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ArribaAbajoLibro tercero




ArribaAbajoFábula primera


La águila y el cuervo


A D. Tomás de Iriarte


En mis versos, Iriarte,
ya no quiero más arte,
que poner a los tuyos por modelo.
A competir anhelo
con tu numen, que el sabio mundo admira,  5
si me prestas tu lira,
aquélla en que tocaron dulcemente
Música, y Poesía juntamente.
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   Esto no puede ser: ordena Apolo,
que, digno sólo tú, la pulses solo.  10
¿Y por qué solo tú?, ¿pues cuando menos
no he de hacer versos fáciles, amenos,
sin ambicioso ornato?
¿Gastas otro poético aparato?
Si tú sobre el Parnaso te empinases,  15
y desde allí cantases:
Risco tramonto de épica altanera.
«GÓNGORA que te siga», te dijera;
pero si vas marchando por el llano,
cantándonos en verso castellano  20
cosas claras, sencillas, naturales,
y todas ellas tales,
que aun aquel que no entiende Poesía
dice: Eso yo también me lo diría,
¿por qué no he de imitarte, y aun acaso  25
antes que tú trepar por el Parnaso?
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No imploras las Sirenas ni las Musas,
ni de númenes usas,
ni aun siquiera confías en Apolo.
A la naturaleza imploras solo.  30
Y ella, sabia, te dicta sus verdades.
Yo te imito: no invoco a las deidades;
y por mejor consejo,
sea mi sacro numen cierto viejo,
Esopo digo. Díctame, machucho,  35
una de tus patrañas, que te escucho.

   Una águila rapante,
con vista perspicaz, rápido vuelo,
descendiendo veloz de junto al cielo,
arrebató un cordero en un instante.  40
   Quiere un cuervo imitarla: de un carnero
en el vellón sus uñas hacen presa;
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queda enredado entre la lana espesa,
como pájaro en liga prisionero.
   Hacen de él los pastores vil juguete,  45
para castigo de su intento necio.
Bien merece la burla y el desprecio
el cuervo que a ser águila se mete.

   El viejo me ha dictado esta patraña,
y astutamente así me desengaña.  50
Esa facilidad, esa destreza,
con que arrebató el águila su pieza,
fue la que engañó al cuervo, pues creía
que otro tanto a lo menos él haría.
Mas, ¿qué logró? Servirme de escarmiento,  55
   ¡Ojalá que sirviese a más de ciento,
poetas de mal gusto inficionados,
y dijesen, cual yo, desengañados:
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El águila eres tú, divino Iriarte;
ya no pretendo más sino admirarte:  60
Sea tuyo el laurel, tuya la gloria,
y no sea yo el cuervo de la historia!




ArribaAbajoFábula II


Los animales con peste

   En los montes, los valles y collados
de animales poblados,
se introdujo la peste de tal modo,
que en un momento lo inficiona todo.
Allí donde su Corte el león tenía  5
mirando cada día
las cacerías, luchas y carreras.
De mansos brutos y de bestias fieras,
se veían los campos ya cubiertos
de enfermos miserables y de muertos.  10
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«Mis amados hermanos,
exclamó el triste Rey, mis cortesanos,
ya veis que el justo cielo nos obliga
a implorar su piedad, pues nos castiga
con tan horrenda plaga:  15
Tal vez se aplacará con que se le haga
sacrificio de aquel más delincuente,
y muera el pecador, no el inocente.
Confiese todo el mundo su pecado.
Yo, cruel, sanguinario, he devorado  20
inocentes corderos,
ya vacas, ya terneros,
y he sido, a fuerza de delito tanto,
de la selva terror, del bosque espanto.-
Señor, dijo la zorra, en todo eso  25
no se halla más exceso
que el de vuestra bondad, pues que se digna
de teñir en la sangre ruin, indigna
—84→
de los viles cornudos animales
los sacros dientes y las uñas reales.»  30
Trató la Corte al Rey de escrupuloso.
Allí del tigre, de la onza y oso
se oyeron confesiones
de robos y de muertes a millones;
mas entre la grandeza, sin lisonja,  35
pasaron por escrúpulos de monja.
El asno, sin embargo, muy confuso
prorrumpió: «Yo me acuso
que al pasar por un trigo este verano,
yo hambriento y él lozano,  40
sin guarda ni testigo,
caí en la tentación, comí del trigo.-
¡Del trigo!, ¡y un jumento!,
gritó la zorra, ¡horrible atrevimiento!»
Los cortesanos claman: «Éste, éste  45
irrita al cielo, que nos da la peste.»
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Pronuncia el Rey de muerte la sentencia,
y ejecutola el lobo a su presencia.
   Te juzgarán virtuoso,
si eres, aunque perverso, poderoso;  50
y aunque bueno, por malo detestable,
cuando te miran pobre, miserable.
Esto hallará en la Corte quien la vea,
y aun en el mundo todo. ¡Pobre Astrea!




ArribaAbajoFábula III


El milano enfermo


   Un milano después de haber vivido
con la conciencia peor que un forajido,
enfermó gravemente.
Supuesto que el paciente
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ni a Galeno ni a Hipócrates leía,  5
a bulto conoció que se moría.
A los Dioses desea ver propicios,
y ofrecerles entonces sacrificios
por medio de su madre, que, afligida,
rogaría sin duda por su vida.  10
Mas ésta le responde: «Desdichado,
¿cómo podré alcanzar para un malvado
de los dioses clemencia,
si en vez de darles culto y reverencia,
ni aún perdonaste a víctima sagrada  15
en las aras divinas inmolada?»

   Así queremos, irritando al cielo,
que en la tribulación nos dé consuelo.

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ArribaAbajoFábula IV


El león envejecido


   Al miserable estado
de una cercana muerte reducido
estaba ya postrado
un viejo león del tiempo consumido,
tanto más infeliz y lastimoso,  5
cuanto había vivido más dichoso.
   Los que cuando valiente
humildes le rendían vasallaje,
al verlo decadente,
acuden a tratarlo con ultraje;  10
que como la experiencia nos enseña,
de árbol caído todos hacen leña.
   Cebados a porfía,
lo sitiaban sangrientos y feroces.
—88→
El lobo le mordía,  15
tirábale el caballo fuertes coces,
luego le daba el toro una cornada,
después el jabalí su dentellada.
   Sufrió constantemente
estos insultos; pero reparando  20
que hasta el asno insolente
iba a ultrajarle, falleció clamando:
«Esto es doble morir; no hay sufrimiento,
porque muero injuriado de un jumento.»

   Si en su mudable vida  25
al hombre la fortuna ha derribado
con mísera caída
desde donde lo había ella encumbrado,
¿qué ventura en el mundo se promete,
si aún de los viles llega a ser juguete?  30

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ArribaAbajoFábula V


La zorra y la gallina


   Una zorra cazando,
de corral en corral iba saltando;
a favor de la noche en una aldea
oye al gallo cantar: maldito sea.
Agachada y sin ruido,  5
a merced del olfato y del oído,
marcha, llega, y oliendo a un agujero,
«éste es», dice, y se cuela al gallinero.
Las aves se alborotan, menos una,
que estaba en cesta como niño en cuna,  10
enferma gravemente.
Mirándola la zorra astutamente,
la pregunta: ¿qué es eso, pobrecita?,
¿cuál es tu enfermedad?, ¿tienes pepita?
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Habla; ¿cómo lo pasas desdichada?»  15
La enferma le responde apresurada:
«Muy mal me va, señora, en este instante;
muy bien si usted se quita de delante.

   Cuántas veces se vende un enemigo,
como gato por liebre, por amigo;  20
al oír su fingido cumplimiento,
respondiérale yo para escarmiento:
«Muy mal me va, señor, en este instante;
muy bien, si usted se quita de delante.»




ArribaAbajoFábula VI


La cierva y el león


   Más ligera que el viento,
precipitada huía
una inocente cierva,
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de un cazador seguida.
En una oscura gruta,  5
entre espesas encinas,
atropelladamente
entró la fugitiva.
Mas ¡ay!, que un león sañudo,
que allí mismo tenía  10
su albergue, y era susto
de la selva vecina,
cogiendo entre sus garras
a la res fugitiva,
dio con cruel fiereza  15
fin sangriento a su vida.

