y de dos trenzas de ébano
sobre una vaga túnica...
Norah Lange: tu nombre
pasa como un arcángel
y acongoja el paisaje de
una tristeza única.
Berenice,
Ligeia... Sombras de terciopelo...
Medianoche de espectros
en soledad sin Dios.
10
Norah Lange: tu nombre resuena
en mi desvelo
y hay algo más terrible que la Muerte
en mi voz.
—58→
Versos del futuro improbable
Iluminando estampas me pasaré
la vida.
Te narraré los cuentos que asombran
en la cuna
y hará santas las horas de cada anochecida
interpretando el múltiple paisaje de la luna.
En el balcón, de codos,
miraremos callados
5
cómo la noche enciende luces
en las ventanas
cuando la tarde cierra sus párpados
cansados
mecida en un reposo conventual de campanas.
Por la senda de Otoño
que ausenta tus pupilas
emprenderemos juntos inolvidables
viajes
10
al país de las tardes y las noches tranquilas.
Tu amor es un perfume que revela paisajes.
Paisaje futurista de cubos y letreros,
la fiebre de la frágil ciudad de cartón-piedra
asumirá a tu lado la paz de los senderos
15
y
de las abadías que envejece la hiedra.
Sentirás el silencio de mi amor
que te loa
en su lengua profunda y bajo el cielo utópico
la vida será lenta como un viaje en canoa
entre
el silencio de árboles de una noche del trópico.
20
Recogeré las risas
con que la vida pueblas
y esconderé las horas que
quisiste dejarme
para que fuerte me halles el Viernes
de Tinieblas
en que cierres los ojos para no perdonarme.
Elogio de la Parroquia de San José de Flores
Flores es una calle llena de árboles
con olor a jardín recién regado,
una
niña que espera en una puerta,
unos chicos que
juegan y a lo lejos un piano.
En
el cielo de Flores hay un montón de estrellas
5
que el Centro no conoce.
Otras constelaciones y una luna
más nueva
tiene el cielo de Flores.
Es cielo
de los tiempos melancólicos
del organito de Evaristo
Carriego.
10
Sin exasperaciones luminosas, es limpio
y amplio, sin violencias de rascacielos.
Cielo para familia
acomodada,
para tertulias en el patio,
para castos
paseos,
15
desciende hasta la calle y como un humo
descansa
en los jardines delanteros.
Vámonos
por sus calles. Las conozco.
Se me dieron andando, compañero.
Tienen un alma dúctil de niña casadera.
20
Son complacientes con los mozos serios.
Cantan por
la mañana, trabajando,
y acurrucan ternuras, de
tarde, sobre un pecho.
Junto
a la verja de una casa quinta
nos detendrá un piano
romántico
25
a la hora profunda en que la noche
se abandona en los brazos de los últimos tangos.
Flores es tan romántico
que las nubes rojizas que desde el Centro vienen
—60→
al
llegar a su cielo,
30
para ponerse a tono, palidecen.
(La danza de la luna)
—61→
Horacio Rega Molina
(1899)
Impresión ciudadana
La humedad bruñe la vereda
donde mi sombra se alucina.
Lejos, despliega la neblina
sus biombos pálidos de seda.
Lloran
los cielos aguanosos,
5
y bajo el aire lastimero
se
abren las cúpulas de acero,
como paraguas fabulosos...
Triste desfile
Bajo el cielo intranquilo
pasan, tristes, las fieles
huérfanas de un asilo.
Cae una lluvia informe
—62→
empapando los crueles
5
trapos del uniforme.
¡Oh, cándida inocencia!
¡Qué amargas son
las mieles
de la beneficencia!
Desde
una gran vidriera
10
sonríe, entre sus pieles,
una niña de cera.
(El
poema de la lluvia)
Pórtico
Lector, si algo en mi libro falta
o sobra
merced te pide mi emoción contrita.
Sólo se alcanza a ver después de escrita
la imperfección humana de la obra.
Así
también, sin parecer herido,
5
bajo el sol que lo
dora con su llama,
si el árbol tiene seca alguna
rama
sólo se sabe cuando está florido.
(El árbol fragante)
Nocturno de los sueños infantiles
En la noche, he deseado, distendida
la mesa,
sobre los duros brazos apoyar la cabeza
y quedarme dormido como si fuera un niño.
Tener un dulce sueño, como un viejo cariño,
—63→
en que pasen cantando parejas de soldados,
5
en que vuelen estrellas y pájaros dorados.
Ya se fueron los tiempos de la niñez florida
donde nuestra cabeza se quedaba dormida
junto
a la dulce lámpara, en un sitio cualquiera...
Oh,
si Dios me dejara soñar lo que quisiera.
10
(El
árbol fragante)
Cosas
La perilla del timbre,
el
sillón de baqueta,
y la mesa de mimbre
sobre
la que gotea una maceta.
Dejadme
que entre todas
5
esas cosas recuerde,
un retrato de
bodas
en un marco de terciopelo verde.
Y
el viejo aparador con guarniciones,
que en memoria del
tiempo que ha corrido,
10
conserva en sus cajones
un
pedazo de pan endurecido.
