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ArribaAbajoCanto XVIII


ArribaAbajo El punto se descubre ya y la clave,
O musa, donde estriba, y donde funda
Nuestro canto la música suave,
Delicada, dificil, y profunda;
Pues para que lo dulce con lo grave  5
No se altere, se afee, y se confunda,
Sino que en alta consonancia junto
Se llegue al deseado firme punto.
Comenzad vos, divina musa, el canto
En tono mas sublime y sonoroso,  10
Dad mas favor á lo que ahora canto
Levantado mi espíritu gozoso:
Soltad la rica vena heroyca tanto,
Que dure el raudo curso presuroso
Hasta dar en el mar de gracia y gloria,  15
Adonde se eternice su memoria.
A vos, Reyna santísima del suelo,
De su gran Redentor madre piadosa;
A vos, divina Emperatriz del cielo,
Del Espíritu Santo amada esposa;  20
A vos, amparo y luz, guia, y consuelo
Desta alma indigna que llamaros osa;
A vos invoco, á vos, Señora mia,
Pido consuelo y luz, amparo y guia.
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Para que en vuestra gloria y alabanza  25
Pueda llegar mi corta voz y aliento,
Al entonado punto donde alcanza
Mi generoso y alto pensamiento;
El ser vos mi firmísima esperanza
Excuse mi arrojado atrevimiento,  30
Pues tal valor por ella el alma cobra,
Que emprenderá qualquier dificil obra.
Mientras el penitente monge santo
En su admirable penitencia estaba,
Causando al bravo infierno triste espanto,  35
Y alegre al que en el mundo le miraba:
El tesoro santísimo, que tanto
Enriquece el lugar que le guardaba,
Fué descubierto en una sacra mina
Con milagrosa luz clara y divina.  40
Aquel sacro retrato milagroso
De la Reyna de la alta gerarquía,
Que al rico Monserrate venturoso
Da luz mayor que la del sol al dia;
En este tiempo célebre y dichoso  45
Que Garin su paciencia enriquecia,
Dichosamente pareció, del arte
Que cantará mi musa en esta parte.
Entre muchos pastores que el ganado
En la fertil montaña apacentaban,  50
Donde al ardiente tiempo y al helado
Extremos templadísimos hallaban;
A siete pastorcillos, que del lado
Del claro oriente en la montaña andaban,
El alto Dios omnipotente quiso  55
Dar de este rico don alegre aviso.
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Como al aparecer vuestro en la tierra,
Quando mi Redentor del alto cielo,
Venistes á trocar en paz la guerra
Del miserable habitador del suelo:  60
En la áspera campaña y yerta sierra,
Entre el ganado, y entre escarcha y yelo,
A los simples pastores avisastes,
Y á ellos los primeros os mostrastes;
Así al parecer maravilloso  65
Del virginal retrato venerable,
Que al mundo dais con pecho generoso
Por inmenso tesoro inestimable,
Quereis, Señor, con orden misterioso,
Que en aquella montaña memorable  70
Simples pastores los primeros sean
Que con favor altísimo le vean.
Abrióles la infinita omnipotencia
A los siete zagales venturosos
La humana vista, y con divina ciencia  75
Mostróles sus secretos misteriosos:
Hízoles ver en corporal presencia
Los divinos espíritus gozosos,
Que en la corte de los santos moradores
Nobles ministros son y embaxadores.  80
Angeles los dichosos niños vieron
Del cielo descender en esquadrones,
Y por divina ciencia conocieron
Ser con alto misterio sus visiones;
Y sábios ya, y prudentes, atendieron,  85
Con altos y elevados corazones,
Al discurso admirable y fin del vuelo
De aquel hermoso exército del cielo.
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Los ángeles santísimos baxaban,
Y aquellos simples pastorcillos vian  90
La clarísima luz con que ilustraban
El celestial camino que traían;
Y los divinos cantos que cantaban
Atónitos los niños los oían,
Y las dulces finales, que el sonoro  95
Monte formaba del celeste coro.
