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Elementos de la Ciencia contradanzaria

Para que los Currutacos, Pirracas, y Madamitas de Nuevo Cuño puedan aprender por principios a bailar las contradanzas por sí solos, o con las sillas de su casa, etc. etc. etc.

Juan Antonio de Iza Zamácola



[III]

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Introducción a la Obra, o sea Prólogo

     Si yo fuese un Autor de aquellos que escriben para mantenerse, echando mano de cuanto encuentran bueno, malo, y mediano, para abultar sus escritos y hacerlos valer dinero; pondría aquí un Prólogo de diez o doce pliegos con un extracto retumbante de cuanto contiene esta obrita: pero como la Ciencia Contradanzaria, de que trata, no necesita de más preparativos para el Lector que la grandeza de la misma Ciencia, parece que es excusado que yo me ocupe [IV] en decir si son tronchos, berzas o nabos los pensamientos de los veinte Elementos contradanzarios que contiene; porque el Lector a pocos pasos que dé en su profundo estudio, sin necesidad de otra advertencia, hallará la piedra filosofal de su felicidad, que tantos trabajos ha costado hasta hoy a los hombres.

     Bien conocía yo el mérito de mi obra, como buen Autor, que debe siempre tener mucho amor propio; pero la casualidad de haberme hecho tan conocido cuando di mis Cartas al Diario, que por todas partes no oía sino alabanzas de Don Preciso, me ha tenido algo remiso en dar [V] esta obra a luz, temiéndome que el fastidio que pudo haber causado en el público el libro de moda en la feria, escrito por un verdadero Currutaco, que tiene la gracia de echar mano de todas las invenciones graciosas para estropearlas y hacerlas fastidiosas, no fuese un motivo de disgusto, que se escamasen las gentes pensando que tan bueno sería Juan como Pedro.

     Consulté pues el asunto con un amigo, que tiene un olfato fino para conocer estas Obras Currutacas, y con toda la prosopopeya y severidad de un Sabio de primera tijera, me escribió [VI] una Carta que la inserto aquí, para que dé valor su censura a esta obra.

     �Señor Don Preciso: las modas son de todos tiempos, y tan propias de la veleidad humana, que sería empeño vano el querer reprimirlas con el ridículo: y así es que solamente se puede usar de estas armas contra aquellas modas que hacen ridículas a las personas.

     Entre las infinitas que rápidamente he visto pasar en el discurso de mi vida, ningunas me han parecido más irrisibles, que las que vemos en nuestros días, pues lejos de dar gracia a las personas [VII] (que es el objeto de todas las modas) las desfiguran de un modo en extremo ridículo. Serían sin embargo tolerables, como otras muchas antiguas y modernas igualmente deformes, si a esta circunstancia no se añadiese la ridiculez de las personillas, que principalmente las usan. La especie humana degenera tan visiblemente en Madrid, que a la tercera generación los nietos de Españoles robustos, membrudos y procerosos, forman una especie de chuchumecos, raquíticos, contrahechos y afiligranados, que parecen manequines o muñecos modelados [VIII] por algún mal aprendiz.

     Tales eran los progresos que iban haciendo estos entes, y tanta la satisfacción con que se presentaban, que según los vimos se iban apoderando de las calles, de los teatros, y principalmente del prado, me temí que algún día las manadillas de estos Satirillos ensartados de sus bracitos nos hiciesen abandonar las concurrencias públicas con sus gritos, triscos, y alborotos.

     Estos excesos parece que eran dignos de reprimirse con la sátira; y con la ocasión que le dio a Vmd. la obrilla Currutaca, que se publicó con [IX] el título de Instrucción metódica para bailar Contradanzas, escrita por uno de los más ilustres del gremio, tuvo Vmd. tan buen acierto, que el público mismo ha dado pruebas del aprecio que le han debido las Cartas dirigidas por Vmd., y por el que siguió la sátira, bajo el nombre de Don Currutaco, al Señor Diarista de Madrid, en las diferentes reimpresiones, que se hicieron de ellas. �Pero a quién no se le exaltará la bilis viendo que aun no se avergüenzan de insultarnos, presentándonos sus ridículas figurillas con el peinado y traje más propio para hacer [X] resaltar toda la deformidad de su mezquina y disparatada configuración?

     Vmd. pues conoció que ya era forzoso esgrimir contra ellos el látigo; y sin embargo de que el insulto y disparatado libro de moda en la feria ha sofocado en parte los deseos que tenía el público de que Don Preciso continuase la sátira, ridiculizándolos con la gracia que la había comenzado; no debe Vmd. por este accidente detenerse en dar a luz la obra que acaba de escribir con el título de... Elementos de la Ciencia Contradanzaria, porque debemos creer que luego [XI] que se publique la graciosa crítica que comprehende, será buscada, y acaso podremos conseguir el objeto que se ha propuesto Vmd. en su obrilla, que es el de la mofa y la risa, único freno que puede reprimir la impertinencia y avilantez de estas gentecillas.�

     Con un elogio de esta clase por un hombre, que en la severidad de sus palabras, en su gesto regañón, y en la profusión del tabaco que gasta en sus ropas, da a demostrar que tiene bien masticadas y aun digeridas cuantas materias se han escrito hasta hoy; parece que no debía quedarme duda de [XII] dar a la prensa mi obrita. Pero todavía la desconfianza de que se esgrimiesen contra mí algunas plumas acres, que hiciesen confundir mi memoria entre las cenizas del olvido, me contenía, cuando hete aquí que llega otro Amigo, de estos que se ríen de todo el mundo, y viéndome tan indeciso me dice: �Don Preciso, o Don Zanahoria... �Vmd. se detiene en publicar su obra por miedo del qué dirán las gentes? Vmd. que ha sabido reírse de todos, �se halla ahora acobardado por temor de que no se le echen encima cuatro plumas currutacas? �válgame Dios qué desatino! [XIII] �Tendrá Vmd. valor para privar a aquella su amada Patria, Vizcaya, de la gloria de haber dado un hijo, que ha encontrado la felicidad de los Currutacos, Pirracas, y Madamitas del nuevo Cuño, por medio de la gran Ciencia Contradanzaria que ha descubierto? �Podrá Vmd. arrinconar una ciencia tan útil y necesaria a la humanidad, exponiendo a que sus herederos la vendan por un pedazo de pan a algún extranjero, que la lleve a su tierra, la traduzca a su idioma, y la publique como obra suya original? No, Amigo mío: los hombres grandes es verdad [XIV] que temen publicar sus obras por respetos de su opinión; pero los elementos de la ciencia que Vmd. acaba de escribir, deben publicarse inmediatamente, porque en ellos resalta a primera vista cuanto los hombres habían ignorado para hacerse felices hasta nuestros días. La memoria de Vmd. debe quedar eternizada, y en los altos montes de Altuna, Urragui y Zornoza, que circundan al dichoso pueblo, que le dio a Vmd. su primera cuna, debe ver la posteridad colocados los monumentos que den al mundo un testimonio del aprecio que se hizo de Don Preciso, de aquel [XV] Don Preciso que dio a los hombres la Ciencia Contradanzaria, la más sabia, útil y necesaria que hasta ahora se ha descubierto.�

     Semejantes razones, dichas con toda aquella energía de un Amigo verdadero, me estimularon a dar a la prensa mi obrita, y pues así lo he resuelto, me prevengo desde ahora a sufrir cuanto quieran escribir aquellos Autores Currutacos mal contentos, porque jamás podrán superar sus insultos a la grande satisfacción que tendré cuando me vea por esas calles en medio de una cuadrilla de muchachos, oyendo decir a los hombres... [XVI] allí va Don Preciso, aquel ingenio sin segundo que ha descubierto nuestra felicidad; y a las mujeres, bendecir y alabar a mi madre por haber engendrado en su vientre a un hijo, que ha sido un prodigio de naturaleza.

     Tenga yo esta satisfacción, y más que digan lo que quieran mis enemigos.

     Advierto por último, que un duende Currutaco ha puesto algunas notas a esta obra, las cuales no he querido quitar, para dar una prueba anticipada del desprecio con que miraré las críticas que se me hagan. [XVII]



CARTA DE D. PRECISO,

Que se insertó en los diarios de 14 y 15 de Mayo de 1795.



Sr. Diarista,

     �Por qué raros medios nos hacemos los hombres memorables en el mundo! Yo he sido hasta ahora un hombre desconocido en la Corte, porque habiéndome dedicado mis padres a leer y escribir para ponerme en una oficina de un Señor, no he podido jamás hacer otro papel que el de un pobre paje, o cosa parecida a esta especie, por más que he procurado vestir casaca de alzacola, chaleco ombliguero, calzón sin forro, medias sin calcetas, zapato de barquillo, hebilla de trampolín, corbata de embozo, camisola con franja, peinado del desmayo, coleta rabona, sombrero de pico de gorrión, y qué sé yo qué [XVIII] cosas más, con que otros hombres se hacen tan visibles por esos paseos, llevándose las atenciones de nuestras Señoritas españolas del nuevo cuño, esto es, de estas Señoritas de vara y cuarta de alto, con su tercia de tacón.

     Así vivía yo, con el desconsuelo de no hallar medio de hacerme hombre visible, cuando hete aquí que hallándome en una de las tardes pasadas sentado en un banco del Prado, veo venir riñendo con voces descompasadas cuatro caballeritos de tamaño de a vara y media, de estos que llaman en el Avapiés Señoritos de ciento en boca, los cuales traían un librejo que corría de mano en mano, y era la causa sin duda de su desazón. Cuando llegaron hacia donde yo estaba, la disputa había tomado cuerpo, y los vi a todos en acción de buscar piedras para tirarse y defenderse, porque no traían más armas ofensivas que sus personas. Aunque yo no entendía todavía sobre qué recaía todo aquel furor, como percibía [XIX] de cuando en cuando las voces de parejas, danzas, caballeros, figuras dobles, etc. quise aplacar a mis caballeritos diciéndoles: Señores, sosiéguense Vmds., no hay por qué dar auditorio en esta publicidad, y veamos si yo puedo servir de medianero en la disputa. Tiene razón este caballero, respondió prontamente el uno de ellos, y nadie mejor que él podrá decidir la cuestión; díganos Vmd. Caballero, prosiguió: �Vmd. entiende de bailar contradanzas según el gusto moderno? Señores, les respondí, yo no soy ningún bailarín, pero he sabido bailar, y poner algunas de las que se llaman abiertas, cerradas, inglesas, francesas, etc. Conque según esto, me repuso otro, �Vmd. no sabe bailar con la instrucción metódica del día las contradanzas? �ni Vmd. ha leído, según veo, este librito donde se describen las reglas fijas de esta ciencia? No señor, les dije, porque aunque concurro a tal cual baile, yo no encuentro en sus [XX] contradanzas, en sus minués, ni en sus paspiés más diferencias que las antiguas, ahora sí con alguna más espesura, metidas las manos entre las figuras, y ciertos quiebros de cabeza sobre el hombro de la compañera, con algunos retruécanos por dentro y por fuera de las parejas, que serán sin duda las reglas que dé ese librito, porque yo no he entendido hasta ahora de estas cosas. Vaya, vaya, qué mentecato, gritaron todos con una carcajada: dejemos a ese ignorante, y vámonos. En efecto, ellos se marcharon, y quedé tal, que me faltó muy poco para no repartir hacia las rabadillas de mis Señoritos de ciento en boca una docena de puntapiés; pero como la prudencia es el norte de los hombres en estos casos, resolví marcharme de allí, antes de volverme a encontrar con ellos. Venía ya junto al Apolo, para salir de allí a toda prisa, y vea Vmd. aquí que oigo a tres Señoritas del nuevo cuño, que venían delante de mí, decirse [XXI] unas a otras, mirando a mis ofensores; allá van aquellos caballeros que estuvieron en el baile de anoche, que pusieron la contradanza de la meona, y la del marido: �qué buenos mozos que son, y qué graciosos! �No visteis con qué sal hacían el sarsé, la ese anudada, la fuerza de brazos, el molino de viento, la chicharra, el arco de palacio, el puente de Segovia, y el saladero? Vaya que no hay contradanza más divertida que la meona; merecía Don Currutaco el entretenido, que le levantasen estatua, sólo por aquella diferencia de la marcha Chinesca, en que hace ir a todas las parejas en cuatro pies por toda la sala. Sí, es verdad, decía otra, tiene mucha fama Don Currutaco; pero no queda atrás Don Pirracas el Abatillo: �oh! �éste sí que tiene talento de contradancista! nadie hay que le iguale en el mundo. Aunque no fuera más que aquella que compuso con el nombre de la contradanza de los maridos, en [XXII] que a la segunda parte figura la plaza de los toros, y hace entrar a los hombres en el circo, embistiéndose todos a un tiempo, mientras que las mujeres se dan la mano por detrás, vale un Perú; semejantes hombres debían ser eternos, y no esos zopencazos que se presentan en los bailes, muy creídos que lo saben todo, con unas pernotas de elefante, más cerrados de barba que un jabalí, y con unos vestidos que tendrán dos años cada uno. A lo menos estos otros son Señoritos, tienen gracia para cortejar, para vestir, para acicalarse, y para andar, y se puede presentar una mujer, sin abochornarse, en cualquiera parte con ellos. Yo os aseguro, chicas, que somos felices por haber nacido en estos tiempos, y no en aquellos en que las mujeres estaban sujetas a unos hombrazos tan serios...

     En esto tomaron la vuelta mis Señoritas, y me privaron del gusto de oír las demás gracias de los tales [XXIII] caballeritos, cuyo elogio continuaban, némine discrepante.

     Aquí fue donde tuvo que padecer bastante mi espíritu al oír los elogios y alabanzas de aquellos hombrecillos que poco antes me habían insultado. De repente se apoderó de mí la envidia: empecé a cavilar sobre la felicidad de esta gente, comparada con mi desgracia, y en fin resolví que ya era tiempo de emprender algún proyecto para hacerme visible en la Corte. En efecto, acordándome de aquella sentencia de que la emulación hace prodigios en los hombres de honor, determiné meterme a contradancista, y no como quiera contradancista bailarín, como lo son estos Señoritos de ciento en boca, sino a profesor científico de su composición, por ver si con mi estudio y aplicación podía algún día ocupar el lugar que hoy tienen los Currutacos, los Pirracas, y los demás varones ilustres que han hecho descubrimientos en la ciencia contradanzaria, dándonos [XXIV] reglas e instrucciones metódicas para bailar con perfección la contradanza. Empecé a discurrir sobre la materia, y como estudia más un hambriento de fama, que cien letrados viejos, a poco tiempo me pareció tener vencidas todas las dificultades. Me propuse por punto preliminar la invención de ciertas figuras o variaciones que jamás los contradancistas hubiesen visto: acordeme que tenía en mi casa un librejo Valenciano, muy ligero, que se intitula Tratado de las excelencias de la Danza Valenciana, con varias láminas que demuestran las diferentes figuras, visiones y equilibrios que ejecutan sus naturales por alto y por bajo. Marché en su busca, examiné toda la obra, y hallé que todas aquellas figuras e invenciones que contenía, eran excelentes para dar ideas a un compositor de contradanzas; porque guardando siempre el orden de poner, v. gr. en lugar de la danza de los palitroques, una contradanza [XXV] que finalice a palmadas y sopapos, no podría menos de hacer toda la ilusión necesaria a los espectadores. Es verdad que tuve mis dificultades para discurrir el modo como debería colocar a las Señoras con sus parejas, cuando hubiese que hacer un arco, una fachada, una torre, o alguna otra diferencia que la lámina demuestra deben ponerse unos sobre otros los danzantes; pero como para todo hay remedio, se pudo soldar esta dificultad haciéndose esta clase de diferencias por tierra, así como cuando un pintor de nuestros teatros pinta una fachada en el suelo sobre el telón, que ello no parecerá nada, pero tiene mérito para los inteligentes. Al día siguiente antes del desayuno ordené hasta unas 300 variaciones, todas nuevas, y de ellas formé diferentes contradanzas sólidas, esto es, de figuras forzadas, que ningunas de las descubiertas hasta aquí pudieran substituirlas. Faltábame ya solamente la contradanza macho, que [XXVI] llaman así a la última con que se concluyen los bailes, y en la que de necesidad deben entrar todas las mujeres que hubiere en la sala, sean cojas, mancas, tuertas, viejas, etc., y todos los hombres, so pena de quedar desairados, y como ridículos. Ésta, decía yo para mí, es necesario pensarla bien, porque es la que da honor al que la pone, y a la casa del baile, como que corre la voz al día siguiente por todo Madrid, que en casa de Don Fulano se bailó una hora después de haber amanecido una contradanza, compuesta por fulanico, de 80 parejas. Salí de mi casa discurriendo sobre la materia, y me hallé impensadamente en medio de la puerta del Sol, donde de repente se me presentó el objeto más bello para componer mi contradanza macho: figuróseme cada una de las calles que salen allí, un arco de 4 parejas, y cada coche de los que venían una pareja que entraba a todo correr al centro; que aquí debían cuidar los [XXVII] cabeceras de que no se atropellasen las parejas unas a otras, y que dando una vuelta al rededor cuando el director de la contradanza gritase, fuera, fuera, se volviesen a salir haciendo besamanos por los mismos arcos, o por otros, según donde los pillase la conclusión de la música, sin detenerse en que si pueden o no pueden entrar las parejas, v. gr.: por la callejuela de los Peregrinos, y por la de los Correos, porque ésta es una patarata que nada hace al intento, siempre que puedan embocarse por la calle de Alcalá, o la de las Carretas.

     Concluidas ya felizmente mis contradanzas, consideré preciso inventar una música adaptable a ellas, es decir una música que expresase, a poder ser, los sentimientos más ocultos de un cedazo, de un caracol, de un latigazo, de un molinillo, de un barrilete, de una cadena, de unas esquinas, y de todas las demás figuras que deben servir para la instrucción metódica de esta ciencia contradanzaria; [XXVIII] pero pareciéndome demasiada obra para nuestros músicos, porque ninguno de ellos sería capaz de hacerme una música que no fuese robada de alguna Capilla, o tomada de las Óperas, me determiné a componerla a mi modo. En efecto, amigo, así como aquel que escribe una Comedia, sabe cuándo debe poner una patada, o un grito para conmover al pueblo, así yo tarareando entre mí mismo compuse una música muy propia de los sentimientos internos de cada figura, y porque no me la hiciese común esa caterva de copiantes que se confunde entre los caleseros de la puerta del Sol, fui a casa de un amigo, músico consumado, que hoy es piporrista de un Rosario, a quien rogué que me la pusiera por escrito, para que no la vieran, ni aun los mismos ciegos que la han de tocar, hasta que empezase la función.

     Ya, Sr. Diarista, me tiene Vmd. un hombre hecho y derecho en el orbe contradanzario; ya mis contradanzas [XXIX] han tenido tal aceptación en los primeros bailes donde las he ensayado, que no se oyen más que alabanzas de mi nombre (Don Preciso, para servir a Vmd.) por todos los corrillos y rincones de las salas. Ya aquellas mismas Señoritas que hace poco tiempo huían de mí en los bailes, porque les parecía feo y algo ordinario, hoy todo es decirse unas a otras, pero de modo que yo las entienda: �qué importa que él sea grueso y patizambo, si le agracian mucho aquellos hoyos de la cara? vaya es un gran mozo, y finalmente tiene habilidad, y es muy útil Don Preciso. Por donde quiera que voy, veo pararse las Señoras a mirarme, diciendo a sus criadas: mira, aquel del pantalón, media bota y corbata ancha es Don Preciso, el famoso Contradancista. Si me presento en el prado, apenas me atisban los aficionados, se me ponen delante por hacerme cortesías los unos, y los otros por convidarme a sus bailes: y en fin [XXX] porciones enteras de Señoritos de ciento en boca, y de Madamitas del nuevo cuño, vienen tras mí en el paseo, como muchachos tras de azotado, diciéndose unos a otros: ahí va Don Preciso, éste es Don Preciso, aquel ingenio sin segundo que ha producido la naturaleza, para inventar y bailar contradanzas. De forma, Sr. Diarista, que tengo tal barlovento en el día, que como, visto, bailo, me divierto, y estoy obsequiado sin costarme un cuarto: �vea Vmd. aquí cuántos lauros merece un hombre aplicado! �y qué diferencia va de estos tiempos en que poseo esta ciencia, a aquellos de mi ignorancia!

     Quisiera decir a Vmd. otras cosillas que voy utilizando para poder dar a esta ciencia el aprecio que se merece, porque como hasta aquí ha estado en el concepto de arte liberal, no es extraño que no estuviese premiada; acaso más adelante describiré las reglas fijas de esta ciencia por el mismo estilo claro y sencillo [XXXI] con que lo ha hecho el autor de la instrucción metódica, y entonces verá Vmd. también desterrada de las gentes la ignorancia con que confunden bajo de la voz contradancistas a los que las inventan, y las bailan, debiendo ser aquellos solos los contradancistas, y los bailarines de contradanzas los contradanzantes.

     En fin no quiero ser más molesto: y mi pretensión con Vmd. sólo se dirige a que si merece lugar en su Periódico este mi descubrimiento, me lo estampe, para que los demás hombres que se vean en igual desgracia que yo me vi, puedan con mi ejemplo dedicarse a las ciencias útiles.

     Ya veo que Vmd. me dirá, que estas materias tan largas no son para tratarse en su Diario, y que es exponerlo a la crítica de muchos; pero esto no le dé a Vmd. cuidado, que yo sabré responderles: a bien que no tengo miedo de que el Seo Censor avinagrado (que es el coco de los Sres. Eruditos del día) descargue sobre [XXXII] mí el garrote que le han donado, porque él entenderá de esta nueva ciencia de contradanzas lo que Vmd. de bailar el bolero, y eso que he visto Gallegos que lo bordan a las mil maravillas. Soy de Vmd. siempre servidor = Don Preciso.



