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ArribaAbajoCapítulo XIII

En aquel dia saliendo Jesus de la casa, se asentó junto al mar, y allegáronsele muchas gentes, tanto que él, entrado en una barca, se asentó, y toda la gente estaba en la ribera, y hablóles mucho en parábolas, diciendo: Mirad, salió el sembrador á sembrar, y en el sembrar una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y comiéronsela; y otra cayó en lugar pedregoso adonde no tenia mucha tierra, y luego nació por no tener hondura de tierra; pero, saliendo el sol, se quemó, y, porque no tenia raíces, se secó; y otra cayó en espinas, y subieron las espinas, y ahogáronla; y otra cayó en buena tierra y dió fruto, una ciento, y otra sesenta, y otra treinta. El que tiene orejas para oir, oiga. Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué causa les hablas en parábolas? Y él respondiendo, díjoles: Porque á vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos, pero á ellos no es concedido. Porque al que tiene, le será dado, y abundará, pero al que no tiene, y lo que tiene le sería quitado. Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden; y es cumplida en ellos la profecía de Esaías que dice: con oreja oireis y no entendereis, y mirando mirareis y no vereis: porque embotado está el corazon de este pueblo y con dificultad oyen con las orejas y han cerrado sus ojos, porque no les acontezca ver con los ojos y oir con las orejas y entender con el corazon, y se conviertan y los sane. Pero vuestros ojos son bienaventurados, porque ven, y vuestras orejas, porque oyen. Porque os digo de verdad que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oir lo que oís y no lo oyeron. Vosotros pues, oid la parábola del sembrador. Á todo el que oye la palabra del reino y no entiende, viniendo el malo, le arrebata la simiente sembrada en su corazon; y la sembrada en lugar pedregoso, este es el que oye la palabra y luego con gozo la toma, pero no tiene raiz en sí, mas es mudable, y así, viniendo la afliccion ó la persecucion por causa de la palabra, luégo se escandaliza; y la sembrada en las espinas, este es el que oye la palabra, y el cuidado de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto; y la sembrada en tierra buena, este es el que oye la palabra y la entiende, la cual frutifica y hace una ciento, otra sesenta y otra treinta.



Aquí comienza Cristo á hablar por parábolas, por comparaciones ó similitúdines. La causa porque hablaba de esta manera, no es menester que la vamos adevinando, pues el mismo Cristo, preguntado por los discípulos la declara, diciendo: «por esto les hablo en parábolas, porque viendo» etc.

El intento de Cristo en esta parábola del sembrador es mostrar que, entre los que oyen la predicacion evangélica y la admiten y reciben, solamente la retienen, de manera que es en ellos eficaz, los que son buena tierra; adonde entiendo que son buena tierra aquellos hombres que, siendo predestinados para la vida eterna, son dotados de una tan buena natura, de una tal inclinacion natural que, oyendo la palabra del Evangelio, la abrazan y la retienen en sí, de manera que la bondad sea por don de Dios que les ha dado aquel buen natural, teniéndolos predestinados para la vida eterna, en los cuales la palabra del evangelio cae como la simiente que cae en buena tierra, pero cuando el que habla la palabra es inspirado á hablarla, porque entónces aquella palabra es palabra, de Dios, porque la boca de aquel que habla es boca de Dios y no de hombre; esto lo entendió así San Pablo, adonde habiendo dicho «ergo fides ex auditu est» etc., añadió: «auditus autem per verbum Christi.»108 entendiendo que para creer es necesario oir y que lo que se oye sea dicho por divina inspiracion; de manera que para que en uno sea eficaz la palabra de Dios, conviene que sea buena tierra, aparejada por el mismo Dios, y que la palabra que oye salga por la boca de Dios, siendo el que la dice inspirado á decirla y que Dios toque con ella el corazon al que la oye.

Entiende pues Cristo en toda esta parábola que al apóstol que va intimando á los hombres la reconciliacion que Dios en Cristo ha hecho con ellos, perdonándoles sus pecados, acontece lo mismo que al hombre que va á sembrar, en cuanto, así como el hombre, derramando su simiente, pierde las tres partes porque cae en lugares que no son al propósito para frutificar, así el apóstol, intimando el evangelio, pierde las tres partes porque cae en hombres que, no siendo predestinados para la vida eterna, no son al propósito para recibir el evangelio de manera que él sea eficaz en ellos; y en cuanto, así como el hombre de la cuarta parte de su simiente saca mucho fruto, el cual responde segun que es más ó ménos buena la tierra adonde cae, así el apóstol de la cuarta parte de su intimacion del Evangelio saca mucho fruto, porque frutifica más ó ménos segun que son más ó ménos dispuestos para ello los que lo aceptan en aquella disposicion que Dios les ha dado. La cual parece que es natural, por que la tienen ántes que abracen el evangelio, pero no entiendo que es sino sobrenatural, habiéndosela dado Dios para que abracen el evangelio y porque habian de abrazar el evangelio.

Aquellas palabras «el que tiene orejas para oir, oiga» son de mucha consideracion, siempre que las dice Cristo, porque por ellas nos convida á que estemos atentos á entender lo que dice. Y es bien necesario que el hombre entienda con atencion esta parábola, á fin que, entendiendo como de cuatro partes de hombres que oyen la intimacion del evangelio la una sola lo recibe, de manera que el evangelio frutifica en ella, si se hallará con el fruto del evangelio, dé gracias á Dios por ello, y sino se hallará, ruegue á Dios que ser lo dé, y él entre tanto atienda á quitar y apartar de sí aquellas cosas que hacen que el evangelio no frutifique en los que lo reciben, como son la sujecion al mal espíritu, al cual llama Cristo «el malo,» la instabilidad y ligereza, con que tropiezan y caen en las tribulaciones y persecuciones, que se ofrecen á los que aceptan el evangelio, los que se mueven ligeramente á las cosas y el cuidado de las cosas de la vida presente y el respeto del mundo. Y aquí cuadra bien una, respuesta que escribí,109 diciendo la causa porqué Cristo dice que no puede ser su discípulo el que no aborrece al padre, á la madre etc.

Aquello «porque al que tiene» etc., lo entiendo así: que á los que, siendo buena tierra, frutifica en ellos la gracia del evangelio, no apartándose de ella ni por las persuasiones del demonio ni por las persecuciones del mundo, ni por los cuidados de las cosas exteriores, ántes, trayendo á otros á ella, les será dado esto demás que les serán descubiertos los secretos del reino de Dios con otras gracias y otros favores de Dios, con que serían acrecentados, y que á los, que, no siendo buena tierra, no frutificará en ellos la gracia del evangelio, les será quitado aquello poco que entenderán, aquello que habrán oido y no entendido. Y viniendo Cristo al punto de lo que le habian preguntado sus discípulos, dice: «por esto les hablo en parábolas» etc., declarándose que la causa, porque hablaba en parábolas á las gentes, era por su depravacion y malignidad, la cual los tenia tales que viendo no veian y oyendo no oian ni entendían cumplido en y así era cumplido en ellos lo que dice Esaías cap. 6: «con oreja oireis» etc.

La sentencia de estas palabras segun esta alegacion, en la cual el evangelista sigue la traslacion griega, que entónces era más usada entre aquellos, para quienes escribia, entiendo que es esta que los ánimos de los hebreos estaban tan endurecidos y tan obstinados que ellos propios no querian entender la verdad por no convertirse á Dios y así alcanzar misericordia y salud. Las palabras del profeta segun la letra hebrea, en la cual lengua, ó en la siríaca que era casi como ella, consta que habló Cristo, dicen así: «Y dijo Dios: Vé y di á este pueblo: Oyendo oid y no entendais, y mirando mirad y no sepais; embota el corazon de este pueblo y agrava sus orejas y ciega sus ojos, porque por ventura no vea con sus ojos y oiga con sus orejas y entienda con su corazon y se convierta y sea sanidad á él.»

Adonde por las palabras que preceden y por las que se siguen parece que mandaba Dios á Esaías que dijese al pueblo hebreo aquellas palabras «oyendo oid» etc., los cuales parece que contienen en sí maldicion, ántes entiendo que el efecto de ellas es el que se sigue: «embota» ú 110obstina «el corazon,» como si dijese Dios á Esaías: embota, obstina y endurece con estas palabras los corazones de este pueblo rebelde y perverso, agrávale sus orejas y ciégale sus ojos, porque no acontezca que, teniendo habilidad en los ojos para ver, en las orejas para oir y en el corazon para entender, se reconozca y se convierta y así yo lo haya de sanar. Adonde se ofrecen estas tres cosas dignas de ser consideradas.

La primera, que, siempre que los hombres sin piedad oyen aquellas palabras de Esaías «oid oyendo» etc., se obstinan y endurecen más en la impiedad, haciendo en ellos el propio efecto para que Dios las dijo á Esaías, porque se resuelven en tener á Dios por injusto y por cruel. La segunda, que, así como las palabras que son dichas de parte de Dios á los que son buena tierra, los enternecen y ablandan, así á los que son mala tierra los endurecen y los empedernecen; y aquí cuadra bien la comparacion del sol, que enternece y derrite á la cera, y endurece y seca al barro. La tercera, que es obra de Dios que los que son impíos y rebeldes, obstinados en su rebelion y en su impiedad, sean aún más endurecidos y más obstinados, no queriendo Dios que alcancen salud por ninguna manera, y á estos entreviene propiamente aquello que dice San Pablo: «tradidit illos Deus in reprobum sensum.»111

Adonde, si la prudencia humana reclamará diciendo que es Dios injusto, se les responderá que ella es ciega, pues no ve que primero los hombres se apartan de Dios y se rebelan, que Dios envie sobre ellos este castigo; y si la carne se quejará diciendo que Dios es cruel cerrando el camino de salud á los que endurece y echa «in reprobum sensum,» se le responderá que ella es temeraria, queriendo poner ley á Dios, y que es ignorante, no considerando que en todas las obras de Dios hay misericordia, no habiendo en ninguna crueldad, la cual es tan ajena de Dios cuanto es natural al hombre, como se vé clarísimamente Jonas 4.

Y tornando á las palabras de Cristo, entiendo que alegó la profecía de Esaías para mostrar á sus discípulos que entrevenia á aquellas gentes lo que estaba profetizado por Esaías; y entiendo que, añadiendo Cristo, «pero vuestros ojos» etc., entiende: los ojos y las orejas de estos son malaventurados porque no ven ni oyen, y vuestros ojos y vuestras orejas son bienaventurados porque ven y oyen. Y lo que añade, diciendo «porque os digo de verdad» etc., es digno de mucha consideracion para confirmacion de lo que está dicho en el cap. 11, mostrando cuánto es mayor la dignidad de los santos del evangelio que la de los santos de la ley, pues consta por estas palabras que los del evangelio gozan de lo que los de la ley desearon gozar, así como los santos que están con Cristo, gozan de lo que los que aún viven desean gozar.

Aquí se me ofrece esto que, si los discípulos de Cristo tuvieran el espíritu santo, que tuvieron despues, para conocer á Cristo y para gozar de la vista de Cristo y de la conversacion de Cristo mientras vivia entre ellos, fuera tanta su alegría y su contentamiento que no pudieran sufrir tanta felicidad por ser como era su carne pasible y mortal. Y aquí entiendo una de las causas porque ordenó Dios que Cristo no fuese enteramente conocido hasta que fué subido al cielo. Adonde dice «una ciento y otra sesenta» etc., entiende que una parte de la simiente dió cien tanto y otra sesenta tanto. Por lo que aquí dice: «porque viendo no ven» etc, en San Márco dice: «porque viendo no vean» etc., y viene mejor con las palabras de Esaías, como si dijera Cristo: hábloles en parábolas porque no quiero que me entiendan.

Parece extraña esta razon á la prudencia humana, y dice á Cristo: si no quieres que te entiendan ¿para qué les hablas? Y Cristo podria responder: Para justificar como hijo de Dios la sabiduría de Dios, como la justifican todos los que son hijos de Dios, para que no les quede desculpa á los hombres del mundo. Y porque seria dura empresa querer dar razon de esta obra de Dios, me remito á aquella exclamacion de San Pablo: «O altitudo divitiarum» etc. Rom. 12112. Diciendo, «la palabra del reino,» entiendo lo que él decia: «cercano está el reino de los cielos.» Diciendo, «mas es movible,» entiende: es inconstante, anda con el tiempo, y esto significa la palabra griega. Diciendo: «luego se escandaliza,» entiende: luego que es perseguido duda y dudando se aparta de la fé, tropezando en la persecucion. Y aquí diré esto que no me aseguro del todo de ninguno de los que aceptan la gracia del evangelio, creyendo la reconciliacion con Dios, hasta que veo que están saldos, firmes y constantes en las persecuciones. Adonde dice: «el engaño,» puede decir el desvío, que las riquezas desvian y apartan al hombre del camino derecho.

Otra parábola les propuso, diciendo: Semejante es el reino de los cielos á un hombre que siembra buena simiente en su campo, y durmiéndose los hombres vino su enemigo y sembró cizañas entre el trigo y fuése; y como creció la hierba, y hizo fruto, entónces fueron tambien vistas las cizañas. Y viniendo los criados del señor de casa, le dijeron: Señor, veamos ¿no sembraste buena simiente en tu campo? pues ¿de dónde tiene las cizañas? Y él les dijo: El hombre enemigo ha hecho esto. Y los criados le dijeron: ¿Quieres pues que vamos y las cojamos? Y él dijo: No, porque no entrevenga que, cogiendo las cizañas, arranqueis tambien el trigo con ellas. Dejad que todas dos crezcan hasta el segar, y al tiempo del segar diré á los segadores: Coged primero las cizañas y atadlas en haces para quemarlas, y el trigo juntadlo en mi troj.



Estando esta parábola declarada por el mismo Cristo, como veremos luego es mejor atenernos á su declaracion y venir á estotras parábolas.

Otra parábola les propuso, diciendo: Semejante es el reino de los cielos al grano de mostaza, al cual tomó el hombre y lo sembró en su campo; el cual es cierto menor que todas las simientes, pero despues que ha crecido es mayor que las legumbres y hácese árbol tanto que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas.



Entiende Cristo que, así como el grano de mostaza, que es el más pequeño de todos los que son sembrados, siendo sembrado va creciendo hasta hacerse un árbol grande, así el reino de los cielos, siendo en la presente vida la cosa más abatida y más despreciada de todas cuantas son enseñadas, siendo predicado va creciendo en cantidad, abrazando más personas, y en calidad, dando más perfeccion á las abrazadas, hasta que, en la vida eterna mostrando su grandeza, se verá que sobrepuja á todos los reinos del mundo que son en la vida presente grandes é ilustres. Esta es la propia aplicacion de la parábola, adonde no hay necesidad de aplicar el anidar de las aves, pues consta que no lo dice Cristo sino para mostrar la grandeza del árbol, y (como he dicho) en las parábolas no se ha de mirar sino al intento principal que Cristo tiene en ellas.

Otra parábola les dijo: Semejante es el reino de los cielos á la levadura que toma la mujer y la esconde en tres medidas de harina hasta que sea leudado todo.



Entiende Cristo en esta parábola que entreviene en el reino de los cielos lo que entreviene en la levadura y la masa, en cuanto, así como un poco de levadura es de tanta eficacia que basta á leudar una grande cantidad de masa, así la predicacion del reino de los cielos, que en los ojos del mundo es pequeña y vil, es de tanta eficacia que basta á justificar, mortificar, vivificar y glorificar á todo el número de los que son pueblo de Dios, predestinados para la vida eterna; de manera que el intento de Cristo en esta parábola sea mostrar la eficacia de la predicacion del reino de los cielos, la virtud del mismo reino. Diciendo «tres medidas», entiende una grande cantidad de masa.

Todas estas cosas habló Jesus en parábolas á las gentes, y sin parábola no les habló, porque fuese cumplido lo que está dicho por el profeta que dice: Abriré en parábolas mi boca, alcanzaré lo escondido desde la fundacion del mundo.



Entiende San Mateo que, hablando Cristo en parábolas, venia á ser cumplido lo que está escrito en el salmo 77. Y cuanto á la inteligencia del verso, me remito á lo que he dicho sobre el salmo.

Entónces, dejando las gentes, vino Jesus á casa, y vinieron á él sus discípulos diciendo: Dínos la parábola de las cizañas del campo. Y él respondiendo les dijo: El que siembra buena simiente es el hijo del hombre, y el campo es el mundo, y la buena simiente estos son los hijos del reino, y las cizañas son los hijos del malo, y el enemigo que las siembra es el diablo, y el tiempo del segar es la fin del mundo, y los segadores son los ángeles; y es así que, como las cizañas son cogidas y son quemadas con fuego, así será en la fin de este mundo: enviará el hijo del hombre sus ángeles y cogerán de su reino todos los escándalos y á los que obran iniquidad y echaránlos en el horno de fuego, allí habrá planto y batimiento de dientes. Entónces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su padre. El que tiene orejas para oir, oiga.



Sola esta declaracion de la parábola de las cizañas nos deberia bastar harto para resolvernos en no trabajar por hacer que las otras parábolas cuadren en todo y por todo con aquello que es entendido por ellas, pues vemos que, declarando Cristo la parábola que él propio habia dicho, dejó algunas cosas de ella que no aplicó en la declaracion, como el dormir los hombres y el querer arrancar las cizañas, etc.

El intento de Cristo en la parábola de las cizañas, como consta por esta su declaracion, es mostrar que, si bien en la presente vida entre los verdaderos cristianos, que son los hijos del reino porque á ellos pertenece, hay falsos cristianos que son hijos del demonio, en el dia del juicio los falsos cristianos serán echados en el infierno y los verdaderos serán glorificados, de manera que sea esta parábola como una amenaza contra los falsos cristianos y como un consuelo para los verdaderos cristianos que en la presente vida son murmurados, perseguidos y maltratados de los falsos cristianos.

Aquello, «la buena simiente» etc., está dicho al trocado como en las otras parábolas, queriendo decir que el fruto de la simiente, que ha sembrado y siembra Cristo en el mundo, son los verdaderos cristianos, así como el fruto de la simiente, que ha sembrado y siembra el diablo en el mundo, son los falsos cristianos, de manera que sea Cristo el sembrador que siembra por medio de sus apóstoles y sean el campo todos los hombres, y sea la simiente la intimacion del evangelio de la reconciliacion de los hombres con Dios y que el fruto de esta simiente sean los verdaderos cristianos y que el hombre enemigo sea el diablo, y que las cizañas que siembra sean las falsas opiniones que son contrarias á la fé cristiana y las falsas doctrinas que son contrarias á la doctrina del vivir cristiano, y que el fruto de las cizañas sean los falsos cristianos los cuales en el dia del juicio, cuando vendrá Cristo, que es el sembrador, con sus ángeles á coger el fruto de su predicacion, serán echados en el fuego del infierno.

«Adonde habrá planto», etc., quiere decir que allí estarán en suma miseria, siendo tambien entónces los verdaderos cristianos glorificados y puestos en un grado muy semejante á aquel en que fué visto Cristo despues de su resurreccion y á aquel en que los tres discípulos vieron á Cristo en el monte Tabor; esto lo entiendo así porque tambien dice aquí que los justos resplandecerán como el sol, como dice allí que la presencia de Cristo resplandeció como el sol. Lo mismo es «todos los escándalos» que todos los tropiezos, estorbos é impedimentos; así llama Cristo á los falsos cristianos, porque estos son los que molestan y afligen á los verdaderos cristianos, y muestra que estos son entre los hijos de Dios lo que son las cizañas entre el trigo.

Aquí se podria añadir que los criados del sembrador, que durmiéndose dan lugar al enemigo que siembre las cizañas, son los que tienen cargo de predicar el evangelio y de enseñar el vivir cristiano, y que el dormirse es el estar descuidados, y que entónces son vistas las cizañas entre el trigo cuando los, que reciben las falsas opiniones y las falsas doctrinas, comienzan á contrastar con los que tienen la verdadera fé y la verdadera doctrina. Y podríase tambien añadir que los criados muestran su indiscrecion y aún su imperfeccion y poca caridad, queriendo remediar á su descuido con coger las cizañas, con apartar á los que tienen las falsas opiniones y las falsas doctrinas, de entre los que tienen la verdadera fé y la verdadera doctrina; y que el Señor muestra su prudencia, su bondad y su caridad, no consintiéndoselo, por el inconveniente que de allí se podria seguir, y que, diciendo «dejad que todas dos crezcan» etc., pretenda Cristo quitar la jurisdiccion de juzgar entre el trigo y las cizañas, ántes es esto certísimo que, si Cristo no hubiera declarado su parábola, pensáramos que su intento en toda ella era este.

Y considerando esto me avergüenzo de mí mismo, pensando, en cuántas cosas me debo haber engañado en estas declaraciones; en efecto es grandísima nuestra ignorancia y es muy mayor nuestra temeridad, cuando presumimos dar razon de todo y pretendemos acertar en todo. Digo pues, que se podría bien decir todo esto, pero no pienso que Cristo pretendiese esto, tanto porque no veo que lo declaró, declarando lo otro, cuanto porque veo en el cap. 18 que quiere Cristo que el que corregido no se enmienda sea tenido por fruto de la cizaña, y porque veo tambien que San Pablo apartaba las cizañas de entre el trigo, descomulgando á unos y publicando las tachas de otros porque no gastasen la buena simiente que el como apóstol de Cristo sembraba, quiero decir el buen fruto que de lo que él sembraba nacia.

Otra vez, semejante es el reino de los cielos al tesoro escondido en el campo, el cual, habiéndolo hallado un hombre, lo escondió y, por el gozo que tiene de él, va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.



Entiende Cristo que á los, que, aceptando la gracia del evangelio, se hallan en el reino de los cielos, acontece lo que acontece á un hombre que á caso halla un tesoro enterrado en un campo, en una posesion, en cuanto, así como este hombre, luego que halla el tesoro en el campo, todo gozoso vende lo que tiene y compra aquella posesion por gozar de aquel tesoro, así el que, aceptando la gracia del evangelio, se halla en el reino de Dios, todo gozoso vende lo que tiene, despojándose de todo lo que tiene como hijo de Adam, aborreciéndolo todo y renunciándolo todo por poder bien gozar de la felicidad del reino de Dios, del regimiento y del gobierno del espíritu santo, con que son regidos y gobernados los que, siendo hijos de Dios, están en el reino de Dios por mantenerse en la posesion del reino que han tomado aceptando la gracia del evangelio. La experiencia de esta parábola la tienen con efecto los verdaderos cristianos, y con ella somos avisados que, para gozar del reino de Dios y para mantenernos en la posesion, conviene que vendamos todo lo que tenemos, renunciando toda nuestra prudencia humana, nuestra lumbre natural y nuestra ciencia del bien y del mal y mortificando todos nuestros afectos y todos nuestros apetitos á que somos inclinados como hijos de Adam.

Y aquí se ha de advertir que, así como no cuadra esta comparacion en el esconder el tesoro hasta comprar la posesion, porque nosotros no escondemos el reino hasta haberlo comprado, así tampoco cuadra en el comprar, porque, como habemos visto en el cap. 11, el reino no se compra, porque no se vende, ántes es saqueado, y, si se hubiese de comprar, ninguno gozaría de él, porque no sería precio equivalente, aunque un solo hombre tuviese todo lo que tienen todos los hombres del mundo, y pudiese hacerse á sí mismo toda la violencia que se pueden hacer todos los hombres del mundo; de manera que la parábola cuadre en que así es el uno tesoro como el otro y así halla el hombre sin buscarlo el uno como el otro y así se goza el uno como el otro y así da todo lo que tiene por gozar del tesoro el uno como el otro.

