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Epistolario espiritual

Beato Juan de Ávila






ArribaAbajo- I -

Carta que escrivió el Padre maestro Juan de Avila á un predicador. Trata de la alteza á que los tales son levantados y de cómo se han de aver con Dios y con las ánimas y de lo mucho que le han de costar y del ánimo que para ello han de tener


Charissime:

Dos cartas de Vuestra Reverencia he recebido, en las quales me haze saber del nuevo llamamiento con que Nuestro Señor lo ha llamado para engendrarle hijos á gloria suya. Sit ipse benedictus in saecula, que no se desprecia de tomar por instrumento de tan gloriosa cosa á una cosa tan baxa, y hablar, siendo Dios, por una lengua de carne, y levantar al hombre á que sea órgano de la divina voz y oráculo del Spíritu Sancto. Cristo hombre fué el primero en quien este spíritu lleno y vivificativo de los oyentes se aposentó, engendrando por la palabra hijos de Dios, y muriendo por ellos, por lo qual mereció ser llamado Pater futuri saeculi. Y porque dél y de sus bienes ay comunicación con nosotros, assí como nos hizo hijos, siendo él Hijo, y sacerdotes, siendo él Sacerdote, hízonos él, siendo gracioso, graciosos; él, amado y bendito, semejables á él, y, siendo heredero del reino del Padre, sómoslo nosotros también en él y por él, si estamos en gracia. Assí porque no quedase en el tesoro de su riqueza cosa de la qual no nos diesse parte, teniendo él spíritu para ganar los perdidos, compasión para ganar las ánimas enagenadas de su Criador, palabra viva y efficaz para dar vida á los que la oyeren, consoladora para los contritos de coraçón, linguam eruditam, ut sciam sustentare eum qui lapsus est verbo, quiso poner deste spíritu y desta lengua en algunos, para que á gloria suya puedan gozar de título de padres del spiritual ser, como él es llamado, según que S. Pablo osadamente affirma: Per evangelium ego vos genui. Quiere el amado sant Juan que veamos qualem charitatem dedit nobis Pater, ut filii Dei nominemur et simus. Razón es que con ella agradezcamos y seamos padres de los hijos de Dios, y por la una y la otra sea conocido Dios en ser largo y bueno sobre los hijos de los hombres.

Deve, pues, Vuestra Reverencia, para el officio á que ha sido llamado, atender mucho que no se amortigüe en el spíritu de hijo para con Dios, Padre común, y en el spíritu de padre, para con los que Dios le diere por hijos. Por lo primero será reverenciadísima aquella altíssima Magestad, adorándola con humildad muy profunda, no haziendo cuenta de su proprio ser, metiéndolo en el inefable abismo del suyo, y serle fiel, buscando en todo y por todo la gloria dél, renunciando y abjurando ex toto corde la propria, diziendo con Josef: «Todas las cosas que mi Señor tiene me dió en las manos, salvo á ti, que eres su mujer.» La gloria de Dios sea para Dios, pues que son para en uno, que si á otro la queremos dar, ¿qué cosa más mal casada, ni mayor adulterio que la gloria del Criador con la criatura!: esposa buscamos; no nos alcemos con ella: ánimas, en las quales [sea] Cristo aposentado y nosotros olvidados, porque más se acuerden dél, salvo en quanto él vee que es necessario para que por nuestra memoria y estima le estimen y amen á él. Este deseo de la honra de Dios ha de mover al buen hijo para nunca cansarse á con palabras y obras publicar la fama y renombre deste gran padre, y no tener aquí otro descanso, sino quando le uviere hallado algún lugar, en el qual como en templo sea adorado y reve[re]nciado y amado como el único y natural hijo que al cabo desta jornada notificó á lo que avía sido embiado, y lo que avía hecho en toda su vida: Pater manifestavi nomen tuum hominibus. Y no dió sueño á sus ojos, ni entró en el descanso hasta que halló descanso para el Señor y morada para el Dios de Jacob. Esta reverencia y zelo de la honra del Padre, y esta obra hasta la muerte de cruz no se aparte de la memoria del que es llamado para el officio de publicar la gloria de Dios como fiel hijo, teniendo pues el spíritu de su hijo para con Dios, con el cual clamamus ¡abba! (¡pater!), teniendo en nuestras entrañas reverencia, confiança y amor puro para con Dios, como un hijo fiel para con su padre.

Resta pedirle el spíritu del padre para con sus hijos que uviéremos de engendrar, porque no basta para un buen padre engendrar él y dar la carga de educación á otro, mas con perseverante amor suffrir todos los trabajos que en criarlos se passan hasta verlos presentados en las manos de Dios, sacándolos deste lugar de peligro, como el padre suele tener gran cuidado del bien de la hija hasta que la vee casada. Y este cuidado tan perseverante es una particular dádiva de Dios y una expressa imagen del paternal y cuidadoso amor que nos tiene. De arte que yo no sé libro, ni palabra, ni pintura, ni semejança que assí lleve alconoscimiento del amor de Dios con los hombres, como este cuidadoso y fuerte amor que él pone en un hijo suyo con otros hombres, por estraños que sean: y ¡qué digo estraños!; ámalos aunque sea desamado; búscales la vida, aunque ellos le busquen la muerte, y ámalos más fuertemente enel bien que ningún hombre, por obstinado y endurecido que estuviesse con otros, los desama en el mal. Más fuerte es Dios que el peccado, y por esso mayor amor pone á los espirituales padres, que el peccado puede poner desamor á los hijos malos. Y de aquí [es también] que amamos más á los que por el Evangelio engendramos, que á los que naturaleza y carne engendra, porque es más fuerte que ella y la gracia que la carne. Y también este cuidadoso amor del bien de los otros pone muy gran confiança al que lo tiene, que Dios lo tiene dél mismo: porque siendo él en su coraçón, tan pequeño y miserable, y tan inclinado al proprio provecho, arder un fuego vivíssimo y muy más fuerte que todas las aguas, aunque sean de la muerte para con los otros, parécele que más arderá el fuego de amor en el coraçón bueno de Dios, quanto va de bondad á maldad, y de fuego á frialdad. Y muy necessario es que quien á este officio se ciñe que tenga este amor, porque assí como los trabajos de criar los hijos, assí chicos como quando son grandes no se podrían llevar como se deven llevar, sino de coraçón de padre ó madre, assí tan poco, los sinsabores, peligros y cargas desta criança no se podrían llevar, si este spíritu faltasse.

Con atención y casi sonriéndome leí la palabra que Vuestra Reverencia en su carta dize, que le parece dulce cosa engendrar hijos y traer ánimas al conocimiento de su Criador; y respondí entre mí: Dulce bellum in expertis. El engendrar no más confiesso que no tiene mucho trabajo, aunque no caresce dél, porque si bien hecho ha de ir este negocio, los hijos que hemos por la palabra de engendrar, no tanto han de ser hijos de voz quanto hijos de lágrimas, porque, si uno llora por las ánimas y otro predicando las convierte, no dudaría yo de llamar padre de los assí ganados al que con dolores y con gemidos de parto lo alcançó del Señor, antes que al que con palabra pomposa y compuesta los llamó por defuera.

A llorar aprenda quien toma officio de padre para que le responda la palabra y respuesta divina que fué dicha á la madre de Sant Augustín por boca de Sant Ambrosio: «Hijo de tantas lágrimas no se perderá.» A peso de gemidos y offrecimiento de vida da Dios los hijos á los que son verdaderos padres, y no una, sino muchas vezes ofrecen su vida porque Dios dé vida á sus hijos, como suelen hazer los padres carnales. Y si esta agonía se passa en engendrar ¿qué piensa, padre, que se passa en los criar? ¿Quién contará el callar que es menester para los niños, que de cada cosita se quexan, el mirar no nazca invidia por ver ser otro más amado, ó que parece serlo, que ellos? ¿El cuidado de darles de comer aunque sea quitándose el padre el bocado de la boca, y aun dexar de estar entre los coros angelicales por descender á dar sopitas al niño? Es menester estar siempre templado, porque no halle el niño alguna respuesta menos amorosa. Y está algunas veces el coraçón del padre atormentado con mil cuidados y ternía por gran descanso soltar las riendas de su tristeza y hartarse de llorar, y si viene el hijito ha de jugar con él y reir, como si ninguna otra cosa tuviesse que hazer. Pues las ten[t]aciones, sequedades, peligros, engaños, escrúpulos, con otros mil cuentos de siniestros que toman, ¿quien los contará?, ¿qué vigilancia, para estorvar no vengan á ellos?, ¿qué sabiduría para saberlos sacar después de entrados?, ¿paciencia para no cansarse de una, y otra, y mil vezes, oirlos preguntar lo que ya les han respondido, y tornarles á dezir lo que ya se les dixo? ¡Qué oración tan continua y valerosa es menester para con Dios, rogando por ellos porque no se mueran!, porque si se mueren, créame, padre, que no ay dolor que á este se iguale, ni creo que dexó Dios otro género de martirio tan lastimero en este mundo como el tormento de la muerte del hijo en el coraçón del que es verdadero padre: ¿qué le diré?; no se quita este dolor con consuelo temporal ninguno, no con ver que si unos mueren otros nacen, no con dezir lo que suele ser sufficiente en todos los otros males: «El Señor lo dió, el Señor lo quitó; su nombre sea bendito.» Porque como sea el mal del ánima, y pérdida en que pierde el ánima á Dios, y sea deshonra de Dios, y acrecentamiento del reino del pecado nuestro contrario vando, no ay quien á tantos dolores tan justos consuele. Y si algún remedio ay es olvido de la muerte del hijo; mas dura poco, que el amor haze que cada cosita que veamos y oyamos luego nos acordemos del muerto, y tenemos por traición no llorar al que los ángeles lloran en su manera, y el Señor de los ángeles lloraría, y moriría si posible fuesse. Cierto, la muerte del uno excede en dolor al gozo de su nascimiento y bien de todos los otros. Por tanto, á quien quisiere ser padre conviénele un coraçón tierno y muy de carne para aver compasión de los hijos, lo qual es muy gran martirio, y otro de hierro para sufrir los golpes que la muerte de ellos da, porque no derriben al padre ó le hagan del todo dexar el officio, ó desmayar, ó passar algunos días que no entienda sino en llorar, lo qual es inconveniente para los negocios de Dios, en los quales ha de estar siempre solícito y vigilante; y aunque esté el coracón traspassado destos dolores, no ha de afloxar, ni descansar, sino aviendo gana de llorar con unos, ha de reir con otros, y no hazer como hizo Aarón, que aviéndole Dios muerto dos hijos y siendo reprehendido de Moisén, porque no avía hecho su officio sacerdotal, dixo él: «¿Cómo podía yo agradar á Dios en las cerimonias con coraçón lloroso?» Acá, padre, mándannos siempre busquemos el agradamiento de Dios, y postpongamos lo que nuestro coraçón querría; porque por llorar la muerte de uno no corran por nuestra negligencia peligro los otros. De arte que, si son buenos los hijos, dan un muy cuidadoso cuidado, y, si salen malos, dan una tristeza muy triste: y assí no es el coraçón del padre sino un recelo continuo y una atalaya desde alto, que de sí lo tienen sacado, y una continua oración, encomendando al verdadero padre la salud de sus hijos, teniendo colgada la vida dél de la vida dellos, como S. Pablo dezía: «Yo vivo, si vosotros estáis en el Señor.» Razón es que diga á V. R. algunos avisos que deve guardar con ellos, los quales no son sino sacados de la experiencia de yerros que yo he hecho: querría que bastasse aver yo errado para que ninguno errasse, y con esto daría yo por bien empleados mis yerros. Sea el primero que no se dé á ellos quanto ellos quisieren, porque á cabo de poco tiempo hallará su ánima seca, como la madre que se le han secado los pechos con que amamantava sus hijos; no los enseñe á estar del todo colgados de la boca del padre, mas si vinieren muchas vezes mándeles ir á hablar con Dios en la oración aquel tiempo que allí avían de estar; y tenga por cierto que muchos destos que freqüentan la presencia de sus spirituales padres no tienen más raíz en el bien de quanto están allí oyendo, y más es un deleite humano que toman en estar con quien aman y oyen hablar, que en estar tomando cebo con que crezcan en la vida spiritual. Y de aquí es que no crecen más un día que otro, porque piensan que todo lo ha de hazer el padre hablando, y assí hazen perder el aprovechamiento á su padre, y no crecen ellos cosa alguna. Tienen también esta condición, que en qualquier tribulación que les venga luego corren á sus padres todos turbados, porque ninguna fuerça tienen en sí, y aunque el padre no deva faltar en tales tiempos, mas dezirles que vayan delante Nuestro Señor, y se le representen con aquella pena, porque no pierdan tal tiempo de comunicación con Él, que es el mejor de los tiempos: y para que le oyan con atención les embía Dios la pena, no para que se vayan á consolar con los hombres y pierdan las grandes lumbres y aprovechamientos que Dios suele dar al que acorre á Él en el tiempo de las tribulaciones. La summa desto es, que les enseñe á andar poco á poco sin ayo, para que no estén siempre floxos y regalados, mas tengan algún nervio de virtud y no se dé él tanto á otros que pierda su recogimiento y pesebre de Dios; porque más provecho hará con hablar un poco, si sale de coraçón encendido, que con derramar palabras frías acá y acullá: el medio en esto pídalo á su conciencia, mirando que no se enfríe, y lo que mejor es, pídalo al soberano Maestro, que se lo enseñe por el spíritu suyo.

