimiento con la de los sentidos (producción del sonido), viniendo a confundirse ambas acciones. Esta unidad corresponde a la de alma y cuerpo, y bajo este punto de vista es la lengua, en sus manifestaciones y formas un ser organizado.

     Los conceptos se desarrollan como forma del pensamiento; son los precursores del juicio, y éste, a su vez, la realización de aquél. La actividad de los órganos físicos produce el sonido; esta fuerza, unida a la del pensamiento o del espíritu, hacen la vida del lenguaje, y por eso, pensamiento y sonido son inseparables en la producción del lenguaje. Para comprender el verdadero organismo de éste, y su naturaleza íntima, deben estudiarse de ese modo; porque unidos son el principio que mantiene la vida de las lenguas en su desarrollo histórico, y estudiados separadamente, no se comprenderá éste en todas sus partes.

     La vida intelectual, para manifestarse y realizarse al exterior, necesita del lenguaje como el espíritu del cuerpo. Una lengua será más perfecta, cuanto mejor exprese, por medio de sus sonidos, [28] los conceptos o representaciones de la inteligencia. Los elementos que constituyen un pensamiento o una idea guardan entre sí cierta relación, que debe expresarse en el lenguaje (en la proposición), tal cual existe en el entendimiento. Una lengua que carezca por completo de medios para determinar esa relación, no existe. [29]



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- II -

Origen del lenguaje

     El lenguaje humano es el medio más adecuado que se puede imaginar para la consecución de un fin sublime. Sin este agente admirable apenas se hubiera elevado la humanidad sobre los demás animales. El sonido articulado, como efecto de la sensación y causa de la representación, produjo un cataclismo completo, una metamorfosis sorprendente en las percepciones, en la razón, en la inteligencia, en la naturaleza humana. El hombre, al poner en movimiento los órganos del lenguaje, al producir el primer sonido articulado, debió adquirir conciencia de sí mismo, y comprendió, sin duda, el dominio que esta facultad y las que la acompañan le daba sobre todos los seres de la creación. Pero ¿cuándo llegó para el hombre ese feliz momento, en el que puso en ejercicio los admirables órganos del lenguaje que naturaleza le diera? Responder a esta pregunta y probar con argumentos científicos la exactitud de la respuesta sería desatar el insoluble nudo gordiano de la cuestión.

     Convencidos de nuestra insuficiencia, no pretendemos resolverla, y nos contentaremos con exponer en el presente artículo, siquiera sea brevemente, las principales opiniones que se han propuesto en nuestros días acerca del origen del lenguaje, por hombres tan eminentes como Humboldt, Grimm, Herder, Renan y otros, contra cuyos argumentos, sin embargo, nos permitiremos algunas observaciones. [30]

     Hoy se verifican entre nosotros fenómenos análogos a los que caracterizaran el estado primitivo de la humanidad, puesto que cada individuo recorre la senda que debió seguir aquélla, y el desarrollo del espíritu y de la razón universal entonces corresponde y es en muchos puntos semejante al progreso de la razón individual. En algunas tribus salvajes podemos acaso ver un estadio, por el que pasó la humanidad en su origen, y el niño nos presenta varias analogías. Pero nadie se atreverá a sostener que el niño o el salvaje sean el hombre primitivo. El niño nace desprovisto hasta de los medios de conservación; estado en que no podemos suponer al primer hombre; el salvaje más inculto adquiero su idioma por la enseñanza; al primer hombre faltó una madre cuidadosa, que, infatigable y llena de amor, le enseñase a hacer uso de los órganos del lenguaje a medida que alcanzaban su desarrollo. Pero si nos horroriza el solo pensamiento de privar a un niño del ejercicio y educación indispensables para que llegue a poseer -al menos en el término ordinario- el idioma de su cariñosa madre, no menos horrible sería suponer a la humanidad entera, aunque sólo se compusiera de pocos individuos, muda y vagando por los bosques, llena de necesidades, ganándose el sustento con el sudor de su rostro, expuesta a ser presa de las fieras y de los elementos, sobre los cuales, por medio del lenguaje, adquiere predominio absoluto; con órganos cuyo único fin es producir el sonido articulado, y sin saber producirle; con una inclinación irresistible a manifestar a los demás sus deseos, ideas, pensamientos, su razón, de la cual, ni un solo momento pudo estar despojada, y sin poder satisfacer esa necesidad. O rebajamos al hombre al nivel del bruto, desposeído de razón, de pensamiento, de ideas, de deseos, de libertad, y solamente guiado por instintos necesarios, y le hacemos aún mucho más desgraciado, puesto que tiene necesidades en todos los estadios de su vida, de que está libre aquél, pero sin medios para satisfacerlas, y hacemos a su Criador culpable de sus desgracias, o le suponemos dotado de la facultad de hablar en concreto.

     El lenguaje se manifiesta en las producciones de la inteligencia, y ésta se da a conocer al exterior por medio de aquél. Si desde su origen hubiera poseído la humanidad un medio de perpetuar [31] las producciones de su espíritu, tendríamos en ellas una vía segura que nos llevaría al origen del lenguaje. Pero la invención de aquel medio, la escritura, es muy posterior al principio del género humano, y por lo tanto, del lenguaje. Quédanos aún otro camino, que nunca dará resultados decisivos, pero sí nos enseñará el procedimiento que los primeros hombres pudieron seguir en el desarrollo y perfeccionamiento de este poderoso agente de su razón.

     Las lenguas siguen al espíritu en sus variaciones y progresos. Si hoy existiese una familia, compuesta de gran número de individuos o ramificaciones que se hubiesen sucedido en diferentes épocas, de las cuales, en los nuevos ramos que de ellos nacieron, tuviésemos elementos que indicasen, no sólo su existencia anterior, pero aun su naturaleza y carácter, esa familia sería el libro histórico que nos enseñaría la marcha y desarrollo del lenguaje humano, ya que difícilmente podríamos llegar hasta su origen. La familia indo-europea es el mejor punto de partida en la cuestión presente, y la que más datos ofrece para resolver el problema, como en general todos los que pueden ser objeto de estudio al filólogo moderno.

     Los grandes cambios verificados en las diversas ramas de esa familia, que han variado por completo el carácter primitivo de algunos idiomas, pueden haber tenido lugar en el número de siglos que, según las tradiciones bíblicas, lleva de existencia la humanidad sobre la superficie de la tierra. Modificaciones de ese género, y no menos violentas, han sufrido muchas lenguas en un corto número de años a nuestra vista de lo cual tenemos una prueba evidente en los idiomas de América, sin que podamos decir que la humanidad antigua se hallaba en otras circunstancias, o vivía bajo otros agentes, que influían en los rápidos cambios de que hemos hecho mención.

     El origen del lenguaje ha sido, desde muy antiguo, objeto de estudio entre los filósofos y lingüistas. Por mucho tiempo se admitió la opinión de Sócrates, según el cual, el lenguaje se originó thesei. Platón y Aristóteles tocaron también esta cuestión, pero muy superficialmente y sin fruto, como no podía menos de suceder, atendida la dirección falsa que tomaron los estudios filológicos en Grecia. Lucrecio emitió algunas hipótesis ingeniosas, pero inficionadas [32] por la opinión que preocupaba a la escuela Epicúrea, la cual admitía un hombre primitivo que vivió en estado salvaje y puramente animal; error en que han caído gran número de filólogos y filósofos modernos. Según otros, el lenguaje fue invención del hombre, y se perfeccionó lenta y progresivamente; opinión que sostuvieron algunos padres de la Iglesia.

     A fines del siglo XVII se suscitó de nuevo la cuestión, y varios de los hombres más eminentes del XVIII, como Loke, Leibnitz, Condillac, Rousseau, Turgot, Volney y otros, se ocuparon de ella; pero les faltaba el estudio práctico, y érales aún desconocido el comparado, de modo que apenas salió del estado en que la dejaron los antiguos. Para ellos el hombre primitivo reflexionaba, combinaba y raciocinaba de la misma manera que lo hace hoy, y miraban al lenguaje como una invención que se perfecciona y modifica. Pero el hombre fue algún tiempo mudo, y se valía, para manifestar sus necesidades, del lenguaje natural o de los gestos, hasta que por convención se estableció el artificial o articulado, en un principio imperfecto, y que luego se mejoró como otros inventos. Considerábase la lengua como una cosa, como un medio ya acabado, del que la humanidad se vale para manifestar sus ideas o representaciones. Al preguntarles quién ha creado o inventado esa cosa, la lengua, respondían, unos: «el hombre para satisfacer una necesidad»; otros juzgaban, que una cosa tan artificiosamente formada, no podía ser creación humana.

     Con Herder, Hamann y Humboldt tomó otro giro la cuestión. Admitida la armonía que existe entre espíritu y lenguaje, y por algunos hasta la identidad de ambos, se atribuyó a la razón universal lo que antes se consideraba como producto de la individual. Pero pronto nació otra escuela que no satisfecha con los principios que en parte había sentado Herder, y que desenvolvió con maestría Humboldt, buscaba en la revelación el origen de las lenguas. En las páginas siguientes expondremos con brevedad las opiniones de estos filólogos, dando principio por el fundador de la filología, Guillermo de Humboldt (1).

     No considerando al lenguaje como material existente, sino como [33] producción, como trabajo continuo del espíritu, no puede preguntarse quién ha hecho el material; pero podría decirse: ¿De dónde viene el lenguaje? Lenguaje es hablar, es producir la palabra, es una fuerza activa que procede libre del espíritu. Hasta donde quiera que lleguen nuestras investigaciones, encontramos el lenguaje ya formado y recibiendo nuevos elementos, de manera que siempre hay lugar a la pregunta: ¿Cómo ha tenido principio esa actividad o fuerza del espíritu? ¿Bajo qué circunstancias, o lo que es lo mismo, cuál fue el origen del lenguaje?

     Las lenguas han principiado con los pueblos, de quienes reciben forma y caracteres, que serán siempre conformes a los de su espíritu nacional; de modo que, si bien el lenguaje emana libremente del espíritu, con actividad propia, y ejerce gran influencia sobre aquél, el idioma depende del pueblo que le habla, y recibe de él su forma interna y externa. [Aquí tropezamos con algunas contradicciones; porque si el lenguaje procede libre del espíritu, no puede depender de las naciones; si es producción continua, no tiene un ser real ya existente y formado; y si es un don otorgado a los pueblos, no es propiedad que ellos hayan creado o que se hayan adquirido. Humboldt resuelve estas contradicciones aparentes, al explicar la naturaleza del lenguaje, según en parte hemos visto en el artículo precedente.]

     El lenguaje es humano y sobrehumano; una cosa dada al hombre y que recibe de fuera, pero que a la vez debe producir él mismo. Así que la lengua pertenece a la sociedad, y existe ya como producto del pasado; pero es también propiedad del individuo, que habla de modo que la sociedad pueda comprenderle.

     En la unidad de la naturaleza humana está la solución de las contradicciones que contiene esta doctrina. Todos los individuos tienen la misma sustancia espiritual, no habiendo, por consiguiente, verdadera oposición de sujeto y objeto. [Humboldt limita demasiado la diversidad de individuos. La individualidad, según él, es una manifestación del espíritu, es el principio de la humanidad. Pero si el lenguaje es producto de la razón universal, estará sobre la individualidad, siendo independiente de ella, y por consiguiente sobrehumano. Si bien el carácter del espíritu nacional es el principio y fundamento de la diversidad de estructura y [34] carácter en las lenguas, que por esta razón puede decirse son de origen humano, pero el lenguaje obra también sobre el espíritu del hombre, y es demasiado sublime para que le supongamos creación suya. Para obviar esta dificultad admitía Humboldt que espíritu y lenguaje se desarrollan a la vez, y se influyen mutuamente. Algunos filólogos y filósofos modernos van más adelante, y dicen que el lenguaje es principio y causa del espíritu, y por lo tanto de la razón; de manera que sería una fuerza activa que existe en el hombre, independiente de las demás facultades intelectuales.]

     Espíritu y lenguaje son como un ser compuesto de alma y cuerpo, que proceden de un tercero; mas este tercero existe en el hombre mismo: es la esencia, el verdadero ser de su espíritu. [Humboldt quiso mantener en pie su opinión acerca del origen humano del lenguaje, cuando sus propios principios parecían arrastrarle por un momento a la opinión contraria. Lenguaje y espíritu son para él dos cosas, pero que constituyen un solo ser; sin atreverse a afirmar la identidad de ambos, les puso en tan íntima relación y dependencia mutua, que ya no era posible mirar al lenguaje como producto del espíritu. Era, pues, necesario admitir un ser que, viviendo en el hombre, no dependiese de él, y existiese fuera del mismo. Este ser no podía ser otro que Dios, a quien de este modo se hacía autor del lenguaje. Para resolver la contradicción contenida en esta doctrina, sería preciso admitir la identidad del espíritu divino y humano.]

     El lenguaje pertenece al individuo porque le profiere como lo hace, y no de otra manera; mas el individuo habla así, porque las generaciones presentes y pasadas hablan y hablaron del mismo modo, encontrando en ellas como un impedimento a su libertad, que por venir de sus semejantes, no la destruye; en esa restricción nada hay que sea contrario a la naturaleza humana libre.

     [Si la causa que hace al hombre hablar de la manera que lo verifica es Dios, Él es también quien pondría límites a su libertad; pero tampoco en esto habría cosa alguna contraria a la naturaleza humana, por la relación que existe entre el espíritu divino y humano.]

     El lenguaje es creación del hombre y de Dios: el primero estampa [35] en él el carácter de su espíritu, y el segundo le da una fuerza que influye poderosamente sobre las creaciones de aquél.

     [Humboldt retrocedió, y con razón, ante la idea de asimilar el espíritu con el lenguaje, admitido lo cual, ya no podríamos decir que éste es creación o producto del primero, y más bien nos veríamos obligados a sostener lo contrario, puesto que el uno es el medio por el que se manifiesta el otro, y pudiera decirse ser también la causa que le produce, por lo menos al exterior. Lenguaje sería no solamente la forma bajo la cual se manifiesta el espíritu, sino su causa eficiente; y como el efecto no puede existir sin la causa, el espíritu sería posterior al lenguaje.

     Para Humboldt es la lengua un individuo espiritual, cuya base natural es el sonido. Respecto a éste es digno de notar que el niño sabe la colocación que debe dar a sus órganos para producirle, mientras que el adulto no pronunciará muchos sonidos de lenguas extrañas sin que le indiquen la posición en que ha de colocar los órganos del lenguaje.]



HERDER.

     [Con menos atrevimiento y desigual penetración, pero con perspicaz inteligencia, intentó el genial y profundo literato alemán Herder descorrer el velo que nos encubre el origen del lenguaje, el cual para él era una misma cosa con el pensamiento.]

     Como simple animal tiene ya el hombre lenguaje. Todas las sensaciones fuertes y dolorosas de su cuerpo, todas las violentas pasiones de su alma, se manifiestan en gritos, tonos y sonidos inarticulados. Las cuerdas más finas del sentimiento animal dirigen a los demás sus tonos, para que respondan. Hay una lengua que es ley natural: la ley de una máquina que siente. Pero basta tanto que el entendimiento no se valga del sonido con un fin, no habrá lenguaje.

     La sensibilidad y habilidades de los animales crecen en fuerza e intensidad en relación inversa de la magnitud y variedad de su círculo de acción: el estrecho recinto del panal es el mundo de la industriosa abeja, que tan admirablemente confecciona [36] sus panales. La esfera del hombre es inmensa: sus sentidos deben dirigirse al mundo infinito de objetos que llaman su atención.

     Cuanto menor es la esfera de actividad del bruto, menos necesita del lenguaje, porque sus sentidos están dirigidos instintivamente a un solo objeto. En el bruto es el lenguaje la manifestación de representaciones sensuales, que llegan a ser propensiones o instintos, siendo, con lo éstos, innato y natural. Al contrario, el hombre no habla por naturaleza; destinado a un gran círculo de acción con facultades indefinidas, con mil necesidades, carece de lenguaje para manifestar sus inclinaciones; mas esta desproporción en las fuerzas, facultades y necesidades del hombre debe hallarse suplida por otro medio; y en ellas, y en la falta de habilidades, está el principio del remedio.

     La disposición de las fuerzas o facultades en el hombre, unida a una organización especial de sus miembros, se llama razón; esa misma disposición produce en las bestias la habilidad; puede llamarse en el primero libertad, en las segundas instinto.

     Reflexión y lenguaje son idénticos: por la reflexión distingue y separa las percepciones y sensaciones que cruzan en su alma. En el carácter distintivo que más llamó su atención fundó el hombre con que distingue al objeto.

     Lenguaje y razón existen en el niño no desarrolladas; sólo en germen; pero en la semilla está contenido todo el árbol. [Si el uso de la razón depende del lenguaje, fue necesario que una fuerza externa despertase aquélla a la reflexión por medio de la lengua. Dios en este caso hubiera enseñado al primer hombre el lenguaje en concreto.]

     El hombre salió de las manos de la naturaleza en la mejor disposición para desarrollarse; de modo que con sus propias fuerzas, y en virtud de disposiciones superiores y de la reflexión que le es propia, inventó la lengua. [Herder quiso probar el origen sobrehumano del lenguaje, pero los principios que sentó le arrastraban al partido opuesto, y así le vemos vacilando como navecilla sin timón. Estableció principios, pero no supo o no quiso sacar consecuencias.] [37]



GRIMM. (3)

     [Este literato alemán, una de las mejores columnas que sostienen el grandioso edificio de la filología moderna, ha hecho un ensayo para aclarar la cuestión importante que nos ocupa, en el que, sin embargo, no muestra los talentos y tino que le caracterizan en todos sus escritos. Su pequeño trabajo es, sin embargo, considerado como una obra maestra. El lector imparcial encontrará en él opiniones y pensamientos indignos de la pluma del autor que tan profundo se ha mostrado en su Gramática alemana. En las siguientes líneas daremos un breve extracto, que hará ver suficientemente las opiniones del sabio alemán.]