Y la cosa que aquí es más notable es esta que, así como el que halla el tesoro en la posesion, lo halla, como sería decir, á caso, no buscándolo él, así el que halla el tesoro del reino de Dios, lo halla, como sería decir, á caso, no buscándolo él; y es así con efecto, que todas las personas que han hallado el tesoro del reino de Dios, dicen y confiesan no haber jamás pensado hallar tal cosa, ni aún imaginádose una tal cosa, de manera que es verificado en ellas lo que alega San Pablo, tomado de Esaías: «inventus sum á non quaerentibus me» etc., Rom. 10. Esaías 65113, y de manera tambien que conocen ellas por experiencia ser verdad lo que el mismo San Pablo alega del mismo Esaías: «quod oculos non vedti» etc., 1ª Cor. 2. Esaías 64114.

Otra vez semejante es el reino de los cielos al hombre mercader que busca hermosas piedras preciosas: el cual hallando una piedra preciosa de gran valor, va y vende todo lo que tiene y cómprala.



Aquí se ha de advertir la manera de comparar que usa Cristo, en cuanto, queriendo decir que la piedra preciosa de gran valor es semejante al reino de los cielos y que cada uno de los que aceptando la gracia del evangelio entran en el reino de los cielos es semejante al mercader, dice que el reino es semejante al mercader. Esta advertencia importa mucho para la inteligencia de estas comparaciones. Y en esta el intento de Cristo entiendo que es el mismo que el de la pasada, mostrar cuánto es cosa preciosa el reino de los cielos y en cuánto es estimado de los que lo hallan, de aquellos á los cuales Dios favorablemente mete en él, á fin que nosotros todos nos enamoremos de él, lo deseemos y deseándolo roguemos á Dios nos ponga en él. De manera que cuadre esta parábola en esto que el que halla el reino de Dios, no se cura de otra cosa ninguna, ántes todas las renuncia y las pospone por gozar á su placer del reino, así como el mercader, que halla la piedra preciosa, no cura de buscar otras, contentándose con sola aquella y dando por ella todo lo que tiene.

Otra vez semejante es el reino de los cielos á la red echada en la mar y que coge de todo género de pescado, la cual despues de llena y sacándola á la ribera y asentados escogen lo bueno en vasos y lo malo echan fuera. Así será en la fin del mundo: vendrán los ángeles y apartarán á los malos de enmedio de los justos y echaránlos en el horno de fuego, allí habrá planto y batimiento de dientes.



La mar es la presente vida; los pescadores son los apóstoles, como habemos visto en el cap. 4; la red que echan es el evangelio que predican, que es lo mismo que el reino de los cielos; los pescados que entran en esta red son los hombres que aceptan la gracia del evangelio, quedando los que no la aceptan, fuera de la red, fuera del reino y así de la iglesia cristiana. Y entre los que la aceptan, porque no todos la aceptan por don de Dios, por espíritu santo, habiendo unos que la aceptan por persuasion de hombres, otros por temor y otros por ingenio, entiende Cristo que, si bien en la presente vida estarán dentro de la red, estarán dentro del reino, gozando, con los que por don de Dios y por espíritu santo aceptan la gracia del evangelio, de aquello que pueden gozar en la presente vida, que en el dia del juicio, cuando los unos y los otros resucitarán, los buenos entrarán en la vida eterna y los malos irán al fuego eterno, de la cual cosa dice que los ángeles serán ejecutores. El intento de esta parábola entiendo que es casi el mismo que el de la parábola de las cizañas.

Díceles Jesus: ¿Habeis entendido todo esto? Dícenle: Sí, señor. Y él les dijo: Por tanto todo escriba enseñado en el reino de los cielos es semejante al hombre señor de casa, el cual saca de su tesoro nuevo y viejo.



Parece que, queriendo Cristo que sus discípulos imprimiesen bien en sus ánimos todo esto que les decia, les demandó si lo habian entendido todo, y entiendo que, respondiendo ellos que lo habian entendido, él les quiso mostrar que de ser el reino de los cielos tal cual él se lo habia pintado, comparándolo al grano de mostaza, á la levadura, al tesoro, al mercader etc., resulta esto que el hombre que es letrado, habiendo aprendido las cosas del reino de los cielos, es tan liberal en comunicar lo que ha aprendido como un señor de su casa que pone delante á sus amigos todo lo que tiene en casa sin encubrirles cosa ninguna.

Adonde considero la diferencia entre los letrados del reino del mundo y los letrados del reino de los cielos en que estos, como dice aquí Cristo, son liberalísimos, y los otros son escasísimos; estos comunican todo lo que tienen y, si más tuviesen, más comunicarian, y los otros encubren lo que tienen y les pesa comunicarlo si no es con propio interes. Esto entiendo que procede de que los del reino de los cielos, habiendo aprendido sin su industria y sin su trabajo, son liberales de lo que les cuesta poco, y los del reino del mundo, habiendo aprendido con industria y con trabajo, venden caro lo que les cuesta caro; procede tambien de que los del reino de los cielos, como aprenden de un maestro que siempre tiene cosas nuevas que enseñar, no teniendo miedo que les ha de faltar, sacan todo lo que tienen, y los del reino del mundo, como aprenden de hombres y de libros que no pueden enseñar sino tanto cuanto ellos alcanzan, han miedo que se les acabará el caudal y así ellos no tendrán más que enseñar; y más, que los del reino de los cielos, aprendiendo de Dios que es liberalísimo, entre las otras cosas aprenden la liberalidad, y los del reino del mundo, aprendiendo de hombres del mundo que son avarísimos, entre las otras cosas aprenden la avaricia.

Aquello que dice Cristo: «por tanto todo escriba» etc., refieren á lo que precede inmediatamente y quieren que entienda: porque entendeis todo esto, el escriba enseñado etc.; yo lo refiero á todo lo dicho arriba y entiendo que dice Cristo: porque el reino de los cielos es tal cual os lo he pintado, es así que los que, habiendo sido díscipulos en él, son ya enseñados en él, son semejantes en la liberalidad al señor de casa etc «Escriba enseñado» es lo mismo que letrado que ha aprendido, y esto significan los vocablos griegos. Por «nuevo y viejo» entiendo: toda cosa.

Y aconteció que, como acabó Jesus estas parábolas, se partió de allí y, viniendo á su tierra, les enseñaba en su sinagoga, tanto que ellos se espantaban y decian: ¿De dónde á este esta sabiduría y milagros? ¿Cómo, no es este el hijo del carpintero? cómo, su madre no se llama María? y sus hermanos Jacobo, José y Simon y Judas? y sus hermanos cómo no están todos con nosotros? Pues ¿de dónde viene á este todo esto? Y escandalizábanse en él. Pero Jesus les dijo: No es despreciado el profeta sino en su tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros por la incredulidad de ellos.



Aquí es digna de consideracion la perversidad del ánimo humano, el cual, no pudiendo calumniar las palabras ni tachar el vivir de Cristo, calumnia y tacha la bajeza de su persona y de su linaje. Eran estos hombres convencidos por las palabras y por las obras de Cristo á tener grandísima opinion de él, y por no tenerla tropezaban y caian en la bajeza de sus padres y de sus parientes, como con efecto tropiezan siempre todos los que son como eran estos, en las cosas que los que son miembros de Cristo tienen como los hombres que son menospreciados y viles entre los otros hombres, y es así que, cuando ven en ellos más de lo que ven en los otros, por no conocer que hay en ellos cosa sobrenatural y divina, se van luego á lo que en ellos es bajo y vil. Adonde se deben gozar y alegrar los miembros de Cristo, considerando que los pasa el mundo por donde pasó á Cristo, y débense entristecer los hombres del mundo cuando tropiezan y se escandalizan por la bajeza y por la ignorancia en letras de los que son miembros de Cristo, considerando que hacen el oficio de los judíos. Adonde dice «les enseñaba,» se ha de entender: á los de su tierra. Por milagros el griego dice potencias. En aquello «¿cómo, no es este el hijo del carpintero?» se ha de considerar que siempre Cristo fué tenido por hijo de Josef.

Cuanto á los hermanos y hermanas, ya está dicho que los hebreos llaman así á los parientes y parientas. Lo mismo es «escandalizábanse en él» que: tropezaban en él, en la bajeza que conocian segun la carne, no conociendo la grandeza segun el espíritu. Aquello que decia Cristo: «no es despreciado el profeta» etc., es así siempre, y así se ve por experiencia como que los hombres tengan en poco á aquellas personas que les son más conjuntas. Diciendo que no hizo muchos milagros en su tierra por la incredulidad de los naturales de ella, muestra San Mateo que la fé de aquellos entre los cuales son hechos los milagros es gran parte para que sean hechos por confirmacion de la fé de los que creen. Adonde se podria decir que no hace Cristo el dia de hoy muchos milagros por nuestra incredulidad.




ArribaAbajoCapítulo XIV

En aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesus y dijo á sus criados: Este es Juan el Bautista, él es resucitado de entre los muertos y por esto las potencias obran en él. Porque Herodes habia prendido á Juan y lo habia atado y puesto en la cárcel por Herodiada, la mujer de Filipo, su hermano, porque le decia Juan: No te es licito á tí tenerla. Y queriéndolo matar temia á la gente por causa que lo tenian como profeta. Pero, siendo celebrados los nacimientos de Herodes, bailó la hija de Herodiada en medio, y agradó á Herodes, de donde con juramento prometió darle todo lo que le demandaria; y ella, amaestrada primero de su madre: Dame, dijo, en este plato la cabeza de Juan el Bautista. Y entristecióse el rey, pero por el juramento y por los convidados mandó que le fuese dada, y enviando cortó la cabeza á Juan en la cárcel y fué traida su cabeza en el plato y fué dada á la doncella, y ella la presentó á su madre. Y viniendo sus discípulos llevaron el cuerpo y enterráronlo, y venidos lo hicieron saber á Jesus.



Tomando San Mateo ocasion de la falsa opinion que Heródes tenia de Cristo, creyendo que fuese San Juan Bautista, viene á contar la historia de la muerte de San Juan, en la cual considero dos cosas. La una, que se sirve Dios de sus siervos en aquello para que los quiere y despues los lleva á la muerte temporal por darles la vida eterna; así hizo con San Juan: sirvióse de él para que diese testimonio de Cristo, y despues consintió que Heródes lo hiciese degollar. Y aquí aprendo que no se deben entristecer las personas cristianas ni por sus muertes tempranas ni por las de otras personas cristianas, considerando que ya Dios se ha servido de ellas en aquello para que las ha querido. Y la otra, que nunca habemos los cristianos de mirar con que genero de muerte morimos sino que en nosotros es ejecutada la voluntad de Dios, y que el morir nuestro es á tiempo, siendo nuestro vivir perpétuo.

Cuanto á la causa porque ordenó Dios que San Juan muriese ántes que Cristo y de una muerte así callada y secreta como murió, yo creeria que lo primero fué porque las gentes no se dividiesen, andando unas tras Cristo y otras tras San Juan, al cual parece que no estaba bien andar tras Cristo que vivia una vida comun, habiendo él comenzado con una vida así áspera y dura; y que lo segundo fué porque en ninguna cosa fuese San Juan semejante á Cristo, á fin que no cuadrasen de ninguna manera en él las profecías que estaban escritas de Cristo; pero en lo uno y en lo otro me remito á juicio más espiritual que el mio. Y cuanto á las otras cosas que en esta historia se pueden considerar, me remito á lo que otros escriben. Diciendo «y por esto las potencias obran» ó son eficaces «en él,» pienso que entiende lo mismo que si dijese: y por esto hace milagros; acostumbran los evangelistas llamar potencias á los milagros. Y no contenderé con quien querrá decir que entiende que de ser resucitado San Juan procedia que las virtudes sobrenaturales eran eficaces en él para hacer los milagros que hacia. Lo mismo es «los nacimientos de Heródes» que el dia de nacimiento de Heródes. Adonde dice: «los convidados,» el vocablo griego significa los que estaban asentados con él en la fiesta.

Y habiéndolo oido Jesus, se apartó de allí en una barca á un lugar despoblado á solas. Y oyendo esto las gentes, lo siguieron á pié de las ciudades, y salido Jesus vió mucha gente, y compadecióse de ellos y sanó á los que de ellos estaban enfermos. Y venida la tarde, se fueron á él sus discípulos, diciendo: El lugar es despoblado y la hora es ya pasada, despide á las gentes para que yendo á las aldeas se compren de comer. Y Jesus les dijo: No tienen necesidad de ir, dadles vosotros qué comer. Y ellos le dicen: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. Y él dijo: Traédmelos aquí. Y mandando asentar las gentes sobre las hierbas y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo y partiendo dió á los discípulos los panes, y los discípulos á las gentes, y comieron todos y hartáronse. Y levantaron de lo que sobró de los mendrugos doce cofines llenos. Y los que comieron eran casi cinco mil hombres sin mujeres y muchachos.



Cuenta San Mateo que, como supo Cristo la muerte de San Juan Bautista, se partió de aquella tierra, adonde estaba, y en una barca se fué á un lugar despoblado, y que, sabiendo las gentes que era ido allí, dejando las ciudades se iban tras él á pié. Y dice que, saliendo Cristo de aquel lugar solitario adonde se habia ido y viendo la muchedumbre de gente que lo seguia, se movió á compasion y así sanó á los que entre ellos estaban enfermos. Y despues cuenta cómo dio de comer á todas aquellas gentes milagrosamente, con la cual cosa entiendo que confirmó y confirma Cristo la fé de sus discípulos, mostrándoles como es poderoso para cumplir lo que ha dicho en el cap. 6, prometiendo por añadidura estas cosas exteriores á los que buscaban el reino de Dios y su justicia.

Adonde puede considerar cada uno de los discípulos de Cristo, diciendo: pues es así que Cristo fué poderoso para dar de comer fuera del curso natural á tanta muchedumbre de gente que lo seguia con afecto humano, tambien será así que será poderoso para darme á mí de comer sin mi solicitud, que lo sigo con afecto cristiano. Y no cabe que ninguno diga: ¿Qué sé yo si sigo á Cristo con afecto cristiano? Por que á todo hombre que sigue á Cristo pertenece certificarse que lo sigue con afecto cristiano y que Cristo cumplirá con él lo que promete. En las palabras entre Cristo y los discípulos considero dos cosas. La una el poco crédito que tenian de la persona de Cristo, habiéndole visto hacer cosas tan grandes. Y desculpo á los discípulos, acordándome del poco crédito que tenia el pueblo hebreo de Dios en el desierto, habiendo visto cosas mayores; y á los unos y á los otros desculpo, con la infidelidad é incredulidad del ánimo humano, el cual con grandísima dificultad se reduce á tener buen crédito de Dios y de los que son de Dios, ántes es así que por ninguna manera se puede reducir si el mismo Dios no lo reduce. Esta infidelidad ó incredulidad no la sienten sino los que por favor de Dios la van dejando.

La otra cosa que considero es la paciencia con que Cristo comportaba la incredulidad de los discípulos y como los iba reduciendo á la fé, á que tuviesen buen crédito de él. Diciendo, «la hora es ya pasada,» entienden: para irse á sus casas. Aquello «mirando hácia el cielo» etc., es digno de consideracion, porque parece que hizo lo mismo Cristo en este milagro que en la institucion de la santa eucaristía, cuanto al mirar hácia el cielo, al bendecir y al partir. Lo que contenia esta bendicion, no se sabe. Las espuertas de pedazos ó mendrugos que sobraron, hacen que el milagro sea más evidente, pues, aunque no hubieran comido nada, era cosa milagrosa de cinco panes coger tantos mendrugos. Y con todo esto no hay remedio para reducirnos á descuidarnos de nosotros y á tener cuidado de Dios, á descuidarnos de lo que pertenece á la vida presente y á tener cuidado de lo que pertenece á la vida eterna, ciertos que Dios tendrá cuidado de nosotros, como nos consta que lo ha tenido de los que lo han seguido y se han ido tras él. En efecto es grandísima contradiccion la que halla la fé dentro de nuestros ánimos. Roguemos á Dios que la quite del todo, para que del todo confiemos en él.

Y luego hizo Jesus á sus discípulos subir en la barca y que fuesen ántes que él á la otra ribera, miéntras que él despedia á las gentes. Y habiendo despedido á las gentes, subió á un monte á solas á orar. Y venida la tarde, estaba solo allí. Y la barca estaba en medio la mar combatida de las olas, porque el viento era contrario. Y á la cuarta vela de la noche fué á ellos Jesus, andando sobre la mar. Y viéndolo los discípulos andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: ¡Fantasma es! y gritaron de miedo. Pero luego les habló Jesus, diciendo: Estad de buen ánimo, yo soy, no temais. Y respondiéndole Pedro, dijo: Señor, si eres tú, mándame que vaya á tí sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y bajando Pedro de la barca, andaba sobre las aguas por ir á Jesus, pero, viendo el viento fuerte, temió y, comenzándose á hundir, gritó diciendo: ¡Señor, sálvame! Y luego Jesus, alargando la mano, lo tomó y le dijo: Hombre de poca fé ¿por qué dudabas? Y entrados ellos en la barca, cesó el viento, y los, que estaban en la barca, viniendo lo adoraron, diciendo: Verdaderamente eres hijo de Dios. Y pasado el mar, vinieron á la tierra de Genasaret. Y conociéndolo los hombres de aquel lugar, enviaron por toda aquella comarca y trajéronle todos los enfermos y rogábanle que solamente tocasen la fimbria de su vestidura, y todos los que la tocaron fueron salvos.



El intento con que Cristo envió delante á los discípulos se entiende por lo que de su ida resultó, esto es que, viéndose en peligro, temieron y, recurriendo á Cristo, fueron libres del peligro, y así tuvieron nueva causa porque desconfiar de sí mismos y confiar en Cristo, dando crédito á sus palabras; y consta clarísimamente que todo el intento de Cristo era reducir á sus discípulos á que tuviesen fé y no dudasen en lo que él les prometia. Y entiendo que, asegurándolos en estas cosas exteriores como en este peligro y en la necesidad precedente, tenia intento á dos cosas: la una, á que perdiesen el cuidado de las cosas de la vida presente y lo pasasen todo á las cosas de la vida eterna; y la otra, á que, por lo que veian que Cristo hacia con ellos y por ellos en estas cosas exteriores, se certificasen de la remision de los pecados y reconciliacion con Dios, que son cosas interiores. Y aquí aprendemos qué es el fruito que los que somos cristianos habemos de sacar de los favores exteriores y corporales que cada día recibimos de Dios.

En esta historia se entiende todo esto: Primero, que, aunque toda la vida del cristiano debe ser una contínua oracion, un contínuo deseo de la gloria de Dios, á las veces está bien á la persona cristiana tomar algun rato para estar en oracion, la cual ha de ser á solas, porque el ánimo esté más recogido en Dios, como hizo Cristo que se apartó á orar á solas. Segundo, que, si bien consiente Dios que los suyos sean tentados, poniéndoles el á las veces en la tentacion, como consta que puso aquí Cristo á sus discípulos, no consiente que perezcan en la tentacion, ántes al mejor tiempo los socorre, aún sin que ellos lo llamen, poniéndoseles él delante para que se acuerden de recurrir á él, como hizo aquí Cristo con sus discípulos.

Tercero, que el temor humano es causa que los hombres hacen extraños conceptos de Dios; unos lo tienen por inhumano, otros por cruel, otros por avaro etc., como los discípulos de Cristo que, estando temerosos, veian á Cristo y pensaban que era fantasma. Cuarto, que socorre Dios á los suyos aún cuando recurren á él temiendo y á más no poder, tanto es el deseo que tiene de mostrarnos el amor que nos tiene, como hizo aquí Cristo con sus discípulos que con temor lo llamaron. Quinto, que, mientras no llamamos en consejo á nuestra prudencia humana para ver si fiaremos ó no fiaremos en las palabras de Dios, nuestras cosas van bien, pero, cuando la llamamos en consejo, comenzamos á dudar y á vacilar en la fé, como aquí aconteció á San Pedro con Cristo.

Sexto, que entonces debe el cristiano confiar más en las palabras de Dios cuando está en mayor peligro y cuando ve ménos en que confiar; y, si San Pedro hiciera aquí así, no fuera reprehendido de incrédulo y de poca fé. Y aquí entiendo que, porque al tiempo de la muerte está el peligro al ojo, entónces es el hombre más solicitado á dudar en la fé cristiana, y entónces debe ser más animado á creer. Séptimo, que nos deja Dios á las veces perder en parte la confianza porque, cuando nos socorre, no podamos atribuir su liberalidad ni aún á nuestra confianza, como San Pedro que, temiendo perdió en parte la confianza y, llamando á Cristo, aunque fué á más no poder, mostró no haberla perdido del todo. De esto hay algunos ejemplos en los salmos.

Octavo, que, aunque los hombres sin piedad conocen por los milagros exteriores á Dios, no siguen á Dios, como aconteció á los hombres que estaban en esta barca, que conocieron, que Cristo era hijo de Dios, por el milagro exterior, pero no siguieron á Cristo. De manera que por el efecto conocemos que entre esta confesion de estos que afirman que Cristo es hijo de Dios y la confesion de San Pedro que veremos en el cap. 16, hay esta diferencia que la de estos era de carne y sangre, era de discurso y juicio humano, que por lo que veía juzgaba lo que no veía, y la de San Pedro era por divina inspiracion y revelacion, y por tanto no pronunció Cristo por bienaventurados á estos como á San Pedro, ni siguieron estos á Cristo como San Pedro. Y aquí entendemos que los milagros, aunque al parecer hacen alguna impresion en los hombres, con efecto es poquísima y se pasa presto, y así queda que los milagros sirvan solamente para confirmar la fé de los que creen por revelacion y divina inspiracion.

Nono, que la fé es de tanta eficacia que alcanza de Dios todo lo que quiere, si bien el que cree alcanzar aquello que quiere ó desea, no es justo, no teniendo la fé inspirada y revelada que abraza la remision de pecados y la reconciliacion con Dios, como aconteció á estos de Genasaret que, creyendo que el tocar la orilla de la vestidura de Cristo seria de tanta eficacia que los sanaria de sus enfermedades, tocándola sanaban. El que considerará bien estas nueve cosas soy cierto que sacará de ellas mucha edificacion cristiana.

Lo mismo es «hizo subir» que: constriñó que subiesen, y «despedir» que: dar licencia, licenciar, y lo mismo es «dudabas» que: vacilabas, y «fimbria» que orilla, y «fueron salvos» que sanaron.




ArribaAbajoCapítulo XV

Entonces vienen á él los escribas y Fariseos de Jerusalem, diciendo: ¿Por qué causa tus discípulos rompen la constitucion de los ancianos, no lavándose las manos cuando comen pan? Y él respondiendo les dijo: ¿Por qué y vosotros rompeis el mandamiento de Dios por vuestra constitucion? Porque Dios mandó diciendo: Honra, al padre y á la madre, y el que maldecirá al padre ó la madre acabe con muerte; y vosotros decís que cumple cualquiera que dirá al padre ó á la madre: con el don que yo ofreceré serás ayudado, y haciendo así no honrará á su padre ó á su madre. De manera que quebrantais el mandamiento de Dios por vuestra constitucion. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Esaías diciendo: Allégase á mí este pueblo con su boca y con sus labios me honra, mas su corazon léjos está de mí. Pero en balde me sirven, enseñando doctrinas que son mandamientos de hombres. Y llamando á las gentes les dijo: Oid y entended! No lo que entra por la boca, profana al hombre, pero lo que sale de la boca, esto profana al hombre.



