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Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues und ihren Einfluss auf die geistige Entwickelung des Menschengeschlechts. Apareció como Introducción a su magna obra Die Kawi Sprache, Berlín, 1836-1839; se reimprimió en el volumen VI, pp. 1-425 de sus Werke, y después en edición autónoma, Berlín, 1876 (segunda edición, 1880) en dos volúmenes, de los cuales el primero es una Introducción con que la estudia A. F. Pott. Cito por la de 1876.

 

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Basta referirse a la citada obra de Humboldt: «Es cosa notable el ver por cuán distinto camino llega el contenido espiritual a constituirse en oración», p. 194. El chino no distingue entre adjetivo y verbo; y aún más grave, por afectar a la partición de sujeto y predicado, hay lenguas que no establecen diferencia entre nombre y verbo, p. 339, o lo hacen con límites turbios, como en malayo, p. 271, donde, además, el pronombre personal no se distingue del posesivo, y formas tan distintas para nosotros como mi comida y yo como se dicen en la forma indistinta de mi comer, p. 283. El contraste mayor está entre las lenguas de flexión y las que llama Humboldt de incorporación, «en cuanto que el método de flexión arranca de lo particular, y el de incorporación arranca de la totalidad», p. 195. En las lenguas de flexión (indoeuropeas, semíticas, etc.), la palabra ha alcanzado su unidad y autonomía como parte o pieza constitutiva de la oración. «El sistema de incorporación (lenguas malayo-polinesias, americanas, etc.) no procede así, sino que, cuando no le es posible acuñar toda la idea en un bloque, deja salir señales del mismo centro de la oración como picas que marcan las direcciones por donde se tienen que buscar las distintas partes en su relación con la oración», p. 182. «Comparado con el método de incorporación y de adición vuelta, sin verdadera unidad verbal, el método de flexión aparece como un principio genial que brota de la verdadera intuición del idioma. Pues mientras los idiomas de incorporación procuran ansiosamente unificar lo particular con la oración, o presentan la oración de una vez unitaria, los de flexión empiezan por estampar la parte de la oración según el papel mental en cada caso, y por su misma naturaleza no pueden en modo alguno en el hablar separar de cada parte (palabra) su relación con la oración», p. 201. Pueda consultarse también el libro de F. N. Fink, Die Hauptypen des Sprachbaues, Leipzig, 1910.

 

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Investigaciones lógicas, trad. de G. Morente y J. Gaos, Madrid, Revista de Occidente, 1924, tomo III, p. 124. Aunque parece que Husserl no leyó directamente a Humboldt, sino a su intérprete H. Steinthal, más entusiasta que fiel. Es cierto que también para Humboldt de un lado el pensar humano es uno en sus trazos fundamentales, y considerando esto se puede hablar de un lenguaje humano sujeto a leyes generales del pensar (p. 63); pero de otro, la diversidad humana de los métodos de significar (contra la suposición de los lógicos) le lleva a su concepto de la Innere Sprachform, el principio central ordenador y categorizador en el pensamiento idiomático de cada lengua. Humboldt hace mucho hincapié en la estructura específica del pensamiento idiomático (que los lógicos suponen mera copia imperfecta del pensamiento lógico), de cuyas leyes propias es de donde brota la forma o formación gramatical, la ley de composición que Husserl pone en el pensamiento lógico general (p. 193).

 

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Husserl lo formulaba así, p. 98: «que ninguna significación syncategoremática, esto es, ningún acto de intención significativa no-independiente, puede estar en la función de conocimiento como no esté en la conexión de una significación categoremática».

 

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O categoremáticas y syncategoremáticas; para Anton Marty autosemánticas y synsemánticas.

 

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Son «contenidos que no pueden tener consistencia por sí mismos, sino sólo como partes de todos más completos. Ese no-poder tiene su base de ley a priori en la especie esencial de los contenidos en cuestión», p. 95. Independiente (autosemántica) es una significación «cuando puede constituir la significación plena y total de un acto concreto de significar», pág. 96.