Respuesta de Don Currutaco

     Señor Don Preciso: bien creería Vmd. que no había de haber quien contestase a su desalmada carta de 14 y 15 del corriente, y esta falsa presunción le habrá dado avilantez para insultar tan sin temor de Dios a la parte más brillante y numerosa de Madrid, es a saber, a los Currutacos, Pirracas, y Señoritas del nuevo cuño. �Pues sepa, noramala para él, que no hay gente más amostazada, colérica y atufadilla, que la gentecilla chiquirritita, porque como tiene que andar tan poco camino la bilis, en un tris se nos sube a las narices, y guay del [XXXIII] que sea objeto de nuestra indignación! riome yo de la cólera de Aquiles. Debiera Vmd. antes de haber soltado la maldita contra nosotros, haber sabido que componemos el gremio más numeroso de esta sociedad, y que en él no sólo está en su más alto punto la contradanzaria, sino también todas las artes y ciencias, como que algunos de nosotros sabemos escribir y leer, y habemos viajado: ándese Vmd. a burlas con esta gentecilla. Ya se están afilando contra Vmd. un millón de plumas, y la más formidable es la de un Currutaquito, rechonchuelo, achaparradito, patizambo, y cargadito de espaldas, que diz que ha llegado en sus dilatados viajes hasta París de Francia, y ha visto de camino las naciones Ojancas, Pigmeas, Cynocephalas y Patagonas; en fin ha andado las siete partidas, y sabe tantísimas cosas, y es filósofo, y está que salta contra Vmd.: conque, amigo, no hay más que curarse en salud, [XXXIV] y por medio de una solemne retractación evitar el terrible golpe que le amenaza. Y para que vea Vmd. cuánta razón nos sobra para exigir esta satisfacción, voy a hacerle algunas piadosas reflexiones, que le obliguen a doblar esa cerviz de toro ante el acatamiento de la currutaquería.

     En primer lugar, apuesto yo cualquier cosa a que Vmd. no sabe palabra de lógica, ni ha leído siquiera una línea de Condillac; y esto lo infiero de la falta de principios que noto en su desatinada carta. Pretende Vmd. ridiculizar nuestras personillas por su diminutiva cuantidad, sin considerar que ésta es la parte menos principal del hombre, y que lo más noble y apreciable en la especie humana es la cualidad, esto es, el espíritu. Esto supuesto, �quién tiene más espíritu, más agilidad, más humillos, más travesura, más inquietud, más aquel, en una palabra, que los Currutacos? �Qué otra cosa somos sino unos puros espíritus folletos, duendecillos [XXXV] o trasgos? No nos ve Vmd. bullir por todas partes, alborotarlo todo, revolver caldos, vivarachear, y no dejar títere con cabeza donde quiera que estamos? Que tengamos palmo y medio de estatura, las patas tuertas y zurdas, las caritas de medalla, las pancillas cargadas sobre las espaldas, y las demás gracias que se admiran en nuestras figuras, �qué importa esto para que no seamos hombres, y grandes hombres en todo lo que toca y atañe a unos manequines, y chisgarabises?

     Además, es mucha falta de reflexión, y aun de conciencia, el censurar un defecto del cual nos es imposible enmendarnos. �Cree Vmd. que el ser nosotros Currutacos ha quedado por falta de diligencias de nuestra parte? �Ah! �hombre desalmado! Si Vmd. me hubiese visto estirajarme la humanidad, colgándome de puertas y ventanas, y esto por espacio de años enteros, dormir, o por mejor decir, no dormir con un peso de más de arroba atado a cada [XXXVI] pierna, y colgando de la cama: si me viese Vmd... �pero quién podrá referir las infinitas trazas y diligencias que he practicado, todas en vano, para prolongar mi menguado cuerpecillo? Digo, que si esto hubiera Vmd. visto, por más berroqueñas que tuviese las entrañas, se compadecería de nuestra desgracia, y no nos insultaría tan cruelmente. Compadézcase de nuestra especie, hombre endiablado, y ya que sin mérito suyo la naturaleza le ha dado ese corpanchón de jayán, esas espaldas de dromedario, esas pernazas de elefante, duélase de los que sin culpa ninguna están condenados a parecer modelillos o miniaturas de la especie humana. Harto tenemos nosotros que sufrir, cuando al sentarnos en una silla del Prado (y eso que siempre escogemos las más pequeñas) nos quedan colgando las piernas, faltando un palmo para llegar al suelo; demasiados bochornos pasamos, cuando al llegar a un corrillo de gente, por más pinitos que hagamos, por más vueltas y revueltas [XXXVII] que demos, buscando alguna eminencia, nos quedamos con la curiosidad de saber lo que allí pasa, a no ser que tengamos la fortuna de colocarnos por entre las pernotas de algún hombrazo de los de su especie. �Ojalá tuviese yo tanto dolor de mis pecados, como le tengo de ser Currutaco! Este dolor, esta terrible pesadumbre de vernos casi anonadados entre los hombres, es lo que nos hace ser tan seriecitos, tan formalitos, tan puntillosos, tan coleriquillos, que por un quítame allá esas pajas, armamos unas peloteras de mil diablos, y con nuestras vocecillas chillonas de gallo alborotamos el barrio.

     Por lo que hace a los Pirracas, ha cometido Vmd. una especie de sacrilegio en meterse con ellos, pues debía Vmd. saber que están en potencia próxima para monaguillos; y por lo menos aquellas peluquitas italianas, aquellas capitas, cuando van de gran gala, sus sombreritos triangulares, y los demás arreos de sus personillas, [XXXVIII] merecen, no ya las descomunales carcajadas de los profanos como Vmd., sino el mayor respeto y admiración. Y sobre todo, son tan hábiles ellos, tan doctos, que le demostrarán a Vmd. cuando llegue el caso, que Alejandro Magno fue Pirracas, y que anduvo vestido ni más ni menos que ellos, y que en el arca de Noé, entre los demás insectos y gusarapos, hubo animalillos de su especie.

     Muy bien está todo eso, replicará Vmd.: convengo en que he andado algo cruel en criticar a los Señoritos de ciento en boca, siempre que ellos me concedan que han dado bastante motivo para mi censura. Porque �quién podrá sufrir (añadirá Vmd.) verlos tan metidos a hombres en todas las concurrencias, presentarse a docenas ensartados de los brazos en el Prado y paseos públicos, ir chillando, alborotando, y embarazando el paso a los hombres, mangonear en los bailes, meterse a directores de contradanzas, y... Poco a poco, Seo Don [XXXIX] Preciso, que ya conozco dónde le aprieta el zapato, y la verdadera causa de tantas alharacas; Vmd. no puede digerir los malos tragos que le hemos dado en los bailes, y pretende Vmd. sacar partido ridiculizándonos, pero se engaña. Porque �cómo es posible que las Señoritas de nuevo cuño gusten de ese gesto y personaza de vestigio? Sí Señor, le conozco a Vmd. y le he visto mil veces patear y darse al diablo en los bailes, por no poder meter baza, y por ver que no había quien le dijese por ahí te pudras.

     �Ve Vmd. Don Currutaco, (me dijo en un baile Doña Pizca) ve Vmd. aquel feote, cara de rallo, ojos de escuerzo? pues aquel se llama Don Preciso, y es el que en el baile de Doña Chispa dio un encontrón con la faldilla de la casaca en un hombro a Doña Perinola, que la dejó derrengada, y estuvo un mes en la cama bizmándose. �Miren el estafermo (me dijo en otra ocasión Doña Marioneta) que la otra noche en el clavillo de la [XL] charretera me llevó todo el prendido! Conque ya ve Vmd. que le conozco, y que sé el motivo de sus quejas contra la gente chiquita, y la mucha razón que ésta tiene para abominarle. Cada uno, amigo, ama a su semejante, y nadie debe extrañar que las chiquitas gusten de los chiquitos, mayormente en los bailes. �Qué es ver una Señora de a vara escasa emparejada con un estantigua, cuyo peinado deshollina las bovedillas de la sala? �Cómo puede maniobrarse bien en una contradanza, cuando la dama parece dije del reloj del enorme contradanzante, y ofuscadas, escondidas, y anonadadas las Señoritas de nuevo cuño entre las casacazas de estos tagarotes, parece danza de gigantones solos? Si quieren bailar contradanzas de suerte que haya visualidad en ellas, váyanse al Prado, y tomen por parejas a los árboles más altos, o traigan la giralda de Sevilla, o resuciten a la Pepa la Larga.

     Que los Currutacos nos metamos a directores de contradanzas, es muy [XLI] justo y puesto en razón, porque tenemos lumen para ello; como es nuestro único estudio, y el objeto de todas nuestras conversaciones, no es extraño que hayamos dado en el hito de agradar a las de nuestra especie. �No, sino que nos estaríamos atenidos a las antiguallas del tiempo de Mari-Castaña! Nosotros hemos adelantado y perfeccionado la Ciencia Contradanzaria, mal que les pese a los rancios, en términos de haberla elevado a la clase de las ciencias exactas, en que todo se demuestra por figuras: y sino abra Vmd. ese librito de oro, publicado por uno de nuestros socios, y verá lo que es bueno. Ya veo que a Vmd. le ha escocido mucho el ver la ingeniosísima originalidad de sus invenciones, la solidez y profundidad de las reflexiones, por ejemplo, esta diferencia, o paso, o cosa tal si se hace bien, tiene vista, etc. aquella sublimidad y propiedad de estilo, v g mientras los hombres andan por delante, las mujeres se van por detrás, etc. En suma [XLII] es la producción más perfecta que ha visto la luz pública, compitiendo la importancia de la materia con el método, y magisterio, la erudición con el buen gusto, en una palabra, reúne todos los primores del saber, y las gracias de la elocuencia: lectorem delectando pariterque monendo, para que Vmd. vea que los Currutacos sabemos nuestro poco de latín, y bien aprovechado.

     Las invenciones con que Vmd. se jacta falsamente de haberse granjeado los aplausos y estimación de las Señoritas de nuevo cuño, no pueden ser más insulsas y desatinadas: se conoce que Vmd. ignora hasta los elementos de esta ciencia. La meona, la de los maridos, la macho, y las demás contradanzas que Vmd. supone haber inventado, son contra los principios del arte, y por consiguiente no pueden agradar. Cuando publique nuestro docto gremio de la Currutaquería la obra magna de la contradanzaria, que ocupará un tomazo de a pliego [XLIII] en 16, verá Vmd. que hay contradanzas trágico-heroicas, como la de la batalla naval de Lepanto (invención mía) cómico-líricas, como la de los pastores del Canal, (obra de Don Pirracas) y de medio carácter, como la del encierro de Toros, composición novísima de Don Chisgarabís: todas las contradanzas se han de reducir precisamente a estos tres géneros (según enseñan Aristóteles y los doce Pares de Francia) y como las de Vmd. no pertenecen a ninguno, síguese que serán detestables.

     Basta por la primera: si vuelve a insultarnos... no digo más... ya Vmd. me entiende... Dios le guarde = Don Currutaco.



Respuesta de Don Preciso a la carta de Don Currutaco, inserta en los Diarios de 24, 25 y 26 de Mayo.

     �Quién había de decir, Sr. Don Currutaco, que mi carta escrita al Sr. Diarista [XLIV] para que anunciase al público los descubrimientos que llevaba hechos en la ciencia contradanzaria, irritase de tal modo la bilis de Vmd.? �Quién había de pensar que un hombre del mérito de Vmd. tuviese la flaqueza de imaginarse que Don Preciso ha intentado ridiculizar esa personilla, y el talento que Dios le ha dado para inventar contradanzas según la instrucción metódica del día? �Tan necio y tan orgulloso me supone Vmd. que piense que me olvido de aquellos tiempos de mi desgracia, y de que debí a Vmd. y a nuestro Abatito Don Pirracas, aunque indirectamente, mi felicidad? �Posible es que quiera dar el carácter infame de desagradecido a un hombre como Don Preciso, que sólo se dedica a hacer felices a los que profesan la Ciencia Contradanzaria, al paso que los profesores de otras ciencias se despedazan de envidia unos a otros? No Sr. Don Currutaco mío, no permita Dios que yo caiga en semejante debilidad: [XLV] yo amo demasiado a Vmd., y a los hombrecillos de su especie, para que piense en injuriarlos; conozco que no es culpa de Vmds. el ser tamañitos, sino de haberse acabado las turquesas en que se vaciaban aquellos hombres grandes de otros tiempos; pero he dicho y diré siempre que tienen Vmds. una gracia tan natural para todo, que con razón nuestras Madamitas del nuevo cuño los prefieren a los hombres de la especie común, pudiendo yo mismo apoyar esta opinión con mis contradanzas, que han hecho más progresos en pocos días en esta ciencia, que hicieron los hombres de la otra especie en muchos siglos. Díganlo sino esos hombrazos y esas mujeronas que hasta aquí han estado en posesión de regir y gobernar los bailes; que se vengan hoy a mangonear con el cedacito, con la cadenita, con el paseíto, y con la ruedecita, donde tenemos por medio de los brillan pasos del me-cheté, del medio cheté [XLVI] del me brise, y del brise-marcado que enseña metódicamente la instrucción, los barriletes, los canastillos, los latigazos, los molinillos, los arañazos, los manotones, los puntapiés, y demás figuras con que se adornan las contradanzas nuevas; que se vengan ahora esos bailarines antediluvianos a poner una diferencia como aquella de los arcos, en que se va la primera pareja por detrás, hasta que lo sienta la segunda. Desengáñese Vmd., amigo, que nadie es capaz de negar la preferencia a los contradancistas del día, y que Vmd. se queja injustamente de mí, constándole los elogios que tengo hechos de su meona, de su impúdica, y de su alpargatera, en cuantas funciones las he visto bailar. En vano, pues, se fatiga Vmd. en insultarme con dicterios, porque no he de enojarme; que los hombres como yo, que hacen grandes descubrimientos en las ciencias, saben que han de tener enemigos, y que deben compadecerse de [XLVII] sus émulos; y así, compadrito, lo mejor es echar pelitos a la mar, y procurar hermanarnos para dejar a los venideros memoria del siglo de oro contradanzario, uniendo todo lo posible nuestras ideas y adelantamientos para perfeccionar esta ciencia, que ha estado hasta ahora poco menos que sepultada en el olvido.

     Yo, Sr. Don Currutaco mío, en prueba de que deseo vivamente la amistad de Vmd. y la del Sr. Don Pirracas, he pensado dedicarles a ambos una obrita que estoy escribiendo, que ha de intitularse: Elementos de la Ciencia contradanzaria, para que los contradanzantes puedan aprender por principios, y sin necesidad de maestros, a bailar las contradanzas por sí solos, o con las sillas de su casa, etc., etc., etc. Esta obrita constará de unos 8 tomos en cuarto mayor, porque abrazará todas las partes que corresponden a esta ciencia, y los progresos que ha hecho en todo el orbe contradanzario desde los Babilonios, [XLVIII] primeros inventores de la contradanza, hasta el estado presente en que ha llegado a su mayor perfección. Una de las mayores dificultades que se me han ofrecido, ha sido la descripción de los trajes que en todos tiempos han usado los contradanzantes; pero con las luces que me ha suministrado una colección de estampas finas, grabadas por un picapedrero de la obra del Museo, que compré días pasados en casa de un Herbolario, he podido dar alguna idea, viniendo a parar al traje que hoy deben usar nuestros Caballeritos de ciento en boca, y nuestras Madamitas del nuevo cuño, que es el objeto principal de la obra. Y para que Vmd. conozca que soy su amigo, y que deseo que vaya exornando también sus contradanzas con el decoro y propiedad que corresponde, mientras que salga a luz el tomo segundo de mi obra, que trata de los trajes; voy a decirle los que he señalado a mis discípulos por ahora. [XLIX]

     Siendo tan común, y aun casi indispensable en nuestras Madamitas contradanzantas del nuevo cuño el tener las piernas gordas, torcidas o zambas, y el pie chato, calloso y disforme, ha sido necesario señalarlas el uso del guardapiés con cola, para que tape todos los defectos bajos, como que fue traje inventado con este solo objeto; encargándolas que al empezar el baile, se cojan atrás un par de pliegues con un lazo de cinta de color de materia, o de acelga cocida, para que no se pisen las colas unas a otras. El zapato de cualquier color, con tal que sea nuevo, y de seda, y tenga diez dedos de tacón, para que aumente la persona: los pañuelos muy engomados en invierno, de suerte que formando por uno y otro lado del pecho unas figuras de mampara por medio de unos alambres, suban más arriba de las orejas, para que después de bailadas y sudadas, puedan, como los galápagos entre sus conchas, meter [L] la cabeza en medio de estos dos parapetos, y librarse de que las balde un aire. En el verano llevarán una especie de esclavina o figura de alforja sobre el Pierrot, que las cubra todo el pecho y parte de la espalda, ya sea de color de rosa, que es lo común, o de otro cualquiera, como sea de raso de seda, la cual se plegará en el pecho con cordones que tiren de un lado y de otro a manera de un saco, o de pretina de calzón de Maragato, con unas almohadillas por dentro que disimulen los defectos de la naturaleza. En la cabeza llevarán un brillante peine del gran cuerno, de a tercia de largo, y de otra de ancho, dorado, plateado, de acero, de concha, o como quieran, y debajo de él un ramillete de flores y ensaladas de todas especies: y finalmente llevarán en cada dedo cuantas sortijas quepan, sean brillantes o de casa de un buhonero, porque importa poco que luzcan o no, como los dedos vayan empedrados, [LI] por si se ofrece dar un manotón a algún contradanzante atrevido.

     Mis caballeritos de ciento en boca pueden usar en los bailes del traje que gastan diariamente, esto es, de casaquitas de alzacola, de chalequitos de ombliguero, de corbatines de embozo, y del pelo partido al modo de perrito faldero de lanas, porque todo ello es muy propio de los contradanzantes; pero particularmente les encargo que lleven chalequitos redondos solapados y de collarín de vuelta, con unos ramos blancos en campo encarnado, que sean poco menos que platos: otro pedazo de chaleco, pañuelo, ceñidor o trapo de seda amarillo o azul celeste que se descubra hacia el pecho por debajo del encarnado, y unas corbatas anchas de tres a cuatro vueltas al pescuezo con sus bordados de sedas de todos colores en las orillas; previniéndoles asimismo por ramo de economía contradanzaria (de que [LII] también tratará mi obrita) que estas corbatas se podrán hacer dos o tres de cada sábana de cama de matrimonio, cuando se trate de deshacerlas, y que cuando no las hubiere, ni dinero para hacerlas nuevas, envuelvan dentro de un pañuelo blanco o de una servilleta, una camisola, un par de calzones, u otro cuerpo extraño que abulte, para que no falte jamás la corbata ancha, que es una de las partes esenciales que constituyen un Señorito de ciento en boca. Les suplico también que aunque no lleven relojes, porque no son necesarios, usen de cadenas de hechura de madeja, o de azote de disciplinante, de trescientas hebras cada una, sean doradas, de perlas o de cristal, las cuales se atarán hacia la parte de afuera de los muslos, o se subirán a los bolsillos de los chalecos, para que al tiempo de bailar no lastimen los muslos a mis contradanzantes con los zurriagazos que sacudan. Para que se pueda manifestar [LIII] bien la musculación y demás perfecciones de medio cuerpo abajo, con que naturaleza ha dotado a mis contradanzantes, les he aplicado el uso del pantalón de punto de cualquier color, con media bota en tiempo de invierno, y zapatito abarquillado y con lazos en verano, hasta que un cordonero amigo me acabe dos docenas de pantalones de red o punto de peluca, encarnados y sin forro, que le he mandado hacer con el fin de simplificar más este traje, y para que mis contradanzantes puedan con más libertad evaporar y expeler los malos humores. Encargo a éstos con el mayor rigor, que así estos pantalones, como los calzones que algunos días se pongan, deberán tener dos correas al modo de cartucheras de soldado, que ambas vengan por entre el chaleco y la camisa, la una desde el hombro derecho a abrazar con sus dos extremos la pretina del lado izquierdo por detrás y por delante, y la otra desde [LIV] el hombro izquierdo al lado opuesto en la misma forma, consiguiéndose de esto no sólo el que estén estirados siempre para que descubran bien sus bellas formas, sino también el impedir que estos caballeritos crezcan o pasen de la estatura de vara y media, que es la marca mayor que deben tener mis contradanzantes.

     Dispuesto así el orden del traje contradanzario de uno y otro sexo, quise ver anoche el efecto que causaba, y encargué a mis discípulos que viniesen vestidos para bailar la contradanza del gran cuerno, que tenía ya medio pensada. En efecto vinieron todos, y entre ellos sus amigas de Vmd. Doña Liendre, Doña Miagita, Doña Mostaza, Doña Simiente, Doña Garrapata y Doña Pizca, con Don Cirotito, Don Grillo, Don Lambrijo, Don Uroncillo, Don Cuzco, y nuestro Abate Don Pirracas. Ante todas cosas hablé a mis contradanzantes de la calidad y circunstancias del gran cuerno, de su origen, de sus virtudes, [LV] y del gran influjo que tenía en el día sobre nuestras Madamitas del nuevo cuño. Les hice ver la necesidad en que me había visto de hacer eterna su memoria, dedicando a su nombre una contradanza nueva iluminada que le haga resplandecer por todo el orbe contradanzario; y finalmente instruí a mis Madamitas sobre el modo como debían poner una candileja debajo del gran cuerno, en lugar del ramo de flores, enseñando al mismo tiempo a mis contradanzantes el punto en que debían encenderlas y apagarlas: y ejecutado todo así, mandé tocar la contradanza, que es la que sigue. [LVI]



Contradanza Anglo-Francesa del gran cuerno

     Primera parte: latigazo las dos Señoras primeras, mientras que los Caballeros primeros se dan un beso el uno al otro al hacer la fuerza de brazos por detrás: arcos las dos parejas, espejos, y a su lugar: ya ve Vmd. que esta parte tiene todos los compases, y si no, no hay más que preguntárselo a los inteligentes, como dice el autor de la Instrucción metódica.

     Segunda parte: alas de frente, abren arco las Señoras, y al querer entrar los Caballeros, los detienen con los abanicos, poniéndoselos al pescuezo, al modo que se pica un toro: hacen engaños las Señoras, espejos los Caballeros, y después todas las parejas puestas en ala marchan al extremo de la sala, donde habrá una vela encendida de prevención, y mientras se ocupan cuatro compases, [LVII] cada Caballero con una pajuela que llevará escondida en la corbata, encenderá prontamente la candileja de la compañera: esta parte como la hagan bien, tiene vista.

     Tercera parte: otro latigazo cada pareja, y galope por todo al rededor de la sala hasta que concluya la música; a cuyo último compás apagan los Caballeros a las Señoras la candileja, vienen a su lugar ganando un puesto, y queda concluida la contradanza.

     No puedo decir a Vmd., amigo Don Currutaco, la ilusión que causó este solo ensayo en los espectadores, y los vivas, los bravos, y los aplausos que tuve en la sala; deseo que Vmd. la vea, porque estoy seguro que merecerá su aprobación; mayormente cuando la simplifique algo más, haciendo que en lugar de las candilejas, que a veces, cuando se derrite el sebo, hacen chorrear la pringue por el rostro y vestidos de mis Madamitas de nuevo cuño, se pongan una [LVIII] máquina de cristal con aceite, al modo de esos faroles de reverberación que vemos en algunas tiendas para llamar la gente.

