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El vascuence en las inscripciones ógmicas

Fidel Fita Colomé





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La reja de San Millán en 10251; el glosario navarro-labortano del siglo XII en el códice Calixtino2; el empadronamiento de los pueblos de Álava en 12953; la fundación en 1053 de la iglesia de San Miguel de Echevarría, cerca de Elorrio4, y la del mayorazgo de Loyola en 15365; el libro redondo de la catedral de Pamplona, alegado sobre el año 11676 por el P. Moret7; el cartulario de San Juan de Sordes, redactado en el siglo XIII, y el libro de oro, en el XIV, de la catedral de Bayona, citados y extractados en parte por Luchaire8, y otros documentos innumerables de la Edad Media, que mucho importa franquear al estudio, no deben separarse de los monumentos ibéricos9, romanos10 y ógmicos, ilustrativos del vascuence.

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Pasan de trescientas las inscripciones ógmicas, casi todas lapídeas, que han aparecido en diferentes regiones de los tres reinos unidos de la Gran Bretaña. A nuestra Real Academia no se ocultan las mejores obras o autores: Hübner11, Rhys12, West-wood13, Brash14, Ferguson15, etc., que tratan de esta moderna rama de la Epigrafía; rama que, aislada por de prono al otro lado del Canal de la Mancha, se ha considerado hasta el presente como latino-céltica. Mas ya el torrente ha roto sus diques. El doctísimo Mr. Rhys acaba de publicar, y nos ofrece en donativo, su notable Memoria sobre las inscripciones ógmicas de los Pictos septentrionales, que ha sido impresa bajo los auspicios de la Sociedad de Anticuarios de Escocia16. El sabio catedrático de lenguas célticas en la Universidad de Oxford infiere de su nuevo estudio científico esta conclusión teorética: El vascuence se habló desde tiempo inmemorial en las dos grandes islas del mar Cantábrico; y sus vestigios en las inscripciones ógmicas, así de Inglaterra como de Escocia é Irlanda, son indudables.

Esta conclusión, por lo que toca al país de Gales, foco primero y dechado primitivo de aquellas inscripciones, á nadie sorprenderá si leyere la descripción que hizo Cornelio Tácito de los Silures17, antiquísimos habitantes del pais, y quizá prehistóricos. Eran, á juicio de Tácito, antiguos Iberos (Hiberi veteres) que habían hecho el trayecto al SO. de Inglaterra desde nuestra costa fronteriza del Océano. Su cabello, ensortijado por lo común, ó vedijoso (torti plerumque crines), se retrata en los bustos varoniles   —581→   de las monedas con leyenda ibérica, que Vascones y Celtíberos acuñaron18. Los rostros atezados (colorati vultus) por la herencia ó por el hervor de la sangre densamente roja de los Silures presentan aun ahora ese mismo tipo en el país de Gales y en los condados de Cornualles y Devon; pero aún mejor que el yerno de Agrícola nos habla de esos rostros colorados la viva lengua vascongada, que á falta de otros documentos satisface no raras veces á la investigación histórica y etnológica. El vascuence llama guizón al varón, á la mujer emazte; pero al hombre, varón ó mujer, específicamente considerado, larrugorri ó narrugorri (piel roja). Los Silures se diferenciaban de los Britanos, oriundos de los Celto-galos y Celto-belgas, por su indómito valor y constancia tan inflexible al rigor como á la clemencia de los Romanos19: «Silurum gens non atrocitate, non clementia mutabatur quin bellum exerceret castrisque legionum premenda foret.» Desde el año 42 hasta el 78 de la era cristiana, el Genio de la celtibérica Numancia y de la cantábrica Vélica pareció haberse trasladado a las cuevas, semejables á nidos de águila, en las montañas silúricas, para tener en jaque todo el poder de Roma.

El nombre nacional de esta gente ibero-británica se expresa diversamente por los autores griegos y latinos que cita Diefenbach20: Silures, Silúrej, Sylores; pero en boca de los bardos y cronistas galeses, que expone el mismo autor, se llaman Essylwyr21 De esta y de aquellas formas dan razón, á mi ver, las éuscaras cilo-ar ó zulo-ar (habitante de la cueva), har-cilo-ar ó aitz-zulo-ar (habitante de la gruta excavada en la peña). No de otra manera varios vocablos éuscaros, derivados de aitz (sílice, roca, piedra) llevan consigo la manifestación de las primeras edades prehistóricas: aitzur (azadón), aizcor (hacha cortante), aucona (azcona, venablo ó vira con punta de pedernal).

