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Foro «online» de literatura Entre libros. http://www.prensajuvenil.org/foro.htm. Encuentro con Eloy Martos Sánchez: «Terror, mitos y leyendas en la LIJ»

Eloy Martos Núñez




ArribaAbajo El terror y lo fantástico

No todo el mundo tiene la misma idea de qué es lo fantástico y el terror. De hecho, muchos ven el terror como una parte de lo fantástico. Si la literatura no sólo trata de lo real sino de lo que imaginamos, entonces será fantástico, será todo lo que se desvíe de lo «normal», por ejemplo, los monstruos o los vampiros.




ArribaAbajoLa memoria colectiva

Los mitos, las leyendas y los cuentos (por ej., Hércules) son narraciones tradicionales, es decir, que vienen de culturas muy antiguas y en su origen fueron transmitidas por vía oral, aunque luego las encontramos en forma escrita o literaria, como ocurre con La Iliada de Homero. Y, más modernamente, de la palabra oral y escrita han saltado al cómic, cine, televisión, videojuegos...

Estas historias recogen, pues, la experiencia colectiva de la humanidad, vienen a ser como un granero para la literatura en general y, en particular, para la literatura fantástica y/o para la literatura infantil y juvenil. Por eso, muchos autores se han inspirado en estos mitos y leyendas para escribir sus obras, como ocurre por ejemplo con las historias del rey Arturo, El Señor de los Anillos, Eragon y otras sagas donde intervienen magos, guerreros, dragones...




ArribaAbajoUn catálogo de temas para que elijas lecturas

Puedes reconocer esas historias identificando algunos de los temas, personajes y argumentos universales (arquetipos). Os sugerimos algunos: ánimas, aparecidos y fantasmas; astros y planetas; el buque fantasma, sirenas, tritones y otros espíritus acuáticos; procesiones de difuntos, el cazador negro; espantos y asustaniños, como el coco, diablos, etc.; damas blancas y otras visiones; duendes y trasgos, poltergueist; el ratón Pérez.; espacios y tiempos mágicos; purgatorios y paraísos; simas y pozos; fin del mundo, leyendas milenaristas y apocalípticas; fantaciencia y fantasía épica: héroes galácticos, máquinas y robots; gigantes, ogros y cíclopes; gnomos, trasgos y otros seres mitológicos; hadas y brujas; seres de fuerza extraordinaria, Hércules, Juan sin miedo; islas legendarias; iniciados y ocultistas; alquimistas y templarios, el grial; leyendas piadosas; leyendas de monstruos; hombres-lobo y otras bestias; monstruos y seres de lagos, ríos y fuentes; serpientes y culebras; mujer-serpiente, melusina y otros matrimonios sobrenaturales; mansiones y monumentos; tesoros y prodigios; espíritus aéreos; cíclopes; paladines y matadores de dragones; regalos sobrenaturales; leyendas de persecuciones y mártires; reyes y príncipes; Minotauro; tributos de doncellas y otras leyendas de raptos y abducciones; descenso a los infiernos; leyendas urbanas, aliens y ovnis; los hombres de negro; vampiros, el Golem, Frankenstein y Drácula; robots y autómatas.




ArribaAbajo¿Una literatura para temblar o también para pensar?

Se puede hacer una interpretación literal o ingenua de estos personajes y sus historias, por ejemplo, el vampiro que chupa la sangre o se convierte en murciélago; también puedes probar a encontrar algunos símbolos sencillos. Por ejemplo, los escenarios de los cuentos góticos son casas o castillos donde se prueba al héroe, quien más autocontrol tiene, vence al miedo.

Lo mismo pasa con los monstruos, asesinos, robots y otros seres extraordinarios: no siempre son malos, a veces sólo encarnan los miedos, la parte oscura de una persona (Dr. Jekill y Mr. Hyde) o de la colectividad (Godzilla).




ArribaAbajoAlgunos autores

Te vamos a dar una lista muy corta de algunos autores, lo bueno es que tú descubras otros y nos los propongas:

Xavier Docampo, Álvaro Cunqueiro, E. A. Poe, Mary Shelley, Cortázar, Angela Sommer- Bodenburg, Fernán Caballero, Conan Doyle, Emily Brönte, Jordi Sierra i Fabra, S. King, Lord Dunsany, Stevenson, Bram Stoker, Lovecraft, Ana María Shua, Luis Matilla, Zorrilla, Oscar Wilde, Polidori, Anne Rice, Lucía Laragione, R. L. Stine, Graciela Montes, Nancy Holder, Italo Calvino, Ricardo Mariño, Henry James, Maite Carranza.

Algunas antologías: Cuentos Clasificados T (Ed. Cántaro), Dedos en la nuca (Ed. SM), Relatos de Fantasmas (Ed. Vicens-Vives)...




ArribaAbajoEl cuento gótico, «Padre del terror»

El cuento gótico y sus elementos más comunes (como fantasmas, los caserones o castillos, etc.) aparecen ya en El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1765); aunque se inspira en el Romanticismo (con su gusto por lo macabro, las ruinas, los cementerios...) en realidad el cuento gótico ha marcado gran parte de la literatura de terror.




ArribaAbajoLos géneros de fantasía, terror, ciencia-ficción, vasos comunicantes

El terror moderno tiene elementos más psicológicos, detectivescos, humorísticos, etc. Ten en cuenta que los límites entre los géneros no siempre están claros: en muchas historias lo fantástico, la ciencia ficción y el terror están mezclados, como en el Horror Cósmico de los Mitos de Ctulhu de Lovecraft.