     Entretanto ya sabe Vmd. que puede mandar con franqueza a su amigo = Don Preciso. [1]



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Capítulo I

Historia de las danzas, y origen de la ciencia contradanzaria

     Todas las naciones conocidas desde la primera edad del mundo han tenido sus diferentes danzas o diversiones, para explicar el regocijo de las victorias y de los grandes hechos; y como esta costumbre tan antiquísima, inspirada a los hombres por la misma naturaleza, ha ido sucediendo de unos en otros, y sutilizándose por el ingenio, podemos decir con vanidad que en nuestros días ha llegado el baile o la danza al grado [2] más sublime por medio de tantos adelantamientos, tan útiles como ventajosos al género humano.

     Como los hombres en aquellos tiempos remotos no habían podido fijar una ciencia perfecta del arte de danzar, porque sus luces eran todavía limitadas, y sus estudios carecían de principios para llegar a la perfección de una ciencia que manifestaba tantas dificultades, se contentaron con dar vueltas, saltos y cabriolas sin compás ni medida, al modo que hoy vemos en nuestros Valencianos, haciendo figuras que recreasen las vistas de los espectadores, que carecían de las reglas del arte; pero como todas las ciencias han ido tomando incremento por medio del estudio y de la aplicación de los hombres, ha llegado el tiempo en que nuestra ciencia se puede también enseñar por principios, según las observaciones físicas que se han notado en la gran máquina eléctrica, que tiene todo su influjo sobre los danzantes. [3]

     Bien pudiéramos decir algo aquí acerca del origen y antigüedad de la contradanza, porque debemos suponer que ya se bailaba en Babilonia cuando se estableció la confusión, como lo manifiestan el caracol, los ochos, y otras figuras contradanzarias, en todo semejantes a las noticias que tenemos de la fábrica de su gran torre; pero nuestros escritores, tan poco exactos en recoger antigüedades, como inclinados al ocio y a la poltronería, se olvidaron de buscar los monumentos de esta ciencia, que sin duda la creyeron ya muerta, y no tuvieron presente que pudiera llegar el siglo contradanzario el más revoltoso y confuso que se ha conocido. Por lo mismo, no habiéndome sido posible adquirir otras noticias, me es preciso ceñirme a nuestros tiempos, que ofrecen material bastante para dar a los sabios una idea clara y elemental de esta ciencia.

     Los Franceses, que en la ligereza han sido siempre superiores a las demás [4] naciones, fueron los primeros que se dedicaron a querer hacer investigaciones de esta ciencia, uniendo en un cierto espacio de tiempo compás y música, varias danzas célebres de las naciones conocidas; y como era necesario darle un título o nombre, por el que se supiese que era descubrimiento nuevo, le llamaron Contradanza, que quiere decir baile contrario a las danzas que se conocían; porque el primor de esta ciencia está en bailar y divertirse al revés de lo que han bailado hasta estos tiempos todos los hombres del mundo. Reunidos, pues, todos los mejores danzantes que se conocían, formaron un cuerpo, el cual a poco tiempo dio a luz aquella preciosa obra con el título de... Arte de bailar contradanzas, en que los sabios danzantes parece que habían agotado cuantas luces les había subministrado el estudio y la meditación, mereciendo el aplauso de la Academia de las ciencias de Paris. [5]

     Este tratado, tan útil como necesario para la conservación del hombre, pasó los Pirineos a mediados de este siglo; y habiendo tenido toda la aceptación debida en nuestra España, se dedicaron los sabios danzantes que la ilustraban a perfeccionar la obra escribiendo varios discursos y tratados muy curiosos, siendo uno de los que más elogios merecieron, el que dio a luz Don Joseph Marset con el título de... Contradanzas nuevas con sus músicas, y explicación de figuras para el año de 1774, con inclusión de algunas anteriores, y seis minués, todo del mismo autor.

     Los aplausos que adquirió en España esta nueva ciencia fueron tan grandes, que a poco tiempo olvidaron los naturales todas sus danzas y bailes para admitir las contradanzas, como se ve en Cataluña, donde apenas ha quedado memoria de su baile nacional; pero como en haciéndose demasiadamente comunes las diversiones, sucede que se vician con otros [6] bailes, de forma que a poco tiempo no las conozca el padre que las parió; así en nuestra España, y aun en nuestra misma Corte, decayó la contradanza a pocos años, porque los crudos Manolos del Avapiés, Barquillo, y Maravillas, que quieren como los monos hacer todo cuanto ven en la gente que llamamos de forma, se dedicaron a esta especie de bailes en sus miserables funciones: de manera que habiendo observado la gente formal o seria la corrupción de estas diversiones, tratadas con el mayor desprecio entre la gentecilla de chupa, cigarro y sombrero, y que aquellas mismas figuras que establecieron los sabios danzantes las habían aplicado para sus seguidillas entre ocho, tomaron la resolución de abandonar el baile de las contradanzas, y aplicarse al delicado, sabio y majestuoso del minué y paspié, siguiendo el dictamen de aquel sabio danzarín Francés que dijo que este baile tiene tal influencia sobre [7] los vivientes, que en la más o menos perfección de sus pasos manifiesta el danzante su crianza, su instrucción, sus modales, su genio, sus principios, y aun sus fines (1).

     Así ha seguido algunos años la contradanza en manos de la ignorancia, hasta que el Cielo cansado de ver las calamidades de esta ciencia, se ha servido de enviarnos aquellas [8] criaturas suyas, que sin duda fueron escogidas para el estudio y perfección de este gran arte que son los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño.

     Estas gentecillas, que ya se juntaban vagamente y sin orden por esos bailes, quisieron corregir los abusos que se notaban en las contradanzas; pero se vieron en la desgracia de no poder adelantar cosa alguna, porque aquellos hombrazos serios que estaban en posesión de mangonear en los bailes, despreciaban sus advertencias con miradas, con gestos, con palabras, y alguna vez con las obras. �Oh! �tiempos calamitosos de la ignorancia!

     En este mismo tiempo quiso mi fortuna hacerme visible entre esta especie de gente con la ocasión que manifesté en mis Cartas, que van al principio de esta obra, escritas a mi Amigo el Diarista de Madrid. Tomé, pues, a mi cargo los conocimientos de la Ciencia Contradanzaria, y con [9] las luces que me suministraron las sabias reflexiones de la Instrucción metódica para bailar contradanzas, que acababa de darse a luz por un aficionado, me propuse arreglar esta Ciencia Contradanzaria a unos principios fijos o invariables, no sólo para bailar las contradanzas según las habían establecido los sabios danzantes, sus inventores, sino también para dar unas reglas sólidas y permanentes de los gestos y contorsiones que deben hacerse, cuando se debía imitar a los monos, a los micos, a los gatos y a otros animalejos que sirven de recreo a la imaginación del hombre; pero la desgracia, que siempre mete su cucharada en medio de las mayores satisfacciones, me impidió el dar principio a la obra, trayéndome otros cuidados que me han ocupado hasta este tiempo.

     Libre, pues, de pesares, de sentimientos y de calabazas, parece que es tiempo que yo cumpla la palabra que empeñé al público de darle a luz [10] con la brevedad posible los principios elementales de la Ciencia Contradanzaria, para que los contradanzantes puedan aprender a bailar por sí o con las sillas de su casa las contradanzas sin necesidad de Maestro; pero antes de entrar en la demostración de la ciencia, convendrá hacer una pequeña narración de la historia de los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño, para que el principiante pueda hacerse más bien cargo de los prodigios que obra esta gran ciencia.



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Capítulo II

Historia de los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño

     El mayor adorno con que Dios honró a la hermosa naturaleza fue la variedad de especies y de cosas que vemos en esta máquina universal, pues cuando miramos a la tierra [11] sembrada de árboles, selvas, jardines y frutas tan agradables a la vista, como sazonadas al gusto; al mar que nos ofrece un campo espacioso para recrear nuestra vista con la diferencia de pescados; y a los aires con multitud de aves de diversas especies y colores que elevan nuestra imaginación con su canto y armonía hasta el Ser que los crió; cuando vemos finalmente que la soberbia del León, la nobleza del Elefante, la sagacidad de la Zorra, la fiereza del Tigre, la voracidad del Lobo, la fidelidad del Perro, la ligereza de la Liebre y la aplicación de la Hormiga son obras de su poderosa mano, y que repartió a cada animal su inclinación, no podemos menos de alabar el que hubiese criado a los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño, ingiriendo en un mismo sujeto de los de esta clase dos diferentes especies, compuestos de hombre y mico, como cuando vemos un naranjo con limones y naranjas, y [12] un alcornoque con guindas y melocotones (2). Así, pues, parecerá a algunos que esta especie de gentes están demás en el mundo por su esencia, potencia y tamaño; pero como quiera que no hizo Dios cosa superflua sobre la tierra, hallaremos que así como las moscas, chinches, pulgas y mosquitos contribuyen a la perfección de este gran todo, del universo; así los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño que alguno juzgará que son las heces de la naturaleza, nacieron para perfeccionar la Ciencia Contradanzaria, tan útil [13] y necesaria al hombre, que no pudiéramos subsistir sin ella ni un solo instante.

     Muchos sabios escritores se han quemado las cejas para indagar el origen de esta especie de gentes, escribiendo infinidad de tomos en folio, sin que de ellos podamos aún formar una idea clara de su antigüedad. Algunos autores citando los metamorfóseos de Ovidio, dicen que estos Pirracas y Currutacos son sucesores y descendientes de aquellos hombres burladores, engañosos y llenos de envidia, a quienes Júpiter castigó convirtiéndolos en Gimios. Otros dicen que proceden de aquella famosa Pigmea que quiso apostárselas a la Diosa Juno, y que en castigo de su atrevimiento fue convertida en grulla. También hay quien dice, hablando de los Pirracas, que son descendientes de la sabia lechuza de Pirro, Rey de los Epirotas, que yendo a combatir a la Ciudad de Argos, abandonó a sus hijos, para que cubiertos de negro [14] se esparciesen por el mundo a publicar la destrucción del Reino de Antígono, de quienes proceden los Abates Pirracas, los cuales sólo nos han presentado hasta hoy ideas tristes y presagios funestos, porque no hemos sabido a qué especie correspondían; pero habiendo revuelto los más rancios manuscritos papiráceos que tiene un literato amigo, hemos encontrado algunas noticias que pueden servirnos para la ilustración de este tratado.

     Dicen, pues, hablando del origen de estas gentes, que cuando Deucalión, hijo de Prometeo, reinaba en Tesalia, fueron las aguas tan caudalosas y continuas, que saliendo el mar de su centro cubrió la tierra, y quitó la vida a todos los habitantes, a excepción de Deucalión y Pirra, su mujer, que se salvaron en la cima del monte Parnaso: que viéndose solos en el mundo, suplicaron a los Dioses o que les quitasen las vidas, o que les enviasen otros hombres para poblar la tierra, y para que les hiciesen [15] compañía: que escuchados sus ruegos por Themis, Diosa de la justicia, les dio a entender que para lograr el fin de su deseo echasen por las espaldas los huesos de su gran madre; y que comprehendiendo ellos desde luego que esta gran madre era la tierra, y las piedras sus huesos, empezaron a tirarlas, y que todas las piedras que arrojó Deucalión se convirtieron en hombres, y las que despedía Pirra en hembras, con lo que volvieron a poblar la parte que cubrió aquel diluvio: que de consiguiente como la tierra estuviese aún mojada cuando Deucalión y Pirra sacaban las piedras de ella, se ensuciaron las manos con lodo, y que como apenas acabaron su obra las sacudieron al aire, se esparcieron algunas partículas de piedra que había entre el barro, las que se convirtieron en el mismo instante en Pirracas, como se deja ver por el fragmento siguiente que encontré en los mismos manuscritos. [16]

                                  Al verse Pirra las manos      
de vil lodo embadurnadas,
y no teniendo pañuelo
ni cosa con que limpiarlas;
sacudiéndolas de recio 5
con asco que la causaba
la inmundicia, saltó el lodo
en partículas livianas.
Al punto se pobló el suelo
de infinitas garrapatas, 10
que en la forma parecían
miniaturas de la humana.
Deucalión que vio la tierra
de tanto insecto poblada,
temiendo a estas sabandijas 15
que como pulgas saltaban;
Pirra, acá, gritó medroso,
Pirra, ven, que me maltratan
estos malditos pulgones,
engendros de tus cazcarrias; 20
Pirra acá, Pirra acá pronto,
repitió al ver que tardaba;
y de aquí les quedó el nombre
a estos bichos de Pirracas.

Estas especies, según iban tomando [17] la figura humana, dicen, que daban saltos y brincos de alegría, y que apenas se miraron con patitas como de araña, empezaron a querer bailar, dando a entender que se criaban para la diversión de los demás hombres, y que sus descendientes serían, cuando viniese el feliz siglo de oro, los que ilustrasen la gran Ciencia Contradanzaria. Lo cierto es, que en aquellos primeros siglos fueron poco conocidos los Currutacos y Pirracas; porque como su alimento no sería más que el de una avellana o una nuez para todo un día, y su vestido o cubierta una hoja de perejil, o una corteza de mimbre, no podían hacer papel al lado de los hombres de aquellos tiempos, como lo hacen junto a los del día.

     Éstos son los pareceres de los escritores antiguos y modernos, que han tratado esta materia con más conocimiento; pero yo tengo por muy cierto que nada nos sirve para este tratado el buscar la antigüedad de estos [18] Pirracas, cuando vemos en el día que de un hombre y una mujer del cuño antiguo sale un Currutaco o una Currutaca, y se cría a nuestras mismas barbas para hacer papel en el orbe contradanzario; de donde se deduce que la naturaleza cansada de abortar aquellos hombrazos, de quienes nos habla con odio la historia, se ha limitado a producir, especialmente en la Corte y Ciudades populosas, una especie de hombres, que detestando de las campañas, de las guerras, y de otras fatigas intolerables que han pasado los hombres en tiempos de la barbarie, se dedican solamente a la diversión, al recreo y al cortejo, esto es, a bailar contradanzas. Es verdad que debemos suponer que en su origen todas estas especies de gentes se llamasen Pirracas y Pirraquillas, como descendientes legítimos de las chispas de lodo que arrojó o sacudió Pirra; y que su figura sería como de un palmo de altura, delgadillos, y desmirriados, a manera de un mico [19] de los que llaman Pericoligero; pero como después andando el tiempo se ha ido haciendo distinción entre ellos mismos de aquellos Pirracas rechonchos y achaparrados, fue necesario que a éstos para distinguirse de los demás les diésemos el nombre de Currutacos, compuesto de las voces Curro, que es expresión de cariño en Andalucía, como entre nosotros el de frazquito, paquito, etc. y de taco, con alusión a que es de figura redonda, la que hace que una bala disparada de un cañón tenga la fuerza y velocidad que vemos, que es el símbolo de mis Currutacos (3). [20] Nuestras Madamitas, que hasta estos tiempos han sido conocidas con el nombre de Señoritas Pirracas, también han tenido necesidad de mudar su nombre en el de Madamitas del nuevo cuño, para distinguirse de aquellas mujeres antiguas que criadas [21] en el seno de sus madres crecían a dos varas de altura, con unas facciones gruesas y ordinarias, y por consiguiente incapaces de entrar en sociedad con las Señoritas del día, ni de tomar parte en esta Ciencia Contradanzaria.

     Sea, pues, el que fuere el origen de estas gentes, parece que debemos prescindir de su averiguación en este pequeño tratado, que se dirige sólo a manifestar los Elementos de la Ciencia Contradanzaria, para la instrucción de los Currutacos y Pirracas; de los cuales sólo añadiré, por ser del intento, que en España, que es la región donde han formado su asiento, hay tal cosecha, que ninguna otra Potencia, por extendida que sea, podrá llevarnos ventaja; pues en la Corte vemos la mayor parte de su juventud seguir las reglas de la Currutaquería, que les describí en las cartas que di al Diario, desterrando aquellas rancias preocupaciones que los hombres antiguos habían [22] establecido de sujetar a sus hijos hasta cierta edad. Ya gracias a la sabia ilustración vemos que se acabaron aquellos tiempos en que a los jóvenes Españoles se les tenía sujetos y encerrados, como a los capones para engordarlos, haciéndoles estudiar artes y ciencias, y la moral Cristiana, de que resultaba que se criaban cuadrados y ordinarios, como Gallegos; ya se desterró de nuestra vista aquella natural vergüenza con que un Señorito con más barbas que su padre se presentaba en los estrados, luego que salía a volar por su cuenta, hecho un cuadrúpedo, y sin más trato de gentes que el vulgar y ordinario de la ingenuidad. Ya es lícito que un Señorito Currutaco corteje y diga flores a una Madamita desde el instante que sale del cascarón; ya un Currutaco a los doce años de edad puede decidir sobre cuanto ve y oye; y ya en fin, la brillante educación de nuestro siglo ha hecho desterrar aquellas ideas tristes de la [23] educación que se daba a los antiguos, sólo con que aprendan la Ciencia Contradanzaria, en que el Currutaco empieza a ser sabio al mismo tiempo que aprende a leer, si es que va a la escuela, porque tampoco necesita saberlo.



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Capítulo III

Progresos de los contradanzantes en el Reino

     Para entender la necesidad que había de la Ciencia Contradanzaria en España, no se necesita más que ver los prodigios que nos dicen va haciendo en todo el Reino aun antes de haberse dado a luz los principios elementales, que son indispensables para su verdadera inteligencia: digamos, pues, algo de los progresos, como que ellos harán más fe que cuantas reflexiones pueda hacer mi discurso.

     En la Corte estamos viendo ejércitos [24] de Currutacos, que abandonando sus ocupaciones antiguas, como incómodas y propias de hombres ordinarios, sólo se dedican a instruirse en este arte, único para llenar sus almas de regocijo. En Cádiz sabemos que los Currutacos han abandonado el comercio, o le han dejado en manos de cajeros Currutacos, para aplicarse a la instrucción de la Ciencia Contradanzaria, de la que podrán sacar algún día mayores intereses, que de la venta de géneros. En Valencia es público que mil Currutacos han abandonado la cosecha de arroz, pimientos y alfalfa, para sembrar su talento en la Ciencia Contradanzaria, de donde esperan sacar mayores frutos. En Barcelona nos dicen que abandonan los Currutacos su rico comercio de zapatos antiguos, y que dirigen sus luces a hacer zapatos Currutacos abarquillados para perfeccionar el arte contradanzaria. En Galicia sabemos que se está estudiando el medio de hacer la cosecha de nabos [25] Currutacos: en Asturias que están empeñados sus naturales en hacer Cocheros, y Lacayos Currutacos, que serán los más estimados en la Corte: en Vizcaya, en aquella mi amada patria, que sólo se piensa cómo se ha de sacar interés de la venta de los Currutacos al extranjero. Y en fin en Bilbao, �ah! en Bilbao, en aquella opulenta Villa es donde formé la idea de escribir esta Ciencia Contradanzaria, viendo que entre su ilustre y maravillosa juventud Currutaca que absorbe a las demás del Reino, parece que naturaleza anduvo pródiga para criar Currutacos, que pueden servir de modelo a todos los demás que quieran tener la gloria de imitarlos. Allí vi sabios Currutacos, que me dieron las primeras nociones de la Ciencia Contradanzaria, tomando de ellos los trajes que describí en mis cartas: allí observé sus conversaciones currutacas; vi sus genios contradanzantes; y en fin allí es donde encontré hasta los [26] talentos Currutacos. �Oh! �dichosos Currutacos Bilbaínos, que habéis merecido el primer lugar de la Ciencia Contradanzaria en los fastos de la Historia Currutaca! A vosotros solos será deudor el orbe contradanzario del descubrimiento de esta ciencia: ayudad, pues, mis intenciones con vuestras sabias luces para perfeccionar esta obra, que os ha de hacer el mayor honor en los siglos venideros.



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Capítulo IV

Elementos de la Ciencia Contradanzaria

     La contradanza es el baile en que las pasiones de los Currutacos logran todo el elaterio que necesitan, ya sea por medio de la aplicación y el estudio de esta ciencia, que los distrae de todos los objetos que mortifican a los demás hombres, y ya porque todos sus negocios y ocupaciones [27] son de tamaña consideración, que ceden a la vista de una contradanza, sin que las enfermedades, los amores, las pasiones, los pesares ni otras pensiones de la fragilidad humana tengan dominio sobre los Currutacos contradanzantes. Por esto debemos suponer que esta ciencia es la más útil y necesaria de cuantas hasta hoy se enseñan en el mundo; porque aunque vemos que el descubrimiento de la pólvora, el de la imprenta, el de la brújula, y el de la química y física han merecido tantos aplausos de las naciones cultas por las utilidades que dicen han traído al género humano, en medio de los millares de hombres que vemos perder las vidas en sus operaciones; �cuánto más aplauso merecerá nuestra Ciencia Contradanzaria, que no sólo distrae a una gran porción de la especie humana de los cuidados que puedan tener, sino que los mantiene en una inacción alegre y divertida de sentidos y potencias, que nada apetecen, [28] nada desean, y nada les incomoda? Dichosos podremos llamarnos los que hemos contribuido a perfeccionar esta gran ciencia, pues con ella logramos hacer felices a los hombres que tantos siglos se han ocupado buscando la piedra filosofal, y haciendo descubrimientos de medicina a costa de innumerables infelices que han pagado con sus pellejos las observaciones de esta ciencia. Nosotros pues, o mis amados Currutacos, hemos descubierto la ciencia que adormece nuestros males temporales, que entretiene nuestros sentidos y potencias, que recrea nuestra imaginación, que nos liberta de los males que nos rodean, y de las demás pensiones debidas a la naturaleza, y en una palabra, que sin viajar por Europa, ni atender a más que al estudio de la misma ciencia, nos hace perpetuamente felices. �Oh! �dichosos tiempos del descubrimiento de la Ciencia Contradanzaria, cuánto hubieran deseado alcanzaros nuestros traseros! [29]

     Entremos, pues, ahora que hemos formado ideas de la contradanza, en el estudio de sus principales elementos.

ELEMENTO I

     Siendo la contradanza el baile más difícil y científico de cuantos hasta ahora se han conocido en el mundo por su hermosa invención y variedad, y por la grande influencia que tiene sobre los habitantes del globo descubierto y por descubrir, me ha parecido muy propio explicar por orden alfabético contradanzario los principios del arte, comenzando por los rudimentos de la ciencia, para que los Currutacos expriman su talento en estudiarlos, y logren a poco tiempo, sin necesidad de otro Maestro, ni de las observaciones de la gran Instrucción metódica, llamarse sabios en el Arte.

