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ArribaAbajo Capítulo XV

La Virgen de los mexicanos venerada en el mundo


Noticias generales.- Noticias particulares de Italia y Francia.- De España, Portugal y de las Américas Latinas.



I

Para que el lector no piense que sea una piadosa exageración el encabezamiento de este capítulo, La Virgen de los mexicanos venerada en el mundo, tenga la bondad de fijarse en la carta que el finado arzobispo de México, Ilmo. Sr. D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos dirigió al escritor de esta Historia.

M. R. P. A... México, noviembre 11 de 1880. Estimado P. y amigo. Como sé la devoción que Vd. tiene a la Santísima Virgen de Guadalupe, quiero darle un consuelo, consignando en esta carta que está tan extendido el culto de Nuestra Patrona, que en ocho años que estuve en el extranjero viajando por todas partes de Europa, de África y Asia, nunca dejé de decir misa el 12 de cada mes en altar dedicado a la Santísima Virgen o delante de alguna Imagen suya, que me encontraba casual o providencialmente. Soy de Vd. afmo. Pdo. y S. S.- P. A., Arzpo. de México.



Lo propio afirman los beneméritos Escritores de la Compañía de Jesús, Redactores del muy bien escrito Mensajero del Sagrado Corazón de Jesús, en Bilbao. En el Cuaderno de noviembre de 1892, con ocasión de una breve revista de la Obra del entonces canónigo, ahora obispo de Cuernavaca, D. Fortino H. Vera en defensa de la Aparición, después de haber dicho que esta obra es «una   —258→   erudita, razonada y concluyente refutación de las gratuitas impugnaciones....», añaden por conclusión: «por esta obra puede afirmarse que su autor ha merecido bien no sólo de México, sino de los católicos de todo el Orbe, entre quienes tan difundida se halla la devoción de la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe».

Como es de suponer, no hablamos aquí de la devoción y culto de la Virgen de Guadalupe en todas las ciudades, villas y aun pueblos de la Nación Mexicana: pues el P. Florencia, que escribía por los años de 1686, no dudó afirmar: «No hay casa en México, que no tenga con especial adorno una o más Imágenes de Guadalupe; no se encontrará un templo, en tantos como hay en esta ciudad y en la Nueva España, en que no haya Imagen o altar dedicado a esta Señora... Pero más fácil sería contar en qué Iglesia, si hay alguna, no hay altar, ni se hace fiesta, que referir las Iglesias de México en que los hay». (Estrella del Norte, Cap. 31)29.

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Vamos por tanto a tratar del culto de la Virgen de los mexicanos en las otras partes del mundo, y lo haremos, copiando en primer lugar lo que nos dejaron registrado los autores antiguos; y haciendo después una reseña de las noticias particulares que en estos últimos años hemos podido adquirir.

«Salgamos ya de Nueva España (México), prosigue el P. Florencia, donde sería nunca acabar si nos detenemos a contar las religiosas memorias que en ella tiene esta Santa Imagen. Dudo, o por mejor decir, no dudo se hayan sacado en el mundo más copias de otra Imagen de María, que de esta Guadalupe de México. En Roma se han abierto moldes, se han fundido medallas de tantos géneros, de las ordinarias y de las de torcho, grandes y pequeñas, en tanto número, que causan admiración. En Flandes, en España, son tantas las láminas y tablas de buril y cincel que se han abierto, que no hay guarismos para contarlas... Sacose esta Imagen la primera vez en una primorosa medalla de torcho en Roma, a diligencias y expensas del P. Diego de Monroy, Procurador en aquella Corte por la Provincia de México, el año de 1655, como lo refiere el P. Guillermo Gumppemberg, de Nuestra Compañía, en el Tomo I del Atlante Mariano, Centuria sexta, a fojas 549, el cual, después de haber referido la Historia de la Aparición concluye: "Hoc ex relatione R. P. Jacobi de Monroy Procuratoris Romana pro Mexicana Provincia accepi qui et Imaginis ectypon secum tulit et cupro incidi Romme curavit". Todo esto lo he tomado de la relación que me hizo el P. Diego de Monroy, procurador en Roma por la Provincia de México, el cual trajo también una medalla o grabado en relieve de la Santa Imagen y procuró se volviese a sacar con los buriles romanos...». «En 1658 el Rdmo. P. Fr. Miguel de Aguirre, de la Orden de San Agustín, predicador de Su Majestad, con una efigie de la original de México, hizo abrir en lámina gran copia de ésta, con el fin de acreditar el trasunto de la V. Imagen Mexicana de Guadalupe que puso en la insigne Capilla de Copacavana en el Perú, su patria, cuando la edificó en el convento de su Orden de San Agustín». (Caps. 14 y 23).

El P. Matías Alonso, cronista de la Provincia de la Purísima Concepción, en su «Crónica Seráfica», impresa en Valladolid el año de 1734, Tomo I, Libro II, cap. 60, después de haber referido por extenso la Historia de la Aparición, prosigue así: «Muchos retratos (de   —260→   Nuestra Señora de Guadalupe) se han traído a nuestra España de esta Soberana Imagen; los que se veneran en varias ciudades y conventos con singular devoción. En la Corte de Madrid, en el Colegio de doña María de Aragón, religiosas de la esclarecida familia de San Agustín, tienen en su Iglesia una singular Capilla, donde con singular devoción se venera el retrato de la Soberana Reina. En el convento de Nuestro Padre San Francisco de la misma Corte tiene altar; en los conventos de Valladolid, Segovia, Palencia, Rioseco, Peñafiel, Calahorra de Campos y Villalvín, hay altares dedicados; y en este de Calahorra hay un pedazo de la tilma, o capa en que está el original, la hermosura de todos estos retratos». Ampliando estas noticias generales, el P. Lazcano en la Vida del P. Oviedo, impresa en México en 1760, acerca de la devoción muy extendida desde su tiempo a la Virgen Mexicana, pone el resumen siguiente: «Venérase en Italia, en Francia, en Austria, en Alemania, en Baviera, en Bohemia, Polonia, Flandes, Irlanda y Transilvania. Venérase en Santiago de Galicia, Valladolid, Guadalajara, Alcalá, Segovia, Sevilla, Cádiz, Salamanca, en la Rioja, en las Provincias de Guipúzcoa, Álava, en el Señorío de Vizcaya, y en otros lugares, ciudades, Provincias y Reinos de la Península de España. Sólo en Madrid tiene tres Capillas, ocho Altares, y se adoran colocadas las Imágenes de la Guadalupana milagrosa en más de cincuenta Iglesias. De Roma escriben que es cosa verdaderamente maravillosa lo que se va dilatando la devoción de la hermosísima Guadalupana de México. Es increíble lo que ha ilustrado las guadalupanas glorias la Real Congregación de Madrid dedicada al portentoso simulacro de María Santísima aparecida en México, y conocida por el título de Guadalupe...». (Lib. IV, cap. 4, pág. 364).

Para concluir con estas noticias generales sobre el culto de la Virgen de México, añadiremos que en la misma Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalem se venera una Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe del tamaño de la original. En el año de 1837 se hizo en Puebla de los Ángeles la tercera edición de un Opúsculo, intitulado: Breve y sencilla narración del viaje que hizo a visitar los Santos Lugares de Jerusalem el P. Fr. José María Guzmán, americano, hijo del Colegio Apostólico de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas en la República Mexicana...

En el mes de junio de 1835 el P. Guzmán estaba en Jerusalem,   —261→   y en la nota a la pág. 43 de su relación, se lee: «Reconocidos los libros y Registros que los franciscanos tienen de los piadosos viajeros que han visitado aquellos Santos Lugares, no apareció en ellos que allí se hubiese presentado ningún mexicano. Esta dicha estaba reservada al P. Guzmán ya su lego el hermano Florentino Gómez; pues ambos vieron con admiración que enfrente del Santo Sepulcro se halla una Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México, del tamaño de la original, de buena pintura, con las cuatro Apariciones en las esquinas. Los religiosos le preguntaron si sabía qué Imagen de España era aquella; entonces recibiendo un gran gozo en su corazón les dio la idea de ella y contó su historia. Espectáculo sin duda consolador fue para un hombre que distaba tantas leguas de mar del lugar de la Aparición. Subió de punto su entusiasmo al ver que allí se hallaba un turco viejo muy tonto, llamado Botros (que quiere decir Pedro) el cual no sabía palabra de castellano y sólo sí decía con frecuencia el siguiente versito cuando era obsequiado con algún licor:»


Las morenas me agradan
desde que supe
que es morena la Virgen
de Guadalupe.
Vamos andando
a la Fábrica nueva
de San Fernando.



Estas últimas palabras parecen dar a entender que dicha Imagen pudo llevarse allí por algún religioso de San Fernando de México, cuando se estaba edificando este Colegio en los días de su Fundador el Ven. P. Margil de Jesús. Se sabe que este versito se canta también en Andalucía; y tal vez de allí sería algún religioso que acaso la llevaría de México; mas de esto no hay memoria30.





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II

Pasemos ahora a dar algunos pormenores sobre el culto que se tributa a la Patrona de los mexicanos en los reinos y ciudades arriba mencionados, y empecemos por Italia.


Italia

ROMA. En la capital del orbe católico hay cinco, si no más, capillas públicas dedicadas a la Virgen de México. La primera es en la Iglesia de San Ildefonso, de los Agustinos Descalzos españoles, en Vía Sixtina que es una de las calles más céntricas de Roma. Un religioso Agustino llevó de México a Roma una copia que de la Santa Imagen original hizo el célebre pintor Juan Correa, maestro que fue de Cabrera, de Ibarra, y de otros pintores, y que floreció a fines de 1600 y a principios de 1700. El buen religioso para propagar la devoción a la Virgen de los mexicanos, expuso la Imagen en dicha Iglesia y la colocó en una capilla que desde entonces fue llamada, capilla de Guadalupe. La copia es del tamaño del original, y lleva a los cuatro lados las cuatro Apariciones.

La segunda es en el monasterio de las religiosas de la Visitación de Santa María, llamadas comúnmente Salesiane o Salesas, del nombre de su fundador San Francisco de Sales. Sabido es que el arzobispo de México por medio del P. Juan Francisco López de la Compañía de Jesús, mandó de regalo al Papa Benedicto XIV una copia de la Santa Imagen hecha expresamente por el célebre pintor Miguel Cabrera. Se dijo también en la pág. 82 de este segundo libro, que el Soberano Pontífice donó esta copia a las religiosas Salesas en Roma con encargo de honrar y venerar la Santa Imagen. Y con esto el Padre Santo dio a entender lo que después manifestó con la aprobación del Oficio y Misa, la cual está tomada de la Fiesta de la Visitación de la Virgen; a saber que la Virgen María con su   —263→   Aparición y con su Imagen celestial, había visitado a los mexicanos a los pocos años de recibir la luz del Evangelio, así como a los pocos días de haberle sido anunciado por el Ángel del Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, había visitado a su parienta Santa Isabel. Y pues que las Salesas profesaban particular devoción como a titular de su Orden a este Misterio, era muy conveniente que tributasen su culto a la Virgen Madre de Dios, la cual de un modo tan extraordinario había visitado a los mexicanos.

Fácil es comprender con qué gozo las devotas religiosas recibirían tal don: desde entonces tomaron a la Virgen de México por Patrona de su Monasterio, y ellas fueron las primeras en suplicar a Benedicto XIV les concediese el privilegio de celebrar el 12 de diciembre con el Oficio y Misa propia que el mismo Soberano Pontífice acababa de confirmar en honor de la Virgen de los mexicanos. Y para que se vea la extraordinaria devoción que estas buenas religiosas conservaron siempre a su nueva Patrona, pongo aquí el resumen de unas cartas que sobre el asunto me escribió de Roma el mencionado rector del Colegio Pío Latino Americano, con fecha 28 de marzo y 8 de abril del año de 1891. Las religiosas de la Visitación, cuando recibieron el don preciosísimo que Benedicto XIV les hizo de la Imagen de la Virgen de Guadalupe, vivían en un Monasterio fundado en 1671 en el monte Janículo en donde San Pedro fue martirizado. Pero por los trastornos políticos de invasiones de tropas enemigas y de tenebrosas revoluciones, las buenas religiosas cuatro veces hasta la fecha tuvieron que cambiar su morada, y otras tantas llevaron consigo la Santa Imagen. Al presente la Imagen de Guadalupe donada por Benedicto XIV, a las Salesas venérase en su Iglesia en el monte Palatino, y siguen celebrando solemnemente el 12 de diciembre como les había concedido Benedicto XIV, y con Indulgencia plenaria para los que en dicho día visitaran la Iglesia del Monasterio.

Las actuales religiosas Salesas me remitieron por medio del padre ya mencionado un precioso opúsculo de 55 páginas, impreso muchas veces en Roma y reimpreso por las mismas religiosas en 1888. Contiene ese librito en primer lugar, la relación de la Aparición, sacada de «Una auténtica relación del hecho presentada en Roma a la Sagrada Congregación de Ritos y traducida después del latín al italiano por Anastasio Nicoselli que la imprimió   —264→   en 1681». Siguen después un Triduo de consideraciones tomadas de la Historia de la Aparición, y algunas devotas oraciones a la Santísima Virgen de Guadalupe. En fin, hay cuatro sencillas y devotas canciones compuestas por San Alfonso de Ligorio en honor de la Santísima Virgen y aplicadas a la Virgen de Guadalupe; y en modo particular proponen en el rezo el canto del siguiente estribillo durante el Triduo.


O Madre Beata
dal cielo á noi data!
La tua gran pietá
che bella speranza
che gioia mi da!


¡Oh Madre beata
del cielo a nos dada!
¡Tu grande piedad
qué dulce esperanza,
qué gozo me da!



La tercera Capilla de la Virgen de México en Roma, es la que se halla en la insigne Basílica Colegiata de San Nicolás in carcere Tulliano. De esta capilla se ha tratado bastante en el Cap. XIII de este segundo Libro, con motivo de referir el milagro de la Imagen Guadalupana, que se venera en dicha capilla, en 1796. Aquí hay tan sólo que añadir que en 1867 habiendo el inmortal Pío IX concedido que la Capilla, por él restaurada, fuese dedicada a la Virgen de Guadalupe, el Archipreste de aquella Basílica aprovechó esta ocasión para celebrar solemnísimas fiestas, precedidas de un Triduo muy concurrido en honor de la Virgen de los mexicanos y concluidas con una no menos solemne Procesión. A este fin hizo en aquel año de 1867 reimprimir un «Triduo devoto en preparación a la Fiesta de María Santísima de Guadalupe de México, con una breve noticia de su prodigiosa Aparición, Roma 1809». Se verificaron estas fiestas en el mes de julio, en que aconteció el milagro referido, y durante el Triduo predicaron tres conocidos Oradores: el Rdmo. P. Mauro, de la Orden de Predicadores, un Prelado Romano y el P. Carlos Rademaker de la Compañía de Jesús. Tres periódicos romanos hicieron una minuciosa descripción de aquella solemnidad. (La minuta deserizione di quella solennitá).

La cuarta capilla guadalupana en Roma es la del Colegio Pío Latino Americano, fundado por Pío IX para los jóvenes de las Américas Latinas. Por haber sido preciso abandonar el antiguo colegio, se construyó otro más grande en los llamados Prados del   —265→   Castillo de San Ángel (Prati di Castello), y en la Historia de la Primera Peregrinación Mexicana a Roma en 1888, leemos en el Tomo II, Cap. 2, pág. 11. «La Capilla que se estrenó en los días de nuestra permanencia, en Roma, es un templo de gran capacidad, de tres naves, decorado con elegancia y buen gusto; llamando la atención de los mexicanos que en la pared del fondo, arriba del Tabernáculo, se ve un hermoso fresco que representa a Nuestra Señora de Guadalupe...». De unas cartas recibidas de Roma sabemos que en dicho colegio se hace el 12 de diciembre una solemne función en honor de la Virgen de los mexicanos; y hay fundamento de esperar que en los años venideros, Dios mediante, más solemnes serán las fiestas de la Aparición, porque, como me escribía el Rector de dicho colegio con fecha 21 de febrero de 1894: «veinticuatro son al presente en el colegio los jóvenes mexicanos y se distinguen por su piedad, docilidad y diligencia. Deo gratias».

Una quinta capilla en honor de la Virgen de México hay en Roma en la iglesia de San Juan de la Malva, y los religiosos de San Camilo, encargados de dicha Iglesia, le hacen la fiesta el día 12 de diciembre.

