Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


150

Tiresias, el más famoso adivino de la mitología; su historia tiene algunos puntos de contacto con la de Acteón, como se indica en el poema, puesto que también vio desnuda a una diosa, en este caso a Palas Atenea, que se vengó de él dejándolo ciego. Es un curioso personaje que durante algún tiempo fue hombre y después mujer, volviendo finalmente a ser hombre.



 

151

Forzó de..., giro antiguo, con el significado de «forzó a».



 

152

Corrido, «avergonzado».



 

153

Trulla, «muchedumbre de personas».



 

154

Tagarote y los que siguen son casi todos nombres de aves de presa, por lo general utilizadas en la cetrería; de alguna de ellas incluye Barahona noticias en su tratado de caza, como el melión: «SILVANO. Esas son todas noturnas; mas los Horrios y Meliones, que son del tamaño de águilas rateras, como no pueden valerse de sus fuerzas bastantemente como conviene entre día, aguardan al anochecer que las aves se vayan a su yacija, y allí las cogen de sobresalto y las matan, aunque suelen también [usar] el melión para cazar con él», [Luis Barahona de Soto], Diálogos de la montería. Manuscrito inédito de la Academia de la Historia, ed. Francisco R. de Huagón, op. cit., p. 395, como ya señaló Rodríguez Marín. Con relación a esmerjón, indica el mismo crítico que es un término con síncopa, por esmerejón, recurso que hay que achacar a necesidades métricas. Para los no iniciados en el arte de cetrería estas aves no están muy diferenciadas en la actualidad. Algo parecido ocurre con las variedades de los perros que menciona en la segunda parte de la estrofa.



 

155

Pigüelas, o el más moderno pihuelas, eran unas correas que se ataban a las patas de los halcones y otras aves de presa. Las acciones que se indican a continuación se refieren a diversos métodos de caza, de los que Barahona habla extensamente en sus Diálogos de la montería: tender redes, mirar las ramas desgajadas, que suelen ser indicio del paso de algún animal, observar la dirección del viento para evitar que el olfato de la presa descubra al cazador, seguir las huellas en el suelo húmedo, etc.



 

156

Ventor, sabueso que rastrea la pieza sirviéndose de su olfato. El nombre procede de ventear u oler.



 

157

Conocé, forma gramatical usual por «conoced».



 

158

He aquí el fragmento que contiene los nombres de los perros, tal como los incluye Ovidio: «Mientras vacila, lo vieron los perros: y en primer lugar Melampo e Icnóbates de fino olfato, dieron la señal con su ladrido, Icnóbates gnosio, Melampo de raza espartana; después se precipitan otros más velozmente que la rápida brisa, Pánfago, Dorceo y Oríbaso, todos arcadios, y el valiente Nebrófono y el fiero Terón junto con Lélape y Ptérelas eficaz por sus patas y Agre por su olfato y el impetuoso Hileo, herido poco antes por un jabalí, y Nape, engendrada por un lobo, y Peménide, que perseguía a los rebaños, y Harpía, acompañada de sus dos hijos, y el sicionio Ladón, portador de recogidos ijares, y Drómade y también Cánaque y Esticte y Tigre y Alce y Leucón de blanco pelaje y Asbolo de negro y el vigoroso Lacón y Aelo, valeroso en la carrera, y Too y la veloz Licisca con su hermano Cíprio, y Hárpalo, cuya negra frente está marcada en su centro POT una mancha blanca, y Melaneo y Lacne, de erizado cuerpo, y Labro y Agriodonte, nacidos de padre dicteo pero de madre laconia, y también Hilactor, de aguda voz, y los que sería largo enumerar [...] Melanquetes le produjo las primeras heridas en el lomo, las siguientes Terodamante, Oresítrofo se clavó en su brazuelo», Ovidio, Metamorfosis, ed. Consuelo Álvarez y Rosa María Iglesias, op. cit., pp. 287-288. En algunas tradiciones antiguas españolas se omiten los nombres de los perros, así en Las metamorfoses o Transformaciones del excelente poeta Ovidio, Madrid, 1622, op. cit., f. 60 r., donde deberían aparecer.



 

159

Hervor, por fervor, con la aspiración de la -f inicial.



 
Indice