Demostración

     Todo baile conocido hasta ahora [30] en España, Francia, Italia, Turquía y la China, que se baile metódicamente, está sujeto, según los más sabios danzarines de Europa, a cinco reglas, o por mejor decir, a una regla de cinco pasos, que son: 1.� 2.� 3.� 4.� y 5.� posición: la primera se hace poniéndose el contradanzante como cuando un soldado está en formación, juntos los talones y vueltos los pies: la segunda, sacando el pie derecho en la misma disposición a un palmo de distancia del otro: la tercera, trayendo el talón del pie derecho arrimado al medio del pie izquierdo: la cuarta, sacando el mismo pie derecho a una cuarta adelante: y la quinta, trayendo el talón del derecho a la punta del izquierdo. Esta misma operación se repite con el pie izquierdo, y queda demostrado perfectamente este elemento. [31]

ELEMENTO II

Del paso del buré

     Aquí debiera yo para cumplir con las leyes de escritor de una ciencia, buscar el origen y antigüedad del buré, para que mis Currutacos en cualquiera controversia o disputa puedan convencer al que se les oponga; pero como la naturaleza de este tratado no permite mucha extensión, me contentaré en esta parte con seguir los pasos del sabio autor de la Instrucción metódica, que es el que con más acierto y claridad ha hablado de esta materia.

Demostración

     Para hacer el paso del buré se pondrá el contradanzante en tercera posición, y doblando un poco la rodilla derecha, dará un paso adelante hasta la cuarta posición, traerá luego a la quinta el pie izquierdo, y [32] la derecha a la cuarta con firmeza; y vea Vmd. ejecutado este difícil paso sin trabajo.

ELEMENTO III

Demostración del mecheté

     El paso del mecheté está aprendido por los Currutacos en menos tiempo que necesitan para sorberse un huevo, porque no tiene que hacer otra cosa que levantar desde la quinta posición el pie derecho al aire, y bajarle pronto, doblando ambas rodillas; y sacando el izquierdo al aire dejarle caer cruzando el pie derecho prontamente, ejecutando lo mismo al otro lado.

     Muchas veces acontece que los músicos corren más que los contradanzantes, faltando a estos tiempo para llegar al puesto señalado, especialmente cuando la contrandanza es de figuras dobles: en este caso se [33] hace un paso saltado, así como cuando los Grotescos de la Ópera dan un brinco de tres o cuatro varas para pillar a la compañera.

ELEMENTO IV

Trata del compás de la contradanza, y del titatirari, tiratirari, titatirari, titatá

     La contradanza, sea inglesa, francesa, de rigodón, o calabaza, es de 2, 3, 4, 5, 6, ó 20 partes: cada una parte consta de 16 compases; las dos partes de 32; las 3 de 48, y así sucesivamente se irá de 16 en 16 hasta donde alcance la cuenta. Cuando es de cuatro partes, si no lo saben los ciegos, se manda que toquen una de dos; cuando es de seis, una de tres; y cuando es de veinte, una de diez; y si tampoco la saben, que toquen ad libitum, a salga lo que saliere, pues el baile no debe dejarse porque los músicos no sepan lo que se les pide. [34]

Demostración

     Como la música es la que da el tono para todo género de baile, es necesario que los contradanzantes después de sabidas las figuras se ensayen con algún piporro, dulzaina, gaita, o cosa que lo valga, a oír y retener el compás de la contradanza, y demarcarla con la mano al modo que los maestros de capilla, de cuatro en cuatro, o de ocho en ocho: y para esto será un específico muy bueno que ellos en su idea se formen una contradanza para irla cantando: v. g. titatirari, titatirari, titarirari, titatá: son cuatro compases, que ocupan una media figura, y repetidos éstos con el mismo sonsonete, son ocho compases, que ocupan una figura entera; pero como los ocho

dobles, las esquinas y otras figuras, que se verán en las contradanzas de nuestros Currutacos, ocupan una parte entera, es menester que el contradanzante vaya demarcando los 16 compases; [35] y si no puede llevar el compás, porque la música en sus oídos no haga impresión, procurará que el primer violín de sus bailes sea instruido en el nuevo método, para que vaya señalando las partes de la contradanza, gritando en pie... segunda parte, tercera parte, contradanza, etc.

ELEMENTO V

Describe lo que es alemanda

     Cuando en aquellos tiempos de Doña Urraca y Doña Berenguela no había en España otras ideas del baile que el bailar dos enamorados al son de un Albogue o Gaita, a catorce pasos de distancia el uno del otro, con una caña que llevaba el Galán para decir por su conducto a la Dama las travesuras de su amor platónico; y cuando todavía los sabios danzarines Franceses no habían establecido las hermosas variaciones de [36] la contradanza para bailarlas por dentro y por fuera, se sabe por tradición, y por lo que se puede entender de algunos manuscritos que hemos registrado, que ya en Alemania se abrazaban un hombre y una mujer para bailar, dando vueltas y más vueltas arriba y abajo de una sala, hasta que la música lo dejase; a cuya figura, por ser inventada y procreada allí mismo, la llamaron alemanda.

     Los danzarines Franceses bien conocieron la hermosura de esta diferencia, pero la redujeron a sólo dar una vuelta asidos de un brazo, y después otra del otro, y le pusieron el nombre de alemanda, por no despojar a los Alemanes del maravilloso secreto que se les debe de abrazarse en los bailes.

Demostración

     Se pondrá el contradanzante en medio de la sala con una silla de [37] paja enfrente, que debe ser su compañera; y al romper la música, cogerá la silla con el brazo derecho, dará una vuelta con ella volviéndola a dejar en su puesto; repite lo mismo con el otro brazo, y cuando es media alemanda la dejará en lugar opuesto; y luego la vuelve con el otro brazo al suyo.

     Esta diferencia se ha ejecutado hasta estos tiempos enlazándose los contradanzantes de los brazos; pero hoy es necesario que lleven sus pañuelos, y que en vez de agarrarse de los brazos se los echen al hombro el uno al otro, y planten sus manitas encima; en cuya disposición inclinados sus cuerpecitos hacia adelante un poquito, las manos detrás en la cintura, y con el gesto serio y clavado en los ojos del compañero, darán la vuelta: que haciéndolo así, no deja nada que desear a los Currutacos. [38]

ELEMENTO VI (4)

Del ocho, medio ocho, ocho doble, ocho por fuera, y ocho por dentro

     Todo el mundo sabe que ocho son ocho, por más que los ocho días de la semana no sean más que siete. A este nombre tan favorecido de los hombres en todos tiempos, que no sólo mereció que los comerciantes le honrasen con despachar sus letras a ocho días vista, sino que también establecieron otros ocho de cortesía para retardar su pago, quisieron los sabios Franceses, inventores de los instrumentos y nombres de la Ciencia Contradanzaria, dedicarle algún fruto de sus tareas, agregándole varias figuras del ocho sencillo, ocho doble, ocho por dentro, y ocho por fuera.

     El ocho, pues, por su naturaleza es engorroso, y así es que los contradanzantes fácilmente se pueden equivocar, si no damos aquí unas [39] ideas perfectas de esta diferencia. Ésta se hace de varios modos: medio ocho es cuando los contradanzantes pasan cruzándose por dentro de la pareja siguiente, y dando la vuelta por detrás del contradanzante de enfrente, quedan en lugar opuesto, que son cuatro compases: ocho entero es, cuando siguiendo el mismo curso desde aquella posición, y volviendo a repasar por dentro y por detrás del contradanzante de su lado, vuelven a quedar donde empezaron, a lo que llaman ocho por dentro, en que se ocupan ocho compases: ocho por fuera es, cruzarse los dos contradanzantes y dar la vuelta por detrás de la pareja de enfrente, entrar por medio, y dando la vuelta por detrás de los compañeros de su lado, ganar un puesto, que son otros ocho compases: cuando es ocho doble se vuelve a repetir la misma figura del ocho por fuera con la pareja tercera, y son dieciséis compases, que es una parte. [40]

Demostración

     Pondrá el contradanzante dos sillas en su sala en fila, que hagan las veces de dos Currutacos, y él se pondrá a la cabeza, enfrente pondrá tres taburetes, tres almohadas, o tres pucheros, que figuren a tres Madamitas del nuevo cuño; y al romper el compás de titatirari diciendo a su compañera a una, se meterán por medio de la pareja segunda, y dando la vuelta el Currutaco por detrás de la Madama, y ésta por detrás del Currutaco, vuelven a quedar en lugar opuesto de la primera pareja, en que se ocupan cuatro compases, que es el medio ocho: desde este puesto volverán a entrar otra vez por medio de la misma pareja, y pasando el contradanzante por detrás de la silla de su lado, y la compañera por detrás de la almohada, volverán a quedarse en su puesto, y es el ocho por dentro, en que se ocupan ocho compases: ocho por fuera, es cruzarse la primera [41] pareja, y dando la vuelta el contradanzante por detrás de la almohada de enfrente, y la compañera por detrás de la silla currutaca, meterse por medio, y cruzándose por el lado opuesto ganar un puesto, que son otros ocho compases: el ocho doble es, cruzarse la pareja primera, y meterse entre la segunda y tercera, y cruzándose allí igualmente pasar entre la tercera y cuarta; aquí se vuelven a cruzar, y se deshace la figura por los mismos pasos, ocupando una parte entera, que son dieciséis compases, y quedan en su puesto.

     Nuestros contradanzantes han conocido bien que esta figura encerraba en sí algún arcano que ellos no conocían, porque veían que podía admitir algunas variaciones que la hermoseasen sin sujetarse a la secatura con que hasta ahora se han hecho los ochos; pero su desgracia no les ha permitido modificarle hasta ahora. Es necesario, pues, que para bailar el ocho se ponga la Madamita sus manitas [42] atrás, y vaya menudeando el taconeo al compás de la música con mucho movimiento de caderas; y que al pasar por detrás del Currutaco le coja de un brazo y le dé una vuelta como a una perinola; y el Currutaco contradanzante ejecute lo propio al mismo tiempo con la Madama de enfrente.

     Esta figura será hermosísima siempre que la ejecuten los Currutacos con la agilidad que acostumbran.

ELEMENTO VI

Trata de las esquinas volteadas, de las esquinas paradas, de las esquinas por dentro, y de las esquinas por fuera

     Cuando los sabios danzarines ilustraron su nomenclatura con las voces que debían servir para esta gran Ciencia Contradanzaria, parece que tuvieron presentes aquellos objetos [43] que más interesan al hombre para instruirle con ellos de los principios de un arte que había de serle tan necesario para su conservación. Nadie duda, pues, que las esquinas han sido siempre las que han manifestado más influjo sobre los vivientes, porque en las esquinas se forman los corrillos, en las esquinas los desafíos, en las esquinas cantan los ciegos, en las esquinas se tratan los amoríos, en las esquinas se fijan los carteles, en las esquinas se mean los hombres, y en fin en las esquinas se leen las fiestas de toros, las de los maridos celosos, y otros fenómenos con que se ilustra al pueblo. A este nombre tan agradable dedicaron nuestros sabios una figura que hiciese eterna su memoria en la Ciencia Contradanzaria, llamándola esquinas. Éstas se hacen por dentro, por fuera, y paradas. Las esquinas por dentro se hacen después de ganar un puesto la primera pareja, y generalmente es la diferencia que llaman del socorro [44] los contradanzantes, porque ocupan toda la tercera parte: se ejecutan así. Se enlazan los danzantes de los brazos derechos, dan una vuelta, se sueltan, y el contradanzante con la Madama de la pareja que sigue, da otra vuelta enlazado del brazo izquierdo, mientras que su compañera da igual vuelta con el Currutaco de la primera pareja, se sueltan, dan otra vuelta los dos contradanzantes y repiten la figura en los mismos términos, con la diferencia de que el contradanzante da la vuelta con la Madamita de la primera pareja y su compañera con el Currutaco de la tercera pareja, quedándose en su puesto con media alemanda.

     Las esquinas paradas, o sean sostenidas, vienen a ser lo propio, con la diferencia de que en vez de soltarse los contradanzantes para bailar con los Currutacos y Madamitas de la primera y tercera pareja, quedan enlazados con ellos haciendo los cuatro compases que debía ocupar la [45] vuelta sin soltarse, y después dando la vuelta ambos contradanzantes, hacer igual figura con las parejas opuestas.

Demostración

     Como en la suposición de bailar, mejor es bailar bien que bailar mal, debemos buscar un medio de hacer demostrables las esquinas, para que los contradanzantes entiendan de necesidad la grandeza de esta figura sin mendigar de los autores que han tratado de la materia, ni buscar a los prácticos en la ciencia.

     Supongamos, pues, que me hallo en la Puerta del Sol, y que mi compañera es la esquina de la calle de la Montera, y yo la de la calle de las Carretas: supongamos también que las otras dos parejas son, la una la tienda de Pérez con su compañera Madama Mariblanca, y la otra la casa de Correos con su compañera Madama la Inclusa; y que yo con mi Madamita me hallo en medio en acción [46] de empezar las esquinas: nos enlazamos los dos contradanzantes de los brazos derechos apretadamente, damos una vuelta, nos soltamos, y mi compañera agarra por el brazo derecho a la tienda de Pérez, y le da una vuelta entera, mientras que yo la doy otra igual a Madama la Inclusa, ocupando ocho compases en toda esta operación, quedan en su lugar y volvemos a dar otra vuelta entera los dos contradanzantes, y mi compañera agarra con el brazo izquierdo a la casa de Correos, y le da otra vuelta redonda, mientras que yo doy otra igual a Madama Mariblanca, a quienes también los dejaremos en sus puestos, volviendo a los nuestros con media vuelta, y ocupamos otros ocho compases.

     Las esquinas paradas o sostenidas siguen el mismo orden, pues dando una vuelta con mi compañera, la llevo a que se enlace con la tienda de Pérez sin soltarse, mientras que yo hago lo propio con Madama la Inclusa, [47] en cuya disposición damos cuatro compases, ocupando en todo ocho: nos soltamos, damos otra vuelta los contradanzantes, y mientras que mi compañera se enlaza con el Correo, yo hago lo propio con Madama Mariblanca, con quienes damos también otros cuatro compases, y dando una media vuelta, nos volvemos a nuestros puestos, ocupando otros ocho compases, y en todo dieciséis.

     Nuestros antiguos no conocían toda la fuerza de esta diferencia, por carecer de la ciencia; pero es un prodigio el ver a un Currutaco haciendo bailar esquinas a toda una Puerta del Sol (5). [48]

ELEMENTO VII

Cadena, y media-cadena

     Todo el mundo sabe cuán odioso ha sido a los hombres en todos tiempos el nombre de la cadena, porque ella ha sido siempre la que ha sujetado a las almas grandes, la que ha postrado a los héroes, la que ha puesto terror a los malvados, la que ha aprisionado los amantes pechos; y la cadena es en fin, la que hace prodigios en el Prado, en Cartagena, en [49] Orán, en Ceuta, en Melilla y en Alucemas. Se hacía, pues, indispensable señalar una figura contradanzaria a este nombre, para que los contradanzantes no le tuviesen tanto terror. Esta figura, que tuvo muchísima aceptación en sus principios, fue adulterada por los Manolos del Avapiés, Barquillo y Maravillas para usarla en sus seguidillas, como que en ellos hacía comúnmente más estragos la cadena, y así la demostraremos en la práctica.

Demostración

     El Caballerito Currutaco contradanzante tomará a su compañera de la mano derecha, y el Currutaco segundo hará lo propio con la suya, y dándose las dos Madamitas las manos izquierdas, y después las derechas a sus compañeros, vuelven a sus puestos, que es lo que se llama cadena entera, en que se ocupan ocho compases; y la media es la misma figura, [50] y después de darse las manos izquierdas quedarse al otro lado, ganando puesto con cuatro compases.

     Esta figura, antes que la hiciesen tan común los Manolos, era primorosa por su invención y travesura; y aunque en el día tiene el mismo lucimiento, encargo a mis Currutacos que usen de ella lo menos que puedan, porque da a entender que el que la pone es hombre de ideas comunes, y de sentimientos ordinarios; bien es verdad que a veces es preciso usar de ella para explicar los Currutacos sus quejas con un apretón de manos al descuido, u otra señal de expresión muda; pero esto sucede ya pocas veces en nuestros bailes, donde se divierte cada uno a lo Sanfason; sin quejas, sin celos, ni satisfacciones, que son de gentes ordinarias. [51]

ELEMENTO VIII

Del cedazo, medio cedazo, y cedazo doble

     Todos sabemos que el cedazo es aquel mueble o instrumento que sirve para cerner harina, y que éste fue el principal objeto para que fue instituido; pero como después vemos usar cedazos en las fondas, en los cafés, y en las botillerías para colar sus aguas y vomitivos, convendrá que para no dejar duda a cual de las especies corresponde, pongamos esta figura en práctica para que el Currutaco forme la idea de ella, según se acomode a cerner.

Demostración

     Los sabios danzarines que dieron el nombre de cedazo a esta diferencia, tuvieron bien presente que el modo de ejecutarla había de ser sacudiéndose las manos, y dando vueltas [52] por debajo y por encima de los brazos; pero como la contradanza por desgracia ha estado hasta aquí en manos de la ignorancia, no se hacía otra cosa para esta figura que darse las dos parejas ambas manos, y viniendo el primer Currutaco hacia atrás con su compañera, y el segundo hacia delante con la suya, ganar un puesto, hacer aquí lo contrario, y volver cada uno a su lugar. Desde luego se ve la frialdad y secatura de los tales contradanzantes, que parece llevan unas angarillas en las manos, sin hermosearla con vueltas, con gestos, ni con otras acciones del intento; y por lo mismo es necesario que para que los Currutacos no caigan jamás en la tentación de ser fríos en las contradanzas, vayan dando una mano, y después otra, a la compañera durante toda la vuelta, que ocupan ocho compases; y que las Madamitas levantando una vez el brazo derecho, y otra el izquierdo, se metan, se salgan, y se enreden entre [53] los brazos de los contradanzantes, hasta que dando una vuelta redonda vengan a sostenerse en brazos de sus compañeros, como lo dicen los siguientes versos, hablando del cedazo.

                                  Para hacer esta figura      
ha de coger el danzante
a la dama de delante
de ambas manos con soltura.
Le da luego con finura 5
una mano, y otra suelta,
ella corre, y él da vuelta,
vuelve al puesto, y un abrazo,
y aquí se acabó el cedazo.

     Para esta diferencia debe haber en las Madamitas mucha viveza natural, esto es, aquello que en tiempos bárbaros se llamaba desvergüenza o insolencia. [54]

ELEMENTO IX

Del latigazo y sus progresos

     Si yo fuera a explicar aquí los prodigios que han obrado en el mundo los latigazos, necesitaba escribir más tomos en folio, que han borroneado nuestros Jurisconsultos; pero como el tema de este tratado no me permite ilustrarle con más autoridades ni citas, que las demostraciones que voy poniendo, (porque todas serían cero para mis contradanzantes, que de nada necesitan de los antiguos) por esto me es preciso ceñirme de necesidad a tocar de paso la historia de cada figura contradanzaria. El látigo es tan antiguo, que apenas hay memoria de hombres en que no se haya usado. Este instrumento siendo por su naturaleza bronco, seco, y de pocos puntos de voz, es sin embargo el que conmueve a todo un pueblo con sola una vibración, cuando [55] por ejemplo, aguarda una noticia favorable. Los primeros que hicieron uso del látigo fueron los Griegos, según se entiende de los mejores autores antiguos, porque nos dicen que en sus ejércitos con un latigazo se daba la señal de envestir, y con un latigazo la de retirar; de que se sigue que sus grandes acciones estaban siempre pendientes de un latigazo bien o mal dado, como sucedió al valiente Emperador Darío, que por no haberle sabido dar a tiempo para echarse fuera de la batalla, le mataron los Macedonios al carretero, y dio al traste con toda la contradanza de aquella batalla, en que a costa de su reputación adquirió tanta fama el ambicioso Alejandro. Por esto para semejantes empresas es necesario buscar hombres científicos, que sepan en cualquiera ocurrencia fatal substituir otra diferencia que vuelva a rehacer el ejército, así como mis contradanzantes cuando ven que se ha introducido la confusión en una [56] contradanza, por impericia de algún Currutaco, saben disponer evoluciones, marchas, embestidas, retiradas y demás diferencias que confundan la vista de los curiosos, ya que la contradanza padeció algún descuido.

     Desengañémonos, Currutacos míos, esto lo hacen aquellos contradanzantes sabios, que han aprendido por principios elementales las reglas de la ciencia que trato: de nada sirven para guiar estas contradanzas hombres fanfarrones, fantasmas, ni charlatanes, que han preocupado al pueblo con sus aparentes razones, si no tienen la ciencia necesaria para dar en cualquier acontecimiento un latigazo, con que se ordene toda la acción de una contradanza, sin volver la grupa al abandono, con vergüenza y mofa de los espectadores.

     Vosotros, hijos míos, como aprendéis por principios la Ciencia Contradanzaria, sabéis bien que como la contradanza de la huida, o del galope es la última que se debe bailar, [57] no debéis por ningún acontecimiento dar el latigazo para salir de la función, sino sosteneros hasta agotar todas las habilidades de vuestra ciencia, formando y bailando contradanzas francesas, inglesas, o de rigodón, con cuantas evoluciones y marchas puede sugerir un talento capaz de mandar; y cuando ya llegare la hora de ver cansados vuestros contradanzantes, entonces ordenaréis la contradanza del escape, que la tendréis pensada de antemano en globo, para formarla según lo exijan las circunstancias; y concluida, tomando cada uno su corbata, sombrero, y cuanto tenga en la casa, os iréis dejando el campo de batalla al dueño de la casa, que yo le aseguro que no le quede mucho botín de vuestra parte.

     El latigazo, pues, debe usarse antes de embestir, o al tiempo de la retirada o huida, para que la contradanza guarde las tres unidades, de acción, tiempo y lugar; y porque esta figura para ejecutarla con aquella [58] soltura, libertad y elegancia, que en sí tiene, necesita mucha práctica, y continuada, con cocheros, caleseros u otros de esta clase, nos parece muy del caso que nuestros contradanzantes Currutacos más pudientes, como Marquesitos, Condesitos o Caballeritos, que tengan facultades, continúen manejando el látigo por esos pescantes de coches de colleras, tartanas y carromatos, para que cuando se presenten en una sala hagan el latigazo con toda aquella gracia de que es susceptible, admirando a los concurrentes la travesura de sus talentos, que han sabido vencer las dificultades que hasta aquí nos ha presentado el latigazo, que sin duda alguna debió estar reservado para nuestros Señoritos de ciento en boca.

