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Abajo

El mártir del sacramento, San Hermenegildo

Juana Inés de la Cruz Jer.



  —115→  
PERSONAJES
 

 
SAN HERMENEGILDO.
LEOVIGILDO,   su padre.
RECAREDO,   su hermano.
GESERICO,   embajador.
INGUNDA,   mujer del santo.
LA APOSTASÍA.
Músicos.
SAN LEANDRO.
LA FE.
LA MISERICORDIA.
LA JUSTICIA.
LA VERDAD.
LA PAZ.
ESPAÑA.
LA FAMA.
Soldados.
LA FANTASÍA.
Acompañamiento.
Muestra de los reyes godos.


 

Ábrese el primer carro, y aparece la FE en un trono.

 



  —116→  

ArribaAbajoCuadro I


Escena I

FE
    ¡Ah, de las claras Antorchas
que, en el cristalino Alcázar,
de su flamante armonía
sois lucidas consonancias!
    ¡Ah, de las eternas Luces, 5
que opuestamente hermanadas,
de oposiciones conformes
sois pacífica batalla!
    ¡Ah, no de los Astros digo
lo que en la cerúlea campaña 10
con ejércitos de estrellas
formáis lucidas escuadras;
    sino de las más formales
Luces, de aquellas más claras
Inteligentes Estrellas 15
que el Eterno Solio esmaltan!
    ¡Ah del hermoso escuadrón
de las virtudes que, varias,
es cuando estáis más amigas
cuando parecéis contrarias! 20

 (Canta.) 

¡Venid, venid, pues la Fe es quien os llama,
para hacer experiencia de quién resalta
en un pecho en que todas tenéis morada!
¡Venid, venid, virtudes!

 (Dentro.) 

¿A cuáles llamas?
FE
A aquellas que parece que son contrarias; 25
y así, la Verdad venga para apurarla.

  —117→  

Escena II

 

(Aparecen, en el segundo carro, la VERDAD con un espejo, la MISERICORDIA con un ramo de oliva, la PAZ con una bandera blanca, la JUSTICIA con un peso [o sea, unas balanzas] y una espada; cada una, en una nube.)