Los escribas y los Fariseos como sabios del mundo y santos del mundo, viendo que con la sabiduria de Cristo caia por tierra su sabiduria de ellos y que con la santidad de Cristo era menoscabada su santidad de ellos, quisieron hallar alguna cosa que tachar en Cristo por poner mácula en su doctrina y en su santidad, y, no hallando que tachar en su persona, tachan en sus discípulos el no lavarse las manos ántes de comer conforme á la constitucion de sus mayores, no por tachar á los discípulos sino por notar al maestro Cristo, que conocia sus dañadas intenciones.

No les responde á lo que le preguntan, pero, por ataparles las bocas, los tacha de una cosa gravísima en que pecaban, enseñando al pueblo á quebrantar el cuarto mandamiento del decálogo por una mala constitucion suya, y era esta que el hijo ofreciese al templo lo que le tocaria gastar con su padre, diciendo al padre que aquella ofrenda le seria tambien á él provechosa, en cuanto Dios le haria bien por ella. Y habiendo atapado Cristo las bocas á los escribas y á los Fariseos con esta tacha y con las palabras de Esaías, no queriendo que la calumnia de los sabios y santos del mundo hiciese impresion en los ánimos de las gentes, que la habian oido, las llama y les dice lo que habia de responder á los otros cuando preguntaran con sinceridad, y entiende Cristo en su respuesta que no ofende el hombre á Dios con lo que come por la boca sino con lo que saca por la boca.

Esta es la sentencia de estas palabras, en las cuales aprendemos esto. Primero, que siempre son mortales enemigos de los sabios y santos de Dios los que son y pretenden ser sabios y santos del mundo. Segundo, que siempre las observaciones esteriores son causa de contienda. Tercero, que los que son supersticiosos en las observaciones exteriores son licenciosos en las interiores, prefiriendo las cosas humanas á las divinas, como hacian estos escribas y Fariseos. Cuarto, que los santos de Dios no deben curar de satisfacer á las calumnias de los santos del mundo, pero deben procurar satisfacer á los hombres, que oyen las calumnias, mostrando la malicia de los santos del mundo. Quinto, que no placen á Dios los servicios que los hombres le hacen y el respeto que le tienen, cuando son movidos á ello por doctrinas humanas y mandamientos de hombres. Sexto, que no se ofende Dios sino con la malignidad que está en el corazon, del cual salen las malas obras, como Cristo declarará más abajo.

Y viniendo al particular de la letra, diciendo: «de Jerusalem» entiende que eran venidos de Jerusalem y por tanto eran de mayor autoridad. Aquello «cuando comen pan» es del hablar de la lengua hebrea; quiere decir: cuando se asientan á comer. Lo mismo es: «acabe con muerte» que: muera por ello. Aquello «y vosotros decís» etc., está dicho con tanta brevedad que apenas se entiende, y así es diversamente interpretado; yo entiendo que los escribas y Fariseos tenian ordenado que el hijo ofreciese al templo lo que habia de gastar en sustentar á su padre, diciendo al padre que tambien lo ofrecia por él, que Dios haría bien al padre por aquello que él ofrecia en el templo, y así con esta su ordenacion de aparente piedad, mostrando que el primer padre es Dios, venían á hacer que los hijos quebrantasen el mandamiento de Dios, no proveyendo de lo necesario á sus padres, porque esto significa el honrarlos segun el hablar de la lengua hebrea.

Muy al propósito alega Cristo las palabras de Esaías para mostrar la falsa religion y aparente piedad de aquellos santos del mundo que le calumniaban á sus discípulos. Aquello «enseñando doctrinas» etc., es digno de mucha consideracion para que cada persona cristiana esté sobre sí á no enseñar cosas humanas, cosas de hombres por muy santos que ellos sean y por muy santas que ellas parezcan, pues hay tanto que enseñar en las cosas divinas que muchas vidas de muchos hombres no bastarian á enseñar la centésima parte de ellas, y pues dice Dios que pierden tiempo los que enseñan doctrinas que son mandamientos de hombres. Adonde dice: «me sirven,» el vocablo griego significa atender al culto divino. Por «profana» en el griego está un vocablo que significa hacer comun, conforme al hablar de la lengua hebrea que llama comun á todo la prohibido en la ley de Dios, y así dijo San Pedro: «Numquam manducavi omne commune et immundum» Act. 10115; y profanar al hombre es lo mismo que apartarlo de Dios como lo profana y lo aparta el ser desobediente á Dios.

Las palabras de Esaías segun la letra hebrea dicen así: «Y dijo el Señor: Pues que allegado» (ó afligido) está116 este pueblo con su boca, y con sus lábios me honra, y su corazon lo ha alejado de mí, y su temerme es por mandamiento enseñado de hombres, por tanto ved que yo añadiré á hacer maravillas en este pueblo, maravilla y maravilla, y perecerá la sabiduría de sus sábios, y la prudencia de sus prudentes se esconderá.» Esaías 29. Adonde parece que, enojado Dios de que su pueblo lo sirviese no conforme á la ley que él le habia dado sino conforme á lo que mandaban los que pretendian interpretar la ley, amenazó al pueblo con la predicacion del evangelio, la cual echa por tierra la sabiduría de los sabios y esconde y escurece la prudencia de los prudentes, siendo así que, con la sabiduría y con la prudencia espiritual de los que aceptan la gracia del evangelio, es aniquilada y deshecha toda la lumbre natural, toda la prudencia y razon humana. En esta misma consideracion era entrado San Pablo cuando alegó parte de estas palabras 1ª Cor. 1, y la inteligencia de estas sirve para la inteligencia de aquellas.

Entónces allegándosele sus discípulos le dijeron: ¿Sabes que los Fariséos oyendo esta palabra se han escandalizado? Y él respondiendo dijo: Toda planta, que no habrá sido plantada por mi padre el celestial, sera cortada. Dejadlos, guias son ciegas de ciegos, y, si el ciego guiará al ciego, entrambos caerán en el hoyo. Y respondiéndole Pedro le dijo: Dínos á nosotros esta parábola. Y Jesus dijo: ¿Aún vosotros tambien estáis sin entendimiento? aún no entendeis que todo lo que entra por la boca., va al vientre y es echado fuera? Pero lo, que sale de la boca, del corazon sale, y aquello profana al hombre, porque del corazon salen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Esto es lo que profana al hombre, que comer con manos no lavadas no profana al hombre.



De lo que los discípulos dicen á Cristo: «¿sabes que los Fariséos» etc., se colige que, hallándose presentes los Fariséos al tiempo que Cristo dijo á las gentes: «no lo que entra por la boca» etc., ó con efecto se escandalizaron, pareciéndoles cosa impía aquella, ó fingieron escandalizarse porque se escandalizasen las gentes y así no siguiesen á Cristo; y de cosas semejantes hacen siempre muchas los santos del mundo contra los santos de Dios. De lo que Cristo responde á los discípulos, diciendo: «toda planta que no habrá sido plantada» etc., se colige que Cristo estimaba en poco que los Fariseos se escandalizasen, sabiendo que no eran plantas de Dios y que por tanto no podian estar en el reino de Dios; y esto pertenece á la predestinacion y es casi conforme á lo que dice Cristo en San Juan: «Nemo rapiet eos de manu mea,»117 en cuanto, así como aquí entiende Cristo que los que no son plantados de Dios no puede ser que no sean cortados del reino de Dios, así allí entiende que los que son sus ovejas no puede ser que se aparten de él.

Y de lo que añade Cristo, diciendo: «dejadlos guías son ciegas de ciegos,» se colige que las gentes, dejaron á Cristo, partiéndose escandalizadas con los Fariseos, á los cuales daban más crédito que á Cristo, porque no eran ovejas de Cristo, y así, siguiendo en el escándalo tras los Fariseos, cayeron en él como ellos. De lo que San Pedro pregunta á Cristo, diciendo: Dínos «ó decláranos á nosotros esta parábola,» se colige que los discípulos no estaban sin alguna partecilla de escándalo. Y de lo que Cristo les responde, diciendo: «aún no entendeis que todo» etc., se colige que segun Cristo no nos profanan, no nos apartan de Dios las cosas que comemos sino las que pensamos, hablamos y hacemos.

Adonde tengo por cierto que, si fuera replicado á Cristo, si comer entónces las cosas que la ley prohibia profanara ó apartara de Dios al hombre, que él respondiera que no por las cosas en sí sino por el animo desobediente á Dios con que el que comiera aquellas cosas las comiera y así entiendo que, si los discípulos de Cristo dejaran de lavarse las manos por menosprecio de los mayores que habian ordenado aquella ceremonia, fueran reprehendidos de Cristo, como merecen ser reprehendidos siempre los que de la misma manera quebrantan las ordenaciones de sus mayores, y merecen ser disculpados los que las quebrantan con la simplicidad que los discípulos de Cristo dejaban de lavarse las manos cuando se asentaban á comer, en los cuales no podia caber malicia ni presuncion, porque aprendian de su celestial maestro á ser humildes y á tener mansedumbre, y los que son tales no menosprecian á sus menores, cuanto más á sus mayores.

De todo esto se colige: Primero, que no son plantas de Dios, que no son del número de los predestinados para la vida eterna los que se escandalizan de la verdad cristiana, los que, porque no les cuadra en sus entendimientos, se apartan de ella y la condenan, como aconteció á estos Fariseos. Y cuanto al escándalo, me remito á lo que he dicho en una consideracion118. Segundo, que no bastan lenguas de hombres ni de ángeles para hacer capaz á un hombre de la verdad cristiana, si no tiene dentro de si al espíritu santo que lo haga capaz.

Que esto sea así, consta por esto que, si bastasen, bastara mucho mejor la lengua del mismo Cristo, hijo de Dios, la cual, por lo que vemos en los discípulos, consta que no bastaba; y no cabe decir que era por la rudeza de ellos, porque es certísimo que era solamente por la excelencia de las cosas cristianas, siendo esto cierto que, cuanto fueran más agudos y más entendidos los discípulos, tanto fueran más incapaces de las cosas que Cristo les decia, ántes se escandalizaran ellos así como los otros. Y aquí entiendo que el hombre que es capaz de la verdad cristiana, entendiéndola y comenzando á sentir en sí los efectos de ella, la cual consiste en la remision de pecados y reconciliacion con Dios por la justicia de Dios ejecutada en Cristo, puede tener por cierto que tiene dentro de sí al espíritu santo, por cuyo favor es capaz de esta verdad cristiana.

Tercero, que merecen ser disculpados los que con simplicidad no por malicia ni por bellaquería quebrantan alguna ordenacion de sus mayores, como sería decir comiendo lo que les es prohibido, porque la culpa no está en el comer; y que merecen ser reprehendidos los que con malicia y bellaquería quebrantan algunas de las tales ordenaciones, porque la culpa está en el ánimo de donde sale, y los que tienen en sus ánimos malicia y bellaqueria, aún no han tomado el yugo de Cristo ni han aún aprendido de Cristo á ser humildes y á tener mansedumbre, de la manera que habemos dicho sobre el cap. 11.

Y saliendo de allí Jesus se apartó á las partes de Tiro y Sidonia, y hé aquí una mujer cananéa que salida de aquellos confines lo llamó á gritos, diciendo: ¡Compadécete de mí, señor, hijo de David! Mi hija malamente está endemoniada. Pero él no le respondia palabra, y allegándose sus discípulos le rogaban diciendo: Despídela, que viene gritando tras nosotros. Y él respondiendo, dijo: No soy enviado sino á las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y ella allegándose lo adoró, diciendo: ¡Señor, ayúdame! Y él respondiendo, dijo: No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo á los perrillos. Y ella dijo: Así es, señor, pero tambien los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. Entónces respondiendo Jesus le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fé! Hágase como tú quieres. Y fué sana su hija desde aquella hora.



Viendo Cristo que aquellos santos del mundo con las gentes que lo seguian se habian escandalizado de sus palabras, no curando ni de contrastar con ellos ni de ponerse á hacer capaces á ellas de la verdad, contentándose con haberla propuesto llanamente, se fué de allí hácia la gentilidad, como comenzando á descubrir el secreto de que la gracia del evangelio, desechada y menospreciada de los judíos, habia de ser presentada á los gentiles y ellos la habian de aceptar, conociéndose necesitadísimos de ella y por tanto abrazándola con todo el ánimo. De manera que parece que esta mujer cananea fué como una figura de lo que habia de ser en toda la gentilidad, ántes en esta mujer considero á la letra lo que acontece á cada uno de los que aceptamos la gracia del evangelio, en cuanto, así como esta mujer, queriendo que Cristo le sanase la hija, no se considera á sí, pero considera á Cristo, así nosotros, queriendo que Cristo nos sane las conciencias, nos las aquiete y nos las apacigue, no nos consideramos á nosotros, pero consideramos á Cristo.

Si esta mujer se considerara á sí, conociéndose ajenísima de Dios, no confiara en Cristo ni osara parecer delante de Cristo; pero como consideró solamente á Cristo, y en Cristo conoció la bondad de Dios, confió en Cristo, pareció delante de Cristo y casi con razon convenció á Cristo hasta que alcanzó de él lo que queria; y si cada uno de nosotros se considerase á sí, conociéndose lleno de malignidad y de perversidad y por tanto enemigo de Dios, no confiaria en Cristo ni osaria parecer delante de Cristo; pero, como considera solamente á Cristo y en Cristo, ve castigados todos sus pecados y en él mismo se ve reconciliado con Dios, aquieta y apacigua su conciencia, teniéndose por perdonado y por reconciliado con Dios.

Y en cuanto, así como esta mujer, siendo como tentada con las respuestas de Cristo á apartarse de la fé y así á desistirse de la demanda, no se apartaba ni se desistia, ántes se encendia y fortificaba más en su fé y en su demanda, así nosotros, siendo tentados unas veces de las persuasiones de los hombres, otras de nuestras propias imaginaciones y otras de las que los demonios nos ponen delante, las cuales todas pretenden apartarnos de la fé que tenemos, de nuestra reconciliacion con Dios por Cristo, no nos apartamos de la fé, ántes nos inflamamos más en ella y nos fortificamos más en ella, de manera que viene á ser que, así como la fé de esta mujer crecia, siendo tentada á no creer, así nuestra fé crece, siendo tentados á no creer. Y este es un eficacísimo contraseño, por el cual el hombre puede entender si la fé que tiene es inspirada o es enseñada, porque la fé enseñada no crece jamás y siendo tentada descrece.

En esta misma mujer considero la diferencia que hay entre el que ora enseñado y el que ora inspirado, en cuanto el que ora enseñado es semejante á los que llama Cristo étnicos, que piensan que por su mucho hablar han de ser oidos, y el que ora inspirado es semejante á esta mujer que en dos palabras demandaba á Cristo lo que queria de él, proponiéndole su necesidad segun que la sentia dentro del ánimo. En llamar esta mujer á Cristo «hijo de David» parece que interiormente era certificada que él era el Mesía que esperaban los judíos, del cual por la vecindad tenian noticia en aquellas partes que habia de ser hijo de David.

No respondiendo Cristo cosa ninguna á las voces de esta mujer, la ejercitaba en la fé, y ejercitándola la acrecentaba en ella. Y diciendo los discípulos á Cristo: «despídela» ó despáchala etc., mostraban el temor que llevaban por el escándalo en que quedaban los santos del mundo con las otras gentes. Diciendo Cristo: «no soy enviado sino» etc., ejercitaba la fé de la mujer, y entendia que, pues el padre lo habia enviado por beneficio de los judíos, á los cuales llama ovejas perdidas por la condenacion á muerte eterna que es comun á todos los hombres, no era bien empacharse con los gentiles. Adonde, llamando Cristo «ovejas perdidas» á los que vino á redimir, se conforma con aquello que dice Esaías119: «Todos nosotros como ovejas anduvimos perdidos.» Y replicando Cristo: «no es bueno» ó no es justo «tomar» etc., perseveraba en ejercitar la fé de la mujer, y entiende: no siendo yo enviado sino á los israelitas, no es justo que haga con los gentiles lo que tengo de hacer con los israelitas, así como no es justo que el padre quite el pan que pertenece á los hijos y lo dé á los perrillos.

Y estas palabras de Cristo parece que eran bastantísimas para derribar la fé de todos los hombres del mundo, como con efecto derribaran la fé de la mujer, si creyera ó si orara enseñada, pero, porque creia y oraba inspirada, con ellas creció en la fé, y así continuó su oracion, convenciendo á Cristo con el conocimiento de sí misma, de su vilísimo y bajísimo ser, llamándose perrilla, porque tal se conocia, mirándose á sí,120 y, si como era grande en fé, fuera grande en obras, nunca se humillara á aceptar el nomnbre de perra, porque así es anexa á las obras la propia estimacion como es anexa á la fé la humildad. Diciendo Cristo: «¡Oh mujer, grande es tu fé!» etc., mostró que la fé de la mujer lo forzaba á dar sanidad á la hija, y tengo por cierto que, si los discípulos dijeran á Cristo: Pues no eres venido sino para los israelitas ¿por qué haces este bien á esta mujer que no es israelita? que Cristo respondiera que la fé la habia hecho israelita, así como hace israelitas á todos los que creen segun que lo trata San Pablo, Rom. 4.

Dos cosas me quedan que decir aquí. La una, que me parece ver á esta mujer inspirada á creer y á orar interiormente por el mismo Cristo que exteriormente parecia que la apartaba de la fé y de la oracion, de manera que así era obra de Cristo la perseverancia en la fé y en la oracion como era la tentacion á apartarse de lo uno y de lo otro; y por tanto me place lo que oí decir una vez á uno, el cual, repitiendo aquellas palabras: «Oh mujer, grande es tu fé,» decia: ¡Á la fé, Señor, es grande vuestra fé, que vos se la dábades, porque, si vos no se la diérades, no la tuviera ella. La otra, que si, ántes que muriendo Cristo hiciese en la cruz la paz entre Dios y los hombres, reconciliándonos con Dios, era Dios así liberal con los hombres que le eran enemigos, cuánto más lo será ahora despues que ya reconciliados le somos amigos121. Adonde se puede certificar cada uno de nosotros, diciendo: si, siendo yo enemigo de Dios, fuí reconciliado con Dios por la muerte de Cristo, el cual castigó en él lo que habia de castigar en mí, ¿por qué tengo de dudar, siendo yo amigo y reconciliado con él, en que me haya de dar y conceder lo que quiero, que es inmortalidad y vida eterna con el mismo Cristo?

Y pasando de allí Jesus vino junto al mar de Galiléa, y subido en un monte se asentó allí, y llegáronse á él muchas gentes que tenian consigo cojos, ciegos, mudos, lisiados y otros muchos, y echáronlos á los piés de Jesus, y sanólos, en tanto que se maravillaban las gentes, viendo á los mudos hablar, á los lisiados sanos, á los cojos andar, á los ciegos ver, y glorificaban á Dios de Israel. Y Jesus llamando á sus discípulos dijo: Tengo compasion de esta gente, porque ya ha tres dias que perseveran en estar conmigo y no tienen que comer y despedirlos ayunos no quiero, porque no desfallezcan en el camino. Y dícenlo sus discípulos: ¿De dónde tenemos nosotros en despoblado tantos panes para hartar tanta gente? Y díceles Jesus: ¿Cuántos panes teneis? Y ellos dijeron: Siete y unos pocos pececillos. Y mandó á las gentes que se asentasen en tierra, y tomando los siete panes y los peces, hechas las gracias partió y dió á sus discípulos, y los discípulos á la gente, y comieron todos y hartáronse, y alzaron de lo que sobró de los mendrugos siete espuertas llenas. Y los que habian comido eran cuatro mil hombres sin mujeres y muchachos. Y despidiendo á las gentes, subió en una barca y vino á los confines de Magdalá.



Sobre lo que está dicho en lo pasado, cuanto á la sanidad que daba Cristo á estas gentes, se ofrece aquí esto: que toda persona cristiana debe considerar que, pues sanaba Cristo los cuerpos de estos para que estuviesen bien en la vida presente, no siendo aquel su propio oficio, mucho mejor resucitará nuestros cuerpos para que estén bien en la vida eterna, siendo este su propio oficio, conforme á aquello: «ego veni ut vitam habeant» etc.122; y más que, pues sanaba Cristo á estos, por la fé que tenian que los podia sanar y que los sanaria, mucho mejor nos resucitará á nosotros los que creyendo gozamos de su justicia, pues á este fin vino en el mundo.

Sobre lo que está dicho en el capítulo precedente, cuanto al dar Cristo de comer milagrosamente á estas gentes, se ofrece esto: que, pues Cristo se compadecia, tanto cuanto aquí vemos, de aquellos que lo seguian con afectos humanos por propios intereses y por cosas corporales, y, no queriendo que pereciesen en el camino, milagrosamente los sustentaba, mucho mejor se compadecerá de nosotros los que lo seguimos con afectos espirituales y por tanto por gloria de Dios y por cocas espirituales, y, no queriendo que perezcamos en el camino, milagrosamente nos proveerá en todas nuestras necesidades en la vida presente y nos defenderá de todas las cosas que nos podrian apartar de él, haciéndonos perder la porcion que tenemos en el reino de los cielos, y más que, pues Cristo no apartaba de sí á sus discípulos por la poca fé que tenian en él, como consta por esto que, habiendo poco ántes visto el milagro de los cinco panes, dudaban ahora que tenian siete, ántes los allegaba y procuraba fortificarlos y confirmarlos en la fé, no nos debemos nosotros espantar ni atemorizar por nuestra flaqueza en la fé cuando vacilaremos, siendo solicitados á dudar, antes tener por cierto que Cristo hará con nosotros lo que hacia con sus discípulos, fortificándonos y confirmándonos en la fé.

Y siempre que me acuerdo de los muchos milagros que los discípulos de Cristo veian y de las muchas palabras buenas que oian y de la poca impresion que lo uno y lo otro hacia en ellos, porque aún no habian recibido el espíritu santo, no siendo aún Cristo glorificado, me certifico en esta verclad que valen poco los milagros y que valen poco las buenas palabras en los que no tienen espíritu santo; es bien verdad que vale mucho lo uno y lo otro para disponer al hombre á demandar á Dios su espíritu santo y para ayudarse despues que ha recibido el espíritu santo, como valió mucho en los discípulos de Cristo lo que, ántes de tener espíritu santo, oyeron y vieron de Cristo.




ArribaAbajoCapítulo XVI

Y viniendo los Fariséos y los Saducéos, tentándole rogaban que les mostrase alguna señal del cielo. Y él respondiendo díjoles: Venida la tarde, decís: sereno hará, porque el cielo está colorado; y mañana: hoy habrá tempestad, porque el cielo tiene color triste. Hipócritas, sabéis juzgar la cara del cielo y ¿no podéis juzgar las señales de los tiempos? Generacion mala y adúltera señal va buscando, y señal no le será dada sino la señal de Jonas profeta. Y dejándolos se partió.