ArribaAbajoMensajes del foro


ArribaAbajo1.ª Línea temática

Santiago V. (Lunes, 19 de septiembre 2005)

Buenos días, como usted comenta en su texto introductorio, la LIJ ha utilizado como recurso para el terror, todo un conjunto de personajes y situaciones que supuestamente producen miedo. Me refiero a monstruos y seres fantasmagóricos de todo tipo. A pesar de esto, tanto chicos como mayores estamos siendo testigos día a día, a través de los medios de comunicación, de unas situaciones reales que pueden suceder en cualquier lugar y momento: tsunamis, atentados, accidentes, huracanes, etc. Todos hemos presenciado sus consecuencias y nos generan preocupación, tensión y miedo ante la posibilidad de que, aquello que vemos en la pantalla, pueda sucedernos en algún momento de nuestra vida. A estos «monstruos» no podemos enfrentarnos con hechizos, cruces, ristras de ajos o simplemente encendiendo la luz de la habitación; no hay forma de hacerles frente, únicamente cabe resignarse ante la adversidad. Ante esta situación me pregunto si el género de terror en la Literatura Infantil y Juvenil evolucionará hacia este tipo de terror más realista y actual.

Eloy Martos (Martes, 20 de septiembre 2005)

Tienes razón, creo que aludes a dos temas en principio distintos pero relacionados. Por un lado están los «asustaniños» de base folclórica, como el coco o las versiones modernizadas del cine para adolescentes: Freddy Kruger y tantos otros, que usan los resortes ancestrales del miedo (la «caza» humana, el temblor ante lo desconocido...) Por otro lado, están las catástrofes y otros hechos aparentemente irracionales, como los atentados terroristas, que crean una sensación de pánico, lo mismo que una casa gótica de fantasmas. En los dos casos yo creo que la literatura hace lo que decía Ernesto Sábato o el propio Asimov: «conjurar» los fantasmas, sacarlos a la luz, en asuntos o tramas que pueden ser más o menos realistas/fantásticas. Como dice Graciela Montes, hay que tener cuidado con clisés «realismo»/«fantasía».

Lo que sí me parece muy útil es esa alusión a la modernidad que haces: sea con zombies, o con terrores nucleares o con cualquier otro tema, la LIJ se parece a la narrativa posmoderna en que desmonta códigos o convenciones, y gusta de mezclar o relacionar temas, símbolos y géneros. Por eso, una ficción cualquiera, como un accidente a gran escala, genera al instante episodios de trhiller, terror, crítica social... de todo un poco.

Los griegos llamaban catarsis a ese efecto de purificación que buscaba el teatro en el espectador; la literatura de terror busca, en efecto, que luchemos con nuestros «fantasmas» (reales, imaginarios o culturales) hasta llegar a un equilibrio pactado. Al hacerlo, estos libros se convierten, como dice María Cristina Alonso, en Manuales para asomarse al mundo. Lejos, pues, de la simple evasión o de la banalidad del gore, la literatura fantástica y de terror de calidad es, como el planeta Solaris de S. Lem, un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen, nuestros miedos, fobias y obsesiones. ¿Por qué si no, desde el Frankenstein de Shelley, la obsesión por el «ser-que-cobra-vida-sin-estar vivo», por el autómata, muñecos animados, robots, cyborg...?, ¿por qué nuestra fascinación y desconfianza hacia estos seres que rebasan los umbrales de lo orgánico y lo inorgánico?... Y, sin duda, si analizáramos el número de obras de LIJ que desde hace más de un siglo tratan estos temas, veríamos que son muchas. Un botón de muestra: El Maestro y el Robot, de J. A. del Cañizo, (me podrías decir que no es literatura de terror pero, precisamente, una de las características de la narrativa posmoderna es suspender las marcas de los géneros, y mezclar, como hemos dicho, ciencia ficción, terror, fantasía y, en este caso, crítica social); el robot como tal es siempre un tema inquietante, y se le puede dar tratamientos muy distintos, pero entraría dentro de estos iconos culturales de los ss. XX y XXI, y fuente de ese terror actual que, creo entender, reivindicas.

Claudia Quiroga (Martes, 20 de septiembre 2005)

Creo que hay diversos autores que se definen por enfocar el terror de una manera más realista o actual, como puede ser el inglés Ramsey Campbell, pero estoy contigo en que el que podríamos llamar «terror fantástico» es el que prima, sobre todo en la LIJ.

Pienso que el terror en general es una válvula de escape ante los terrores reales; es más fácil enfrentarse a un vampiro con ajos que a un desastre natural o a la miseria. A todo el mundo le gusta vivir emociones fuertes, aunque siempre confortablemente sentado y a buen recaudo. Por ejemplo, Lovecraft nos pone delante de Seres Innombrables venidos del Espacio Exterior... ¡que se pueden vencer con sólo cerrar la solapa del libro! Válvula de escape, diversión, emociones fuertes, etc.

Concretamente en LIJ, lo que no se busca es infundir miedo «real» a los lectores, sino que la misión de la literatura de terror enfocada a los chavales es inculcarles unas reglas de conducta, unas herramientas para enfrentarse a la vida y mantenerla...

Bajo mi punto de vista, la LIJ de terror debe continuar su función «docente», aunque debe estar abierta a cambiar el entorno (como muy bien hicieron los creadores de la serie «Pesadillas»), la forma, aunque manteniendo el fondo.

