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Mitad es naturalmente sustantivo: «fue adjudicada a los parientes la mitad de los bienes». «Se había colocado una estatua en mitad de la plaza». Y forma un complemento sin preposición o un adverbio en «La sirena era una especie de ninfa marina, mitad mujer y mitad pez»:


«La isla es, mitad francesa;
La otra mitad, española».


(Iriarte)                


Medio es adjetivo en medio pan, media docena; sustantivo en elegir un medio, valerse de malos medios; y adverbio en medio dormido, medio despierta. En Chile se emplea mal el adjetivo por el adverbio, diciendo, por ejemplo: «la niña salió media desnuda», «quedaron medios muertos».

 

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Jamás no es de suyo negativo. Su significación primitiva y propia es en tiempo alguno, en cualquier tiempo. Ha sucedido con este adverbio lo que con nadie y nada: a fuerza de emplearse en frases negativas, donde la negación no es suya, sino de otras palabras, llegó a significarla por sí solo. De decir, por ejemplo, no le veré jamás (en tiempo alguno), se pasó a decir jamás (en ningún tiempo) le veré. Pero jamás conserva su significado positivo en ciertos giros, como: «¿Le has visto jamás?». «Castígueme el cielo, si jamás he pensado engañarte». «Los justos gozarán de la presencia de Dios por siempre jamás».

 

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Dudo que se halle en el mismo caso todo, y que se le pueda emplear en el significado de totalmente o del todo, y me inclino a creer que Jovellanos cometió inadvertidamente un galicismo, cuando dijo: «Se redujo el espectáculo a chocarrerías y danzas todo profanas».

 

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Vemos disuelto el complemento en las frases a malas penas, a duras penas: «A malas penas acabó de entender la Argüello que los dos se quedaban en casa, cuando» etc. (Cervantes).

 

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Ocurre la misma apócope antes de algunos adjetivos que asumen un sentido participial: «Se embarcaron todos los bastimentos con cuatro personas de las recién libres» (Cervantes), recién libertadas65.

Es una corrupción emplear esta apócope con verbos, como hacen algunos diciendo, verbigracia recién habíamos llegado; recién estaba yo despierto; recién se descubrió el Nuevo Mundo cuando, etc. En este último ejemplo hay además la impropiedad de emplear a recientemente en el significado de apenas.

 

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Aquende es anticuado. Allende (a la manera de otros adverbios de lugar) se usa como término de complemento: países de allende; en allende. Allende de es una expresión arcaica que significa además de.

Eran adverbios demostrativos de lugar hi, ende o end; hi era lo mismo que allí; ende, de allí; y metafóricamente se referían, no sólo a lugar sino a cosa.


«La casa ante el velo, esa avien por coro:
Hi ofrecien cabro e ternero e toro».


(Berceo)                


Allí, en ella, ofrecían.


«La obra del escudo vos sabré bien contar:
Hi era debujada la tierra e la mar».


(El Alejandro)                


Allí, en él, estaba dibujada.


«Fueron a poca hora dos omes hi venidos».


(Berceo)                


Venidos a aquel lugar.

«Roma es lugar señalado, e es el Papa ende Apostólico e Obispo, e usa más morar hi, que en otro lugar» (Partidas). Ende es de allí, de Roma; hi significa allí, en Roma.


«De niñez facia ella fechos muy convenientes:
Eran maravilladas ende todas las gentes».


(Berceo)                


Maravilladas de ellos, de ello.


«Partió bien la ganancia a toda derechura
E non quiso ende parte».


(El Alejandro)                


Parte de ella.

Es de sentir que hayan desaparecido de la lengua estos demostrativos, equivalentes al y y al en de los franceses; por su falta nos vemos obligados a emplear con tanta frecuencia las expresiones a el, a ello, en él, en ello, de él, de ello o a omitir la demostración con detrimento de la claridad.

Usábase también el complemento conjuntivo por ende (por eso).

Dende significaba de allí, desde allí, y pasando de la significación de lugar a la de tiempo, de entonces, desde entonces. Algunos lo confunden con la preposición desde; pero en los dos ejemplos que siguen se ve claramente la fuerza propia de la preposición y la del adverbio: «¿Pues que más quieres tú que comenzar desde agora a ser bien aventurado?» (Granada); «Dende a pocos días se juntaron otra vez» (Diego Hurtado de Mendoza). La frecuencia con que se encuentra dende por desde en libros antiguos proviene sin duda de la incuria de los impresores, pero da a conocer que el vulgo confundía ya estas dos palabras como todavía lo hace.

 

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No hay entre ellas más diferencia original que entre este y aqueste, ese y aquese. La sílaba a o aqu es en estos vocablos una partícula prepositiva, como en los anticuados atal y atanto, por tal y tanto66.

 

168

«Para mi santiguada, que si yo fuera camino con ellos, que nunca les fiara la bota» (Cervantes). Duplícase el que en este ejemplo; y para se usa en el sentido de por. Semejante uso de para no creo que después de los primeros tiempos de la lengua tuviese cabida sino en este u otros juramentos: «Callen la boca, y váyanse con Dios; si no, por mi santiguada que arroje el bodegón por la ventana», dijo también Cervantes. En pardiez está apocopada la preposición para, y encubierto el nombre de la Divinidad.

 

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Debe indicarse esta diferencia en la escritura: adonde (escrito como una sola dicción) equivale al adverbio latino quo; a donde, a la frase latina illud ubi, ad locum ubi.

 

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Nótese que do y donde significaban en tiempos no muy antiguos de donde. Todavía leemos en fray Luis de León: «La luz do el saber llueve». Esto es, el astro de donde baja o es influido a los hombres el saber; expresión que Hermosilla tachó injustamente de absurda, siendo sólo arcaica. En el mismo error cayó Clemencín criticando la causo do naciste en la canción de Grisóstomo, porque, según dice, el efecto no nace en, sino de la causa; como si este do no significase aquí eso mismo. «Aquellos donde venimos», esto es, aquellos de donde, de quien descendemos, dice un romance que por el lenguaje no parece anterior al siglo XVI. «No hay pueblo ninguno donde no salgan comidos y bebidos» (Cervantes). Y el mismo fray Luis de León:


«Cielo do no se parte
Espesa y fría niebla eternamente».