Los santos del mundo, no pudiendo sufrir delante de sí la santidad de Cristo porque echaba por tierra su santidad de ellos, lo iban siempre tentando, como han ido y van siempre continuando en tentarlo, y así fingiendo que deseaban ser ciertos que él fuese el Mesía y que para certificarse no les bastaban los milagros que hacía, le demandan que haga algun milagro en el cielo, como sería decir haciendo firmar el sol como hizo Josué. Y Cristo, conociendo sus malas intenciones, no queriéndoles dar otra señal que la de su muerte y resurreccion, los reprehende de la ceguedad ó ignorancia con que trataban las santas escrituras, diciéndoles que tenian ingenios y discursos para juzgar hoy del dia que hará mañana, si hará sol ó si lloverá, y que no tenian ingenios ni discursos para entender por las santas escrituras como aquel era el propio tiempo en que habia de venir el Mesía. Esta es la sentencia de estas palabras. Lo mismo es: «sereno hará» que: sol hará. Por lo que aquí dice: «color triste» el griego dice: está colorado triste, pero entiende lo que decimos: está mustio. Á los Fariseos y Saduceos llama Cristo hipócritas porque era este el ordinario nombre con que los llamaba y porque venian á tentarlo mostrando uno en lo exterior y teniendo otro en lo interior.

Cuanto á la señal de Jonas profeta, me remito á lo que he dicho en el cap. XII, añadiendo esto que me cuadraria mucho si la escritura dijese que los de Nínive supieron el caso entrevenido á Jonas y que por tanto le dieron crédito y se convirtieron; y aunque no se puede colegir de ella esto, no pudiéndose colegir el contrario y cuadrándome tambien, digo que entiendo que, así como los tres dias y tres noches, que Jonas estuvo en el vientre de la ballena, fueron señal á los ninivitas, por lo cual, convencidos en sus conciencias, dieron crédito á la predicacion de Jonas y se con

virtieron á Dios, así los tres dias y tres noches, que Cristo estuvo en la sepultura, son eficacísima señal para convencer las conciencias de los hombres á creer el testimonio de Cristo de nuestra reconciliacion con Dios por su sangre que él derramó al tiempo que fueron castigados en él nuestros pecados y así de nuestra justificacion, resurreccion y glorificacion. Los que no son convencidos con esta señal, no serian convencidos con todas las señales que pueden ser vistas en el cielo y en la tierra; y tengo por cierto que en tanto son convencidos los hombres con ella, en cuanto la creen.

Y venidos sus discípulos á la otra ribera, habíanse olvidado de tomar panes. Y Jesus les dijo: Mirad y guardáos de la levadura de los Fariseos y Saduceos. Y ellos razonaban entre sí, diciendo: Porque no tomamos panes. Y conociendo esto Jesus, les dijo: ¿Qué razonais entre vosotros hombres de poca fé, que no habeis tomado panes? Cómo, aún no entendeis ni os acordais de los cinco panes de los cinco mil? y cuántos cofines alzastes? ni de los siete panes de los cuatro mil, y cuántas espuertas alzastes? cómo no entendeis que no os he dicho del pan: Guardáos de la levadura de los Fariseos y Saduceos?-Entónces entendieron que no les habia dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los Fariseos y Saduceos.



Tres cosas se coligen de estas palabras. La primera la incredulidad del ánimo humano que, por mucho que crea, mientras es humano, cuando ve la necesidad al ojo, duda, como los discípulos que, viéndose sin panes, pensaban padecer hambre, como consta por lo que ellos decian entre sí y por lo que Cristo les responde. Y aquí entiendo que, si queremos no dudar jamás, por muy grande que sea nuestra necesidad, roguemos á Dios que nos despoje de todo lo que tenemos de Adam, porque, miéntras tendremos rastro de Adam seremos solicitados á dudar y dudaremos.

La segunda, que los hombres, miéntras están intentos á las cosas exteriores, son incapacísimos de las cosas interiores, como los discípulos que, estando atentos á los panes, interpretaban las palabras de Cristo de los panes. Y aquí entiendo que el, que querrá ser capaz de las cosas interiores y espirituales, trabaje primero por apartar el ánimo de las cosas exteriores y corporales, cierto que no entenderá las unas miéntras estará atento á las otras.

La tercera, que á los santos de Dios pertenece estar siempre alerta, mirando, advirtiendo y guardando no les entre por parte ninguna rastro ninguno de doctrina de santos del mundo, cuales eran los Fariséos, ni de sabios del mundo, cuáles eran los escribas, tomando cada uno de ellos para sí el aviso que da aquí Cristo á sus discípulos, porque siempre es levadura para mal la doctrina de los santos del mundo y de los sabios del mundo. Y aquí entiendo cuán poco me debo fiar de las persuasiones de los hombres que en el mundo son tenidos por santos y por sabios, y entiendo que el mejor expediente con que yo podré guardarme de ellos es con rogar contínuamente á Dios, imprima bien en mi memoria la fé cristiana con la doctrina del vivir cristiano que me predican y enseñan los apóstoles y los evangelistas, á fin que, viniendo las persuasiones de los santos del mundo y de los sabios del mundo á este parangon, les acontezca lo que acontece á las piedras falsas cuando están en presencia de las finas, y aún lo que acontece á las finas cuando están en presencia de las que son más finas que ellas.

Despues de escrito esto, entiendo que propiamente pretendió aquí Cristo avisar á sus discípulos que se guardasen de lo que enseñaban los escribas y los saduceos acerca de la pompa con que se habian soñado que habia de venir el Mesía; y á esta inteligencia favorece mucho lo que inmediatamente se sigue de la confesion de San Pedro. Adonde dice: «porque no tomamos panes,» pienso que se ha de entender: esto dice porque no tomamos panes.

Y venido Jesus en las partes de Cesarea la de Filipe, preguntó á sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que soy el hijo del hombre? Y ellos dijeron: Unos Juan el Bautista y otros Elías y otros Jeremías ó uno de los profetas. Díceles: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Simon Pedro, dijo: Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo. Y respondiendo Jesus, le dijo: Bienaventurado eres, Simon Barjoná, porque la carne y la sangre no te lo ha revelado sino mi padre el que esta en los cielos. Y yo tambien te digo á tí que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y daréte las llaves del reino de los cielos, y lo que atarás sobre la tierra, será atado en los cielos, y lo que desatarás sobre la tierra, será desatado en los cielos.



Muchas cosas hay en estas palabras, dignas de mucha consideracion, para la inteligencia de las cuales convendria que el hombre estuviese desnudo y despojado de todo afecto humano, de toda opinion humana y aún de todo discurso de prudencia humana. Yo diré lo que en ellas al presente entiendo, remitiéndome siempre á la inteligencia de los santos que las entienden mejor.

Cuanto á lo primero, no entiendo que preguntó Cristo á sus discípulos la opinion, que los hombres tenían de él, por saberla él, sino, porque diciendo ellos la que tenían, la cual él sabia bien, con su respuesta de él ellos quedasen confirmados en ella. Y aquí entiendo que quiere Dios que confesemos la fé que él imprime en nuestros corazones, en presencia de nuestros superiores, á fin que, confirmándonos ellos en ella, alcancemos salud y vida eterna, y por tanto dice San Pablo: «corde creditur ad justitiam, ore autem confessio fit ad salutem». Rom, 10123.

Por las diversas opiniones que segun parece los hombres tenían de Cristo, las cuales todas iban enderezadas á menoscabar la gloria de Cristo y la omnipotencia de Dios, como que no podía criar un profeta de nuevo sin resucitar á uno de los ya muertos, y por lo que yo he visto por alguna experiencia, entiendo que, siempre que los hombres como hombres toman opiniones de Cristo y de los que son miembros de Cristo, sin pretenderlo ellos, vienen á menoscabar la gloria de Cristo y la omnipotencia de Dios; y por tanto seria sanísimo consejo á todos los hombres, guardarse de tomar opinion ninguna en las cosas espirituales y divinas mientras que son hombres no regenerados y renovados por espíritu santo, y aún entónces les está bien atenerse al áncora de la fé cristiana y al intento del vivir cristiano, guardando el decoro cristiano, y en lo demás no atarse á opinion ninguna, porque, como se atan á una, se obligan á defenderla, y, como la quieren defender, se apartan de la mansedumbre cristiana y decoro cristiano.

Diciendo San Pedro: «tú eres Cristo el hijo de Dios vivo,» entiendo que confesó en Cristo humanidad y divinidad, humanidad en cuanto lo confesó por el Mesía prometido en la ley, del cual constaba que habia de ser hombre del linaje de Abraham, de la simiente de David, y divinidad en cuanto lo confesó por hijo de Dios y una misma cosa con Dios, en la cual confesion está fundada la fé cristiana, en cuanto los, que aceptamos el indulto y perdon general que nos es intimado en el evangelio, fundamos nuestra fé en que Cristo es el Mesía y es hijo de Dios, y así nos certificamos en la remision de nuestros pecados y en nuestra reconciliacion con Dios, teniéndonos por hijos de Dios, incorporados en Cristo, y por herederos de la vida eterna con Cristo. Los que no se conocen perdonados y reconciliados con Dios en Cristo y por Cristo ni se conocen hijos de Dios, habilitados para la heredad de Dios que es la vida eterna, si bien dicen á Cristo lo mismo que le dijo San Pedro, tengan por cierto que no lo dicen por divina revelacion sino por humana instruccion, y los tales no siguen jamás á Cristo, no imitan en Cristo la mansedumbre ni la humildad, porque aún no están sujetos al yugo de Cristo.

A Dios entiendo que llama vivo ó viviente porque solo él tiene vida en sí y da ser y vida á todas las cosas que son y viven; y sobre esta manera de hablar que usa la escritura, diciendo Dios vivo, agua viva, piedra viva, esperanza viva etc., he hablado en la primera epístola de San Pedro capítulo primero.

Por aquellas palabras de Cristo: «porque la carne y la sangre» etc., entiendo que no son bienaventurados los que por relacion é instruccion humana y exterior confiesan á Cristo por Mesía, hijo le Dios vivo, sino los que lo confiesan por revelacion é inspiracion divina é interior, como San Pedro. Y la bienaventuranza consiste en que incorporados en Cristo no los mira Dios por lo que son por sí, sino por lo que son por Cristo, y, así unidos é incorporados en Cristo, gozan de lo que goza Cristo, siendo de ellos lo que es de Cristo. Adonde entiendo que á todo hombre, que confiesa lo que confiesa aquí San Pedro, pertenece examinarse muy bien, si la confesion hace sus efectos en él, á fin que, hallándose con la confesion y sin los efectos de ella, entienda que su fé es de carne y sangre, y que por tanto no pertenece á él la bienaventuranza de San Pedro, y entendido se vuelva con fervor á Dios, suplicándole, le dé la fé revelada é inspirada, para que toque tambien á él la bienaventuranza que es anexa á la fé cristiana inspirada y revelada. Barjoná es lo mismo que hijo de Juan.

La santa escritura acostumbra llamar «carne y sangre» á los hombres con todo lo que tienen como hijos de Adam, comprehendiendo á la ciencia del bien y del mal, á la lumbre natural, que es propia de Adam porque él la aquistó comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal.

Como gratificando y confirmando Cristo la confesion de San Pedro entiendo que dice: «y yo tambien te digo á tí que» etc., como si dijese: Tu´ me has confesado á mí por Mesía hijo de Dios vivo, y yo te doy á tí este nombre de piedra por la firmeza que hay en esta tu confesion que es como piedra, y te digo más que sobre esta piedra edificaré mi iglesia etc. Adonde entiendo que dice Cristo que habia de edificar su iglesia sobre la confesion de San Pedro, entendiendo que el fundamento de la iglesia es confesar á Cristo por Mesía, hijo de Dios vivo, en cuanto los que, aceptando la gracia del evangelio, la remision de pecados, y reconciliados con Dios por la justicia de Dios ya ejecutada en Cristo, siempre que son solicitados á dudar de esta verdad, recurren á este firme y estable fundamento, diciendo: él que nos ha hecho este beneficio y él que lo publicó y hace publicar en el mundo es Jesus Nazareno, el cual es el Mesía prometido en la ley de Dios y es hijo de Dios, y puesto es así verdad, tambien es verdad lo que él publicó y hace publicar, que es el indulto y perdon general, del cual gozan los que lo creen. De esta manera entiendo que la iglesia cristiana está fundada sobre creer de Cristo lo que aquí confiesa San Pedro.

Tambien entiendo que, queriendo Cristo mostrar la excelencia de su iglesia y asegurar á los que pertenecen á ella, dice: «y las puertas del infierno» etc., entendiendo que todos juntos los espíritus infernales no seran bastantes á deshacer á esta iglesia, á derribarla y echarla por tierra, porque ella será poderosa en Cristo á hacerles resistencia á todos; de manera que sea esta la misma sentencia que dice Cristo en otra parte: 124«et nemo rapiet eas de manu mea,» á las cuales sentencias y á las que son como ellas debemos abrir bien los ojos los que somos ovejas de Cristo, porque, dando el crédito que se debe á las palabras de Cristo, nos podemos bien certificar con San Pablo que ni la muerte ni la vida ni criatura ninguna será bastante á apartarnos de Cristo y por el consiguiente ni del reino de Cristo en la presente vida ni del reino de Dios en la vida eterna.

Queriendo Cristo gratificar aún más la confesion de San Pedro por confirmarla más y establecerla más, le dice: «y daréte las llaves del reino de los cielos,» y entiendo que, declarando qué llaves son estas, dice: «y lo que atarás sobre la tierra» etc., de manera que estas llaves consistan en el atar y en el desatar. Estas llaves entiendo que las tuvo Cristo mientras vivió corporalmente entre los hombres, y entiendo que, pronunciando aquí á San Pedro por bienaventurado y confirmándolo en la fé que tenia de él, usó de la una de las llaves, y de la otra entiendo que usaba cuando pronunciaba por infieles á Corazain, á Betsaida y á Capernaum, y cuando pronunciaba por hipócritas á los pontífices, escribas, Saduceos y Fariseos.

Tambien entiendo que usaban de la una de estas llaves los apóstoles cuando admitian á la congregacion cristiana á los que confesaban que Jesus es el Mesía, hijo de Dios vivo, como admitió San Felipe al eunuco, San Pedro á Cornelio y San Pablo á Tito etc., y que usaban de la otra llave cuando apartaban de la congregacion de los cristianos á los que, viviendo viciosa y profanamente, daban testimonio de sí que la fé que tenian no era revelada ni inspirada, sino relatada y enseñada. De manera que el uso de estas llaves sea confirmar la fé del que, creyendo con el corazon por espíritu-santo, confiesa por la boca aquello que cree, afirmándole que su fé es buena, como hizo Cristo con San Pedro, la cual cosa es necesarísima en la iglesia, porque el ánimo del hombre es tanto solicitado á dudar que, por muy grandes inspiraciones interiores que tenga, siempre tiene necesidad del testimonio exterior; y de manera que sea tambien el uso de estas llaves condenar la infidelidad tanto del que no cree de Cristo lo que San Pedro, cuanto del que, si bien confiesa por la boca lo que confesó San Pedro, muestra en su mal vivir que no lo confiesa con el corazon, que habla enseñado y no inspirado, y que habla por relacion de carne y sangre y no por revelacion de espíritu-santo.

Aquí añadiré esto que por revelacion de Dios conocemos á Cristo cuando nos desatapa Dios los ojos para que lo conozcamos por el Mesía y lo conozcamos por hijo de Dios, conociéndolo por hijo de David segun la generacion humana y por hijo de Dios segun la generacion divina. Los que conocen de esta manera á Cristo, aceptando la gracia del evangelio, se tienen por perdonados de todos sus pecados hechos y por hacer, y teniéndose por amigos de Dios, aman á Dios, y reconociéndose hijos de Dios, se aplican á imitar á Cristo con intento de guardar el decoro de hijos de Dios. Los que conocen á Cristo por relacion de hombres ó de escrituras no se tienen jamás por perdonados de Dios ni por amigos de Dios ni por hijos de Dios, y así no aman á Dios ni se aplican á imitar á Cristo.

Esto es lo que al presente entiendo en estas palabras, las cuales son de tanta importancia que, aunque me parece quedar satisfecho con esta inteligencia, todavía quedo con deseo de alcanzar otra mejor, y así ruego á Dios me la dé ó por sí mismo ó por medio de algun siervo suyo, pero en cuanto ha de servir para gloria suya y de su unigénito hijo Jesu Cristo nuestro Señor.

Entónces mandó á sus discípulos que no dijesen á ninguno que él es Jesu Cristo. Desde entónces comenzó Jesus á descubrir á sus discípulos que le convenia ir á Jerusalem y padecer mucho de parte de los ancianos y príncipes de los sacerdotes y escribas y ser muerto y resucitar al tercero dia. Y apartándolo Pedro comenzó á reprehenderlo diciendo: Mejor sea á tí, señor; nunca tal te entrevenga. Y él vuelto dijo á Pedro: ¡Quítateme de delante, Satanás! Escándalo me eres, porque no sabes las cosas de Dios sino las de los hombres.



La causa porque Cristo prohibió á sus discípulos que no lo publicasen por el Mesía pienso que es, porque tenia Dios ordenado que este secreto no fuese descubierto ni publicado entre los hombres hasta que Cristo fuese muerto, resucitado y glorificado. En aquello «desde entónces comenzó Jesus» etc., noto esto que primero confirmó Cristo á sus discípulos en lo que habian de creer de él, que les descubriese el secreto de su muerte, y entiendo que se lo dice ántes que sea por facilitarles el sentimiento de ella. Y aquí aprendo que los que Dios trae á Cristo, primero deben ser confirmados y fortificados en lo que han de creer de Cristo, que les sea dicho lo que han de padecer por Cristo, y más, que ántes que venga el padecer, muchas veces se les debe poner delante, á fin que, cuando venga, se hallen armados y apercibidos de tal manera, que por el padecer no se aparten de Cristo, desamparando la fé cristiana y el vivir cristiano. Adonde dice «ancianos,» puede decir presbíteros, es nombre de dignidad. Y aquí es digno de consideracion esto que los, que tenian la cumbre de la religion entre los judíos, fueron los que dieron la muerte á Cristo.

En San Pedro considero aquí á todos los que con prudencia humana presumen reprehender y aconsejar á los que, siendo hijos de Dios, son regidos y gobernados por espíritu de Dios, en cuanto, así como San Pedro, ufano por ventura con las palabras que le acababa de decir Cristo, presumió reprehender á Cristo porque queria ir á cumplir la voluntad de Dios, siendo llevado por espíritu santo, así ellos, ufanos con el nombre de cristianos, con las ceremonias cristianas y con alguna noticia de las cosas cristianas que han alcanzado por revelacion y escritura, presumen reprehender á los que siguen á Cristo y siguiendo á Cristo van á cumplir la voluntad de Dios, siendo llevados por el espíritu santo.

A donde entiendo que á los, que, incorporados en Cristo, son hijos de Dios, pertenece responder á los hombres, que, mostrando celo, los reprehenden, lo que respondió Cristo á San Pedro, diciendo: «quítateme de delante, Satanás» etc. Y para poderles responder de esta manera, conviene primero que ellos se persuadan y tengan por cierto que todos los hombres que no son hijos de Dios, no siendo regenerados y renovados por espíritu santo, les son á ellos el mismo Satanás, porque, estando con esta persuasion, tendrán por sospechosas todas sus reprehensiones, todos sus celos y todos sus consejos, los cuales, siendo de hombres no pueden ser sino carne y sangre.

Diciendo Cristo: «escándalo me eres,» entiende: me eres fastidioso y enojoso, como nos es la piedra en que tropezamos. Y aquí se entiende una manera de escandalizar los hombres á Dios y á los que son hijos de Dios. Y declarando Cristo de dónde procedia que San Pedro le era escándalo, dice: «porque no sabes» etc., entendiendo que de no saber San Pedro las cosas de Dios, de no entenderlas ni penetrarlas, procedia el fastidio que le daba con aquellas sus palabras. Si San Pedro supiera el divino consejo en la muerte de Cristo, no se pusiera á reprehender á Cristo porque iba á morir; y aún si solamente considerara la divina sabiduría y potencia que veía en Cristo, callara y dejárale hacer; pero como no consideraba lo uno ni sabia lo otro, sabiendo solamente las cosas de los hombres que tienen por malo el morir y por malísimo el morir ignominiosamente, oyendo decir á Cristo de su muerte, pensó acertar, diciéndole lo que le dijo.

Adonde pueden considerar las personas cristianas que, pues Cristo, ofendido de las palabras de San Pedro que nacian de ánimo vivo aún no mortificado por la fé, no lo echó de sí, solamente lo trató mal de palabra, que tampoco las echará de sí á ellas cuando lo ofenderán como San Pedro con viveza de ánimo aún no mortificado por la fé, si bien las tratará mal de palabra, dándoles á sentir que se tiene por ofendido de ellas. A donde dice: «sabes,» puede decir: precias, estimas y sientes. En aquello: «mejor sea á tí, señor, nunca, tal te entrevenga» y en aquello: «quítateme de delante, Satanás» están unas maneras de decir castellanas por otras maneras de decir hebreas.

Entónces dijo Jesus á sus discípulos: Si alguno querrá venir tras mí, niéguese á sí mismo y tome su cruz y sígame, porque el que querrá salvar su ánima, la perderá, y el que perderá su ánima por mi causa., la hallará, porque ¿que aprovechará al hombre si ganará á todo el mundo con daño de ánima? ó ¿qué dará el hombre en trueco por su ánima? Porque será así que vendrá el Hijo del hombre en la gloria de su padre con sus ángeles, y entónces dará á cada uno segun su obra. Dígoos de verdad que hay algunos de los que están aquí, los cuales no gustarán la muerte hasta que vean al hijo del hombre venir en su reino.



Habiendo Cristo como intimado á sus discípulos su pasion despues de haberlos confirmado en la fé, les intima lo que á cada uno de ellos conviene padecer, habiendo como buenos discípulos de seguir á su maestro, de pasar por donde él pasó. Adonde parece que, tomando Cristo ocasion de lo que San Pedro le habia dicho condenando por malo el padecer, dice así á todos los discípulos: no solamente es necesario que yo vaya á padecer, á perder esta vida que tengo como hijo de Adam, pero sabed que es tambien necesario que los que me han de seguir vayan por donde yo voy, negándose á si mismos, privándose de todos sus placeres, de todas sus satisfacciones y de todas sus comodidades, y tomando á cuestas su cruz, el tormento y el fastidio que les causará esta privación, y la deshonra, y la ignominia que la misma les causará en los ojos del mundo, y entónces me seguirán de la manera que yo quiero ser seguido. De esto he hablado en dos consideraciones125 sobre estas mismas palabras de Cristo.

Y aquí entiendo que, queriendo Cristo declarar en qué consiste esta negacion, añade: «porque el que querrá salvar» etc., mostrando que entónces el hombre se niega á sí mismo cuando, por salvar su vida, por resucitar á vida eterna, la pierde en esta, menospreciándola y teniéndola en poco y así privándose de todo lo que arriba está dicho, y ofreciéndose al martirio, siempre que será necesario por la manifestacion del evangelio.

Aquello: «por mi causa» es digno de consideracion para que entiendan los hombres que, perdiendo sus vidas, hora sea con las privaciones ya dichas, hora sea con el martirio, no las hallarán en la vida eterna si no tienen por objeto á Cristo, siendo su principal intento la gloria de Cristo, no sus propios intereses ni sus opiniones ó pasiones. Y aquí entiendo que no pierden las vidas por Cristo sino los que se tienen por justos en Cristo, porque solos estos no pueden pretender justificacion ni glorificacion, conociendo que la han alcanzado en Cristo, pretendiendo solamente imitar á Cristo por el deber de la regeneracion cristiana; los otros todos, perdiendo las vidas, la pierden por justificarse delante de Dios y no por Cristo.

