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  —145→  

ArribaAbajoFrancisco López Merino

(1904)


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ArribaAbajoTercetos a Ligeia



Ligeia, tu recuerdo da color a mis tardes.
Está en la luz como una presencia clara y suave
y es el aroma limpio que viene del paisaje.

   Tu voz, desvanecida por la ausencia, perdura
más que como una música  5
como otra imagen tuya...
—146→

   Tu recuerdo, Ligeia, despierta antiguos sueños:
las baladas que nunca llegué a escribir. Me acuerdo,
cuando digo tu nombre, de los primeros versos.

   Evoco los sencillos ejercicios de piano  10
que estudiabas, tan blancos
como tus finas manos.

   Pienso en el libro diáfano que en voz baja leías
y en los últimos cielos que vieron tus pupilas
en un septiembre lento con olor a glicinas.  15

   Por eso tu recuerdo da color a mis tardes...




ArribaAbajoEstancias de la primavera




I

   Vas por ese sendero florecido
que has cuidado lo mismo que si fuera un hermano.
Con el libro de versos de un poeta querido
llevas la primavera nostálgica en la mano.


II

   Se hace sensible el agua como si comprendiera  5
que son nubes y ramas las cosas que ella mece.
Cada regazo acoge la nueva primavera
y entre la brisa el eco del otoño florece.

   Domingos de septiembre con el color sereno
de los primeros sueños que del alma se adueñan.  10
El sol hace más honda la fragancia del heno
y los enfermos sueñan...
—147→


III

   Tardes de primavera vuelven a mi memoria
y recuerdo mi infancia que fue una larga tarde
detenida en un vasto jardín enarenado,  15
con cielos de acuarela y álamos musicales.




ArribaAbajoMis primas, los domingos...



   Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas
y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores
y se van de la mano de Musset o Samain.

   Aman las frases bellas y las mañanas claras.  5
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño
porque, tras los cristales, todo de oro se ve...

   Y vienen los domingos a cortar rosas. Saben
que el eco de sus voces para mí grato es.  10
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas;
ellas seguramente se ríen sin saber.

   Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente
aparto los capullos que el viento hará caer;
hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo  15
un volumen de versos de Musset o Samain.

(Las Tardes)




ArribaAbajoSoneto



   ¿Qué resplandor remoto así te alumbra?
¿De dónde viene ese fulgor que baña
—148→
tu palidez de estampa en la penumbra
o qué ángel de la guarda te acompaña?

   Cielo que no es el cielo azul celeste,  5
otro cielo más puro es el que miras.
Al contemplarte pienso que respiras
un musical ambiente que no es éste.

   Tu ser, casi irreal, sensibiliza
el aire que circunda tu presencia  10
(Aire como de sueño no soñado).

   En tus silencios largos se eterniza
la callada inocencia
del ángel tutelar que va a tu lado.

(Inéditos)





  —149→  

ArribaAbajoJosé Sebastián Tallón

(1904)


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ArribaAbajoLa garganta del sapo



Tan desnudo y lustroso, y tan feo y romántico,
cuando inflas, oh sapo, tu croclera garganta,
yo te escucho celoso, porque sé que tu cántico
brota para una sapa que presuntuosa canta...

   Mi oído nada sabe del pájaro aristócrata;  5
y son cantos de sapo las estrofas que narro...
   Soy nadador y canto, soy poeta y acróbata,
y amante de las charcas estoy hecho de barro.
—150→

   Talentoso maestro, compañerito mío,
que fuiste un irrisorio juguete de mi infancia,  10
yo maté tus hijitos, que hacían clío... clío...
y hoy medito tu enorme y heroica tolerancia.

   Yo entonces no sabía tu importancia en la vida,
ni supo enternecerme tu novia enamorada...
   Fue todo por mi honda, mi honda sapicida,  15
que se hizo enemiga de tu garganta inflada.

   Tú, como yo eres manso, y tienes mi alegría;
mis músculos te salen en tus brazos de atleta...
   te pareces a un niño, tu mirada es la mía,
y hasta mides tus cantos como un viejo poeta.  20

   Yo, como tú, soy ágil, soy brincador y guapo;
tus dos protuberancias me han salido en la frente...
   me parezco a tu cara, mi garganta es de sapo,
y hasta tu ruido imito maravillosamente.

   Tú invítame a ser fuerte camarada del bueno,  25
y yo a ti de los rayos del sol y del riacho;
y tú a mí de lo húmedo, de la cueva y del cieno,
y yo a ti de los cantos de la hembra y del macho.

   Tú invítame a hermanarme con el bagre y la anguila,
y yo a ti con el hombre, con el ciervo y el toro,  30
y los dos nos iremos por la senda tranquila
donde hallemos hermanos que nos canten en coro.

   Deja a un lado el instinto de tu lengua insectívora,
deja a un lado la ira que en lomo se enarca,
deja a un lado tu baba, que da muerte a la víbora,  35
y vayámonos juntos a cantar a la charca.

   Cantemos nuestra infancia. No ha de faltar la dosis
—151→
de lluvia que nos temple la garganta aquí abajo;
ya que los dos tuvimos una metamorfosis,
yo cantaré al bandido, y tú, al renacuajo.  40

   Suene pues tu garganta, la bolsita construida
con las hebras de plata de la lluvia sonora,
donde guarda la tarde la canción de su huida,
donde tiene mi espíritu su canción preferida,
y sus regios tambores arremete la aurora.  45

(La garganta del sapo)




ArribaAbajoLa madre de los pájaros



   En una de las torres de Nuremberg, la antigua
ciudad de los milagros,
hace más de cien años que trabaja
la Madre de los Pájaros.