 
VERDAD
Ya viene, pues de ti nunca se aparta.
FE
Pues la Misericordia siga tus plantas.
MISERICORDIA
Sí sigo, con intento de mitigarla.
FE
Sígala la Justicia, con recta espada. 30
JUSTICIA
Sí haré, pues contrapeso la otra balanza.
FE
Pues pacíficas señas la Paz nos traiga.
PAZ
Sí traeré, pues mi empleo solo es lograrla.
TODAS
Y supuesto que todas fuimos llamadas
y ya todas venimos, di: ¿qué nos mandas? 35
FE
    Escuchadme y lo sabréis.
Y antes de decir la causa,
ya sabéis que soy la Fe,
aquella primera basa
que el Artífice Divino, 40
—118→
en la delineada planta
del Militante Edificio
que hizo para Su morada,
puso en el primer cimiento
porque tuviese constancia, 45
pues sobre mí de virtudes
la fábrica toda carga
de tal modo, que cayera
si yo no la sustentara.
   Con decir que soy cimiento, 50
he dicho que la más baja
soy de todas las virtudes,
pero la más necesaria.
Baja, dije, no porqué
menos que las otras valga, 55
sino por ser la primera
sobre quien todas descansan.
Yo no dependo de alguna,
pues si ellas no me acompañan,
me soy yo Virtud sin todas, 60
y todas sin mí son nada.
La demostración lo diga
de la Iglesia, cuando clama
por sus moribundos hijos,
en las postrimeras ansias; 65
pues viendo que faltan actos
de Caridad y Esperanza,
representa los de Fe,
alegando su constancia.
   Llámanme ciega Virtud, 70
no porque vista me falta,
sino antes porque la mía
tiene tanta perspicacia,
que es ceguedad la del cuerpo
respecto de la del alma; 75
o porque la vista en mí
es tan inútil alhaja,
que no creo lo que veo,
sino aquello que me mandan.
    Y aunque en todos los Misterios 80
de Fe, esta regla se guarda,
—119→
de que adelante la Fe
lo que la vista no alcanza,
en ninguno tanto como
en aquella soberana 85
Mesa, en que Su Sangre y Carne
nos da Cristo por vïanda.
Pues en otros, solamente
se halla la vista turbada
para ver todo el Misterio, 90
mas ve la parte que basta
a comprender el sentido
que luego la Fe adelanta:
pues si ve a Cristo, ve sola
la Naturaleza Humana 95
en Él, y aunque la Divina
no alcanza a ver, no se engaña
en lo que ve, pues es cierto
que es Cuerpo el que a ver alcanza;
si el Vientre mira a María, 100
aunque no sabe la causa
ni el Misterio, ve un preñado,
y es verdad que está preñada.
Conque en todos los Misterios
la vista es torpe y escasa, 105
pero alcanza alguna parte,
y obra de la Fe ayudada;
pero en Aqueste, no solo
no ve del Misterio nada,
pero lo contrario ve, 110
pues ve pan y está obligada
a creer que allí no hay pan
sino Cristo, a cuya causa
este se llama misterio
de fe por antonomasia. 115
    Y quedando esto asentado
para que a su tiempo salga,
pues no es más que hacer reclamo
de dar por cosa asentada
que es quien triunfa el Sacramento 120
cuando es la Fe quien batalla,
—120→
oíd ahora el intento
para que mi voz os llama.
    Vosotras sois solamente
virtudes morales, hasta 125
que yo, que soy Fe, os elevo
a ser virtudes cristianas
que, poniendo a Dios por fin,
os hacéis dignas de gracia.
Pero aun en aqueste estado 130
tenéis divisas tan varias,
que es menester gran prudencia
para saber colocarlas.
Pues aquel que os ejercita,
como ve que sois contrarias, 135
piensa, si a la Paz se inclina,
que a la Justicia hace falta;
si a Misericordia, teme
que a la Verdad desampara;
y ésta de los justos es 140
la más sangrienta batalla,
pues al cumplir un precepto,
piensan que el otro quebrantan,
pues parece que la Ley
es de sí misma contraria. 145
Y éste, aunque duro ejercicio,
encierra utilidad tanta,
que, en lo que temen, merecen
aun más que en lo que trabajan;
hasta que en el fin dichoso, 150
donde es ya todo bonanza,
Verdad y Misericordia
(como el Real Profeta canta)
se encuentran para hermanarse,
y Justicia y Paz se abrazan. 155
    Esto supuesto, yo os mando
que ejercitéis la constancia
de Hermenegildo, mostrando
las apariencias contrarias,
para ver cómo os conforma 160
su disposición, y para
—121→
que él, con el vario ejercicio,
vaya duplicando palmas.
Él, en aquel pabellón,
al sueño el tributo paga. 165
Quedad con él; que yo voy
a esperar cuál más ufana
vuelve, de que en su ejercicio
sea quien más sobresalga.
Que yo, que estoy en su pecho, 170
afuera no le hago falta.
JUSTICIA
Vete, en buena hora; que yo,
Verdad, si tú me acompañas,
pienso ser la vencedora.
MISERICORDIA
Paz, si de mí no te apartas, 175
yo me llevaré el laurel.
PAZ
Pues la contienda no pasa
a enemistad, sino sólo
a ver cuál más se aventaja
en su ejercicio, ya veis 180
el pabellón de campaña.
Empecemos a excitar
en su sueño nuestra instancia.
JUSTICIA
¿Y cómo ha de ser?
MISERICORDIA
Cantando,
pues siempre, si lo reparas, 185
las de las virtudes son
las mejores consonancias.
  —122→  
PAZ
¡Pues a intentar,
JUSTICIA
a emprender
MISERICORDIA
Cada cuál llevar la palma!


