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Geografía y descripción universal de las Indias, recopilada por el cosmógrafo-cronista, Juan López de Velasco, desde el año de 1571 al de 1574, publicada por D. Justo Zaragoza1

Cesáreo Fernández-Duro





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Es facilísima tarea la que la Academia se ha servido encomendarme, en cumplimiento de la orden expedida por la Dirección de Instrucción pública, toda vez que, no solamente el juicio del libro destinado á la consulta diaria, del Consejo de Indias por su cosmógrafo Juan López de Velasco, es de pública notoriedad, sino que, con este juicio, se conocen el origen y el progreso del pensamiento, como de los materiales componentes de la obra, gracias al estudio y competencia con que el Sr. D. Marcos Jiménez de la Espada dió á la estampa las Relaciones geográficas de Indias, completando, corrigiendo, presentando en la introducción, bajo el verdadero aspecto, el ideal de la empresa grandiosa, gloria de nuestra España, que eligió por objeto del discurso de   —402→   recepción en este Cuerpo, su bienhechor inolvidable, D. Fermín Caballero.

En ese estudio aparece por qué determinaciones y procedimientos, creada la Casa de la Contratación de Sevilla por el rey D. Fernando V, se recogían las noticias facilitadas por los navegantes descubridores de tierras ignotas, y cómo en progresivo avance se fueron sometiendo á reglas uniformes las inforrnaciones, obligando á los pilotos á consignarlas en libro diario con prevención de situar los cabos, puertos y ríos por sus alturas y rumbos; de tener cuenta con los vientos y corrientes; de escribir por separado relaciones y comentarios de lo que veían y de dar fe de todo á su regreso, contribuyendo al crecimiento del caudal científico con que se iban trazando en el Padrón real los perfiles rugosos de la superficie del globo terráqueo.

Después de la conquista de Hernán Cortés vino á ser el Consejo de Indias centro impulsivo de tales adelantos; dictadas las ordenanzas del año 1571 en que se imponía por deber al cosmógrafo y cronista del mismo la clasificación de aquellas relaciones de pilotos, acopiadas; la formación, con su vista y compulsa, de derroteros generales; la descripción y situación geográfica de los lugares y la redacción, por último, de la historia «con la precisión y la verdad posible».

Juan López de Velasco, primer funcionario de la clase á quien la prevención de las ordenanzas alcanzaba, la cumplió, no sin trabajo seguramente, pero con generosidad resarcido en lo material, y con la honra de apropiar á su nombre la compilación, de muy atrás comenzada, y en la mayor parte del orden y correcciones debida al insigne Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo real, su antecesor.

Era la obra todavía un bosquejo trazado á grandes rasgos con los datos adquiridos hasta el año de 1574; obra perfectible, ni más ni menos que el Padrón real de la Carta, á que servía de complemento; era esbozo primitivo de conjunto, dispuesto para recibir las enmiendas que, inmediatamente, en el acto de ser examinado por los señores del Consejo, se le fueron aplicando en cosas de substancia, ó las que para más detenida revista se aplazaron; castigado sucesivamente por Juan de Ledesma, por el   —403→   Licenciado Benito López de Gamboa, y sobre todo por el perito Juan Bautista Gessio, que halló mucho que tachar en punto á longitudes y distancias. Así y todo era el libro compuesto, desde el momento, fuente de información para los asuntos de gobierno de las Indias, registro de gran utilidad, repertorio precioso de que se hizo secreto de Estado, guardándolo con escrupulosidad en que se estrelló la iniciativa de cuantos intentaron levantar el velo siquiera parcialmente. Alonso de Chaves, en los días del Emperador, lo mismo que Juan Escalante de Mendoza en los de Felipe II, no lograron dar á luz obras de navegación de importancia y mérito reconocidos, por intercalar capítulos que al referido secreto afectaban; el maestro Pedro de Medina, el cronista Francisco López de Gómara, con muchos más que no hay para qué citar ahora, tuvieron sinsabores por la inserción de simples noticias ó párrafos sueltos considerados de peligrosa ó inconveniente vulgarización.