La propia tradición ibérica encontramos en la costa meridional de Irlanda, donde más abundan y más honda y regularmente   —582→   labradas aparecen las inscripciones ógmicas. Hacia el ángulo SO. de la isla Hibérnica, por debajo del río Shannon, ocuparon aquel distrito las tribus de los Siol-Eibher (hijos de Iberia), que justamente Brash22 identifica á los Silures, y supone ser agregado de las dos gentes, Iberni y Velibori, del cosmógrafo Ptolemeo, junto al cabo Ierne, que dió su nombre á la isla23. En estos parajes, cerca del mar, en la bahía de Dingle, se descubrió hace casi dos siglos la más bella inscripción ógmica hasta hoy descubierta, lápida de duro cuarzo, rojiza, que parecía entallada de ayer, pero que descubre, tanto por su lenguaje arcáico como por su primor artístico, una época poco lejana del tiempo de Ptolemeo.

El mapa ógmico-epigráfico delineado por Mr. Atkinson, con el cual da remate la obra de Mr. Brash, manifiesta la distribución de las regiones fecundas en este linaje de monumentos. La isla de Manx (MONAPIA), el S. de Irlanda y el SO. de Inglaterra, traducen con ellos gráficamente el pensamiento etnológico de Cornelio Tácito sobre los Silures salidos de nuestras playas cantábricas, y harto diversos de los Celto-Britanos. El mismo sistema de caracteres rige por igual en dichos países, si bien la grande isla Británica, mucho más influida por la civilización romana, les acompaña la traducción latina. Esta versión fija el valor de las letras ógmicas, que por otra parte nos habían dado á conocer los escritores irlandeses de la Edad Media, denominándolas Ogham y usándolas durante el transcurso de dilatadas centurias24.

El sistema gráfico de los ogmas monumentales es digital y reductible   —583→   al género (scriptura digitorum) que á principios del siglo VIII formulaba el Venerable Beda25. El alfabeto se compone de veinte letras: cinco vocales y quince consonantes; las cuales se distribuyen á su vez en tres series de cinco letras. El eje de todo el sistema es la línea que forman en la mano izquierda tendida los dedos pulsaré índice yuxtapuestos. En las piedras el eje es la arista de un plano diedro.

Apoyando sobre el eje sucesivamente 1, 2, 3, 4, 5 yemas de los dedos de la mano derecha, resultan las cinco vocales, que se designan sobre la arista del monumento por puntos circulares ú ovalados o por incisiones cortísimas.

Imagen 1

Aplicando, á partir del eje, los dedos de la mano derecha sobre la palma de la siniestra, tendremos la primera serie de consonantes. La segunda serie se alza en sentido inverso sobre la convexidad de la mano izquierda. La tercera se dobla, ó coge lo cóncavo y lo convexo.

Imagen 2

Tal es el sistema en toda su bella desnudez. La facilidad de moverse la mano izquierda y de aplicársele en su eje y dos caras la volubilidad de las yemas y dedos de la derecha dieron, sin duda, á esta prestidigitación oral, visual primero y más tarde   —584→   gráfica, una rapidez de sentido y comprensión á la que jamás alcanzaron la viva voz ni la taquigrafía de los antiguos.

El sistema gráfico, andando el tiempo, ligeramente se modificó, pasando el eje ó arista de la piedra á representarse por una raya en el plano. Los puntos vocales, transformados en cortas incisiones, perpendiculares al eje, se prolongaron, modificando excepcionalmente sus elementos (> (a) = | ; >> (o) = || ; X (e) = |||). Prolongados así, amagaban confundirse por su figura con la tercera serie de consonantes; y de consiguiente fué menester ladear estas ó inclinarlas sobre el eje:

Ilustración

Señales aclaratorias, introducidas para marcar el principio del renglón, ó la separación de vocablos (> , :), reduplicación de algunas letras cruzándose repetidos los dedos que las figuran, aislamiento de las mismas (Símbolo a, Símbolo t, Símbolo q, Símbolo r) forman excepción á la regla general y anuncian un período gráfico decadente.

Del S. de Irlanda ó del SO. de Inglaterra, por la isla de Manx, debió pasar á los Pictos este sistema. No lo adoptaron los Albaneses ó Escotos, de puro linaje céltico, que en el siglo V, lo propio que los Pictos, rebasaron las vallas de Antonino y de Adriano y consumaron el excidium Britanniae lamentado por Gildas. Si entonces, como se cree, aunque no lo veo bien probado, comenzaron á emplearse las inscripciones ógmicas, ¿por qué no las aceptaron los Albaneses? La razón se explica perfectamente sentando que los Pictos eran por su origen iberos, como los Silures del país de Gales y los Siol-Eibher de Irlanda. Su sangre se mezcló con la de los invasores celtas; pero algo quedó en su lenguaje, en su escritura, en sus instituciones sociales y en su índole de carácter, que testifica su procedencia. Á juzgar por las tradiciones nacionales, que de ellos aprendió el Venerable Beda26, salieron   —585→   de la costa Cantábrica, en cuyo centro se avanza, como columna Hercúlea del Septentrión, opuesta al cabo de Cornualles, el promontorio Escitico (cabo de Peñas); no hallando hospitalidad en los Albaneses del Norte de Irlanda, les tomaron en matrimonio las hijas; y en la sucesión de sus propios reyes guardaron inviolablemente las altas prerrogativas de la mujer echeco-andrea (señora de la casa), características del país vascongado. Las relaciones del Norte de España con la Gran Bretaña en ningún tiempo se interrumpieron. El volumen VII del Corpus inscriptionum latinarum presenta numerosos datos sobre la estancia de las cohortes de Várdulos y Vascones, en Inglaterra primero y luego en Escocia, desde la época de Trajano. Acaso deba referirse al emperador César Julio Constantino, hermano de Constante, el fondo de las noticias, nada sorprendentes, que da el libro V del códice Calixtino: «Iulius Cesar, ut traditur, tres gentes, nubianos (Devon?) scilicet, et scotos (Gales?) et cornubianos caudatos (Cornualles) ad expugnandum hispanorum populos misit,... qui..... venerunt ad montes marinos, qui sunt inter nageram et pampiloniam in terra biscagie et alave ubi habitantes multa castra hedificaverunt.»

