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ArribaAbajoCapítulo XXXVI

1. Y añadió Eliú, y dijo:

2. Espérame un poco, y demostraréte que todavía por Dios razones.

3. Levantaré saber mío de lueñe; y mi Hacedor daré justicia.

4. Que verdaderamente no mentirán palabras mías, perfectas sciencias contigo.

5. Ves; Dios grande no despreciará [a] grande, fuerte [del] corazón.

6. No vivificará a impío, y juicio a humillados dará.

7. No aparta sus ojos del justo, y reyes en trono asienta perpetuamente, y serán ensalzados.

8. Y si aprisionados en cadenas, enredados sean con sogas de miseria.

9. Y notificará a ellos sus obras, y delictos de ellos de violencia.

10. Y torceráles orejas para castiguerío, y dirá que se tornen de maldad.

11. Si oyeren y cumplieren, fenecerán sus días en bien y sus años en gloria.

12. Y si no oyeren, pasarán por espada y serán consumidos en necedad.

13. Y hipócritas provocan a ira; no vocearán cuando los aprisionare.

14. Morirán en tempestad; su ánima de ellos y su vida entre los afeminados.

15. Librará de angustia al pobre, y en la tribulación le descubrirá oreja de ellos.

16. También te salvará de boca de angustia, anchura no cimiento so ella, y descanso de tu mesa lleno de grosura.

17. Tu causa juzgada como de malo; causa y juicio recobrarás.

18. No te venza ira a ser opresor, ni te incline muchedumbre de dones.

19. Depón tu grandeza sin enojo, y a todos robustos con fortaleza.

20. No alargues la noche, porque no suban por ellos los pueblos.

21. Guarda, no mires a maldad, que comenzaste a seguirla por la aflicción.

22. Ves; Dios alto en fortaleza suya; ¿quién como él enseñador?

23. ¿Quién podrá escudriñar caminos de él? ¿Y quién le dirá: Obraste maldad?

24. Miémbrate que no sabes obra suya, de quien cantaron varones.

25. Todos los hombres lo vieron; cada uno mira de lejos.

26. Ves; Dios grande sobre sciencia nuestra, número de sus años no tiene pesquisa.

27. Que quitará gotas de lluvia, y derrama lluvia a manera de ríos.

28. Que manan de nubes que lo cubren todo por cima.

29. Si quisiere extender nubes como pabellón suyo.

30. Y relampaguear con lumbre suya de arriba, también cubijarán extremos de mares.

31. Que por éstas juzgará pueblos, y da mantenimiento a muchos mortales.

32. En manos asconde luz, y mándale que torne a venir.

33. Anunciará della a su amigo: que posesión suya es, y que a él se levanta.


ArribaAbajoExposición

1. Y añadió Eliú, y dijo: Como dicho habemos, Eliú estaba persuadido que Job, si bien en lo pasado de la vida había sido inocente, en lo presente era gran pecador, pues juzgaba y decía que era injusto Dios, o que no atendía al bien o al mal obrar de los hombres para repartir en ellos el castigo o el premio. Lo cual, si Job no lo decía ansí, a Eliú le parecía decillo, coligiéndolo falsamente de algunas palabras suyas, y que Job dijera con mucho verdad y muy diferente propósito, como vimos arriba.

Y ansí Eliú, cuanto dice no es propriamente contra lo que Job siente o afirma, sino contra lo que él se imagina que dice. Y en efecto, prueba en el pasado y en este capítulo aquello de que Job no tiene duda ninguna, que Dios es justo, y que tiene providencia y que reparte el castigo y la pena.

Y a lo que acerca de esto ha dicho, añade agora lo que sigue:

2. Espérame un poco, y demostrarte he que todavía por Dios razones. Pídele de nuevo atención porque son nuevas razones las que quiere decirle, y dícele que le espere, esto es, que le atienda que quiere demostrarle más su propósito, porque se le ofrecen otras diferentes razones en defensa de la justicia y providencia divina.

Y ansí dice:

3. Levantaré mi saber de lueñe, y a mi Facedor daré justicia. De lueñe, dice, por decir que quiere tratar este negocio muy de su raíz y principio, y mostrar la justicia de su Hacedor desde sus causas primeras.

Y da autoridad a sus dichos afirmando estar llenos de verdad y de peso, y ansí añade:

4. Que verdaderamente no mentirán palabras mías; perfecta sciencia se te probará a ti. Perfecto, dice, y verdadero será cuanto agora dijere. Mas lo que pusimos perfecta sciencia se te probará a ti, en la primera letra dice de esta manera, perfecciones de sciencia contigo; que o lo refiere a Job o a sí mismo. Si a Job, es ironía y mofa disimulada, como si más claro dijera: aunque vos sois gran sabio y perfecto en toda sciencia a lo que a vos os parece, lo que agora os diré contra vuestra sentencia, no lo alcanzaréis vos y será verdadero y muy cierto. Mas si habla de sí mismo Eliú, loa su saber y quiere decille que es verdad lo que le dice; porque quien habla con Job, que es el mismo Eliú, es la perfección de la sciencia; que son palabras bien conformes a la arrogancia con que dio principio a esta su habla, como arriba dijimos. O no habla de su saber de los dos, sino pone lo que confiesa Job y aquello en que conviene con él, y en ello, como en fundamento, edifica sus argumentos. Porque dice perfecciones de sciencia contigo, o como pone Sant Hierónimo, perfecta sciencia se aprueba a ti, que es decir, tú convienes conmigo en que Dios tiene perfecta sciencia y noticia de todo, yo contigo concuerdo en dar a Dios la perfección del saber. Pues, esto presupuesto, entra en la razón que pretende y pone otra proposición también cierta, para de ella y de la pasada concluir su argumento.

Y dice:

5. Dios no desecha poderosos, como sea Él poderoso. O como está en el hebreo: Ves; Dios grande no despreciará a grande, fuerte de corazón; que es decir que ama a su semejante por la regla universal y necesaria que todas las cosas se inclinan a las que convienen con ellas. Por manera que pone por fundamento dos cosas: una, que Dios tiene perfecta noticia de lo que pasó acá bajo; otra, que ama lo que le es semejante. La primera pone como concedida por Job; la segunda como clara y manifiesta de suyo, y dellas después saca su intento a luz por consecuencia necesaria.

Dios, dice, no desprecia poderosos, como sea Él poderoso. En todo es poderoso Dios y aventajado sobre todas las cosas; mas el poder de que aquí propriamente se habla, no es en fuerzas de cuerpo, sino en capacidad de ingenio y en valor de virtud; y eso declaró el original en lo postrero que dice, fuerte de corazón; como diciendo, cuando digo que Dios grande no desprecia los grandes, hablo de las fuerzas del corazón, hablo del entendimiento y del ánimo. Porque, a la verdad, a esto sólo da nombre de grandeza y de sabiduría la Sagrada Escritura, porque el que sirve a sus vicios, por grande que sea en lo demás, vil es y muy bajo; y ansimismo ignorante y ciego quien no sabe ser hombre, aunque en lo demás tenga sciencia.

Y dice: Ves; Dios grande no desprecia a grande, como diciendo: Ves, esto es, manifiesta cosa es y que se ve con los ojos que, si Dios tiene valor de ánimo, no puede aborrecer a los que le parecen en ello; y si sabe y entiende, no le desplacen los que tienen entendimiento y saber, y que, en una palabra, ama todo aquello que le imita y que se le asemeja.

De que colige lo que luego dice, y añade:

6. No vivificará a impío, y juicio a humillados dará. Porque si Dios conoce lo que hacen los hombres y ama y se inclina a los que le son semejantes, necesariamente se sigue que tiene providencia de ellos y que favorece a los buenos que se le parecen, y aborrece porque no se le parecen los malos; que es lo contrario de lo que sentía Job, a lo que Eliú falsamente entendía.

Y éste es el argumento nuevo y la sabiduría sacada de lueñe y la razón traída de su raíz y principio, que Eliú prometía. Tú afirmabas, dice, que al bueno el serlo no le sirve, ni al malo le daña el ser malo, que es negar cuidado en Dios, y premio y castigo. Pues mira y confiesa tu engaño; ¿por ventura Dios no lo conoce todo, como tú me concedes? ¿No es evidente que todo lo semejante se ama? Pues si Dios conoce y ve y da vida y ama y favorece por la regla natural y común a lo que se le parece, convencido quedas de que Dios, sabio y bueno, ama y favorece a los sabios y buenos, y por la misma razón desama y desecha a los malos injustos.

No vivificará a impío; esto es, no consentirá que levante cabeza, no le salvará del trabajo, no le dará salud ni vida que dure, al fin ha de caer en muerte perpetua. Pero dará juicio a humillados. Humillados llama la Escritura los justos y buenos, porque la virtud los trae humildes con el proprio conocimiento, y porque son tenidos en poco y de ordinario maltratados, y no se oponen a quien los maltrata, antes, recogidos en sí, callan y sufren y esperan. A éstos, dice Eliú, que dará juicio Dios, porque los salvará y hará justicia. Que esta palabra de juzgar y de hacer juicio en la Escritura, hace muchas veces significación de favor y salud.

Y ansí lo declara añadiendo:

7. No aparta sus ojos del justo, y reyes en trono asienta perpetuamente, y serán ensalzados; esto es, porque siempre favorece a los justos hasta colocarlos para siempre como a reyes en trono, donde serán ensalzados. No aparta sus ojos del justo, quiere decir, tiene siempre con él cuenta, y como acá decimos mira siempre por él; que quien estima una cosa, no aparta los ojos de ella, y el que guarda a uno, mírale.

Y ansí por el semblante del que guarda, significa aquí Eliú el cuidado que Dios tiene.

No aparta sus ojos del justo. Gran clemencia de Dios atender tanto a una cosa tan baja, y gran buena suerte del bueno ser continamente de Dios mirado. Lo mismo dice David: Los ojos del Señor sobre los justos, y sus oídos a sus ruegos. Que si el mirar el sol una sierra la fertiliza, y si la virtud de sus rayos cría oro y plata en el centro, los ojos de Dios mirando siempre, ¿qué fructos o qué riquezas no engendrarán en el alma a quien miran?

Por lo que se sigue se entiende, y reyes en trono asienta perpetuamente, y serán ensalzados, porque de grado en grado la sube a reino perpetuo. Ennoblécela primero en sí con dones, semblantes y condiciones de reina; digo, con virtudes y merecimientos que cría en ella generosos y heroicos; pónela sobre su cuerpo y hace que huelle lo que precia la carne; dala el cetro de las pasiones, ensálzala encima de toda adversidad y trabajos; aspira al cielo solo y sus bienes; todo la es vil sino Dios, y, finalmente, hecha reina en la condición y en el hábito, pásala al lugar do es reina, y con los que viven allí, que son todos reyes, asiéntala en su trono, clara, resplandeciente, hermosa.

Dice más:

8. Y si aprisionados en cepos o en cadenas, enredados sean con sogas de miseria, que se ha de leer ansí enteramente. Y si fueren aprisionados en cadenas, y si fueren enredados con sogas de miseria, conviene a saber, estos humillados y estos justos que dice; si esto aconteciere, sucederá lo que dice luego después, porque se ha de entender que responde Eliú aquí a lo que vio se le podía oponer. Decía que Dios mira, favorece, ensalza en real trono a los justos: dijera alguno; al contrario, cada día vemos a muchos buenos caídos y miserables y opresos. Respóndele ansí; si eso aconteciere a los justos, si el cepo les prendiere los pies y si los cordeles de la miseria, que ansí llama a la calamidad y fortuna adversa, los apretaren, que es verdad que acontece, ¿qué?

Dice:

9. Y notificará a ellos sus obras, y delictos de ellos de violencia. Hácelo, dice, con particular amor y advertencia, para que conozcan algunas faltas que tienen y para purgarlos de los que pecaron, pues ninguno, por justo que sea, pasa sin faltas y sin pecados la vida.

Y notificará a ellos sus obras, esto es, verdad es que les envía desastres, mas es para notificarles sus obras, esto es, las obras imperfectas y faltosas que hacen ellos. Que sin duda es uno de los fines para que Dios ordena trabajos al justo, para que abra los ojos en cosas en que los traía cerrados; que ansí como el regalo y el descanso hacen seguridad en el ánimo, ansí la adversidad y desastre engendran recato en él, haciéndole que mire por sí y se examine y que entre en cuenta consigo, en que toca lo que se le ascondía antes y reconoce sus faltas.

Y delictos de ellos de violencia; esto es, y notifícales por medio del trabajo en que los pone, sus delictos de violencia, quiere decir, adonde pasaron la igualdad, y usaron de violencia y de fuerza. O como otra letra dice, y delictos de ellos porque prevalecieron, esto es, cuando sus delictos de los justos prevalecen y crecen. Porque les acontece a los que Dios por suyos tiene, que se descuidan y sueltan a los sentidos la rienda y se dejan correr al mal, como si no los criara Dios para el cielo; y usan de fuerza y quebrantan la justicia y se desordenan en la templanza y modestia. Pues entonces azótalos Dios, dice Eliú, no para deshacerlos, porque son de metal escogido, sino para abrirles los ojos, haciéndoles que reconozcan su camino perdido.

Como lo declara diciendo:

10. Y torceráles oreja para castiguerío; y dirá que se tornen de maldad. Torcer oreja, en la Escritura, es dar aviso y señaladamente haciendo algún sentimiento y dolor; que es manera de hablar de que usan también los latinos, sacada del uso con que solemos advertir a los niños con un repelón, o con tirarles ligeramente la oreja. Y son sin duda como repelones que da Dios a los suyos los trabajos a que en la brevedad de esta vida los sujeta, para despertar su niñez, o por mejor decir, para, despojándolos de ella, dalles juicio entero y perfecto de hombres. Porque no se puede dudar sino que cuan lejos uno está del grado de virtud que es perfecto, tantos son los quilates que tiene menos de hombre; y ansí Dios, que no descansa con los suyos hasta llegarlos al estado de perfecto varón, mientras que ve en ellos resabios de niños, siempre les tuerce la oreja, y agora con unos y agora con otros dolores, los apura de sus miserias y los allega a Sí mismo, Bien sumo y dignísimo de ser buscado de todos.

De donde sucederá lo que luego se sigue, que:

11. Si oyeren, y cumplieren, acabarán sus días en bien, y sus años en gloria, o en deleites, como dice otra letra. Si oyeren, dice, y cumplieren, esto es, si obedecieren a la voz que les llama. Y si la oyeren primero, porque en esta manera de llamamientos en ambas a dos cosas podemos poner estorbo nosotros, en oír y habiendo oído, en seguir y obedecer al que llama. Que de los malos dice David que no quisieron entender por no hacer bien. Y en otra parte, que tupieron sus oídos como áspide por no dar entrada a la voz del encanto. Y oído habían, a los que dice otro Psalmo: Hoy, si habéis oído su voz, no queráis endurecer vuestro corazón.

Y ansí acontece que algunos, aunque Dios les envíe trabajos, no advierten que Dios los envía ni a qué fin los envía, y aquestos tales no oyen. Otros hay que lo advierten, mas aunque lo entienden, no se mueven a ir do los llaman, y éstos desobedecen al llamamiento de Dios. Y por contraria manera, los que abren los oídos a Dios para oírle y tienen el corazón blando y dispuesto para ir tras su voz, los que en los azotes oyen el lenguaje divino, y los que sirven a lo que oyen y voluntariamente lo siguen, éstos, como Eliú aquí dice, fenecen sus vidas en bien; porque las remata el descanso y mueren para vivir, y viven, aun antes que mueran, dichosos, y su fin es comienzo de sus bienaventurados y gloriosos deleites.