Mi
corazón, con lágrimas piadosas,
se conmueve
ante la naturaleza
de todas estas cosas,
15
que no son
tristes, pero dan tristeza.
La hermana
En esta noche clara de verano
que en un sopor de fuego nos abrasa,
—64→
qué bien
se está, bajo la luz escasa
del velador, junto
al oscuro piano.
Todo esto
es dulce, y por mi mente pasa
5
el deseo infantil de ser
tu hermano,
y caminar, llevado de la mano,
por las
habitaciones de la casa.
Tú
me comprendes, rubia compañera,
y en tu sonrisa
inmóvil y hechicera
10
adivina, con íntima
ventura,
que no te has olvidado
todavía
cuando en la infancia generosa y pura
yo era tu hermano y tú la hermana mía.
(La víspera del buen amor)
La letanía del domingo
Como es día domingo, por
la ciudad me pierdo.
Busco una calle muerta para mi
poca fe.
La calle tiene un nombre que ahora no recuerdo
porque en un mismo sueño lo supe y lo olvidé.
La calle es como un niño
que por la vez primera
5
busca sin esperanza un juguete
perdido.
Su manera de hablar fue antaño mi manera
y su cabeza rubia, yo también la he tenido.
Tristeza del domingo. La soledad me
agobia
y de improviso siento la pena singular
10
de
que, sin conocerla, yo he tenido una novia
que en este
mismo instante me ha dejado de amar.
La
calla se ha llenado de parejas furtivas...
Un ómnibus
vacío compendia mis dolores,
—65→
y siento que las
únicas manos caritativas
15
son las manos de bronce
que hay en los llamadores.
El
domingo es el drama del hastío y del ocio,
es un
palo vestido con cintas y sonajas.
Deseo madrileño
de poner un negocio
con un billar de lance y un mazo de
barajas.
20
Es como esos jardines
que hay en los hospitales.
Es la vulgar cadencia de una
música en boga.
Tiene las etiquetas y los sellos
usuales
de un frasco destapado que contuvo una droga.
Es, en cualquier esquina, el
bastón y el sombrero
25
de un burgués que
se mira los botines lustrados,
y la satisfacción
de un sobrio jardinero
que anda por una calle con árboles
podados.
Aparece, indeciso,
al fin de la semana,
cual de una bocamanga la mano de
un enfermo.
30
Y es también un hortera con alma
veneciana
que va a remar, de tarde, al lago de Palermo.
Si adquiriera, de pronto, contornos
personales,
con la necesidad de ganar su peculio,
sería
un vendedor de tarjeta a postales
35
en un librería
del Paseo de Julio.
Es uno
de los días más trágicos y crueles.
Triste como un desfile de Ejército y Armada.
(Hay también otro ejército con muchos coroneles,
y es el de Salvación, que no ha salvado nada.)
40
Domingo, el almanaque te
anuncia al rojo vivo
pero tú necesitas un color
con sordina,
como un farol chinesco, será decorativo,
—66→
pero la luz que arroja no viene de la China.
Yo lo suprimiría, sin cargo de
conciencia,
45
suprimiría el día y el hombre
endomingado.
Pero es fatal, como esa ridícula frecuencia
con que se da un tropiezo en un patio alfombrado.
También suprimiría la
calle, en la que exponen
los árboles urbanos su
edilicio follaje.
50
¿Qué será de la calle
cuando ellos la abandonen
para formar, más lejos,
otro nuevo paisaje?
Guiñándome
su ojo de vidrio en la capota
pasa un coche vacío,
reumático, terroso,
la luna, sobre el cable de
una esquina remota,
55
ha colgado su antiguo letrero luminoso.
Y el domingo es como una lata
de caramelos
que en el atardecer ha sido terminada.
La calle se proyecta, entre los rascacielos,
como una
galería de ciudad sepultada.
60
Entonces
interpreto, bajo la trapisonda
de las calles lascivas
y la innúmera gente,
los ojos enlutados de la mujer
que ronda
y atisba, tras los vidrios del cafetín,
un cliente.
El domingo, en
estado comatoso y de fiebre
65
me ve, sin domicilio, caminar
con desgaire;
he sido mi arquitecto, mi albañil
y mi orfebre
mas la ciudad no admite castillos en el aire.
Pero qué importa, en
medio de gritos y de fugas,
Ya la edificación,
sin ruido, se desploma,
70
y en un encogimiento de pliegues
y de arrugas
la ciudad se desinfla como un globo de goma.
(Inédito)
—67→
José Pedroni
(1899)
Credo
Creo en la luz, que es pura, y en la
tierra,
y en el agua, que es casta, y en el sol,
y en la sombra
cordial que se derrama
con la dulzura de tu corazón.
Segunda luna
Con el primer ensayo de los grillos
tomé el sendero de continuas vueltas.
Recién
cobradas, en mis dos bolsillos,
se entrechocaban las monedas
sueltas.
Hecha sonrisa por
el buen destino
5
mi faz contaba una intención traviesa:
llegar a tiempo de comprar el vino
y de poner el pan
sobre la mesa.