   Su cuerpo no es más grande que una mano de niño,  5
y lo viste con plumas de paloma.
Tiene un nido debajo la campana
que a la vieja ciudad canta las horas.

   Aprendamos la historia de esta rara
viejecita sonriente y juguetona,  10
que hizo todos los pájaros del mundo
con palabras hermosas.

   Y sabremos entonces que en su nido
van cayendo al sonar de la campana,
convertidas en pájaros cantores,  15
las hermosas palabras.

   Las hermosas palabras que en el viento
—152→
van a la torre mágica,
tan sólo cuando han sido
por la boca de un niño pronunciadas.  20

   Milagro, maravilla,
verdad, ensueño y alborada;
Dios, humildad, perdón,
trabajo, cielo, corazón y amada.

   La buena viejecita se alegra cuando el viento  25
le lleva esas palabras.
Y para convertirlas en pájaros cantores
las repite tres veces en su idioma de maga.

   Tres veces dice Madre,
y nace un ave blanca.  30
Tres veces dice Niño,
y un ave de colores, elevándose canta.

   Tres veces dijo Vida
para hacer las canciones que se escuchan al alba.
Amor, Amor, Amor,  35
y el pájaro más lindo salió de la campana...

   Y así todos los pájaros cantores
los ha hecho la maga;
pues la voz de un niño va en el viento,
se la devuelve al viento, con dos alas.  40

   Dila en secreto y con amor,
cuando la encuentres, tu palabra;
y verás que algún día un pajarito
cantará en tu ventana.

(Las Torres de Nuremberg)



  —153→  

ArribaAbajoTierra nueva




   Quise cantar, América, tu gaucho,
tu pampa y tu guitarra,
pero me vine atrás con el intento
porque ya de ese elogio estás cansada.

   Me enternece pensar más en la forma  5
de corazón que tienes en el agua;
o sintiendo los golpes de latido
que produce tu nombre en mi garganta.

   Cuando era niño yo pensaba, tierra,
que eras roja también, como en el mapa;  10
y lo miraba absorto, como un monje
frente a un sangrante corazón de estampa..

   Y hoy te miran así
los que detrás del horizonte de agua,
sueñan sólo el rincón de una bodega  15
para venirse a ti con su esperanza.

   ¡Tenebroso rincón
donde cuelga el dolor su telaraña!
¡El añoso dolor del emigrante
que dijo adiós al sol de su montaña!  20

   Subir al barco, darse vuelta y ver,
con los ojos vendados de nostalgia,
que una parte del alma, todavía,
no ha comprendido que el patrón se marcha...

   y anda aún recorriendo los caminos,  25
sobre el arado, todavía, canta;
pero luego se vuelve pequeñita
—154→
y brillante, rodando por la cara...

   Luego el mar y la noche. El infinito.
Y el barco es un fantasma  30
que recoge su miedo en las cadenas
y en las uñas desnudas de las anclas.

   (Muchos hombres se duermen, en la proa,
para llegar más pronto y no ver nada...
Y en el hilo de humo que se vuelve,  35
desertaron, quizá, sus pobres almas).


II

   ¡Dales tu amor, América! Y un campo,
y una rústica mesa
donde arrime sus codos la alegría.
Dales un campo y una casa ingenua.  40

   Y un descanso propicio a la actitud
de meditar doblando la cabeza
para verse los ojos, largamente,
en la sopa hogareña.

   Porque todos los simples, en los ojos,  45
se han traído el paisaje de su aldea.


III

   Por anular el desamor del tiempo,
siempre insomne y desnuda, la nostalgia,
con sus caricias de hermanita dócil,
ha tendido su cuerpo en la distancia.  50

   Y en las manos del manso está la duda...
¡tierra acorazonada!

(Pan de Migración)



  —155→  

ArribaAbajoGenaro




   ¡Diez años que eres nuestro! Que con desenvoltura
recatas el cuchillo predispuesto a la hazaña,
y la húmeda piedra de asentar la guadaña
dentro el cuerno que un gaucho te colgó en la cintura.

   ¡Y siempre tu sonrisa! Siempre con el talante  5
consagrado por todos los que te han conocido
con el inconfundible chaleco desprendido
y el chambergo y la gracia de la cachimba humeante.

   En diez años supiste prodigarnos asombro
frente al mundo que alegra tu emoción italiana,  10
ya en tu mano desnuda, que nos habla en el hombro,
ya en tu carro, que lleva cantos a la mañana.

   ¡No existe un alborozo
más amplio que el de verte cantar a campo diurno!
Pero es agria la noche si libertas un trozo  15
de ópera, con triste voz de bajo profundo.

   ¡El dolor de tu canto! El dolor escondido
que en la noche germina
con el largo recuerdo de tu esposa Rosina,
madre de una criatura que no te ha conocido.  20

   Ningún dolor supera
al de la que en Italia, sin llamarte, te espera.

   Al de la que te escribe sin llorar el desvelo
que la torna más santa,
porque al dolor le hace lo mismo que al pañuelo:  25
lo dobla en la cabeza y lo anuda en la garganta.
—156→

   La pobre te entristece, y a un tiempo regocija,
diciéndote lo linda que se ha puesto tu hija...

   ¡Tu hijita Genoveva! Fresca de juventud,
sin recordarte anda con su risa y el eco  30
del trajinante zueco,
y el delantal redondo sobre la falda azul.