Mas, al contrario, dice:

12. Si no oyeren, pasarán por espada, y serán consumidos en necedad, esto es, sucederles ha todo al revés; que no fenecerán en bien, sino en desventura; no prolongarán sus días, sino su remate será la brevedad de esta vida; no morirán para vivir, sino para morir más de veras; no pasarán a la gloria y a los deleites, sino a la ignominia y tormentos. Si no oyeren, pasarán por espada. Si no me oyéredes y a ira me moviéredes, el cuchillo tragará vuestras carnes, dice el profeta Esaías. Porque con nombre de cuchillo y de espada significa la Sagrada Escritura la postrera calamidad y miseria.

Si no oyeren, pasarán por espada, y con justa razón, porque no oír a Dios es gran culpa; lo uno, cuando es Él el que habla, a cuya voz habíamos de tener abierta la puerta siempre (que ¿quién no oye a quien ama?; ¿y quién es más digno de ser amado o que amar ansí nos importa?); lo otro, por la misma cualidad de la voz, que es bañada en amor toda. Ábreme, dice, esposa mía, hermana mía, paloma mía, que traigo llovida mi cabeza, y las guedejas de ella con las gotas de la noche.

Y no sólo blanda, sino ansí clara y sonorosa que, si no es de industria, no se puede pasar; porque si lo consideramos como debemos, nos llama a Sí con cuanto en nosotros hace, y por defuera nos representa. Por la orden que en las criaturas puso nos llama; por la hermosura dellas, y por sus virtudes hechas para nuestro provecho; por el sucederse las noches y días; por las tinieblas y por la luz; por los buenos y malos tiempos; por la salud, por la enfermedad, por las menguas o por los dotes del cuerpo; por el alegría interior, por la abundancia del regalo, por las sequedades y males; por todo nos dice que miremos a Él, que conozcamos su poderosa mano, que sigamos sus leyes y nos dejemos llevar de su gobierno sabio y santísimo.

Pero vamos mas adelante:

13. Y hipócritas provocan a ira, no vocearán cuando los aprisionare. Da razón de lo que agora decía, que, si no oyeren, pasarán por espada. Porque dice ser de hipócritas (y por hipócritas entiende fingidos de corazón, como dice el original a la letra, hombres que en la prosperidad se mostraban buenos con apariencias fingidas, y tenían en el corazón solamente a sí mismos); pues de estos tales, dice, cuando los aprisiona Dios y, con la adversidad los azota, no vocear, esto es, no volver su voz a Él y sus ruegos, ni darse por entendidos que es de Dios el castigo, y que de Él ha de venir el remedio; que es, o no conocer su lenguaje, o endurecerse para nunca seguirle. Pues porque estos sordos y duros son fingidos hipócritas, y aunque confiesan a Dios con la boca, en lo secreto del corazón le aborrecen, por eso provocan la ira de Dios y han de pasar por espada, como arriba decía.

Porque grande ofensa es, un hombre, ni azotado, querer confesarse de culpa, y derrocado, tener ánimos altos, y hollado de Dios, traer bandos con Él, y sujeto, no querer sujetársele, y cuanto es de su parte, el medio de la tribulación, que se escogió para enviarle conocimiento y salud, y volverle en daño suyo y obligar por él a Dios que les destruya y deshaga. Que como en la lucha, cuando el que cae debajo se rinde y pide al vencedor que perdone, la clemencia le da la mano luego y le pone en sus pies; mas si forcejea por mejorarse y, vencido, no quiere conocer que lo es, con eso mismo enciende al contrario en ira, que de nuevo le hiere y maltrata; ansí el furor de Dios se enciende contra los que derrueca para sanarlos, y derrocados forcejean para nunca ser sanos.

Y ansí les sucede lo que luego dice, que:

14. Morirá en tempestad su ánimo dellos, y su vida entre los afeminados. Morir en tempestad es morir antes de tiempo, súbito y de improviso, y antes que la edad se madure; y como las tempestades vienen como sin pensar, en verano, porque el verano es tiempo alegre y sereno, y destruyen antes que se sazonen los frutos, y es mal que viene de golpe y de presto.

Y vese esto ser ansí, por la primera letra que dice: Morirá en su mocedad, y entre los afeminados, adonde se dice por rodeo lo mismo. Porque morir entre afeminados es morir al tiempo que la edad sirve a los deleites torpes, que son los años del hombre, verdes y mozos; y es justa pena de su maleficio que mueran antes de tiempo los que, siendo azotados, no conocen el tiempo de su remedio. Que como el que pone fuerza por ablandar o por enderezar una cosa, si no la endereza, la quiebra, ansí Dios no aguarda más cuando ve que es trabajar sin provecho.

Y, a la verdad, los malos siempre mueren mozos, porque nunca llegan a tener seso de ancianos y, canos son niños; y siempre mueren temprano, porque es breve esta vida, por larga que sea, y no les queda otra después; y siempre acaban sin razón, porque nunca maduran; y siempre su muerte es tempestad y torbellino espantoso, que lo asuela todo de golpe. Estos son los que no dan oídos a Dios.

Mas de los que le oyen, dice:

15. Librará de angustia al pobre y en la tribulación descubrirá la oreja de ellos. Descubrirá la oreja, porque las hará oír y entender, y esto en la tribulación, que como dijimos es excelente maestra.

Dice:

16. También te salvará de boca de angustia; anchura no cimiento so ella, y descanso de tu mesa lleno de grosura. Algunos dicen que muda la persona y que, como quien habla con sólo Job, no habla propiamente con él, sino generalmente con todos, prosiguiendo los bienes que hace Dios a los buenos, afligidos, que se le rinden. Pero los que dicen esto no tienen razón; porque en el verso de arriba, que habla con todos, se dice la misma sentencia, y ansí conviene que en este presente no se repita de balde, sino que se aplique a lo particular. Y además de esto aquella palabra también lo convence, porque tiene gran fuerza y es como si más claro dijese: Y lo que hace Dios con sus pobres, contigo, con cuan desesperado y aborrecible te muestras, también lo hará, si te sujetas a Él.

Y se ve lo mismo en lo que después de esto se sigue, que casi todo se gasta en hablar con sólo Job, y en persuadirle que sufra y se sujete a paciencia. Pues dícele que él también será librado si oyere a Dios en este su azote y le obedeciere y siguiere. Y para persuadírselo más, no dice que será librado ansí, simplemente, sino con palabras que cada una encarece. Dice: También te salvará de boca de angustia. Dice de boca para señalar que estaba lanzado en ella y que la tenía presente. Como diciendo: y ansí no de cualquiera miseria, sino de esa que agora padeces, que te tiene en la boca, que te aprieta y te despedaza.

Y librándote della, ¿qué? Te pasará, dice, a anchura no cimiento so ella, esto es, a un abismo de anchura, como si dijésemos a anchura sin suelo ni término. Porque la anchura que hace Dios cuando le place, en el alma, es un espacio infinito y una plenitud que no se compara. Y el descanso, dice, de tu mesa lleno de grosura. Mesa en estas letras es alegría, es socorro y defensa. Pusiste, dice David, mesa delante de mí contra todos los que me persiguen; o es lugar de acuerdo y consejo. Dice Isaías [Ordena la mesa; atalaya el atalayador, come y bebe; levantad vos los señores; ungid escudo.]

Y conforme a esto dice que estará llena de grosura su mesa porque no habrá falta ni cosa flaca en todo lo que fuere su alegría, su amparo, su descanso y consejo: todo abundante, todo lleno, todo cabal y perfecto; que es una bienandanza cifrada, la cual define: Bien perfeccionado con un amontonamiento de bienes.

Prosigue:

17. Tu causa juzgada como de malo; causa y juicio recobrarás. Y dice tú, que agora eres tratado y condenado como gran malhechor, si mi consejo sigues, si reconoces a Dios y te humillas a Él, saldrás por bueno y por justo, y ganarás este tu pleito perdido, y absolverte ha quien te condena agora; porque la humilde conversión a Dios y el amor para con Él encendido, todo lo repara y recobra.

O si no es esto, dice aquí Eliú una cosa bien diferente, a que ayuda mucho el original, que ansí dice: Juicio de impío cumpliste; causa y juicio se sustentan, o están en pie. Que es acusarle que, si no se rinde a Dios con paciencia en esta calamidad que padece, y si cumple juicio de impío, esto es, si prosigue en lo que ha comenzado y se ha con Dios como los malos hacen, cuando son castigados (que como tiene dicho, ni reconocen su culpa, ni alzan su ánimo a Dios, ni le llaman, ni le suplican, antes se quejan de Él y le acusan, y convierten la medicina que les ordenaba Dios en ponzoña), que si esto hace, o por mejor decir, si en ello persevera e hinche del todo la medida del malo, siguiendo su condición en los trabajos y su estilo y ingenio, que pondrá en pie la causa y juicio, esto es, que justificará más lo que Dios hace con él y apoyará y abonará más su justicia, para que el mundo claramente conozca cuán justamente le destruye Dios, para sacar a luz tanta maldad encubierta.

Pues dice, y prosigue:

18. No te venza ira a ser opresor, ni te incline muchedumbre de dones. Algunos quieren decir que en este verso y el siguiente, que es: Depón tu grandeza sin tribulación, y a todos robustos en fortaleza, no avisa Eliú a Job de lo que hacer debe en su trabajo presente, sino antes le reprende de los desafueros suyos de la vida pasada con que le da agora en rostro; y que no te venza vale tanto como si no te venciera, y ansí lo van repitiendo en esta forma: Si no te venciera, si no te inclinara, si depusieras tu grandeza y si resistieras con fortaleza a los malos (que llaman robustos) como diciendo que padece por esto.

Mas este sentido es ajeno de lo que trata Eliú, el cual, como al principio se demostró, nunca fue de parecer que Job pecara en lo pasado, sino que en lo presente pecaba, no sujetando su juicio al de Dios y pidiéndole cuenta, que, a lo que Eliú colegía, era negar su providencia y justicia. Que es insistir en el consejo mismo de arriba, que sufra su azote con reconocimiento humilde y no se deje vencer de la ira, o con que Dios le castiga, o que se enciende en él por ser castigado, ni le lleve este enojo a ser opresor, esto es, a ser del todo malo, negando la justicia y providencia divina. Ni te incline, dice, muchedumbre de dones; esto es, ni el dolor de los dones y bienes muchos que poseías, de que agora Dios te despoja, te incline a sentir mal de él, como sientes.

O sin duda hay aquí una comparación encubierta, como diciendo: Ansí como el regalo y las mercedes y perdones de Dios nunca han de inclinar a descuido, ansí el castigo y ira suya nunca debe engendrar impaciencia. A que ayudan mucho estas mismas palabras en la manera que el original las escribe que dice ansí: Que ira no te mate en abundancia, y muchedumbre de perdones no te haga declinar.

Antes, dice:

19. Depón tu grandeza sin tribulación, y a todos robustos en fortaleza; esto es, antes esta humilde sujeción y reconocimiento que digo, no sólo cuando estás en miseria, mas en todo tiempo y en toda fortuna lo debes, sin tribulación, y en medio de tu mayor fortaleza. En la prosperidad es justo depongamos nuestra grandeza delante de Él, y en lo más fuerte y más próspero de nuestra vida derroquemos a sus pies todo lo robusto de nuestros pensamientos y bríos.

Bien es verdad que hay otra letra muy diferente, que dice: ¿Por ventura preciará tu clamor, no oro, ni todas las fortalezas poderosas? En que habiendo en lo pasado Eliú avisado a Job, que se humille, le amenaza agora, si no lo hace y si persevera en ser contumaz, que no habrá poder ni intención, ni precio o redención que le salve. Si llevas, dice, tu soberbia impaciencia adelante, cierto puedes estar que Dios no preciará tu clamor, esto es, no preciará el ruego y las voces de ninguno que intercediere y clamare por ti; no estimará oro ni dones, no serán parte con él fortalezas poderosas, esto es, fuerzas ningunas, por grandes y poderosas que sean.

Y con esto conforma bien lo que luego le dice:

20. No alargues la noche, porque no subirán por ellos los pueblos. Porque quiere decirle que no duerma seguro, y como decimos, a sueño suelto, confiando que bastará la comunidad de su pueblo a librarle, aunque se levante y se conjure toda para su defensa.

Y ansí cierra esta su amonestación con aquello en que se suma diciendo:

21. Guarda; no mires a maldad, que comenzaste a seguirla por la afición; esto es, guárdate, no prosigas el mal comenzado y de que tomaste ocasión en la calamidad que padeces, y hiciste tóxico de lo que ordenaba Dios para tu bien y provecho. Y la maldad comenzada era no humillarse a Dios, querer entrar a juicio con Él y penetrar sus consejos y argüirle, a lo que Eliú entendía, de injusto, cosas muy ajenas de la naturaleza de Dios. Y ansí le torna a convidar a que mire quién Dios es, y enséñaselo como con el dedo, diciendo:

22. Ves: Dios alto en fortaleza suya; ¿quién como Él legislador?, o enseñador, como dice otra letra. En que afirma de Dios dos cosas que son claras, y de ellas arguye la tercera por encubierta manera. Afirma que es alto y fuerte de suyo; arguye que es sumo Maestro de saber y de ley; porque ser alto significa ser sabio, que la alteza del lugar es señal de conocimiento en la Sancta Escritura. ¿Quién, dice David, como el Señor nuestro, que mora lo alto y mira a lo bajo en la tierra?

Ansí que ser alto es ser sabio, y ser fuerte es ser poderoso y ser bueno, porque la bondad prevalece. Pues lo que es sabio y fuerte y bueno no puede ser tirano ni injusto, y cuanto uno tiene de lo primero, tan lejos está de esto segundo. Por donde se sigue ser sapientísimo maestro Dios, y legislador justo y rectísimo, pues es alto sobre todo y poderoso más que todas las cosas. Y de estos mismos principios nace que ni podemos ni debemos escudriñar sus juicios.

Y ansí, dice:

23. ¿Quién podrá escudriñar caminos de Él, y quién le dirá: Obraste maldad? Que cierta está la dificultad de alcanzarle siendo tan alto, y la imposibilidad de hallar desigualdad en Él, siendo justo legislador y maestro.

Dice más:

24. Miémbrate que no sabes obra suya, de quien cantaron varones. Que es razón con que le persuade lo que agora ha dicho, esto es, que no presuma de escudriñar los secretos de Dios, ni le pida cuenta y razón de sus hechos; pues no sabe ni conoce estas obras suyas visibles, tratadas, contadas y cantadas por todos; que es argumento fuerte, traído de lo que es más fácil de hacer y no se hace, a lo que es dificultoso y muy arduo.

Miémbrate, dice, esto es, trae a la memoria y advierte que no conoces, ni preguntado sabrías dar razón de esta su obra, que los hombres vemos y traemos en la lengua y la boca, obra que es pública y notoria y que a ninguno se asconde.