—68→
Salir contigo
a recoger la ropa,
bajar contigo las tempranas brevas,
10
y llenarte una copa y otra copa
pon puñaditos
de monedas nuevas.
Pero al
llegar sin que tu amor me aviste
ganando el beso de tu
bienvenida,
te hallé en el lecho demudada y triste
15
cual si estuvieras por morir vestida.
Y
ante tu vida temblorosa y muda
-suave refugio en que mi
pena embalzo-
la paz ufana, de mi mano ruda
cayó
a mis pies como dinero falso.
20
Ah,
si algún día en mi habitual regreso
silbando
entrara a nuestra casa abierta,
y allí en busca
de tu casto beso,
con mi destino te encontrara muerta.
La flor
Al higo de la higuera un picotero
le
comió el corazón;
y ahora, sin querer, el
higo negro
se parece
a una flor.
En la higuera me haré, después
de muerto,
5
un higo
blanco, amor;
y tú serás curruca o benteveo,
o calandria o pinzón.
Y ha de llegar el día que en el huerto
me verás bajo
el sol
10
y picarás y picarás mi pecho
hasta hacerme una flor.
—69→
Figuras
El viejo Pozzo
Al hombro
el saco roto de sus virtudes muertas,
busca penosamente
su pan: el alcohol,
esta figura triste que golpea en las
puertas
y rompe en los caminos la alegría del sol.
5
Antonio, el pescador
Cuidando
la línea con su mano fea
sin moverse añora
su viejo amorío;
y de sus pestañas el dolor
gotea
como de las redes el agua del río.
10
El viejo Baumert
Mientras en su casa
fumando se aleja,
lo mismo que un niño se ríe
y se engaña;
y no ve a la muerte que como una araña
se mueve en el humo de su barba vieja.
15
Mi
madre
Nos dio con toda el alma, como
el árbol da ramos
y como el nido pájaros;
y ahora, sin querer,
llora cuando nos tiene, llora cuando
nos vamos,
y llora de alegría cuando nos vuelve
a ver.
20
(Gracia Plena)
Deshojamiento
La nieve casta su perdón
desmiga
—70→
sobre la obscura ancianidad del suelo.
Cuando la tierra ya no puede, amiga,
calladamente se
deshoja el cielo.
Así,
el espino, el parral, y el banco,
5
visten la gracia de
este nuevo adorno.
El haz de leña es un osito blanco
y es una choza de esquimal el horno.
Fija
en la mía tu mirada pura,
pues dan mis ojos a un
paisaje interno,
10
y mira como nieva tu ternura
sobre
mi triste corazón de invierno.
(Gracia Plena)
Adoración
Quiero a tu pueblo de poquita gente
todo arrecido como un blanco abuelo;
tu pueblito vulgar
que lentamente
bajo la luz se desmorona en cielo.
Quiero a tu pueblo que no tiene un pino,
5
ni un álamo, ni un puente, ni un recodo
de
mar o de arroyuelo o de camino...
Lo quiero igual que
si tuviera todo.
Quiero a tu
pueblo en tu casita chata
que la cocina primitiva ahúma,
10
en la hierba que humilde se recata
y en el cardal
que al viento se despluma.
Lo
quiero en el espino contrahecho,
en la campana vieja que
te nombra,
y en el árbol casual que un corto trecho
15
te iba siguiendo derramado en sombra.
—71→
Lo
quiero en toda faz y en toda mano
cuya serena dicha te
atribuyo,
y lo quiero en los ojos de tu hermano,
sólo,
mi amor, porque es hermano tuyo.
20
Lo
quiero tanto que a su mismo suelo
con mi pueblito entero
me traslado
para poder vivir con el consuelo
que desde
niño caminé a tu lado.
Hondo
cariño que llegado a tanto
25
es una sed dichosa
de heroísmo,
con mucho de locura por tu encanto
y un poco de piedad conmigo mismo.
Así,
por obra de mi desvarío,
en tu pasado mi pasado
incluyo,
30
viendo a tu casa en el pueblito mío
y al río de mi pueblo por el tuyo.
Ilusión infantil que se disipa
si la palabra de tus padres buenos
con inocente amor
nos participa
35
que hay en el pueblo una casita menos.
Que cumplido en la tierra su
destino,
que fue el de darte para mi consuelo,
en ascensión
callada de humo fino
se va tu pueblo nuevamente al cielo.
40
(Inédito)
—73→
Gustavo Riccio
(1900 - † 6 de Enero de 1927)
—74→
Elogio de los albañiles italianos
De pie sobre el andamio, en tanto hacen
la casa,
cantan los albañiles como el pájaro canta
cuando construye el nido, de pie sobre una rama.
Cantan los albañiles italianos.
Cantando
realizan las proezas heroicas estos bravos
5
que han llenado la historia de prodigiosos cantos.
Hacen subir las puntas de agudos rascacielos,
trepan por los andamios; y en lo alto sienten ellos
que una canción de Italia se les viene al encuentro.
Más líricos que
el pájaro son estos que yo elogio:
10
el nido que
construyen no es para su reposo,
el techo que levantan
no es para sus retoños...
Ellos
cantan haciendo la casa de los otros.