   ¡Y pensar que en ti vemos solamente al amigo
bonachón y risueño de los campos de trigo!

   Oh día del regreso, oh día de ternura,  35
que apretarás tu hambre de vivir, como un beso.
Italiano Genaro de la alegre figura.


II

   En el grávido anhelo de volver, tu faena
ha de ser, cada día, más fecunda y más buena.

   Pondrás un contracanto de nostalgia divina  40
en el coro borracho de la añosa cantina.

   Dormirás, engañado, con la boca pegada
en la hija que el sueño te cambió por la almohada.

   Tendrás nuevas nostalgias en cada carta nueva;
y en la caja que esconde  45
el medallón en donde
de un lado está Rosina, del otro Genoveva.

   Y en tanto no veamos en ti más que al amigo
de los campos de trigo,
una lágrima tibia correrá, sin consuelo,  50
entre los mil colores de tu amplio pañuelo...

(Pan de Migración)





  —157→  

ArribaAbajoAristóbulo Echegaray

(1904)

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ArribaAbajoRomancillo a papá



Papá: yo envidio tu vida,
tu vida de hombre sencillo,
que jamás pensó en la gloria
como el loco de su hijo.
Soñaste una esposa dulce  5
—158→
y un hogar bueno y tranquilo;
esto aparte, claro está,
de algún peso en el bolsillo.
Y eres feliz, tienes patria,
tienes dios, mujer e hijos...  10
   Papá: yo envidio tu vida,
tu vida de hombre sencillo.

   Yo ni en patria ni en Dios creo;
qué quieres: soy descreído...
   El dinero me da náuseas  15
y me repugnan los ricos.

Mas, millonario de ensueños,
cuántas veces -ay- me digo:
Papá, yo envidio tu vida,
tu vida de hombre sencillo.  20

(Poeta Empleadillo)




ArribaAbajoAventura



   Un poncho de vicuña pequeño y livianito
-hoy lo envolví en mi cuello-
detrás de unos galpones nos servía de cama
y servía de abrigo a mis deseos
cuando como un ladrón me acercaba a los ranchos  5
y, bien pegado al suelo,
mis ojos perforaban las tinieblas
alarmadas de perros.

   Y venías,
la pollera blanca,  10
yo musitaba «Negra...»
tú componías la garganta...
—159→
Hasta que al fin un día me diluí en ausencia,
te casaste con otro;
¡pero aquella aventura de mis 17 años  15
es entre mis recuerdos una roseta de oro!




ArribaAbajoDe «servicio militar»



   Domingo de guardia.
Ella vendrá esta tarde,
con un lírico encanto de calandria
y una sonrisa grave.
Mi mano sucia de machete  5
no estrechará su mano breve.
Mi boca cuartelera jugosa de puteadas
no besará esta tarde su pico de calandria.




ArribaAbajoAl sol de la bandera de mi regimiento



   Paliducho y ajado,
hace ya medio siglo que está en esa bandera.
Ni ánimos tiene para abrir la boca
y bostezar su abulia.
Los meses pasan dentro de un armario,  5
sorbiendo aires de pura naftalina
y sin hablar con nadie....
¡Si el trapo bicolor que lo aprisiona
no dice nunca nada!
Y cuando sale, a veces,  10
-son de fanfarras, gritos que lo aturden
y siempre al frente de hombres disfrazados-
se aburre más aun.
Ya no tiene esperanzas; mas tiene una esperanza:
que unos hombres valientes se levanten un día  15
y le den una muerte digna de un sol:
Las llamas.



  —160→  

ArribaAbajoPrimavera en la oficina



   Anda la primavera por las calles
poniendo suaves pinceladas verdes
en los gajos desnudos de los árboles,
reverdeciendo el césped de las plazas...
Anda, la primavera por las calles...  5

Penetro en la oficina.

Esta mañana
soberbiamente clara de Septiembre
se acuerda poco de los empleadillos
giro la llave de la luz eléctrica;
aquí no hay luz, no hay sol, no hay una hoja  10
¡y anda la primavera por las calles!

   Pero de pronto -sombrerito verde
y trajecito verde y verdes ojos-
llega la dactilógrafa.

En sus manos
trae un ramo magnífico de rosas,  15
y ¡oh milagro!, ¡milagro! esta mañana
¡la primavera ha entrado a la oficina!

(de «Poeta Empleadillo»)






ArribaAbajoAusencia


   Se desangra mi amor
por la herida tajante de una estrofa.

   Hoy que las tapias altas de la ausencia
nos separaron implacablemente
—161→
nada me dice el campo  5
con sus inmensidades de esperanza,
nada me dice el sol, la estrella, el libro.
La Nostalgia ha engrillado mi alegría y mis pies.

   ¡Si parece mentira! Tú, con tus ojos tristes
y tu cuerpo menudo tan femenino y frágil  10
eras como un elixir para mis energías.

   Cuando estaba a tu lado hasta el cansancio
me parecía un ansia de caminar más lejos.