   Si al evitar los riesgos
la razón no nos guía,
por huir de un tropiezo,
damos mortal caída.  20

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ArribaAbajoFábula VII


El león enamorado


   Amaba un león a una zagala hermosa;
pidiola por esposa
a su padre pastor urbanamente.
El hombre, temeroso, más prudente,
le respondió: «Señor, en mi conciencia,  5
que la muchacha logra conveniencia;
pero la pobrecita acostumbrada
a no salir del prado y la majada,
entre la mansa oveja y el cordero,
recelará tal vez que seas fiero.  10
No obstante, bien podemos, si consientes,
cortar tus uñas y limar tus dientes,
y así verá que tiene tu grandeza
cosas de majestad, no de fiereza.»
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Consiente el manso león enamorado,  15
y el buen hombre lo deja desarmado;
da luego su silbido:
llegan el Matalobos y Atrevido,
perros de su cabaña; de esta suerte
al indefenso león dieron la muerte.  20

   Un cuarto apostaré a que en este instante
dice, hablando del león, algún amante,
que de la misma muerte haría gala,
con tal que se la diese la zagala.
Deja, Fabio, al amor, déjalo luego;  25
mas hablo en vano, porque, siempre ciego,
no ves el desengaño,
y así te entregas a tu propio daño.

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ArribaAbajoFábula VIII


Congreso de los ratones

   Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
que después de las aguas del diluvio
fue Padre universal de todo gato,
ha sido Miauragato
quien más sangrientamente  5
persiguió a la infeliz ratona gente.
Lo cierto es que, obligada
de su persecución la desdichada,
en Ratópolis tuvo su Congreso.
Propuso el elocuente Roequeso  10
echarle un cascabel, y de esa suerte
al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto aprobaron uno a uno,
¿quién lo ha de ejecutar?, eso ninguno.
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«Yo soy corto de vista. -Yo muy viejo.-  15
Yo gotoso», decían. El Concejo
se acabó como muchos en el mundo.
   Proponen un proyecto sin segundo:
lo aprueban: hacen otro. ¡Qué portento!,
pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.  20




ArribaAbajoFábula IX


El lobo y la oveja

   Cruzando montes y trepando cerros,
aquí mato, allí robo,
andaba cierto lobo,
hasta que dio en las manos de los perros.
   Mordido y arrastrado  5
fue de sus enemigos cruelmente;
quedó con vida milagrosamente,
mas inválido al fin y derrotado.
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   Iba el tiempo curando su dolencia;
el hambre al mismo paso le afligía;  10
pero, como cazar aún no podía,
con las yerbas hacia penitencia.
   Una oveja pasaba, y él la dice:
«Amiga, ven acá, llega al momento;
enfermo estoy y muero de sediento:  15
Socorre con el agua a este infelice.-
   »¿Agua quieres que yo vaya a llevarte?
Le responde la oveja recelosa;
dime pues una cosa:
¿Sin duda que será para enjuagarte,  20
   »limpiar bien el garguero,
abrir el apetito,
y tragarme después como a un pollito?
Anda, que te conozco, marrullero.»
Así dijo, y se fue; si no, la mata.  25
   ¡Cuánto importa saber con quien se trata!

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ArribaAbajoFábula X


El hombre y la pulga

   «Oye, Júpiter Sumo, mis querellas,
y haz, disparando rayos y centellas,
que muera este animal vil y tirano,
plaga fatal para el linaje humano;
y si vos no lo hacéis, Hércules sea  5
quien acabe con él y su ralea.»
Éste es un hombre que a los dioses clama,
porque una pulga le picó en la cama;
y es justo, ya que el pobre se fatiga,
que de Júpiter y Hércules consiga,  10
de éste, que viva despulgando sayos;
de aquél, matando pulgas con sus rayos.
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   Tenemos en el cielo los mortales
recurso en las desdichas y los males;
mas se suele abusar frecuentemente  15
por lograr un antojo impertinente.




ArribaAbajoFábula XI


El cuervo y la serpiente

   Pilló el cuervo dormida a la serpiente,
y al quererse cebar en ella hambriento,
le mordió venenosa. Sepa el cuento
quien sigue a su apetito incautamente.




ArribaAbajoFábula XII


El asno y las ranas

   Muy cargado de leña un burro viejo,
triste armazón de huesos y pellejo,
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pensativo, según lo cabizbajo,
caminaba llevando con trabajo
su débil fuerza la pesada carga.  5
El paso tardo, la carrera larga;
todo, al fin, contra el mísero se empeña,
el camino, los años y la leña.
Entra en una laguna el desdichado,
queda profundamente empantanado.  10
Viéndose de aquel modo,
cubierto de agua y lodo,
trocando lo sufrido en impaciente,
contra el destino dijo neciamente
expresiones ajenas de sus canas;  15
mas las vecinas ranas
al oír sus lamentos y quejidos,
las unas se tapaban los oídos,
las otras, que prudentes lo escuchaban,
reprendíanle así y aconsejaban:  20
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«Aprenda el mal jumento
a tener sufrimiento;
que entre las que habitamos la laguna
ha de encontrar lección muy oportuna.
Por Júpiter estamos condenadas  25
a vivir sin remedio encenagadas
en agua detenida, lodo espeso,
y a más de todo eso
aquí perpetuamente nos encierra,
sin esperanza de correr la tierra,  30
cruzar el anchuroso mar profundo,
ni aún saber lo que pasa por el mundo.
Mas llevamos a bien nuestro destino;
y así nos premia Júpiter divino,
repartiendo entre todas cada día  35
la salud, el sustento y alegría.»
   Es de suma importancia
tener en los trabajos tolerancia;
—101→
pues la impaciencia en la contraria suerte
es un mal más amargo que la muerte.  40




ArribaAbajoFábula XIII


El asno y el perro


   Un perro y un borrico caminaban,
sirviendo a un mismo dueño;
rendido éste del sueño,
se tendió sobre el prado que pasaban.
   El borrico entretanto aprovechado  5
descansa y pace; mas el perro, hambriento,
«bájate, le decía, buen jumento;
pillaré de la alforja algún bocado.»
El asno se le aparta como en chanza;
el perro sigue al lado del borrico,  10
levantando las manos y el hocico
como perro de ciego cuando danza.
—102→
   «No seas bobo, el asno le decía;
espera a que nuestro amo se despierte,
y será de esa suerte  15
el hambre más, mejor la compañía.»
   Desde el bosque entretanto sale un lobo:
pide el asno favor al compañero;
en lugar de ladrar, el marrullero
con fisga respondió: «no seas bobo,  20
   espera a que nuestro amo se despierte,
que pues me aconsejaste la paciencia,
yo la sabré tener en mi conciencia,
al ver al lobo que te da la muerte.»

   El pollino murió, no hay que dudarlo;  25
mas si resucitara,
corriendo el mundo a todos predicara:
Prestad auxilio, si queréis hallarlo.

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ArribaAbajoFábula XIV


El león y el asno cazando

   Su Majestad Leonesa en compañía
de un borrico se sale a montería.
En la parte al intento acomodada,
formando el mismo león una enramada,
mandó al asno, que en ella se ocultase,  5
y que de tiempo en tiempo rebuznase,
como trompa de caza en el ojeo.
Logró el Rey su deseo,
pues apenas se vio bien apostado,
cuando al son del rebuzno destemplado,  10
que los montes y valles repetían,
a su selvoso albergue se volvían
precipitadamente
las fieras enemigas juntamente,
—104→
y en su cobarde huida,  15
en las garras del león pierden la vida.
Cuando el asno se halló con los despojos
de devoradas fieras a sus ojos,
dijo: «¡Pardiez!, si llego más temprano,
a ningún muerto dejo hueso sano.»  20
A tal fanfarronada
soltó el Rey una grande carcajada;
y es que jamás convino
hacer del andaluz al vizcaíno.