Al Cristo expuesto en una fiesta de bodas
Ah, Señor Jesucristo,
que en esa cruz de bronce cincelado
eres un pobre Cristo
caricaturizado;
te compadezco, oh redentor:
5
te
han condenado
a un suplicio mayor.
En
nombre tuyo un hombre
que no sabe de amor, a los esposos
les hablará de amor; y eso en tu nombre.
10
—75→
Y
tus santas y líricas verdades
se estrellarán
en esos corazones rocosos
y en tanta vanidad de vanidades...
Y cuando ya no bullan en la
boca del fraile
las burbujitas del latín,
15
presenciarás algo peor al fin:
un baile, oh Cristo,
un baile...
Frente a tu imagen
dolorida,
las mujeres de trajes escotados
frotarán
su lujuria contenida
20
contra los pantalones estirados.
Otras, se excitarán por los rincones...
Sus
instintos despiertos
por la cosquilla lúbrica de
las conversaciones,
se olvidarán que sufres con
los brazos abiertos
25
la más abominable de las
crucifixiones.
Y cuando terminados
ya baile y ceremonia
se marchen y te olviden clavado en
tu patíbulo.
Ellas van a mojarse con agua de colonia
y ellos, a sosegarse en un prostíbulo.
30
Quedarás
sólo. Y cuando
se hayan marchado todos, frente
a tu imagen yo
en tu dolor, oh Cristo, me quedaré
pensando,
y en tu madre y la pobre madre que me parió.
Pues, oh Maestro, ya lo has
visto:
35
se parecen tu madre con la mía;
porque
es tan doloroso parir a un hijo Cristo
como parirle ungido
en poesía...
(Un poeta en la ciudad)
—76→
Tu mirada
Después de amontonar ganas
de verte,
hoy volví de regreso a tu mirada;
un enjambre tupido de recuerdos
asomado a tus ojos
me esperaba.
¡Intimidad y eternidad
de gozo!
5
Fue el gozo de volver de un largo exilio
y encontrarlos reunidos en el puerto
de la ciudad natal
a los amigos.
O más
íntimo aún: gozo de verlos
en la vereda
familia, hablarlos
10
y tratarlos de ché... gozo
infinito:
¡volver a tu mirada como volver al barrio!
O muchísimo más:
gozo de verte
de entre el grupo salir, sola entre todos;
que eso fue regresar a tu mirada:
15
encontrar a la
novia todavía en tus ojos...
Versos al lago Ipacaraí
Ah, lago Ipacaraí,
tú tienes ondas que suben como el pájaro tiene
alas;
cuando te enojas vomitas malas
palabras en guaraní.
Ante mis ojos adquieres todo el prestigio
5
de los valientes:
sobre tu lecho, medrosos, no abren sus piernas los puentes...
Eres un lago con gorro frigio.
—77→
Tú odias, yo sé, a los turistas que van
cada año
a retenerte en el ojo de sus Kodaks y
a tirarte
10
confetis de interjecciones: ¡ah!, ¡oh!...
Tú, para vengarte,
le das a alguno un mordisco
mientras le ofreces el baño.
Y
frente a la poesía
de tus ondas que se enarcan
como ballenas,
¿qué tiene que hacer, me digo, la
gastada utilería
15
de las góndolas, los
cisnes, las lunas y las sirenas?...
Tú,
libre de la infecciosa literatura
que ha envenenado otros
lagos, contemplas dos maravillas,
de un lado la luz eléctrica
cantando en sus lamparillas,
del otro el tren encendiendo
de ruidos la noche oscura.
20
Como
tus antepasados, oh lago Ipacaraí,
que se adornaban
con plumas de colores en el pelo,
te pones tú el
arco iris, vincha que te ofrece el cielo,
y sueñas
como los fuertes de la raza guaraní.
(Inéditos)
Palabras finales
Ya próximo a aparecer este libro, nos golpea la
muerte del poeta. Los colectores, sus amigos también,
quieren que yo, el más allegado al muerto por fraternal
cariño y afinidad de orientación estética
lo despida en nombre de todos los que mucho te quisimos.
¡Tanto, en verdad, esperábamos de él! Teníamos
fe en este muchacho inteligentísimo que, año
tras año, iba afirmándose en la conquista de
su propio espíritu: empresa difícil y terrible.
En ella y en la de conseguir la absoluta técnica del
arte, empeñose hasta el día mismo de su muerte
con tesón ahincado. Y en una y otra realizaba progresos
evidentes, promisores de todo. Bastan los pocos versos recopilados
en esta «Exposición»
—78→
para abonarlo. Y las muchas
acciones buenas, los muchos amigos que atrajo a sí
en su vida corta, fecunda y castigada.
Muere
apenas pasados los veinticinco años, edad peligrosa
para el artista lírico, ya que, en el lustro que lo
separa de la edad de los desengaños -del enfriamiento
de la fe, el endurecimiento del entusiasmo-; ha de conseguir
lo que se consigue entonces, o nunca más: personalidad.
Nuestro amigo deja el suficiente número de composiciones
terminadas para poder demostrar que iba por el buen camino.