(«Dado»)





  —163→  

ArribaAbajoRaúl González Tuñón

(1905)

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ArribaAbajoMúsica de los puertos



Música de los puertos siempre igual
y distinta.
Banderas con iguales colores
para todos los ojos
iguales y distintos.  5
Proa de la esperanza. Jugo de nostalgia,
Enamorada de todos los caminos.
Mujer. Entregadiza y sabia.
—164→
Te estiras a lo largo de los muelles
o entras en los recovecos de las almas.  10
Inclinas tu cansancio en las tabernas
o te cuelgas de las ventanas
huérfanas de pedazos de cielo
en la desesperanza.
   Música de los puertos siempre igual  15
distinta. Políglota. Tus velas
se izaron a los vientos más extraños.
Patio sonoro, evocador y bueno
para los hombres que no saben patios.
No tienes ni cabellos ni manos.  20
Eres sonido nada más.
Entras despacio, convincente.
Avivas el fuego de una pipa
y desarrugas una frente.
Música de los Puertos.  25
Muchas y una
pirata que te robas los espíritus
y los llevas de un muelle hacia otro muelle.
Faro invisible y guiador de oídos.
Rompes un ademán o apagas un cuchillo,  30
o transformas una blasfemia en padrenuestro.
   Ya vengas tormentosa y lúgubre
o ya pierdas tu tono siniestro.

(El Violín del Diablo)




ArribaAbajoSinfonía en rojo y negro



   En el White Corner murmuraron
y las miradas se volvieron,
cuando los músicos entraron
      y sonrieron.
—165→

   El uno es ruso y mutilado;  5
el otro, un negro de Jamaica;
toca éste un flautín abollado
y aquel toca la balalaika.

   Labios gruesos -cabellos rojos-
la balalaika dio sus notas  10
y el ruso aquel cerró los ojos
en las nostálgicas gavotas.

   Y desacompasado y lento
sonó el flautín del negro aquel;
las desgreñadas motas al viento  15
y sobre las piernas, la gorra de piel.

   Veo que escuchan silenciosos
los parroquianos del café.
Parecen estos haraposos
dos personajes de Andreleff.  20

   ¿Qué piensa el negro? ¿En su lejano
salvaje y cálido país?
¿Y el otro? ¿En su siberiano
suelo frígido, blanco y gris?

   ¡Toca el flautín, negro ambulante!  25
¡Sueña en tu suelo de Jamaica!
¡Sueña en tu nieve, ruso errante,
y suena, suena la balalaika!

   Es el camino triste y largo.
¡La balalaika y el flautín  30
harán mucho menos amargo
vuestro dolor y vuestro esplín!
Cesad en esas sinfonías
que los marinos y las rameras
—166→
están pensando en lejanos días  35
de las ya muertas primaveras!

   Pasad hermanos musicantes,
ese platillo entre las mesas
y que luego en vuestros semblantes
¡finja su risa, la tristeza!  40

   Calló el flautín y la balalaika
y el ruso aquel abrió sus ojos,
y se fue el negro de Jamaica
con el hombre de cabellos rojos.




ArribaAbajoEl domingo sin Molly



   El domingo sin Molly es un domingo largo
como una serpentina tirada con desgano.
Este guardián de plaza que masca lejanías
como puchos y deja escapar de la mano
al ángel de la tarde niña de toboganes.  5

   Si zambullo en un cocktail naufrago en el hastío
acordeón del suburbio roció caña en mi pena
saxofón del asfalto fue funebrero aullido
de todos los balcones colgaron manos muertas
crespones del amor ausente en el domingo.  10

   Invalidez de ocaso como ronco organito
¡mi querida ciudad! Y este domingo enfermo
tarima sin orquesta caminos marchitados
en que uno parece marchar siempre a un entierro.

¡Este domingo irremediablemente largo!  15



  —167→  

ArribaAbajoLa torre de San Carlos



   Con los ojos aindiados de mirar horizontes
voy el camino antiguo.

   Sobre los tejados de la tarde mojados del último sol
sobre la enredadera del silencio que es fresca
hacia el crepúsculo  5
y los caminos puentes tendidos sobre el tiempo

   la torre de la iglesia.

   Aire roto de pájaros
baldíos de la tarde que acurrucan sonidos.

Sobre la torre
mi corazón
pepita de ocaso.
 10

(Inéditos)





  —169→  

ArribaAbajoNorah Lange

(1906)


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ArribaAbajoAnochecer



Los brazos del sauce llorón
son serpentinas malgastadas
el viento simula arpegios
jirones de música entrecortada.
El véspero anuncia la noche  5

mientras en otro horizonte
el sol delira...

   Cada árbol era un país de emociones.
Tú y yo, multiplicándonos de amor, sumergiéndonos
en nuestros ojos, amplios de azul.
Tú y yo, como música que amortigua las distancias.  10

   Como un niño llegué hasta tu corazón.
Tú, generoso, lo partiste para darme un pedazo de esa dicha.




ArribaAbajoJornada



   Aurora.
Lámpara, enredada
en un camino de horizontes.
Después al mediodía
en el aljibe se suicida el sol.  5
La tarde hecha jirones
—171→
mendiga estrellas.
Las lejanías reciben al sol
sobre sus brazos incendiados.
La noche se persigna ante un poniente.  10
Amanece la angustia de una espera
y aún no es la hora.

(La calle de la tarde)




ArribaAbajoCalle



   He vuelto a la calle ahondada de esperas
rezando ausencias que ya no serán más,
calle poblada de voces humildes,
¡cuán cerca la hora en que él me querrá!

   Sobre la tierra sumisa de ocasos  5
pasaste a mi lado como un madrigal;
toda la dicha se estuvo en mis ojos
y fue leve cansancio la emoción de tu voz.

   Calle: mi verso pronto irá hacia ti,
honrado de emociones, como un abrazo  10
que anticipa olvido y soledades.

   El corazón se ha entumecido
con una pena que florece.