Vian venir los gozos y contentos
Por guias de las gentes celestiales,
Y las gracias tañer en instrumentos
Quales jamás oyeron los mortales,  100
Y formar suavísimos concentos
Las angélicas voces inmortales,
Y llegando del cielo al monte santo,
Doblar en él el son, el gozo, y canto.
En una angosta cueva mal pulida  105
Vian entrar la ilustre y santa gente,
Cuyo alto asiento y áspera subida
Es á la parte del dorado oriente;
Y allí en forma admirable recogida,
Ya recogido el sol en ocidente,  110
De aquel pequeño y escabroso suelo
Formaba un grande y regalado cielo.
¿Quien explicar podrá la alta armonía,
El canto dulce, alegre, y sonoroso,
La inmensa suavidad y melodía,  115
El divino concento artificioso,
La dulzura, el consuelo, la alegria,
El regalo, el contento milagroso,
Que sentian los rústicos zagales
Las músicas oyendo celestiales?  120
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Para que de los orbes soberanos
El orden se encarezca y la belleza,
Basta decir que es obra de las manos
Del gran Maestro de naturaleza;
Y así de los divinos cortesanos,  125
Para decir la gracia y la fineza,
Basta tambien decir que son al corte
De las grandezas de su eterna corte.
Basta decir que los que el alto canto
Entonan en la cueva peñascosa,  130
Con la admirable música que tanto
La simple gente tiene allí gozosa,
Son los que dicen Santo, Santo, Santo,
Con incesable voz dulce y sabrosa,
En la alta eterna gloria, á la presencia  135
De la divina sempiterna Esencia.
Al fin esta vision gloriosa, siendo
Muchos sábados vista y admirada
De aquellos simples niños, y atendiendo
A cosa tan divina y señalada,  140
A Monistrol su humilde pueblo yendo,
Con eloqüencia por el cielo dada,
Contaron á sus padres lo que vieron,
Y á que lo viesen ellos los movieron.
Van los padres á ver la vision santa,  145
Y vénla de la suerte que sus hijos,
Con tanta luz, con alegria tanta,
Con tantos y tan dulces regocijos;
Y no menos que á ellos les espanta
Ver que entre en los estrechos escondrijos,  150
De la escabrosa cueva aquella gente
Tan regalada, rica, y excelente.
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Y admirados del caso misterioso,
Y en él algunos dias empleados,
Notando dél el orden milagroso  155
Vuelven á su lugar apresurados;
Y con afecto santo y fervoroso,
Del alto Dios movidos, inspirados,
Dan al ministro de su iglesia aviso
De la rara vision del paraiso.  160
Hacer el cura quiere la experiencia
Antes que crea cosa tan extraña,
Sabiendo de la rústica inocencia
Quan facilmente en el creer se engaña:
El lo quiere saber de cierta ciencia,  165
Y cuidadoso sube á la montaña
Un sábado al partir del claro dia,
Los pastores sirviéndole de guia.
No bien el sol se derribó al poniente
Dexando escuro el ártico hemisfero,  170
Quando el retor y la aldeana gente,
Que de la cueva pisan el sendero,
Otro sol mas hermoso y mas luciente,
Mas alegre, y gozoso, y verdadero,
Descender vieron por el horizonte  175
Al fertil, rico, y venturoso monte.
Aquella luz divina, que fué vista
Por los simples zagales y pastores,
Aquella el cura ve, vuelta la vista
A sus claros y alegres resplandores:  180
Los quales hacen que se adorne y vista
De alegres ropas de admirables flores
La felice montaña, y que se ilustre
El ayre escuro con sereno lustre.