Como afirma y añade:

25. Todos los hombres lo vieron, cada uno mira de lejos; porque todos la ven, los de lejos y cerca, porque es esto natural y visible. Mas, aunque la ven y conocen todos, pero todos la miran de lejos, porque ninguno de ellos la penetra y entiende. Y si en esto que conocemos, ninguno entiende los intentos de Dios ni el artificio con que los compuso ni las causas de ser y de no ser que les pidió, ¿qué locura es querer alcanzar sus secretos?

Y ansí, dice:

26. Ves; Dios grande sobre sciencia nuestra, número de sus años innumerable. Como diciendo, de do podrás colegir que Dios vence nuestro saber, y que sería, no grande como es, sino limitado y pequeño, si pudiese de nuestro angosto ingenio ser entendido, y que sería poco su saber, si en lo que hace alcanzásemos siempre los fines que tiene.

Y número, dice, de sus años innumerables. Como vive más que nosotros, sabe más que nosotros; y como su vida ni tuvo principio ni tendrá nunca fin, ve, y alcanza todo lo venidero y pasado, y atiende a todo juntamente y concierta lo que hace con todo; y ansí no pueden ser entendidos sus fines de nosotros, que juzgamos por sólo lo que tenemos presente.

Por manera que de la eternidad de la vida de Dios saca Eliú el conocimiento claro que tiene de todas las diferencias de tiempos y cosas, y de esto infiere que las templa a todas entre sí y las concierta unas con otras y hace de todas ellas una dulce armonía. A lo cual se sigue que nuestra vista corta, y que se extiende apenas a lo descubierto y presente, no puede alcanzarle, y que ansí es gran presunción juzgarle ni querer entrar en cuenta con Él. Y porque hizo memoria de la grandeza y poder que Dios tiene, como por ocasión, diviértese a decir algo de las obras naturales que ha hecho, que demuestran lo mucho que sabe y puede; y dice señaladamente de la lluvia, de las nubes, del relámpago y trueno; y dícelo de manera que son también ejemplos claros y argumentos de su propósito. Porque como Dios suspende unas veces la lluvia, y otras en gran copia la envía, y no sabemos la razón que le mueve ni a lo uno ni a lo otro; y como cubre a tiempos con nubes el cielo, y a tiempos le descubre puro y sereno, y no sabemos la causa, ni de la serenidad ni nublado; y como truena unas veses y lanza rayos, y no sabemos por qué; ansí los días y vida del hombre los gobierna Dios con diferentes sucesos, unos prósperos, otros adversos, unos claros, otros turbios y tristes, y algunos mortales y de postrera calamidad, y no hay que pedirle cuenta ni alcanzar lo que hace, como en lo demás no se alcanza.

Pues dice:

27. Que quitará gotas de lluvia, y derrama lluvia a manera de ríos; esto es, quita el agua cuando quiere, y envíala con abundancia cuando es servido y le place.

La cual lluvia, dice:

28. Manará de nubes, que lo cubren todo por cima, como cuando el agua es general acontece; al revés de cuando es a manchas, que no se extienden ni lo cubren todo las nubes.

Y el extenderlas le es fácil, y por eso dice:

29. Si quisiere extender nubes como pabellón suyo, como si más claro dijese: Extiéndelas cuando quiere, porque las extiende con la facilidad que un pabellón se desplega. O dice esto de pabellón para significar los nublados muy cerrados y negros, cuales suelen ser en los días de calor y de estío; que uno es el nublado de invierno, sosegado y igual, y otro el del estío, súbito y tempestuoso y escuro.

Y ansí dice Eliú que también, si quiere, extiende las nubes como pabellón cerrado y escuro; esto es, que no sólo envía nubes de invierno, sosegadas, sino también, si quiere, turbiones y tempestades de verano.

A lo cual siempre acompaña lo que añade luego:

30. Y relampaguear con lumbre suya de arriba; también cubijará extremos, o raíces de mares. Éstos son los relámpagos que con las nubes del estío vienen, y en medio de su escuridad resplandecen, y su resplandor a manera de culebra torciéndose, en un punto cuela de parte a parte cuanto determina la vista.

Y por eso dice que cubijará raíces de mares, porque llega al parecer hasta donde el mundo se acaba. O dice, que cubijará extremos de mares, porque en el agua aparece como en espejo otro nublado, y su escuridad, y sus relámpagos y resplandor, se pinta en ella semejante y por la misma manera.

Y dice:

31. Que por éstas juzga a pueblos y da mantenimiento a muchos mortales.

Juzga a pueblos, esto es, castiga los pecados comunes por medio de las nubes y de las lluvias de que habla, quitándolas y dando con la sequedad malos años. Y da mantenimiento a muchos mortales, al revés, mandando que llueva; y dice, a muchos, por decir a todos, o por significar con cuán poca cosa sabe hacer y hace tan grande abundancia; que, si se considera, es maravilla grandísima con unas gotas de agua, rociada la tierra, sacar a luz tantas diferencias y tan provechosas de cosas.

Y finalmente concluye, y dice:

32. En manos asconde luz y manda que torne a venir.

33. Anunciaré dello a su amigo, que posesión suya, y que a Él se levanta. Que, según la cualidad y muchas significaciones de las palabras originales, se puede decir también en esta manera: En las encombadas asconde la luz, o la lluvia, y manda sobre ella, por el que ocurre y se opone. Anunciará della a su pastor el ganado, nariz en alto levantando. Y cada una de estas letras tiene conveniente sentido; que, como iba diciendo que por medio del agua y de las nubes castiga los pueblos y da de comer a los hombres, declara luego en qué manera usa de ellas en esto.

Y dice que los castiga ascondiendo, esto es, encerrando, para que no descienda en las nubes, el agua o la luz, que levanta los vapores que llueven, deteniéndola y como apretándola con las manos, para que no los levante. Y dice que los sustenta y mantiene, mandando después que desciendan; lo cual manda por el que ocurre y se opone, conviene a saber, rogándole y suplicándole que lo mande y la envíe. Porque como los pecados de los hombres cierran los cielos y esterilizan los años, como Moisés en el Deuteronomio demuestra, ansí los ruegos de los buenos remedian los temporales y traen la lluvia a su tiempo, como Elías lo hizo.

Y dice aquí la letra primera que desta lluvia que viene, da, conviene a saber, Dios, aviso a su amigo, esto es, al que se opuso pidiéndola; o porque es posesión suya el que lo pidió, que es decir, porque es su amigo, y levantó su corazón y sus ruegos a él; o porque le enseña y demuestra que es negocio que está en su mano sola el levantar el agua y el darla, el asconder la luz y el hacer que se demuestre después.

O en otra manera, y conforme a la letra segunda: Anuncia de ella, esto es, da señales de la lluvia que viene, a su pastor el ganado, movido por instinto natural que Dios en él puso, y las señas son nariz en lo alto levantado. Porque cuando la sazón del tiempo va inclinando a ser húmeda y cuando llover quiere y antes que llueva, los bueyes sienten luego la mudanza del aire, y lo dan a entender alzando en alto la nariz, y abriéndola y atrayendo el aliento para sí con más fuerza. De que dice el poeta:


   ; [Porque o la grulla luego, alzando el vuelo,
como el vapor del valle se levanta,
le huye, o la becerra, vuelta al cielo,
atrae el aire a sí...]

Otras declaraciones diferentes se dan en este lugar; pero ésta, a mi juicio, es la más natural y mejor.

Madrid, 27 de octubre de 1590.






ArribaAbajoCapítulo XXXVII

1. Y también sobre esto se espeluzó mi corazón, y fue desquiciado de su lugar.

2. Oirá, y oirá con temblor voz suya; y sonido que de su boca procederá.

3. Debajo de todo el cielo considera a Él, y su luz sobre fines de la tierra.

4. Después dél bramará sonido, tronará en voz de su magnificencia, y no le detendrá, cuando fuere oída su voz.

5. Tronará Dios en voz suya a las maravillas; Hacedor de grandezas que no sabemos.

6. Que a nieve dirá: Desciende a la tierra, y a la lluvia de invierno, y a lluvia de lluvias de su fortaleza.

7. En mano de todo hombre sella, para entender cada uno en su obra.

8. Y entrará alimaña en su cueva; en su escondrijo morará.

9. De lo interior vendrá el turbión, y del Arturo el frío.

10. A soplo de Dios se hace el hielo, y después se derraman en anchura las aguas.

11. Trigo desea nubes, y nubes esparcen lumbre suya.

12. Y ella en cerco se revuelve por todo en consejo del gobernador, para obrar todo lo que él les manda sobre la faz de la tierra.

13. En una gente, o en tierra suya, o en cualquier lugar que su misericordia mandare se hallen.

14. Escucha, Job, y advierte y considera maravillas de Dios.

15. ¿Por dicha sabes cuándo manda Dios a lluvias, que mostrasen luz de sus nubes?

16. ¿Por dicha supiste sendas de nubes, grandes y perfectas sciencias?

17. ¿Por dicha vestiduras tuyas se calientan, cuando soplada la tierra del ábrego?

18. ¿Por ventura tú con Él fabricaste los cielos, que son macizos como vaciados de cobre?

19. Avézanos que respondamos a Él; nosotros no acertaremos por las tinieblas.

20. ¿Quién le contará lo que habló? Aunque el hombre hablare, será tragado.

21. Y agora no ven luz resplandeciente en los cielos: de súbito el aire se espesa en nubes; pasa el viento, y purifícalos.

22. Del aquilón viene el oro, y de Dios temeroso alabanza.

23. No podremos hallarle como merece; grande en fortaleza, juicio y justicia, y no puede ser contado.

24. Por tanto varones le temerán, y no osarán mostrarle todos los que se tienen por sabios.


ArribaAbajoExposición

1. Y también sobre esto se espeluzó mi corazón, y fue desquiciado de su lugar. Por las obras maravillosas que Dios en la naturaleza hace, en el fin del capítulo pasado comenzó Eliú a mostrar su saber y grandeza, para criar en el ánimo de Job la reverencia y temor de Dios, que a su parecer le faltaba, y para apartarle de escudriñar sus juicios; y lo mismo para el mismo fin lleva agora adelante. Y porque había dicho de las nubes y de las lluvias, dice de los truenos y rayos y relámpagos.

Y de los truenos primero, y dice ansí: También sobre esto se espeluzó mi corazón. Como diciendo, allende de lo dicho, y en esto mismo que dicho he, hay otra cosa maravillosa y de espanto, ansí para el sentido cuando lo oye, como para el ánimo siempre que considera la razón y causa de ello.

Que es:

2. Oiréis con temblor voz suya, y sonido que de su boca procederá: como si dijese que, entre estas nubes y lluvias que Dios ordena y envía cuando menos pensáis, abre el Señor la boca con extraordinario ruido y suena, y oiréis su voz espantable y temerosa. Que llama voz de Dios por encarecimiento a los truenos, ansí por su grandeza de estruendo, como por sonar a nuestro parecer en el cielo, sin causa descubierta y que se vea. Y prosigue diciendo las cualidades del trueno, y lo que le antecede y se le sigue.

Dice:

3. Debajo de todo cielo considera él, y su luz sobre fines de tierra. Quiere decir, que primero que el trueno, o venga él o Dios le envíe, abre los ojos y mira súbita y brevísimamente todo lo que el cielo cubre desde Oriente a Poniente. Y cuando dice que mira o considera él, o habla del trueno y dale persona y sentidos, careciendo de ellos, por figura poética; o habla de Dios, y dice que mira o considera, también figuradamente, aunque en otra manera. Porque el mirar o considerar, que aquí se atribuye o al trueno que suena o a Dios que le envía, no es propriedad, sino semejanza para declarar el relámpago, que luce antes que el trueno suene; que se manifiesta por lo que luego se dice, y su luz sobre fines de tierra.

Por manera que el considerar es enviar su luz, que es el relámpago que nace con el trueno y llega a nuestros oídos primero; y el relampaguear o el rasgar el trueno las nubes y dar salida a su luz, es como un abrir el trueno los ojos y descubrir los rayos de ellos y enviarlos delante y como guía suya, primero que él venga, vaya reconociendo el camino por donde ha de venir. Que la carrera que ha de pasar el trueno, el relámpago en nombre suyo la pasea y considera primero; y ansí dice otra letra, debajo de todo el cielo enderazamiento y camino suyo.

Y ansí dice:

4. Después dél bramará tronido; tronará en voz de su magnificencia, y no será buscada cuanto fuera oída su voz. Después dél, esto es, después de esta luz del relámpago, y después de haber con ella visto bien la carrera, bramará el tronido luego; porque para nosotros el relámpago es visto primero, y el trueno oído después.

Pues dice que bramará, porque es sonido espantoso; y por el mismo fin añade que tronará en voz de su magnificencia, para declarar que es como una voz terrible y grandísima. Y dice que no será buscada cuando fuere oída su voz, para decir la velocidad con que pasa, y para significar que, pasada, no deja rastro de sí, y que aunque entendemos de dónde vino, no sabremos señalar la parte por do vino ni adónde pasó; o porque, como otra letra dice, no la detendrá cuando fuere oída su voz; esto es, no será nadie poderoso, cuando sonar quiere, para que el tronido no suene, ni es parte nadie para atapar la boca al cielo, cuando la abre para despedir la voz de este son.

Después dél, dice, bramará tronido. En la naturaleza, y según lo que pasa en el hecho de la verdad, primero es el trueno y después el relámpago, porque el relámpago para salir rasga la nube, que rasgándose hace aquel estampido; y como es primero rasgarla que salir fuera della, ansí es primero el tronar que el relámpago. Mas en nosotros es al revés, porque la luz es más ligera que el son, y Eliú habla según lo que sentimos nosotros; y habla según la verdad del sentido secreto que en esto visible se encubre. Porque, sin duda, en el cielo espiritual, cuando influye en un alma estéril para hacer que dé fruto, primero luce, y después truena y juntamente llueve, y habiendo tronado, crece con más copia la lluvia; ansí como en la naturaleza pasa, según lo que mentamos y vemos. Porque ansí como la fe es la primera, y el entender es la puerta para entrar a la voluntad, ansí forzosamente la luz es la que primero entra en el alma ciega y sepultada en tinieblas, y la alumbra y hace que vea en un momento el suelo y el cielo, a sí y a Dios, la vileza y bajeza suya, y la alteza y mansedumbre de los bienes que pierde; y como dice Eliú, hace que considere debajo de todo el cielo, y su lumbre vaya sobre alas de tierra, o como otra letra dice, sobre sus términos. Porque ve el hombre entonces por medio de un relámpago súbito y de una representación clara y brevísima los fines de la tierra y sus alas, quiere decir, en qué para lo que en esta tierra de miseria se estima, y su ligero vuelo con que se desparece en un punto.

A lo cual se sigue luego un trueno de temor espantoso, que deja asombradas y temblando todas las fuerzas del alma; un tronido que dentro della se oye diciendo: ¡Ay, perdida!; y ¿qué he dicho? De lo pasado, ¿qué tengo? Y en lo venidero, ¿qué esperanza me queda? Espanto, asombro, temblores, voces de amargura, representaciones de muerte y tormento perpetuo, que desmenuzan el corazón y sumen en el abismo el sentido.

