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ArribaAbajoCAPITULO IV.

Que no solo se han de evitar las pinturas de cosas torpes, y deshonestas; sí que se ha de excusar tambien, en quanto se pueda, toda indecencia, y desnudez en las Imágenes Sagradas


I Son por lo comun los ojos de los hombres muy resvaladizos, é inclinados al mal: lo que si quisiera yo probar, y confirmar con pruebas sacadas de diferentes partes, con sentencias de los sabios antiguos, ó bien con testimonios de la Sagrada Escritura; paréceme que no haría otra cosa, sino perder el tiempo, y abusar del ocio de mis lectores. Bastante, si no me engaño, y si no queremos engañarnos, nos ha enseñado á todos, y á cada qual en particular nuestra propia experiencia, en quantas caidas, ó peligros hemos incurrido por la falta de cautela, y circunspeccion en mirar cosas provocativas. Por esto el Pintor que quisiese seguir mi dictamen, y lo mas acertado, no solo no pintará hechos torpes, y deshonestos, aunque estos sean tomados de la Sagrada Escritura, sino que en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas guardará tambien toda honestidad, y decoro, evitando en quanto sea posible toda desnudez.

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2 Ciertamente los Christianos Griegos, que no solo en los tiempos antiguos, sí tambien en el dia, tienen un gran respeto, y veneracion á las Imágenes Sagradas57; no solamente las pintan con mucha decencia, y honestidad, sino que, como advirtió Guillelmo Durando58, y otros despues de él, no las pintan regularmente, sino de medio cuerpo, para precaver de este modo la ocasion de algun pensamiento impuro, ó impertinente. Y por lo que respeta á pintar las Imágenes desnudas, lo aborrecen esto en tanto grado, que los Moscovitas, que sin embargo de seguir obstinadamente el cisma de los Griegos, son muy tenaces en observar los ritos que heredaron de sus mayores; abominan enteramente las Imágenes de los Santos que están desnudas: singularmente si la desnudez (aunque sea solo de alguna parte) es de las inferiores del cuerpo. Ni debe esto causarnos admiracion; porque los Moscovitas (segun lo atestigua Antonio Posevino59, quien ciertamente estuvo bien enterado de sus costumbres), son tan circunspectos, y casi nimios en esta parte, que llevan muy mal el ver una Cruz pendiente de la cintura, y que llegue casi hasta los lomos: por juzgar que esto es demasiado indecente, y ageno de la veneracion que se debe tener à la Santísima Cruz. Los mismos tambien (para que se vea con quánta mas razon no pueden sufrir las Imágenes desnudas) se ofenden en gran manera (dice el citado Posevino) de los vestidos cortos de los Italianos, Franceses, Españoles, y Alemanes, por exponer á la vista aquellas partes, que deberian cubrirse con mas cuidado60.

3 Siendo esto así, y conforme á lo que exige el debido decoro, y honestidad, con todo no soy tan rígido,   —25→   ni pido á los Pintores que observen un método tan exâcto, y escrupuloso en pintar las Imágenes Sagradas. Quisiera sí seriamente, que se pusiera límites, y freno á cierto escandaloso modo de pintar. Porque, pregunto, ¿qué utilidad se puede sacar de las Imágenes, no solamente de Santos, y Santas, sino tambien de las de la Santísima Virgen, que vemos á cada paso, así en las casas, como en los Templos, en las quales se deberian cubrir, y corregir muchas cosas, si hiciéramos el debido aprecio de la santidad, y pureza? Por esto sabiamente dixo Ambrosio Catharino61: Lo que es mas sensible, y abominable en nuestros tiempos es ver en Templos, y Oratorios magníficos pinturas tan lascivas, que allí es donde se puede contemplar lo mas torpe que ocultó nuestra naturaleza: pinturas, que sirven para excitar movimientos, no de devocion, sino de lascivia, aun en la carne mas mortificada. Se ven tambien a cada paso, y se contemplan muchachos ya grandecillos pintados enteramente desnudos, que segun la mente, y voluntad de los Pintores representan ser unos Angeles; mas sin embargo por el mal, é inmodesto abuso que hacen de su Arte, no parecen sino unos provocativos, y deshonestos Cupidillos. Vemos igualmente con bastante freqüencia Imágenes de la Sacratísima Virgen; esto es, de aquella Señora, que es exemplar de toda pureza, y castidad; y que fué tal (como pía, y elegantemente escribió S. Ambrosio)62, que su vida es la enseñanza de todos: vemos, digo, muchas de sus Imágenes no enteramente desnudas (que no ha llegado á tanto la audacia, y desenfreno de los Pintores Católicos), pero sí pintadas caido su cabello rubio, desnudos su cuello, y hombros, y aun sus purísimos, y virginales pechos, y otras veces con los pies enteramente descubiertos; de suerte, que ninguno podrá persuadirse   —26→   que sea este un exemplar, y dechado perfectísimo de Vírgenes, y de todo pudor virginal; antes bien creerá que es un retrato de alguna Diosa de los Gentiles, y aun que es la misma Venus de Gnydo. Por esto dixo muy bien, y sabiamente un erudito Católico63: Acordémonos que las Imágenes de Christo son exemplares de perfecta honestidad, y religion, no de una depravada liviandad; y por tanto importa mucho que resalten en ellas todo pudor, y modestia. ¿Qué tiene que ver con la Santísima Virgen, dechado perfectísimo de honestidad, aquel adorno casi propio de una ramera? ¿Y qué, con los Santos Mártires, y Confesores de Christo unos adornos mas que profanos? ¿Pero para qué me canso? Es tan constante, que al mismo Christo como de edad de dos, ó tres años, le vemos todos los dias pintado, y esculpido enteramente desnudo, que seria necedad querer manifestarlo con exemplos. Qué cosa haya en esta desnudez, que mueva á piedad, y edificacion, véanlo los inteligentes: yo, por lo que á mí toca, nada encuentro en esto que pueda excitar la piedad, y devocion; antes sé muy bien que este modo de pintar, y de esculpir sirve no pocas veces de tropiezo á los débiles, y flacos.