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Y aquella sonorosa melodía,  185
Que los otros oyeron en la cueva,
En los oidos al retor heria
Con la admirable suavidad y nueva:
Ya la silvestre gente dado habia
De lo que le contó bastante prueba,  190
Pues con su relacion tan justa viene
La alta vision que ante los ojos tiene.
Hasta que á la mitad de su camino
Llegó la dulce noche sosegada,
Se oyó el cantar del esquadron divino  195
En la cueva del cielo regalada;
Y entonces por el ayre cristalino
Se volvió á su santísima morada,
Dexando al cura en la alma y pensamiento
Lleno de admiracion y de contento.  200
Y advirtiendo al altísimo misterio
Que la vision santísima mostraba,
Y á lo que del excelso eterno imperio
En su parte inmortal se le inspiraba;
Y mirando al divino ministerio  205
En que él en Monistrol se exercitaba,
Del monte descendió determinado
De dar cuenta del caso á su Prelado.
Un ardiente deseo no entendido,
Que á publicar la santa maravilla  210
Suavemente le llevaba asido
En amorosa celestial trailla;
Con un gozo tan dulce y tan subido,
Que el alma le consuela y maravilla,
Hace al cura que en esto se resuelva,  215
Y que del santo monte apriesa vuelva.
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A Manresa, ciudad allí cercana,
Que era entonces cabeza de obispado,
Llega el retor discreto á la mañana
A contar la vision á su Prelado,  220
Con quien no siendo la embaxada vana,
Tambien qual los demás de Dios tocado,
Ordena, sin que el caso se dilate,
De subir en persona á Monserrate.
Quiere ver la divina maravilla  225
De que le da su sacerdote nueva
El Obispo prudente, y conferilla
En quanto importe con bastante prueba:
No quiere contentarse con oilla,
Quiere inquirir la causa, y ver la cueva;  230
Y en esto ya resuelto, con su gente
Parte el Obispo el sábado siguiente.
Vos, mi Dios, que á Felipe en un momento
Llevastes por extraña y larga via
Al coche do el eunuco egipcio atento  235
Con gran deseo de entender leía,
Para que en vuestro nombre á su contento
Le declarase la alta profecía,
Y le diese en las aguas del camino
El sacramento que él pidió divino.  240
Vos mismo sois el que al Obispo ahora,
Y á la gente que alegre le acompaña,
Con voluntad de hecho executora
Llevais á la santísima montaña,
Para que llegue la dichosa hora  245
En que de la escabrosa cueva extraña
Sea sacado aquel retrato santo
Tan celebrado del celeste tanto.
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Para que de la santa mina sea
Sacado aquel riquísimo tesoro,  250
Que á la tierra enriquece y hermosea
Como su original al alto coro:
En quien halla descanso quien desea
El verdadero inestimable oro
Con que se dota el alma generosa,  255
Que quiere ser del alto Rey esposa.
Dexe ya de estimar la madre tierra
Sus fértiles entrañas abundosas
Por lo que en ellas cria, y lo que encierra,
Y lo que da con manos generosas:  260
Solo se estime porque en esta sierra
Entre sus duras peñas escabrosas
Tuvo guardado este tesoro santo,
Que es para enriquecer á tantos tanto.
A la hora que el sol pasado atlante  265
Para el ocaso el dia apresuraba,
Y de las nubes que tenia delante
Los extremos de oro iluminaba,
El Pastor de Manresa vigilante,
Con los demás de quien se acompañaba,  270
Llegó del monte al sitio mas dispuesto
Para lo que traía presupuesto.
Y quando ya la noche escura y fria
Estaba con sus sombras en oriente,
Y contenta y alegre se ponia  275
El vestido mas claro y transparente;
Quando el fiel pueblo de la AVE MARIA
La devota señal y alegre siente,
He aquí que asoma la vision divina,
Y á la sagrada cueva el vuelo inclina.  280
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El ayre ve de rayos de oro lleno
El Prelado que atento al cielo mira,
Cuyo divino resplandor sereno
Con luces hermosísimas le admira:
Del grande abismo en el mas hondo seno  285
La nocturna tiniebla se retira,
Como sol resplandece la ancha sierra,
Y en sus entrañas la alta luz se encierra.