     Antes de entrar en investigaciones sobre el origen del lenguaje, es preciso considerarle como creado o como increado. Si fue creado, quedará para nosotros su origen tan incierto y oscuro como el de la primera planta o animal. Si le suponemos formado por la libertad y la inteligencia del hombre, podemos retroceder en pensamiento a través del inmenso vacío de siglos que nos separa de su origen, desde las últimas noticias que hallemos en su historia. Atendida la hermosura y variedad del lenguaje humano, nos parece imposible que cosa tan perfecta haya podido ser producto de la inteligencia del hombre, quien más bien le corrompe, sin tener habilidad para conservarle en su perfección primitiva. Puesto un idioma en condiciones favorables, florece cual un árbol que sin impedimento extiende sus ramas y raíces en todas direcciones; pero en contrario, se marchita y muere. En general sigue el lenguaje, en su desarrollo y crecimiento, un camino semejante al que lleva la naturaleza. En ésta todos los objetos producen sonido: sólo la tierra es muda; pero el aire silba, el fuego chisporrea, el arroyo murmura. Del mismo modo los animales; y porque reciben sus sonidos con el ser, les producen siempre de la misma manera. Lo innato es invariable, como en el hombre el llorar, reír, etc.; pero no el lenguaje: así que trasladado un niño, recién nacido de su patria a un país extraño hablará la lengua de éste, y no la suya. [Esto probará únicamente que el hombre necesita de la enseñanza para aprender una lengua determinada, y [38] que en virtud de la unidad y universalidad de su naturaleza y facultades intelectuales, puede adquirir y apropiarse cualquier idioma, pero de ningún modo prueba que no le sea innato la facultad de hablar en abstracto o de producir el sonido articulado y de emplearle libremente para manifestar sus pensamientos e inclinaciones.]

     Entre los sonidos articulados que produce el hombre en virtud de sus órganos y facultades superiores, los hay fundamentales que nos son innatos, cuyo número no puede recibir aumento, como no puede haber más que siete colores primitivos; algunos animales, cuyos órganos del lenguaje se asemejan a los humanos, pueden producir estos sonidos. Es probable que pueblos que se han visto inclinados a pronunciar con preferencia ciertos sonidos, como guturales, cerebrales, etc., posean una disposición especial en sus órganos. Muy insignificante sin duda, cuando los fisiólogos no han dado hasta hoy en ello. Además, en este caso no podría el español pronunciar con perfección los sonidos guturales árabes, ni los cerebrales indios, etc.; cosa que no concedemos al Sr. Grimm.]

     El lenguaje pudo también tener origen por revelación que Dios hizo al hombre, y que éste trasmitió a las generaciones sucesivas, con los cambios que en el pasado ya se habían introducido. Esta revelación debió tener lugar inmediatamente después de la creación del primer par de hombres, puesto que no se aviene con la bondad de Dios dejar a sus más nobles criaturas algún tiempo sin un don que luego les había de comunicar, y para cuyo goce les había destinado. [Si esto no se aviene con la bondad de Dios, no sabemos cómo conciliará el eminente filólogo alemán esa cualidad indispensable de la Divinidad con la crueldad de crear al hombre dotado de facultades que sólo por el lenguaje puede poner en ejercicio y manifestar al exterior; animado de una inclinación natural y necesaria a vivir en sociedad: expuesto a necesidades y privaciones, que sólo por el lenguaje puede remediar; provisto de todos los órganos indispensables para hablar, y sin embargo, no darlo los medios que inmediatamente se requieren para poner en ejercicio esa facultad; antes, mostrando complacencia en verle vagar largo tiempo, mudo, con peligros y sufrimientos, [39] hasta que una casualidad le trajo al conocimiento de que podía hablar.]

     Es también contra la equidad de Dios, porque los hombres a quienes fue revelado inmediatamente, habrían sido privilegiados sobre los que vinieron después. Opónese, por otra parte, a nuestros sagrados libros, que ninguna mención hacen de semejante revelación, y más bien presuponen la existencia de una lengua al hablar de ella, y nos dan noticia de la confusión bastante tiempo después del diluvio. Esto, prescindiendo de que las tradiciones bíblicas no tienen más valor que cualquier otro mito de los griegos o indios.

     [Si la biblia no es más que un libro tradicional de mitos, es absurdo el nombre que la da el Sr. Grimm de Sagradas Escrituras. La cuestión de si los hombres que reciben inmediatamente la revelación son privilegiados sobre los que la reciben mediatamente, pertenece a la filosofía, y su falsedad es, por otra parte, tan notoria, que no merece refutación.]

     Bajo el nombre de revelación se entiende una manifestación; los griegos la llaman apokalypsis, y los romanos revelatio, descubrimiento, revelación; lo que se manifiesta estaba antes oculto, y es preciso correr el velo que lo encubre a nuestra vista. La fantasía pueril de la antigüedad creía en un comercio inmediato de la Divinidad con los hombres; cosa incomprensible a nuestra razón, como la mayor parte de semejantes mitos. Si Dios se manifestó alguna vez a sus criaturas racionales, ¿por qué cesó de hacerlo en lo sucesivo? Lo increado no tiene historia, y siempre permanece igual a si apenas; una revelación tal sería contraria a su inmutabilidad. [El Sr. Grimm mira en la Divinidad un ser limitado como el hombre, que para manifestarse a otro sale del estado en que antes se hallaba, y se muda. Dios, como omnipotente y libre, tiene medios para manifestarse al hombre, compatibles con su cualidad de inmutable. Apenas se encontrará un pueblo de la antigüedad que no admitiese una revelación directa e inmediata de la Divinidad al hombre. Los Rishis, indios, recibieron de sus dioses los Vedas, para comunicarles a los demás. Zoroastro bajó del cielo los 21 Nosks, que le entregara Ahura-mazda después de haber recibido de él sus instrucciones, como Dios que es de la [40] verdad, de la vida y de la luz y el profeta de la Persia predicó a sus compatriotas las doctrinas de Ormuz; y pasando en silencio las tradiciones de otros pueblos antiguos sobre la revelación, fijaremos nuestra vista en Mohammed, el profeta del desierto, oyendo la voz de Allah, después de haber sido arrebatado al cielo del Omnipotente. El filólogo alemán da por supuesto que la revelación sea contraria a la inmutabilidad de Dios, sin detenerse a probarlo, acaso porque le faltaron argumentos para ello; así que nosotros pasaremos por alto esta cuestión, bien defendida ya por los teólogos, siguiendo el ejemplo del Sr. Grimm, aunque sin imitarle en el deseo de dogmatizar.]

     La poesía griega nos presenta a los dioses conversando con los hombres en la lengua del país, pero nunca al ser supremo, Júpiter. (Plauto hizo una excepción en su Anfitrión.)

     En el Antiguo Testamento aparece Dios hablando directamente con Adán, Eva, Noé, Abraham, Moisés y otros patriarcas, quienes le comprendían, sin que se nos diga que antes les fuese revelado el lenguaje. Algún tiempo después se vale la Divinidad de ángeles para comunicarse a los hombres; del mismo modo facilita Platón el comercio entre dioses y hombres por medio de demonios; las apariciones de éstos, como de aquéllos, carecen de fundamento histórico. [Es inútil entrar en discusión sobre este punto, con quien niega todos los hechos históricos que se oponen a sus principios, sin otro motivo que el de no quererlos admitir, olvidando las tradiciones de los pueblos, tanto más dignas de atención, cuanto que están más conformes entre sí.]

     Según el Antiguo Testamento, el lenguaje fue revelado al hombre por un simple discurso de la Divinidad con él. Mas si los hombres entendían ese discurso, les era inútil la revelación de una lengua que debían ya poseer como condición de semejante revelación; y si el lenguaje no es innato, no tenían medio alguno de comprender. [¡Pobre Divinidad, que no puede hacerse comprender de las mismas criaturas, a quienes dio, con la existencia, la facultad y libertad de crearse una lengua o medio de comunicación!]

     La naturaleza humana no ha sufrido cambio alguno esencial en su ser, y nunca fue capaz de recibir otras impresiones que las que le llegaban por medio de los sentidos y de la razón. Nada [41] recibe de fuera sino es por la práctica o por la enseñanza.

     Si Dios pronunció palabras humanas, debemos atribuirle cuerpo humano con los órganos indispensables para producir el sonido articulado, lo que cualquiera tendrá por inadmisible. Lo que Dios piensa, quiere, y lo que quiere lo puede realizar, en un momento sin necesidad de mensajeros. [Y así puede también realizar por medios humanos lo que es objeto de su voluntad, manifestarse a sus criaturas y hacer percibir al hombre sonidos del lenguaje, que no sean producidos por órganos corporales; negar esto es negar a Dios su omnipotencia y libertad, porque no envuelve contradicción alguna el que así obre.]

     Cuando los historiadores nos dicen que Dios habló, se valieron de una imagen que expresa la manifestación divina de una manera conforme a la oscuridad de los tiempos. ¿Quién tomará a la letra el que Dios escribió con sus dedos la ley en las tablas que luego rompió Moisés? Los argumentos con que se combaten las leyendas o mitos del paganismo pueden aplicarse en contra de las que a cada página hallamos en el Antiguo Testamento.

     [Nadie ha puesto en duda los sobresalientes talentos del filólogo alemán; pero, aliquando dormitat bonus Homerus. Ya lo hemos cogido en varios descuidos de importancia; aquí parece ignorar los principios de exégesis admitidos y seguidos por protestantes y católicos, según los cuales, no deben entenderse ni explicarse todos los pasajes de la Biblia ateniéndose solamente al sentido literal. La inteligencia de esto exige aclaraciones que no son de este lugar.]

     Un lenguaje innato hubiera hecho del hombre una bestia; y al decir que le fue revelado, le hacemos dios. Nos vemos, pues, obligados a admitir que es de origen humano, adquirido por nosotros con libertad absoluta, como un efecto del desarrollo de nuestro pensamiento. [Incomprensible es hoy para nosotros el desarrollo de la inteligencia sin el medio del lenguaje, o mejor dicho, de la lengua; y como en la invención o formación de aquél por el hombre hay un desarrollo de sus facultades, o éstas eran muy diferentes de lo que son en la actualidad, o no pudieron inventar el lenguaje sin un medio, y éste no podía ser otro que el lenguaje mismo. Al decir que el hombre con un lenguaje innato sería [42] una bestia, se da por supuesto que lo innato es invariable, incapaz de perfección; cosa que sería preciso nos probase el distinguido filólogo alemán.]

     Lo que el hombre es, lo debe a Dios; lo que adquiere, bueno o malo, a sí mismo. La lengua fue en un principio imperfecta, y en su formación progresa, por lo cual no puede proceder de Dios, que sólo crea y forma cosas acabadas y perfectas. [Dios crea cosas acabadas y perfectas, pero en un estado que admiten desarrollo, como las facultades intelectuales del hombre. El Sr. Grimm se esfuerza luego por probarnos que la invención de la escritura es una prueba más de que el hombre ha podido ser autor del lenguaje. Téngase en cuenta que la escritura es la lengua expresada en signos, es como la representación corpórea de lo incorpóreo ya existente, con lo que el argumento del Sr. Grimm pierde todo su valor.]

     Si separásemos de la sociedad a niños recién nacidos, encargándoles al cuidado de mudos, inventarían una nueva lengua con ayuda del pensamiento. [Podemos, desde luego, negar o poner en duda los efectos de esa prueba, que no se ha hecho ni se hará, imitando en esto el ejemplo del filólogo alemán, con respecto a la que se dice haber hecho el rey Psammetico, de Egipto.]

     El primer hombre, y la primera mujer fueron creados aptos para la generación; pero no es probable que el género humano proceda de un solo par, pues de ser así, la mujer pudo dar a luz hijos o hijas solamente, con lo que hubiera sido imposible la multiplicación: creando varios pares se evitaba además el enlace de hermanos, tan odioso a la naturaleza. [En pocas palabras niega el Sr. Grimm la providencia del Criador, en cuya mano estaba impedir el nacimiento de hijos o hijas solamente. El enlace de hermanos no es tan odioso a la naturaleza como supone el Sr. Grimm cuando le han admitido algunos pueblos de los más cultos de la antigüedad.]

     En las lenguas reconocemos dos estados, a los cuales precedió, sin duda, otro fuera del terreno de la historia. Comparadas las lenguas principales de la familia indo-europea, podemos sacar el tipo de otra anterior, rica, sonora y con formas perfectamente desarrolladas, parte de las cuales se perdieron después: esta disminución [44] de formas observamos en los idiomas más antiguos, como en el sanskrit clásico, comparado con el de los vedas; pero no hay fundamento para llevar en aumento esa perfección hasta un pretendido paraíso. Según esto, es forzoso admitir tres grados de desarrollo en el lenguaje humano, o tres estadios. En el primero se crearon los gérmenes de la lengua, -las raíces primitivas, -de las cuales se formaron luego palabras; en el segundo se desarrolló la flexión, y en el tercero desapareció ésta en su mayor parte, como incapaz de satisfacer las necesidades y adelantos del pensamiento. [Aun supuesta la existencia de esos tres períodos, que solamente en algunas lenguas se distinguen claramente, y en otras es imposible probar, nada podría alegarse en contra de la sabiduría y justicia de Dios, quien al crear al hombre le dio libertad y medios para modificar, perfeccionar y sustituir por otras las obras o dones que dejara a su disposición, sin que le impusiera el precepto de conservarlas en el mismo grado de perfección o en la forma en que Él las creara, cosa que se opondría a la perfectibilidad de las facultades humanas. Él, que es dueño de la naturaleza y de todo lo que en ella existe, puede repartir diferentemente sus dones a los hombres, sin dejar de ser justo ni equitativo. Los tres períodos que se quieren distinguir en el desarrollo del lenguaje no se opondrían a su origen divino, porque Dios pudo dejar al hombre el uso libre de esa facultad, como le entregó otros dones y la naturaleza toda, para que les modificase y perfeccionase según los adelantos de su inteligencia y las necesidades de su espíritu pensador.]

     Nada se pierde en el lenguaje, ni hay en él cosa alguna inútil. Todo sonido tiene un valor fundado en el órgano que le produce. En el lenguaje primitivo se emplearían muchos de los procedimientos de que hoy nos valemos para manifestar las variaciones del pensamiento; reduplicación, asimilación de consonantes y otros cambios tienen ya lugar en los idiomas antiguos. Las raíces verbales primitivas, que son muy pocas, designan representaciones sensuales, de las cuales se derivaron otras abstractas e intelectuales, como de respirar, vivir, etc. Tales raíces habían recibido la forma más sencilla y económica: generalmente constaban de una sola vocal, a la que precede o sigue una consonante, [44] y es natural que en una misma lengua no existan raíces de iguales sonidos con idéntica significación. Los pronombres y verbos fueron siempre la parte principal del lenguaje. Los nombres presuponen verbos cuyo concepto se aplicó a los objetos: ventus, viento; sanskrit, vâyu; eslav., vyetr; litauico, veyas; alemán, wind; significa el que sopla, del sanskrit, , godo. vayan, spirare; igual significación tiene anemos, animus, del godo anan.

     En el segundo período se designaban las personas, números, tiempos, géneros y modos, por medio de pronombres o partículas que se añadían a la palabra o auxiliares que acompañaban a la voz principal. Se trató de introducir exactitud en el lenguaje, creando modificaciones que correspondiesen a los adelantos del pensamiento. [Es de advertir que en el desarrollo del lenguaje trabaja la humanidad toda, pero sin conciencia de su obra.] Con el tiempo desaparecieron muchas de esas distinciones ventajosas, dual, medio, etc., sin que por eso perdiesen las lenguas en fuerza y viveza de expresión, porque los medios con que le sustituyó lo perdido eran más conformes a los progresos de la inteligencia.

     El estado del lenguaje en su primer período no puede llamarse paradisíaco, es decir, perfecto; es entonces sencillo, sin arte, aunque lleno de vigor; vive del mismo modo que el espíritu, cuyas facultades parecen estar adormecidas. Los conceptos procedían de puras intuiciones de los sentidos, que llegaban a ser otros tantos pensamientos, las relaciones entre palabras y representaciones eran naturales y sin artificio. Los pensamientos no eran estables, y desaparecían sin dejar rastro en la historia. El primer período no creó monumento alguno del espíritu que pasase a la posteridad, pero dejó preciosas semillas, que florecieron y dieron ricos frutos en los dos siguientes.

     Las lenguas no siguen en su desarrollo leyes invariables, como las que rigen el movimiento de los astros o el descenso de los graves, etc.; siguen la marcha de la inteligencia libre, participando de las cualidades y faltas de nuestra naturaleza, como todas las obras humanas. [Queda advertido arriba que los tres períodos que aquí se dan como cosa cierta en el desarrollo del lenguaje, son en la mayor parte de las familias conocidas creación de algunos filólogos modernos, sin fundamento en la historia. En los [45] himnos más antiguos de los Vedas, compuestos sobre dos mil años antes de Jesucristo, encontramos gran número de formas gramaticales, que desaparecen después sin ser suplidas por otras equivalentes. Cosa semejante observamos en los libros más antiguos del Zendavesta, y no tenemos noticia de un período anterior más pobre en formas. Pero aun admitido ese período de un lenguaje rudimentario, nada se habría probado en favor de su invención por el hombre. También parece suponer el filólogo alemán que todo lo que el hombre usa libremente y con dominio absoluto fue creación suya, y así debieron serlo sus facultades intelectuales, de que hace uso libre, y que perfecciona y modifica como cosa propia. Según eso el hombre podría darse a sí mismo la libertad, de la cual necesita para obrar.



RENAN.

     [El mérito de la obra de este orientalista, titulada L'Origine du langage, es indisputable, si bien no creemos merezca los elogios que se la tributan; de lo cual podrá juzgar el lector, después de examinar la breve exposición que en las siguientes líneas hacemos de las opiniones de su autor acerca de la materia importantísima que nos ocupa. Renan deja vagar en esta, como en todas sus obras, su fantasía novelesca, inclinándose con facilidad a lo extravagante y singular, hasta el punto de confundir las ideas más claras, negar las verdades más evidentes, y sentando principios admitidos por la sana razón, sacar deducciones y consecuencias contrarias o que nada tienen que ver con dichos principios, de todo lo cual resulta muy poca claridad y precisión de ideas, y gran número de puntos flacos, por donde éstas pueden ser atacadas. Por no prolongar demasiado el artículo omitiremos, en lo posible, toda observación, dejando al lector que juzgue por sí mismo de las palabras u opiniones de Renan.]

