Estrenada por
Teatro D'Dos, con puesta en escena de Julio César
Ramírez, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, el 22
de enero de 2003.
Elenco:
Héctor Echemendía, Gilberto Subiaurt, Yaqueline Yera
y Joel Infante.
Acto I
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Luz plena, agresiva, que da la imagen de la casa por
dentro, sorprendida por la irrupción de
alguien.
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VIEJO.- ¿Qué pasa, Muchacho?
¿Madrugaste?
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MUCHACHO.- Manía de ordeñador de
vacas.
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VIEJO.- Siempre has sido dormilón.
¿Y el carro?
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MUCHACHO.- No se me olvida aquello de que el
hombre que es hombre no deja que el sol lo agarre en la cama.
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VIEJO.- ¿Y tu mujer?
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MUCHACHO.- A mi esposa y a mi automóvil
los dejé por allá afuera, comiendo hierba... Dentro
de un rato les doy una vuelta.
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VIEJO.- Por lo menos te levantaste ocurrente.
¿Te traigo café?
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MUCHACHO.- ¿Café?
(Se produce una transición, pero el tono de
MUCHACHO sigue siendo
cotidiano.) Vine a contarte algo importante.
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VIEJO.-
(Rápido.) ¿Por
qué te divorciaste esta vez?
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MUCHACHO.- Parece que no tiene arreglo.
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VIEJO.- ¿La máquina, el matrimonio
o tú?
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MUCHACHO.- Debería contestarte que los
tres y así discutimos un poco.
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VIEJO.- Te fajarás tú solo. Tengo
tremendo apuro en el trabajo de la finca.
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MUCHACHO.- Si no te estorbo puedo ayudarte.
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VIEJO.- Mejor duerme un rato. Sabe Dios a
qué hora te acostaste anoche.
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MUCHACHO.- Me gustaría meterme contigo en
las siembras.
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VIEJO.- (Sin
agresividad.) Lo que la gente del pueblo hace en un
surco de plátanos no da ni para el jabón que se gasta
en blanquear la ropa.
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MUCHACHO.- ¡Jabón y aceite, aceite
y jabón!
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VIEJO.- ¿Tú también con la
letanía de las cosas que no se consiguen?
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MUCHACHO.- ¡Yo no! (Pausa
breve.) Vine a verte.
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VIEJO.- Muy santo y bueno. Tírate por
ahí. Termino temprano y te hago un buen almuerzo.
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MUCHACHO.- Allá afuera te tengo una
sorpresa.
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VIEJO.- Las sorpresas no se dicen. Si no te las
callas, las jodes.
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MUCHACHO.- Vine en el tren y después
caminé despacio.
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VIEJO.- Como siempre, cogiéndole la
puntería a los charcos de agua.
(La siguiente frase la dice para ser cariñoso, pero
en MUCHACHO provoca una
especie de subjetiva cinematográfica a sus propios pies
llenos de lodo.)
Quítate esos zapatos. |
MUCHACHO.- Caminé mirando las lomas, los
ríos sin agua, oyendo como cantan de verdad los gallos...
¿Por qué no me sentí orgulloso de estos
amaneceres?
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VIEJO.- ¿No te parece demasiado temprano
para calentarte la cabeza? (Pausa.)
¿De verdad es grave lo que te traes entre manos?
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MUCHACHO.- No hay arreglo. Las piezas eran de la
Unión Soviética, un lugar que hace rato no existe. Yo
estudié en un lugar inexistente.
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VIEJO.- No te gustaba que le dijeran Rusia.
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MUCHACHO.- Y te escribí de allá
cosas bonitas. Verdades o mentiras, pero muy lindas.
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VIEJO.- Tengo una postal donde hay nieve y un
teatro grande y estatuas...
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MUCHACHO.- Sí. Había que haberle
hecho otras a los jefes que vendían medallas.
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VIEJO.- Eres ingeniero, tienes una vida hecha.
Es una lástima que no te hubieras encontrado una
mujer...
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MUCHACHO.- ¿De cualquier color?
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VIEJO.- Que supiera llevar una casa,
manejar...
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MUCHACHO.- ¿Manejar o manejarme?
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VIEJO.- Te hace falta sentar cabeza.
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MUCHACHO.- Por favor. Si algo me gusta de ti es
que no eres un padre consejero. Discute conmigo, vamos a fajarnos,
a reírnos, ¡pero consejitos, no! ¿Qué
cabeza sentaste tú?
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VIEJO.- Tu madre...
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MUCHACHO.- Tan presumida...
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VIEJO.- A veces me parece que la veo en el mocho
de espejo que tengo tirado en el patio.
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MUCHACHO.- Me estoy volviendo más viejo y
más gruñón que tú. Me quejo de que al
robo se le llame invento, a algunas putas, jineteras, pero me he
pasado la vida diciendo una cosa en una reunión y otra a la
mujer con quien me acuesto.
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VIEJO.- Pensar mucho es cosa de gente sin
oficio. Yo no puedo andar dándole vueltas a los pensamientos
porque tengo que limpiar el arroz y buscarle agua a los
animales.
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MUCHACHO.- En los noticieros dicen que debemos
sembrar arroz.
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VIEJO.- Ahora que tengo luz eléctrica voy
a comprarme un televisor.
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MUCHACHO.- ¿Y te vas a enviciar con las
telenovelas?
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VIEJO.- De vicios no hablemos. El único
que me queda es trabajar.
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MUCHACHO.- (Asociando en un
código muy de ellos que el espectador no tiene por
qué entender ahora del todo.) ¿Fueron
los gallos o la mala suerte?
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VIEJO.- Ya da igual. Allá dentro envidian
a los que les echan nada más que tres meses, como si
algún tiempo fuera poco para estar trancao como un
pájaro.
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MUCHACHO.- Yo tenía cinco años
cuando prohibieron las peleas...
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VIEJO.- El juego es un veneno.
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MUCHACHO.- Sí. Pero el gobierno no es el
papá de uno.
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VIEJO.- No tires para fuera la candela que te
quema por dentro. No me gusta tu cara. Es mejor que hoy te quedes a
dormir aquí.
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MUCHACHO.- Lo que vine a decirte es importante
de verdad.
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VIEJO.- (Tratando de regresar al
juego.) Ya fallé el primer tiro, pero al
segundo tumbo a la paloma del gajo. ¿Cambiaste de mujer o es
que te vas de viaje?
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MUCHACHO.- Ponchao. Llevas de dos cero.
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VIEJO.- (Pretende continuar la
broma.) ¿Ya no te gustan las mujeres?
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MUCHACHO.- Me gustan... ¡Hasta las
blancas!
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VIEJO.- A Dios gracias. Ya te comprarás
otro carro. Al hijo más joven de los Quiñones le
dieron uno que es una pintura.
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MUCHACHO.- No es de él. Se lo presta una
señora que se llama Corporación y también le
dicen Empresa Mixta. La dama con la que todos quieren bailar.
(Representa cantando.) «La
señorita Corporación / entrando en el baile / que la
bailen / que la bailen».
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VIEJO.- Yo pensé que era particular. La
chapa es amarilla.
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MUCHACHO.- Cambiaron los colores y muchas
cosas.
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VIEJO.- Algunos, porque mi surco y mi machete
siguen del mismo color y me están esperando.
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MUCHACHO.- (Con algo de
ternura.) ¿Tú sabes por qué al
guanajo se le arruga la cabeza?
