El primer Conde de Ficallo
Antonio Sánchez Moguel
—480→
El mismo día que ví por primera vez el sepulcro de Suárez, recorriendo después cuidadosamente las Capillas de San Roque, en la Mayor, á la parte del Evangelio, reparé en una credencia de mármol empotrada en el muro, detrás de la cual se veían al descubierto los dos primeros renglones de una lápida que decían así:
ESTA CAPELLA HE DE D. IOĀO D
BOR
IA I.º CONDE DE FICALHO DO CON.....
La credencia tapaba por completo lo restante de la inscripción. Las dos líneas que acabo de transcribir eran, no obstante, suficientes por sí solas para indicarnos que se trataba del enterramiento de otro español insigne: el segundo en edad, primero en merecimientos de los hijos de San Francisco de Borja.
El título de primer conde de Ficallo impedía toda confusión entre este D. Juan de Borja y otros de la familia de igual nombre y apellido, por ejemplo, el padre y el abuelo de San Francisco. En la historia inédita de la Casa de Borja, que posee nuestra Academia entre los manuscritos de Salazar, y en el Compendio de la Historia genealógica de la Real familia de Borja, del Dr. Juan Alonso Calderón, que existe, igualmente inédito, en nuestra Biblioteca Nacional, se llama primer Conde de Ficallo, no á D. Juan, sino á su hijo D. Carlos de Borja. Asimismo, entre los primeros títulos de Portugal se cuenta hoy día el condado de Ficallo, cuyo origen es bien posterior á los tiempos de D. Juan de Borja.
Mis investigaciones en el Archivo de la Torre do Tombo, me permiten afirmar resueltamente que entre la Casa, de Borja y la de Melo, poseedora hoy del condado de Ficallo, no existe parentesco alguno inmediato, y que el título portugués no es, por consiguiente, el mismo que llevó D. Juan de Borja, indiscutiblemente —481→ primer conde de Ficallo, como vamos á ver. En el Libro 7.º de Donaciones de Felipe II de Portugal, III de España, se halla la Carta Regia, dada en Madrid á 23 de Octubre de 1599, en que se crea el condado de Ficallo á favor de Doña Francisca de Aragón, portuguesa, y de su marido nuestro D. Juan de Borja1. En el Libro 19 se reproduce aquella Carta y se inserta otra del mismo Rey, fecha 8 de Marzo de 1607, en que se autoriza á Doña Francisca para renunciar el condado de Ficallo en D. Carlos de Borja, único de los hijos de D. Juan y Doña Francisca «que está declarado por Portugués»2. D. Carlos, segundo Conde de Ficallo y Duque de Villahermosa, nació en Lisboa, como se declara en las Pruebas de su hijo D. Francisco para el hábito de Santiago existentes en el Archivo Histórico Nacional. Desde entonces quedó el condado de Ficallo en la Casa de Villahermosa, cuyos Duques lo siguieron usando después. En la última Guía de Madrid no viene entre los que hoy conserva. Há poco que el Duque Don José Antonio de Aragón no lo contaba ya entre los suyos, conservando, en cambio, otro título portugués: el Condado de la Mouta.
Los nuevos Condes de Ficallo, tienen principio en Pedro de Melo, fidalgo de la Casa real, por merced de D. Juan IV (Libro 13 de Donaciones, fol. 83) fecha en Lisboa á 9 de Agosto de 1641, no 1610 como por error dice el libro; porque en 9 de agosto de aquel año no había entrado á reinar D. Juan IV, y porque el documento que le precede (fol. 82) y el que le sigue (folio 83 vuelto) son de 16413. D. Alfonso VI, en 29 de Julio de 1678, hizo Señor de Ficalho á D. Francisco, hijo de Pedro de Melo; y Doña María I, en 25 de Abril de 1789, creó el nuevo condado de Ficalho, que hoy lleva dignamente uno de los más cumplidos caballeros y de más amor á las ciencias y las letras que tiene Portugal, por cierto peritísimo como quizá ningún otro título del Reino, que no haya residido largo tiempo entre nosotros, en el manejo de la lengua castellana.
—482→Después de lo dicho, no necesito ponderar el interés vivísimo con que promoví el descubrimiento total de la lápida de D. Juan de Borja. Me es muy grato manifestar aquí que el Dr. Carvalho se apresuró á dictar las órdenes oportunas, y que el arquitecto Sr. Mena las cumplió con tal diligencia y eficacia, que aun antes del día señalado quedó arrancada la credencia y enteramente visible la lápida que ocultaba.