4 ¿Para qué me he de cansar yo ahora en referir varias Imágenes de Santos Mártires, y de Vírgenes? ¿Quién no echará de ver quánto hay en ellas que corregir, y que enmendar? Pintó un insigne Artífice á dos Mártires quando les llevaban al suplicio, cuya pintura, entre otras muchas, y excelentes (pues nada finjo), se guarda en un célebre lugar. En ella se representa á dichos Mártires de un talle regular, y proporcionado; pero desnudos, como suele decirse, de pies á cabeza. En quanto á las reglas del Arte, y al gusto de los antiguos Romanos, parece no habia mas que desear: pero   —27→   no se puede decir otro tanto por lo que respeta á la modestia, y circunspeccion christiana. Sucede no pocas veces que miran estas pinturas las mugeres, las que, si quedan escandalizadas, ó no, de ver semejantes objetos, júzguenlo los demas. Lo cierto es, que en una famosa Ciudad de Italia, un célebre Pintor (no nombraré en mi obra al que no quiera alabarle) pintó al Martir San Sebastian: si enteramente desnudo, ó no, no lo puedo asegurar; pero sí con colores tan vivos, que no parecía sino una carne tersa, y pura, con la frente tan despejada, el semblante tan risueño, y de tan bello parecer, que habiéndose averigüado que este retrato servía de tropiezo á muchas mugeres, mandaron los Superiores quitarle de la Iglesia64. Pero todavía es mas, y casi increible, lo que me refirió un sugeto muy veraz, y de singular probidad, y autoridad. Este me contó haber visto él mismo en una célebre Ciudad de nuestra España, y en un magnífico Templo á una Santa Virgen, y Martir, Tutelar de aquella Iglesia, clavada en la Cruz en la postura (lo que es mas de extrañar) que describe Lipsio65, y en la que vemos comunmente al Apostol S. Andres; esto es, cruzados los palos á manera de la letra X. ¿Pero con qué vestidura? No os escandalicéis ojos, ni oidos: enteramente desnuda: Como si (exclama, no un Italiano, ó Español, sino un Historiador del Norte)66 la misma fragilidad del hombre, y su interior concupiscencia, no fueran bastantes por sí solas para hacerle caer en mil tentaciones, si no se le añadian tambien los halagos externos de la lascivia. ¡Y que esto se vea, no en los Palacios profanos de los Príncipes, sino en las mismas casas sagradas, y en los Templos! Oxalá esté siempre en su fuerza, y vigor el Decreto del Santo Concilio de Trento, el qual en el lugar   —28→   citado antes67, manda que en las Imágenes Sagradas se quite toda deshonestidad; de manera, que no se pinten, ni adornen Imágenes de provocativa hermosura.




ArribaAbajoCAPITULO V.

Qué desnudez, y en qué circunstancias se puede permitir en las Imágenes Sagradas, sin escándalo de los timoratos


I El que no llega á conocer, que en todo quanto hacemos, y obramos, debemos observar una cierta regla, y medida; este á la verdad tiene poco, ó ningun conocimiento de las cosas. Apenas se puede establecer una regla general, que no tenga alguna justa excepcion. Muchas cosas hay, dirá luego alguno, que no solo permitan en las Imágenes Sagradas la desnudez; sino que de su naturaleza la exîjan. Así ha pintado siempre desnudos la antigüedad á nuestros primeros Padres, y así los pintan aun hoy los Pintores sabios, y timoratos. Y que esto no lo hayan reprehendido los Ilustrísimos Señores Fr. Angel Manriquez, y Fr. Joseph de la Cerda, Theólogos doctos, y gravísimos, y que regentaron la Cáthedra de Prima de Theologia en la Universidad de Salamanca, á quienes seriamente se les consultó sobre este punto, lo atestigua un Autor de bastante nota68. Además, que si á los Mártires no se les pinta desnudos, no se pueden bastantemente manifestar las penas, y tormentos que padecieron por Jesu-Christo. Y últimamente las Imágenes de los Santos de ambos sexôs, que hicieron penitencia en los desiertos; como piden que se les pinte pálidos, y macilentos, así exîgen tambien que se nos representen con alguna desnudez, y desabrigo.

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2 Estas, y semejantes razones son las que se pueden objetar en apoyo, y defensa de la desnudez de las Imágenes Sagradas; y para decir ingenuamente lo que siento, no parece fuera de propósito el reparo: pero primero es menester exâminar clara, y distintamente el asunto, separando lo cierto de lo incierto, que así facilmente conocerémos qué desnudez, y en qué circunstancias se pueda esta tolerar, y permitir en las Imágenes Sagradas. Con efecto por lo que toca á nuestros primeros Padres, confieso desde luego, que es tolerable el que les pinten enteramente desnudos; ya porque esto lo vemos apoyado por una costumbre antiquísima; ya porque de otra manera acaso no se podría representar aquel estado felicísimo de donde cayeron, en el qual, como dice la Sagrada Escritura: Ambos, estaban desnudos, á saber, Adan, y su muger, sin que esto les causase rubor69; no porque se portasen con poca decencia, y honestidad, que esto sería juntar, como dice grave, y elegantemente S. Agustin70, dos extremos muy puestos entre sí, á saber, la inocencia, y la deshonestidad; sino porque en aquel estado de felicidad, en que así el fomes, como la concupiscencia estaban perfectamente sujetos, y subordinados á la razon; como nada reconocían en sí mismos que no fuese perfecta obra de Dios, y por consiguiente cosa buena: ó en efecto no conocian que estuviesen desnudos, lo que dá bastante á entender el Sagrado Texto71; ó nada se les podia ocurrir, de que con razon debieran avergonzarse. Sea, pues, tolerable el que se pinten desnudos, con tal que los Pintores honestos, y timoratos tengan particular cuidado de que no se vea la menor indecencia en tales Imágenes. Lo que se conseguirá perfectamente, si el Pintor con darles cierto gesto, ó postura   —30→   de cuerpo, ó por medio de alguna cosa, como es un tronco, ó ramo de arbol, sabe ocultar en especial aquellas partes, que el mismo pudor, y decencia pide que no se expongan á la vista. Esto deberá observarse en caso que se pinten nuestros primeros Padres en el estado de la inocencia. Porque si se pintan despues de haber caido en el pecado, por exemplo, quando les reprehende Dios, ó el Angel les arroja del Paraiso, entonces de ningun modo será lícito pintarlos del todo desnudos, sino, ó con aquello mismo con que ellos inmediatamente se cubrieron72, ó bien con las túnicas de pieles, de que les vistió el mismo Dios73, quando mandó echarles del Paraíso.

3 Por lo que toca á representar los tormentos de los Mártires, en ninguna manera puedo aprobar, ó permitir que se pinten enteramente desnudos, no solo las Sagradas Vírgenes, ó Matronas; pero ni los Santos jóvenes, ó hombres hechos: sino que, bien se representen quando están padeciendo los tormentos, ó bien quando les llevaban al suplicio, siempre se deberán pintar con algun lienzo, ó paño, tapando principalmente aquellas partes, que el mismo pudor, y la naturaleza procuran encubrir. Y esto no porque ignore que los Gentiles, y entre ellos


Romanos rerum dominos gentemque togatam74.

los quales poco, ó ningun alto hacian sobre la total desnudez en las Pinturas; pues que en sus mismas fiestas veían


Exultantes Salios nudosque Lupercos75.

dexando ahora á un lado sus baños, sus juegos gladiatorios, los gymnásticos, y otros todavía mas indecentes:   —31→   aunque no ignoro, que por lo mismo no merecieron aquellos exercicios la aprobacion de los hombres mas cuerdos, y sabios de aquellos tiempos: entre los quales, ó el primero de todos es Ciceron, el qual hablando de los amores torpes, y viciosos, dice76: á mí me parece que esta costumbre ha tenido su origen en la palestra de los Griegos, donde libremente, y sin recato se han permitido semejantes amores. Por esto dixo muy bien Ennio:


Flagitii principium est nudare inter cives corpora.