Escena III

 

Ábrese el tercer carro y aparece una tienda de campaña, y en ella HERMENEGILDO dormido; y cantan las VIRTUDES.

 
MISERICORDIA
Honrar, Hermenegildo, 190
a los padres, Dios manda,
dando a la Natural
mayor autoridad Su Ley Sagrada.
¡Pausa, pausa!
¡Deja el estruendo! ¡Cesen las armas! 195
VERDAD
El mismo Dios te dice
que a poner vino espada
entre el padre y el hijo,
cuando la división es por Su causa.
¡Marcha, marcha! 200
¡Deja el sosiego! ¡Toma las armas!
PAZ
Su paz le dejó al mundo
por la prenda más cara.
Tú, si obligarle quieres,
no desprecies la cosa que más ama. 205
¡Pausa, pausa!
¡Deja el estruendo! ¡Cesen las armas!
JUSTICIA
Si los pies o los ojos
escándalo te causan
—123→
(dice), córtate el pie 210
y sácate los ojos de la cara. ¡Marcha, marcha!
¡Deja el sosiego! ¡Toma las armas
 

(Despierta el rey HERMENEGILDO.)

 
HERMENEGILDO
La gravedad del cuidado
que me oprime, y las contrarias
imaginaciones que 215
mis discursos embarazan,
son tales, que aun en el sueño
no dan treguas a mi vaga
confusa imaginación.
Y es que, impresas en el alma 220
(aunque falten los sentidos),
las especies que guardadas
tiene mi imaginativa,
mientras el cuerpo descansa,
se representan tan vivas, 225
que lo que es sólo fantasma
finge tanta corpulencia,
que aun ya despierto, jurara
que oigo a la Misericordia
que me dice:
MISERICORDIA
¡Pausa, pausa!
230
¡Deja el estruendo! ¡Cesen las armas!
HERMENEGILDO
Y luego (¡oh, válgame el Cielo,
con qué de dudas batalla
mi afligido corazón!),
la Verdad de la Cristiana 235
Religión, que yo profeso,
a su defensa me llama
y amparo de los Cristianos,
que de la secta arrïana
tan acosados se miran, 240
—124→
que sólo en mí la esperanza
tienen de que los defienda.
Y esta Verdad, fuerza tanta
tiene acá dentro del pecho,
que (como si voces claras 245
articulara) parece
que me dice:
VERDAD
¡Marcha, marcha!
¡Deja el sosiego! ¡Toma las armas!
HERMENEGILDO
Por otra parte, el amor
de mi padre, de sus canas 250
el respeto, la lealtad
de mi rey, y de mi patria
los destrozos, que de una
guerra civil la amenazan,
mi resolución impiden 255
y mi designio embarazan,
inclinándome al partido
de la Paz que se me trata
por la parte de mi padre,
diciéndome:
PAZ
¡Pausa, pausa!
260
¡Deja el estruendo! ¡Cesen las armas!
HERMENEGILDO
¡Bien! Pero si yo desisto
de la guerra ya empezada,
y de mi indignado padre
me reconcilio a la gracia, 265