     Entre las opiniones que se han emitido hasta nuestros días sobre el origen del lenguaje, la que le hace nacer de la revelación tiene para mí más probabilidades de verdad, si se la contiene en sus límites; es decir, que el lenguaje es obra de Dios, porque Él es autor de todo lo espontáneo. El Génesis parece favorecer [46] a los partidarios de esa hipótesis. Luego que el Jehovah hubo formado de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, condújolos delante del hombre, para que éste viese como les había de llamar, y todos los nombres que Adán les dio son sus nombres. Y Adán dio nombres a todos los animales, a las aves del cielo y a las bestias del campo; más no se hallaba semejante a él.»(Gén. II, 19-20.)

     En este pasaje se trata solamente de algunas palabras, y no del lenguaje en general, de modo que por él se explicaría a lo sumo la formación del Diccionario.

     [Allí donde hay un Diccionario natural, hay gramática, puesto que éste es el sistema que da reglas para coordinar y emplear debidamente el contenido de aquél. Por otra parte, es evidente que quien sabe dar nombres a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo, tendrá los conocimientos de una lengua necesarios para hacerse comprender.]

     Si el lenguaje no es un don de fuera, ni invención mecánica, es creación de las facultades humanas, obrando espontáneamente y en conjunto. La necesidad de manifestar sus pensamientos es natural al hombre. Y sin embargo, no es arbitrario el uso de las articulaciones como signos de las ideas. La palabra le es natural como el grito a las bestias, habla de la misma manera que ve y oye; de modo que el uso de la palabra no es fruto de la reflexión a la manera que el de los órganos corporales (?), ni resultado de la experiencia, y es una fantasía de la imaginación suponer un hombre mudo, siéndole tan natural el lenguaje como el pensamiento.

     [Renan parece considerar el uso del lenguaje como una acción mecánica y que hacemos sin libertad y sin conciencia, como lo es la acción de ver y oír con todas las puramente físicas; esto, además de materialista, grosero e impropio de la sublime dignidad del hombre, es contrario a lo que nos dicen la sana razón y la experiencia. El individuo obra con absoluta libertad al poner en movimiento los órganos del lenguaje para hablar y para manifestar a los demás cualquiera de sus pensamientos, sin que en esto haya necesidad alguna por parte de la naturaleza física o espiritual. Donde hay elección hay libertad, y el hombre de hoy, idéntico en lo que constituye su naturaleza esencial al de ayer y [47] al de todos los tiempos, puede, y ha podido siempre, elegir entre el hablar y el no hablar, en todos estados y circunstancias de su vida.]

     La palabra es obra de las facultades humanas, que trabajan en su formación sin conciencia, y bajo las impresiones de la Divinidad; mas como el verdadero autor de las obras espontáneas de la conciencia es la naturaleza humana, o mejor la cansa superior de la naturaleza, en este sentido es indiferente atribuir la causalidad a Dios o al hombre; porque lo espontáneo es a la vez divino y humano.

     Cada raza ha creado una familia de lenguas sin esfuerzo y naturalmente. La razón que reflexiona y combina, tuvo tan poca parte en la invención del lenguaje como en sus trasformaciones y cambios; las lenguas no se desarrollan ni reforman artificial o científicamente; y aquellas en cuya formación ha trabajado la reflexión del hombre, llevan el sello de su origen en la falta de flexibilidad y de armonía, como en su penosa construcción; un ejemplo de esto tenemos en el rabínico. La lengua de los niños y del pueblo es ordinariamente más expresiva que la fabricada por los gramáticos, porque es obra de la naturaleza.

     El sordo-mudo es más comunicativo antes que después de su educación, por la cual pierde la facultad de inventar; el hombre primitivo pudo levantar este edificio que nos admira, porque era niño; obraba espontáneamente, sin conocimiento del fin ni de los medios; así el que ignora los principios psicológicos pone en juego los resortes de su espíritu, como el mejor filósofo. La humanidad creó su lengua, como la planta adquiere su desarrollo.

     [En esto, como en lo que inmediatamente sigue, vemos confirmado lo que al principio de esta exposición dejamos advertido acerca del carácter novelesco que ha dado el Sr. Renan a su libro, cosa impropia de un asunto tan serio y tan importante como el que nos ocupa, en el que se requieren argumentos sólidos más bien que comparaciones remotas y violentas. El Sr. Renan ha debido distinguir entre el obrar por impulsos necesarios y el obrar sin conciencia; en éste no hay verdadera necesidad. Tampoco puede establecerse identidad entre el desenvolvimiento histórico del lenguaje y el desarrollo de los seres físicos: en el artículo precedente hemos visto en qué sentido puede afirmarse exista semejanza entre estos dos fenómenos. Dice luego el Sr. Renan que el lenguaje nació probablemente en distintas fracciones de la humanidad a la vez, o que diversas familias inventaron simultáneamente sus respectivas lenguas. Estas familias carecían, por lo tanto, de lenguaje antes de inventarle, y habían vivido algunos años en estado de mudez: ¿Puede esto coordinarse con la naturaleza del lenguaje natural, necesario y espontáneo, de que en todo su libro nos habla el Sr. Renan?

     El hombre no ha recibido o adquirido sucesivamente sus facultades, porque el espíritu fue completo desde su origen: el desarrollo del lenguaje es análogo al del espíritu, y se verifica en virtud de la fuerza interna que le da vida; idiomas hay que carecen de ese principio vital, y son invariables como el bruto. Tal se nos presenta el chino en todos los periodos de su literatura; y un fenómeno semejante observamos en los dialectos semíticos, que no han inventado un sistema de tiempos y de modos más perfecto que el que tuvieron desde su primera edad; es porque la gramática de todas las lenguas se hizo de un golpe, aunque en su origen no existiesen distinciones precisas. El lenguaje primitivo tenía todas las partes integrantes de que se había de componer en lo sucesivo, pero su mecanismo no era perfecto, porque no estaba aún determinado el papel que desempeñaría cada uno de sus elementos; en la distribución de funciones está la vida de un organismo.

     Como todo ser organizado, que por asimilación ha renovado sus partes constitutivas, queda el mismo, porque no ha variado la forma, que es su tipo y su personalidad; así las lenguas se desarrollan sin perder su carácter esencial. El lenguaje primitivo fue el producto del espíritu en su relación con la naturaleza; y nació probablemente en distintas fracciones de la humanidad a la vez; entonces existía entre la naturaleza y el hombre una armonía que nosotros apenas podemos comprender.

     La forma figurada, o metáfora, fue uno de los procedimientos principales que obraron en la formación del lenguaje; para designar en hebreo un sentimiento, se recurre a los movimientos orgánicos; la cólera se expresa por el resoplido, o por el calor, espuma, etc. el desaliento o desesperación, por derretimiento o disolución [49] del corazón, etc.; en todo vemos paralelismo y armonía entre el mundo físico e intelectual en los primeros días de la humanidad; de aquí los símbolos, la escritura ideológica, etc.

     Una de las causas principales que motivaron la elección de palabras, fue la imitación onomatopoética; la lengua de los primeros hombres era el eco de la naturaleza en la conciencia, y como nosotros no estamos tan familiarizados con aquélla, hemos olvidado el arte de dar nombres a las cosas.

     La escritura carecía, en muchos idiomas antiguos, de puntuación, formando los períodos un todo de partes conexas. La riqueza y variedad de formas hacia más complicado el sistema gramatical, y al perder algunas de las primeras, ganaba éste en sencillez y energía; la síntesis cedió su lugar a la análisis; aquélla es primitiva; ésta es el resultado de un desarrollo sucesivo.

     [Varios filólogos modernos suponen que el lenguaje primitivo fue monosilábico y sin flexión, como el chino. El orientalista francés parece sentar aquí una hipótesis opuesta, que no tiene más probabilidades de verdad que la de sus contrarios. De todos modos, es cosa bien probada que las lenguas antiguas son más ricas en formas gramaticales que las modernas.]

     La humanidad primitiva hablaba siguiendo los impulsos de su libre fantasía, y bajo la influencia que el género de vida, alimentos y clima ejercían sobre los órganos de la palabra y sobre las operaciones de la inteligencia; de aquí el lenguaje figurado y las numerosas construcciones aparentemente irregulares. Los trabajos gramaticales contienen esos impulsos de la fantasía, y empobrecen el idioma. Atendido esto, es probable que el lenguaje primitivo se hallase dividido en dialectos, que luego se unieron o se constituyeron en diversas lenguas. [La opinión que expone aquí el Sr. Renan, apenas ha encontrado partido en los círculos literarios, esto bastaría para su refutación. En composiciones antiguas, como la Biblia, hallamos formas gramaticales, que se repartieron después en diferentes dialectos. Un fenómeno semejante observamos en obras griegas, indias, etc., lo cual es evidentemente contrario a lo aquí expuesto por Mr. Renan.]

     Los hombres de los primeros días aspiraban solamente a formular el pensamiento de modo que fuese inteligible a los demás, [50] para lo cual bastaba hablar conforme al tipo general que presentaba la naturaleza. En el carácter de la humanidad, en las tradiciones religiosas, vemos que los mismos sentimientos han hecho nacer todas las literaturas, y las mismas ideas se han representado por diversos símbolos.

     En todas épocas marcha la psicología en perfecta armonía con la lingüística, lo cual nos autoriza a mirar las lenguas como formas sucesivas que ha tomado el espíritu en los diversos períodos de su existencia. La relación entre lenguaje y clima confirma esto mismo. [Renan, sin atreverse a decir tanto como Grimm, se aproxima mucho en sus opiniones al filólogo alemán, que hace al lenguaje poco menos que causa eficiente del espíritu. Téngase presente que las opiniones expuestas en este y otros lugares de la obra de Mr. Renan son muy antiguas y conocidas en filología.] (4)

     Para el psicólogo y naturalista es la unidad de la raza humana tan evidente, que no admite controversia. [Y la lingüística no ha presentado aún argumento alguno en contra, ni le presentará, porque si la humanidad pudo crear el lenguaje en todas las formas bajo las cuales hoy le conocemos, o en otras análogas, no hay razón para negarla el poder de modificar un idioma primitivo y crear las familias que hoy existen. Por otra parte, ignoramos si alguna de las familias conocidas, y sus lenguas, se remontarán a los primeros días de la humanidad, y por consiguiente, no es posible deducir de su diversidad actual dos diversos orígenes de las mismas.]

     Esto es lo principal que han escrito los sabios, cuyas opiniones nos propusimos examinar, acerca del origen del lenguaje. Las investigaciones lingüísticas nada nuevo han descubierto sobre los principios de la humanidad. El hombre, libre en el uso que hace de su lengua, ha introducido en ella tales modificaciones y cambios, que no es posible reconocer hoy su primer estado; y las diferencias y variedades que observamos en el lenguaje son compatibles con su origen de un solo tipo primitivo. Un estudio detenido de la relación que existe entre la naturaleza y el mismo podría decidir aproximadamente la cuestión, que por este motivo pertenece más bien a la filosofía del lenguaje que a la filología histórica, [51] si bien ésta puede aclararla y simplificarla con sus datos.

     Las lenguas más nobles han llegado a la perfección que hoy tienen por desarrollo sucesivo, siguiendo determinadas leyes y procedimientos, que podemos estudiar y conocemos hasta cierta época. Pero la filología histórica no ha probado hasta ahora que los gérmenes del lenguaje, en todas sus variedades, fueron raíces sin forma, y que sirviesen únicamente para designar los actos más sensibles y los fenómenos más obvios que se verifican en nosotros, en nuestros semejantes y en la naturaleza. Aún probado esto, faltaba averiguar cómo el hombre adquirió esos primeros elementos del lenguaje o medios de comunicación.

     No se niega su origen divino al admitir y sostener que el hombre fue criado con los impulsos necesarios y las capacidades convenientes para formar o producir el sonido articulado; que hizo uso de esas facultades libremente y de una manera natural, del mismo modo que pone en ejercicio la facultad de pensar o de raciocinar. El lenguaje es una cualidad característica y exclusiva del hombre, es el signo que le distingue al exterior de los demás animales, y sin duda estuvo en el plan divino que hablásemos, como lo estuvo que respirásemos; pero natural y libremente, porque dependía de nuestra libertad el poner en juego los órganos que producen el sonido articulado. La historia del lenguaje nada dice en contra de que esto pudiese ser así, y como la voluntad toma parte en todos los actos libres, obró también activamente en el acto de hablar, poniendo en ejercicio las facultades naturales que recibiéramos de la Divinidad; de manera que el hombre, sin crear nada nuevo, produjo natural y libremente el sonido, para lo cual poseía las disposiciones y facultades indispensables. Esto explicaría suficientemente la posesión y origen del lenguaje, sin que se nos puedan oponer dificultades que tengan algún valor científico. Las opiniones de los filólogos modernos más notables, que hemos dado a conocer sucintamente en este artículo, no son otra cosa que hipótesis, a las cuales puede darse un valor arbitrario, porque no se fundan en hechos.

     Aun consideradas las lenguas como un conjunto de signos convencionales, que reciben su valor de la comprensión mutua; y su historia, no como una nueva sucesión de cambios obrados [52] sobre cosa que permanece la misma en su carácter esencial, y sí como un verdadero desarrollo efectuado por fuerzas humanas cuyas operaciones conocemos, es admisible su origen, tal cual le hemos indicado arriba. El lenguaje sería creación divina en el mismo sentido en que lo son las facultades del hombre con sus propias adquisiciones físicas y morales; y pertenecería como éstas a aquél, en cuanto que le usa libremente, valiéndose de los instrumentos y órganos que posee.

     Si la facultad de hablar fue siempre innata al hombre, y si éste produjo natural, pero libremente, el sonido articulado, el lenguaje hubiera sido variable y capaz de adquirir desarrollo, como sus facultades intelectuales, por más que otra cosa afirmen algunos filólogos modernos. Antes que sacar consecuencias, sentar principios y emitir hipótesis contrarias a la sana razón y a la historia, preciso es confesemos nuestra ignorancia respecto a los primeros días de la humanidad, sin desalentarnos por eso en nuestras investigaciones para averiguar el estado primitivo de aquélla y de sus facultades.

     Dios pudo comunicar al hombre un lenguaje ya desarrollado y perfecto, sin que hubiera en este modo de obrar abuso de su poder, que es ilimitado y libre; pero, atendidas las escasas necesidades de la humanidad en sus primeros días, y el estrecho círculo a que estaban reducidas las comunicaciones, una lengua tal hubiera sido inútil y superflua; por eso debemos suponer que el lenguaje primitivo fue sencillo y pobre en el contenido y en la forma.

     La humanidad en su infancia tuvo, es por lo menos muy probable, una lengua conforme a sus necesidades, a sus conocimientos, ideas, creencias, y al desarrollo de su razón. Nuevos objetos se presentaban a cada momento a su vista para recibir nombre que les designase: la Sagrada Escritura nos dice que Adán dio a los animales nombres, que verdaderamente les correspondían. Cuando la humanidad se multiplicó y las gentes se separaron, cada familia o tribu resolvió el problema de distinto modo y siguiendo diferentes principios. Unas, al dar nombre a los objetos, penetraron en la naturaleza de las cosas; otras se detuvieron en la superficie; así hay conceptos que tienen expresión en todas las [53] lenguas; otros son desconocidos en muchas; pero todos los pueblos siguen la formación y desarrollo de su lengua los impulsos naturales de su espíritu pensador.

     Y como el desarrollo de éste es muy diverso y obedece a causas parciales muy distintas, el lenguaje, que recibe ya en parte formado, y que correspondientemente, según hemos dicho, pudo recibir en los principios y origen de la humanidad, siguió y sigue diferentes caminos en su desenvolvimiento histórico, hasta el punto de que los poderosos y múltiples agentes que a éste contribuyen, causan en él las infinitas variedades que hoy contemplamos, admiramos y hacemos objeto de estudio.

     Las producciones literarias, sirviendo a los demás como de norma, según la cual deben escribir, hablar, y hasta cierto punto, pensar, contienen en sus debidos límites, cual poderoso dique, la marcha desbordada de un desarrollo superfluo e innecesario del lenguaje, impidiendo la creación de formas o de palabras inútiles, y fijando el significado y empleo de las ya existentes. Pero los pueblos primitivos o más antiguos de la humanidad no tenían literatura, y, por lo tanto, sus lenguas carecían de este poderoso medio de conservación, y de defensa contra las innovaciones de los tiempos; los cambios y modificaciones eran, sin duda, en ellos más frecuentes y radicales. Y como la gramática, o sea el sistema orgánico de las lenguas, no había adquirido aún desarrollo, admitían con facilidad nuevas formas y giros, que hacían variar notablemente su aspecto exterior. La sociedad se hallaba entonces en continuo estado de tránsito: la naturaleza presentaba sin cesar al hombre objetos nuevos y desconocidos, que por lo tanto no tenían representación en el lenguaje; las instituciones político-religiosas de los pueblos eran sobremanera inconsistentes y variables; de manera que pocos años bastaban para cambiar y modificar todo lo antes existente; es natural que las cosas no formadas e incompletas sufran más variaciones y cambios en los primeros días de su ser que después de obtenido su completo desarrollo y crecimiento.

     Preciso es no olvidar la estrecha relación y aún mutua dependencia que hay entre espíritu y lenguaje, para saber apreciar estos hechos en todo su valor. Porque si el espíritu se hallaba en [55] los primeros días (siglos) de la humanidad en estado de tránsito; si continuamente recibía impresiones de objetos nuevos y desconocidos; si todo lo que le rodeaba, hasta sus semejantes, era para él causa de permanentes cambios, a lo que no poco contribuía la instabilidad de las instituciones sociales, al lenguaje afectarían necesariamente tales variaciones, que habían de ser en él más frecuentes y más esenciales, porque otras muchas y muy poderosas causas, que no influyen en el espíritu, trabajan sin cesar en el desarrollo y formación del mismo, y juntas contribuyen a su desenvolvimiento histórico. La lingüística, pues, no ha presentado ni puede hallar pruebas eficaces para demostrar que la edad generalmente asignada al mundo, después del espantoso cataclismo del diluvio, sea demasiado corta para que dentro de ella haya recibido el lenguaje primitivo y existente entonces en un solo tipo, todas las variedades y formas que hoy presenta.