Lo que tan pocos logran, ya, a ratos, era suyo y debía
ser totalmente suyo... La vocación infantil que al
verso lo llevara, afirmábase con raíces ansiosas
en el timo humano, tiraba ramos, audaces a las ideas, se
iluminaba de flores y enriquecía de frutos: Árbol
que se trabaja y vigoriza para poner al alcance de todos
el resultado de su labor, así el artista... Pero llegó
un mal inmisericorde y dio su sentencia. Nos costó
aceptarla. La rechazamos por injusta. Intentamos luchar.
Exigimos a la ciencia. Casi esperábamos el milagro...
Hoy -6 de Enero de 1927- ya se ha cumplido. Y con el poeta
muerto se van lo mejor de su obra mutilada, un manojito de
ilusiones maternales, un gran puñado de afectos juveniles;
¡y tantas cosas más!: Todas bellas.
Ahora
él, feliz, está allá, ¡quién
sabe dónde!, junto al predilecto de sus poetas, el
gran Evaristo Carriego que amó tanto. Allá
se está él, oyendo al otro versos de sus suburbios
criollos, guitarreadores de Palermo; y recitándole
a su vez, los de sus suburbios gringos, trabajadores del
sud de Buenos Aires.
Y aquí,
nosotros, sus amigos que lo viéramos irse con un desgarrón
en el alma, más que llorando por él, nos hemos
quedado moviendo alocadamente los brazos febriles de los
que caen, como dos armas inútiles, los puños
cerrados por la impotencia...
Álvaro YUNQUE.
—79→
Eduardo González Lanuza
(1900)
Apocalipsis
Cuando
el jazz-band de los ángeles
toque el fox-trot
del juicio final
y llegue Dios al galope tendido
de
sus tanques de hierro
5
estallen los soles
hechos dinamita
viviente
y por los espacios
rueden oleadas de odios
dispersos.
Se enhebrarán las chimeneas y las torres
10
en el agujero de la luna
y un bosque de gritos
retorcidos como llamas
incendiará el silencio
de las noches
y llegará una voz infinita,
15
la voz del OTRO diciendo a Dios:
—80→
-¿Qué has hecho
de los hombres?
y él temblará de miedo
como un niño que ha roto los juguetes.
Atardecer
En el lago la tarde se diluye
un día no habrá cielo
el corazón
ovillo
de caminos
se dormirá en las manos infantiles del
agua
5
cuando la sinfonía del silencio
lave en
su bendición todo el paisaje.
Las
lejanías moribundas
se diluían en mi alma
llena de espectros vagos
10
de soles.
Paisajes
aburridos de sí mismos
y el tedio hecho árbol.
Arrastrando las cadenas
de mis propios pasos
15
te voy buscando
cosa
inútil
que no existe.
Gitanillo
Toda la pajarera del organillo
reía la mañana
y en mi ventana
el
sol se había trepado como un chiquillo.
—81→
La mañanita clara por los jardines
5
desmigaba el pan blanco de su alegría
y estaba
en nuestras manos la luz del día
como un juguete
en manos de chiquilines.
Mis
brazos taladraban el silencio
ansiosos de robar los horizontes
10
para collares de tu cuello.
Tus
manos devanaban lejanías
y en la rueca girante
de tus risas
se iba hilando mi angustia.
Tus
cabellos tenían perfumes de recuerdos
15
las auroras
sangraban en tu boca
sus rosarios de besos
y yo estrujaba
todas
las primaveras en mi pecho.
Nocturno íntimo
La sombra está arañando
como un perro la puerta.
Glorifica
la lámpara
el
alma familiar de la noche.
Estoy cerca de ti como nunca
estuvimos
5
la clepsidra de nuestros corazones
siente
el rumor del tiempo deslizarse beso a beso.
Te
he mirado y te he visto:
las canciones que han de vivir
un día
estaban en tus ojos
10
remansos
de luz prieta
—82→
y en tus manos una alegría buena
como el suave temblor de agua nocturna
que calma la
sed acariciando estrellas.
Te
he mirado y te he visto
15
en un silencio pleno de sonrisas.
Mi corazón
mi
corazón quisiera
ser una luz dormida en tus pupilas.
(«Prismas»)
Poema de la palabra única
Fachada del futuro
palabra
única
octavo día de la creación
alba de cada cosa
insospechado campo sobre el que el
alma crece
5
Eres sobre lo que
declaras
como un espejo sobre un mueble
que dilata
su hondura a lo imposible
Proa
de la alegría
tu fervor de plegaria hace más
suya
10
la realidad de lo que resucitas
Brújula
del destino
mojón ineludible de una ruta de ensueños
Palabra única
pájaro
inalcanzable
15
tú traspasas la vida
desnuda
de ventanas
afilas los senderos
aguzas las miradas
-relámpago en que un día se condensa-
20
—83→
Tu certeza de lazo en mano diestra
clava el galope de los siglos
en un segundo decisivo
Pórtico de lo desconocido
donde por fin sonríe lo imposible
25
Tú deslindas el alma
predios
donde el silencio
bajo tu flauta duerme
vigorosa ciudad
que arremolina todo dolor
30
Cuanto
vivir palpado día a día
en tu recinto cabe
Piedra fundamental del amor
cierto
Palabra única
oasis en la arena de palabras
35
de algún libro
desierto
Vamos a ti
como
ciegos que buscan una lámpara
y tu anhelo de darte
hace que te nos vueles de las manos
40
Aquello
que tú nombras
es sólo la custodia que rodea
tu inmaterialidad
Palabra
única
que llegas una vez cada milenio
45
a cantar
en el pecho de los hombres
Vaya
a ti este tanteo
—84→
en que vierto el temblor de las caricias
que aunque no logre asirte
me haces sentir más
puro el intentarlo.
