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Topacios, coral, aljófar, marfil, púrpura, cristal, son metáforas puras referidas a elementos del rostro de la diosa, que pueden ser las siguientes: topacios, los ojos, puesto que Covarrubias, Tesoro, op. cit., col. 966, señala que esta piedra preciosa suele ser de color verde (en alguna ocasión se encuentra esta piedra aplicada a los dientes: «Y aunque es mi boca aguileña / y la nariz algo chata, / ser mis dientes de topacios / mi belleza al cielo ensalza», Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Andrés Murillo, op. cit., II, p. 374, pero es posible que aquí el término tenga un sentido irónico, como toda la canción, e indique que tiene los dientes amarillentos, otro matiz habitual del topacio); el coral, los labios; el aljófar, las gotas de agua, puesto que Diana se ha bañado; el marfil, los dientes; la púrpura, las mejillas; el cristal, la piel.



 

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Molledo es la parte más carnosa y blanda del brazo, en su parte superior.



 

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Güeso, por «hueso», con una fonética ya analizada en nota anteriores.



 

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Mano; en la segunda parte de esta estrofa aparecen tres formas homófonas con significados distintos. En la primera aparición tiene el sentido habitual de «extremidad superior», en el segundo se refiere al «golpe» o tanda de golpes que va a recibir, en sentido metafórico, puesto que la diosa se limita a lanzarle agua al rostro, y en el último caso está empleando una frase hecha equivalente a «ganar» o preceder y ser el primero en el juego. La idea parece ser que Acteón mira la mano de la diosa, de la que va a recibir tal golpe después; sin embargo, puede mirarla con detenimiento, puesto que está situado en un lugar un poco apartado, en lo que sale ganador momentáneamente.



 

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Liento, húmedo, poco mojado. Según Covarrubias, Tesoro, op. cit., col. 766 b: «Lo que no está del todo enjuto», del latín «lentus».



 

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Sello, serlo, mediante asimilación fonética y quizás por necesidades de rima.



 

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La virgen buscada, alusión a Proserpina o Perséfone, como indica Rodríguez Marín, Barahona de Soto, op. cit., p. 652, n.º 3, también conocida como Cora. Perséfone era hija de Zeus y Deméter (Ceres); el Hades, o Plutón, en su versión latina, se enamora de ella y la roba, aunque el lugar varía de unas versiones a otras: Tracia, Jonia, una selva sagrada junto a Mégara o, lo más admitido, Sicilia. Deméter busca a su hija y se entera de quién es el raptor; por mediación de Zeus, Hades tiene que devolver la muchacha, pero por haber comido ésta un grano de granada en los infiernos tiene que repartir su vida entre la tierra y el mundo subterráneo. Vid., Constantino Falcón Martínez, Emilio Fernández-Galiano y Raquel López Melero, Diccionario de mitología clásica, Madrid, Alianza, 1980, II, pp. 510-511. En cuanto a los topónimos Pachino y Peloro, pertenecen a la isla de Sicilia o Trinacria y se encuentran en la versión de este episodio incluido en las Metamorfosis; el gigante Tifeo, que está aplastado por la isla completa, tiene «su mano derecha aprisionada por el ausonio Peloro, la izquierda por ti, Paquino, las piernas están oprimidas por el Lilibeo», Ovidio, Metamorfosis, ed. Consuelo Álvarez y Rosa María Iglesias, op. cit., p. 367; vuelven a aparecer estos tres montes en el episodio de Escila y Caribdis: «el Paquino está vuelto en dirección a los austros portadores de lluvia, expuesto a los suaves céfiros el Lilibeo, el Peloro dirige su mirada hacia las Osas privadas del agua del mar y hacia el bóreas», ibid., p. 694. El Lilibeo es el nombre poético de un volcán de Sicilia, cuya mención se incluye en las primeras estrofas de la Fábula de Polifemo y Galatea, de Góngora: «Donde espumoso el mar siciliano / el pie argenta de plata al Lilibeo», Góngora, Obras completas, ed. Juan e Isabel Millé Giménez, Madrid, Aguilar, 1972, p. 620.



 

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La que en mudable rueda levanta y abaja gentes..., referencia perifrástica a la Fortuna, conocido personaje mitológico sobre el que escribe Juan de Mena, el Laberinto de Fortuna.



 

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Hobiera, sic, por «hubiera» mediante la debilitación vocálica de la protónica, quizás con cierto sentido arcaizante.



 

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Color robado, quizás el amarillo (o la ausencia de color), de acuerdo con el contexto, lo que equivale a decir que perdió el color del rostro, aunque no encuentro ejemplos afines de «robado» igual a «perdido».



 
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