Oye atento.
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Ya sabes que grato el cielo |
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me dio en Urbino, mi patria, |
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alto y claro nacimiento, |
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sangre ilustre y pobre casa. |
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Criéme en esta ciudad |
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sin padres (que de la parca |
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cortó el impensado filo |
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sus alientos en mi infancia); |
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pero siendo mi familia |
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la más noble y dilatada |
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de Urbino, y yo su cabeza, |
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por el decoro de tantas, |
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socorrido de mis deudos, |
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para que no me criara |
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sin la decencia debida |
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al respeto de mi casa. |
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Enfrente de mí
vivía |
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el feliz padre de Laura, |
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Pompeyo, ese noble anciano, |
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a quien el Senado encarga |
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del gobierno deste Estado, |
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por su prudencia y sus canas, |
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su discreción y su
sangre, |
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la justicia y la templanza. |
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Desde un balcón de la
mía |
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vía todas las
mañanas |
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de Laura en los bellos ojos |
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mejorar luces al alba. |
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Desde que a la noche el sol |
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me faltaba en sus ventanas |
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(el suyo, claro es, que el
otro |
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no me pudiera hacer falta), |
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estaba yo entretenido |
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con tan dichosa esperanza |
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en las mías, hasta ver |
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que haciendo mi amor la salva, |
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volvía a salir su
aurora. |
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Pues de aplausos coronada |
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(no menos que cuando al prado |
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sale derramando nácar |
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de su rosado esplendor, |
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donde con lenguas arpadas |
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los pintados jilguerillos, |
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cantando en las copas altas, |
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le reciben esparciendo |
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los matices de sus alas, |
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mi amor, al ver que
salía, |
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formando en las verdes ramas |
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de su alta esperanza el coro), |
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hacía, por saludarla, |
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pajarillos los deseos; |
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que de las colores varias |
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de afectos y de finezas |
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matizados por más gala, |
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prevenían su salida, |
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diciendo sus consonancias: |
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«Flores, que ya viene el
día; |
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fuentes, que se acerca el
alba; |
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campos, que el sol se
descubre; |
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montes, que amanece
Laura.» |
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Porque mi amor entendiese |
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miré, y mirando
callaba; |
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que a veces callan los ojos |
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y mudamente habla el alma; |
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que es rúbrica del
amor, |
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para explicarse quien ama, |
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tener la lengua en los ojos, |
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y el silencio en las palabras. |
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No fue el mío mal
oído; |
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que en el papel de su cara |
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vi muchas veces escrita |
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una alegría al mirarla, |
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que decía: «Ya te
entiendo; |
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y pues me alegro, esto basta |
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para aviso de tu duda.» |
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Que como el silencio hablaba, |
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usó de la misma frase |
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con que la hablaron mis
ansias, |
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por responderme discreta |
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con modestia y elegancia. |