Aquello: «porque ¿qué aprovechará al hombre» etc., entiendo dicho como por comparacion: así como sirve poco á un hombre el ser señor del mundo, si da por ello la vida, así sirve poco á otro hombre gozar en la vida presente de todo lo que se puede gozar, pues por ello pierde el gozar de la vida eterna. Y diciendo: «ó ¿qué dará el hombre» etc., entiende que es cosa tan preciosa la vida, que no hay recompensa ninguna que dar por el rescate de ella, como si dijese: y pues yo os ofrezco vida eterna en contracambio de la vida presente, no os debe parecer recio el perder la vida presente. Conforme es á esto lo que se lee en el Salmo 49.

Y queriendo Cristo declarar cuándo comenzará esta vida eterna entera y cumplidamente, dice: «porque será así que vendrá» etc., entendiendo que comenzará desde el día del juicio, en el cual dia dice que dará Dios «á cada uno segun su obra,» entendiendo que dará vida eterna á los que habrán perdido por su causa de él la vida presente, y que dará muerte eterna á los que no habrán querido perder por su causa de él la vida presente.

Aquello que añade Cristo, diciendo: «Dígoos de verdad que hay algunos» etc., yo no lo entiendo, y digo que no lo entiendo, porque no me cuadra lo que unos dicen que vieron á Cristo en su reino los que lo vieron transfigurado en el monte Tabor, porque no entiendo que aquel fuese el reino de Cristo ni sería al propósito de lo que aquí precede; ni me cuadra tampoco lo que dicen otros que los discípulos no gustaron la muerte porque no sintieron el agonía de la muerte como los otros hombres, porque sé que segun el hablar de la lengua hebrea, gustar la muerte es lo mismo que morir; tampoco me cuadra lo que dicen otros que vieron á Cristo en su reino, los que despues de la venida del espíritu santo vieron glorificado á Cristo, siendo aceptado su evangelio de grande muchedumbre de gentes, porque veo que aquí habla Cristo del día del juicio, en el cual dia descubrirá á todo el mundo su gloria y su majestad.

Es bien verdad que las palabras que pone San Márcos se podrian aplicar á la venida del espíritu santo, porque él dice: «hasta que vean venir el reino de Dios con virtud» ó potencia, y no hay duda sino que lo vieron venir tal los discípulos al tiempo que recibieron al espíritu santo, desde el cual tiempo entendemos que comenzó á venir el reino de los cielos que se predicaba en tiempo de Cristo. Y si se pudiese decir que algunos de los, que estaban presentes al tiempo que Cristo dijo estas palabras, están reservados para el día del juicio, no siendo muertos, no habría que dudar. En efecto, es poco lo que alcanzamos de los misterios de Dios, por mucho que presumamos alcanzarlos, y por tanto es cosa segura confesar en ellos nuestra ceguedad.




ArribaAbajoCapítulo XVII

Y desde á seis dias tomó Jesus á Pedro, á Jacobo y á Juan, su hermano, y subiólos á un monte alto aparte y transfiguróse en presencia de ellos, y resplandeció su cara como el sol, y sus vestiduras se tornaron blancas como la luz, y hé aquí vieron á Moisen y á Elías hablando con él. Y respondiendo Pedro dijo á Jesus: Señor, bueno nos es estar aquí; si quieres hagamos aquí tres cabañas, una para tí, otra para Moisen y otra para Elías. Aún estaba él hablando y hé aquí una nube resplandeciente que los cubrió, y hé aquí una voz salida de la nube que decia: Este es mi hijo el amado, en el cual me he contentado. Oidlo. Y oyendo esto los discípulos cayeron sobre sus caras y temieron mucho. Y llegando Jesus asió de ellos y dijo: Levantáos y no temais. Y alzando sus ojos no vieron á ninguno sino á solo Jesus. Y bajando ellos del monte, les mandó Jesus diciendo: No digais á ninguno la vision hasta que el hijo del hombre resucite de entre los muertos.



Lo que Cristo pretendió dando á aquellos tres discípulos este gusto de la gloria de la vida, eterna, puédese bien conjeturar, pero mal se puede acertar, mayormente de los que como yo no nos habremos hallado en cosa semejante para poder testificar del efecto que hace una tal vision en el ánimo del que la ve, y por tanto me remito á lo que dicen ó dirán los que tendrán alguna experiencia. A los cuales tambien remito la consideracion de la causa porque Cristo escogió á estos tres discípulos entre los otros, si fué porque estos eran más capaces que los otros por estar más mortificados y más purificados en sus ánimos, ó si fué porque estos tenian más necesidad de ser certificados y confirmados en la opinion que habian de tener de Cristo, bien que yo me atengo á esto, que dependió de la voluntad de Cristo, elegir más á estos tres que á ninguno de los otros para mostrarles su gloria y su majestad en la vida eterna.

Diciendo: «y transfiguróse,» entiende: mostróse en otra forma de la que solia; solia mostrarse con el ser humano, pasible y mortal, y mostróse con el ser divino, impasible é inmortal. Yo pienso que se mostró Cristo tal en el monte á estos tres discípulos, cual se mostró á todos despues de la resurreccion al tiempo que subió al cielo.

Queriendo San Mateo mostrar en qué cosa consistió esta transfiguracion, dice: «y resplandeció su cara,» etc.; y diciendo: «y sus vestiduras» etc., entiende que tambien los vestidos mudaron color. Adonde dice: «como la luz,» San Marcos dice: como la nieve. Entienden que Moisen y Elías fueron vistos con Cristo, porque la ley y los profetas dan testimonio de Cristo y son como ministros de Cristo.

Lo que hablaban Moisen y Elías con Cristo se entiende por San Lúcas, el cual dice que hablaban de la muerte que Cristo habia de morir en Jerusalem, hablaban, como seria decir, del vituperio, estando en la gloria. Adonde podemos nosotros aprender que es cosa buena hablar de lo que habemos de padecer por Cristo y pensar en ello cuando nos hallamos más favorecidos de Dios y de Cristo, á fin que el favor no nos haga presuntuosos. El hablar en esto pienso que no era por Cristo sino por los discípulos que oian, á fin que supiesen que era necesario que pasase así lo que Cristo ya les había dicho y que no tuviesen aquella, cosa por defecto de Cristo sino por perfeccion de Cristo, pues veían que hablaban de ella Moisen y Elías, la ley y los profetas. Aquí se puede decir que Moisen estaba con Cristo en espíritu y que Elías estaba en cuerpo y en ánima, por lo que se lee, en su historia del carro ó torbellino de fuego en que fué arrebatado.

Lo que San Pedro dijo á Cristo: «Señor, bueno nos es» etc., dicen siempre á Cristo los que, sintiendo los favores de Cristo, se ceban en ellos con los ánimos y con los cuerpos, y no lo dicen los que, sabiendo que al estado de la vida presente es más anexo el padecer que el gozar, estando en la gloria se acuerdan del vituperio y no ménos huelgan de estar crucificados con Cristo en el monte Calvario que de estar transfigurados con Cristo en el monte Tabor, de ser crucificados con Cristo que de ser glorificados con Cristo, ántes se tienen por más seguros hallándose crucificados que sintiéndose como transfigurados.

Y aquí entiendo dos cosas. La una, que con todos nosotros hace Cristo lo que hizo con estos discípulos, en cuanto, así como á estos discípulos primero les hizo gustar de su gloria que de su ignominia, mostrándoseles primero transfigurado que crucificado, así á nosotros primero nos hace gustar la paz de las conciencias por la reconciliacion con Dios, con los otros efectos que hace en nosotros la fé que nos incorpora en él, que nos entrega en las manos á los hombres á que nos traten como trataron á él. Y la otra que muestran grande imperfeccion los que en los gustos y sentimientos interiores se transportan hasta dejar que la carne tome su parte de ellos, así como es imperfeccion en las cosas exteriores transportarse126 tanto hasta que el ánimo gusta de ellas, siendo así que al perfecto cristiano pertenece usar de las cosas exteriores, que pertenecen al cuerpo, con reguardo y miramiento que el ánimo no guste de ellas, y usar de las cosas interiores, que pertenecen al ánimo, con reguardo y miramiento que el cuerpo no guste de ellas, dejando estar las unas cuando el ánimo se va cebando en ellas, y dejando estar las otras cuando siente que el cuerpo se va cebando en ellas.

La causa que movia á San Pedro á querer hacer las tres cabañas ó chozas, queriendo que cada uno de los tres estuviese en la suya, no pienso que se puede saber, y no importa mucho saberla, pues hablaba como hombre imperfecto. Sería bien cosa digna de saber cómo eran estos tres discípulos, siendo aún imperfectos, hábiles sugetos para poder sufrir tanta gloria y tanta majestad como tenían delante de sí, viendo á Cristo transfigurado y con él á Moisen y á Elías, pero en esto me contento con entender que el mismo Dios, por cuya voluntad subieron al monte, los habilitó para que pudiesen sufrir aquella gloria y majestad. Y aquí se me ofrece esto: que no es señal de perfeccion el ver visiones y revelaciones, pues estos tres discípulos, siendo aún imperfectos, fueron admitidos á ésta. Esto digo á fin que ni los que las tendrán se ensoberbezcan por ello ni los que no las tendrán se entristezcan por ello, considerando que tambien envió Cristo el espíritu santo sobre los discípulos que no subieron al monte como sobre los que subieron.

Las palabras del testimonio, que el padre eterno nos da de Cristo, son dignas de mucha consideracion, pues es así que por ellas entendemos que Cristo es hijo de Dios, y por lo que dice: «el amado» entendemos que el ser Cristo hijo de Dios es muy de otra manera que el ser hijos de Dios los que la santa escritura llama hijos de Dios, pues Cristo es el amado, el querido y favorecido y es el primogénito y unigénito, siendo su divina generacion, como seria decir, «ab initio et ante saecula,»127 y siendo una misma con Dios, y de la misma sustancia del padre. Y por tanto con solo Cristo se ha contentado y contenta Dios, porque, como dice Esaías128, en él ha sido prosperada la voluntad de Dios, quiere decir que en Cristo ha salido Dios con lo que queria, en cuanto, poniendo en él los pecados de todos nosotros y castigándolos todos en él, él sufrió el castigo sin apartarse un punto de la voluntad de Dios. Y es bien de notar que en aquello «me he contentado» ó complacido, en el griego está el vocablo de que usa San Pablo cuando habla de nuestra predestinacion.

Y es mucho más de notar aquello «oidlo,» para que sepamos que lo que á nosotros, los que somos cristianos, pertenece, es cerrar los oidos á toda la prudencia y razon humana y á toda la lumbre natural y abrirlos solamente á Cristo para seguir lo que él nos dirá, por mucho que por el contrario brame y vocee la prudencia humana con la lumbre natural. Y al que deseará saber en dos palabras qué es lo que ha de oir de Cristo, en qué cosas ha de obedecer á Cristo, le diré que en las que él ha dicho en el capítulo 11: «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí» etc., en lo cual encerró Cristo la fé cristiana y el vivir cristiano, como allí habemos declarado.

En aquello que cuenta San Mateo que alzando los ojos los discípulos no vieron á Moisén ni á Elías, viendo solamente á Cristo, se puede entender lo que el mismo Cristo ha dicho en el capítulo 11, que la ley y los profetas sirvieron hasta el tiempo de San Juan; antes entiendo que es así siempre, que, si bien cada uno de los hombres, mientras no oye la voz del padre, mientras no tiene la inspiracion interior, ve á Moisen y á Elías con Cristo, sirviéndose de la ley y de los profetas para ver á Cristo, en oyendo que oye la voz del padre, en siendo inspirado interiormente y traido á Cristo, se le desaparecen Moisén y Elías, no sirviéndose ya más de la ley ni de los profetas para ver á Cristo, para aceptar su justicia y atenerse solamente á ella. Adonde diré esto: que siempre Moisen y los profetas son tan comedidos que, luego que entra Cristo, se salen fuera, dando lugar á Cristo, y por tanto el mejor expediente de todos para librar á uno de Moisen y de profetas es ponerle delante á Cristo, la fé cristiana y despues el vivir cristiano.

Por la misma causa entiendo que mandó Cristo á estos tres discípulos que no publicasen esta vision, que habia mandado ántes á todos que no dijesen que él era Cristo; en efecto, se ve clarísimamente que Cristo no quería manifestar á los hombres quieín era, mientras andaba vestido de humanidad. Y aquí viene bien una epístola que he escrito pretendiendo mostrar las causas por qué Cristo unas veces se encubria y otras veces se descubria, y viene bien una consideracion129 adonde he puesto seis causas, por las cuales segun entónces me pareció, entendí que Cristo vivió entre los hombres en aquella forma de vida en que vivió.

Y preguntáronle sus discípulos diciendo: ¿Pues cómo los escribas dicen que conviene que Elías venga primero? Y respondiendo Jesus les dijo: Así es que Elías vendrá primero y lo restituirá todo, pero dígoos que Elías ya vino y no lo conocieron, mas hicieron en él todo cuanto quisieron. De la misma manera tambien al hijo del hombre harían padecer aquellos. Entónces entendieron los discípulos que de Juan el Bautista les decia.



Certificados los discípulos que Cristo era el Mesía, parece que de haber visto á Elías en su compañía les nació una duda, de la cual queriendo certificarse preguntan á Cristo, diciendo: «pues ¿cómo los escribas dicen» etc., como si dijesen: pues es así que tú, señor, eres el Mesía y no ha venido Elías primero que tú, ¿en qué se fundan los escribas diciendo: que Elías ha de venir primero que el Mesía?

En esta pregunta entiendo dos cosas: La primera, que los escribas eran en aquel tiempo como son en este los doctores teólogos, los letrados en la santa escritura. Y la segunda, que á todas las personas cristianas es cosa segura manifestar las dudas que se les ofrecerán en el negocio cristiano á personas que sean suficientes á satisfacerlas en ellas, haciendo como hicieron con Cristo los discípulos, y no como hacen muchos que, parte por miedo y parte por vergüenza, porque es deshonra dudar, no osan comunicar sus dudas, y, teniéndolas en sí, no caen en la cuenta que hacen en sus ánimos lo que otra tanta ponzoña haria en sus cuerpos.

A la duda de los discípulos responde Cristo diciendo: «así es que Elías vendrá» etc., adonde, considerando que no veo como pertenezca á San Juan el restituirlo todo, y considerando que Malachías dice que vendrá Elías ántes del día del juicio, entiendo que, diciendo: «así es que Elías» etc., confirma la opinion de los escribas, la cual estaba fundada en la profecia de Malachías, diciendo que Elías vendrá á ántes de su segundo advenimiento al juicio y con su venida serán restituidas todas las cosas en su propio ser, y estas cosas entiendo que son las que la razon y la prudencia humana, pretendiendo adobar y enderezar han gastado y estragado en la iglesia cristiana juntamente con las que el Anticristo habrá gastado y estragado.

Y entiendo que, diciendo Cristo «pero dígoos que Elías etc., entiende que el Elías, que había de venir ántes de su primer advenimiento, ya era, venido, y que, no conociéndolo los judíos por el que era, lo habian hecho morir, conforme á sus dañadas voluntades. Y así entiendo que dice Cristo que San Juan tuvo en su primer advenimiento el oficio que tendrá Elías en su segundo advenimiento, en cuanto, así como Elías aparejará la iglesia cristiana para la venida de Cristo glorioso, así San Juan aparejó á la sinagoga hebrea para la venida de Cristo humilde; y el aparejo entiendo que consistió en mostrarle su depravacion y mostrarle juntamente á Cristo por remedio de ella. Añadiendo Cristo: «de la misma manera tambien al hijo» etc., entiende: y lo mismo que aconteció á San Juan con estos, me acontecería tambien á mí, en cuanto así como no conociendo que San Juan venia en espíritu y virtud de Elías, segun que, ántes que fuese concebido, lo denunció el ángel á Zacharías, su padre, le dieron la muerte, así, no conociéndome á mí por Mesía, me darán la muerte.

Aquello «y no lo conocieron» se puede referir á los escribas juntamente con aquello «harán padecer aquellos.» De esta respuesta, que Cristo respondió á la duda de sus discípulos, deben tomar ejemplo todas las personas que son eminentes en la iglesia cristiana para gobernarse por ella con los que les vendrán á preguntar algunas dudas, siguiendo este ejemplo de Cristo y siguiendo lo que enseña San Pablo. Rom. 14.

Y venidos ellos adonde estaba la gente, se le allegó un hombre hincándosele de rodillas y diciendo: Señor, compadécete de mi hijo que es lunático y padece mucho mal y es así que muchas veces cae en el fuego y muchas veces en el agua y hélo traido á tus discípulos y no lo han podido sanar. Y respondiendo Jesus dijo: ¡Oh generacion incrédula y perversa, hasta cuándo estaré con vosotros? hasta cuándo os tengo de sufrir? Traédmelo aquí. Y amenazólo Jesus, y salió de él el demonio, y sanó el muchacho desde aquella hora. Entónces allegados los discípulos á Jesus aparte, le dijeron: ¿Por qué causa nosotros no lo pudimos echar? Y Jesus les dijo: Por vuestra incredulidad. Porque os digo de verdad que, si tendreis fé cuanto un grano de mostaza, direis á este monte: Pásate de aquí allí, y se pasará, y ninguna cosa os será imposible. Pero este linaje no sale sino con oracion y ayuno.



Parece que al tiempo que Cristo tomó á los tres discípulos, con los cuales se subió al monte, el resto de los discípulos con la otra gente que seguia á Cristo quedaron en el llano, y así cuenta San Mateo que, al tiempo que Cristo con los tres discípulos vino adonde los otros eran quedados, entrevino el caso que aquí se cuenta, en el cual se ofrecen estas cosas dignas de consideracion.

La primera, la indignacion de Cristo contra la incredulidad de sus discípulos y de las otras gentes, y el fastidio que recibia estando y conversando entre los hombres, y el deseo que tenia de ser libre de ellos. Y aquí entiendo dos cosas: La una, que, así como la fé es la cosa que más agrada á Dios, así la incredulidad es la cosa que más le desagrada y le ofende; y la otra, que las personas cristianas pueden tener por buen contraseño de su fé el sentirse indignadas contra la incredulidad de los hombres y el desear salir de entre ellos por no sentir ni ver sus incredulidades.

La segunda, que la incredulidad es un mal tan interior que pocos lo conocen ni aún cuando son caidos en algun inconveniente por él, como los discípulos de Cristo que, no habiendo podido sanar al otro por su incredulidad de ellos, no conocian que la imposibilidad nacia de la incredulidad. Y aquí entiendo que á toda persona cristiana pertenece conocerse incrédula y falta de fé, atribuyendo á su incredulidad todas sus faltas y todos sus defectos.

La tercera, que, pues es así que no hay cosa imposible al que cree hasta mudar los montes de una parte á otra, á toda persona cristiana pertenece perseverar en oracion, demandando á Dios fé y más fé, sin apartarse de esta demanda hasta tanto que se conozca con tanta fé que le parezca poder mudar los montes de una parte á otra, siempre que se ofrecerá caso en el cual por esta mutacion venga á ser ilustrada la gloria de Dios. Lo que digo de los montes, digo tambien de todos los otros milagros, con los cuales es ilustrada la gloria de Dios, siendo con ellos confirmada la verdad de la fé cristiana. La comparacion del grano de la mostaza entiendo que se ha de referir á que es pequeño.

La cuarta, que como consolando Cristo á sus discípulos, no queriendo que faltasen de ánimo por lo que les habia dicho de su incredulidad, añadió: «pero este linaje» etc., entendiendo: y hay tambien otra cosa, que los demonios, que son de la calidad de este, no salen jamás de los cuerpos de los hombres sino es con oracion y con ayuno. Adonde no tendria por inconveniente entender que la oracion del que echa al demonio es inflamada con el ayuno, de manera que con el ayuno sea inflamada la oracion y con la oracion sea acrecentada la fé y con la fé fuerte y eficaz sea echado el demonio, porque, como acaba de decir Cristo, no hay cosa imposible al que cree.

La quinta, que es Cristo superior á todas las cosas, pues es así que, siendo aquella suerte de demonios de tal calidad que no salen de los cuerpos humanos sino con oracion y con ayuno, Cristo hizo salir á aquel sin oracion y sin ayuno, como parece por esto que, en viniéndole delante el hombre endemoniado con amenazar al demonio, á la hora el hombre queda libre y sano. Adonde es cierto cosa admirable que viesen los hombres de aquel tiempo una cosa como esta, y que la crean los hombres de este tiempo, y que ni aquellos tuviesen ojos para conocer á Cristo por hijo de Dios vivo, ni estos tengan ojos para conocer que este Cristo, al cual confiesan por hijo de Dios vivo, cumplirá con ellos lo que les promete de parte de Dios, diciendo que el que creerá al evangelio y se bautizará alcanzará salud y vida eterna. Y al evangelio creen los que, aceptando el indulto y perdon general, se tienen por perdonados y por reconciliados con Dios por Cristo y en Cristo, incorporados por la fé en Cristo.

Y estando ellos en Galilea, díjoles Jesus: El hijo del hombre será entregado en manos de hombres y mataránlo y resucitará al tercero dia. Y entristeciéronse mucho.



Dos cosas son dignas de consideracion en estas palabras. La una, que iba Cristo mezclando á sus discípulos lo dulce con lo amargo, la resurreccion con la muerte. Y aquí entiendo que hace siempre Cristo lo mismo con nosotros mezclándonos la vivificacion con la mortificacion, los favores interiores de Dios con los disfavores exteriores del mundo, porque no desfallezcamos en el camino. Y la otra, que estaban aún los discípulos tan apegados á las cosas de la vida presente que, aunque juntamente con la muerte les fué intimada la resurreccion, se entristecieron, bien que la tristeza se podria referir á la natural inclinacion del hombre, que es fácil á creer el mal y difícil á creer el bien: y así los discípulos, como hombres creyendo fácilmente la muerte y no siendo así fáciles á creer la resurreccion, se entristecieron. Y no se entristecieran, si creyeran tanto la resurreccion como creyeron la muerte. Por lo que aquí dice: «estando,» el vocablo griego significa platicar y conversar.

Y venidos ellos á Capernaum, llegaron á Pedro los que cobran las didracmas y dijeron: ¿Vuestro maestro no paga las didracmas? El dijo: Sí. Y como fué entrado en la casa, lo previno Jesus diciendo: ¿Qué te parece á tí, Simon? los reyes de la tierra ¿de quién cobran tributo ó censo? de sus hijos ó de los ajenos? Dícele Pedro: De los ajenos. Díjole Jesus: De manera que son libres los hijos. Pues porque no los escandalicemos, ve al mar y echa el anzuelo y toma el pez que primero saldrá, y, abriéndole la boca, hallarás una estatera; tomándola dásela por mí y por tí.



Cuenta San Mateo que, siendo venido Cristo con sus discípulos en Capernaum, que era su tierra, los que en aquella tierra cogian las rentas del emperador, pareciéndoles que á Cristo como natural de la tierra pertenecia pagar como pagaban los otros, se llegaron á San Pedro, estando fuera de casa, á preguntarle, pero como maravillaíndose de lo pasado, si Cristo pensaba pagar lo que los otros; y que San Pedro determinadamente les130 respondió que sí; y que, entrado en casa adonde estaba Cristo, mostrando Cristo que sabia lo que habia pasado con aquellos hombres, le habló en ello ántes que él le hablase; y que, queriéndole mostrar que habia respondido mal en su pensamiento, por su propia respuesta le mostró que, así como los hijos de los príncipes son libres de todo pagamiento, así el que es hijo de Dios y los que estando incorporados en él, son hijos de Dios, son libres de todo pagamiento; y que, queriendo mostrar Cristo á San Pedro que esto no lo decia por no pagarlo, porque con efecto lo quería pagar por no dar escándalo á aquellos hombres, y que para pagarlo no tenia necesidad de demandarlo, siendo él señor de todo, ni de tomarlo á ninguno de los que se aprovechan de ello, mandó á San Pedro que fuese al mar y que echase el anzuelo con la caña y que al primer pez que prendiese lo tomase y le abriese la boca y, hallando, como le hallaria, allí una moneda que valia doblado de lo que tocaba pagar á Cristo, la tomase y la diese á aquellos hombres por todos dos.

