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Un cuerpo... de cera, el cuerpo de la diosa Diana, hermoso pero tan insensible y duro como la piedra.



 

91

Lo que yo sé, referencia al amor desgraciado del propio pretendiente, tema que va a ser frecuentemente recordado a lo largo del poema.



 

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El señor de Tebas, es decir Acteón, cuyo abuelo, Cadmo, había construido la ciudad de Tebas en la que reinaba. El joven cazador era hijo de la hija de Cadmo, llamada Autonoe, y de Aristeo. El poeta enamorado, como indica en los versos siguientes, piensa que el tormento de Acteón prefigura el que él sufre actualmente.



 

93

Quiés, forma antigua y apocopada de «quieres».



 

94

Amor, sobre estos elementos mitológicos, que no anotamos para no ser redundantes, ver lo que indicamos la introducción del poema.



 

95

Cercada, de la misma manera que descubierta y cubierta, está referido a la fuente, que indica la situación, mencionada al principio de la estrofa.



 

96

Árbol, los tres árboles a los que se hace referencia en el texto, mediante alusiones mitológicas, son el ciprés, el laurel y el moral. En los últimos versos se indica que las hojas del moral sirven de alimento a los gusanos de seda, que dan origen a la sericultura (industria de la seda), de gran importancia en la Granada del siglo XVI.



 

97

Mormollo, sic, por «murmullo». Con la forma señalada en el texto se considera una forma léxica propia del andaluz, vid., Antonio Alcalá Venceslada, Vocabulario andaluz, Madrid, Gredos, 1980, p. 415, donde remite precisamente a este ejemplo de Barahona.



 

98

Güeco, en lugar de «hueco». Sobre este uso fonético, vid. nota 61, referida a güerto. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, op. cit., p. 641, en una amplia nota, señala que es un recurso propio del habla andaluza.



 

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Ludiendo, probable cultismo, poco usual, creado a partir de ludus, «juego», lo que vendría a significar que los juncos juguetean como agujas con las blandas ovas y las van tejiendo hasta cegar el borde de la laguna, aunque parece más seguro que signifique «frotando», como en el siguiente pasaje de Cervantes: «hicieron asimismo fuego, ludiendo dos secos palos, el uno contra el otro», Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, ed. Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1969, p. 98.



 
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