Y así por mas que estos sean castos (lo que no tergo por imposible); sin embargo están con grande zozobra, y anxîedad, singularmente porque se contienen, y se están haciendo violencia. No, vuelvo á decir, he dicho todo esto, porque ignore que los antiguos Gentiles Griegos, y Romanos, para atormentar, y castigar á los reos, ó condenarles á muerte, solian desnudarles enteramente, sin reparar en la honestidad, y decoro; porque sé muy bien ser esto así por los monumentos antiguos, que cita á la larga el eruditísimo Antonio Calonio77, el que despues de haberlo probado con mucha elegancia, concluye diciendo: De aquí se echa claramente de ver, que los verdugos mataron á los reos, estando estos enteramente desnudos78. Y á la verdad por lo que mira á los Mártires, que es ahora nuestro principal asunto, es constante que padecieron ellos la ignominia de la desnudez, no solo en los tiempos de los perseguidores Gentiles, sí tambien baxo el imperio de los Arrianos. Así lo afirman Eusebio79, S. Atanasio80, y muchos otros Escritores Eclesiásticos: entre los quales S. Hilario maravillosamente   —32→   lo describe81: Los Sacerdotes (dice) están presos en las cárceles: prepárase la plebe obligada á custodiar á los que están atados con cadenas: desnudan á las doncellas para ser atormentadas: los cuerpos consagrados á Dios, expuestos á la vista de todos, son el objeto del espectáculo, y de la tortura. Lo mismo atestigua S. Pedro Alexandrino82 en otra bella descripcion que hace de esto mismo, el qual despues de muchas otras cosas, dice así: Comenzaron (los ministros) á rasgar las vestiduras de las Santas Vírgenes de Jesu-Christo, cuya piadosa vida era la misma que la de los Santos, y desnudas como habian nacido, las llevaban por la Ciudad á manera de triunfo, y para satisfacer su luxuria las burlaban atrevida, y desvergonzadamente. Pero es digno de consideracion, y tambien de admiracion lo que sucedió algunas veces, que colgando á las Santas mugeres por los pies, quedaron inmobles sus vestiduras sin baxar á sus rostros, manifestando Dios con este milagro quánto zelaba su pudor, y honestidad: escríbelo el citado S. Hilario con estas palabras83: Derramóse en todas partes la sangre de los Santos Mártires: á su presencia braman los demonios, cúranse las enfermedades, y se admiran obras prodigiosas, como elevarse los cuerpos en alto, y no caerse los vestidos á la cara de las mugeres colgadas por los pies, &c. Luego, no porque no sepamos estas, y otras cosas semejantes, como decíamos mas arriba, hemos sentado que los Mártires no deben pintarse enteramente desnudos en sus tormentos, sino porque este modo de pintar á los Santos, es muy ageno de la gravedad, y modestia christiana. Ni negaré tampoco que los Santos Mártires padeciesen mucho por Christo en esta misma desnudez; mas lo que fué para ellos una cosa muy meritoria, y gloriosa,   —33→   y digna del mayor triunfo, no debemos nosotros, que estamos sujetos á los afectos de impureza, y sensualidad, pintarlo, y contemplarlo del mismo modo que pasó. Pero de esto volveré á hablar quando trate de la desnudez, que padeció Christo Señor nuestro en su Sagrada Pasion.

4 Y para que nada de lo que pertenece á nuestro asunto quede sin tocarse, advertiré aquí, que los Santos padecieron muchas cosas, que no es decente, ni conveniente pintarlas. Quáles sean estas, dirélo en pocas palabras. Primeramente, quando leémos en sus Actas, ó hechos, que mandaron los Tiranos despedazar, y atormentar sus cuerpos con bolas, ó planchas de plomo, con tenazas, con hachas encendidas, y con otras diabólicas invenciones; es cierto que eso no se debe pintar del mismo modo, por ser constante que no puede esto executarse sin aquella absoluta, y total desnudez, que antes decíamos, y que pretendo apartar, y desterrar de las Imágenes Sagradas. Ademas, sabemos por el testimonio de un gravísimo Escritor84, que llegó á tanto algunas veces la impiedad, y fiereza de los perseguidores del nombre Christiano, que con ciertas máquinas levantaban en alto á las mugeres totalmente desnudas, y descubiertas, y que atándolas por el un pie, y poniéndolas su cabeza hácia abaxo, presentaron á la vista de los circunstantes el espectáculo mas feo, el mas cruel, y mas ageno de toda humanidad. ¿Quién podrá pintar esto, y representarlo á los ojos, singularmente de los mas rudos, sin perjuicio, y menoscabo de la honestidad? ¿Quién ignora que á algunos Santos Mártires, particularmente á los muchachos, mandaron los Tiranos castigarles, y azotarles á la manera que se hace con ellos en la Escuela? Esto se significa por aquellas palabras del Martirologio Romano85:   —34→   Catomis, ó Catomo cæedi; esto es, que levantándoles en alto sobre hombros agenos, de medio cuerpo abaxo les azotaban con correas, y vergas, como lo advirtieron ya, demostraron hombres muy sabios86, movidos principalmente por el claro testimonio de Prudencio87, cuyo pasage, aunque algo largo, por ser tan elegante, no tengo reparo en ponerlo entero. Prudencio pues, hablando de Barula niño Christiano, que delante de Asclepíades profesaba la Fé de Christo, dice así:


Vix hæc prœfatus, pusionem præcipit,
Sublime tollant, & manu pulsent nates;
Mox et remota veste virgis verberent,
Tenerumque ductis ictibus terguin secent,
Plus unde lactis, quam cruoris defluat.
Quæ cautis illud perpeti spectaculum
Quis ferre possit æris, aut ferri rigor?
Impacta quotiens corpus attigerat salex,
Tenui rubebant sanguine uda vimina,
Quem plaga fierat roscidis livoribus.

Y lo que es mas (porque ni esto debo pasarlo en silencio), no solo fueron los muchachos los que padecieron este género de tormento, sino que para mayor ignominia, y afrenta, atormentaron del mismo modo á muchos viejos gravísimos, y venerandos, y á matronas honestísimas, como lo convencen las Historias Eclesiásticas.