En la pequeña cueva acostumbrada
Entra la milagrosa luz divina,  290
Donde en el mismo punto que es llegada
El canto angelical se determina:
Música tan suave y concertada,
Armonía tan dulce y peregrina,
Son que con tal regalo y gusto suene,  295
No tiene igual en quanto el mundo tiene.
No puede en quanto tiene de consuelo
El ancho mundo y de gozosa suerte
Cosa igualar á la que en dulce cielo
La cueva benditísima convierte;  300
Pero ¿como podrá tener el suelo,
Aunque todo se junte y se concierte,
Cosa que iguale á la que allí se oía,
Si era del ciclo, y era por MARIA?
Había con su yelo acostumbrado  305
La sosegada noche venturosa
De su alto curso á la mitad llegado
Mas alegre que nunca, y mas hermosa;
Quando el divino canto regalado
Cesó en la sacra cueva peñascosa,  310
Y el alto coro envuelto en su alta lumbre
Volvió gozoso á la celestial cumbre.
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Quedó en tiniebla escura todo el suelo
Para los ojos que la luz seguian,
No tanto por estar sin luz el cielo,  315
Quanto por causa de la que perdían;
Mas aunque el carecer de aquel consuelo
De la vision angélica sentian,
Y la perdida inmensa luz causaba
Que en sombra qualquier otra se trocaba;  320
Una regaladísima esperanza,
Llena de mil gozosos pensamientos,
Daba á sus almas celestial holganza
Entre mil alegrías y contentos:
Creían con divina confianza,  325
Los misterios altísimos atentos,
Que en la cueva del cielo regalada
Alta ventura habia de ser hallada.
Y no fué esta esperanza alegre quales
Son las tristes del lisonjero mundo,  330
Que paran sus altísimas señales
En precipicios de dolor profundo;
Pero el fin de favores celestiales
Es bueno, es cierto, es qual en él le fundo;
Y el que en la tierra tiene fundamento,  335
Es sueño, es ayre, es humo, es sombra, es viento.
Llegó la noche célebre y famosa
A las escuras puertas de poniente
Con su alegre familia, que gozosa
La acompañaba regaladamente;  340
Y pareció mas que jamás hermosa
La blanca aurora en el dorado oriente,
Vertiendo ante la clara luz del dia
Contento y gozo, gloria y alegria.
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Y el sacro Obispo, con deseo ansioso  345
De investigar quanto posible fuese
La causa porque el cielo tan piadoso
Aquella cueva así favoreciese,
Mandó que con cuidado presuroso
La dificil subida se inquiriese,  350
Poniéndose él tras diligentes guias
Por las fragosas y entricadas vias.
Y así con esperanza alegre y cierta,
Llevados de su pia y santa instancia,
Fueron á dar á la pequeña puerta  355
De la sagrada y venerable estancia:
Los ámbares y almizcles que concierta
La humana industria para dar fragancia,
Los dulces y suavísimos olores
Mas estimados de las bellas flores,  360
Y todo lo que en esto mas regala,
Y mas consuela en toda la ancha tierra,
Al olor comparándose que exhala
De aquella rica parte de la sierra,
Es como si á la luz del sol se iguala  365
La de la luna quando el tiempo encierra
En pardas nubes su turbada cara,
Y la del sol serena muestra y clara.
Entran con santo miedo y reverencia
El Prelado, ya cierto de que habia  370
En la cueva de altísima excelencia
Cosa que á las humanas excedia:
¡O eterna y soberana omnipotencia!
Un sagrado retrato de MARIA
Halla el Obispo venturoso dentro  375
De aquel bendito y venerable centro.