Item, no se meta en remediar necessidades corporales, salvo ordenando en general como se remedie, assí como ordenando essa cofradría ó cosas semejantes, y con eso cumpla, y sépanlo assí sus hijos, que no han de llegarse á él, ni esperen dél favor temporal alguno, porque si en esto no mira ser le ha grande estorvo para el camino que quiere caminar. Y esto está mandado en el Concilio Cartaginense IV, donde se dize: «El Obispo no haga por sí mismo los negocios de las viudas y huérfanos y peregrinos, sino por el arcipreste ó arcidiano»: y dijo abaxo: «Que solamente entienda en la lección y oración y palabra de predicación: ruegos de juezes ó de personas á quien se deve algo, porque suelten ó esperen, huya de ello; y, si mucho le importunaren, cumpla con darles una breve carta en que lo ruegue con toda modestia. Finalmente de todo esto temporal huya, acordándose como el Señor dava en rostro, diciendo: «Buscáisme, no por las señales que vistes, mas porque comistes y os hartastes.» Esta regla tiene excepción: si supiere de alguna particular necessidad corporal, de la qual pende cosa del ánima, entonces puede entender en ella, lo qual acaesce pocas vezes en la verdad, aunque quien la padece diga que muchas.

No descubra á hijos secretos particulares de la comunicación de Dios consigo ni con otra persona; porque hallará por experiencia tan poco secreto en ellos que no lo pudiera creer si no lo provara, si no fuere cosa particular de persona secreta que se le pueda fiar.

No les suelte la rienda á comulgar quantas vezes quisieren; que muchos comulgan más por liviandad, que no por profunda devoción y reverencia: y acaesce á estos venir á estado que ninguna mejoría ni sentimiento sacan de la comunión, y esto es grande daño y se deve evitar. Téngalos siempre debaxo de una profunda reverencia á este misterio, y al que sin ella viere reprehéndale, y quítele el pan hasta que mucho lo desee y se conozca muy indigno dél. Al vulgo basta comulgar tres ó quatro vezes en el año, ó los medianos nueve ó diez vezes; á las personas religiosas de quinze á quinze días, y si son casadas se pueden esperar á tres semanas ó un mes, y á los que muy particularmente viere tocados de Dios, y se conosciere casi á los ojos el provecho, comulguen de ocho á ocho dias, como aconsejó Sant Augustín. Y más freqüencia desta no aya, si no se viese tan grande hambre y reverencia, ó alguna extrema tentación ó necessidad que otra cosa aconsejasse, en lo qual tenga miramiento de algunas personas cerca desto. Y creo que ay muy pocos que les convenga freqüentar este misterio más de ocho á ocho días. Y Sant Buenaventura dize que en todos los que él conosció, no halló quien más á menudo de aqueste término lo pudiesse recibir. Sant Francisco de [Paula] primero confessava quatro ó cinco vezes en el año; después de muy sancto, cada domingo. Aprendan en pago de aquella celestial comida hazer algún servicio á Nuestro Señor, ó en ir quitando alguna passión cada día, ó en otra cosa alguna que corresponda á cada vez que comulgare; que allegarse á los pies del confesor y luego al altar, tornarse ha en tanta costumbre á algunos, que casi ninguna cosa ay más para aquello que aquel ratico que están allí.

También me parece cerca desto que Vuestra Reverencia no curasse de confessar ordinariamente, porque ay algunos peligros en ello, que quiçá le turbarán, y porque será tan combatido que no terná tiempo para entender en lección ni oración, lo qual conviene que nunca se dexe, porque luego es todo casi perdido. Si alguna cosa quisieren dél, dígales que le digan aquello particularmente y respóndales á ello. Y muchos ay que para contar sus necessidades corporales piden confessión, y no cae hombre en ello hasta que ha perdido el tiempo; y dígolo assí porque por maravilla se saca provecho de los que assí viven. Otros para contar una cosa ó escrúpulo piden confessión; deve dezir á estos: «Mirad si alguna cosa particular me quereis dezir que no lo fiais de otro, ó os parece que yo la podré remediar; dezídmela, que la confessión no faltará con quien se haga.» Y es buen proveimiento tener hablado á algunos confessores y platicado con ellos el arte de confessar, para que entrambos sean á una, y embiar á aquellos los que vinieren á pedir confessión, diziéndoles: «Yo os daré quien os confiesse meyor que yo.» Y es bien tener tassa en el negociar; porque si á cada hora que vienen les ha de responder, no le dexarán rato de quietud. Señáleles á la mañana y tarde ciertas horas, y si en otras vinieren, avise al portero que les diga que vengan á sus horas. Item, conviene mucho á los hijos que de nuevo nacen encomendar el silencio, porque, como sienten un poco de vino nuevo en el coraçón, luego querrían hablar de lo que sienten, y quedan por esto vazíos, porque, como dixo Sant Bernardo, el más apto instrumento para vaziar el coraçón es la lengua. Callen y obren, y dissimulen todo lo possible el don que Nuestro Señor les ha dado, porque ya sabe el proverbio que dize: «Hablar como muchos y sentir como pocos.» Y de no guardar este proverbio se sigue, ó que los otros persiguen al nuevo cavallero de Jesu Cristo y derríbanlo por impaciencia, ó alábanlo por sancto y derríbanlo con mayor caída. Y por tanto, mientras el árbol está en flor, bien es guardarlo de todo inconveniente, no se hagan luego maestros, queriendo predicar á los otros; no piensen que los que no siguen lo que ellos van perdidos, mas pongan los ojos sobre su salud solamente, y óbrenla como dize S. Pablo, con temor y con temblor, dexando el negocio ajeno al Señor, que sabe lo que cada uno tiene y en qué parará.

Finalmente los haga vivir in timore Domini; y coman su pan en silencio; y si algún poquito de liviandad de soberbia viere en ellos, reprehéndaselo gravemente, conforme al soberano Maestro, quando á los discípulos que se gloriavan dixo: Videbam Sathanam.

Las receptas generales que se deven dar á los que quieren servir al Señor, de más de las dichas, son quatro. La primera que freqüenten los sacramentos de la confessión y comunión, como es dicho: y para bien se confessar hanse de examinar cada noche lo que han passado aquel día, y de allí tomar lo principal, y encomendarlo al papel por cifras, y principalmente á la memoria, para brevemente confessar.

La segunda que sean muy amigos de la lección, porque según la gente está duríssima esle muy provechoso leer libros de romance. Libros que son más acomodados para esto: Passio duorum, Contemptus mundi, los abecedarios spirituales (la segunda parte y la quinta, que es de la oración; la tercera parte no la dexen leer comúnmente, que les hará mal, en que va por vía de quitar todo pensamiento, y esto no conviene á todos); Los Cartujanos son muy buenos. Opera Bernardi, Confessiones de S. Augustín.

La tercera cosa es la oración, en la qual es menester mucho tiento, porque no se [torne] en daño lo que Nuestro Señor nos dexó para provecho nuestro. In primis les ha de aconsejar se desocupen un poco por la mañana, y otro á la tarde ó noche, y rezen algunas oraciones vocales á las cinco plagas, ó algunas horas. Después de rezar, lean un poquito en cosa que sea conforme á lo que quieren meditar, assí como si tienen los passos de la Passión repartidos para cada día de la semana, lo qual es buen orden. Y si quisieren oy pensar en el Huerto lean en aquel passo, y aunque no lo lean todo no haze al caso, q'ue otra semana pasarán áotro poco, y assí á los otros passos; que con leer recógese el coraçón y caliéntase algo, y hallan alguna puerta los principiantes para entrar en la meditación, que de otra manera passan grave trabajo, si no haze el Señor merced particular. Y después de aver leído, mediten un poco por la mañana en un passo de la Passión con todo sosiego de ánima, contentándose con aquella vista senzilla y humilde, acatando á los pies del Señor y esperando su limosna y misericordia; y sobre esto oigan missa, pensando aquel passo que en casa pensava: en la tarde ó noche rezen otro tanto, y lean, y después piensen en la hora de su muerte, y cómo han de ser presentados ante el juizio del Señor; y acúsense, y avergüéncense, y afréntense delante del acatamiento de Dios, sintiéndose como si estuviessen presentes, y pongan á una parte los bienes que han recebido y á la otra los males que ellos han hecho, y pidan al Señor sentimiento de su propria maldad; y allí pueden pensar un poco en el infierno y reprehenderse de las faltas aquel día cometidas. Todo se ha de hazer con el más sosiego que pudieren, para que, si Dios los quisiere hablar, no los halle tan ocupados en hablarlo todo ellos, que calle Dios. Intellige quae dico, dabit enim tibi dominus in omnibus [intellectum]. Avísenles que guarden la cabeça, y que se contenten con estar un rato en la presencia del Señor, aunque otra limosna no reciban; y de aquel meditar, aunque sea seco, se saca algún bien. Algunos ay á quien Dios toma los coraçones y obra en ellos, que no es menester sino recogerse á Dios, y luego hallan tanta lluvia de pensamientos buenos y comunicación dél, que no han menester sino seguir tal guía; otros ay tan rudos que no es menester imponerlos en más que rezar y leer. Entre día encomiende que piensen ó en la presencia de Dios ó en aquel passo, que pasavan por la mañana; toda esta meditación se ha de hazer, no llevando la imaginación á partes lexos de sí, sino dentro de si ó á par de sus pies, porque es cosa más descansada y más provechosa para arraigarse en el coraçón.

La quarta cosa es que entiendan en obras de caridad, cada uno según pudiere; quien pudiere dar limosna, casa, consejo, no dexe nada por hazer, que aunque algún poco el ánima se destraiga no cure de ello; ni todo se ha de gastar en recogimiento, ni todo en acción exterior. Alguna penitencia especial si son moços. La unción del Spíritu Sancto le enseñará, etc.

En lo que me manda que le diga algo de los libros que agora se usan, no tengo cosa que me parezca digna de se la embiar. De lo que yo me he aprovechado, en essa parte es la Summa de vitiis et virtutibus de Guilliermo Parisién.

Esto es, caríssimo, lo que se me ha offrescido escrevir, y sabe el Señor entre quantas occupaciones, tomando y dexando la pluma. Bien creo que el Señor le ha mostrado otras cosas mejores que estas, sino yo atrevime á dezir los males en que yo he caído, para que aya compasión de mí, y ruegue al Señor perdone mis ignorancias que en este officio he hecho, y dé a Vuestra Reverencia gracia, que no caiga en ellas, como yo creo que no lo permitirá.

Olido he de su carta que el mundo le es contrario: no le pene ni poco ni mucho: tenga por averiguado que hallará á Dios tan favorable en este negocio que no lo podrá creer, sino quien lo prueva. Negocio es de Dios, y tan suyo que no ay cosa en la tierra, en la qual ponga Él sus sacratíssimos ojos con tanto cuidado y favor como en la vocación y justificación y guarda de sus escogidos. Quiera el mundo ó no, los que Dios tiene determinado que por instrumento del pobrezito predicador se salven, no los podrá escusar, aunque se junte todo el infernal poderío a contradezirlo.

Cobre, padre, un ánimo grande para mandar de parte de Dios al cielo si es menester. Todas las cosas crió Dios por causa de los escogidos, y la salud destos nos encomendó Él en nuestras manos, para que los llamemos, esforcemos y ayudemos á colocarlos en el cielo. No se ha de pensar que olvidará Dios á estos que ab [a]eterno para sí escogió y amó.

Ordene bien lo que ha de hazer, execute con toda osadía y no haga cobarde un officio y un lugar donde tantos tan osadamente han hablado; y aunque les aya costado la vida de acá, han salido con el bien de las ánimas, y de las suyas, que era la impressa que pretendían. Assiente en su coraçón las palabras de Crist: Dico autem bovis amicis meis: Ne terreamini ab his, qui occidunt corpus, etc. Y sepa que la diligencia que este Rey nuestro trae en el negocio de la salvación de nuestras ánimas es tan grande quanto no se puede hablar ni pensar. Christo gloria et imperium in saecula saeculorum. Amen.




ArribaAbajo- II -

Carta del proprio autor para un religioso predicador, consolándole en una persecución que se le avía levantado, y enséñale la confiança que el predicador ha de tener en Dios en medio de sus persecuciones, y como se avrá en ellas, y los medios para entender la Escriptura


Charissime:

A quien dessea saber qué cosa es el hombre quando Dios le ayuda y regala, enseñarle ía yo una carta de Vuestra Reverencia, que los días passados me embió, y á quien quissiesse conocer la flaqueza del hombre quando anda por sí enseñarle ía esta que agora me embió. ¡O válame Dios y quán de verdad es Dios nuestra gloria, y el que levanta nuestra pesada cabeça, y la salud de su pueblo, y la lumbre de nuestro rostro, y el báculo de nuestra vejez, y todo nuestro bien; y quán grande abismo de miseria es el hombre, y quán pocas cosas lo derriban, y quán presto se muda, como una flaca ceniza delante de un viento! La letra de sus cartas es una, la firma un hombre suena; mas ¡ó poderoso Dios, y qué va del fulano de la una al fulano de la otra! ¿Quien dirá que es todo uno, el hombre que en una no echa menos á nadie con el favor y regalo de Dios, y en otra le da la agua hasta la barva y á peligro de se ahogar? Es en la una llevado por la mano de Dios, y enseñado familiarmente de su sancta voluntad, y en la otra paresce que duda de lo que su misma conciencia y Dios le han enseñado, y anda como á tienta paredes aun en la luz del medio día. ¿Qué diré sino que el hombre con Dios es como Dios, y el hombre sin Dios es grandíssimo tonto y loco?