Mas entre esta luz y tronido, entre este conocimiento y temblor, la lluvia de la gracia cae mansamente y desciende; y cuanto el temblor y el ruido que en el alma pasa es mayor, tanto desciende más copiosa, y ansí la baña que mucha parte de ella sale por los ojos convertida en provechosísimas lágrimas, con que se lava el corazón podrecido, y poco a poco se repara y renueva, y de estéril y inútil que era antes, se hace fructuoso y fecundo y se viste de verdor y hermosura. Ansí se vio en la luz y en la voz que derribó tanto de su perverso ánimo como de su estado a Sant Pablo, y ansí se ve cada día en mil almas.

Mas veamos lo que dice más Eliú:

5. Tronará Dios en voz suya a las maravillas: Hacedor de grandezas que no sabemos. Cada palabra tiene su encarecimiento, y todas se enderezan a engrandecer el espantoso ruido que el trueno hace. Dice tronar, que es no sonar como quiera; y dice que truena Dios, en que da a entender que es sonido grandísimo, porque todo lo que se atribuye a Dios siempre es grande. Y dice a las maravillas, porque es caso muy maravilloso, sin duda, que un poco de vapor espesado y rasgado haga tan espantable sonido.

Pero no es nuevo a Dios hacer lo que no alcanzamos los hombres, antes proprio y muy suyo, porque, como añade, es Dios Hacedor de grandezas que no sabemos. Y esto mismo, si lo pasamos al alma, ¡dichosa aquella en quien Dios truena con voz suya en la forma y manera sobredicha!, porque sin duda truena a las maravillas, esto es, para hacer en ella maravillas nunca merecidas y que solamente pueden ser hechas por Dios. Porque como sea maravilloso Dios en todas sus obras, en ninguna es tanto como en trastornar un pecho al mal entregado, y sanarle, volviéndole al amor de la justicia de la afición del pecado. Que una maravilla es buscar Dios con amor a quien en acto le aborrece y desirve; y otra, no ser en esta busca más misericordioso que justo, teniendo en ella respeto a su Hijo; y la tercera, sin forzar lo que es libre, desaficionarle y descasarle de lo que perdidamente ama, e inducirle a querer lo que ni ve ni posee; y la cuarta es la manera como le sigue y los alcances que le da, y el artificio de los medios que usa hasta meterle en sus redes. Que en lo primero muestra su bondad infinita, y en lo segundo su justicia sin término, y en lo tercero su poder amoroso, y en lo último su saber y medida.

Y por eso le llama Hacedor de grandezas que no sabemos; porque a todo saber excede la sabiduría de los medios de que Dios para este fin se aprovecha, como en lo que se sigue veremos:

Dice, pues:

6. Que a nieve dirá: Desciende a la tierra; y a lluvia de invierno, y a lluvia de lluvias de su fortaleza. Porque dijo ser Dios Hacedor de grandezas, refiere algunas naturales que hace en la tierra y el aire; y como dijo del trueno y relámpago, dice agora de la nieve y de las lluvias de invierno y verano, confesando que las envía Dios, y alabando en ellas su providencia y grandeza, que con sumo poder y saber dispuso desde su principio las causas con tanta eficacia y concierto, que a sus tiempos ordenados y proprios envíen de las nubes el agua; unas veces hecha nieve, y otras deshecha en gotas menudas de lluvia; unas mansa, y otras recia y copiosa, porque conviene ansí para la sazón de los fructos.

Dice: Que dirá a la nieve que descienda en la tierra, porque Él lo hace todo, no sólo porque desde su principio compuso las causas para ello, sino también porque, cuando se hace, concurre Él con las causas. Y dícele que descienda, o como el original dice, que esté, porque la nieve sobre la tierra, cuando cae queda como asentada reposando en ella no corriendo ni sumiéndose por el suelo, conforme a lo que el lírico dice:


; Y las nieves
compuestas y tendidas,
del aire agudo en hielo convertidas.

Y distingue dos lluvias: una que llama el original nublado de lluvia, y otra que le nombra nublado de lluvias de su fortaleza. La primera es mollezna o agua mansa, como de invierno; y la segunda recia y de avenida, como son los turbiones en verano, que cada una es cual conviene ser a su tiempo. Que son diferencias que, ni más ni menos, las hace Dios en el repartir de su gracia para bien de las almas.

Porque unas veces envía nieves, esto es, disposiciones apretadas y frías, que estrechan y hielan el corazón, y hacen que estén de asiento en él y que duren días y años, para que, recogiéndose en sí, no se derrame de fuera, y para que el regalo no le desvanezca y se vaya todo en hojas y flor. Porque ansí como en la tierra las nieves, sobre los sembrados caídas, apretando el suelo y recogiendo el calor hacia el centro, hacen que se encepe el grano y que eche raíces y cobre fuerza en sí mismo, y no brote afuera sin tiempo, ansí las que Dios nieva en el alma, recogen la fuerza della a lo íntimo, y la desvían de aquesto exterior, y la esfuerzan y hacen valiente en sí misma, y la arraigan con firmeza en el bien para que después con mayor abundancia dé fructo.

Ansí envía unas veces nieve, y otras riega y baña el alma con lluvia, unas veces menuda y sosegada, que se bebe en ella y la cala y penetra dulcemente, y la enmollece y regala y hace fértil para producir fructos sanctos; otras, de golpe y de avenida y con tanta alma y desasida de aquesto visible, embriagada y como reventando y no cabiendo en sí misma, se levanta a actitudes heroicas.

Y ansí luego dice:

7. En mano de todo hombre sella, para entender cada uno en su obra. Porque quiere decir que les sella y cierra las manos por medio de esta nieve fría y de esta abundancia de gracia, para que no se ocupen en las obras de tierra en que entendían antes; y que los encierra en su casa, alejándolos de estas cosas de fuera, para que, cerrados en sí y apartados de lo que tan poco les pertenece, trabajen en la composición de sí mismos, que es su oficio y obra propria.

Y esto mismo acontece en lo natural, de que Eliú descubiertamente habla. Que como había dicho de la nieve que Dios envía, que es fría en sí y viene siempre en tiempo frío y helado, diviértese según costumbre poética, y dice lo que el frío hace. Y engrandece su fuerza por sus accidentes y efectos, diciendo que pone sello en las manos de los hombres, porque se las entorpece y vuelve ateridas y como inútiles para aprehender lo que quieren, y porque las encierra en sus casas y impide y pone estanco en sus obras, para que no entiendan en ellas. Que el tiempo helado cierra la puerta a las labores del campo, de que dice el poeta:


   ; [Que cuando reina el frío y hielo crudo,
los labradores, por la mayor parte,
gozan de lo allegado, y juntamente
a veces se convidan dulcemente].

Dice, pues: En mano de todo hombre sella, esto es, pone sello en las manos de todos con el rigor del frío que envía.

Para entender cada uno en su obra. Para entender quiere decir para hacer; porque en la lengua original, como en la nuestra, entender se toma por hacer, y entender en una cosa es hacerla o ponerla por obra. Y diciendo para entender, niega que puedan entender en sus obras los hombres, por estar ateridos del hielo: y niégalo por virtud de la negación que se encierra en decir que les sella, esto es, que no les deja sueltas y libres las manos.

Prosigue adelante:

8. Entrará alimaña en su cueva, en su escondrijo morará; en que dice otro efecto que el frío hace, y con que encarece diciéndole su grande fuerza. Porque vencidas de él, dice, y no pudiendo sufrir su rigor las alimañas, todas se van a sus cuevas, y en el abrigo dellas metidas en cuanto el rigor dura, pasan su vida.

O si decimos que no habla del hielo aquí, sino de los aguaceros y de las tempestades que hay en el verano de aguas, es verdad también decir que huyen entonces los animales a sus escondrijos y pasan allí en cuanto pasa la furia. Y de ambas maneras se verifica bien en lo que toca a las almas. Porque en los tiempos ásperos que Dios envía a los suyos, y en el frío de la nieve y en la avenida de los trabajos y males, lo bruto que en nosotros vive y desmandarse suele con la serenidad y blandura de los buenos sucesos, se retira entonces y encoge y verdaderamente se encubre y enflaquece y casi pierde la vida. Que para ese fin trabaja Dios y aflige a los buenos, para apurarlos, esto es, para acabar en ellos, cuanto es posible, todo lo que de razón carece o que no se sujeta a ella y quiere vivir brutamente libre y por sí.

Dice más:

9. De lo interior vendrá el turbión, y del Arturo el frío. Interior llama el Polo que se nos encubre, opuesto y contrario al descubierto que vemos, y ansimismo a las regiones del Mediodía que a él se allegan; y llámalo ansí, porque antes de agora eran regiones no conocidas. Pues de allí, dice, que viene el turbión y las tempestades de las aguas, porque el ábrego y vendaval que sopla de aquellas partes es tempestuoso y lluvioso: Y del Arturo, que es el Norte, viene el frío, porque el cierzo que nace de aquella región es frío y agudo viento.

Y ansí donde decimos Arturo, el original dice mezarim, los esparcidores, para declarar por ellos los fríos que con su agudeza y sequedad consumen los humores, y esparcen y deshacen las nubes y serenan el aire. Y cuenta esta diversidad de vientos y la diferencia de los efectos contrarios que hacen, entre las obras maravillosas de Dios, con razón justa; porque, aunque los conocemos por el sentido, si queremos dar verdadera razón dellos con el entendimiento, no la sabremos dar, ni la han dado los filósofos que son más preciados y que con cuidado se desvelaron en darla, como se mostrara a los ojos si no fuera ajeno de este propósito.

El Mediodía en la Sagrada Escritura, y el viento que del Mediodía procede, es bien recibido; y, al revés, reprobado y desechado el Norte y Setentrión; como se ve por lo que en los Cantares dice la Esposa, cuando para el bien de su huerto llama al ábrego y le ruega que sople, y al cierzo y setentrión le manda que huya. Y en otra parte dice un profeta que del Norte vendrá el mal todo. Y no sin secreto misterio Lucifer escogía al Setentrión para asiento, cuando acerca del profeta decía: [Sobre las estrellas del cielo ensalzaré mi trono; en el monte del Testamento, al lado del aquilón].

Y conforme a esto entendemos por el Norte aquí al espíritu enemigo, y al sentido de la carne mundanal y ambicioso, tan lejos del calor de la caridad que da vida, cuanto del sol están desterradas las partes del Norte; los cuales espíritus y sentidos siempre son causa del frío y de hielo en el alma, abrasando con hielo sus felices plantas, y quitándola el fruto y entorpeciéndola al bien. Y por el contrario, el Mediodía es buen espíritu, que la ablanda y enternece y la baña con la lluvia del cielo, y ansí la hace fructuosa y fecunda y lucida al alma.

Mas porque hay dos maneras de frialdad y de hielo: una, que nace del amor de las cosas sensibles, y otra, que hace Dios retirando en cierta manera el regalo blando de su presencia; una, que hace el vicio que se asienta en el alma; otra, que se descubre en ella sin culpa suya por orden maravillosa de Dios; de este postrero, ya que del primero había dicho, dice agora Eliú en esta manera:

10. A soplo de Dios se hace el hielo; y después se derraman en anchura las aguas. Que acontece en lo natural y en lo espiritual por una misma forma. Porque ansí como con el aire agudo, que es lo que llama soplo de Dios, se hiela el agua, y después, volviéndose el aire en otro más templado, se deshace y deshiela, y corre y se extiende lo que antes estaba como en cadena, ansí en esta manera de frialdad y apretura que hace Dios en el alma para bien de ella misma, retirando la influencia de su regalo y blandura, la causa della es soplo de Dios, esto es, espíritu y orden suya, ordenada toda para nuestro provecho. Y si no es espíritu regalado suyo, es espíritu sin duda amoroso porque se mueve a ello por amor, y en ese mismo acto y cuando lo hace, nos ama. Y el fin es resolverse después en anchura de aguas; porque no sigue tanto la sombra al cuerpo en el sol, como es cierta, después de una de estas frialdades y sequedades muy grandes, una copia más grande de regalos dulcísimos.

Y es ordinario en Dios, cuando nos quiere hacer algunas grandes mercedes y antes que nos las haga, tentamos primero con apreturas y sequedades por muchas razones: una, para ansí nos hacer más puros y mejor dispuestos para lo que ha de venir; otra, para renovar en nosotros el conocimiento de lo poco que somos sin Él, de manera que su memoria reciente no consienta al regalo, que luego viene, nos desvanezca; y la tercera, para que el pasar de lo amargo a lo dulce, y de la tristeza de la sequedad a la suavidad de la anchura, y del frío helado al calor amoroso, avive el sentido del bien en nosotros y haga más acendrado deleite; de arte que lo dulce nos sea más dulce, y el regalo más regalado, y el bien y el favor más gustoso, y el autor de todos estos bienes sin comparación más amable; y no más amable solamente, sino admirable y por extremo maravilloso, que con tan gran artificio y con variedad tan diversa nos templa y guisa, y hace más sabroso el bien para nuestro provecho.

Prosigue:

11. Trigo desea nubes, y nubes esparcen lumbre suya. No solamente la sementera pide nubes y lluvia, mas también las desea el trigo ya nacido y crecido, como en los meses de mayo y abril. Pues loa en esto la providencia de Dios, y cuenta, y con razón, como maravilla suya también este ordenado concierto con que acude Dios con el agua a sus tiempos, no sólo al trigo sembrado para que nazca, sino al nacido para que espigue y fructifique.

Y ansí dice que el trigo desea nubes; esto es, que tiene necesidad en el abril de sus lluvias; y porque corre entonces la necesidad, hace la orden de Dios que las nubes, entonces vengan y derramen su lumbre, que es su agua lloviendo. Y llámala lumbre, o porque la palabra original or significa lo uno y lo otro, o porque las lluvias de aquellos meses no son sin relámpagos. Y entendemos de esta doctrina, que no hay estado en esta vida tan justo ni gustoso, tan crecido y aprovechado, que no tenga necesidad de la lluvia de la gracia de Dios; y juntamente que no falta Dios, cuanto es en sí, en ningún estado a los suyos.

El trigo, dice, desea nubes; y porque es trigo, más las desea. Que los deseos de los bienes de Dios en los más crecidos y más perfectos son mucho mayores; los que están en simiente y los que están en hierba, no desean así como los espigados, ni tanto las hojas como los granos y el fructo. Y dice que en los tales las nubes esparcen su lumbre, porque lo que influye la gracia de Dios en los espíritus adelantados en la virtud y perfectos, demás de ser mucho, tiene más de luz que de regalo; porque de ordinario los regalos se dan a los principiantes, como a tiernos y flacos, y como a niños en la virtud no capaces de mantenimiento macizo.

Esto es ansí; aunque en este paso el original da lugar a otra letra que dice: También serenidad fatiga nube; hará esparcir nube de su lumbre. Que, en una palabra, es decir que algunas veces llueve bien con el cierzo, al cual llama aquí serenidad, porque de ordinario sucede, cuando sopla, causarla. Y ansí porque había dicho en el verso de antes que Dios con su soplo, esto es, con el viento cierzo soplando, helaba y apretaba las aguas, dice agora que no solamente hiela, sino que también algunas veces llueve abundantemente con cierzo.