Adonde aprendemos todo esto: Primero, que los que, incorporados en Cristo somos hijos de Dios, somos libres y exentos de todo pagamiento, á que los otros hombres son sujetos, no siendo cuanto á Dios, ni en rigor, obligados á pagarlo; y esta es una parte de la libertad cristiana. Y sintiendo esto así San Pablo decia: «cum essem liber ab omnibus» etc.131, y en otra parte: «omnia mihi licent.»132

Segundo, que los mismos que, incorporados en Cristo, somos hijos de Dios, por nuestra voluntad holgamos de pagar lo que los otros, convidándonos á ello la caridad cristiana. Y sintiendo esto San Pablo decia: «omnium me servum feci» etc.133, y en otra parte: «non omnia expediunt» etc134.

Tercero, que á los mismos hijos de Dios pertenece tener más respeto á no escandalizar á los hombres del mundo en las cosas humanas que á los santos del mundo en las cosas divinas, pues es así que Cristo tuvo respeto á no escandalizar á estos hombres del mundo como los escandalizara en caso que no les pagara lo que pretendian haber de él, que era cosa del mundo, no habiendo tenido respeto á no escandalizar á los Fariséos, santos del mundo, como los escandalizó defendiendo la calumnia que daban á los discípulos sobre el lavar ó no lavar las manos.

Cuarto, que, pues es así que con la misma facilidad, con que se proveyó Cristo de dineros para pagar el tributo doblado, podria proveer en sus necesidades á todos los que incorporados en él le son hermanos, tambien es así que demandándonos que seamos limosneros, que hagamos bien á los que son cristianos, no nos lo manda tanto porque remediemos las necesidades de aquellos, cuanto porque mostremos en ellos el amor que tenemos á Cristo y á Dios, ayudando á aquellas personas, á las cuales Cristo y Dios tienen prometido que ayudarán, pretendiendo solamente que, hallando ellos verdad en los prometimientos de Cristo y de Dios, crezcan en la fé y confianza que tienen en Cristo y en Dios.

En mandar Cristo á San Pedro que diese aquella moneda por todos dos, solamente entiendo que pretendió mostrar liberalidad y una grande sujecion voluntaria, pues demandándole por sí, pagaba por sí y por San Pedro. Didracma era una suerte de moneda, como seria decir dos carlines ó dos reales, y estatera era otra suerte de moneda que valia doblado, como seria decir cuatro carlines ó cuatro reales.




ArribaAbajoCapítulo XVIII

En aquella hora vinieron los discípulos á Jesus diciendo: ¿Quién, pues, es mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesus á un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: Dígoos de verdad, si no tornareis á ser como niños, no entrareis en el reino de los cielos. Por tanto cualquiera que se humillará como este niño, este es el mayor en el reino de los cielos, y el que acogerá al tal niño en mi nombre, á mi me recibirá, y al que escandalizará á uno de estos pequeñuelos que creen en mí, le convendria más que le fuese atada al cuello una muela asnal y fuese e chapuzado en lo hondo del mar.



Por lo que leo en San Mateo y en San Lúcas entiendo que de haber hablado Cristo en su muerte y en su resurreccion nació contencion entre los discípulos sobre cuál habia de ser el mayor en el reino de los cielos, y de la contencion procedió que vinieron á Cristo con esta pregunta, diciendo: «¿quién pues es mayor» etc., adonde parece que, queriendo Cristo reprimir el afecto ambicioso que conoció en sus discípulos, llamando á sí un niño, les dijo: «dígoos de verdad, si no» etc., como si les dijera: mirad cuán engañados estais en los pensamientos que teneis, que, si no los dejais y venís á ser como niños, no entrareis en el reino de los cielos. Y entiendo que á la hora, que los discípulos recibieron el espíritu santo por la regeneracion que él hizo en ellos, tornaron como niños y así tomaron posesion en el reino de los cielos; y entiendo tambien que segun que iban creciendo en Cristo, así iban siendo hombres enteros en Cristo.

Y lo que considero en estos discípulos de Cristo, lo considero tambien en todos los que son discípulos de Cristo, los cuales todos, regenerados por el espíritu santo, tornan como niños, y como tales entran en el reino de los cielos, adonde atendiendo á la imitacion de Cristo, de niños de Cristo se van haciendo hombres de entera edad en Cristo, y así por la fé cristiana vienen á ser niños de Cristo y como niños entran en el reino de los cielos, y por el vivir cristiano vienen á ser de perfecta edad en Cristo y se conservan en el reino de los cielos.

Añadiendo Cristo: «por tanto cualquiera que» etc., entiendo que responde á la pregunta de los discípulos, entendiendo que aquel será más grande en el reino de los cielos que será más conforme á un niño, siendo así humilde como es un niño, estimándose poder ser y valer por si tan poco cuanto es, puede y vale por sí un niño.

Y queriendo Cristo animar á sus niños porque no piensen que, reduciéndose á ser niños, quedan perdidos, añade: «y el que acogerá al tal» etc., como si dijese: y no penseis que los que se reducirán á ser como niños, quedarán sin abrigo, porque os hago saber que hallarán siempre quien los abrigue, porque será así que el que en mi nombre abrigará á uno de ellos, será lo mismo que si me abrigase á mí, pues yo le he tornado niño; y añade: «y al que escandalizará» etc, como si dijese: y no penseis que los, que serán mis niños, no tendrán quien mire por ellos, porque os hago saber que el, que ofenderá en la menor cosa del mundo al menor de ellos, será castigado de Dios de tal manera que le habria sido ménos mal, ser primero ahogado en medio del mar. De manera que los niños de Cristo pueden estar seguros que ni les faltará jamás abrigo sin que ellos lo vayan procurando, segun que tampoco lo procuran siendo niños del mundo, ni les faltará quien torne por ellos cuando los hombres los maltratarán, sin que ellos hagan resistencia, segun que tampoco lo hacian cuando eran niños del mundo.

«Muela asnal» llama Cristo á la que en el molino, está debajo ó á la que un asno trae al rededor en el molino.

Guai135 del mundo por los escándalos, porque es necesario que vengan escándalos, pero guai del hombre por el cual viene el escándalo. Pues si tu mano ó tu pié te escandaliza, córtalo y échalo de tí. Mejor te es á tí, entrar en la vida cojo ó manco que teniendo dos manos ó dos piés ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, sácalo y échalo de tí. Mejor te es á tí, con un ojo entrar en la vida que teniendo dos ojos ser echado en el fuego del infierno. Advertid, no menosprecieis á uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos siempre ven la presencia de mi padre el que está en los cielos.



Entrado Cristo en la consideracion del terribilísimo inconveniente, en que caen los hombres escandalizando, siendo molestos y enojosos á sus niños, vino á decir: «guai del mundo por» etc., entendiendo que el castigo con que serán castigados los hombres que escandalizarán á sus niños, será terribilísimo y cruelísimo. Y diciendo: «porque es necesario que» etc., entiende lo mismo que entiende San Pablo, 1ª Cor. 11, adonde dice que es necesario que haya sectas, heregías y divisiones, á fin que sea descubierta la bondad de los buenos. Y añadiendo: «pero guai del hombre» etc., entiende que la necesidad que hay de los escándalos no librará del castigo al escandalizador, porque el que escandaliza no tiene intento á suplir aquella necesidad sino á ejecutar la malicia y malignidad de su ánimo, como vemos en Faraon que escandalizó al pueblo hebreo, y vemos en Júdas que escandalizó á Cristo y á los suyos, y habemos visto en los que de mano en mano han escandalizado á los niños de Cristo y santos de Dios.

Á propósito del escándalo entiendo que puso aquí Cristo un consejo necesarísimo á toda persona cristiana que regenerada en Cristo, es entrada en posesien en el reino de los cielos, diciendo: «pues si tu mano ó tu pié» etc., adonde entiende Cristo que al hombre que por la fé cristiana es entrado en posesion del reino de los cielos y por el vivir cristiano se conserva en la posesion, viviendo no como los que están en el reino del mundo, sino como los que están en el reino de Dios, pertenece quitar, apartar y desechar de sí todas las cosas que como quiera que sea le pueden impedir ó estorbar su vivir cristiano, imitando á Cristo, aunque le sean tan necesarias y aunque le sean tan caras como le son las manos, los piés y los ojos. Así entiendo estas palabras de Cristo, y cuanto á las causas porque entiendo que no se pueden entender como suena la letra, me remito á lo que he dicho en el capítulo 5, adonde están casi estas mismas palabras.

Y tornando Cristo á hablar en favor de sus niños, dice: «advertid, no menosprecieis» etc., adonde entiendo que avisa, á los que son fuertes en la fé y son perfectos, que no menosprecien ni tengan en poco á los que aún son flacos en la fé y son niños, de manera que sea este aviso conforme á lo que trata San Pablo, Romanos 14. Y poniendo Cristo la causa porque sus niños no deben ser menospreciados, dice: «porque os digo que sus ángeles» etc., entendiendo que los ángeles que Dios les tiene dados para que hagan con ellos lo que dice el salmo 90136, son tan favoridos de Dios que siempre están en presencia de Dios, y, estando sus ángeles, están tambien ellos, y, estando tambien ellos, tiene Dios especial cuidado de ellos, y por tanto no deben ser menospreciados ni tenidos en poco.

Aquí se deben animar y esforzar los que aceptando la gracia del evangelio son niños de Cristo, conociéndose niños de Cristo, están aplicados á vivir cristianamente, imitando á Cristo, y así á ser hombres enteros y perfectos en Cristo, considerando que Dios tiene especialísimo y particularísimo cuidado de ellos, teniéndolos siempre en su presencia. Y aquí tambien deben aprender todos los hombres, tanto los espirituales cuanto los animales ó carnales, y principalmente los espirituales, que es cosa segurísima no menospreciar ni tener en poco á ningun hombre, por flaco, por vil y por apocado que parezca en sus costumbres ó en su vivir, por no venir á tratarlo mal y así ofenderlo y escandalizarlo, considerando que aquel tal hombre puede ser que sea de los niños de Cristo.

Vino cierto el hijo del hombre á salvar lo perdido. ¿Qué os parece á vosotros? Si tendrá un hombre cien ovejas y se perderá una de ellas, veamos ¿no dejará las noventa y nueve en los montes y yendo buscará la perdida? Y si acontecerá que la halle, dígoos de verdad que holgará más con ella que con las noventa y nueve no perdidas. De la misma manera no es la voluntad de vuestro padre el que está en los cielos, que perezca uno de estos pequeños.



Prosiguiendo Cristo en mostrar en cuanto precia y estima á sus niños, por más de poco que sean, en estas palabras dice tres cosas. La primera, que el propio intento de su venida en el mundo fué «á salvar lo perdido,» quiere decir: á dar vida eterna á los que en Adam la habian perdido. Y aquí cuadra bien, decir que, así como, desobedeciendo Adam, todos morimos, así, obedeciendo Cristo, todos resucitamos, bien que la resurreccion no será gloriosa, sino para los que, creyendo que murieron en Adam y que resucitaron en Cristo, se aplicarán á vivir en la presente vida como muertos y como resucitados, imitando aquella vida que se ha de vivir en la vida eterna, el retrato de la cual, cuanto á la puridad, bondad, sinceridad, verdad, fidelidad etc., lo vemos en Cristo.

La segunda, que Cristo se goza sumamente con cada uno de los que trae á que, creyendo que murieron en Adam y que resucitan en Cristo, se aplican á vivir como muertos y resucitados. Este su gozo lo compara Cristo á él del pastor que, yendo á buscar la oveja que se le ha perdido, la halla, de manera que la comparacion del pastor cuadre en esto que, así como el pastor va con diligencia á buscar la oveja perdida y hallándola se goza sumamente con ella, así Cristo vino con diligencia á buscar á los que son sus ovejas, predestinados para la vida eterna, los cuales iban perdidos con los otros hombres del mundo, condenados á muerte eterna, y se holgó sumamente cuando los halló, habiendo muerto por ellos y resucitado para ellos, y se huelga de mano en mano con cada uno de los que aceptan por suya su muerte y su resurreccion.

La tercera, que la voluntad de Dios es que estos niños, que Cristo buscó y halló, y busca y halla, no perezcan de ninguna manera, entendiendo que estarian á peligro de perecer cuando fuesen menospreciados, escandalizados y maltratados de los hombres, mayormente de los que son principales en el vivir cristiano, con los cuales entiendo que principalmente habla aquí Cristo, amonestándoles que no desprecien ni escandalicen á sus niños, cuando serán flacos y enfermos en la fé. Y ya he dicho que aquí pertenece lo que San Pablo habla acerca del escándalo de los enfermos. Y cuanto al escándalo, me remito á lo que he dicho en una consideracion137.

Y pues todo este razonamiento es en favor de los niños de Cristo, favorezcámonos con él, pero de tal manera que atendamos á creer en Cristo hasta venir á ser varones perfectos en Cristo, á los cuales pertenece estar sobre aviso, de manera que no escandalicen á los que somos niños de Cristo y no nos escandalizarán, si no nos despreciarán, considerando que la voluntad de Dios es que no perezca ni aún uno de nosotros y que Cristo sumamente huelga cuando hallándonos nos trae á que seamos sus niños, porque para este efecto vino al mundo. Y aquí entiendo que todos los hombres venimos en el mundo para vivir y que solo Cristo vino en el mundo para dar vida. Por lo que aquí dice: «se perderá,» «perdida» y «perdidas» el vocablo Griego significa perder el camino, andar descarriados.

Y si tu hermano pecará contra tí, vé y reprehéndelo entre tí y él solo; si te oirá, habrás ganado á tu hermano; y si no te oirá, toma aún contigo uno ó dos, á fin que en boca de dos ó tres consista toda palabra; y si no los oirá, dilo á la iglesia; y si no oirá á la iglesia, séate como el étnico y el publicano. Dígoos de verdad: todo lo que atareis sobre la tierra, será atado en el cielo: y todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo que, si dos de vosotros se conformarán sobre la tierra de toda cosa que demandarán, les será concedido de parte de mi padre el que está en los cielos. Porque adonde están dos ó tres ayuntados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.



Porque á lo que ha dicho Cristo pudiera replicar uno de sus discípulos en nombre de todos los que son varones perfectos en Cristo, diciendo: y si uno de estos niños me ofendería á mí, escandalizándome á mí, como quiera que sea mediata ó inmediatamente, ¿tengo de disimular con él por no escandalizarlo, por no darle causa que se aparte de tí? viene Cristo á decir: «y si tu hermano pecará» etc., adonde da Cristo, á los que son perfectos en él, la regla como se han de gobernar con los que son niños en él, teniendo siempre intento á no escandalizar á ninguno de ellos por ninguna manera.

Y la regla es esta que, cuando el que es perfecto en Cristo verá que uno de los que somos niños en Cristo hace alguna cosa mal hecha contra quien quiera que sea, apartándose del deber cristiano ó del sentir cristiano, no lo vaya publicando, porque será irritarlo á hacer peor, pero que secretamente lo reprehenda con amor y caridad; y que, en caso que el tal no se corregirá, antes perseverará en aquel su mal vivir ó mal sentir, que lo torne á reprehender en presencia de una ó de dos personas cristianas, á fin que aquellas puedan dar testimonio de la segunda reprehension; y que, en caso que ni aún con esto se querrá corregir, que lo diga á la iglesia, á toda la congregacion de cristiamios, perfectos é imperfectos, que se hallarán en aquel lugar, á fin que toda la iglesia lo reprehenda; y que en caso que tampoco con esta comun reprehension no se enmendará, que no lo tenga, más por niño de Cristo sino por hombre del mundo, cuales son los étnicos y publicanos, y que no cure de escandalizarlo, de apartarlo de la compañía de los que son niños de Cristo.

Y porque el que, siendo incorregible, será apartado de nuestra compañía, sepa cierto que está apartado tambien de la union con Dios y encorporacion en Cristo, y porque tambien el que, siendo apartado y reconociéndose, querrá tornar á ella, á ser buen niño de Cristo y á procurar de ser varon perfecto en Cristo, sepa cierto que, siendo admitido á nuestra compañía, es tambien admitido á la union con Dios, añade Cristo: «dígoos de verdad, todo» etc., entendiendo que los que, siendo incorregibles, serán desechados de la iglesia cristiana, serán tambien desechados de la union con Dios y de la incorporacion en Cristo, y que los que reconociéndose y corrigiéndose serán admitidos á la iglesia cristiana, serán tambien admitidos á la union con Dios y á la incorporacion en Cristo.

En lo demás me remito á lo que he dicho sobre el cap. 16, adonde están estas mismas palabras, solamente que allí dice: «cielos» y aquí dice «cielo,» pero los hebreos no miran en estos números.

Y porque se pudiera dudar del número de las personas que bastan para hacer iglesia que pueda atar y desatar, entiendo que añade Cristo: «otra vez os digo que si dos» etc., entendiendo que dos de los que son varones perfectos en Cristo bastan para atar al incorregible y para desatar al corregible, de manera que su atar y desatar sea eficaz acerca de Dios, con tanto pero que haya conformidad entre ellos, que todos dos concurran en la misma sentencia. Y añadiendo: «porque adonde están dos» etc., confirma lo que ha dicho, mostrando que la sentencia de estos es eficaz por su presencia de él, porque, estando ayuntados en su nombre, está él enmedio de ellos, en el cual y por el cual sus oraciones son aceptas al padre, y, siendo aceptas, son otorgadas del padre.

De esta manera entiendo que van estas palabras de Cristo dependiendo unas de otras, entendiendo que habla Cristo con cada uno de los que en su iglesia son principales, porque veo que hablaba con sus discípulos, á los cuales, aunque entónces eran imperfectos instruia de lo que habian de hacer cuando fuesen perfectos, y que, diciendo «tu hermano,» entiende: el que como tú es miembro mio, y que, diciendo «pecará contra tí» entiende: te ofenderá, te escandalizará, ó haciendo lo que no debe ó sintiendo como no debe, y que, diciendo: «á fin que en boca de dos» etc., entiende: á fin que toda cosa pueda ser afirmada por testimonio de dos ó de tres personas, y entendiendo que por iglesia entiende el número de los niños en Cristo y perfectos en Cristo incorporados en Cristo. Etnico es lo mismo que infiel, no cristiano.

Tambien entiendo que, diciendo: «de toda cosa que demandarán» etc., encarece Cristo la potestad de los que en conformidad, estando ayuntados en él, determinan una cosa, pues es general para todo lo que quieren demandar á Dios, los cuales nunca demandan sino lo que es conforme á la voluntad de Dios, porque, siendo tales, demandan con afecto de espíritu y no con afecto de carne.

Diciendo «dos de vosotros,» entiende lo que he dicho que conviene que los que han de hacer este efecto sean perfectos en Cristo, pues no dice dos de los niños, sino dos de vosotros, á los cuales enseño de qué manera conviene que os goberneis con mis niños. Y si habrá alguno que dude aquí, diciendo haber visto muchas veces personas ayuntadas en Cristo demandar á Dios una cosa, como seria decir la inteligencia de un lugar de la santa escritura, y no serles concedida entónces, como consta por esto que otra vez lo han entendido de otra manera que entónces, y así por la segunda inteligencia vienen á conocer que la primera no era buena, lo remitiré á lo que he dicho en una respuesta138, añadiendo esto que muchas veces deseamos estas inteligencias y las demandamos con afecto de carne, con ánimo curioso, y sonnos negadas cuando las demandamos, siéndonos concedidas cuando no las demandamos, porque ya entónces habemos perdido el afecto curioso.

Y si parecerá extraño á alguno que San Pablo en Antioquía, reprehendiendo públicamente á San Pedro, no siguiese esta doctrina de Cristo, haciéndole primero las amonestaciones secretas que aquí dice Cristo, considere estas tres cosas y no le parecerá extraño. La primera, que San Pedro no era niño en Cristo sino varon perfecto en Cristo, y por tanto no podia San Pablo pensar que su reprehension habia de dar escándalo á San Pedro. La segunda, que la cosa era de tanta importancia, tratándose de la libertad cristiana y verdad evangélica que no sufria tanta dilacion cuanta fuera menester para hacer las primeras amonestaciones. Y la tercera, que el espíritu-santo no se sojuzga á leyes ni á doctrinas ningunas más de cuanto sirven á la gloria de Dios, dispensando en ellas por la misma gloria de Dios, á la cual tiene intento el espíritu-santo en las personas que son regidas y gobernadas por él, como era San Pablo.

Entónces allegándosele Pedro dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará contra mí mi hermano y lo perdonaré? hasta siete veces? Dícele Jesus: No te digo hasta siete veces, pero hasta setenta veces siete.



Habiendo entendido San Pedro que el hermano, que, siendo reprehendido una, dos y tres veces y no corrigiéndose, será echado de la iglesia, será, tenido como étnico y publicano, debe ser admitido á la iglesia en caso que se reconozca y se corrija, porque en esto consiste el desatar, y queriendo saber hasta cuántas veces debe ser admitido el que será echado, pregunta á Cristo, si bastará hasta siete veces. Y tengo por cierto que á San Pedro le pareció que decia mucho, y dijo mucho con efecto segun la caridad humana, pero dijo poco segun la caridad cristiana, como parece por la respuesta de Cristo, el cual, con una manera de hablar hebrea en la cual se entiende número infinito, dice que quiere que el hombre echado de la iglesia por incorregible sea tornado á admitir á ella todas cuantas veces él demandará perdon de lo pasado y prometerá vivir y sentir como cristiano.

Cuanto á las limitaciones con que son limitadas estas palabras, me remito á la verdad y digo que, aunque parece que, diciendo Cristo en lo pasado: «pecará contra tí» y diciendo aquí San Pedro: «pecará contra mí,» se entiende de lo que un hombre cristiano derechamente hace ofendiendo á otro, que el ofendido reprehenda al ofendedor y que lo perdone, no se entiende sino en general, como será decir que pecaba contra San Pablo aquel Corintio139 que tenia á la mujer de su padre, porque era escandaloso en la iglesia, apartándose del vivir cristiano. Que esto sea así, consta por esto que, si de las ofensas particulares se entendiera la pregunta de San Pedro, fuera excusado, pues ya él habia sabido de Cristo que el cristiano ha de ser liberalísimo en perdonar y, habiendo sabido esto, fuera cosa impertinentísima decir: «¿hasta siete veces?» Porque de allí se pudiera colegir que San Pedro, pasadas las siete veces, quería vengarse del que pecase contra él.

Por la respuesta de Cristo entendemos que no habemos de perder la esperanza de la correccion del hombre mientras tiene vida, considerando que es poderoso Dios para reducirlo á vivir cristianamente y á sentir cristianamente, por muy apartado que esté de lo uno, y muy enajenado que esté de lo otro. Los que piensan que esta reduccion depende del hombre, luego pierden la esperanza, y los que saben que depende de Dios, no la pierden jamás, porque no fundan su esperanza en el hombre sino en Dios, conociendo que es poderoso para hacer de piedras hijos á Abraham.