50
Poema de la muerte
La muerte es nuestra muerte
más bien que tú que solo ya no eres
ha
muerto aquel pedazo de mi alma
en que eras realidad
Ausencia y casi olvido que se palpa
5
y hasta el mismo
dolor que se evapora
ese hueco que estuvo y nada colma
esa inmovilidad ineludible
del último recuerdo
estatua trunca
Todo vivir se
torna ya imperfecto
10
paisajes incompletos
donde no
colaboran tus miradas
lejanías inciertas
en
donde nunca cantarán tus pasos
músicas
como pájaros sin nido
15
que ya no encuentran al
volar tu alma
segundos temblorosos
huérfanos
de un vivir que los realice
y en el mismo silencio
falta el silencio tuyo
20
Al
alma mutilada por tu ausencia
ni el mismo amor integrará
de nuevo
colma el sol mas no allana los abismos
(Inéditos)
—85→
Leopoldo Marechal
(1900)
Canción
El Río de tu Sueño cantará
el abecedario del agua.
Tendrá árboles, como llamas verdes
chisporroteando
alondras;
y altos bambúes cazarán el girasol
de las lunas
en el Río de tu Sueño que sólo
tú remontas...
5
El alba
será un loto que perfuma
la muerte de tus noches;
de picotear estrellas estarán ebrios tus pájaro-moscas.
Habrá remansos y un polen que hace dormir al viento
en el Río de tu Sueño que tú remontas.
10
Con mi remo al hombro he
visto zarpar cien días:
mis hermanos pelarán
la fruta del mundo, la más roja...
—86→
Con mi renio
inútil, a lo largo de las noches,
busco el Río
de tu Sueño, que sólo tú remontas.
Nocturno
En el gastado corazón del Tiempo
se clavan las agujas de todos los cuadrantes.
Hay un pavor de soles que naufragan
sin ruido:
la noche se cansé de enterrar a sus
mundos.
¡Llora por los relojes
que no saben dormir!
5
Las campanas se niegan a morder
el silencio.
Tras un rebaño do horas
gastaron
sus colmillos de bronce las campanas...
¡Ahora
comprendo el viaje de tus cosas!
El sol ya no quería
romperse en tus banderas.
10
Para mullir tu fuga, en el
camino,
se desplumaron todas las águilas del viento.
Tus pasos clavetean
un gran tapiz de lejanía...
Son pájaros furtivos tus recuerdos:
15
amaban
grandes ríos arbolados de muerte.
¡Estuche
de palabras
donde guardar el roto muñeco de los
años!
Nuestras anclas no muerden el fondo de las
horas.
Los péndulos cabeceantes
20
dibujan negativas
en la noche.
¡Tierra que nunca
se gastó en mis pasos!
¿Qué historia contaremos
a los días?
¿Cómo arriar el velamen
de
las mañanas, ávido remero?
25
—87→
¡Todo
está bien, ya soy un poco dios
en esta soledad,
con este orgullo de hombre que ha tendido a las cosas
una ballesta de palabras!
Ídolo
Alfarero sobre el tapiz de los días,
¿con qué barro modelé tu garganta de ídolo
y tus piernas que se tuercen como arroyos?
Mi pulgar afinó tu vientre
más
liso que la piel de los tambores nupciales.
5
He puesto
cuerdas al arco nuevo de tu sonrisa
y engarcé dos
noches en el sitio de tus ojos...
¡Ídolo
de los alfareros!
Yo se que redondeas el cántaro
de la mañana
y lo pintas de sol
10
y lo llenas
con una luz rota de pájaros.
Ídolo de los
alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días...
He quemado a tu pie
la madera
fragante de mi palabra.
15
El viento no deshojó
todavía
un tulipán de música más
bonito que tu nombre.
¡Haz
que maduren los frutos
y que la lluvia deje su país
de llanto,
ídolo de
los alfareros
20
que se sientan sobre el tapiz de los días!
Si no mis odios bailarán
sobre la tierra de tu carne...
—88→
Poema sin título
En una tierra que amasan potros
de cinco años
el olor de tu piel hace llorar
a los adolescentes.
Yo sé
que tu cielo es redondo y azul como los huevos de perdiz
y que tus mañanas tiemblan,
¡gotas pesadas en
la flor del mundo!
5
Yo sé
cómo tu voz perfuma la barba de los vientos...
Por tus arroyos los días descienden
como piraguas.
Tus ríos abren canales de música
en la noche;
y la luna es un papagayo más entre
bambúes
o un loto que rompen a picotazos las cigüeñas.