También, dice, serenidad fatiga nubes; esto es, no siempre las deshace, sino veces hay que las fatiga, esto es, que las trae y las llama y las ocupa en su obra. Como declara luego añadiendo: hará esparcir nube de su lumbre, que es, su lluvia, como agora decíamos. Que, en lo que toca al espíritu, conviene con lo del verso pasado, donde decíamos que a la sequedad sucede siempre la lluvia, y a la apretura y frialdad de espíritu regalo y blandura de Dios. Porque lo confirma aquí y dice ser tan cierto, que la misma serenidad, esto es, el mismo cierzo causador del hielo y del frío, conviene a saber, esa misma esterilidad y encogimiento de espíritu, secretamente, y sin que el alma lo entienda, solicita a las nubes, esto es, llama y saca la lluvia, haciendo más pura el alma y más capaz para ella, y avecinándola más a Dios, el cual influye siempre y abundantemente, luego que halla sujetos dispuestos.

Y ansí luego dice:

12. Y ella en cerco se revuelve por todo el consejo del gobernador, para obrar todo lo que Él manda sobre la luz de la tierra. Porque ella es la nube, esto es, la fuente de la gracia; la cual, según el consejo de la providencia de Dios, es quien gobierna; lo cerca todo a la redonda, buscando y haciendo sujetos sobre que influya. Como en la naturaleza acontece, de que dice que no llueve poco, cuando llueve con cierzo, antes lo cercan las nubes todo, y guiadas de Dios por medio del viento, discurren y obran lo que Él les ordena sobre la haz de la tierra, lloviendo, o no lloviendo, en partes diversas.

Como luego declara diciendo:

13. O en una gente, o en tierra suya, o en cualquier lugar que su misericordia mandare se hallen. O como podemos también traducir: O para vara, o para su tierra, o para misericordia, haré que sea hallada. Porque como sea verdad que las nubes andan por todas partes, y derraman su lluvia, agora en unas y agora en otras, según la forma que Dios les ordena; mas no siempre la derraman para un mismo fin ni hacen siempre una obra, que veces llueve para castigo, y a veces para misericordia; unas lluvias anegan, otras destruyen los fructos, otras los producen y multiplican. Y ansí dice que la nube y la lluvia sirve a Dios, o de vara y azote para unos, o de misericordia y piedad para otros.

Y es lo mismo en la gracia: que su influencia unas veces castiga y destruye y anega las pasiones del cuerpo; otras, en lo alto del alma, que es propriamente su tierra, produce fructos de misericordia riquísimos.

Dice más:

14. Escucha, Job, y advierte y considera maravillas de Dios. Después que ha referido Eliú algunas de las obras maravillosas que en la naturaleza Dios hace, allégase más a su propósito y aplica lo que dicho tiene a lo que pretende decir. Y ansí, volviéndose a Job, pídele de nuevo atención y adviértele a que considere las maravillas que ha dicho, y si las ha considerado, pregúntale y dícele:

15. ¿Por dicha sabes cuándo manda Dios a lluvias que mostrasen luz de sus nubes? Que es como si más claro dijese: Si has oído, Job, lo que he dicho, y si has puesto atención, pregúntote: ¿Sabrás decirme la causa dello? ¿Podrás declararme por qué medios, con qué virtud de causas, por qué fines hace Dios lo que hace en las nubes, en las lluvias y aire? Como secretamente arguyéndole que, si esto público que Dios hace no sabe, menos alcanzará lo secreto, y reprendiéndole con este argumento, del haber querido ponerse con Dios a cuenta: ¿Por dicha, dice, sabes cuándo manda Dios lluvias?; esto es, ¿sabes cuándo y cómo y por qué llueve Dios cuando llueve? ¿Sabes en esta parte de naturaleza, que tan manifiesta parece, los secretos que Dios encierra, las causas que dispuso para la lluvia, cómo y por qué fines la alza o la envía?

Y añade: ¿Que mostrasen luz de sus nubes?; como diciendo, ¿y sabrásme decir también de los rayos y relámpagos que con las nubes y lluvias vienen y resplandecen?

Y prosigue preguntando, y dícele:

16. ¿Por dicha supiste sendas de nubes, grandes y perfectas sciencias? O según otra letra: Extendimientos, o pesos de nube, maravillas, perfectos saberes. Que es decirle casi lo mismo que dicho había, por otras diferentes palabras; porque, sendas de nubes son los caminos que hacen, el venir sin saber en qué manera, y el desaparecer cuando menos se piensa; y extendimientos suyos son lo que no nos maravilla por ser ordinario, y es ello en sí muy maravilloso. De una pequeña nube, estando el cielo sereno, en brevísimo tiempo cúbrese todo de nubes y extiéndese casi visiblemente, sin ver lo que se le allega, como se extiende un velo que plegado estaba, si se desplega.

Y pesos de nubes llama lo que en el aire las tiene suspensas y como en una cierta balanza, que no las consiente ni alzarse más altas ni caer descendiendo. Todas las cuales cosas son maravillas y perfectos saberes; porque sus causas proprias y verdaderas son muy ocultas, y por la misma razón madres de lo que es maravilla, y no las entiende sino quien mucho sabe y es perfecto en la sciencia.

Prosigue:

17. ¿Por dicha vestiduras tuyas se calientan cuando es soplada la tierra del ábrego? Que es razón cortada, y se hace ansí entera: ¿Por dicha sabes la causa por que tus vestiduras se calientan cuando el ábrego sopla? En que lleva adelante sus preguntas para convencer lo poco que el hombre alcanza de lo que Dios hace y sabe. Porque, sin duda, si se apuran las razones que los sabios dan para que unos vientos sean fríos y otros calientes, unos sequen y otros humedezcan, constará ser razones de aire, que tienen más de imaginación y sospecha que de razón y causa verdadera. El ábrego calienta, como por la experiencia se ve; y si dijere alguno, por causa de su calor venir del Mediodía, que es parte caliente y que tiene al sol siempre vecino; parecerá que dice algo; y apretado y llegado al cabo, ni es verdadero ni verosímil. Porque el ábrego que viene del Mediodía, no siempre nace debajo de la zona tórrida, o de la equinoccial, ni llega soplando desde aquella región a la nuestra, sino nace de ordinario no muchas leguas de donde le sentimos soplar.

Y acontecerá muchas veces que, más adelante del lugar donde nace, nazca otro viento contrario que vaya soplando por camino opuesto, y, corriendo hacia los que viven al Mediodía, les sea frigidísimo cierzo. Y si miramos a sus nacimientos de ambos, está más cerca del camino del sol el que enfría a los meridionales que el que calienta a nosotros; y aquél con nacer junto a la tórrida sera cierzo, porque endereza su soplo hacia el polo contrario; y éste, cuyo nacimiento se allega a nuestro Norte más, es puro ábrego porque mira a él cuando sopla.

Ansí que las verdaderas y proprias causas de esto natural y visible, no las alcanzan esos mismos que en su estudio se emplean. Y eso quiere decir Eliú cuando pregunta a Job si sabe por qué, cuando corre ábrego, da calor el vestido.

O como dice otra letra: ¿Por qué tus vestiduras calientes, en sosegando la tierra del Mediodía? En que apunta un caso de naturaleza secreto, y es que, según dice Plinio, el viento ábrego, que es tempestuoso en nuestras regiones y causador de nublados, en África y en las tierras más adelante de ella y más vecinas al Mediodía, serena el cielo y destierra las nubes.

Y ansí pregunta si sabe la causa del calor que siente cuando la tierra, que mira al Mediodía, sosiega, esto es, cuando el ábrego sopla, que apura el aire y deshace los nublados en ella; que viene a ser lo primero.

Prosigue:

18. ¿Por ventura tú con Él fabricaste los cielos, macizos como vaciados de cobre? O según otra letra: fuertes como espejo vaciado. Que es por todas partes argüirle de arrogante y presumido, y como decirle, si como se tiene por sabio se imagina también poderoso, y como presume saber lo que Dios hace, juzga de sí que lo pudiera hacer. Porque quien entiende en una obra todo su secreto artificio, no está lejos de saber hacerla si quiere.

Y ansí le pregunta si fabricó él acaso los cielos; que quien tanto se piensa entender de ellos parece haber sido el autor. Y dice los cielos señaladamente, porque todas estas obras de que ha preguntado hasta agora, nacen de ellos y se gobiernan por ellos y son efectos suyos muy proprios.

Dice:

19. Avézanos qué respondamos a él, que nosotros no acertaremos por las tinieblas; que es una disimulada mofa y ironía. Tú, dice, que lo sabes todo, nos enseña qué diremos al que nos preguntare estas causas, que nosotros no lo alcanzamos, impedidos de nuestra ignorancia.

Por las tinieblas dice, como diciendo: Nosotros vivimos en noche; tú que eres señor de la luz y vives rodeado de lumbre, podrás alumbrarnos.

Pero añade:

20. ¿Quién le contará lo que hablo? Aunque el hombre hablare, será tragado. Como diciendo que es imposible que él ni ningún otro hombre, si no fuere alumbrado por Dios cuente, esto es, declare con razón verdadera lo que habla agora, esto es, lo que ha preguntado y propuesto; ninguno podrá declarar estas causas, ninguno en cosas tan visibles y manifiestas alcanza manifiestamente el arte como Dios las obra.

Y aunque alguno, dice, atrevidamente hablare, esto es, presumiere de alcanzar las proprias causas de estas obras de Dios y decirlas, será tragado del mismo sujeto, esto es, perderse ha en este abismo metido, y la hondura de ellas le sorberá. Y dicho esto, torna a referir algunas de las mismas obras de naturaleza, diciendo:

21. Y agora no ven luz; que el aire de improviso en nubes se espesa, y pasa el viento y purifícalas. En que dice la presteza con que el cielo se añubla y serena, que muchas veces se hace en tiempo brevísimo; con que confirma lo que agora decía, de cuán dificultoso es el conocer estas causas. Porque, sin duda, es escuro negocio penetrar cómo en tan breve tiempo se hacen efectos tan grandes, y no es mucho que se pierda (antes es conforme a razón) el mortal que en esto se mete.

Dice más:

22. De la parte aquilonar viene el oro, y de Dios temerosa alabanza. Porque dijo, pasa el viento y ahuyenta o purifica las nubes, dice luego dónde viene este viento: De la parte aquilonar viene el oro. Oro llama la luz serena y el sol que resplandece en el cielo puro y desembarazado de nubes, porque es como oro, y ansí le suelen llamar los poetas al sol y a la luz. Y dice que viene del Norte, porque el cierzo que de allí nace hace días serenos y amables. Y lo mismo que es en el día, es verdad en el alma; que sin duda el acrecentamiento de su caridad, y el precio de su valor y su pureza y serenidad y su amable reposo, le viene de la adversidad y trabajo, y estos soplos fríos y ásperos siempre hacen grandes y ricas las almas.

Y cosa notoria es que en la Sagrada Escritura el oro es la caridad, y la parte aquilonar todo lo enemigo y adverso. Ansí que del Norte viene el oro, y de la calamidad el aprovechamiento; y por la misma causa lo que luego se sigue, y de Dios temerosa alabanza, o como otra letra dice, y a Dios temerosa alabanza. Porque con ser verdad que convida Dios a que le alabemos y reverenciemos por todas partes y con todas sus obras; mas esto de los trabajos y tribulaciones con que ejercita los suyos, entre otros bienes que en ellos hace, les cría en el alma un amor humilde y una afición llena de reverencia, y un temeroso y aficionado respecto para con Dios, a quien las almas afligidas y sanctas miran, por una parte, como a Señor que tiene el azote en la mano, y por otra, como a Padre misericordioso que tiempla el rigor merecido, y que con semblante de enojado las ama, y por caminos de justicia las beneficia, y haciendo del que las huye, las apura y las allega a Sí, y las abraza con ñudo de amor estrechísimo. Y ansí el alma justa azotada que esto entiende, se deshace en amor y querría ser todas lenguas, y agoniza por serlo para decir en alabanza de Dios, de su saber, de su poder, de su artificio y piadoso cuidado parte de lo que siente.

Mas no hay lengua que baste, y ansí dice:

23. No podremos hallarle como merece; grande en fortaleza, juicio y justicia, y no puede ser contado. O en otra manera; Poderosísimo, no le hallaremos; grande en poder y juicio, y muchedumbre de justicia no afligirá. No podremos hallarle como merece; esto es, hallarle alabanza que alcance a lo que se le debe, lengua que le alabe como debe ser alabado; porque es grande en fortaleza, esto es, poderoso Hacedor de cuanto le place. Y aunque todo es poderoso, no es absoluto ni tirano, sino tan igual y justo cuan fuerte y poderoso; por lo cual ni oprime su esforzada mano ni aflige con violencia su poder infinito.

De que se sigue lo último, que es:

24. Por tanto varones le temerán, y no osarán mirarte todos los que se tienen por sabios. Porque ni los sabios en su comparación lo son, ni los valientes varones delante de Él tienen fuerza; porque para éstos es todopoderoso, y para los otros sabio sumamente, y ansí es necesario que ambos con espanto se rindan. Y dio bien a cada uno la palabra que le convenía, para más engrandecer lo que quiere; que de los varones, esto es, de los fuertes, dice que le temblarán, que es lo más ajeno y lo que más lejos está de la valentía; y a los sabios quita el mirar, siendo lo más proprio de ellos el conocer y entender y el hincar los ojos con más particular advertencia en las cosas. Porque se entienda, no solamente que ninguno iguala ni puede correr lanza con Dios en el saber y poder, sino que el sabio ante Él es ciego, y el valiente temeroso y cobarde.

Con que da fin a su razón Eliú, y feneciéndola, arguye y secretamente prueba todo lo que por ella pretende; que modere Job su lengua para con Dios y presuma de sí menos, y no piense que, si es fácil el atreverse a decirlo, el hacerlo y el entrar con Dios en cuenta le será negocio ligero, y que para el desafío basta un atrevimiento, mas para la estacada y victoria hay necesidad de otro saber y de otro ánimo diferente del suyo; que Dios va fuera de toda cuenta, y es libre de toda competencia con él; no viene comparación con ninguno, sapientísimo, poderosísimo, altísimo, y en cuyo respecto el saber de las criaturas es noche, y la fuerza lana, y el consejo desatino, y el ánimo abatimiento, y el valor flaqueza.

Y assí acaba.

Madrid, 29 de noviembre de 1950.






ArribaAbajoCapítulo XXXVIII

1. Y respondió Dios a Job de entre el torbellino, y díjole:

2. ¿Quién este que escurece consejo con palabras vacías de saber?

3. Ciñe como varón tus lomos; preguntaréte, y enseñarme has.

4. ¿Dónde eras al fundar Yo la tierra? Manifiéstalo, si tienes saber.

5. ¿Quién puso medidas sobre ella, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella emplomada?

6. ¿Sobre qué se afirmaron sus apoyos? ¿O quién puso la piedra de su clave?

7. Cuando me cantaron juntamente estrellas de mañana, y se regocijaron todos los hijos de Dios?

8. ¿Y quién cerró con puertas el mar cuando salía afuera como quien sale de madre;

9. Cuando le ponía nube por vestidura, y escuridad como faja suya,

10. Y rodeéle con términos, y ordené ley entre él, y púsele cerrojo y puertas?

11. Y dije: Hasta aquí vendrás, y no añadirás; aquí quebrantarás levantamiento de olas tuyas.

12. ¿Por ventura después de tu nacimiento mandaste a la mañana, o a la aurora enseñaste su lugar?

