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Ricardo DE LA FUENTE, Andar en la niebla

Cuadernos del Vigía, Granada, 2017, 77 págs.

La pasión de mayor quiere ser ternura.


Aceptarse del todo es una rendición.


Conviene guardar algo de entusiasmo para el invierno.


Un caprichoso es un apasionado de vuelo corto.


No hay donativo más gratuito que dar tiempo al tiempo.


La experiencia consiste en que cada día cueste menos inventarse.


El corazón y la cabeza se entienden a nuestras espaldas.


Andar en la niebla agudiza la vista.


Cada día nos cambia el futuro.


Para no tener malos recuerdos hay que tener buenos olvidos.


También nos retratan las necesidades que no nos creamos.


Más frecuente que ser rebelde sin causa es serlo sin efecto.


Si vuelve el mismo que fue, no era un viaje.


Los hay que se ponen en tu lugar, pero solo para desplazarte.


Nuestra postura ante los problemas ajenos a menudo es una impostura.


Un resentimiento lúcido no está al alcance de cualquiera.


Prestamos atención para que nos la devuelvan con intereses.


Los que coleccionan agravios lo hacen para enseñarnos el álbum de vez en cuando.


Las virutas de una barra de hierro siguen siendo hierro.


También se escribe contra uno mismo. Y a veces, las mejores páginas.


No digas en dos líneas lo que puedes no decir.


Aforista: olfato de cazador, paciencia de pescador.


Aprender a leer lleva décadas.


El efecto terapéutico de la escritura sería redondo si luego muchos no se empeñaran en publicar.


Si quieres elogiar a alguien de verdad, escúchalo.


Las frases felices lo cuentan todo menos el secreto de su felicidad.


El aforismo también es una emboscada a una idea.


A la inspiración también que saber interpretarla.


Para no saber a dónde vamos, vamos demasiado deprisa.


Saben los parias lo que la ciencia ignora: que la invisibilidad existe.


Para el pesimista no cuentan las desgracias que temió y no sucedieron.


Negando la realidad te defiendes, negando la imaginación te atacas.


Los problemas que no tienen solución envidian a los que la tienen, y viceversa.


El tedio es un autófago: se alimenta de sí mismo.


Las cuentas no salen: pocos afirman ser ingratos, y muchísimos ser víctimas de la ingratitud.


El destino del indeciso es morir en un cruce de caminos.


Se apuntó a un curso de elocuencia para perfeccionar sus silencios.


La palabra recta es la distancia más corta entre dos tedios.


La sobrepesca con las redes sociales es una amenaza para el ecosistema relacional.


Venimos de, vivimos en y vamos hacia la incertidumbre.


Qué pasará con los sueños que ahorran los insomnes.


Si nada te importa, ¿por qué te empeñas en proclamarlo?


Tenemos todo lo necesario, excepto la conciencia de tenerlo.


Cada uno viaja a la velocidad de su luz.


La omnipotencia también tiene que poder no poder.


La voluntad de Dios compite con el azar, y pierde.


Dar la razón como estrategia de huida.


Todos los espejos son retrovisores.


Pensar en las posibilidades que tuve de no nacer me alegra el día.


Mi círculo de amigos es un poliedro.


Cambio tres tramas argumentales sólidas por un cuarto de estilo intangible.


Para vengarme de mi espejo, le coloco entre enfrente.


Desconfío de la generosidad de los que dan ejemplo.


Escribo con todo el cuerpo. Por eso encuentro ideas que no tengo en la cabeza.


Quería perderme contigo y me encuentro perdido en ti.


Eres lo mejor que no me ha pasado.


En la muchedumbre me siento uno menos.


Tu recuerdo está consiguiendo que me olvide de ti.


También cuando hablo conmigo se producen silencios incómodos.


Disfruto los libros en los que encuentro algo de mí que no sabía.