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El gabán de Don Enrique

Cayetano Rosell

Pilar Vega Rodríguez (ed. lit.)





La tradición conserva una anécdota que pinta de muy diverso modo que la Historia la inauguración del reinado de D. Enrique III, y da una idea muy triste del estado a que habían reducido, no solamente el reino sino al mismo monarca niño, la codicia y dilapidaciones de los diez gobernadores.

Píntase a este rey completamente abandonado de los grandes, saliendo a cazar codornices y empeñando su gabán para comprar un poco de carnero que añadir a lo que había cazado, único plato que podía servirse a su cena.

Entre tanto en la casa del arzobispo de Toledo se celebraba gran banquete, al que asistían el de Benavente, el de Trastamara, el de Medinaceli y otros de los gobernadores y grandes, recaudadores y dispensadores de las rentas reales.

D. Enrique, abandonando su frugal cena, cuéntase que presenció oculto este espectáculo, y que a otro día hizo que se difundiera por la corte la voz de que se hallaba muy enfermo y que quería otorgar testamento.

A este rumor acuden todos los grandes a palacio, en donde no se les permite penetrar con acompañamiento.

Reunidos todos en una vasta sala, se presenta el rey armado, con la espada desnuda, se sienta en su silla, y pregunta al arzobispo de Toledo cuántos reyes ha conocido en Castilla; pregunta que va corriendo por todos, y viendo que el que más ha conocido cinco, exclamó D. Enrique que, con tener solos quince años, él no ha conocido menos de veinte reyes, y que ya era tiempo que hubiese uno solo.

Entonces llama a los ministros de justicia y a los soldados que —71— tenía ocultos y que se presentan a ejecutar sus órdenes.

Atónitos permanecían los grandes, hasta que el arzobispo de Toledo puesto de rodillas y llorando le pide perdón, imitando su ejemplo los demás. El rey, después que les hubo intimidado, les perdonó, pero no les devolvió su libertad hasta que le entregaron los castillos y fortalezas que custodiaban, y el alcance de las rentas reales que corrieran a su cargo. La historia no puede admitir esta anécdota, aunque tan bien feriada y tan exacta en muchos detalles.





FUENTE

Rosell, Cayetano, Crónica general de España, ó sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, sus poblaciones más importantes y posesiones de Ultramar. (Provincia de Burgos), Ronchi, Vitturi, Grilo, 1865, p. 71.

Edición: Pilar Vega Rodríguez.



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