   La angustia cae como llovizna
sobre unos ojos abiertos.  15

   He ido por la tierra
sin hallar tu muerte.

   Acaso esté clavada allí
—172→
en la agonía diaria de un poniente
o quizá no eres muerte,  20
sino recuerdo lento y agudo
que se enreda en la carne dolorida.

   Mientras tanto, junto a tu olvido
mi voz se resume en frágil lejanía...




ArribaAbajoMi pena



   La noche agitanada y mala
se agolpó en mi ventana.

   Mis ojos comenzaron la vigilia de tu ausencia
en dichosa contemplación de estrellas.

   Luego, cuando la media noche  5
fue una brazada de tinieblas sueltas,
te llamó el querer acobardado.

   Las letras de tu nombre
incendiaron con su siglo de tristeza
el corazón de mi recuerdo.  10

   Quedó sola frente a la multitud de un cielo
que nunca supo la letanía de un beso.

La madrugada, la que te tuvo en un amanecer de dicha
ahuyentó la gritería de estrellas.

   He cerrado los ojos, para no coronarte más  15
con la visión de mis manos
acunando una espera.

   Y te rezan -una a una,
—173→
mis lágrimas cansadas
que han de dolerle a mi pena.  20

   Y la soledad es miedo que aprieta mis labios,
mientras rueda la luna sobre la calle pueblera...




ArribaAbajoCinco dichas



   Cansancio de cielo llovido
sobre el paisaje claro
y cariño de barrio viejo
en cada balcón sin luz.

   Pesadumbre de una dicha  5
demasiado alta para ser mía
y tu recuerdo escrito en cada verso.

   Lejos, el alba, como una monjita
guarda en el cielo su rosario
de estrellitas frescas.  10

   Adentro, mi corazón comparte tu imagen
con el corazón alegre
que un día supo humillar distancias.

   Luego que la dicha fue anochecida,
vino tu perdón, Señor,  15
y toda la tierra se regocijó de estrellas.

(Las noches y los días)




ArribaAbajo- I -




   Vacía la casa donde tantas veces
las palabras incendiaron los rincones.
—174→

   La noche se anticipa
en el plano mudo
que nadie toca.  5

   Voy a solas desde un recuerdo a otro
abriendo las ventanas
para que tu nombre pueble
la mísera quietud de esta tarde a solas.

   Ya nadie inmoviliza las horas largas y cerradas  10
tanto pudor de niña.

   Y tu recuerdo es otra casa

   Y mis latidos forman una hilera de pisadas
       grande y quieta
por donde yo tropiezo sola.  15
que van desde su puerta hacia el olvido.


- II -

   Ventana abierta sobre la tarde
con generosidad de mano
que no sabe su limosna.
   Ventana, que has ocultado en vano  20
tanto pudor de niño.

   Ventana que se da como un cariño
a las veredas desnudas de niños.
Luego, ventana abierta al alba

   con rocío de júbilo riendo en sus cristales.  25

   ¡Cuántas veces en el sosiego
       de su abrazo amplio
—175→
dijo mi pena
su verso cansado!


- III -

   Voy a ti, como baja el sosiego  30
a la mar quejosa.

   Voy a ti, segura y tierna como enredadera
que conoce el camino que va al cielo.

   Voy a ti, como va la frescura
a la rosa recién abierta.  35
Como iría el querer a la dicha de verte.

   Con el corazón presintiendo
una fiesta en tus labios
voy a ti, sufrida de dicha.

   Hoy, estás tú en mí,  40
       sencillo
como está la luna en la noche callada.

(Los días y las noches)







  —179→  

ArribaAbajo- II -


ArribaAbajoAndrés L. Caro

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ArribaAbajoLos traperos



Mi alma es como el alma de los negros traperos
la aurora nos da rimas a unos y a otros harapos
buscamos lo imprevisto por todos los senderos
con la mirada fija como la de los sapos.

   Buscar... buscar... buscar... y hallar la muerte un día  5
entre un montón de escombros y de latones viejos
y la Muerte trapera descomplaciente y fría
cargarnos en su bolsa como a rotos pellejos.




ArribaAbajoLluvia



   Llueve. La lluvia es siempre una canción de tedio.
La vida pasa lenta: la muerte va de prisa
y el mundo que se moja y hastía sin remedio
es como un Pierrot sucio de niebla y de ceniza.

(1921)



  —180→  

ArribaAbajoMadrugada



   El silencioso fiacre del suicidio ha pasado
con sus farolas verdes de misterio y de crimen.
Fumaderos de opio mis ojos se han cerrado
hacia el dolor errante que mis sienes exprimen.

   Las esquinas se ahorcan en sus negros cadalsos  5
de cables epilépticos y oxhídricos sopletes
que los hombres del sueño cual monederos falsos,
amortajan de estrellas y lívidos cohetes.

   Los mercados exhalan vahos de alcohol y tabaco
desafinada música la alegría del pobre.  10
Las mujeres que pasan son muñecas de trapo
y en la aurora la vida suena a perol de cobre.

(1922)




ArribaAbajoLas barracas

(Lanús)




   Cadáveres podridos de insomnios vulgares
las usinas de gas y los lupanares.

   Esqueletos trágicos alzan las chimeneas
sobre una matemática de absurdas poleas.

   Los párpados del sueño guiñan en las luces  5
barreras del cansancio caen sobre los cruces.

   Entre la chirriante música de latones vacíos
pasa un silencio hueco de terrenos baldíos.