A más de las capillas, hay también altares en Roma dedicados a la Virgen de Guadalupe. En la pág. 79 de este segundo Libro hemos visto lo que aconteció al P. López en Roma; y fue que «pasando un día a visitar en su Convento de la Minerva al Rdo. P. maestro Ricchini de la Orden de Predicadores, vio en la Capilla Secreta una hermosa Imagen de Guadalupe; a la cual el Reverendísimo Padre desde años profesaba una muy singular devoción, aunque ignorase los pormenores de las Apariciones». En la Portería del Noviciado de la Compañía de Jesús en el Quirinal, había una hermosa pintura de la Virgen de Guadalupe del tamaño de la original, en un riquísimo marco dorado y muy venerada por los novicios. Y como leemos en el Opúsculo ya citado de las Informaciones recibidas en 1666 y 1723 sobre la milagrosa Aparición: (Pág. 201), «El Ilmo. y Rdo. Sr. D. Fr. Antonio de Monroy, dignísimo arzobispo de Galicia, siendo procurador de la Provincia de Predicadores de Santiago en México, llevó a Roma una copia de la Santa Imagen y la colocó en uno de los Conventos que su Orden tiene en aquella ciudad; y el Exmo. cardenal Cibo Mellini, Nuncio que fue del Papa en España, vuelto a Roma colocó otra Santa Imagen en el Altar   —266→   del Oratorio de su Palacio, y en el centro y lugar principal de su Retablo. Su Santidad, el Sr. Inocencio XI, hizo muchas y muy vivas expresiones al Rdo. P. maestro Fr. Juan de Cabrera, primer General de la Religión de Caridad de San Hipólito, le alabó la fortuna que lograba en venir a esta región y gozar de la vista inmediata de la Santísima Virgen; llamándole por esta razón feliz, y dando Su Santidad el finísimo testimonio de su devoción ferviente con las muchas lágrimas que por sus venerables mejillas la publicaban, impelidas de su cordial afecto».

Otras noticias nos proporciona un Opúsculo impreso en Roma el pasado año de 1896 con ocasión de las fiestas para celebrar el Primer Centenario del prodigio, obrado en una Imagen de la Virgen de Guadalupe, como acabamos de mencionar.

En la pág. 19 y siguientes tratando de la extensión del culto a la Virgen de los mexicanos, escribe: «En Roma se ve expuesta esta Sacratísima Imagen (questa Sacratissima Immagine), a la pública veneración no solamente en algunas iglesias, sino también en las públicas calles». Y a las cinco Iglesias ya mencionadas añade las cuatro siguientes.

Las religiosas Capuchinas en su Monasterio en la calle del Quirinal, veneraban dos Imágenes de la Guadalupana de México, teniendo expuesta una en el interior del Coro, y otra en una Capilla de su Iglesia. Demolido el Monasterio por los usurpadores que entraron en Roma en 1870, las buenas religiosas tuvieron que recogerse en unas casas de la calle Merulana, y llevaron consigo las dos Imágenes.

Las religiosas de la Anunciación llamadas Azules (le Turchine), por el hábito azul que visten en honor de la Inmaculada Concepción, veneraban también una Imagen de la Guadalupe de México; en su Monasterio que tenían cerca de la Basílica de Santa María Mayor. Convertido por los usurpadores el Monasterio en cuartel, las religiosas, llevando consigo la Santa Imagen, trasladaron su morada a la calle de la Suburra.

En el Conservatorio de las Mendicantes venérase otra Imagen; y cada año para el día de la fiesta se celebra un devoto Triduo.

En la Iglesia de Santiago en Augusta, hace como tres años, el piadoso sacerdote D. Juan de Sanctis expuso con mucha solemnidad una Imagen Guadalupana en un altar ricamente adornado.



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En fin, tanta es la devoción de los romanos a la Virgen de México y tantos son los beneficios que de ella recibieron, que con motivo de una peste asoladora por haber experimentado su visible protección, hicieron grabar la Imagen con el título de Salus Infirmorum. En 1879 el Sr. Provisor de la mitra de México D. Joaquín Díaz recibió como por recuerdo una de estas estampitas, traídas de Roma por un Sacerdote de la Compañía de Jesús.

En otras ciudades y villas de Italia, a más de Roma, es muy venerada la Virgen de México: mencionamos aquí las principales que son Bolonia, Ferrara, Milán, Nápoles, Turín, Génova, Piacenza, Ímola, y otras muchas. A los Padres Mexicanos desterrados de su patria se debe la propagación y aumento del culto a su Patrona Nacional. Algo se dijo sobre este punto en el Cap. X de este II Libro. Vamos a añadir aquí algunos pormenores. El padre Luis Maneiro S. J., en el Tomo tercero de las biografías de los más eminentes mexicanos expatriados, refiere lo que hizo el padre Benito Velasco, nativo de Carrión (Atlixco), en la Puebla de los Ángeles, para propagar las glorias de su Patrona. «Llegado a Bolonia, mientras iba buscando arbitrios para propagar la devoción a la Virgen de Guadalupe en Italia, notó que en el Templo recién restaurado de S. Juan Degollado, había un altar que no había sido dedicado a ningún santo. Pidió para su Patrona este altar, lo consiguió y sin pérdida de tiempo hizo labrar por un hábil pintor una imagen de Guadalupe, pero de tamaño muy pequeño por falta de recursos. Colocola solemnemente en el Altar y los buenos ciudadanos de Bolonia cobraron tanto afecto y devoción a la Virgen de México, que desde luego empezaron a practicar el rezo público del santo Rosario todas las tardes; lo que continuaron los boloñeses aun después de muerto el padre Velasco. Creciendo cada día más el concurso de los fieles al Altar de Guadalupe, el padre Velasco ya no estaba contento con tan pequeña pintura, y con el altar tan pobremente adornado. En esto, uno de los expatriados recibió de su madre una copia del tamaño del original, de las que el célebre Cabrera había pintado con más empeño y primor (a Michaele Cabrera summis conatibus elaboratam, viro primi nominis in mexicanis pictoribus). Pidiósela el P. Velasco, la obtuvo con mucha facilidad y con esta nueva Imagen se aumentó más la devoción de los fieles. Los otros mexicanos desterrados, con sus recursos, aunque no muy abundantes, contribuyeron   —268→   a adornar más ricamente el altar. Pero lo que sorprende es que el P. Velasco disminuyendo mucho sus gastos personales; hasta llegar a no gastar más que cinco centavos cada día para el vieto (asses omnino quinque pro quotidiano suo victu constituerat; a quo vel minimum recedere nefas ducebat), con sus ahorros hizo labrar primero un hermoso marco dorado, con cristal, para la Santa Imagen; después compró seis candeleros y dos ciriales de metal dorado a fuego, una barandilla de hierro bronceado que le costó cien pesos (centum unciis argenti signati), enseguida ornamentos, vasos sagrados, ramilletes de flores artificiales y otras cosas para la decencia del culto. Y todavía le quedó algo, que junto con lo que contribuyeron los otros desterrados reunió un fondo o capital que diese renta anual para celebrar el Triduo y la Fiesta del día 12 de diciembre, con buena música y canto y gran copia de cera. Para colmo de su dicha, el Sumo Pontífice Pío VI concedió para este día unas Indulgencias plenarias y parciales con el Oficio y Misa propia».

Concluye el P. Maneiro con estas palabras: «Permítaseme aquí, siquiera de paso, dar gracias a los expatriados mexicanos que aunque lejos de su país y muy escasos de recursos, tanto empeño demostraron en propagar en Italia la devoción a su Patrona Nacional. En la misma ciudad de Bolonia, por ser muy populosa, construyeron desde los cimientos (funditus excitarunt) otros dos nuevos Altares y en otros tres templos colocaron la Santa Imagen, y en otros tantos en la ciudad de Ferrara; y consiguieron que todos los años se celebrase su fiesta31. Lo mismo hicieron en Roma, en la   —269→   ciudad del Castillo de San Pedro y en Ímola. En esta última ciudad lo que con muy pocos recursos empezó un mexicano, lo llevaron adelante con increíble entusiasmo los expatriados chilenos, que allí moraban. Pues sólo para el Altar de la Virgen de Guadalupe dieron trescientos pesos; a más de esto hicieron labrar dos lámparas de plata y ricos ornamentos. En fin, para la fiesta anual del día 12 de diciembre y para el Rosario y Letanías en todos los sábados del año, depositaron un capital de dos mil y más pesos. Argenti signati bis mille nummos eoque amplius generossisima largitate numerarunt». Para apreciar debidamente estos censos, bueno es acordarnos, que en Italia y especialmente a fines del siglo pasado, lo que allí valdría un peso, en México tendría el valor de tres o cuatro pesos, sino más.

En la ciudad de Fermo y en toda su Diócesis venérase públicamente la Virgen de México; y no hace muchos años que el canónigo David Marinozzi en un Poema de endecasílabos sueltos, refirió toda la Historia de la Aparición. Y un joven estudiante de la Compañía de Jesús, con fecha 20 de febrero de 1894 escribía: «Por lo que toca a la amada Virgen de Guadalupe, sepa que es muy venerada en nuestra Iglesia de San Pedro en la ciudad de Piacenza; y que nosotros desde niños, antes de entrar a la escuela, íbamos a saludarla una o dos veces al día».

Arsoli. Cerca de Roma, en la Diócesis de Tívoli, hay una pequeña ciudad llamada Arsoli, situada sobre un ameno collado todo cubierto de viñas y árboles frutales. Allí un padre mexicano de la Compañía de Jesús promovió la devoción a su Patrona Nacional,   —270→   cuya Imagen expuso a la veneración de los fieles en la Iglesia Parroquial. Tantos fueron los beneficios que la tierna Madre derramó sobre la pequeña ciudad, que estos nuevos hijos en señal de agradecimiento, de común acuerdo, y con toda solemnidad, en el año de 1790 la juraron por su Patrona. Fieles al juramento, todos los años el día 11 de diciembre ayunan rigurosamente a pan y agua; y aun a los niños de pecho hacen sus madres ayunar a su modo, por no darles de mamar más que tres veces al día. El día 12, anunciado con repique y públicos festejos, por la mañana hay Comunión general, después Misa solemne, y por la tarde, Vísperas, Letanía y bendición del Santísimo Sacramento con la misma solemnidad. Luminarias, fuegos artificiales, toques de instrumentos y cantos populares dan remate a la fiesta. El pasado año de 1890, cumplíase el Centenario de la Jura Patronal y los devotos ciudadanos determinaron celebrarlo con algo de extraordinario, como sería que el Santísimo Padre León XIII diera la Comisión al Obispo Diocesano de coronar la devota Imagen de su Celestial Patrona. Muy pronto y con mucha benevolencia el Santo Padre otorgó lo que le pidieron; y fijando el día de la coronación para el domingo 31 de agosto, empezaron los fieles a prepararse con todo el empeño y fervor que a tan singular beneficio se debía. Pintaron y restauraron las casas y las calles, levantaron arcos de triunfo, procuráronse una cantidad enorme de rosas y flores; previnieron gallardetes, banderas y un sinnúmero de farolillos y fuegos artificiales; y llamaron de Roma a los cantores más célebres y a una de las famosas bandas de música. A estas muestras exteriores añadieron un devoto Triduo de preparación que fue muy concurrido, pues en estos tres días debían todos confesarse para la Comunión general en el día de la Coronación. Así dispuestas las cosas, el Obispo Diocesano celebró Misa de Pontifical, revestido de sus más ricos ornamentos y rodeado de muchos sacerdotes que habían llegado de las cercanas poblaciones. Después del Evangelio, el Obispo celebrante, según las Rúbricas propias del caso, cumplió la augusta ceremonia; y el pueblo al ver ya coronada a su Patrona prorrumpió en un prolongado Evviva María. El alegre repique de las campanas, la banda de música, cohetes y disparos de mortero y pequeños cañones, confundíanse con los cánticos y exclamaciones de los fieles. Con la misma solemnidad   —271→   por la tarde la Santa Imagen dispuesta en andas muy ricas fue llevada en solemne Procesión por las calles principales de la ciudad.

Génova. En 1668 estando el P. Francisco de Florencia, procurador de la Provincia Mexicana en el Colegio de Génova, preguntáronle, como es de costumbre sobre las cosas de México; y un joven estudiante le preguntó si por acá había alguna Imagen de María Santísima de particular devoción. Satisfizo el P. Florencia refiriéndoles las Apariciones de la Virgen del Tepeyac y distribuyendo una breve relación que traía ya impresa. Y como que el P. Florencia llevaba también consigo tres pinturas de la medida de la original, hechas por un indio que por famoso copiador no pintaba en todo el año sino Imágenes del Santuario (Estrella del Norte, Cap. 16, pág. 108), les mostró una de estas pinturas. A la vista de la Santa Imagen se enternecieron todos, pero de un modo especial aquel joven estudiante, el cual luego pidió a la Virgen de Guadalupe se sirviese mover el corazón de sus superiores para destinarlo a la conversión y salvación de sus Indios. Este joven fue el célebre Misionero de los indios P. Juan Bautista Zappa, natural de Milán. Conseguida la gracia llegó a México en 1675, y la primera diligencia que hizo fue que un hábil pintor le sacase una fiel y hermosa copia, en cuanto cabe, del original Guadalupano, la que habiendo conseguido remitió por seguro conducto a la princesa Da Violante Lomellini Doria, en Génova. Fue recibida la sagrada Imagen en aquella nobilísima ciudad con gran regocijo y los piadosos príncipes la colocaron con mucha solemnidad en la Capilla de su palacio, y empezaron a venerarla con especiales obsequios. Muy pronto la Virgen de los mexicanos mostró lo agradecida que estaba a estos obsequios; porque sobreviniendo poco después el famoso bombardeo de Génova, aquellos Excelentísimos Señores en tanto aprieto acogiéronse a su amparo, llevando en procesión por toda la circunferencia exterior de la vasta habitación la devota Imagen. Esto bastó para que fuesen preservadas de todo peligro, sin que una sola bala cayese en todo el recinto; siendo así que estando la habitación del príncipe Doria muy cerca de la playa, de donde se arrojaban las balas, debería naturalmente haber quedado muy maltratada. Así escribió la Princesa al P. Zappa, el cual fue tierno devoto de la Virgen de los mexicanos, llamándola a menudo la «Señora   —272→   del imposible», y «La Virgen de las flores». Para otros pormenores véase la Vida del P. Zappa. (Lib. I, Cap. 12).

Según la relación de unos Manuscritos, el estudiante Zappa manifestó a otro estudiante la Imagen de Guadalupe que acababa de recibir del P. Florencia; y desde entonces los dos la tomaron por Patrona; «y los dos la invocaron con el título de la Señora del imposible, porque la hallaban siempre propicia para impetrar por su medio aun lo que parecía imposible de conseguir».

Este otro estudiante fue el célebre P. Juan María Salvatierra, nacido de una nobilísima familia de Milán en Italia. «Conquistador Apostólico de las Californias». Entrado en la Compañía con deseo de ir a las Misiones, trabó una santa amistad con el P. Zappa, al cual indujo a desear también las Misiones, sin determinación particular; pero en cuanto los dos oyeron al P. Florencia hablar de la Virgen de Guadalupe, cuya Imagen recibieron como regalo, desde luego la suplicaron que los tomase por Misioneros de sus indios y pusiese en el ánimo del P. General este mismo pensamiento. Así fue; y ordenados de Sacerdotes el 1.º de octubre de 1675, llegaron a la capital; y luego juntos y a pie fueron al Santuario y celebraron la Misa. «Hicieron esta visita, prosigue el Manuscrito, como para jurar domicilio y dar la obediencia a la gran Reina en su Santuario; por ser ella la que los había llamado y traído de Italia a los dos para Apóstoles suyos entre las naciones de este reino. Porque es así que según consta de los Sentimientos (apuntes privados) del P. Zappa, esta gran Señora no sólo escogió al dicho P. Zappa para apóstol de sus indios mexicanos, sino también al P. Salvatierra para apóstol y conquistador de nuevas naciones. Así se lo dijo la misma Señora al P. Zappa en el día de su Aparición del año de 75 (1675) y lo dejó escrito el padre en el Sentimiento de dicho día... Los mismos favores recibió el P. Salvatierra; pues muchos que todavía viven (1752) afirman que Nuestra Señora de Guadalupe le habló desde su Imagen no pocas veces».