Eloy Martos (Miércoles, 21 de septiembre 2005)

En efecto, Claudia, estoy de acuerdo contigo, y ya Jackeline Held, en su estudio sobre lo fantástico y la literatura infantil, afirmaba que la mejor literatura fantástica para niños es la que estaba anclada en la realidad, y eso vale también para el género de terror. De hecho, los niños siempre han oído cuentos o leyendas (o como se decía, consejas) de miedo, lo que se han producido son variaciones, marcadas a menudo por el contexto. Los bosques talados o las autopistas no dan pie a esas historias de aparecidos o seres que pululaban en la profundidad de los bosques o en los caminos apartados, pero, en compensación, los nuevos terrores nos hablan de cosas como las que tú mencionabas.

Por otra parte, en el caso del terror más que en otros géneros, yo creo que el problema no está sólo en cómo se disfruta la lectura, que, en principio, es eso que dices, diversión, válvula de escape. El problema del terror es que afecta a eso que los folcloristas llaman las «creencias», a zonas más profundas de la psique (o de la memoria colectiva, en un plano colectivo) que una simple fábula o cuento de hadas. Y llega a terrenos que rozan lo morboso, lo macabro o lo psicopatológico, como le pasa a personas que sufren fobias o se apasionan por el ocultismo, la ouija, etc. La leyenda tradicional exigía la creencia, es decir, que había un fondo de verdad, y para eso estaba el testimonio de ese lugar concreto, u objeto de culto, etc. Las leyendas urbanas, mucho más descontextualizadas, dejan esa creencia «en suspensión», no insiste, como hace por ejemplo Bécquer en sus leyendas, en la veracidad de lo que va a contar, sino que simplemente traza historias para impresionar. Hay que distinguir, pues, entre el libro de terror como género, que ha ido cambiando, y el «niño aterrado». Como dice Bettelheim a propósito de los cuentos de hadas, el cuento sirve para exteriorizar conflictos, pero yo particularmente no estoy seguro de la función docente, en el sentido pleno de la palabra, de estas clases de historias, sí creo más bien en el lector (in)formado, capaz de hacer una lectura superficial, banal de las mismas, y también una lectura mucho más sutil, entre líneas, capaz de divertirse con estas ficciones, entreviendo su tejido simbólico. Es la diferencia entre lectura aferente, el lector que lleva al texto su necesidad de «descargar adrenalina», y la lectura eferente, el que sabe sacar cosas del texto.

Por lo demás de acuerdo contigo. Por cierto, y ya que lo citas ¿qué te parece el uso que hace Ramsey Campbell de las leyendas, me refiero por ejemplo a La iglesia de Hight Street?

Julián (Miércoles, 21 de septiembre 2005)

Estoy de acuerdo con lo que apunta Claudia Quiroga sobre que el terror es una válvula de escape ante los terrores reales.

La mayoría de la gente, no sabría cómo reaccionar ante un tornado repentino o grandes inundaciones; incluso, a veces, las autoridades de las zonas afectadas son criticadas por su lenta respuesta o manera de actuar. En cambio, quien más y quien menos sabe que una bala de plata acabará con un hombre lobo o que los vampiros no pueden soportar la luz del sol.

La «literatura» de los periódicos y otros medios de comunicación nos muestran cada día imágenes más explícitas de víctimas de catástrofes naturales o accidentes. ¡Suficiente miedo experimentamos al leer según qué diarios y revistas! Como para que ahora, la LIJ del género fantástico y de terror incluya estos temas en sus libros.

Eloy Martos (Jueves, 22 de septiembre 2005)

El problema está en que, ya desde El Quijote, los límites entre realidad y ficción aparecen a menudo desdibujados. El genocidio nazi, por ejemplo, va más allá que muchas historias truculentas de terror, como si la realidad imitara o rebasara a la ficción. El mundo de la literatura está lleno de convenciones: por ejemplo, si uno estudia el folclore europeo, encuentra que hay ciertos vampiros, como los griegos, que sí soportan la luz del sol, pero en la literatura vampírica esto es ya una convención. En todo caso, siempre triunfa, en las tramas de terror, quien sabe interpretar «las señales» y actuar en consecuencia, y eso vale lo mismo para el huracán Katrina que para Drácula acechando al héroe... Por eso critico un poco la lectura ingenua del terror, el quedarse con la truculencia, y como decía Laín Entralgo a propósito de la novela policiaca, ver la parte intelectual, todo crimen es como un álgebra que el detective (y el lector por proyección) sabe resolver...

Clara Ortiz (Miércoles, 21 de septiembre 2005)

No estoy muy de acuerdo con lo que se va diciendo en este foro porque me parece que lo del coco y todo eso ya no se lo cree nadie.

Terror creo que es un estadio muy superior a miedo. Miedo quien más quien menos lo ha sentido y tenido, pero terror no sé si con los libros se llega a conseguir.

He leído libros de algunos de los autores que se proponen en la lista y terror no me ha producido ninguno. Mucho miedo sí, alguna de las narraciones de Poe, y si he de decir la verdad lo que más me ha impresionado como terrorífico han sido algunos de los cuentos de los hermanos Grimm que me han parecido tremebundos.

Por otro lado estoy bastante de acuerdo con lo que dice Santiago porque da mucho más miedo todo lo que está pasando a lo largo y ancho del planeta que los que se llaman libros de miedo.