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Un divino tesoro, que enriquece
Devotas almas de inmortal riqueza,
A la vista al Obispo se le ofrece
En aquella dulcísima aspereza:  380
Una imagen hermosa, que parece
Obra divina de sublime alteza,
Mira el Prelado en la alta cueva atento,
Lleno de celestial gozo y contento.
Es qual de venerable dama anciana  385
La sacra imagen que el Prelado mira,
Cuya santa belleza soberana,
Dando consuelo celestial, admira:
Su perficion ser mas que de obra humana
Con señales altísimas inspira,  390
Pues junto con beldad suave, espanta
Su gravedad y reverencia santa.
Es el color de su divina cara
Moreno, mas hermoso á maravilla,
Tanto, que ante él la luz del sol mas clara  395
Es escura, turbada, y amarilla;
Y al fin, su perficion y forma rara
No es posible en su punto describilla,
Sino diciendo que es conforme quanto
Ser puede á la del hijo sacrosanto.  400
Del qual en las rodillas santas tiene,
Con maternal afecto acariciado,
El hermoso retrato, que conviene
En todo con su imagen cotejado:
Con la siniestra mano le sostiene  405
Puesta en el hombro izquierdo del amado,
Y al diestro lado la derecha asoma,
Como que alguna cosa en ella toma.
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Tal es la sacra imagen que en la cueva
Hallada fué con celestial consuelo,  410
Por orden milagrosa, excelsa, y nueva,
Dada en favor á todo el ancho suelo:
De la qual, viendo quan de veras deba
Poner en venerarla afecto y zelo,
El Obispo resuélvese en llevarla  415
A su iglesia, y en ella colocarla.
Resuelto pues en el consejo santo,
Manda que de Manresa al punto venga
Su clerecía, el pueblo, y todo quanto
A tan alegre fiesta mas convenga;  420
Así se cumple luego, y entretanto
Hace que todo el tiempo se entretenga
Dando en la cueva á Dios dulces clamores,
Con himnos, salmos, gracias, y loores.
Con dulce voz alegre, y alto aliento,  425
La veloz fama, diestra embaxadora,
Guiada del consuelo y del contento
Que las cristianas almas enamora,
Con las ligeras alas hiere el viento,
Y con la voz altísima y sonora,  430
Y á los pueblos del pié de la montaña
Cuenta la excelsa maravilla extraña.
Acuden gentes de una y otra parte
Al dulce son de la famosa nueva,
Y adoran, quien de cerca, y quien de aparte,  435
El gran tesoro de la rica cueva:
No hay pendon, ni bandera, ni estandarte;
No hay cosa de contento antigua, o nueva;
No hay música de paz, ó son de guerra,
Que no se traiga á la bendita sierra.  440
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Y no hay cruz, ni reliquia, ni ornamento
En todos los lugares convecinos,
Que mostrando el altísimo contento
No adorne del gran monte los caminos:
Los quales para el santo y pio intento,  445
Con robustas encinas y altos pinos,
Con piedras, y con otros materiales
Son vueltos llanos, fáciles, y iguales.
Ya el pueblo junto, y ya la clerecía
Con la devota pompa en orden puesta,  450
Y ya la sacra imagen de MARIA
Para la santa traslacion dispuesta:
Hinchendo el alto monte de armonía
Baxando van en procesion la cuesta,
Puestos en dos hileras con mil luces,  455
Siguiendo á los pendones, y á las cruces.
Lleva el Obispo el celestial tesoro
Dentro de un palio entre la noble gente,
Divino canto altísimo y sonoro
Alza su clero ante él suavemente;  460
Y el alto monte otro apacible coro
En mil partes al fin formar se siente,
Repitiendo con dulce melodía
Ya el nombre de JESUS, ya el de MARIA.
A vos, omnipotente Padre eterno;  465
Y á vos, Hijo divino, igual al Padre;
Y á vos, quo de ambos procedéis coeterno;
Y á vos, ó Virgen, de Dios hombre madre,
Con alto son, y con el gozo interno,
Que mas al que desea el alma quadre,  470
Alzan debidas gracias y loores
Los músicos, el clero, y los cantores.