10
En un país más
casto que la desnudez del agua
los pájaros beben
en la huella de tu pie desnudo...
Te
levantarás antes de que amanezca
sin despertar
a los niños y al alba que duerme todavía.
(El cazador de pumas dice que el sol brota de tu mortero
15
y que calzas al día como a tus hermanitos).
Pisarás el maíz
a la sombra de los ancianos
en cuyo pie se han dormido
todas las danzas.
Sentados
en cráneo de buey
tus abuelos fuman la hoja seca
de sus días:
20
chisporrotea la sal de sus refranes
en el fuego creciente de la mañana.
(Junto al palenque los niños
han boleado un potrillo alazán...)
—89→
En
una tierra impúber desnudarás tu canto
25
junto al arroyo de las tardes.
Tú sabes algún
signo para pedir la lluvia
y has encontrado yerbas que
hacen soñar.
Pero no
es hora, duermen
en tu pie los caminos.
30
Y danzas en el humo de mi pipa
donde
las noches arden como tabacos negros...
Balada para los niños que serán poetas
I
La reina Til desnuda
una risa de fragua.
Todos los pájaros de la
danza nacen en su pie volátil.
Sus ojos parecen
dos lebreles recién castigados...
Desde un país
en donde se abre el huevo de las mañanas
vino el
Príncipe a caballo de su alegría:
5
-¡Busco
tu risa forjada por herreros musicales
y alegre como la
sal gema que hacen arder los brujos!
Tu reír es
el asta donde flamean los días asoleados;
yo soy
un hondero que soñó con el pájaro de
tu risa...
Pero no busco tu danza
10
ni tus ojos más
tristes que dos viudas.
El Príncipe se fue a caballo
de su alegría:
la reina Til desnuda una risa de
fragua...
II
Desde
su río que se estira como un lagarto bajo el sol
llega el rey Bamb:
15
-¡Amo tu pie gracioso como el de
un elefante
y más grato que la muerte de los tíos
ilustres!
—90→
Las abuelas textiles no poseen dos agujas como
tus pies;
amo el viento de tu danza que te hace girar,
linda veleta...
Pero no busco tu reír
inútil
20
ni tus ojos de gata soltera.
El rey
Bamb se fue a su país de lunas incautas:
la reina
Til ha quedado sola...
III
Mas,
he ahí que Sir Olaf llegó en trineo
desde
su estepa geográficamente sentimental:
25
-¡Quiero
tus ojos iguales a dos mediodías con lluvia
y helados
como dos focas en el mismo témpano!
En tu mirar,
oh Reina, se posan las golondrinas cansadas;
busco tus
ojos más largos que la noche de seis meses...
Pero
no amo tu risa de lobo
30
ni la danza que incendia tu pie.
Sir Olaf huyó en su trineo
hacia un país
de soles resfriados...
IV
La
reina Til se ha convertido en una cisterna
y ha de dormir
por muchos días;
35
hasta que llegue un Rey que
busque
los pies bailarines
los ojos que llueven,
la risa de fragua.
(Días como flechas)
—91→
Enrique M. Amorim
(1900)
Cita
El péndulo irregular
de mi bastón de malaca,
cuenta minuto a minuto
mi espera desesperada.
Tranvías que hilvanan
barrios
5
y mil parejas que pasan...
El tiempo oscila
en el péndulo
de mi bastón de malaca.
El fatigado crepúsculo
sobre los techos, descansa;
10
tajo las sombras primeras
con mi bastón de
malaca.
Las manos entumecidas
ya no tienen fuerza para
mover el péndulo fácil
15
de mi bastón
de malaca.
El tiempo se ha detenido
y la que aguardo,
en su casa,
—92→
ay, no sabe que estoy solo,
con mi bastón
de malaca.
20
Elegía a una palabra que nadie oyó
Te recuerdo palabra,
con
un libro en la mano
del Jiménez de España.
Una noche lejana
en mis labios temblaste
5
eras pura,
eras lágrima,
eras canto que acaba
o tristeza
que huye
sin poder alcanzarla.
Fuiste todo, palabra
10
recorriendo el silencio
derramado en la casa.
Yo tuve en el alma
como el cielo aprisiona
el lucero
del alba.
15
Te recuerdo palabra
a mis labios ahora
pone un beso de agua.
Si en mi vida alcanzara
con
mi mano tu cielo
20
y golpease en la aldaba
de tu puerta
cerrada
otra vez te daría
oh, mi muerta palabra,
como en noche lejana
25
el calor de mis labios
para
ser pronunciada.
(Inéditos)
—93→
Jorge Luis Borges
(1900)
Ciudad
Anuncios luminosos tironeando el cansancio.
Charras, algarabías
—94→
entran a saco en la quietud
del alma.
Colores impetuosos
escalan las atónitas
fachadas.
5
De las plazas hendidas
rebosan ampliamente
las distancias.
El ocaso arrasado
que se acurruca tras
los arrabales
es escarnio de sombras despeñadas.
10
Yo atravieso las calles desalmado
por la insolencia de las luces falsas
y es tu recuerdo
como un ascua viva
que nunca suelto
aunque me queme
las manos.