Por tanto es comparado el reino de los cielos á un hombre rey que quiso ponerse á cuenta con sus criados. Y como comenzase á hacer cuenta, fuele traido un deudor de mil talentos, y, no teniendo de qué pagar, mandó el Señor que fuese vendido él y su mujer y los hijos y todo lo que tenia, y que pagase. Y caido en tierra el criado lo adoraba, diciendo: Señor, sé paciente conmigo, y yo te lo pagaré todo. Y compadeciéndose el Señor de aquel criado, lo absolvió y le perdonó la deuda. Y saliendo aquel criado, halló á uno de sus compañeros, el cual le debia cien dineros, y asiéndolo lo ahogaba, diciendo: Págame lo que debes. Y caido en tierra el compañero le rogaba diciendo: Sé paciente conmigo y yo te lo pagaré todo. Y él no queria, ántes fué y echólo en la cárcel hasta que pagase la deuda. Y sabiendo sus compañeros lo que pasaba, se entristecieron mucho y viniendo manifestaron á su señor todo lo que pasaba. Entónces llamándolo su señor le dice: Mal criado, perdonéte toda aquella deuda, porque me rogaste. ¿No era justo que tú te compadecieses de tu compañero, así como yo me compadecí de tí? Y airado su señor lo entregó á los atormentadores hasta que le pagase todo lo que le debia. De la misma manera hará tambien á vosotros vuestro padre el celestial, si cada uno de vosotros no perdonará de corazon á su hermano sus pecados.



Por esta parábola ó comparacion parece que lo que dice arriba: «pecará contra tí» y «pecará contra mí» se ha de entender de los pecados y ofensas en particular, y por lo que habemos visto arriba, parece que no se ha de entender sino de los pecados y ofensas en general; y, no sabiendo yo salir de esta dificultad, me atengo á confesar mi ignorancia más presto que hacer lo que hacen algunos, torciendo esta parábola á que diga otro de lo que Cristo propio muestra que ha de decir, añadiendo á la fin: «de la misma manera hará tambien» etc., por las cuales palabras consta clarísimamente que el intento de Cristo en esta parábola es amonestarnos que perdonemos á nuestros hermanos las injurias, los males y los daños que nos harán, considerando que Dios nos perdona á nosotros nuestras iniquidades, nuestras rebeliones y nuestros pecados, y amenazarnos que, si no perdonaremos de verdad á nuestros hermanos, que tampoco nos perdonará Dios á nosotros, que nos revocará el perdon general que nos ha hecho, no queriendo que gozemos de él.

Este es verdaderamente el intento de la parábola, la cual entiende que, en cuanto amonesta, pertenece á los que, siendo imperfectos cristianos, olvidados del beneficio que han recibido en Cristo, no son con sus hermanos lo que es Dios con ellos, adonde tengo por cierto que es imposible que no perdone el que tiene vivo en su memoria que es perdonado, piensa en ello y considera cuanto le importa; y en cuanto amenaza, entiendo que pertenece á los que, siendo casi ajenos de Cristo, no están bien ciertos que son perdonados por Cristo. Y aquí entiendo que no perdonan jamás como se debe los que no se tienen por perdonados de Dios, de manera que es buen contraseño, con que el hombre se puede certificar que verdaderamente se tiene por perdonado de Dios, el sentirse que perdona á sus hermanos con todo el corazon sin que le quede en el ánimo rencor ninguno, porque es así que el que perdona da testimonio de sí que se tiene por perdonado, y que el que no perdona, da testimonio de sí, que no se tiene por perdonado, que no cree al evangelio de Cristo, que no es verdadero cristiano.

Cuanto al particular de la parábola, se ha de entender que, diciendo que el reino de los cielos es semejante ó es comparado á un hombre rey, no entiende que el reino es como el rey, sino que en el reino acontece lo que al rey, en cuanto, así como el hombre rey poniéndose á cuenta con sus criados, hace que se le humillen, conociendo que no le pueden pagar, y despues de humillados los perdona, así Dios, poniéndose á cuenta con los que él tiene escogidos por suyos, les da conocimiento de sí mismos, con el cual les hace que se humillen, conociendo que no se pueden justificar en su presencia, y humillados les muestra como los ha perdonado en Cristo, y en cuanto, así como el hombre rey para perdonar á su criado no miró á la insolencia que mostró, diciendo: «y yo te lo pagaré todo,» sino á la humildad que mostró, echándose en tierra, adorándole y diciéndole: «señor, sé paciente conmigo,» así Dios para admitirnos al beneficio de Cristo, á la gracia del evangelio, no mira á la insolencia y presuncion con que pensamos con el tiempo poder satisfacer á su justicia, sino á que nos humillamos conociendo que en aquel estado en que nos hallamos, no nos podemos valer sino con su misericordia, remitiéndonos como mejor podemos á ella.

Conoce Dios nuestra mala masa, y por tanto no es así riguroso con nosotros como somos nosotros unos con otros, y es así que los que de nosotros140 no conocen del sér del hombre lo que conoce Dios, son tan rigurosos contra los flacos y enfermos que no los perdonan, ni aún conforme á lo que ellos demandan ser perdonados, y Dios nos perdona á nosotros aún más cumplidamente de lo que le demandamos que nos perdone, haciendo con nosotros lo que este hombre rey hizo con su criado, en cuanto el criado demandaba tiempo para pagar, conociendo que entónces no podía pagar, y él, conociendo que ni aún con el tiempo no le podia pagar, le perdonó toda la deuda, absolviéndolo de ella.

Acontece tambien en el reino de Dios lo que aconteció en el de aquel hombre rey, en cuanto, así como el criado perdonado, olvidado del beneficio recibido, no quiso perdonar á su compañero, así los que se olvidan que son perdonados de Dios no quieren perdonar á sus hermanos, y aquí aprenda todo cristiano á tener siempre viva en su ánimo la memoria del perdon que Dios en Cristo le ha hecho; y en cuanto, así como el hombre rey, ofendido de la ruindad del criado, le revocó el perdon que le había hecho, y quiso que le pagase toda la deuda entera, entregándolo para este efecto en las manos de los que atormentaban á los ruines, así Dios, ofendido de la ruindad de los que no querrán perdonar á sus hermanos, les revocará el perdon que les ha hecho en Cristo, pues, no perdonando ellos, mostrarán y darán testimonio de sí que no se tienen por perdonados, que no creen el perdon general en Cristo, y queriendo que le paguen toda la deuda entera los echará en el fuego del infierno, adonde irán á morar todos los que, no perdonando, darán testimonio de sí que no se tienen por perdonados. De esta manera entiendo toda esta parábola.

Y porque, hablando del hombre rey, adonde dice «compañero» y «compañeros,» el vocablo griego significa criado y criados del mismo señor, y, hablando de Dios, dice «hermanos,» parece que este perdonar se podría restringir á los que pertenecen á Cristo, á la iglesia cristiana, y en tal caso en alguna manera se podria aplicar esta parábola á la interpretacion de las palabras precedentes en general, pero hay dos cosas contrarias, la una, que no dice la parábola que los cien dineros, porque el un criado echó en la cárcel al otro criado, eran del señor, y la otra, que hace Cristo mucho caso del perdonar de corazon, con todo el ánimo, lo cual no puede pertenecer sino á las ofensas particulares, y por tanto torno de nuevo á confesar mi ignorancia.




ArribaAbajoCapítulo XIX

Y aconteció que, como acabó Jesus estas palabras, pasó de Galiléa y vino á los confines de Judéa allende el Jordan, y siguiéronlo muchas gentes, y sanólas allí. Y llegáronsele los Fariséos, tentándolo y diciéndole: ¿Si es lícito al marido dejar á su mujer por cualquiera causa? Y él respondiendo, díjoles: ¿No habeis leido que el que hizo de principio, los hizo macho y hembra, y dijo: ¿por esto dejará el hombre al padre y á la madre y se allegará á su mujer y serán los dos una carne? De manera que ya no son dos sino una carne. Pues lo que Dios ayuntó, no lo aparte el hombre. Dícenle: Pues ¿por qué causa Moisen mandó dar carta de quitacion y dejarla? Díceles: Porque Moisen por vuestra dureza de corazon os permitió dejar vuestras mujeres, pero de principio no era así, y dígoos que el que dejará á su mujer sino por adulterio y se casará con otra, comete adulterio, y el que se casará con la dejada, comete adulterio.



Vienen los Fariséos, como santos del mundo envidiosos de la santidad de Cristo, á tentar á Cristo acerca del matrimonio, adonde pienso que la tentacion consistia en esto que, siendo tenida aquella ley del divorcio por muy larga, los Fariséos tuvieron por cierto que Cristo hablaria contra ella y que, hablando contra ella, tendrian ellos con que poderlo calumniar y llevar á la muerte, de manera que, diciendo: «tentándolo,» entienda: provocándolo á hablar contra la ley. Adonde entiendo que, conociendo Cristo sus malos ánimos, no les responde á lo que le preguntan de lo que era lícito entónces por la ley de Moisen, sino á lo que era lícito por la ley natural.

Y aquí veo una grandísima diferencia entre la ley y el evangelio, en cuanto la ley, condescendiendo á la enfermedad de los hombres, les permitía lo que no les era permitido por el deber natural, dispensando con ellos en el matrimonio y en otras muchas cosas, y el evangelio, reparando la enfermedad de los hombres en la regeneracion y renovacion cristiana, hace que cumplan con el deber natural de la generacion humana y hace que, pasando más adelante, cumplan con el deber espiritual de la regeneracion cristiana, no poniéndoles en cuenta lo que faltan á la una y á la otra, miéntras son imperfectos, ántes, mostrándoles que no les pone en cuenta lo que faltan, los reduce á tal perfeccion que vienen á no faltar en nada por el sentimiento con que sienten que no les es puesto en cuenta lo que faltan.

Esta verdad no la creerán de ninguna manera los que, siendo carnales, viven segun la carne, conociendo, ellos que, si creyesen que sus bellaquerías no les son puestas en cuenta, serian muy más viciosos y licenciosos de lo que son, pero creeránla los que, siendo espirituales, viven segun el espíritu, porque tienen la experiencia de ella.

Aquí se me ofrece esto que la ley hacia á los hombres flacos, enfermos y de á poco, y el evangelio los hace fuertes, valientes y esforzados, y entiendo que en los que pertenecian á la ley era necesaria la flaqueza, la enfermedad y la poquedad, porque no tomasen osadía de apartarse de las ceremonias de ella, y que en los que pertenecen al evangelio es necesaria la fortaleza, la valentía y el esfuerzo, porque, como ha dicho Cristo en el cap. 11, los esforzados son los que toman el reino de Dios.

Diciendo Cristo «¿no habeis leido» etc., entiendo que pretende decirles que, pues es así que, criando Dios á los primeros hombres, los hizo macho y hembra, diciendo por boca de Adam que su voluntad era que el hombre de tal manera se ayuntase á la mujer que tomase en su compañía, que por ella se apartase de todas las otras cosas del mundo, hasta del padre y de la madre, persuadiéndose que, aunque ántes de ayuntarse eran dos cuerpos, ya despues de ayuntados son un solo cuerpo, y como tal debe el hombre perseverar en compañía de la mujer y la mujer en compañía del hombre sin pensar en apartarse ni él de ella ni ella de él, que es grande atrevimiento el de los hombres cuando por propia autoridad apartan una cosa que ha Dios ayuntado así estrechamente.

Y porque de esta respuesta de Cristo no se podia colegir que condenase lo que la ley mandaba, queriendo los Fariséos salir con su intento, le repreguntan, diciendo: «pues ¿por qué causa Moisen» etc. A lo cual Cristo responde que Moisen no tuvo intento al deber de la generacion humana, sino á la dureza, ó por mejor decir á la flaqueza de los judíos que no les bastaba el ánimo á permanecer con la mujer que tomaban, de manera que por la ley de Moisen era lícito á los hombres lo que no les era lícito por la ley natural, por el deber de la generacion humana.

Lo que añade Cristo, diciendo: «y dígoos que el que dejará á su mujer» etc., entiendo que pertenece al tiempo del evangelio, en el cual parece que la voluntad de Dios es que el cristiano en el matrimonio siga el deber de la generacion humana, el cual en el matrimonio es casi conforme con el deber de la regeneracion cristiana, y no la permision de la ley de Moisen que se apartaba del un deber y no se allegaba al otro. Y he dicho «casi,» porque el deber de la regeneracion cristiana, fuera del deber de la generacion humana, quiere que por el evangelio deje el hombre á la mujer, no que la repudie, sino que le pierda el aficion que le tiene como á mujer y que la deje del todo cuando le será impedimento, hora sea en el predicar la fé cristiana, hora sea en el enseñar el vivir cristiano, hora sea en el vivir cristianamente, imitando á Cristo. Lo mismo es de la mujer con el marido que del marido con la mujer.

Cuanto á lo que he dicho sobre San Pablo, 1ª Corintios 7, y cuanto al divorcio, al dejar ó no dejar la mujer, al matrimonio cristiano, al intento que el cristiano ha de tener casándose y como se ha de gobernar en el matrimonio, y al casarse ó no casarse la dejada ó repudiada, me remito á lo que se usa.

Adonde dice dejar y dejada, se ha de entender repudiar y repudiada. Y diciendo «el que hizo de principio,» pienso que entiende: el que dió principio á todas las cosas, el que las crió, dándoles el sér que tienen. Y adonde dice: «por esto,» entiendo: por este ayuntamiento ó matrimonio. Y diciendo «dejará,» entiende: apartará de sí, desamparará. Adonde dice. «ayuntó,» el vocablo griego significa unció, puso debajo de un mismo yugo. Adonde dice: «por adulterio,» es diferente vocablo en el griego del que está adonde dice: «comete adulterio,» pero en todas dos partes cuadra bien el vocablo de adulterio.

Dícenle sus discípulos: Si de esta manera está la causa del hombre con la mujer, no conviene casar. Y él les dijo: No todos son capaces de esta cosa sino aquellos á los cuales es concedido, porque hay eunucos los cuales del vientre de la madre son nacidos así, y hay eunucos á los cuales los hombres han hecho eunucos, y hay eunucos los cuales se han hecho eunucos por el reino de los cielos. El que puede tomar tome.



Pareciendo dura á los discípulos la ley del matrimonio que decia Cristo conforme al deber de la generacion humana, porque tenian la costumbre en contrario por la permision de la ley de Moisen, dicen á Cristo: «si de esta manera está» etc., entendiendo que, si el hombre ha de estar atado á la mujer que toma, conforme al deber de la generacion humana que Cristo ha dicho, no le está bien, tomar mujer, casarse. Y respondiéndoles Cristo: «no todos son capaces» etc., confirma lo que los discípulos han dicho que no le está bien al hombre casarse, por las causas que pone San Pablo 1ª Cor. 7, y, añadiendo «sino aquellos» etc., entiende que son capaces para vivir sin mujer aquellos que tienen don de Dios para ello, siendo todos los otros incapaces, en cuanto no puede caber en ellos el vivir castamente.

Y porque pudiera serle replicado que hay algunos que viven sin mujer, no teniendo aquel don de Dios que él entendia, añade: «porque hay eunucos» etc., poniendo tres suertes de hombres que pueden vivir sin mujer. Los primeros son los que son de natura frios, naciendo tales del vientre de la madre; estos pueden vivir sin mujer por defecto natural. Los segundos son los que los hombres hacen eunucos; esto se hacia antiguamente por grandeza de los que se servian de los tales hombres, los cuales viven sin mujer por fantasia de hombres. Los terceros son los que, teniendo don de Dios para poder vivir sin mujer, y conociendo que les está mejor, en cuanto están más libres y más desocupados para gozar del reino de Dios y servir en él á Cristo, no se casan.

Añadiendo Cristo: «el que puede tomar» etc., muestra dos cosas, la una, que es buena cosa estar sin mujer, y la otra, que es cosa difícil, pues es así que, de todo el número de los hombres que no son comprehendidos ni entre los primeros ni entre los segundos que aquí nombra Cristo, solamente está bien, vivir sin mujer, fuera del matrimonio, á los que conocen que tienen don de Dios para ello, conociéndose capaces de este vivir castamente. El cual vivir en tanto es bueno, en cuanto el hombre goza de las comodidades y se libra de las incomodidades que leemos 1ª Cor. 7, y á lo que allí he dicho me remito, aquí añadiendo esto: que parece cosa digna de consideracion que solamente en esta cosa del matrimonio habla Cristo así retenido, no persuadiéndolo ni disuadiéndolo.

Adonde dice «tomar tome», en el griego está el mismo vocablo que adonde dice «capaces». Y adonde dice: «cosa», puede decir: palabra. Eunucos en griego significa guardadores de cama, porque para este efecto los hacian eunucos los hombres ricos, los grandes señores.

Entónces le fueron traidos niños para que les pusiese las manos encima y orase. Y los discípulos les reñian. Y Jesus dijo: Dejad á los niños y no les vedeis el venir á mí, porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiéndoles puesto las manos encima, se partió de allí.



Por lo que esta dicho en el capítulo precedente acerca de los niños, se entiende qué es lo que Cristo pretendió, diciendo: «de los tales es el reino de los cielos», adonde entiendo que, considerando Cristo que por la regeneracion y renovacion cristiana los cristianos tornamos á ser niños de la manera que habemos visto, se deleitaba y se holgaba con aquella edad, de manera que, diciendo: «de los tales», entienda: de los que son niños como estos, no en generacion sino en regeneracion.

El intento, que tenian los que traian á Cristo estos niños, era el mismo que tienen los que llevan sus niños á que uno, que conocen por buen cristiano, los santigüe y los bendiga, diciendo: Dios te haga bienaventurado, ó una tal cosa; y es así que, en lugar de nuestro santiguar, los hebreos usaban poner las manos sobre la cabeza, por ventura imitando al patriarca Jacob cuando bendijo á sus hijos.

Diciendo: «y orase», entiende: y rogase á Dios por ellos. El intento, con que los discípulos reprehendian ó reñian á los que traian á los niños, era porque pensaban que Cristo recibia pesadumbre y fastidio; y el intento, con que Cristo dice: «dejad á los niños» etc., es el que habemos dicho y mostrar que el cristiano, que toma posesion en el reino de los cielos, se ha de conocer niño y ha de atender á ir creciendo en Cristo hasta venir á ser de edad perfecta en él.

Aquí se puede decir que vedan el venir á Cristo á los que son niños de Cristo los que, pretendiendo predicar á Cristo y al evangelio, predican á Moisen y á la ley. Tambien vedan el venir á Cristo á los niños los que no les quieren dar el agua del bautismo.

Y hé aquí que llegándose uno le dijo: Maestro bueno ¿qué bien haré para alcanzar vida eterna? Y él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno, Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Dícele: ¿Cuáles? Y Jesus le dijo: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no atestiguarás lo falso, honra al padre y á la madre, y ama á tu prójimo como á tí mismo. Dícele el mancebo: Todo esto he guardado desde mi mocedad. ¿Qué me falta? Dícele Jesus: Si quieres ser perfecto, ve, vende tu hacienda y dala á pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven sígueme. Y oyendo el mancebo la cosa, fuése entristecido, porque tenia muchas posesiones. Y Jesus dijo á sus discípulos: Dígoos de verdad que el rico con dificultad entrará en el reino de los cielos. Y otra vez os digo: más fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja que un rico entrar en el reino de Dios. Y oyendo esto sus discípulos se espantaron mucho, diciendo: Pues ¿quién se podrá salvar? Y mirando Jesus les dijo: Esto es imposible acerca de los hombres, pero acerca de Dios todo es posible.



Tanto con mayor atencion debe el cristiano mirar que en la inteligencia de estas palabras entre Cristo y el mancebo no se deje engañar, cuanto que, porque hablaba Cristo con un hebreo, parece que de ellas se puede colegir que por las obras exteriores el hombre puede alcanzar vida eterna, cosa contrarísima á la verdad evangélica; y por tanto conviene advertir que Cristo habla con un hebreo mancebo, el cual atendia á justificarse y á buscar vida eterna, pero por sus obras y no por Cristo, como lo muestra preguntando: «¿Qué bien haré,» y el cual tenia buena opinion de sí, persuadiéndose haber cumplido la ley, como lo muestra diciendo: «todo esto he guardado desde mi mocedad,» y el cual estaba enamorado de sus riquezas más que de la vida eterna, como lo muestra partiéndose de Cristo, entristecido porque le tocó adonde le dolia.

Llevando pues nosotros en la inteligencia de estas palabras, este concepto que Cristo tuvo del mancebo, luego que comenzó á hablar con él, las iremos considerando de esta manera. Diciendo el mancebo á Cristo: «maestro bueno ¿qué bien haré?» etc., mostró tres cosas. La una, que tenia á Cristo por bueno, no conociéndolo por más que hombre, y por el consiguiente se tenia á sí por bueno, pues se persuadia haber cumplido lo que mandaba la ley. La segunda, que su intento era alcanzar vida eterna, por el cual intento pienso que Cristo se contentó de él, como muestra San Marco. Y la tercera que pensaba alcanzar vida eterna obrando, en la cual cosa mostró que no se conocia á sí ni conocia á Dios, porque, si se conociera á sí y conociera á Dios, fuera imposible que tuviera tal pensamiento, como lo he dicho en una consideracion141.

Respondiendo Cristo al mancebo: «¿porqué me llamas bueno?» etc., le comenzó á dar conocimiento de sí mismo para que perdiese la buena opinion que tenia de su propia bondad, considerando: este es mejor que yo, y no quiere ser llamado bueno, luego tampoco soy yo bueno, pues es así que á solo Dios pertenece el ser bueno. De manera que no entendamos que Cristo reprehendió al mancebo porque lo llamó bueno, sino porque, no conociéndolo por más que hombre, lo llamó bueno, teniéndose él tambien por bueno, y que entendamos que de la misma manera, que es Dios bueno, es Cristo bueno, siendo en el hijo lo que es en el padre, porque es de la misma sustancia que el padre. Y aquí diré esto: que es así natural á Dios el ser bueno como es natural al hombre el ser malo por la generacion humana, siendo natural el ser buenos á los que dejan de ser hombres, muriendo y resucitando con Cristo por la fé y el bautismo, en lo cual consiste la regeneracion cristiana.

Diciendo Cristo: «pero si quieres entrar» etc., le responde conforme al tiempo en que habló, en el cual la ley estaba en toda su gloria y majestad, y el evangélio no era aún comenzado á ser predicado á la descubierta, porque aún Cristo no habia sido castigado por nuestros pecados; y respóndele conforme á su pregunta. El preguntó: ¿qué haré? y Cristo le responde: haz esto. Replicando el mancebo: ¿cuáles?, parece que tenia en poco el guardar los mandamientos del decálogo y que deseaba saber si habia otros mandamientos que guardar, y tornando á replicar despues de haber oido los mandamientos de la ley: ¿todo esto he guardado» etc., mostró su temeridad, afirmando haber cumplido con la ley.

La cual temeridad se me representa tanto mayor, cuanto que me acuerdo de aquello que dice David: «delicta quis intelliget?»142 Y así entiendo que los que son santos del mundo, persuadiéndose por su vivir moral que cumplen la voluntad de Dios, afirman lo que temerariamente afirmó el mancebo, diciendo: «todo esto he guardado,» y que los que son santos de Dios, conociéndose á si mismos y conociendo á Dios, no se persuaden jamás que cumplen con la voluntad de Dios, ántes dicen siempre con David: «delicta quis intelliget?» Y cuanto ellos más están en este conocimiento, tanto se tienen por más justos no en sí sino en Cristo.