Trataba y trata sumariamente la obra de Juan López de Velasco de los límites y términos de las Indias; de su primera población y descubrimiento; de la disposición de las tierras, de la etnografía, fauna y flora, y del gobierno temporal y espiritual implantados por los españoles. La comunicación de la Península con las regiones en que las Indias se había dividido, ó de estas entre sí, esto es, los derroteros náuticos, la composición de las flotas y el orden á que obedecian, componen parte segunda, preliminar, como la anterior, de la tabla general; de la descripción hidrográfica y topográfica por audiencias, provincias, adelantamientos, pueblos, puertos, objeto principal del trabajo. Diseña, pues, éste, cuanto de esencial se sabía en la época de la redacción, relativamente al Continente nuevo, á las islas de Poniente, comprendiendo en la indicación á las Molucas y Filipinas, á la costa de China, y, finalmente, á las islas del Japón, Nueva Guinea, Salomón y Ladrones.

La reserva celosa del Consejo no llegó al extremo de impedir que del original se sacara alguna copia destinada al uso exclusivo de altos funcionarios ó de conspicuos personajes, juzgando por la que ha servido para la impresión, al cabo de 320 años, copia que perteneció al cardenal D. Francisco Antonio de Lorenzana,   —404→   arzobispo sucesivamente de Méjico y de Toledo á fines del siglo anterior al nuestro, copia infiel, por cierto, en que el pendolista multiplicó los errores acusados en la matriz. El Sr. D. Justo Zaragoza, editor, lo reconoce, diciendo en el Prólogo de la impresión:

«De estos errores saltan muchos á la vista, así en la equivocación de puntos de localidad que corresponden á diferente jurisdicción de las que se les señala, ó en la repetición de una misma localidad, adjudicándola á dos opuestas jurisdicciones, ó en la equivocada escritura de nombres propios, ó de la de uno mismo en diversa forma, y eso sin contar con el frecuente mal empleo de la i y la y, de la u y la b, y en el no siempre acertado uso de la c como z en la c y como q. Pero nada de esto he querido enmendar al imprimir el manuscrito para no alterar el original; y tan es así, que ni siquiera he corregido, para pronunciarlos como hoy se acostumbra generalmente, los nombres Pirú, Guatimala, etc».



Sea como se quiera, y aparte los defectos, el libro impreso por el Sr. Zaragoza es libro de historia oficial del siglo XVI, recomendable, útil sin disputa, y de aquellos que reunen las condiciones exigidas en el Real decreto de 12 de Marzo de 1875 para merecer la protección del Gobierno.

Señalaré, entre los puntos del texto que fijan desde luego la atención, algunos, empezando por el que atañe al descubrimiento de las Indias occidentales, á la letra transcrito á fin de que ofrezca á la vez muestra cumplida del estilo de López de Velasco:

«Porque en historiador ni cosmógrafo ninguno, antiguo ni moderno, hay mención de aquel Nuevo Mundo, hasta que españoles le descubrieron, se tiene por averiguado que no fue descubierto por otra nación ni en otro tiempo, hasta que ordenándolo así la Providencia Divina, porque las gentes de tan gran parte del mundo no careciesen más de la luz de su verdad, tuvo por bien, en tiempo de los felicísimos y católicos reyes don Fernando y doña Isabel, que una carabela de gente española con viento contrario se derrotase y fuese a parar á las Indias, de donde volvió después de muchos días con solos tres ó cuatro marineros y el piloto de ella, el cual murió en casa de Cristobal Colón, genovés   —405→   de nación, en cuyo poder quedaron los derroteros y relación del viaje que él determinó luego de proseguir».