«Ambos quedaron convenidos desde este día (que hicieron la primera visita) de ir juntos cada mes a visitar a la Señora en su Santuario, y también en los días y vísperas de sus festividades principales. Así lo continuaron: y cuando alguno de los dos estaba ausente o impedido, iba el que podía con otro compañero y hacia la visita por sí y por su compañero ausente». Así aconteció cuando   —273→   el P. Salvatierra tuvo que ir al Colegio de Puebla de los Ángeles. Pues el P. Zappa, a menudo le escribía dándole cuenta de las visitas que había por él hecho al Santuario. Así, por ejemplo, en una carta de 2 de diciembre de 1677 le dice: «El Jueves (25 de noviembre), día de Santa Catarina fui a Guadalupe con el P. Medina y V. R. in spiritu. La Virgen es siempre más hermosa: se acuerda muy bien de nosotros, y envía muchos recados a V. R. y le dice: Cogita tu de me et ego cogitabo de te: piensa tú en mí y yo pensaré en ti». En otra carta de 21 de abril del año siguiente, le dice: «El día 21 de marzo fui a dar los parabienes a Nuestra Señora de Guadalupe de su soberana elección a la dignidad de Madre de Dios. Nos dice lo que dijo Cristo resucitado a sus discípulos. Ego sum: nolite timere. Yo soy la que os traje a esta tierra; yo os he guardado hasta ahora en ella; yo os he apartado. Nolite timere». Y en otra carta le decía: «Hoy fui también a darle los parabienes de la Resurrección de su Hijo, y me repitió lo mismo».

Nápoles. En esta bella ciudad de Italia, los de la Peregrinación Mexicana a Roma en 1888 vieron con júbilo una Imagen de su Patrona Nacional en una de las Iglesias que en gran número hay allí. He aquí las palabras del escritor de la Peregrinación: «Para los mexicanos la Iglesia nueva de Jesús tiene un atractivo particular por venerarse allí nuestra Patrona Santa María de Guadalupe. En la segunda de las capillas a la izquierda, entrando, recibe el mexicano la amabilísima sorpresa de encontrar colocada en el Altar principal en una buena pintura al óleo, a la Virgen del Tepeyac. Abajo de la Imagen se lee una inscripción latina que traducida al castellano dice así: Verdadera Imagen de la Virgen Santísima milagrosamente aparecida entre las flores en el reino de la Nueva España el 12 de diciembre de 1531, sobre la tilma de un indígena. La capilla está cerrada con una verja de bronce». (Tomo I, cap. 12, pág. 192).

Por cartas recibidas de Nápoles sabemos que en otras dos Iglesias es venerada «la Virgen de Guadalupe de México». En la antigua Iglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, en una de las capillas, laterales hay una pintura de grandes tamaños que representa a Juan Diego en el acto de desplegar su tilma y de caerse las flores. La fotografía que me remitieron representa con bastante precisión lo que admiramos en su Divino Original en México,   —274→   pero en la carta con que acompañaron la fotografía se dice: «Es una Imagen hermosísima; pero es un hecho admitido de todos que ni pintor, ni fotógrafo han podido sacar copia igual al original (a saber, la pintura que allí en Nápoles se venera); el ángel y Juan Diego, han sido tomados siempre a la perfección...». El día 12 de diciembre se celebran misas y se le encienden no pocas velas. Pero «en donde se celebra con mayor solemnidad la fiesta de la Virgen de México es en la Iglesia de los Santos Mártires Marcelino y Festo, llamada comúnmente la Iglesia de San Marcelino; y es una de las más hermosa entre las pequeñas iglesias de Nápoles. Perteneció un tiempo a las religiosas Salesas, por ser la Iglesia del Monasterio que allí tenían, y con mucha solemnidad celebraban la fiesta, a la cual muchos Pontífices Romanos habían concedido Indulgencias. En el día de hoy el Monasterio se ha trasformado en un Conservatorio e Instituto para niñas; pero la fiesta se celebra todavía con bastante solemnidad, y en este año (de 1890) me invitaron a mí también a celebrar la Misa. Se distribuyen Imágenes, y en este mismo año han vuelto a imprimir el librito de la relación. Todo esto es promovido por una piadosa señora cuyo nombre es doña Filomena, y cuyo apellido no tengo ahora a quién preguntar para decírselo a Vd....».




Francia

Esta nación, tan visiblemente protegida por la Virgen Madre de Dios, no podía menos de distinguirse con su devoción a la Patrona de los mexicanos. De unas cartas recibidas de Francia en los pasados años de 1892 y de 1893, y de un periódico católico Le Pelerin, en su número de 7 de diciembre de 1885, tomamos las breves noticias siguientes:

En Francia la Santísima Virgen bajo la advocación de Guadalupe de México, es conocida y venerada casi se puede decir, en todas partes. En la capilla de los padres de la Congregación de la Asunción de París, hará cosa de unos veinte años (la carta lleva la fecha de 29 de agosto de 1893), le fue dedicado un altar por el mismo arzobispo de México Mgr. Pelagio Antonio Labastida, el cual   —275→   consiguió del Papa que en aquella capilla los fieles ganasen en Francia todas las Indulgencias con que fue enriquecido el milagroso santuario de México. En la última revolución, el Gobierno en 1880 hizo cerrar la capilla, prohibiendo se abriese al culto público. Como para dar alguna reparación los editores del periódico citado procuraron se reprodujese en verdaderamente hermosas cromolitografías la Imagen de la Virgen de Guadalupe y que con profusión fuesen repartidas en todas partes entre los fieles.

En la ciudad de Burdeos en una de las principales Iglesias, hay una hermosa capilla consagrada a Nuestra Madre Santísima de Guadalupe con la milagrosa Imagen tal como se venera en México.

En 1882 un piadoso y devoto eclesiástico, el canónigo Zimmer, publicó un opúsculo en 16.º de 300 páginas, muy bien escrito, très bien fait (como lo expresa el que escribe la carta), su título es: Histoire de Notre Dame de Guadeloupe: y se divide el Opúsculo en tres partes. En la primera parte trata de la Historia de Guadalupe en Extremadura; en la segunda en nueve capítulos refiere la Historia de la Virgen de Guadalupe en México; en la tercera hace una reseña de las diferentes copias en pintura o en grabado de la Guadalupe Mexicana. Entre estas Imágenes menciona una que se venera en una Capilla Parroquial de Abbeville (Somme); lleváronla allí unos marineros españoles en el siglo XVII, que habían naufragado cerca del río Somme y habían sido librados de la muerte por intercesión de la Virgen de los mexicanos. Una relación más extensa de este milagro hállase en el Librito impreso en Abbeville en estos últimos años por el cura Coyette, bajo el título de: N. D. de Guadeloupe.



Como el fin de esta enumeración de Imágenes Guadalupanas es principalmente el de referir algún hecho importante que se refiera a la Virgen de Guadalupe, por no tener al presente otras relaciones de hechos acontecidos en Francia, omitimos enumerar o mencionar otras ciudades en las cuales la Virgen de Guadalupe es venerada.



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España

Pasemos ahora a España en donde más que en ninguna otra parte es venerada la Patrona de los Mexicanos. De la Iglesia de España (Hispaniarum Ecclesia) fundada por el glorioso apóstol Santiago el Mayor, tuvo origen la Iglesia mexicana fundada por los Varones Apostólicos que de allí fueron enviados a estas tierras. Y así como la Iglesia de España fue protegida desde un principio por la Inmaculada Virgen María que todavía viviendo en Jerusalem, se apareció a Santiago en Zaragoza; de la misma manera la recién nacida Iglesia Mexicana recibió igual señalado beneficio con la admirable aparición de la misma Inmaculada Virgen María en el Tepeyac. La Virgen, en señal de la posesión que tomaba de aquel país como de su tierra, dejó al Santo Apóstol de España aquella columnita de blanco mármol, conocida con el nombre del Pilar. Y en señal de la toma de posesión de estas dilatadas regiones dejó al Santo Apóstol de México su Imagen celestial, reiterando la orden de construir un templo en el Tepeyac, enmedio de las Américas, para que fuese reconocida como Madre de los mexicanos y Reina del Nuevo Mundo.

A las noticias generales que hemos dado al principio de este capítulo sobre la extensión del culto de la Virgen de los mexicanos en España, vamos a añadir algunos pormenores que nos proporcionaron unas cartas remitidas de aquella Península. De intento decimos algunos pormenores, pues sería nunca acabar si quisiéramos decir algo por lo menos de cada una de estas manifestaciones de la Virgen de los mexicanos en España.

Porque de la lista formada sobre las noticias que he tenido, resulta que en España hay cuarenta y una poblaciones entre grandes y pequeñas, en que se tributa un culto especial a la Virgen del Tepeyac; habiendo en ellas once capillas, veinte altares y una Parroquia entera bajo su advocación, y setenta y cinco Imágenes expuestas a la pública veneración. Y nótese que esta lista es muy defectuosa por faltar todavía muchas noticias, como me lo escribieron.

  —277→  

Contentémonos, pues, con algo de particular más digno de mencionarse.

Durango: La ciudad de Durango del antiguo señorío de Vizcaya, en donde nació el venerable Zumárraga, en cuya presencia la Imagen se apareció milagrosamente pintada en el tosco sayal de Juan Diego, merece a todas luces el primer lugar. En la Iglesia Parroquial de Santa María, llamada Nuestra Señora de Ulíbarri, en la cual fue bautizado el venerable Zumárraga, hay una preciosa y riquísima pintura, cuyos datos que me proporcionó el durangueño padre J. Leturiond o S. J., vamos a copiar:

Sobre el Coro, que comúnmente en las Iglesias de España se halla al frente del Altar mayor, descuella como por remate en la parte del centro un cuadro colosal, verdaderamente magnífico. El marco, cuyo diseño tengo a la vista, es de estilo caprichoso y mucho semeja al de Luis XV: mide más de siete metros (7 m. 10 cen.) de largo por cinco y más metros (5 m. 34 cen.) de ancho. La pintura mide casi tres metros (2 m. 80 cen.) de largo por dos y algo más de ancho. (2 m. 10 cen.) Sobre un montecillo, imitación del Tepeyac, campea la Virgen Santísima tal como se apareció allí. A la izquierda del que mira la pintura está el venerable Zumárraga y a la derecha Juan Diego; los dos en ademán de venerar a la Aparición milagrosa: dos ángeles que se destacan en la parte superior del marco sostienen una muy hermosa corona imperial, la cual está dispuesta como si realmente adornara la augusta cabeza de la Emperatriz de cielo y tierra. Otros dos ángeles en la parte inferior del marco, paralelos al montecillo, están sentados sobre unas figuras alegóricas de ríos, símbolos de los beneficios que la Virgen derrama y sostienen dos candeleritos. En el espacio que ocupa el montecillo se lee la siguiente inscripción pintada en líneas caprichosas imitando las sinuosidades del cerro. «Santa María de Guadalupe, cuya Imagen se venera en la Insigne Real Colegiata del mismo título, extramuros de la ciudad de México y distante una legua, al pie del cerro nombrado Tepeyac. Es tradición constante, recomendada con el Oficio propio concedido por la Silla Apostólica, que, el día 12 de diciembre de 1531 se apareció estampada en un ayate, tilma o capa del indio Juan Diego en la presencia del Ilmo. Rdmo. Venerable Sr. D. Fr. Juan de Zumárraga de N. P. San Francisco, natural de la Villa de Durango en el Muy Noble y Muy   —278→   Leal Señorío de Vizcaya, primer obispo y arzobispo de México. J.ª Patr.º Morlete ping.to anno 1763». Este Juan Patricio Morlete, cómo hemos visto en la página 129 de este Segundo Libro, fue uno de los pintores nombrados por el célebre Cabrera para el reconocimiento pericial de la Santa Imagen en 1751.

Debajo de la pintura y en el mismo marco hay un espacio rectangular de casi dos metros (1 m. 87 cen.) de largo por sesenta y cinco centímetros de ancho en que se lee la siguiente inscripción: «Esta magnífica y espléndida preciosa dádiva es la misma que liberal cuanto reverente ha ofrecido a María Santísima de Ulíbarri D. Ambrosio de Meabe, vecino de México, y natural de esta Nobilísima Villa. Anno de 1764».

En la misma ciudad de Durango hay otras dos Imágenes de la Virgen de Guadalupe en la Parroquia de Santa Ana. Una está sobre el Altar Mayor, otra en una Capilla puesta al lado de la Epístola del mismo. Las dos Imágenes y la Capilla pertenecen a la familia del Sr. Argenzonis, el cual había vivido muchos años en México, de donde llevó a su ciudad natal las dos Imágenes: una muy antigua y otra más moderna. Para satisfacer su devoción, renovó y adornó con mucha decencia la capilla mencionada en honor de la Virgen de los mexicanos.

Valladolid. En esta ciudad el domingo 27 de abril de 1533, el Ven. Zumárraga fue consagrado obispo de México en la Capilla Mayor del Convento de San Francisco. En esta capilla hay una pintura de la Virgen de Guadalupe: y he aquí lo que de aquel lienzo escribe el Lic. Veytia en sus Baluartes de México. (Pág. 37). «Hallándome yo en la ciudad de Valladolid, Castilla la Vieja, el año de 1746, y visitando la Iglesia del Convento de San Francisco, de donde fue hijo el venerable Zumárraga, hallé colocada junto a la reja de la Capilla Mayor del lado de la Epístola una Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en un lienzo muy grande, y que me pareció antiguo, con su inscripción muy larga que en la publicidad y concurso de la Iglesia no pude leer. Pero lisonjeándome que pudiese ser del tiempo del Sr. Zumárraga, que como hijo de aquel Convento la hubiese llevado o enviado a él y que su inscripción pudiera valer por una auténtica del milagro, formé el dictamen de pedir un testimonio de él... y para en mi poder. Copia a la letra la inscripción que contiene todo el suceso de la Aparición según   —279→   y como lo he referido, concordes con todos los autores; pero no es hecho (el lienzo) en tiempo del Sr. Zumárraga, como yo esperaba, sino mucho posterior, en el año de 1667»; y en él se asienta también otra circunstancia particular porque al fin la inscripción dice: «que soltando el indio la tilma en presencia del Obispo, quedó en ella pintada la Santa Imagen y por la otra parte dibujadas las flores». De esta circunstancia particular véase lo que se dijo en el cap. VIII de este Segundo Libro. (Pág. 126). A pesar de no tener el lienzo la antigüedad que deseaba el célebre Angelopolitano, no por eso deja de ser un testimonio de la perpetua y constante Tradición del Milagro: pues a los 136 años de acontecido, celebrábase con tan espléndido monumento32.

Bilbao. En la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari llama la atención de cuantos la visitan, una elegantísima Capilla, muy ricamente adornada, como conviene a la Iglesia, que se llama la Perla de las Iglesias de la Capital de Vizcaya, y a la preciosa Imagen Guadalupana a la cual está dedicada. Por certificado del Sr. cura ecónomo de dicha Iglesia, con fecha 8 de marzo de 1894: «el lienzo es de metros 2.08 de alto y 1.10 de ancho. La Imagen debió estar en la Antigua Parroquia desde el siglo pasado, hasta que hacia el año de 1856 o 58 se la restauró y colocó en el Altar actual de su dedicación por la devoción de algunas familias americanas».

También en la misma ciudad de Bilbao, en la Residencia de los   —280→   padres de la Compañía de Jesús hay «un gran cuadro» de la Virgen de Guadalupe.

Reus. En el Santuario de Nuestra Señora de la Misericordia de la ciudad de Reus, Arzobispado de Tarragona, se hallaba de muy antiguo dedicada una Capilla a Nuestra Señora de Guadalupe. En estos años la duquesa de Prim y condesa de Reus, hizo construir una suntuosa capilla en el crucero de dicho santuario; y a ésta hizo trasladar la venerada Imagen de Guadalupe, bajo cuyo amparo depuso los restos de su malogrado esposo, «el general D. Juan Prim, conde de Reus, marqués de los Castillejos y Grande de España de primera clase» como reza la inscripción.

Briviesca. Como cosa digna de mérito artístico indiano, mencionaremos aquí una Imagen de la Virgen de Guadalupe que se conserva en el camarín de la Colegiata de Briviesca. Es un cuadro de veintiséis centímetros de alto por diez y seis de ancho, hecho por indios con diversas clases de plumas, con tanto primor y gusto, que al verlo no muy de cerca, parece una hermosa pintura que representa a la Virgen María, la cual como sabemos, se apareció en semblante de noble indita.

Hay también noticias de dos nuevas capillas erigidas en estos últimos años en honor de la Virgen de Guadalupe, por unas familias oriundas de España y vecinas de México. La una es en la Iglesia de la Pereda, pueblo de Asturias, en donde se le hace grande fiesta a la cual concurren muchas familias de varios pueblos cercanos. La otra es en la villa de Balmaceda en Vizcaya, en donde desde el año de 1891 empezaron a levantar un pequeño templo, más bien que capilla de estilo lombardo33.