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VIEJO.- (Saliendo de escena en
pleno juego.) Es que la naturaleza tiene cosas del
carajo.
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(Sonido y tratamiento de la luz que da paso al Primer
Delirio.
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PRIMER DELIRIO
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En la proyección de MUCHACHO hay más de soliloquio
que de monólogo. Para los delirantes personajes se
podrá escoger entre el uso de muñecos y los tonos de
luz con voces en off hasta
valorar la posibilidad de que el propio actor que interpreta a
VIEJO, apoyado por las
máscaras, asuma aquí los fugaces roles que forman
parte del reino del subconsciente.)
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MUCHACHO.- Al gallo hay que cuidarlo mucho. No
debes ponerlo a la altura de los ojos porque se faja con su sombra
y te deja ciego de un picotazo. El macho de pluma fina, el que trae
las espuelas llenas de sangre y de dinero por un burujón de
peleas ganadas, puede caerse muerto en el primer revuelo.
(Febril.) ¿Qué llevan en
esos sacos tan bien envueltos? Pero, ¿qué le importa
a nadie lo que uno hace los domingos?
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(Aparece la imagen de la MADRE.)
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MADRE.- No tienes que mirarme cuando me estoy
pintando. Para lucir estamos las mujeres. Coge un bate y una
pelota.
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MUCHACHO.- No fui, no soy maricón...
¿Y qué? Por huir de la debilidad escondí mis
versos. Para mí, una carrera práctica: o ingeniero, o
piloto, o jefe, pero siempre bien macho... Y los hombres se empinan
la botella desde los 12 años, y no perdonan a una mujer que
se les pare delante, y se fajan a los piñazos...
(Busca medio a ciegas la imagen de la MADRE.) Me gustan las
hembras, pero le tengo terror a los puños de los otros
hombres. Y Carlos, aquel mulato que acorralaron por pájaro,
peleaba muerto de la risa. ¿De cuántas cosas pudimos
hablar, mamá, mientras te pintabas los labios?
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MADRE.- Me volvía loca por parir un
varón, pero a la vez tenía mucho miedo y más
después, con esa mirada tuya de dolerte por todo.
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(La imagen de la MADRE se esfuma y da paso a la de
MUJER
1ª.)
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MUJER
1ª.- Tienes la pinga chiquita y el corazón
blando. Todo eso de que el tamaño no importa es un consuelo
para tipos como tú. Las mujeres de verdad nos vamos
detrás de un rabo grande y de unas manos que sepan estrujar.
(MUCHACHO va a
responder, pero MUJER
1ª le tira las palabras encima.)
Lo peor fue cuando querías cogerme por atrás.
Te faltaba firmeza... «¿Te duele, te duele?».
Claro que duele y ahí está la gracia. Tú
temblabas como si fuera tu culo el que sufriera cuando me
clavabas. |
MUCHACHO.- Sueño con un baño de
hombres solos. (A su sombra.)
¿No has visto una hilera de duchas repletas de
jóvenes en cueros, quitándose la tierra? Ahí
es donde más desconsuela y hasta abochorna que se encoja,
que no sobresalga. Después, cuando se pone tiesa, te haces
la ilusión de que eres igual que aquellos salvajes que salen
del agua orgullosos, como si fueran el presidente de la
república. (Ahora al fantasma de MUJER 1ª.) A veces
me dabas lástima con tu sexo ancho que sonaba como patos
bebiendo en un charco. Te volverías loca si supieras lo que
se goza dentro de una negra joven. Es como un guante de pelota,
como una fruta tibia.
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MUJER
1ª.- Cochino.
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MUCHACHO.- ¿Y la ternura, Mujer?
¿Y las ilusiones?
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(El tratamiento de la luz u otro recurso crea el juego de
que la pregunta es dicha a la MUJER 1ª, pero quien la asume es
la MUJER
2ª.)
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MUJER
2ª.- ¿Qué hace un estudiante, con
olor a ciudad, acostándose con la cantimplora del pueblo? Yo
no cobro y eso es peor. (Asumiendo la tercera
persona.) «Ésa lo hace por verla
correr».
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MUCHACHO.- ¿Y qué tiene de malo
tratarte como a una novia?
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MUJER
2ª.- Hay dos tipos de hombres. Los que te
acarician las nalgas mientras estás cocinando y los que se
acuerdan de ti nada más que por las noches. Tú eres
de los primeros, que son los que me gustan, pero te pasaste con tus
versitos y besitos. No se puede borrar con unos labios tiernos en
los ojos los arañazos que me di en la barranca, apretada por
un guajiro bruto, contra una cerca de púas. Ahora era la
puta con novio, la novia del poeta.
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MUCHACHO.- Me desafiaste en la fiesta, me
sacaste a bailar y te apretabas a mí más y más
delante de todo el mundo.
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MUJER
2ª.- Quería que me tuvieras sin palabras,
sin pensar. Pero estabas borracho y te dio por hablarme de amor. Me
bajé el pantalón y mamaste como un bendito. Ya me
tenías loca cuando me di cuenta que estabas llorando; con mi
pelota de bollo en la boca, gozando y llorando.
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MUCHACHO.- (Dice la palabra en
casi todas las variantes posibles, las últimas con
delicadeza.) Puta, puta, puta, puta, puta...
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MUJER
2ª.- La palabra fea es tortillera. Huele a huevos
podridos. En un pueblo chiquito no hay lesbianas. Eso suena a cosa
fina, a una carrera casi. Yo fui a parar a la cueva de las
enfermas. Las hembritas más nuevas volvieron a cobrar y
algunas hasta se hicieron personas importantes.
(Pausa.) Ninguna me forzó. Hay
momentos en que las lágrimas te corren y te revientas si
alguien no se las toma, aunque sea la boca de otra mujer. ¡Si
los hombres supieran...!
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(Se produce un cambio en la iluminación y en la
banda sonora que apunta a un giro en el delirio. A partir de ahora
predomina el presente en las visiones.)
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MUCHACHO.- El culito de las gallinas es
caliente. La paja es lo último y puede debilitarte.
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(Aparece el fantasma de AMIGO 1º.)
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AMIGO
1º.- Si uno se acostumbra, después no
puede acostarse con una mujer.
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MUCHACHO.- La paja no te regaña, no se
compra zapatos, no te quita tus hijos.
(Disolvencia de luz. Ahora MUCHACHO firma en el aire, se
contorsiona, cae, se arrastra. Después habla muy
despacio.)
Una firma en un papel y mi hija a crecer sin
mí.
(Aparece la imagen de la NIÑA, que pudiera darse con una
foto animada.)
Vete, no te
burles. Yo quiero a mi hijita, la que jugaba en mi barriga como si
fuera una cama elástica. Tú eres otra, tienes 10
años, dentro de poco te saldrán las tetas, hablas
inglés como yo nunca lo aprendí. Tú vives en
otro mundo. El teléfono es una trampa; en el teléfono
la piel no suda.
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NIÑA.- Papi, papito, papazote...
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(La imagen se desvanece. Breve apagón. La llegada de
AMIGO 2º aporta un
tono más cotidiano.)
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AMIGO
2º.- Yo también me voy.
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MUCHACHO.- (En una forma neutra,
objetiva, que recuerda a alguien que declara en un
juicio.) Soy el despedidor. Después nadie me
escribe, pero me recuerdan en las fiestas... Ayudo a pasar los
últimos días en la isla y si todos vuelven a la vez
me voy a ahogar en un mar de cervezas.