Eloy Martos (Jueves, 22 de septiembre 2005)

Sobre la diferencia entre terror y miedo, te propongo que le eches un vistazo al libro de Otto, Lo santo, está en Alianza Editorial. Es verdad, el terror es un estadio superior al simple miedo, pero, para Otto, no se puede desligar la fenomenología de lo religioso, de la experiencia del misterio ante la majestad e inmensidad de lo divino, de lo que nos rebasa o anonada. Los dioses primordiales de Lovecraft, la procesión de difuntos del folclore (la Santa Compaña), el jinete sin cabeza (o un mito más ibérico, el cazador negro), todo son historias con un componente muy acusado de exacerbación de lo siniestro o de lo grotesco, o sea, el paso de lo que da miedo a lo que da terror, es un tema entre cultural y psicológico, como lo es la distinta forma en que reaccionamos ante una epidemia de gripe y el sida.

Los famosos terrores del año 1000, y todas las formas de catástrofes y milenarismos que hemos padecido juegan con estos mismos dos componentes: lo psicológico y lo cultural.

Una última cosa: de acuerdo contigo en que algunos cuentos de Grimm son escalofriantes, ¿a cuáles te refieres?

Aitana M. G. (Miércoles, 21 de septiembre 2005)

Pues yo pienso que, como se ha dicho aquí, la literatura de terror es una literatura de evasión, y el objetivo es hacernos sentir una experiencia «vicaria», es decir, cercana pero a la vez lejana. Hacernos liberar adrenalina con las experiencias terroríficas que se narran, haciéndonos vivirlas, pero a la vez sintiéndonos seguros porque sabemos que es imposible, muy difícil que algo así nos ocurra. De hecho, creo que la gran maestría de saber narrar terror es ser capaz de infundir miedo a los lectores con algo que sabemos que es falso.

Creo recurrir al terror «cotidiano» (los desastres que asolan el mundo, las guerras, las catástrofes climáticas, la gran violencia imperante) no cumple tal objetivo. De hecho, sabemos que esas cosas existen, y eso, más que evadirnos, nos provoca un sentimiento de ansiedad, de inquietud, de depresión (lo que personalmente me ocurre con las novelas costumbristas); pero no de miedo. Ojo, no digo que esté mal que un libro me provoque esa ansiedad e inquietud, y me encantan los libros que me hagan reflexionar sobre la vida y el mundo en que vivimos, pero eso no es terror. Eso no es lo que quiero cuando quiero leer un libro para evadirme y divertirme. Con un libro así no paso miedo, sólo me deprimo.

Yo siempre he pensado (hey, es una opinión personalísima mía, lo mismo estoy diciendo una burrada) que hay dos tipos de terror: por un lado el terror ancestral, sin justificación aparente pero arraigado en las profundas raíces del inconsciente; y por otro el miedo que va ligado al instinto de supervivencia. No digo que no puedan ir unidos, de hecho lo están a menudo, pero tienen motivos psicológicos y raíces diferentes. El miedo ligado al instinto de supervivencia es el miedo que podemos sentir en nuestra vida cotidiana, el terror a la muerte, al sufrimiento, a las enfermedades, al atracador que nos amenaza con una navaja. Cosas que, en definitiva, sabemos que realmente nos pueden hacer daño. El miedo ancestral lo sufrimos ante cosas que, pueden hacernos daño o no, no lo sabemos, pero simplemente por su naturaleza extraña o sobrenatural, no comprendemos, y por tanto percibimos como amenaza. Es lo que se suele decir: «el hombre teme lo que no comprende», aunque no le haga daño. Ese miedo tiene o tuvo raíces, tal vez en la época prehistórica, en el instinto de supervivencia, pero ya no, y sin embargo la gente sigue teniendo miedo. Por ejemplo, el temor ancestral a la oscuridad. En tiempos remotos, el hombre prehistórico tal vez tuviera miedo a la oscuridad porque relacionaba la falta de visión al desamparo, al estar indefenso ante los peligros que le acecharan. Hoy en día, el hombre sigue sintiendo esa sensación de indefensión ante la oscuridad, ¡en su propia habitación!, donde sabe que nada malo puede pasarle. Es ese temor antiguo e irracional heredado de nuestros antepasados.

Es este terror ancestral el que puede dar más juego a la hora de hacer literatura de terror. El relacionado con el instinto de supervivencia no tanto, yo lo veo más orientado a la tensión de un thriller que al terror puro y duro. Y la razón principal es que el segundo no es capaz de disparar tanto nuestra imaginación como el primero. Nuestras reacciones al leer, por ejemplo, la descripción de los horrores de una guerra serán genéricamente las mismas: tristeza, rabia, dolor en mayor o menor medida. Pero las reacciones de los lectores al leer algo relacionado con los espíritus y los fantasmas serán muy distintas: hay quien se sienta identificado y habrá quien, dependiendo de su grado de sensibilidad sienta risa, una ligera inquietud o un terror infinito. Es este miedo el que me gusta descubrir a mí cuando leo literatura de terror, el miedo que se encuentra dentro de mí, de mi subconsciente, que es mi verdadero sentido del miedo. Cada cual siente miedo de algo. Si no me dan miedo los fantasmas, por ejemplo, y sí me da miedo el diablo, voy a por libros de tramas de posesión diabólica. Hay quien le dan miedo los psicópatas, el mundo de los muertos, etc. Pero yo creo que, más que el tema, lo que da miedo es la descripción y la ambientación. Ahí es donde entra la maestría o no de un escritor de terror, en darnos miedo con lo que sea. Poniendo un ejemplo, y aprovechando la frase de Clara «lo del coco y todo eso ya no se lo cree nadie» (verdadera hasta cierto punto), hay un cuento de Stephen King, llamado precisamente El coco (incluido en su recopilación El umbral de la noche), que consigue con su descripción y su trama dar miedo en una época en la que los cocos ya no dan miedo (para quien lo lea, aseguro que durante un tiempo mirará con recelo las puertas de los armarios si están abiertas). Porque King, con todos sus defectos (que los tiene), es un maestro de crear ambientes terroríficos. Y lo mismo ocurre con todos esos temas de terror clásicos: lo importante es cómo lo narren. No hay que creer en algo para que nos dé miedo (creo que eso lo dijo alguien una vez: «No, no creo en los fantasmas, pero me dan miedo»). Muchos amigos míos dicen que no creen en los fantasmas, pero que no jugarían a la ouija, «por si acaso». Existe la posibilidad de que sí haya un mundo de espíritus, y es esa posibilidad la que estimula nuestro sentido del terror ancestral. Ancestral porque es difícil pensar que los espíritus, en caso de que existieran, dedicaran su tiempo y sus energías a hacer daño a los vivos, pero ya hemos leído y oído tantas leyendas e historias de fantasmas donde eso pasa que la idea se nos ha quedado a fuego grabada en nuestro subconsciente.