13. Y aprehendiste los extremos de la tierra, y sacudiste impíos de ella?

14. Será vuelto como lodo el sello, y estará como vestidura.

15. Y será vedada a los malos su luz, y brazo levantado será quebrantado.

16. ¿Por dicha entraste hasta lo profundo de la mar, y en lo postrero del abismo anduviste?

17. ¿Por dicha abriéronse las puertas de la muerte a ti, y las puertas viste de la tenebregura?

18. ¿Por aventura consideraste hasta las anchuras de la tierra? Notifícame, si la sabes toda.

19. ¿Adónde el camino de morada de luz, y tinieblas adónde su lugar?

20. Para que guíes a ambas a sus términos, y entiendas las sendas de su casa.

21. Sabrás que entonces habías de nacer, y el número de tus días muchos.

22. ¿Por dicha has entrado en tesoros de nieve; tesoros de granizo has mirado;

23. Que aparejé para tiempo de enemigo, para día de encuentro y pelea?

24. ¿Por qué camino se esparce la luz, o se divide el calor sobre la tierra?

25. ¿Quién dio carrera a la grandísima lluvia, y camino al sonoroso tronido,

26. Para llover en tierra de no varón, en desierto do en él no hombre,

27. Para hartar yermo y descaminada, y producir verduras de yerbas?

28. ¿Quién es a la lluvia padre? ¿O quién engendró gotas de rocío?

29. ¿De vientre de quién saldrá escarcha? Y hielo de cielo, ¿quién le engendró?

30. Como piedra aguas se endurecen; y faces de abismos se aprietan.

31. ¿Por dicha ayuntarás las estrellas, resplandecientes cabrillas, o podrás desatar el cerco del Arcturo?

32. ¿Por ventura producirás lucero a su tiempo, y lucero de la noche harás que sobre términos de tierra se levante?

33. ¿Por ventura sabes estatutos de cielo, o si pondrás su mando en la tierra?

34. ¿Por ventura levantará a la niebla voz tuya, y muchedumbre de aguas te cubijara?

35. ¿Por ventura enviarás rayos, y irán, y te dirán: Vesnos aquí?

36. ¿Quién puso en las entrañas del hombre sabiduría? ¿O quién dio al gallo entendimiento?

37. ¿Quién contará la orden de los cielos? Y consonancia y música de cielos, ¿quién hará que duerma?

38. Cuando se fundaba el polvo en la tierra, y sus terrones se apiñaban.


ArribaAbajoExposición

1. Y respondió Dios a Job de entre el torbellino, y díjole. Acabó Eliú su razón, y Job había dado ya fin a las suyas, y los demás amigos mucho antes habían puesto a sus bocas silencio; y quedaban todavía sin remate una porfía tan trabada y reñida, porque ninguno se rendía al otro, antes cada uno estaba en su sentencia firme y entero. Y ansí, por esta razón, como también por lo que se debía a la verdad ofendida, convino que sobreviniese quien volviese por ella, y la sacase a luz y pusiese en su lugar fuera de los lazos de tan perplejas razones. Y convino que juzgase alguno este pleito y le sentenciase, condenando al culpado y volviendo al inocente su honra. Para lo cual sale agora Dios y habla, y hace su oficio, que es dar luz en las dudas, declarar las faltas, honrar y premiar las virtudes.

Y ansí escribe el profeta: Y respondió Dios a Job del torbellino, y díjole; esto es, mas porque callaban todos ya y se quedaba cada uno en su tema, habló el Padre de la verdad para decirnos lo cierto. Y respondió Dios a Job. ¿Qué duda había sino que, en faltando los hombres, había Dios de acudir a su siervo, y que, puesta la justicia en balanza, había Dios de tomar su defensa, y que, siendo contra Job sus amigos, Dios había de ser con Job contra ellos? Y respondió Dios a Job, esto es, y habló Dios a Job; porque en la lengua de la Escritura Sancta, el responder es hablar. Demás de que ansí habla aquí Dios, que responde a algo de lo que Job tiene dicho.

Y respondió Dios a Job, del torbellino.

Ordinario es en la Sagrada Escritura introducirse Dios, según la disposición de la ocasión en que se introduce, o del tiempo y persona y negocios de que entonces se trata. Cuando apareció a Moisés al principio, fue en imagen de fuego en medio de una zarza, y sin daño: en fuego y en zarza por el ansia en que se abrasaba su pueblo, y por las espinas de trabajos que lo traspasaban; y sin daño para significación de su libertad y buen suceso. A Esaías apareció cercado de humo por la escuridad que a su gente venía. Y a Ezequiel entre ruedas y animales, por la servidumbre que servía entonces el pueblo cautivo, y la que había sucesivamente de servir después de sujeto a las cuatro ruedas de los imperios. Y ansí agora parece y habla Dios del torbellino, porque Job, a quien habla, estaba en el torbellino de la calamidad que se ha dicho, y porque en los sucesos ásperos y tempestuosos acude siempre Dios a los suyos, que es como David dice: Favorecedor en el artículo del menester, y en las tribulaciones.

Y en esta habla hay dos cosas, una cierta, y otra en que puede haber duda: lo cierto es que habló Dios con Job; lo dudoso, en qué manera, si exterior y visiblemente, o por modo interior y invisible y si Él por Sí mismo o por otro algún medio; porque todo es posible y todo usado a Dios, y que aconteció y acontece, como es notorio, y Sant Gregorio muestra por muchos ejemplos. Si fue invisible la habla, en que sin ruido ni figuras de palabras manifiesta Dios al corazón en un momento grandes y diferentes verdades, Dios fue el que propriamente la hizo; mas si fue exterior y visible, fue ángel el que la obró por orden y en persona de Dios, como el sobredicho sancto nos dice.

Yo diría que hubo aquí interior y exterior, y que se mezcló y compuso de ambas cosas la habla. Porque en lo exterior no podemos negar el torbellino y ruido, pues la Escritura lo pone con palabras proprias, y que sin inconveniente pueden ser propriamente entendidas; pues no es nuevo, como consta de las Letras Sagradas, cuando Dios habla o quiere hablar, haber algún ruido exterior que se siente; que al tiempo que dio la Ley a su pueblo, tembló el monte y hubo tronidos, y sonó en los oídos de todos claro son de bocina. Y cuando dijo a Cristo su Padre: Y te esclarecí, y te tengo de esclarecer, ansí sonó la voz que pareció grande trueno.

Y finalmente el Espíritu Sancto, descendiendo a enseñar los apóstoles, hizo sensible ruido, como de grandísimo viento que viene. Ansí que en lo exterior hubo torbellino y sonido. Mas lo que se razonó y platicó es muy verosímil que fue negocio del alma, que no sonó por defuera, sino que en la manera que a Sant Pablo avino yendo a Damasco, cuando fue cercado de nueva luz y derrocado con ella y por Cristo enseñado y reprehendido; que la luz y el estampido fue público, y lo sintieron y vieron ansí él como los que iban con él; mas las palabras de reprehensión fueron secretas, y sólo para Sant Pablo.

Ansí en esta habla de Job, él y sus amigos vieron y sintieron el torbellino y estruendo visible, y reconocieron todos por él y en él la presencia divina; mas lo que Dios presente dijo, no fue para todos, sino para sólo Job, a quien en lo secreto de su alma Dios hablaba en esta manera.

Y decía:

2. ¿Quién este que escurece sentencias con palabras vacías de saber? Unos dicen que Dios habla aquí de Eliú; otros sienten de Job, y será mejor decir que de entrambos; porque ansí el uno como el otro eran dignos de reprehensión; y Eliú mucho más, y cada uno en su cosa. Eliú pecó, lo uno, en cargar tan pesadamente la mano, llamando pecador a Job, y teniéndole por tal, aunque por razones diferentes de los primeros, como arriba se dijo. Lo otro, porque su intento, que era mostrar no ser del hombre entrar con Dios en cuenta, o pedírsela, siendo tan manifiesto, por probarlo, lo escureció, replicando razones ajenas y impertinentes.

Mas la culpa de Job fue no en tenerse por castigado sin culpa, que sin duda no la tenía conforme al castigo; ni haberle faltado paciencia para llevarlo, porque fue pacientísimo; ni haber sentido mal de la providencia de Dios o de su justicia, la cual confiesa en muchas partes y alaba; ni en la relación que de su vida e inocencia hizo, porque fue verdadera, sino en cierta demasía de palabras, a que pudo llevar un ánimo tan sancto y tan recto la porfía de sus amigos injusta y molesta sobre un sujeto tan fatigado y herido. Y la demasía fue decir a Dios que, o le oyese y le respondiese, o que le oiría él y después le respondería; que pusiese su poder aparte y el espanto que a la criatura hace cuando se demuestra presente, y que viniese con él a llana y igual disputa con armas parejas, y que ansí escogiese, o el preguntarle Él y Job responderle, o al revés, responder siendo por Job preguntado. Que aunque en un alma por una parte tan pura, y por otra parte herida tan crudamente, el dolor y la buena consciencia y la seguridad que della nace cría naturalmente una sancta osadía, que entre amigos se sufre y perdona; mas el juicio de Dios, fiel y puro, y que con los más suyos es más delgado, tuvo por demasía faltar, por pequeña cosa que fuese, a la modestia y respecto que una bajeza debe a la grandeza divina, ante quien ni alzar los ojos debemos, cuánto más pedir razón de sus hechos, sino aceptar sus juicios seguros. Que quien es la razón y la bondad y el saber y la verdad y la misma justicia, la tiene en las cosas que hace.

Pues ansí dice de Eliú: ¿Quién es este que escurece sentencias? O como el original dice, consejos, esto es, verdades y intentos ciertos con palabras impertinentes. Porque, como dijimos, nunca probó bien lo que pretendía, con ser su pretensión verdadera.

Y de Job dice: ¿Quién es este que escurece sentencias o consejos? Esta su causa buena y justa en cierta manera la desdora con palabras no bien pensadas, y teniendo cubierta en su ánimo la modestia y paciencia, se muestra osado inadvertidamente en la boca, y parece me desafía y me llama a disputa.

Y ansí dice:

3. Ciñe como varón tus lomos; preguntarte he, y enseñarme has. Como diciendo: Pues me llamas a razón, yo quiero ponerme a ella contigo; y pues deseabas oír y responder, o preguntar y ser respondido, a punto estás, que yo quiero preguntarte agora, y ver luego lo que tú me respondes: esfuérzate y ciñe tus lomos como varón, que es decir, apercíbete y está presto con esfuerzo y con ánimo, y si presumes en palabras, muéstralo agora con obras, y veamos si es lo mismo el decir que el hacer.

Y dicho esto, comienza Dios, y pregúntale:

4. ¿Dónde eras al fundar Yo la tierra? Manifiéstalo, si tienes saber. Como dijimos al principio, en toda esta plática que se extiende por cuatro capítulos, pretende Dios una sola cosa, y la misma que Eliú pretendía, que es mostrar lo poco que el hombre alcanza en lo que Dios hace, y persuadir por esta vía a que sujete su juicio cada uno a sus hechos, y los apruebe y acepte, y no le pida cuenta ni juzgue. Porque bien se sigue que no debe ni puede pedir cuenta a Dios de sus obras el que no entiende ni alcanza ni las menores de ellas. Y ansí todo aqueste discurso es una relación por menudo de las obras naturales que hizo Dios, que el hombre no entiende, comenzando de las más altas y viniendo a las bajas, y, de las generales a las más particulares y proprias, arguyendo siempre secretamente que quien no sabe esto que trata y se viene cada día a los ojos, menos entenderá los consejos que tiene cerrados Dios en su pecho. De arte que, constando toda aquesta razón de dos proposiciones o partes, una que antecede y otra que de ella se sigue (antecede: el hombre no entiende las obras que Dios hace; síguese: luego no puede ni debe pedirle cuenta, o juzgar de sus secretos consejos). Prueba Dios la primera por inducción de singulares copiosa y elegantísimamente; la segunda, que se sigue, calla, porque en la primera está dicho, y siendo aquélla cierta, está ésta clara y manifiesta a cualquiera.

Dice, pues: ¿Dónde eras al fundar Yo la tierra? Como si más claro dijese: Pues eres tan sabio que presumes de estar a juicio y a razones conmigo, Yo me allano; y pongo aparte lo mucho que puedo, y no uso de mi majestad y grandeza; como igual con igual te hablo y pregunto, si me sabrás decir: ¿Qué eres, o adónde estabas, o cuál era tu poder y saber, cuando yo criaba y cimentaba la tierra? En que por dos maneras manifiesta al hombre Dios su ignorancia y bajeza: la una, porque hubo tiempo en que no era, y por la misma razón tuvo su principio de nada; con que se arguye claramente su poca sostancia y ser flaco y miserable, que al fin responde a su origen; la otra, que está tan lejos de competir en nada con Dios, que lo público que Dios hace, y eso mismo que ve no lo entiende. Por lo primero dice: ¿Dónde eras tú cuando ponía Yo a la tierra cimiento? Que es decirle, no sólo que comenzó a ser mucho después, sino que entonces era nada; no sólo que es moderno en sí, sino que en su principio es miseria. Para lo segundo le pregunta de la tierra que huella, y de sus cimientos que cada día descubre, si sabe o entiende cómo se pusieron en la manera como la tienen en pie. Que a la verdad es caso maravilloso extrañamente y secreto, que cuerpo y pesadumbre tan grande se sustente en el aire, que le cerca a la redonda y del todo. Y no basta lo que del centro se dice, porque eso es lo que no se entiende y espanta; que sea centro aquel punto más que otro cualquiera, ¿qué razón se lo dio? ¿Quién puso, o cómo puso allí aquella virtud y fuerza tan grande? O ¿qué fuerza es y de qué propriedad y metal?

Ansí que es ignorante el hombre, porque es moderno y porque anda ciego en eso mismo que ve, como parece en lo poco que entiende de la fábrica de la tierra a do mira.

A que también pertenece lo que luego se sigue. Dice:

5. ¿Quién puso medidas sobre ella, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella plomada?

6. ¿Sobre qué se afirmaron sus apoyos? ¿O quién puso la piedra de su clave? Que es preguntar en una palabra, si sabe la fábrica de la tierra; que habla de ella a semejanza de un soberbio edificio de los que los hombres hacen, y ansí nombra los niveles y las plomadas, y los cordeles, y las demás partes y instrumentos del arte.

Prosigue:

7. Cuando me cantaban juntamente las estrellas de la aurora, y hacían regocijos todos los hijos de Dios. Lo que en la primera parte del verso nombra por semejanza, en la segunda pone por sus proprios vocablos. Por manera que estrellas de aurora y hijos de Dios son unos mismos, y son todos los ángeles que la Escritura llama hijos de Dios, porque entre lo que crió es lo que más le parece. Y son estrellas de aurora porque sus entendimientos, más claros que estrellas, echaron rayos de sí saliendo a la luz del ser en la aurora del mundo.

Y ansí dice Esaías de uno: ¿Cómo caíste, ¡oh lucero!, que amaneciste a la aurora? Éstos, pues, cantaban, y con júbilo decían alabanzas a Dios en aquel principio del mundo; no porque no las cantan agora, sino porque comenzaron entonces a abrir los ojos para verlas grandezas de Dios, y las bocas para cantarlas.