     Un estudio detenido, hecho en varias familias y en diversas épocas, podría aclarar más esta importante cuestión, sobre la cual haremos aún algunas indicaciones en los artículos siguientes, ya que el plan y objeto de este escrito no permiten tratarla con toda la extensión que se merece. [55]



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- III -

Lingüística y filología

     A medida que el hombre cultiva un ramo del saber, descúbrese a su vista más despejado y claro el campo que contiene los frutos literarios, cuya recolección será objeto de sus investigaciones, y cuya calidad y valor depende en gran parte de la manera con que procedamos en nuestro estudio. Fenómeno es éste que podemos observar en todas las ciencias, pero acaso en ninguna más evidente que en filología. El filólogo moderno, apreciando la vida de los pueblos en toda su importancia y en sus relaciones exteriores, ha hecho universal el estudio de sus lenguas, abrazando todos los períodos de su desenvolvimiento histórico.

     Si examinamos las admirables producciones artístico-científicas de los antiguos, apenas encontramos una digna de atención en el terreno del lenguaje. Todo lo extranjero era para ellos objeto de desprecio, y este egoísmo absurdo sofocaba aún el cultivo de su propia lengua antes que pudiese llegar a dar frutos. Los pueblos consideraban y trataban entonces a todos los extranjeros como bárbaros, incluyendo al idioma en este pernicioso anatema. Para el poeta griego, fuera del círculo estrecho de su nación, no hay más que bárbaroi, barbarófônoi, al-lothrooi; hasta el punto de que los vínculos de parentesco que le unían al persa no fueron suficientes a excluirle de la regla general. El indio arroja de sí como impuro todo lo que viene de los mlechchas, cuyos idiomas son, como ellos, bárbaros. Sanskrit es la lengua de la revelación, y pues ella también ha sido revelada, es inútil y aun perjudicial estudiar otras. El sectario de Zorrostro, mazda-yaçna (adorador de [56] Mazda, Ormuz) tiene por un crimen el comercio con los daevayaçnas). El israelita excluye de su seno al pagano o no adorador de Yehovah, y se considera manchado por el solo comercio con los goyim, gentes-pueblos. Este orgulloso absolutismo les hacía indiferentes a lo que más caracteriza un pueblo, cual es la lengua y costumbres. De ningún escritor antiguo sabemos que hiciese investigaciones científicas sobre una lengua, si no era llevado por algún fin extraño a ella. Una excepción hace el indio, pero cuyos estudios lingüísticos, verdaderamente asombrosos, tuvieron un objeto exclusivamente práctico: la inteligencia de sus libros sagrados. Como consecuencia de este descuido imperdonable, cayeron en olvido muchos idiomas, cuyo conocimiento nos descubriría innumerables secretos acerca de la historia de los pueblos y de todo lo que puede relacionarse con ella.

     La esclavitud, contribuyendo a mantener estas preocupaciones, era una barrera insuperable, que se oponía a la creación de la filología. Un acontecimiento sin igual en la historia vino a cambiar tales creencias; el cristianismo, predicando la igualdad de todos los hombres, rompió en principio las cadenas de la esclavitud. Destinado a ser una religión universal, le era necesaria la lengua como medio de enseñanza, y sus primeros predicadores reciben el don de lenguas.

     Griego, hebreo y latín, como depositarias de las sagradas doctrinas, adquieren gran importancia y son objeto de meditación y estudio. Casi todos los primeros PP. de la Iglesia conocían dos; algunos, como San Jerónimo, y acaso Orígenes y San Agustín, poseían las tres.

     Descubrimientos posteriores abren nuevo campo a las investigaciones de la inteligencia, y los misioneros facilitan el estudio de numerosos idiomas por medio de trabajos gramaticales y lexicográficos, muchos de ellos únicos hasta el presente. El protestantismo dio nueva fuerza al impulso que las ciencias antes recibieran, no siendo de las menos favorecidas la filología; pero estaba reservada al siglo XIX la aplicación de un método verdaderamente científico, y hombres como Humboldt, Schlegel, Popp y Grimm eran los destinados a elevarla al rango distinguido que hoy ocupa. [57]

     La inmensa extensión que recibieron estos estudios hizo pronto necesaria una división en dos ramos, de los cuales el primero considera y estudia la lengua únicamente como medio para penetrar en su contenido, -en la literatura, -a fin de conocer hasta en sus detalles la vida intelectual de los pueblos y lo que con ella tiene relación: tal es el objeto de la FILOLOGÍA propiamente dicha. El segundo, -la lingüística-, se ocupa exclusivamente con la lengua sin cuidarse de su literatura, que sólo toma como medio para estudiar aquélla, ni examinar el papel que el pueblo ha desempeñado en la historia del género humano. El filólogo puede hacer solamente sus estudios donde exista una cultura o vida intelectual que se haya manifestado al exterior y perpetuado por medio de producciones literarias. Para el lingüista son éstas cosa accesoria, y se vale de ellas como de instrumentos para profundizar en el ser del idioma; su fin primario es la gramática y lexicografía; mas en los monumentos literarios es donde debe estudiar la marcha que el idioma ha seguido en su desenvolvimiento histórico. No obstante, lenguas que por completo carecen de literatura y que es necesario aprender de la boca del pueblo, ofrecen al lingüista un interés increíble, por la claridad que pueden arrojar en el estudio de otras; la importancia de un idioma está a veces en su mismo ser, y no en su literatura.

     Las investigaciones lingüísticas no darán resultados favorables mientras no se verifiquen en varias lenguas a la vez; al contrario, cuanto mayor sea el número que se incluya en su círculo, y más datos o puntos presenten para ser comparadas entre sí, los descubrimientos serán más notables, y mayores los resultados.

     Una lengua que ha llegado a ser lo que es por el desarrollo sucesivo de los elementos que la componen, no puede ser conocida en su estado actual, sin examinar las formas o fases que tuvo en épocas anteriores. Aún hecho esto quedarán muchos fenómenos incomprensibles, si no acudimos para su explicación a los idiomas con quienes conserve relación, los cuales, como ella, serán ramas de un tronco común. De aquí los nombres de estudio comparado, filología comparada, gramática comparada, etc.

     Imposible sería determinar el origen etimológico de la palabra alemana tochter; godo, tauhtar; inglés, daughter; griego, [58] thugátêr, etc., si no acudiésemos al sanskrit, donde le hallamos, al menos muy probable, en la raíz duh, ordeñar, mamar; significando la que ordeña, conforme a la costumbre general de los antiguos pueblos nómadas, entre los cuales las hijas guardaban los ganados, y hacían, por lo tanto, muchas cosas relativas al oficio de pastor; otros ejemplos análogos a éste veremos en las páginas siguientes.

     Lingüística y filología son dos ciencias inseparables, o más bien dos ramas de lo que pudiéramos llamar filología general; de modo que no obtendría resultado alguno el que procediese al estudio de la una independientemente de la otra; el lingüista prepara los materiales que han de ser objeto de las investigaciones del filólogo, las cuales pueden tomar un carácter muy vario, ya filosófico, crítico, histórico, etc.; en ellas domina siempre el gusto subjetivo del individuo de quien proceden. La lingüística presenta analogías en su método con las ciencias naturales; la filología, por el contrario, se acerca mucho más a la historia, y es inseparable de la crítica.

     El lingüista hace también sus divisiones y clasificaciones de los individuos (lenguas), variedades (ramas), especies (familias), y géneros (troncos) que estudia, para lo cual compara ciertos y determinados caracteres sobresalientes, deduciendo de la comparación semejanza o diferencia en las familias, ramas, etc., como el naturalista busca los signos distintivos y característicos de un objeto (idioma) desconocido, haciendo un estudio analítico de todas sus partes, y después de haberlos hallado y determinado, establece nuevas comparaciones, que le darán por resultado el descubrir la familia o rama a que pertenece el individuo. En sus investigaciones puede seguir diferentes procedimientos, según el fin que se proponga y resultados que quiera obtener; por ahora indicaremos sólo dos como más notables y que dan resultados más diversos; bien estudia las particularidades distintas que la lengua ofrece, considerada como un organismo o un todo organizado, según sus variedades fisiológicas, o examina en totalidad ese organismo, pero atendiendo a sus relaciones genealógicas o de parentesco con otras lenguas; por el primer procedimiento obtendremos el conjunto sistemático de reglas que forman la gramática; el segundo es propio de los estudios etnográficos. [59]

     Muchos filólogos modernos aplican al origen de las lenguas la teoría de Darwin, según la cual las especies se originaron por separación sucesiva, conservándose las razas cuyo organismo alcanzó un grado de desarrollo más elevado en la lucha por la conservación de su existencia. No entra en mi plan hablar aquí sobre esta cuestión, pero creo oportuno observar que algunos de sus autores han caído en el materialismo grosero al hacer aplicación de semejante teoría, o en general, al comparar y aún asimilar la lengua con la naturaleza humana. Los elementos del lenguaje y sus agentes son del todo diversos de los que actúan en la naturaleza; la lingüística se aproxima a las ciencias naturales en el método, pero su fundamento es la psicología. La lengua es un agregado de partes perfectamente organizadas, producto de la nación y del individuo, que estando relacionadas entre sí, se ayudan mutuamente en sus funciones, como los miembros de un ser viviente; el lenguaje de cada persona tiene particularidades especiales, y es como el individuo de toda la especie; dialectos, lenguas, familias, grupos y clases corresponden a las variedades, especies, géneros, clases, etc., de las ciencias naturales; determinar la naturaleza específica de los individuos; derivación de las especies o géneros, y clasificación, es objeto principal de la lingüística.

     Pero la semejanza que existe entre ésta y las ciencias naturales es de analogía, no de conformidad esencial, como lo ha sostenido en varios escritos el filólogo alemán Schleicher, para quien la lingüística es una ciencia física. Desconociendo la naturaleza de las fuerzas que producen los fenómenos de progreso y desarrollo en la historia de las lenguas, no es posible apreciar aquellos en su verdadera significación. El lenguaje, inseparable del espíritu, sigue en su desenvolvimiento y formación los adelantos de este, sin que sea una misma cosa con la naturaleza humana.

     A medida que las facultades intelectuales se desarrollan, aumenta el círculo de ideas, y la lengua debe recibir nuevos elementos con que expresar las ideas nacientes, los cuales toma de otros idiomas si no les puede formar de su propio tesoro. La lengua de Alfonso X no es la de Cervantes, ni la de éste es idéntica con la de Calderón. Hanse verificado en estos períodos cambios lentos, casi imperceptibles, pero constantes; de manera que en un [60] corto número de siglos tiene lugar una trasformación completa. La relación íntima del lenguaje con la naturaleza humana es una barrera insuperable, que se opone a todo cambio brusco y caprichoso; la marcha que sigue en su desarrollo es lenta y mesurada como la del entendimiento; mas no puede permanecer invariable, porque dejaría de ser instrumento adecuado a las facultades superiores del hombre; la razón universal, la conciencia común es la señora del lenguaje, y de ella proceden sus cambios ordinarios. De modo que los introducidos por un individuo cualquiera no tendrán valor alguno sin haber recibido su sanción; el poder ilimitado de Tiberio en Roma y de Sigismundo en Alemania fueron incapaces de variar una terminación y de alterar el género de una palabra.

     El genio que con su talento domina al vulgo se hace la norma del lenguaje, porque la sociedad ha depositado en él sus poderes sucediendo por circunstancias especiales que un individuo cambie la terminación de una voz. Dícese que al recibir el rey Luis de Francia la noticia de las devastaciones causadas por los tátaros exclamó: «Bien merecen el nombre de tártaros, pues sus hechos son propios de enemigos del Tártaro.» Los autores franceses usaron desde entonces ese nombre, siguiéndoles los demás europeos. La sociedad no debe admitir tales innovaciones en las palabras cuando se opongan a las leyes establecidas por el uso. El inventor de un procedimiento, de una máquina, etc., tiene derecho a dar nombre al descubrimiento que ha hecho, aunque no guarde analogía con el objeto designado. No así la sociedad, que en lo posible debe acomodarse a la voluntad del inventor: América, lleva un nombre impropio e injusto, puesto que el derecho de invención es exclusivo de Colón, y no de Américo Vespucio. Galvanismo, Daguerrotipo nos recuerdan a los autores de esos inventos; paleontología, geología, etnografía, fotografía, etc., son una definición abreviada del objeto, y las palabras acuñadas de este modo se prestan mejor a la formación de categorías; así decimos fotografiar, telegrafiar, etc. El uso no encontró dificultad en admitir un gran número de adjetivos en able, pero sí la tuvo en dar pasaporte a los en gero, fero y otros, aunque llevasen la recomendación de hombres notables. [61]

     Semejante oposición tienen que vencer muchos derivados, como el ingl. reliable, aunque esté formado según las reglas etimológicas de la lengua, y pudiéramos hacer la misma observación en palabras de otros muchos idiomas. Al lingüista importa examinar si en su derivación se han observado las leyes de etimología, y si son necesarias en el lenguaje.

     El sonido, como exterior, está más expuesto a las innovaciones de los tiempos; pudiera decirse que se modifica con las costumbres y manera de vida; las lenguas manifiestan ésta en los cambios que sufren. En la nuestra vemos la f convertida en h: así fijo, hijo; fizo, hizo; la b en u: cibdad, ciudad; letras llegan a ser consideradas como inútiles, y se suprimen o dejan de pronunciarse; nasció, nació; ansí, así; bulla, bula, etc.; y en inglés la muda ante nasal en gran número de palabras, knight, knife, gnat, gnaw, knowledge, que se calla, tendrá acaso la misma suerte que la s de nascer y la n de ansí; como la gh de laugh, cough podrá muy bien convertirse en la letra f, cuya pronunciación lleva. Desde luego se comprende que es un punto capital en las investigaciones etimológicas del lingüista averiguar el origen de éstas y semejantes innovaciones o cambios.

     En la aurora de la vida de los pueblos se hicieron ya ensayos para investigar la naturaleza de la palabra; intentose primero referir un nombre a otro, y explicar de él su derivación, partiendo de los nombres propios, como más antiguos y menos expuestos a modificaciones; ya desde la más remota antigüedad se reconoció la importancia de esas voces para hacer investigaciones lingüísticas, por su carácter doble de nombres propios, que tienen a la vez una significación común a varias cosas o a una especie. Comenzose a ver en el lenguaje la oposición de antiguo y moderno, propio y común, primitivo y derivado, y se estableció como base de la etimología la semejanza de sonidos; porque lo que se parece en la significación es también semejante según el sonido. En la Biblia se dan explicaciones etimológicas de muchos nombres propios de personas y lugares, como del apelativo de mujer ishshah. Mucho más frecuentes son estos ensayos en los libros de los indios llamados Brahmanas, compuestos cerca de mil años antes de Jesucristo, y en los cuales el espíritu especulativo y filosófico, [62] de este pueblo trata de ver, no sólo el origen de la palabra, pero lo que a veces es para él más importante, la naturaleza del objeto designado en ella.

     Ya en las antiquísimas canciones del Rig se encuentran muchos juegos de palabras que designan dioses, y alguna o varias cualidades a la vez. En la Biblia son éstos retruécanos y juegos muy comunes en toda clase de composiciones, especialmente en las poéticas y proféticas; y es tal la inclinación de los escritores sagrados a ese género de juguetes de vocablos, que a veces oscurecieron el sentido. Así en Gen. 4, 1. Caín, de Kana, poseer; 25, Seth, de sheth, puso o fundamento; 17, 5, Abraham de ab-ramhamon, padre de una excelsa multitud; Sara, de shara, princesa, y otros muchos. En el Rig-veda, Indo se compara con Indra; Indravâyû, con Indavo; vâyavâyahi, con Bayu; Savitâ, con Savishad; Suvasi, con Suvatâd; suvâti, con savita, y así otros. También se hallan en Homero; y hasta el chino hizo un esfuerzo por vencer la imperfección y rigidez de su idioma, que nada se presta a semejantes artificios. En chino es la escritura mucho más rica que el idioma hablado, porque varias palabras pueden tener el mismo sonido y escribirse de distinto modo; indicaciones o determinaciones etimológicas deben fundarse, pues, en la escritura; porque el sonido es idéntico, y solamente del signo gráfico se deduce la significación.

     Los procedimientos seguidos por pueblos salvajes, al determinar la etimología de las palabras, fundados en alguna circunstancia especial, en nada difieren de los que han establecido los gramáticos; unos y otros siguen leyes naturales; aquí vemos de nuevo la relación que existió en los primeros tiempos entre la naturaleza y el espíritu del hombre, y cómo ambos trabajaron de acuerdo en la formación del lenguaje. Los primeros hombres seguían sin trabajo los impulsos de su tierna y ligera fantasía, y veían en circunstancias o fenómenos inapreciables para nosotros, motivo para dar nombre a un objeto: Caín, Seth, Noé, Peleg, Abraham, Israel, Bâbel, Beersebá, Bethel, Moriah, Majanaim, Abel, Mizraim, Dan, Gad, José, Salem, Sabbat, y otros muchos, son ejemplos bien claros de eso; y los frecuentes retruécanos o juguetes de palabras, de que antes hemos hecho mención, lo confirman. [63]

     A medida que el lenguaje se desarrollaba, hízose necesario determinar y establecer leyes, que ya el individuo observaba sin darse conciencia de ello; divídense para eso los sonidos en clases o grupos, según sus categorías, que facilitan notablemente el estudio de sus cambios, y la determinación de las leyes que rigen a ellos; así ha podido buscarse el origen de muchas palabras, cuyo sonido y significación difieren notablemente, en una raíz común. Por ejemplo, las voces alemanas kunst, arte, kunde, noticia, können, poder; y las inglesas can, poder, know, saber, gr. gignosko, lat. cognosco, del sanskr., hña; y hallarse relación de parentesco en otras que aparentemente no presentan más analogía que la de significación; como entre el lat. lingua, ingl., tong, alem., zunge, y el sanskr., chihvâ, lengua, cuya relación se explica por cambios de sonidos regulares y repetidos en gran número de palabras, los cuales son independientes de la significación, que puede quedar la misma, como vemos en la última palabra. El sanskrit çvan ha sufrido una serie de cambios en los diferentes idiomas de nuestra gran familia, tales, que harían imposible reconocer su origen común, si no fuesen regulares y tuviesen otras analogías, según las cuales el lingüista ha establecido determinadas leyes; por el cambio frecuente de v en u ha pasado en gr. a ser kuón, lat. canis, del gen. gr. kunós, zend çpâ, alem. hund, perro. Por la ley de permutación que examinaremos después, y los cambios mutuos de las líquidas r, l, n, conocemos el parentesco del gr. kártos y del alem. held, héroe.