 

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Bien es verdad que, como Husserl supone en todos los idiomas humanos las formas de significación del alemán, hay que borrar mucho de sus precisas delimitaciones. Husserl se basa, primero, en la errónea creencia de que todas las lenguas han llegado a constituir como las nuestras la autonomía de la palabra, y en seguida en que estas palabras autónomas modelan su significación en las formas de nuestros sustantivos, adjetivos, etc. Pero ya hemos visto con Humboldt lenguas como el chino donde, aunque la palabra es autónoma, no se han plasmado formalmente las distintas categorías y todas son intercambiables, es decir, ninguna está diferencialmente plasmada; y hemos visto otras lenguas donde la palabra autónoma no existe y la ley de composición (articulación) se cumple de otro modo que en nuestras lenguas. Pero queda como ley la necesidad de una regulación cualquiera de la composición.

 

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Mucho más plenamente expresado en la Nota I de su Gramática: «El sustantivo es la palabra dominante: todas las otras concurren a explicarlo y determinarlo. El adjetivo y el verbo son signos de segundo orden: ambos modifican inmediatamente al sustantivo. El adverbio es un signo de orden inferior: modifica modificaciones». Es decir: el sustantivo es signo autosemántico; el adjetivo y el verbo, synsemánticos; el adverbio, synsemántico en segundo grado.

 

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Además del campo de la oración y sus partes, señalado por Bello a la gramática general, Husserl le asigna otras áreas: ciertas condiciones en la composición de las significaciones que Bello ciertamente reconoce en la lengua particular que estudia, pero que Husserl enuncia como leyes a priori. Por ejemplo, donde Bello dice que la conjunción sirve para ligar dos o más palabras análogas (dos sujetos de un mismo verbo, dos verbos de un mismo sujeto, dos adjetivos de un mismo sustantivo, etc., § 49) o proposiciones enteras (§ 51), Husserl dirá: «a cada dos significaciones M y N pertenece la forma primitiva de enlace 'M y N', con la ley de que el resultado del enlace es a su vez una significación de la misma categoría. La misma ley existe si en vez de significaciones nominales tomamos significaciones de otras categorías, por ejemplo, significaciones pronominales o adjetivales. Dos proposiciones cualesquiera unidas en la forma 'M y N' dan una proposición; dos adjetivos dan un adjetivo (una significación que puede funcionar como un atributo o un predicado complejo, pero unitario)», p. 113. Bello dice: «Un sustantivo con las modificaciones que lo especifican o explican forma una frase sustantiva, a la cual es aplicable todo lo que se dice del sustantivo; de la misma manera, un verbo con sus respectivas modificaciones forma una frase verbal; un adjetivo con las suyas una frase adjetiva; y un adverbio una frase adverbial» (§ 53). Y Husserl en fórmula general: «A toda significación nominal S, y a toda significación adjetival p, pertenece la forma primitiva Sp (por ej., casa roja); legalmente el resultado es una nueva significación que pertenece a la categoría de la significación nominal», p. 113. En cambio, otras ampliaciones que Husserl asigna al campo de la gramática general y que Bello rehuye no muestran justificación en ninguna disciplina que se pueda llamar de algún modo gramática: «Todo esto hay que tenerlo presente para poderse preguntar con sentido: ¿cómo expresa el alemán, el español, el chino, el latín, etc., la proposición existencial, el plural, las modalidades de lo posible, de lo verosímil, el no, etc., etc.?». Pero éstas no son categorías de la gramática lógica, sino de la lógica; a cada lengua corresponde el modo de su expresión, con categorización idiomática. Lo mismo se puede preguntar cómo expresa un idioma la luz o las tinieblas, el calor o el frío, la riqueza o la pobreza, el bien o el mal, sin que por eso haya una gramática física, una gramática económica o una gramática moral.

 

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Julius Stenzel, Ueber den Einfluss der griechischen Sprache auf die philosophische Begriffsbildung, en los Neue Jahrbuecher, 1921, XXIV, 152 y ss. Bello parece estar alerta cuando dice que «los pensamientos se tiñen del color de los idiomas».