Mas dice:

8. ¿Y quién cerró con puertas el mar cuando salía afuera como quien sale de madre? Como preguntó a Job del ser de la tierra, ansí le pregunta agora de la naturaleza del mar, que es otra gran maravilla de las que en lo natural Dios tiene hechas. Y en el mar es maravilloso mucho el no derramarse en la tierra anegándola, y siendo ansí que la cubría toda al principio, haber descubierto parte de ella por mandado de Dios; y siendo tantas sus aguas y tan furiosas sus olas, no tornar cada hora a cubrirla, y quebrar tanta furia en un poco de arena de la orilla.

Pues de este antiguo y nuevo milagro le pregunta agora Dios si entiende o sabe la causa, o si es Job el autor de él, o quién es el autor. ¿Quién, dice, cerró como con puertas el mar? Porque no hay cerraduras tan fuertes, ni muelles tan firmes que ansí le tuvieran cerrado, como le tiene agora la raya que Dios le ha puesto en la arena.

Y dice: ¿Quién le cerró?, como diciéndole y preguntándole si supiere cerrarle, o si sabe manera alguna como cerrarse pudiese, o si entiende que quien le cerró entenderá y sabrá hacer lo que él no puede entender. Dice cuando salía afuera como quien sale de madre, que es cuando fue criado al principio y se derramaba con grandísima copia sobre todas las cosas, y las anegaba y sumía.

Y que hable de aquella sazón, lo que se sigue lo dice:

9. Cuando le ponía nube por vestidura, y escuridad como faja suya. Porque en aquel principio, como Moisén escribe en el Génesis, luego que crió Dios el mar y dentro de su abismo la tierra, rodeó a todo el mar de tinieblas. Y las tinieblas, dice, cubrían la faz del abismo.

Y dice vestidura y faja aquí agora, hablando de la mar recién producida, como de una criatura recién nacida hablara, que la envuelven en sus mantillas y fajas.

Ansí, dice, la cubrí con nube en su primer nacimiento, y la envolví como con faja, con escuridad y con tinieblas. Pues en este tiempo, dice, cuando él lo cubría todo y a él las tinieblas, le recogí y reduje a término cierto, y le acorté las riendas y enfrené su lozanía para que se detuviese.

Lo cual aún más declara, diciendo:

10. Y rodeéle con términos, y púsele cerrojo y puertas. Y donde decimos rodeéle con términos, dice el original en la misma sentencia y establecí sobre él decreto. Por manera que los términos que le puso, y el cerrojo y puertas en que le cerró, es la ley, y decreto suyo que le ordenó cuando dijo: Ayúntense las aguas a un lugar, y muéstrese descubierta la tierra. El cual mandamiento retrujo entonces y tiene hasta agora enfrenadas las mares. Y para declarar su eficacia, la Escritura en diversos lugares lo llama voz de trueno y de reprehensión temerosa, y amenazas graves, y increpación que puso espanto en las aguas, y espanto que siempre le dura.

Y ansí añade:

11. Y dije: Hasta aquí vendrás, y no añadirás; aquí quebrarás levantamiento de tus olas. Que en la forma del decir, que es un mandar absoluto, muestra Dios su poder sobre todo y el rendimiento de las criaturas. Y siempre y en cada palabra va secretamente arguyendo cuán ajeno de buena modestia es ponerse a cuentas con quien sabe y puede tanto.

Prosigue:

12. ¿Por ventura después de tu nacimiento mandaste a la mañana, o a la aurora enseñaste su lugar? Dichas la tierra y el mar, dice de la luz agora, que se hizo después dellas, y se hizo con ella el día primero, como Moisén testifica: y dícelo al mismo propósito de mostrar la bajeza de Job y la grandeza suya fuera de toda cuestión y competencia. Y pregúntale si él después de su nacimiento mandó a la mañana, esto es, la crió y la mandó que luciese. Que es, preguntando, negarlo a Job y afirmarlo de Sí, y mostrar la infinita diferencia de ambos, pues pregunta dos cosas: una, si crió él la luz, o siquiera si sabe qué ser tiene o cómo pudo ser producida; y la otra, si la crió después de su nacimiento, o, como otra letra dice, antes que naciese; dando a entender por lo uno y por lo otro un propósito mismo, que es la imposibilidad del negocio; porque la que fue criada en el día primero, ni la hizo Job después de nacido ni pudo ser hecha de él antes que naciese y viviese.

Ansí que ni la hizo ni la gobernó. Y por eso pregunta si mostró a la aurora su lugar, esto es, si le dice y enseña cada día en que nacer debe, y la parte del cielo que ha de alumbrar con su rostro, que no es siempre una misma, sino cada día la suya. Que es otra maravilla grandísima el movimiento que la luz hace, apartándose y allegándose con perpetuo e inviolable concierto y haciendo el invierno y estío y acortando y aumentando los días.

Dice:

13. Y aprehendiste los extremos de la tierra, y sacudiste de ella malvados. Porque hizo de la luz mención, dice algunas propriedades de ella, hermoseando su razón, divirtiéndose por una manera poética. Y aprehendiste los términos de la tierra; conviene a saber, con la luz y con el aurora; esto es, hiciste amanecer la luz, para hacer lo que hace, que es ocupar toda la redondez, extendiéndose y haciendo luego con sus rayos desaparecer y huir la maldad, que andaba suelta con las tinieblas. Porque los malhechores aman la noche, y encógense y desaparecen luego que el día amanece. Y por eso añade, y sacudiste de ella malvados; esto es, hiciste que se ascondiesen huyendo, quitándoles con la luz del día el manto que los cubre de noche. Y donde decimos términos, el original dice alas; y entendemos por las alas los nortes, porque el levante y el poniente son como la cabeza y los pies.

Y ansí decir que la aurora ase o aprehende estas alas, es declarar el movimiento que hace el sol, fuente de luz, entre los trópicos, acostándose unas veces al Norte encubierto y otras veces al nuestro; de que nacen las diferencias de tiempos, fríos, calurosos, templados, y con ellas las de la tierra, que unas veces está verde, otras seca, otras llena de fructos, otras yerma y agostada.

Con que viene natural lo que añade:

14. Será vuelto como lodo el sello, y estará como vestidura. Como lodo el sello hase de entender al revés, el lodo como el sello, que es un trueco poético. Pues dice que por la variedad de la luz y por el avecinarse o apartarse la aurora el lodo, esto es, la tierra, se volverá como sello, variando formas e imprimiéndose con la facilidad que el sello imprime con diferentes figuras, y estará como vestidura, que los usos diversos la cortan y componen cada día de maneras diversas.

Y porque dijo de la tierra mudable, por causa del moverse la luz y porque en el verso antes de éste habló de los pecadores que huyen la luz y tienen su corazón en la tierra, y por la misma causa padecen semejantes mudanzas; la memoria de lo que en la tierra por causa de la luz pasa, representa lo que en los amadores del suelo semejantemente acontece.

Y ansí dice luego:

15. Y será quitada a los malos su luz, y brazo levantado será quebrantado. Como si más claro dijera: ¿enseñas tú su lugar a la aurora y guíasla al punto en que ha de salir cada día, para que ansí hincha a la tierra de luz, y se allegue al un extremo y al otro, y huya antes su presencia la gente que en la noche es traviesa, y la tierra misma con la variedad de la luz, como con sello imprimiéndose, tome diferente rostro y figura, y la que florecía agora llena de verdor y de fructos, luego se demuestre yerma y estéril con maravillosa inconstancia, como también la padecen los ojos que la aman, y, olvidados de los bienes del cielo, abrazan sus bienes de ella con maldad y injusticia; que, si florecen y valen en algún tiempo, poco después se marchitan, y la luz de su prosperidad se les quita y viene al suelo, quebrado el poder de su brazo levantado y soberbio? Ellos son tierra, y acontécelos lo que a la tierra acontece, que hoy se viste de flores y mañana está seca y yerma.

Por manera que la mudanza de la tierra hizo camino para decir de la mudanza de los pecadores; y la memoria del suelo trujo a la boca las condiciones de los que se asientan en él, y fue ocasión para contar el caer, cómo caen de su estado los malos, el haber contado la mudanza que el campo hace, de verde a seco, y de florido a marchito; que es un cotejo y comparación que de ordinario hace la Sancta Escritura. Esaías: Toda carne heno, y toda su gloria como flor del campo. Secóse el heno, y cayóse la flor; mas la palabra del Señor permanece por siempre. Y David en el Psalmo: Recordóse que somos polvo, el hombre como heno sus días, como flor de campo que florece. Y en otro lugar: Vi al impío ensalzado como cedro del Líbano, y pasé, y ya no era, ni pareció su rastro. Y en este libro mismo decía: Yo vi al malo fuertemente arraigado, y maldije su hermosura. Y más propriamente Salomón en el Eclesiastés, de la mudanza de los tiempos y de las diversos vueltas del sol, viene a confirmar las caídas, los sucesos varios, la vanidad y corrupción de la vida. Y aun el poeta lírico guía, a lo que parece, por aquí cuando dice:


; El año y presto vuelo
del hora que huyendo roba el día,
te avisan que en el suelo
no esperes bien durable; que a la fría
sazón hacen templada
los céfiros; la dulce primavera
es del estío hollada,
el cual también fenece, cuando afuera
derrama el rico seno
el otoño, de frutas coronado,
y torna luego lleno
de escarcha a suceder el tiempo helado.

Y el otro poeta latino, que dice ansí:


   ; Coge, doncella, las purpúreas rosas,
en cuanto su flor nueva y frescor dura:
y advierte que con alas presurosas
pasan ansí tus horas y hermosura.

Prosigue:

16. ¿Por dicha entraste hasta lo postrero del mar, y en lo postrero del abismo anduviste? En el libro del Eclesiástico, entre los loores de la Sabiduría, que es el Verbo divino, dice ella de sí: La redondez del cielo cerqué sola yo, y penetré al abismo profundo, y anduve en las olas del mar. Y ansí agora, porque es propria suya, pregunta a Job si hace esta obra él, y como dijimos, preguntando, niega que la hace, y negándolo, le da a entender lo poco que él es, y lo mucho que Dios puede y cómo no es de nuestra bajeza pedirle razón de lo que hace a quien tanto sabe y vale.

Lo que decimos lo postrero del mar, el original a la letra dice los lloros del mar; que llama ansí sus mineros secretos, y como si dijésemos, sus manantiales que siempre están vertiendo agua.

Añade:

17. ¿Por dicha abriéronse las puertas de la muerte a ti, y las puertas viste de la tenebregura? Quiere decirle, si acaso está él en todas las cosas, presente a todas y presidiendo sobre ellas, ansí como está su Divinidad. Y porque dijo del hondo del mar, dice agora de lo que aún es más profundo, que son las casas de la muerte, esto es, lo más secreto de la tierra y las entrañas della, adonde jamás la luz alcanza y las tinieblas hacen perpetuo asiento; que es la región adonde, como la doctrina de la Iglesia enseña, vive la segunda muerte que padecen los condenados a penas eternas.

Y dice en el mismo propósito:

18. ¿Por ventura consideraste hasta las anchuras de la tierra? Notifícame si lo sabes todo. Dice David en el Psalmo, hablando de cómo Dios está en todo presente: Si subiere al cielo, tú estás allí; si descendiere al infierno, estás presente; si madrugare y tomare alas, y morare allende la mar, allí encontraré con tu mano. En que en el cielo muestra lo alto, y en el infierno lo bajo, y en los fines de la mar, lo ancho y extendido, con que comprehende la universalidad de las cosas; porque todas ellas, o se contienen en estas medidas de altura, de profundidad y de anchura, o pertenecen a algunos destos lugares.

Y la misma división es la de aquí para significar la misma presencia; porque, primero, le preguntó del aurora, que es la parte alta y superior, y después del abismo y profundo, y agora de la anchura de la tierra y del mar, esto es, de todas las cosas a las cuales asiste presente sólo Dios y no criatura ninguna.

Mas porque le dijo en lo postrero del verso que le enseñase, si tan sabio era, prosigue y pregúntale, no ya de su presencia, sino de su sciencia, quiero decir, no si alcanza con su ser lo alto y lo profundo y lo ancho, sino si a lo menos con su saber conoce lo que en estos lugares y partes pasa, y si sabe dar razón de lo que en ellos se hace o deshace.

Y ansí dice:

19. ¿Adónde el camino de morada de luz? ¿Y tinieblas adónde su lugar? Como diciendo: Ya que no asistes ni resides en los lugares donde la luz y las tinieblas nacen, ni alcanzas con tu presencia a lo alto y a lo profundo del mundo, dime a lo menos si tienes noticia de los caminos o de la morada de la luz o de la casa de las tinieblas. Que es preguntarle si conoce las causas de do proceden, y los principios de que sustentan y crecen, con lo demás que a todo su ser pertenece.

Que declara más en lo que sigue:

20. Para que guíes a ambas a sus términos, y entiendas las sendas de su casa. Que es decirle si tiene ansí noticia de estas cosas, que pueda dar razón de ellas suficiente, diciendo sus fines y principios y efectos; que ésta llama por semejanza sendas y términos.

Para que guíes, dice; esto es, de manera que puedas guiar, conviene a saber, atinar diciendo el fin a que miran y el paradero que tienen y los propósitos para que estas dos cosas fueron criadas, y lo que de ellas resulta. Y porque por la luz y las tinieblas y por las moradas de ambas, se entiende también lo de la muerte y la vida, y juntamente sus causas, que son las constelaciones y aspectos celestes en que la luz y la noche viven y moran; por manar en cierta manera dellas el vivir y el morir, el venir a esta luz común o el salir della, dejándola. Por eso le dice luego:

21. Sabrás que entonces habías de nacer, y el número de tus días muchos. Porque si tuviera perfecta sciencia de las estrellas, o verdaderamente de las causas todas de la muerte y de la vida, pudiera saber algo Job del principio de la suya, y de sus pocos o muchos años; mas como no sabía lo primero, ansí ignoraba lo segundo, porque Dios es sólo el autor verdadero y el sabidor cierto de ambas cosas, las cuales gobierna con su providencia por secretas y admirables maneras.

Dice más:

22. ¿Por dicha has entrado en tesoros de nieve, tesoros de granizo has mirado? Viene descendiendo de las cosas mayores a las menores, y de las más dificultosas a las que parecen más fáciles, para que, si ni éstas las sabe y alcanza Job, quede lo que Dios pretende más convencido. Pues pregúntale si ha entrado en los tesoros de la nieve o granizo; porque habla de estas cosas como de algunas ricas alhajas repuestas y guardadas en sus almacenes para su tiempo usar dellas, y imagínalas como provisiones hechas y allegadas y amontonadas en grandísima copia, y mucho antes del menester, para cuando la ocasión se ofreciere.

Y eso llama tesoros de nieve y de granizo, que son las causas en que Dios tiene encerrada la fuerza de estos efectos, y donde en cierta manera los tiene como atesorados y juntos; porque en ellas los tiene a la mano y tan aprestados, cuando son menester, como si de muchos años antes estuviesen ya hechos, y ansí usa de ellos cuando quiere con presteza increíble.