Hela aquí:
Por primera vez sale hoy á luz inscripción tan curiosa, que ni los historiadores de la Compañía de Jesús, ni los que han descrito la iglesia de San Roque, que conocemos, no sólo no han publicado, pero ni mencionado siquiera. Y no hago extensivas estas afirmaciones á las biografías de D. Juan de Borja, porque desgraciadamente no existe, que sepamos, ninguna hasta el presente. Tampoco las relativas á su santo padre nos dan noticia alguna concreta del enterramiento de su ilustre hijo. El primero y único escritor que menciona la capilla donde yace, sin transcribir ni mencionar la inscripción que dejo copiada, es el P. Téllez en la 2.ª parte, capitulo XXVI de su obra, de que ya hemos hablado al tratar del sepulcro de Suárez.
—483→Según Téllez, los PP. de San Roque concedieron el patronato de la capilla Mayor á D. Juan de Borja y su mujer Doña Francisca Aragón, los cuales, si no fabricaron por entero dicha capilla, costearon «o pavimento de pedraria... com hum grande carneiro pera sua sepultura». Además, D. Juan de Borja, por su parte, regaló á la iglesia de San Roque el más preciado tesoro que posee, infinitamente más valioso que la fábrica toda de la capilla Mayor: la colección de reliquias que durante su vida fué: allegando, y que es sin duda la más importante que existe en Portugal, con la cual se formaron dos grandes relicarios en las capillas de los Santos Mártires y de las Santas Vírgenes, laterales á la capilla Mayor.
Del número y calidad de estas reliquias puede formarse cabal idea leyendo el curioso libro: «Relaçam / do solenne / recebimento que se fez em Lisboa ás / santas reliquias q se leuáram a igreja de S. Roque da compahia de / Iesu aos 25 de Janeiro de 1588», escrita por el Licenciado Manoel de Campos (Lisboa, 1588), traducida al castellano por Alvaro de Veancos en el año siguiente, y que salió á luz en Alcalá en casa de Juan Iñiguez de Lequerica, con el título: «Relacion / del solene recebimien / to que se hizo en Lisboa a las santas Reli / quias que se lleuarō á la yglesia de San / Roque, de la Compañia de Iesus / a veinte y cinco de Enero / 1588./» He visto ejemplares del original portugués y de la versión castellana en la Biblioteca Nacional de Lisboa. Al decir de Campos, «depois de Dom Alfonso Anrriques, primeiro Rey de Portugal, em cujo tempo Lisboa vio, & recebeo o corpo do insigne martyr Sam Vicente, seu padroeiro, nunca teue, nem festejou tesouro de taes, & tantas reliquias juntas, nem gozou de tan solēne memoria de semelhantes penhores do Ceo.»
Compréndese, pues, que D. Juan desease dormir el ultimo sueño cerca de su querido tesoro, y que la gratitud de los Padres de la Compañía le concediese, para satisfacerlo, el patronato de la capilla Mayor de San Roque. Su voluntad fué religiosamente cumplida, pues habiendo fallecido en el Escorial, fué trasladado su cadáver á Lisboa y sepultado cerca de sus amadas reliquias. Yacen hoy sus restos en el centro de la capilla Mayor en túmulo bajo el pavimento, que ha sido recientemente abierto y —484→ examinado por el Dr. Garvalho, según me escribe en 3 del corriente.
Esto dicho, importa advertir que aun cuando la inscripción de la capilla Mayor de San Roque dice que era de D. Juan «pera seu enterro e da condessa sua molher d. F.ca de Aragāo e de seus filhos e descendentes», es lo cierto que en ella, como ya Téllez escribía, «só jazem os ossos do dito D. Ioam de Borja», y que no consta en modo alguno que recibiesen allí jamás sepultura ni Doña Francisca, ni los hijos que hubo en ella de que tenemos noticia, á saber: D. Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache y Virey del Perú; D. Fernando, Comendador Mayor de Montesa, Virey de Aragón y Valencia; D. Antonio, Capiscol de la Santa Iglesia de Toledo, y D. Carlos, segundo Conde de Ficallo, Duque de Villahermosa, y Presidente del Consejo de Portugal.
