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«El reino animal», libro de cuentos de Sergio Ramírez

Emiliano Coello Gutiérrez





Más de cuarenta años han pasado ya desde la publicación en 1963 del primer libro de relatos del autor nicaragüense Sergio Ramírez, que llevaba por título, precisamente, Cuentos. En ese margen temporal, la producción de narrativa corta de Ramírez ha sido continua: en 1972 aparece De tropeles y tropelías; en 1976, Charles Atlas también muere; en 1992 se publica Clave de sol; en 2001, Catalina y Catalina y en junio de 2006 ve la luz El reino animal, del que va a hablarse aquí.

Hasta 2001 incluido, pueden establecerse dos etapas bien diferenciadas en el conjunto de la narrativa breve del autor. Los tres primeros libros se caracterizan ante todo por el dominante sociopolítico y por constituir una escritura más próxima al realismo que a la vanguardia formal. Las narraciones se transforman en un arma de combate cuyo objetivo más inmediato es socavar los cimientos de una dictadura, la somocista, que había asumido el control del país nicaragüense durante un extensísimo periodo. Por ejemplo, Cuentos fustiga a los propios conciudadanos del escritor, inmersos en una suerte de fatalismo que les impide reaccionar contra un poder despótico que los oprime. De tropeles y tropelías es una descarnada sátira del tirano, denominado aquí Su Excelencia, que hace clara alusión a la dinastía Somoza. Y Charles Atlas también muere dirige sus dardos críticos hacia una oligarquía nacional esperpéntica, idiotizada por sus ínfulas y por la fanática adoración de todo lo que sea norteamericano.

Clave de sol, publicado dos años después de la derrota electoral del Frente Sandinista en 1990, marca un nuevo rumbo en la narrativa corta de Ramírez, que habrá de consolidarse con la aparición de Catalina y Catalina. Efectivamente, en estos cuentos el marco espacial se amplía, ya no es sólo Nicaragua el aglutinante de todas las historias. De igual modo, la técnica narrativa se renueva, abriéndose al experimento, al juego metaficcional incluso. Y en estos dos últimos libros la atención que se presta al individuo aislado es prioritaria. Puede observarse que el hombre aparece aquí más solo, más desasistido, quizá como consecuencia del gran derrumbe de las utopías del que se hacen eco este par de tomos en los que desaparece la tonalidad política y el arte se celebra a sí mismo.

Hay que decir que el humor, ya sea como procedimiento de crítica de costumbres, ya sea como emanación del espíritu popular, es un eje que vertebra el conjunto de la narrativa breve de Sergio Ramírez.

El reino animal participa de los rasgos de las dos épocas. Se retoma la preocupación social, que, no obstante, se transmite de modo mucho menos evidente que en los textos de la primera etapa. En esta había un culpable claro de las desgracias de los nicaragüenses: el dictador de turno, al abrigo de la casta de hombres influyentes a la que representaba, cuyo cometido, junto con el del ejército, era mantenerlo en el trono de la nación durante el mayor tiempo posible. En El reino animal, estrictamente contemporáneo, las vicisitudes de los personajes tienen que ver con las paradojas de un poder que ha devenido global y cuyos resortes, mucho más complejos que otrora, son por ello mismo menos visibles, más difícilmente cuestionables, aunque, de igual manera, opresivos.

El reino animal tiene en común con los textos de la segunda época (a saber, Clave de sol y Catalina y Catalina) el gusto por la innovación, por adaptar la literatura, diríamos, a la más estricta actualidad. Basta leer el primer cuento del libro, que lleva por título «La estrategia de la araña», para probarlo. Esta narración se compuso a partir del molde de escritura de ciertos mensajes que usuarios anónimos cuelgan en internet. Suele tratarse de informaciones que adoptan un valor de consejo o advertencia. Se utiliza un estilo objetivo, propio del lenguaje periodístico o de la ciencia, para infundir credibilidad a la historia que se transmite, pero siempre hay una alusión sexual, irónica, que nos persuade del absurdo de lo mentado. No obstante, como demuestra la experiencia, siempre hay receptores benevolentes que dan crédito al bulo1.