ArribaAbajoFábula XV


El charlatán y el rústico

   «Lo que jamás se ha visto ni se ha oído,
verán ustedes; atención les pido.»
Así decía un charlatán famoso,
cercado de un concurso numeroso.
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En efecto, quedando todo el mundo  5
en silencio profundo,
remedó a un cochinillo de tal modo,
que el auditorio todo
creyendo que lo tiene y que lo tapa,
atumultuado grita: Fuera capa.  10
Descubriose, y al ver que nada había,
con vítores lo aclaman a porfía.
«Pardiez, dijo un patán, que yo prometo
para mañana, hablando con respeto,
hacer el puerco más perfectamente;  15
si no, que me lo claven en la frente.»
Con risa prometió la concurrencia
a burlarse del payo su asistencia;
llegó la hora, todos acudieron:
No bien al charlatán gruñir oyeron,  20
gentes a su favor preocupadas,
Viva, dicen, al son de las palmadas.
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Sube después el rústico al tablado
con un bulto en la capa, y embozado
imita al charlatán en la postura  25
de fingir que un lechón tapar procura;
mas estaba la gracia en que era el bulto
un marranillo que tenía oculto.
Tírale callandito de la oreja:
Gruñendo en tiple el animal se queja;  30
pero al creer que es remedo el tal gruñido,
aquí se oía un fuera, allí un silbido,
y todo el mundo queda
en que es el otro quien mejor remeda.
El rústico descubre su marrano,  35
al público lo enseña, y dice ufano:
«¿Así juzgan ustedes?»
¡Oh preocupación, y cuánto puedes!



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ArribaAbajoLibro cuarto




ArribaAbajoFábula primera


La mona corrida


El autor a sus versos

   Fieras, aves y peces
corren, vuelan y nadan,
porque Júpiter Sumo
a general congreso a todos llama.
Con sus hijos se acercan,  5
y es que un premio señala
para aquel cuya prole
en hermosura lleve la ventaja.
El alto regio trono
la multitud cercaba,  10
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cuando en la concurrencia
se sentía decir: la mona falta.-
Ya llega, dijo entonces
una habladora urraca,
que, como centinela,  15
en la alta punta de un ciprés estaba.
Entra rompiendo filas,
con su cachorro ufana,
y ante el excelso trono
el premio pide de hermosura tanta.  20
El dios Júpiter quiso,
al ver tan fea traza,
disimular la risa,
pero se le soltó la carcajada.
Armose en el concurso  25
tal bulla y algazara,
que corrida la mona,
a Tetuán se volvió desengañada.
—109→
   ¿Es creíble, señores,
que yo mismo pensara  30
en consagrar a Apolo
mis versos, como dignos de su gracia?
Cuando, por mi fortuna,
me encontré esta mañana,
continuando mi obrilla,  35
este cuento moral, esta patraña,
yo dije a mi capote:
¡Con qué chiste, qué gracia
y qué vivos colores
el jorobado Esopo me retrata!  40
Mas ya mis producciones
miro con desconfianza,
porque aprendo en la mona
cuanto el ciego amor propio nos engaña.

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ArribaAbajoFábula II


El asno y Júpiter

   «No sé cómo hay jumento
que, teniendo un adarme de talento,
quiera meterse a burro de hortelano.
Llevo a la plaza desde muy temprano
cada día cien cargas de verdura,  5
vuelvo con otras tantas de basura,
y para minorar mi pesadumbre,
un criado me azota por costumbre.
Mi vida es ésta; ¿qué sera mi muerte,
como no mude Júpiter mi suerte?  10
Un asno de este modo se quejaba.
El dios, que sus lamentos escuchaba,
al dominio lo entrega de un tejero.
«Esta vida, decía, no la quiero:
—111→
Del peso de las tejas oprimido,  15
bien azotado, pero mal comido,
a Júpiter me voy con el empeño
de lograr nuevo dueño.»
Enviolo a un curtidor; entonces dice:
«Aun con este amo soy más infelice.  20
Cargado de pellejos de difunto
me hace correr sin sosegar un punto,
para matarme sin llegar a viejo,
y curtir al instante mi pellejo.»
Júpiter, por no oír tan largas quejas,  25
se tapó lindamente las orejas,
y a nadie escucha desde el tal pollino,
si le habla de mudanza de destino.

   Sólo en verso se encuentran los dichosos,
que viven ni envidiados ni envidiosos.  30
La espada por feliz tiene al arado,
—112→
como el remo a la pluma y al cayado;
mas se tienen por míseros en suma
remo, espada, cayado, esteva y pluma.
Pues, ¿a qué estado el hombre llama bueno?  35
Al propio nunca; pero sí al ajeno.




ArribaAbajoFábula III


El cazador y la perdiz


   Una perdiz en celo reclamada
vino a ser en la red aprisionada.
Al cazador la mísera decía:
«Si me das libertad, en este día
te he de proporcionar un gran consuelo.  5
Por ese campo extenderé mi vuelo;
juntaré a mis amigas en bandada,
que guiaré a tus redes, engañada,
—113→
y tendrás, sin costarte dos ochavos,
doce perdices como doce pavos.-  10
¡Engañar y vender a tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
Respondió el cazador; pues no, señora;
muere, y paga la pena de traidora.»

   La perdiz fue bien muerta; no es dudable.  15
La traición, aun soñada, es detestable.




ArribaAbajoFábula IV


El viejo y la muerte


   Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña
maldiciendo su mísero destino.
—114→
   Al fin cayó, y viéndose de suerte  5
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos y tres veces a la muerte.
   Armada de guadaña, en esqueleto
La Parca se le ofrece en aquel punto;  10
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de terror que de respeto,
   trémulo la decía y balbuciente:
«Yo... señora... os llamé desesperado;
pero... -Acaba; ¿qué quieres, desdichado?  15
-Que me carguéis la leña solamente.»

   Tenga paciencia quien se cree infelice;
que aun en la situación más lamentable
es la vida del hombre siempre amable:
El viejo de la leña nos lo dice.  20

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ArribaAbajoFábula V


El enfermo y el médico

   Un miserable enfermo se moría,
y el médico importuno le decía:
«Usted se muere; yo se lo confieso;
pero por la alta ciencia que profeso,
conozco, y le aseguro firmemente,  5
que ya estuviera sano,
si se hubiese acudido más temprano
con el benigno clister detergente.»
El triste enfermo, que lo estaba oyendo,
volvió la espalda al médico, diciendo:  10
   «Señor Galeno, su consejo alabo.
Al asno muerto la cebada al rabo.»
   Todo varón prudente
aconseja en el tiempo conveniente
—116→
que es hacer de la ciencia vano alarde  15
dar el consejo cuando llega tarde.




ArribaAbajoFábula VI


La zorra y las uvas

   Es voz común que a más del medio día,
en ayunas la zorra iba cazando:
Halla una parra; quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
   Causábale mil ansias y congojas  5
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
   Miró, saltó y anduvo en probaduras;
pero vio el imposible ya de fijo.  10
Entonces fue cuando la zorra dijo:
«No las quiero comer, no están maduras
—117→
   No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento.
Aplica bien el cuento,  15
y di: No están maduras, frescamente.




ArribaAbajoFábula VII


La cierva y la viña


   Huyendo de enemigos cazadores
una cierva ligera,
siente ya fatigada en la carrera
más cercanos los perros y ojeadores.
   No viendo la infeliz algún seguro  5
y vecino paraje
de gruta o de ramaje,
crece su timidez, crece su apuro.
   Al fin, sacando fuerzas de flaqueza,
continúa la fuga presurosa:  10
—118→
Halla al paso una viña muy frondosa,
y en lo espeso se oculta con presteza.
   Cambia el susto y pesar en alegría,
viéndose a paz y a salvo en tan buen hora.
Olvida el bien, y de su defensora  15
los frescos verdes pámpanos comía.
   Mas ¡ay!, que de esta suerte
quitando ella las hojas de delante,
abrió puerta a la flecha penetrante,
y el listo cazador le dio la muerte.  20

   Castigó con la pena merecida
el justo cielo a la cierva ingrata.
Mas, ¿qué puede esperar el que maltrata
al mismo que le está dando la vida?

  —119→  


ArribaAbajoFábula VIII


El asno cargado de reliquias

   De reliquias cargado
un asno recibía adoraciones,
como si a él se hubiesen consagrado
reverencias, inciensos y oraciones.
   En lo vano, lo grave y lo severo  5
que se manifestaba,
hubo quien conoció que se engañaba,
y le dijo: «Yo infiero
   »de vuestra vanidad vuestra locura;
el reverente culto que procura  10
tributar cada cual este momento,
no es dirigido a vos, señor jumento,
que sólo va en honor, aunque lo sientas,
de la sagrada carga que sustentas.»
—120→
   Cuando un hombre sin mérito estuviere  15
en elevado empleo o gran riqueza,
y se ensoberbeciere,
porque todos le bajan la cabeza;
   para que su locura no prosiga,
tema encontrar tal vez con quien le diga:  20
«Señor jumento, no se engría tanto;
que si besan la peana, es por el Santo.»