Admitía el cronista del Consejo de Indias, por lo visto, ser cosa averiguada que la aseveración vulgar, no admitida por Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista también, por creerla conseja de propaganda maliciosa, tenía fundamento. Que un piloto español, cualquiera, que su nombre fuese, comunicó al descubridor definitivo de las Lucayas y Antillas, nuevas cuya importancia no aquilata el cosmógrafo escritor, sentando, sí, que noticias de derrotero eran; declaración con la que ha de avivarse la hipótesis ante este Cuerpo expuesta2, y cada, vez más extendida entre los pautas modernos, de que el piloto aludido, persona real y figura histórica, por causas azarosas ajenas á la voluntad, fué descubridor del régimen y límites de los vientos alisios en el hemisferio boreal, y con la confidencia favoreció al hijo celebérrimo de Génova.

Aclaración de interés me parece asimismo la que hace López de Velasco al ocuparse de la Junta de juristas y astrónomos de Portugal y de Castilla que trataron de dilucidar el derecho de la posesión y propiedad de las islas del Maluco, sin entenderse. Bartolomé Leonardo de Argensola consignó, tiempo adelante3, que rehusaron los portugueses la sentencia diciendo «que las cartas españolas de marear se habían pintado con malicia, y que eran asimismo sospechosos los globos y los astrolabios, y que enmendando estos instrumentos y tirando el meridiano según el arte astróloga, no sólo comprendía su declaración al Maluco, sino mucho más adelante de las Filipinas». Pues bien, nuestro compilador esclarece el valor que tenía la acusación de falsedad hecha contra los cartógrafos é instrumentarios españoles, escribiendo:

«Los portugueses, viendo que para su demarcación les paraba perjuicio el viaje y navegación que harían á las Indias por sus cartas de marear antiguas, en que comunmente describían el Maluco 6 grados fuera de su demarcación, desde el año 1550 ó 1551, favoreciendo su pretensión y causa, á título de querer corregir   —406→   las dichas cartas, diciendo que estaba errada la navegación dellas, las han mudado públicamente, y en algunas del año 1555 echan la línea, de la demarcación 10 grados más al oriente de los Malucos, dejándolos otros tantos dentro de su demarcación; y en otras más modernas echan la dicha línea por la isla de Gilolo, que es la más oriental de las del Maluco, dejándolas dentro todas de su demarcación. Para esto acortan toda la navegación y golfos de cabo de Buena Esperanza hasta las dichas islas, de lo que Tholomeo tiene escripto, y estaba recibido antiguamente; y para cuadrar esta navegación, como la ponen, con las otras partes de Europa que les corresponden, aún les ha sido forzoso mudar, sin autoridad ni fundamento ninguno, las longitudines de algunas partes y pueblos señalados del mar Mediterráneo. Los castellanos, siguiendo las distancias de los viajes de la navegación que los portugueses mesmos hacen por el oriente, y los que de parte de Castilla se han hecho por el occidente hasta el Maluco, demarcan sus cartas por la parte occidental, echando el meridiano de la partición por Bengala, que dista 49 grados ó 50 de longitud oriental de las Canarias; de manera que se incluye dentro de la demarcación de Castilla la Trapobana y Çamatra y las islas del Maluco, 30 grados dentro della, en conformidad de la declaración hecha por los Comisarios de Castilla, y de algunas observaciones celestes que después se han hecho particularmente».



Es lección, la de los procedimientos usados por nuestros vecinos y medio hermanos de la Península, que debe conservarse en la memoria á beneficio de repeticiones.