Tampoco yacen en tierra portuguesa la primera esposa de don Juan, Doña Lorenza Oñez, Señora de la Casa de Loyola, de la familia de San Ignacio, ni las cuatro hijas de este matrimonio, que no tuvo varones, Doña Leonor, mujer de su primo hermano D. Pedro Centelles de Borja; Doña Margarita, Condesa de Fuensaldaña, y Doña Francisca y Doña Juana, monjas en las Descalzas Reales de Madrid.
Llegados aquí, ocurre preguntar: ¿Por qué D. Juan de Borja prefirió un templo portugués á todos los de España para enriquecerlo con las reliquias que con tanto trabajo y á tanto coste había logrado reunir? Según el P. Téllez, por «o amor que tinha aos Portugueses, porque além delle ser filho de may Portuguesa, á saber, de Dona Leonor de Castro, tambe estava casado com outra senhora Portuguesa, que foy Dona Francisca de Aragam... senhora muy affeiçoada á Companhia e facilmente persuadio ao Conde seu Marido que aos Padres de Portugal ficesse a entrega deste seu tam prelado, & tam pretendido thesouro».
Por mi parte, declaro que no me persuaden las razones del P. Téllez, así porque de la relación del recibimiento de las reliquias en Lisboa se deduce claramente que fué acto espontáneo y personal de D. Juan, como porque su amor á los portugueses, que realmente fué grande, y el ser hijo de madre portuguesa y marido de portuguesa también, no explican la preferencia de una —485→ iglesia determinada de Portugal sobre las otras del mismo reino; esto es, la Casa Profesa de los Jesuitas en Lisboa.
Esta preferencia es perfectamente explicable con sólo tener en cuenta que la fundación de la Casa de San Roque, cabeza luego de la Compañía de Jesús en Portugal, fué obra principalmente de San Francisco de Borja.
Téllez, que escribía en los primeros años de la separación de Portugal, bien por esta circunstancia, bien simplemente por dejarse llevar de su cariño á Portugal, su patria, no fue justo con los españoles que contribuyeron á la fundación de San Roque, atribuyendo en exclusivo á los portugueses D. Pedro Mascarenhas y Francisco Correa toda mediación con los Reyes D. Juan III y Doña Catalina para allanar las grandes dificultades con que tropezó á los principios la fundación de aquella Casa. De los españoles P. Jerónimo Nadal, Comisario de la Compañía en España, y de San Francisco, que fueron expresamente á Lisboa para promover la fundación, apenas si cuenta que aquel dijo la primera misa el 1.º de Octubre de 1553 y que San Francisco predicó en ella.
«La Reyna Doña Catalina -escribía con entera verdad el Padre Ribadeneyra, contemporáneo de San Francisco y su biógrafo-gustó mucho de la comunicacion del Padre Francisco, á quien auia cobrado grande aficion, desde que en Tordesillas la auia servido siendo niño, y aora como oia sus sermones, y sus razonamientos y pláticas espirituales y veia la santidad de vida que en el resplandecia, estava admirada y le dava grande credito en todas las cosas de su anima, y en las demas que el Padre le aconsejava.» Y más abajo, hablando de San Roque, añadía: «En esta hermita, despues se ha edificado casa, y un templo suntuoso, y de los mayores y mas hermosos que ay en la ciudad, y se ha poblado todo aquel barrio de casas principales. Todo esto se deue al Padre Francisco: el qual con su presencia dió principio, y echó los primeros fundamentos de la Casa de San Roque.»
Comenzó el templo que hoy admiramos en 1566, esto es, tres años antes de ser nombrado D. Juan de Borja embajador en Portugal, y es bien comprensible que en los cinco años y medio que residió en Lisboa sirviendo su embajada, siguiese y favoreciese —486→ con amor la suntuosa fábrica y sus progresos. Cuando se trató del techo, dícenos Téllez, que vino á Portugal un famoso arquitecto, enviado por Felipe II, «ó qual trazon a obra con hum novo invento, nunca visto en Portugal, dispondo o tecto com tal traca, (que semter colunas pelo meio da Igreja, que he tam larga, nas quaes se possa estribar) está segurissimo e parece que se sustenta no ar.»
Por todo lo dicho se explica bien claramente que amase con predilección la Casa de San Roque aquel de los hijos del santo Duque de Gandía, de quien el Cardenal Cienfuegos pudo decir en verdad y justicia que fué amador singularmente de su santo Padre. Acompañóle en su primer viaje á Roma; ayudóle la primera misa; imploró de continuo sus consejos; dió al mayor de sus hijos el nombre de su santo abuelo; promovió que el P. Ribadeneyra escribiese, como escribió, su Vida, y mereció que de él se dijese que heredó de su padre, si no los Estados, gran parte de su bondad y virtud.