   Se tiznan los obreros de quebranto y duda
el cristal de los bares parece que suda.  10
—181→

   Los tranvías nocturnos cruzan las barracas
con sus sordas sirenas por las calles flacas.

   El silencio que pasa de puntillas
me ha dado un golpe amable en las mejillas.

   Amanece un crepúsculo de ajenjo licuado  15
la boca del insomnio ha bostezado.

(1923)




ArribaAbajoAlaska



   El nácar del Alaska reluce al sol boreal.
Hay una fiesta de árboles blancos de Navidad

   Amor... cabañas... pieles... se congela en la lámpara
el aceite de foca verduzco de la calma.

   La inquietud se ha dormido sobre un viejo trineo  5
y hay un sabor de historia cuando pasa el silencio.

   Mi amor entre las nieves incrustadas de renos
es un terreno aurífero como en un film de ensueño

   sin William Hart ni astutos buscadores de oro,
sólo los esquimales del olvido en el foro.  10

   por subterráneas chozas que humean el hastío
erizado de mástiles llenos de estalactitas.

   La soledad es triste como un largo ladrido
si el arpón de las penas ancla los viejos días.

(1924)





  —183→  

ArribaAbajoSantiago Ganduglia

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ArribaAbajoLejanía



Pullman X. 50. La luz férvida y pura
abríase en el marco fugaz de la ventana.
Sobre las aguas vívidas ahogábase la altura.
Ardió la selva densa en la mañana.

   Todo se fue y mis días han sido de aventura.  5
Paso por el recuerdo de una mujer lejana.
Conocí la tristeza de la literatura
y amo los horizontes y la música vana.

   Los ojos en recreo del país somnoliento
con árboles ansiosos y el camino estirado  10
disipándose en una lejanía de viento.

   ¡Tierra olorosa y cálida! ¡Polvareda de flores!
Entonces era bueno silbar y mi exaltado
mundo resplandecía con los siete colores.



  —184→  

ArribaAbajoEl tren fantástico



   Solo marchaba el tren. Dios lo sabía.
Solo por los caminos acerados
y con la muerte asida a los costados.
La piel de hierro azul negra tenía.

   De norte a sud, de sud a norte iba.  5
Con sus ojos de luz desorbitados
le vio la noche por distintos lados
y en la cuesta y el bajo le halló el día.

   Y el tren siguió hacia su destino incierto.
El cielo estaba puro, el aire abierto  10
en flancos temerosos. La luz yerta

   hirió su plancha, iluminó el silbido.
Pero el tren siguió trágico, obsedido,
quién sabe a dónde por la tierra muerta.




ArribaAbajoEl tren



   Vibró a sus contorsiones de serpiente
la horizontal perdida del poniente.

   El sol oblicuo hizose a un costado.
Estaba el cielo rojo sobre el campo dorado.

   Bochornoso humo negro embetunó las cosas.  5
Aspiré el humo negro como esencia de rosas.

   Después, ante los ojos en estupor profundo,
pasó la exhalación del otro mundo.

   Era el tren.



  —185→  

ArribaAbajoLa canción del maquinista



   Yo he batido en tu vientre a las poleas.
Cual si en ti la matriz se hubiera hartado
con todos los deleites del pecado
entre mis férreos brazos forcejeas.

   ¡Qué locura la tuya! Darte al campo  5
pródigo en morbidez de sol y siembra.
Máquina: me pareces una hembra
con sensación eléctrica de lampo.

   A tu testa acerada y a tus ojos,
las dos farolas de cristales rojos,  10
lanzo sobre el andén hospitario.

   Y aunque presa del vértigo y el ruido
se abre tu sexo enorme y dolorido
para el alumbramiento extraordinario.

(1922)




ArribaAbajoFogonero



   Fogonero: la luz sangrienta es tuya, fogonero.
La luz, la sangre del carbón llameante,
que estremecido pinta una mancha vibrante
sobre el fondo sereno de tus ojos. El cero

   lúcido de la lámpara brilla contra el acero  5
de la cámara obscura; y en la luz circundante
se refracta un cristal, puro como un diamante.
Y se dora la sombra gris de tu compañero.
—186→

   ¡Kilómetro catorce! En la noche callada
la señal verde y blanca enciende la mirada:  10
el tren cruza el paisaje con marcha de metal.

   Y el paisaje se amansa bajo su marcha lenta.
Fogonero, en tus ojos tiembla la luz sangrienta
y tus labios retuercen una canción vital.




ArribaAbajoImpresión



   Con sus ruedas cargadas de infinito
el tren desnuda el campo a la mirada.

   Haciendas grises, casas pobres, árboles
pero más la distancia
como una fuerte y simple melodía terrosa.  5

   Los caminos empolvan la canción de la marcha.

   Haciendas grises, casas pobres, árboles
y siempre la distancia.

Del libro inédito Pullman. Canciones del tren, los hombres y la distancia.





  —187→  

ArribaAbajoJuan Guijarro

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ArribaAbajoCabaré



Al entrar, dos muñecos
de levita en la puerta
me mienten que soy algo
con grandes reverencias.

   Como espuma de sol  5
las bombitas eléctricas
con luminoso talco
las faces polvorean.

   Todo es rojo: La alfombra,
las cortinas de seda;  10
todo tiene un rojizo
pincelazo a vergüenza.

   Disuelve un jazz-band acre
sus locuras de orquesta,
—188→
y un charlestón disloca  15
sus musicales vértebras.