     A este latigazo dedicaron aquellos sabios nomencladores su diferencia, que ejecutaban nuestros antiguos tomando el contradanzante la mano izquierda con su derecha a la Madamita, pasarla sin soltarse por debajo [59] del sobaco izquierdo, dando vuelta a todo el cuerpo del contradanzante, y tomándola su mano derecha con la izquierda quedarse enlazados; pero hoy se ha ilustrado esta diferencia por los Currutacos, según la siguiente

Demostración

     Para ejecutar con perfección esta figura, es necesario que el Currutaco contradanzante observe bien a los cocheros que llevan guías de mulas por esas calles o paseos, los cuales después de dar dos vueltas al látigo por encima de la cabeza con mucha gracia, sacuden el latigazo, y arrean la contradanza que llevan: de este modo el contradanzante tomándola de la mano izquierda a la Madamita su compañera, la dará dos vueltas ante todas cosas, llevándola a todo correr sin soltarla, pasando el brazo para dar la vuelta por encima de la cabeza, y cuando traiga ya bastante violencia, la pasará por debajo [60] del sobaco, y alargando cuanto pueda el brazo, la dejará correr hasta que se le ciña al cuerpo, como el látigo a una mula, y venga a parar el rostro de la contradanzante arrimado al suyo con inclinar un poquito la cabeza, para darla la mano derecha.

     �Oh! �cuántos prodigios hace un latigazo bien entonado en los Currutacos y Madamitas!

ELEMENTO X

Del caracol

     Caracol sabemos todos que es un animalito que tiene su habitación en una concha, de la cual sale con el sol mostrándonos sus cuernos, y hace noche donde quiera que le coja, como que lleva toda su casa consigo, y no necesita de más albergue. Este nombre compuesto de las voces cara y col, sería dado sin duda por el primero que le descubrió en alguna huerta, [61] donde abundan, porque acaso le vería que estaba de cara de alguna col, así como si le hubiera encontrado que estaba de cara a un apio, a un puerro, etc. le hubiera llamado carapio, carapuerro, etc. El caracol debemos suponer que ha tenido mucho séquito en los tiempos antiguos, pues vemos construidas las más de las escaleras de casas fuertes, torres y castillos en esta figura, demostrando el poquísimo gusto que había en la arquitectura; de donde se deduce que las artes han estado abandonadas hasta este ilustrado siglo en que el estudio, la aplicación y el premio las han dado aquel grado de estimación que se merecen, pues por su medio logramos el felicísimo tiempo de ver colocadas robustas y hermosas columnas en los edificios para sostener las siete maravillas del mundo, y otras producciones de la deliciosa arquitectura del gusto moderno. [62]

Demostración

     Tomando la Madamita con su mano izquierda la derecha del Currutaco dará una vuelta redonda hacia dentro sin soltarse, se dan las manos, y quedan ambos enlazados; en esta disposición dan el paseo, o lo que les manden, vuelven a sus puestos, y al concluir se desenlazan en los mismos términos.

     Esta figura es una de las más favoritas de los contradanzantes, porque en ella es donde se dicen al paso varios coloquios, y así es que todo Currutaco, que quiera lograr el laurel de científico en el arte, debe saber de memoria algunos versos para recitárselos a Madama mientras dure esta diferencia: a propósito me acuerdo de una décima, que estando gobernando Don Currutaco el entretenido una contradanza dijo a una Madama, de quien mereció la aprobación por la sutileza de ingenio con [63] que sin perder de vista la Contradanza, suplió la falta del concepto.

DÉCIMA

                                            A vuestras plantas, Señora,      
tenéis triste, mustio y flaco,
a este rapaz Currutaco
haciendo la cantimplora.
Desde que sale la Aurora 5
hasta que se pone el Sol,
soy amante girasol
de vuestras luces divinas,
y así dadme las... esquinas,
que se acaba el caracol. 10

ELEMENTO XI

De los engaños

     Uno de los principales objetos de esta figura es la grande obra de misericordia que debemos ejercer de enseñar a engañar al que no sabe. El engaño en tiempo de nuestros mayores, o por mejor decir, de la barbarie, [64] se reputaba como maldad y picardía, pero hoy, gracias a la ilustración presente, es un ramo muy interesante del comercio, porque aun cuando se trate de vender a otro, y hacerle traición con la intención más dañada, siempre que sea bajo el aspecto de engaño, será una gracia de parte del que le haga. Como los Currutacos y Madamitas tienen la instrucción necesaria para hacer engaños con toda perfección, les pondremos aquí la demostración de la figura.

Demostración

     La primera pareja gana un puesto y da media vuelta; la Madamita hará un frente con el Currutaco de la primera pareja, y el contradanzante con la Madamita de la tercera; esto mismo repite la Madamita con el Currutaco de la tercera, mientras ejecuta lo propio el contradanzante con la Madama de la primera pareja.

     En esta figura deben las Madamitas [65] presentarse con desenvoltura, puestas las manos atrás o en la cintura, el cuerpo un poquito vencido hacia adelante, y repicando el paso del buré o de la contradanza con un movimiento muy igual y continuo a un lado y otro: los ojos estarán clavados en el Currutaco con quien baile, moviendo sólo el mondadientes o el palito que llevarán en la boca, que debe ser de madera antipútrida: si el Currutaco fuese el allegado, esto es, el de las confianzas, podrá hacerle un guiño o un gesto para darle a entender que le tiene en su corazón, volviéndose al acabar la figura con una amorosa cortesía; pero si fuese Currutaco de otro cortijo, al último compás dará una rabotada de pronto, le volverá la espalda, y se irá a buscar a su contradanzante.

     Los Currutacos deben en toda la figura conservar la acción de querer abrazar a las Madamitas, mordiéndose los labios, haciendo movimientos de cabeza, risitas sencillas, [66] y arqueadas de ojos, poniéndolos en blanco de cuando en cuando, con un suspiro que ensanche su cuajo media vara; pero deben cuidar de no propasarse jamás a hacer otra acción alguna que indique su poca crianza.

ELEMENTO XII

Del molinillo

     Molinillo es la máquina con que se bate el chocolate; y como en tiempo de nuestros sabios danzarines este género tenía tanto séquito en Europa, no es extraño que le dedicaran su figura; pero al paso que se ha ido haciendo tan común el chocolate, que sin embargo de servir aun de merienda y cena a nuestros Señoritos de ciento en boca, y Madamitas del nuevo cuño, se emplea con desprecio en almuerzo de criados, de caleseros, de arrieros, de cavadores, y otras gentes ordinarias, ha ido decayendo esta figura de la aceptación [67] que tenía, porque en todas las funciones turbulentas se ve que la usan en sus seguidillas entre ocho los Manolos, como se deja ver de esta seguidilla que cantaba una Manola a su Juanillo.

                                  Todo lo que se quiere      
se facelita
por las causalidades
de una vesita.
   Anda Joanillo, 5
no hay cosa más polida
que el molenillo.

Demostración

     Se forma rueda de cuatro, esto es, dos hombres y dos mujeres, que hacen el oficio de chocolatera, o de seis cuando la contradanza es cerrada: pónense en medio del cerco la pareja a quien corresponde, bien agarrada de brazos, que es el molinillo: la chocolatera da una vuelta entera caminando sobre su derecha, [68] y entretanto el molinillo da tres, cuatro, veinte o más vueltas que pueda sobre su izquierda: concluida la rueda se ponen en su lugar, y si ocurriese que a la Madamita se la vaya la cabeza con las vueltas, como sucede a las más, la tendrá recostada a su pecho mientras que se serene.

     Toda cocinera debiera saber con perfección esta figura para hacer bien el chocolate.

ELEMENTO XIII

Del galope

     Cuando vemos marchar un caballo, todos distinguimos si va a paso, a trote, o a galope, que son las diferencias que siempre hemos conocido de cabalgar, hasta que ya algunos sabios escritores de la ciencia equitatoria han encontrado otras marchas que habían estado envueltas para la antigüedad entre las tinieblas de [69] la ignorancia, así como ha sucedido a esta Ciencia Contradanzaria, que no se ha conocido hasta nuestros días.

     Al galope, pues, que era el paso más brillante que conocían los sabios danzantes, quisieron honrarle con alguna tarea de sus estudios dedicándole una figura que hiciese eterna su memoria.

Demostración

     Debemos persuadirnos que esta diferencia se inventaría para que las parejas puestas en cuatro patas corriesen a todo correr por la sala, porque de lo contrario no parezca que se puede verificar el galope; pero nuestros contradanzantes, huyendo siempre de posiciones indecorosas a su carácter, han convenido en que se ejecute agarrándose un Currutaco y una Madama fuertemente por debajo de los sobacos, ir corriendo por medio de las filas dando saltos y respingos a pie juntillas arriba y abajo hasta volver a su puesto. [70]

     Los Currutacos y Madamitas deben saber por regla infalible que este galope deben hacerle después de unos latigazos.

ELEMENTO XIV

Del pastel

     Como era el pastel la sal y el sainete de una mesa en los días de función y recreo, quisieron los sabios danzantes honrarle con una figura que demostrase su hermosa vista, su agradable sabor, y la abundante manteca de la masa hojaldrada: en efecto sus felices ocurrencias dieron en el hito de la dificultad, y no es extraño que esta figura haya tenido tantos golosos, que la hiciesen común, porque estas cosas que suenan a masa, manteca, pringue y espesura, no sólo gustan a los contradanzantes, sino también a la gentecilla de Barrios bajos; y así es que inmediatamente la destinaron para diferencia [71] de sus seguidillas entre ocho.

     En mis Currutacos se ve hacer el pastel allá a la madrugada, cuando las Madamitas se van arrojando por las sillas de la sala, una cansadas, otras bostezando, y todas rendidas al sueño, porque entonces es necesario hacer cositas espesas que ellas mismas den calor y aviven a los contradanzantes, para que no decaiga el concepto del dueño de la casa, que sería un bochorno el que se dijese al día siguiente que en el baile de Don Fulano se habían dormido los concurrentes.

     Por esto, pues, procurarán poner el pastel, que otros llaman canastillo, en una contradanza cerrada de esta manera.

Demostración

     Se dan las manos las cuatro Madamitas en rueda, se unen un poco, y los cuatro Currutacos se dan también las manos, teniendo en el centro la rueda de las Señoritas; levantan [72] éstas sus brazos, y los contradanzantes meten las cabezas por debajo de los brazos de la compañera y contraria; y en esta disposición dan una vuelta hasta su puesto. Así es como hacían esta figura los antiguos; pero nuestros Currutacos viendo la necesidad que hay de dar calor a la broma, pensaron adiccionarla o iluminarla de esta manera; a la media vuelta de la rueda se apretarán con disimulo las manos, que será señal para bajarlas de pronto hacia las corvas de las Madamitas, y apretando entonces un poquito la rueda, las subirán prontamente sentadas en sus brazos; y acabarán en esta disposición la vuelta. Esta figura es tan graciosa según la nueva instrucción, que hace reír a todo el auditorio al ver que las Madamitas chillan como asustadas con la sorpresa, y por esto comúnmente suele acabarse antes que la música; bien que en este caso procurarán que para ocupar la alta se les manden también unos latigazos, [73] para que tenga más substancia el pastel.

ELEMENTO XV

Trata de los arcos

     Aquí me encuentro en la mayor confusión, sin poder atinar si esta diferencia fue dedicada al arco con que los antiguos disparaban sus flechas, o al Arco Iris, porque a uno y otro se parece; pero sea lo que fuere, lo cierto es que tiene mucha gracia esta figura.

Demostración

     El contradanzante Currutaco toma de la mano a la Madamita su compañera, o al Currutaco que tiene a su lado, levantan el brazo, que es el arco, y pasa por debajo la pareja de enfrente. Para hacer bien esta figura es necesario mucho talento Currutaco. [74]

ELEMENTO XVI

De las alas por dentro, alas por fuera, y alas de costado

     Como generalmente en la contradanza es fácil perderse por más ingenio que tengan los contradanzantes, determinaron los sabios inventores el hacer unas alas para que a semejanza de Ícaro y su padre, puedan salir por el aire de cualquier laberinto, y así es que el uso de estas alas es muy frecuente entre los Señoritos de ciento en boca, porque las hacen, las deshacen, y las vuelven a hacer con más facilidad que sorberse un huevo.

Demostración

     Luego que gane puesto la pareja que va bailando, viene a enlazarse con la otra pareja que queda primera abrazados de las cinturas, y hacen un frente los cuatro, poniéndose el [75] contradanzante en medio de las dos Madamitas, y vuelven a ejecutar lo mismo con la otra pareja. En las contradanzas cerradas, o sean francesas, son muy frecuentes estas alas, haciendo un frente en dos filas de cuatro; y soltándose después las alas por medio, vuelven a hacer otro frente igual, enlazándose las dos parejas de un lado y otro, y caminar hacia los costados.

     Vea usted aquí a mis Currutacos con alas de frente, y alas de costado: dichosos ellos si las tuvieran también en el entendimiento.

     Cada contradanzante se debe suponer un Ícaro que intenta escalar el sol de su Madamita del nuevo cuño, y así es que frecuentemente se derriten en esta figura. [76]

ELEMENTO XVII

De los espejos

     Como el espejo es el compañero inseparable de un Currutaco, se ha dedicado a su nombre esta diferencia.

Demostración

     El Señorito Currutaco o Pirracas, y la Madamita, uno enfrente de otro, se darán las manos derechas, las subirán arqueadas, y se mirarán por debajo haciéndose uno a otro un coco, un mimo, o cosa que lo valga.

     Todo tallista debiera saber bailar esta figura para hacer con gracia un espejo. �Bendito sea Dios, y cuanto debe el mundo a los Currutacos! [77]

ELEMENTO XVIII

Banderas

     Las banderas son la señal de un ejército triunfante, y la divisa de las naciones marítimas: como se ha estudiado tanto para buscar el modo de despojar al enemigo de una bandera, que equivale más en campaña que las vidas de cien hombres, quisieron también nuestros danzantes dedicarle su figura para entibiar el horror que todo contradanzante debe tener a la guerra.

Demostración

     Toma el Currutaco a dos Madamitas de las manos, alza los brazos, y las hace dar una vuelta por debajo sin soltarse. Vaya de otro modo: por el arco de la izquierda pasa la Madama de la derecha, dando una vuelta el Currutaco por el mismo arco, repitiéndose lo mismo al otro lado. [78]

     �Oh! �tiempos obscuros! �cuántos trabajos pasaban aquellos vuestros hombres para ganar unas banderas, cosa que hoy vuestros Currutacos ganan por debajo de la pierna!

ELEMENTO XIX

De los tresillos, paseos y sarsé

     Tresillos es hacer rueda de tres, alzar el brazo de la compañera por encima de la cabeza, meterla en el centro, dar una vuelta y volverse a desenlazar.

     En esta figura se deberá tener cuidado de apretar la rueda lo más que se pueda, que es en lo que está la gracia, y decir algo sazonado a la Madamita.

     Paseos: esta figura se hace bajando la pareja contradanzante haciendo gestos y besamanos, y no en sarsé como los antiguos, volver cada uno por su lugar, y ganar un puesto. [79]

     Sarsé es agarrarse las parejas con las manos por detrás, y en esta disposición dar una vuelta unas por detrás de otras.

ELEMENTO XX

Del nudo

     Según algunos sabios contradanzantes podemos creer que esta diferencia fue dedicada al famoso Nudo Gordiano, porque a la verdad con tanta vuelta y revuelta como tiene, parece que se necesita de un Alejandro para desatarla de un golpe; y así es que los Currutacos, a no ser de aquellos que tienen algunos conocimientos de la ciencia, no entienden todavía su desenlace.

Demostración

     Para que en esta figura se vea toda la hermosura que se propusieron sus sabios inventores, ha de tomar la [80] Madamita a dos Currutacos de ambas manos, como para hacer las banderas, y levantando los brazos hará dos arcos: en esta disposición entra el Currutaco de la derecha por el arco de la izquierda, estando quieta la Madamita, y el Currutaco de la izquierda por la derecha, y se dan ambos las manos, deshaciéndose por el mismo camino cejando hacia atrás.

     No hay nudo que no se desate por medio de la sutil Ciencia Contradanzaria.

     Éstos son los veinte Elementos principales de nuestra ciencia; con cuya inteligencia pueden los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño entrar a hacer papel en cualquiera función, tratando de ignorante a todo aquel que tuviere la osadía de querer bailar en nuestros días aquellas contradanzas, que justamente llamamos del diluvio.

     Son muchas y muy exquisitas las variaciones o diferencias que he inventado sobre aquellos objetos que más [81] nos llaman la atención, como son el puente de Segovia, el arco de Palacio, el Saladero, la plaza de los Toros, el Rastro, etc. pero su explicación corresponde a la segunda parte de este tratado, donde con el favor de Dios y del público, ofrezco a mis contradanzantes ilustrar su ciencia hasta el grado heroico de que puede ser susceptible en nuestros tiempos.

     Ahora me resta para concluir la parte elemental de esta obra, hablar de la música contradanzaria, para que mis Currutacos y Madamitas se hagan cargo de cuál debe ser.



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Capítulo V

Trata de la música contradanzaria

     No quiero ocupar el tiempo en averiguar si fue Minerva o Apolo el inventor de esta gran ciencia: de cualquier modo hemos de convenir [82] que al Señor Apolo debemos la maravillosa invención de los coros, porque él con sus nueve Señoritas dispuso acorde varias voces, descubriendo por este medio el secreto de dar gritos y alaridos a compás, en que le han imitado todos los sabios compositores de música que conocemos en el día.

     Los célebres profesores que hasta ahora han escrito de este arte fueron de parecer que la música mejor era aquella más sencilla y armoniosa que excitaba en el corazón las pasiones que indicaba la poesía; pero se conoce que estos Caballeros tenían muy obstruidos los tímpanos de los oídos, pues si escuchamos al sabio D'Alembert, y al profundo Ginebrino hallaremos que en la opinión de los filósofos modernos la música antigua es como la filosofía peripatética (mal que le pese al Ex jesuita Eximeno) porque ya aquellas agradables canciones de tiranas, polos, fandangos y seguidillas que en nuestra España hemos [83] creído que eran características de la nación, son canciones que sólo pueden agradar a los oídos torpes del bajo pueblo, poco acostumbrado a sentir la divina melodía de una aria Italiana. En esta música es donde un cantor ejecuta prodigios, haciendo sentir las mismas pasiones que concibió el poeta; aquí es donde en un recitado, que tiene suspenso dos horas a todo el auditorio, exprime un alma derretida sus amorosos deseos; y aquí, en fin, es donde se oye frecuentemente a los corazones sensibles interrumpir a los actores con un bravo, bravísimo que enternece las piedras. �Ah! y que bien dicen nuestros Currutacos compositores, que los corazones de los hombres antiguos eran hechos de cal y canto, pues no percibían los efectos de la música Italiana, y las excelencias de sus divinas piezas. Volved los ojos, infelices profesores Españoles, y mirad cómo una sinfonía y un concierto hacen en Italia unas veces llorar a moco tendido, [84] otras reír a carcajadas, y otras estremecer los montes, los valles, los pucheros, y los platos de la cocina: avergonzaos de ver una música, que ella por sí sola exprime las pasiones amorosas de tal manera, que el amante más amartelado puede echarse a dormir a pierna suelta, mientras tenga quien le toque una sinfonía que explique sus pasiones a Madama.

     Sí, mis queridos Currutacos: la música italiana ha llegado en el día al estado más sublime que ha tenido ni puede tener jamás, pues vemos no sólo insinuar en nosotros clara y distintamente los sentimientos de que estaba poseído su compositor, sino que nos aseguran que los mismos gatos, perros y burros han dado muestras en sus aullidos y rebuznos de los sentimientos amorosos o airados que imprimía en sus corazones la divina música del día.

     Ésta es una verdad, hijos míos, tan incontrastable, que hace pocos años que hemos visto a un célebre [85] profesor Italiano, que atropellando cuantas dificultades le oponía la naturaleza, supo formar una academia de gatos, en la que tocaban unos, cantaban otros, y bailaban todos al pequeño movimiento de un resorte que les pendía de los instrumentos, con que hacían la música más agradable a los oyentes.

     Muchos de vosotros tendréis acaso necesidad de una máquina semejante para sentir la divina melodía de la música italiana si seguimos sus pasos en nuestras contradanzas; pero por ahora os exonero de este penoso estudio, dando a los tocadores la obligación de avisar a los contradanzantes todo lo concerniente a la música, ordenando que si fuese de cuadrilla de ciegos, haya a lo menos uno con un ojo, que distinga vuestro baile, y avise lo necesario.

     Ya oigo qué me decís: pero Señor Don Preciso, �cómo no notamos nosotros esos divinos efectos de la música italiana acá en España cuando [86] oímos cantar aquellas mismas piezas por los mismos profesores? �somos acaso más insensibles que los Italianos? No, hijos míos: nuestros oídos tienen la misma organización que los de éstos para sentir los primores de la música; pero debemos hacernos cargo que la música italiana cuando llega a España está ya sin sazón con las averías del mar, como vemos que sucede con las voces de los grandes cantores que vienen de aquellas regiones, en que han adquirido tanta fama, y con los atunes y otros pescados. En fin, digan que no tenemos oídos para distinguir las excelencias de su música, o digan lo que les diere la gana, lo cierto es que nuestras contradanzas deben tener su música característica, y por esto mi célebre piporrista, profesor consumado en ambos derechos musicales, está trabajando hasta unas sesenta contradanzas, que las compondrá de aquellas cantinelas más comunes, para que cada noche de función se toquen y bailen [87] dos o tres de ellas, haciendo que las demás que se toquen sean la del Chirrión, la del Grillo, la del Cura de Mundis-mundis, y la del Raspón, que tienen todo el barlovento sobre nuestros Currutacos y Madamitas, advirtiendo a los circunstantes por si no pusiesen buen gesto a la música de estas contradanzas, que son tomadas de óperas italianas, que con esta sola recomendación tienen lo bastante para ser divinas.



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Capítulo VI

En que se trata de la importante cuestión del nombre de Bastonero

     El encargo más arduo y más difícil de desempeñar en un baile es el del Bastonero, y por esto es necesario que los dueños de las funciones tomen de antemano noticias de los Currutacos que pueden ejercer este empleo, para que todo vaya a satisfacción. [88]

     El Bastonero para cumplir con exactitud su ministerio, no sólo debe saber la Ciencia Contradanzaria por principios, según la hemos establecido, sino que debe tener conocimiento de las inclinaciones de los contradanzantes, para saberlas unir en una contradanza enredosa.