Nuestro libro parodia el argot de los medios de comunicación de masas, quizá con la intención de cuestionar que estos pretendan difundir asépticamente los hechos que atañen a un mundo cada vez más disparatado. Ramírez retoriza el lenguaje de la noticia y es esa insistencia en el embellecimiento de la forma, que no se corresponde con lo insólito o lo banal de los acontecimientos, lo que hace surgir el humor y la crítica. Es un proceder narrativo que remite directamente a Cervantes.

En «Él dice la lucha, la herida venganza...», por ejemplo, se nos narra en un tono que nada tiene que ver con la chatedad del registro de lengua de los noticieros, el caso de Ascensión Maravilla Raudales, al que acomete y propina fieras dentelladas un cerdo de su pertenencia cuando se disponía a destazarlo. La triste realidad es que, en un país como Nicaragua, las bestias pueden sufrir el hambre y la escasez tanto o más que los propios individuos. En «Shakira y La Mosca» el texto de una noticia, en cursiva, que nos habla de la fuga de un muchacho nicaragüense en pos de la célebre cantante colombiana, es intercalado en el cuerpo de la narración, que reproduce el monólogo de la madre del niño al que sus vecinos apodan «La Mosca». Contrastan las altas aspiraciones del joven, decidido a romper por amor las barreras del star system, y la penosa vida que padece en su pequeño pueblo, de la que nos habla su madre, quien vino a parar a la pobreza cuando su marido la abandonó por otra.

El libro ironiza también a partir de ciertas informaciones científicas que suelen aparecer de relleno en los noticiarios, las cuales hacen patente que los menesteres de la ciencia no son siempre sublimes. En «Octopus erectus» leemos: «Un grupo de investigadores científicos descubrió que los tentáculos de los pulpos machos de aguas poco profundas son eréctiles [...]. Según su hallazgo, los pulpos machos utilizan durante la copulación la punta de sus ocho tentáculos [...]. En la práctica, vienen a ser ocho penes en actividad» (Ramírez, 2006: 173). Y en «Cuento de Navidad»: «Biólogos estonios que investigaron las imágenes canónicas de los ciervos que tiran los trineos de Santa Claus afirman que estos hermosos rumiantes son machos castrados, informó hoy en programa especial la emisora de Radio Eco de Moscú» (Ramírez, 2006: 177). Esta burla es interesante sobre todo en un mundo, el nuestro, en que la ciencia ha llegado a sustituir a lo religioso, por una parte por el rol de incuestionabilidad que asume, y por otra porque, a veces, excede sus funciones y llega a ser directamente coercitiva.

Para una mejor comprensión de las veinticuatro historias que componen El reino animal (de las que no se analizarán sino las más representativas), podemos dividir el conjunto en bloques temáticos distintos. De esta suerte, tendríamos cuentos en relación con el pujante sector audiovisual; cuentos que establecen un marcado contraste entre la superestructura y la infraestructura en un país subdesarrollado como Nicaragua; cuentos que crean un paralelo entre la vida humana y la vida de los animales; relatos que exponen los abusos que el hombre ha cometido con los irracionales y el desquite que la naturaleza puede tomar de nuestra especie; e historias que tienen que ver con la desprotección de los niños sin techo nicaragüenses. Fotografías de miembros del reino animal en las que se habla del aspecto y de los patrones de conducta de estos seres, preceden siempre a las narraciones, pero hay que decir que no son los brutos, sino el hombre, el objetivo y la finalidad de toda literatura, incluida, por supuesto, esta.