Pregúntame Vuestra Reverencia si pienso que vive, pues no le escrivo. Respóndole que no lo olvido, mas guardava mi carta para este tiempo porque en el otro no era menester. San Antón se quexó de Nuestro Señor porque en el tiempo de la batalla no veía á Nuestro Señor, y respóndele que allí estava; mas estava mirando cómo peleava para hazerle reinar. ¿Pensava Vuestra Reverencia que no avía de andar á solas sin carretilla y sin que mano agena le tuviesse por la suya? ¿Y cómo, padre, avía de aprender á andar? ¿Todo avía de ser comer manjar de niños, papitas y leche? ¿Y cómo avía de ser perfecto varón? ¡O padre mío!, y si no fuesse porque veo á V. R. penado, y quán de buena gana, oyéndole quexar y temblar, me reiría yo, como quien oye á un niño llorar y temblar, porque le han asombrado con un león de paja ó con una máscara! ¿Qué ha, padre, qué ha? ¿Assí se le ha olvidado lo que dijo Moisén, siendo rogado que sacrificasse al Señor en Egipto, y no se fuesse al desierto, dexando á los gitanos? Quiéroselo acordar: Abominationes Aegyptiorum immolabimus Deo nostro. Quod si mactaverimus en quae colunt Aegyptii coram eis, lapidibus nos obruent. Pues si V. R. con la fuerça de Dios ha muerto lo que los mundanos adoran, y esto delante de ellos mismos, ¿espántase que lo quieran apedrear? Ellos adoran honra, juizio proprio, spíritu proprio, duplicidad, tibieza, proprio amor, y propria fuzia, et alia idola similia his quae a Moyse abominationes vocantur. Tu autem, homo Dei, non idola vana, quae salvare non possunt, sed ipsum qui vere adorandus est adorasti.

¿Qué maravilla que aya contienda donde tanta diversidad de paresceres y fines ay?: mas esta contienda levántanla los hijos de ella, y súffrenla los hijos de la paz; los unos mordiendo como canes, y los otros suffriendo, y orando, y amando como corderos. Sed, Christo duce, vencerán los corderos á los perros y aun á los lobos, que para esso los embía Dios; Tamquam agnos inter lupos.

Gran enojo tomaron los reyes comarcanos á Gabaón porque los de aquella ciudad se avían confederado con Josué, capitán del pueblo de Dios, y por el mismo hecho se juntan cinco reyes á pelear contra ellos, porque les parecía gran pérdida perder una ciudad tan grande, y real, y que se acrecentase aquel favor y gente á Josué su enemigo: y assí han hecho los demonios y mundanos con Vuestra Reverencia, viéndole darse á Jesu Cristo, capitán embiado por el Padre para meter al pueblo de Dios en el cielo prometido; y lloran amargamente, y páranse á contar las calidades del que han perdido, como con ellas se le acrece mucha ganancia al partido de Jesu Cristo: huelen ya la fuerça que Dios le ha dado para herir coraçones la palabra de Dios, y lloran tanto doblado por lo que ellos pierden y Jesu Cristo gana. De aquí es la contradicción en todo y de todos; de aquí el combate de los cinco que á una se juntan y con una voz dizen lo que dizen y hazen lo que hazen: mas si el combatido embiare mensajeros á su capitán de devota, humilde y perseverante oración, como lo embiaron los otros á su Josué, verná á él Jesu Cristo, y hará que vença á sus contrarios, y que les ponga el pie sobre la cabeça, porque hará que desprecie lo que ellos hablan, y meterlos ha en la cueva con una piedra á la puerta para que viva sin miedo de ellos.¿Por ventura es Vuestra R. el primer atribulado porque se passó á Cristo? ¿O será el primer desamparado de los que padecen por Cristo? ¿No vee, padre mío, que la causa porque somos perseguidos no es nuestra sino de Dios? ¿No vee que le va á él la honra en ella? Dígame ¿por qué antes tenía tantos pacíficos, y agora tantos contrarios? Numquid quia Christo Domino adhaesisti? ¿Pues qué rey avría que no tomasse por muy grande injuria que por sólo averse uno offrecídosele por criado, y él recebídole, uviesse quien le despreciasse y persiguiesse? Por ventura no es deshonra del rey perseguir á quien le quiere servir, sólo porque entró á vivir con él? ¿No toca esto al rey? ¿No es causa suya?: es por cierto. Y por esso dixo David: Exurge Deus, judica causam tuam: memor esto improperiorum tuorum, [eorum] quae ab insipiente sunt tota die. Causa es de Dios y deshonras son de Dios aquellas que al servidor de Dios se hazen, como es honra de Dios y causa suya quando á sus chiquitos hazemos bien y los honramos.

Acuérdese, pues, Vuestra Reverencia de la palabra de Dios que fue hecha sobre el levita Jazihel confortando al pueblo de Judá que salía á la guerra, en el qual y por el qual manda Dios que no teman; y la causa es Quia «non est vestra pugna sed Dei»; ideo «non eritis vos qui dimicabitis, sed tantummodo confidenter state et videbitis auxilium domini super vos.» Y si los que persiguen piensan que no offenden á Dios en ello ¿qué se me quita á mí de mi confiança?: pues expressamente están amonestados los servidores de Dios que han de ser perseguidos de gente [que] credant «se obsequium praestare Deo», en los perseguir. Ellos padecen por Dios, y porque se llegaron á Dios, y la persecución es contra Dios. Si los perseguidores otra cosa piensan, quiçá disminuyen algo su culpa mas no nuestra corona: ysi ellos engañados piensan que sirven á Dios, nosotros desengañados perseveremos en servir a Dios.

¿Qué se le da, padre, de pareceres de hombres ciegos pues está él certificado ser de Dios la doctrina que predica, y ser bueno el modo con que la predica según por el fructo parece: Noli esse humilis in sapientia tua» ait Scriptura. Ose despreciar los vanos ídolos con conocimiento y amor del verdadero Dios, y hállese tan rico con el tesoro abscondido que Dios le ha manifestado, que no tenga por daño perder quanto tenía por lo alcançar. No estime á Dios en tan poco que quiera dar poco él, pues Dios le estimó á él en tanto que no quiso dar menos que [á sí] por él. Amado fué en cruz, ame en cruz; caro costó á Cristo y con gemido le parió y le ganó, no quiera él offrecer á Dios sacrificium gratuitum; pues David no lo quiso hazer. ¡Qué mayor honra, padre mío, que padecer por Cristo, verdadera gloria! Felix injuria (ait Augustinus) cui Deus est in causa.

Negocio es este de amor, y militiae spe[c]ies est amor: no son admitidos aqui los covardes; immo secundum praeceptum Domini excludebantur a pr[o]elio.

¿Que se quexa, padre, de palabras y estimas de hombres y juizios de ciegos? Ecce in coelo est testis tuus, juder tuus qui te justificat; ¿quis est qui te condemnet? Quia minimum est te ab omni humano die judicari, si tu pro minimo haberes a minimis judicari, quia omnes ut vestimentum veterascent, et tinea comedet eos, et ille vere commendatus erit quem Deus commendat, etiam si omnes reprobent. ¿Quare, pater mi, tam parva movent te, pues qu[e] magnus magna pertulit pro te et magna tibi dabit et hic et in futuro? ¿Nunquid «usque ad sanguinem restitisti»? ¿Nunquid satius es Apostoli, qui ait «quotidie morior»? ¿Nunquid narrare poteris persecutiones contumelias, ictus lapidum, verbera, carceres, quae ill[e] narrat pro Christo pertulisse? ¿Quare, pater, delicatum, agis militem in praelio Domini, habens dominum cujus facien posuit Pater «ut adamantem et silicem», ut nullis contumeliis, alapis, cedere noscat ab incepto opere? Deponamus ergo omne pondus et circunstans nos peccatum et curramus per pa[t]ientiam ad propositum nobis certamen, aspicientes in actorem et consumatorem fidei Jesum, qui proposito sibi gaudio, sustinuit crucem, confusione contempla, etc. Y acuérdese de su palabra, qu[e] non est servus major Domino suo: y assí como le halla verdadero en las persecuciones que le profetiza, assí le espere verdadero en los galardones que promete. Cruz le manda llevar, reino eterno le promete; y si es dura palabra permanere cum illo «in tentationibus», dulcíssima es sedere ad mensam suam cum eo in regno ejus. ¡O padre, y ¿por qué hemos de irnos á sentar á aquella mesa de perseguidos, deshonrados, sectorum, tentatorum et gladio occisorum, no aviendo nosotros padecido nada? ¡Que vergüença sería parecer predicadores delicados delante aquellos que con tantas persecuciones y derramamiento de sangre lo fueron? Llevemos algo de que gloriarnos, traigamos alguna impressa de amor por nuestro verdadero amador, para que no sea nuestro amor de pura palabra. Hollemos esta vívora de la tribulación; passemos adelante, aparejándonos á mayores cosas; que á la medida de lo que padecemos nos dará Dios los consuelos en el ánima nuestra y el fructo en las agenas. No se dexan tomar estas truchas sin que se moje el pescador, pues el Señor de todo aun no quiso ser desto exempto.

Offrezca, padre, su vida y honra en las manos del crucificado, y hágale donación de ella, que Él la pondrá en cobro como ha hecho otras. «Scio cui credidi», ait Paulus, y no le fué de ello mal. Poco es y momentaneo lo que se padece, y á quien grande parece es porque él es chico en el amor y tiene pesos faltos. Cre[s]ce et manducabis, cibus enim est Christus grandium. Y aunque se dilate su socorro él verná y amansará la mar, y reñirá por la poca fee que en el tiempo de la tempestad tuvo su discípulo, que, pues estava de ello avisado, no se avía tanto de turbar, y, pues avía comido de la mesa del monte Tabor, avía de tener esfuerço para comer de la del monte Calvario; que para esso mantienen al jumento, para echarle la carga; y mientras mayor la refección, mayor carga espere. Sed dic, pater mi ¿quál quiere más, abraços de Dios con añadidura de pedradas de hombres, ó carecer de entrambas cosas? Ayamos vergüença de quexarnos, pues emos recibido de Dios de que tanto gozarnos in re in spe. Demostróle su amigo la luz, y luego encerrola en su mano; mas él la tornará á abrir y la tornará á enseñar con tan grande alegría qu[e] lapides torrentis dulces tibi sint et flagellatus gaudeas, quia dignus hab itus es Pro Jesu contumelias pati. Provarlo ha querido Nuestro Señor, no dexarle: escondiose la madre tras del paño y está oyendo llorar al niño, que no se halla sin ella; mas ella saldrá, que no se lo suffrirá el coraçón, y tomará al niño en los braços y darle la leche, y estará él tan contento que olvide los trabajos passados como si no uvieran passado, y muchos de los que agora persiguen seguirán, según la promesa de Dios: Venient ad te qui detrahebant tibi. Y si el que á Dios conoce con amor tornasse á trás por la persecución de ellos, será acusado el día postrero, y ellos serán los que más gravemente le acusen, diziendo: si te perseguimos no teníamos conocimiento, y tú que lo tenías fuera razón que no lo dexaras; que si nosotros conociéramos lo que tú, no lo dexáramos por persecución de quien no conocía: dañaste á ti y á nós, porque, á perseverar en la virtud, viniéramos en conocimiento de ella. Y por esso, padre mío, dévese esforçar en el Señor, y creer de muy cierto que, si persevera «et per Christum abundat» tribulatio tua, ita per ipsum abundabit «consolatio» tua, y que le pagará el Señor con ganancia de ánimas lo que pierde en essotras cosas en los ojos de los mundanos.

Muy bien me parece la ida á alguna parte donde vacasse á sí solo algún día. Y en lo de la Scriptura Sagrada, le digo que la da NuestroSeñor á trueco de buena vida y persecuciones: Vobis inquit ipse datum est nosse mysterium regni Dei, caeteris autem in parabolis. Sed qui sunt isti vobis? Vobis discipulis meis diligentibus Deum, ut ait glossa, segregatis a mundo, tribulatis pro me, factis periissima huius mundi. Parecíame á mí que en leyendo á Sant Juan y á Sant Pablo, y á Isaías, que luego avían de saber la Escriptura, y veo á muchos leerlos, y no saben nada de ella. Y assí veo qu[e] si «aperit» ille «qui habet clavem» doctorum, nullo alio reserante, scripturae pandentur, ut Hieronymus ait. Yo no sé más que dezille, sino que lea á estos, y quando no los entendiere, vea algún intérprete sancto sobre ellos, y especialmente lea á Sant Augustín Contra Pellagianos y contra otros de aquella secta, y tome un crucifixo delante y aquel entienda en todo, porque Él es el todo y todo predica á éste: ore y medite y estudie. Acuérdese V. Reverencia del ciego que el Señor sanó con lodo, que después quando dezían si era él el que primero era ciego y mendigava, y otros dezían que no era él, respondió, no tomando la honra falsa mas confessando su enfermedad y pobreza passada, y dixo: «Yo era aquel pobre ciego y agora veo.» No avemos de aver por malo que nos digan quien fuimos, porque á gloria de Cristo pertenece esta confessión de nuestra enfermedad y á grande provecho nuestro; porque ya aquí se celebra nuestro juizio y assí escapamos del de allá; y no se canse en tornar por sí ni dar muchas disculpas de su inocencia: Vos tacebitis et Dominus pugnabit pro vobis.




ArribaAbajo- III -

Carta del autor á un predicador. Trata qué freqüencia de comunión se deve aconsejar y qual reprehender


Charissime:

La continua falta de mi salud me haze fa[l]tar á V. M. en el escrivirle, aunque me haze Nuestro Señor merced de darme algún sospiro y oración, que por el bien de V. M. yo le presenté, suplicándole cumpla Él sin mí y por mí lo que yo le debo y deseo.

