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51

Téngase presente este apunte de Covarrubias en la voz 'cabello': «Al contrario, el varón por el calor los tiene más cortos y muchas veces entortijados». Compárese con la voz 'crespo': «propiamente se dize del cabello, quando está rizo o entortijado». Y véase el libro de Madero citado en la nota anterior, págs. 122-123.

 

52

Sobre su primer propósito planea la sospecha de la investidura por escarnio, dados los resabios de loco del interesado y determinadas prohibiciones que pesaban sobre los caballeros salvajes, recogidas, por ejemplo, en las Constituciones de Jaime I de Aragón: «Item statuimus quod nullus faciat aliquem militem salvaticum», Cortes de los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y principado de Cataluña, 1.ª parte, Real Academia de la Historia, Madrid, 1896, I, pág. 130, traídas a colación en el artículo ya citado de López-Ríos «Los desafíos del caballero salvaje...», pág. 146. Véase asimismo Martín de Riquer, quien comenta los textos legales, en «Don Quijote, caballero por escarnio», Clavileño, 41 (1956), págs. 47-50.

 

53

Amadís de Gaula, ed. Juan Manuel Cacho Blecua, Madrid: Cátedra, 2 vols., 1987, I, pág. 808.

 

54

Avalle-Arce, Amadís de Caula: el primitivo y el de Montalvo, Madrid: FCE, 1990, págs. 242-243.

 

55

Traté de este asunto en «Sobre magia y otros espectáculos cortesanos en los libros de caballerías», Medioevo y Literatura. Actas del V Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Granada: Universidad, 1995, págs. 137-149.

 

56

Sobre la influencia del modelo de conducta galante en este tipo de narraciones remito a mi trabajo: «Del caballero medieval al cortesano renacentista. Un itinerario por los libros de caballerías», Actas do IV Congresso da AHLM, Lisboa: Cosmos, 1993, II, págs. 73-80.

 

57

Eugenio Asensio, «De los momos cortesanos a los autos caballerescos de Gil Vicente», en Estudios portugueses, París: Fundação Calouste Gulbenkian, 1974, págs. 25-36.

 

58

La función de «espejo» en que se miran Don Duardos y Flérida fue destacada por José Antonio Madrigal en «Una revalorización del caballero salvaje en la Tragicomedia de Don Duardos», Romance Notes, 26 (1985), págs. 125-128.

 

59

El pionero indiscutible en señalar la originalidad de Feliciano en estas materias pastoriles y burlescas fue Sidney P. Cravens, Feliciano de Silva y los antecedentes de la novela pastoril en sus libros de caballerías, Chapel Hill, N. C, Estudios de Hispanófila 38, 1976.

 

60

Véanse al respecto los comentarios de Daniel Devoto, «El mal cazador», en Studia Philologica. Homenaje ofrecido a Dámaso Alonso, Madrid: Gredos, 1960, I, págs. 481-491; sin olvidar las matizaciones de Donald Me Grady, «Otra vez el 'mal cazador' en el Romancero Hispánico», en Actas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Frankfurt: Vervuert Verlag, 1989, págs. 543-551. Así mismo pueden consultarse: Edith Randam Rogers, The Perilous Hunt. Symbols in Hispanic and European Balladry, Kentucky: Kentucky University Press, 1980, y Marceline Thiébaux, The Stag of Love, Ithaca-Londres: Cornell University Press, 1974.