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Y así en orden conforme procediendo
Para baxar por mas segura via,
Fué la devota procesion subiendo  475
Por donde el mejor paso se ofrecia:
¡Divina cosa y admirable! siendo
Llegada la alta imagen de MARIA
Al lugar donde ahora está, repente
Sin poderse mover paró la gente.  480
Pára la gente sin saber la causa,
Y sin poder hacer que el movimiento
Sirva á la libre voluntad que causa
Su diferente accion á su contento:
Milagrosa conocen ser la pausa,  485
No interviniendo humano impedimento,
Que así á todos les fuerce en un instante
A no poder pasar mas adelante.
Estuviera confusa y temerosa
La gente con el caso señalado,  490
Si el sagrado Pastor con voz gozosa,
Por el Eterno altísimo inspirado,
No dixera la causa misteriosa
De haberse de tal suerte allí parado,
Diciendo: en este sitio, en este puesto  495
Este sacro tesoro ha de ser puesto.
Aquí quiere el Eterno omnipotente
Que este retrato de su Madre y nuestra
Se quede en un lugar sacro y decente,
Hecho con el poder y industria vuestra:  500
Esto es lo que el pararnos de repente
Indubitadamente enseña y muestra.
Ea pues á la obra, que yo quiero
En emplearme en ella ser primero.
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Así diciendo, en un altar formado  505
De sus pontificales ornamentos
Pone el santo tesoro encomendado,
Mientras se da principio á sus intentos;
Y al punto el pueblo alegre, ya tornado
A la accion corporal y movimientos,  510
A l'alta obra se ofrece y se dedica,
Y cada qual á su labor se aplica.
Quien con el sábio Obispo el sitio traza
De la iglesia, y capilla, y monasterio;
Quien de la puntual fábrica y traza  515
Cuidoso toma el cargo y magisterio;
Y la gozosa gente alegre abraza
Lo que este ordena, ó manda con imperio,
O cosa facil sea, ó sea cosa
Quanto pudiere ser dificultosa.  520
Tiene este de la obra ya la planta
Que la intencion del arquitecto encierra,
Por donde, aunque es la diferencia tanta
De lo que se ha de obrar, nada se yerra:
Qual corta una cantera y la levanta,  525
Qual árboles altísimos atierra,
Qual zanjas, y qual fuentes abre, y quales
Traen mil diferentes materiales.
Todo fué aquí tambien maravilloso,
Pues muy en breve vieron hecho tanto,  530
Que al pueblo y al Pontifice gozoso
Causó notable admiracion y espanto;
Y así del monasterio venturoso,
Y del afortunado templo santo,
Por momentos la obra fué acabada,  535
Y en ella la alta imagen colocada.
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Quedó en el monasterio aquel discreto
Cura de Monistrol, y alguna gente,
A quien tocó en el íntimo secreto
Con mas fervor la mano omnipotente,  540
Hasta que se pusiese por efeto
El santo culto mas cumplidamente,
Con religiosos dignos de aquel puesto
A vida perfectísima dispuesto.
Este era del Obispo el santo intento,  545
Pero Dios, ó bendita y santa sierra!
Mas lustre te guardaba y ornamento,
Y mas renombre en quanto el ayre encierra:
Santo era del Obispo el pensamiento,
Y de los moradores de su tierra;  550
Mas lo que Dios de tí tiene ordenado
Es divino favor en sumo grado.
Al fin, esta divina y rica suerte,
Este raro suceso milagroso,
Pasó para bien nuestro desta suerte  555
En este santo monte venturoso;
Mientras en su virtud constante y fuerte
En Barcelona el santo religioso,
Con la alta perficion de la paciencia
Pasa su memorable penitencia.  560