En lo que V. M. pregunta de la freqüencia de comuniones que en essa ciudad ay, me parece que ninguno deve poner tassa absolutamente en la comida deste celestial pan, pues mirándolo assí es bien y gran bien tomarlo cada día si ay cada día aparejo para lo recebir. Todo el negocio ha de ser ver no aya engaño en el aparejo, pensando que lo ay donde no lo ay; y cierto se engaña alguna gente de la devota en ello, assí como los que solamente son movidos á lo hazer porque su amigo, ó vezino, ó igual lo haze; y algunas destas personas se afrentan por ser tenidas por menos sanctas de los confesores, si veen que dan licencia á la compañera que comulgue y á ella no. A estos no los llama Dios a su mesa, su liviandad los lleva, y lo que avían de imitar para tener igual llamamiento divino, queriendo imitar con igualdad de carne. Y claro es que aunque una persona sea menos buena que otra, puede la menos buena tener alguna causa justa de comulgar alguna vez, y más a menudo que la otra más buena, por aver mayor necessidad, ó por estar alguna temporada con más aparejo, y por otras particulares causas que no concurren en la más buena. Assí que este error se deve mucho reprehender; que cierto es dañoso y usado ir al celestial combite sin llevar llamamiento del Señor dél. Verdad es que aprovecha, y no poco, ver comulgar á otros, y uno de los provechos es gana de imitar tan sancta obra: mas han de entender que han de imitar el aparejo si quieren imitar la obra. Assí como si uno se va á soledad, ó vive vida en virginidad, ó es predicador, ó cosas semejantes, no es bien porque aquél lo hizo hazerlo yo, sin mirar que llevó aquel spíritu bueno y me lleva á mí spíritu humano: quísose Dios servir de aquel por allí y no de mí, y assí acá quiere el Señor que uno llegue á su celestial mesa más vezes que otro, y por esto no ha de ser regla lo que unos hazen para que lo hagan los otros. Otros se engañan en pensar que es aparejo sufficiente una gana tibia de hazerlo, más fundada en costumbre que tienen que en otra cosa, y si á esto se junta que echan alguna lagrimilla al tiempo del recebir al Señor, tienen por muy bien hecho su negocio; y el engaño destos consiste en no mirar al provecho que reciben del comulgar, que es ninguno, ó de no saber que la verdadera señal del bien comulgar es el aprovechamiento del ánima; y si este ay, es bien freqüentarlo, y pues no lo tienen no lo freqüenten. Vienen estos á un mal grande, del qual avía de temblar todo hombre que lo oyesse, que es: recebir al Señor y no sentir provecho de venida de huesped tan bueno y que ordena esta venida para bien de la posada: y quando los remedios, y tan grande como este lo es, no obra su operación, es cosa muy peligrosa y que mucho se deve huir; con condición que se mire, que algunos, aunque no parece que crecen, sacan este bien de la comunión, que no tornan atrás, teniendo experiencia que si no lo freqüentan, caen en cosas que no caen quando lo freqüentan: á estos bien les está hazerlo con freqüencia pues se sigue provecho de evitar caídas con la freqüencia del comulgar. Mas ay otros que ni van adelante, ni evitan males, sino con una vida como de molde, no aviendo más ni menos, assí como assí; á estos se les deve predicar quán terrible cosa es meter el fuego divino en el seno y no calentarse el celestial panal, y no sentir su dulçura y tan efficacíssima medicina y quedarse tan enfermos; y déveseles quitar el manjar como á gente ociosa, para que, lastimados con verse apartados de bien tan grande, aprendan á estimarlo en algo, y passen algún trabajo para ir mejor aparejados, castigando con rigor las faltas en que caen, desseando con ardor el remedio dellas, orando y haziendo el bien que pudieren, para que assí vayan al pan celestial con hambre interior; porque como S. Augustín dize: Panis hic interioris hominis esuriem desiderat. Aunque algunos ay que tan mal se saben aprovechar de quitarles la comunión, que no por esso se aparejan mejor, sino paréceles que es aparejo el ir más de tarde en tarde que solían, lo qual no es aparejo, como S. Hierónimo dize muy bien: que de essa manera mientras más tarde fuesse mejor aparejo llevaría, como lo dizen y hazen los que por desamor y pereza y gana de estarse en sus peccados dilatan la comunión para una vez en el año, pareciéndoles que por ir tarde van con más reverencia que si fueran más vezes, aunque llevaran menos peccados y mejor aparejo. Llaman reverencia á un temblor de esclavos y turbación que de la gran pesadumbre de pecados llevan, y aun gana de huir de la comunicación del Señor, si no fuera por miedo del mandamiento de la Iglesia. Quien dilata la comunión álo de hazer por algún día ó días, para en aquellos andar aparejándose con diligencia, y castigando sus caidas, y procurando todo bien, para que assí vaya con alguna mejoría al Señor todo bueno, que el sólo passar el tiempo no mejora á nadie.

Viniendo á lo particular queVuestra Merced escribe, de la mucha gente del estado de casados que en essa ciudad comulga cada día, digo que me engendra sospecha no ser Dios agradado de ello, por dezir que son muchos los que lo hazen. Porque como este negocio de comulgar cada día pida muy grande aparejo, y tanto que los teólogos, como V. M. sabe, specialmente Sancto Tomás y Sant Buenaventura, hablan dello más como de cosa posible qu[e] de inesse, y esta difficultad de aparejo crece en el estado del matrimonio, assí por los continuos cuidados que distraen el ánima como por el uso conjugal que en gran manera la embota, no entiendo que en muchos haya tan grande sanctidad que en tan grandes impedimentos haga aparejo qual quiere Dios, para que cada día le reciban. Tengo creído que estos no solo no saben qué es comulgar, mas ni aun qué es orar; porque el Apostol aconseja que para orar se aparten los casados, teniendo por impedimento de ello el usar el conjugal ajuntamiento: y quando teme que ay peligro de la parte de la carne, dize que revertantur in idipsum. Y conozco yo casados que él y ella se dieron á la oración, y como fueron entrando en ella, entendieron que no venía bien uso de matrimonio, y familiar plática y comunicación con Dios, y, movidos y enseñados con sola esta experiencia, apartaron la comunicación de la carne, por tenerla con el Señor, que es spíritu, é yá tres años que viven assí: lo qual concuerda asaz bien con el dicho de S. Pablo, porque el spíritu que le hizo á él hablar aquello hizo á estos hazer estotro. Pues si es doctrina de Dios no venir bien uso de carne con uso de oración, ¿cómo le parecerá bien que se junten en una cuidados que impiden la oración, y carne, que impide la elevación del Spíritu y lo embota para recebir al Señor, que quiere ser recebido con sentido que dijudicet corpus domini y lo discierna de todo lo que no es Él, y esté pronto para conocerle en la habla, como S. Juan, y en el frangimiento del pan, como los dos discípulos? Si me dixeran que algún casado ó casada hazían esto cada día, aún me maravillara, mas no mucho; mas que muchas, no alcança mi fe á creer que el Señor es dello contento, ni me mueve para aprovar lo que en la Iglesia primitiva se hazía, pues los casados de entonces eran tan sin cuidados temporales, tan devotos y llenos del Spíritu Sancto, qne con mucha abundancia en ellos se derramó, que no tienen los de agora por la mayor parte que defenderse con la sombra de aquellos en el comulgar cada día, pues no los imitan en la vida: y pues de los decretos que entonces se hazían se vee que pedían mucha limpieza en la carne á los casados para comulgar, y el dicho de S. Pablo no era tenido en poco, alguna moderación devía de aver en el comulgar cada día en lo que toca á los casados en general. Ni me mueve auctoridad de hombre devoto que agora aconseje á todos los que confiessa[n] ó van á él que hagan lo mismo, porque pienso que dize de la feria como le va en ella, y no mira á muchas partes que en esto ay que mirar: y aunque parezca esto temeridad juzgar sin oír, no valga por juizio, sino por una vehemente sospecha y temor, causado con mucha razón de dichos de Scriptura Sagrada y de sanctos y de muchas experiencias que tengo. Incitar á que vivan de arte que merezca[n] comulgar cada día, esto sí S. Ambrosio lo aconseja: mas creer que aya muchos casados que hazen esto que es menester para cosa tan alta, yo no lo creo, y absténgome de no lo juzgar. De solo S. Apolonio se lee entre los padres de los monasterios del yermo que hazía comulgar cada día á sus monges, mas avíalo con monges, y tales como los avía en aquel tiempo, y no con casados deste: y creo yo sería el cuidado del buen abbad tan ferviente porel aprovechamiento de sus monges, que con su oración y diligencia les haría andar aparejados para la alteza de la obra que les aconsejaba: ni ay agora aquellos padres ni aquellos discípulos, ni aquel aparejo, ni aquella vida que llama S. Hierónimo vida de ángeles, y que por oraciones de ellos el mundo se sustentava: ¡qué mucho que estos comulgassen cada día!: júntase á éstos lo que toca á terceros, que es la inquietud causada en los maridos por la tardança continua de las mugeres en la iglesia, y los males que acaescen en casa por la absencia de la señora: cosas claras son estas no ser de spíritu bueno, pues contradizen á los mandamientos de Dios dichos por boca de S. Pablo, que en una parte manda que obedezcan las mugeres á sus maridos como á Cristo, y les sean subjetas; y en otra qu[e] sint «domus curam habentes»; ó como el original griego dize: «domus custodes». Déveles V. M. predicar que cumplan con la obligación que á su estado tienen, y que lo que de aquí les sobrare den á su devoción, y no harán poco si reciben al Señor bien de ocho á ocho días, y esto no todas, y algunas más á menudo, que, como he dicho, no ay una regla para todos.

En lo que toca á essa persona que confiessa sentir provecho de la freqüencia de la comunión, y daño de la aver passado á ocho días, no se rinda V. M. luego: prueve si con añadir cuidado si le va bien con este modo de comulgar; que ay gente que el día que no comulgan no se saben tener en pie, ni ay más devoción ni aliento sino de aver comulgado. Bien lexos estava esto de aquellos padres passados, exemplo de verdadera sanctidad, que estavan días y meses sin comulgar, mas no por esso desaprovechados, porque la gran diligencia de aprovechar suplía el favor que de comulgar recibían. Y á este espejo es bien que miremos y hagamos á otros que miren, especialmente á moças, que les va la vida en tratar sus negocios con Dios á solas, sin medio de hombres; y si fuessen tales quales Dios quiere, con pocas comuniones se pasarían, y no alegarían para su andar y hablar: «siéntome mal sin comulgar cada día». Niñerías son estas de gente que pide alfeñique, y no son para comer pan de destetados. Trabajen y rebienten por poderse passar con poca plática de hombres; y si lo hazen assí verán á cabo de poco tiempo otro fructo en sus ánimas; mas si ay pereza y liviandad, no me aleguen que la falta de la comunión lo haze.

Lo que me pareze que se deve predicar es los grandes bienes que de la freqüencia se reciben, y que ninguno juzgue á otro por comulgar cada día, pues se puede bien hazer, antes se compun[j]a y acuse de floxo é indevoto, pues él no es para hazer bien hecho lo que el otro haze. Y con esto se avise á los que comulgan de los peligros que ay si bien no lo hazen; y que por no poderse dar una regla para todos, ni para uno en diversos tiempos, se remite el quando al juizio del confessor, con que sea prudente y devoto; y que parece ser término razonable para gente medianamente aprovechada comulgar de ocho á ocho días, salvo si no se offrece algún caso particular en la semana; y que quien más que esto quisiere, que le hable a Vuestra Merced en particular, y le dirá su parecer; y á quien viere claro que ay provecho de ello, concédalo (y esto es á pocos), y á los otros quítelo, pidiendo primero lumbre á Nuestro Señor para acertar; y puede ser más largo en esto con personas no casadas que casadas, y con personas de edad que moças; porque la madureza de seso y reverencia y peso es gran parte para fiarles la freqüencia de la comunión. Ya sabe que S. Francisco el de Assis no comulgaba cada día, ni S. Francisco de Paula, aun después de viejo, sino de ocho á ocho días. Y con esto entiendo que á los no tan sanctos es bien comulgar de ocho á ocho dias, y también más á menudo, porque entiendo que la gran necessidad que la malicia de tiempos, y engaños del demonio, y propria flaqueza causan agora, pide mayor recurso al remedio y mesa que contra todos los males acá Dios nos dexó, yendo á ello no como tan sanctos como aquellos, mas porque no lo somos; y como más necesitados, vamos al médico más veces para que nos cure.

Y assí concluyo: que en púlpito se favorezca mucho la comunión y se de un poco de aviso para que no se yerre quando comulgan muchas vezes, de arte que queden los tardíos en ella confundidos, y los que la freqüentan favorecidos, aunque avisados. Y es muy bien tratar esto en particular con los confessores. Y Cristo lo trate con unos y otros por su gran bondad, para que cosa en que tanto va se use mucho, y bien usada.

Mi salud es tal qual he dicho, y parece que el Señor me la ha dado para hazer esto. Vuestra Merced me encomiende á su misericordia y haga á otros que me encomienden.




ArribaAbajo- IV -

Carta del autor á un predicador. Trata que es sobre humanas fuerças ser buen ministro de la palabra de Dios, y qué es lo que en ella se ha de buscar, y del miramiento que en no faltar á su aprovechamiento ha de tener, y de la freqüencia de comuniones y el silencio que han de tener los siervos de Dios


Charissime:

Las señas que Vuestra Merced me da para que dél me acuerde no son menester, porque quiso Nuestro Señor que tenga tanta memoria de Vuestra Merced que después de una vez visto no le olvidase más: y cierto, digno es que yo, que soy un gusano, me acuerde de aquel de quien Dios se acuerda para le hazer misericordias, y del que Dios se acuerda para se las servir. Ruego á la misericordia del Salvador Cristo que quiera acabar con próspero fin lo que ha començado en essa ánima con tan buen principio, para que no sea sicut luna, quae semper mutatur, mas qu[e] crescit usque ad perfectum diem. Piense, padre, muchas vezes en qué negocio le ha puesto Nuestro Señor, y verá con quanta vigilancia lo debe tratar. No tiene Dios negocio que más le importe que el de las ánimas, y por ellas lo crió todo, y Él mismo se hizo hombre para en la carne que tomó poder comunicarse con los hombres. Gran dignidad es traer officio en que se exercitó el mismo Dios, ser vicario de tal predicador, al qual es razón de imitar en la vida como en la palabra. Sobre fuerças humanas es ser buen ministro de Dios en la conversión de las ánimas; y por esto dize el Apóstol: Quis idoneus? Cierto, no de nosotros; mas sufficientia nostra ex Deo est: Qui idoneos nos fecit ministros Novi Testamenti, non litera sed spiritu.