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AMIGO
2º.- Siempre una frase, siempre un chiste para
los demás. ¿Y tú?
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MUCHACHO.- El dinero es el que está
veinte a uno, yo valgo igual.
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AMIGO
2º.- Se te va a llenar de amargura ese
corazón tan puro. Te vas a convertir en la caricatura de ti
mismo.
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(MUCHACHO se
desplaza, desdeña la conversación. Se produce un
juego en el que MUCHACHO
hace un cuento, el AMIGO
2º ríe, al final se abrazan, todo como en
cámara rápida. MUCHACHO dice adiós
también en forma caricaturesca. La acción se ve
interrumpida por un HAZ DE
LUZ cruda, acompañado de un sonido metálico
que -aunque se entiende el texto- es demasiado impersonal para
llegar a ser una voz. El HAZ DE
LUZ cae sobre MUCHACHO.)
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HAZ DE
LUZ.- (En el tono inequívoco de
las planillas.) ¿Tiene creencias
religiosas?
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MUCHACHO.- No.
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HAZ DE
LUZ.- ¿En su familia tienen creencias
religiosas?
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MUCHACHO.- No sé. (Como en
un aparte.) Pero siempre escribí
No.
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HAZ DE
LUZ.- ¿Algunas de sus amistades profesa
creencias...?
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MUCHACHO.-
(Inquietándose.) ¡No! Y no
tenía... Mi abuelo vino de su isla bien ligero de equipaje.
La vida no le dio tiempo para cargar con santos y la nostalgia se
la permitía pocas veces. Aquí nunca vi una iglesia,
pero así y todo me fui cansando de la pregunta, aunque casi
siempre mi mano hizo la cruz sin pensar en el sentido.
Además, no conocí a casi nadie que marcara en el
huequito del Sí.
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HAZ DE
LUZ.- (Como parte del
juego.) ¿Creencias religiosas? ¿Tiene
creencias religiosas?
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MUCHACHO.- Mi tío vio una vez una luz que
nunca se supo de dónde salió. A un primo lejano se le
apareció un jinete sin cabeza. Todos decimos «Si Dios
quiere» o «Gracias a Dios», pero sin pensar dos
veces en lo que significa. ¿En qué lugar de la
planilla cabe eso?
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HAZ DE
LUZ.- (Se acentúa el tono de
letanía.) ¿Ha sacado pasaporte?
¿Alguien de su familia ha sacado pasaporte?
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MUCHACHO.- ¿Pasaporte?
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HAZ DE
LUZ.- ¿Tiene familiares en el extranjero?
¿Mantiene correspondencia?
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MUCHACHO.- ¿Por qué no preguntar
directamente si alguien se fue del país por su forma de
pensar o porque le dio la gana?
(Transición.) De una
montaña a la otra y con veinte o treinta vecinos en todo lo
que abarca la vista, el mundo es simple, pequeño, no hace
falta pasaporte. En la clase del maestro se veía lindo el
mapa en la pared de tabla. Casi nadie conocía La Habana.
Matanzas parecía una ciudad extranjera cuando el maestro
apretaba fuerte el puntero, como para nadar en la bahía.
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(Se escucha en off un texto en ruso que corresponde a una
advertencia de los metros moscovitas.
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VOZ EN
OFF.- «Astarochno, dvieri sacribayutsa, slieduchaya
stansia: Dinamo».
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(A través de un juego de máscaras o de luces
aparece el personaje del FUNCIONARIO 1º desde diversos
ángulos de la escena.)
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FUNCIONARIO
1º.- Conoces la luz eléctrica, los
aviones, la nieve. Has atravesado varias veces el Atlántico
representando tu país.
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MUCHACHO.- ¿Y tengo que pasarme la vida
diciendo gracias? ¿Quieren que me jorobe como un camello de
tanto hacer la reverencia?
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FUNCIONARIO
1º.- (Los parlamentos son
interrumpidos por aplausos evidentemente grabados.)
Si no hubiera sido... De no ser por... Tus abuelos y tus padres
fueron casi analfabetos...
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MUCHACHO.- Me tocaba el arado, la yunta de
bueyes, llevarme una muchacha en el caballo blanco de mi padre,
quitarle el cuerpo a los machetazos de un suegro, vivir con la
misma mujer...
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FUNCIONARIO
1º.- ... Y el piso de tierra, los niños
sin zapatos...
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MUCHACHO.- ¿Y tenía que seguir
siendo siempre así?
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FUNCIONARIO
1º.- Así hubiera seguido para siempre de
no ser por... (Aplausos.)
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MUCHACHO.- Pero nadie puede asegurar que esa
oscuridad iba a ser eterna. Ordeñando mi vaca antes que
saliera el sol, esperando por un aguacero para que se dieran buenos
los frijoles, mis hijos hubiesen crecido a mi sombra, las manos no
me temblaran así.
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FUNCIONARIO
1º.- Humildes campesinos entrando al Bolshoi,
disfrutando de la música sinfónica.
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MUCHACHO.- Stravinski, Chaikovski...
¡Qué maravilla! Pero a esa misma hora me estaba
perdiendo una serenata.
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FUNCIONARIO
1º.- La lámpara del Bolshoi, las pinturas
del Ermitage.
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MUCHACHO.- Visotski saltando por el escenario en
Hamlet, y después Visotski mal mirado, borracho
junto a su hermosa actriz francesa; Visotski en la grabadora, en un
cassette que se derrite de calor en La Habana; Visotski muerto sin
discursos. Visotski en el patio del teatro Taganka, quieto,
quietecito en su busto.
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Una canción del trovador y actor ruso Vladimir
Visotski puede marcar el tránsito entre el Primer Delirio y
el Acto II.
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Acto II
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MUCHACHO
está un poco atontado. Aunque la proyección ahora
parece similar a la del Acto I, las emociones del Delirio han
dejado su huella.
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VIEJO.- ¿Qué significa esa
maleta?
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MUCHACHO.- Maté a un hombre. Lo traigo
para que lo entierres aquí.
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VIEJO.- Hay demasiado calor para tanta
bobería.
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MUCHACHO.- Tú me enseñaste. Cuando
empecé a andar para arriba y para abajo con medio pueblo me
hiciste el cuento del hombre que le preguntó a su hijo
cuántos amigos tenía y le contestó que muchos.
El viejo le dijo que en sesenta años él había
hecho nada más que un amigo y medio. Le pidió al hijo
que lo acompañara. Cogieron un saco y tocaron a la puerta
del medio amigo. (Como el personaje.)
«Maté a un hombre y vengo para que me lo
entierres». El otro enseguida le contestó que no
había ningún problema. Y eso que era nada más
que el medio amigo.
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VIEJO.- Muy buena tu memoria. Pero se te
olvidó que al final, el hombre lo que le lleva al amigo es
un animal para comérselo y hacer una fiesta. Si mataste un
carnero de los míos, dímelo para empezar a cocinarlo
ahora mismo.
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MUCHACHO.- Cualquiera mata, Viejo. ¿A los
cuántos días tú crees que me violarían
en la cárcel? ¿Qué se hace después?
¿Es peor matar al que te templó o acostumbrarse a
vivir como maricón allá adentro?
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VIEJO.- Los que están con las rejas
marcadas en la cara son hombres como tú y como yo. Una de
las peores cosas de que te echen aunque sea un solo día de
prisión es que la gente se cree que te la sabes todas y que
tienes que pasarte la vida contando.
