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81

Literary Currents in Hispanic America, Harvard University, Cambridge, Massachusetts, 1945. Cito por la traducción de Joaquín Díaz Cañedo, Las corrientes literarias en la América Hispánica (México, 1949, Fondo de Cultura Económica, pág. 183).

 

82

«Notas sobre la inteligencia americana», incl. en Obras completas de Alfonso Reyes, ed. cit., volumen XI, pág. 89.

 

83

«La conciencia filosófica de Rodó», en Número. N.os 6-7-8, Montevideo, 1950, pág. 71.

 

84

«José Enrique Rodó», incl. en Páginas escogidas, Madrid, 1947, Ed. Javier Morata, pág. 397.

 

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En la primera edición de su Proceso intelectual del Uruguay (Montevideo, 1930), escribió Zum Felde: «En 1900, cuando Rodó escribió Ariel, el yanqui era sólo un problema intelectual; en 1930 es un problema práctico; el capital de los Estados Unidos ha conquistado una gran parte de esta América, y prosigue la conquista del resto. Hay países enteros -de soberanía más nominal que efectiva- que están en manos de las grandes empresas yanquis, y cuya política interna y externa, es manejada desde las oficinas de Wall Street. Tanto frente a aquella demanda moral como ante este constante y creciente empuje avasallador, son demasiado débiles los sutiles huéspedes de la torre rodoniana; se requieren elementos más fuertes, inspiraciones más profundas, ideales más concretos. Así los requerimientos prácticos se aúnan a los requerimientos espirituales para determinar el ocaso de Ariel, como evangelio laico de América latina». En la segunda edición (Montevideo, 1941) Zum Felde eliminó ese párrafo e incluyó este otro: «Ariel adoctrinó la posición de la conciencia continental en un momento dado; marcó la oposición humanística al utilitarismo del norte. Ese problema ya no existe; lo hemos atravesado; las cuestiones, hoy, son otras. De ahí su ocaso, su glorioso ocaso». No obstante, en pleno 1962 parece más actual y certero el párrafo de 1930 que el de 1941.

 

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Dice, por ejemplo, Luis Alberto Sánchez en su Balance y liquidación del 900 (Santiago de Chile, 1941, Ercilla): «Rodó repudiaba a este país (Estados Unidos) porque había intervenido en Cuba, conforme nos lo refiere Pérez Petit, y porque además no lo conocía». Primera aclaración: Rodó no repudiaba a los Estados Unidos. Su tan citado «los admiro, pero no los amo», no es precisamente una declaración de repudio. Segunda aclaración: el hecho de no haber estado en un país, no impide formarse una opinión acerca de su sistema político, de sus reflejos sociales, de su conformación cultural. No es necesario haber residido en la Alemania nazi, para repudiarla. Por otra parte, Rodó pone el acento en la consecuencia que el sistema y los hábitos de vida y gobierno norteamericanos podían tener para América latina. Tercera aclaración: Sánchez repudia a Rodó, no tanto porque no lo conociera, sino más bien porque lo desvirtúa. Emir Rodríguez Monegal y Carlos Real de Azúa, entre otros, han señalado que Sánchez cita a Rodó con deliberadas erratas. «Verbigracia: su oposición a un renovarse en vivir, cuando el texto de Rodó es reformarse es vivir. Sánchez llega a afirmar que Rodó «abogó por el imperio de una oligarquía, cuya única base posible tenía que ser la plutocrática, y por tanto estaba condenada a vivir ligada al imperialismo», con lo que demuestra una tendenciosa incomprensión hacia los planteos de Rodó. Sánchez le hace decir a Rodó que carecía de sentido el apotegma de Alberdi gobernar es poblar, cuando lo que Rodó expresa en Ariel es lo siguiente: «Ha tiempo que la suprema necesidad de colmar el vacío moral del desierto hizo decir a un publicista ilustre que, en América, gobernar es poblar. Pero esta fórmula famosa encierra una verdad contra cuya estrecha interpretación es necesario prevenirse, porque conduciría a atribuir una condicional eficacia civilizadora al valor cuantitativo de la muchedumbre. Gobernar es poblar, asimilando, en primer término; educando y seleccionando, después». Rodó no era marxista, es cierto, pero lo que evidentemente propugnaba era una extensión de a cultura, con la correspondiente eliminación del analfabetismo, plaga continental. El motivo de que la expresión aristocracia del espíritu moleste tanto a Sánchez, es que éste, hipnotizado por la palabra aristocracia, parece no fijarse en la palabra espíritu. Otro motivo -claro- es no haber leído atentamente a Rodó, quien dice en Ariel: «La civilización de un pueblo adquiere su carácter, no de las manifestaciones de su prosperidad o de su grandeza material, sino de las superiores maneras de pensar y de sentir que dentro de ella son posibles». Por último, conviene recordar que la primera revolución admitidamente marxista que se ha dado en América, ha considerado como una tarea fundamental y primera la eliminación radical y urgente del analfabetismo; y, de los nuevos alfabetos, ha seleccionado a los mejores para otorgarles becas universitarias. ¿No suena ahora más actual el consejo de Rodó: «Gobernar es poblar, asimilando en primer término; educando y seleccionando, después»? En 1944, cuando publica su Nueva historia de la literatura americana, Luis Alberto Sánchez (entregado ya por completo al bandolerismo intelectual), sigue citando falsamente a Rodó, pero en cambio lo reconoce como «prosador exquisito y celeste».

 

87

«Rodó una página a mis amigos cubanos», publicado el 11 de junio de 1917, en la revista Unión Hispanoamericana, Madrid (Incluido en Obras completas de Alfonso Reyes, vol. III, págs. 134-135).

 

88

Ha sido recientemente rescatado en un folleto publicado por Juan José López Silveira: Imperialismo yanqui 1961 en América Latina (Montevideo, 1962).

 

89

«Don Quijote y Bolívar». La cita está tomada de Ensayos, Madrid, 1945. Ed. Aguilar, tomo II, páginas 705-6.

 

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Breve historia del Modernismo, México, 1954, Fondo de Cultura Económica, pág. 10.