¿no es preciso que esté siempre
mal seguro, al ver con cuánta
resolución, en defensa
de mi ley tomé las armas,
y que, para asegurarse, 270
querrá con poder o maña
—125→
desflaquecerme las fuerzas,
privándome de las plazas
y presidios que poseo,
reduciéndome a privada 275
vida, o cuando mucho, sólo
a vivir de la esperanza
de sucederle en el cetro?
Y esto, ¡oh cuán poco importara,
si me importara a mí solo: 280
que mi obediencia, postrada
se redujera a su gusto
sin ninguna repugnancia!
Pero siendo él arrïano
y yo católico, y tanta 285
la multitud que me sigue,
¿será bien desampararla,
dejando expuesto el rebaño
a la sangrienta matanza
del lobo, que el voraz diente 290
tiña en inocente grana?
¿Será esto justicia? No;
porque la Justicia manda
amparar al desvalido,
diciéndome:
JUSTICIA
¡Marcha, marcha!
295
¡Deja el sosiego! ¡Toma las armas!
HERMENEGILDO
¡Ya, ya las tomo!... Mas ¡ay!,
¿qué interiores consonancias
de diferentes virtudes,
en dos mitades el alma 300
me dividen, y acá en mí
una guerra civil traban,
sin saber cuál obedezca?
Pues cuando piadosa y blanda
oigo a la Misericordia 305
—126→
que me dice:
MISERICORDIA
¡Pausa, pausa!
¡Deja el estruendo! ¡Cesen las armas!
HERMENEGILDO
Luego la Verdad se opone,
diciéndome:
VERDAD
¡Marcha, marcha!
HERMENEGILDO
Y si a ésta me inclino, luego, 310
tremolando señas blancas
la Paz se me representa,
y oigo decir:
PAZ
¡Pausa, pausa!
HERMENEGILDO
Y para hacer contrapeso,
la Justicia, con la espada 315
blandida, a la Paz se opone,
diciéndome:
JUSTICIA
¡Marcha, marcha!
¡Deja el sosiego! ¡Toma las armas!
HERMENEGILDO
¿Cielos: qué haré?
MISERICORDIA
¡Pausa!
VERDAD
¡Marcha!
  —127→  
PAZ
¡Deja el estruendo!
JUSTICIA
¡Deja el sosiego!
320
MISERICORDIA
¡Cesen las armas!
VERDAD
¡Toma las armas!
HERMENEGILDO
¿Qué es esto, ínclitas virtudes?
Si un vínculo, el que os enlaza,
es de Caridad, ¿en mí
cómo parecéis contrarias? 325
Si os ayudáis unas a otras,
¿cómo ahora en mí batallan
virtudes contra virtudes?
Mas, sin duda, es mi ignorancia
quien a conciliar no acierta 330
los primores que os engarzan;
pues en el círculo hermoso
de la divina guirnalda,
lo que oposición parece
es lo que más os hermana; 335
mas en mí la discreción
para componeros falta,
dándoos debido lugar.
Mas valdreme de la sabia
prudencia del gran Leandro, 340
mi tío, a cuyas instancias
y virtudes he debido
el segundo ser del alma.