ArribaAbajoFábula IX


Los dos machos

   Dos machos caminaban: el primero,
cargado de dinero,
mostrando su penacho envanecido,
iba marchando erguido
al son de los redondos cascabeles.  5
El segundo, desnudo de oropeles,
—121→
con un pobre aparejo solamente,
alargando el pescuezo eternamente,
seguía de reata su jornada,
cargado de costales de cebada.  10
Salen unos ladrones, y al instante
asieron de la rienda al arrogante;
él se defiende, ellos le maltratan,
y después que el dinero le arrebatan,
huyen, y dice entonces el segundo:  15
   Si a estos riesgos exponen en el mundo
las riquezas, no quiero, a fe de macho,
dinero, cascabeles ni penacho.




ArribaAbajoFábula X


El cazador y el perro

   Mustafá, perro viejo,
lebrel en montería ejercitado,
—122→
y de antiguas heridas señalado
a colmillo y a cuerno su pellejo,
   seguía a un jabalí sin esperanza  5
de poderlo alcanzar; pero, no obstante
aguzándolo su amo a cada instante,
a duras penas Mustafá lo alcanza.
   El cerdoso valiente
no escuchaba recados a la oreja;  10
y así su resistencia no le deja
cebar al perro su cansado diente;
   con airado colmillo lo rechaza,
y bufando se marcha victorioso.
El cazador, furioso,  15
reniega del lebrel y de su raza.
   «Viejo estoy, le responde, ya lo veo:
Mas di: ¿sin Mustafá cuando tuvieras
las pieles y cabezas de las fieras
en tu casa, de abrigo y de trofeo?  20
—123→
   »Miras a lo que soy, no a lo que he sido.
¡Oh, suerte desgraciada!
Presente tienes mi vejez cansada,
y mis robustos años en olvido.
   »Mas, ¿para qué me mato,  25
si no he de conseguir cosa ninguna?»
Es ladrar a la luna
el alegar servicios al ingrato.




ArribaAbajoFábula XI


La tortuga y la águila

   Una tortuga a una águila rogaba
la enseñase a volar; así la hablaba:
«Con sólo que me des cuatro lecciones
ligera volaré por las regiones;
ya remontando el vuelo  5
por medio de los aires hasta el cielo,
—124→
veré cercano al sol y las estrellas,
y otras cien cosas bellas;
ya rápida bajando,
de ciudad en ciudad iré pasando;  10
y de este fácil delicioso modo
lograré en pocos días verlo todo.»
La águila se rió del desatino;
la aconseja que siga su destino,
cazando torpemente con paciencia,  15
pues lo dispuso así la Providencia.
Ella insiste en su antojo ciegamente.
La Reina de las aves prontamente
la arrebata, la lleva por las nubes.
«Mira, la dice, mira cómo subes.»  20
Y al preguntarla, digo, ¿vas contenta?,
se la deja caer y se revienta.
   Para que así escarmiente
quien desprecia el consejo del prudente.

  —125→  


ArribaAbajoFábula XII


El león y el ratón


   Estaba un ratoncillo aprisionado
en las garras de un león; el desdichado
en la tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino porque con otros molestaba  5
al león, que en su retiro descansaba.
Pide perdón, llorando su insolencia;
al oír implorar la Real clemencia,
responde el Rey en majestuoso tono:
No dijera más Tito: «Te perdono.»  10
Poco después cazando el león tropieza
en una red oculta en la maleza:
Quiere salir, mas queda prisionero;
atronando la selva ruge fiero.
—126→
El libre ratoncillo, que lo siente,  15
corriendo llega, roe diligente
los nudos de la red de tal manera,
que al fin rompió los grillos de la fiera.

   Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso;  20
tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.




ArribaAbajoFábula XIII


Las liebres y las ranas


   Asustadas las liebres de un estruendo
echaron a correr todas, diciendo:
«A quien la vida cuesta tanto susto,
la muerte causará menos disgusto.»
—127→
Llegan a una laguna, de esta suerte,  5
a dar en lo profundo con la muerte.
Al ver a tanta rana que, asustada,
a las aguas se arroja a su llegada,
«Hola, dijo una liebre, ¿conque, hay otras
tan tímidas, que aún tiemblan de nosotras?  10
Pues suframos como ellas el destino.»
Conocieron sin más su desatino.

   Así la suerte adversa es tolerable,
comparada con otra miserable.




ArribaAbajoFábula XIV


El gallo y el zorro


   Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
—128→
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,  5
más elocuente cuanto más hambriento.
   «Hermano, le decía,
ya cesó entre nosotros una guerra,
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra:  10
baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.-
   «Amigo de mi alma,
responde el gallo, ¡qué placer inmenso,
en deliciosa calma,  15
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.
   »Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,  20
—129→
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.-
   »Adiós, adiós, amigo,  25
dijo el zorro, que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo,
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:  30

   Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.

  —130→  


ArribaAbajoFábula XV


El león y la cabra

   Un señor león andaba, como un perro,
del valle al monte, de la selva al cerro,
a caza, sin hallar pelo ni lana,
perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado  5
ve trepar a una cabra a lo encumbrado,
de modo que parece que se empeña
en hacer creer al león que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano;
el cazador entonces cortesano  10
la dice: «Baja, baja, mi querida;
no busques precipicios a tu vida:
En el valle frondoso,
pacerás a mi lado con reposo.-
—131→
¿Desde cuando, señor, la real persona  15
cuida con tanto amor de la barbona?
Esos halagos tiernos
no son por bien, apostaré los cuernos.»
Así le respondió la astuta cabra;
y el león se fue sin replicar palabra.  20
   Lo paga la infeliz con el pellejo,
si toma sin examen el consejo.




ArribaAbajoFábula XVI


La hacha y el mango

   Un hombre que en el bosque se miraba
con una hacha sin mango, suplicaba
a los árboles diesen la madera,
que más solida fuera
para hacerle uno fuerte y muy durable.  5
Al punto la arboleda innumerable
—132→
le cedió el acebuche; y él, contento,
perfeccionando luego su instrumento,
de rama en rama va cortando a gusto
del alto roble el brazo más robusto.  10
Ya los árboles todos recorría;
y mientras los mejores elegía,
dijo la triste encina al fresno: Amigo,
infeliz del que ayuda a su enemigo.




ArribaAbajoFábula XVII


La onza y los pastores


   En una trampa una onza inadvertida
dio mísera caída.
Al verla sin defensa,
corrieron a la ofensa
los vecinos pastores,  5
no valerosos, pero sí traidores.
—133→
Cada cual por su lado
la maltrataba airado,
hasta dejar sus fuerzas desmayadas,
unos a palos, otros a pedradas.  10
Al fin la abandonaron por perdida;
pero viéndola dar muestras de vida
cierto pastor, dolido de su suerte,
por evitar su muerte,
le arrojó la mitad de su alimento,  15
con que pudiese recobrar aliento.
Llega la noche, témplase la saña;
marchan a descansar a la cabaña
todos con esperanza muy fundada
de hallarla muerta por la madrugada;  20
mas la fiera entre tanto,
volviendo poco a poco del quebranto,
toma nuevo valor y fuerza nueva;
salta, deja la trampa, va a su cueva,
—134→
y al sentirse del todo reforzada,  25
sale, si, muy ligera, más airada.
Ya destruye ganados,
ya deja a los pastores destrozados:
nada aplaca su cólera violenta;
todo lo tala, en todo se ensangrienta.  30
El buen pastor, por quien tal vez vivía,
lleno de horror, la vida le pedía.
«No serás maltratado,
dijo la onza, vive descuidado;
que yo sólo persigo a los traidores  35
que me ofendieron, no a mis bienhechores.»

   Quien hace agravios, tema la venganza;
quien hace bien, al fin el premio alcanza.

  —135→  


ArribaAbajoFábula XVIII


El grajo vano


   Con las plumas de un pavo
un grajo se vistió; pomposo y bravo
en medio de los pavos se pasea:
La manada lo advierte, lo rodea;
todos le pican, burlan y lo envían.  5
¿Dónde, si ni los grajos lo querían?

