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ArribaAbajoEsta ciudad


Tomás Sánchez Santiago


Esta ciudad
llena de perros neutros y de árboles
contrarios y de estanques
con las aguas agrias y organizadas
por la lengua civil de los decretos,
guarda pájaros
que caen
entre empujones de alas
contra estatuas inflamadas por la moderación.
Que no es la mía.

Caen anillos
del cielo hasta esta calle
donde ramos de niebla descargan gases ávidos
y bajan a tocar con sus pezuñas blancas
los cristales parados en el atardecer
de las últimas instalaciones encendidas.
Anda por esta calle el documento seguro
de unos pasos que alguien mueve
hacia la duración y los encaminamientos.
Que no son míos.

Veré la brusquedad en los labios
mojados de esta fachada.
Y una casa entre rentas
de cenizas rozadas por el ímpetu azul de la desgana.
Allí hay tijeretazos
en cuartos donde se oyen todavía
las murmuraciones. Y cría la memoria
estampas y hongos sobre nombres y álbumes
que empujan hacia atrás a un invitado.
Que no soy yo.
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No llaman al alivio por su nombre
los sueños que caen
en una cama conforme y movediza
a la vez, donde estalló el cristal del abandono.
Ésta que quiero ahora, ésta
que toco a tientas y escarbando
para encontrar las raspas finales de otro cuerpo
que detuvo la luz sobre las uñas
y propuso en la piel la huida hacia un pronombre.
Que no es conmigo.

Entra una muchedumbre y sus pinzas
finales en este corazón. Y todo cabe
y todo se reúne en una única página
que sólo aprende quien tacha
en la memoria las trampas de los nombres,
pero salva la música
de lo insólito, el compás sin aviso de la extrañeza
que cada ser posee hasta que le entra el lento
lengüetazo de una Norma.
Que aquí no nombraré.