Escena IV

 

Sale un PAJE, y encúbrense las virtudes.

 
PAJE
Señor, un embajador
de tu padre pide entrada. 345
  —128→  
HERMENEGILDO
Decidle que entre. (¡Ay de mí,
que en dos iguales balanzas:
mi padre y mi religión,
no sé a cuál más peso traiga!)
 

(Entra GESERICO, embajador.)

 
GESERICO
Después de besar tus pies, 350
del rey tu padre esta carta
te entrego, señor.
HERMENEGILDO
Veré
lo que contiene.
GESERICO
No es larga.
pues en todo se remite
el rey a mi confïanza. 355
HERMENEGILDO
De creencia es, solamente;
y así, decid lo que trata
el rey mi padre y señor:
que en todo lo que no vaya
contra la fe que profeso, 360
siempre me hallará a sus plantas.
GESERICO
    Pues no te canse, señor,
si te pusiere delante
las altas obligaciones
de tu regia, clara sangre; 365
pues demás de que es cumplir
las órdenes de tu padre,
no desdice del intento
de persuadirte y rogarte
con los partidos de paz, 370
—129→
el que te ponga delante,
de tu real progenie ilustre
todas las antigüedades.
Pues si los ejemplos son
los que mejor persüaden, 375
¿cuáles mejores que aquellos
que no en el volumen frágil
del papel imprime tinta,
sino los que en el diamante
de su valor, reconoces 380
que grabó tu propia sangre?
    Del gran patriarca Noé
los descendientes, que antes
ocuparon breves sitios,
llegando a multiplicarse, 385
por ensanchar sus dominios
poblaron aquellas partes
de las provincias de Escandia,
donde los rayos solares
tan oblicuamente hieren, 390
tan escasa lumbre esparcen,
que, sincopada la luz,
aun ya muere cuando nace.
Poblaron a la Süecia,
Norvegia y Gotia; y en partes 395
dividida ésta, llamaron
a los que más orientales
estaban, los ostrogodos;
y para diferenciarse,
los que al Occidente estaban, 400
aunque todo era un linaje,
se llamaron visigodos.
    Y porque adviertas cuán grande
inconveniente es, de un reino,
el de las parcialidades, 405
esta leve diferencia
ocasionó separarse
en dos distintas coronas,
y que reyes aclamasen
de dos diversas familias: 410
que en regias antigüedades,
—130→
aunque la serie se ve,
el principio no se sabe,
si no es, que los ostrogodos
un príncipe de la sangre 415
de los ámalos hacían,
a quien rendir vasallaje,
y los visigodos otro
del regio, claro linaje
de los baltos, apellido 420
que desde su origen trae
sobrescrito su valor,
pues en su antiguo lenguaje
significaba atrevido.
No sé qué mayor realce, 425
qué alcurnia más congrüente,
ni qué nombre más loable
puedan tener nuestros reyes
entre sus timbres reales,
que el sobrenombre de baltos: 430
que a las generosidades
de un león español, conviene
el que Atrevido se llame.
    Pero volviendo al intento,
digo que a multiplicarse 435
llegaron, de modo que
siéndoles los patrios lares
a la muchedumbre estrechos,
y mucho más al coraje
que ya buscaba impaciente 440
pretextos de dilatarse,
determinaron salir
a provincias más capaces,
donde creciese el imperio
y el dominio se ensanchase, 445
bien como el rayo oprimido,
que impaciente de la cárcel,
rasgando el seno a la nube
es escándalo del aire.
    Sintieron de su valor 450
las nocivas vecindades,
Vandalia y después la Escitia,
—131→
como las más confinantes;
Ilírico y Macedonia,
Tracia y diversos lugares 455
de Asia, después; y temiendo
aun los monarcas más grandes,
más que al número, al valor,
se guardaron de incitarle:
pues el grande macedón 460
nunca quiso aventurarse
con ellos; el rey de Epiro,
Pirro, sus fogosidades
llegó a temer; Julio César
tuvo por cuerdo dictamen 465
el no irritarlos; Augusto
solicitó por süaves
medios, con el parentesco,
que su quietud no turbasen.
Salieron, en fin, de Gotia, 470
como suelen los enjambres
de solícitas abejas
a ocupar prados y valles:
entraron por el Imperio,
donde, por largas edades, 475
en una prolija guerra
se mantuvieron constantes,
regidos de Atanarico;
y él muerto, los capitanes
eligieron a Alarico, 480
aquel que supo triunfante
sujetar la ciudad que era
la reina de las ciudades.
    A éste sucedió Ataúlfo,
que por llegar a casarse 485
con Gala Placidia, hija
de Teodosio, hizo las paces
con Honorio emperador,
cediéndole de su parte,
por vía de donación, 490