   ¿Cuánto ha que repetimos este cuento,
sin que haya en los plagiarios escarmiento?




ArribaAbajoFábula XIX


El hombre y la comadreja


   Así decía cierta comadreja
a un hombre que la había aprisionado:
—136→
«¿Por qué no me dejáis?, ¿os he yo dado
motivo de disgusto, ni de queja?
   »¿No soy la que desvanes y rincones,  5
tu casa toda, cual si fuese mía,
cuidadosa registro noche y día,
para que vivas libre de ratones?-
   »¡Gran fineza por cierto!
El hombre respondió: pues di, ladrona,  10
si tu glotonería no perdona
ni a ratón vivo ni a cochino muerto,
   »ni a cuanto guardan ruines despenseras,
¿cómo he de creer que tu cuidado apura
por mi bien los ratones?, ¡qué locura!  15
No tendría yo malas tragaderas.

   »Morirás»; y el astuto que pretenda
vender como fineza lo que ha hecho
sin mirar a más fin que a su provecho,
sabrá que hay en el mundo quien lo entienda.  20

  —137→  


ArribaAbajoFábula XX


Batalla de las comadrejas y los ratones


   Vencidos los ratones
huían con presteza
de una atroz enemiga
tropa de comadrejas:
Marchaban con desorden;  5
que cuando el miedo reina,
es la confusión sola
el jefe que gobierna.
Llegaron presurosos
a sus angostas cuevas,  10
logrando los soldados
entrar a duras penas;
—138→
pero los capitanes,
que en las estrechas puertas
quedaron atascados  15
sin ninguna defensa,
a causa de unos cuernos
puestos en las cabezas,
para ser de sus tropas
vistos en la refriega,  20
fueron las desdichadas
víctimas de la guerra;
haciendo de sus cuerpos
pasto las comadrejas.

   ¡Cuantas veces los hombres  25
distinciones anhelan,
y suelen ser la causa
de sus desdichas ellas!
—139→
Si Júpiter dispara
sus rayos a la tierra,  30
antes que a las cabañas,
a los palacios y a las torres llegan.




ArribaAbajoFábula XXI


El león y la rana


   Una lóbrega noche silenciosa
iba un león horroroso
con mesurado paso majestuoso
por una selva: oyó una voz ruidosa,
que con tono molesto y continuado  5
llamaba la atención y aun el cuidado
del reinante animal, que no sabía
de qué bestia feroz quizá saldría
aquella voz, que tanto más sonaba,
cuanto más en silencio todo estaba.  10
—140→

Su Majestad Leonesa
la selva toda registrar procura;
mas nada encuentra con la noche oscura,
hasta que pudo ver, ¡oh, qué sorpresa!,
que sale de un estanque a la mañana  15
la tal bestia feroz, y era una rana.

   Llamará la atención de mucha gente
el charlatán con su manía loca;
Mas, ¿qué logra, si al fin verá el prudente
que no es sino una rana, todo boca?  20




ArribaAbajoFábula XXII


El ciervo y los bueyes


   Con inminente riesgo de la vida
un ciervo se escapó de la batida,
y en la quinta cercana de repente
se metió en el establo incautamente.
—141→
Dícele un buey: «¿Ignoras, desdichado,  5
que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado!
Detente, y hallarás tanto reposo,
como perdiz en boca de raposo.»
El ciervo respondió: «Pero, no obstante,
dejadme descansar algún instante,  10
y en la ocasión primera
al bosque espeso emprendo mi carrera.»
Oculto en el ramaje permanece.
A la noche el boyero se aparece,
al ganado reparte el alimento,  15
nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
y tampoco lo encuentran.
Libre de aquel apuro,
el ciervo se contaba por seguro;  20
pero el buey, más anciano,
le dice: ¿Qué?, ¿te alegras tan temprano?
—142→
Si el amo llega lo perdiste todo;
yo le llamo Cien-ojos por apodo;
mas chitón, que ya viene.»  25
Entra Cien-ojos, todo lo previene;
a los rústicos dice: «No hay consuelo;
las colleras tiradas por el suelo,
limpió el pesebre, pero muy de paso;
el ramaje muy seco y más escaso:  30
Seor mayoral, ¿es éste buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
del triste ciervo; grita; acuden todos
contra el pobre animal de varios modos,
y a la rústica usanza  35
se celebró la fiesta de matanza.

   Esto quiere decir que el amo bueno
no se debe fiar del ojo ajeno.

  —143→  


ArribaAbajoFábula XXIII


Los navegantes


   Lloraban unos tristes pasajeros
viendo su pobre nave combatida
de recias olas y de vientos fieros,
ya casi sumergida;
   cuando súbitamente  5
el viento calma, el cielo se serena,
y la afligida gente
convierte en risa la pasada pena;
   Mas el piloto estuvo muy sereno
tanto en la tempestad como en bonanza;  10
pues sabe que lo malo y que lo bueno
está sujeto a súbita mudanza.

  —144→  


ArribaAbajoFábula XXIV


El torrente y el río


   Despeñado un torrente
de un encumbrado cerro,
caía en una peña,
y atronaba el recinto con su estruendo.
Seguido de ladrones  5
un triste pasajero,
despreciando el ruido,
atravesó el raudal sin desaliento;
que es común en los hombres
poseídos del miedo,  10
para salvar la vida,
exponerla tal vez a mayor riesgo.
Llegaron los bandidos,
practicaron lo mismo
que antes el caminante,  15
—145→
y fueron en su alcance y seguimiento.
Encontró el miserable
de allí a muy poco trecho
un río caudaloso,
que corría apacible y con silencio.  20
Con tan buenas señales,
y el próspero suceso
del raudal bullicioso,
determinó vadearle sin recelo;
mas apenas dio un paso,  25
pagó su desacuerdo,
quedando sepultado
en las aleves aguas sin remedio.

   Temamos los peligros
de designios secretos;  30
que el ruidoso aparato,
si no se desvanece, anuncia el riesgo.

  —146→  


ArribaAbajoFábula XXV


El león, el lobo y la zorra

   Trémulo y achacoso
a fuerza de años un león estaba;
hizo venir los médicos, ansioso
de ver si alguno de ellos lo curaba.
De todas las especies y regiones  5
profesores llegaban a millones.
Todos conocen incurable el daño;
ninguno al Rey propone el desengaño;
cada cual sus remedios le procura,
como si la vejez tuviese cura.  10
Un lobo cortesano
con tono adulador y fin torcido,
—147→
dijo a su Soberano:
«He notado, señor, que no ha asistido
la zorra como médico al congreso,  15
y pudiera esperarse buen suceso
de su dictamen en tan grave asunto.»
Quiso su Majestad que luego al punto
por la posta viniese:
Llega, sube a palacio, y como viese  20
al lobo su enemigo; ya instruida
de que él era el autor de su venida,
que ella excusaba cautelosamente,
inclinándose al Rey profundamente,
dijo: quizá, Señor, no habrá faltado  25
quien haya mi tardanza acriminado;
mas será porque ignora
que vengo de cumplir un voto ahora,
que por vuestra salud tenía hecho;
y para más provecho,  30
—148→
en mi viaje traté gentes de ciencia
sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores
en que no tenéis vicio en los humores,
y que solo los años han dejado  35
el calor natural algo apagado;
Pero éste se recobra y vivifica,
sin fastidio, sin drogas de botica,
con un remedio simple, liso y llano,
que vuestra Majestad tiene en la mano.  40
A un lobo vivo arránquenle el pellejo,
haced que os lo apliquen al instante;
y por más que estéis débil, flaco, viejo,
os sentiréis robusto y rozagante,
con apetito tal, que sin esfuerzo,  45
el mismo lobo os servirá de almuerzo.
Convino el Rey, y entre el furor y el hierro
murió el infeliz lobo como un perro.
—149→
   Así viven y mueren cada día
en su guerra interior los palaciegos,  50
que con la emulación rabiosa ciegos
al degüello se tiran a porfía.
Tomen esta lección muy oportuna:
Lleguen a la privanza enhorabuena;
mas labren su fortuna,  55
sin cimentarla en la desgracia ajena.