Fué también su principal heredero en la inteligencia, en la cultura y en los servicios á sus Reyes y á su patria.
Nació D. Juan de Borja el año de 1533 en Bellpuig, yendo sus padres con Carlos V á las Cortes de Monzón. En la genealogía que encabeza las pruebas de su hijo D. Francisco para el hábito de Santiago (1602), se le supone natural de Valencia; pero en las del mismo D. Juan (1548) y en las de su nieto D. Francisco de Borja y Aragón (1642), se declara igualmente haber nacido en Bellpuig, y asimismo en las Vidas de San Francisco de Borja que escribieron Ribadenevra, Nieremberg, Cienfuegos y otros litógrafos del santo primer Marqués de Lombay.
En la correspondencia de D. Juan con Felipe II y con el secretario Zayas durante su embajada en Portugal, que existe inédita en el Archivo de Simancas, he encontrado curiosas noticias sobre sus primeras dignidades y empleos. En carta de 22 de Mayo de 1571, dice lo siguiente: «La encomienda de Reyna que yo agora tengo vale de tres á tres mil y quinientos ducados. Ha que la tengo 23 años. Dióseme por los servicios de mi padre. Por los míos no se me ha dado mas merced que la ayuda de costa que vine á servir en este offiçio.» Y en 26 de Junio de 1574, dice así:
—487→Era gentilhombre de Felipe II cuando este Monarca, el 6 de Diciembre de 1569, lo nombró Embajador de Portugal, en lugar de D. Hernando Carrillo de Mendoza. Tenía entonces nuestro Embajador treinta y seis años. Para que Felipe II le confiase una Embajada, entonces tanto ó mas importante que las de Roma, Viena y París, y en circunstancias verdaderamente difíciles y de prueba, pues había de entender nuestro D. Juan en asuntos tan graves como el del casamiento de D. Sebastián, preciso era que el Comendador de Reyna hubiera dado relevantes muestras de las señaladas cualidades que requería tan elevado puesto. Los siete abultados legajos que custodia el Archivo de Simancas relativos á esta Embajada (Estado 386-392) desde Enero de 1570 hasta Julio de 15754, patentizan con elocuencia que D. Juan de Borja poseía en alto grado aquellas cualidades, explican que al cesar en esta Embajada pasará á desempeñar la de Alemania, cerca del Emperador Rodulfo II, y que asimismo sirviese luego empleos de tanta dignidad y confianza como los de Vehedor da Fazenda, esto es, Presidente del Consejo de Portugal, y los Mayordomatos mayores de la Emperatriz Doña María, hermana de Felipe II y de Doña Margarita de Austria, mujer de Felipe III.
El casamiento de D. Sebastián, los proyectos de este Rey de pasar á Africa, que no fueron, como se cree, de los últimos años de su reinado, sino ya desde los primeros; su entrada en la liga contra el turco, las desavenencias y rivalidades de la familia real, fueron los principales asuntos en que nuestro Embajador tuvo que entender, y en algunos de los cuales fué auxiliado de su santo padre, como demostraré en su dia en estudio separado sobre este punto.
—488→Tratando del proyectado casamiento de D. Sebastián con Margarita de Valois, escribe Pinheiro Chagas que «a este casamento fez uma opposiçao decidida Philippe II d'Hespanha, e embaraçon por muito tempo as negociaçoes.» De los papeles de Simancas resulta precisamente todo lo contrario, esto es, que don Sebastián fué quien hizo por mucho tiempo la más viva oposición á este matrimonio, contra los consejos de su abuela la Reina doña Catalina y los de su tío Felipe II. Cabalmente la embajada de D. Juan de Borja tenía por principal objeto (habla Felipe II en carta á D. Fernando Carrillo, en 8 de Diciembre de 1569) «le embiar á decir por él lo que entiendo que le cumple y aconsejarle como á hijo el camino que en negocio tan grave deue tomar, pues por su poca edad ni lo deue alcanzar, ni los que le aconsejara llenan el intento que deuian, ó por no entender más ó por otros fines.» El 24 de Enero de 1570 escribí a el nuevo Embajador al Rey que entre las dificultades que D. Sebastián oponía al matrimonio «la mayor era -son sus palabras- la poca gana que el rey tenia de casarse, diciendo que su padre auia uiuido tan poco por casarse tan temprano.» Añádase á esto la «complision tan peligrosa para resolverse que D. Sebastián tenía, por ser tan colérico y sanguino.» Esto en cuanto á D. Sebastian, que por lo que toca a sus consejeros, llenas están las cartas de D. Juan de Borja de noticias y advertencias sobre las intrigas y esfuerzos con que combatían el proyectado matrimonio, como cualquier otro, hasta el punto de indisponer á D. Sebastián con Doña Catalina, cuya energía y tacto supremo reconoce y alaba en justicia y con su habitual elocuencia Pinheiro Chagas, añadiendo que en su espíritu «parecera que Deus fõra accender una scentella do genio do imperador Carlos V, su hermano.»
