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Su redactor era el español Manuel Toro y Parejas, pero figuraba como editor responsable Pánfilo Babilonia (seudónimo). El lema del periódico era «¡Viva la Confederación Argentina!».



 

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Según José María Taggino, Un ilustre letrista de tango, en La Prensa, Buenos Aires, 6-I-1978, El Torito llevaba música de Pedro J. Rius y fue grabado en Alemania a comienzos de este siglo por el sello Chantecler por la orquesta de Manuel García. La letra comienza así: «Aquí tienen el Torito / el criollo más compadrito / que ha pisao la población / donde quiera me hago ver / cuando llega la ocasión. / Pa la danza soy ladino / y en cualquier baile argentino / donde yo me he presentao, / al mozo más bailarín / he dejado abochornado. / Cuando hago una sentadita / de aquellas que yo sé hacer / es el disloque, señores / pues me tengo mucha fe». Podemos agregar a lo dicho que en la biblioteca criolla que perteneciera a Roberto Lehmann-Nitsche, que se conserva en el Instituto Iberoamericano de Berlín, figura un folleto de Luis Galván, impreso por la casa editora de Andrés Pérez, titulado Nuevas y variadas décimas versadas para cantar con guitarra. Con el popular tango El Torito, Buenos Aires, 1915. Véase: Olga Fernández Latour de Botas, Poesía popular impresa de la colección Lehmann Nitsche, III, en Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, Buenos Aires, 1968-71, n. 7, p. 296-297.



 

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Ricardo Rodríguez Molas, Luis Pérez y la biografía de Rosas escrita en verso en 1830, en Historia, Buenos Aires, 1956, n. 6, p. 99-137. Luis Soler Cañas, Negros, gauchos y compadres en el cancionero de la federación, Buenos Aires, 1958.



 

23

Antonio Zinny, op. cit., p. 306.



 

24

Olga Fernández Latour de Botas, Una pieza olvidada de la primitiva poesía gauchesca, en La Nación, Buenos Aires, 2-VI-1968.



 

25

Félix Weinberg, Un primitivo poeta gauchesco, en La Nación, Buenos Aires, 21-VII-1968.



 

26

Antonio Zinny, op. cit., p. 306.



 

27

La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 20 y 22-III-1830.



 

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La hoja, de 343 x 255 mm., comienza expresando: «El Editor del Gaucho Restaurador se ve precisado a suspender sus tareas como escritor público; tiene que ausentarse de esta ciudad a la Guardia del Monte a diligencias propias por el período de un mes, y esta circunstancia le impide el seguir la serie de sus trabajos. Sin embargo, en el corto tiempo que ha escrito tiene la satisfacción de no haber cedido sino a las impresiones de la verdad y a los estímulos de la justicia: su marcha ha sido franca y justa. Le han atacado con virulencia; y se ha defendido con calor porque así debía hacerlo para poner en claro su honradez y patriotismo, independientemente de las razones que ha aducido en favor de la noble causa que ha sostenido». Continúa luego en primera persona expresando: «Me habrán clasificado de exaltado o anarquista o demasiado entusiasta por fantasmas de un día». Y recuerda épocas pasadas en las que, expresa, «expuse mi vida y comprometí la tranquilidad de mi familia y de mis amigos en defensa de la causa más justa; sin que el olvido de mis servicios haya importado para mí más que un acto indigno aun de mi más profundo desprecio...». Por fin amenaza a sus enemigos con la aparición «como por encanto» de El Hermano del Gaucho Restaurador, El Restaurador de la Guardia del Monte y El Restaurador Neto, lo que probaría hasta la evidencia que la causa que sostiene tiene poderosos defensores y que está formada una «opinión indomable, poderosa, irresistible». Finalmente exclama: «¡Desgraciados una y mil veces los que quieran arrostrarla!... ¡Se perderán para siempre!... ¡Caerán para no levantarse!».



 

29

Óscar R. Beltrán, op. cit., p. 191.