Y, aparte de esto, creo que el miedo también evoluciona. Siguiendo con el ejemplo del «coco», es verdad que eso ya no se lo cree nadie, por lo menos, el «coco» que asustaba a los niños hace cien años. Pero antes he puesto a los libros de psicópatas y asesinos en serie como ejemplos de terror ancestral, siendo como son muy reales. ¿Por qué? Es verdad que tristemente los psicópatas y los asesinos en serie existen, y más de lo que nos gustaría, pero a menudo en la literatura tiende a exagerarse su faceta de monstruo, a dotárseles casi de carácter diabólico. Por esto, y teniendo en cuenta que los libros de psicópatas están a caballo entre el simple thriller y el terror puro y duro, me pregunto si los psicópatas y los asesinos en serie se han mitificado, convirtiéndose en los «cocos», «ogros» y «monstruos» de nuestro tiempo (por ejemplo, Freddy Kruger no es más que un psicópata asesino en serie, al que se le ha dotado de elementos sobrenaturales como la inmortalidad, el poder de invadir nuestros sueños, etc.). Y ese tipo de «cocos», sí que dan miedo, ¿verdad? Son reales, pero en nuestro mundo abrigado no queremos creer que existan, son casi como monstruos míticos. Y sumergirnos en el suyo de violencia y muerte es lo que de nuevo nos hace sentir esa evasión, porque para nosotros todo eso es irreal, o queremos creer que lo es. Pero es que es esa sensación de «irrealidad posible» lo que realmente nos hace sentirnos a gusto en una trama de terror.

Clara Ortiz (Jueves, 22 de septiembre 2005)

Sr. Martos:

Muchas gracias por responder a mi comentario. Desconozco el libro que me indica e intentaré ver si lo tienen en la biblioteca. Estoy estudiando para maestra y especializarme en Educación Infantil, y el tema de la literatura infantil y juvenil me interesa mucho, por eso sigo estos foros literarios que me parecen muy interesantes.

Tal vez por mi desconocimiento en profundidad en muchos de estos temas, es por lo que no estoy muy de acuerdo en que haya un componente religioso al tema del miedo, al menos en nuestros días. Sí que sé que lo hubo, y mucho, en otros momentos de la historia y también en las culturas actuales más primitivas; pero no creo que en el mundo occidental haya este miedo a lo divino. De todos modos, como le digo, no he leído nada sobre el tema; pero me ha hecho picar la curiosidad y voy a profundizar.

Sobre la pregunta que me hace de qué cuentos de los Grimm me han parecido terroríficos, el que recuerdo que más me impactó fue La puerta secreta. Me pareció truculento y nada apropiado para que lo lean los niños. Además las ilustraciones que acompañaban al texto todavía eran más tremendas. El libro creo que era algo antiguo de edición y era de Editorial Labor. Lo cogí de la biblioteca pública, pero no estaba en la sección de niños, sino en la de adultos y eso me llamó la atención, tal vez por eso lo cogí e hice un trabajo para la universidad sobre lo que opinaba de los cuentos que a veces se piensan que son para los niños y no lo son. También se lo comenté a la bibliotecaria y ella me dijo que por eso lo habían puesto en la sección de adultos.

Eloy Martos (Lunes, 26 de septiembre 2005)

Con respecto al cuento que dices, no he encontrado información sobre él, pero me interesaría mucho leerlo: no es de los cuentos más conocidos de los Grimm. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los cuentos infantiles, al estar basados los cuentos en mitos y leyendas, en muchas ocasiones tienen elementos terribles y truculentos nada apropiados para niños, pero que en la mayoría de las veces pasan desapercibidos por la fuerza de la costumbre (es decir, que estamos ya tan acostumbrados a verlos que no nos «chocan» tanto como deberían). Por ejemplo, en Hansel y Gretel tenemos el tema, bastante terrorífico por cierto, del canibalismo de la bruja, canibalismo que sabemos que practicaban las tribus indígenas y ciertas civilizaciones antiguas. En este caso, y ya que sabemos que el canibalismo se practicaba por razones mágicas y rituales (se comía a la persona para adueñarse de su alma), no sorprende que las leyendas tachen a las brujas de devoradoras de seres humanos, y principalmente de niños (con lo cual se convertían además en unas eficaces «cocos» o asustaniños).