   Los cigarros esfuman
extrañas acuarelas
y el humo nimba en canas
a todas las cabezas.  20

   Los mozos con un gesto
grave, que desconcierta,
como cumpliendo un rito
mixturas acarrean.

   Un tango se retuerce  25
por entre las parejas
que estiran y recogen
su elástica pereza.

   El vicio y las pasiones
un pacto secretean,  30
en tanto que las copas
y los labios se besan.

   Mademoiselle cocaína,
mimada, se pasea
y, en un rincón oculta,  35
la sífilis acecha.

   Lúgubres instantáneas
los espejos proyectan,
de rostros en los cuales
la muerte hace una mueca.  40

    Una mujer muy frágil,
teñida de tristeza,
cruje, allá, entre unos brazos
—189→
como papel de seda.

   Otra mujer pintada  45
de alegría, se acerca,
su desgracia me ofrece.
Le digo: ¡no! Se aleja.

   Y otras y otras y otras
y todas se asemejan,  50
porque más que mujeres
son muñecas anémicas.

   Unas van, otras vienen,
vienen, pasan y dejan
siempre un mismo perfume:  55
su misma impertinencia.

   «Lisset», «Lulú» se llaman,
aunque se llamen Petra;
sus nombres no son nombres
son postizos de venta.  60

   Unas mujeres lindas,
otras mujeres feas;
pero todas, ¡ay!, tienen
una madre en las venas.

   En algún reservado  65
ríen bocas que besan
y, exaltado, el champaña
decapita botellas.

   Exhiben su alegría
monótona las hembras  70
y aunque sus bocas ríen
sollozan sus ojeras.
—190→

   Los menos se divierten,
porque los más bostezan;
casi todos se marchan  75
y unos pocos se quedan.

   La música prosigue
sin que el arte la vea:
se rompen los platillos,
el saxofón protesta.  80

   El piano enloquecido
distribuye incongruencias:
es que le duelen todos
los dientes y las muelas.

    Con su voz de soprano,  85
el serrucho en la orquesta
a un fox-trot le suaviza
su extraña neurastenia.

   Insigne políglota
la batería truena,  90
-¡qué lástima me inspiras
hombre que la manejas!-

   La flauta, la comadre
del cabaré, conversa;
y el violín, aburrido  95
de insulseces, se queja.

   Las tres de la mañana...
El cansancio se enreda
con su lazo invisible
por entre las parejas.  100

   He bebido unas copas
—191→
y he bailado unas piezas,
¡oh, el tóxico hecho pétalos
de mujeres enfermas!

    Y en el mar de esas copas  105
se asfixió mi conciencia,
y le corté las uñas
filosas de protestas.

   Las tres. El gran narcótico
de los ojos se adueña  110
del ambiente y exhala
vapores de pereza.

   Corazón, corazón:
¡arráncate a la fiesta,
salgamos a la calle,  115
todavía hay estrellas!

   Al salir, la propina
nos asalta en la puerta
transformada en dos hombres
con dorso de manteca.  120

   Y salimos: arriba,
silenciosa y desierta,
la mañana se abre
cual una fruta fresca.




ArribaAbajoAntagonismo



   Por una calle céntrica cruzabas...
En dirección opuesta de la tuya,
con un pintarrajeo tragicómico
pasó una prostituta.
—192→
Clavó sus ojos agrios  5
en tu faz: escenario de ternura.
¡Cuánto odio en su mirada
sobre tu rostro de inocencia y luna!
La miraste hondamente,
dándole entera tu bondad desnuda,  10
como diciéndole: ¿No ves, hermana,
que no es mía la culpa?




ArribaAbajoTrabajo anónimo



   Yo construyo mi verso,
que es un fruto, a lo árbol,
y en él canta mi alma
su belleza, a lo pájaro;
mas, nunca a un verso mío  5
lo doy por terminado,
siempre algo le sobra,
siempre le falta algo:
ya una ágil metáfora,
ya algún ripio que extraigo,  10
ya alguna emoción nueva
que viene a colorearlo,
ya alguna idea rancia
que lo estaba manchando...

   Yo construyo mi verso,  15
que es un nido, a lo pájaro,
y él palpita en mi alma
que lo acoge, a lo árbol;
mas, nunca satisfecho
con mi propio trabajo,  20
torno a romper la obra,
la vuelvo a hacer, deshago
lo que hace unos segundos
—193→
me pareció un milagro;
y así paso los días,  25
en un trino, a lo pájaro.
Mas, mientras otros viven
para su oro, ¡avaros!,
yo me doy escribiendo,
corrigiendo, cantando,  30
y así se van las horas,
los meses y los años
y así se irá la vida:
¡ese bello relámpago!

   Pero, el día que muera,  35
mi inconcluso trabajo
que será trino y fruto
de pájaro y de árbol,
acogerán los pocos
que me saben hermano,  40
y yo habré satisfecho
la sed de mi entusiasmo
si en el recogimiento
de un hogar perfumado,
una madre, ya vieja,  45
rodeada de muchachos,
entona dulcemente,
dulcemente cantando,
los versos del que un día
se llamó Juan Guijarro,  50
o si algún verso mío
vive de mano en mano
y si alguien al leerlo,
bajamente, cantando
piensa mejor y siente  55
mejor, estimulado
por los tonos sencillos
y humildes que brotaron
—194→
del pecho del que un día
trabajara a lo árbol  60
y sintiera a lo hombre
y cantara a lo pájaro.





  —195→  

ArribaAbajoAntonio Gullo

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ArribaAbajoMuchacha



En las fiestas abigarradas del suburbio
apareces sencilla como un pañuelo blanco.