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MUCHACHO.- Tú te volviste otro.
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VIEJO.- Traté de aprender del
leñazo. No tenía tanto vicio con las peleas.
(Se justifica.) Pero ese domingo me
embullé a probar suerte y como la mía es tan mala, la
Policía, que casi nunca traba a nadie en el brinco, me
cogió a mí. ¡Me tocó perder!
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MUCHACHO.- Mucho peor fue lo de mamá.
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VIEJO.- Yo pensé que me iba a quedar
tiempo para vivir tranquilo al lado de ella.
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MUCHACHO.- Y mientras tanto, gozando la juventud
como un caballo desbocao.
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VIEJO.- A los 12 años tú andabas
con las libretas y riéndote con las muchachas de la
Secundaria. Yo a esa edad tenía que levantarme a las cuatro
de la mañana para ordeñar vacas.
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MUCHACHO.- No soy tu fiscal. Me duele que
mamá sufriera, pero a la larga ella te quiso así
siempre, tal y como eras. Supiste ponerte una guayabera bonita y
llegar a la cantina con cuatro pesos en el bolsillo. Los amigos te
hacían coro porque eras el más elegante.
|
VIEJO.- Por andar con pelúas de a tres
por quilo, me perdí los mejores años de tu madre. Fui
un sonso.
|
MUCHACHO.- Estás muy solo.
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VIEJO.- Vamos a entrar la dichosa maleta y
terminar el almuerzo.
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MUCHACHO.- Ahí viene un muerto, pero no
te asustes... A nadie lo condenan por apuñalar una parte de
uno mismo.
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VIEJO.- Me parece que las criticas, pero
tú tienes vicio de esas novelas que les gusta ver a las
mujeres para hacerse ilusiones.
|
MUCHACHO.- (Siguiendo el hilo de
su discurso interior.) En esa maleta están
dos certificados de divorcio, la baja de los centros de trabajo en
los que no di la talla, notas excelentes de asignaturas que no
aprendí... (Imitando a un vendedor de feria o
algo así.) Y lo más importante que se
ofrece: un título de ingeniero agrónomo que le dieron
a un hijo de campesino que nunca ha sabido limpiar un surco de
boniatos. Si quieres ábrela, Viejo.
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VIEJO.- No me gusta el buey que se da cabezazos
cuando se espanta las moscas.
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MUCHACHO.- ¿Qué quieres?
¿Nos quedamos en el lado bueno de las cosas?
|
VIEJO.- (Sin percatarse del
sarcasmo.) Tienes líos en el trabajo. Eso le
pasa a cualquiera.
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MUCHACHO.- ¡Qué va, si a mí
me encanta la Agronomía!
|
VIEJO.- Por lo menos de un tiempo a esta parte
hay más cosas.
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MUCHACHO.- (Ahora en
serio.) Pero tú sabes que no es por nosotros
los que estudiamos. Los que no se fueron como yo, se consiguieron
un sueldo en cualquier oficina del pueblo y en vez de montar a
caballo, van en bicicleta, que es más bonito. No les importa
ahogarse de fango al primer aguacero. Si están regresando
las calabazas y los frijoles es por el cabrón dinero. Ahora
la plata hala.
|
VIEJO.- Si una gallina vale diez veces
más de lo justo, los que estamos en el monte no tenemos la
culpa. Yo vendo y revendo, pero no me vuelvo loco, ni tengo media
esperanza de hacerme rico. El que nace para real no llega a real y
medio. Deja que los demás se defiendan, que cada uno haga lo
suyo y ponte más para dentro de ti mismo. Cualquiera ve que
no te acabas de concentrar en una mujer, que saltas de aquí
para allá. ¡Ya te pesará!
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MUCHACHO.-
(Explotando.) No soy mujeriego, Viejo.
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VIEJO.- ¿Y aquella muchacha?
Parecías embullao.
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MUCHACHO.- A ti te daba una mezcla de miedo y de
gracia conocer a mi negrita, pero a la larga te hubiera gustado. Es
muy dulce y lo más parecido a eso que la gente llama
compañía.
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VIEJO.- Muy bueno, pero también conozco
blancas así.
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MUCHACHO.- Qué lástima,
¿no? La única mujer que me acomodó es negra
como un totí.
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VIEJO.- ¡Yo no he dicho nada! A quien
tenía que gustarle era a ti.
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MUCHACHO.- Ni te preocupes, no fue el color ni
el miedo a que no quisieras un nieto mulato. Me cansé de
vivir con tanta gente. Eran seis buenas personas, ¡pero seis!
Hay un solo baño y la gente, aunque sea prudente y no se
meta en la vida de los demás, orina. Los buenos
también se bañan y muchos días lo que entra de
la calle son dos cubos de agua.
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VIEJO.- ¿A dónde vas a llegar
mirándolo todo por la parte fea? Si no te das una mano, te
vas a hundir de verdad.
|
MUCHACHO.- Todo el misterio de la maleta, mis
quejas y descargas se resumen rápido: necesito vivir
aquí contigo.
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VIEJO.- (Lo toma a
broma.) Menos mal que ahora te dio por espantar el
gorrión con un chiste.
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MUCHACHO.- Te hablo totalmente en serio. Pero no
te asustes, cuando te moleste me largo.
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VIEJO.- Si no estás jaraneando, tienes
que arrancar ahora mismo para el médico.
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MUCHACHO.- (En un tono que
recuerda en algo a los Delirios.) ¿Le tienes
miedo a mi compañía?¿Te parece que
mirándome vas a tener delante la cara de todo lo que te
arrepientes?
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VIEJO.- No dejaría sin techo a ninguno de
mis hijos, pero lo que dices no tiene ni pies ni cabeza. Tu abuelo
vino de Canarias huyendo de la guerra. Se bajó de un barco y
se echó a andar sin saber bien en qué lugar estaba y
menos dónde iba a encontrar una sombra para recostarse o la
manera de ganarse un plato de comida. Fue levantando poquito a poco
este trozo de finca. Nos pegamos duro. No llegamos a la riqueza,
pero tampoco nos faltó un trozo de carne o una muda de ropa
decente.
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MUCHACHO.- ¿Y después?
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VIEJO.- Eso no viene al caso ahora.
(Pausa. Trata de restarle importancia, pero no puede
callarlo.) Fue triste ver que lo que dijeron que iba
a ser para todos se volviera delante de nuestros ojos un monte de
marabú y de tierra seca.
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MUCHACHO.- Esas cosas las oí de
niño en voz baja. Mamá no quería que nada
empañara lo que nos decían en la escuela.
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VIEJO.- ¡Y tenía razón!
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MUCHACHO.- ¿Por qué, porque
está muerta? ¿Tú también piensas que es
mejor vivir sin una parte de la verdad?
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VIEJO.- (Como dando por primera
vez el brazo a torcer en este tema.) Yo di por bien
empleado el golpe. Ustedes estudiaron todo lo que les dio la gana,
llegaron a la universidad. No decía nada porque soy raro,
pero siempre fueron mi orgullo, sobre todo tú.
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MUCHACHO.- Me equivoqué, Viejo, y
tú escogiste mal de quien sentirte orgulloso.
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VIEJO.- (Rudo y amoroso a la
vez.) No te cojas lástima, eso es cosa de
pendejos.