Por otro lado, sabemos que, más que la historia, principalmente lo que asusta o no, es la forma de contarla, los detalles truculentos que se saquen a la luz o no y la atmósfera que se le quiera dar, por lo que decir «la bruja se quería comer a los hermanitos» (que es como se suele contar el cuento), no es lo mismo que hacer una detallada descripción de las costumbres caníbales de la bruja, de cómo, por ejemplo, asesinaba a sus víctimas, las descuartizaba y las engullía. La primera descripción es la del cuento para niños; la segunda es la de una historia de terror adulta. Y, como vemos, estamos tratando el mismo argumento.

En Caperucita Roja, tenemos el canibalismo del lobo (que es un animal, pero como se le personaliza, su afición por comer carne humana se tiñe de elementos más caníbales que del simple instinto alimentario de un animal) y vemos la escena terrible, casi «gore» si nos la imaginamos bien, de cuando el leñador saca a la abuelita viva (y, según versiones, también a Caperucita) del vientre del lobo abriéndolo en canal. Tal vez esa escena tenga raíces en el mito de los dioses olímpicos sacados del vientre de su padre Cronos, el cual los había engullido vivos.

Para finalizar, te recomiendo otro título: F. Ferreras, D.: Lo fantástico en la literatura y el cine: De Edgar A. Poe a Freddy Krueger, Editorial Vosa, Madrid, 1995.

Clara Ortiz (Miércoles, 28 de septiembre 2005)

Agradezco mucho la respuesta y la información que hay en ella. He anotado el libro que me recomiendas y me ha parecido muy interesante el tema del canibalismo en los cuentos y su posible origen en la mitología.

Eloy Martos (Jueves, 29 de septiembre 2005)

Gracias a ti.

Muchas de las conductas «fantásticas» de los cuentos son eso, vestigios de ritos y mitos. Yo siempre empiezo con mis alumnos comentando Hansel y Gretel, porque en este cuento es fácil entender todo lo que V. Propp expone en dos tomos, Morfología del Cuento y Raíces Históricas del Cuento, como rito de iniciación, y ahí se entiende porqué la bruja se quiere comer a los hermanos, el sentido de todo eso, en lugar del puro «terror hormonal», el gore, la sangre por la sangre, la truculencia gratuita...

Nati (Viernes, 30 de septiembre 2005)

He estado leyendo la conversación entre Eloy Martos y Clara Ortiz y, en primer lugar, quiero decir que me ha parecido muy interesante ver cómo existen dentro de los cuentos hechos tan graves como el canibalismo y su relación con la mitología. Todos conocemos los cuentos Hansel y Gretel y Caperucita Roja y, sinceramente, reconozco que nunca le había dado importancia al canibalismo porque se cuenta desde la inocencia de la infancia que no muestra lo tremendo y por lo tanto no asusta. No hace mucho le comentaba a una amiga que de pequeña había leído el cuento de Barba Azul y que no recuerdo haberme asustado. En cambio, ahora, prefiero no leerlo. Quizás, desde mi inocencia, de pequeña no veía el terror que ahora me causa pensar que a veces la realidad se refleja en los cuentos.




ArribaAbajo2.ª Línea temática

Clase de 2.º de ESO (Jueves, 22 de septiembre 2005)

Hola Eloy. Somos una clase de 2.º de ESO y hemos leído tu texto en un foro de literatura. Hemos estado comentando qué libros hemos leído que nos hayan hecho miedo y, casi todos, hemos leído alguno de «Pesadillas». También ha habido compañeros que han criticado que son muy comerciales, pero no se ponen de acuerdo en qué otros libros podemos leer de miedo que no sean tan comerciales, y que puedan gustarnos. ¿Sabes alguno que pueda estar bien para gente que empieza a leer libros de miedo?

Eloy Martos (Lunes, 26 de septiembre 2005)

Hola. En efecto, «Pesadillas», es una serie que puede gustar a algunos, pero que son, como decís, muy comerciales, es decir, usan una «receta» y unos temas muy del último cine de terror americano (Viernes XIII, Scream...), del que incluso toma a veces sus argumentos. Otra cosa es que estén bien contados, o sea, que haya intriga, interés... Pero de todas maneras son libros a menudo muy predecibles, se adivina qué va a pasar, cómo se va a resolver el conflicto, y no olvidéis que la literatura de calidad nos sumerge por caminos impredecibles, y, si no, probad a leer Los crímenes de la calle Morgue, de E. A. Poe, ¿a qué nadie se imagina el final?

Así y todo, si os gusta la serie «Pesadillas», podéis seguir leyéndolas sin ningún tipo de culpa. Leer es como comer, hay que comer de todo, llegar a ser incluso un gourmet. Bueno, pues estos libros, entretenidos, de planteamiento y narración un poco simples, son como las hamburguesas, algo de consumo rápido y fácil, que no se contradice con que leáis otras cosas más «elaboradas».

Ahora bien, seguramente lo que os esté pasando (o seguramente empiece a pasaros, si realmente estáis empezando a desarrollar una afición por los libros de miedo), es que los libros tan simples como los de Stine ya no os llenen como antes, os parezcan más de lo mismo y os sepan a poco, y empecéis a buscar otro tipo de literatura de terror más compleja que os haga experimentar nuevas emociones.

Hay editoriales netamente juveniles como SM o con colecciones dedicadas específicamente al público infantil y juvenil que tienen títulos con elementos de terror y/o misterio (temas que a menudo se funden y entrecruzan) que pueden resultar interesantes para chicos de vuestra edad.