Y dice del uso:

23. Que aparejé para tiempo de enemigo, para día de encuentro y pelea. Porque si bien sirven de otras cosas el granizo y la nieve, en este servicio que aquí dice, da Dios señalada muestra de su poderío, guerreando y deshaciendo la fortaleza humana y sus armas y valentía con un poco de agua espesada, y valiéndose de sus criaturas que no tienen sentido, y que crió para nuestro provecho, por nuestras culpas en nuestro daño y azote. Y señaladamente ha desbaratado y deshecho muchos ejércitos de hombres enemigos con estas saetas, como en las Escrituras se lee. Que con el aire y las aguas deshizo Dios en el mar Bermejo a Faraón y a los suyos. Y en el libro segundo de los Reyes, capítulo 5, ayudó Dios a David para que venciese a sus enemigos; y no esta sola vez, sino otras muchas, le socorrió cuando peleaba, hiriendo a sus contrarios con piedra y con relámpagos y rayos y truenos; de que él alaba y engrandece por hermosa manera a Dios en el psalmo 17, diciendo:


   ; [Con todas las entrañas en mi pecho
te abrazaré, mi Dios, mi esfuerzo y vida,
mi cierta libertad y mi pertrecho;
    Mi roca, adonde tengo mi guarida,
mi escudo fiel, mi estoque victorioso,
mi torre, bien murada y bastecida.
    De mil loores digno, Dios glorioso,
siempre que te llamé te tuve al lado,
opuesto al enemigo, a mí amoroso.
    De lazos de dolor me vi cercado,
y de espantosas olas combatido,
de mil mortales males rodeado.
    Al cielo voceé, triste, afligido;
oyérame el Señor desde su asiento,
entrada a mi querella dio en su oído.
    Y luego de la tierra el elemento
airado estremeció, turbó el sosiego
eterno de los montes su cimiento.
    Lanzó por las narices humo, y fuego
por la boca lanzó; turbóse el día,
la llama entre las nubes corrió luego.
    Los cielos doblegando descendía,
calzado de tinieblas, y en ligero
caballo por los aires discurría,
    En querubín sentado, ardiente y fiero,
en las alas del viento que bramaba,
volando por la tierra y mar velero.
    Y de tinieblas todo se cercaba,
metido como en tienda en agua escura,
de nubes celestiales que espesaba.
    Y como dio señal con su luz pura,
las nubes arrancando acometieron
con rayo abrasador, con piedra dura.
    Tronó, rasgando el cielo; estremecieron
los montes, y llamados del tronido,
más rayos y más piedras descendieron.
    Huyó el contrario roto y desparcido,
con tiros y con rayos redoblados;
allí queda uno muerto, allí otro herido.
    En esto, de las nubes despeñados
con su soplo mil ríos, hasta el centro
dejaron hecha rambla en monte, en prados.
    Lanzó desde su altura el brazo adentro
del agua, y me sacó de un mar profundo,
libróme del hostil y crudo encuentro.
    Libróme del mayor poder del mundo,
libróme de otros mil perseguidores,
a cuyo brazo el mío es muy segundo].

Y no es diferente de esto lo que en tiempo del Emperador hizo Dios por los suyos cuando venció a los [Narcomanos y Quados] con grandísima copia de nieve que les daba en los ojos, impidiéndoles el uso de las armas, y la defensa de los tiros que contra ellos hacían los fieles. De que Claudiano, poeta, dice ansí:


; [A la curia de tu patria llamando,
Marco Clemente, con tamaño anhelo
no vuelves, cuando ha dado
la fortuna al hesperiano suelo,
por do quiera de gente asaz ceñido,
ser de iguales peligros eximido.
No allí de loar son los capitanes,
porque lloviendo sobre el enemigo
fuego, en tantos afanes
el jinete, buscando algún abrigo,
del caballo, que fuego rodeaba,
en la caliente espalda se escapaba.
El infante que vido el capacete
irse ya con la llama derritiendo,
se paró, y el copete
se fue al fin en cenizas reduciendo.
Con súbitos vapores las espadas
fueron en poco tiempo liquidadas].

Prosigue:

24. ¿Por qué camino se esparce la luz, o se divide el calor sobre la tierra? O, como dice el original, o se derramó el ábrego o solano sobre la tierra. Habla de los vientos, que o serenan el aire, como el cierzo hace, o le calientan, como el solano y el ábrego. Y pregunta: ¿Por qué camino se esparce la luz? Esto es: ¿qué viento, cuando sopla, hace huir las nubes y apura el cielo, para que sin estorbo dé su lumbre la luz; o qué viento da calor a la tierra?

Y no pregunta tanto cuáles vientos sean, o cómo se nombran los serenos o calurosos, que eso es notorio en el vulgo, cuanto pregunta de dónde les viene o qué fuerza o virtud es la que da al cierzo que serene, y al solano que produzca calor. Porque, como arriba se dijo, ninguna razón de las que los sabios dan satisface, porque la verdadera y propia sábelo Aquél que los hizo. El cual también hizo lo que se sigue luego, y nadie sino Él puede hacerlo.

Y ansí dice:

25. ¿Quién dio carrera a la grandísima lluvia, y camino al sonoroso tronido;

26. Para llover en tierra do no varón; en desierto do en él no hombre;

27. Para hartar yerma y descaminada, y producir verduras de yerbas? ¿Quién dio, dice, tú o Yo por ventura? Que como dijimos viene por orden descendiendo de los cielos a lo que se hace debajo de ellos, y sobre la tierra, a los vientos, a las nieves, a las lluvias y a los tronidos; mostrando en todos [que] el hombre es tan ciego para entenderlos como flaco para criarlos, y convenciendo por el mismo caso y diciendo que quien tan poco entiende no debe ponerse a cuenta con quien tanto sabe y puede.

Lo que decimos carrera a la grandísima lluvia, el original a la letra dice: ¿Quién abrió o dividió la acequia para la avenida? Y dícelo por semejanza de las minas o conductos que en la tierra se hacen, para guiar de unas partes a otras las aguas; que como en la tierra se llevan por acequias y por caños secretos, y se abren para ello minas que rompen el suelo; ansí pregunta quién es el artífice que abre caminos a la lluvia en las nubes, y como por conductos la guía para que caiga, no sólo en lo cultivado y poblado, sino también en lo yermo, para que se vista de yerba que aproveche, si no a los hombres de quien carece, a los animales a lo menos de que en lo más despoblado hay mayor abundancia. Y si no sabes, dice, quién la guía, ¿sabes por aventura quién la engendra?

28. ¿Quién, dice, es padre a la lluvia, o quién engendró gotas de rocío?

29. ¿De cúyo vientre saldrá hielo?, y escarcha de cielo, ¿quién la engendró? Quiere decir, sino Yo solo. Y porque dijo del hielo, detiénese más en ello, y espacíase hermoseándolo y diciendo cómo se cuaja.

Y dice:

30. Como piedra aguas se endurecen, y faces de abismo se aprietan. Que el hielo es agua dura como piedra. Y no es poca maravilla ver en cosa tan blanda como el agua es, tanta y tan presta dureza. Mas lo que digo se endurecen, el original a la letra dice se asconden; porque a la verdad el hielo es agua, y no lo parece, porque asconde en él su rostro el agua y toma figura de piedra.

Y lo que decía, y faces de abismo se aprietan, dice la letra, se asen o serán asidas; porque cuando el hielo vence, el agua que corría pura, y las partes della desasidas se asen, y como si se trabasen unas a otras, se quitan el corriente y están quedas.

Dice más:

31. ¿Por dicha ayuntarás las estrellas resplandecientes cabrillas, o podrás desatar el cerco de Arcturo?

32. ¿Por ventura producirás lucero a su tiempo, y lucero de la noche harás que se levante sobre términos de la tierra? Las palabras originales [mezaroth y hahais] tienen significación varia y dudosa, que unos entienden las Cabrillas, otros otras estrellas o constelaciones celestes, las Virgilias, el Orión, el Arcturo, y los doce signos del cielo; y ansí unos mismos en diversos lugares traducen de diversa manera. Y saber lo cierto de estas significaciones no es de mucha importancia para lo que aquí se pretende, que es mostrar Dios a Job cuán baja cosa es lo que saben y pueden los hombres, y en este verso para este propósito preguntarle y decirle si podrá él, como Dios pudo, hacer las estrellas y signos celestiales.

Y porque había hablado de la lluvia antes y de las aguas abundantes y del granizo, y del trueno, y las demás cosas que en el aire se hacen, y le había preguntado la causa dellas, y si conocía su fuente y su padre, y porque en esto pueden mucho las estrellas y sus impresiones; dijo luego y preguntó de aquellas estrellas en particular que para este efecto son más poderosas, cuales son las Cabrillas, y las Virgilias, y el Arcturo, y el Orión, que dijimos que son constelaciones revoltosas, y que al nacer o al ponerse, alterando el aire, suelen mover y despertar tempestades. Por donde el lírico dice del Orión:


   ; [Mas mira cómo lleno
el Orión de furia va al Poniente.
Yo sé quién es el seno
del Adria luengamente,
y cuánto estrago hace el soplo Oriente.
    La tempestad que mueve
el resplandor egeo que amanece,
quien mal quiero la pruebe,
y el mar que brama y crece,
y las costas azota y estremece].

Y de las Cabrillas dice:


   ; [¿Por qué te das tormento,
Asterie? No será el abril llegado,
que con próspero viento
de riquezas cargado,
y más de fe cumplido,
tu Giges te será restituido.
Que en Orico do agora,
después de las Cabrillas revoltosas
del viento guiado mora,
las noches espaciosas
y frías desvelado
pasa, y de largo lloro acompañado.]

Y el poeta de las Virgilias escribe:


   ; [Observa errantes en sereno cielo
los signos todos, nuestro Palinuro,
las Híadas, que amenzan lluvia al suelo,
los Triones uncidos, y ve el duro
Orión armado de oro, y el Arcturo].

Ansí que por si acaso dijera Job que el origen de las tempestades de que era preguntado, y el padre que las engendraba, y el vientre de donde nacían, eran estas estrellas, acude a esta secreta respuesta Dios y pregúntale y dícele: Mas si dices que estas obras son efectos del cielo, y que las estrellas de él son los padres de donde nacen, pregunto, ¿si las compusiste tú por ventura?, ¿o les diste esa fuerza?, ¿o siquiera sabes y entiendes por qué la tienen más éstas que otras?

Y ansí añade:

33. ¿Por ventura sabes estatutos de cielo, o si pondrás su mando en la tierra? Que es decirle si conoce por ventura lo mucho que el cielo puede, y la muchedumbre de sus virtudes y fuerzas, y las leyes, ansí las que guarda él como las que pone en las cosas inferiores que le están sujetas y por él se gobiernan. Y por eso le dice si puso él en la tierra el mando del cielo, esto es, si sujetó estas cosas bajas al gobierno de las celestiales y hizo que las estrellas presidiesen al suelo; o si no lo hizo, si a lo menos sabe en qué manera se hace; o si no lo sabe ni puede todo, si será poderoso para alguna parte de ello siquiera, si a lo menos podrá hacer la niebla y cubrir el aire y la tierra con ella.

Y ansí dice:

34. ¿Por ventura levantará a la niebla voz tuya, y muchedumbre de aguas te cubijará? Voz tuya, esto es, tu mandamiento, ¿sacará la niebla del valle, y la levantará en alto, y extenderá ansí por todo, que tú y ello quede vestido de ella y cubierto?

Y dice muchedumbre de aguas, para decir la niebla misma, que es vapor húmedo, esto es, agua en vapor vuelta y adelgazada. O si a la niebla no, a lo menos, dice, ¿podrás mandar a los rayos?

35. ¿Por ventura enviarás rayos, y irán y te dirán: Vesnos aquí?; esto es, les mandarás que vayan, ¿y ellos obedecerán tu mandado? Y deja de decir, como Yo lo hago y como a Mí me obedecen, lo que en todas estas preguntas se entiende.

Dice más:

36. ¿Quién puso en las entrañas del hombre sabiduría? ¿O quién dio al velador entendimiento? Como diciendo, y si esto del cielo y de las influencias y obras dél son cosas altas, vengo a las bajas y a las que tocan las manos, y aun están dentro en ti mismo. ¿Quién, o cómo, o de dónde vino el entendimiento a tu pecho? ¿Cómo en cosa tan material y grosera, cual es tu cuerpo, se pudo engerir el saber?

Que es preguntar como en una palabra tres cosas: una, la sostancia y la fuerza para entender que el alma del hombre tiene; y otra, de dónde nace; y la tercera, cómo se ayunta con el cuerpo de tierra, siendo tan delicada. Que todas son cosas que las sabe bien sólo Aquel que las hace.

Y añade: ¿Y quién dio al velador entendimiento? Por el velador unos entienden el corazón del hombre, y ansí dice por otras palabras lo mismo; mas Sant Hierónimo entiende el gallo, y lo entiende mejor, porque va abajando en las cosas y en las preguntas que hace dellas, para subir más la fuerza de lo que arguye. Porque cuanto más ordinarias y bajas son las cosas que no sabe el hombre, tanto más convencido queda de su poco saber.

Ansí que pregunta a Job si por ventura sabe quién ha dado al gallo el entendimiento que tiene, o de dónde le viene que entienda tanto.

Y es como si más claro dijese: Y si tienes por dificultoso lo que del ánimo que en tu pecho vive, pregunto, por ser diferente de todo lo que se siente y se ve; del gallo, a lo menos si sabes el instinto grande que tiene, me di ¿de dónde le viene? Y declara luego qué saber es éste del gallo y qué instinto.

Y dice ansí:

37. ¿Quién contará la orden de los cielos? Y consonancia y música de cielos, ¿quién hará que duerma? Que es decir quién como el gallo contará la orden, esto es, los movimientos del cielo y sus puntos y horas, para puntualmente dar señal con la voz del mediodía y de la medianoche; para decir cantando cuándo el sol está en lo más alto o en lo más bajo del cielo; y quién como él atinará a la consonancia que entre sí los cielos tienen, moviéndose, o quién consuena y hace música con el cielo como él, acordando su cantar con sus altos y bajos. ¿Y quién, dice, hará que duerma?; conviene a saber, el gallo, para que no despierte a sentir y significar cuándo el cielo llega a su punto.

O podemos decir ansí: Y música de cielos, ¿quién hará que duerma?, como diciendo que ninguna música del cielo, esto es, ninguna quietud dél, ninguna noche sosegada y serena le puede adormecer de manera que no despierte a su hora cantando. Y llama música de cielos a las noches puras; porque con el callar en ellas los bullicios del día, y con la pausa que entonces todas las cosas hacen, se echa claramente de ver, y en una cierta manera se oye su concierto y armonía admirable, y no sé en qué modo suena en lo secreto del corazón su concierto que le compone y sosiega.

Y si otra letra dice ansí: Y influencias de cielos, ¿quién hará que descansen?, todo tiene el mismo sentido, porque dice: ¿Quién hará que descanse el gallo? (que mudó el número, cosa en estas Letras usada); ansí que ¿quién hará descuido en el gallo para que no sienta las influencias del cielo, que tan a punto a cantar le despiertan? Ansí que éste es su ingenio y su instinto.

Y para engrandecerlo más dice cuán de antiguo le viene tenello. Porque dice:

38. Cuando se fundaba el polvo en la tierra, y sus terrones se apiñaban; esto es, siempre, desde el principio y primer origen de todo cuanto la tierra se crió, se dio al gallo aquesta sabiduría.


; Tan antiguo es en su vela,
cuanto es antigua la tierra.

Madrid, 14 de diciembre de 1590.