     El nombre de Bastonero, tan grosero y poco agradable al oído de cualquier contradanzante, nos ofrece una idea de las danzas y funciones antiguas, en las que sin duda daban comisión a algún hombrazo de aquellos tiempos para que al bailarín o bailarina que se desmandase le sacudiese un garrotazo que le rompiese un par de costillas, de donde debe tener origen la práctica que observamos aun en nuestros tiempos en las funciones de los Manolos (que es donde se ven todavía algunos resabios de las costumbres antiguas) de presentarse el Bastonero con un palo de escoba, o con un garrote de diez libras, con que se hace respetar de todos. [89] Yo no puedo llevar a bien que en un tiempo en que va haciendo tantos prodigios la Ciencia Contradanzaria, se le dé el nombre de Bastonero, ni que en lo sucesivo sea tratado con tan bajo epíteto un director general de contradanzas, cuyo talento debe ser superior a todos los de la sala, porque representa allí al mismo maestro que escribió la ciencia, esto es, al mismo Don Preciso: por esto quiero que en adelante sea mirado este encargo como el más honorífico de una función, con quien se consulten todas las dudas que se ofrecieren en cualquier materia, que de necesidad las entenderá el Bastonero si ocurriesen durante la función; y mando que a todos los Bastoneros de bailes, de cualquier especie y condición que sean, se les dé el nombre de Don Preciso, para que desde luego se sepa en la sala que son hombres sabios, formados en la Ciencia Contradanzaria, y no se vuelva a oír jamás aquel grosero lenguaje de Bastonero acá, Bastonero [90] allá; sino las dulces y melodiosas expresiones de... Don Preciso, palabra, Don Preciso, agua, Don Preciso, mi abanico, Don Preciso, mis culeras, etc.

     El oficio de Don Preciso deberá ser el de unir las voluntades, haciendo que cada Madamita baile con su Currutaco, evitando con toda prudencia los celos que hubiere de parte a parte, ya sea haciéndolos bailar juntos, o ya no permitiendo que salga fulanita cuando baile fulanito.

     Deberá atender a todas las necesidades de la sala, acompañando a las Madamas por allá dentro a lo que se las ofrezca; y en fin Don Preciso deberá ser el primer papel del baile. [91]



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Capítulo VII

Descripción o análisis de los Currutacos, Pirracas, y Madamitas del nuevo cuño

     Parece que cuando ya hemos concluido los Elementos de la Ciencia Contradanzaria, nada otra cosa nos quedaba que hacer que poner en práctica algunas contradanzas de invención sencilla y compás claro, para que los Currutacos, Pirracas, y Madamitas del nuevo cuño entren ya a bailarlas con toda la satisfacción y conocimiento que han adquirido en los principios elementales de esta ciencia; pero como los lectores pueden echar de menos la descripción de estas especies o entes Currutacos, y el uso de los trajes con que deben presentarse en los bailes, me ha sido preciso extenderme algo más de lo que permite este tratado, por no dejar a mis Currutacos con el sentimiento de una pérdida tan grande, si [92] yo faltase mañana, (porque aunque soy Don Preciso, soy de carne y hueso) y por no dejar a mis lectores la menor duda de cuanto sea perteneciente a esta ciencia, y así entraremos a hacer el análisis de ellos.

     Los Currutacos, Pirracas, y Madamitas del nuevo cuño, o más claro, los contradanzantes que estén incorporados en el gremio de los que profesan mi ciencia, son semejantes a los monos y micos en un todo, por lo que tienen de material; porque ellos poseen como éstos una vida y un cuerpo organizado que ha producido la generación, y que existe por el alimento: unos y otros tienen espíritus animales, y bastantes fuerzas para desempeñar sus funciones con expedito ejercicio de sus miembros y sensaciones. A los Currutacos, Pirracas y Madamitas los lleva una natural inclinación a conservar su vida, como sucede a los monos; ellos se aman a sí mismos, sin que tengan otros estímulos de la sensualidad, y se recrean [93] de verse a un espejo, o al agua de la cofaina en que se lavan; todos están sujetos a accidentes corporales, que las diversas relaciones de su movimiento, de su estructura y de sus cuerpecillos ocasionan; es verdad que por lo que toca a la felicidad los monos tienen menos necesidades físicas que los Currutacos, porque ellos nacen vestidos, calzados y armados, y no necesitan limar su entendimiento para estudiar la Ciencia Contradanzaria, ni para saber bailar según la instrucción del día, porque nacen enseñados por la naturaleza, al paso que los Currutacos necesitan aprender para imitarlos. El sentido de nuestros contradanzantes, y el instinto de los monos son semejantes, pues conducidos unos y otros a sus placeres, nada apetecen sino satisfacer sus apetitos: ellos gozan de lo presente sin cuidar de lo venidero, porque a fuerza de tener ocioso el entendimiento, pierden lo que se llama previsión de lo que será mañana; [94] y así es que un sentimiento actual es lo único que los ocupa.

Diferencia de un Currutaco o Pirraca, a un hombre antiguo

     Los Currutacos y Pirracas son en un todo de especie diferente de los demás hombres, y por consiguiente sus talentos, sus trajes, sus usos y costumbres son también diferentes, pero tan adecuados al siglo en que vivimos, que debemos suponer que dentro de dos o tres generaciones todos los habitantes serán de necesidad Currutacos, Pirracas, y Madamitas del nuevo cuño, mediante los progresos de la gran Ciencia Contradanzaria.

     No cabe duda alguna que a pocas especulaciones que hagan estas gentes, los seguirá toda Europa, y aun las otras tres partes del mundo, en sus trajes y costumbres. Ya nosotros mismos estamos desengañados [95] de esta verdad, por más que la envidia y el odio luchen en los corazones de aquellos que aborrecen las ciencias modernas. La demostración física que voy a hacer convencerá al más negado de las utilidades que se siguen a nuestra Nación de la existencia de los Currutacos. Entremos, pues, en el examen de este curioso cotejo.

     Aquellos rancios Españoles antiguos, y aun los que hasta estos gloriosos tiempos se han dejado ver en paseos, en saraos, en campañas, en batallas, y otras fatigas, eran hombres ordinarios de pelo en pecho, y como tales engendrados para sufrir semejantes fatigas; pero hoy nuestros Señoritos de ciento en boca, o Currutacos contradanzantes son finos, dulces, halagüeños, enemigos de toda ocupación seria, de todo trabajo penoso, y adictos a la quietud, al sosiego, a la diversión, y al estudio de la Ciencia Contradanzaria: aquellos fiaban sus amores al valor, y su gloria [96] a las heroicas acciones, y nuestros Señoritos no necesitan más que su presencia para enamorar, y la única gloria a que aspiran es a saber recitar por principios una contradanza: aquellos hombres se sacrificaban ciegamente por la patria, y los Currutacos desprecian estas bagatelas de poco momento, como que no necesitan más premio que el de sus placeres, porque saben que valen más las delicias de la música dulce y halagüeña de una contradanza, que las marciales y estrepitosas de Marte, que sólo les representa en su idea imágenes tristes, y espectáculos funestos: aquéllos fueron de una condición dura e inmutable, en cuyo carácter no tenía lugar el dulce sonido de la adulación, y éstos son hombrecitos del día, que hablan a cada uno en su lenguaje, y bailan al son que les tocan, como lo hacen los hombres políticos: los Españoles rancios tenían sus bárbaros juegos de tirar a la barra, jugar a la pelota, saltar un arroyo, y [97] otros ejercicios violentos de fuerza, propios de hombrazos fornidos; y hoy nuestros Currutacos emplean los días a la vista de un tierno y dulce espejo de cuerpo entero, donde se atacan los pantalones, se ponen sus corbatas, y se ensayan a bailar contradanzas, diciendo de paso a las sillas de su casa los requiebros que han de decir a las Madamitas: aquéllos gastaban piezas enteras de paño para hacerse un vestido; y hoy vemos que los Currutacos con una cartera de la casaca de su Abuelo tienen para hacer un sortú y pantalón, y aun les sobra tela para cuchillos: �a quién no admirará, pues, el ver a los Currutacos mantenerse con caldo, chocolate, y una patita de pollo, cuando se imagina aquellas ollas podridas que devoraban nuestros mayores? �quién podrá dudar de las utilidades que nos resultan de no ocupar un aposento con el mueble incómodo de la cama, ni de dar descanso al cuerpo, respecto de que se han de pasar [98] las noches bailando contradanzas? �qué más prodigios podemos esperar en tan poco tiempo? búsquese otra ciencia que se nos haya manifestado hasta hoy con un semblante tan halagüeño como la contradanzaria. Ha sido pues necesario que la secta currutaca saque la cabeza para desterrar aquellos obscuros tiempos de la ignorancia.

Ocupación y ciencia de los Currutacos

     Los Currutacos desde el instante que sepan de memoria los veinte Elementos que llevo apuntados, podrán presentarse en cualquiera parte a hombrearse con los literatos, y a resolver las cuestiones que se ofrezcan; porque en estos Elementos encontrarán cuantos ergos y distingos necesiten para sostener sus proposiciones. Sus ocupaciones o destinos, en lo cual no ha lugar la menor dispensa ni indulgencia, deben ser los [99] siguientes: asistir a las juntas de la Ciencia Contradanzaria en los días que se señalen: discurrir si la cadena o el ocho pueden admitir alguna más variedad en el baile: observar que los trajes que adelante les describiré vayan con la decencia correspondiente, delatando al que contraviniere, cuyo oficio ha de ser honorífico y lucroso en adelante: investigar la inclinación de cada Madamita para ponerla de pareja con el contradanzante de sus ansias: procurar que se eviten cumplimientos rancios, haciendo que cada cual se siente donde le acomode, desterrando aquella bárbara preocupación antigua de tener en las funciones separados a los hombres de las mujeres: asistir a los refrescos al lado de los sirvientes, para alargar el chocolate a las Madamitas y ponerlas un bizcochito en el plato, para que cada una de ellas le moje en la jícara, y se lo alargue a su Currutaco amartelado a la boca: mangonear en las meriendas que hubiere, [100] haciendo separar del lado de las mujeres a los maridos que por allí se vean, tratándolos de ridículos y de poca crianza con cuatro indirectillas, diciéndoles que en noches de función se deben dar a las mujeres todos los ensanches para que pelen la pava con cualquiera: si hubiese cena, habrá durante ella aquello de bomba y copla al canto, en que algún Currutaco repentino demuestre su talento a salga lo que saliere en alabanza del que costea el gasto: si algún Señorito o Madamita cargasen un poco más de lo necesario, dirán los demás que padece de vahídos, de flatos, de ceática, o de histérico, y le conducirán sobre una cama, donde le visitarán indistintamente: hacer que después de la cena se bailen las contradanzas del Galgo, de la Liebre, del Galope, y otras, donde hagan digestión sus estomaguillos, teniendo cuidado de que todos los Currutacos se quiten las corbatas, y arrimándose a sus Madamitas [101] las pidan lo abanicos con que se den aire a dúo: procurar que la última contradanza sea muy estrepitosa de palmadas, gritos y patadas, y que sea de gente lucida, porque ésta es la que da honor al dueño del baile, y recomienda la casa para volver a cenar y bailar a ella: concluida la función se volverán a poner la corbata, que servirá de capa y embozo, se cubrirán todas las cabezas con pañuelos para evitar que los pase el aire, y diciendo al dueño de la casa que todos van muy contentos, y que así se sabrá por todo el pueblo, se escurrirán a sus casas, y se irán derechos al tocador, donde se emplearán hasta las ocho, dándose un poco de colorete mezclado con polvos, y haciendo caer con gracia las greñas sobre las orejas, saldrán a las once a la Puerta del Sol, y metiéndose en medio de la turba de músicos, averiguarán las funciones que hubiere aquella noche, comerán, o mejor diré, tomarán una [102] jícara de chocolate, y se llegarán a la fonda a echarse una taza de café en la trastienda, y un cigarro, que también deben usarle todos: allí se tratará de Óperas y Bailes, se procurará hacer el honor debido a los actores, dirán que tal y tal aria aunque no gustaron al público, son excelentes, porque son de Paisiello y Cimarosa; que el actor fulano cantó fuera de tono, que tiene mala voz o ninguna, pero que se le debe aplaudir, porque el pobrete como le faltan los buenos macarrones de Nápoles, canta con disgusto: aquí hablarán de la excelencia de las Óperas serias, y de la verdad que encierran, ponderando el vigor y la fortaleza del Soprano o Capón que hizo a Alejandro, a Julio César, y sobre todo al Rey Don Pedro de Portugal en Doña Inés de Castro, representándoles aquel tierno y lastimoso paso en que el Soprano saca sus dos hijos, y entregándoselos a la madre, la dice que le cuide aquellos pedazos [103] de su corazón: si se hablase de Academias particulares, y oyesen alabar a la de unos hermanos profesores de mérito que divierten a los concurrentes con los mejores cantores Españoles, y varias composiciones de música de locos, y otras piezas excelentes, no replicarán cosa alguna, porque no puede haber razones, pero sí exclamarán �qué lástima que este compositor Español no haya corrido los Teatros de Italia, y que esos profesores no hayan mamado la leche, el estilo, la fuerza y vigor de aquellos primorosos Sopranos de Roma: cuando se trate de los bailes, aplaudirán mucho a aquellas mujeres que sepan mantenerse bien en equilibrio sobre las puntas de los pies, y a las que con la patita levantada van a compás de la música, o sin compás, que todo es lo mismo, incensando al público: cuando estén en el Teatro, dirán para demostrar su talento y fino gusto a cada cosa que vean hacer, en tono amartelado y tierno: [104] bravo, bravo, bravísimo, para distinguirse de la turba macarrónica del patio, que se le oye aullar con los bravos. Las Madamitas del nuevo cuño deben también bravear cuando se canta, y estarán alerta cuando hubiere algún pasito, cuya ejecución sea difícil, para gritar también en tono lastimero desde los balcones, cazuela o tertulia: bravo, bravísimo: cuando se trate de los Teatros Españoles deben lamentarse de nuestra barbarie y de la poca instrucción de nuestros cómicos, alabando a los extranjeros que han nacido de ilustre cuna, y por consiguiente son cómicos de nacimiento: aquí tendrán cuidado que brille en sus labios un poco de erudición, detestando de nuestras Comedias antiguas y modernas como corrupteras de costumbres y del lenguaje, trayendo al caso las de Molière, Marivaux, Shakespeare, Goldoni y otros autores cómicos, que han perfeccionado los teatros de sus naciones, influyendo en los espectadores [105] unas costumbres virtuosas: se lastimarán sobre todo de la ninguna observancia de las unidades de nuestras comedias, particularmente de las de lugar y tiempo, trayendo a cuento aquel ejemplito de que en un teatro de Francia (no sé en cuál) entusiasmados los espectadores de que era verdad un paso de no sé qué tragedia, iban de tropel por encima de los músicos a libertar al infeliz que querían asesinar, hasta que saliéndosele el camisón o ropaje al traidor cuando iba a ejecutar el golpe, se perdió la ilusión y volvieron a sus puestos; y si todavía esto no les hiciese fuerza, les darán en la cabeza con todo un Don Quijote, cuando hallándose en la venta, y el Maese Pedro representando con su máquina la arreglada farsa de la Melisendra, al llegar a aquel paso en que Don Gaiferos la descolgaba del balcón para llevarla en sus ancas a París, gritó el actor: ��ay infeliz! que los cortan, que los cercan, porque [106] una turba confusa de Moros los sigue a los dos amantes, y no pudiendo sufrir Don Quijote tal desaguisado, levantándose en pie, dijo, no permitiré yo que en mis días y en mi presencia se haga superchería a tan famoso Caballero y a tan atrevido enamorado como Don Gaiferos; deteneos mal nacida canalla, no los sigáis, y diciendo y haciendo, desenvainó la espada, y de un brinco se puso en el teatro, y con acelerada furia comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, destrozando a éste, y estropeando a aquél, de forma que en menos de dos credos dio con todo el armatoste en el suelo, hechas pedazos todas las figuras de la máquina, hasta que habiéndole faltado la ilusión de la unidad del lugar, volvió en sí, y conociendo que todo aquello había sido una ficción, se sabe por unos manuscritos que se encontraron en la Biblioteca del Maese Pedro, que exclamó el [107] valiente Caballero: �Oh follones escritores dramáticos, mirad aquí los desgraciados sucesos que habéis acarreado al mundo con el descubrimiento de vuestras unidades!� Si ocurriese hablar de Toros, procurarán alabar a los diestros lidiadores; pero exclamarán de paso: �ah, si Romero y Costillares hubieran viajado por Francia, Italia, o Inglaterra, o a lo menos hubieran leído las memorias de Madama Barker de Londres sobre el arte de torear, qué profesores tan científicos hubiéramos tenido! Y al fin se murmurará un poquito de las Señoras del cuño antiguo y de sus impertinencias y sandeces, y de la educación grosera que dan a sus hijas, y concluido, se irán al Prado a lucir sus talles agraciados, todos agarrados de los bracitos; volverán a la oración a sus casas a leer un poco en los Elementos de esta Ciencia Contradanzaria, que es el único libro que deben tener los Currutacos, y siendo hora irán a la Ópera a dormir un rato, y después marcharán al baile. [108]

     Ésta es la vida reservada de un Currutaco, que se halla inflamado de las verdaderas ideas de nuestra ciencia, y ésta es la que debe servir de norma a todos los contradanzantes que quieran adquirirse el honor que la fatuidad repartió a su especie.

Estado actual de las Madamitas del nuevo cuño

     Quisiera tener, o mis queridas Madamitas, una pluma como la del inimitable Cervantes, para hacer patentes al mundo los adelantamientos de vuestra brillante cultura, en medio de los tiempos de obscuridad y de ignorancia, porque vuestra historia borrase los anales de aquellas mujeres rancias del antiguo cuño, que han hecho tantos desgraciados con sus groseras preocupaciones.

     Dejemos, pues, por cosa sabida la educación brillante y marcial de nuestros Señoritos del día, y pasemos a examinar los adelantamientos de vuestra [109] crianza, porque de este modo hallaremos el busilis de la grande civilización, y de los males que causaba aquella ignorancia de los tiempos rancios.

     Cuando un hombre de estos tiempos, o cuando un Currutaco ayudado de aquellas luces propias de su especie, vuelve los ojos a los desdichados tiempos en que la crianza de una Señorita era igual a la brutal y bárbara que se daba a cualquiera moza del pueblo, cuando examina que una delicada Madamita, nacida para otra suerte muy distinta, guisaba, planchaba, lavaba, barría, peinaba, cosía y se empleaba en los demás oficios mujeriles de su casa, sin que saliese jamás a paseo sin su madre, o algún deudo cercano, cuando advierte, pues, que una delicada Señorita entraba al matrimonio vendados los ojos, sin saber manejar un abanico en visita, sin trato de gentes, y en fin sin saber hacer una cadena, un molinillo, un barrilete, unas esquinas, ni un latigazo, [110] no puede menos de lamentarse de la preocupación vergonzosa y ridícula en que los hombres las habían tenido sumergidas; pero alentad, queridas Madamitas mías, que ya la sabia ilustración del siglo ha desterrado todas las preocupaciones de los antiguos, por medio de vuestra educación en que no cabe más adelantamiento: ya aquella grosería que confundía todas las clases, educando del mismo modo a las que traían su origen de una ilustre cuna, que a las de un bajo nacimiento, se ha desvanecido, porque no supieron distinguir aquellos miserables las manos finas de las ordinarias: hoy resplandece, pues, en vosotras la luz que han ocultado tantos años las tinieblas de la rusticidad: ya una Señorita del nuevo cuño que sabe bailar contradanzas desde el instante que empieza a articular palabras, no debe atender más que a su adorno, a su diversión, a sus paseos, a sus concurrencias, y a sus bailes: ya aquellas labores ordinarias [111] de las casas se han desterrado de vosotras, encargándolas a las criadas que están organizadas para estos trabajos: bien manifiesta tenéis esta verdad, pues si todavía durase entre vosotras la costumbre grosera de planchar, barrer, guisar, lavar, fregar y coser, os veríais como aquellas mujeres miserables, llenas de rusticidad, con un talle y color ordinario, con más fuerzas que unas Vizcaínas, sin trato, sin conversación, sin afabilidad, y en fin sin manos finas para bailar una contradanza, que sería vuestra mayor desgracia.

     Sí, queridas mías, bendecid este ilustrado siglo que ha vuelto por vuestro honor, haciendo abrir los ojos a los hombres para que distingan lo bueno de lo malo: gracias a la currutaquería, vemos con grande placer que vuestros cuerpecitos delicados, enferrmizos y graciosos son preferidos por los Currutacos más sobresalientes del día, a los de aquellas mujeres obesas que no sabían más que cuidar [112] su casa, y criar los hijos a sus pechos como gente ordinaria: ellas no bailaron jamás con regla como vosotras, ni gozaron de los dulces ratos del amor sino con sus maridazos, que siempre serán molestos al lado de las Madamitas del nuevo cuño: vosotras sabéis acicalaros desde por la mañana, y presentándoos en un canapé, recibir las visitas que vengan, luciendo vuestro fino talento en contar las gracias de Doña Chispa y Don Lambrijo con alguna ironía y un poquito de sátira picante, que es la sal de la conversación del día: a vosotras se os debe que se corrigiese aquel abuso tan grosero de casarse un hombre que no tenía más que doce reales diarios con una Señorita a quien hacía trabajar, guisar, y criar sus hijos, haciéndoles conocer que en el día con este sueldo no hay para pagar vuestros perejiles, y que vosotras habéis nacido para ser Señoras, o a lo más, para bailar contradanzas. [113]



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Capítulo VIII

De los trajes de los Currutacos

     No hay Nación en el mundo que no haya tenido sus diversos trajes para hacer más agradables sus danzas y bailes. En España bailaban nuestros antiguos con sus greguescos los imposibles, las folías, la zarabanda, la pavana y otros; pero habiéndose admitido después el traje también nacional, que hoy llamamos de Majo, siguió con él bailando el entramoro, el cumbé, la pelicana, el canario, el cerengue, la tirana, las seguidillas manchegas, y últimamente las boleras, que es lo que llamamos baile nacional. Como las contradanzas tuvieron su origen en Francia, no se cuidó allí de darles el traje análogo, pero habiendo después pasado a España, se apoderaron de ellas aquellos hombrazos de dos varas de faldilla, calzas atadas, corbatín [114] de jeringuilla, y calzón ancho, en cuyo poder han estado hasta que nuestros Currutacos y Madamitas han descubierto los trajes que les corresponden.

     Mucho me pudiera extender aquí para dar ideas de un ramo tan interesante a mis contradanzantes, haciéndoles ver por principios que los trajes que hoy usan, y voy a describir adelante, son los que les corresponden a los verdaderos científicos Currutacos, y Madamitas contradanzantes; pero como se haría fastidiosa esta obrita si nos detuviésemos en hacer discursos filosóficos y de erudición sobre esta materia, me contentaré con hacer una simple descripción de los trajes que deben usar, en la firme confianza de que todos mis contradanzantes tienen las luces necesarias para la inteligencia de este capítulo.

     En mi carta de los Diarios de 5 y 6 de Junio de 795, que va inserta al principio de esta obra, propuse [115] a mis contradanzantes Currutacos y Madamitas los trajes que debían usar; pero como esto no fue más que interinamente, y hasta que pudiese describir las reglas ciertas y fijas que han de regir en los trajes, ha llegado el caso de que tratemos de este asunto, para que nuestros Currutacos vestidos y calzados entren de recio a bailar contradanzas.