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En fin, prueba evidente de la extensión del culto de la Virgen Mexicana en España es la Real Congregación erigida por Felipe V, como se dijo en el Cap. 22 del primer Libro de esta Historia.




Portugal

En la obra escrita en portugués e impresa en Lisboa el año de 1716 con el título de Santuario Mariano se hace mención de dos «Imágenes-milagrosas de Nuestra Señora de Guadalupe de México»; de las que una se venera en la Villa de Barrocal, Diócesis de Visco, y la otra en la ciudad de Elvas, plaza fuerte del Alentejo. El origen del primer Santuario es como sigue: «Entre las Villas del Barrocal y Trancoso, y en el límite de la Diócesis de Visco, hace menos de cien años (a saber por el de 1600) un devoto de la Virgen fundó su Santuario de Guadalupe. Siendo él natural de la Provincia de Beira pasó a las Indias Occidentales y se detuvo en México; y viendo los grandes milagros que Dios allí obraba a la invocación de su Santísima Madre milagrosamente pintada en la capa de un sencillo y virtuoso indio llamado Juan, se sintió penetrado de tal afecto y devoción que determinó enriquecer a su patria con una copia de aquella Soberana Imagen. Hizo pues pintar un hermoso lienzo de seis palmos de alto; y pocos años después vuelto a su patria construyó una Iglesia bastante grande y capaz de mucho pueblo. Acabado el Santuario, con mucha solemnidad se colocó en él la Santa Imagen; y muy pronto la Santísima Virgen empezó a hacer muchos maravillosos beneficios, a los que la servían; porque habiéndola invocado en sus aflicciones y necesidades, todos fueron luego librados... Muy grande pues es la devoción a esta Santa Imagen desde sus principios; y por esta razón muchas son también las maravillas que ha obrado en favor de sus devotos que siempre ven escuchados sus ruegos». (Tomo V, Lib. 2, cap. 16).

Del origen de la Capilla de Elvas escribe así el Autor citado: «Vivía en Nueva España un portugués natural de la ciudad de Elvas, el cual movido del amor a su patria quiso enriquecerla   —282→   con una copia de la Celestial Imagen de Guadalupe. Hizo pues que un hábil pintor le labrase un lienzo de siete palmos de alto, con las cuatro apariciones al indio Juan, en cuatro óvalos, a los cuatro lados. Vuelto a su ciudad colocó la Santa Imagen en una capilla propia, que es la última del lado del Evangelio de la Iglesia Catedral, hace más de treinta años (a saber en 1673); y desde entonces hasta el presente año de 1703 innumerables fueron los milagros obrados por Dios a la intercesión de Su Santísima Madre; y por esta razón es muy celebrado este Santuario en la ciudad de Elvas. Muchos Autores han escrito sobre la Virgen de Guadalupe y entre ellos el P. Francisco de Castro, de la Compañía de Jesús, describe en elegante poema heroico la prodigiosa Aparición. La poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz felicitó al P. Castro con el siguiente soneto...». (Tomo VI, Lib. 3, Cap. 2). Omitimos el soneto por no dilatarnos demasiado.




Américas latinas

La Virgen Madre de Dios, con aparecerse en México se declaró como la Soberana Patrona de las Américas; y sentó su trono enmedio de ellas: pues México precisamente se halla entre la América del Norte y la América del Sur. De la devoción de las Américas a la Virgen del Tepeyac ninguna duda cabe cuando reflexionamos que el Sumo Pontífice Benedicto XIV «para satisfacer a la piedad y devoción que el Clero secular y regular de los Dominios del Serenísimo Rey de España profesa a la Santísima Virgen de Guadalupe, benignamente concedió que el Rezo y Misa propia de Nuestra Señora de Guadalupe, ya aprobados para la Nueva España, se extendiesen a todos los Dominios españoles para el día que designaren los respectivos Obispos». Así el Decreto expedido a petición de Fernando VI, a los 2 de julio de 1757. Puede por tanto decirse con toda verdad que la Virgen de los mexicanos es la Virgen de las Américas, la Virgen del Nuevo Mundo, del cual quiso tomar posesión, por decirlo así, de un modo visible y extraordinario con sus Apariciones en el Tepeyac.

Vamos sin embargo a decir algo en particular sobre el culto de   —283→   la Virgen Mexicana hoy en día en las Américas, según las relaciones que nos fueron trasmitidas en estos últimos años.

República Argentina o Estados Confederados del Río de la Plata. «En la ciudad de Santa Fe, Provincia del propio nombre, hay un antiguo Santuario, dedicado a la Virgen de los mexicanos, a dos leguas de distancia. El Santuario da el nombre a una Laguna de legua y media de largo por otra de ancho que tiene a sus pies; y ha dado lugar a que en sus alrededores se haya fundado una colonia que también se llama de Guadalupe, compuesta en gran parte de extranjeros recién venidos de Europa. Todos los años, el segundo Domingo de Pascua (si no me engaño) hacen los Santafesinos una gran fiesta a la Virgen en este sitio, que se ha hecho famosa en esta comarca por la numerosa y popular romería que en esta ocasión allí se reúne... Hace ya cinco o seis años que aquí en Buenos Aires, donde yo escribo, se ha levantado una espaciosa capilla en honor de la Virgen de Guadalupe y están a cargo de ella los Padres Dominicos». Así una carta con fecha, «Buenos Aires a 2 de octubre del 93». Y habiéndoseme ocurrido la duda de si tal vez se tratara de la Guadalupe de Extremadura, y no de la de México, con fecha «14 de julio de 94» se me contestó: «En contestación a su apreciable debo decir a Vd. que así la Virgen de Guadalupe que se venera en la Capilla de esta Capital de la República (Capilla que fue erigida en el año de 1890), como la que se venera en la Colonia llamada de Guadalupe, se refieren a Nuestra Señora de México y no a la de España...».

A fines de septiembre del pasado año de 1890 recibí una Breve Reseña de la Fundación de la Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe de Santa Fe. Imprenta de El Santafesino, marzo 9 de 1878. De ella tomamos las siguientes noticias en compendio:

A principios del siglo pasado en un Oratorio dedicado a Nuestra Señora de la Merced tuvo origen en esta ciudad la devoción a la Santísima Virgen bajo la advocación de Guadalupe, y de donde surgió la idea tan feliz de consagrarle este Santuario. Un religioso de la Orden de la Merced, habiendo encontrado en su convento entre viejos pergaminos una pequeña estampa de Nuestra Señora de Guadalupe de México, la colocó en un marco dorado, y con el consentimiento de los legítimos dueños del Oratorio fue hasta allí y en persona a colocarla sobre el Altar, predicando el primer Panegírico   —284→   entre nosotros de la Santísima Virgen de Guadalupe y cantando la misa el cura vicario foráneo de la Iglesia Matriz.

Por muerte de los fundadores del Oratorio de la Merced, habiendo sucedido en el cargo de él un sobrino, conocido por el nombre Hermitaño por su retirada y devota vida, en vez de reparar el antiguo Oratorio que amenazaba ruinas, se dedicó a construir uno nuevo bajo la advocación de Guadalupe, advocación hasta entonces casi desconocida en este pueblo. Tuvo el gran consuelo de ver casi concluido su anhelado templo, sacar de entre las ruinas del antiguo Oratorio la Imagen de Guadalupe y colocarla en el nuevo el año de 1780. En 1794 habiéndose trasladado al Paraguay a colectar recursos para la terminación de la capilla, pasó a mejor vida en Carazu, cien leguas al norte de la Asunción.

Con el Santuario de Guadalupe se extendió de una manera admirable la devoción a la Santísima Virgen bajo esta advocación, que nos recuerda una de las principales glorias de nuestra América.

Así lo comprueban la piedad generosa con que el pueblo cooperó inmediatamente a su terminación; más tarde a su engrandecimiento y a solemnizar los cultos que anualmente aquí se rinden a la Madre de Dios. Muy grato es agregar una prueba más recordando las célebres romerías del veinticinco y cincuenta y siete; cuando nuestro río salido de su cauce amenazaba sepultar entre sus aguas a nuestra población, la Imagen de Guadalupe fue conducida a pie hasta el pueblo en solemne procesión presidida de las primeras autoridades.



Sigue el catálogo de «Bienhechores de esta capilla y reformas que se han hecho mediante la piedad del pueblo», desde el año de 1786 hasta el año de 1877.

Otro padre con fecha «agosto 14 de 1890» me había escrito «Otra Imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe se venera en Córdoba, de la misma República Argentina, en la Iglesia de las Teresas, a las cuales se las regaló el P. Ildefonso de la Peña, mexicano».

Colombia, Guatemala, Nicaragua, Ecuador, Nueva Granada, Bolivia. De unas cartas recibidas por los meses de febrero y octubre de 1893, tomamos las noticias siguientes:

He sabido que Vd. quiere noticias del culto dado a Nuestra Señora de Guadalupe, en la América Latina. Escribí a Chile a quien   —285→   puede enviarlas de aquella República y de la Argentina y Montevideo. Luego que las reciba se las remitiré. Entretanto por lo que puedan servirle, he aquí algunas de esta Misión nuestra. En Guatemala, (la capital) hay un templo dedicado bajo dicha advocación y se celebra una fiesta con gran pompa y bendición de los frutos de la tierra. En Granada, Nicaragua, hay en la Catedral un altar de dicho nombre. En Guayaquil, Ecuador, dos altares, uno en la Catedral y otro en San Francisco, convento de los frailes. En el Santuario de Guópulo de la ciudad de Quito hay en el primer altar colateral de la derecha una Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México. Fue pintada en 1881 por el Sr. Salas a petición de las Hermanas de la Caridad que quisieron hacer este obsequio al Santuario. El cuadro es tan hermoso y la cara de la Virgen tiene tales relieves, que el mismo pintor confiesa que fue movido al pintarla por algo sobrenatural; y varias veces que ha querido hacer otras semejantes, no ha podido. En Bogotá, Nuera Granada, Iglesita sobre el cerro de Guadalupe renovada por el P. Prebendado Mejía, que logró que el general Mosquera, a pesar de lo que era, le diera soldados que subieran en brazos, ladrillos y otros materiales para la dicha fábrica.



Hace pocos años que la mirada, vuelta al Oriente de la ciudad de Bogotá, no divisaba sino selvas pequeñas en un desierto. Hoy se alcanza a ver sobre la más eminente de aquellas peñas desiertas, una casa y un templo, cuyas rojizas tejas reverberan heridas por el sol. El templo y la casa que le hace compañía, son la obra de un sacerdote que a ella ha dedicado su vida. El templo está consagrado a la Virgen María en la americana advocación de Guadalupe, y su piadoso artífice es el Pbro. Fernando Mejía... La advocación de Guadalupe es popular en todo el mundo, y especialmente en América. Nuestros padres le habían erigido un templo en la mitad de la angosta falda que expira en los valles de Bogotá. Un sacudimiento de los Andes, lo destruyó, y sus ruinas blanquearon como huesos de un gigante, durante muchos años, en el cerro desierto. Al fin de estos largos años, la Reina que un día había inspirado a un pobre indio la idea de que se le hiciese un templo en México, inspiró a un sacerdote pobre la idea de que le levantara otro en Bogotá... El templo está, casi concluido: dentro de poco las mudas campanas clamarán «a Dios en las alturas». Así El   —286→   Lábaro de Barranquilla, República de Colombia. En Cartago, Colombia, que es una población grande sobre el Cauca, y del Departamento del Cauca, existe una iglesita de Nuestra Señora de Guadalupe; y en sus paredes interiores está representada la aparición a Juan Diego y varios milagros. En la parroquia de Bello llamada antiguamente de Hato Viejo, diócesis de Medellín, en el paraje denominado Fuentadueño y que pertenece hoy a este colegio de Medellín, hubo capilla dedicada a la Virgen del Tepeyac; y si bien desapareció ha cosa de 40 años volverá a estar renovada antes de un año. En el Envigado (villa distante dos leguas de Medellín y de este Obispado), hubo un altar consagrado a dicha Virgen en el templo destruido hará 30 años, y en el nuevo no la han colocado todavía. En esta ciudad de Medellín hay una señora principal (D.ª Mercedes Uribe de Álvarez) que posee un cuadro primoroso de Nuestra Señora de Guadalupe, traído de España y a que consagra la familia y sus amigos, un bonito triduo anual... En la ciudad de la Plata, antes llamada Chuquisaca, capital de la República de Bolivia, se celebra con mucha solemnidad la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, por ser titular de la Iglesia Catedral. Puede decirse que no hay diócesis por estos países en que no exista algún documento público del culto de Nuestra Señora de Guadalupe.

Perú. El P. Florencia nos describe la solemnidad con que fue introducida en el Perú la Imagen de la Virgen de los mexicanos. «El Exmo. Sr. conde de Alva de Liste, D. Luis Enrique de Guzmán, uno de los Virreyes que ha tenido México señaladamente devoto de la Milagrosa Imagen del Santuario de Guadalupe, cuando partió al virreinato de Lima por los años de 1655, lo primero que sacó de México, como presea de mayor aprecio y devoción, fue la Imagen de Guadalupe, la cual embarcó en Acapulco con solemnidad de Salva Real, como a quien encomendó el buen suceso de su viaje y todos los aciertos de su gobierno. Y con su piadoso ejemplo introdujo en Lima y todo el Perú, la noticia y devoción de tan milagrosa Imagen. Y el año de 1658, despachando una armada contra los enemigos que andaban pirateando por aquellas costas, llevó consigo al Callao la Santa Imagen: y habiéndole hecho cantar una solemne Misa con sermón que predicó aquel señalado predicador Fr. Hernando Herrera en su Convento de Predicadores de aquel puerto, con la asistencia de la mayor parte de Lima que bajó   —287→   con su Excelencia al despacho, la embarcó en la Capitana Real con música de clarines, repique de la ciudad y salva de los Galeones; y en un altar muy decente la colocó en la popa de ella encomendándole el gobernalle y felicidad de la Armada... Aquí tenían lugar los extraordinarios favores que ha hecho esta Soberana Señora, si hubiera encontrado con alguna de las cartas que me han afirmado de ellos. No especifico alguno hasta tener más luz». (Estrella del Norte, cap. 31). Y en el cap. 14 el P. Florencia había escrito que «el Rdo. P. Fr. Miguel de Aguirre, de la Orden de San Agustín, predicador de su Majestad, había hecho abrir en lámina una Imagen de la original de México con el mismo fin de acreditar el trasumpto de la Imagen mexicana de Guadalupe, que puso en la insigne Capilla de Copacavana en el Perú, su patria».

Noticias más recientes tenemos por una carta fechada en Lima el 20 de enero de 1895:

Contestando sin más preámbulos a las preguntas que se sirve hacerme, le diré, 1.º: que en todo el Perú y especialmente en la Arquidiócesis de Lima (en la cual tiene asignado el 26 de febrero para la Misa y Oficio) ha habido y hay mucha devoción a Nuestra Señora de Guadalupe de México, tal cual la representa el grabado que me remite Vd., devoción que a principios de este siglo fomentó muchísimo el gran siervo de Dios P. Fr. Ramón Rojas, religioso Franciscano Descalzo, cuyo Proceso de Canonización se está tramitando. 2.º Que en esta capital existe una Iglesia dedicada desde hace dos siglos poco más o menos, a dicha Señora, como Patrona de su Colegio por los RR. PP. Franciscanos Menores Observantes; y ahora la poseen las Religiosas Hospitalarias de San José de Cluni: que en el Puerto del Callao la viceparroquia de la Matriz está también dedicada a ella, que en el de Chorrillos, en su Iglesia Matriz tiene un Altar, y fundada una gran fiesta en la cual tuve el consuelo de predicar hace como un cuarto de siglo; y que en Ica y en muchas otras ciudades del Perú hay también Capillas y Altares dedicados a ella. 3.º Que el Colegio Nacional de Instrucción media, heredado por el Gobierno, de la Compañía de Jesús, se llama de Nuestra Señora de Guadalupe, porque se la dio por Patrona de un Colegio que fue en su origen privado, su fundador D. Domingo Elías, rico hacendado de Ica; en cuya ciudad propagó especialmente el susodicho P. Rojas la devoción de esta Soberana Señora...



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Islas Filipinas. De la obra arriba citada, Santuario Mariano, Tomo VIII, Lib. II, cap. IV, tomamos las noticias siguientes sobre «la milagrosa Imagen de Guadalupe en Taytay de las Filipinas».