Si queréis sugerencias en cuanto a títulos, os puedo dar las siguientes:

Los relatos de terror clásicos son buenas obras para empezar. Por ejemplo, tenéis El gato negro y otros relatos de terror de Edgar Allan Poe, editado por Brosquil. Son muy recomendables para vosotros las antologías de relatos como El gran libro del miedo: 20+1 relatos para temblar, de Parramón Ediciones, una selección de 21 relatos firmados por escritores universales como Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant, Charles Dickens, John William Polidori, Robert Louis Stevenson, entre otros. El libro está organizado en cuatro partes que corresponden a los grandes temas de la literatura de terror: La muerte, La enfermedad, El poder de la mente y El mal. Las ilustraciones que acompañan los 21 relatos de El Gran Libro del Miedo hacen aún más sugerente su lectura y estimulan el lado más oscuro de la imaginación. Otra de estas antologías podría ser Mil años de Cuentos de Miedo, de la Editorial Edelvives. Como se dice en http://www.libroadicto.com/terror.htm, más que cuentos se podrían llamar historias de miedo. Son relatos breves, que se leen de un tirón en quince o veinte minutos cada una. Es uno de esos libros que animan a leer a cualquiera y recomendable para gente que le gusten historias con un toque de terror y misterio.

Para quienes quieran algo con un nivel algo más maduro, tenemos Cuentos fantásticos del XIX de Italo Calvino, publicado por Ediciones Siruela (que congrega a escritores como Hoffmann, Le Fanu, Poe, Andersen, Dickens, Kipling o H. G. Wells, entre muchos otros), o la Antología de cuentos de terror de Alianza Editorial, recopilada por Rafael Llopis que mencioné en mi respuesta al post de Aitana M. G. Por lo demás, los clásicos dan siempre mucho juego: por ejemplo, los relatos fantásticos como los de momias (v.gr. El misterio de la momia, del francés Théophile Gautier, Ed. Gaviota), combinados con el género histórico. Y también los escritores españoles, como las ya aludidas leyendas de Bécquer, magníficas, o cuentos como los de Pedro de Alarcón, por ejemplo, La comendadora, el clavo y otros cuentos. Ed. Laura de los Ríos, Madrid, Cátedra 1980.

Luego, como novelas, tenemos clásicos como Otra vuelta de tuerca de H. James, también mencionada, publicada en Alianza Editorial. Aunque para quienes quieran iniciarse con algo más «accesible» y cercano que los clásicos, también comercial, pero que se alejen del sempiterno esquema de «Pesadillas», puede recurrir a las novelizaciones de películas y series de TV como las novelas de Buffy Cazavampiros de Christopher Golden y Nancy Holder, por poner uno de los cuantiosos ejemplos que hay, o las de Expediente X. Ya hemos dicho, esto también es comercial, pero lo importante es que os iniciéis en esta afición con algo que verdaderamente os guste.

También hay obras de fantasía y terror netamente juveniles. Por ejemplo, una de las más interesantes es la serie del irlandés Eoin Colfer sobre Artemis Fowl, una especie de Harry Potter perverso. En España, está publicado por la Editorial Montena. Por otro lado, como decía también en el post a Aitana M. G., muchos de los autores actuales de best-sellers también tienen literatura de terror comercial pero de calidad. Stephen King, por ejemplo, tiene férvidos fans y enérgicos detractores. Estos últimos acusan a King de que su literatura es comercial y repetitiva (al igual que pasa con «Pesadillas»), pero esto no impide que, pese a sus defectos, sea considerado uno de los principales escritores de terror de los últimos tiempos. Tal vez sus novelas pequen de excesivamente largas para que las leáis ahora (aunque podéis intentarlo con alguna de las más cortas, como Misery), pero también tiene relatos cortos de terror muy interesantes y fáciles de leer. Probad, por ejemplo, con su antología El umbral de la noche.

En clave más satírica y cómica, tenéis los títulos de Angela Sommer-Bodenburg, -El pequeño vampiro, El pequeño vampiro en peligro, El pequeño vampiro y el país del conde Drácula o El pequeño vampiro y el gran amor, todos ellos en Ed. Alfaguara. Son muy divertidos.

Espero que entre esos títulos haya algunos que os gusten y despierten o aumenten vuestro interés por la literatura de terror. Un saludo.








ArribaAbajoConclusiones del foro


ArribaAbajoEl terror ancestral y de base folclórica

El propio título del foro, Terror, mitos y leyendas, ha ido subrayando la relación entre los mitos, el folclore y en general el género de terror, lo cual se evidencia, por ejemplo, en la multitud de «espantos» o «asustaniños» de las distintas tradiciones locales, muy variados, pero respondiendo a unos patrones comunes que ya encontramos en los cuentos tradicionales (la figura de la bruja, por ejemplo), ya que estos presentan una bipolaridad entre las personas protectoras (ayudantes sobrenaturales según Thompson, como las hilanderas, animales protectores, enanos, hadas...) y las potencialmente agresoras (Adversarios sobrenaturales, ogros, brujas, diablos, la muerte...) y estas últimas son las personificaciones que se asocian con lo terrorífico.

También los rituales y las fiestas están llenas de representaciones monstruosas o «teriomórficas», en especial aquellas que insisten en los elementos misteriosos de su caracterización, es decir, que tienen una fisonomía bien grotesca o extravagante o bien desconocida y, se supone, espeluznante, y que han servido siempre como contrapunto de otras representaciones sobrenaturales, pero de un mundo conocido, «ordenado» (cosmos/caos), como los ángeles o los santos.