  —150→  

ArribaAbajoLibro quinto




ArribaAbajoFábula primera


Los ratones y el gato


   Marramaquiz, gran gato,
de nariz roma, pero largo olfato,
se metió en una casa de ratones.
En uno de sus lóbregos rincones
puso su alojamiento.  5
Por delante de sí de ciento en ciento
les dejaba por gusto libre el paso,
como hace el bebedor, que mira al vaso;
y ensanchando así más sus tragaderas,
al fin los elegía como peras.  10
—151→
Éste fue su ejercicio cotidiano;
pero tarde o temprano,
al fin ya los ratones conocían
que por instantes se disminuían.
Don Roepan, cacique el más prudente  15
de la ratona gente,
con los suyos formó pleno consejo,
y dijo así con natural despejo:
«Supuesto, hermanos, que el sangriento bruto,
que metidos nos tiene en llanto y luto,  20
habita el cuarto bajo,
sin que pueda subir ni aun con trabajo
hasta nuestra vivienda es evidente
que se atajará el daño solamente
con no bajar allá de modo alguno.»  25
El medio pareció muy oportuno;
y fue tan observado,
que ya Marramaquiz el muy taimado,
—152→
metido por el hambre en calzas prietas,
discurrió entre mil tretas  30
la de colgarse por los pies de un palo
haciendo el muerto: no era el ardid malo;
pero don Roepan, luego que advierte
que su enemigo estaba de tal suerte,
asomando el hocico a su agujero,  35
«Hola, dice, ¿qué es eso, caballero?
¿Estás muerto de burlas o de veras?
Si es yo que yo recelo en vano esperas;
pues no nos contaremos ya seguros
aun sabiendo de cierto,  40
que eras, a más a más de gato muerto,
gato relleno ya de pesos duros.»

   Si alguno llega con astuta maña,
y una vez nos engaña,
es cosa muy sabida  45
—153→
que puede algunas veces
el huir de sus trazas y dobleces
valernos nada menos que la vida.




ArribaAbajoFábula II


El asno y el lobo


   Un burro cojo vio que le seguía
un lobo cazador, y no pudiendo
huir de su enemigo, le decía:
«Amigo lobo, yo me estoy muriendo;
   »me acaban por instantes los dolores  5
de este maldito pie de que cojeo.
Si yo no me valiese de herradores,
no me vería así como me veo.
   »Y pues fallezco, sé caritativo;
sácame con los dientes este clavo,  10
—154→
muera yo sin dolor tan excesivo,
y cómeme después de cabo a rabo.-
   »¡Oh!, dijo el cazador con ironía,
contando con la presa ya en la mano,
no solamente sé la anatomía,  15
sino que soy perfecto cirujano.
   »El caso es para mí una patarata,
la operación no más que de un momento;
alargue bien la pata,
y no se me acobarde, buen jumento.»  20
   Con su estuche molar desenvainado
el nuevo profesor llega al doliente;
mas éste le dispara de contado
una coz que lo deja sin un diente.
   Escapa el cojo; pero el triste herido  25
llorando se quedó su desventura.
«¡Ay infeliz de mí!, bien merecido
el pago tengo de mi gran locura.
—155→
   »Yo siempre me llevé el mejor bocado
en mi oficio de lobo carnicero;  30
pues si pude vivir tan regalado,
¿a qué meterme ahora a curandero?»

   Hablemos en razón: no tiene juicio
quien deja el propio por ajeno oficio.




ArribaAbajoFábula III


El asno y el caballo


   Iban, mas no sé adonde ciertamente,
un caballo y un asno juntamente;
este cargado, pero aquel sin carga.
El grave peso, la carrera larga
causaron al borrico tal fatiga,  5
que la necesidad misma le obliga
a dar en tierra. «Amigo compañero,
no puedo más, decía; yo me muero.
—156→
Repartamos la carga, y será poca;
si no, se me va el alma por la boca.»  10
Dice el otro: «Revienta enhorabuena:
¿Por eso he de sufrir la carga ajena?
Gran bestia seré yo si tal hiciere.
Miren y qué Borrico se me muere.»
Tan justamente se quejó el jumento,  15
que expiró el infeliz en el momento.
El caballo conoce su pecado,
pues tuvo que llevar mal de su grado
los fardos y aparejos todo junto,
ítem más el pellejo del difunto.  20

   Juan, alivia en sus penas al vecino;
y él, cuando tú las tengas, dete ayuda;
Si no lo hacéis así, temed sin duda
que seréis el caballo y el pollino.

  —157→  


ArribaAbajoFábula IV


El labrador y la providencia

   Un labrador cansado,
en el ardiente estío,
debajo de una encina
reposaba pacífico y tranquilo.
Desde su dulce estancia  5
miraba agradecido
el bien con que la tierra
premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones,
hijas de su cultivo,  10
veía calabazas,
melones por los suelos esparcidos.
«¿Por qué la Providencia,
decía entre sí mismo,
—158→
puso a la ruin bellota  15
en elevado preeminente sitio?
¿Cuánto mejor sería
que, trocando el destino,
pendiesen de las ramas
calabazas, melones y pepinos?»  20
Bien oportunamente,
al tiempo que esto dijo,
cayendo una bellota,
le pegó en las narices de improviso.
«Pardiez, prorrumpió entonces  25
el labrador sencillo,
si lo que fue bellota
algún gordo melón hubiera sido,
desde luego pudiera
tomar a buen partido  30
en caso semejante
quedar desnarigado, pero vivo.»
—159→
   Aquí la Providencia
manifestarle quiso
que supo a cada cosa  35
señalar sabiamente su destino.
A mayor bien del Hombre
todo está repartido;
preso el pez en su concha,
y libre por el aire el pajarillo.  40




ArribaAbajoFábula V


El asno vestido de león


   Un asno disfrazado
con una grande piel de león andaba;
Por su temible aspecto casi estaba
desierto el bosque, solitario el prado.
Pero quiso el destino  5
que le llegase a ver desde el molino
—160→
la punta de una oreja el molinero.
Armado entonces de un garrote fiero,
dale de palos, llévalo a su casa;
divúlgase al contorno lo que pasa.  10
Llegan todos a ver en el instante
al que habían temido león reinante;
y haciendo mofa de su idea necia,
quien más le respetó, más le desprecia.

   Desde que oí del asno contar esto,  15
dos ochavos apuesto,
si es que Pedro Fernández no se deja
de andar con el disfraz de caballero,
a vueltas del vestido y el sombrero,
que le han de ver la punta de la oreja.  20

  —161→  


ArribaAbajoFábula VI


La gallina de los huevos de oro


   Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,  5
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matola, abriola el vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿qué sucedió?, que muerta la gallina
perdió su huevo de oro y no halló mina.  10

   ¡Cuantos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
—162→
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,  15
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!




ArribaAbajoFábula VII


Los cangrejos


   Los más autorizados, los más viejos
de todos los cangrejos
una gran asamblea celebraron.
Entre los graves puntos que trataron,
a propuesta de un docto presidente,  5
como resolución la más urgente,
Tomaron la que sigue: «Pues que al mundo
estamos dando ejemplo sin segundo,
—163→
el más vil y grosero,
en andar hacia atrás como el soguero;  10
siendo cierto también que los ancianos
duros de pies y manos,
causándonos los años pesadumbre,
no podemos vencer nuestra costumbre;
toda madre desde este mismo instante  15
ha de enseñar a andar hacia adelante
a sus hijos; y dure la enseñanza
hasta quitar del mundo tal usanza.-
Garras a la obra», dicen las maestras,
que se creían diestras;  20
y sin dejar ninguno,
ordenan a sus hijos uno a uno,
que muevan sus patitas blandamente
hacia delante sucesivamente.
Pasito a paso, al modo que podían,  25
ellos obedecían;
—164→
pero al ver a sus madres que marchaban
al revés de lo que ellas enseñaban,
olvidando los nuevos documentos,
imitaban sus pasos, más contentos.  30
Repetían las madres sus lecciones,
mas no bastaban teóricas razones;
porque obraba en los jóvenes cangrejos
sólo un ejemplo más que mil consejos.
Cada maestra se aflige y desconsuela,  35
no pudiendo hacer práctica su escuela;
de modo que en efecto
abandonaron todas el proyecto.
Los magistrados saben el suceso,
y en su pleno congreso  40
la nueva ley al punto derogaron,
porque se aseguraron
de que en vano intentaban la reforma,
cuando ellos no sabían ser la norma.
—165→

   Y es así; que la fuerza de las leyes  45
suele ser el ejemplo de los Reyes.