Es interesante la reflexión que se puede derivar de la lectura de los cuentos del primer grupo. En «La estrategia de la araña» se habla de la ilusión que ha creado internet de que vivimos en un mundo verdaderamente global, en que la realidad de los individuos de enclaves distintos, por muy lejanos que estén en la geografía o por muy diferente que sea su idiosincrasia, es la misma o casi la misma. Esto proporciona una fantasía de igualdad que consolida el funcionamiento del sistema. En el cuento de Ramírez, se equipara la vida de un exitoso abogado estadounidense, a través del hecho dramático de la picadura de una araña, con la de cualquier ciudadano de Norteamérica, cualquiera que sea su clase o condición. En la contrapartida negativa, el aspecto represivo de estos mensajes, que no es otra cosa que una manifestación más del tono apocalíptico de los tiempos, es una herramienta útil que favorece el consumo. De continuar con la lógica del cuento, podría imaginarse la oleada de compradores compulsivos de revistas de divulgación científica, insecticidas y otras suertes de mecanismos de defensa antiarácnidos que surgiría al hilo del hecho.

En «Shakira y La Mosca» se cumple cabalmente el aforismo de Guy Debord, que habla de la imagen como forma final de la reificación de la mercancía (Jameson, 1996: 215). En efecto, al muchacho de nuestro cuento no lo seduce tanto la música de la cantante colombiana, y menos la persona que hay detrás de sus espectáculos de sonidos y luminotecnia. Lo que lo atrapa (como la miel a las moscas) es la imagen de mujer primitiva, que podría corresponderse con ciertas animaciones de videojuego, que se desprende de su quehacer comercial. Es entonces cuando el muchacho confunde su categoría de consumidor, en que cualquier cosa es posible en el plano imaginativo, con sus potencialidades humanas, que incluirían la interacción real con el producto. La consecuencia es, evidentemente, el desengaño.

En los cuentos del segundo grupo, el humor surge a partir del contraste de circunstancias opuestas, que expresan las contradicciones interiores de un país como el nicaragüense. Mientras a nivel institucional los poderes trabajan por transmitir una apariencia de prosperidad cuyo modelo es la cuota de desarrollo de los países del primer mundo, la miseria irrumpe en situaciones inesperadas, convirtiendo ese discurso en mera retórica, en una farsa. En «Mañana de domingo» una yubarta arriba a una de las playas de la costa del país. Inmediatamente aparecen periodistas, científicos y hasta miembros del Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales, para hacerse eco del acontecimiento insólito. El doctor Incer, buen conferencista, se recrea en sus saberes y explica a las cámaras las peculiaridades y costumbres de este tipo de ballenas. Aconseja que este ejemplar debería ser trasladado a la estación de biología marina de San Diego, en California. Contrariamente a esto, la muchedumbre se arracima amenazadora, y armada de cuchillos, picas, chuzos y hasta palos, carnea al monstruo, a pesar de la oposición del ejército y a pesar de la advertencia de los científicos, que aseguran que la carne del animal podía encontrarse en mal estado.

No es una ballena, sino una foca la que viene a parar a un pueblito de pescadores cercano a Masachapa en «Y si algo le daban estaba contenta». Un muchachito quiere adoptarla, pero el problema es que el mamífero, para sobrevivir en el clima tropical, necesitaría, a más de grandes raciones de pescado, grandes cantidades de hielo para el equilibrio de su temperatura corporal. La economía de los pescadores no está para esos lujos. Por esa razón, cuando un cirquero hambriento, radicado temporalmente en Masachapa, se ofrece a quedarse con ella, se la donan encantados. La intención de este no era, como decía, incorporar a la foca, como un miembro más, a las funciones del circo, sino destazarla y echársela de comida al forzudo Barrabás, para que pudiese seguir con sus números de fuerza. La foca se libra de tan triste fin gracias al muchacho, que no se separa de ella y que logra en último término que el animal cambie sus costumbres alimenticias, adaptándose a comer sobras y desperdicios como los perros vagabundos de los alrededores.