las provincias y lugares
que en Italia poseía;
y el emperador, con darle
—132→
las de la Galia y España,
le pagó: con que los Alpes 495
pasó animoso Ataúlfo,
primer rey que a coronarse
de los godos en España
llegó, dando a la más grande
monarquía que el Sol mira, 500
principio con sus afanes,
no habiendo faltado el cetro
en príncipes de su sangre
hasta ahora que (heredando
sus espíritus marciales) 505
han dádole a su dominio
por término los dos mares.
    El decimosexto rey
es Leovigildo, tu padre;
y desde que de la Gotia 510
salieron a hacer examen
de su valor, y tocaron
los términos imperiales,
dejando la idolatría
de sus bárbaros altares, 515
de los arrïanos dogmas
admitieron las verdades,
que en fe de serlo, del cielo,
con evidentes señales,
impetraron los auxilios, 520
consiguieron las piedades.
    A este fin solo, he querido
¡oh, señor!, representarte
de tus regios ascendientes
los triunfos inmemoriales. 525
Si de la secta arrïana,
siempre firmes y constantes,
ellos nunca se apartaron,
¿por qué quieres tú apartarte?
Si el seguir a los mayores 530
siempre es la más importarte
máxima de los gobiernos,
¿por qué vas por otra parte?
Si ves que por testimonio
—133→
de cuánto al cielo le agrade 535
la ley arrïana, da
por premio de sus secuaces,
triunfos, cetros y coronas,
y al católico arrogante,
que la contradice, da 540
muerte por castigo, y cárcel,
¿por qué tú quieres, señor,
seguir a estos miserables
en el castigo, si puedes
en la gloria, a los triunfantes? 545
    La razón de estado fue
de tus mayores más grave,
mantener a los vasallos
en la religión iguales.
Y ya que en aqueste punto 550
quieras seguir tu dictamen,
¿qué razón honesta puedes
hallar para rebelarte
contra aquél de quien el ser
y la fortuna heredaste? 555
¿No ves que esas armas mismas,
que enseñas a desleales,
después ejercitarán
esa doctrina en tu sangre?
El francés, que tus designios 560
fomenta, sólo lo hace
porque de nuestras rüinas
su fortuna se levante.
Del poco seguro griego
esas tropas auxiliares 565
esperarán la ocasión
de que de entrambos se gasten
en civil guerra las fuerzas,
por triunfar de entrambas partes.
    Si impaciente de la vida 570
del rey, por apresurarte,
quieres quitarle el laurel
y del cetro despojarle,
poco podrá ya durar,
y más en tales pesares; 575
—134→
y entre tanto, la edad misma
te irá entregando las llaves
del manejo y del gobierno.
Considéralo bien antes,
y no destruyas tú mismo 580
el reino que es bien ampares,
ni en la fama de tu gloria
pongas mancha tan notable,
como que a tu padre mismo
la vida y reino quitaste. 585
    ¡Vuelve en tu acuerdo, señor!
Si quieres reconciliarte
con tu padre, ya te espera
con sus brazos paternales
desarmados; pero si 590
obstinado los armares,
volverá en ira el amor
y en castigo las piedades.
No quieras dar ocasión
a que una guerra se trabe 595
tan afrentosa, que no
será menos lamentable
al vencedor que al vencido;
pues el que victoria aclame,
será con llanto de haber 600
vertido su propia sangre.
HERMENEGILDO
Con la ternura de oír
los cariños de mi padre,
el corazón en el pecho
tan apresurado late, 605
tan congojado se oprime,
que no me da, a que desate
la voz, lugar: pues si voy
a articularla, asomarse
quiere él primero a los ojos; 610
y así, será bien, por darle
lugar a su desahogo,
que la respuesta dilate.
—135→
    Embajador: en materia
que incluye punto tan grave 615
como el de la religión
y la causa común, antes
de hacer la resolución
será bien aconsejarme
con mi consejo de guerra 620
y estado, y los principales
cabos, porque como son
conveniencias generales
de la religión, no es bien
que por mi propio dictamen 625
lo atropelle yo: que a ser
intereses temporales,
como tú juzgas, no sólo
cedieran mis humildades
a mi padre lo que es suyo; 630
mas si yo pudiera darle,
para ensanchar su corona,
dominio en las cuatro partes
del orbe, se las rindiera;
mas llegando a penetrarse 635
con punto de religión,
no es de mi arbitrio, pues parte:
es Dios en ella; y así,
vete hasta que yo te llame,
y con la resolución 640
que saliere, te despache,
que breve se concluirá.
GESERICO
Beso tus plantas reales.