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MUCHACHO.- ¿Y qué hacen los
hombres? ¿Pegarse una soga al cuello? Porque en Cuba los
machos se ahorcan y las mujeres se dan candela.
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VIEJO.- No te voy a acompañar en tu
llantén, ni me vas a asustar. (A la
ofensiva.) ¿Qué te hace falta?
Háblame claro y sin tirarte encima todo ese churre que no es
tuyo.
|
MUCHACHO.- Es verdad que me tengo lástima
y que llevo las cosas al extremo para que me digan: «No es
tan así, no eres el único culpable».
|
VIEJO.- Soy tu padre y no voy a permitir que se
te olvide. No se trata de que yo esté cuidando un par de
toros o un pedazo de tierra. La joroba parece que está en tu
cabeza y hay que fajarse a trabajar para enderezarla.
|
MUCHACHO.- ¿Y la tuya? ¿Alguien
pudo ponerla en el lugar que para los demás era lo
mejor?
|
VIEJO.- A mí me tocó otro
tiempo.
|
MUCHACHO.- Eso es lo peor, mi Viejo, que hasta
tú, tan independiente, tan protestón, tan por tu
cuenta y riesgo, caíste en esta madeja, en el juego de creer
que los que vinimos después íbamos a ser felices por
decreto, adolescentes eternos y triunfadores por ley de
gravedad.
|
VIEJO.- Yo no soy tan tonto como te parezco.
Allá dentro los vi de tu edad y con la vida hecha un trapo.
Pero con esta cabeza dura, que tú me celebras cuando se te
ocurre, te digo que chance, oportunidad, maneras sí han
tenido.
|
MUCHACHO.- Algunos lo han aprovechado mejor,
como mi hermana.
|
VIEJO.- (Fiero.)
Ella no es ninguna cualquiera.
|
MUCHACHO.- ¿Quién se atreve a
decir lo contrario? Dije que supo aprovechar, supo sacarle partido
a sus dos idiomas bien aprendidos.
|
VIEJO.- Pero no estudió pensando en eso,
fue una casualidad.
|
MUCHACHO.- Nadie le va a decir prostituta. Es
una señora; se-ño-ra, como las mujeres empolvadas de
la ciudad que nunca quisieron bailar contigo.
|
VIEJO.- Tampoco le veo mucha gracia a morirse de
frío lejos de la familia.
|
MUCHACHO.- Pronto vendrá de vacaciones y
verás cómo se llena la casa de primos que ya ni
reconocemos. Al suizo le va a encantar todo esto. Va a querer tomar
agua del pozo, ver cómo los gallos se le encaraman a las
gallinas. Él viene aburrido de computadoras...
|
VIEJO.- (Dando por liquidado el
tema.) Todo eso está por ver.
(Después de un silencio
incómodo.) Vamos a poner los pies en la
tierra. Ayúdame a despajar unas mazorcas de maíz.
Sé que bien tierno te encanta.
|
MUCHACHO.-
(Sensual.) Mejor si le ponemos queso
del de la casa, que todavía chorrea de fresco.
|
VIEJO.- (Buscando la
serenidad.) Cuéntame lo que te pasó,
pero sin miedo, sin machucarte contra las paredes.
|
MUCHACHO.- Tienes unas uñas fuertes.
Parecen un cuchillo... Mis manos son tiesas y torpes. ¿Por
qué no me prestas un machete para ayudarte?
(Luego de una pausa densa.)
¿Tienes miedo de que me mate delante de ti?
|
VIEJO.- (Quitándole
solemnidad.) ¿Quién habló de
quitarse la vida? Ella será cabrona y porfiada, pero es una
sabrosura vivirla. Encuentro bien que no te des demasiada
importancia, pero te está faltando un poco de enamoramiento
de ti mismo.
|
MUCHACHO.- Tendría que volver a las
palabras guajiras que se me olvidaron, buscar mis recuerdos entre
la maleza como se rastrea un nido de gallinas.
|
VIEJO.- Muy lindo, pero eso me huele a cosas de
libros.
|
MUCHACHO.-
(Parodiándolo.) De gente sin
oficio.
|
VIEJO.- Estás hablando de un campo que se
perdió o que por lo menos no se ve. La hierba es muy alta y
mis manos están entumidas y no pueden darle la misma guerra
que antes. Esos guajiritos mansos y buenos que tú tienes en
la cabeza ya no los encuentras. Los muchachos nuevos andan en
motocicletas y dicen palabritas de La Habana. Hay algunos que si te
descuidas te roban delante de tu cara. Uno tiene que pasarse la
vida levantando cercas y poniendo tablas. No se sabe si
estás cuidando al animal o trancándote tú
mismo.
|
MUCHACHO.- ¿Y si entre los dos metemos
todo esto por camino?
|
VIEJO.- Eso no es lo tuyo. A los dos días
vas a estar echando de menos la conversadera con tus amigos, las
diversiones de la gente de allá.
|
MUCHACHO.- A mí porque me ha dado por
mirar hacia dentro y ellos porque se encandilaron con lo de afuera.
Ahora son ingenieros que reparten flores en una camioneta o
médicos que trabajan en una gasolinera.
|
VIEJO.- El que por su gusto muere...
|
MUCHACHO.- Lo que quieren es vivir mejor, rodar
un carrito elegante.
|
VIEJO.- Pero no están acostumbrados a
pegarse de sol a sol. La gente se cree que el monte es
orégano y el mar de leche.
|
MUCHACHO.- Cada uno en lo suyo. A mí me
gusta mi país. Cuando he estado afuera extraño a la
gente bulliciosa, las mujeres con los shores apretados. Miro los
derrumbes y la cabeza se me encoge de tanta tristeza, pero algo me
dice que la solución no está en salir huyendo.
|
VIEJO.- (Las últimas
palabras de MUCHACHO le
complacen y lo llevan, por asociación a ser
indiscreto.) Entonces, ¿tu hija?
|
MUCHACHO.- Muy cerca y muy lejos, creciendo.
|
VIEJO.- Pudiste haberla aguantado, sujetarla a
ti.
|
MUCHACHO.- Cuando supe de ella ya había
cruzado el charco, pero casi seguro no hubiera hecho nada por
retenerla. Su madre tiene una familia llena de dinero. Si la dejaba
aquí, qué le digo mañana, con qué
respondo yo.
|
VIEJO.- (Sospechando que
MUCHACHO no resiste
más.) Se ha dado bueno el maíz este
año.
|
MUCHACHO.- (Agradeciendo el
giro.) ¿De verdad que ya no te enamoras?
|
VIEJO.- Perro huevero, aunque le quemen el
hocico. En cualquier momento conoces a una medio tiempo que
también habla a media lengua, pero todo lo demás lo
tiene completo.
|
|
(Los dos ríen. El breve alivio de la tensión
da paso al Segundo Delirio.
|
|
SEGUNDO DELIRIO
|
|
El ritmo debe ser aquí atronador y frenético.
La atmósfera transmitirá un sentido de
inminencia.)
|
MUCHACHO.- No se puede creer en las promesas de
los borrachos. Me olvido de lo que aseguro después de la
segunda botella. Tampoco me voy a arrastrar pidiendo
perdón.
|
MUJER
3ª.- (El director puede escoger
entre corporizarla o trabajarla sólo con un descarnado
diseño de luces.) Pierdes el tiempo, botas el
dinero, te ríes ahora para amargarte después. Me
cambias los planes, me ensucias el ánimo.
|
MUCHACHO.- Yo no vomito ni me caigo a golpes con
la gente.
|
MUJER
3ª.- (Objetiva, sin pretender
aplastarlo.) Ibas a decir que no te orinas en los
pantalones, porque ya te measte dos veces y te cagaste una.