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Fuéronse, dando
licencia |
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a los afectos el alma, |
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los afectos al semblante, |
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el semblante a las palabras, |
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y ellas al concierto alegre |
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de unir nuestras esperanzas |
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en la posesión dichosa, |
|
que almas y vidas enlaza. |
|
Para lograrla me dijo |
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que diese mi industria traza |
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con que Pompeyo, su padre, |
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lo quisiese, a quien es tanta |
|
su obediencia, que sin ella, |
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ni quiere ni vive Laura. |
|
Busqué los medios
posibles, |
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supo Pompeyo mis ansias, |
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y con cordura y decoro |
|
me respondió: «Yo
lograra, |
|
Carlos, con vuestra persona |
|
sucesión digna a mi
casa; |
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mas en la joya de amor |
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tiene hoy día parte
tanta |
|
el caudal y la riqueza, |
|
que, si no es en quien la
tasa, |
|
la piedra que la guarnece |
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es el oro que la esmalta. |
230 |
Vos sois muy noble y muy
pobre, |
|
mi hacienda es sólo mi
fama; |
|
dos noblezas sin hacienda |
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se hacen menores entrambas. |
|
Vuestra edad aún es muy
tierna, |
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la de mi hija aún no la
iguala; |
|
en el término que queda |
|
la obligación de
casarla, |
|
caber puede el mejorar |
|
vos de fortuna; intentadla; |
240 |
que yo la palabra os doy |
|
de esperar hasta que salga |
|
de lo preciso este plazo, |
|
sin que en él haya
mudanza, |
|
hasta ver si es nuestra
suerte, |
245 |
si no liberal, no avara, |
|
dándoos para no ser
pobre, |
|
que en vuestra sangre eso
basta. |
|
Noble sois y yo os estimo, |
|
vuestra obligación os
llama; |
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adiós pues, que vuestras
obras |
|
han de cumplir mi
palabra.» |
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Quedé alentado y
corrido |
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por su atención
cortesana: |
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corrido de mi pobreza, |
255 |
y alentado a la esperanza. |
|
Dije entre mí: «La
riqueza |
|
se adquiere por letras y
armas.» |
|
De armas entonces no
había |
|
empresa digna en Italia; |
260 |
las letras, en cualquier
tiempo |
|
el que las busca las halla, |
|
y yo a buscarlas resuelto, |
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partí a Bolonia en las
alas |
|
de mi amor, donde juntando, |
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para lograr mi esperanza, |
|
las ansias de mi deseo, |
|
abrevié el plazo a mi
fama; |
|
pues hizo mi suficiencia |
|
a la licencia ordinaria |
270 |
suplir términos
precisos, |
|
dándome con honras
tantas |
|
como viste, graduado, |
|
la cátedra, donde hoy
gana |
|
tantos aplausos mi nombre. |
275 |
¡Providencia de amor
rara, |
|
saber tan presto a las leyes |
|
las dificultades altas! |
|
Mas no te admires, sabiendo |
|
que las aprendí por
Laura, |
280 |
porque era ley de mi amor |
|
saberlas para alcanzarla; |
|
y para aprender las otras |
|
puse esta ley en el alma. |
|
Hasta aquí nada te he
dicho |
285 |
de lo que trae mi esperanza; |
|
pues oye, que aunque no es
esto, |
|
funda su logro esta basa. |
|
Por muerte del duque Julio, |
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quedó Urbino, nuestra
patria, |
290 |
sin sucesor, y el derecho |
|
dudoso por esta causa |
|
entre tres sobrinos suyos: |
|
uno el que duque hoy aclama, |
|
otro el marqués
Federico |
295 |
de la Robere, y Casandra, |
|
prima hermana de los dos. |
|
Y al querer tomar las armas, |
|
pretendiendo cada uno |
|
la corona, los ataja |
300 |
el Senado, proponiendo |
|
al Pontífice la causa; |
|
donde a razón reducida, |
|
cada cual pensó
lograrla, |
|
alegando sus derechos |
305 |
con informaciones varias. |
|
Yo viendo que esta
ocasión |
|
alentaba mi esperanza, |
|
por elección u destino, |
|
quise fomentar la causa |
310 |
del Duque, que guarde el
cielo, |
|
y intenté con dicha
tanta |
|
esta empresa, que escribiendo |
|
una información, se
allana |
|
su derecho de tal suerte, |
315 |
que las tres sentencias saca |
|
conformes, con que de Urbino |
|
por sucesor le declaran. |
|
Alzó por él el
Senado |
|
el estandarte a su usanza; |
320 |
y él obligado de amor |
|
de la divina Casandra, |
|
con la mano la corona |
|
la ofreció, y por
obligarla, |
|
la que perdió
pretendida |
325 |
le quiso dar voluntaria. |
|
Mas ella, que aborrecía |
|
su nombre, salió a
campaña, |
|
y apeló de la sentencia |
|
al tribunal de las armas. |
330 |
Con el marqués Federico |
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viene atrevida y bizarra, |
|
a quien da, si vence al Duque, |
|
prometidas esperanzas. |
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Y hoy, que su gente se acerca |
335 |
a vista de las murallas, |
|
el Senado, previniendo |
|
otro ejército, que saca |
|
en defensa de su dueño, |
|
la posesión deseada |
340 |
del Estado le apercibe. |
|
Esto es cuanto hasta aquí
pasa. |
|
Y para que sepas cómo |
|
vienen cosas tan
extrañas |
|
a convenir en el logro |
345 |
de mi feliz esperanza, |
|
por mí el Duque se
corona; |
|
Pompeyo, padre de Laura, |
|
es quien las llaves le
entrega; |
|
si él cumple con deuda
tanta, |
350 |
bien merece mi fineza |
|
lo que a mi dicha le falta. |
|
Al Duque tengo obligado, |
|
bien agradecida a Laura, |
|
merecido un noble premio, |
355 |
y empeñado en su
palabra |
|
a Pompeyo, y mi fortuna |
|
presente a todo se halla. |
|
No sé si podré
vencerla; |
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mas si su poder me arrastra, |
360 |
si mi estrella me oscurece, |
|
si mi destino me ultraja, |
|
y la ingratitud me ofende, |
|
consolará en mi
desgracia |
|
la gloria de merecerla |
365 |
al dolor de no alcanzarla. |
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