 (Vase.) 

HERMENEGILDO
A la misma duda vuelvo:
que, entre mi ley y mi padre, 645
de cada parte se oponen
montes de dificultades.
¡Válgame el Cielo! ¿Qué haré?
—136→
Mas mi esposa viene. Calle
mi voz; pues al ver sus ojos, 650
no hay tormento que no pause.


Escena V

 

Sale INGUNDA.

 
INGUNDA
¡Caro esposo!
HERMENEGILDO
Ingunda bella,
de cuyos ojos el Sol,
mendigando su arrebol,
apenas es una estrella, 655
¿qué quieres?
INGUNDA
Una querella
tiene mi amor contra ti.
HERMENEGILDO
¿Tú, esposa, queja de mí?
De mi ignorancia será,
que mi amor nunca podrá 660
darte ocasión.
INGUNDA
Pues si oí
yo, detrás de aquel cancel,
hablar al embajador,
que entre caricia y rigor
de Leovigildo crüel, 665
te acusaba de infiel,
y ya amigo, ya enemigo,
te representa el castigo,
¿teniendo tú tal pesar,
no me tengo de quejar 670
que disimules conmigo?
  —137→  
HERMENEGILDO
    No fue querer ocultarte
el pesar que me enajena,
sino suspender la pena
con la gloria de mirarte; 675
que puesto que eres tan parte
en mi daño y mi provecho,
pecara contra el derecho
de la natural razón,
si encubriera el corazón 680
a quien es dueño del pecho.
    Si sabes que le he debido
a tu instancia, y al cuidado
del hispalense prelado,
el hallarme convertido 685
(pues, de entrambos reducido,
la Verdad llegué a abrazar
y el error a detestar,
que hiciste que se destruya,
que como el alma era tuya 690
la quisiste mejorar),
    ¿cómo encubrirte pudiera
el pensamiento menor,
si de obligación y amor
ligado estoy, de manera 695
que ninguna cosa hubiera
que te pudiera ocultar,
si no es que el temer te dar
pena, a callar me obligara,
y el pesar no te fïara 700
por el miedo del pesar?
INGUNDA
Antes, fuera mal mirado,
pues en los dos dividido,
halla, estando repartido,
el bien de comunicado. 705
Mas, esto dejando a un lado,
¿qué le intentas responder
a tu padre?
  —138→  
HERMENEGILDO
Hasta saber
lo que Leandro ha ajustado
(que embajador he envïado 710
a Tiberio), mal podré
saber qué responderé.


Escena VI

 

Sale un CRIADO

 
CRIADO
El Arzobispo ha llegado.
HERMENEGILDO
Entre en buen hora, que ya
deseaba mi cariño 715
más su vista que el despacho
de Tiberio.
 

(Sale San LEANDRO.)

 
LEANDRO
Hermenegildo
invicto, dame los pies.
HERMENEGILDO
Los brazos, amado tío,
impacientes esperaban 720
vuestra dilación.
LEANDRO
Preciso
fue el tardarme. Vos, señora,
dadme los pies.
INGUNDA
Yo, divino
Leandro, estoy a los vuestros;
porque la virtud que admiro, 725
—139→
demás de la dignidad,
en vos, hace que rendido
os venere mi respeto.
LEANDRO
Bien esa humildad indicio
es, señora, de la vuestra: 730
y bien menester ha sido
que os dotase de ella el Cielo,
pues -ejemplar de martirios-
os faltan por pasar muchos,
sin los que habéis padecido. 735
HERMENEGILDO

 (Aparte.) 