5 En prueba de lo primero tenemos el testimonio de Victor Uticense, de quien Thomas Obispo dice88: Porque no siempre debemos pasar en silencio las impiedades de los Hereges, ni podrá parecer vergonzoso lo que es materia de alabanza para el paciente. El que ordenó tiempo hace á dicho Sacerdote, y se llamaba Thomas,   —35→   puesto en varios aprietos por las asechanzas de los Hereges, fué en su venerable vejez azotado ignominiosamente á la vista de todos. Y en confirmacion de lo segundo, dan claro testimonio de ello, las Actas de Santa Afra Martir89, en que el Juez le habla de este modo: Catomis nudam te cædi jubebo; esto es, te mandaré azotar de aquel modo ignominioso, y contumelioso, que llevo explicado. Pero óiganse sus Actas, que entre otras cosas las mas selectas, recogió un Varon bastante erudito90, donde se lee: Díxole el Juez Gayo: Ofrece sacrificio, no sea caso que te mande azotar afrentosamente delante de tus amantes, que torpemente han vivido contigo. Respondió Afra: Yo no tengo confusion alguna, sino de mis pecados. Como si dixera: Con efecto será esto para mí cosa afrentosa, é ignominiosa; pero en ningun modo será bastante para apartarme de la Fé, y Religion de Jesu-Christo; pues ninguna cosa es capaz de causarme mayor confusion, y vergüenza, sino los pecados que he cometido: lo que despues declara mas la misma Santa. Porque instándola el Tirano á que sacrificára á los ídolos, que á no hacerlo así la atormentaría primero de mil maneras, y despues la mandaría quemar, respondió: Sea enhorabuena atormentado de mil maneras este mi cuerpo, en que he pecado; pero no mancharé mi alma ofreciendo sacrificios á los demonios. Otra cosa semejante (que me ha parecido añadirla por no ser cosa muy vulgar) se lee en las Actas, y martirio de S. Elías el mozo, que de un viejo manuscrito publicó en Griego, y en Latin el sabio, y erudito Padre Fr. Francisco Combefis91, ornamento grande de su Sagrada Orden de Predicadores. Allí se leen las siguientes palabras, que transcribiría conforme están en el Griego, á no temer la falta de caractéres, ó la impericia   —36→   de los Impresores, que así van nuestras cosas92. Manda pues (á saber el juez Sarraceno, Prefecto Mahometano de Damasco en la Siria), que hombres robustos le azotasen segunda vez con nervios de buey, y luego que se supurase, y corriese la mucha materia, y postema de su carne, que se habia podrido con la contusion de los azotes, hasta caerse de ella los gusanos, y exhalar á gran distancia un hedor intolerable. Entonces el Juez, no pudiendo sufrir la vista de tanta postema, mandó que se postrase en tierra boca abaxo, y le apaleasen por ambos costados desde los lomos hasta los pies. Cuyo género de tormento usan en el dia de hoy los Turcos Mahometanos con los delinqüentes, con sola la diferencia de que, segun personas fidedignas me han informado, no descargan los azotes sobre la carne enteramente desnuda, sino cubierta con alguna tela ligera, y delgada; pero con tanta ferocidad, que muchas veces para curar á los que así han sido maltratados, es preciso cortarles casi libras enteras de la carne, que les han molido con la violencia de los azotes.

6 Finalmente, sabemos por las Historias Eclesiásticas, que algunos Tiranos igualmente bárbaros que obscenos, martirizaron con la mayor injuria, y torpeza á los Santos Confesores de la Fé de Jesu-Christo con un género de tormentos no menos crueles, que indecentes. Tal es el que refiere el Martirologio Romano93 haber padecido S. Isquirion, al qual, como le quisiesen obligar con injurias, y baldones á que sacrificára á los Idolos (en la Ciudad de Alexandría), y él no hiciese caso, le mataron pasándole un palo muy agudo por en medio de sus entrañas. Este género de suplicio es el mismo que hoy usan los Turcos con los reos mas famosos,   —37→   y algunas veces con los Christianos, al que vulgarmente llamamos los Españoles Empalar: cuyo suplicio, además del vehementísimo dolor que causa, no se puede executar sin la mayor obscenidad. Porque para este fin, meten los verdugos por la parte inferior del cuerpo un agudísimo palo, que fixándolo despues en la tierra, hacen que con el mismo peso del cuerpo salga por la boca, ó por los hombros del paciente. Modo ya antiguo, y verdaderamente cruel de atormentar á los reos, como bella, y lindamente lo describe Lipsio94, confirmándolo con monumentos de Autores antiguos, principalmente de Séneca, el qual dice95: Veo aquí tormentos, no de una sola especie, sino fabricados de diversa manera. A unos colgaron sus cuerpos cabeza abaxo, y á otros les traspasaron un palo por la parte inferior del cuerpo. Y aunque este hecho despues de concluido pueda pintarse con toda decencia, y yo mismo he visto alguna vez pintado con mucha honestidad á un valeroso Atleta de Christo, que padeció este género de martirio; sin embargo, quando el asunto es de una cosa indignísima, la misma razon, y la honestidad persuaden que no se pinte. Lo que de ningun modo podrá representarse á la vista es, lo que de Benjamin, esforzado Mártir de Christo, refiere Theodoreto96, el qual, hablando de Isdegerdas, Rey de los Persas, dice: Al ver que este Santo (Benjamin) tenia como por cosa de juego este tormento, manda (Isdegerdas), que le metan por el miembro viril otra aguda caña, que metiéndosela, y sacándosela muchas veces, le causára acerbísimos dolores. De Theodoreto parece haberlo tomado Casiodoro97, el qual, hablando del mismo Benjamin Diácono de Persia, dice: Habiéndole cogido segunda vez, le martirizaron clavándole veinte cañas en los veinte dedos, y otra en aquella   —38→   parte, de donde tiene su principio la humana generacion.

7 Quede, pues, advertido el Pintor Christiano de no pintar cosas semejantes: no porque no haya sido de mucha gloria para los Mártires (como hemos dicho muchas veces) el padecer tales tormentos; sino porque no es decente que se nos representen á nuestra vista del mismo modo que se executaron. En una palabra: debe el Pintor usar de tal cautela, y circunspeccion en las Pinturas de los Santos, por quanto, segun dixo un pio, y sabio Doctor98, hablando de otra materia, á nosotros nos tiene cuenta, y no á ellos.