ArribaAbajoFábula VIII


Las ranas sedientas


   Dos ranas que vivían juntamente,
en un verano ardiente
se quedaron en seco en su laguna.
Saltando aquí y allí, llegó la una
a la orilla de un pozo.  5
Llena entonces de gozo,
gritó a su compañera:
«Ven y salta ligera.»
Llegó, y estando entrambas a la orilla,
notando como grande maravilla,  10
entre los agostados juncos y heno,
el fresco pozo casi de agua lleno,
—166→
prorrumpió la primera: «¿A qué esperamos,
que no nos arrojamos
al agua, que apacible nos convida?»  15
La segunda responde: «Inadvertida,
yo tengo igual deseo;
pero pienso y preveo
que, aunque es fácil al pozo nuestra entrada,
la agua, con los calores exhalada,  20
según vaya faltando,
nos irá dulcemente sepultando,
y al tiempo que salir solicitemos,
en la Estigia laguna nos veremos.»

   Por consultar al gusto solamente  25
entra en la nasa el pez incautamente,
el pájaro sencillo en la red queda,
y ¿en qué lazos el hombre no se enreda?

  —167→  


ArribaAbajoFábula IX


El cuervo y el zorro


   En la rama de un árbol,
bien ufano y contento,
con un queso en el pico,
estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído  5
un zorro muy maestro
le dijo estas palabras,
a poco más o menos:
«Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño;  10
vaya que estáis donoso,
mono lindo en extremo;
yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento;
—168→
que si a tu bella traza  15
corresponde el gorjeo,
juro a la diosa Ceres,
siendo testigo el cielo,
que tu serás el fénix
de sus vastos imperios.»  20
Al oír un discurso
tan dulce y halagüeño,
de vanidad llevado
quiso cantar el cuervo.
Abrió su negro pico,  25
dejó caer el queso;
el muy astuto zorro,
después de haberlo preso,
le dijo: «Señor bobo,
pues sin otro alimento  30
quedáis con alabanzas
tan hinchado y repleto,
—169→
digerid las lisonjas
mientras digiero el queso.»

   Quien oye aduladores,  35
nunca espere otro premio.




ArribaAbajoFábula X


Un ojo y un picarón

   A un buen cojo un descortés
insultó atrevidamente.
Oyolo pacientemente,
continuando su carrera,
cuando al son de la cojera  5
dijo el otro: «Una, dos, tres,
cojo es.
Oyolo el Cojo: aquí fue
—170→
donde el buen hombre perdió
los estribos, pues le dio  10
tanta cólera y tal ira,
que la muleta le tira,
quedándose, ya se ve,
sobre un pie.
«Sólo el no poder correr,  15
para darte el escarmiento,
dijo el cojo, es lo que siento,
que este mal no me atormenta;
   porque al hombre sólo afrenta
lo que supo merecer,  20
padecer.




ArribaAbajoFábula XI


El carretero y Hércules


   En un atolladero
el carro se atascó de Juan Regaña,
—171→
él a nada se mueve ni se amaña;
pero jura muy bien: gran carretero.
   A Hércules invocó; y el dios le dice:  5
«Aligera la carga; ceja un tanto;
quita ahora ese canto:
¿Está? -Sí, le responde, ya lo hice.-
   Pues enarbola el látigo, y con eso
puedes ya caminar». De esta manera,  10
arreando a la Mohína y la Roncera,
salió Juan con su carro del suceso.

   Si haces lo que estuviere de tu parte,
pide al cielo favor: ha de ayudarte.




ArribaAbajoFábula XII


La zorra y el chivo


   Una zorra cazaba;
y al seguir a un gazapo,
—172→
entre aquí se escabulle, allí lo atrapo,
en un pozo cayó que al paso estaba.
   Cuando más la afligía su tristeza,  5
por no hallar la infeliz salida alguna,
vio asomarse al brocal, por su fortuna,
del chivo padre la gentil cabeza.
   «¿Qué tal?, dijo el barbón, ¿la agua es salada?
-Es tan dulce, tan fresca y deliciosa,  10
respondió la raposa,
que en el tal pozo estoy como encantada.»
   Al agua el chivo se arrojó, sediento:
Monta sobre él la zorra de manera,
que haciendo de sus cuernos escalera,  15
pilla el brocal y sale en el momento.
   Quedó el pobre atollado: cosa dura.
Mas ¿quién podrá a la zorra dar castigo,
cuando el hombre, aún a costa de su amigo,
del peligro mayor salir procura?  20

  —173→  


ArribaAbajoFábula XIII


El lobo, la zorra y el mono juez


   Un lobo se quejó criminalmente
de que una zorra astuta lo robase.
El mono juez, como ella lo negase,
dejolos alegar prolijamente.
   Enterado, pronuncia la sentencia:  5
«No consta que te falte nada, lobo;
y tú, raposa, tú tienes el robo.»
Dijo, y los despidió de su presencia.

   Esta contradicción es cosa buena;
la dijo el docto Mono con malicia.  10
   Al perverso su fama lo condena
aun cuando alguna vez pida justicia.

  —174→  


ArribaAbajoFábula XIV


Los dos gallos


   Habiendo a su rival vencido un gallo,
quedó entre sus gallinas victorioso,
más grave, más pomposo,
que el mismo Gran Sultán en su serrallo.
   Desde un alto pregona vocinglero  5
su gran hazaña: El gavilán lo advierte;
lo pilla, lo arrebata, y por su muerte,
quedó el rival señor del gallinero.
   Consuele al abatido tal mudanza:
Sirva también de ejemplo a los mortales,  10
que se juzgan exentos de los males
cuando se ven en próspera bonanza.

  —175→  


ArribaAbajoFábula XV


La mona y la zorra


   En visita una mona
con una zorra estaba cierto día,
y así, ni más ni menos, la decía:
«Por mi fe, que tenéis bella persona,
   »gallardo talle, cara placentera,  5
airosa en el andar, como vos sola,
y a no ser tan disforme vuestra cola,
seríais en lo hermosa la primera.
   »Escuchad un consejo,
que ha de ser a las dos muy importante  10
yo os la he de cortar, y lo restante
me lo acomodaré por zagalejo.-
   «Abrenuncio, la zorra le responde:
Es cosa para mí menos amarga
—176→
barrer el suelo con mi cola larga,  15
que verla por pañal bien sé yo donde.»
   Por ingenioso que el necesitado
sea para pedir al avariento,
éste será de superior talento
para negarse a dar de lo sobrado.  20




ArribaAbajoFábula XVI


La gata mujer


   Zapaquilda la bella
era gata doncella,
muy recatada, no menos hermosa.
Queríala su dueño por esposa,
si Venus consintiese,  5
y en mujer a la gata convirtiese.
De agradable manera
vino en ello la diosa placentera,
—177→
y ved a Zapaquilda en un instante
hecha moza gallarda, rozagante.  10
Celébrase la boda;
estaba ya la sala nupcial toda
de un lucido concurso coronada;
la novia relamida, almidonada,
junto al novio, galán enamorado;  15
todo brillantemente preparado,
cuando quiso la diosa
que cerca de la esposa
pasase un ratoncillo de repente.
al punto que lo ve, violentamente,  20
a pesar del concurso y de su amante,
salta, corre tras él y échale el guante.
   Aunque del valle humilde a la alta cumbre
inconstante nos mude la fortuna,
la propensión del natural es una  25
en todo estado, y más con la costumbre.

  —178→  


ArribaAbajoFábula XVII


La leona y el oso


   Dentro de un bosque oscuro y silencioso,
con un rugir continuo y espantoso,
que en medio de la noche resonaba,
una leona a las fieras inquietaba.
Dícela un oso: «Escúchame una cosa:  5
¿Qué tragedia horrorosa
o qué sangrienta guerra,
qué rayos o qué plagas a la tierra
anuncia tu clamor desesperado,
en el nombre de Júpiter airado?-  10
¡Ah!, mayor causa tienen mis rugidos.
Yo, la más infeliz de los nacidos,
¿cómo no moriré desesperada,
si me han robado el hijo, ¡ay desdichada!-
—179→
¡Hola! ¿Con que, eso es todo?  15
Pues si se lamentasen de ese modo
las madres de los muchos que devoras,
buena música hubiera a todas horas.
Vaya, vaya, consuélate como ellas;
no nos quiten el sueño tus querellas.»  20

   A desdichas y males
vivimos condenados los mortales.
A cada cual, no obstante, le parece
que de esta ley una excepción merece.
Así nos conformamos con la pena,  25
no cuando es propia, sí cuando es ajena.




