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Carmen CANET, Luciérnagas

Renacimiento, Sevilla, 2018, 109 págs.

También tienen dobleces las esquinas de las ciudades.


Los aforistas son como los mineros, extraen los metales nobles de la vida.


Como el pan, la vida tiene su corteza y su miga.


Solemos decir en blanco y negro o en color, olvidando que el blanco y negro también son colores.


Paseaba por las habitaciones de su casa; las calles, las habitaba.


Cada desierto de la vida necesita su espejismo.


Pesadilla: cuando los sueños por la noche se atraviesan y chocan.


Parece que cuando uno está muy atento abre los ojos para escuchar mejor.


Los silencios que se mojan con la lluvia, enmohecen.


Cuando la piel está bien acariciada, tiene eco.


A las relaciones tormentosas debería partirlas un rayo.


Esperanza: cuando la distancia tiene el color de la hierba y el bosque.


Amor desértico: tenía una relación con espejismos, dunas y alguna laguna.


Dicen que se escribe como se ama; entonces, los aforismos aman intensamente con ironía.


Hay espejos que no nos dan ni los buenos días.


El aforismo es un diminutivo aumentativo.


Gracias a la creación descansas de ti.


Estaba tan solo que solo lo sabía él.


Melancolía: más de una nostalgia al día.


La sombra es el espejo del cuerpo.


El silencio es una salida que entra en el aforismo.


Se volvió escritor mientras leía. Cuando escribía, era lector.


La fotografía es el insomnio de una imagen.