8 Finalmente, por lo que toca á los Anacoretas, y Ermitaños de ambos sexôs, he visto varias veces pintados á los viejos desnudas las espaldas, y el pecho, y en parte tambien los muslos, y piernas. No que, segun á mí me parece, se haya executado lo dicho con grande, ó notable detrimento de la devocion, y honestidad: mas, sobre si esto es conforme, ó no, á lo que naturalmente sucede, júzguenlo los inteligentes. Porque vemos al mismo tiempo, que los pintan con los miembros firmes, y robustos, la carne blanca, lampiña, y (como suelen explicarse los Pintores) mórbida; siendo así que es constante, que los hombres, que usaron algun tiempo de vestido, si despues andan desnudos, y á toda inclemencia, expuestos al Sol, y al ayre, no solo se vuelven muy morenos, y casi negros, y su pellejo áspero, y hórrido, sí que tambien de tal manera les crecen los pelos, que casi llegan estos á cubrirles todo el cuerpo. Lo que sabemos ciertamente por varios testimonios haber acontecido á muchos, y en especial á aquel célebre Juan Serrano, el que habiendo padecido naufragio, dió nombre á una pequeña Isla del Océano Meridional. Este pues, segun refiere un Escritor de mucha fé, y autoridad99, habiéndose libertado   —39→   del naufragio, y llegado casi desnudo á aquella Isla, donde moró algunos años, destituido, como pienso, de todo auxîlio humano, y casi enteramente separado de todo comercio con los hombres, y con las fieras; pasó allí una vida, no me atrevo á afirmar si feliz, ó mas presto miserable. Pero volviéndo al caso, como este, y otro compañero, con motivo de un naufragio hubiesen sido arrojados á aquella Isla, y destrozádoseles enteramente los vestidos, de tal manera se desfiguraron, que creciéndoles mucho el pelo por todo su cuerpo, casi tomaron la forma, y aspecto de fieras; de suerte que dexando á parte muchas cosas, que no es de mi instituto el referirlas, como hubiesen arribado á aquella Isla unos navegantes, se los llevaron consigo, determinando el Virrey de aquel distrito enviarlos por cosa rara, y prodigiosa al Emperador, y Rey Carlos Quinto. Lo que de paso he querido referir, para que se eche de ver, que no es conforme á la misma naturaleza de las cosas el pintar con la carne blanca, y el cutis sin pelos ásperos, á los hombres que vivieron mucho tiempo desnudos.

9 Por lo que, dexando á parte esta desnudez, que suelen afectar muchas veces los Pintores para hacer ostentacion de su habilidad, será lo mejor pintar á los Anacoretas con túnicas, sacos, ó semejantes vestiduras, supuesto que sabemos por la vida de S. Pablo, que fué el primer autor, y maestro de la vida Eremítica, haberse texido él mismo con sus propias manos una túnica de hojas de palma, que despues de su muerte se la apropió á sí S. Antonio. Pero oigamos al venerable viejo S. Gerónimo100, que lo describe maravillosamente, como acostumbra. Despues (dice) que amaneció el otro dia, para que no dexára de poseer el pio heredero (S. Antonio) los bienes del difunto, que le pertenecian   —40→   ab intestato, apropióse la túnica, que á la manera que se texen las espuertas, se habia texido él mismo de hojas de palma...... y en los dias solemnes de Pasqua, y de Pentecostés usó siempre de la tunica de Pablo. Y si esta regla debe guardarse en las pinturas de los hombres, mucho mas en las de las mugeres: la que si, como debian, hubieran tenido presente los Pintores, no veríamos en el dia pintadas algunas Pelagias, Marías Egipciacas, Magdalenas, y otras mugeres Anacoretas, gran parte desnudas, ó á lo menos vestidas con poca decencia, cuyas Imágenes, sin embargo de que se nos proponen estando en el desierto, y haciendo penitencia en él, excitan muchas veces tales movimientos, y afectos en los que las miran, que causan gran daño en el alma, si no se borran despues con lágrimas, y suspiros.

10 No será aquí fuera del caso indicar brevemente (que no es mi ánimo decirlo, y explicarlo con la extension que pudiera) cómo, y de qué manera se podrán pintar algunos hechos que acontecieron á los Santos en el desierto, y aun en su mayor retiro. Sabido es lo del gran Padre S. Benito, el qual (como mas largamente lo refiere el Santo Escritor de su vida)101, siendo un dia vehementísimamente tentado del demonio á luxuria, arrojóse desnudo en un horrible espinar, donde se revolvió hasta tanto que despedazado su pellejo, y derramando mucha porcion de sangre, consiguió por este medio con los agudísimos dolores que sintió, y por esta maceracion de la carne, apagar la concupiscencia del apetito. ¡Noble hazaña, y digna de la piedad christiana! la que el R. P. Fr. N. Ricci, Monge Benedictino, hermano del célebre Pintor Francisco Ricci (cito á entrambros por el honor que se merecen), representó varias veces con primoroso pincel; pero con tal habilidad, y destreza, que sin embargo de reprentársenos   —41→   aquel purisimo Joven enteramente desnudo entre las espinas, nada se dexa ver que ofenda á la modestia christiana. Sobre este tan grande exemplar de castidad, compuse yo en otro tiempo un epigrama, y esperando que no lo llevará á mal el lector, lo pongo aquí con su epígrafe.


Á S. BENITO REVOLVIÉNDOSE ENTRE LAS ESPINAS.
Quid te spinetis, juvenis sanctissime volvis,
Atque latus tenerum sentis acerbus arat?
Jam scio: perstrinxit purum mala flamma cruorem;
Hoc nisi quàm fuso perdere posse negas.
Vicisti, extincta est flamma hæc, quo canduit igne,
Seque videns victam, protinus erubuit.
Quam bene! nam mollis spinas dea Cypris abhorret,
Et fugit armatos cautior illa rubos.

Semejantes exemplos se leen de otros Santos, y en especial de S. Bernardo, y de S. Francisco. Del primero refiere un piadoso, y grave Historiador de su vida, que aun quando mozo102: Como mirando una vez con demasiada curiosidad, hubiese fixado por algun tiempo la vista en cierta muger, volviendo luego sobre sí, y avergonzándose de ello en su interior, se vengó severísimamente de sí mismo; y metiéndose en un estanque vecino de aguas heladas, que le cubrian hasta el cuello, permaneció allí tanto tiempo, que perdido todo el vigor de la sangre, quedó libre enteramente del calor de la concupiscencia carnal, por virtud de la gracia cooperante. El segundo, viéndose acometido tambien de una fuerte tentacion de la carne, se metió desnudo dentro de la nieve, y apretando fuertemente á su cuerpo pelotones de ella, venció la tentacion, y apartó de sí aquel ardor   —42→   nocivo, como lo cuenta el Santo Escritor de su vida, y de su Historia103.

II Nadie ignora que Varones muy santos, para imitar mas la Pasion de Jesu-Christo, y satisfacer á Dios por sus pecados propios, ó por los agenos, han acostumbrado muchos siglos hace, castigar freqüentemente sus carnes con azotes. De este modo vemos excelentes Pinturas de Santo Domingo, de quien, como casa muy laudable, refieren sus Historiadores104, que solia usar consigo este castigo. En ellas pintan al Santo Padre arrodillado delante de un Crucifixo, desnudo de medio cuerpo, teniendo en la izquierda la Corona de la Virgen, que vulgarmente llamamos Rosario, y en la derecha una cadena de hierro, con la que está ensangrentando, y despedazando cruelmente sus espaldas. Cuya Imagen, sin embargo de su desnudez, no infunde al pecador, y á quien la mira sino un santo horror. El lector pio, y erudito me perdonará el que ponga aquí otro epigrama, que hice años há sobre este asunto, el qual decía así:

A Santo Domingo, que con una mano se está disciplinando, y en la otra lleva la Corona de la Virgen, que llaman Rosario.