     La lingüística no puede llegar a obtener estos y otros resultados sin el apoyo de ciencias auxiliares; se vale de la filosofía para establecer los principios de gramática general; por medio de la fisiología estudia la estructura y mecanismo de los órganos del lenguaje y la producción de sonidos articulados; con el auxilio de la geografía física y meteorología determina la influencia que la posición topográfica de un país ejerce sobre el carácter de la lengua. En esto tenemos una prueba más de su relación con las ciencias físico-naturales, pero ya hemos indicado en qué sentido debe entenderse esa relación. El agente que obra en el desarrollo y formación del idioma son seres inteligentes; el material, sonidos articulados y significativos; el producto, un sistema de sonidos, [64] que son la expresión del pensamiento; en las ciencias físico-naturales, agentes y producto son materia.

     El hombre recibió con el ser el fundamento sobre el cual libremente pudiera construir el edificio de la lengua, y sobre una misma base se trazaron planes, conformes al gusto y capacidad de los arquitectos; es decir, al carácter, genio, posición topográfica y demás agentes exteriores que obraban incesantemente sobre cada sociedad parcial de las que constituían la humana, para combinar y dar forma a los elementos por medio de los cuales su espíritu pensador se manifestaría hacia afuera. Estas causas, en unión con la inteligencia libre, serían suficientes para producir la variedad de sistemas gramaticales que nos presentan las diferentes clases de lenguas.

     Nuestras afirmaciones respecto al estado y carácter de las lenguas en tiempos prehistóricos han de fundarse en hechos repetidos, observados en varias épocas y distintos idiomas, de manera que se confirmen mutuamente. El lingüista caminará vacilante y edificará sobre arena, si abandona la senda de los hechos y de la práctica en el estudio de un objeto que progresa como la inteligencia; en las investigaciones sobre nuestra lengua debemos partir de su estado actual hasta su origen, examinando por medio de las producciones literarias las fases que ha presentado en cada período y las modificaciones que ha sufrido; a medida que retrocedamos en el examen, la hallaremos más semejante al tronco con quien estuvo una vez unida, constituyendo un solo individuo, hasta que al fin vengamos al período en que principió a separarse de aquél por algunas particularidades apenas perceptibles, que dado el impulso se aumentaron en progresión geométrica. En pocos siglos se hizo del todo independiente, sin que bastasen a impedirlo las fuerzas poderosas y el atractivo de la bellísima literatura romana, que tendían a mantener la unidad do la lengua madre.

     Si la hermosa lengua de Roma, con el atractivo encantador de sus producciones geniales, vio separarse de su seno con tal rapidez miembros que pronto oscurecieron su gloria, ¿por qué no pudieron verificarse fenómenos análogos en los tiempos que precedieron a la historia, y mucho más fácilmente, cuanto que entonces [65] faltaban trabajos literarios reguladores del uso del lenguaje? Y si a esto se añaden los espantosos cataclismos y revoluciones que cambiaron la faz de la tierra y orden de las sociedades, se conciben todas las variaciones que se quieran suponer en las lenguas, hasta tomar las formas con que hoy se nos presentan, sin necesidad de acudir a los cálculos fantásticos de algunos filólogos y naturalistas de nuestros días, según los cuales el hombre lleva como mínimum 50.000 años!! de existencia sobre la tierra; opinión presentada y expuesta en algunas obras alemanas con increíble ligereza cual si los datos y hechos en que se la supone bien fundada fuesen otra cosa que hipótesis absurdas y que no van marcadas con el sello de la meditación y de la ciencia. (5)

     Aplicando al español el raciocinio de los sabios alemanes, debemos concederle, para formarse, desarrollarse y llegar al estado que tenía en el siglo XIII, un período de 2.000 años; la perfección, elegancia y riqueza que presenta en el Quijote exigen por lo menos 5.000 años, empleados en su elaboración, perfeccionamiento y desarrollo; y la fluidez y hermosura que ofrecen las composiciones de Hartzenbusch, Bretón de los Herreros, Fernán Caballero y otros literatos contemporáneos, pide el período moderado de 3.000 años; ¡y he aquí a nuestra pobre lengua llevando una vida lenta y miserable en un período de 10.000 años, sin haber llegado a la perfección! A tales extremos conduce el separarse del camino de los hechos, y perder de vista las innumerables causas que sin cesar trabajan en la elaboración de un idioma.

     Las palabras, aunque partes de un todo, son a la vez entidades aisladas e independientes, sujetas a variados cambios o modificaciones. Es de gran importancia para descubrir la etimología, examinar su naturaleza de simple o compuesta, primitiva o derivada; los sonidos de que se compone podrán en muchos casos decirnos, si pertenece al verdadero tesoro de la lengua, o si ha sido importada de fuera. En la derivación tienen ya lugar modificaciones notables, que a veces desfiguran la forma primitiva, para reconocer la cual debemos comparar las diversas formas que una voz toma en varios idiomas de la misma familia; el resultado será más seguro, cuanto mayor sea el número de lenguas que se tomen en la comparación. Las palabras compuestas ofrecen un [66] campo más extenso a nuestras investigaciones, por tener lugar en ellas generalmente cambios fonéticos más considerables y de grande importancia en estudios etimológicos.

     Los sonidos son volubles, como las ideas que designan, y sus variaciones tienen por objeto economizar y facilitar la pronunciación. Ejemplos de extremada economía nos presentan el inglés y el alemán en algunos dialectos vulgares: de boat-swain se hace bosn; de fourteen-night, fortnight; alem. gsi, por gewesen; wit por weite.

     Los cambios verificados en la flexión prueban más claramente la vida de la lengua, que parece obrar en su desenvolvimiento con energía propia. La primera persona singular, termina en sanskrit en mi, y sólo se ha conservado en algunos verbos griegos (conjugación en mi); sanskr, dadhâmi, gr. tithêmi; pero sanskr. bharûmi, gr. ferô, fero; restos de esa terminación quedan en el latín sum, inquam; en el persa am, dâdam, ingl. am, soy: las terminaciones del plural masi, tasi, nti; ejemplo: sanskrit de los vedas, lagamasi, lagatasi, laganti, nos adherimos, etc., sufrieron su primera mutilación en el latín legimus, legitis, legunt; godo, ligam, ligith, ligand. Mas tarde se colocaron los pronombres personales antes del verbo, y las terminaciones vinieron a omitirse por inútiles. El alemán conservó dos: wir liegen, ihr lieget, sie liegen; anglo-sajón una sola: en presente, ath; imperf., on, wie, ge, hi, liegath; nosotros estamos echados, etc.; el inglés omitió toda terminación: we, ye, they lie.

     El sanskrit antiguo de los vedas poseía una conjugación rica y perfecta; el clásico perdió varias formas y tiempos; aumentáronse las pérdidas en griego, godo y latín, hasta que algunos idiomas germánicos, como el inglés, apenas conservaron restos de conjugación, predominando los auxiliares y el cambio de vocales en cierta clase de verbos: alem., singen, sang, gesungen; inglés, sing, pres.; sang, imperf.; sung, partic., cantar: kommen, kamm, gekommen, venir; ing., come, came, come. Los idiomas neo-latinos conservan gran parte de sus antiguas terminaciones, en cambio de lo perdido en la declinación, que ha desaparecido por completo en algunos de ellos (V. los paradigmas, Apénd. II). En el sanskrit clásico vemos ya confusos los ocho casos de la [67] declinación, con sus terminaciones, y poco precisos en el zend; el griego y latín distinguen solamente cinco terminaciones; el alemán, tres; mientras que el inglés, siguiendo su sistema de simplificación, conserva restos de la antigua declinación en algunos pronombres únicamente. La misma decadencia ha sufrido el género.

     El axioma, «nada se pierde en la naturaleza», puede aplicarse también al lenguaje, en el cual toda pérdida recibe sustitución. Las ideas emitidas una vez por la inteligencia humana no desaparecen más; sólo se sustituyen o se modifican conforme a las necesidades del progreso intelectual, y el lenguaje sigue la marcha de las ideas. No solamente se verifican en él cambios y pérdidas de sonidos, sino que de los ya existentes se originan otros nuevos. Los sonidos e, o, son probablemente posteriores a las demás vocales, como lo prueba el que dichos sonidos se hallen en sanskrit únicamente bajo la forma de vocales largas, o mejor, diptongos, que pudieron proceder de la fusión de a+i el primero, y a+u el segundo (así en francés y en otros idiomas). Cuando una de estas vocales-diptongos se convierte en la simple correspondiente, es porque el acento ha pasado a otra sílaba; vemos esto en el griego, féugô, pero Aoristo II éfugon, huyó.

     Sostienen algunos filólogos que esas vocales-diptongos son anteriores a las simples, y que éstas se originaron por descomposición, como los sonidos exclusivamente sánskritos r, l vinieron de ar, al: en este caso pudiera afirmarse lo mismo de todas las vocales simples i, u, de ay, aw, o de ya, wa; según lo cual, en un principio hubo solamente semivocales, hasta que nació la vocal a, que luego dio origen a todas las demás: la raíz scrib sonaría entonces sacarayaba, o sin vocales, scrb, ambas cosas contrarias al espíritu de nuestros idiomas. Además, si eso fuese cierto, no hubiera sido posible formar palabras por imitación de sonidos, porque en ellas son indispensables las vocales, y esas voces son tan antiguas como el lenguaje.

     Toda distinción inútil desaparece con el tiempo, quedando lo necesario para la claridad, como hemos indicado al hablar de las modificaciones que ha sufrido la flexión en la familia indo-europea. A veces ni aún se atiende a esa bella cualidad, como el inglés, que no distingue entre muchos participios y pretéritos, y da [68] lugar a confusión: put, poner; puso, pongo y puesto; bound, etc. Muchas de estas modificaciones, verificadas, ya en la flexión, ya en la palabra o en el sonido, que en ocasiones desaparece por completo, son hasta hoy un misterio para el lingüista, para quien es de la mayor importancia buscar el origen de todos los fenómenos que indican la vida y desenvolvimiento del lenguaje. Nadie puede determinar la causa de la dificultad que encuentra un pueblo en la pronunciación de ciertos sonidos, o lo que guió a otros al poner límites a la terminación de sus palabras; el hombre, aunque libre en el uso del lenguaje, no hace en él cambios caprichosos, siguiendo casi siempre analogías determinadas. Él solo es capaz de pronunciar todos los sonidos conocidos, si su ejercicio principia a tiempo en que los órganos del lenguaje no hayan adquirido hábitos especiales, que les sirvan de impedimento para expresar otros diferentes de los acostumbrados. Aún después de adquirir una costumbre le es más fácil acomodar a ella lo que recibe de fuera, que abandonarla o cambiarla por otra.

     El círculo de ideas en que se mueve la humanidad está en continua evolución y se ensancha diariamente; ideas antiguas dan lugar a otras nuevas, y las palabras que las designaban, o reciben distinta significación, o sufren la misma suerte que ellas, conservándose en el tesoro lingüístico como anticuadas: tales palabras nos señalan el camino que la lengua ha seguido en su desenvolvimiento, y nos indican el estado de cultura en que se encontraba el pueblo en una época anterior a nuestras noticias históricas, puesto que las pérdidas y cambios en el lenguaje tienen especialmente lugar en términos técnicos de ciencias y artes. Entre dos sinónimos se conserva a menudo uno solo, sin otra causa para la elección que el gusto del pueblo, penes quem est jus et norma loquendi. Otro fenómeno, acaso más digno de estudio, es el cambio que la significación de una palabra ha sufrido en diferentes períodos, en lo cual está el verdadero desarrollo de la lengua; comparando estos diferentes significados en varios períodos, vendremos en conocimiento del primitivo; por un procedimiento análogo llegaríamos a conocer la forma que pudo tener la palabra en su origen. En todo esto vemos que la lingüística tiene analogía con la historia. [69]

     A veces varía una voz en la pronunciación solamente, quedando idéntica en la escritura, de lo cual presenta numerosos ejemplos el inglés, donde, como hemos visto anteriormente, han dejado de pronunciarse algunas consonantes iniciales y en medio de dicción: knife, pr. naif, cuchillo; knight, pr. nait, caballero; calves, pr. cavs, terneros, y otros muchos. Por una serie de cambios sucesivos viene a separarse una palabra de un mismo idioma en varias con distinto sonido y significación, y sería imposible reconocer la identidad de origen en ellas sin compararlas con voces análogas de otras lenguas: las voces gr. gunê, mujer, y anax, rey, apenas conservan semejanza de sonido; pero la forma dialéctica bana, usada en lugar de gunê; y las voces germánicas, inglés, queen; alemán, königin, reina, y könig, rey, cuyo parentesco genealógico con las dos voces griegas es evidente, indican su origen probable de una raíz común; acaso gva, de la que, cambiando la semivocal en su vocal respectiva, e interponiendo la nasal, resultó gunaik, que dio origen a las dos mencionadas. De este modo los cambios del sonido pueden enriquecer el lenguaje multiplicando sus voces; pero en otros casos le empobrecen, porque muchas palabras que por pérdidas de sonidos conservan una pronunciación desagradable, son desterradas del uso común; así es probable que algunas lenguas no tengan hoy todos sus sonidos primitivos (el zend y los idiomas semíticos, por ejemplo). Por medio de un examen detenido de estos y semejantes cambios, que modifican y hacen variar el aspecto exterior del lenguaje, llegaremos a descubrir todas las ramificaciones en que se ha dividido una raíz; pero los resultados de nuestro estudio etimológico serán mayores y más seguros si comparamos entre sí todas las raíces de una misma familia lingüística que presenten relación de parentesco, aunque ésta sea sólo de sonido. El estudio comparativo, del que hoy se hace aplicación en todas las ciencias, es más general y más seguro en sus datos y resultados.

     Antes de terminar este artículo no podemos pasar en silencio la importantísima ley o regla de permutación, descubierta por el alemán Grimm, quien la expuso con maestría y confirmó con gran número de ejemplos en su Gramática Alemana. (6)

     Según la regla a que nos referimos, las nueve letras mudas [70] sufren un cambio regular y fijo al pasar (en raíces o palabras) de una lengua a otra, en el cual siguen siempre un orden invariable y determinado. La permutación sólo tiene lugar en idiomas de nuestra familia, los cuales se dividen en tres series, correspondientes a las mismas de las letras mudas.

     En la primera serie se cuentan: sanskrit, griego y latín; en la segunda, godo, antiguo sajón, anglo-sajón, escandinavo y bajo alemán; en la tercera, antiguo, medio y nuevo alemán, si bien estos dos últimos se apartan a veces de la regla.

     No se comprenderá bien ésta sin recordar antes que las letras mudas se dividen en labiales, dentales y guturales, según el órgano que más contribuye a su pronunciación; y según la naturaleza de ésta y su mayor o menor intensidad, se dividen en medias o suaves, tenues o fuertes y aspiradas. Se verifica según la regla de permutación, que: La letra media de cada uno de los tres grupos orgánicos, al pasar de la primera a la segunda serie, se cambia en su tenue respectiva; ésta, al pasar a la tercera, en aspirada, y así sucesivamente:

        Primera serie. Segunda serie. Tercera serie.
Media. Tenue. Aspirada.
Tenue. Aspirada. Media.
Aspirada. Media. Tenue.

     Esta ley, que con regularidad se extiende a las tres clases de consonantes mudas, no obstante las excepciones que presentan algunas lenguas de las tres series, es uno de los hechos de mayor aplicación que nos ofrece la historia del desenvolvimiento del lenguaje, a la vez que uno de los fenómenos más notables y difíciles de explicar que se han descubierto en la misma. Compárese, para mayor claridad, la tabla siguiente con los ejemplos que la acompañan. [71]

     EJEMPLOS: S. padas, gr. pous, l. pes, go. fôtus, alem. ant. vuoz, al. m. fuss, pie. S. pitar, gr. patêr, l. pater, go. fadrs, al. a. vatar, ingl. father. S. bhu, gr. fu, l. fui, ang. saj. beon, al ant. pim, soy. L. frango, go. brikan, al. ant. prechan, l. caput, gr. kefalé, go. haubit, houpit, al. haupt, ant. al. haubit, angl. saj. heafod, cabeza. L. tenuis, tener, ant. al. dunni, go. danyan, ant. al. denen, ingl. thin, s. dantas, gr. odontos, l. dentis, go. tundus, ant. al. zand, mod. zahn, diente, l. videre, go. vitan, ant. al. wizan, gr. thura, go. daur, ant. al.tor, mod. thüre, ingl. door, puerta, l. cor, gr. kardía, go. hairtô, ant. al. herza, mod. herz, gr. jórtos, l. hortus, go. gards, ant. al. karto, ingl. garden, huerto, jardín.

     Por estos y otros muchos ejemplos que pudiéramos citar, se ve que es preciso distinguir; a., los cambios que sufre un sonido al pasar de una lengua a otra, como en s. padas, gr. pous, l. pes, go. fòtus, alem. vuoz, fuss; b, de un dialecto a otro, dial. dor. kôra, kourê, jonie. kórê, atic. Virgen; c, en una sola lengua cuando la palabra puede emplearse en diferentes formas; alem. nackend, nackt, desnudo; athem, odem, aliento; así nuestro crear, criar, creador, criador.

     En el estudio de los cambios que se refieren a la cuantidad de las vocales se ha introducido claridad y método, con la distinción hecha por los gramáticos indios de Guna y Vriddhi; dos aumentos de diferente valor, que reciben las vocales, siguiéndose reglas fijas en sanskrit, y en muchos idiomas próximos a él, como el griego. Para formar el guna de i, u, se les antepone â, resultando ai=ê (francés ai), y au=ô (francés au); el vriddhi se obtiene [72] anteponiendo â a dichas vocales, y resulta âi, âu, que se pronuncian como diptongos; del verbo sanskrit i, con guna=êmi, gr. éimi, voy; pero imas, imen, vamos; de budh, con guna=bôdhami, sé, como en griego féugo, huyo, pero éfugon aor. y sanskrit abudhan, sabían.