A tal punto llegaron las cosas, que Doña Catalina, partidaria decidida de aquel enlace, estuvo para venirse á España. «El agradar a estos prinçipes -escribía D. Juan en 25 de Octubre de 1574- téngolo por muy dificultoso segun entre si tienen diferentes gustos.» «El del Rey es tan vario que no se le puede dar regla çierta á lo que quiere ni dexa de querer.» En el libro, tan lleno de paradojas como aciertos, que se intitula «O Doutor Minerva,» recientemente publicado en Lisboa, se sostiene que como consecuencia —489→ de los casamientos exclusivos y consanguíneos entre las dos casas reales de la Península en tres generaciones seguidas, vinieron á acabar en «um degenerado en Hespauha e outro em Portugal: o de Hespanhia (D. Carlos, hijo de Felipe II), disforme, doido, morto aos 24 annos, ou pela propia loucura, ou por causa d'essa loucura -o de Portugal (D. Sebastián), forte, epileptico, morto aos 24 annos pelos desvairamentos da sua epilepsia.»
Háblanos D. Juan de la «demasiada ambiçión de onrra que el Rey tenia, y que esta le hazia hazer cosas terribles.» Cuéntanos también sus tenaces proyectos de pasar á Africa años antes de la fatal jornada. Felipe II, que combatió ésta, como es sabido, se opuso también, como en las Cartas que examino se acredita, á los primeros intentos, escribiendo á D. Juan el 21 de Agosto de 1574 que trabajara «el desuiarle de jornada en q tanto puede perder.» En estos como en los otros encargos de su Embajada, cumplió D. Juan como bueno, mereciendo siempre la aprobación de su Monarca y la cooperación y confianza más decididas y afectuosas de la Reina Doña Catalina. En cambio D. Sebastián distó mucho de agradecer los leales y nobles consejos de D. Juan. «No puedo dexar de sentir mucho -escribía éste á Zayas el 25 de Octubre de 1574- lo mal que se me paga por este Rey el zelo que he tenido á lo que le conviene.» Doña Catalina, por el contrario, declaraba á Felipe II «el contentamiento -son sus palabras- que tengo de la persona de D. Juan de Borja y del cuidado con que trata las cosas de su servicio y ha tratado siempre las que tocan al mio y la consolacion que para mi ha sido mandarle Vuestra Alteza que asistiese aqui.»5
Por aquel tiempo, y en el palacio de Doña Catalina, conoció D. Juan á Dona Francisca de Aragón, que había de ser su segunda mujer poco más tarde. Doña Lorenza de Oñez falleció á primeros de Octubre de 1575, según he visto en carta de Alvaro de Veancos, Secretario que fué de D. Juan, de 15 de dicho mes y año, al Secretario Zayas, en la cual dice: «he recibido un plieguecito de vn italiano q fue criado del embaxor el qual me auisa —490→ de la muerte de mi sª doña Lorenza (q está en el cielo) y que partia el embaxor sabado adelante por sus hijas.» En el año siguiente debió verificarse el matrimonio de D. Juan y Doña Francisca, pues de las pruebas para el Hábito de Santiago del hijo mayor de ambos, D. Francisco de Borja, resulta que éste nació en 1577, según unos testigos, en el mar, según otros, en Génova, en las casas del Príncipe Juan Andrea Doria, que fué su padrino. Caminaban entonces D. Juan y Doña Francisca para Alemania, adonde iba D. Juan de Embajador, á pesar de los ruegos de Doña Catalina á Felipe II para que le hubiese dado otro puesto, a causa de lo mal que probaba á Doña Francisca el pasage de la mar6.