Quid placet heu! flagro, pater ò sanctissime, terga
Scindere, et innocuo sanguine terra madens?
Ut placeam Domino cura est. Hinc noveris ipse,
Quam mihi displiceam judicis ante pedes.
Insuper atque tuas hoc sanguine perluo noxas,
Quo magis incipiant displicuisse tibi.
Fundo preces, numeroque simul cum verbere verba:
Convenit haud aliter promere verba reos.
—43→
Et Divæ tandem pertexo florida serta,
Quasque lego pariter pingo cruore rosas.

Estas, y otras cosas semejantes, especialmente si se pintan Imágenes de hombres, se representan con toda decencia, y honestidad, aunque siempre es preciso usar de mucha circunspeccion. Porque como antes diximos, padecieron los Santos muchas cosas, que si bien las sufrieron por Christo, y fueron para ellos de mucha gloria, y triunfo; sin embargo no es decente ponerlas á la vista.




ArribaAbajoCAPITULO VI.

Que en las Pinturas Sagradas deben evitarse las invenciones rídiculas, y extravagantes, y quanto tenga resabios de ligereza, ó de maldad


I Podría parecer á alguno, que con lo que llevo dicho hasta aquí, habia ya llenado el intento que me propuse; pero quedan todavía por advertir algunas cosas, que aunque entre Católicos, nunca, ó rara vez las veamos pintadas, es menester ponerlas en noticia del Pintor pío, y erudito, para que si por ventura las viese pintadas, no sea caso que las admire, antes las huya, y deteste muy de veras. Digo entre Católicos, porque no es mi ánimo detenerme en impugnar las maldades de los Infieles, y Hereges perdidos, que con la mayor desvergüenza, é intencion depravada, intentaron impugnar, y hacer irrisibles con abominables pinturas los Dogmas, y mas sagrados Misterios de la Religion Católica. Sabidas son aquellas palabras de Tertuliano, con que, por una Pintura que se dexó ver en Roma, describe la malicia de un Pintor Gentil, y sobremanera impío. Oiganse las palabras de este vehemente, y culto Escritor105.

  —44→  

Pero una nueva inipresion (dice) de nuestro Dios se manifestó en esta Ciudad estos dias, desde que un Gladiator, que habiendo sido condenado, se escapó de las fieras, tan diestro en vencerlas con su astucia, que se alquilaba para pelear con ellas en los juegos: sacó una imagen con esta inscripcion: El Dios de los Christianos ONONYCHITES. Tenia este Dios orejas de jumento, uñas de bestia en los pies, vestido de Toga, y en la mano llevaba un libro. Diónos á nosotros el nombre, y la figura mucha ocasion de reir, &c. Vuelve luego este sabio, y agudísimo Autor contra los mismos Gentiles la ficcion de esta exêcrable pintura, como que era mucho mas á propósito para representar á sus Dioses. De aquí se echa de ver el odio que tenian los Gentiles á los Christianos, y la impiedad con que miraban á Christo. Sabemos tambien, no sin grande dolor, las detestables Pinturas, é Imágenes, que para hacer mofa de las cosas mas sagradas de nuestra Religion, han inventado los Hereges modernos, pintando cabezas de asno adornadas con ornamentos Pontificales, y otras cosas semejantes, que solo el referirlas, aunque de paso, causa horror. De esta clase, ó jaez son tambien otras Pinturas, que han esparcido los Hereges, en que representan al Supremo Pastor, y Pontífice de la Iglesia con semblante, gestos, y otras señales de muger. A que dió ocasion la abominable fábula, que fingieron los Hereges, y creyeron despues los enemigos de la Iglesia, y otros sobradamente simples (por no llamarles necios), de que en cierto tiempo ocupó la Cátedra de S. Pedro, y el lugar del Romano Pontífice, una muger Inglesa, la qual, porque tomó el nombre de Juan, se llamó despues Juana Papisa. Para persuadir, y hacer creible esta patraña, juntaron un monton, y hacina de mentiras, y desatinos. Pero ya, gracias á Dios, que no solo Católicos doctísimos106   —45→   refutaron con evidentísimos argumentos, y convencieron de falsedad, é impostura esta indigna, y exêcrable fábula por monumentos, así Latinos, como Griegos107; sí que tambien los Hereges mas sabios, y de mejor juicio (que quanto á esto usaron de buena fé), la han despreciado, y mirado como una invencion ridícula, y de ningun fundamento. Pero estas, y otras cosas semejantes las omito, dexándolas para que se castiguen con mas rigor, y severidad. Pues este tratado no se dirige principalmente á hacer invectivas contra las maldades, y exêcrables delitos de estos hombres ciegos, y perdidos; puesto que tan solamente lo he emprendido para hacer que los Pintores Católicos, y píos pongan el debido cuidado, y tengan el conocimiento, é instruccion correspondiente de las cosas. Y así, volviendo ya con gusto al asunto, lo primero que se me ofrece á la memoria es la Pintura de que habla Nicéphoro108, en que se veía pintado á Christo Señor nuestro en trage de Júpiter tonante, fulminando el rayo, y con las demas señales, é insignias de aquella impura Deidad; la que sin duda no imitará en el dia de hoy ningun hombre pío, y con mucha razon, singularmente despues del exemplar castigo con que en pena de su lascivia, y desvergüenza, castigó Dios justísimamente á aquel atrevido Pintor, á quien se le secó la mano al punto que concluyó dicha Imagen. Pero habiendo hecho despues penitencia de su delito, mereció que le curára Genadio Patriarca de Constantinopla, como ademas de Nicéphoro, lo refiere Theodoro Lector109: Han, pues, de procurar con mucho cuidado, y vigilancia (añade aquí un Escritor excelente en estas materias110, cuyas huellas sigo, llevando siempre delante   —46→   aquella máxîma de Plinio, de que es propio de un ánimo noble confesar con ingenuidad quiénes han sido los Autores de que nos hemos valido para nuestro aprovechamiento): Han de procurar con suma vigilancia (dice el citado Escritor) los que mandan en el pueblo, que no se introduzcan, ni se propongan á la vista imágenes, que con su figura, trage, y adornos, lejos de excitar á devocion, provoquen á luxuria, soberbia, curiosidad, y á otros vicios. Pintaron algunos, y hoy pintan tambien la última cena de Christo Señor nuestro con sus Discípulos: la que si bien se aparejó, y celebró en un cenáculo grande, y bien aderezado, como dice el Sagrado Texto111, y por consiguiente en casa de algun Discípulo de Christo noble, y rico, segun lo conjetura, ó nos lo hace conjeturar Juan Maldonado, varon de grande, y limado juicio112; de modo, que no me queda la menor duda de que esta cena la celebró el Señor con mas decencia, y aparato de lo que acostumbraba, por la reverencia, y dignidad del Misterio que iba á celebrarse: sin embargo los Pintores, quanto se esmeran en darnos de ella una idea grandiosa, tanto mas la adulteran, y desfiguran. Porque pintan una sala del templo muy parecida á la de un real, y magnífico palacio, adornada con muchas cornucopias, y un buen repuesto de baxilla de oro, y plata, con muchos vasos, y cántaros de vino. Y para decirlo de una vez, pintan una cena, que á lo que se nos representa, es muy semejante á la de un banquete profano: lo que reprehende con razon un Escritor Catótico, y piadoso113.