Trabajemos, padre, por morir antes que demos maculam in gloriam nostram, y pidamos al Señor con cuidado que del todo y en todo obre Él y hable en nosotros, porque, nosotros hollados, Él sea el precioso en nuestros ojos y en los de todos. No miremos á otra parte sino á la gloria de Dios, y esta busquemos, y desta seamos pregoneros; que quien mira á la propria es semejable al que fuesse á dezir á una donzella que la quería por muger el hijo del rey, si ella quería dar consentimiento, y el tal mensajero grangeasse para sí la que avía de ganar para el hijo del rey. Embiados somos, que quieran á Cristo, pues que Él las quiere; miremos no nos busquemos á nosotros, que sería extrema traición. Fidelíssimo fue Cristo á su Padre, cuya gloria siempre predicó y buscó: en los milagros que hazía y palabras que predicava todo dezía que le venía del Padre, y assí los predicadores de Cristo su gloria han de predicar, y á Él referir todo lo que bien obran y hablan, para que assí sean coronados por Él como Él lo fué por el Padre. Todas las cosas dixo Josef que le avía dado su señor, mas no la muger, aunque ella lo combidava consigo. Y assí piense el pregonero de Cristo que todo lo que quisiere le dará Él, salvo la honra y el amor de las ánimas; que esto, padre, aunque se os offrezca no lo aveis de tomar, mas holgarvos con que amen á Cristo y le honren, y á nosotros que nos aborrezcan, y huellen, y nos escupan en la cara, para que assí ganen ellos y ganemos nosotros, ellos con mirar á Cristo, nosotros con ser despreciados por Él. Muchas vezes, padre, acaesce en este officio ser honrados y ser despreciados, mas el siervo de Dios tan sordo deve passar á lo uno como á lo otro, aunque más se deve alegrar con el desprecio que con la honra, quanto más le hazen conforme á Cristo, que por buscar la honra del Padre fué Él deshonrado.

Tengamos la conciencia pura y nuestros ojos puestos en Dios, y esperemos su reino, que todo lo que acá se puede offrecer es ruido que presto se passa, y ligeramente es vencido de quien vive bien y se esconde en las llagas de Cristo, pues para nuestro refugio están abiertas. Allí hallamos descanso para quando somos de la prosperidad combatidos y de la adversidad; y ninguna cosa puede turbar á quien allí ha fixado su pensamiento. Dízenme que Vuestra Merced trabaja mucho: querría que se templasse, á lo menos en las confessiones, porque cierto somos de carne, la qual es flaca aunque el espíritu sea fuerte: y no querría verle como yo estoy de indiscretos trabajos, que á cada sermón me da una calentura. Esto es en quanto á lo del cuerpo, en lo qual encomiendo que ni sea regalado ni demasiadamente lo trabaje: y porque por carta no se puede esto especificar, basta esto. Quanto á lo del ánima, le encomiendo que de tal manera aproveche á otros que nunca pierda su oración mental y recogimiento; y en esto mire muy mucho, porque he visto algunos que han dado quanto tenían y quedáronse pobres para sí y para otros. Suelen, padre, dezir que dello con dello: y en la limosna temporal dize S. Pablo: Non ut aliis sit remissio, vobis autem tribulatio, sed ex aequalitate. Más dura y más aprovecha lo que va más poco á poco, y más imprime una palabra después de aver estado en oración, que diez sin ella: no en mucho hablar, mas en devotamente orar y bien obrar está el aprovechamiento: y por esso assí emos de mantener á los otros, como nunca nos apartemos de nuestro pesebre, y nunca falte el fuego de Dios en nuestro altar. No sea pues muy continuo demasiadamente en darse á otros, mas tenga sus buenos ratos diputados para sí; y crea en esto á quien lo ha bien provado.

También le aviso que no se dé mucho á confessiones de mugeres, especialmente moças, que es una muy peligrosa negociación, si no ay muy particular don de Dios, que haga la carne como insensible. Y generalmente ponga más los ojos en aprovechamiento de hombres, porque si comiença á mirar á ellas, no le vagará entender en otra cosa, según hazen gastar el tiempo en cosas de poco provecho. Su principal intento querría que fuesse predicar, que mucho hará si bien lo haze: y el confessar ni tomarlo del todo, ni dexarlo del todo. Espero en Cristo que él enseñará el quándo, y cómo, y á quien.

Sabido he que se usa mucho la comunión por allá, y en algunas tierras más de lo que yo querría, aunque no ay cosa que á mí más alegría me dé que este exercicio quando es como se debe hazer. Visto he algunos, que, siendo floxos en el cuidado del aprovechar, piensan que con comulgar muchas vezes, y con sentir un poco de devoción entonces, que dura poco y no dexa fructo en el ánima de aprovechamiento, les parece que comulgan bien, y despues vienen á perder aun aquella poca devoción, y quedan tales que no sienten ya más de la comunión que si no comulgassen; lo qual se causó de la freqüentación deste sacrosanto misterio sin aver vida digna de ello. Por tanto esté sobre aviso, que no todas vezes abra la puerta deste sagrado y divino pan, mas, mirando la conciencia de cada uno, assí dispensarlo. No querría que uviesse quien más freqüentemente lo tomasse que de ocho á ocho días, como Sancto Augustín lo aconseja, salvo si no uviesse alguna tan particular necessidad, ó particular hambre, que pareciesse hazer injuria á tanto desseo quitarle su desseado: y á los demás ó de quinze á quinze días, ó de mes á mes se les dé, avisándoles que si les deleita este combite, que les ha de costar algo en la enmienda de la vida, que si viven floxamente no quieran rescibir el pan que para los que sudan y trabajan en resistir á sus passiones y en mortificar su voluntad se ordenó. Cierta sentencia es la de S. Pablo en el un pan y en el otro, que quien no trabaja no coma, que de otra manera el pan come de balde: y este sanctíssimo pan ¿quien sin trabajar y pelear lo tiene en su ánima? Y no olvide, padre, de encom[e]ndar á los que á Dios se allegaren, que obren y callen; no presuman enseñar á otros, antes tiemblen de nombrar al Señor en su boca, y piensen, aunque muy adelante les parezca que están, que no han començado. Nunca vi durar mucho en el bien á quien presto lo parla. No hagan caso de revelaciones, ni digan lo que en su coraçón sienten, sino es á su confessor, y esto no sin necessidad, sino para pedirle consejo, por no ser del demonio engañados. Escondan las buenas obras lo más que pudieren; si no, acaecerles ha lo que á las florezitas del arbol, que un viento que viene se las lleva por su ternura. Destas y otras cosas es menester avisar á los que comiençan á servir al Señor, porque no pierdan por imprudencia la merced que el Señor les ha hecho, ylloren después quando se les aya ido la gracia, la qual no tornará tan presto como se va. Encamíneles en leer vuenos libros, y Vuestra Merced también lea, y ore, y ruegue al Señor por mí.




ArribaAbajo- V -

Carta del autor á un predicador. Enséñale en qué se deve exercitar el día y la noche, y cómo se avrá consigo y con los próximos


Muy Reverendo padre mío:

Puesto que he sabido que mi carta no ha parecido allá á todos muy bien, no dexara de obedecer la voluntad de Vuestra Merced, que quiere ser informado de lo que deve hazer, pues con tanta humildad lo demanda que parece que lo devo tomar por mandamiento de Dios; cuyo favor invocando, digo: que el exercicio principal de V. Merced por agora deve ser en quitar los ojos de la encomienda de la vida agena y ponerlos en la suya, y rogar á otros que le ayuden á ello. Y la regla particular que para esto me pide parece que deve ser esta: recogerse ha cada noche en tocando á la oración del Ave María, ó un poquito antes, é hincando las rodillas, hecha la señal de la cruz, diga el Confiteor Deo y el Psalmo de Miserere, é hiriendo sus pechos, confiesse al Señor su propria indignidad y peccados, pidiéndole misericordia por el sacrificio de la Passiónde su Hijo, que amansó la ira que nuestros peccados merecían; y luego se sossiegue de rodillas, si lo pudiere suffrir sin daño del cuerpo y sin vagueamiento del pensamiento, el qual suele acaecer quando el cuerpo está penado, ó sentado en el suelo ó en silla. Piense con attención en el passo de su muerte lo más entrañablemente que pudiere como si en ella estuviere, notando particularmente cómo estará en la cama, la candela en la mano, y todo lo demás que el Señor le diere; y tras esto como, salida el ánima, quedará acá el cuerpo, y será llevado á enterrar, y haga cuenta que oye los cantos, y lloros, y todo lo demás que se suele hazer; y cómo echado su cuerpo debaxo de la tierra, será hollado, y quiçá de los animales, y podrá ser que anden rodando los huessos, y les den con los pies. Y pues esto ha de venir, haga cuenta que ha venido, y dese por muerto á este mundo, bolviéndole dé verdad las espaldas, y echando de su coraçón toda criatura, y todo amor de honra, y todo temor de deshonra; y haga cuenta que ya está en el otro mundo, y viva acá como en una immutabilidad entre las mudanças, mirando como ya es todo passado, assí como agua que corría con çurrido. Y cumplido con el pensamiento del cuerpo, piense como su ánima ha de ser juzgada con verdadero juizio, y preséntese delante del tribunal de Cristo ni más ni menos que se presenta un ladrón delante de un juez, las manos atadas, y los ojos baxos, y con vergüença en el rostro, porque le tomaron con el hurto en las manos. Piense como allí será acusado de demonios y de su propria conciencia y trabaje por sentir esto, que no el pensar, mas el sentimiento es el fin del pensar. Y entonces deve supplicar al Señor que le haga merced de le descubrir algo de los méritos de su processo, y darle á entender quien ha sido en la vida passada, y qué ha hecho contra Dios, y qué ha hecho Dios con él, començando desde que fué criado, y qué bienes ha rescibido de Dios, y quán mal le ha respondido á ellos: el qual pensamiento quando viene de spíritu humano solamente haze entristecerse un poco; mas quando viene del spíritu del Señor es tan lucido que vee el hombre en sí tal indignidad que le parece milagro suffrirlo la tierra, y tiene mucho que hazer en creer que tiene Diostanta bondad que baste para le suffrir; y tiene tan grande enojo contra sí mismo por aver assí vivido, que si no fuesse por no offender al Señor, pornía las manos en al mismo, y dessea que todas las criaturas vengassen la injuria de su Señor. Lo que aquí se siente quando Dios descubre al hombre en qué quilates deve estimar lo que ha hecho, no se puede dezir, porque es por spíritu sobrehumano. Y no deve Vuestra Merced acordarse muy en particular de todos los peccados: basta acordarse de algunos más graves, que humillen mucho al hombre; y en lo demás mirarse en general como una cosa abominable, á lo menos después de aver algunos días examinádose particularmente. Tras esto debe pensar los infernales tormentos, y los del purgatorio, y el día del juizio; y el fin desto es el sentirlo. Deve tambien examinar los defectos aquel día hechos, y sentirlos más que los peccados passados, mirando muy attentamente sus inclinaciones, y pedir luz al Señor para escudriñar este abismo, que solo Dios le escudriña, y el hombre quanto Dios le da de lumbre para ver los rincones dél. Esto es en lo que se deve de ocupar desde en anocheciendo hasta dos buenas horas, que sean las ocho ó ocho y media; y luego coma un bocado de cosas livianas, porque assí ha de ser la cena, que en ninguna manera dé pesadumbre al ánima para entender en la oración. Y querría que sobre la cena no hablasse, mas que guardasse silencio desde anocheciendo hasta ver dicho missa otro día. Digo pues que después de aver tomado el bocado, deve rezar vocalmente alguna cosilla, y leer algo que más le incite á devoción que á sutileza de ingenio, y en esto serán ya casi las nueve y media; y entonces aparéjese un poquito para dormir, lo qual ha de ser como lo hazen los otros para morir. Y recogiendo un poco el ánima, y encomendándola en las manos del Señor, duerma pensando cómo le han de tender en la sepultura, ó cómo el Señor fué sepultado. Y començando á dormir á las diez, dormirá hasta las tras, y entonces levántese y reze Maitines, y estos acabados, piense, hincadas las rodillas, un passo de la Passión del Señor, tomando cada día un passo, porque no ande vagueando con el pensamiento, y puede ordenarlos assí: que el lunes piense la ida al huerto, y oración, y prendimiento; martes, desde allí hasta la columna inclusive; miércoles, la coronación y Ecce Homo; jueves, la sentencia y llevada de la cruz; viernes, la crucificación y muerte; sábado, la deposición de la cruz y sepultura; domingo, la resurrección, y gloria que tienen los del cielo, figurada en la resurrección de Cristo: en esto estará casi dos horas, y después recline un poquito la cabeça para tomar un poco de sueño por causa de la cabeça hasta las seis ó seis y media: y despues reze Prima, Tercia y Sexta; y póngase en oración, aparejándose para la missa, pensando en este profundíssimo misterio: y considerada su propria indignidad irá a recebir á Aquel mismo cuya passión pensó en la madrugada; porque pensando al Señor en la missa de la forma que lo pensó en su oración, ayúdase mucho lo uno á lo otro. La missa acabada, recójase media hora á dar gracias y holgarse con el que en sus entrañas tiene, y aprovéchese dél, no de otra manera que como quando acá vivía fué recebido de Zaqueo ó de Mateo ó de otro que se lea, porque el más quieto tiempo de todos es aquel mientras el Señor está en nuestro pecho, el qual tiempo no se deve gastar en otra cosa, si extrema necessidad á otra cosa no nos constriñesse. Tras este ratico estudie hasta comer, que serán un par de horas y el estudio será començar á passar el Nuevo Testamento, y si fuesse possible querría que lo tomasse de memoria. El estudiar será, alçando el coraçón al Señor, leer el texto sin otra glossa, si no fuere quando algo dudare, que entonces puede mirar á Crisóstomo, ó á Nicolao, o á otro que le parezca que declara la letra no más: y no se meta sino en saber el sentido proprio que el Señor quiso allí entender, que por agora no es menester leer más. Despues de comer huelgue un poco el pensamiento, que aunque parece que quando pican la piedra del molino no se haze nada, mas mucho se haze en aparejarla para más moler. Y si su cabeça ha menester un poco de sueño, tómelo en hora buena, y despues reze Nona y Vísperas y Completas; y gaste la tarde en provecho de sus próximos desta manera: que sepa qué enfermos ay peligrosos para morir, y váyalos á visitar y animar, y trabaje por hallarse á la muerte de ellos, porque ganará mucho él yaprovechará mucho á ellos; y otras vaya al hospital, y consuele á los enfermos; otra vez, si supiere que algunos están en discordia, que cree que podrá aprovecharles, hábleles; y querría que ordinariamente leyesse, aviendo algunos mancebos bien inclinados, cada tarde alguna cosa de buenas costumbres, assí como Tulio, ó [É]ticas de Aristóteles, ó algo de Platón, ó cosas semejantes, sin meterse en misterio de cosa de cristiandad, porque de aquellos ha de tenerse aún por insufficiente aun para ser discípulo, y en esto se passará la tarde, y sucederá la orden ya dicha.