No conozco mejor retrato de las calidades de Doña Francisca que el que escribió D. Juan ya viudo, el 17 de Diciembre de 1575, en carta al Secretario Zayas. «Doña Fraca de Aragon es hija de Nuno Rodriguez Barreto y de doña Leonor de Milan. Háse criado desde muy pequeña en casa de la Reyna de Portugal. Es la mas valida dama q su A. a tenido y mas estimada assi por su entendimiento y valor como por su buen parecer. Es la persona de que mas gusto muestra tener la Reyna. Sirvele la copa y viste y toca a su A. y en todo el tiempo en que la camarera mayor y las damas van á comer y cenar queda ella sola con la Reyna assi por ser su offiçio como por lo mucho que su A. gusta de su entretenimiento y conversacion por tenerla muy buena y muy facil. Es tenida por la mujer que mejor a sabido hacer el offiçio de dama que ha havido en nros tiempos en portugal y çierto entiendo que podría poner escuela desta facultad segun lo bien que sabe seruir a su Reyna y ha sabido ser seruida como dama. El Rey y el Cardenal y los demas príncipes la honra mucho.» En este hermoso panegírico habla ya el corazón enamorado de D. Juan y se descubren claramente las aventajadas prendas de escritor que poseía, de que dan no menos elocuente testimonio todas sus cartas y el curioso libro que comenzó durante su estada en Portugal y que coloca el nombre de su autor entre los que cultivaron con acierto el género en que otro embajador y literato español, Saavedra Fajardo, ostenta la primacía.
—491→Me refiero á su ya raro libro: «Empresas morales,» dado á la estampa en Praga, 1581, y sacado nuevamente á luz con otras que dejó manuscritas para dar á la imprenta, en Bruselas, 1680, por su nieto el Doctor D. Francisco de Borja, Arcediano Mayor de Valencia. En carta de D. Juan á Manuel Coresma Barreto, el 18 de Julio de 1575, recién salido de Portugal, después de declarar «el sentimiento y soledad con que partió en él y que se deue á la honrra y merced que en él he reciuido», se queja de que á la salida le hubiesen preso un hombre de su compañia, «Luis Jorge, oficial mechanico de iluminar y pintar cartas de marear el qual ha mas de cuatro años que es mi criado, y que me tiene començado a hacer vn libro de empresas.»
Tengo también por suyas las poesías que con el nombre y apellido de D. Juan de Borja vienen al frente de Las obras de don Ioan Fernandez de Heredia (Valencia, Mey, 1562), y del poema de Baltasar del hierro: «Libro y primera parte de los victoriosos hechos del muy valeroso camillero don Aluaro de Baçan (Granada, 1561). Su abuelo, de igual nombre y apellido, y también escritor, con quien podría confundírsele, había fallecido veinte años antes, en 1543. Poeta, y de los famosos de su época, cualesquiera que sean sus merecimientos reales positivos, fué el hijo mayor de Nuestro D. Juan D. Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache. Poetas y prosistas ilustres fueron también los amigos predilectos del autor de las «Empresas morales,» entre ellos Jaime Falcón, Fray Luis de Granada y Manuel de Sousa Coutinho, después Frei Luis de Sousa.
Decía el B. Juan de Ribera de los hijos de San Francisco de Borja, que cada uno de ellos bastaba para honrar una familia. Bien podemos nosotros añadir, en justicia, que el mayor de todos, alterando el orden de nacimiento, fué, á no dudarlo, el primer Conde de Ficallo, cuyos merecimientos insignes deben ser recordados y queridos por igual de españoles y portugueses, sobre todo en estos días de reparaciones históricas.
Madrid, 18 de Mayo de 1894.
—492→(Archivo de la Torre do Tombo, Libro 7.º de Donaciones de Felipe II de Portugal, fol. 65.)
(Archivo de la Torre de Tombo, libro 19 de Donaciones de Felipe II de Portugal, fol. 12 v.)
—494→
(Archivo de la Torre de Tombo, libro 13 de Donaciones de D. Juan IV, fol. 83.)
(Archivo de Simancas. Estado, 386, fol. 124. Copia.)
+
(Archivo de Simancas: Estado 388, fol. 67. Minuta.)
(Archivo de Simancas, Estado 392, fol. 67. Original.)
(Archivo de Simancas. Estado 389, fol. 136. Original.)