«En las Filipinas los Padres de la Compañía de Jesús, venidos de México, cómo consta en la relación mandada al P. General Claudio Aquaviva en 1604, tienen muchas Residencias de indios, especialmente el Distrito de Manila, y en ellas instruyen y convierten a muchos indios. Entre estas Residencias hay una que se llama Taytay (ahora Taité) en la cual posee una hermosa y grande Iglesia Parroquial. La devoción especial de aquellos religiosos luego en los principios, a saber en 1601, los excitó a colocar en aquella Iglesia una devotísima Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Luego que la vieron, cristianos y no cristianos, se encendieron en tanta devoción que todos la invocaban en sus necesidades y tribulaciones; y siempre con buen resultado; y de allí fue que muy a menudo acudían a su protección. A una india de Cayuta, que es pueblo de cristianos, los ladrones robaron trescientas monedas que llaman patacas; y a pesar de toda humana diligencia no pudo dar con ellas. Acudió a la Virgen de Guadalupe para el remedio y le prometió diez monedas de limosna para la Capilla. Al día siguiente la india recobró todo entero lo que le habían robado; pero ingrata al beneficio y no cumpliendo la promesa, enfermó luego una hija suya de dos años tan gravemente que todos la tenían por muerta. La india reconoció luego su falta; lleva la hijita enferma a la Iglesia, entrega las diez monedas y añade otras dos para que el sacerdote celebrase una Misa por la salud de la enferma. Pareciendo al padre que no había remedio, pues veía que iba luego a morir, se rehusaba a celebrar la Misa: pero vencido por las lágrimas y ruegos de la india, la celebró luego. A medida que el Sacerdote iba diciéndola, la enferma empezó a mejorar; acabada, pidió de comer; y prosiguiendo la india en suplicar a la Virgen, Madre misericordiosa, consiguió llevar buena y sana a su hija a su casa. Otras muchas y notables maravillas se refieren de esta Milagrosa Imagen y lo atestiguan los muchísimos exvotos ofrecidos por los fieles agradecidos». Véase lo que el P. Francisco Colín S. J., escribió sobre la Virgen de Guadalupe en su Historia de las Filipinas, Lib. IV, cap. 20.

En otros pueblos de las Filipinas venérase también la Virgen de   —289→   México; y aquí mencionamos una Imagen, suya muy milagrosa en la Iglesia del pueblo de Ayrán, en donde había una Residencia de los Padres de la Compañía de Jesús. Ardía ante la Sagrada Imagen una lámpara de madera, que no llevaba materia más preciosa la pobreza de aquellos tiempos. El aceite de la lámpara aplicado a cualquier enfermo era para toda dolencia medicina universal; y así, sólo con llegar el P. Sebastián Monroy, que cuidaba de aquella Residencia, a ungir con el aceite al enfermo, al punto quedaba sano; con esto, no es decible lo frecuentada que era aquella Iglesia por aquellos nuevos cristianos. Mas como el padre por sus precisas ocupaciones no pudiese acudir a la cura de tantos, solía las más veces decir a alguno de los niños que allí se hallaban: «ve con este enfermo, y úntale del aceite de la lámpara, y dile a la Virgen que lo sane». Hacíalo así el niño y la Virgen atendiendo a la fe con que esperaban el remedio, y a la sinceridad con que los niños le pedían la salud, al punto los sanaba: y los dolientes ya aliviados y sanos, volvían al Padre diciéndole que «Santa María los había sanado».

«Esto era tan ordinario ya, que no causaba novedad; pero consolaba mucho a los indios cristianos saber que tenían remedio tan seguro para todos los males. De aquí la confianza de que esta Señora les iba a favorecer en las lanchas que iban a echar ya en los ríos, ya en la mar para la pesca. Y así cargados con las redes (que al llegar a la Iglesia dejaban) entraban a hacer oración a la Sagrada Imagen para que en aquel ejercicio les favoreciese; y la oración que de ordinario hacían, era decir: Señora Madre, a pescar voy; dadme pescado. Con esto salían de la Iglesia y lograban tan buena suerte en sus lances, que parece que los peces a porfía se les entraban en las redes, y volvían cargados de pescados a su casa. Otros buenos sucesos que en conveniencias temporales deseaban tener, de que lograban muchos, yo pudiera decir a no temer dilatarme». Así el P. Gabriel de Aranda S. J., en la Vida del P. Sebastián de Monroy S. J., cap. 57.

Islas Marianas antes Islas de los Ladrones. A unas doscientas leguas al este de las Filipinas, el P. Diego Luis de Sanvítores fue el primer Apóstol de estas Islas, en donde predicó el Evangelio desde el año de 1668 hasta el de 1692 en que fue martirizado por la Fe. Antes de salir para estas Misiones, del Noviciado   —290→   de Tepotzotlán pasó a México, para consagrar a la Virgen de Guadalupe, en su Santuario, los Apostólicos trabajos que iba a emprender. Llevó consigo una muy buena copia de la Santa Imagen, y en cuanto los indios de las islas vieron la nao en que iba el P. Sanvítores, salieron en más de 20 embarcaciones que son como unas canoas; y llegados a la nave, el padre les dijo en su lengua que venía con los demás padres a quedarse con ellos; y en esto les descubrió la prodigiosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Ver aquellos pobres gentiles la Santa Imagen y sentirse inundados de veneración y alegría fue todo uno. Llenos de respeto cogieron en hombros a los padres y los llevaron a la Isla de Guan o Guaján (Cugnám, según los modernos). Luego el padre les hizo un breve sermón en que les explicó el fin de su venida a la Isla y empezó a predicar el Evangelio, tomando ocasión de la Imagen de Santa María Virgen de Guadalupe, y fue tanto el fervor del P. Sanvítores en esta primera plática, que parecía haberle comunicado el Señor el espíritu de San Francisco Javier en el celo de la salvación de las almas y en el don de lenguas. Desde luego los papagures o principales entre ellos fueron los primeros en pedir el bautismo; y por cuenta fueron mil y quinientos. Empezaron por bautizar algunos párvulos, y al primero, que fue una niña, pusieron el nombre de María de Guadalupe; y en poco tiempo, no ya muchos, sino muchísimos de aquellos diez mil isleños, convirtiéronse a la fe; originándose de este hecho sorprendente el que las islas llamadas antes de los Ladrones tomasen el feliz nombre de Islas Marianas.

Omitimos la relación de algunos hechos extraordinarios bien comprobados con que la Virgen de Guadalupe mostró la especial protección en que tenía a los recién convertidos. Hemos tomado estas noticias de la relación del P. Diego Luis de Sanvítores y de las cartas de los otros Padres remitidas a la Congregación de San Francisco Javier, de la ciudad de México. Véase también la vida de dicho padre Sanvítores, escrita por el P. García. Lib. 6, Cap. 6.



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Alta California, Texas, Colorado y Nuevo México

Bastará decir que estas regiones pertenecieron a la Nación mexicana y que sólo en estos últimos años cayeron en poder de los yankees de la manera incalificable que todos sabemos, para entender que la Virgen de Guadalupe tuvo allí y tiene todavía su culto. Vamos sin embargo a dar aquí una que otra noticia que tomamos de unas cartas que no ha mucho nos fueron remitidas, de donde conoceremos la grande devoción que todavía hay a su antigua Patrona Nacional. Nos limitamos no más que a la California y a Nuevo México, por ser ya demasiado largo este capítulo.

California. «En todo el Estado y Arquidiócesis de California, se celebra la Fiesta del día 12 de diciembre, como en México y con mucha solemnidad. En la ciudad de San Francisco, no contentos con el culto que se le tributa a la Virgen de Guadalupe en la Iglesia Catedral, quisieron, españoles y mexicanos, construir una nueva Iglesia para oír en ella los sermones y rezos y otros devotos ejercicios en lengua castellana. La Iglesia es una de las mejores de la ciudad, construida en una posición muy bonita y fue solemnemente consagrada por el arzobispo Fr. José Alemany, de la Orden de Santo Domingo, el día ocho de agosto de 1879, y dedicada a la Virgen de Guadalupe. Dos elegantes torres se levantan en ambos lados de la espaciosa entrada, a la cual conducen anchas escaleras. El interior es magnífico; tiene tres naves y las columnas que las sostienen llevan pinturas que representan a la Virgen en los diferentes títulos que se le dan en sus Letanías... En los dos lados del altar mayor se ven grandes pinturas de las Apariciones de María Santísima, y en el magnífico altar de mármol, una Imagen, copia exacta de la milagrosa del Tepeyac. La decoración sencilla, pero de un gusto exquisito, se transforma en grandiosa el día de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Para ese día la numerosa y devota colonia Hispano-Americana, no escasea gastos ni recursos; la música, el canto, la iluminación, etc., todo es de lo mejor. Testigo es el gran número de americanos y aun protestantes que asisten a la fiesta y que aguantan el largo sermón en español,   —292→   para presenciar la magnífica función. Cuál sea la devoción con que mexicanos y españoles honran a su Patrona el día de la Fiesta, se puede calcular por el gran número que se acerca a la Sagrada Mesa ese día: el Sr. cura tiene que recurrir a nuestros padres para que le ayuden a oír las confesiones la víspera, y aunque haya cuatro confesores, duran sin embargo las confesiones desde las cuatro de la tarde a la media noche. Al día siguiente de la Fiesta los periódicos llenan sus columnas con la descripción de la magnífica música, orquesta, decoración, etc.». (Carta de 17 de enero de 1894).

En la ciudad de Santa Clara, prosigue la carta, y en el Colegio del propio nombre, tenemos un Altar e Imagen de Guadalupe. En la capilla del Colegio hay una Imagen que es regalo de los estudiantes hispanoamericanos, quienes celebran la fiesta con Comunión general, etc. El mismo día o el domingo antes, el predicador hace un sermón de Nuestra Señora de Guadalupe; y la Sociedad Hispano-Americana acordó en una de sus sesiones erigir una ventana en mosaico en la Capilla del Colegio, que representa la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe; y para levantar fondos se han enviado circulares a los antiguos Estudiantes.

La ciudad de San José, aunque no tiene Iglesia dedicada a Nuestra Señora, de Guadalupe, no se queda atrás en su devoción. Pues no sólo los hispanoamericanos son sus devotos, sino que cuenta muchos entre los católicos americanos, que enamorados de tan amable devoción, son entusiastas en honrar a Nuestra Madre del Tepeyac. En nuestra Iglesia de San José hay un precioso altar de mármol. Perdóneme si me desvío para contar un hecho que ocurrió cuando se fabricó este Altar y muestra el tierno amor que se profesa a Nuestra Señora de Guadalupe. Para la construcción de dicho Altar se recurrió a la piedad del pueblo: y una pobre mujer que apenas tenía con qué procurarse el pan diario con lo que sacaba de la venta de los huevos de su gallinero, no teniendo con qué contribuir, vendió todas sus gallinas y llevó todo el dinero al padre. La Imagen que está en el Altar es copia sacada en la ciudad de México: el marco es muy costoso y lo mismo lo son los demás ornamentos. El día de la fiesta hay Misa solemne con magnífico canto y música, Sermón en español, como en San Francisco, etc.



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Otros pormenores nos proporciona el mismo «Encargado de los intereses espirituales de los mexicanos en esta floreciente ciudad de San José de California». De las tres cartas remitidas a fines de 1890, resulta: que la Iglesia de San José fue dedicada bajo el título expreso de San José de Guadalupe por ser la Virgen de Guadalupe Patrona también de la Parroquia; que el pintor mexicano D. José M. Ibarrarán, fue el que con esmero sacó, a la vista del original, la copia que le fue encargada; y a la verdad, por la fotografía que nos remitió dicho padre, es una de las mejores copias del portentoso lienzo. El día 12 de diciembre de 1890 se inauguró solemnemente la Congregación de la Virgen de Guadalupe; y setenta fueron los primeros congregantes que en ese día se admitieron, recibiendo un hermosísimo escudo de plata dorada, que lleva grabada la Imagen de la Patrona con su correspondiente letrero. Al recibir el Diploma de Congregante, una numerosa orquesta ejecutó un himno en honor de la Virgen de los mexicanos, puesto en música por un estimable compositor de Puebla de los Ángeles.

El periódico The Daily Times of San José, describió muy por extenso y con mucho entusiasmo la magnífica fiesta en la cual tomó parte toda la ciudad. En la Misa solemne hubo sermón en español; y en la tarde después de las Vísperas solemnes también hubo sermón en inglés, cuyo tema lo expresa así el citado periódico: «El R. P. Wolshe predicó el Sermón, durante el cual repasó la historia de la Aparición de la Virgen que fue la causa de la festividad de ese día. Dijo que si estaban seguros de la existencia de Julio César y de Felipe de Macedonia por testimonio de personas fidedignas, estaban mucho más ciertos de la Aparición de la Virgen de México, no sólo por testimonio humano fidedigno, sino también por los efectos espirituales y sobrenaturales y la aprobación de la Iglesia».

Concluyen estas noticias con la afirmación de que en toda la California se mantiene vivo el culto a la Virgen de los mexicanos. Nuevo México. Una mención del todo especial se merece Nuevo México; pues como leemos en el Anuario Católico (Catholic Directory) de 1888, existen actualmente en él más de ventiséis entre Templos y Capillas parroquiales con el título expreso de Nuestra Señora de Guadalupe, sin contar con los altares que en su honor se hallan erigidos   —294→   en otros templos que llevan otro título, y sin contar con los que por el tiempo y la intemperie, o bien por otra causa fueron destruidos. Mencionamos en particular el hermoso templo extramuros de la ciudad de Santa Fe, conocido con el título de Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe; compónese de una sola nave con su correspondiente crucero. Fue en estos últimos años renovado y embellecido por el celoso capellán Enrique J. Defouri; del antiguo queda no más que el artesonado y techumbre de cedro muy bien labrada, pudiéndose deducir de esta ornamentación antigua que el Templo fue construido desde el principio de la conversión de aquellos pueblos a la Santa Religión, que fue por el año de 1608, en que los religiosos de San Francisco penetraron en aquellas regiones. El templo es muy aseado y rico en ornamentos y vasos sagrados; entre éstos observé dos cálices de oro macizo que ahora se guardan como precioso recuerdo de la piedad de los antiguos fieles. Pero lo que forma el verdadero tesoro de este lindo templo es la Imagen de la Virgen de Guadalupe pintada en un gran lienzo que cubriendo toda la pared sirve de retablo al altar mayor. De tantas pinturas que en muchos años había yo visto y examinado, ninguna me llamó tanto la atención como ésta por verla tan parecida a su divino original; y habiendo examinado más de cerca el lienzo, leí con asombro estas palabras: «Josephus ab Alcíbar pinxit. n.º23», Sabido es que José de Alcíbar fue uno de los pintores de mucho crédito que el célebre Miguel Cabrera a mediados de 1752 llevó consigo para el reconocimiento pericial de la santa Imagen, y este mismo José de Alcíbar, ya célebre pintor en 1752, después de haber por casi los treinta años siguientes sacado muchas copias de la Santa Imagen que todavía existen en México y en el extranjero, pintó en el año de 1783 este lienzo que a todas luces diríase su obra maestra. En la página 132 de este Segundo Libro se dijo que el Sr. Couto, hablando de los lienzos que Alcíbar debió pintar, siendo ya muy viejo, añade: «y sin embargo no hay allí muestra de debilidad senil».

En el mismo templo hay otra pintura hecha por Sebastián Salcedo, contemporáneo de Alcíbar, y por su composición (como dicen los pintores) la damos a conocer a nuestros lectores. La pintura está ejecutada en una lámina de cobre de figura rectangular que mide unos ochenta y cinco centímetros o vara de largo engastada   —295→   en un marco de preciosa madera con sobrepuestos de plata. Tiene en el medio la Imagen de Guadalupe, a cuyos lados, un poco más abajo a la siniestra del observador, se ve representado el Papa Benedicto XIV vestido de ornamentos pontificales, que con la derecha muestra a la Virgen de Guadalupe y en la mano izquierda lleva un pergamino en que se leen estas palabras: Colatur Officio et Missa. Bened. XIV. Al otro lado, en ademán de respetuosa sumisión, se ve a la Nación mexicana representada por una gallarda joven azteca en traje de guerrero, con la mano derecha sobre el pecho y con la izquierda sosteniendo un Escudo en que están pintadas el águila mexicana, una estrella y una corona ducal.