Así, las carantoñas y otros seres de aspecto «terrible» en las diversas fiestas de España aparecen, en efecto, como contrapunto a San Sebastián, la Virgen, etc. Su presencia en medio de la comunidad formaría parte, según la antropóloga María Angels Roque Alonso a una especie de ritual de aterramiento, a un memento mori colectivo, que sin embargo se contrarrestaría con las ceremonias de desafío que supone la quema de estos muñecos, parte sin duda de un viejo ritual apotropaico o de expulsión de los malos espíritus, donde la risa y el canto jugaban este papel de «espantar».

Pues bien, esta doble dinámica de asustar/espantar, de tensión/liberación es lo que de algún modo se escenifica en las distintas expresiones populares de las que se apropia el niño: las nanas infantiles, los juegos, los cuentos de miedo, las leyendas de ánimas, etc.




ArribaAbajoPersonajes emblemáticos

Así, son motivos folclóricos especialmente significativos para el género de terror:

  • -Tipos de ogros (G10-G399 Aarne-Thompson)
  • -Fantasmas y otros aparecidos (E200-E599)
  • -Criaturas maravillosas (F200-F699)

Ciertamente, el terror está muy unido a ciertos personajes o criaturas: Frankenstein como prototipo. Es un relato de interiores, aunque también puede haber terror a plena luz del día (El hombre de la multitud). En este sentido, Poe es un auténtico paradigma de escritor maldito (bohemio, alcohólico, etc.) y sus relatos son siempre una incursión en estos interiores inquietantes y siniestros, más que en la parafernalia decorativa del cuento gótico, el terror psicológico va ganando terreno a los escenarios macabros o los castillos poblados de fantasmas y puertas que chirrían.




ArribaAbajoEl giro de la literatura y el cine a los temas de terror

Cuando la novela y el cine toman los temas de terror cabe subrayar su estrecha vinculación con el Romanticismo, por ejemplo, el archiconocido cuento gótico que aún sigue inspirando toda clase de historias.

También hay que tener en cuenta que el terror primitivo, inspirado en patrones folclóricos, era cósmico y de ambiente rural: la expresión de Dios ante Abraham, los fantasmas, la fiesta de los difuntos, etc., y tenía, como venimos diciendo, un sentido subyacente religioso (como las criaturas de la noche o las criaturas de la luz de la literatura vampírica), y, conforme a ciertos rituales, podía ser vencido o conjurado.

En cambio, el terror moderno de Lovecraft o King crea una mitología nueva, posmoderna: los dioses primordiales, donde el bien es apenas un espejismo. Pesimismo. Relación de estas temáticas con los jóvenes de ambiente urbano: LITERATURA JUVENIL el cine teen, los filmes de psicópatas, las leyendas urbanas, Pesadilla en Elm Street. Se subrayan los elementos hedonistas, eróticos, no hay lucha a favor de sino más bien para sobrevivir. El mito de la eterna juventud y su reverso: El retrato de Doryan Grey, de Oscar Wilde. Hay otro cambio curioso: en el terror romántico suele prevalece la mujer fatal, es la que lleva a la ruina al héroe (Los ojos verdes de Bécquer), en la narrativa moderna suele ser al revés, los asesinos o monstruos son hombres y las mujeres las salvadoras o las víctimas.

En todo caso, la literatura infantil actual, heredera de esa tradición de los asustaniños, del hombre del saco, del coco..., que Lorca glosara en su conferencia sobre las nanas infantiles, va a tener un enfoque desmitificador que busca no alejar del niño estos miedos ancestrales sino «jugar» con ellos, habituarse a estos mitos para darles un sesgo cómico o crítico: El fantasma de la guarda, Christine Nostlinger, o en el caso de José Antonio del Cañizo, Oposiciones a Bruja.

Esto, de todos modos, ya existía en el folclore, pues la risa festiva, la algarabía o las bromas como antídoto al terror es lo que vemos en muchas fiestas o rituales (v.gr.: El Corpus y la Tarasca) o en ciclos de cuentos como Juan sin Miedo, en muchas canciones infantiles, etc. Por otra parte, lo original es que el niño no conserva estos patrones folclóricos de forma pasiva sino transformando el texto tanto en su armadura como en forma conforme a su imaginación y a su sentido poético, y, en este sentido, se dice que el niño tiende a «destradicionalizar», a fijar el texto en un sentido «sui generis», que es en gran medida una «re-invención» de la tradición, una lectura «sub specie ludi» (v.gr. La bruja novata), que tiende a fomentar el sentido autorreferente del juego, conjuro, canción (las rimas infantiles serían un buen ejemplo del final de este proceso).

Por eso no es de extrañar el éxito de todas las series de libros que de algún modo juegan con referentes de terror, como las ficciones que tocan el tema de monstruos (Queridos monstruos, La batalla de los monstruos y las hadas, etc.) o bien sobre brujas (Kika Superbruja, Las Witch, etc.).




ArribaEl impacto emocional de la literatura de terror: de la catarsis a la aberración

Los profesores, padres y bibliotecarios están preocupados por el impacto emocional de la literatura de terror. Lo cierto es que los cuentos de niños siempre han tenido ogros, brujas, dragones... y también en estas historias pasan cosas terribles, truculentas o crueles, como ogros que asesinan a sus hijos, brujas que engordan a niños perdidos para cocinarlos en una estufa o castigos sádicos, como meter a la bruja en un tonel lleno de clavos y echarlo a rodar por una ladera.

Luchar contra estas fobias siempre ha servido de catarsis o purificación, como hacía el teatro griego, aunque también existe el «regodeo» morboso de estos temas, propio del gore o del kitsch, volcado en una visión puramente macabra y tremendista del género que se agota en la propia visión de lo grotesco o lo horripilante.





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