2 ¿Y qué dirémos de aquellos Pintores (si es creible un tal desatino), que representando el convite, que dieron á Jesu-Christo Marta, y María, fingieron que mientras   —47→   el Señor hablaba con María, el joven S. Juan estaba conversando con Marta ea un ángulo, y á escondidas; y lo que es mas, que mientras duraba el convite, Marta estaba á las espaldas de S. Juan con la mano sobre sus hombros, y otras cosas de este tenor, que son indignas á la verdad de referirse? Ciertamente que esto á algunos no parecería tan malo, y que otros lo tendrian aun por donayre, y gracia; pero á mí, y á qualquiera que mire las cosas con alguna maduréz, no puede menos de parecerles una cosa muy desatinada, y casi blasfema. Ahora me viene á la memoria una especie, que no quiero omitirla, singularmente pudiendo ella conducir alguna vez para lo que voy tratando de las Pinturas Sagradas. Es antigua, y detestable costumbre de nuestros Poetas Cómicos representar en el Teatro á manera de Comedia (tal qual ella es) las vidas, é Historias de los Santos, con mucho aplauso de los espectadores insensatos. Los Santos, cuyas Comedias se representan, son por lo comun varones muy santos de alguna Religion. Hasta aquí no es mucha la indecencia, y aun fuera de algun modo tolerable. Porque el que en estas Comedias se finjan los hechos de los Santos, mezclados, y casi unidos con otros detestables, como desafios, homicidios, y amores profanos; de propósito no me detengo en esto. Solo páro la consideracion (lo que es mas propio de mi asunto) en que siempre dan al Santo por compañero un Frayle Lego, á quien le condecoran con el nombre verdaderamente jocoso de Fr. Mortero, Fr. Golondro, ú de otro semejante, el qual en toda la Comedia hace el papel de gracioso, y de truhan. ¿Pero qué papel es este? ¡Santo Dios! El de tragador, el de borracho, el de luxurioso, el de hipócrita, ó el de todos juntos. Y lo que por falta de orden, y colocacion sucede en la Poesía, que es una Pintura que habla; lo mismo, á pesar nuestro, vemos acontecer algunas veces en la Pintura, que es una Poesía   —48→   muda. Yo mismo he visto varias veces pintado á un Varon santísimo, superior á las mayores alabanzas, con el semblante sumamente flaco, y casi extático, al paso que á su compañero, que le está mirando, le pintan, no solo con semblante risueño, sino tambien muy gordo, y rollizo. Lo que, ya se represente en el Teatro, ya se vea pintado en un lienzo, no solamente no cede en alabanza de Dios, ni de sus Santos, sino que se convierte en deshonor, y descrédito de las Religiones, y de las cosas Sagradas.

3 Pero unos y otros, Pintores, y Poetas, en cuyos oídos parece que está siempre resonando aquello tan sabido de Horacio114:


.........................Pictoribus atque poetis
Quidlibet audendi semper fuit æqua potestas:

on demasiadamente atrevidos, traspasando no pocas veces los límites de lo justo; y descendiendo á lo que mira mas particularmente á mi instituto, sabemos no haber faltado Pintor, que para representar con facilidad, y energía (segun su parecer) aquello del Evangelio: La qual, como hubiese oido las palabras del Angel, se turbó por lo que le decia115, habiendo pintado como correspondía al Arcangel S. Gabriel á la manera de un gallardo mancebo, pintó á la Virgen, que como atemorizada, y que no podia sufrir el aspecto de quien le hablaba, volvia el rostro á la otra parte del aposento. Cosa ciertamente muy indigna de la grande virtud, y virginal modestia de la Virgen. Otro por el contrario, para quitar á la Virgen toda ocasion de horror, y de temor, pintó viejo al Angel, y su barba larga, y cana, como lo afirma un Autor fidedigno116. En tanto es verdad lo que dixo Horacio117:

  —49→  
Dum vitant stulti vitia, in contraria currunt.

Pero de esto hablarémos mas largamente en su propio lugar.

4 No tiene duda, que parecerán desatinos estas cosas á quien reflexîone sobre ello; pero acaso no se formará el mismo juicio de otras, que por no estár pintadas con la magestad, decoro, y dignidad correspondiente, ofenden ciertamente los ojos de quien las mira. En esta clase podrian colocarse muchas, que tal vez explicarémos mas oportunamente en sus propios lugares. Con todo pondré aquí algunos exemplos de infinitos que podria traer. Un Pintor de grande fama, y á quien con solo nombrarle se le elogia; á saber, aquel famoso Miguel Angelo, tan conocido en todo el mundo, pintó entre otras muchas cosas la conversion de S. Pablo, en cuya Pintura se ve á Christo, no sentado en una nube, ó en otra positura correspondiente, sino como que con un vuelo muy ligero baxaba desde el Cielo, ó se arrojaba precipitadamente: con cuya accion, á mi entender, quiso representar el Pintor la agilidad de un cuerpo glorioso; sin embargo desagradó dicha Pintura al juicioso exâmen de algunos. Porque, como dice un grave Autor118, este modo de pintar no se compadece bien con la suprema magestad, y dignidad de Christo. Ni es lícito á los Pintores, el que por querer hacer ostentacion de su habilidad, dén ocasion de poca reverencia á los piadosos, y timoratos, ó de que se entibie su devocion. Nadie ignora quán vulgar, y freqüente es pintar al Niño Jesus, que á la manera de los demás muchachos está jugando con un paxarillo, teniéndole atado de un hilo. Pero esta Pintura ha desagradado á los hombres de mejor juicio, y con mucha razon119. Porque si se dixo de un Varon santo, como lo atestigua   —50→   la Sagrada Escritura, que quando todavía era mancebo, no tuvo cosa alguna pueril en sus acciones120; ¿con quánta mas razon debemos pensar esto de Christo, el qual gozando de perfecto uso de razon desde el primer instante de su concepcion, no pensó en otra cosa, ni tuvo otras miras, sino las de cumplir la voluntad de su Eterno Padre; ocupado siempre en el grande, y gravísimo negocio de la Redencion del linage humano? Porque ¿cómo es creible que aquel Señor, que desde su concepcion tuvo perfectísimo uso de razon (como acabamos de decir), y de quien unánimemente advierten los Santos Padres121, que en toda su vida no tuvo ni siquiera un ligero movimiento de risa, juguetease en su puericia, y en su infancia á la manera de los muchachos, y niños? Dexemos, pues, estas importunas, é indecorosas inepcias: que quanto á la Pintura, en que vemos pintado al Señor jugando con San Juan tambien muchacho, hablarémos de ella en su propio lugar122. Mucho mejor pintan otros Pintores á Jesu-Christo en su infancia; ó bien contemplando la cruz, ó bien cargando sobre sus hombros en un sentido simbólico los instrumentos de ella, y de su Pasion. Esto supuesto, nadie extrañará que algunos Pintores, empleando mal el tiempo, y su ingenio, pinten á los Angeles sin el correspondiente decoro, y dignidad. Pintó un Artífice, por otra parte bastante célebre, la comida, y el alimento de Christo Señor nuestro despues del ayuno de los quarenta dias, para la qual consta por la Sagrada Escritura, que se acercaron los Angeles, y le servian123. Pero entre otros Angeles pintó á dos, que como muchachos estaban llorando amargamente por habérseles quebrado sin pensar un plato de barro. Y para que nadie imagine que me he forjado este caso,   —51→   véase el testigo abonado que cito abaxo124.