Y vese más particularmente la temeridad de este mancebo en que afirma haber cumplido con el amor del prójimo amándolo como á sí mismo, lo cual era falsísimo, pues tenia muchas posesiones y se entristeció cuando le fué dicho que las vendiese y las diese á los pobres que eran sus prójimos, y, si los amara como á si mismo, ó no tuviera tantas posesiones ú holgara de venderlas cuando Cristo se lo dijo.

Añadiendo: «¿qué me falta?» mostró, aún no estar bien seguro en su conciencia, aunque se persuadia haber cumplido con la ley. Y aquí se ha de considerar que, por mucho que el hombre se persuada de su propia justicia, de sí mismo, siempre está mal contento, pareciéndole que le falta algo, porque es así que sola la fé, con que abrazamos la justicia de Cristo, nos aquieta las conciencias, afirmándonos que no nos falta nada.

Aunque digo esto, no tendria por inconveniente decir que este mancebo no vino á Cristo para saber de él lo que le preguntaba, sino para que Cristo lo tuviese por santo y por tal lo pronunciase, y así pienso que, diciendo; «¿qué me falta?» pensó que Cristo le habia de responder: no te falta nada, tuya es la vida eterna y puedesla demandar á Dios por justicia y quejarte de él si no te la da, pues has hecho todo lo que debes; ántes creo que no fué otro que este el intento del mancebo, y créolo porque conozco la natura del hombre que es lleno de vanidad y de presuncion143, y conozco que esta vanidad y esta presuncion es más natural á los que son santos del mundo como era este mancebo.

Al cual muy á propósito respondió Cristo: «si quieres ser perfecto, vé» etc.; conociólo arrogante, en cuanto era santo del mundo, y conociólo avaro, en cuanto amaba sus riquezas, y, porque vió que ya él se tenia por santo, le convida con la perfeccion en la santidad, como si dijera Cristo: pues es así como dices que has guardado los mandamientos, si quieres guardarlos perfectamente, vende tu hacienda y dala á pobres, y de esta manera tendrás tus tesoros en el cielo, habiéndolos dejado por alcanzar vida eterna, y teniéndolos en el cielo tendrás tambien tu ánimo en el cielo, y habiendo hecho esto, ven y sígueme, porque de otra manera no podrás ser perfecto. Esto propio creo que Cristo pretendió decir al mancebo.

Y de ello se puede colegir que no basta que el hombre guarde los mandamientos, cuando bien le fuese posible guardarlos, ni basta que venda todo cuanto tiene y lo dé á pobres, sino sigue á Cristo, imitando su mansedumbre, su humildad de ánimo, su sufrimiento, su paciencia, su obediencia y su caridad. Tambien se puede colegir de estas palabras que los ricos que de tal manera están aficionados á sus riquezas que se entristecerian y dejarian de seguir á Cristo por no dejarlas á ellas, son amonestados aquí que, por no venir en este terribilísimo inconveniente, vendan sus haciendas, se libren y se despojen de ellas.

Partiéndose el mancebo entristecido y malcontento de Cristo y siendo la causa de su mal contentamiento el tener muchas posesiones ó heredades, (como habemos dicho), mostró que no decia verdad, diciendo que desde su mocedad habia amado al prójimo, y mostró que combatian en él dos afectos, el amor de la vida eterna con el amor de las riquezas, del cual combate procedia la tristeza, porque se amaba á sí mismo, y mostró que, si bien el amor de la vida eterna era grande, que el amor de las riquezas era mayor, pues no se quiso privar de ellas por amor de ella. De donde tomó Cristo ocasion de decir á sus discípulos: «Dígoos de verdad que el rico» etc., adonde entiendo por «reino de los cielos» el regimiento y el gobierno del espíritu santo que es comunicado á los que aceptan el Evangelio.

Vengo á entender siete causas de donde resulta la dificultad que el rico tiene para entrar en este reino de los cielos.

La primera es que, siendo anexas á las riquezas la honra y la estimacion del mundo, y siendo anexas al gobierno del espíritu santo la ignominia y el vituperio del mundo, con grandísima dificultad se reducirá un rico, que por sus riquezas es honrado y estimado en el mundo, á ser por Cristo injuriado y vituperado en el mundo.

La segunda es que, siendo el fruto de las riquezas el bienestar exterior, satisfaciéndose con ellas el hombre en todos sus afectos y en todos sus apetitos, de los cuales tanto más es solicitado, cuanto tiene mayor aparejo para cumplirlos, y siendo el fruto del gobierno del espíritu santo el privarse el hombre de sus satisfacciones y de sus comodidades, mortificando sus afectos y sus apetitos, viene á ser que halla el hombre tanto mayor dificultad en reducirse á la mortificacion con que se vive en el reino de los cielos, cuanto tiene más parte de las riquezas de este mundo.

La tercera es que, siendo propio de las riquezas el sustentar al hombre la vida corporal y la sanidad en la presente vida, y siendo propio del reino de los cielos el esperar el hombre su sustentacion de solo Dios, viene á ser que es casi imposible que el hombre rico pueda esperar de solo Dios su sustentacion corporal, reduciéndose á un tal estado que, como pobre, dependiendo de solo Dios, diga estas ú otras semejantes palabras: Dios por Cristo me tiene prometido que, buscando yo el reino de Dios y su justicia, me proveerá de estas cosas exteriores; yo voy buscando lo uno y lo otro, luego no me faltará á mí, cuando bien faltase á todos los otros. Porque el decir esto y sentirlo parece que es propio de los pobres, siendo así que los ricos nunca piensan que les pueda faltar el vivir, acordándose que tienen dineros con que comprarlo, y por tanto, si bien dicen: «panem nostrum quotidianum da nobis hodie»144, dícenlo por costumbre y dícenlo enseñados y no porque ellos esperen de Dios aquel mantenimiento, desconfiando de poderlo haber por otra vía.

La cuarta es que, siéndome necesario á mí para entrar en el reino de los cielos despojarme de todo el aficion que tengo á las cosas del reino del mundo, y siendo las riquezas las que más nos tiran y nos aficionan por las comodidades de que gozamos con ellas, viene á ser que, cuanto yo tengo más de riquezas, tanto es mayor la dificultad que hallo en perderles el aficion para entrar desaficionado como conviene en el reino de los cielos.

La quinta es que, cuanto uno tiene más cosas que le agradan y le contentan en el reino del mundo, tanto le es más dificultosa cosa el desenamorarse de ellas para entrar en el reino de Dios, pues siendo así que cuanto uno es más rico, tanto tiene más cosas que lo tienen como preso en el reino del mundo, es tambien así que tanto es mayor la dificultad que tiene para entrar en el reino de Dios, en el cual se ha de entrar perdiendo el amor de todas las cosas que son del reino del mundo.

La sexta cosa es que, siendo anexa á las riquezas la solicitud y siendo anexo al vivir en el reino de Dios el descuido de todas las cosas que no son pertinentes á él, viene á ser que cuanto uno es más rico, tiene más cuidados, y cuanto tiene más cuidados, tiene más dificultad de entrar y de estar en el reino de Dios.

Y la séptima es, que persuadido el rico por la falsa religion que el hombre se justifica con sus limosnas y obras pías; viendo que puede hacer muchas, no se delibera en haber de Dios lo que se persuade poder haber por sí, y así no entra en el reino de Dios.

Adonde si me preguntara un rico diciendo: pues es así dificultosa cosa entrar en el reino de Dios con las riquezas, ¿parécete que yo deje todas las mias? le responderé que no las deje hasta tanto que, ensayándose en el vivir cristiano y conociendo en sí que no puede seguir á Cristo, que no puede estar en el reino de Dios con las riquezas, comenzará á desear ser libre de ellas por la dificultad que hallará en tenerlas y estar con ellas en el reino; y entónces le diré que se despoje de todas, pero diréle que ruegue á Dios que con algun expediente se las quite, y que esté con el ánimo atento á no hacer resistencia á los hombres que se las querrán quitar en parte ó en todo por cualquiera manera que sea, certificándose que no son los hombres los que se las quitan, pero que es Dios el que se las quita por medio de aquellos hombres, y, haciéndolo así, ganará esto que teniendo las riquezas las tendrá sin estar aficionado á ellas, ántes tendrá por cruz pesada el tenerlas, y perdiéndolas estará cierto que no las ha dejado por su propia fantasía, sino por la voluntad de Dios, y así estará contentísimo, como están las personas cristianas en todo lo que conocen que están por voluntad de Dios, estando descontentísimas en todo lo que conocen que están por propia voluntad.

Y diréle más que, si aquí reclamará la prudencia humana pretendiendo piedad, diciendo que es mejor que el hombre se despoje que no que se deje despojar, que dé toda su hacienda á buenos hombres que no que se la deje tomar y usurpar de malos hombres, que la deje á ella decir y vocear y que él siga esto, lo cual es tanto mejor cuanto es más contrario á lo que la prudencia humana aprueba y á la natural inclinacion del hombre, el cual se complace en las cosas que hace por su voluntad y se duele y se resiente en las que hace constreñido contra su voluntad.

Y tornando á las palabras de Cristo, entiendo que, queriendo dificultar más lo que habia dicho, añadió: «y otra vez os digo: más fácil» etc., y es así con efecto, por las causas que arriba habemos visto, cuando el hombre por sí solo, no siendo ayudado del espíritu de Cristo, presume entrar y estar en el reino de Dios, en el vivir cristiano, y no es así, cuando el hombre, aceptando la gracia del evangelio y con ella recibiendo el espíritu cristiano, su poco á poco se va aplicando al vivir cristiano, viviendo como conviene vivir en el reino de Dios, porque es así que en el tal el espíritu de Dios hace posible lo que naturalmente es imposible. Y por tanto respondiendo Cristo al espanto de los discípulos dijo: «esto es imposible acerca» etc., y siendo todo posible á Dios, es todo posible á los que tienen al espíritu de Dios, como lo tenia San Pablo cuando decia: 145«omnia possum in eo qui me confortat.» y Cristo dice: 146«ommia possibilia sunt credenti.»

En la interpretacion de estas palabras me parece quedar satisfecho, y si parecerá extraño á alguno que convidase Cristo con su compañía á, este, sabiendo que no la habia de aceptar, habiendo desechado la compañía de otros que lo querian seguir, sepa que no tuvo Cristo intento á que este lo siguiese, sino á bajarle su arrogancia, dándole conocimiento de sí mismo. Y si parecerá duro á otro que ponga Cristo tanta dificultad en el entrar el rico en el reino de los cielos, habiendo de resolverla diciendo que lo que es imposible á los hombres, es posible á Dios, pues parece que se puede poner la misma dificultad en todas las otras cosas á que los hombres como hombres nos aficionamos, sepa que, porque las riquezas son las que nos tienen más tiranizados y las que nos tienen vivos en las otras aficiones de la vida presente, queriendo Cristo que los, que aceptamos su evangelio, perdamos toda el aficion que tenemos á todas las cosas de la vida presente, porque demos lugar al aficion que debemos tener á las cosas de la vida eterna, pone toda esta dificultad en el entrar el rico en el reino de los cielos. Y rico es el que está aficionado á lo que tiene, poco ó mucho, y por el contrario es pobre el que ha perdido toda el aficion á todo lo que tiene.

Cuanto á la letra, diciendo: «sino uno, Dios,» entiende: sino uno y este es Dios. En aquello: «no matarás, no hurtarás» etc., se ha de entender que refiere Cristo las propias palabras de la ley. Por lo que aquí dice, «¿qué más me falta?» en el griego á la letra dice: ¿qué más despues? pero significa: ¿qué más me falta? Y por lo que dice: «tu hacienda,» el griego dice: lo que tienes y entiende: tu hacienda, tu ropa. Adonde dice «cosa,» el griego dice: palabra, pero segun el hablar de la lengua hebréa entiende: cosa. Por camello, entienden algunos maroma de nao, y no importa, solamente que se entienda que Cristo pretendió mostrar la imposibilidad.

Aquello «y mirando Jesus» se puede entender que Cristo miró á sus discípulos para que estuviesen más atentos á lo que les queria decir y así fuesen más capaces de ello, importándoles mucho saber que Dios lo puede todo, á fin que ellos estuviesen con sus ánimos reposados, considerando que, así como Dios lo puede todo, así ellos como hijos de Dios lo podian todo. Y no hay duda sino que, si esta verdad estuviese bien impresa en los ánimos de los que sintiendo la incorporacion en Cristo sabemos cierto que somos hijos de Dios, teniendo por cierto que todas las cosas nos son posibles, no dudariamos de ninguna y mucho ménos, que de todas las otras juntas, de nuestra reconciliacion con Dios y por tanto de nuestra resurreccion á inmortalidad y vida eterna.

Los que están inciertos de esto, dan testimonio de sí que no creen que Dios lo puede todo, y si dicen que lo creen y no están ciertos de esto, muestran que no creen que Cristo lo puede todo ó que no se tienen por incorporados en Cristo y su poco á poco vienen á confesar que no tienen del espíritu de Cristo, y que con efecto no son cristianos. Pues es así que los que son cristianos tienen del espíritu de Cristo, están incorporados en Cristo, son poderosos en Cristo, así como Cristo es poderoso en Dios y así están ciertos que en Cristo pueden todas las cosas y que principalmente pueden vencerse á sí mismos, al mundo, al demonio, al infierno y á la muerte y así alcanzar inmortalidad y vida eterna con el mismo Cristo.

Entónces; respondiendo Pedro, le dijo: He aquí nosotros lo habemos dejado todo y te habemos seguido. ¿Qué será pues de nosotros? Y Jesus les dijo: Dígoos de verdad que vosotros los que me habeis seguido en la regeneracion, cuando se asentará el hijo del hombre en la silla de su gloria, os asentaréis tambien vosotros sobre doce sillas, juzgando á las doce tribus de Israel. Y todo aquel que habrá dejado casas ó hermanos ó hermanas ó padre ó madre ó mujer ó hijos ó heredades por mi nombre, recibirá cien tanto y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán postreros, y postreros primeros.



Considerando San Pedro que el mancebo oyendo decir á Cristo: déjalo todo y sígueme, no habia querido hacer lo uno ni lo otro, comenzó á considerar como él y sus compañeros habian hecho lo uno y lo otro y comenzó estimarlo en más que ántes, y por tanto preguntó á Cristo, diciendo: «hé aquí nosotros lo habemos dejado todo» etc., entendiendo: nosotros habemos hecho lo que dijistes al mancebo que hiciese, pues ¿qué sera de nosotros? De la cual pregunta colijo que los discípulos seguian á Cristo simplemente sin haberse movido con deseño á seguirlo, siendo solamente movidos por el llamamiento exterior de Cristo y por la inspiracion interior de Dios.

Y tengo por cierto que lo que aconteció á los discípulos de Cristo, siguiendo á Cristo, acontece á todos los que siguen á Cristo con la misma vocacion é inspiracion; quiero decir que, así como los discípulos sin propio deseño seguian á Cristo, así ellos todos sin propio deseño siguen á Cristo. Tambien tengo por cierto que acontece y acontecerá á todos los que siguen á Cristo sin deseño como estos discípulos lo que ha acontecido y acontecerá á estos discípulos, quiero decir que, así como estos discípulos siguiendo á Cristo han alcanzado y alcanzarán mucho más sin ninguna comparacion de lo que ellos deseñando se pudieran imaginar, así tambien los que como ellos seguirán á Cristo alcanzarán en la vida presente y en la futura mucho más de lo que ellos deseñando se podrian imaginar.

Y aquí entiendo dos cosas. La una, que los que se, hallaran en el camino de Cristo, siguiendo á Cristo, y conocerán que no son entrados con deseño ninguno sino simplemente por la vocacion exterior del evangelio que nos llama á todos á Cristo y por la inspiracion interior, se podrán certificar que son verdaderamente discípulos de Cristo. Y la otra, que los que siguiendo á Cristo hallan en el camino cosas que nunca pensaron hallar, se pueden certificar que hallarán en la vida eterna más felicidad de la que ellos en la vida presente se pueden imaginar.

De manera que es buena señal que los discípulos, habiendo dejado lo que tenian y siguiendo á Cristo, no supiesen qué habia de ser de ellos, bien que el quererlo saber parece que tiene un resabio de curiosidad, la cual no entiendo que era mala en los discípulos, considerando que de ella resultó que fueron confirmados y certificados de su felicidad con la respuesta de Cristo, la cual confirmacion y certificacion no los podia hacer insolentes ni viciosos, como los hiciera en caso que ellos con propio deseño hubieran sido movidos á seguir á Cristo.

Y aquí entiendo que á los, que siguen á Cristo como estos discípulos, la certificacion de su glorificacion los hace más modestos y caritativos, más humildes y más cuidadosos de seguir á Cristo, de imitar á Cristo, pero esta verdad no la creen los que no tienen experiencia de ella, y por tanto no quieren que el hombre en la presente vida sea cierto de su glorificacion, haciendo injuria al evangelio de Cristo y yendo torciendo las palabras de Cristo, queriendo que digan no lo que él quiso sino lo que ellos quieren, como aquí que quieren que Cristo hablase condicionalmente en la respuesta: si perseveraréis en lo que habeis comenzado etc.

Y si dirá uno que si Cristo hubiera dicho estas palabras sin esta condicion, no hubieran sido verdaderas en Júdas, le responderé que Cristo las dijo para los que las creyeron, en los cuales fueron verdaderas, como serán tambien verdaderas en todos los que las creerán, y que no las dijo para Júdas, el cual no las creyó, porque, si las creyera, no vendiera á Cristo, posponiendo la felicidad que aquí propone Cristo por un precio así vilísimo, antes el creerlas fuera así eficaz en él como fué en los otros discípulos para mortificarlos y así hacerles perseverar perpétuamente en Cristo.

Y viniendo á la declaracion de las palabras, se ha de considerar que, habiendo los discípulos propuesto dos cosas á Cristo, la una: lo habemos dejado todo, y la otra: y te habemos seguido, Cristo respondiéndoles toma primero lo más principal que es el fin de la otra y dice: «vosotros los que me habeis seguido» etc., mostrando que la importancia está en seguirlo á él y no en dejarlo todo.

Aquello «en la regeneracion» se puede juntar con lo que precede, de manera que diga: vosotros los que me habeis seguido y seguís en el estado de la regeneracion, entendiendo de la cristiana que hace en nosotros el espíritu cristiano, estaréis asentados en doce sillas en el estado de la resurreccion, juzgando á las doce tribus de Israel; tambien se puede juntar con lo que se sigue, de manera que diga: vosotros los que me habeis seguido en la presente vida, en la resurreccion, que será nueva generacion, os asentareis etc.; esta segunda interpretacion parece más llana, pero, considerando que la santa escritura llama estado de regeneracion al de los cristianos en la presente vida, llamando estado de resurreccion al de los mismos en la vida eterna, me contenta la primera interpretacion, á la cual favorece aquello de San Pablo: per lavacrum regenerationis etc. Tito 3147, y aquello de San Pedro: regeneravit nos Deus in spem vivam Ped. 1148. Lo mismo es «en la silla de su gloria» que: en su silla gloriosa; así llama á la gloria y majestad con que vendrá el día del juicio.

Diciendo: «á los doce tribus de Israel», pienso que entiende que los apóstoles, siendo hebreos condenarán la infidelidad de los hebreos, así como los, que de la gentilidad aceptarán el evangelio, condenarán la infidelidad de los que no lo habrán aceptado en la gentilidad, de manera que sea lo mismo: «juzgando» que: condenando.

Habiendo Cristo respondido á la parte principal de la propuesta de los discípulos y viniendo á responder á la otra parte, dice: «y todo aquel que habrá dejado» etc., entendiendo que el que por seguir á Cristo, hora sea por predicar el evangelio, hora sea por enseñar el vivir cristiano, hora sea por imitar á Cristo, por vivir cristianamente, se privará con efecto de estas cosas ó de alguna ó algunas de ellas, siéndole impedimento, así como los discípulos se privaron de sus cosas porque no podian teniéndolas seguir á Cristo, será galardonado de Dios largamente en la vida presente y en la futura; en la presente, en cuanto será enriquecido con dones espirituales, y las cosas pertenecientes á la vida presente le serán dadas por añadidura, y en la vida futura, en cuanto como miembro de Cristo hecho hijo de Dios alcanzará la heredad de Dios que es la vida eterna con el mismo Cristo. Aquí conviene advertir que hay dos maneras de dejar el hombre todas sus cosas por seguir á Cristo.

La una es con el afecto, y esta pertenece generalmente á todos, quiero decir, que á todos los cristianos pertenece dejar con el afecto todas estas cosas, perdiéndoles el aficion con que naturalmente las aman, de manera que amándolas las amen no con afecto natural sino espiritual, y esto es conforme á lo que dice Sau Pablo: ut qui habent uxores tanquam non habentes sint etc. 1ª Cor. 7149. La otra es con efecto, y esta pertenece particularmente á los que, cuanto á las casas y heredades, son semejantes al hebreo de quien acaba de hablar el evangelista, á los cuales pertenece, dejar con efecto sus riquezas, y pertenece tambien á los que son tan aficionados á los suyos que por cumplir con ellos se apartan del deber de la regeneracion cristiana ó no están tan enteros en él cuanto debian. Y esto me acuerdo haberlo tratado en una respuesta150. Cuanto al dejar con efecto la mujer, ó la mujer dejar con efecto al marido, me remito á lo que dice San Pablo 1ª Cor. 7.

En aquello «recibirá cien tanto» entiendo número finito por infinito, y con efecto es así que cada uno de los que por Cristo, por seguir é imitar á Cristo, por enseñar el vivir cristiano ó por predicar el evangelio de Cristo, se priva como habemos dicho de todas estas cosas que aquí cuenta Cristo, viene á tener mucho más que deja, en cuanto tiene todo lo que tienen todos los miembros de Cristo y tiene tantos hermanos, tantas hermanas, tantos padres, tantas madres y tantos hijos cuantos hay que son miembros de Cristo; esto es en la vida presente, como lo señala San Márcos, y en la futura dice Cristo que los, que por seguirlo habrán dejado estas cosas, alcanzarán vida eterna, no por lo que han dejado sino por el fin porque lo han dejado, que es seguir á Cristo.

Y por tanto añadió Cristo: «y muchos primeros serán postreros» etc., entendiendo que muchos, que pensarán ser primeros en la vida eterna porque á su parecer habrán dejado mucho, serán postreros, y que muchos, que pensarán ser postreros porque á su parecer habrán dejado poco, serán primeros. Adonde no se ha de entender que los unos precederan á los otros en la vida eterna, sino que los unos serán admitidos á ella y los otros serán excluidos de ella, así como en aquello que dice Cristo151: «los publicanos y las meretrices os precederán en el reino de los cielos» no entiende que tendrán mejor lugar que los Fariséos, sino que serán admitidos al reino, siendo los Fariséos excluidos de él; y esta manera de hablar que usa Cristo, la he notado en el cap. 5, sobre aquello: «menor será llamado» etc.

Los primeros que serán postreros entiendo que serán de aquellos que dice Cristo que le dirán en el dia del juicio: «Señor, Señor ¿no profetizamos en tu nombre?» etc., y los postreros que serán primeros, entiendo que serán de aquellos que dirán á Cristo en el dia del juicio: «Señor ¿cuándo te vimos hambriento?» etc., á los cuales responderá Cristo que lo que hicieron á uno de los suyos, lo hicieron á él.