¿Qué vas a dejar para cuando estés más
viejo?
|
|
(Se desvanece la imagen. El siguiente parlamento incluye un
fragmento del poema, pero debe ser dicho con sencillez, sin pizca
de declamación.)
|
MUCHACHO.- No brindan los borrachos. / No
intercambian angustias, / perdido cada uno en su vaso y su muerte.
/ La tarde acribillada del borracho es / tartamuda ofrenda hacia el
amigo / que soporta valientemente la sobriedad. (Se
interrumpe.) Yo pude ser poeta y aquello un
jardín. En mi cabeza se posan versos y por ahí andan
los árboles esbeltos, pero ¡qué carajo! Lo que
ahora llena esa sombra son las bromas pesadas, los besos
recalentados, el señor bueno que escribe libros y anda a pie
por la ciudad. Me entierro de rodillas en ese jardín...
(Agónico.) Peor es podrirse en
las antesalas y tragarse el maquillaje de las secretarias.
|
|
(Irrumpe FUNCIONARIO
2º. Muy similar al del Primer Delirio, pero aquí
más abstracto, confundible con la voz metálica que
representaba los formularios.)
|
FUNCIONARIO
2º.- Compañero militante, esto no se puede
permitir.
|
MUCHACHO.- ¿Militante?
¿Así, sin apellidos?
|
FUNCIONARIO
2º.- Usted tiene un carné y debe responder
a eso.
|
MUCHACHO.- ¿Responder o preguntar?
|
FUNCIONARIO
2º.- Los intelectuales le llenaron la cabeza de
humo.
|
MUCHACHO.- El humo, comerse el humo de la
mariguana... No me da mucha gracia, me pone silencioso. El alcohol
es el bárbaro de la película porque te tira hacia
fuera. Hay un trago en el que te vas de los demás y no eres
ni feo, ni triste, ni perdedor. Tal parece que te vendieron par de
horas de eternidad.
|
|
(Se disuelve la imagen de FUNCIONARIO 2º. A gran velocidad
aparece MUJER 1ª.
Ahora es más fría y puede llegar a resultar
cruel.)
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MUJER
1ª.- No te hagas el patriota, no viniste por
miedo.
|
MUCHACHO.- Miedo al mar, miedo a lo hondo, miedo
a morir ahogado... ¡Me ahogo, coño!
|
MUJER
1ª.- Al trabajo duro, a ser un inmigrante, un
extranjero de mierda, con la barriga llena, pero que nadie conoce,
ni saluda, ni respeta. Miedo al frío y a la madre de los
tomates. Yo me metí en un barco, caminé largando
pedazos de mis piernas en los mangles con tu hija de tres
años entre los brazos. ¿Sabes lo que es esto?
|
MUCHACHO.- Un papel, siempre los papeles.
|
MUJER
1ª.- No estaba segura de que me firmaras para
poder sacar a la niña del país. A lo mejor
quería que dijeras que no, que me arrastraras a quedarme,
pero al lado tuyo, ¡en tu cama!
|
MUCHACHO.- Te pusiste vieja, te pusiste amarga,
te pusiste mala.
|
MUJER
1ª.- ¡Maricón!
|
|
(Súbito y poderoso apagón. Se recorta o se
insinúa la imagen de una mujer desnuda.)
|
MUCHACHO.- (Imita en caricatura a
un borracho. Canta.) «Cuando bebo mi vino / no
pregunto si el vaso / ha saciado la sed / de otro buen
bebedor». (Repite en una letanía que
recuerda la embriaguez.) «Cuando bebo mi vino
/ no pregunto si el vaso...».
|
MUJER
2ª.- Eras un niñito y no supiste hacer las
cosas. Cuando te acariciaba en la madrugada mis manos no
mentían, pero mis dedos estaban cuarteados de fregar
calderos, mientras la tuya era como una piel de vacaciones.
¿Por qué no me hiciste creer, con sangre lo que
decían tus poemas?
|
MUCHACHO.- Vete, te di una oportunidad y te
reíste de mí. Me empiné la copa con sobras y
sin asco.
|
MUJER
2ª.- Estás hablando como un jefe o un
dueño.
|
|
(Después de un silencio se escuchan, aún
más distorsionadas que en el Primer Delirio, las frases de
las planillas. La pregunta de si tiene familiares en el extranjero
es respondida a nivel gestual, tal vez con una convulsión u
otro recurso que encuentre el actor. La situación es tan
agónica que la segunda pregunta resulta como un alivio para
el personaje.)
|
HAZ DE
LUZ.- ¿Tiene creencias religiosas?
|
MUCHACHO.- (Acercándose al
delirio pleno.) No creo, no creía, no
creeré en nada. Pero me gusta mirarle los ojitos a mi
Eleggua por las mañanas, aunque no sea lunes ni yo sepa dar
bien los tres golpes en el suelo. Me costó trescientos pesos
en moneda nacional el pedazo de coco que con misterio y mucha fe
promete abrir y cerrar los caminos.
|
VOZ EN
OFF.- (En el primer momento el
espectador no está seguro de que sea el VIEJO.) Ésas son
cosas de negros y de gente de orilla. Te hicieron una
brujería para amarrarte a la pata de la cama de alguna
prieta. No pensé que tu mujer, tan fina, anduviera en esos
pasos.
|
MUCHACHO.- Todos somos negros, abuelo
también vino de África. Tú tienes como tres
marcas en la espalda: guajiro, jugador de gallos, presidiario. Eres
recontraprieto para los que miran por arriba del hombro.
|
VIEJO.- ¡A machetazos voy a romper esa
brujería! Cogen palos del monte, huesos de muertos, y
sangre, y cabezas de animales, y el copón divino para
arrastrarte y hacerte comer tierra.
|
MUCHACHO.- Palo del monte, palo de los muertos,
la piel de un majá, dientes de tiburón; los muertos
bajan y vomitan sangre.
|
|
(Aparece MUJER
3ª. Se pronuncia en un tono aparentemente más
realista y sosegado.)
|
MUJER
3ª.- Dicen que hay un muerto oscuro
dándote vueltas, mi amor.
|
|
(Se produce una yuxtaposición entre las voces y las
sombras de VIEJO y
MUJER
1ª.)
|
VIEJO.- ¡Brujera!
|
MUJER
1ª.- ¡Mosquita muerta!
¡Aléjate!
|
MUJER
3ª.- Bien sabes que nunca hice nada para
retenerte acostado sobre mí. No se puede estar amarrando a
los hombres porque cuando quieres soltarlos se vuelven una carga
que te cae encima y no te deja respirar.
|
MUCHACHO.- (Casi fuera de
sí.) Tú aquí no, tú eres
del otro mundo, de los helados, de los atardeceres. Contigo hice el
último intento. Hasta me creí capaz de reír
tomando un batido de frutas, de gozar la ropa limpia del domingo y
una buena película con tu cabeza en el hombro y esa forma
dulce y tan inteligente de ponerte los espejuelos. Contigo me
quedé sin pretextos. Me pasaba lo contrario que con la
primera...
|
MUJER
3ª.- Estoy peor que ella. Al menos le queda una
hija con tu cara y la esperanza de un día volver a verte.