Resta avisalle de algunas cosas acerca de lo dicho: que quando pensare la Passión no se vaya el pensamiento muy lexos de sí á los lugares do acaesció lo que piensa, mas todo lo piense como si dentro de sí mismo ó cerca de sí acaesciesse; y no trabaje por llorar ni sentir pena, sino lo más sosegadamente que pudiere; imagine, no con demasiada fuerça, el passo que quiere, y párese á mirar simplemente lo que el Señor pasava, como si presente estuviera; digo simplemente porque no ha de curar de razones, ni de mucho discurrir de pensamientos, mas con una vista sosegada, á modo de intelligencia, mire al Señor, y las más veces sus pies, y considerarlo cómo estava, esperando lo que el Señor allí le diere; porque lo principal deste negocio es recebir los movimientos é influencias del Señor, y antes que estas vengan est vanum ante lucem surgere, aunque se deve hazer lo que en nosotros es: y lo que entonces le fuere dado, agora sea compassión, agora sea amor, ó temor, ó dolor de peccados, ó edificación de costumbres, ó lágrimas, tómelo sin desechar nada; y si ninguna cosa le dieren, no se altere, mas renunciándose en las manos del Señor, tenga por muy gran merced aver su Magestad consentido delante de su presencia un tan hediondo leproso como él es, y con esto se consuele. Item si pensando en algunas cosas de las dichas sintiere que el ánima se deleita en dexar aquello y pensar otro, deve seguir lo que el ánima quiere con libertad, con tal que no sea á cada viento, sino quando sintiere que es llevada á otra cosa: que si no, estese quedo, aunque no sienta devoción en lo que piensa. Item trabaje de las más vezes que pudiere recogerse dentro de su coraçón todo el día, aunque ande en ocupaciones, y traiga á la memoria el passo de la Passión que aquel día le cabe de pensar; porque los que esto no hazen hállanse muy indevotos quando despues tornan á la oración: y por esto dezían los sanctos padres del yermo, que devía el monje hazer algunas oraciones breves y freqüentes, porque no se apagasse la oración. Item, porque ay algunos que no pueden entrar en el pensamiento de la Passión sino tarde y con mucha pena, es bien que sepa, si fuere uno destos, que es muy buen remedio començar primero á leer algun buen libro devoto de la Passión, y leer aquel passo que entonces quiere pensar, y quédanse en la memoria las circunstancias de aquel passo, y queda la voluntad algo movida. Querría que Vuestra Merced lo hiziesse, y de los libros que para esto me parecen mejor es Passio duorum, ó la primera parte del Abecedario Espiritual: provándolos verá qual es mejor. Item se deve exercitar en libros simples, que sean devotos y espirituales, assí como Vitas Patrum, y Casianus, De Collationibus Patrum, Summa de Virtutibus et Vitiis, sin el qual no esté; y estos bastan por agora. Oya sermones de persona que le pareciere que mora en ella Dios, y de buena doctrina, y comunique con los tales poco y como discípulo rudíssimo, y mire bien lo que le fuere dicho y óbrelo.

Suelen venir en la oración algunas cosas muyvivas para el entendimiento, y otras vezes la misma persona que ora se pone allí para predicarlo, o enseñarlo, o para saberlo no más. Todo lo qual ha de mortificar V. M., endereçando su intención á su propria edificación, y diziendo á su ánima que aquellos ratos los quiere para sí mismo, que no quiere allí aprender cosas para otros, que otro tiempo avrá para ello: y assí en toda simplicidad y humildad busque el provecho de su ánimo, sin querer hazer escuela del entendimiento lo que es de la voluntad. Lo que en su coraçón passa con Dios cállelo con grande aviso, como deve callar la muger casada lo que con su marido passa: y no diga palabra por la qual le puedan tener en algo, mas con toda dissimulación y llaneza conversará con sus próximos, para que no le sean estorbo para la comunicación del Señor. Isaías dize: Secretum meum michi: y dize S. Bernardo que lo ha de tener el siervo de Dios escripto en su celda ó coraçón. Esto está en la epístola ad fratres de Monte Dei; la qual lea y si quiere también los Cantares: no descubrir su coraçón es cosa que le ayudará para mucho sosiego. Diga missa cada día, aunque no sienta devoción, y confiesse á más tardar de tres á tres días con profundo conoscimiento de sus males, y crédito que son muy más y mayores que él conosee, y con entera fe y devoción en este Sacramento por la palabra del Señor: Quorum remiseritis peccata; y si Dios le da luz con que se conozca y fe para esta palabra, serle ha este Santíssimo Sacramento grandissima dulcedumbre y consolación. Si alguna persona le importunare mucho que la confiesse, hágalo con aquel aparejo como quando va á dezir missa; y no querría que fuessen mugeres, ni que fuesse á muchos, sino á alguna cosa particular queparezca mandarla Dios.

En el predicar deve pensar que no es para ello; y secundum indulgentiam dico, y no secundum imperium. Los advientos y quaresmas predique de ocho á ocho días poco más ó menos, estudiando primero el sermón tres ó quatro días sin congoxa, y el día antes del sermón occuparlo en gustar lo que ha de dezir, y no predicar sin estudio ni sin este día tener recogimiento particular.

La exterior conversación sea llana, sin que pueda notar dél devoción exterior, y sin juzgar á nadie, ni llorar las perdiciones de los otros; mas olvidado de las faltas agenas, y mirando sus bienes, bolver los ojos sobre sus proprios males, y estos llorar y remediar.

Esto es lo que se me ha offrecido por agora y depriessa, y lo que más se offreciere escribiré á Vuestra Merced; y lo uno y lo otro examine Vuestra Merced para tomar lo que bien le pareciere, que yo con tal intento lo escribo.




ArribaAbajo- VI -

Carta del auctor á un sacerdote. Enséñale quál será el mejor aparejo y quál consideración más provechosa para llegarse a celebrar


Muy Reverendo Padre mío:

Plega á Nuestro Señor que la tardança de mi respuesta sea recompensada con que sea verdadera y provechosa á Vuestra Merced; porque según la pregunta es de mucha importancia, también lo será la respuesta si fuesse tal como he dicho.

Pregunta Vuestra Merced qué aparejo será el mejor, ó qué consideración más provechosa para celebrar el Sancto Sacramento del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesu Cristo, porque teme no le sea tornado en daño (por falta de aparejo) lo que de sí es tan provechoso.

Ya Vuestra Merced sabe ser diversas complexiones de los cuerpos, y assí ser diversas las inclinaciones de las ánimas, y también diversos los dones que reparte Dios, y á unos lleva por unos medios y á otros por otros; y assí no se puede dar regla cierta que á todos quadre, de qué consideración le sea más provechosa para lo dicho: esto es cierto, que aquello le será á uno mejor que Nuestro Señor le diere y con que más le moviere. Yquien tiene noticia (como en estas cosas se puede tener, que ni son de fe, ni ay evidencia de que su aparejo ó consideración es impulso de Dios), no ay que buscar otra hasta que Nuestro Señor la mude; y esto se ha de averiguar dando cuenta á persona que tenga de ello experiencia y prudencia; y assentar en aquello. Mas ay otros que no se sienten particularmente movidos á esta ó á aquella consideración, y para éstos también es necessario que den parte de su disposición interior, para ver si han menester ser llevados par consideración de amor ó de temor, tristes ó alegres, y conforme á lo que uvieren menester, aplicarles el remedio. Y porque creo, según la relación que de Vuestra Merced tengo, que la disposición de Vuestra Merced es de persona aprovechada en la virtud, y que le está mejor exercitarse en consideración que le provoque á fervor de amor con reverencia, que á otras, digo que para este intento yo no sé otra mejor que aquella que nos dá á entender que aquel Señor con quien imos á tratar es Dios y hombre, y la causa por que al altar viene. Cierto, señor, efficacíssimo golpe es para despertar á un hombre considerar de verdad: á Dios voy a consagrar, y á tenerlo en mis manos, y á hablar con Él, y á recebirlo en mi pecho. Miremos esto, y si con espíritu del Señor esto se siente, basta y sobra para que de allí nos resulte lo que hemos menester para, según nuestra flaqueza, hazer lo que en este officio devemos. ¿Quién no se enciende en amor con pensar: al Bien infinito voy á recebir? ¿Quién no tiembla de amorosa reverencia de Aquel de quien tiemblan los poderes del cielo, y no de offenderle, sino de alabarle y servirle? ¿Quien no se confunde y gime por aver offendido á aquel Señor que presente tiene? ¿Quien no confía con tal prenda? ¿Quien no se esfuerça á haz[e]r penitencia por el desierto con tal viático? Y finalmente esta consideración, quando anda en ella la mano de Dios, totalmente muda y absorbe al hombre y le saca de sí, ya con reverencia, ya con amor, ya con otros affectos poderosíssimos causados de la consideración de su presencia, los quales, aunque no se sigan necessariamente de la consideración, nos son fortísima ayuda para ello, si el hombre no quiere ser piedra, como dizen. Assí que, señor, exercítese Vuestra Merced en esta consideración, haga cuenta que oye aquella voz: «Ecce sponsus venit», Deus vester venit; y enciérrese dentro de su coraçón, y ábralo para recebir aquello que de tal relámpago suele venir; y pida al mismo Señor que por aquella bondad misma que tal merced le hizo de ponerse en sus manos, por aquella misma le dé sentido para saber estimarlo, reverenciarlo y amarlo como es razón. Importúnele que no permita el que esté Vuestra Merced en presencia de tal Magestad sin reverencia, temor y amor. Acostúmbrese á sentir lo que deve de la presencia del Señor, aunque otra consideración no tenga. Mire á los que están delante los reyes, aunque nodigan nada, aquella mesura, reverencia y amor con que están, si están como deben. Mas mejor es pensar cómo están en la corte del cielo aquellos tan grandes en presencia de la infinita Grandeza, temblando de su pequeñez, y ardiendo en fuego de amor, como abrasados en el horno dél. Haga cuenta que entra él entre aquellos grandes y tan bien vestidos, tan bien criados, tan diligentes en el servicio de su Señor; y puesto en tal compañía, y en presencia de tal Rey, sienta lo que deve sentir, aunque, como digo, no tenga entonces otra consideración; quiero dezir que una cosa es saber hablar al rey y otra saber, aunque callando, estar delante del rey, para estar como deve estar. Y esta unión de su alma con Nuestro Señor es la que deve tener en la missa, colgado dél, como quando está en la celda en lo más íntimo de su coraçón unido con Dios, y de tal manera que las palabras que lee no le distraigan de esta unión; porque hallará en ella más fructo que en las palabras, aunque se ha de tener cuenta con ellas; mas hase de acostumbrar, teniendo el coraçón unido y presente á Dios, tener la atención que conviene á lo que haze y dize.

¡O Señor, y qué siente una ánima quando vee que tiene en sus manos al que tuvo Nuestra Señora elegida, enriquescida en celestiales gracias para tratar a Dios humanado, y coteja los braços de ella, y sus manos, y sus ojos con los proprios! ¡Qué confusión le cae! ¡Por cuán obligado se tiene con tal beneficio! ¡Quanta cautela deve tener en guardarse todo para Aquél que tanto le honra en ponerse en sus manos, y venir á ellas por las palabras de la consacración! Estas cosas, señor, no son palabras secas, no consideraciones muertas, sino saetas arrojadas del poderoso arco de Dios, que hieren y trasmudan el coraçón y le hazen dessear que en acabando la missa se fuesse el hombre á considerar aquella palabra del Señor: «Scitis quid fecerim vobis»? ¡O Señor, quien supiesse quid fecerit nobis Dominus en esta hora! ¡Quien lo gustasse con el paladar del ánima! ¡Quien tuviesse balanças no mentirosas para lo pesar! ¡Quán bienaventurado sería en la tierra! ¡Y cómo en acabando la missa le es gran asco ver las criaturas y gran tormento tratar con ellas, y su descanso sería estar pensando quid fecerit ei Dominus hasta otro día que tornasse á dezir missa.

Y si alguna vez diere Dios á Vuestra Merced esta luz, entonces conoscerá quanta confusión y dolor deve tener quando se llega al altar sin ella; que quien nunca lo ha sentido no sabe la miseria que tiene quando le falta. Junte Vuestra Merced á esta consideración de quién es el que al altar viene, el por qué viene, y verá una semejança del amor de la encarnación del Señor, del nascimiento, de su vida y de su muerte, que le renueve lo passado: y si entrare en lo íntimo del coraçón del Señor y le enseñare que la causa de su venida es un amor impaciente, violento, que no consiente al que ama estar absente de su amado, desfallecerá su ánimacon tal consideración.