El rey D. Juan de Portugal andaba inquieto desde que supo el buen resultado de la expedición de Cristobal Colón, pareciéndole que los castellanos menoscababan el prestigio y la fortuna de sus empresas anteriores por la costa de África, buscando la India misma encontrada, al parecer, en distinto rumbo, por el aventurero genovés cuyas proposiciones desechó. Considerábase de cualquier modo defraudado, y reclamaba por ende contra la prosecución de los viajes, poniendo en juego cuantos recursos le parecían buenos para el objeto; protestas en la corte de Castilla; observaciones ante la Sede pontificia; amenazas de turbar la paz, impidiendo á mano armada la salida de otras expediciones, y, advertida   —407→   la ineficacia de semejantes medios, ruegos, apelación á los vínculos de parentesco, alegato de perjuicios ó lesiones enormísimas, camino este último más derecho hacia los sentimientos generosos de Doña Isabel. Por esa condescendencia tradicional que tanto ha perjudicado á nuestros intereses, una vez más accedieron los Reyes Católicos á la proposición encaminada á modificar la línea divisoria entre las adquisiciones de los castellanos y los portugueses, trazada por el papa Alejandro VI con acierto que parece providencial. Con tal objeto se reunieron comisarios de ambos reinos y firmaron en Tordesillas tratado, conviniendo en avanzar la referida línea divisoria á 370 leguas al Occidente de las islas de Cabo Verde, en vez de las 100 que el Pontífice había marcado. Consecuencia de la consideración inconcebible de los católicos monarcas fué la de consentir que los portugueses pusieran legalmente el pie en el Nuevo Continente, y de que, no prestándose á que la división se fijara nunca, con dilaciones, con pretextos, con la habilidad de su diplomacia inmutable, y con tesón que á nuestra perpetua incuria respondía, se extendieran hasta llegar por el Marañón muy cerca del Perú, ó sea á más de 800 leguas pasadas de la línea primitiva, con incidentes cuya historia no está escrita todavía, aunque mucho interesara proseguirla desde donde la dejó López de Velasco.

En otro orden de ideas, la noticia suya de haber en todo lo descubierto y poblado del Nuevo Mundo, al acabar la compilación, 200 pueblos de españoles con títulos de ciudad ó villa, y sumados con estos los asientos de minas, estancias de ganados, ingenios y otras granjerías, 32.000 casas; las de contar la Habana 60 vecinos, 30 Santiago, Puerto-Rico 200, otros tantos Veracruz, Cartagena 250, y así otros, sirven para explicarse cómo cualquier corsario, con media docena de cañones, se hacía señor de los poblados entrando á saco y degüello; cómo el feroz Lope de Aguirre se sentía capaz de atravesar en son de guerra de mar á mar, por lo más ancho, con solos 100 arcabuceros, y cómo hay que rebajar al grado heroico adjudicado á los Draques y Aquines (Hawkins) lo que sea justo, sobre todo si se nota el apoyo que en la tierra encontraron, acerca del cual también tiene Velasco escrita observación aplicable, á saber:

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«Los españoles que pasan á aquellas partes, y están en ellas mucho tiempo, con la mutación del cielo y del temperamento de las regiones, aún no dejan de recibir alguna diferencia en la color y calidad de sus personas; pero los que nacen dellos, que llaman criollos, y en todo son tenidos y habidos por españoles, conocidamente salen ya diferenciados en la color y tamaño, porque todos son grandes y la color algo baja, declinando á la disposición de la tierra; de donde se toma argumento, que en muchos años, aunque los españoles no se hubiesen mezclado con los naturales, volverían á ser como ellos; y no solamente en las calidades corporales se mudan, pero en las del ánimo suelen seguir las del cuerpo, y mudando él se alteran también, ó porque por haber pasado á aquellas provincias tantos espíritus inquietos y perdidos, el trato y conversación se ha depravado, y toca más presto á los que menos fuerza de virtud tienen; y así en aquellas partes ha habido siempre y hay muchas calumnias y desasosiegos entre unos hombres con otros»4.



Quédame que expresar, por término, que el Sr. Zaragoza, con labor pacientísima, ha puesto á la de Juan López de Velasco dos índices que no ocupan menos de 188 páginas: de lugares el uno; de descubridores y fundadores de población el otro.





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