En «Y así, me apalearon y me echaron fuera...» varios ciudadanos heroicos de la comunidad de Los Brasiles, desafiando el riesgo de la contaminación o de un feroz mordisco, se internan en las nauseabundas aguas de un albañal en busca de un lagarto negro, hembra. Había una recompensa de tres mil córdobas para el que lo capturase. Cuando el animal aparece para tomar el sol, varios lo lazan y le destrozan a palos la mandíbula. Al bochinche acuden las autoridades, pero sobre todo veterinarios y ecologistas. Cuando informan a uno de los captores de que la tal remuneración no existe, este, enojado, corta el cordel con que ató al saurio a un árbol y esto provoca las graciosas espantadas de los técnicos. Al fin el bicho, vista la pasividad de los bomberos, que a gran distancia hacen ademanes de cogerlo, se vuelve a las aguas de su infecto cubil.

En los relatos del tercer bloque se insiste en la idea de que el hombre, a pesar del ropaje de civilización con que se cubre, no puede ocultar su estrecho parentesco con las bestias. En «Duelos y quebrantos» se habla de las costumbres de los elefantes. La memoria del clan, la guía de sus acciones y el cuidado de las crías residen en la matriarca, que llega a ser imprescindible. Por el contrario, los machos, cuando dejan la adolescencia, y hasta la vejez, tienden a vivir en soledad, en procura continua de compañeras de turno.

«Tribulaciones de la señora Kuek» trata el problema con que se encuentra la directora del zoológico de Bremerhaven, en el norte de Alemania. Había allí catorce pingüinos, cuatro hembras y diez machos. Al principio se formaron cuatro parejas heterosexuales, pero hete aquí que los seis pingüinos machos restantes se emparejaron entre ellos. La señora Kuek se molesta mucho y manda comprar cuatro pingüinos hembras del zoológico de Estocolmo. Obliga a los homosexuales, visto que no mostraban ningún aprecio por la novedad, a meterse en el nido con las suecas, sin éxito, porque todos volvían con sus parejas masculinas. Todos menos Kass. La señora Kuek se alegra de haber cambiado la conducta de uno de los animales, pero el fiasco viene cuando cae en la cuenta de que Kass se aparea con otro macho, Wendel, por eso, pese a sus intensas sesiones amorosas, no procreaban.

Entre los cuentos del cuarto grupo, que tratan el tema de los abusos que la especie humana ha cometido con los irracionales, habría que elegir el cuento «Treblinka» por ser posiblemente el más representativo. La narración reproduce la conferencia de un empresario «nica» que se dedicaba a la venta de pollos congelados (se le denominaba «el Midas del pollo crudo») hasta que descubrió, mediante una extraña revelación, que su prosperidad se sustentaba en la muerte de miles de seres. Fue en los funerales del coronel Sanders, fundador de la célebre cadena de pollos fritos «Kentucky», cuando la voz de ultratumba del finado gringo le ordena terminantemente a nuestro hombre: «No perseguirás más, no matarás» (Ramírez, 2006: 165). Y este, como otro Saulo, se convierte, de forma que, al regreso a su país, libera a las miles de aves enjauladas de su planta de producción, por lo cual fue tomado por loco, sobre todo por los ejecutivos de su empresa. En el cuento se describen con pormenores los horrores que sufren los plumíferos antes de su muerte, entre los que se encuentra el canibalismo forzoso: «Las plumas, intestinos y aguas servidas, que se deberían descartar durante el proceso, son reciclados rutinariamente como alimento para estas criaturas [...]; no sería raro que pronto apareciera la enfermedad de los "pollos locos", pues es el canibalismo el causante de esa enfermedad, como ocurre con las "vacas locas"» (Ramírez, 2006: 162). El cuento destaca por ser un correlato de estos tiempos y por la ironía con que Ramírez maneja las jeremiadas del protagonista, que recuerdan mucho los estados de alerta permanente a que en ocasiones las autoridades sanitarias someten a la población. Aunque bien es verdad que el imperativo de producir y consumir mucho ya bajo costo, que no se consigue sino atropellando con cualesquiera reglas, hace saltar a veces las alarmas. Es un círculo vicioso.