ArribaAbajoFábula XVIII


El lobo y el perro flaco


   Distante de la aldea,
iba cazando un perro
—180→
flaco, que parecía
un andante esqueleto.
Cuando menos lo piensa,  5
un lobo lo hizo preso;
aquí de sus clamores,
de sus llantos y ruegos.
«Decidme, señor Lobo,
¿qué queréis de mi cuerpo,  10
si no tiene otra cosa
que huesos y pellejo?
Dentro de quince días
casa a su hija mi dueño,
y ha de haber para todos  15
arroz y gallo muerto.
Dejadme ahora libre;
que pasado este tiempo
podrás comerme a gusto,
lucio, gordo y relleno.»  20
—181→
Quedaron convenidos;
y apenas se cumplieron
los días señalados,
el lobo buscó al perro.
Estábase en su casa  25
con otro compañero,
llamado Matalobos,
mastín de los más fieros.
Salen a recibirlo;
al punto que lo vieron,  30
Matalobos bajaba
con corbatín de hierro.
No era el lobo persona
de tantos cumplimientos;
y así, por no gastarlos,  35
cedió de su derecho.
Huía, y lo llamaban;
mas él iba diciendo
—182→
con el rabo entre piernas:
«Pies, ¿para qué os quiero?»  40
   Hasta los niños saben,
que es de mayor aprecio
un pájaro en la mano
que por el aire ciento.




ArribaAbajoFábula XIX


La oveja y el ciervo


   Un celemín de trigo
pidió a la oveja el ciervo, y la decía:
«Si es que usted de mi paga desconfía,
a presentar me obligo
   un fiador desde luego,  5
que no dará lugar a tener queja.-
Y ¿quién es éste?», preguntó la oveja.
«Es un lobo abonado, llano y lego.-
—183→
   »¡Un lobo!, ya; mas hallo un embarazo:
Si no tenéis más fincas que él sus dientes,  10
y tú los pies para escapar valientes,
¿a quién acudiré, cumplido el plazo?»

   Si quien es el que pide, y sus fiadores,
antes de dar prestado se examina,
será menor, sin otra medicina,  15
la peste de los malos pagadores.




ArribaAbajoFábula XX


La alforja


   En una alforja al hombro
llevo los vicios,
los ajenos delante,
detrás los míos.
   Esto hacen todos;  5
—184→
así ven los ajenos,
mas no los propios.




ArribaAbajoFábula XXI


El asno infeliz


   Yo conocí un jumento
que murió muy contento
por creer, y no iba fuera de camino,
que así cesaba su fatal destino.
Pero la adversa suerte  5
aún después de su muerte
lo persiguió: Dispuso que al difunto
le arrancasen el cuero luego al punto
para hacer tamboriles,
y que en los regocijos pastoriles  10
bailasen las zagalas en el prado,
al son de su pellejo baqueteado.
—185→
   Quien por su mala estrella es infelice,
aun muerto lo será. Fedro lo dice.




ArribaAbajoFábula XXII


El jabalí y la zorra


   Sus horribles colmillos aguzaba
un jabalí en el tronco de una encina.
La zorra, que vecina
del animal cerdoso se miraba,
   le dice: «Extraño el verte,  5
siendo tú en paz Señor de la Bellota,
cuando ningún contrario te alborota,
que tus armas afiles de esa suerte.»
   La fiera le responde: «Tengo oído
que en la paz se prepara el buen guerrero,  10
así como en la calma el marinero,
y que vale por dos el prevenido.»

  —186→  


ArribaAbajoFábula XXIII


El perro y el cocodrilo


   Bebiendo un perro en el Nilo
al mismo tiempo corría.
   «Bebe quieto», le decía
un taimado cocodrilo.
   Díjole el perro prudente:  5
«Dañoso es beber y andar;
pero ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?»

   ¡Oh, qué docto perro viejo!
Yo venero su sentir  10
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.

  —187→  


ArribaAbajoFábula XXIV


La comadreja y los ratones


   Débil y flaca cierta comadreja,
no pudiendo ya más de puro vieja,
ni cazaba, ni hacía provisiones
de abundantes ratones,
como en tiempos pasados,  5
que elegía los tiernos, regalados,
para cubrir su mesa.
Sólo de tarde en tarde hacía presa
en tal cual que pasaba muy cercano,
gotoso, paralítico o anciano.  10
Obligada del hambre cierto día,
urdió el modo mejor con que saldría
de aquella pobre situación hambrienta;
pues la necesidad todo lo inventa.
—188→
Esta vieja taimada  15
métese entre la harina amontonada.
Alerta y con cautela,
cual suele en la garita el centinela,
espera ansiosa su feliz momento
para la ejecución del pensamiento.  20
Llega el ratón sin conocer su ruina,
y mete el hociquillo entre la harina.
Entonces ella le echa de repente
la garra al cuello, y al hocico el diente.
Con este nuevo ardid tan oportuno  25
se los iba embuchando de uno en uno,
y a merced de discurso tan extraño
logró sacar su tripa de mal año.

   Es un feliz ingenio interesante:
Él nos ayuda, si el poder nos deja;  30
y al ver lo que pasó a la comadreja,
¿quién no aguzará el suyo en adelante?

  —189→  


ArribaAbajoFábula XXV


El lobo y el perro

   En busca de alimento
iba un lobo muy flaco y muy hambriento.
Encontró con un perro tan relleno,
tan lucio, sano y bueno,
que le dijo: «Yo extraño  5
que estés de tan buen año,
como se deja ver por tu semblante,
cuando a mí, más pujante,
más osado y sagaz, mi triste suerte
me tiene hecho retrato de la muerte.»  10
El perro respondió: «Sin duda alguna
lograrás si tu quieres, mi fortuna.
Deja el bosque y el prado;
retírate a poblado;
—190→
servirás de portero  15
a un rico caballero,
sin otro afán ni más ocupaciones,
que defender la casa de ladrones.-
Acepto desde luego tu partido,
que para mucho más estoy curtido.  20
Así me libraré de la fatiga
a que el hambre me obliga,
de andar por montes sendereando peñas,
trepando riscos y rompiendo breñas,
sufriendo de los tiempos los rigores,  25
lluvias, nieves, escarchas y calores.»
A paso diligente
marchaban juntos amigablemente,
tratando varios puntos de confianza,
pertenecientes a llenar la panza.  30
En esto el lobo, por algún recelo,
que comenzó a turbarle su consuelo,
—191→
mirando al perro, dijo: «He reparado
que tienes el pescuezo algo pelado.
Dime: ¿Qué es eso? -Nada.-  35
Dímelo, por tu vida, camarada.-
No es más que la señal de la cadena;
pero no me da pena,
pues aunque por inquieto,
a ello estoy sujeto,  40
me sueltan cuando comen mis señores,
Recíbenme a sus pies de mil amores:
Ya me tiran el pan, ya la tajada,
y todo aquello que les desagrada;
éste lo mal asado,  45
aquel un hueso poco descarnado;
y aun un glotón, que todo se lo traga,
a lo menos me halaga,
pasándome la mano por el lomo;
yo meneo la cola, callo y como.-  50
—192→
Todo eso es bueno, yo te lo confieso;
pero por fin y postre tú estás preso:
Jamás sales de casa,
ni puedes ver lo que en el pueblo pasa.-
Es así. -Pues amigo,  55
la amada libertad que yo consigo
no he de trocarla de manera alguna
por tu abundante y próspera fortuna.
Marcha, marcha a vivir encarcelado;
no serás envidiado  60
de quien pasea el campo libremente,
aunque tú comas tan glotonamente
pan, tajadas y huesos; porque al cabo,
no hay bocado en sazón para un esclavo.»


Nec aliud quidquam per Fabellas quaeritur,
quam corrigatur error ut mortalium,
Acuatque sese diligens industria.


Phedr. Fab. Pról. Libr. II.