     Los Caballeritos de ciento en boca, o sean Currutacos, que por su esencia y potencia estuvieren incorporados en la nueva asamblea de la currutaquería, tendrán vara y media de altura, o siete cuartas a lo más, sin que obste el que sean gordos, achaparrados, rechonchos o flacos, porque los debe haber de todas clases, y se presentarán después de la publicación de esta obra con el mismo traje, que les describí en dicha carta de 5 y 6 de Junio; pero como puede haber alguno que dude de las utilidades que se siguen al género humano de vestir a lo currutaco, me ha parecido [116] muy a propósito hacer aquí una descripción sucinta de cada una de las cosas que deben usar. La casaca de alzacola, además de ser muy airosa con el talle alto y el corte tirado atrás, tiene la virtud de manifestar el calzón o pantalón por todas partes, de suerte que nunca se dude cuáles sean las formas de un contradanzante, y además se consigue por su medio hacer varios menesteres, sin la impertinencia de tenerla que remangar. El chaleco ombliguero es un mueble que sólo llega a tapar el ombligo, porque hasta allí debe venir la pretina del pantalón, a semejanza de cinturón para sostener las formidables espadas y sables de nuestros guerreros, teniendo cuidado que los chalecos sean de seda, de éstos de nueva invención, con su banda azul o blanca, dibujada de arriba a bajo con muchos florones que recreen el campo. El peinado de desmayo, o de perro faldero, fue tan necesario o más que el comer a los Currutacos [117] cuando yo escribí mis cartas, porque habiéndose advertido en la mayor parte de ellos que preferían los clarinetes, chiflotes, culebrones, platos, campanillas, tamborones, y otros instrumentos de la greguería más atolondrada, a la música armoniosa de los violines y bajos, fue necesario señalarles este peinado para tapar sus orejas asnales, a imitación del tocado o bonete que se puso Midas para cubrir las suyas, y con todo no bastó esta precaución, porque se oía decir continuamente en los bailes... El Currutaco tal, o el Pirraras cual, tiene orejas de asno. Ya este peinado aunque era de mucha invención y hermosura, en el día se va desterrando con el de la víctima de nueva invención, o con el ingenioso, grande, y majestuoso peinado del paso del Rhin, descubrimiento el más sabio que en el arte currutaco de la peluquería se ha hecho hasta hoy: los pelos sueltos en greñas a un lado y otro, de suerte que no se vea más que el corte [118] de la cara, es el caudaloso Rhin, y la línea o cordón que desde la frente corre hasta el cogote, son los pontones, las barcas, las maderas, y tablazones que facilitan el paso, el ejército poderoso que se ve atravesar por el paso de la línea de nuestros Currutacos, es el de aquellos enemigos insaciables de la sangre humana, enemigos que se alimentan con el daño que hacen a sus contrarios, y que son acreedores a morir a sus manos: �Oh! �tiempos de la obscuridad y del barbarismo! Volved los ojos a nuestro siglo feliz, en que un Currutaco contradanzante lleva en su cabeza ejércitos de enemigos, ríos, puentes y barcas, y aun llevará en breve hambre, sarna, peste, y demás desdichas que trae consigo la guerra. El zapato de barquillo es una de las invenciones más maravillosas de otro Currutaco peluquero, el cual no teniendo facultades para ir a peinar en birlocho, o a caballo, como otros que han hecho progresos en su [119] arte currutaco de peinar, descubrió esta desconocida máquina compuesta de dos zapatos barcos, con los cuales pasa todo arroyo a pie y sin riesgo de sumergirse, porque la aguda punta que tienen corta todas las olas, flujos y reflujos de estanques, ríos y mares, por el impulso que le suministra media libra de algodón que llevan dentro del pico: podemos, pues, prometernos según los adelantamientos de los Currutacos, que dentro de poco hallaremos el secreto de ir a pie de aquí a Londres, o a Méjico, sin más auxilio que el de unas alforjas, para lo que están haciendo investigaciones del género de calzado que gastaron los caballos marinos que tiraban del carro de Neptuno. Los sombreros de pico de gorrión se les permite para dentro y fuera de los bailes, apuntados con cintas, cordones de plata, de oro, o con cuerdas de guitarra al derecho o por el revés, y entretanto que se discurra por mis contradanzantes un [120] mueble más cómodo para la cabeza, y menos incómodo en las concurrencias públicas, se les concede el uso de un sombrerito redondo con el casco muy elevado, y su cinta de colonia al rededor con una gran hebilla de acero. Deberán llevar corbatas de todos tamaños en los paseos, como son pañuelos de color con grandes nudos, y bordadas las puntas de varios colores; pero como suele acontecer que muchos Currutacos, por carecer de facultades para comprar corbatas, se quedan en sus casas sin poder ir a los bailes, en gran perjuicio de la diversión pública y de los progresos de esta gran Ciencia Contradanzaria, debemos prevenir, que para evitar semejantes daños, echen mano de una sábana de matrimonio de su casa, que esté floja y en estado de deshacerse, y harán de ella dos corbatas, mandando bordar las puntas a alguna bordadorcilla a cuenta de enseñarla contradanzas según el nuevo método, y cuando [121] ya no hubiese sábanas, dinero, ni otro remedio, tomarán cualquiera toalla, y haciendo con tinta varios dibujos en las puntas del fleco, meterán dentro de ella algunos calzones viejos, o algún otro cuerpo extraño, y se lo pondrán de modo que de día tape hasta la nariz, para disimular algunos defectillos, que suelen ser frecuentes en los pescuezos de mis contradanzantes, y para que de noche sirvan de embozo a la salida de los bailes, que entonces es necesario guardar la boca, que no harán poco si así lo hicieren.

     Algunos de los Currutacos contradanzantes, deseando simplificar el uso del pantalón, fueron de opinión en una junta que celebraron, de que el calzón ajustado con media de seda era más cómodo para el baile, porque de esta suerte podrían mudarse de zapatitos de lazos ligeros al entrar en la casa, al modo que lo hacen nuestros danzarines de bolero: conozco que sus razones son fundadas; [122] pero la precisión de seguir exactamente las reglas de la ciencia me impide el conformarme con su parecer: sin embargo no dejará de tolerarse por ahora este traje, por la utilidad que trae consigo para la más o menos agilidad de los contradanzantes; pero encargo, mando, ordeno, quiero, y es mi voluntad que el verdadero traje sea el del pantalón de red, o punto de peluca, llamado traspirenaico, de cualquier color, sin forro, para que los contradanzantes puedan con más libertad evaporar y expeler los malos humores, cuyo pantalón, y aun los calzones, para que estén estirados de forma que manifiesten bien las formas que son muy esenciales en un baile, deberán asegurarse con correas puestas al modo de fornituras de soldado, que ambas vengan por entre el chaleco y camisa, la una desde el hombro derecho a abrazar con sus dos extremos la pretina del lado izquierdo por detrás y por delante al calzón o pantalón, [123] y la otra desde el hombro izquierdo al lado opuesto en la misma forma, según se demuestra en la estampa de Don Currutaco, que va al principio, con lo cual no sólo se consigue lo que ya va referido, sino también el impedir que los Currutacos y Pirracas crezcan o pasen de la estatura de vara y media, o siete cuartas, que es la mayor altura que deben tener.

     A este pantalón traspirenaico (6) corresponde una media bota muy fina, pero encargo que ajuste bien, y no esté cosida al pantalón, porque la experiencia me ha enseñado que es muy [124] perjudicial en los bailes, pues habiendo dado un accidente noches pasadas a un contradanzante, de resultas de un pisotazo que le dio un hombrón de los que bailaban, los demás Currutacos y Madamitas le condujeron a una cama, y con la priesa de quitarle las botas, como no llevase correas ni sostenedores, se vino tras de ellas todo el pantalón, y se vio un espectáculo... horrendo referens!

     Los Currutacos que sean militares, de que hay abundancia en nuestros días, deberán presentarse igualmente con el peinado del Rhin, o con el del paso de los Alpes, muy escabroso y enmarañado, (que le ha descubierto estos días el Abate Don Pirracas), con su corbata de embozo, pantalón, y media bota, y con sus patillas gitanescas que se abracen por debajo de la barba procurando aquél que tuviese facultades ponerse muchos cordoncillos en los chalecos, con sus veinte o treinta docenas de botoncitos. [125]



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Capítulo IX

Traje de las Madamitas del nuevo cuño

     Las Madamitas del nuevo cuño son aquellas mujercitas, que parece que la providencia misma las ha enviado al mundo para compañeras de los Currutacos y Pirracas, y para propagar con ellos la gran Ciencia Contradanzaria por medio de la agilidad y suma perspicacia que tienen en la inteligencia de las figuras. De aquí se sigue por consecuencia precisa que la mujer pequeña es más útil en cualquiera concurrencia que la grande, porque aquella está siempre en un continuo movimiento de cabeza, de manos y piernas, mientras que esta otra se halla sentada en un continuo descanso: ésta es una verdad que no admite réplica, y como quiera que la mujer, sea la que fuere, siempre es mala para el hombre, por esto debemos buscar del mal el menos. [126]

     Los Currutacos encuentran la semejanza de su inclinación y talento en las Madamitas del nuevo cuño, y como la verdadera belleza ideal de cada individuo es aquella que tiene más analogía con él y con sus ideas, (mal que les pese, a los Bocecas, y demás Escritores eruditos que han tratado de la materia en los Diarios de Madrid) podrán decir sin vanidad con Don Quijote nuestros Currutacos, que su Madamita es la sin par de hermosura y de virtud, donde se reunieron todas las gracias de la verdadera belleza.

     Suponiendo, pues, que una Madamita del nuevo cuño ha de tener vara y cuarta de alto, y las piernas o en extremo delgadas, o demasiado gordas, pero siempre torcidas y zambas, con el pie chato y calloso, para resistir la faena diaria, las señalé por mi carta de 5 y 6 de Junio el uso del guardapiés con cola, para que tapase todos los defectillos de naturaleza, que toda mujer los tiene, como que éste fue el objeto de [127] la invención de este traje, encargándolas que para bailar se cogiesen dos pliegues atrás con cintas o alfileres; pero habiéndose tratado posteriormente entre mis Currutacos contradanzantes de simplificar este traje, resolvieron unánimemente que en lo sucesivo todas las Madamitas, así como van en camisa al Prado, a los toros, a la comedia, y a la cama, vayan también del mismo modo a los bailes, porque el uso de la camisa está simplificado lo más que ha sido posible con telas delgadas, para demostrar bien las formas, y para que hagan juego con los pantalones de los contradanzantes. Estas camisas se cerrarán en el pecho, al modo de un costal con cintas, después de haber metido un par de almohadillas, toallas, o rodillas de la cocina, para que suplan los defectos de la naturaleza, o se pondrán jubones de cualquier color, con sus cortinas, para dar a entender que tapan lo que acaso no las fue concedido. [128]

     Traerán de necesidad en el pescuezo una corbata blanca o de color, con un gran lazo que tape toda la barba, y para que sirva también de embozo, advirtiendo que estas corbatas las usen solamente aquellas Madamitas que tengan las cuerdas o tendones del pescuezo muy disformes, o tengan la pechuga con un cementerio de huesos, porque no teniendo defecto notable deben manifestar la garganta, que es el adorno más bello de una Madamita. Los zapatos deben ser bordados de oro, de plata, o de sedas de mucho gusto, cuidando de no llevarlos dos veces a una función, que sería acreditarse de mujer poco curiosa y ordinaria. La cabeza irá adornada de un gran-Cuerno, o de un primoroso prendido de esqueleto de pichón (invención del Pirracas Don Muchitango) que se encontrará en la calle del Carmen, y si acaso incomodase el peso, se pondrán un bonete o gorro de paja en figura de nido de golondrina. Y últimamente [129] los dedos irán empedrados con muchas sortijas, por si fuese necesario andar a manotadas con algún contradanzante atrevido.

     Éste es aquel gracioso adorno que parece que la misma naturaleza señaló a nuestras Madamitas del nuevo cuño para bailar contradanzas científicamente, y éste es en fin aquel traje tan desconocido de nuestros antiguos danzarines, que hará época en los fastos de la historia currutaca.



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Capítulo X

En que se demuestra el baile de la contradanza en todas sus partes

     Ya que hemos demostrado con la posible claridad los Elementos de nuestra Ciencia Contradanzaria, y que también hemos dado ideas del estado, origen, y traje actual de los Currutacos, y Madamitas del nuevo cuño, parece que no nos queda que [130] hacer otra cosa, que meternos de rondón en una sala, y a ésta quiero, y a ésta no, ir poniendo figuras o Elementos para bailar nuestras contradanzas según el método claro, trivial, y sencillo que llevo apuntado. Estoy viendo ya a mis Currutacos dar brincos, saltos, vuelcos, y carreras a un lado y a otro entre las sillas de su casa, habilitando sus piernecitas para entrar a bailar de lleno las contradanzas: ya veo que se apodera la alegría de sus cuerpecitos, así como cuando notamos en los buchecillos dar brincos y corcovos de contento cuando ven la teta de su madre. Formemos, pues, una sala ideal, donde hagamos un ensayo de nuestras contradanzas. Supongamos a toda la gente rancia ocupando el estrado, a un criado que enciende la araña y las cornucopias, de modo que chorreen las velas de sebo sobre los concurrentes, a los músicos que ya templan, y al dueño de la casa con el oído alerta por si [131] siente parar coche para mandar alumbrar, y vamos a ver la entrada de los Currutacos y Señoritas.

                                  Ya llega la hora      
que los Señoritos
se vengan al baile
con sus braceritos:
Preséntanse ufanos 5
todos relamidos,
con casaca larga,
pantalón muy fino;
también medias botas
llevan los chiquillos, 10
muy bien atacadas
con sus cordoncillos;
corbata de embozo,
chaleco de ombligo,
peinado a lo perro, 15
con pelo partido.
En fin llegan todos
con sus trajecillos
pareciendo junta
de monas y micos. 20
Entra Doña Chispa
frunciendo el hocico [132]
asida del brazo
de su Don Lambrijo;
hace cortesía 25
con mucho cumplido
a el ama de casa,
y al pobre marido;
da luego la mano
con mucho cariño 30
a las Madamitas
de todo el recinto,
diciendo a cada una
en tono festivo...
�Beso a Usted la mano, 35
me alegro infinito
que Usted esté buena
su esposo, y chiquillos.�
   Luego toma asiento
en un rinconcito, 40
preparando un puesto
para Don Lambrijo;
el cual hace a todas
también su cumplido,
y haciendo corbetas 45
se mete en su nicho.
   Entra Doña Liendre
con Don Huroncillo, [133]
haciendo gambetas,
saltos, y brinquitos, 50
y dando a las otras
mil tiernos besitos,
con otras monadas
de su afecto fino,
al fin va a sentarse, 55
y Don Huroncillo
a su lado ocupa
el lugar debido.
   También Doña Pizca
entra dando brincos 60
con Don Currutaco,
Don Cuzco, y Don Grillo;
al fin van entrando
con gran regocijo
nuestras Madamitas 65
dando mil respingos.
Ya que están sentadas,
sus Currutaquillos
a cada cual dicen
con gesto de micos: 70
dulce Currutaca,
más bella que un lirio,
más linda que el mármol,
más tierna que un guindo, [134]
perla de la Arabia, 75
diamante del Pindo,
rosa de Laponia,
clavel del Egipto,
responde a mis ansias
con tu afecto fino; 80
duélete de verme
tan triste y mezquino;
esos tus ojuelos,
como perlas vivos,
como agudas flechas 85
mi pecho han herido;
yo no puedo hacerte
heroicos servicios,
pero en esta noche
verás que rendido 90
bailo, brinco y salto,
retozo, respingo,
y por agradarte,
como tú, deliro.

     Dispuestos ya en forma para bailar contradanzas nuestros Currutacos y Madamitas, se dejará ver Don Preciso el Bastonero en medio de la sala, y después de reconocer con [135] una ojeada el campo, y suponiéndole instruido de las pasiones dominantes de todos los contradanzantes, dará un golpe con el bastón encargando silencio. Preguntará en alta voz si ha de empezarse el baile con minué o contradanza, a que contestarán todos que con contradanza para que tome calor la sala. Nombrará inmediatamente seis Madamitas, y cada una de ellas le encargará que nombre también a su Currutaco amartelado, para que baile con ella, y no esté ocioso; y ejecutado así se empezará a tocar y bailar la contradanza, advirtiendo a Don Preciso que tenga mucho cuidado de que el Currutaco que ponga la contradanza tenga la voz clara, dulce y agradable, porque las voces ordinarias y las explicaciones torpes y agrestes, son enteramente enemigas de esta gran ciencia, por cuya razón debe cuidar siempre de que ningún Catalán ponga contradanzas en sus bailes. [136]





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Capítulo XI

En que se trata de la necesidad de argumento en las contradanzas

     Como es tan necesario en nuestras contradanzas el argumento de la pieza que se va a representar, que parece que sin él quedarían en ayunas todos los Currutacos, Madamitas, y demás concurrentes contradanzantes, hemos creído indispensable hacer una breve relación de la historia que representa cada contradanza, porque a la verdad, �qué gracia tendrá el ver dar saltos y brincos a un lado y otro de una sala, haciendo gestos, mimos, y contorsiones de cuerpo, si no se sabe lo que aquello representa? �Quién duda que el que entrase en una de estas funciones sin las noticias de nuestra ciencia, tendría por locos a todos los contradanzantes? �Cómo podríamos estar con la boca abierta y encantados en los [137] bailes de la ópera, si no tuviéramos de antemano los libritos de sus argumentos? Yo, por lo que a mí toca, confieso con toda la ingenuidad de un autor científico, que jamás hubiera conocido al Rey Pirro en el grandioso baile de su muerte, si antes no hubiera leído el librito de su explicación, porque �quién se había de creer que tuviese tanta habilidad este gran Rey para hacer equilibrios sobre un pie, y para enseñar a sus vasallos su graciosísimo trasero? �Vaya, yo no lo creería si no lo hubiera visto!

     Por esto, pues, he creído indispensable dividir nuestras contradanzas en los mismos géneros con que los autores trágicos, cómicos, líricos, y dramáticos han dividido sus piezas, para que los espectadores entiendan con la mayor claridad cuándo debe bailarse Haut comic, y Bas comic, esto es, Alto cómico, y Bajo cómico.

     Y para que esto se verifique con la exactitud que requiere la materia, [138] es necesario que el contradanzante que esté en la primera pareja diga a Don Preciso que se va a bailar tal contradanza, y que Don Preciso encargando con un golpe de bastón el silencio de la sala, saque del bolsillo su librito o mamotreto de argumentos de contradanzas (que daremos a luz siendo Dios servido) y lea en público el que corresponda a aquella contradanza.

CONTRADANZA I

Del Centauro, trágico-heroica, de tres partes. Abierta

Argumento

     Cuando el victorioso Hércules volvía triunfante con su Madamita Deyanira, se detuvo a la orilla de un río, donde el Centauro Neso, monstruo, compuesto de Currutaco y caballo, ofreció pasar en la grupa a Deyanira; convino en ello Hércules, pero apenas [139] vio que el traidor Neso intentaba profanarla al otro lado del río, le disparó una flecha con que le hirió de muerte. Viéndose morir Neso, quítase sus vestiduras envenenadas, y se las entrega teñidas en sangre a Deyanira, persuadiéndola que si su marido las ponía, no tendría jamás amor a otras mujeres (porque también debía ser el tal Hércules algo contradanzante): ocurre un día de función, y Deyanira creyendo obsequiarle, le envía con su criado Licas las vestiduras: Hércules las pone, y muere rabiando arrojándose al fuego: Licas de pesar se precipita al mar: y Deyanira se mata de pena con la clava de su marido.

     Famoso pensamiento es éste para nuestra contradanza trágico-heroica del Centauro.

     La música será sacada de las mejores arias de la Ópera de Dido abandonada. Pongámosla en ejecución. [140]

Contradanza

     Las dos parejas primeras hacen arco en cruz: sale por debajo el Currutaco de la primera, llevándose la Madamita de la segunda a darla una vuelta por detrás, y dejarla en su puesto, en ocho compases: repite lo mismo el Currutaco segundo con la Madamita primera en otros ocho compases, que es la primera parte.

Segunda parte

     Espejos, y media vuelta, cuatro compases: repetir esto mismo en otros cuatro: caracol en cedazo, ocho compases.

Tercera parte

     El primer Currutaco coge a su compañera, y la lleva dando saltos, vueltas, y respingos al otro extremo; allí se la entrega al último Currutaco, y tomando el contradanzante [141] bailarín la última Madamita, vuelven las dos parejas a correr hacia arriba, y luego hacia atrás hasta que se acaba el compás.

     A esta diferencia llamaban nuestros antiguos la Galopada, y se bailaba a la última contradanza, pero es un desvarío darla este nombre, cuando vemos a un Currutaco empeñado en que ha de bailar en cuatro patas, dando saltos y vuelcos, imitando al pasi-trote que tomó el Centauro Neso cuando montó en su grupa a la hermosa Deyanira.

     Apuesto que algunos de mis lectores estarán diciendo a esta hora, que sin duda estaba delirando Don Preciso cuando le dio a esta contradanza el nombre del Centauro, a quien en nada se parece; pero para convencerles, bastará decirles que ésta es de cuantas contradanzas se conocen la que tiene más analogía con su nombre, o bastará decirles cualquier cosa, porque no hay que detenernos en estas pequeñeces; ello es [142] que debemos tirar a que las contradanzas se conozcan por sus nombres entre mis Currutacos para señalarlas en las funciones, que en lo demás, importa muy poco a ellos que el cuerno de Amaltea sea instrumento bélico, ni que sea o no bomba fogática la Jeringa de la Villa.

     Durante la primera contradanza irá Don Preciso nombrando otros Currutacos y Madamitas para la que sigue, y las que no tengan allí su Currutaco guardarropa amartelado, le entregarán los abanicos, los pañuelos, y cuanto tengan para bailar.