Los cuentos del último bloque recuerdan el formato de las noticias de los diarios televisados. Se trata de hechos trágicos que, dada la frecuencia con que ocurren, han sido asumidos ya con normalidad por el espectador. Las narraciones de este grupo tienen en común la denuncia de la índole terrible de una buena parte de la infancia en el país nicaragüense. En «Parque de las Madres», un muchachito, apodado «Gallinita de monte», muere a causa de la refriega entre bandas de pandilleros rivales. Un adolescente, al que se conoce por su mote, «Burro Loco», le dispara por gusto mientras ejercía su oficio de vender algodón de azúcar. En «Fosa común», se alude a la triste condición de los niños «huele pega». Dos de ellos aparecen ahogados en la laguna de Tiscapa. Al parecer, «Chorizo» empuja a «La Pulga» y después, remordida su conciencia, se lanza a salvarlo. Mueren los dos, y sus restos van a parar a la fosa común. «Caballero elegante», última narración del libro, cuenta la historia de «El Zanate», un menor de edad que realizaba pequeños robos para sobrevivir. En una ocasión es sorprendido por el propietario de un auto cuando se disponía a sustraerle el tocacintas. Este, laza al niño con una cuerda como si se tratara de un animal, y de esa guisa lo conduce a las dependencias policiales.

Como conclusión, habría que decir que El reino animal, visto en perspectiva con respecto al conjunto de la cuentística del autor, comparte con los textos de la primera etapa el tono mayoritario de preocupación social, mientras que tiene en común con los libros de la segunda época el gusto por la experimentación y el apego a la circunstancia presente, no sólo de Nicaragua, sino del mundo. El humor es un sello inconfundible de la narrativa breve de Sergio Ramírez. A veces se cristaliza en la parla sabrosa de personajes que, pese a su amarga cotidianidad, hacen frente a la vida gracias, precisamente, a ese desenfado. Otras, el humor sirve como un potente instrumento de crítica social que enjuicia los procederes de un mundo paradójico que, siendo cada día más abarcable por causa de la llamada globalización y de las nuevas tecnologías, es también a cada rato más confuso, complejo e incomprensible. Su amada Nicaragua es siempre el tema preferido de la literatura de Sergio Ramírez. Un país que se debate entre sus sueños de progreso y su dura realidad. Una nación que, pasado el auge del monocultivo, pasada la esperanza del gobierno socialista y pasadas las promesas de los gobiernos neoliberales, pertenece, quizá hoy más que nunca, a la más recóndita periferia mundial.


Nuestro texto

«Miss Junie persigue a Miss Junie», que puede leerse a continuación, es uno de los relatos más característicos de El reino animal. Participa de la misma orientación que cuentos como «Mañana de domingo», «Y si algo le daban estaba contenta» o «Y así, me apalearon y me echaron fuera...». Como es habitual en el libro, las peripecias de los miembros de la fauna dispensan el marco en el que se encuadran los problemas humanos. El sabio uso de la técnica del cierre y del desenlace, que provoca el efecto sorpresa y la contradicción de visiones del mundo encontradas y excluyentes, hace surgir la comicidad, que es el medio predilecto del que se vale Ramírez para exponer la distancia insalvable que separa, cada vez más, al primer mundo del tercero.








Bibliografía

  • COLÍN, José Juan (2004), Los cuentos de Sergio Ramírez. Una cuestión de identidad y renovación permanente, Lima: Alberto Sandro Chiri Jaime Editor.
  • JAMESON, Frederic (1996), Teoría de la posmodernidad. Madrid: Trotta.
  • RAMÍREZ, Sergio (2001), Catalina y Catalina. Madrid: Alfaguara.
  • —— (1997), Cuentos completos. Madrid: Alfaguara.
  • —— (2006), El reino animal, Madrid: Alfaguara.
  • —— (2001), Mentiras verdaderas. México: Alfaguara.
  • VANNINI, Margarita y KINLOCH, Frances (eds.) (1998), Política, cultura y sociedad en Centroamérica, siglos XVIII-XX. Managua: Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica.


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