Ven conmigo, hazle el amor al campo.
|
MUCHACHO.- Le canté al río, pero
ayudé a que el polvo fuera más seco. Busqué
rimas para la ceiba, pero en mi trabajo fui de los que impidieron
que la semilla llegara a la tierra enfangada. (Parece
como si se desmayara.)
|
|
(Hay un silencio duro. A partir de aquí el
protagonista estará consciente, pero perplejo.
Formará parte de una pesadilla en la que no puede
hablar.)
|
VIEJO.- Pica gallo, mátalo rápido.
Yo voy cuarenta monedas al Indio... El Giro es una mona, no puede
con el mío. (En el juego de la pelea de gallos
puede trabajarse, a nivel de imagen, que él es como un gallo
que pelea y revolotea con su doble.) Lo tenía
casi rendido, picando el suelo con las plumas llenas de sangre por
los cuatro costados. Y el cabrón gallo dio una vuelta en el
aire, parecía que era para acabar de estirar la pata y
morirse, pero en el revoloteo... ¡El venazo! La espuela se
clavó una pulgada debajo del pescuezo y el Indio de mi alma
cayó redondo, muerto.
|
MADRE.- Lloraste más al gallo que a
mí.
|
VIEJO.- Vete, mujer, coño. No le tengo
miedo a los muertos ni ando creyendo en musarañas.
|
MADRE.- Yo no te abría las piernas porque
fuera tu mujer propia ni para que me llenaras la barriga de hijos.
¡Qué sabroso hubiera sido conocer una cama grande como
las del pueblo, y perfumes, y una coqueta con un espejo limpio
donde arreglarme para ti!
|
VIEJO.- Parecías puta por presumida, loca
por andar riéndote, orgullosa de tan linda.
|
|
(MUCHACHO no puede
más con estas visiones. Corre hacia el fantasma de la
MADRE que se le escapa. Va
hacia la sombra de VIEJO.
Parece que se va a evaporar, pero logra atraparla
fugazmente.)
|
VIEJO.- (Escapando. Con todas las
gradaciones que terminan adentrándose en la
ternura.) Comemierda, comemierdita, hijo macho que
tanto esperé.
|
|
(MUCHACHO queda
solo en escena. «Gatea» como un niño
pequeño. La impresión debe ser de que va recuperando
poco a poco las palabras. No es aprendiendo a hablar, pero
sí reconociéndose de regreso a su propio
lenguaje.)
|
MUCHACHO.- (Palabra por palabra,
tierno.) Los mangos verdina engañan a
cualquiera. La cáscara verdecita, y por dentro, dulces como
almíbar. El mango macho es narizón, como el
tío abuelo de la niña más linda de la escuela.
(Va ganando en intensidad.) Nada es
más rico que pescar con la mano y que un peje se enganche en
tus dedos. Es un susto que se parece a cuando uno se enamora.
(Transición.) ¿Tú
sabes por qué al guanajo se le arruga la cabeza?
(Maldito, travieso, tal vez
ríe.) Porque la naturaleza tiene cosas del
carajo. (Ahora canta estos versos. El candor se
mezcla con algo de adultez.) «Mujeres de
Caibarién / que andan con americanos / recuerden que los
cubanos / tenemos picha también».
(Pasa por el fondo, como una visión borrosa, el
VIEJO.)
«El valle donde nací / cuando besa el sol su
falda / es un tazón de esmeralda / con la tapa de
rubí».
(La sombra de VIEJO se detiene. Lo mira con rechazo.
Sale hacia la oscuridad.)
Nada de décimas ni sonetos sueltos. Lo tuyo eran las
rancheras mexicanas, tu héroe, aquel Juan Charrasqueado que
fue borracho, parrandero y jugador, tres méritos muy
importantes para un hombre de pelo en pecho. (Canta,
primero con dulzura y al final se va cargando hasta llegar a la
angustia.) «Voy a contarles un corrido muy
mentado, / lo que ha pasado allá en la hacienda de la flor,
/ la triste historia de un ranchero enamorado. /
(Contrasta el tono con la acción que
narra.) Un día domingo que se andaba
emborrachando / a la cantina le vinieron a avisar». |
|
(Entra primero la voz y después la figura del
VIEJO.)
|
VIEJO.- «Cuídate, Juan, que por
ahí te andan buscando, / son muchos hombres, no te vayan a
matar».
|
MUCHACHO.- (Como si hablara de
sí mismo.) «No le dio tiempo de montar
en su caballo, / pistola en mano se le echaron de a
montón».
|
VIEJO.- «Él le gritaba: estoy
borracho y soy buen gallo».
|
MUCHACHO.- «Cuando una bala
atravesó su corazón».
|
|
Súbito apagón en el que se oye el
contrastante dúo de VIEJO y MUCHACHO, que sirve de
transición al Acto Tercero.
|
Acto III
|
|
En el comienzo del Acto los dos personajes terminan la
canción, pero ahora no es cantada ni con matices, sino con
naturalidad y como diálogos de una conversación de
aparente intrascendencia.
|
MUCHACHO.- «Y aquí termino de
contarles el corrido».
|
VIEJO.- «Lo que ha pasado allá en
la hacienda de la flor».
|
MUCHACHO.- «La triste historia de un
ranchero enamorado...».
|
VIEJO.- (Rompiendo este
juego.) Vamos a hablar en serio, Muchacho.
|
MUCHACHO.- (Vuelve a la ranchera,
canta con cierta amargura.) «La triste
historia de un guajiro enamorado...».
|
VIEJO.- ¡Vas a seguir con lo mismo!
|
MUCHACHO.- Yo borracho y tú jugador...
¿Qué se debe aquí? ¿Y la parranda?
¿Se acabó, Viejo?
|
VIEJO.- Estás hablando mierda.
|
MUCHACHO.- No traigo ningún muerto en esa
maleta, pero choqué mi carro y una mujer está
agonizando por mi culpa.
|
VIEJO.- No juegues con esas cosas.
|
MUCHACHO.- ¿Me irías a ver a la
cárcel?
|
VIEJO.- ¡No menciones más esa
palabra en mi casa!
|
MUCHACHO.- Yo no fui a visitarte porque era muy
chiquito.
|
VIEJO.-
(Desesperado.) Eso no puede ser
verdad, no anduvieras suelto.
|
MUCHACHO.- No hubo denuncia porque es casada y
ella cree que el marido es celoso. Al tipo le da lo mismo, es un
gozador, pero ella se moja con eso de que la espíen y que
puedan caerle a golpes en plena calle.
|
VIEJO.- Menos mal.
|
MUCHACHO.- ¿Menos mal qué?
¿Que es ella y no yo el que está lleno de sueros y de
vendas, al borde de la pelona?
|
VIEJO.- Lo mejor que haces es no manejar
más.
|
MUCHACHO.- No me había tomado ni una
gota. Tenía ese miedo, ese temblor que da la resaca.
|
VIEJO.-
(Compulsivo.) Ahorita tienes 40
años y sigues viviendo como un chiquillo.
|
MUCHACHO.- No vine de visita, Viejo, vine a
morirme.
|
VIEJO.- Te dejas de mariconerías. El que
se la quiere arrancar se pega una soga al pescuezo.
|
MUCHACHO.- Sigues sin entenderme. No es
suicidio. Vine a morirme, a enterrarme aquí. Me
cansé, me fundí, perdí.