5 Finalmente, hase de procurar que no solo se evite lo dicho en las Pinturas, sino tambien otras cosas, que son de mas peso, y entidad. Hubo en Roma poco antes de Augusto, segun refiere Plinio125, un (Pintor) llamado Aurelio, célebre, si enamorado siempre de alguna muger, no hubiese corrompido esta noble Arte con la insigne maldad de representar siempre con el semblante de las que él amaba. Sin embargo, ¿quién creyera, que siendo este el parecer de un Gentil, y lo que es mas sensible de un impío, y Ateista, segun parece; hayan cometido, y que aun hoy cometan no rara vez el mismo delito los Pintores Christianos? Y que esto haya acontecido en otros tiempos, y suceda todavía algunas veces, no me lo permiten dudar los testimonios de hombres prudentes, de los quales podria citar algunos vivos, si fuese menester. Pero oigamos á los muertos. Viéronse algunas veces (dice un grave Escritor, tomándolo de otro, de quien no tengo bastante noticia126) en lugares donde no correspondia, imágenes de Santos, parecidos en el semblante á hombres, que aun vivian, para lisonjear debaxo de este velo la persona de aquellos á quienes amaban. ¡Exêcrable modo de pintar, que á juicio de todos los timoratos debe ser reprehendido, y desterrado; pues no es otra cosa, sino un incentivo de pensamientos alhagüeños, y perniciosos! Abuso es este á la verdad intolerable, y como á tal lo reprehendieron los Christianos, y lo echaron en cara á los Gentiles en los primeros tiempos de la Iglesia. S. Clemente Alexandrino, uno de los Padres mas antiguos, y bastante célebre, refiriendo estos abusos, dice127: Fabricando Praxîteles, como explica Posidipo   —52→   en el libro de Gnydo, una imagen de la Diosa Venus de Gnydo, la hizo parecida á Cratina, de quien él estaba enamorado, para que los miserables adorasen en ella á la amiga de Praxîteles. Y en los tiempos en que la ramera Phryne, natural de Tespe, llevaba tras sí los corazones de los hombres, imitaban todos los Pintores las imágenes de Venus conforme á la hermosura de Phryme, así como los Estatuarios labraban en Athenas las estatuas de Mercurio, de manera que se pareciesen á Alcibiades. Solo falta que dés ahora tu dictamen, sobre si quieres adorar á las rameras. Hasta aquí este antiguo, y esclarecido Padre. Vea quien gustáre las notas que hizo sobre este pasage su docto intérprete Genciano Herveto.

6 Arnobio, Maestro de Lactancio, que floreció cerca del año 300. de Christo, tratando el mismo asunto128: ¿Pero qué me burlo yo (dice) de que á los Dioses se les hayan atribuido hoces, tridentes, cuernos, martillos, y sombreros, sabiendo que algunas Imágenes son retratos de ciertos hombres, y dibuxos de prostitutas rameras? Añade luego Arnobio casi los mismos exemplos, de que se habia valido S. Clemente Alexandrino; mas porque refiere elegantemente una cosa todavía mas monstruosa, me pareció no sería fuera del caso poner aquí sus mismas palabras: Entre los Escultores (dice) se llevó el primer lugar el mencianado Phidias, el qual como hubiese fabricado la estatua de Júpiter Olympico, que en su labor era de inmenso trabajo, escribid sobre el dedo de dicho Dios: Pantarces hermoso. Este era el nombre de un muchacho, á quien él amaba torpemente: sin retraherle miedo alguno, ni sentimiento de religion, de dar á aquel Dios el dombre de un prostituto, ó, lo que es mas, de consagrar á un sodomita el mismo simulacro de Júpiter. Hasta tal punto llegan estos juegos, y afectos nefandos de formar tales efigies, adorarlas por Dioses, y confundirlas con la   —53→   santidad de las deidades; viendo que los mismos artífices se esmeran en representarlas, y determinan hacer monumentos eternos de sus propias torpezas. Hasta aquí son palabras de Arnobio. De estos, y otros muchos documentos, que podría alegar, se echa de ver claramente quán pocos sentimientos de religion tienen los que mandando pintar algunas Imágenes de Santos, ó Santas, advierten á los Pintores que su semblante sea del todo parecido á sí mismos, ó á otros: y quán torpe, y sacrílegamente haría el que mandase pintar alguna Imagen Sagrada con el semblante propio, y parecido al de aquel, ó aquella, que fuese el objeto de sus torpes amores. Lo que en estos dias apenas puedo persuadirme, que alguno se atreva á executarlo, á no ser un hombre enteramente perdido. Con todo, no puedo menos de advertirlo, y reprehenderlo; pues aunque se vea esto raras veces, basta el que alguna vez pueda acontecer.

7 Mas así como puede qualquiera usar bien, y con prudencia de las cosas que de suyo son indiferentes, siempre que en ello haya moderacion, y discernimiento; así tambien no dudo, que lo que en unas circunstancias expresamente lo he reprehendido, en otras se podrá executar con toda decencia, si se procura evitar el escándalo, y el abuso de una maligna, y depravada intencion. Ciertamente, yo mismo siendo todavía mozo, ví á un insigne Artífice esculpir en cera la cara de San Pedro, valiéndose para esto del original de un venerando viejo lleno de arrugas, calvo por la parte anterior de la cabeza, y que tenia los nervios, y músculos levantados, moreno el cutis, ó tostado del Sol; pero tan bien, y perfectamente, que no cabia mas en el Arte. Otro Pintor, teniendo que pintar la Imagen de un Santo mozo para remitirla á otros paises, procuró retratarle á semejanza de un joven religioso muy modesto, y recatado, del gual á fuerza de repetidas instancias pudo recabar que lo consintiese. ¿Quién habrá que con razon   —54→   pueda tener esto por reprehensible? Nadie á mi juicio, sino el que quiera parecer mas escrupuloso de lo justo, aparentando una fastidiosa, é irregular severidad. Estas son generalmente las cosas que deben evitarse en las Pinturas de las Imágenes Sagradas, ateniéndome, para explicarme así, á los principios mas comunes.