La piedra ógmico-picta de Lunasting27, lugar de la isla mayor del archipiélago de Shetland, que se ha traído al Real Museo de Edimburgo, y allí con otras de su especie se atesora, inspira un reto28 que no habrá de parecer arrogante bajo la pluma del sabio profesor de Oxford. «Expliquen, dice, los partidarios del sistema galés, ó címrico, esta inscripción, y si aciertan, yo confesaré que no entiendo una sola palabra de mi patrio idioma.» Nadie mejor que él se halla en estado de aplicar por diferenciación el análisis filológico, excluyendo del céltico lo que no le toca, y enarcando de dónde proviene. Encuentra en las lápidas ógmicas, y mayormente en las pictas:

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1. El uso del artículo pospositivo a ó e.

2. El genitivo denotado por en.

3. El artículo siléptico, pospuesto al genitivo: Ogt-en (de Ogt), Ogt-en-e (el de Ogt), así como en vascuence Martin-en-a (el de Martín). La construcción es la misma, pero inversa del griego Griego.

4. Supresión de la desinencia de los casos por causa de aglutinación. Así el vascuence, al traducir el texto evangélico de San Juan (XI, 1) Marthae sororis ejus, no pondrá en genitivo más que la última palabra (Marta bere aizparen = Martha-su-soror-is), porque considera las tres aglutinándose en una sola.

5. La colocación del verbo al principio de la frase, ó hipérbaton resultante de la estructura verbal que aglutina al de la raíz los signos del sujeto y del régimen.

6. Las formas eddar, ehtarr, edde, idda, equivalentes á la éuscara d-a, latina es-t, donde el sujeto de 3.ª persona precede á la raíz ar, arr, e, a. El sujeto se expresa por edd (cuyas modificaciones son idd, eht); y manifiesta que la d inicial de vocablo en ógmico se halla sujeta a la misma ley fonológica que rige en gascón y en vascuence con respecto á la r: arric (rico), erregui-á (el rey). La raíz es ar ó er, como lo indican otras formas del éuscaro, aunque no lo demuestran completamente: z-ara, z-are, c-era (tú eres); g-ara, g-are, gu-era (nosotros somos).

7. El uso del adverbio vascongado emén (aquí); y el caso locativo denotado por la n pospositiva: escu-á-n (en la mano).

Las lenguas célticas en contacto con la ibérica no las absorbieron sin retener algunos indicios de su amalgama ú operación absorbente. Este principio, que establece Mr. Rhys analíticamente, y saca de las inscripciones ógmicas, le da margen para explicar las formas arcáicas del gael, que giran fuera de la órbita gramatical de las lenguas célticas. Tales son, entre otras, attá (es), ta con igual significado y en composición con los dativos de los pronombres denotando poseer ó tener (ta-thum = tengo), la t final ó sujeto de 1.ª persona de singular en ciertos futuros29, to ó do posesivo de la misma persona.

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En la inscripción bilingüe de Trefgara, condado de Pembroke, leemos en latín y en ógmico:

Ilustración

El nombre ógmico del difunto en genitivo (Noct en), seguido del artículo e, que expresa la piedra tumular ó el sepulcro, corresponde al latín Hogtivis. La sustitución de la inicial n ógmica a la h del latín, probablemente afónica, se descubre igualmente en el ara votiva30 que dedicó M(arcus) Nantonius Orbiotalis, y se llevó desde Doncaster al Museo de la ciudad de York. Esta ciudad (EBURACUM) era cuartel de la legión IX Hispana, imperando Trajano y Adriano; y quizá Nantonio fué vascongado. Lo cierto es que el dialecto de Álava en los cuatro siglos XI-XIV mudó á menudo la pronunciación bajo este concepto31, diciendo indiferentemente Narana ó Arana, Arvaxa ó Narvaxa.

Madrid, 23 de Junio de 1893.





 
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