     En latín existe también una prolongación semejante de la radical; lego, legi, pero es más común el abreviarla, especialmente si la palabra recibe algún aumento, así placeo, displiceo, facio, efficio. Observaciones de este género, hechas en otros idiomas nos darían a conocer las causas de prolongaciones y abreviaciones de vocales, aparentemente arbitrarias, pero que sin duda se podrían clasificar descubriendo las leyes gramaticales en que se fundan.

     Si comparamos las dos lenguas germánicas, inglés y alemán, veremos que una media del primero (d por ejemplo) corresponde a una tenue del último (t); así: dance, tanz; day, tag; deep, tief, profundo; el alemán hace a veces de la t inglesa s o z; foot, fuss; to, zu; two, zwei. La d alemana corresponde en muchos casos a la th inglesa: dein, thine, tuyo; bad, bath, baño; ding, thing, cosa; denken, think, pensar. Entre inglés y latín podríamos observar una correspondencia de sonidos análoga a la que hemos notado entre alemán e inglés: two, duo; tooth, dens. Pasando en silencio otras observaciones de este género, por no dar demasiada extensión al artículo, haremos solamente notar que las tres series de mudas, tenues, medias y aspiradas, han sufrido una permutación de una lengua a otra con regularidad, de tal manera, que el godo con las lenguas germánicas quedan en el medio, y sólo el alemán da un paso más, y permanece en uno de los extremos.

     Una palabra puede ser un compendio de historia si conocemos los motivos que dieron origen a su significado; el inglés alms, proviene del latín eleemosina, acaso por el intermedio del anglosaj. almes, alem. almosen, franc. aumône, limosna. Inglés priest, es el alem. priester, francés prêtre, presbyter, griego presbyteros, anciano y sacerdote; su significación ha variado con la forma. Del latín pono, positum, hizo el inglés y alemán post, nosotros posta (y acaso poste). Las expresiones cabeza, tronco, raíz, corte, etc., han recibido significaciones muy variadas, permaneciendo [73] idéntica la escritura; imposible sería al lingüista especificarlas y determinarlas todas, pero es deber suyo establecer reglas que sirvan al escritor de norma para hacer el uso conveniente de ellas.

     El tránsito de significación concreta o física a significación abstracta es de los fenómenos más importantes que se ofrecen en el estudio de lenguas, y que hacen ver su desarrollo y la vida intelectual del pueblo. Frases, modismos y proverbios siguen también el círculo de revoluciones que al cabo de algunos siglos harán cambiar la faz del idioma, abriendo nuevo campo a los trabajos del lingüista; ¡cuanto hay que estudiar en un proverbio!

     No es posible determinar siempre las causas de semejantes cambios, porque generalmente se verifican sin conciencia de la nación que les acepta. Algunas palabras tuvieron un principio histórico, que nos da luz acerca de su etimología. El vestido blanco que llevaban ciertos empleados romanos les mereció el nombre de candidati, dado posteriormente a todo el que aspira a algún empleo o dignidad.

     La generalidad de los hombres puede muy bien usar tales palabras en su verdadero valor sin conocer las causas o circunstancias de su origen; mas el lingüista, que debe sacar de sus investigaciones todas las noticias posibles relativas a la cultura e historia de los pueblos, no ha de ignorar esas particularidades donde las pueda adquirir, o faltará al fin que se propone. La formación y derivación de palabras es un acto del entendimiento, que obra bajo ciertas impresiones y circunstancias, de manera que las investigaciones lingüísticas dan también resultados históricos; muchas expresiones arriba mencionadas, y otras como: S. o máh, ingl. moon, alem. mond., luna, del sanskrit mâ, medir; romántico de Roma; pagano de pagus; esclavo de eslavo, slavus, etc., confirman lo dicho.

     ¿Cuáles son las causas que producen estas evoluciones en el desenvolvimiento del lenguaje? La influencia del clima, las circunstancias exteriores, el trascurso del tiempo, el desarrollo intelectual, y demás agentes de este género, no explican suficientemente un fenómeno tan universal como es el cambio de sonidos; acaso debamos buscar la causa principal en ellos mismos; es decir, en la antipatía o simpatía que tienen ciertos sonidos a unirse [74] con otros de la misma clase o diferentes: y que dan lugar a la asimilación, interposición de sonidos eufónicos, trasposición y aun omisión de otros incompatibles. Cuando, al añadir la terminación de flexión a la raíz, se ponen en contacto sonidos que, por ser incompatibles, no pueden seguirse inmediatamente, se hace necesario el cambio de uno de ellos, o la fusión de ambos en uno solo: scrib-tum y el gr. graf-so dan lugar a grapso, escribiré. Se permite la unión de estos sonidos incompatibles cuando se suprime alguna vocal que les unía; en alem. schlagt por schlaget; haupt por haupit, cabeza.

     Entre las muchas causas que producen cambio en las vocales, es acaso la más poderosa y universal el paso del acento a alguna de las sílabas extremas de la palabra; este fenómeno, que merece un estudio especial, es muy común en sanskrit, en zend, y más aún en hebreo, donde constituye uno de los principales medios de flexión; dábar, palabra, pero Debár Yehovah, palabra de Dios, por haber pasado el acento a Yehovah: así en alem. widerspruch, contradicción, y widerspréchen, contradecir; úrlaub, permiso, y erláuben permitir.

     Causas físicas afectan de una manera poderosa y permanente al lenguaje, cambiando las circunstancias y condiciones bajo las cuales vivía la sociedad, y a las que había adaptado un idioma. Una pequeña colonia que ha pasado algún tiempo aislada de la madre patria; rodeada de pueblos poderosos y civilizados, habrá recibido sin darse conciencia de ello gran número de elementos extranjeros a su lengua, perdiendo otros propios que la sean inútiles en las nuevas relaciones y manera de vida que haya emprendido. El círculo de ideas ha variado con los objetos, y la lengua sigue la marcha de los entendimientos, creadores de las ideas.

     Todos los pueblos producen hombres sobresalientes, y genios que en las diversas edades son depositarios de la literatura nacional, que recibe con especialidad, de ellos, nuevo impulso con el carácter particular y distintivo de la época: cuando circunstancias especiales hacen que esos genios o inteligencias privilegiadas no aparezcan entre la literatura en un período de postración y decadencia, cuyos efectos se mostrarán igualmente en la lengua. [75]

     Hay períodos en que las producciones literarias toman un carácter puramente religioso, y la casta sacerdotal, utilizando en provecho suyo y de las letras esta circunstancia, se erige en guardián del tesoro de la literatura y única conservadora de la lengua. De este modo, ocultándose al pueblo la primera, que viene a ser para él como un misterio, pierde el conocimiento de una y otra; segrega y modifica, convenientemente aquellas formas y voces del idioma perdido, que más impresión habían hecho en su espíritu, con las cuales crea un dialecto o dialectos, que por la sencillez de su estructura y mecanismo satisfacen mejor las necesidades ordinarias de la vida; con este trabajo queda marcada la línea de separación entre el dialecto alto o sagrado y los vulgares nuevamente formados; el primero permanece estacionario e invariable, como los dogmas en él depositados. Los segundos entran en el camino de su desenvolvimiento histórico, y pronto nace en ellos una literatura toda nacional emanada del espíritu del pueblo.

     Tal fue el origen de las lenguas muertas, llamadas también sabias por hacerse uso de ellas en materias científicas. El antiguo egipcio se conservó como lengua sagrada, con su escritura jeroglífica, entre la casta sacerdotal, mucho tiempo después que el pueblo había formado para sí un dialecto y escritura diferentes, aunque derivados de los tipos primitivos. El mismo carácter tiene hoy el zend entre los sectarios de Zoroastro; y el sanskrit entre los sacerdotes brahmanes, quienes le estudian con infatigable celo y durante muchos años bajo su antigua forma, en que fueron compuestos los cuatro vedas, entre tanto que el pueblo tiene ya formados gran número de dialectos, que han dado origen a nuevas literaturas.

     Filólogos modernos afirman que el lenguaje tiende a unirse y a hacerse uniforme, de múltiple y diverso que era en su principio, dando a los dialectos prioridad sobre la lengua con quien tienen relación de parentesco. Contra esta opinión, cuyo único fundamento es el odio de sus autores a las tradiciones bíblicas, están todos los resultados obtenidos en filología, según queda indicado en el artículo anterior. La naturaleza del lenguaje, y fuerzas que obran en su formación y desenvolvimiento, son en todo tiempo esencialmente idénticas; iguales efectos suponen las mismas [76] causas; los dialectos antiguos tenían el mismo origen que los de hoy y nacían de un tronco común; esto es lo únicamente probable, pues faltan hechos que hagan ver lo contrario. Por la historia de las lenguas sabemos que la palabra verdad, con sus ramificaciones verita, verité, verity, tuvieron nacimiento en el latín veritat, nom. veritas; y padre, ingl., father; angl. s., foeder; holand., vader; alem., vater, pater; gr., patêr; persa, pidar, son formas de un tipo primitivo, que le tenemos acaso en el sanskr., pitar.

     He demostrado prácticamente cuál debe ser el objeto especial de las investigaciones del lingüista. Un estudio material y humanístico de los idiomas, reporta escasa utilidad a la ciencia, si se le toma como fin, y no como medio para hacer otros estudios superiores y más profundos, los cuales, sin embargo, deben limitarse al idioma. Sólo se conocerá éste después de haber hecho un estudio analítico, pudiéramos decir anatómico, de todas sus partes y elementos que le componen. Ya hemos visto en parte, y conoceremos mejor en el curso de este libro, el modo con que debe proceder el filólogo en sus investigaciones, y lo que puede ser objeto de éstas.

     Es opinión, o mejor dicho, preocupación dominante en algunos círculos literarios, que la filología no tiene importancia especial, o porque sus resultados no son tales ni tan grandes como se les supone, o porque faltando en ella principios fijos y fundamentales, no presenta seguridad en sus datos. Los que esto afirman son de aquellos que opinan y juzgan, con autoridad propia, de las cosas sin conocerlas, o que establecen como única norma y móvil de sus acciones lo materialmente útil; la ciencia, por consiguiente, pierde poco con sus votos. La filología general es una ciencia histórica; sus datos son hechos; sus principios y leyes fundamentales están tomados de la experiencia; su aplicación es universalísima, pues de ella se han de valer todas las ciencias y artes para estudiar los adelantos de los pueblos, especialmente antiguos, en todos los ramos del saber; y por lo tanto, sus resultados son grandiosos, ciertos y basados en la sana crítica. ¡Sin la filología y la lingüística, las ciencias y artes de los pueblos antiguos orientales serían para los modernos escombros y ruinas! [77]



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- IV -

Método de la lingüística

     Por lo expuesto en los artículos anteriores hemos podido convencernos de que todas las lenguas, mientras sirven o sirvieron al hombre de instrumento o medio para manifestar sus ideas, siguen el mismo camino que éstas. Los idiomas de aquellos pueblos que más se resistieron a admitir de fuera cosa alguna contraria a sus costumbres y creencias, no pudieron substraerse al común destino. Lenguas en que, por su sistema de escritura, todo cambio verificado en un sonido lleva consigo el de la palabra, no tuvieron medios para oponerse al impetuoso torrente de ideas, que puestas en perpetuo movimiento, las arrastraba en su marcha, diferenciándose el resto el lenguaje de la naturaleza, la cual siempre se mueve en un mismo círculo; aquél es progresivo como el espíritu, mostrando constantemente cosas nuevas; ésta carece de historia porque es invariable en sus producciones cuando la mano del hombre no obra en ellas.

     De las indicaciones hechas anteriormente sobre los objetos que deben ocupar al lingüista en sus investigaciones, resulta que el método y resultados de una ciencia cuyo carácter es histórico; que aspira a comprender y conocer la naturaleza, oficio y origen del lenguaje, estudiando su desarrollo; trazando los cambios que ha sufrido al pasar de una generación a otra -de una raza a otra, -dependen del número y valor de los hechos con que esas variaciones históricas puedan comprobarse. El estudio analítico [78] de un idioma podrá suministrarnos pruebas inequívocas de su desenvolvimiento, pero nos quedarán puntos desconocidos u oscuros en la vida de la lengua, que sólo se explicarán por medio de la comparación de los dialectos antiguos con los modernos. Esto se comprenderá fácilmente si se atiende a que cada dialecto, al separarse de la madre común, conserva una porción de la herencia primitiva; es decir, de los elementos que formaban aquélla. La comparación de las formas, semejantes en todos, nos lleva al conocimiento de la primaria que las dio origen. Una falta, irremediable hasta cierto punto, es la carencia de documentos antiguos; pues la literatura de muchos de estos dialectos se reduce a fragmentos de traducciones bíblicas, o a un pequeño número de canciones nacionales.

     El término hasta donde podremos llegar en la historia de una familia lingüística por la comparación de dialectos contemporáneos, varía según el grado de relación o parentesco que les una, y la antigüedad de sus formas: dialectos más antiguos nos presentarán mejor la estructura del idioma primitivo. Cuando conozcamos éste, como en los idiomas neo-latinos, nos será fácil determinar las leyes que rigieron a su formación y desenvolvimiento histórico, con mayor precisión y certidumbre que lo hiciéramos si, faltándonos tal punto de partida, hubiésemos de restaurar sus formas, y en general su estructura, solamente por comparación y deducción.

     Allí donde se haya conservado un conjunto de dialectos antiguos y modernos, habrá menos dificultad en reconstruir el edificio de la lengua madre que les dio ser; pues todos conservarán elementos que les fueron propios, a distancias diferentes del manantial, los cuales nos marcarán la dirección de las corrientes dialectales, hasta que los veamos converger en el punto de donde partieron.

     Tal ventaja en la gran familia indo-europea, cuyo desarrollo, crecimiento y ramificaciones ocupan un período de más de cuatro mil años; y la variedad de fases, aspectos y formas que presentan sus numerosos dialectos han dado al filólogo una idea de los procedimientos que otras familias, en las que faltan datos de esta especie, pudieron seguir un su desenvolvimiento y ramificación; [79] esta sola circunstancia bastaría para dar a nuestra familia una importancia sobresaliente en la filología, y por eso será siempre objeto privilegiado de investigaciones lingüísticas, y punto de partida en ellas.

     Comúnmente se estudia la lengua patria por rutina, y sin darnos conciencia de los fenómenos que en ella observamos. Al hacer investigaciones sobre otro idioma, se nos presentan las diferencias que le separan del propio, y sometemos también éste a nuestro examen. Quien no conoce alguna lengua extraña parece como si nada supiera de la propia; porque el estudio que hacemos de aquéllas despierta en nuestro espíritu la conciencia de los fenómenos observados en ésta.

     La historia de la filología nos enseña que los verdaderos trabajos gramaticales sobre un idioma principian cuando muere para el uso del pueblo. Los griegos apenas dejaron trabajo alguno sobre la lengua que no fuese un interés de la filosofía; sus obras gramaticales son muy posteriores al período de la literatura clásica, cuando ya sus producciones eran tratadas como cosa extraña y habían caído bajo el dominio de la crítica y de la explicación científica; casi lo mismo pudiera asegurarse de los indios, únicos entre los antiguos que en este punto hacen excepción; porque los romanos, sabido es que no tuvieron aquí trabajos propios, y sí sólo imitaciones o productos de los griegos. (Véase art. XIII. 7)

     El método seguido en el estudio de las lenguas ha de ser tal que conduzca al fin; si no es acertada la elección de medios, los resultados no serán satisfactorios. El que proponga hablar y escribir un idioma con facilidad y corrección ha de darle en su espíritu una existencia igual a la que tiene la lengua patria; cosa que de ninguna manera es imposible. La naturaleza del hombre es una; idénticas en todos sus facultades intelectuales; el mismo esencialmente el espíritu que les anima; y siendo el lenguaje la expresión del espíritu que piensa, cualquiera lengua podrá servir para ese fin, y aun dos o más al mismo tiempo, aunque afirmen lo contrario algunos frenólogos y filólogos modernos; cierto es que la lengua patria adquiere un predominio sobre el espíritu superior a cualquiera otra. [80]

     Inútil sería aplicar un método científico para aprender a hablar lenguas modernas, pues no es necesario ni importa en este caso saber las causas de los fenómenos gramaticales, y sí los hechos mismos; es decir, práctica dispuesta como aplicación de una sencilla teoría, nos llevará rápidamente al objeto apetecido, mientras que discusiones filosóficas y aun simples raciocinios nos apartarán del mismo.

     Con razón se puede calificar de absurdo el parecer de aquellos que opinan ser la mera práctica medio suficiente y adecuado para aprender un idioma, esto puede hacer el niño que dedica largos años a ese único fin, cuando sus facultades superiores, abstraídas en la obra de su desenvolvimiento, no le dan lugar a reflexión, y es incapaz de teoría.

     Práctica y teoría se ayudan mutuamente y simplifican el trabajo de la inteligencia, puesto que la primera es confirmación de la segunda, y como el sello que la fija y da solidez en la memoria; la teoría nos enseña los principios que constituyen el mecanismo gramatical del idioma, y en ella debe presentarse un claro y sencillo bosquejo de su estructura, puesto que este conocimiento será la base de todos los ulteriores que intentemos adquirir del mismo. Pero este conjunto de reglas es sólo el armazón o esqueleto del edificio, que debe completarse y terminarse por medio de la práctica, de la cual el todo recibirá perfección y embellecimiento tales, que, despertando en nuestro espíritu una simpatía parecida a la que sentimos hacia el idioma patrio, hagamos uso de lo aprendido como de cosa propia y cual si no fuese recibido de fuera, con naturalidad y sin conciencia de las reglas que nos sirvieron de medio para llegar a ese resultado. Porque, si bien la teoría es y debe ser el principio y fundamento de todo género de estudios, y por lo tanto del lingüístico, pero cuando el espíritu conoce el ser verdadero de la lengua, los elementos que la constituyen, su naturaleza, y el uso de cada uno de ellos, se sirve de la lengua sin el auxilio de las reglas, porque la reflexión sobre las mismas es entonces un impedimento al ejercicio de lo adquirido por su medio.