   Eres tristeza de tango
en la monotonía de tus domingos.
Sabes que la alegría está en otro país,  5
y sin embargo esperas
—196→
que alguien te invente un puente
para alcanzar la luna feliz de tus deseos.

   Las vidrieras del centro
te distraen el andar indeciso,  10
y el ensueño se cansa de esperarte
en un rincón humilde de tu casa.

   Ayer vi que las puertas de un barrio lejano
se entreabrían sin nadie
y todos los umbrales  15
sentían la nostalgia de tu espera.
Te ibas por las calles remotas de tu imaginación
y para llenarte de frescura
hubieras descansado en cada árbol
como los pájaros que vienen en las nubes.  20

   Por tu vestido humilde
adivino que sueñas mucho.
Los amaneceres se alejan de ti
y los crepúsculos te llenan el alma.
Las manos intranquilas de la sombra  25
te acarician el corazón.
Y tus ojos se apagan
como las tardes que contemplan.

   El amor es un vuelo interrumpido
en medio de tus años.  30
Lo más cercano a ti es el sufrimiento.
Perdiste los colores de la vida
en la fugacidad de las noches olvidadas.
Pero te queda el alma
temblorosa en el agua de unas lágrimas.  35



  —197→  

ArribaAbajoMediodía de verano



   La mañana
por tus imposiciones de sol
desenredó su último grito
y huyó adonde las albas esperaban.
Ninguno abre por ti su jaula de entusiasmos  5
porque tienes el poder sin gracia de los gigantes.
En tu presencia
las casas se arrodillan como esclavas
y dejan que les agobies las espaldas
con la lenta caricia de tus manos grandes.  10

   No parece que pasas.
Y es que quisieras
abandonarte
sobre todas las cosas.

   Eres el dueño blanco
que tiraniza la ciudad en las esquinas.
Las calles  15
abren los brazos
y te entregan todas sus sombras
con un desfallecer de mujeres desnudas.




ArribaAbajoLos edificios altos



   Edificios serenos de altura
que husmean el retorno de las nubes.
Altura refrescada por los vientos lejanos,
espacio
donde el cansancio de los ojos  5
encuentra el alivio inesperado del cielo.
—198→

   Las azoteas nutren un ambiente de tiempo
e intiman con el tránsito de los pájaros.
Las torres lanzan para las hondas calles
los ecos más lejanos del sol.  10
Torres que gozan a las lluvias vírgenes
y esperan el asombro ingenuo de los arco-iris.
Pararrayos que oscurecieron las tormentas
sobre las cúpulas henchidas de contemplación.

   Edificios que dan con su inmóvil presencia  15
un aliento de eternidad.
Y en el aumento de los siglos
escucharán
el regocijo solitario de todas las estrellas.

   Las ciudades alcanzan la dulzura del cielo
con las agujas ávidas de los edificios.  20
Con mis manos alcanzo el corazón de la altura
y la vida
es un olvido de mi alma
que ha quedado en las calles
esperándome.





  —199→  

ArribaAbajoGuillermo Juan

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ArribaAbajoVersos a una ventana



Quiero cantar la ventana
donde un amor tenga luna.
Por eso canto la tuya.
Tal vez no cante ninguna.

   La calle de su ventana  5
es camino de una pena.
—200→
Por esa calle yo paso
y pasa la luna llena.

   La luna de tu ventana
es dulce porque te mira.  10
Ella sabe que me nombras
si en la ventana suspiras.

   La estrella de tu ventana
es clara porque eres buena.
Allí en el cielo es dulzura  15
y en mi corazón la pena.

   El cielo de tu ventana,
verbena de la paloma.
Sus estrellitas tan claras
son tiernas cuando te asomas.  20

   En la ventana lunera
donde es mejor para amarte
que larga y dulce es la espera
de quien no espera olvidarte.




ArribaAbajoCorazón adentro



   Te encontré Amada,
con asombro de rama, que ha dado un pajarito
y con timidez de jardín, ante luna nueva.
Cómo me conviene hoy,
      la familiaridad de ese recuerdo.  5
El corazón está con la pena
como noche
con mucha luna por dentro.
No temas Amada,
daré tanto corazón, a tanta pena  10
—201→
como agua da el mar, a tanta estrella.
       Y cuanto dolor me espera
       Corazón afuera.




ArribaAbajoPuerto



   En el puerto
   la mañana es desplegada como en el campo
y allí el viento
   es generoso en banderas.
Una vela ennoblecida de aire  5
como pecho que retiene un suspiro.
Los marineros con sus ojos azules
soñolientos de singladuras.
En el corazón de esos marinos
se debe escuchar el mar  10
       como al oído los caracoles.
Mañana saldrán
       con el corazón creciente como la luna
       y como el mar también.
La proa de esa fragata  15
       surcará mucha ola
       impetuosa de estrellas.
Yo regresé del puerto
       con el corazón en pleamar
y dejé ese huerto  20
   propenso a la luna.




ArribaAbajoVolviendo del amor



   Aguardé el amor, oh Amada, dulcemente
como aguarda el agua de la fuente
a la imagen de niña que la aclara.
Así abrí el corazón para que entrara
suavemente,  5
—202→
como quien abre a la luna una ventana.

   ¡Oh Amada! hoy sólo eres
una larga pena, bien llorada
-pena que es todo mi corazón por fuera-.

   Ya la luna no abre las ventanas  10
y vuelvo, solo, del amor, sin ella.