     Si tuvieren chiquillos de pechos se los entregarán a los maridos para que vayan a callarlos por allá dentro mientras ellas bailan, y si no hubiere maridos los tirarán por aquellos canapés y sillas, porque no puede haber excusa para dejar de bailar. [143]

CONTRADANZA II

Las Delicias de Baco, cómico-lírica, de tres partes. Abierta

Argumento

     Baco, hijo de Júpiter y de Semele, fue entregado a Fileno y a sus Madamitas las Ninfas para que le criasen: siendo ya grande hizo guerra a los Indios Pirracas: sus triunfos eran en un carro tirado de Tigres, una pequeña lanza cubierta de yedra y de pámpanos: inventó el uso del vino, que hizo beber a los Indios Pirracas, quienes creyeron que era veneno, porque les emborrachaba y enfurecía: antes de su viaje a la India le sacrificaban hombres vivos; pero después sólo asnos y machos cabríos, para significar que los que se entreguen al vino son necios como los asnos, y lascivos como machos cabríos; pero [144] nuestros Currutacos, tomando a su cargo el festejar a Baco, como al Dios Tutelar de sus diversiones, desterraron esta bárbara costumbre, sacrificándole contradanzas con las Madamitas del nuevo cuño, para imitarla la algazara de música y danzas de aquellas Bachantes, Banarides, Thiades, Menades y demás mujeres que con chillidos y clamores publicaron los primeros triunfos de Baco.

     La música de esta contradanza deberá ser pastoril, de violín, flauta y tamboril, sacada del maravilloso baile de los Triunfos de Baco, obra original de su Autor.

Primera parte

     La pareja primera cambia de lugar: la Madamita contradanzanta coge con su mano izquierda la izquierda del segundo Currutaco, y el Currutaco contradanzante hace lo mismo con la Madamita segunda: en esta disposición se van por detrás dando [145] un latigazo sin soltarse, estando quieta la segunda pareja: hacen arcos en figura de espejos, que son ocho compases: sueltan las manos derechas, y echando las suyas los Currutacos a las espaldas de las Madamitas con quienes bailan, las darán una vuelta, y después harán media cadena quedando en lugar opuesto, que son otros ocho compases.

Segunda parte

     Hacen alas, o un frente: dan cuatro compases en esta disposición, y dando cada Currutaco las dos manos a su compañera, se truecan de puestos en ocho compases: repiten esta misma figura en otros ocho, y vuelven adonde estaban.

Tercera parte

     Engaños, las dos parejas primeras en ocho compases: las mismas hacen alas, mirando al testero, dan [146] media rueda, y quedando en su lugar la segunda pareja, ésta levanta arco, y pasa la primera a ganar puesto, que son los otros ocho compases.

     Esta contradanza necesita piernas para bailarse; y así es que Doña Liendre, Doña Miagita, Doña Mostaza, Doña Simiente, Doña Chispa, Doña Garrapata, y Doña Pizca, sin embargo de su gran ligereza, que es bien conocida en el orbe contradanzario, se van rendidas y sofocadas después que la bailan a tirarse por aquellas sillas, gritando unas y otras Don Preciso, mi abanico: Don Preciso, mi mondadientes: Don Preciso, un vaso de agua: Don Preciso, mi Chiquillo: Don Preciso, mi gran-Cuerno, etc. A cuyas necesidades acudirán inmediatamente los Currutacos contradanzantes más favorecidos para socorrerlas. [147]

CONTRADANZA III

De los Hermafroditos de Magia

Argumento

     Cuando la Madamita Salmacis vio bañarse en el río a su adorado Troco, se encendió de tal manera en el amor, que no pudiendo resistir por más tiempo su ardor, se desnudó y arrojó tras él al río, donde así como la yedra que rodea a un árbol, quiso obligar al ingrato mancebo a que satisficiera sus deseos: Troco se resiste insensible, y Salmacis alzando los ojos exclama: �Oh! Vosotros, poderosos Dioses, que conocéis el amor que tengo a este mancebo, ruégoos que jamás le apartéis de mí: escuchan su súplica los Dioses, y quejosos de la ingratitud hacen estremecer los aires con furiosas tempestades: tiemblan Troco y Salmacis, y huyen en cueros por aquellos bosques: [148] se asoma Júpiter en una nube despidiendo rayos, quiere detener a Salmacis, pero a éste le interesa más el no perder de vista a Troco: Júpiter airado hace que se quede prendida del cabello en una rama, y a sus quejas se detiene Troco: agárrase con él Salmacis, y se tira otra vez al río: vuelve a rogar a Júpiter que dé remedio a sus males, y este generoso Dios los convierte a ambos en un solo cuerpo.

     Mucho acomodará a nuestros Currutacos este hermoso argumento, por lo que se semejan a los hermafroditas, pues su rostro, su vestir, y su delicadeza nos hacen dudar muchas veces si son machos o hembras, o si son ambas especies en un mismo sujeto.

     La música de esta contradanza será sacada de aquel paso del soberbio baile de las Cavernas de Plutón, en que este terrible Dios bailaba contradanzas en los infiernos con su Proserpina y las Furias.

     Esta contradanza es Anglo-francesa. Cerrada. [149]

Primera parte

     Los Currutacos hacen un ocho con su compañera y contraria, y las Madamitas lo mismo.

Segunda parte

     Hacen arcos cada uno con su compañera, entran primero los cabeceras, y después los contradanzantes, y así van dando vuelta todos hasta su puesto.

Tercera parte

     Hacen pastel, y a la media vuelta levantan los Currutacos a las Madamitas, y las traen en vilo hasta su puesto. Si la acabasen antes que la música, un latigazo cada uno para que esté la obra completa.

     Los ochos y los arcos de esta contradanza, parece que sólo se pueden ejecutar por magia, porque no alcanza la vista el cómo se puede combinar la confusión que allí se nota. [150]

     Esta diferencia de la tercera jornada es graciosa y muy mágica, porque noches pasadas a tiempo que nuestros Currutacos levantaban a las Madamitas en la rueda, habiéndose una de ellas enganchado en el hierro de la araña por los pelos, y quedado colgada, huyeron todos, creyendo que aquello era magia, o atracción del techo de la sala, y hubo mil congojas entre las Madamitas y Señoritos, hasta que Don Preciso la desenganchó con el bastón, y bajó la Madamita echando tempestades contra los dueños de la casa, sus arañas y demás insectos.

CONTRADANZA IV

De Don Guindo, de figurón, de doce Currutacos y seis Madamitas. Cerrada

Argumento

     El Currutaco Don Guindo, casado con Doña Chispa, se enamora de [151] su criada Melchora, a quien también solicitaba su compañero Bartolo: Don Guindo la seduce, y tiene habilidad para exigir de ella que le aguarde en el desván a la oración, pero remordiéndole su conciencia cuenta a Bartolo el suceso, y le dice que acuda a la hora señalada al desván con mucho silencio a coger el fruto que él había sazonado: Melchora se arrepiente también de la oferta que hizo a su amo, y cuenta lo ocurrido a Doña Chispa, la cual determina subir al desván cuando hubiese anochecido, para hacerle ver después a su marido la torpeza de su delito: Don Guindo envía a Bartolo a la cita, y se va mientras tanto a pasearse a la cocina: encuentra allí a Melchora, la reconviene porque no había subido ya al desván, ella se aflige, y responde que se había visto precisada a descubrirse con su ama, la cual estaba ya allí esperándole con toda cautela: Don Guindo se alborota, y corre a la escalera, diciendo a gritos... Bartolo, [152] Bartolo, detente, detente por San Pablo, que no es Melchora, que es mi mujer: pues, Señor, pese a vuestra alma, le responde, si os descuidáis un poco todo se lo lleva el diablo.

     �Oh! cuántos Currutacos necios se verán sin honra en el mundo por iguales descuidos, nacidos de la relajación de sus costumbres.

     La música de esta contradanza será sacada de los Imposibles, o de las Folías, obra de mi célebre Piporrista.

Primera parte

     Se pondrán los contradanzantes en ala, teniendo a cada Madamita en medio de dos Currutacos: los primeros contradanzantes se ponen mirando al centro, y los segundos del mismo modo de frente a ellos: bailan cuatro compases, y la primera Madamita con el compañero de su izquierda, y con el de la derecha de enfrente da una vuelta, mientras que la otra Señorita ejecuta lo propio con los [153] otros dos Currutacos, ocupando otros cuatro compases: alemanda las Madamitas con su compañero de la derecha, y después con el de su izquierda en otros ocho compases.

Segunda parte

     Las dos Madamitas y los Currutacos de su mano derecha hacen una cadena mientras que cada uno de los otros dos Currutacos bailan, brincan y saltan durante los ocho compases, dando volteretas y brincos cada uno a solas para sostener la ilusión: hacen cedazo después con los Señoritos de la izquierda, y mientras tanto respingan a sus solas los de la derecha, que son otros ocho compases.

Tercera parte

     Hacen dos nudos, uno enfrente de otro, se dan una media vuelta, y se sueltan ganando un puesto.

     Esta contradanza si se baila bien, [154] tiene vista, según el sentir del Autor de la sabia Instrucción metódica; pero como trae tantas dificultades consigo el nudo, ocurre que algunos pobres Currutacos se confunden en su enlace o desenlace, porque sus talentos son limitados para manejar con maestría empresas tan arduas, y así es que oímos continuamente a nuestras Madamitas quejarse de la torpeza de algunos Currutacos, porque, ciertamente es muy bochornoso para una Señorita de honor el salir a bailar con Currutacos que no se hacen cargo de las figuras, exponiéndolas a continuos desaires, y a que sonrojen a Don Preciso, como lo hizo noches pasadas Doña Pizca, diciéndole de modo que se oyese en toda la sala... �Vaya, hombre, que es Usted un mentecato, �para qué saca Usted esos bestias a bailar? �Jesús, qué bruto! Si vierais, Chicas, qué Currutaco tan mastín me ha tocado, no sabía siquiera hacer el cedazo, sus manos son de hierro, de modo que ni aun [155] ha sabido recibirme en sus brazos al hacer el caracol: parece que lo hace el diablo, que siempre me han de tocar a mí semejantes Simpli-Currutacos: dichosa tú Liendrecita, que has bailado con Don Cirotito, que es un contradanzante de rompe y rasga.�

CONTRADANZA V

Del Tío y la Sobrina

Argumento de este drama

     Don Cuzco, sabio Semi-currutaco podenco, enamorado de su sobrina Doña Amable, y celoso de los amores que ésta tenía con Don Trueno, busca a Don Tufo su compañero, a quien hace creer que le ama Doña Amable: gana Don Cuzco con dádivas a su amiga Piltrafa, que había sido tercera de los amores de Doña Amable y Don Trueno, y consigue que ambos enamorados se despidan uno de otro por los chismes que entre [156] él y Piltrafa habían introducido: Don Cuzco viendo conseguido su deseo, intenta despojar también a Don Tufo, pero éste le disputa el puesto, y le desafía: Don Cuzco se acobarda, y no quiere salir al campo: Don Tufo le busca y le da de bofetones: Piltrafa entretanto se arrepiente, y cuenta a Doña Amable los enredos que habían puesto contra Don Trueno: Doña Amable hace extremos de sentimiento, y le manda llamar al instante: viene Don Trueno, se descubre la verdad, se dan satisfacción, y tratan de casarse: llama Don Cuzco a la puerta, se oculta Don Trueno, entra ensangrentado de los bofetones que le dio Don Tufo: cuenta a Doña Amable que por su amor le habían puesto de aquella suerte: ella le desengaña diciéndole que sólo ama a Don Trueno: se enoja Don Cuzco, la llena de insolencias, y al fin quiere sacudirla: sale Don Trueno, y de un garrotazo le rompe cuatro costillas, y le entregan al Cirujano. [157]

     Todos darán un general aplauso de palmadas gritando... bravo... bravo... bravísimo. �Qué primoroso argumento para una pieza de las del día! �qué propiedad! �qué estilo! �qué caracteres! �qué imágenes! �qué enlace! �qué desenlace! �y qué bellezas se encontrarían en este drama, si fuera manejado por una mano hábil! �Oh vosotros, sabios Escritores Dramáticos, que sabéis de cualquier cuento formar una comedia arreglada a todas las unidades, decenas, centenas y millares que se han podido descubrir hasta nuestros tiempos! �Mirad aquí de cuántas gracias os será deudora esta nuestra Ciencia Contradanzaria, cuando vea el mundo que el plan, el argumento, el tema, los episodios, y cuanto deba comprehender una comedia arreglada a todas las unidades, van bailando contradanzas currutacas por el orbe literario!

     La música de esta contradanza será compuesta de algunas variaciones [158] del Malboroug, obra de nuestro célebre Piporrista.

     Esta contradanza es de Rigodón, Francesa: los cuatro Currutacos cada uno con su Madamita, se ponen en corro.

Primera parte

     Al romper la música empiezan a saltar, y hacen media cadena los cabeceras, y una alemanda con el Currutaco o Madamita de la izquierda, quedando en lugar opuesto en ocho compases. Esta figura la ejecutan los costados en los mismos términos, y quedan todos en lugares opuestos.

Segunda parte

     Los Currutacos cabeceras hacen cedazo de cuatro con sus compañeras, y los costados con las Madamitas contrarias, o de enfrente en ocho compases: los Currutacos de los costados hacen también cedazos con sus compañeras, y los cabeceras con las [159] contrarias en otros ocho compases, quedando siempre en lugar opuesto.

Tercera parte

     Las dos Madamitas cabeceras se dan las manos derechas formando arco, y las izquierdas a sus compañeros haciendo también arcos: los Currutacos de los costados hacen alemanda entera con las compañeras, y luego las envían a cada una por el arco que forman sus Currutacos de la derecha, mientras que ellos pasan por el arco de en medio, y se encuentran a los ocho compases donde empezaron la contradanza: hacen igual arco los costados, y repiten los cabeceras la misma figura, y pasan a sus puestos. [160]



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Capítulo XII

En que se trata de la despedida del Autor

     Bien pudiera yo poner aquí otras varias contradanzas, que tienen mucho influjo sobre nuestros Currutacos por sus hermosas variaciones, pero como todas estas figuras están sujetas a las reglas fijas que dejo demostradas en los Elementos de nuestra Ciencia, me parece que no necesitan mis Currutacos de más contradanzas que las cinco que llevo apuntadas para conocer el género heroico, lírico, figurónico, mágico, o dramático que se quiera bailar, ni para aplicar el argumento que corresponda a la pieza que se haya de presentar al público.

     Pero ya parece que estoy viendo a mis lectores fruncir los labios, hacer mil visajes, como anunciándome que esta obrita no tendrá el despacho que debiera (sin embargo de ser [161] tan útil y necesaria) por la languidez del estilo, por la pesadez de los conceptos, y por la poquísima gracia con que van explicados, y por lo mismo me miro precisado a dar fin a mis tareas con el sentimiento de no haber podido llenar las ideas que me ha suministrado nuestra gran Ciencia Contradanzaria: pero vosotros, mis queridos Currutacos, en quienes no en vano he empleado mis débiles esfuerzos, puesto que manifestáis por vuestra aplicación y conducta, que conocéis las obligaciones que os impone esta gran Ciencia Contradanzaria para llenarlas de alegría, espero no olvidéis las lecciones que en este tratado os dejo profundamente grabadas en vuestros corazones: meditadlas, y continuad ejercitándolas, ya que mis ojos no pueden observar vuestros procederes: cuidad hijos míos sobre todo, que la sumisión a las Madamitas del nuevo cuño sea la basa de vuestra conducta, y que no sea engañada mi esperanza de poder [162] ver algún día los progresos que hiciereis en esta ciencia en los regios Gabinetes y Bibliotecas, donde tienen el primer lugar los sabios que han hecho descubrimientos útiles para el hombre: os perdono todas las ofensas que me hiciereis, huyendo de mis consejos, o menospreciando este tratado, haciéndome cargo que la envidia ha sido siempre la más cruel enemiga de los hombres grandes: perdonadme vosotros, Currutacos míos, si acaso os pude dar algún mal ejemplo con la afición y amor que os he tenido: se enternecen mis ojos, y me faltan las fuerzas para proseguir, y en medio de todo, mi amor se fortifica hacia vosotros, cuando conozco que vuestros nombres esperan una inmortalidad dichosa: vivid, hijos míos, como yo he vivido: imitad mi ejemplo, siendo útiles a los demás hombres en los progresos de esta gran Ciencia Contradanzaria, y haced que resuene por el orbe el feliz siglo de la currutaquería, enseñando a los hombres a bailar [163] contradanzas que es la ciencia en que fundáis la felicidad de vuestras ideas currutacas, para que cuando llegue vuestro Maestro Don Preciso a aquella edad en que no pueda dar una cabriola, vea a lo menos con gusto los progresos que van haciendo sus Pirracas, Currutacos, y Madamitas del nuevo cuño, eternizando su memoria en los fastos de la historia contradanzaria.

Advertencia muy útil para la inteligencia de esta obra

     Por más que un autor científico se persuada que ha concluido su obra a toda satisfacción, vertiendo en ella cuantas ideas le hayan venido a los cascos para enriquecerla, parece que siempre le queda que hacer alguna advertencia de dos o tres pliegos, para aclarar más los pensamientos y pretextar los defectos de la obra. La mía, pues, tiene tanta necesidad de esta añadidura, que sin ella pudiera fácilmente [164] mirarse con desprecio en la república currutaca literaria con grave daño de mis contradanzantes, y por esto he pensado añadir esta advertencia o adición a los Elementos de la ciencia currutaca, por ser una de las partes más esenciales que pueden constituirla en el grado más perfecto de cuantas ciencias se han escrito hasta estos tiempos.

     Tengo tal envidia cuando veo algunas obras extranjeras Enrichie de planches en taille-douce, que para ilustrar mi obrita y darla toda aquella estimación que merece la gran ciencia de que trata, quise enriquecerla con estampas finas iluminadas, que representasen los veinte Elementos contradanzarios demostrando por medio del excelente descubrimiento del colorido las casacas, pantalones, zapatos, corbata, camisas, y demás armamento contradanzario de mis Currutacos, y Madamitas del nuevo cuño; pero como en este ramo estamos todavía siglo y medio atrasados, [165] me hice cargo que de encargar esta empresa a los célebres profesores Italianos, me costaría cada estampa ochenta o noventa duros (que no los ve juntos jamás ninguno de mis Currutacos, que andan siempre en esto de moneda a la cuarta pregunta) y porque aun cuando hubiera abierto subscripción para recoger el coste de las láminas y de la iluminación, como éstas habían de tardar bastante, y un autor que ha de dar estimación a sus obras, y ha de mantenerse de lo que escribe, necesita comer, beber, presentarse decente, tomar ama, y adornar su cuarto, estaba expuesto a que el dinero se consumiese en poco tiempo, y a que mis subscriptores y el público quedasen como el Gallo de Morón, cacareando y sin pluma, careciendo por consiguiente de una ciencia de que se prometen tantos adelantamientos: por esto, pues, me he visto precisado a dar esta obrita desnuda de un requisito tan esencial, que me es muy sensible. [166]

     �Pero no es un dolor el ver el descuido que tenemos en las Artes? ciertamente que sí. Yo no sé por qué nuestros grabadores no procurarán imitar a Volpato, Bartolozzi, y a otros célebres profesores Italianos, que iluminan sus obras; porque a la verdad, �de qué sirve que copien bien la composición de Rafael, que observen con exactitud su dibujo, que imiten con valentía su grande expresión, y que hagan que el menor accesorio arrebate al espectador, si le falta el delicadísimo agregado de colorido? Pero, Señor Don Preciso, me dirán algunos, �es posible que un hombre que protege las artes, y que se precia de entender algo en ellas, hable de esa manera? Si rabo, �para qué alzado? y si alzado, �para qué rabo? Si la estampa ha de estar grabada, �para qué es pintarla? y si ha de ser pintada, �para qué es grabarla? Está bien que cuando se trate de historia natural se iluminen las estampas, porque en este ramo interesa mucho el manifestarnos los [167] colores de la aves, y otros animales, pero �no es una necedad que se cubran con colorines las partes más principales de una estampa, donde el diestro profesor puso todo su esmero para imitar las bellezas del dibujo? �qué puede seguirse de aquí si se propaga con la moda semejante costumbre, sino la ruina absoluta de grabadores que acostumbrados a embadurnar con cuatro colorines sus obras, olvidarían el estudio de su excelente profesión? Pero, �oh ignorantes! �y qué poco os acordáis que estamos en el siglo de oro, siglo contradanzario, para el cual estaban reservados aquellos grandes descubrimientos que no les fueron concedidos a nuestros traseros! Decidme, infelices: �aquellos sabios grabadores que han precedido a los de nuestros días, han sacado otros frutos de sus trabajos que el eternizar su memoria después que han muerto? �Adónde están los mayorazgos que han fundado a sus hijos y sucesores con el premio de [168] sus tareas? �Adónde están los bienes con que pasaron una vejez descansada? �Ah, los bienes! hubieran ellos inventado la iluminación de sus obras, y entonces verían a los curiosos correr a porfía a buscar estampas para adornar sus currutacos gabinetes.

     Si los célebres profesores que han grabado en nuestros días la estampa de Luis XVI, la de los Canadianos, y la del San Ildefonso de la Galería Española, las hubieran iluminado con colorines de aleluyas del pitiminí, �cuántos elogios no hubieran merecido de los inteligentes apreciadores de obras iluminadas? �Qué aplausos no les tributaría toda Europa viéndolos dedicados a tan útil ramo? �y qué de riquezas no serían dueños si supiesen el secreto de hacer pagar setenta duros por una estampa que hoy venden a treinta o cuarenta reales? �pensamiento a la verdad sabio y currutaco!

     En fin, hijos míos, como yo he pensado daros una obrita, que quisiera [169] que fuera la Dama sin pero, y veo las muchas dificultades que se atraviesan para llenar mis deseos según vuestros merecimientos, sólo pretendo que me dispenséis la falta de estampas. Acaso cuando estos Elementos se traduzcan añadidos y anotados a otro idioma, se enriquecerán con estampas iluminadas, que ya valdrán más baratas. Por ahora me he ceñido a daros una estampita única de esta obra, que representa a Don Currutaco armándose para ir al baile, dibujada por mí, y grabada por un joven de buenos principios, que aunque no ha viajado, ni sabe de iluminaciones, tiene todos los conocimientos necesarios para grabar obras de esta naturaleza.

     Conozco vuestro placer, queridos míos, al considerar que por unas empresas semejantes resucitaron las bellas Artes en Europa, haciendo tantos progresos en Italia, que parece que no pueden admitir más adelantamientos; pero vivid confiados, hijos míos, [170] que esta vuestra Ciencia Contradanzaria elevará todavía al grado de brillantez y de perfección de que son susceptibles las costumbres de toda Europa, con los grandes conocimientos que os facilito.



FIN DE LA OBRA



Nota muy interesante

     Sin embargo de que me he quemado las cejas para dar a la prensa con la escrupulosidad que exige materia tan ardua los Elementos de la gran Ciencia Currutaca, no han podido impedir mis desvelos algunas equivocaciones y aun diferentes yerros que después se han notado; pero mis Currutacos que saben las grandes dificultades que hay que vencer para establecer unos principios fijos en una ciencia tan vasta, disimularán los defectos que notaren, o dirán lo que quisieren, que lo mismo es esto que aquello para un sabio como Don Preciso.

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