     El fin a que aspiramos en el estudio de las lenguas sabias no difiere en lo esencial del que hemos indicado en las líneas precedentes [81] con respecto a las modernas; penetrar en el sentido de los clásicos, saborear sus producciones, y sacar de ellas los materiales que nos ofrezcan en su aplicación a los demás ramos del saber. Imitar a Cicerón y componer como Virgilio es un fin secundario y de poca utilidad, atendido el estado de las lenguas en que esos genios escribieron; más sublime ha de ser el objeto y fin a que aspiren el verdadero lingüista y filólogo, según por lo dicho anteriormente se comprende, y veremos mejor en el curso de estos artículos.

     Toda investigación que pretendamos hacer sobre las producciones literarias de un pueblo presupone el conocimiento de su lengua; intentar lo primero sin poseer el segundo, es querer penetrar en una habitación cerrada sin medios para abrirse paso. Ahora bien; los elementos esenciales en la estructura gramatical de todo idioma son idénticos; un sistema de sonidos más o menos complicado, partes de la proposición (2) en las que se designan sus relaciones por medio de flexión o cosa que haga sus veces (3), y una sintaxis, que corresponderá en desarrollo a la analogía, cuya aplicación sistemática es siendo lo esencial de todo sistema idéntico, llegaremos a comprenderle por medios semejantes, con pequeñas variaciones accidentales, consecuencia de la diversidad del fin.

     Aquí, como en los idiomas modernos, dará más rápidos y mejores resultados el método teórico-práctico; pero el material que constituya la práctica estará en armonía con el objeto que nos proponemos en su estudio; allí la tomaremos de la vida ordinaria, puesto que intentamos hacer uso de la lengua en la conversación y trato común; aquí los ejemplos deberán ser textos escogidos de los autores clásicos más acreditados, cuyas obras serán después objeto exclusivo de nuestra observación.

     Pero allí completaba la enseñanza el comercio con los demás; el pueblo era nuestro segundo maestro; aquí lo harán los clásicos, en cuyas producciones literarias vive únicamente la lengua. Allí, [82] luego que el idioma adquiría en nuestro espíritu una existencia independiente, abandonábamos la teoría, como impedimento al uso de aquél; en los segundos no debemos jamás perder de vista los preceptos en que se fundan los fenómenos de la lengua, porque su conocimiento es medio para adquirir el de aquélla, y a la vez fin de nuestras investigaciones. Del estudio de los clásicos saca el lingüista nuevas leyes, valiéndose de las ya conocidas, o rectifica la aplicación inexacta de otras, reconstruyendo y aun embelleciendo el edificio gramatical, principio y fundamento de todas las investigaciones y estudios filológicos.

     A tres pueden reducirse los métodos seguidos en el estudio de lenguas clásicas o sabias, los cuales por los procedimientos empleados pueden llamarse científicos, pero cuyos resultados son tan distintos como los principios en que se fundan. El 1.º, racional (subjetivo), da origen a la gramática racionada; el 2.º, histórico (objetivo), de donde viene el nombre de gramática histórica; 3.º, el filosófico (real), que corresponde a lo que se llama gramática filosófica.

     Síguese el primer método cuando uno se propone explicar, establecer y ordenar sistemáticamente las reglas gramaticales, obedeciendo como principio directivo en esta sistematización al entendimiento propio o del gramático que raciocina sobre las reglas por él establecidas. Éstas, fundadas en la razón subjetiva del mismo, y no en la naturaleza de la lengua o hechos sacados de la práctica y comprobados con frecuentes observaciones, están a veces en contradicción evidente con el uso. De aquí nacieron disputas entre las escuelas griegas, a cuya cabeza aparecen Aristarco y Krates, de los que el primero explicaba los fenómenos gramaticales de la lengua tomando como base la razón o analogía; el segundo la anomalía. Notorias son también las cuestiones tan frecuentes y acalorados debates que se suscitaron sin término entre los gramáticos árabes sobre el régimen de algunas palabras y otros puntos de sintaxis y aun de etimología, nacidos en parte del punto de vista subjetivo bajo el cual apreciaban los fenómenos gramaticales.

     El raciocinio del gramático no puede ser arbitrario, porque encuentra un límite en el uso; pero no logrará presentar con exactitud [83] el verdadero organismo del idioma, porque busca fuera lo que sólo en la misma lengua puede encontrarse: la causa de dichos fenómenos.

     Este método siguieron los antiguos, quienes por eso hicieron tan pocos adelantos en la filología. No investigando la lengua en ella misma, apenas resulta más que una gramática universal abstracta, a la que todos los idiomas pudieran acomodarse; un esqueleto al que falta vida individual; a veces una lengua fantástica, en la cual particularidades reales o positivas son una parte secundaria, predominando las generalidades; un conjunto de reglas sin enlace, que son la norma según la cual han de regirse las formas gramaticales y sintaxis; todo lo que no se acomode a esa norma se mete de la manera más cómoda posible en los recipientes universales, que se ha dado en llamar figuras, pleonasmo, elipsis y enalaje!!

     Las desventajas de un tal método son evidentes; la gramática es una ciencia práctica, cuyo fundamento son los clásicos, y la crítica racional ha de partir del estudio de los mismos, sobre todo cuando se proponga reformar abusos parciales; y puesto que sólo en las producciones que nos dejaron aquéllos tiene existencia el idioma, en ellas, y sólo en ellas, podemos buscar los principios que daban vida a su organismo.

     Al estudio subjetivo de la gramática racionada, que tiránicamente se atribuye el derecho de reformar la lengua, negándosele al uso del pueblo, verdadero maestro y dueño del lenguaje, se opone el histórico, que parte de la vida natural del idioma, manifestada en su desenvolvimiento sucesivo. La lengua tiene historia, como el hombre, y no se comprenderá su naturaleza y ser esencial si se estudia sólo en una época determinada; siendo la forma exterior que en ésta nos presenta, modificación de la que tuvo en tiempos anteriores, es preciso la estudiemos como es y como ha sido, para deducir de la comparación su verdadero ser y carácter. Allí donde encontremos variedad, junto con cierta relación de semejanza, podemos establecer comparación; y como los cambios realizados en la lengua no afectan a su naturaleza esencial, siendo sólo accidentales, hay en ellas una casa variable y otra permanente en íntima relación y enlace; el estudio histórico nos lleva, pues, [84] como de la mano al comparado, y es en realidad el mismo, aplicado a un círculo más extenso, porque estudiamos varias lenguas a la vez.

     Hemos visto cómo una lengua, en el curso de su desarrollo histórico, puede dividirse en varias ramas, que cuanto más se separan del tronco común, se hacen en su existencia más libres o independientes; al retroceder en nuestras investigaciones, y acercarnos a la fuente de que procedieron, encontramos en ellas analogías y semejanzas más notables; de modo que, si no conociésemos el idioma primitivo que les dio origen, llegaremos a un punto en que, si bien de un modo incompleto, podremos entresacar los elementos comunes a todos los individuos, y con ellos reconstruirle. Por desgracia, careciendo algunas o la mayor parte de estas lenguas secundarias de literatura, sólo nos son conocidas bajo la forma que tienen hoy, o que tuvieron en una época anterior, en la cual murieron, y de la que nos quedan acaso restos literarios; siéndonos, por lo tanto, imposible llegar hasta el punto en que todas deben fundirse en una. En la familia privilegiada indoeuropea se ha hecho un ensayo, que promete buenos resultados, para reconstruir el idioma primitivo. (8)

     La gramática comparativa saca a las lenguas del estado de aislamiento en que ordinariamente las estudiamos, presentándolas en la relación mutua y activa que corresponde a miembros de una misma familia, y expone esa relación y dependencia en sistemas genealógicos. Considerando a las lenguas bajo el punto de vista histórico, podemos formar una Gramática universal, -o sea Gramática-histórico-comparada, -muy diferente de la sacada por el método razonado que obtiene esa universalidad, haciendo abstracción de toda particularidad, mientras que aquí se abrazan los caracteres de las lenguas que, sin dejar de ser individuales, son comunes, para formar de ellos un todo organizado, pero compuesto de partes idénticas unas, y sólo análogas otras.

     Creo inútil ponderar aquí las ventajas de un estudio cuyos resultados positivos veremos prácticamente en los artículos siguientes.

     Si el naturalista examina y analiza los miembros que componen el organismo de un solo animal, explicará las funciones de cada [85] uno y aun su dependencia mutua, mas no conocerá a fondo la naturaleza de dicho animal, y menos su relación para con los demás de la especie; para esto necesita comparar su organismo con el de otros de la misma familia, etc. He aquí el camino que debe seguir el lingüista. Los idiomas se desarrollan en o por sí mismos, y en relación con los demás; querer, pues, conocer el carácter y forma de una lengua en los diferentes períodos de su desenvolvimiento histórico, o en uno dado, sin tornar en cuenta las que durante ese tiempo hayan podido ejercer alguna influencia sobre ella, es tan absurdo como intentar escribir la historia de un pueblo, sin mencionar los que han estado con él en continua relación y comercio; por eso del estudio de un idioma aislado sólo sacamos utilidad individual.

     La filosofía tiene por objeto examinar las leyes según las cuales se verifican, en circunstancias dadas, ciertos fenómenos; lo esencial y necesario en los objetos reales, y comprender la totalidad de hechos estudiados, dentro de un sistema regido por preceptos especiales. El lenguaje tiene también su filosofía, la cual toma en cierto modo sus principios de los dos métodos que acabamos de indicar, colectivamente considerados. La investigación subjetiva, sin embargo, recibe un carácter más universal; y la histórica no solamente mira en los hechos una serie de fenómenos, sino que estudia su significación, su enlace y las causas que han producido el desarrollo de la lengua; estúdiase en ésta lo que es, lo que debe ser, y por qué es así, y no de otra manera; los resultados obtenidos por el gramático histórico son el fundamento sobre que edifica el filósofo, siendo, por consiguiente, imposible comprender la filosofía de la lengua antes de conocer su mecanismo y estructura gramatical, en cuyo estudio toda discusión filosófica es inútil y perjudicial, según hemos dicho anteriormente. El filósofo considera el desarrollo de los idiomas como consecuencia necesaria de la idea y naturaleza del lenguaje, de su relación con las facultades intelectuales del hombre en general, y con el tiempo y nación que es objeto de su estudio, en especial. Abraza todas las particularidades que les caracterizan, no por examinar sus detalles, sino en cuanto tienen relación con la idea general del lenguaje. [86]

     La gramática comparada parte de la pluralidad de lenguas, y de sus caracteres aspira a formar una unidad. La filosofía se funda en la idea del lenguaje y deduce de ella la pluralidad, como consecuencia de esa misma idea, que se realiza en cada lengua. El objeto no puede ser contrario a la idea que le representa, y por eso ha de estudiarse la naturaleza del lenguaje en el hombre y en la lengua. Cuando la mirada, aguda del filósofo y lingüista haya penetrado en lo profundo del espíritu del uno y en el ser verdadero de la otra, podremos acaso responder a las preguntas: ¿Qué es el lenguaje? y ¿Cuál fue el origen del mismo? [87]



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- V -

Caracteres de animales de las lenguas. - Clasificación

     Antes de presentar la clasificación de las lenguas, expondremos brevemente algunos de sus caracteres generales, y los principios que deben servir de fundamento a aquélla.

     Las causas que contribuyen a metamorfosear el lenguaje son varias, y ya hemos visto que sus diferencias están en conformidad con las que distinguen a los pueblos. Mas siendo la naturaleza y facultades de éstos esencialmente idénticas, no pueden ser único origen de esa infinita variedad que encontramos en el horizonte del lenguaje; existen efectivamente otros motivos, cuya enumeración, en parte, queda hecha anteriormente. Atendida la multitud de lenguas que con el hombre pueblan la superficie de la tierra, sería imposible formar de ellas un cuerpo coordinado, y hacerlas objeto de investigaciones científicas, sin dividirlas en el menor número de grupos posible. Mas para esto es preciso sepamos las diferencias y analogías que separan y unen cada una de ellas con las demás.

     La relación entre el sonido y la idea que representa es sólo relativa; diversos sonidos pueden designar la misma idea, como distintos conceptos son expresados por sonidos idénticos (lat. laus, alem. laus). Algunos consideran el sistema de sonidos como uno de los caracteres que más distinguen un idioma, llegando a decir Humboldt que el sonido hace la lengua. (1) Es cierto que ejerce [88] una influencia poderosa sobre todos los fenómenos lingüísticos, y principalmente sobre la estructura gramatical; a los cambios eufónicos deben algunos idiomas semíticos gran parte de su flexión, y los indoeuropeos, sanskrit y griego esa armonía característica; pero no está aquí la esencia del lenguaje; pues en este caso, semejanza en los sonidos la supondría en los idiomas, cosa que no siempre tiene lugar.

     Los sonidos que designan sensaciones, y en parte los onomatopoéticos, son próximamente los mismos en todos los idiomas; pero siendo la expresión de la vida animal, o imitación de la naturaleza, tales sonidos no indican parentesco, por lo menos en el sentido que aquí le tomamos.

     Al dar nombre a un objeto púdose escoger aquel que designase a la vez alguna de sus cualidades sobresalientes; mas como éstas son o pueden ser distintas, cada pueblo expresó un mismo ser con nombre diferente, y aun en una misma lengua recibió diversas denominaciones; y aunque esto fuese sólo una suposición, importa tenerla en cuenta en las investigaciones etimológicas.

     Tres factores existen reunidos en una palabra: la representación, que excita en nosotros, del objeto; cualidad o signo característico que despertó esa representación, y sirvió de guía al determinar la palabra; y sonido que puede estar o no en armonía con dicha cualidad.

     Perdido el conocimiento de las circunstancias que sirvieron de base al nombre dado a un objeto, sólo nos queda el sonido material para determinar su derivación etimológica; mas éste engaña, si sólo se atiende al exterior: el alem. auge (ojo) nada tiene que ver con el gr. auge, y son idénticos en cuanto a la forma exterior; así la terminación o de la segunda declinación latina se creería una, si no supiésemos, por los idiomas con ella relacionados, que son dos, + populoi- populod = populo, por pérdida del último elemento.

     En la construcción gramatical se funda la diferencia esencial de idiomas; y su semejanza, acompañada de uniformidad en la manera de expresar las relaciones gramaticales, indica evidentemente parentesco; el sistema gramatical representa la manera de pensar del pueblo, y ambas formas son correlativas, aunque no [89] siempre concuerdan; hay pueblos que han alcanzado un grado de cultura elevado, y no desarrollaron su idioma hasta el punto que otros, cuya civilización es inferior. El parentesco de razas no supone el de lenguas, porque sabido es que el cambio de ideas, comercio, guerras, emigraciones, etc., ocasionan en la lengua variaciones que afectan esencialmente a su forma exterior; así los pueblos de la raza caucásica, finlandés y húngaro, hablan lenguas pertenecientes a la mogólica; muchas tribus eslavas se alemanizaron, mientras que las alemanas en Italia, España y Francia se romanizaron por completo; y los negros de Hayty han recibido la lengua francesa, como muchos otros pueblos del nuevo continente la española.

     Raíces o formas gramaticales, sufren cambios notables en el sonido, como ya hemos visto en el artículo anterior. Del mismo género son los cambios que afectan a la significación primitiva: así sanskr., plu (fluere), gr., plu, pleô, etc., navegar, nadar; polaco, plynac, id. = lat., pluit, llover; de donde vienen fluo, flos; alem., fluth, onda; blut, sangre; blume, flor, etc. Una palabra de igual derivación etimológica puede expresar diversos objetos: sanskr., vrika; zend, vehrka; godo, vulfs; alem., wolf, lobo, y lat., vulpes, zorra. Algunas raíces se conservan sólo en derivados en unas lenguas, debiendo acudir a otras para explicar su etimología: bräutigam = ant. alem., prutigomo, de gomo, =godo, guma, =homo, que ya no se conoce en el alemán.

     La identidad de raíces es de los signos más seguros de parentesco; entiéndese de la mayor parte y de aquellas que representan ideas íntimamente relacionadas con el espíritu y como inseparables de él; o de objetos que, por ser más necesarios al hombre, debió de poseer en todo tiempo, como sus miembros, utensilios, casa y animales domésticos, etc.; no debe deducirse lo mismo por la conformidad casual de algunas palabras aisladas, que pueden muy bien no pertenecer al idioma.

     Según acabamos de ver, pueden ser idénticas raíces muy diferentes en su forma exterior o de sonido; los cambios fonéticos varían aquélla, sin quitarla su relación: así el alem. auge, ojo, no tiene etimológicamente nada común con el gr. auge, luz, y es idéntico con ofzalmos, = oculus (por el cambio ordinario de k en p); godo, augô; litánico, akis; sanskr., akshi. Estos cambios [90] fonéticos son seguros, por presentarse rara vez aislados; generalmente siguen varias voces la misma analogía.

     La raíz en los idiomas indo-europeos, que es comúnmente monosílaba, no debe buscarse siempre en las formas principales, a menudo se hallará en una derivada o secundaria; el gr. leipô, dejo, raíz lip, del aor. 2.º, èlipon; lambanô, tomo; r. lab, de élabon; alemán, geben, dar, raíz gab, pret.; beissem, morder, r. biss. Es el elemento más simple a que puede reducirse la palabra, y por lo general no contendrá vocal larga o diptongo. Si a la identidad de raíces acompaña uniformidad en la construcción, el parentesco es más próximo en las lenguas, y su separación de la primitiva debió de tener lugar cuando ésta se encontraba en un período avanzado de desarrollo.

     La lengua es un organismo, aunque no subsista independiente, siendo su espíritu vivificador el del hombre; y su carácter resulta de la unión y dependencia de sus elementos, que son como miembros inseparables de un cuerpo organizado; la sintaxis, por consiguiente, nos presenta el diseño del carácter de una lengua al mostrar la relación en que están las partes que la componen; las obras literarias, en sus diferentes períodos y formas, completarán el cuadro; mas para apreciar y comprender todos los detalles de ese cuadro, es necesario descontar la influencia que agentes exteriores hayan tenido al darle forma. Estas numerosas y variadas causas son otras tantas dificultades con que tropieza el lingüista al establecer los caracteres distintivos de las lenguas.