Alrededor de la pintura principal hay nueve óvalos o grupos de pinturas secundarias; tres en lo alto y seis en los lados. En el de enmedio se ve la mar en tormenta y en ella una nave desde donde los navegantes miran a una estrella, la Estrella del Mar. A los dos lados, en un óvalo se ve un campo cubierto de contagiados y la Muerte armada de guadaña, que a la vista de la Virgen de Guadalupe huye espantada; en el otro óvalo se ven a los mexicanos arrodillados ante la Imagen de la Virgen dándole gracias por haber sido libertados de la peste en 1737. De los seis óvalos restantes dispuestos a los lados, cuatro representan las Apariciones de la Virgen; los dos últimos respectivamente, el Coro de los Ángeles y el de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires y Vírgenes. En fin, debajo del Ángel de la figura principal se lee: «Sebastián Salcedo, fecit año de 1779». Semejantes pinturas, pero con alguna variación, he visto después en algunas casas de mexicanos.

La devoción que los de Nuevo México profesan a la Virgen de Guadalupe, a más de lo dicho arriba acerca del crecido número de Templos y Capillas públicas que sirven de Parroquias, se conoce por el hecho siguiente. A fines de julio de 1888 hallábanse en la ciudad de Santa Fe más de cuarenta, entre curas y vicarios, casi todos franceses, para la celebración del primer Sínodo Diocesano. Aprovecháronse de esta ocasión para pedir con mucha instancia que en Nuevo México se restableciese el Rezo de Oficio y Misa propia en honor de la Virgen de Guadalupe, caído en desuso no se sabe por cuál razón. Apoyaron su proyecto con estos dos hechos: el primero fue que en la Alta California se continúa celebrando   —296→   con mucha solemnidad la fiesta de la Virgen de los mexicanos, tal como se acostumbra en México. El segundo y más poderoso fue que los de Nuevo México, movidos por su devoción, guardan como festivo el día 12 de diciembre, concurriendo casi todos a oír la Misa y muchísimos a confesarse y a comulgar. No contento el Arzobispo con esta petición, quiso conocer el parecer y dictamen de cada uno; y con un verdadero entusiasmo, puestos en pie y levantando en señal de aprobación la mano, prorrumpieron en una ardiente aclamación, con que confirmaron el piadoso proyecto.

El muy benemérito cura párroco de Tomé, Juan Bautista Ralliere, fue el que más esforzó el proyecto; y acaba de construir en honor de la Virgen de Guadalupe una nueva Iglesia en el pueblo de Peralta. Mide el nuevo templo cien pies de largo por veinticuatro de ancho, sin contar con el crucero; lleva un entarimado muy costoso y es de mucha limpieza y elegancia. Mucho trabajo costó llevarlo a cabo: pues empezado el templo en 1879, apenas se pudo concluir en 1891, en que con una solemnísima Misión se inauguró.

Por cartas recibidas de Nuevo México se nos comunica que el actual arzobispo de Santa Fe, luego que supo las concesiones de la Sede Apostólica, consiguió que el Nuevo Oficio y Misa en honor de la Virgen de Guadalupe se extendiese a todas las Iglesias de Nuevo México.

Algo más habría que decir acerca de los milagros de la Virgen de Guadalupe en Nuevo México. Tal vez, Dios mediante, se pondrán en un Apéndice al fin de esta Historia. Nos contentamos con decir que en 1608, a los setenta y siete si los de la Aparición, nueve religiosos de San Francisco, empezaron a cultivar esta nueva villa del Señor, movidos por la relación de unos indios conchos de Texas. A los dieciocho años contaban 43 capillas y 34 mil bautizados. En el año de 1630, cincuenta misioneros en noventa pueblos cultivaban sesenta mil convertidos (Bancroft, History of the North Mexican States and Texas, Vol. l, chap. XIV. History of New Mexico and Arizona, Cap. V).

Cómo empezó a introducirse alguna noticia de la Fe Cristiana por los años de 1530 por el capitán Alvar Núñez. Cabeza de Vaca, que desde la Florida recorrió estas playas hasta llegar a Culiacán, véase en la Biblioteca de Autores Españoles, Tomo XXII. Historiadores   —297→   primitivos de Indias. Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y relación de la jornada que hizo a la Florida con el Adelantado Pánfilo de Narváez, en 1526, caps. 15, 21, 22.

En el periódico El Tiempo, de diciembre 18 de 1896, leemos: «Hemos recibido de Pittsburg (E. U.), una pequeña colección de fotografías que copian el bonito altar dedicado a la Imagen de Guadalupe y a la pintura de ésta (cuyo original fue arreglado por un padre irlandés y cuenta ya ciento cincuenta años de hecho), que se han puesto en la Iglesia de San Benedicto de la ciudad de Pittsburg, en el Estado de Pensylvania (Estados Unidos)».

La Imagen revela bien su origen mexicano y es sumamente parecida a la auténtica del Tepeyac.

Los días 9, 10 y 11 del corriente diciembre se han celebrado misas cantadas y rezos en el altar citado, en honra de dicha Imagen, y el día 12 por la primera vez en el país vecino se celebró, (en dicho templo) una gran función ante un numeroso concurso de fieles, muchos blancos y muchos de color, para conmemorar la Aparición Guadalupana.

Como se ve, el culto de la Virgen Patrona de México se extiende ya por varios países extranjeros, y la devoción que provoca se va generalizando mucho en la tierra. Parece que Dios se ha propuesto dar una buena lección a los antiguadalupanos, pues mientras más rudos han sido los ataques que en México ha recibido ese culto piadoso, más se universaliza.

Felicitamos a los católicos de Pittsburg, porque se han decidido a implorar la protección de esa Imagen. ¡Ya recogerán los frutos de esa devoción!



En 1895 un religioso de la Compañía de Jesús, remitió a sus tíos en la ciudad de Geertruidenberg «Monte de Santa Gertrudis», en Holanda, una oleografía de la Virgen del Tepeyac. A la vista de la devota Imagen, se les encendió en el corazón tanto afecto de devoción,   —298→   que luego hicieron construir un rico altar en la Iglesia Parroquial de San Antonio; y puesta la Imagen en un precioso marco, la colocaron en dicho altar a la pública veneración. Pronto los fieles cobraron devoción a la Virgen de los mexicanos: varias señoras costearon nuevos y ricos adornos del culto; y el 12 de diciembre del propio año de 1895, se celebró en aquel nuevo altar la primera misa solemne.

Los piadosos tíos del mencionado religioso para aumento de esta devoción, fundaron una renta perpetua para que en el día 12 de cada mes, se celebrasen dos Misas en el Altar que habían dedicado a la Virgen de Guadalupe, a más de la solemnísima el día de la Aparición. Y los dos, tío y tía, llenos de amos y buenas obras murieron en noviembre del pasado año de 1896, con pocos días de intervalo entre uno y otro fallecimiento.

Omitimos otras cosas para no alargar más este capítulo.







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ArribaAbajoCapítulo XVI

Los arzobispos mexicanos a León XIII para nuevos honores a la Virgen de Guadalupe


El Sumo Pontífice otorga la solemne coronación de la Santa Imagen, en su nombre.- Proyectos de preparación para la solemnidad y oposición de algunos.- Protestas de todos los obispos y decreto de la Suprema Congregación romana en defensa de la Aparición.- Breve refutación de algunas pretensiones contra la ampliación del santuario.



I

El Ilmo. Sr. Dr. y maestro D. Ramón Ibarra y González, actual obispo de Chilapa, siendo profesor de Teología y Derecho Canónico en el Seminario Conciliar de Puebla de los Ángeles, con fecha: «Puebla, junio 20 de 1886», escribió entre otras cosas al Autor de esta Historia lo que sigue:

Voy a darle a vd. una noticia que le ha de agradar. En estos días he ido a México a hablar con el Sr. Labastida y le he propuesto la idea de que se lleve al cabo la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, que sólo fue decretada por la Santa Sede, según lo refiere vd. en el precioso Opúsculo que escribió. El señor Arzobispo acogió la idea con entusiasmo, lo mismo que los canónigos de la Colegiata. Ya escribió el Sr. Labastida a los otros dos Arzobispos para que se dirijan a sus Sufragáneos a fin de que se vaya colectando el oro y piedras preciosas que se necesitan para la hermosa corona. Según el proyecto del Sr. Labastida, etc.34 Sigue   —300→   refiriendo los pormenores del proyecto que después fue cambiado en otro más suntuoso, como más adelante sé dirá.

Efectivamente a los pocos días después de esta entrevista, el   —301→   Ilmo. señor arzobispo de México, con fecha: «México, julio 2 de 1886» dirigió a los otros dos Arzobispos que por entonces había, D. Pedro Loza, de Guadalajara, y D. Ignacio Arciga, de Michoacán, una muy tierna y extensa carta, de la cual copiamos las siguientes palabras: Empieza por comunicarles «el pensamiento de pedir a nuestro Santo Padre la autorización o permiso de coronar a nuestra Insigne Patrona en su maravillosa Imagen de Guadalupe. No queriendo pasar adelante sin haberlo consultado con todos, les suplica que siendo de su plena aprobación el proyecto, invite (cada uno) a sus Sufragáneos, y que éstos hagan otro tanto con sus fieles, para que todos y cada uno contribuya con lo que su generosa piedad le inspire, a fin de levantar a Nuestra Santísima Madre un monumento de singular amor; cuyo diseño se encargará a un artista mexicano o extranjero...». Añade que para preparar y disponer la gran solemnidad, era de parecer que se fijara el 12 de diciembre del año próximo venidero, (1887) en cuyo mes coincidirá la segunda Misa, (Jubileo Sacerdotal) de nuestro actual Pontífice. Y concluye con suplicar a los dos Arzobispos se «sirvan remitirle su dictamen» bajo el concepto de que «cualquiera modificación o adición que le ocurra, la aceptará gustoso para el mejor éxito de la empresa...».

Recibida esta comunicación, los dos Arzobispos a vuelta de correo contestaron que «aceptaban con verdadero entusiasmo el piadoso y levantado proyecto, y que lo habían ya comunicado y recomendado a los respectivos Sufragáneos. Todos los Obispos remitieron a sus respectivos Metropolitanos la más completa y calurosa adhesión; por lo que los tres Arzobispos a fines de septiembre dirigieron al Sumo Pontífice León XIII la siguiente Súplica que vamos a dar traducida del Latín al Castellano. Pero es de advertir que estando el Papa muy bien informado de todo lo que se refiere a las Apariciones de la Virgen y al sobrenatural origen de su Santa Imagen, no juzgaron necesario exponer con todos los pormenores lo que a estos hechos sobrenaturales se refería por parecerles del todo superfluo. He aquí pues el texto de las Preces:

Santísimo Padre: Los tres Arzobispos de la Iglesia mexicana, por sí y juntamente con sus Sufragáneos, acuden llenos de confianza y poseídos de la más profunda veneración a Vuestra Santidad, suplicándola humildemente se digne concederles la facultad de coronar   —302→   con corona de oro la milagrosa Imagen de la Santísima Virgen en su advocación de Guadalupe.

Ya desde julio de 1740, el caballero Lorenzo Boturini, señor de la Torre y de Hono, consiguió que el venerable cabildo de San Pedro in Vaticano despachara favorablemente una solicitud igual a la que ahora hacemos; mas no cuidaron sus agentes en Madrid de recabar el Pase del Consejo de Indias que se quiso suplir con el de la Audiencia de México; la que lo concedió sin dificultad, fundándose en que habiéndose declarado la guerra con Inglaterra y estando los mares plagados de corsarios, era imposible ocurrir a la Metrópoli.

No conforme con este procedimiento de la Audiencia y de los Oidores, el Virrey, conde de Fuenclara, no sólo prohibió a Boturini el colectar limosnas o donativos para sufragar los gastos de la Coronación, sino que persiguió al Pro motor de tan grande obra hasta desterrarlo del país; quedando así suspendida hasta hoy la solemnidad que se preparaba en honor de la Imagen Taumaturga, como la llamaron el Presidente de la Audiencia y los Oidores de aquella época, y que ahora deseamos llevar a feliz término todos los Prelados, intérpretes fieles de los sentimientos del pueblo mexicano, que contribuirá, no lo dudamos, a los gastos con su acostumbrada generosidad.

Durante el siglo y medio que ha trascurrido (desde el Decreto del Cabildo Vaticano de 11 de julio de 1740), los milagros se han multiplicado en favor de los que han acudido a la Madre de Dios bajo el título de Guadalupe, y los incesantes beneficios que México ha recibido de su insigne Patrona nos obligan a promover de nuevo ante el trono de Vuestra Santidad la coronación que deseamos se verifique en el año venidero de 1887 y en el mes de diciembre. Así quedará perpetua y profundamente grabado en nuestro corazón ese mes en que tuvieron lugar, según la historia más bien comprobada, las Apariciones de la Santísima Virgen al neófito Juan Diego; y se avivará más su memoria sobre todos los católicos que tengan la dicha de celebrar con la mayor pompa posible el quincuagésimo Aniversario de la Primera Misa de Vuestra Santidad; y continuarán estrecha e indisolublemente unidas para la Iglesia mexicana las dos fiestas, la de la Coronación de Nuestra Excelsa Patrona y la de la segunda Misa de Nuestro Soberano Pontífice y verdadero Padre en Nuestro Señor Jesucristo.

  —303→  

Dígnese Vuestra Santidad mirar con ojos benignos esta petición, hija del tierno amor que sentimos con nuestra grey a la gran Madre de Dios; permitiéndonos que por ser de lienzo la Imagen de Guadalupe, la corona quede sostenida por ángeles de oro apoyados en las columnas de un gracioso templete bajo del cual será colocada la milagrosa Imagen, que ya está, embutida en un marco de oro. Tan singular homenaje a la Reina de los cielos servirá para reanimar y encender la fe de los habitantes de estas apartadas regiones, verdaderos hijos y entusiastas y sinceros devotos de la Virgen de Guadalupe.

En el ínterin, que descienda sobre nosotros y sobre nuestras Diócesis la bendición Apostólica, que imploramos postrados a los pies de Vuestra Santidad.- México, septiembre 24 de 1886.- Pelagio Antonio, arzobispo de México.- José Ignacio, arzobispo de Michoacán.- Pedro, arzobispo de Guadalajara.



Tan luego como llegó al Vaticano esta Petición, el Soberano Pontífice, muy complacido accedió a ella y mandó se expidiese el Breve correspondiente. El 25 de enero de 1887 el Ilmo. Sr. Labastida por un cablegrama recibió aviso de la concesión apostólica; y el 12 de marzo del propio año llegó a la capital de la República el Breve expedido en Roma el 8 de febrero35, y es del siguiente tenor traducido al castellano.

  —304→  

LEÓN PAPA XIII. Para perpetua memoria. Se nos ha presentado la Relación de que todos los fieles de la Nación Mexicana veneran desde mucho tiempo con singulares muestras de piedad y confianza a la Bienaventurada Virgen María bajo el título de Guadalupe; y que con mucho empeño desde el año de 1740 habían suplicado al Cabildo Vaticano que la Imagen, célebre en prodigios, fuese condecorada con corona de oro; pero que las circunstancias civiles de México habían sido tales, que hasta este tiempo no ha podido tributarse este solemne obsequio de culto y devoción. Al presente, empero, los arzobispos y obispos de la Nación Mexicana, secundando los deseos de los fieles que les están encomendados, en la ocasión de que Nos vamos a celebrar el Quincuagésimo Aniversario de nuestra Primera Misa, habiéndonos rogado con muchas instancias que para el próximo mes de diciembre les demos facultad de decorar a la supradicha Imagen con preciosa diadema, en nuestro Nombre y con nuestra Autoridad, hemos benignamente acordado acceder a estas súplicas. Por tanto... en virtud de Nuestra Apostólica Autoridad, por el tenor de las presentes concedemos que el arzobispo de México, o uno de los obispos de la Nación Mexicana elegido por él, en cualquier día del próximo mes de diciembre y observando lo que por derecho debe observarse, imponga solemnemente en Nuestro Nombre y con Nuestra Autoridad la Corona de oro a la mencionada Imagen de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe.

Y para que esta solemne festividad ceda también en provecho espiritual de los fieles, a todos los fieles del uno y del otro sexo que   —305→   verdaderamente arrepentidos, confesados y comulgados en el día de la Coronación o en uno de los siete días que sigan inmediatamente, rogaren a Dios delante de aquella Imagen de la Virgen Madre de Dios por la concordia de los Príncipes cristianos, por la extirpación de las herejías, por la conversión de los pecadores y exaltación de la Santa Madre Iglesia, en el día que todo esto cumplieren, concedemos misericordiosamente en el Señor Indulgencia Plenaria y remisión de todos sus pecados, la cual puede también aplicarse por modo de sufragio a las almas de los fieles, que unidos a Dios en caridad hayan salido de este mundo. Las presentes valdrán solamente por esta vez; no obstante cualquiera Constituciones y Ordenaciones Apostólicas y demás cosas en contrario.