(¡Ay de mí, que como son
sus palabras vaticinios
de Dios, temo que a mi esposa
amenaza algún peligro!)
INGUNDA
Padre, si han de ser por Dios, 740
el ánimo prevenido
en defensa de la fe
tengo al fuego y al cuchillo.
LEANDRO
Otro será el que traspase
vuestro corazón invicto. 745
Mas escuchad mi embajada
y empezad a preveniros.
    Después que di tu embajada,
generoso Hermenegildo,
al emperador Tiberio, 750
aunque escuchó agradecido
a tu celo, el que defiendas
la ley cristiana, indeciso
estuvo, no en cuanto a darte
de sus armas el auxilio, 755
pues luego las despachó,
—140→
sino en cuanto a los partidos
que por su seguridad
le ofrecí, en que detenido,
como me ves, he tardado; 760
pues después de otros designios,
me propuso (para aquí
fue, señora, el preveniros
de paciencia y de valor),
que puesto que a beneficio 765
tuyo se mueven sus armas,
para que lo prometido
por mí quede con firmeza,
en rehenes de cumplirlo,
a su general entregues 770
(que ya antes que yo ha venido)
a Ingunda, tu esposa bella,
y a Teodorico, tu hijo.
HERMENEGILDO
Padre (¡ay de mí, desdichado!),
¿qué dices? ¿Qué es lo que he oído? 775
¿Yo he de entregar a mi esposa?
Primero seré yo mismo
el que se entregue a la muerte.
INGUNDA
¿Qué es esto, dueño querido?
¿Así un ánimo real 780
se vence de los peligros?
    ¿Qué haces por Dios, si no vences
por Él tu mayor cariño?
Si así lo dispone Dios,
¿por qué tú has de resistirlo? 785
¡Dichosa yo, que padezco
por tan superior motivo!
HERMENEGILDO
Y desdichado de mí,
que el corazón sacrifico
en mi hijo y en mi esposa; 790
—141→
pues porque no quede alivio,
una mitad lleva Ingunda
y otra mitad Teodorico.
    ¡Ay, hermosa prenda cara!
¡Y cuán caro le ha salido 795
a tu inocente belleza
el desposarse conmigo!
    ¡Oh, quién me dijera, cuando
con aparato festivo,
Sigisberto rey, tu padre, 800
recibiéndome por hijo,
te remitió de Lorena
a España, que tu destino
te traía, no a vivir,
como pensó mi cariño, 805
en la soberana pompa
de su trono esclarecido,
sino a pasar de Gosvinda
el prolongado martirio,
por no asentir tu constancia 810
sus heréticos designios!
    Y cuando pensé (¡ay de mí!)
que ya, con haber venido
a Sevilla, se acababa
cautiverio tan esquivo, 815
hallo que darte en rehenes
le es a mi dolor preciso.
¡Ay, infelice de mí!
LEANDRO
   El constante, Hermenegildo,
en defensa de la fe, 820
aun los lícitos cariños,
aun los más justos afectos
debe posponer por Cristo.
    Por aquesto, en Su Evangelio,
nos está diciendo Él mismo 825
que el que no a su madre y padre
y aun su vida ha aborrecido
cuando le importa a Su amor,
no es Su discípulo digno.
—142→
    Eleva el dolor, si no 830
puedes dejar de sentirlo,
para que tu llanto sea
ofrenda y no desperdicio.
    Ya tú has dejado a tus padres
por Su amor; pues obra, fino, 835
otro más costoso examen
en tu mujer y en tu hijo,
que aún no se lo has dado todo
a Dios, pues aún quedas vivo.
HERMENEGILDO
Ejemplar de los prelados, 840
que prudente has corregido
la liviandad de mi afecto:
bien has dicho, bien has dicho,
que todo ha de atropellarse.
¡Todo es de Dios, nada es mío! 845
¡Cúmplase Su voluntad!
INGUNDA
(Mi esposo está enternecido.)
Vamos, señor.
 

(Éntranse INGUNDA y HERMENEGILDO, [éste] con un lienzo en los ojos.)

 
LEANDRO
¡Qué constancia,
señor, en Hermenegildo,
tan admirable habéis puesto, 850
que en el más arduo conflicto,
a esfuerzos de resignado
subió a vencerse a sí mismo!
    ¡Perfeccionad vos la obra
con vuestro amor infinito, 855
para que el fin de su vida
no desdiga del principio!

 (Vase San LEANDRO.) 




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