Mucho se mueve el ánima considerando: á Dios tengo aquí; mas quando considera que del grande amor que nos tiene, como desposado que no puede estar sin ver yhablar á su esposa ni un solo día, viene á nosotros, querría el hombre que lo siente tener mil coraçones para responder á tal amor, y dezir como Sancto Augustín: Domine, quid tibi sum, quia jubes me diligere te? Quid tibi sum? ¡Que tanto deseo tienes de verme y abraçarme, que estando en el cielo con los que tan bien te saben servir y amar, vienes á este que sabe muy bien offenderte, y muy mal servirte? ¿Que no te puedes hallar, Señor, sin mí? ¿Que mi amor te trae? ¡O, bendito seas, que siendo quien eres pusiste tu amor en un tal como yo! ¡Y que vengas aquí con tu Real Persona, y te pongas en mis manos, como quien dize: «Yo morí por ti una vez, y vengo á ti para que sepas que no estoy arrepentido de ello; mas si fuesse menester moriré por ti otra vez»! ¿Qué lança quedará enhiesta á tal requesta de amor? ¿Quien, Señor, se absconderá del calor de su coraçón, que calienta el nuestro con su presencia, y como de horno muy grande saltan centellas á lo que está cerca? Tal, padre mío, viene el Señor de los cielos á nuestras manos, y nosotros tales lo tratamos y recebimos.

Concluyamos ya esta plática tan buena y tan propria de ser obrada y sentida, y suppliquemos al mismo Señor que nos haze una merced, que nos haga otra, pues dádivas suyas sin ser estimadas, agradecidas y servidas, no nos serán provechosas. Immo, como Sant Bernardo dize, que el ingrato eo ipso pessimus quo optimus. Miremos todo el día cómo vivimos, para que no nos castigue el Señor en aquel rato que en el altar estamos, y traigamos todo el día este pensamiento: al Señor recebí, á su mesa me assiento, y mañana estaré con Él; y con esto huiremos todo mal, y esforcémonos al bien, que lo que se haze fuera del altar suele el Señor galardonarlo allí.

Y para concluir digo que se acuerde Vuestra Merced que se quexó el Señor de Simón, porque entrando en su casa no le dió agua para sus pies, ni beso en su faz; para que sepamos que quiere de la casa do entra que le den lágrimas por los peccados á los pies dél, y amor que haze dar beso de paz.

Esta dé á V. Merced Nuestro Señor con el mismo Señor y con sus próximos, que nazca del perfecto amor, el qual aquí le atormente por las offensas que él y otros hazen al Señor, y en el cielo le haga gozar teniendo el bien de Dios por proprio y más que proprio, amando á Él más que [á sí] mismo: por cuyo amor pido á Vuestra Merced que si algo ó mucho va en esta carta que aya menester emienda, me la envíe, y por lo bueno dé gracias á Nuestro Señor, y se acuerde de mi quando en el altar estuviere.




ArribaAbajo- VII -

Carta del auctor para un mancebo que le pidió consejo si sería sacerdote. Trata algo de lo que se requiere para esta dignidad tan alta


Recebí la carta de Vuestra Merced, y todas las señas que para su conocimiento me da. Bien parece que no conoce los coraçones, pues piensa que le tengo olvidado: gracias á [Nuestro] Señor, que no lo ha permitido, mas hame hecho merced de darme particular memoria de vuestra religiosa persona, y cuidado entrañable de os aprovechar en lo que pudiesse.

Vi también la relación de vuestros exercicios, y vuestros combates de ultramar y desta parte del mar sobre que tomeis sacerdocio, y paréceme bien que esteis en ello dudoso, temiendo carga tan grande, y mejor me parescería que tan grande y tan sancta os pareciesse que del todo huyessedes de ella; porque en otros tiempos, quando se estimava el sacerdocio en algo de lo mucho que es, no lo recebía nadie sino era para ser obispo, ó tener cura de ánimas, ó alguna persona eminente en la predicación de la palabra de Dios, y los demás que eran ecclesiásticos quedávanse en ser diáconos ó subdiáconos, ó de los otros grados más baxos: y entonces tenían grados baxos y vida altíwinia, todo lo qual está agora al revés, que los que tienen el grado supremo del sacerdocio no tienen vida para buenos lectores o hostiarios.

Creed, hermano, que no otro sino el diablo ha puesto á los hombres destos tiempos en tan atrevida sobervia de procurar tan rotamente el sacerdocio, para que, teniéndolos subidos en lo más alto del templo, de allí los derribe; que la enseñança de Cristo no es esta sino hazer vida que merezca la dignidad, y huir de la dignidad, y buscar más sancta y segura humildad (aun en lo de fuera), que ponerse en lo alto, adonde más y mayores vientos combaten. ¡O, si supiéssedes, hermano, qué tal avía de ser un sacerdote en la tierra, y qué cuenta le han de pedir quando salga de aquí! No se puede explicar con palabras la sanctidad que se requiere para exercitar officio de abrir y cerrar el cielo con la lengua, y al llamado de ella venir el Hazedor de todas las cosas, y ser él, hombre, abogado por todo el mundo universo, á semejança de como lo fué nuestro Maestro y Redemptor Jesu Cristo en la cruz.

Hermano, ¿para qué os queréis meter en tan hondo peligro, y obligaros á cuenta estrecha para el día postrero, pues por baxo estado que tengais aún parecerá aquel día gran carga, quanto más si os cargais de carga, que los hombros de los ángeles temblarían de ella? Buscad aquel modo de vivir que más segura tenga vuestra salvación, y no que más honra os dé en los ojos de los hombres; que al fin este consejo os ha de parecer bien algún día á vos, y á quantos el contrario os dixeren; los quales como no saben qué es ser sacerdote, y como tienen los ojos puestos, no en la cuenta que se ha de pedir, sino en como vean un poco honrado en los ojos del mundo á su hermano, primo, ó pariente ó amigo, meten al pobre en lazo tan temeroso: y paréceles que quedan ellos en salvo, y que el otro allá se lo aya con Dios. Consejo es, hermano, este averiguadamente de carne ó malicia: y de aquí vienen muchos á tomar y hazer tomar este sacrosancto officio por tener un modo con que mantenerse, y hazerse entender que lo quieren para servir á Dios. ¡O abusión tan grande de evangelizar y sacrificar por comer, y hordenar el cielo para la tierra y el pan del alma para el de el vientre! Quéxase desto Jesu Cristo Nuestro Redemptor, porque no le buscan por Él, sino por el vientre dellos, y castigarles ha como á hombres despreciadores de la Magestad divinal. Cierto mejor sería aprender un officio de manos como muchos sanctos de los passados lo hizier[o]n, ó entrar á un hospital á servir á los enfermos, ó hazerse esclavo de algún sacerdote, y assí mantenerse, que con osadía temeraria atreverse á hollar el cielo para passar á la tierra, estándonos mandado por Nuestro Dios y Señor al contrario.

Veis aquí, hermano, lo que os aconsejo que hagáis, si queréis agradar á Dios y permanecer en su sancto servicio. Y esto es lo que siento del sancto sacerdocio, al qual querría más que reverenciássedes de lexos, que no abraçássedes desde cerca, y que quisiéssedes más estadignidad por señora que por esposa. Y si algo uviéredesde hazer sea tomar grado de Epístola, y despues de dos ó tres años de Evangelio, y quedaos allí, si no uviere unas grandes conjecturas del Spíritu Sancto, que es Dios servido á levantaros al grado más alto: y estáis muy bien donde estáis sin blanca de renta, mucho mejor que en Roma con quanto tiene el que os combida con ella.

Sabed conocer la dignidad de los enfermos á quien servís, y sabed llevar las condiciones de aquellos con quien tratais, y hazed cuenta que estais en escuela de aprender paciencia, y humildad, y caridad, y saldreis más rico que con quanto el Papa os puede dar. Cristo sea vuestro amor y bienaventurança. Amen.




ArribaAbajo- VIII -

Carta del auctor á un sacerdote enseñándole lo mucho que deve ser agradecido á Dios por averle hecho sacerdote, y de la manera que deve tener en su vida para ser buen sacerdote


Pues que por la gracia de Jesu Cristo es V. Merced sacerdote, asaz tiene en qué entender para dar buena cuenta de officio tan alto y tremendo aun para hombros de ángeles. Estime mucho este misterio, agradezca esta merced, y esta consideración le sea bastante á recogerse quando estuviere distraido, y á ponerse espuelas quando se viere floxo; y ansí se enseñoree de su coraçón esta merced, que por ella se tenga por muy obligado á servir con gran diligencia al Señor y le ponga gran cuidado para assí exercitar officio tan soberano que agrade á los ojos de el que se lo dió.

Sea pues la primera regla de su vida esta: que en recordando de noche del sueño le parezca que oye en sus orejas aquella voz: Ecce sponsus venit, exite obviam ei; y pues el aver de recebir á un amigo, especialmentesi es gran señor, tiene suspenso y cuidadoso al que lo ha de recebir ¿quanto más razón es que del todo nos ocupe el coraçón este huesped que aquel día emos de recebir, siendo tan alto y tan á nosotros conjunto, que es adorado de ángeles y hermano nuestro? Y con esta consideración reze sus horas, y después póngase, de reposo y espacio, á lo menos por hora y media, á más profundamente considerar quien es el que ha de recebir, y espántese de que un gusano hediondo aya de tratar tan familiarmente á su Dios, y pregúntele: Señor, ¿quién te ha traído á manos de un tal peccador, y otra vez á destierro, y portal y pesebre de Bethleem? Acuérdese de Sant Pedro, que no se halló digno de estar en una navezica con el Señor; el Centurión no le osa meter en su casa; y otras semejantes consideraciones por las quales aprenda á temer hora y obra tan terrible, y á reverenciar á tan gran Magestad: piense que esto es un traslado de aquella obra, quando el Padre Eterno embió á su Hijo al vientre virginal para que salvasse el mundo, y de la vida y muerte del Señor; y assí viene agora á aplicarnos la medicina y riquezas que entonces nos ganó en la cruz, y aplicarnos aquella paga.

Acuérdese deste misterio de la passión y muerte del Señor y agradézcasela. Luego presente delante su Magestad los peccados que toda su vida ha hecho en general, y particularmente las passiones y defectos que de presente tiene; y como enfermo que enseña sus llagas al médico, pídale conoscimiento y salud para ellas. Luego offrezca al Eterno Padre este sacrificio, que es su Hijo, por las personas particulares que tiene obligación, y por la Iglesia Católica, acordándose de como se offreció el Señor en la cruz por todo el mundo, y pídale una poquita de aquella encendida caridad, para que el ministro sea conforme con el Señor: luego suplique á Nuestra Señora, por el gozo que uvo en la Encarnación, que le alcance gracia para bien recebir y tractar al Señor que ella recibió en sus entrañas, y diga la oración Deus, qui de Beatae Mariae Virginis utero, acordándose de la Encarnación; y pida gracia al mismo Señor para lo mismo, diziendo: Deus, qui corda fidelium, y lea algo que hable de este Sanctíssimo Sacramento, assí como Contemptus Mundi, en el quarto libro, ó otros si hallare; mas si con la oración estuviere muy recogido y devoto no cure de leer.

La missa se dirá el lunes por las ánimas del purgatorio; martes y miércoles, por quien quisiere ó fuere encargo; jueves, viernes, sábado, domingo, por la reformación de las costumbres de la Iglesia.

Acabada la missa, recójase media hora ó una hora, y dé gracias al Señor por tan gran merced de aver querido venir á establo tan indigno; pídale perdon del ruin aparejo; y suplíquele le haga mercedes, pues suele dar gracia por gracia. Es buen exercicio acordarse de algún passo del Evangelio donde el Señor hizo algún beneficio, assí como quando sanó al leproso y libró á los discípulos de la tempestad del mar, començando un Evangelista desde el principio, y rumiar cada día después en un passo, y suplicar al Señor que está dentro de nos que haga la misma merced en nuestras ánimas, pues ay la misma necessidad. Desde aquel tiempo hasta comer puede leer algo y rezar las horas que faltan: después de comer y dormir rezará sus horas, y luego leerá un poquito brevemente, y terná una poca de oración, acordándose de como el Señor ha sido aquel día su huesped: y después haga algún exercicio corporal, sin que se canse, porque no ahogue el spíritu de la devoción, ó en algún huertecito, ó escriviendo algo, ó cosa semejante, hasta hora de Vísperas, y entonces dígalas, y después lea un rato: y si uviere algún enfermo que visitar, ó si fuere menester irse al campo, ó visitar á alguien para provecho del ánima, entonces se haga. A la noche ha de aver otro espacio de hora y media como el que se dixo, en que se entienda en rezar completas y leer un poquito, especialmente si estuviere indevoto; y luego pensar en la hora de la muerte y en el juizio de Dios, y haziendo cuenta que estamos delante dél, y que el cuerpo está echado en la sepultura, acusarnos general y particularmente de la passado lo uno, y de lo presente lo otro. Mirar lo que el Señor con nos ha hecho, y quán mal se lo hemos servido, y examinarnos allí con verdadero examen, á intento de conocer quán defectuosos somos, y conocer las raices de nuestras passiones muy de verdad, que sin este conocimiento no es cierto el edificio: y aunque desta consideración no se saque tanta devoción como de otras, no por eso es de menos valor, porque no por dessabrido es peor.

Puede el hombre pensar que es esclavo, y obligado á servir con diligencia á su Señor, conforme á los de los talentos, y como quien entra en capítulo, y examinarse bien como quien está en el artículo de la muerte, según se ha dicho; que grande mal es no pensar primero lo que cierto ha de passar por nos: «Ante judicium interroga te ipsum» ait Sapiens: también es buen pensamiento, pensando en la muerte propria y de todos, mirar todas las cosas como acabadas ya, y los hombres como montones de tierra y huessos; y considerar que solo Dios es el que ha de ser nuestro arrimo; y tener en poco todo lo visible.