Dado en Roma, en San Pedro, bajo el Anillo del Pescador, el día 8 de febrero de 1887 en el año IX de nuestro Pontificado. Miecislao cardenal Ledochowski.



Recibido este Documento Pontificio, los tres arzobispos acordaron dirigir una carta que llamaron Alocución a los Ilmos. y Venerables Cabildos, al Clero Secular y Regular y a todos los fieles de la Iglesia Mexicana, para comunicarles el feliz resultado de las Preces elevadas a la Sede Apostólica y excitarles a contribuir con lo que pudiesen a los gastos de tan solemnísima función. Esta Alocución Pastoral fue «acordada en los primeros días de marzo y publicad a en México el 19 del mismo mes y año de 1887». Siguen las firmas de los tres Arzobispos.

No hay palabras bastantes para encarecer el crecido entusiasmo que se despertó y avivó en toda la nación al recibir tan plausibles y consoladoras noticias, que hallaron eco aun en los antiguos Estados de Nuevo México y Texas, como más adelante se dirá. El primitivo proyecto del Sr. arzobispo Labastida, aunque decoroso, no pareció bastante; se propusieron nuevos planes a cual más suntuosos, y al fin se convino en estos dos puntos: ensanchar, en cuanto cabe, el Santuario de Guadalupe y proponer a la Sede Apostólica un nuevo Oficio con las Lecciones propias en el segundo Nocturno, en que se refiriese por extenso la Historia de las Apariciones y se hiciese mención del Decreto que el Papa León XIII acababa de expedir. Como ya de estos dos puntos se tratará, Dios mediante, en los capítulos siguientes, aquí nos contentamos con muy breves noticias. Quedando resuelto que la ampliación del templo era del   —306→   todo indispensable por razón del crecido concurso de los fieles que cada día iba aumentando más, se juzgó oportuno aprovechar el espacio que quedaba detrás del ábside del altar mayor, y ensanchando de este modo el Presbiterio, trasportar allí el coro, según la costumbre universal de la Iglesia, quitándolo de enmedio de la nave. En resumen, me escribía el P. Antonio Plancarte, con fecha: «Septiembre 24 de 1887. Muy pronto enviaré a V. R. los dibujos de lo que se está haciendo. Si quiere verlo desde luego, cierre los ojos y figúrese la Iglesia de San Marcos en Roma o la de la Trinidad en París, con un Baldacchino más bonito que el del Bernini en San Pedro. Dios nos lo conceda». Para la ejecución de estos grandiosos proyectos no bastaba por cierto el corto espacio de los pocos meses que quedaban hasta el fin del año: de lo que avisado oportunamente el Santísimo Padre, concedió que cuando estuviese todo acabado se procediese en su nombre a la solemne coronación.

Por lo que toca al nuevo Oficio, desde abril del mismo año de 1887, el Ilmo. Sr. D. Rafael S. Camacho, obispo de Querétaro hizo imprimir tantos ejemplares cuantos bastaren para que cada uno de los obispos, en cuyo nombre debía presentarse a la Congregación de Ritos, pudiese examinarlo y hacer las convenientes observaciones.




II

Pero preciso es decirlo, aunque sea muy triste, no faltaron algunos que de buena fe o con torcida intención se levantaron contra tan noble pensamiento. Como acabamos de decir, el plan de las funciones contenía dos puntos: la solemne coronación de la Santa Imagen, y la ampliación del templo de la Colegiata; y contra estos dos puntos se levantó una reñida oposición; tanto es así verdad que las obras de Dios deben pasar por las contradicciones.

Contra la solemne Coronación se levantaron algunos de ciudad Victoria en la Diócesis de Tamaulipas, valiéndose del periódico La Verdad que allí se imprimía. Súpose después de un modo indudable que el mismo obispo de Tamaulipas era del mismo parecer y el promovedor de la oposición, El celoso obispo de Querétaro,   —307→   confiando en la amistad que tenía con el de Tamaulipas, a principios de abril le escribió una muy afectuosa carta pidiéndole se conformase con el dictamen de sus hermanos los obispos de la Nación. Con igual afecto le respondió el obispo de Tamaulipas, y he aquí algunos pasajes de la respuesta:

Ciudad. Victoria, abril 13 de 1887. Amadísimo y V. Hermano, amigo y Señor mío... Quisiera yo tener la paz y bondad de espíritu de Vd. y de mis otros hermanos del Episcopado, para obrar del mismo modo que ellos lo hacen; pero tengo la desgracia de fijarme en varias relaciones de un asunto antes de resolverme por la afirmativa o la negativa, según el caso sea, y eso me ha pasado en la Coronación de la Imagen del Tepeyac. Ahora que recibo su expresada amable, está ya impresa mi Pastoral contra esa coronación; de manera que no puedo retroceder en el camino que tomé desde el año pasado que comuniqué al Sr. Labastida, y de lo cual su S. S. Ilma. no hizo aprecio, ¡y puede que haya hecho bien...! No quiero, V. hermano mío, que Vd. me dé la razón, ni pretendo me tenga lástima por las tristes consecuencias de mi conducta... No quiero que mañana o pasado me digan que no es verdad el Evangelio que predico, como no lo es la Aparición del Tepeyac... <†> Eduardo, obispo de Tamaulipas.



En efecto, a los pocos días se publicó un Opúsculo en 8.º, de 16 páginas, con este título Pastoral del obispo de Tamaulipas, relativa a la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, edición de La Verdad, C. Victoria, 1887, Imprenta Católica de Telesforo Velázquez.

En esta Pastoral que lleva la fecha de 8 de abril de 1887, el señor obispo de Tamaulipas inserta por entero la Pastoral colectiva de los tres Arzobispos arriba mencionada: trata después de su amor a la Santísima Virgen de Guadalupe, llenando casi dos páginas; manifiesta finalmente sus temores por la Coronación, concluyendo por no tomar ninguna participación. Ponemos a continuación las palabras propias de su Ilma.:

... Nos amamos con toda nuestra alma a la Virgen María de Guadalupe; y a ella hemos consagrado nuestro Seminario, nuestras Escuelas de niños y niñas, como le teníamos consagrado nuestro corazón y persona toda, de simple e inocente nido, de joven ardoroso y contrariado, de indigno sacerdote y de indignísimo Obispo;   —308→   porque somos mexicanos; y Guadalupe para el mexicano significa: Fe verdadera; Fe cristiana. Pero los Israelitas algunas veces sacaron indebidamente el Arca contra los filisteos, haciendo que esta prenda preciosa de las divinas misericordias cayera en poder de infieles; y esa Arca era figura de María. Por eso en el año pasado y cuando nuestro Ilmo. Metropolitano nos comunicó su resolución contenida en la Pastoral que hemos copiado y de que S. S. Ilma. fue el primer promovedor, dijimos, conociendo nuestra nulidad y graves razones contrarias que todavía existen y que sólo podían haberse pesado en un Concilio de los obispos mexicanos, que no cooperábamos a esa proyectada coronación, y que no era de nuestra aprobación, como no lo es hasta la fecha, ni contribuiríamos jamás con nuestro juicio y episcopal carácter a la ceremonia que va a tener lugar en México, en diciembre del corriente año, si a ello no se nos obliga.



Fíjese ahora el lector en lo que el Sr. Obispo dice luego enseguida por conclusión:

No es nuestro juicio ni episcopal carácter el que debe considerarse en los asuntos que tocan a todos los fieles y a todas las Iglesias de México, sino el juicio del Episcopado mexicano, que según la preinserta Pastoral, pide la Coronación de la Sagrada Imagen de Guadalupe. Nos somos muy pequeños y nuestro juicio nada significa, aunque en todo caso lo salvamos: pues no queremos aparecer ni ahora ni en ningún tiempo, como cooperador directo a la Coronación de la Imagen del Tepeyac, ni a sus consecuencias que para la Iglesia Católica y su causa en el mundo o para la Nación mexicana puede tener este acto. Pero repetimos que nuestro juicio es nulo y no es el que debe tenerse presente. Por tanto hemos creído oportuno y necesario manifestar a nuestros señores curas y fieles de nuestra Diócesis que están en completa libertad para contribuir con sus limosnas a la Coronación de la Virgen del Tepeyac... Dado en C. Victoria a 8 de abril de 1887. <†> Eduardo, obispo de Tamaulipas...



Excusado es decir cuánto los buenos mexicanos sintieron esta alucinación; y ¡cosa singular! los mismos periódicos hostiles a la Iglesia, ningún alarde hicieron de tal Pastoral; aún más, los mismos Protestantes quedaron admirados de la profunda pena que manifestaron los mexicanos en esta ocasión, como al periódico norteamericano   —309→   The Monitor of San Francisco, escribió su Corresponsal en México, con fecha 15 de noviembre de 1887.

Los obispos mexicanos no pudieron menos de oponerse a esta Pastoral y lo hicieron de la manera conforme a la disciplina eclesiástica: porque en primer lugar, el Sr. arzobispo Labastida puso en conocimiento del Papa todo lo ocurrido; pues causae maiores, causas mayores son llamadas en el Derecho Canónico todas las cosas que se refieren a los Obispos: y al Sucesor de San Pedro, que recibió del Salvador el encargo de confirmar en el camino de la verdad a sus hermanos, pertenece el conocimiento de estas causas. En segundo lugar todos los obispos para la instrucción de sus fieles firmaron de su puño y letra una breve protesta que les remitió el obispo de Querétaro, suplicándoles que si tuviesen a bien firmarla, se la remitiesen para depositarla en el archivo de la Colegiata.

El texto en castellano de esta protesta que fue analizada en el Opúsculo El Magisterio de la Iglesia y la Virgen del Tepeyac, cap. IX, pág. 115, es como sigue:

Así Nos, como los fieles de nuestra Diócesis, firmemente creemos y todos a una voz profesamos (firmiter credimus unoque ore profitemur) la antigua tradición de nuestra Nación, cuyo compendio hállase al fin de la sexta lección del Oficio concedido por Benedicto XIV a la Nación Mexicana, sobre las Apariciones de la Bienaventurada Virgen María en el cerro del Tepeyac hechas a un piadoso neófito y sobre la milagrosa pintura de la misma Bienaventurada Virgen María, que se guarda y se venera en dicho Santuario. En fe...



A principios de 1888 habían llegado a manos del obispo de Querétaro las copias de esta Protesta, firmadas por los respectivos Obispos de la Nación36. Y el Sumo Pontífice León XIII, recibidos   —310→   los documentos dio orden a la Suprema Congregación de la Inquisición de examinarlos y expedir el correspondiente Decreto.

Cuál fuese este Decreto, el mismo obispo de Tamaulipas Ilmo. Sr. D. Eduardo Sánchez, imitando al célebre Fenelón, arzobispo de Cambray, lo dio a conocer el mismo día que acababa de recibirlo. Porque en el citado periódico La Verdad, de C. Victoria, Tamaulipas, viernes 17 de agosto de 1888, número 108, salió el importantísimo documento que copiamos a la letra:

Gobierno Eclesiástico del Obispado de Tamaulipas.- Circular.- El Emmo. cardenal Mónaco, secretario de la Sagrada Congregación de la Romana Inquisición, en Nota Oficial de nueve de julio próximo pasado que hoy recibimos, nos dice lo siguiente:

Eminentissimi Domini Cardinales una mecum Inquisitores Generales... summopere reprehenderunt tuum agendi loquendique modum contra miraculum seu apparitiones B. Mariae V. de Guadalupe.

Lo cual traducido al castellano, según Nos podemos expresarnos en nuestro propio idioma, es como sigue:

Los Emmos. señores cardenales Inquisidores Generales que juntamente conmigo forman esta Sagrada Congregación... han reprendido gravísimamente tu modo de obrar y de hablar contra el milagro o apariciones de la Santísima Virgen María de Guadalupe.

  —311→  

Y como nunca hemos tenido intención de separarnos ni un ápice de la doctrina y juicio de la Santa Sede, ni de sus respetabilísimos Tribunales y Congregaciones, decimos a todos los que nuestros escritos hayan leído, que Nos también reprendemos gravísimamente nuestro modo de obrar y de hablar contra el milagro o apariciones de la Santísima Virgen María de Guadalupe, y que revocamos, anulamos y rompemos todos nuestros escritos en que se haya dispuesto, expresado, entendido o podido entenderse algo contra el milagro o apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe.

C. Victoria, agosto 10 de 1888.- <†> Eduardo, obispo de Tamaulipas.



En vista de esta nobilísima sumisión a la Sede Apostólica y de la retractación de los errores en que el de Tamaulipas había incurrido, el obispo de Querétaro, su amigo, con una Invitación religiosa impresa y mandada distribuir por la ciudad, convidó a los fieles a asistir en la Parroquia del Sagrario a la función de la Misa Pontifical y Te Deum «para dar gracias por los beneficios recibidos y rogar muy especialmente a la Santísima Virgen que consiga bendiciones muy abundantes al Prelado que con tanta abnegación ha dado a toda la Iglesia un ejemplo tan edificante y tan heroico de obediencia y sumisión, proporcionando a la causa mexicana un documento tan valioso».

En fin, cuando se escribieron las cartas a León XIII firmadas por todos los obispos para darle las debidas gracias por la concesión de Nuevo Oficio, como más adelante se dirá, también el Ilmo. Sr. obispo de Tamaulipas las firmó de su puño y letra; y bendito sea Dios con su Madre, por todo.




III

Vamos ahora a decir algo sobre la no menos molesta oposición que se hizo al proyecto de la ampliación de la Colegiata. Para los pormenores, nos remitimos a lo que por este año de 1887, en que se excitó la oposición, escribieron los periódicos El Nacional, La Voz de México y El Tiempo.

En esta ocasión algunos, y tal vez los más, procedieron muy de   —312→   buena fe, y algunos otros, no muchos por cierto en comparación de los primeros, promoviéronla con muy torcidos y reprobados intentos, aprovechándose de esta ocasión para atacar más o menos directamente, pero de un modo encubierto y solapado, el mismo punto sustancial, que es la verdad histórica del hecho de las Apariciones. De los que manifiesta y descaradamente la impugnaron se tratará, Dios mediante, en el capítulo que sigue.

Entre los que muy de buena fe, y animados de buenos pensamientos promovieron la oposición mencionada, fueron, a no dudarlo, los Redactores del periódico El Nacional, cuyo editor propietario y Director era entonces el Sr. D. Gonzalo A. Esteva. Este señor había ofrecido las columnas de su periódico a todos los que quisiesen firmar una Exposición que a su tiempo se presentaría al Ilmo. Sr. Arzobispo por conducto del Venerable Cabildo de la Colegiata de Guadalupe, para que no se llevara al cabo el proyecto de ampliación de dicho Templo. Muchos centenares de firmas habíanse recogido en poco tiempo, cuando el Arzobispo, informado de estos hechos, escribió a los Redactores las siguientes breves palabras:

Señores Redactores de El Nacional. Yautepec, enero 27 de 1887.- Muy Señores míos: Pueden Vds. suspender su llamamiento a los católicos y sobre todo la representación que piensan dirigirme, por ser inútil; advirtiendo únicamente que ni hay ni ha habido otro iniciador de las mejoras, que pensaba hacer en la Colegiata, más que su humilde Prelado, P. A., arzobispo de México.


Para entender la Advertencia del Arzobispo, hay que saber que había corrido la voz por la ciudad y fuera de ella; de que en esto de la Colegiata, todo lo hacía y todo lo disponía el presbítero D. Antonio Planearte y Labastida, sobrino de su Ilma. A decir verdad, no alcanzamos a comprender qué inconvenientes habría en que el P. Planearte hubiera propuesto algún plan, y después de haber sido aprobado se hubiese encargado de ejecutarlo. Pues de proponer teóricamente un plan a iniciarlo en práctica y con autoridad hay grandísima diferencia. En el hecho, el iniciador fue el Arzobispo después de haberlo consultado bien con personas competentes; y el P. Planearte no tuvo sino la comisión, y muy pesada, de Encargado de las obras y de colector de limosnas para los crecidos gastos. Pero vamos al punto.