(Pausa.) Era la primera vez que me
enredaba con una mujer casada. Odio el misterio, las palabras a
medias, las llamaditas en clave. Pero ésta me
arrastró. Llegué a pensar en meterme en la cama con
ella, con el marido y otro par de locas.
|
VIEJO.- ¡Asqueroso! Cuando uno llega a
eso...
|
MUCHACHO.- Debe arrancársela...
|
VIEJO.- Déjame tranquilo. No te creo ni
la mitad. ¿Cómo esa mujer está al morirse y
tú no tienes ni un arañazo de gato en la cara?
|
MUCHACHO.- Se tiró del carro antes que el
camión nos pasara por arriba. Y yo fui tan egoísta
que metí un timonazo. Yo, que soy el peor chofer de la
nación, tiré un corte de película americana y
me salvé. Estoy liso, entero, sano por fuera. Pero
acabé de reventar por dentro. Lo único que puede
aliviarme es meter la cabeza en el río, hablar con una
trucha debajo del agua, dejar que un mango bien maduro me chorree
la barriga y mojarme hasta los huevos...
|
VIEJO.- ¿Y si no te dejo? ¿Si no
quiero que vivas aquí?
|
MUCHACHO.- (Brusco cambio de
tono.) Si es así, me voy ahora mismo y no hay
nada de qué hablar. No voy a esperar por una herencia de
cuatro metros de tierra encharcados de angustias. No creo en esa
idea de que los hijos se mueren después que los padres y que
son los que deben seguir sus pasos. Nadie sigue el camino de
nadie.
|
VIEJO.- Mientras más sabes menos
entiendes. Hablas de ti, de ti, pero, ¿y yo, Muchacho del
demonio? Me quedé aquí, cada vez más solo.
Discutía contigo, decía que estudiabas en Rusia, para
fastidiarte con el cabrón nombrecito, pero no pensé
vivir para ver cómo se acababa todo aquello tan grande y que
para mí era derecho y fijo.
|
MUCHACHO.- No te gustaba. Te dejaron sin
lotería, sin tu cerveza fría de los domingos...
|
VIEJO.- ¡Al diablo con la política
ahora! Los tipos de abajo como yo nos quejamos de este gobierno y
del otro y del de más allá, pero es lo mismo que
hablar de si va a llover o si la mujer del vecino nuevo está
buena hembra. Me dieron palos antes del cambio y después.
Pero yo soy hijo del camino y la polvacera, un perro con llagas en
el lomo de trabajar y equivocarse. Tú no, Muchacho. Eres el
primero de la familia que montó en avión, que
habló con gente del fin del mundo. Cuando te llevaba la
contraria, más de la mitad de las veces lo hacía por
buscarte la lengua, por ver cómo te lucías con tu
cabeza fresca.
|
MUCHACHO.- ¿Y las cosas buenas de antes
de yo nacer? ¿Por qué nunca discutimos sin que
tú te metieras detrás del sombrero de padre
regañón y yo no pudiera moverme de mi puestecito de
vejigo con privilegios?
|
VIEJO.- Te hablaba de lo que se perdió
porque las buenas las tenías tú en el pellejo. Te
permito cualquier cosa menos que vengas a restregarme en la cara
que este viejo fatal y cabeza dura tenía la razón.
Siempre pensé que a mis majaderías no había
que darle vueltas ni hacerle demasiado caso, que te harían
más fuerte en lo tuyo. Quería darte un empujón
para echar más pa'lante. Ahora vienes con el capricho de
regresar, de torcer la vida, y eso, ni te lo creo ni me da la gana
de aceptarlo.
|
MUCHACHO.- Salir de la casa me abrió todo
ese mundo que estaba del camino real para allá, pero
también me obligó a no tener otro cuarto que mi
litera y las dos de al lado. No supe lo que era una comida en
familia, ni un regalo de cumpleaños que llegara a tiempo. Y
esas cosas hacen falta, Viejo.
|
VIEJO.- (Más
íntimo.) Eres egoísta como un chivo
que no deja a los demás acercarse al mazo de hierba. Vienes
de las luces, las mujeres con perfume; llegas de las noches de
fiesta a amargarle la vida a tu padre. Hay una cincuentona que
quiere venir para este rancho a lavarme la ropita, hacerme la
comida como Dios manda y gozar con el rastrojo de rabo que me
queda. Pero contigo aquí, quejándote, esa mujer
también se me va a ir. Ella tiene de qué dolerse
más que tú. (Sarcástico, amargo,
defendiéndose.) ¿O te gusta la idea de
meternos los tres en una cama como pensabas hacer con el marido de
tu amiga?
|
|
(Silencio incómodo. MUCHACHO se acerca a la puerta. Parece
decidido a escapar.)
|
MUCHACHO.- Ya es tarde para dos comidas. Goza
con tu nuevo amor. Después de todo debe ser sabroso una
mujer que habla a medias. Cuando se la metes debe gritar muy
gracioso.
|
VIEJO.- No voy a seguir aguantando tu lengua
cochina.
|
MUCHACHO.- ¿Vas a pegarme con un chucho o
con la soga de enyugar los bueyes?
|
VIEJO.- No pueden decir que fui un padre
abusador.
|
MUCHACHO.- Me voy, papá.
|
VIEJO.- ¿Y a dónde, si se puede
saber?
|
MUCHACHO.- No se puede saber, no lo sé
yo. A los tres tragos suelen aparecer amigos que son de mentira,
pero que acompañan como nadie. Mañana no importa si
no nos conocemos ni nos saludamos, pero hoy es cuando necesito un
hombro donde echar una lagrimita.
|
VIEJO.- ¿Y después?
|
MUCHACHO.- El futuro a esa hora no existe.
Detrás de la risa de ahora mismo hay un muro, una calle
cerrada.
|
VIEJO.- Eso de andar amenazando con matarse no
es cosa de hombres, sino de mujercitas con picazón por la
falta de macho.
|
MUCHACHO.- No te estoy amenazando, pero tampoco
pidas que te aplauda por las lágrimas de mamá, ni que
te eche un discurso para curarte a estas alturas tu vicio por los
gallos finos, ni que te recuerde que sus plumas y sus espuelas te
importaban más que mis mocos o mis sueños.
Está bueno ya de pasarnos la mano. Se rompió el
cordón, Viejo. Tú me hiciste gozando una mujer bella
y me diste de comer porque era tu obligación. Si sufres por
mí, yo también lo hago por los dos.
|
VIEJO.- ¿Eso es todo lo que me merezco,
cabrón? Claro, es más fácil fajarse con el
primero que se pare delante que con el fantasma que uno mismo se
buscó.
|
MUCHACHO.- Me voy. El perro anda todo el
monte...
|
VIEJO.- (Completa el refrán
con toda la carga del desencuentro.) ... Pero sabe
muy bien en el palo que se rasca.
|
MUCHACHO.- ¿Uno entra o sale del monte?
¿Cómo hace para saber qué mata o qué
hierba te va a quemar el pellejo y el alma?
(Silencio largo y hondo. Ninguno de los dos encuentra otro
argumento adecuado.)
Te regalo la pregunta, Viejo. |
|
Cuando MUCHACHO
sale del espacio escénico se desatan algunas de las visiones
y los fantasmas de los Delirios. Tal parece que forman una pared y
que impiden a VIEJO ir en
busca de su hijo. Apagón.
|