     El sistema de sonidos y su empleo caracterizan a las familias y a sus individuos. Los idiomas semíticos colocan las vocales libres e independientes de las consonantes; en los indo-europeos unas y otras son inseparables al formar un sonido significativo. Entre éstos, los más antiguos son también más ricos en sonidos, ocupando el primer lugar zend, sanskrit y griego; al latín faltan ya las aspiradas. En muchos predomina un género de sonidos: en italiano, las vocales; franc., las nasales; alem., linguales y dentales; y eslavo, palatales; los semitas gustan de las guturales.

     El principio eufónico es la norma que siguen en la formación unos, italiano, y el lógico o de significación otros, alemán; griego y español uniendo ambos principios, reciben esa armonía majestuosa [91] que les caracteriza. De los estudios hechos acerca de la relación de vocales a consonantes, de las vocales entre sí y de las consonantes, resulta que en italiano vienen 11 o 12 consonantes para 10 vocales; de las consonantes, l, m, n, r, s, c, ch, d, p, t, son más frecuentes, y de las vocales, u es de raro empleo; de modo que es la lengua musical por excelencia, pero resulta afeminada. Un carácter opuesto nos presenta el alemán, en el cual la relación de consonantes a vocales es como 9 a 5 (dobles consonantes!! ); esto, junto con el empleo frecuente de la aspirada h y de la ch (j) y amontonamiento de consonantes de pronunciación desagradable, produce sonidos insoportables al neolatino; como: -schlucht, sprichst, pfropfen, schlüpfrig, schlupfwinkel, standst, etc., etc. La e tiene un empleo casi tan frecuente como todas las demás vocales juntas.

     El griego distribuye los sonidos más armoniosamente aún que el español, debido a sus reglas eufónicas; es acaso más sonoro que el sanskrit, en donde las vocales no guardan proporción, predominando la a; pero en la combinación de consonantes muestra éste un sentimiento más delicado y fino que el primero. Latín es rígido, y permite combinaciones ásperas, mirando a obtener fuerza y plenitud en el sonido; evita en lo posible los diptongos y aspiraciones, ocupando un término medio entre los idiomas germánicos (godo) y el griego, que en virtud de su flexibilidad asimila y funde los sonidos desagradables en un todo bello y sonoro.

     Otro carácter, no menos importante que los anteriores, resulta de las reglas de cuantidad y acentos, ya sea que guarden armonía, o que el acento prepondere; unos -atendiendo a la significación- le cargan sobre la sílaba de la raíz (alemán); en otros guarda relación con la cuantidad, como en los idiomas neolatinos. El latín no tiene oxítonos en conformidad con su pronunciación sosegada y contenida, mientras que el griego recibe de ellos viveza y rapidez; el mismo paralelo puede hacerse entre italiano (con muy pocos oxítonos) y francés. El inglés acentúa las palabras de origen romano en las primeras sílabas, siguiendo en las alemanas el principio común al grupo germánico.

     Las opiniones que dominan a un pueblo se manifiestan en la lengua, la cual toma de ellas un carácter especial. El idioma de [92] un pueblo marítimo por naturaleza nadará en expresiones relativas a esta profesión, el filosófico, que penetra en las profundidades del espíritu, dejará estampado en la lengua su carácter especulativo; y el industrial, que permanece en la esfera de lo inteligible, -útil- y eficaz para la obtención de un objeto determinado, no se cuidará de crear términos que designen ideas abstractas o metafísicas. Así vemos que el sanskrit es rico, cual ningún otro idioma, en palabras que expresan objetos y conceptos religioso-filosóficos, llevando la lengua el sello de la consideración, reflexión, amor a la carta sacerdotal y aspiración a unirse con la divinidad, cualidades características de este admirable pueblo.

     El latín es rico en expresiones, que se refieren al derecho y a la vida civil y militar; pobre, por el contrario, en palabras que designen conceptos filosóficos (abstractos), los cuales, con los poéticos, constituyen la principal riqueza del alemán. Éste es más universal y vago en sus ideas, y a pesar de su riqueza inagotable, son muchas de sus palabras susceptibles de las significaciones más opuestas, cosa en general oidiosa al neolatino, amante de la precisión unida a la concisión.

     Éste expresa con facilidad sensaciones y sentimientos finos, hablando directamente al corazón; aquél ama las ideas profundas, y se dirige al entendimiento; carácter que penetra hasta su rica y preciosa poesía. Verstand y vernunft abrazan más que entendimiento y razón; y geistreich o geistvoll son más expresivos que ingenioso. Begriff, vorstellung, idee, corresponden exactamente a concepto, representación, idea (begriff es también idea), pero tiefsinn no encuentra semejante (acaso sublimidad de ingenio), y gemüth apenas tendrá correspondiente en alguno de los idiomas neolatinos, lo mismo sehensucht.

     El poeta puede aprovechar esta generalidad en la significación con grande efecto, desarrollando, por medio de una sola expresión, un cuadro completo, y despertando las simpatías y sensaciones que desea; mas desde luego se concibe ser inmensas las desventajas que esa vaguedad trae consigo.

     Los caracteres exteriores, -la forma- es la base más segura sobre que podemos fundar una clasificación. Toda lengua se compone [93] de raíces o elementos indisolubles, distintos de la palabra, que supone ya una relación determinada. Un signo característico para distinguir los idiomas, nos ofrece la manera de expresar esas relaciones en la raíz. Aquellas lenguas en que la palabra tiene una sola forma, y se compone, por consiguiente, de elementos invariables, no hacen distinción entre palabra y raíz, desempeñando ésta (el elemento invariable) las veces de sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio, etc. Estas lenguas constituyen la primera clase, y reciben de la naturaleza de sus palabras el nombre de monosilábicas. Si las relaciones gramaticales se expresan por medio de elementos distintos de la raíz, con la cual se unen, resulta otra clase de idiomas. La raíz queda también aquí invariable; pero se la yuxtaponen (inmediatamente) otros sonidos que designan las relaciones en que se la coloca, generalmente afijos o prefijos, que en algún tiempo existieron como palabras significativas. De la unión débil que se verifica entre la raíz, y ese elemento formativo que la determina, han tomado el nombre de lenguas aglutinantes (de aglutinación).

     Queda otro tercer medio, y es hacer que los dos elementos, raíz y partícula formativa, se fundan o combinen en uno solo para constituir una unidad, y de tal modo, que ninguna de las partes pueda existir separada de la otra, formando juntas un organismo. Es el grado más bello y elevado que puede alcanzar el lenguaje en su desarrollo, y los idiomas aquí comprendidos se llaman lenguas de flexión, y forman la tercera y última clase. Varias causas, que veremos después, hacen que se las divida en dos grandes grupos, indo-europeo y semítico. Ambas denominaciones son inexactas. La de semítico, por existir lenguas pertenecientes a este grupo, habladas por pueblos que no descienden de Sem, como los etíopes. La de indo-europeo, porque designando la extensión que comprende, se incluyen idiomas de otra clase, como el húngaro o magiar, etc. El nombre indo-germánico, que recibió primero, es aun más impropio, por excluir o expresar con impropiedad lenguas legítimamente incluidas en el grupo, como los celtas y pueblos neolatinos. A falta de otro nombre más adecuado, las llamaremos lenguas indo-europeas.

     Para mayor claridad, las ordenamos en la siguiente [94]



CLASIFICACIÓN

     I. Lenguas monosilábicas.

     1.º, chino. 2.º, Lenguas transgangéticas, o sea a., siamés, b., birmanés; c., lenguas de la Conchinchina y de Annam; d., telinga; e., de Camboya. 3.º Lengua del Tibet (monosilábica, pero con afirmativos y pref. ).

     II. Lenguas de aglutinación, ural-altáicas o tatáricas.

     1.º Tatáricas: a, propiamente dichas; tunguso, manchu, mogol, turco; b, finlandés propiamente dicho; estnico, lapon, ingrico, cheremiso, ugrico, ostiaco, vogul, magiar, o húngaro, samoyedo, mordvinico y permico.

     2.º Familia caucásica: a, ibero, geórgico, mingrelio, laso, suano, cherkeso, abjásico, b, medio caucásico.

     3.º Familia del Norte de Asia: lenguas de los yukagiros, koryacos, de kamtchaka, de las kuriles.

     4.º Familia del Decan: Tamil, Telugu o Telinga, Canarés, Malayam, Singalés.

     5.º Familia malaya o polinesia, kavi, etc.

     6.º Lenguas africanas, con muchísimos dialectos.

     III. Lenguas de intercalación.

      1.º Americanas: lengua de los iroqueses, de Groënlandia, etc.

     2.º Vascuence.

     IV. Lenguas de flexión.

     l.º Indo-europeas: sanskrit, zend, griego, zelta, latín, con gran número de lenguas secundarias y dialectos.- Lético, litáuico, prusiano, eslavo, ruso, polaco, servio, godo, sueco, danés, alemán, frisón, holandés, inglés, con lenguas secundarias y dialectos.

     2.º Semíticas: arameo, caldeo, siriaco, árabe, etíope, hebreo, asirio, pehlevi (?).

     La tercera clase es una subdivisión de la segunda, y puede incluirse en ella o darla separada; esto contribuye a la claridad.

     Los caracteres que se tienen en cuenta para dividir todos los idiomas en tres o cuatro clases son, como se ve, universalísimos, y compatibles con una diferencia completa en cuanto al sonido. Este, junto con los demás signos indicados anteriormente, serán los medios de que nos valdremos para descubrir el parentesco de [95] grupos, familias, ramas, dialectos, etc., y establecer la etnografía de las lenguas.

     En el actual estado de la ciencia, toda clasificación será incierta y aun inexacta, porque de muchas familias sólo se conocen generalidades insuficientes para determinar los caracteres distintivos de un idioma, y asignarle el lugar que le corresponde en la clasificación: ésta sufrirá las modificaciones y cambios consiguientes, como todo lo que está sometido a las investigaciones de la inteligencia: uno de los dialectos de los antiguos persas, tenido hasta nuestros días por individuo de la familia Iranica, parece resultar de investigaciones más profundas, ser miembro de la semítica: el pehlevi. (9)

     Nadie duda ya de la insuficiencia y falta de fundamento científico de aquella clasificación, o mejor dicho aglomeración, en la cual se inscriben en una familia conocida bajo el nombre de Turania o Turánica un número extraordinario de lenguas de Asia, Europa, Oceanía y América, que si bien parecen estar caracterizadas por la aglutinación, más presentan en su estructura gramatical diferencias esenciales. (2)

     Si las quisiéramos clasificar por su importancia y rango, deberíamos colocar en el lugar preferente a la gran familia indo-europea, que ocupa el centro y Sur de Europa, con una parte considerable del Sur-Oeste de Asia, sin contar las colonias, que han invadido hasta los más escondidos rincones del globo, sirviendo de medios los más perfectos para manifestar y perpetuar los productos de su inteligencia a los pueblos civilizados y civilizadores antiguos y modernos.

     Sigue luego la semítica, segunda en la historia, sólo inferior a la indo-europea, y que ha fijado sus tiendas en la Arabia y países comarcanos de Asia y África.

     Viene después la numerosa familia Escita, compuesta de miembros heterogéneos y que con dificultad podrán subsistir juntos, extendida desde la Noruega hasta el estrecho de Bering, ocupando además una buena porción del Asia central, y con avanzadas en el centro y Sur de Europa (húngaro y turco).

     Preséntasenos inmediatamente la familia monosilábica, que parece destinada a pasar una vida aislada, como sus pueblos, el chino [96] y los que ocupan los países Transgangéticos, pues apenas puede hallarse en ella un solo punto de contacto con alguna otra familia; y a ella siguen las tan riquísimas en dialectos malayo, polinesia y melanesia, que están en posesión de las islas del Océano Pacífico o Indio; detrás viene la hamítica, compuesta del egipcio y otros idiomas y dialectos del África del Norte, con la africana, que ocupa todo el centro y Sur de esa gran parte del antiguo mundo, y si atravesamos el Océano Atlántico hasta la república de la Plata, tropezamos con una familia más numerosa que todas las anteriores, pero menos conocida, la americana, que se extiende por todo el nuevo continente, desde el Océano Ártico al Antártico.

     Lenguas aisladas hay, que no presentan afinidad verdadera o conocida con familia alguna, como el vascongado o vascuence, algunos dialectos del Norte de Asia, del Cáucaso (acaso el albanés), yenissei en la Siberia y etrusco en la Italia (extinguido).

     El lingüista y filólogo Max Müller une las lenguas llamadas aglutinantes y las americanas en una sola familia por presentar todas, como en parte el vascuence, el mismo carácter general de aglutinación, y compara sus tres familias con las tres condiciones o estados de la sociedad humana, patriarcal, nómada y político.

     La clasificación que hemos hecho de las lenguas es sencilla, pero poco precisa. En ella no se indican siquiera los cambios de vocales que constituyen el principal carácter y medio de flexión en los idiomas semíticos: las modificaciones del tema en Katala, Kutila, Kâtala no se explican por la unión verificada entre raíz y afijo o prefijo, porque éstos no existen en dichas formas, y aquélla es tan pura en Katala como en Kutila.

     Por otra parte, se incluyen en una misma clase las indo-europeas y semíticas, cuya estructura gramatical nada tiene de común; y pudieran llamarse de flexión otras lenguas que, como el finlandés, son incluidas en la clase de aglutinantes: éstas a su vez, varían por completo en el material de sonidos y en la estructura gramatical; su única particularidad común es la que ha dado nombre a la familia monstruosa.

     El grado de aglutinación es también muy diferente: entre el sencillo manchu, el turco, el vascuence, y las hasta el exceso aglomerativas [97] lenguas de América: entre las lenguas tatáricas, que verifican la aglutinación por sufijos, y algunas del África (Malai), que lo hacen con prefijos, hay una distancia inmensa.

     El término hasta donde puede extenderse la aglutinación para principiar la flexión se ha exagerado demasiado: según el raciocinio de algunos filólogos, tan yuxtapuesta es la terminación de ama-do como la del turco sev-meq (inf.), donde la vocal del sufijo (meq, maq) varía según la de la raíz, mientras que en los idiomas indo-europeos ésta es la modificada: allí hay subordinación del elemento inferior (sufijo) al superior (raíz); aquí lo contrario: el fin en ambas familias es idéntico, si bien en la nuestra se lleva a cabo con más perfección.

     La circunstancia de admitir flexión o variedad de terminaciones en las voces, no supone absoluta perfección o superioridad de la lengua, que careciendo de ella puede ser un medio más conducente a las manifestaciones de nuestra inteligencia que otra con un sistema de flexión bien acabado; el espíritu del hombre hace cosas grandes y sublimes con instrumentos imperfectos. Morfológicamente hablando es el chino una de las lenguas menos a propósito para manifestar y perpetuar las producciones de la razón y de la inteligencia; pero el espíritu ilustrado de su pueblo ha sabido colocarla a una altura, que, según el juicio de Guillermo de Humbold, Steinthal, Julien y otros filólogos conocedores de ese idioma y su literatura, es comparable a la que han alcanzado las lenguas semíticas e indo-europeas.

     El espíritu que natural y libremente trabaja en la formación, elaboración y progresos del lenguaje, deja impreso en él el carácter de sus inclinaciones, multiplicando los nombres de aquellos objetos que más ocupan sus facultades, y creando de este modo la forma interna de la lengua o sistema de categorías gramaticales, lo cual constituye principalmente su naturaleza psicológica, de la que es expresión la forma exterior.

     La forma que tiene el contenido del pensamiento se manifiesta en la lengua, y en ésta podemos estudiar la mayor o menor elevación y profundidad de ideas de un pueblo. En el contenido del pensamiento hay siempre algo formal, pero no todos los pueblos han sido capaces de expresar ese elemento (formal) en el lenguaje; [98] por eso hay lenguas que carecen hasta de los medios más imperfectos y materiales de flexión. La forma de la lengua se manifiesta con especialidad en la construcción, la cual puede por esta razón guiarnos en las clasificaciones.

     La palabra o raíz material jamás se confunde con los elementos que la dan forma, o se une inseparablemente con ellos; en este caso resulta la verdadera flexión; en el primero hay una mera yuxtaposición.

     Ya hemos llamado la atención sobre la dificultad de establecer los límites en que termina la aglutinación y en que comienza la flexión; el finlandés participa notablemente de estos dos caracteres, y es como un término medio entre ambas clases; mientras que el egipcio, siendo lengua de flexión, presenta formas gramaticales tan imperfectas, que dan a aquélla el carácter de simple adición; así, pues, la yuxtaposición, adición y formación gramatical sólo se diferencian por la unión más o menos íntima de los elementos de la lengua, sin que pueda afirmarse que la una haya tenido origen en la otra.

     Filólogos modernos de gran nota sostienen que en toda clasificación de lenguas ha de tomarse como punto de partida la relación entre lo material (sonido) y la forma, así como también la distinción que se hace en algunas familias entre nombre y verbo, distinción que, como veremos después, es desconocida en la mayor parte de las lenguas de que tenemos noticia.

     Según esta doctrina se ha establecido la siguiente clasificación, (10) acaso más lógica, pero mucho más confusa que la anterior.



[99]

     Los idiomas transgangéticos no hacen distinción alguna gramatical, y son como los zoófitos de la filología; el tránsito de la naturaleza muda a la dotada de lenguaje. Igualmente que el chino, constan de puras raíces invariables, cuya categoría se distingue en ellas solamente por el lugar que ocupan en la oración; el chino tiene partículas que dan cierto enlace a las palabras. Las lenguas malayo-polinésicas principiaron la obra de flexión, pero no la llevaron a cabo. Entre las ural-altaicas, las finlandesas han alcanzado un grado de perfección y desarrollo poco inferior a las indo-europeas, si bien no llega a haber íntima unión entre los dos elementos de la palabra, careciendo además de preposiciones en el sentido indo-europeo, y predominando aún en la oración el nombre sobre el verbo, el cual viene a ser elemento secundario.

     Las lenguas semíticas vivifican y organizan la palabra por medio de los cambios internos de vocales, pero no se encuentra en ellas el desarrollo y proporción de formas que caracterizan a las indo-europeas; éstas son la forma más sublime y perfecta que ha sabido dar el hombre al lenguaje. [100]

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