15
Inscripción sepulcral
(Para
el coronel Don Isidoro Suárez, mi
bisabuelo).
Dilató
su valor allende los Andes.
Contrastó ejércitos
y montes.
La audacia fue impetuosa costumbre de su espada.
Impuso en Junín términos formidable a la
lucha
y a las lanzas del Perú dio sangre española.
5
Escribió su censo de hazañas
en prosa
rígida como los clarines belísonos.
Murió
cercado de un destierro implacable.
Hoy es orilla de tanta
gloria el olvido.
(Fervor)
Singladura
El mar es tina espada innumerable y una plenitud de pobreza.
La llamarada es traducible en ira, todo manantial en
—95→
fugacidad,
cualquier cisterna en clara aceptación.
El mar es
solitario como un ciego.
El mar es un huraño lenguaje
que yo no alcanzo a descifrar.
En su hondura, el alba es
una humilde tapia encalada.
De su confín surge el
claror igual que una humareda o un vuelo de calandrias.
Impenetrable como de piedra labrada persiste el mar ante
los ágiles días.
Cada tarde es un puerto.
Nuestra mirada flagelada de mar camina por su cielo:
uacute;ltima
playa blanda, celeste arcilla de las tardes urbanas.
¡Qué
dulce intimidad la del ocaso en el huraño mar!
Claras
como una feria brillan las nubes y hay mansedumbres de suburbio
en su gracia.
Cielo de limpio atardecer: mar pueril de conseja
que cabe en las placitas y en los patios.
La luna nueva
se ha enroscado a un mástil.
La misma luna que dejamos
bajo un arco de piedra y cuya luz agraciará los sauzales.
La tarde es una corazonada de orilla, en la cubierta, quietamente,
yo comparto la tarde con mi hermana como un trozo de pan.
A Rafael Cansinos Assens
Larga y final andanza sobre la exaltación arrebatada
delala del viaducto.
A nuestros pies, busca velajos
el viento, y las estrellas -corazones de Dios- laten intensidad.
Bien paladeado el gusto de la noche, traspasados de sombra,
vuelta ya una costumbre de nuestra carne la noche.
Noche
postrer de nuestro platicar, antes que se levanten entre
nosotros las leguas.
—96→
Aun es de entrambos el silencio donde
como praderas resplandecen las voces.
Aun el alba es un
pájaro perdido en la vileza más lejana del
mundo.
Uacute;ltima noche resguardada del gran viento de
ausencia.
Grato solar del corazón; puño de
arduo jinete que sabe sofrenar el ágil mañana.
Es trágica la entraña del adiós como
de todo acontecer en que es notorio el Tiempo.
Es duro realizar
que ni tendremos en común las estrellas.
Cuando la
tarde sea quietud en mi patio, de tus carillas surgirá
la mañana.
Será la sombra de mi verano tu
invierno y tu luz será gloria de mi sombra.
Aun persistimos
juntos.
Aun las dos voces logran convenir, como la intensidad
y la ternura en las puestas del sol.
(Luna de enfrente)
La fundación mitológica de Buenos Aires
¿Y fue por este río con traza
de quillango
que doce naos vinieron a fundarme la patria?
Irían
a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes
de la corriente zaina.
Pensando
bien la cosa supondremos que el río
5
era azulejo
entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja
para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz
y los indios comieron.
Lo cierto
es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que
tenía cinco lunas de anchura
10
y aun estaba repleto
de sirenas y endriagos
—97→
y de piedras imanes que enloquecen
la brújula.
Cavaron
un zanjón. Dicen que fue en Barracas
pero son fantasías
de los gringos sureros
lo de los cuatro ranchos no es
más que una guayaba.
15
Fue una manzana entera y
en mi barrio: en Palermo.
Una
manzana entera pero en mitá del campo
zamarreada
de auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que
persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
20
Un almacén rosado
como rubor de chica
brilló y en la trastienda lo
inventaron al truo
y a la vuelta pusieron una marmolería
para surtir de lunas al espacio desnudo.
Una
cigarrería sahumó como una rosa
25
la nochecita
nueva, zalamera y agreste.
No faltaron zaguanes y novias
besadoras.
Sólo faltó una cosa: la vereda
de enfrente.
A mí se
me hace cuento que empezó Buenos Aires:
la juzgo
tan eterna como el agua y el aire.
30
Arrabal en que pesa el campo
En Villa Ortúzar
donde
la luna está más sola
y el deseo varón
es triste en la tarde
hay unos huecos hondos,
huéspedes
del poniente y la pampa.
5
En Villa Ortúzar
hay
ponientes que nadie mira
y fonógrafos que les rezan
dolor guarango
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y callejones que son más largos
que el tiempo.
En Villa Ortúzar
10
el deseo varón
es triste en la tarde
cuando hay caderas que pasean la
vereda
y risas comadritas.
En Villa Ortúzar
la oración huele a caña fuerte
15
y la
desesperación se mira en los charcos.
En Villa
Ortúzar
no he sabido ningún amor
pero
detrás de una trucada he puesto horas muertas