Los libros en que ha de leer por agora son estos: la Glossa ordinaria, el Nuevo Testamento, y esto después de Vísperas; y en los otros ratos que he dicho de leer han de ser: Contemptus Mundi, Casiano, y á Sant Juan Climaco, Morales de Sant Gregorio (y este leer no hasta cansar, sino para levantar el coraçón), Meditationes Augustini et Bernardi. El pensar ha de ser sin cansarse la cabeça, y en sintiendo que se cansa sosegarse, y si puede estar de rodillas toda hora y media es mejor, y si no, esté hasta que se canse, y si puede estar dos horas en el dicho exercicio es mejor. Bueno es descansar el pensamiento con una senzilla attención á Dios, especialmente después que uviere pensado el dicho rato; porque alguna vez suele el Señor darnos entonces más que quando hemos toda la noche trabajado nosotros con nuestro pensamiento.

Jueves y viernes es bien dormir en alguna tabla, por acompañar al Señor, que padesció en aquellos días.

Propria voluntad nunca en sí la consienta en poco ni en mucho, y sea Jesu Cristo crucificado su espejo y dechado, con el qual trabaje por se conformar.




ArribaAbajo- IX -

Carta del auctor á un predicador. Enséñale de qué espíritu se ha de guardar en la doctrina, y cómo deve seguir la intelligencia de los sanctos en la Escriptura Sancta


Recebí la carta de Vuestra Merced y á las nieblas que en essa ciudad me dize aver, le respondo en una palabra: que no tiene Nuestro Señor tan olvidado su rebaño que permita prevalecer mucho tiempo el engaño de la mala yerva por buena.

La doctrina que no va conforme á la enseñança de la Iglesia romana, la qual quiso Dios que fuesse cabeça y maestra de todas, cierto perecerá con sus auctores, aunque sean más que tiene la mar gotas de agua, y más altos que las estrellas del cielo: no es planta de la mano de Dios el sentido ó palabra que á este crisol no está subjecto y á este dechado conforme, y por esto tandem eradicabitur. Verdad es que algunas vezes quiere Dios que esto se saque á luz con trabajo de sus verdaderos ministros y con lágrimas de sus verdaderas y simples ovejas; mas no deve cansar el trabajo del qual se espera cierto fructo y tal fructo.

Dos cosas ay en que muchos han errado, y de errores irremediables: una quando vienen á dezir: el espíritu de Dios me enseña y él me satisface; porque entonces le parece que subjectarse á parecer ageno es creer más á hombre que á Dios, y huyen de su remedio, poniendo por título la honra de Dios, como en la verdad sea su propria sobervia: la otra cosa es alçarse con la palabra de Dios y con el entendimiento de ella; estos suelen mucho ensalçar la honra de la divina palabra, y es tanto su yerro, que pensando que ellos se rigen por ella, son regidos por su proprio sentido, porque quieren entender la palabra de Dios como á ellos parece y no de otra manera; y en fin, diziendo que la sola palabra de Cristo ha de reinar, vienen á querer que reine su proprio sentido, pues ellos quieren ser los que den el sentido á la palabra de Dios, y la hazen que quiera dezir esto ó aquello.

¿Qué cosa avría más mudable é incierta que la Iglesia cristiana si á cada uno que dize que tiene el sentido de la palabra de Dios uviessemos de creer? Aquello sería verdaderamente ser regida por pareceres de hombres, pues aunque aya palabra de Dios en el entendimiento, es de cada hombre: por esto el Señor que nos dió su palabra nos dió varones sanctos en quien Él moró, para que nos declarassen la Escriptura con el mismo espíritu que fue escripta; para loqual ni es bastante el ingenio subtil, ni juizio assentado, ni las muchas disciplinas ni el continuo estudio, sino la verdadera lumbre del Señor, la qual cierto estamos más ciertos aver morado en los sanctos enseñadores passados, que en los no sanctos de agora; y si los passados en alguna cosa como hombres faltaron, para esso está la Iglesia Romana, á la qual en su Pontífice es dado poder de las llaves del reino de los cielos, y de apacentar la universal Iglesia: y á quien esto está dado también le está dada la lumbre para discernir y juzgar qual ó qual es la verdadera doctrina y verdadero sentido de la Escriptura; porque ¿cómo tiene llave, si no abre la verdad por encerrada que esté? ¿Y cómo apacentará, si no me dize qué he de creer, pues el pasto es de doctrina?

Assí que en esto, señor, haga lo que haze, y busque oraciones que lo pidan al Señor, que Él tornará por su verdad, como lo ha hecho en otros mayores conflictos, y abaxará toda sciencia que con sobervia se ensalça con la firmeza de la piedra cristiana.




ArribaAbajo- X -

Carta del auctor á un sacerdote que estava alegre per las mercedes que el Señor le hazía. Alégrase juntamente con él y exórtalo á que sea agradecido y responda á la vocación de Dios si quiere gozar de los tesoros que su Magestad suele comunicar á los que animosamente se dan á Él


Si las flores de buenos principios que Dios en el ánima de Vuestra Merced ha producido por su misericordia la consuelan y dan contentamiento, como por su carta dize, ¡qué sería si Vuestra Merced se atreviesse á andar un poco más ligero por el camino de Dios, para que su misericordia tuviesse ocasión de, como ha produzido flores, produzir fructos? Creo encontraría Vuestra Merced con tales cosas, que dexaría el cántaro, como la Samaritana, por mejor gozar del agua viva que Cristo da; de la qual quien beve nunca más ha sed, porque se haze en el vientre una fuente de agua viva, que da saltos hasta la vida eterna. Entonces, señor, se quitarían de gana los deseos de las prosperidades desta vida, y antes serían aborrecidas que amadas, como cosa que estorva el gusto de las cosas divinales, y cuyos cuidados ahogan la palabra de Dios. Gran verdad dixo aquel sancto Pontífice que hablava lo que sentía: Gustata carne, desipit spiritus, ita gustato spiritu, desipit omnis caro; y en otra parte: Non habet in terra quod amet, qui [donu] Dei in veritate gustavit. Entonces vienen al hombre juntamente gozo y dolor; porque aquel nuevo vino que Dios le da á bever le embriaga con su dulcedumbre, y le haze despreciar todo lo visible. Y considerando quanto tiempo ha carecido dél y bevido de los ríos de Babilonia, y vanidad deste mundo, no puede dexar de dezir y llorar con Sancto Augustín: Sero te cognovi, pulchritudo tam antiqua, sero te cognovi, pulchritudo tam nova: v[a]e caecitati illi quando non te cognoscebam, vae tempori illi quando non te amabam: y aunque él llorava porque no avía conoscido á Dios por fe, andando embuelto en errores, mas si nosotros nos contentamos con conocer á Dios por fe, y no lo conocemos por la noticia esperimental que del amor nasce, y según las conjecturas humanas se puede tener, también ternemos por qué llorar como él, y dezir: ¡ay del tiempo quando no te amava! Y este sentimiento de la pérdida del tiempo passado es una gran señal que Dios entra en el ánima; porque con la luz se ve en las tinieblas, y con el amor es condenada la tibieza, y con los celestiales conocimientos la sabiduría mundana. Job era gran siervo de Dios, aun quando estava en su prosperidad, y creció tanto en el ánima con la tribulación corporal, que dixo: Auditu auris audivi te, nunc autem oculus meus videt te; idcirco ago p[o]enitentiam in favilla et cinere. Muy gran diferencia va, señor, quando Dios nos da lumbre del cielo para conocer (aunque á nuestro modo) quién es el bien sumo al qual emos offendido, ó no servido como devíamos, á quando lo miramos con la pequeña candelilla de nuestra propria lumbre; porque quanto excede el cielo á la tierra, tanto va de la inspiración del Espíritu Sancto que nos alumbra y ayuda á hacer penitencia, á la que es de nuestra cosecha. Y si Vuestra Merced quiere saber qué cosa es andar la mano de Dios por el ánima, si quiere bever en la tierra una gotilla del vino del deleite de Dios, si quiere llegarse á ver la visión de como Dios está en la çarça, y no se quema la çarça aunque arda, no aguze tanto el ingenio para inquirir, quanto el affecto para lo purificar. Más valen para esto amargos gemidos salidos del coraçón, que subtiles razones ni libros. Arrógese á los pies del Señor Crucificado como hombre culpado, ignorante, y que no ha sabido darle contentamiento, aunque ha gozado de muchos bienes que la divina liberalidad le ha dado: ensalce quanto pudiere la divina bondad, y cuente uno por uno los beneficios que le ha hecho en cuerpo y ánima desde que le crió: y cuente entre ellos que, no siendo él digno de servirle de moço de cozina, le dió en su casa tan honrrado lugar de sacerdote suyo. Mire bien cómo ha respondido á estas y otras mercedes; y conjure á la divina misericordia que por aquellas entrañas con que le ha hecho tantas mercedes, por las mismas dé el conoscimiento y agradecimiento dellas, y el servicio correspondiente á ellas: quéxesse Vuestra Merced mucho de su propria ingratitud, condene su tibieza en que ha vivido; arda en su coraçón el zelo de la honra de Dios, y vénguese de al mismo por aver preciado poco al que le preció á él tanto, que se puso en una cruz por él. Y si estas cosas no le movieren el coraçón, téngase no por hombre de carne, sino por coraçón de piedra, y confúndase mucho, y gima á Cristo, porque teniendo Él su coraçón sacratíssimo y limpíssimo abierto con lança, y manó dél sangre y agua en remissión de nuestros peccados, no se hiera y abra nuestro coraçón con la lança de su amor y salga de nuestro coraçón la podre y hedor de nuestras malas y vanas affecciones que en él están encerradas. ¡O infelice de aquel que no es herido con la lança, clavos y espinas del Señor, y se queda malsano y sobresano, y tiene lo de dentro podrido, según dixo el Señor al otro Obispo: Nomen habes quod vivas et mortuus es.

Despertemos, señor, despertemos antes que nos tome la muerte durmiendo, y metamos la mano en lo más íntimo de nuestro coraçón y escudríñémoslo con candelas, porque el juizio de Dios desde allí ha de començar como de lugar de su morada: Incipite a sanctuario meo, dixo Él á Ezequiel. Miremos á dónde mira nuestro coraçón, y si no mira al norte, que es Dios, gimamos y temamos, y pidamos: Averte oculos meos ne videant vanitatem. Porque ¿qué cosa es todo lo que está debaxo del sol, sino vanidad? ¿Y qué son los que estas cosas aman, sino vanos como las cosas que aman?: «Et telas araneae texerunt», quae non proderunt eis «in vestimentum, nec operientur operibus suis». El coraçón, señor, á Dios: Ocult mei semper ad Dominum. Dexe á los vanos seguir sus vanidades, que ellos y ellas perecerán: pásese á la región de la verdad, que ha de durar para siempre, y acuérdese que quando el juez soberano se sentare en su silla y juzgare según la verdad, aprovará por mejor el lloro que la risa, y la penitencia más que el regalo, y las temporales necessidades con paciencia llevadas, que las consolaciones que tienen los ricos, á los quales dixo: Vae vobis: y entonces se holgará uno de no aver tenido muchos á su cargo de quien le sea pedida cuenta; porque verá que tiene harto que hazer en darla de sí: y en fin parecerá más cuerdo quien emplea su vida y cuidado en purificar su ánima y ser amador de Dios, que el que se descuidó de esto, y puso su mayor cuidado en otras cosas que se le antojaron.

Y pues Nuestro Señor ha començado á abrir los ojos á Vuestra Merced, tiene por qué gozarse por la nueva merced; mas tiene por qué temer si no la sabe conocer y acrecentar. Passe adelante, señor, pase adelante, y sabrá qué es aquello que está escripto: Ducam te per semitas aequitatis; quas cum ingressus fueris non aretabuntur gressus tui, et currens non habebis offendiculum; y si quiere correr por los hermosos caminos de Dios, no vaya muy cargado de tierra, que quanto más dexare por Dios, tanto Él más le dará de su gracia, y quanta más gracia, más correrá, y mientras más corriere más gana le dará de dexar más por poder más correr; porque si el que halla el tesoro abscondido en el campo vende quanto tiene por lo comprar ¿qué hará quien encuentra con el dulcissimo manná abscondido de la dulcedumbre de Dios, sino por comer de él con entrambos paladares, ayunar de todo lo demás de la tierra, y dezir con sus entrañas: Quid mihi est in coelo? ¿Et a te quid volui super terram? Defecit caro mea et, cor meum: Deus cordis mei et pars mea, Deus in aeternum. ¡O parte rica, ó parte que es todo, al qual comparado todo es como grano de mijo á la grandeza del cielo! ¿Y quien es aquel que contigo no se contenta, y que no dessea estar desnudo para que tú seas su vestidura, pobre para que tú seas su riqueza? Y si hizieren burla dél, porque vendió quanto tenía por comprar aquel campo, él llorará de compasión de los otros, y se gozará de aver hecho tal trueco; que dexó muchas cargas para mejor seguir á Dios, y compró una perla, que sola ella vale más que lo que dexó y que todo el mundo.

Añida Vuestra Merced alguna poca de más penitencia á la que hazía, ore más, limosnas más, cuidado sobre su corazón, obras y lengua, y desta se guarde como del demonio, y téngala atada como á bestia fiera, dañosa, y no la suelte á hablar sino con grande acuerdo y encomendándose á Dios. Agradezca lo que le ha Nuestro Señor dado para que se haga capaz de más. Sea el altar su deseo, su gozo y descanso, como el nido para el pájaro: y el Señor, que es fiel, acabará lo començado y le dará augmento de gracia; y cada día le sea más agradable y su vida más meritoria, y á los próximos más provechosa; y pare en ganar aquella vida que sola es vida y digna de perder mil vidas por la ganar.

El Señor Jesus que con su muerte nos la ganó dé á Vuestra Merced fuerças, para que, holladas todas las cosas, á Él solo ame y á todos por Él. Y por su amor le pido se acuerde deste su servidor en sus oraciones y sanctos sacrificios; que yo según mi flaqueza lo mismo hago por Vuestra Merced. Algún día estoy agora para predicar, gracias á Dios.



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