  —313→  

En el núm. 178 correspondiente al 1.º de febrero de 1887, el periódico El Nacional inserta la «Exposición de los católicos al Ilmo. Sr. Arzobispo». Los puntos principales de esta respetuosa Exposición son los siguientes, que, por contener la sustancia y el resumen de lo que piden, fueron impresos con letras distintas y más sobresalientes:

Nosotros deseamos la conservación del Templo en el estado que guarda, sin innovación alguna en el Altar y en el Coro, mucho menos, si para alguna de ellas se hace necesaria la movilidad de la Santísima Imagen... En nombre pues, de nuestras venerables tradiciones, rogamos rendidamente a V. S. I. se digne mandar que en los proyectos de nuevas obras en la insigne Colegiata no se verifiquen trasformaciones, ni menos se intente con ese motivo la traslación de la Sagrada Imagen, cuando no haya para ello una necesidad absoluta, única que podría autorizar su movimiento... y de todos modos acataremos las determinaciones de V. S. I. porque reconocemos su autoridad por la fe, por la enseñanza de la Santa Iglesia, por el ejemplo de nuestros padres, cuyas tradiciones invocamos y por el sentimiento de nuestro corazón. Juramos no proceder de malicia. México, 28 de enero de 1887.

No se puede negar que todo el tenor de la «Exposición» manifiesta evidentemente que de veras los redactores no procedieron con malicia; y con sólo leerla, antes de llegar a la solemne expresión del juramento, queda el lector convencido de la lealtad y sincera intención de los redactores y de los que firmaron. Pero examinando esta «Exposición», no encontramos ninguna razón plausible para desechar el proyecto de las mejoras de la Colegiata, y vamos a verlo.

Dos son las cosas que piden: primera, ninguna innovación en el Altar; segunda, ninguna innovación en el Coro, mucho menos. Pero, a lo que parece, no piden estas dos cosas de un modo absoluto, sino tan sólo en el caso de «si para alguna de ellas se hace necesaria la movilidad de la Santa Imagen». Aún más, limitan esta condición cuando convienen en la traslación de la Santa Imagen, «cuando para ello no hay necesidad absoluta, única que pudiera autorizar su movimiento».

Pues bien: las mejoras proyectadas hacían indispensable y de necesidad absoluta la traslación de la Santa Imagen; como ocurrió en   —314→   parecidas circunstancias en el pasado siglo y a principios de éste. Luego una de dos: o se pide sin condición y de un modo absoluto que no haya ninguna innovación en el Templo; y esto sería demasiado pedir y se opondría a lo que hasta la fecha se había ejecutado en el Santuario; o bien tan sólo se pide que no se traslade la Santa Imagen; y esto, admitida la necesidad de las mejoras proyectadas, sería del todo imposible. Luego en la «Exposición» se contiene lo que en Dialéctica se llama contradicción en los términos, contradictio in terminis. En casos de necesidad, hubo traslación de la Santa Imagen. Por ejemplo, en 1836 para acabar el retablo, fue indispensable trasladarla desde el 19 de abril al 10 de diciembre del mismo año a la Iglesia de Capuchinas. (Diccionario Universal de Historia y Geografía, Tomo II, pág. 357). En 1791 a los 10 de Junio fue trasladada a la misma Iglesia de Capuchinas para reparar el templo del daño padecido con la inmediación del de Capuchinas y allí estuvo hasta el 11 de diciembre de 1794. (Pensil Americano, pág. 81). En 1695 para construir el magnífico Templo actual, se trasladó la Santa Imagen a un Templo provisional, en que permaneció nada menos, que catorce años, desde el 25 de marzo de 1695 al 30 de abril de 1709. (Pensil Americano, págs. 29 y 41). Luego el Sr. arzobispo Labastida no hizo más que seguir el ejemplo de sus predecesores.

Pero, replican los redactores mencionados: «Nosotros deseamos la conservación del templo en el estado que guarda. Es para nosotros el Templo de la Colegiata como un relicario de nuestra Religión y de nuestro patriotismo, y como el lábaro sagrado que alienta nuestros bríos para la defensa de nuestra patria. No quisiéramos se tocara alguna cosa de sus pertenencias, porque todo ello es sagrado para nosotros». Así El Nacional en el número citado.

Pero, con permiso de vdes. hermanitos míos, este argumento o razón nada prueba, porque demasiado prueba como dicen los Dialécticos: Nimis probat: ergo nihil probat. Pues los antiguos mexicanos, nuestros abuelos, hubieran podido hacer el mismo discurso nada menos que al arzobispo Montúfar, inmediato sucesor del V. Zumárraga, por haber perfeccionado en 1552 la primera Ermita labrada por éste, o bien, como escribe Veytia, «labrado una nueva a sus expensas». Padrecito, hubieran podido decirle, deseamos que nuestra   —315→   indita (Cihuapiltzin Tonantzin) quede en su pobre casita tal como se la labró nuestro muy amado padrecito Teopixqui Zumárraga. ¡Padrecito, esa casita es para nosotros como un relicario! Y lo propio repetir en el año de 1600 al Cabildo Metropolitano que renovó todavía y amplió la que había hecho el arzobispo Montúfar, y así ir discurriendo por lo arriba dicho.

¿Qué tal, hermanitos míos? ¿Y no veis que los templos a cual más suntuosos, que se sucedieron en el Tepeyac, demuestran el aumento sucesivo y proporcional de la devoción y del amor de los mexicanos a su celestial Patrona y Madre? Es cuanto hay que decir: ¡Desde la humilde y pobrísima Ermitilla de adobes y de trece varas y no más de largo... al magnífico templo actual! ¡Y ver que todavía hay que ensancharlo! ¡Oh Preciosa Flor del Tepeyac! Dilatet Deus tabernacula tua!

Queda por decir algo acerca del proyecto de quitar al coro de enmedio del templo. El Sr. arzobispo Labastida en su carta de 28 de enero de 1887, dirigida al Secretario de Cámara y Gobierno Eclesiástico para los Redactores del periódico mencionado, escribía que era «su noble mira destruir lo deforme, como es el Coro de la Colegiata, y hacer lucir la obra primitiva de nuestros abuelos: en suma, quitar esta añadidura postiza que no cae bien en un templo pequeño, ni le hizo cuando se construyó el Santuario, ni existe en ninguna Colegiata del mundo. El deseo de elevar a la altura de los primeros Santuarios de la Cristiandad el de la Virgen del Tepeyac nos inspiró su reforma...». (El Nacional, 4 de febrero de 1887).

Si los redactores no estaban conformes con innovación alguna en el Altar y en el coro mucho menos, otros y no pocos por cierto deseaban se quitara de enmedio de la Colegiata «este estorbo, como se ha hecho ya en las catedrales modernas», así lo atestigua el autor de un opúsculo de 48 páginas impreso en esta misma ocasión y en este mismo año de que hablamos. En el Diccionario Universal, poco ha mencionado, Tomo II, pág. 359, después de haber hablado de la Colegiata de Guadalupe y de la posesión que el Arzobispo   —316→   dio a los nuevos canónigos en 25 de octubre de 1751, escribe: «Para el servicio del nuevo Cabildo se hicieron en el Santuario y sus edificios anexos las obras convenientes, y entre ellas el coro cerrado que está bajo la cuarta bóveda de la nave central, y que, como todos los de su clase destruyen absolutamente la regularidad y buena forma del Templo. ¡Ojalá que la compostura (empezada en 1802 y acabada en 1836) que en él se hizo se hubiera extendido a quitar de enmedio este estorbo, como se ha hecho ya en las catedrales modernas! Era cualquiera parte estaría mejor que donde está!».

Muy poco a la verdad dijo el señor Arzobispo, cuando escribió que el coro enmedio no cae bien en un templo pequeño: en ningún templo, sea grande, sea pequeño, debía decir, por ser del todo contrario a la antigua máxima de la Disciplina Eclesiástica; la nave de las Iglesias para los fieles. El presbiterio en el altar mayor para los sacerdotes.

Vamos a probarlo con lo que el Pbro. Dr. D. Francisco Mateos Gago y Fernández, anticuario, teólogo y apologista, escribió en el Tomo IV de su Colección de Opúsculos, Sevilla, 1879. El caso es muy parecido: tratábase de reparar en el año de 1876, el antiguo templo parroquial de San Miguel en la ciudad de Jerez de la Frontera; y en el plan de reparación que se examinaba, muchos fueron de parecer se quitara de enmedio el coro que «algún cura de San Miguel tuvo el pésimo gusto de imitar la mala costumbre de colocar el coro enmedio de nuestras catedrales, con su correspondiente crujía de barandas hasta el altar mayor, inutilizando con un parche de yesote la mayor parte y la más importante de la Iglesia». Otros fueron de contrario parecer, pero el Dr. Mateos Gago, con muy sólidas razones defendió el plan de quitar el coro de enmedio de la Iglesia contra todos los ataques de sus contrarios.

Decía pues, «que si siempre es un estorbo insufrible un coro enmedio de una Catedral por espaciosa que fuese ¿qué no será en un templo de tres naves? Si el coro actual fuera parte del templo primitivo, acaso transigiríamos con el estorbo, a condición de salvar un monumento; pero cuando el presente coro a más de insufrible estorbo, no es verdaderamente coro, la cuestión se resuelve por sí misma si es preciso que ese magnífico templo vuelva a sus condiciones primitivas. ¡Afuera, afuera ese coro! la Iglesia es para el   —317→   pueblo; el altar y el presbiterio, para los presbíteros». (Colección de Opúsculos, Tomo IX, págs. 10-12).

El noble arqueólogo y canonista demuestra la proposición muy por extenso, y con argumentos que no admiten réplica; nos limitamos a indicar someramente uno que otro.

1.º El coro enmedio de la Iglesia es contrario a la liturgia. «Los autores explican y algunos hasta dibujan la distinta posición que pueden ocupar los asientos del coro respecto al Altar Mayor para los efectos litúrgicos. La rúbrica manda que el diácono sea el que incense el coro, y así se observa en todas partes del mundo cristiano; manda también que el subdiácono sea el que dé la paz al coro (Ritos celebrandi Missam, Cap. VIII, § 9. 10. Cap. IX, § 8). ¿Cómo se observará este precepto litúrgico en las Iglesias, cuyo coro se encuentra a gran distancia del Altar? Imposible. Por eso Felipe II pidió a S. Pío V que dispensara a España de varias observancias litúrgicas, y el Papa, con fecha 17 de diciembre de 1570 expidió el Breve en que entre otras cosas, hay estas dos: «Thuriferarius, non autem Diaconus, Chorum thurificet. Unus ex acolythis quoque pacem ferat. El Turiferario y no el Diácono, incense al coro; uno de los Acólitos también y no el Subdiácono, lleve la paz a los que están en el coro». (Loc. cit., págs. 42-46).

2.º El coro enmedio de las Iglesias es contrario a las costumbres de las antiguas Iglesias y se opone en todo y por todo a lo que se practicaba antiguamente. Pues la forma de las Iglesias antiguas siempre llevaba el Presbiterio en el Ábside, a saber en el hemiciclo que formaba la cabeza de la Iglesia, llamado por San Cipriano Concessum Cleri, mientras la nave de la Iglesia llevaba el nombre de Oratorium populi. En prueba, cita el autor el testimonio de muchos y antiquísimos autores; entre éstos la autoridad del Concilio IV Toledano convocado por San Isidro, obispo de Sevilla, el año de 633.

De todos estos documentos se deduce que las antiguas Iglesias se componían de tres partes muy distintas: la del pórtico (pronaos) que estaba ante la nave de la Iglesia para los penitentes y catecúmenos; de la Nave (naos) que estaba enmedio de la Iglesia y era el lugar destinado para los fieles plebs sancta Fidelium, y en fin del ábside de forma semicírcular, que se elevaba en el fondo de la Nave y llamaba Santuario y (thusiasterion) por estar allí el Altar (Alta Ara)   —318→   y Presbiterio (presbyterion) por ser el lugar destinado a los presbíteros o al coro37.

3.º El coro de enmedio es contra toda arquitectura; y en particular es falso de todo punto que el coro enmedio de la Iglesia conserva más el carácter de templo gótico.

Comenzando por la forma primitiva de las Basílicas y continuando luego el estudio del arte cristiano por las formas bizantinas, mudejáricas, góticas y de renacimiento, hasta llegar a nuestros días, no se encontrará ninguna arquitectura que tenga por carácter propio el inutilizar completamente la Iglesia por la disposición del coro enmedio de la nave. ¿Cómo se ha de encontrar si eso sería la contradicción más palmaria de los principios más claros del sentido común? (Pág. 114). Es un hecho indudable que el gótico no nació en España, sino que fue importado aquí cuando ya estaba extendido en otras partes. Italia, Inglaterra, Alemania, especialmente la Renana, y sobre todo Francia, están sembradas de catedrales y otros templos góticos. Para averiguar pues, cuál sea el carácter propio de la arquitectura gótica en el punto en cuestión, es preciso no encerrarse en nuestra patria, sino extenderse también a otros países. Pues bien, la arquitectura gótica, nacida, extendida, y perfeccionada antes que en España en otras partes de Europa, no tiene tal carácter del coro enmedio de la Iglesia, el coro en medio de la Nave en parte alguna... Durante la buena época del gótico en España (y en ésta comprendo tres siglos, XIII, XIV y XV) no se vieron esos coros enmedio de la Nave. No sé si podrá encontrarse algún ejemplo en contrario durante el siglo XV; no recuerdo ninguno, pero niego que se encuentre alguno siquiera en los siglos XIII y XIV. Por eso todos los coros que hoy vemos en las catedrales, inclusos los más antiguos y clásicos, todos son de época relativamente reciente y han sido arrastrados a la Nave central contra el intento de los que labraron las catedrales...


(Pág. 124).                


En el fin el sabio autor confirma todo lo expuesto con la autoridad de testimonios competentes y verdaderamente Peritos en el arte.   —319→   Cita diez de los principales arquitectos, nueve españoles, y uno sólo es inglés, (G. E. Street, Individuo de la Sociedad de Artes) todos elogiados por los mismos españoles, p. e., por el Académico Orientalista Emilio de la Fuente, M. Borrel, etc.: refiere por extenso el testimonio de estos Autores, que todos convienen en llamar el coro de enmedio de la Nave con los nombres de estorbo, insufrible, Biombo, parapeto, Pantallón, mamarracho y feo armastoste. Esta última expresión es del Exmo. D. José Caveda en su Libro Ensayo histórico... en que examina como modelos del gótico en España las catedrales de León, Burgos, Toledo y Sevilla. (Loc. cit., pág. 125).

De todo esto estaba muy bien impuesto el Sr. arzobispo Labastida y no dejaría de hacerlo conocer a uno que otro de los interesados en el asunto. Sea lo que fuere; lo cierto es que el director y los redactores del periódico, conocido bien el estado de las cosas, desistieron de todo empeño; por lo que el señor Arzobispo les escribió una carta, con fecha:

Yautepec, febrero 15 de 1887.

Sectores Redactores de El Nacional. México. Mis apreciables amigos e hijos en N. S. J. C.:

Sólo debo decirles por ahora y para su tranquilidad, que con la palabra opositores fue mi intención aludir no a vdes. que fueron sorprendidos y mal instruidos (sólo así se puede explicar que católicos y caballeros hayan publicado lo que está escrito en el art. de 23 de enero); y ¿por quiénes? Vdes. lo han revelado en su artículo del 8 del presente mes bajo el título La Exposición de los católicos... Seguros de los benévolos y paternales sentimientos de su Prelado me repito también de vdes. afectísimo amigo P. A., arzobispo de México.


Es de saber que en el núm. de 8 de febrero, citado por el señor Arzobispo, los redactores, con ocasión de anunciar que «suspendíamos las firmas por obediencia al Prelado», añadían que tres, sin poner los nombres ni apellidos, se habían presentado en comisión al Director para que apoyara la Exposición de los católicos.

Al recibir la carta sobredicha, el director, lleno de noble indignación, bajo el encabezamiento de «Dos palabras importantes»,   —320→   escribió... «Mi limpia reputación, mi buen nombre, y mi deber exigen que, caiga quien cayere, declare yo a mi vez bajo mi palabra de caballero. Los tres, G. G. y C. ocurrieron a mi casa, Buenavista núm. 17, a solicitar el apoyo de El Nacional en la cuestión de las reformas de la Colegiata...». No ponemos los nombres y apellidos que pone el director D. Gonzalo A. Esteva, de los tres cuya incalificable conducta mereciera se nombraran aquí; y no lo hacemos por no hallamos en la dura necesidad de justa defensa en que se halló el Director mencionado.

Véase El Nacional núm. 192, México, sábado 19 de febrero de 1887, 2.ª plana, columna 4.

En este mismo número los Redactores remiten

Desde el momento en que nos impusimos de la carta que con fecha 5 del presente nos dirigió nuestro Ilustrísimo Prelado, decidimos dar punto a este negocio y no volverlo a tocar, para dar una prueba más de nuestra obediencia...


Y Bendito sea Dios con su Madre por todo.